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29 de Enero de 2013
Warnken, Vallejo y Novoa: los espectros del antiliberalismo
GONZALO BUSTAMANTE Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
Cristián Warnken con los ojos en blanco, rostro entre gravedad y
éxtasis; escribiendo contra los chilenos y chilenas que van
de shopping como deporte de fin de semana; Vallejo cual ‘Che Guevara’
enchulado haciendo sinónimo de lo público lo estatal; y Novoa inspirado
por Jaime defendiendo una libertad en forma de antinomia de la
igualdad; ¿tienen algo en común?:
Para aclarar esto se necesita especificar qué es el liberalismo.
Primero algo general: es por lejos la ideología dominante de las
sociedades democráticas. Cultural, económica y políticamente. Desde la
socialdemocracia hasta la derecha conservadora, pasando por
ecologistas, feministas, etc. en algún grado poseen su influencia. El
propio Marx no está libre, mal que mal, es un hijo más de la Ilustración;
proceso inseparable del éxito hegemónico del liberalismo.
Hay que distinguirlo de “neoliberal”; el cual posee una connotación
francamente obscena. En nuestro país existe una
verdadera competencia por tratar de tener la etiqueta de “liberal”.
Quienes no participan de esa carrera son fuerzas tales como una
extrema derecha de corte corporativista, comunistas y grupos
marginales de izquierda. Hay cierta derecha reaccionaria
tradicionalista que se declaran enemigos del liberalismo (muchas veces
por ingenuidad o ignorancia) sin percibir que poseen algunos de sus
rasgos; lo mismo pasa cuando el comunismo se reforma, basta ver
Europa
¿Qué caracteriza al liberalismo? Su oposición a los privilegios.
Históricamente se opondrá a la existencia de castas militares y
socioeconómicas. Su adhesión al surgimiento de las sociedades
comerciales se funda en que implicarían, necesariamente, la
destrucción de los vínculos tradicionales de tipo feudal. Marx saludaba
lo mismo de ellas. Su posterior desarrollo explica las sociedades de
cultura de masas.
¿Qué sustenta en el liberalismo su rechazo a las jerarquías hereditarias
y de castas? La consideración de que los hombres somos iguales. Ni
más ni menos. Se traducirá en el reemplazo de valores sustantivos
generales por derechos individuales universales que deberán ser
resguardados por reglas y procedimientos abstractos. El “bien común”
toma la forma de la extensión y cuidado de esos derechos. De ese
principio básico se seguirán todos los demás: la libertad de expresión,
tolerancia religiosa, el anticlericalismo como negación de una ventaja
sin justificación, antidiscriminación de todo tipo, etc.
La propiedad privada se ligará a una exigencia fundamental que surge
de la misma individualidad. La democracia se valorará como el mejor
sistema que resguarda todo lo anterior. La verdad, es que la adhesión a
la democracia por parte del liberalismo es instrumental no esencial; lo
que sí ocurre en la teoría republicana, la cual tenderá a entrecruzarse
con la liberal.
Veamos la crítica antiliberal. Primero la cultural. Warnken, como buen
conservador conectado con la historia de nuestra patria, considera que
la vida entregada a la austeridad, lectura de libros, cine-arte, música
para oídos refinados, sumado a un autopsicoanálisis existencialista,
debe ser el modelo para la sociedad. Teleseries, los reality, una
farándula llena de silicona y solárium, son muestra de una ciudadanía
que pierde sus virtudes para sumergirse en la vida privada en
un disfrute que transita entre tarjetas de créditos y el mall; lo primero
es solo un reflejo de un decaer general. ¿No sería deseable que la
chilenidad se construya con una población lectora como la finlandesa; o
que cultive un gusto por la ciencia como la alemana; o que prefiera
cafés de estilo parisiense en vez de algo tan ordinario como el
Costanera Center? La respuesta liberal es muy simple: su opinión es
irrelevante, lo único que importa es que el Estado garantice la vida que
cada sujeto desea vivir. Por eso el elitismo cultural no debe ser excusa
para romper su neutralidad sobre la vida. Por ejemplo, ¿se justificaría
que el Estado ayudase a mantener un “círculo de disfrute de la música
de Xenakis” amparándose en su valiosa estructura matemática para la
mente humana? No, el Estado no debe promover ni a Américo ni a
Xenakis, ni la música “nuestra” ni la foránea; es el mercado y sus
mecanismos el encargado de su difusión.
La crítica de Warnken descansa en un aristocratismo: cree la vida
propia suficientemente superior para ningunear la ajena y promoverse
como modelo a seguir.
Segundo, lo estatal como lo público. Vallejo, raramente en consonancia
con una tradición hegeliana pero no marxista, adjudica al “Estado”
cierta categoría entitativa moral. ¿Qué podría explicar el que se
considere que la educación privada no puede poseer un carácter de
pública? Es la idea de que el Estado es una estructura de algo así como
“bien común”, no ya como garante de derechos individuales sino como
ente-moral que debe custodiar la felicidad de sus ciudadanos-feligreses.
Hegel defenderá la idea que es una imagen moral, un reflejo racional.
¿Es irrelevante el Estado para el liberalismo? Para nada, sin él no existe
el Derecho. Solo una realidad neutral con suficiente poder puede
garantizar el verticalismo jurídico necesario para que exista “igual
libertad para todos”. Lo que es distinto es que desde su óptica se le
vacía de toda connotación mesiánica, se le niegue un rol moral, se
desconfía de él y se establecen los resguardos legales para limitar su
poder y las opciones de abusos de fuerza. De eso se tratan las garantías
individuales y la división del poder.
El Estado liberal no construye la “vida en sociedad”; es un mero
garante de la sociedad civil y sus miembros. De igual forma, lo privado
no es contradictorio con lo público. Es así como empresas, colegios
privados, etc. son parte de él. Otra cosa distinta es la segregación y
desigualdades que genera la brecha vergonzosa entre la educación
privada y pública; eso tampoco es propio de una sociedad liberal-
democrática.
Por último Don Jovino. Novoa es como Vallejo pero invertido. Reduce la
libertad y el Estado de Derecho al resguardo de desigualdades que
serían cognitivas, sociales-acumuladas y de tipo biológico en general. El
antónimo de la libertad liberal. La igualdad del ciudadano-burgués es
política; así como la “estirpe social” no será más un criterio válido de
diferenciación tampoco lo es la biología.
¿Es antiliberal la redistribución? Para nada. Todo derecho posee un
costo. Si la propiedad privada está distribuida de modo desigual por su
carácter acumulativo que le es inseparable; significa que su resguardo
(es el derecho más caro) implica un costo oneroso e injusto para
quien no posee bienes o son muy menores. Por tanto la redistribución
que ocurre vía impositiva es una forma de compensar a los menos
favorecidos el gasto que significa “el derecho a la propiedad privada”,
que por su naturaleza nunca se distribuye homogéneamente.
Además si no se producen las condiciones materiales que permitan
materializar la libertad como elección, la “fuerza de la libertad” no pasa
de ser una quimera.
Jaime Guzmán era un hombre muy hábil pero un intelectual poco
profundo; lo de Novoa fue un abuso.