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1 PROYECTO DE VIDA SACERDOTAL EN EL PRESBITERIO DIOCESANO (Juan Esquerda Bifet) I. HACIA UN PROYECTO DE VIDA EN EL PRESBITERIO DE LA IGLESIA PARTICULAR La formación permanente. Hacia un proyecto de vida según la "Vida Apostólica". ¿Cómo elaborar un proyecto de vida sacerdotal?. Material comparativo (PO, PDV, CIC). Documento de Puebla y Santo Domingo ¿Quiénes pueden elaborar este proyecto. Cuestionario. II. IDEARIO DE IDENTIDAD SACERDOTAL PARA UN PROYECTO DE VIDA EN EL PRESBITERIO DIOCESANO Identidad sacerdotal. A partir de la espiritualidad específica del sacerdote. Elementos fundamentales de la "Vida Apostólica" en el Presbiterio. Cuestionario. III. OBJETIVOS Y METAS, ETAPAS O NIVELES Objetivos y metas según diversas dimensiones. Niveles y etapas. Cuestionario. IV. MEDIOS DE VIDA SACERDOTAL Y COMPROMISOS COMO PARTE DEL PROYECTO Líneas generales. Medios concretos. Compromiso personal y en grupo. Cuestionario.

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PROYECTO DE VIDA SACERDOTAL EN EL PRESBITERIO DIOCESANO(Juan Esquerda Bifet)

I. HACIA UN PROYECTO DE VIDA EN EL PRESBITERIO DE LA IGLESIA PARTICULAR

La formación permanente. Hacia un proyecto de vida según la "Vida Apostólica". ¿Cómo elaborar un proyecto de vida sacerdotal?. Material comparativo (PO, PDV, CIC). Documento de Puebla y Santo Domingo ¿Quiénes pueden elaborar este proyecto. Cuestionario.

II. IDEARIO DE IDENTIDAD SACERDOTAL PARA UN PROYECTO DE VIDA EN EL PRESBITERIO DIOCESANO

Identidad sacerdotal. A partir de la espiritualidad específica del sacerdote. Elementos fundamentales de la "Vida Apostólica" en el Presbiterio. Cuestionario.

III. OBJETIVOS Y METAS, ETAPAS O NIVELES

Objetivos y metas según diversas dimensiones. Niveles y etapas. Cuestionario.

IV. MEDIOS DE VIDA SACERDOTAL Y COMPROMISOS COMO PARTE DEL PROYECTO

Líneas generales. Medios concretos. Compromiso personal y en grupo. Cuestionario.

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I. HACIA UN PROYECTO DE VIDA EN EL PRESBITERIO DE LA IGLESIA PARTICULAR

1. La "formación permanente" según "Pastores dabo vobis"

Siguiendo las indicaciones del Concilio (PO 19; CIC can 279), la exhortación postsinodal ha querido recalcar, en el cap. VI, la importancia de la formación permanente, señalando unos caminos de profundización que abarquen toda la vida y todo el ministerio sacerdotal.

Este tema se presenta con la dinámica de "reavivar" la gracia o carisma del sacramento del Orden, que hace al sacerdote "partícipe no sólo del poder y del ministerio salvífico de Jesús, sino también de su amor" (PDV 70). Es, pues, el amor de Cristo que urge a la "actualización" constante de la vida y ministerio sacerdotal. "De esta manera, la formación permanente encuentra su propio fundamento y su razón de ser original en el dinamismo del sacramento del Orden" (ibídem).

La respuesta al "sígueme" no es sólo una actitud del pasado, sino que es una actitud de permanente respuesta a "un sígueme que acompaña toda la vida" (PDV 70). Esta respuesta al "ven y sígueme", que en el pasado fue una "opción fundamental", se irá reforzando y actualizando, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Es, pues, un compromiso que "deberá renovarse y reafirmarse continuamente durante los años del sacerdocio en otras numerosísimas respuestas, enraizadas todas ellas y vivificadas por el 'sí' del Orden sagrado" (ibídem).

Todos los temas sacerdotales, también la formación permanente, deben analizarse a la luz de la caridad del Buen Pastor. "Alma y forma de la formación permanente del sacerdote es la caridad pastoral" (PDV 70). Esta formación ha de entenderse como "opción consciente y libre que impulse el dinamismo de la caridad pastoral y del Espíritu Santo. En este sentido la formación permanente es una exigencia intrínseca del don del ministerio sacramental recibido, que es necesaria en todo tiempo, pero hoy lo es particularmente urgente... por la 'nueva evangelización'" (ibídem).

La formación permanente no es sólo exigencia del sacramento del Orden y de la caridad pastoral, sino que, al mismo tiempo, la comunidad cristiana tiene derecho a esa renovación sacerdotal. "De esta manera, la formación permanente es expresión y exigencia de la fidelidad del sacerdote a su ministerio, es más, a su propio ser. Es, pues, amor a Jesucristo y coherencia consigo mismo. Pero es también un acto de amor al Pueblo de Dios, a cuyo servicio está

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puesto el sacerdote. Más aún, es un acto de justicia verdadera y propia: él es deudor para con el Pueblo de Dios" (PDV 70).

El capítulo final de PDV, si se lee en el contexto de todo el documento, es la parte que compromete más. Porque no se trata sólo de organizar unos cursos para ponerse al día, sino de estructurar toda la vida del Presbiterio, de suerte que el sacerdote encuentre los medios necesarios para vivir su identidad sacerdotal con todas las exigencias de "vida apostólica" en el Presbiterio de la Iglesia particular.

Hay que elaborar "programas capaces de sostener... el ministerio y vida sacerdotal" (n.3). Se trata de "programar y llevar a cabo un plan de formación permanente, que responda de modo adecuado a la grandeza del don de Dios y a la gravedad y exigencias de nuestro tiempo" (n.78). En este campo "es fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la del Presbiterio" (n.79). Las estructuras del Presbiterio deben orientarse a una puesta en práctica de las orientaciones conciliares y postconciliares. El documento postsinodal compromete a todos. "Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el Presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (n.79).

La participación del Obispo es vital, como compartiendo la misma vida y la misma suerte de su Presbiterio. "El Obispo vivirá su responsabilidad no sólo asegurando a su Presbiterio lugares y momentos de formación permanente, sino haciéndose personalmente presente y participando en ellos convencido y de modo cordial" (n.79; cf. CD 15-17.28; PO 7, 19).

Con estas aclaraciones se continua la enseñanza del concilio sobre el mismo tema: "Para que los presbíteros se entreguen más fácilmente a los estudios y capten con más eficacia los métodos de evangelización y de apostolado, procúreseles cuidadosamente los medios necesarios, como son la organización de cursos y de congresos, según las condiciones de cada país, la erección de centros destinados a los estudios pastorales, la fundación de bibliotecas y una conveniente dirección de los estudios para personas competentes. Consideren, además, los Obispos, o en particular, o reunidos entre sí, el modo más conveniente de conseguir que todos los presbíteros, en tiempo determinado, sobre todo en los primeros años después de su ordenación, puedan asistir a un curso en que se les brinde la ocasión de conseguir un conocimiento más completo de los métodos pastorales y de la ciencia teológica, y , sobre todo, de fortalecer su vida espiritual y de comunicarse mutuamente con los hermanos las

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experiencias apostólicas. Ayúdese especialmente con estas y otras atenciones oportunas también a los neopárrocos y a los que se destinan para una nueva empresa pastoral, o a los que se envían a otras diócesis o nación" (PO 19; cfr. can. 279).

El documento de Puebla hizo la aplicación concreta a la situación sacerdotal de A.L.: "La gracia recibida en la ordenación, que ha de reavivarse continuamente, y la misión evangelizadora exigen de los ministros jerárquicos una seria y continua formación, que no puede reducirse a lo intelectual, sino que se extenderá a todos los aspectos de su vida" (Puebla 719). "Objeto de esa formación, que tendrá en cuenta la edad y las condiciones de las personas, ha de ser: capacitar a los ministros jerárquicos para que, de cuerdo con las exigencias de su vocación y misión y la realidad latinoamericana, vivan personal y comunitariamente un continuo proceso que los haga pastoralmente competentes para el ejercicio del ministerio" (Puebla 720).

La formación permanente es un camino de conversión continua y de fidelidad generosa, indispensable para la Nueva Evangelización, con programas concretos que abarquen toda la vida y ministerio sacerdotal: "Existe una conciencia creciente de la necesidad e integridad de la formación permanente, entendida y aceptada como camino de conversión y medio de fidelidad. Las implicaciones concretas que tiene esta formación para el compromiso del sacerdote con la Nueva Evangelización, exigen crear y estimular cauces concretos que la puedan asegurar. Cada vez aparece con más fuerza la necesidad de acompañar el proceso de crecimiento, intentando que los desafíos que el secularismo y la injusticia le plantean puedan ser asimilados y respondidos desde la caridad pastoral. Igual atención hemos de prestar a los sacerdotes, ancianos o enfermos" (Santo Domingo 72).

2. Hacia un proyecto de vida según la "Vida Apostólica"

La exhortación postsinodal es un texto que da las pautas necesarias para estructurar el Presbiterio de la Iglesia particular de acuerdo con la "Vida Apostólica". Los candidatos al sacerdocio (diocesanos y religiosos) encuentran en él una posibilidad de vivir el sacerdocio con generosidad evangélica. Ahora ya verán que es posible poner en práctica las indicaciones del nuevo Código: "deben prepararse para una unión fraterna con el Presbiterio diocesano, del cual serán miembros para el servicio de la Iglesia" (can. 245, par. 2). Este Presbiterio, al cual son invitados, ya existe en potencia...

Hay que reconocer que la "Vida Apostólica" en el Presbiterio (para el clero diocesano), salvo casos individuales y de algunos

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grupos excepcionales, tiene un vacío de siglos. La doctrina eclesial se ha mantenido gracias al magisterio y a la vida de santos sacerdotes. Llevar a término esta empresa supondrá crear mentalidad y buscar pautas concretas. Probablemente será cuestión de muchos años y de grandes sacrificios, para arrinconar hábitos "legitimados", privilegios y derechos adquiridos. También en algunas instituciones religiosas o análogas, la "Vida Apostólica" ha quedado anquilosada, olvidando la vitalidad del carisma fundacional o dándose a una problemática al margen de los criterios evangélicos y eclesiales. Por esto la crisis sacerdotal ha sido común (con las mismas proporciones) para el clero diocesano y religioso.

"Pastores dabo vobis" pertenece a un hecho de gracia, que aflora principalmente en las indicaciones del Vaticano II y de los documentos postconciliares, y que recoge un despertar sacerdotal anterior, especialmente a partir de San Pío X ("Haerent animo"). Este hecho necesita encontrar los santos sacerdotes del postconcilio. Se han dado grandes pasos que preanuncian un resurgir en las nuevas generaciones sacerdotales.

A mi entender, el paso actual, salvando las diferencias, se podría comparar al paso trascendental de Trento respecto a los Seminarios, a la vida sacerdotal y al ministerio episcopal. Entonces se fue aplicando el concilio gracias a santos sacerdotes del postconcilio (San Carlos Borromeo, San Juan de Avila, San Juan de Ribera, San Ignacio de Loyola, San Juan Eudes, San Vicente de Paul, San Gregorio Barbarigo, etc.). ¿Estamos hoy preparados para poner en práctica la "Pastores dabo vobis"?

Esta tarea es posible. La llamada del Espíritu Santo a la Iglesia de hoy va unida a su presencia activa. La caridad pastoral, con todas sus consecuencias de "Vida Apostólica" en el Presbiterio, comienza a ser una realidad. El documento postsinodal parte de una actitud de fe y de esperanza: "Nuestra fe nos revela la presencia operante del Espíritu de Cristo en nuestro ser, en nuestro actuar y en nuestro vivir" (n.33). "El Sínodo... es consciente de la acción constante del Espíritu Santo en la Iglesia"(son palabras que hace suyas el Papa: n.1).

La invitación de Juan Pablo II indica las pistas de un "Cenáculo" permanente, en el que, gracias a la presencia activa de María, "Madre de los sacerdotes" y "Reina de los Apóstoles", tendrán lugar "una extraordinaria efusión del Espíritu de Pentecostés... La Iglesia está dispuesta a responder a esta gracia" (n.82).

3. ¿Cómo elaborar un proyecto de vida sacerdotal?

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Los números 80-81 de "Pastores dabo vobis" indican unas pautas generales sobre los momentos, las formas y los medios de la formación sacerdotal permanente en el sentido indicado de proyecto global de vida. Se podrán indicar pautas para los cuatro niveles: humano, espiritual, intelectual (nn.71-72). Pero debe quedar claro que se trata de toda la vida sacerdotal en el Presbiterio. La formación permanente tiene esta finalidad: "Debe ser más bien el mantener vivo un proceso general e integral de continua maduración, mediante la profundización, tanto de los diversos aspectos de la formación -humana, espiritual, intelectual y pastoral-, como de su específica orientación vital e íntima, a partir de la caridad pastoral y en relación a ella" (n.71).

Las pautas de este "proyecto" (que podría llamarse "Directorio") no serán nuevas obligaciones, sino indicaciones que recojan todo lo contenido en el concilio y postconcilio, para que el sacerdote pueda "desempeñar su función en el espíritu y según el estilo de vida de Jesús Buen Pastor" (n.73). Es la respuesta a "un sígueme que acompaña toda la vida" (n.70).

Se podrían delinear las pistas de los cuatro niveles indicados:

- humano: compartir, convivencia, amistad, colaboración...- espiritual: oración, seguimiento evangélico, virtudes...- intelectual: estudio, actualización, profundización...- pastoral: ministerio, disponibilidad, dedicación, conocimiento de la realidad, evaluación, compromisos...

También se podrían trazar unas líneas de:- vida personal (contemplación, estudio, vida sacramental, seguimiento evangélico, dirección espiritual, medios concretos...)- vida comunitaria (equipo de revisión de vida, convivencia, solidaridad, ayuda mutua en todos los niveles...)- vida pastoral (equipo apostólico, pastoral de conjunto en el campo profético-litúrgico-caritativo...), etc.

Así mismo podría especificarse un "Directorio" o proyecto sacerdotal a partir de actitudes: actitud relacional con Cristo, actitud de seguimiento evangélico, actitud de comunión y fraternidad, actitud de misión.

Todas estas posibilidades deberían reflejar una eclesiología clara, profunda y entusiasmante: el sacerdote como servidor de la Iglesia misterio, comunión, misión (PDV 73-75).

En nuestra exposición, tendremos en cuenta todas estas posibilidades y elementos, pero, por razones prácticas de un estudio que ofrece materiales para elaboración personal o en

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grupo, seguiremos esta distribución: Ideario, objetivos y metas (etapas o niveles), medios y compromisos. Será el contenido de los capítulos II-IV.

4. Material comparativo (PO, PDV, CIC)

Nuestro estudio consiste en la elaboración directa de un proyecto, sino en la aportación de unos elementos que emergen de los documentos actuales, de la realidad y de la experiencia sacerdotal. Para ello, ofrecemos aquí (para eventual consulta) un esquema comparativo de los contenidos de "Presbyterorum Ordinis" (PO), "Pastores dabo vobis" (PDV) y "Código de Derecho Canónico" (can.):

Configuración con Cristo:PO 1-3: participar del sacerdocio de Cristo Cabeza y Pastor.PDV cap. II: configuración (n. 20-22) con Cristo Sacerdote,

Cabeza, Pastor, Siervo (n.48), Esposo (n.22)Consagración por el Espíritu Santo: PDV 1, 10, 27, 33, 69. Cfr.

can.108.

Misión sacerdotal:PO 4-6: equilibrio de ministeriosPDV cap. II: la misma misión de Cristo (prolongarle) Cfr. can.

259. 273-275.Comunión:

En la "Iglesia misterio, comunión, misión": 12, 16, 59, 73."Sucesión apostólica": PDV 4-5, 15-16, 22, 24, 42, 46, 60.Con el Papa: PDV 16, 18, 28.Con el Obispo: PO 7; PDV 31, 74, etc. (ChD 15-16,28; can. 273,

275, 384.En el Presbiterio: PO 8; PDV 31, 74-80, etc. LG 28; ChD 28; can.

245; Puebla 663.Con la comunidad eclesial: PO 9; PDV 12, 14, 17-18, 31, 66Vida comunitaria: PO 8; PDV 17, 29, 44, 50, 74-81, etc.Como "diocesano": PO 8; PDV 17, 31-32. 68, 74 ("incardinación")

Misión universal:PO 10-11; PDV 2, 4, 14, 16-18, 23. 31-32, 59, 74-75, 82.

Santidad en el ejercicio del ministerio:PO 12-14: "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote", "en el ministerio", "unidad de vida", "ascesis del pastor de almas".PDV III: "Vida según el Espíritu", santidad "específica"...

Caridad pastoral: 15, 19-24, 27-33, 41, 48-49, 57, 65, 70ssEn los ministerios: 23-25, 72.

Virtudes del Buen Pastor:PO 15-17: Humildad, obediencia (can. 245, 273, 275), castidad

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(can. 248, 277): "signo y estímulo de la caridad". Pobreza (can. 282, 287)

PDV: Consejos Evangélicos (27-30), "sequela Christi" (8-10, 13, 20, 30, 34, 36, 40, 60, 63-66, 70, 71, 81-82), dimensiones de la obediencia (28), virginidad (22, 29, 44, 50), pobreza (30).

Medios de santificación:PO 18: medios comunes y peculiares (además de los ministerios)PDV: Relación personal con Cristo (passim), oración-contemplación (26, 37-38, 47, 51, 53, 72), Eucaristía (23, 26, 38, 46, 48), reconciliación (26, 48), liturgia de las horas (26, 72), María (36, 38, 45, 82), Dirección Espiritual (40, 50, 81), estudio (51), asociaciones (PO 8; PDV 31, 81), formación espiritual: 45-50. Cfr. can. 246, 255, 276, 280, 533, 545, 548, 550. Retiros, Ejercicios.

Formación permanente:PO 19 (Puebla 719; can. 279; Santo Domingo 67-75)PDV cap.VI: hacer un proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio.

Sacerdotes para una "nueva evangelización":PDV 2, 9-10, 17, 47, 51, 82.

5. ¿Quiénes pueden elaborar este proyecto? Tarea de todos

"Pastores dabo vobis" (n.78ss) indica que todos los miembros del Pueblo de Dios pueden y deben colaborar en la formación permanente de los sacerdotes. El punto de referencia es la pertenencia a la misma comunidad eclesial (Iglesia particular), en la que la "comunión" es una fraternidad donde se comparte, se convive y se colabora en todo. "Es toda la Iglesia particular la que, bajo la guía del Obispo, tiene la responsabilidad de estimular y cuidar de diversos modos de formación permanente de los sacerdotes" (PDV 78).

Esto supone una más íntima relación entre los sacerdotes y los fieles, cada uno conociendo, respetando y fomentando la vocación específica de los demás: "Precisamente la participación de vida entre el presbítero y la comunidad, si se ordena y lleva a cabo con sabiduría, supone una aportación fundamental a la formación permanente... De esta manera, todos los miembros del Pueblo de Dios puede y deben ofrecer una valiosa ayuda a la formación permanente de sus sacerdotes. A este respecto, deben dejar a los sacerdotes espacios de tiempo para el estudio y la oración; pedirles aquello para lo que han sido enviados por Cristo y no otras cosas; ofrecerles colaboración en los diversos ámbitos de la misión pastoral...; establecer relaciones cordiales y

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fraternas con ellos" (PDV 78)

El mismo sacerdote, como miembro del Presbiterio de la Iglesia particular, es el primer responsable de que haya unos planes de formación permanente, en cuya elaboración él haya colaborado. Y es él también quien debe comprometerse, personalmente y en grupo, para que estos planes se lleven a la práctica y consigan el objetivo de revivir la "Vida Apostólica" en el Presbiterio. "En cierto modo, es precisamente cada sacerdote el primer responsable en la Iglesia de la formación permanente" (PDV 79).

El carisma episcopal es imprescindible en todo este campo, como formando parte de un misma "Vida Apostólica" en cuanto cabeza visible, padre, amigo y hermano. No se trata sólo de organizar unos cursos según diversos niveles, sino de redimensionar toda la vida y el ministerio en la familia sacerdotal del Presbiterio. "Fundamental es la responsabilidad del Obispo y, con él, la del Presbiterio" (PDV 79).

Esta responsabilidad episcopal forma parte de su carisma y ministerio específico (cfr. ChD 15-16, 28; PO 7). Juan Pablo II decía a los Obispos colombianos: "En este compromiso de santidad y en vuestra ejemplaridad personales, recomiendo especialmente, a imitación de Jesús Maestro y Amigo de los discípulos, que prestéis una atención especial a vuestros sacerdotes. Son los primeros colaboradores de vuestro ministerio episcopal y deben ser los primeros destinatarios de vuestro cuidado pastoral. Sed para ellos padres, hermanos, amigos, que se preocupen de su vida espiritual y también de sus necesidades materiales. Fomentad con vuestro ejemplo la fraternidad sacerdotal entre todos los que son ministros del único Sacerdote, Jesucristo. Sed ejemplo de comunión y de unidad con todos vuestros sacerdotes para edificación y estímulo del Pueblo de Dios" (Saludo a Obispos Colombianos, Bogotá, SPEC, 2.7.86).

Esta labor hay que realizarla en cada Iglesia particular, pero se necesita la armonía de compartir experiencias con otros Presbiterios, también por medio de la Comisión o Departamento Episcopal del Clero. A nivel universal, se necesita la "comunión" con la Santa Sede (Congregación del Clero). La referencia al carisma de "Pedro" (como dependencia y como armonía) es siempre necesaria e intrínseca en cualquiera de estos niveles.

Habrá que partir de realidades ya existentes en el Presbiterio, tanto de las programaciones como de las aplicaciones en marcha. Cada persona y cada institución o grupo aportará armónicamente lo suyo específico, respetando y apreciando la aportación de los demás. En América Latina habrá que tener en

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cuenta las directrices de Medellín, Puebla (que hemos citado más arriba) y Santo Domingo: "En la formación inicial de los futuros pastores y en la formación permanente de obispos, presbíteros y diáconos queremos impulsar, muy especialmente, el espíritu de unidad y comunión" (n.69). "Nosotros los obispos, nos proponemos organizar mejor una pastoral de acompañamiento de nuestros presbíteros y diáconos, para apoyar a quienes se encuentran en ambientes especialmente difíciles. Todos los ministros queremos conservar una presencia humilde y cercana en medio de nuestras comunidades para que todos puedan sentir la misericordia de Dios. Queremos ser testigos de solidaridad con nuestros hermanos" (n.75). Entre las líneas pastorales para conseguir una cultura cristiana, se señala: "Favorecer la formación permanente de los Obispos y presbíteros, de los diáconos, de los religiosos, religiosas y laicos, especialmente de los agentes de pastoral conforme a la enseñanza de la Iglesia" (n.240).

En su visita al Pontificio Colegio Mexicano de Roma (24.11.92), Juan Pablo II dedicó toda su alocución al tema de la formación permanente. Recogemos una síntesis literal al final del cuarto capítulo, a modo de conclusión de nuestro estudio. Recordemos, de momento, la invitación inicial: "Para alentaros en este proceso formativo, deseo recordar y destacar algunos aspectos de la formación permanente que he propuesto en la exhortación apostólica "Pastores dabo vobis". Ojalá que con vuestro esfuerzo y el de los sacerdotes en vuestras diócesis, se logren elaborar unos "programas de formación permanente, capaces de sostener, de una manera real y eficaz, el ministerio y vida espiritual de los sacerdotes" (PDV 3)".

6. Cuestionario para el trabajo personal o en grupo

- ¿Qué clase de proyecto de vida te parecería mejor? (modo de redactarlo, perspectivas, punto de partida y puntos de vista)

- ¿Qué orden interno pondrías en la redacción del texto? (por dimensiones: humana, espiritual, intelectual, pastoral; por niveles: personal, grupal...; por aspectos eclesiológicos: servidor de la Iglesia misterio, comunión, misión; por actitudes fundamentales: oración, seguimiento, misión; por distribución lógica y práctica: ideario, objetivos, medios).

- ¿Cómo comenzar a elaborar este proyecto y quiénes deben colaborar concretamente? (empezando por grupos, decanato o arciprestazgo, todo el Presbiterio, participación de otras personas, con otros Presbiterios...).

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II. IDEARIO DE IDENTIDAD SACERDOTAL PARA UN PROYECTO DE VIDA EN EL PRESBITERIO DIOCESANO

Presentación

Se trata de presentar un "proyecto" o "propuesta", un "itinerario" y "programa" formativo, que abarque toda la vida desde el despertar de la vocación (PDV 2-3; cf. n.79). La figura sacerdotal delineada debe ser clara, sin dejar espacio para las dudas, aunque siempre habrá lugar para la aplicación de nuevas gracias en las nuevas situaciones. Se necesita "dirigir a las nuevas generaciones una nítida y valiente propuesta vocacional" (PDV 2) y trazar unos "programas capaces de sostener el ministerio y la vida sacerdotal" (n.3). Esta "propuesta" es el deseo y "la voz de las Iglesias particulares" corroborada por el Papa y dirigida a los sacerdotes como de corazón a corazón (PDV 4). El ser sacerdotal, su obrar y su vivencia, deben aparecer como participación en el ser, en el obrar y en la vivencia de Cristo Buen Pastor. De este modo se conseguirá "motivar y apoyar a todos los ministros ordenados para una formación permanente estructurada conforme a las orientaciones del magisterio pontificio" (Santo Domingo 73).

En su visita al Pontificio Colegio Mexicano de Roma (24.11.92), Juan Pablo II resumió así el ideario y las motivaciones de un programa de formación permanente: "El sacerdote ministro es signo y transparencia de la caridad de Cristo buen Pastor. Por el hecho de participar de su consagración, puede prolongar su misma misión y está llamado a presentar su mismo estilo de vida. Todas las dimensiones de la formación permanente tienden a este objetivo: "Así como toda la actividad del Señor ha sido fruto y signo de la caridad pastoral, de la misma manera debe ser también para la actividad ministerial del sacerdote" (PDV 72). Por esto, el "significado profundo" de la formación permanente "es el de ayudar al sacerdote a ser y a desempañar su función en el espíritu y según el estilo de Jesús buen Pastor" (PDV 73)".

1. Identidad sacerdotal

La "identidad" (la propia razón de ser) no se presenta como duda, sino como profundización en los aspectos evangélicos de: llamada, encuentro, seguimiento, fraternidad eclesial y misión. Para formar "signos personales del Buen Pastor", hay que partir de la configuración con el ser sacerdotal de Cristo, que capacita para prolongar su misma misión y que hace posible y urge a vivir su mismo estilo de vida.

La Iglesia necesita presentar "modelos creíbles" (PDV 8), "sacerdotes formados que sean ministros convencidos y fervorosos

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de la 'nueva evangelización', servidores fieles y generosos de Jesucristo y de los hombres" (PDV 10). Se siente la "absoluta necesidad de que la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros 'nuevos evangelizadores'" (PDV 2). "Hemos recibido 'la fuerza del Espíritu Santo' (cf. Hech 1,6) para ser testigos de Cristo e instrumentos de vida nueva" (Santo Domingo 67). "Juan Pablo II nos ha recordado que la Iglesia necesita presentar modelos creíbles de sacerdotes que sean ministros convencidos y fervorosos de la Nueva Evangelización" (ibídem, 72; cf. PDV n.8 y cap. 6).

El concilio Vaticano II había trazado la fisonomía sacerdotal de hoy, que encuentra en el rostro de Cristo el modelo acabado que hay que imitar y actualizar en cada época. "Presbyterorum Ordinis", respecto al sacerdote, y "Optatam totius", respecto a la formación inicial, habían dejado una pauta de trabajo. La fisonomía sacerdotal de hoy es una tarea inacabada, es decir, es una tarea de todos los días. El hecho de ser signo de Cristo Sacerdote y buen Pastor, y de participar en la "consagración y misión" del Señor, hace que el sacerdote pueda obrar "en nombre de Cristo Cabeza" (PO 2) y prologarle en su Palabra, sacrificio, acción salvífica y pastoral (PO 4-6). Ahora bien, esta realidad del ser y del obrar sacerdotal, comporta una exigencia de "espiritualidad" o de "santidad", al estilo de vida del buen Pastor (PO 7ss).

El sacerdote está llamado a ser "transparencia" de Cristo. "Por tanto, los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de el en medio del rebaño que les ha sido confiado" (PDV 15). El decreto conciliar sobre el sacerdote había señalado unas líneas de fuerza: comunión (PO 7-9), misión (PO 10-11), santificación al estilo del Buen Pastor (PO 12-17). Concretamente se pueden subrayar tres afirmaciones clave: ser "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote" (PO 12), "ascesis propia del pastor de almas" (caridad pastoral) (PO 13), "conseguirán la santidad ejerciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de Cristo" (PO 13). Es siempre la caridad pastoral que se expresa concretamente en las virtudes del Buen Pastor (humildad, obediencia, castidad, pobreza) (PO 15-17), y que necesita la puesta en práctica de unos medios comunes y particulares (PO 18ss).

La situación actual de la sociedad (PDV cap. I) hace recordar que el sacerdote es un hombre "tomado de entre los hombres" (Heb. 5,1). En medio de nuevas dificultades y nuevas posibilidades, el Señor sigue llamando a personas que deben ser formadas para estas circunstancias. La naturaleza y misión del sacerdote, es decir su identidad (cap. II), se presenta a partir de la consagración y misión de Cristo comunicadas al sacerdote ministro: "Me ha ungido

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y me ha enviado" (Lc 4,18). El sacerdote queda configurado con Cristo Sacerdote y Buen Pastor, para prolongarle en la Iglesia. La espiritualidad o vida espiritual del sacerdote (cap. III) se explica como vida en el Espíritu: "El Espíritu del Señor sobre mí" (Lc 4,18). Es el mismo estilo de vida del Buen Pastor y del "seguimiento evangélico" de los Doce.

La persona de Jesús es el punto de referencia para comprender el sentido de la vida y del ministerio sacerdotal. La consagración y misión de Jesús hacen ver su realidad de Sacerdote y Víctima, Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo. Todos estos títulos se van repitiendo en el documento postsinodal (y en PO), aunque son más numerosas las frases que hablan de "Cabeza y Pastor". En las explicaciones, prevalece el tono de "Pastor" (caridad pastoral), "Siervo" (autoridad de servicio), "Esposo" (donación de amor esponsal a la Iglesia). "La referencia a Cristo es, pues, la clave absolutamente necesaria para la comprensión de las realidades sacerdotales" (PDV 12).

La "representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor" (PDV 15), arranca del hecho de participar en su ser o consagración, para prolongar su misma misión (Lc 4,18-19; Is 61,1-2). En quien ha recibido la imposición de manos por el sacramento del Orden, hay una acción permanente del Espíritu Santo que modela el ser, el obrar y el estilo de vida: "Nuestra fe nos revela la presencia operante del Espíritu de Cristo en nuestro ser, en nuestro actuar y en nuestro vivir" (PDV 33).

La "representación sacramental" de Cristo como Cabeza y Pastor (PDV 15) se puede calificar también de "personificación", puesto que el sacerdote, por ser "instrumento vivo de Cristo Sacerdote", "personifica de modo específico al mismo Cristo" (PDV 20, citando a PO 12). La expresión "imagen viva" se va repitiendo, en referencia a Cristo Esposo (PDV 22), Cabeza y Pastor (PDV 42).

La representación de Cristo es precisamente en vistas al servicio eclesial. Es una inserción peculiar "en" la Iglesia y, al mismo tiempo, "al frente" de la Iglesia: "El sacerdote, en cuanto que representa a Cristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, se sitúa no sólo en la Iglesia, sino también al frente de la Iglesia" (PDV 16, citando la "proposición" 7).

Esta representación de "autoridad", como configuración con Cristo "Cabeza", tiene el sentido de servicio, a imitación de "Cristo Siervo": "Jesucristo es Cabeza de la Iglesia su Cuerpo. Es 'Cabeza' en el sentido nuevo y original de ser 'Siervo', según sus mismas palabras... (Mc 10,45)" (PDV 21). Es la línea de servicio acentuada por el Vaticano II: "Son promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey" (PO 1; cfr. LG 24).

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La configuración con Cristo, en cuanto al ser, al obrar y a la vivencia, es una acción permanente del Espíritu Santo, como consecuencia de la "consagración" obrada por medio del sacramento del Orden. En esta base teológica se apoya la exhortación postsinodal para pasar a la descripción de la figura del sacerdote que hay que delinear y construir para servir a la Iglesia y al mundo de hoy.

La figura del sacerdote queda descrita en una "eclesiología de comunión", que "resulta decisiva para descubrir la identidad del presbítero, su dignidad original, su vocación y su misión en el Pueblo de Dios y en el mundo" (PDV 12). El sacerdote es el servidor de la Iglesia misterio, comunión y misión. No se trata de la Iglesia en abstracto, sino en cuanto "signo" o "sacramento", es decir, "esencialmente relacionada con Jesucristo" (ibídem). La Iglesia, como "misterio", es un conjunto de signos de la presencia activa de Cristo resucitado. "Es en el misterio de la Iglesia, como misterio de comunión trinitaria en tensión misionera, donde se manifiesta toda identidad cristiana, y por tanto también la identidad específica del sacerdote y de su ministerio. En efecto, el presbítero, en virtud de la consagración que recibe con el sacramento del Orden, es enviado por el Padre, por medio de Jesucristo, con el cual, como Cabeza y Pastor de su pueblo, se configura de un modo especial, para vivir y actuar con la fuerza del Espíritu Santo al servicio de la Iglesia y por la salvación del mundo" (ibídem). Es, pues, un "misterio de comunión" que se expresa en la "misión" del anuncio, celebración y comunicación de la persona y del mensaje de Jesús a todos los hombres.

"El Buen Pastor conoce sus ovejas y es conocido por ellas (cf. Jn 10,14). servidores de la comunión, queremos velar por nuestras comunidades con entrega generosa, siendo modelos para el rebaño (cf. 1Pe 5,1-5). Queremos que nuestro servicio humilde haga sentir a todos que hacemos presente a Cristo Cabeza, Buen Pastor y Esposo de la Iglesia" (Santo Domingo 74; cf. PDV 10).

(Ver otros elementos y datos comparativos entre PO y PDV en el capítulo I, n.4)

2. A partir de la espiritualidad específica del sacerdote

El Concilio había trazado la fisonomía espiritual del sacerdote a partir de su participación en el ser de Cristo (PO 1-3 y de la prolongación de la misma misión del Señor (PO 4-6), en la comunión eclesial (PO 7-9). La "espiritualidad", como vida según el Espíritu, es una consecuencia. Es "sintonía" con el Buen Pastor, puesto que los sacerdotes son "instrumentos vivos de

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Cristo Sacerdote" (PO 12). Es una santidad que se realiza "en el ejercicio del ministerio" y en "unidad de vida" con Cristo (PO 13-14). Es, pues, caridad pastoral, es decir, espiritualidad o "ascesis propia del pastor de almas" (PO 14). De ahí derivarán las virtudes concretas del Buen Pastor, que enraízan en la caridad pastoral: obediencia, castidad, pobreza. Estas virtudes son el "signo y estímulo de la caridad" (PO 15-17).

El estilo de vida o espiritualidad del sacerdote es transparencia de la misma vida de Cristo buen Pastor. "Los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia de el en medio del rebaño que les ha sido confiado" (PDV 15). "La vida y el ministerio del sacerdote son continuación de la vida y de la acción del mismo Cristo" (PDV 18).

La "vida espiritual" o "espiritualidad" del sacerdote se presenta, en la exhortación apostólica "Pastores dabo vobis", a partir de la llamada universal a la santidad, que consiste en la caridad (cita y comenta LG 40). "Espiritualidad" es equivalente a "vida animada y dirigida por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad" (PDV 19). Para el sacerdote ministro hay una nota específica de esta perfección: "la caridad pastoral".

La referencia a Cristo, "el rostro definitivo del presbítero" (PDV 5), acentúa la importancia de la actitud de sintonía con sus sentimientos o amores sacerdotales. El documento postsinodal cita frecuentemente el texto de la carta a los Filipenses: "Tener entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (Fil 2,5). Estos amores quedan resumidos en la expresión "Corazón de Cristo", como resumen de sus amores: "Formar a los futuros sacerdotes en la espiritualidad del Corazón del Señor supone llevar una vida que corresponda al amor y al afecto de Cristo Sacerdote y buen Pastor: a su amor al Padre en el Espíritu Santo, a su amor a los hombres hasta inmolarse entregando su vida" (PDV 49; cf. n.82).

En cuanto a la vida espiritual, el documento de Santo Domingo precisa: "El sacerdocio procede de la profundidad del inefable misterio de Dios. Nuestra existencia sacerdotal nace del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y de la acción santificadora y unificante del Espíritu Santo; esta misma existencia se va realizando para el servicio de una comunidad a fin de que todos se hagan dóciles a la acción salvadora de Cristo (cf. Mt 20,28; PDV 12). El Sínodo episcopal de 1990 y la exhortación post-sinodal ... una insistencia honda sobre la caridad pastoral (cf. PDV cap.3)" (Santo Domingo 70).

La vida espiritual inserta al sacerdote en el misterio del hombre a la luz del misterio de Cristo para "buscar a Cristo en

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los hombres" (PDV 49). Realizar esta espiritualidad en la vida cotidiana presupone una formación inicial y permanente que no olvide ni infravalore los medios concretos: vida eucarística y litúrgico-sacramental (liturgia de las horas, reconciliación), lectura contemplativa de la Palabra, devoción mariana, dirección espiritual, vida comunitaria, etc. (PDV 45-50).

Las características específicas de esta santidad y espiritualidad se concretan en las siguientes: caridad pastoral como configuración con Cristo Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo, santificación en los mismos actos del ministerio, seguimiento evangélico expresado en los llamados "consejos evangélicos" como imitación de la "vida apostólica", pertenencia a la Iglesia particular en unión con el propio Obispo y con los demás sacerdotes del Presbiterio (esta pertenencia, expresada en la "incardinación", es un hecho de gracia), disponibilidad para la misión en la Iglesia particular y universal.

Cada una de estas características representa todo un programa de vida espiritual. Todas ellas se complementan, derivan de la configuración y relación con Cristo, y se concretan en sintonía de sentimientos y de actitudes del mismo Cristo, como expresión de la caridad pastoral. "El principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y llamada a la respuesta libre y responsable del presbítero. El contenido esencial de la caridad pastoral es la donación de sí, la total donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y su imagen" (PDV 23). La Eucaristía reencuentra su centralidad: "El lugar verdaderamente central, tanto de su ministerio como de su vida espiritual, es la Eucaristía" (PDV 26; cf. PO 5).

La santificación por los mismos actos del ministerio recibe en la exhortación una atención particular (PDV 24-26). De hecho se comenta el texto conciliar de "Presbyterorum Ordinis" nn.12-13 y hace la aplicación a cada uno de los ministerios: servicio de la Palabra, de los sacramentos y de animación (dirección) de la comunidad. "Existe, por tanto, una relación íntima entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de su ministerio... Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio ministerio... La relación entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio sacerdotal puede encontrar su explicación también a partir de la caridad pastoral" (PDV 24).

El seguimiento evangélico (del que hablaremos en el apartado siguiente) es una nota característica de la espiritualidad y de la

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formación sacerdotal. De hecho, el documento postsinodal presenta este tema íntimamente relacionado con los presbíteros, por el hecho de participar (con los Obispos) del mismo estilo de vida de los doce Apóstoles. Para todo sacerdote que esté llamado a presidir la comunidad eclesial, el seguimiento evangélico forma parte esencial de su espiritualidad. En esto no hay distinción entre diocesanos y religiosos, puesto que se trata de las mismas exigencias evangélicas y del mismo radicalismo. La caridad pastoral incluye el seguimiento radical de Cristo por parte de quien es su signo personal y sacramental.

La pertenencia a la Iglesia particular y al Presbiterio concretiza la existencia sacerdotal, dentro de la línea de sucesión apostólica. Hay Iglesia particular y Presbiterio donde hay un sucesor de los Apóstoles. El servicio a la Iglesia misterio, comunión y misión tendrá, pues, estas connotaciones que indican, al mismo tiempo, comunión con el sucesor de Pedro y apertura a la Iglesia universal. "Concretamente, el sacerdote está llamado a madurar la conciencia de ser miembro de la Iglesia particular en la que está incardinado, o sea, incorporado con un vínculo a la vez jurídico, espiritual y pastoral. Esta conciencia supone y desarrolla el amor especial a la propia Iglesia. Ese es, en realidad, el objetivo vivo y permanente de la caridad pastoral que debe acompañar la vida del sacerdote y que lo lleva a compartir la historia o experiencia de vida de esta Iglesia particular en sus valores y debilidades, en sus dificultades y esperanzas, y a trabajar en ella para su crecimiento. Sentirse, pues, enriquecidos por la Iglesia particular y comprometidos activamente en su edificación, prolongando cada sacerdote, y unido a los demás, aquella actividad pastoral que ha distinguido a los hermanos que les han precedido" (PDV 74). La caridad pastoral queda, pues matizada con estas circunstancias eclesiales de gracia: el aquí y el ahora de la Iglesia particular.

La disponibilidad para la Iglesia universal dimana, por una parte, de la misma naturaleza del sacerdocio ministerial. El documento postsinodal cita y comenta "Presbyterorum Ordinis" n.10 y "Optatam totius" n.20, puesto que "cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles" (PO 10). Así, pues, "por la naturaleza misma de su ministerio, deben estar llenos y animados de un profundo espíritu misionero" (PDV 18). Por otra parte, esta disponibilidad universal deriva también del hecho de pertenecer a la Iglesia particular y colaborar en la responsabilidad misionera del Obispo, siempre en la línea de universalismo: "La pertenencia y dedicación a una Iglesia particular no circunscriben la actividad y la vida del presbítero, pues, dada la naturaleza de la Iglesia particular y del ministerio sacerdotal, aquellas no pueden reducirse a estrechos límites... (cita PO 10)... sino a la misión

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universal..., pues cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles" (PDV 32).

Para el sacerdote diocesano todo ello tendrá una aplicación especial: "En esta perspectiva es necesario considerar como valor espiritual del presbítero su pertenencia y su dedicación a la Iglesia particular, lo cual no está motivado solamente por razones organizativas y disciplinares; al contrario, la relación con el Obispo en el único presbiterio, la coparticipación e su preocupación eclesial, la dedicación al cuidado evangélico del Pueblo de Dios en las condiciones concretas históricas y ambientales de la Iglesia particular, son elementos de los que no se puede prescindir al dibujar la configuración propia del sacerdote y de su vida espiritual. En este sentido, la 'incardinación' no se agota en su vínculo puramente jurídico, sino que comporta también una serie de actitudes y de opciones espirituales y pastorales, que contribuyen a dar una fisonomía específica a la figura vocacional del presbítero" (PDV 31). Estos hechos de gracia matizan el modo de seguir a Cristo obediente, casto y pobre, analógicamente a como el carisma fundacional y los compromisos concretos matizan el seguimiento evangélico de los religiosos. La espiritualidad del sacerdote religioso, con sus características peculiares de un carisma fundacional, es un estímulo y una riqueza imprescindible para la Iglesia particular y para el Presbiterio.

Es importante notar que para todo sacerdote (diocesano y religioso), las exigencias de seguimiento evangélico (que son las mimas para ambos) se inspiran en el buen Pastor y en el seguimiento apostólico: "Mediante el sacerdocio del Obispo, el sacerdocio de segundo orden se incorpora a la estructura apostólica de la Iglesia. Así el presbítero, como los apóstoles, hace de embajador de Cristo (cf. 2Cor 5,20). En esto se funda el carácter misionero de todo sacerdote" (PDV 16).

3. Elementos fundamentales de la "Vida Apostólica" en el Presbiterio

El Concilio presentó la fisonomía del sacerdote presbítero en relación con su propio obispo, con su Presbiterio y con la Iglesia particular (como concretización de la Iglesia universal). Es en estas perspectivas que el sacerdote encontrará las aplicaciones concretas de su espiritualidad y pastoralidad específica (LG 28; ChD 28-29; PO 7-8). El seguimiento evangélico, al estilo de los Apóstoles como imitadores y consortes del Buen Pastor, queda descrito principalmente al detallar las virtudes que derivan de la caridad pastoral (PO 15-17). El presbítero debe poder encontrar

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los modos y los medios de esta espiritualidad en su propio Presbiterio (PO 8), sin excluir otros posibles matices de los presbíteros que siguen un carisma fundacional y unos modos concretos en instituciones de tipo religioso, "secular" y asociativo (PO 8).

La "Vida Apostólica" en el Presbiterio es la vida de los doce Apóstoles y de sus sucesores (obispos) e inmediatos colaboradores (presbíteros). Los diáconos participan del ministerio apostólico y, en este sentido, forman parte del Presbiterio; pero en cuanto a la "Vida Apostólica", no todos son llamados al "seguimiento evangélico" por la práctica de los "consejos".

El documento postsinodal da mucha importancia a la relación del sacerdocio ministerial (de los presbíteros) con la sucesión apostólica. Aunque la doctrina es tradicional (si bien poco conocida y profundizada), se puede decir que es la primera vez que un documento magisterial hace hincapié en la sucesión apostólica para hacer ver las consecuencias de tipo ministerial y las exigencias de vida evangélica. El tema es lógico: quienes están llamados a vivir la "Vida Apostólica" son principalmente los sucesores de los Apóstoles (los Obispos) y sus inmediatos colaboradores (los presbíteros). La exhortación usa frecuentemente la expresión "seguimiento evangélico" ("sequela Christi") y "radicalismo evangélico", como algo connatural al sacerdocio de los Doce y de sus sucesores. Las exigencias evangélicas son las mismas para el sacerdote diocesano y para el sacerdote religioso.

La sucesión apostólica o del ministerio apostólico une estrechamente Obispos y presbíteros (que forman parte del mismo Presbiterio, presidido por el Obispo). En el Mensaje de los Padres sinodales, citado por la exhortación, los Obispos dicen: "Vosotros sois nuestros primeros cooperadores en el servicio apostólico" (PDV 4, de la exhortación postsinodal). En realidad, "el sacerdocio de segundo orden se incorpora a la estructura apostólica de la Iglesia. Así el presbítero, como los Apóstoles, hace de embajador de Cristo (cf. 2Cor 5,20)... Por tanto, el ministerio ordenado surge con la Iglesia y tiene en los Obispos, y en relación y comunión con ellos también en los presbíteros, una referencia particular al ministerio originario de los apóstoles, al cual 'sucede' realmente, aunque respecto el mismo tenga unas modalidades diversas" (PDV 16).

Uno de los párrafos más explícitos sobre la sucesión apostólica es el n. 42 del capítulo V ("Instituyó doce para que estuvieran con él"... "vivir como los Apóstoles, en el seguimiento evangélico"). Antes de pasar a los cuatro niveles de formación (humana, espiritual, intelectual y pastoral), el documento quiere dejar claro que se trata de una formación para la vida apostólica

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de los Doce: "dejarse configurar con Cristo Buen Pastor" y, por tanto, aprender en la "escuela del Evangelio", a "vivir en el seguimiento de Cristo como los Apóstoles" (PDV 42). El tema se repite al hablar del Seminario como "continuación en la Iglesia, de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús... comunidad promovida por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado por el Señor para el servicio apostólico, la posibilidad de revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce". De este modo el Seminario será "fiel a los valores evangélicos en los que se inspira y capaz de responder a las situaciones y necesidades de los tiempos" (PDV 60).

Hay que recordar que la "Vida Apostólica" de los Doce se delinea por la vida comunitaria, el seguimiento evangélico y la disponibilidad misionera. Los tres puntos son muy explícitos en el documento y se repiten insistentemente. Si no hubiera la conciencia y el compromiso generoso de seguimiento evangélico (con la práctica concreta, aunque no necesariamente profesión de los llamados "consejos evangélicos"), la vida fraterna y la disponibilidad misionera no se harían efectivas ni duraderas. La actuación del carisma episcopal es indispensable no sólo para cuestiones jurídicas, sino principalmente para hacer posible la "Vida Apostólica" en el Presbiterio (PDV 74; cfr. CD 15-16; PO 7-8).

El llamado "radicalismo evangélico" (PDV 27) no es más que la misma caridad pastoral con todas sus exigencias, tomando como modelo a Cristo Buen Pastor y expresándola con el seguimiento de Cristo al estilo de los Apóstoles. No se trata primariamente de la vida religiosa en general, sino del mismo seguimiento evangélico (que puede adoptar una forma "religiosa" con compromisos especiales o una forma de vida "incardinada" en la Iglesia particular y en el Presbiterio diocesano). Este seguimiento evangélico con la exigencia de la práctica de los "consejos evangélicos" forma parte de la identidad de los presbíteros como inmediatos colaboradores de los Obispos: "Expresión privilegiada del radicalismo son los varios consejos evangélicos que Jesús propone en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7), y entre ellos los consejos, íntimamente relacionados entre sí, de obediencia, castidad y pobreza; el sacerdote está llamado a vivirlos según el estilo, es más, según las finalidades y el significado original que nacen de la identidad propia del presbítero y la expresan" (PDV 27).

Al hablar de cada uno de los "consejos evangélicos" (PDV 28-30), el documento sinodal expone detalladamente la obediencia, castidad y pobreza, a la luz de la caridad pastoral. Se trata de

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imitar "los mismos sentimientos de Jesús, despojándose de su propio 'yo', para encontrar, en la caridad obediente, casta y pobre, la vida maestra de la unión con Dios y de la unidad con los hermanos (cf. Flp 2,5)" (PDV 30).

Hay una afirmación de "Pastores dabo vobis" que se repite de diversas maneras y que es un compendio sapiencial de esta doctrina sobre la caridad pastoral como "officium amoris" (S. Agustín): "testigo del amor de Cristo como Esposo" (PDV n.22). A partir de esta perspectiva de correr la misma suerte de Cristo, en el seguimiento esponsal de radicalismo evangélico (sequela Christi) como los Apóstoles, se puede comprender mejor todo el rico contenido de los llamados "consejos evangélicos" (nn.27-30). Se sigue esponsalmente a Cristo, buen Pastor, en su "caridad pastoral" expresada por la obediencia, castidad (virginidad) y pobreza.

A la luz de la caridad pastoral, las virtudes evangélicas aparecen como eminentemente sacerdotales. La obediencia (PDV 28) debe ser "apostólica", centro de la comunión de Iglesia (Papa, Colegialidad Episcopal, Obispo propio), "comunitaria" (inserción y corresponsabilidad en el Presbiterio), con "carácter de pastoralidad" (disponibilidad misionera).

La "virginidad" (PDV 29), a la luz de la caridad pastoral, tiene sentido "esponsal", como "donación personal a Jesucristo y a su Iglesia". Entonces aparece el celibato con su "valor profético para el mundo actual", como "estímulo de la caridad pastoral" (citando PO 16) y como signo del amor esponsal de Cristo a su Iglesia: "La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo Cabeza y Esposo la ha amado. Por esto el celibato sacerdotal es un don de sí mismo en y con Cristo a su Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor" (PDV 29). Se trata de "ofrecer la totalidad de su amor a Jesucristo" (PDV 44).

Es la misma caridad pastoral la que da sentido a la pobreza evangélica haciéndola eminentemente sacerdotal. Se hacen resaltar sus "connotaciones pastorales", que se concretan en la imitación de Cristo pobre y crucificado, en la disponibilidad misionera, en la vida fraterna del Presbiterio, en la cercanía y "opción preferencial por los pobres". Entonces "la pobreza sacerdotal" aparece en todo su "significado profético" (PDV 30).

No se pueden separar las tres virtudes sacerdotales evangélicas, pues forman una unidad, como "transparencia" de la caridad del Buen Pastor. La actitud relacional y amistosa con Cristo hace ver en esas virtudes el modo más concreto de compartir su misma vida, para ser "signo" personal y "transparencia" suya

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(PDV 12, 15-16, 22, 42-43, 49). La caridad del Buen Pastor fue así y sigue siendo así (PDV 30). No se trata principalmente de "exigencias" a modo de obligaciones, sino de la consecuencia de un enamoramiento y amistad, como "signo del amor de Dios a este mundo" (PDV 29). Así aparece el "valor gozoso del seguimiento de Jesús" (PDV 10) como "testimonio máximo de amor" (PO 11). La caridad pastoral hace posible "transparentar y testimoniar de manera original el radicalismo evangélica" (PDV 20).

La práctica concreta del seguimiento evangélico se realiza siempre en la comunión del Presbiterio como "familia" (PDV 74), con matices de vida comunitaria que puede revestir formas diferentes. "Cada sacerdote, tanto diocesano como religioso, está unido a los demás miembros de este presbiterio, gracias al sacramento del Orden, con vínculos particulares de caridad apostólica, de ministerio y de fraternidad" (PDV 17). "Son muchas las ayudas y los medios... entre éstos hay que recordar las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes" (PDV 81).

Para que "la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros nuevos evangelizadores" (n.2), urge construir la fisonomía sacerdotal como imagen de Cristo Buen Pastor. "Hoy, en particular, la tarea pastoral prioritaria de la nueva evangelización, que atañe a todo el Pueblo de Dios y pide un nuevo ardor, nuevos métodos y una nueva expresión para el anuncio y el testimonio del Evangelio, exige sacerdotes radical e integralmente inmersos en el misterio de Cristo y capaces de realizar un nuevo estilo de vida pastoral, marcado por la profunda comunión con el Papa, con los Obispos y entre sí, y por una colaboración fecunda con los fieles laicos" (n.18).

La dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal es imprescindible para conseguir la "unidad" afectiva y efectiva de la comunidad eclesial de la Iglesia particular y de su Presbiterio cfr. Act 1,14). "Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad... Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia" (PDV 82).

Cuestionario para el trabajo personal y en grupo

¿Cómo quisieras que se elaborara el ideario del proyecto de

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vida en el Presbiterio? (presentación, orden de ideas, redacción,...)

¿Qué contenidos te parecen esenciales? (a partir de Cristo Sacerdote y Buen Pastor, prolongado en el Pueblo sacerdotal, con el ministerio y vivencia de los sacerdotes ministros, en la fraternidad del Presbiterio de la Iglesia particular, para la Iglesia universal...)

¿Qué dinamismo y acentuaciones debería tener este ideario? (motivaciones, urgencias, preferencias...)

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III. OBJETIVOS Y METAS, ETAPAS Y NIVELES

Presentación

A partir del ideario sacerdotal, hay que pasar a la puesta en práctica del mismo, indicando unos objetivos y metas a que se tiende, y señalando etapas graduales para llegar ahí. Será también necesario señalar unos medios concretos (ver cap. IV).

Se trata de "programar y llevar a cabo un plan de formación permanente, que responda de modo adecuado a la grandeza del don de Dios y a la gravedad y exigencias de nuestro tiempo" (PDV 78). Se invita a "hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79). El documento de Santo Domingo precisa: "Elaborar proyectos y programas de formación permanente para obispos, sacerdotes y diáconos, las comisiones nacionales del clero y los consejos presbiterales" (n. 73)..

Se trata de recorrer un itinerario común, en el que los hermanos se ayudan para llegar a los mismos objetivos. "En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, los presbíteros todos se unen entre sí en íntima fraternidad, que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida de trabajo y de caridad" (LG 28).

1. Objetivos y metas según las diversas dimensiones

En itinerario formativo permanente tiene cuatro dimensiones: humano, espiritual, intelectual y pastoral. La configuración con Cristo Sacerdote y Buen Pastor se va haciendo cada vez más intensa y auténtica en el ser, obrar y vivencia.

Si se habla de formación humana (PDV 72, 43-44), es para desarrollar la personalidad (con sus criterios, valores y actitudes) como "imagen viva" de Cristo. "En el trato con los demás hombres y en la vida de cada día, el sacerdote debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad humana que le permite comprender las necesidades y acoger los ruegos, intuir las preguntas no expresadas, compartir las esperanzas... Sobre todo conociendo y compartiendo, es decir, haciendo propia, la experiencia humana del dolor... el sacerdote enriquece su propia humanidad y la hace más auténtica y transparente, en un creciente y apasionado amor al hombre" (PDV 72)

La personalidad humana y cristiana se desarrolla

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armónicamente por la capacidad de pensar (criterios), valorar (escala de valores), amar (actitudes de donación), obrar, conocerse, compartir, convivir, colaborar, a la luz de las bienaventuranzas y del mandato del amor. "Mucho ayudan para conseguir esto las virtudes que con razón se aprecian en el trato social, como son la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el Apóstol Pablo cuando escribe 'Pensad en cuánto hay de verdadero, de puro, de justo, de santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza' (Fil., 4,8)" (PO 3).

La formación espiritual (PDV 72, 45-50) es ciertamente el "centro vital que unifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio" (PDV 45), pero precisamente por ello reclama los otros niveles de formación. Esta formación apunta a una relación profunda con Cristo (aspecto contemplativo), que se hace seguimiento (opción fundamental) y misión. "La formación del presbítero en su dimensión espiritual es una exigencia de la vida nueva y evangélica a la que ha sido llamado de manera específica por el Espíritu Santo infundido en el sacramento del Orden. El Espíritu, consagrando al sacerdote y configurándolo con Jesucristo Cabeza y Pastor, crea una relación que, en el ser mismo del sacerdote, requiere ser asimilada y vivida de manera personal, esto es, consciente y libre, mediante una comunión de vida y de amor cada vez más rica, y una participación cada vez más amplia y radical de los sentimientos y actitudes de Jesucristo. En esta relación entre el Señor Jesús y el sacerdote -relación ontológica y psicológica, sacramental y moral- está el fundamento y a la vez la fuerza para aquella 'vida según el Espíritu' y para aquel 'radicalismo evangélico' al que está llamado todo sacerdote y que se ve favorecido por la formación permanente en su aspecto espiritual... 'Si así lo hacemos, tendremos la fuerza para engendrar a Cristo en nosotros y en los demás'... también se necesita, y de modo especial, reanimar la búsqueda continuada de un verdadero encuentro personal con Jesús, de un coloquio confiado con el Padre, de una profunda experiencia del Espíritu" (PDV 72)

La formación intelectual (PDV 72, 51-56) es "base de la entrega personal total a Jesús y a la Iglesia" (PDV 52) y "opera una relación personal del creyente con Jesucristo" (PDV 53). Hay que aprender a estudiar, renovándose continuamente, para responder a los nuevos problemas que surgen en la Iglesia y en la sociedad. "El sacerdote... está llamado a revelar a los hombres el rostro de Dios en Jesucristo, y, por ello, el verdadero rostro del hombre. Pero esto exige que el mismo sacerdote busque este rostro y lo complete con veneración y amor (cf. Sal 26,8; 41,2)" (PDV 72)

La formación pastoral (PDV 72, 57-59) tiene también una

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prioridad, puesto que se trata de formar pastores, en sintonía con los "sentimientos de Cristo Buen Pastor" (PDV 57; cf. Fil 2,5), a la luz de la palabra contemplada y estudiada, a la luz de la celebración de los misterios y para construir la comunidad en la caridad (PDV 57; cf. OT 4). La formación pastoral debe abarcar todos los niveles: profético, litúrgico, hodegético (di animación y dirección). "El aspecto pastoral de la formación permanente... Para vivir según la gracia recibida, es necesario que el sacerdote esté cada vez más abierto a acoger la caridad pastoral de Jesucristo, que le confirió su Espíritu Santo con el sacramento recibido. Así como toda la actividad del Señor ha sido fruto y signo de la caridad pastoral, de la misma manera debe ser también para la actividad ministerial del sacerdote. La caridad pastoral es un don y un deber, una gracia y una responsabilidad, a la que es preciso ser fieles, es decir, hay que asumirla y vivir su dinamismo hasta las exigencias más radicales" (PDV 72).

Estos cuatro aspectos se relacionan estrechamente haciendo que la persona del sacerdote se sienta, a la luz de la fe, plenamente realizado. "El camino hacia la madurez no requiere sólo que el sacerdote continúe profundizando los diversos aspectos de su formación, sino que exige también, y sobre todo, que sepa integrar cada vez más armónicamente estos mismos aspectos entre sí, alcanzando progresivamente la unidad interior, que la caridad pastoral garantiza" (PDV 72)

De este modo, el sacerdote se forma continuamente para ser "testigo de la caridad de Cristo" (PDV 58) y para servir a "la Iglesia misterio, comunión y misión" (PDV 59). "Sólo la formación permanente ayuda al 'sacerdote' a custodiar con amor vigilante el 'misterio' del que es portador para el bien de la Iglesia y de la humanidad" (PDV 72)

2. Niveles y etapas

A nivel personal según diversos aspectos: contemplativo (oración, celebración litúrgica, estudio), seguimiento (entrega, renuncias, virtudes evangélicas), misión (disponibilidad, preparación, dedicación...)

A nivel de grupo: arciprestazgo (decanato, zona, vicaría), amigos, dirección espiritual, asociación, institución...

En diversos lugares del documento postsinodal se invita a esta vida fraterna y comunitaria: PDV 17, 29, 44, 50, 60, 73-74, 76-77, 81. Tanto para el seguimiento evangélico como para la vida comunitaria, los sacerdotes que forman parte del mismo Presbiterio pueden encontrar diversas posibilidades: iniciativa privada (grupos, equipos, "cenáculos"), equipo de trabajo pastoral y vida

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espiritual (v.g. arciprestazgos o decanatos), asociaciones sacerdotales, asociaciones de vida apostólica, Institutos seculares, Instituciones religiosas, etc. (PDV 81, 31, 74). Que un sacerdote sienta la llamada a vivir una de estas formas (aunque sea sin incardinación a la diócesis), es una cosa normal (como en cualquier otra institución); pero sería un contrasentido que, por no encontrar el propio Presbiterio organizado, tuviera que entrar en una organización para la cual no tiene vocación. En cuanto a las "asociaciones" sacerdotales, hay que recordar que la "Unión Apostólica" es un servicio de intercambio de experiencias de "vida apostólica" en el Presbiterio, a partir de la iniciativa de los mismos grupos o equipos de nivel territorial (pastoral) o de amistad (revisión de vida, etc.), y siempre en dependencia espiritual y pastoral respecto al carisma episcopal.

A nivel de Presbiterio: La vida comunitaria, según diversas posibilidades, es esencial para la vida sacerdotal ("vida apostólica") en el Presbiterio. Este debe ser siempre "una verdadera familia", que "se concreta en las formas más variadas de ayuda mutua, no sólo espirituales, sino también materiales". Y aunque esta fraternidad "no excluye a nadie", no obstante "puede y debe tener sus preferencias" o modalidades (PDV 74). Siempre es posible "la vida común o fraterna entre los sacerdotes" (ibídem) o, como dice el concilio, "alguna manera de vida común" o de tipo asociativo (PO 8). "Hay que recordar las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes" (PDV 81; cfr. ChD 28; LG 28; PO 7-8).

"Presbyterorum Ordinis" ha trazado unas líneas prácticas, que se convierten en una tarea para construir el Presbiterio como familia sacerdotal:

"Los presbíteros, constituidos por la Ordenación en el Orden del Presbiterado, están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad sacramental y forman un presbiterio especial en la diócesis a cuyo servicio se consagran bajo el Obispo propio. Porque aunque se entreguen a diversas funciones, desempeñan con todo un solo ministerio sacerdotal para los hombres.Para cooperar en esta obra son enviados todos los presbíte-ros, ya ejerzan el ministerio parroquial o interparroquial, ya se dediquen a la investigación o a la enseñanza, ya realicen trabajos manuales, participando, con la conveniente aprobación del ordinario, de la condición de los mismos obreros donde esto parezca útil; ya desarrollen, finalmente, otras obras apostólicas u ordenadas al apostolado.Todos tienen, ciertamente, a un mismo fin: a la edificación del Cuerpo de Cristo, que, sobre todo en nuestros días, exigen

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múltiples trabajos y nuevas adaptaciones.Es de suma trascendencia, por tanto, que todos los presbíte-ros, diocesano o religiosos, se ayuden mutuamente para ser siempre cooperadores de la verdad. Cada uno está unido con los demás miembros de este presbiterio por vínculos especiales de caridad apostólica, de ministerio y de fraternidad; esto lo expresa ya la Liturgia desde los tiempos antiguos, al ser invitados los presbíteros asistentes a imponer sus manos sobre el nuevo elegido, juntamente con el Obispo ordenante, y cuando concelebran la Sagrada Eucaristía con corazón unánime. Cada uno de los presbíteros se une, pues, con sus hermanos por el vínculo de la caridad, de la oración y de la total cooperación, y de esta forma se manifiesta la unidad con que Cristo quiso que fueran consumados para que conozca el mundo que el Hijo fue enviado por el Padre" (PO 8).

Esto se aplicará de modo especial a los hermanos que se encuentren en dificultad (soledad, enfermedad, ancianidad, marginación, etc.). Las "asociaciones" (institucionales o espontáneas) serán de gran ayuda (cfr. PO 8).

El tema de la "soledad" (PDV 74) encuentra solución adecuada (además de en la propia vida de relación personal con Cristo) en la fraternidad del Presbiterio, e insta a "meditar sobre una doctrina que el concilio Vaticano II había puesto nuevamente de manifiesta: la doctrina de la realidad del Presbyterium (cf. LG 28; PO 7-8). Se invita a los Obispos y a los sacerdotes a que vivan esta realidad que es fuente de una rica espiritualidad y de una fecunda acción apostólica" (Juan Pablo II, Discurso en la clausura del Sínodo Episcopal, 27 octubre 1990).

3. Cuestionario

¿Qué itinerario práctico se podría seguir en cada dimensión y nivel?

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IV. MEDIOS DE VIDA SACERDOTAL Y COMPROMISOS COMO PARTE DEL PROYECTO

Presentación

Después de resumir los fundamentos y necesidad de la formación permanente, el documento de Santo Domingo indica la importancia de señalar algunos medios: "Por estas razones nos proponemos: Buscar en nuestra oración litúrgica y privada y en nuestro ministerio una permanente y profunda renovación espiritual para que en los labios, en el corazón y en la vida de cada uno de nosotros, esté siempre presente Jesucristo; crecer en el testimonio de santidad de vida a la que estamos llamados con la ayuda de los medios que ya tenemos en nuestras manos: 'los encuentros de espiritualidad sacerdotal, como los ejercicios espirituales, los días de retiro o de espiritualidad' (PDV n. 80) y otros recursos que señala el Documento Pontificio Postsinodal" (Santo Domingo 71).

La exhortación postsinodal indica que todo momento de la vida es un "tiempo favorable" (cf. 2Cor 6,2), porque hay que realizar continuamente un "crecimiento": en la vida espiritual, vida intelectual, vida pastoral, etc.. La formación permanente no puede olvidar que existen "momentos privilegiados" para conseguir estos mismos objetivos, que puede ser "más comunes y establecidos previamente" (PDV 80).

1. Líneas generales

De potenciación humana: conocerse, convivir, cooperar, madurez afectiva, descanso, ayuda económica (solidaridad, compartir)

De relación personal con Cristo: oración-contemplación de la Palabra, celebración litúrgica, vivencia gozosa y de "unidad de vida" en la acción (PO 13-14)

De seguimiento evangélico: virtudes evangélicas ("consejos") a partir de la caridad pastoral

De vida fraterna y comunitaria ("forma comunitaria" PDV 17): en grupo geográfico, grupo funcional, grupo de amistad, de asociación etc., en el arciprestazgo (vicaría, decanato), con el Presbiterio en general, con la comunidad eclesial, dinámica interna (encontrarse, compartir, ayudarse)

De potenciación intelectual: para responder a las cuestiones actuales (culturales, sociológicas...) y especialmente a las

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nuevas gracias que el Espíritu Santo comunica a la Iglesia. Profundizar los documentos magisteriales.

De acción y disponibilidad misionera local y universal: en cada ministerio (profético, litúrgico, de dirección y servicio), en la pastoral de conjunto, en la misión "ad gentes" y ayuda entre Iglesias hermanas.

2. Medios concretos

Entre estos medios o "momentos privilegiados", "hay que recordad, ante todo, los encuentros del Obispo con su Presbiterio", que pueden ser litúrgicos, pastorales, culturales, etc. Existen también "encuentros de espiritualidad sacerdotal": encuentros de espiritualidad, retiros, Ejercicios... Y hay también "encuentros de estudio y de reflexión común", para conseguir una síntesis entre espiritualidad, cultura y acción pastoral, y poder responder "a los nuevos retos de la historia y a las nuevas llamadas que el Espíritu dirige a la Iglesia" (PDV 80).

Realizar esta espiritualidad en la vida cotidiana presupone una formación inicial y permanente que no olvide ni infravalore los medios concretos: vida eucarística y litúrgico-sacramental (liturgia de las horas, reconciliación), lectura contemplativa de la Palabra, devoción mariana, dirección espiritual, vida comunitaria, etc. (nn.45-50).

Cada medio concreto debe ser motivado, para evitar rutinas y formulismos.

A) Personales: Meditación de la Palabra y estudiovida eucarística, litúrgica y sacramentalconsejo o dirección espiritual

B) Comunitarios:encontrarse: geografía, función, amistad, carisma...compartir: revisión de vida, compartir el Evangelioayudarse: perseverancia y generosidad en la vocación,

pastoral, estudio, problemas personales.

"Son muchas las ayudas y los medios... Entre éstos hay que recordar las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque con modalidades y compromisos diferentes" (PDV 81).

Sobre la vida comunitaria ver capítulo III y líneas generales de este capítulo IV, n.1.

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C) Medios comunes y peculiares de santificación y de ministerio:

"Presbyterorum Ordinis" señala estos medio sin olvidar los ministerios (PO 18).

"Pastores dabo vobis" indica:

Relación personal con Cristo (passim),oración-contemplación (26, 37-38, 47, 51, 53, 72),Eucaristía (23, 26, 38, 46, 48),reconciliación (26, 48),liturgia de las horas (26, 72),devoción a María (36, 38, 45, 82),Dirección Espiritual (40, 50, 81),estudio (51),asociaciones (PDV 31, 81; cfr. PO 8),formación espiritual: 45-50. Cfr. can. 246, 255, 276, 280,

533, 545, 548, 550,retiros, Ejercicios: PDV 80.

D) Medios específicos para ejercer adecuadamente cada uno de los ministerios:

En el campo profético (Palabra), litúrgico (sacramentos, etc.), animación de la comunidad (organizaciones, servicios, etc.).

E) Centralidad de la Eucaristía para la vida espiritual y pastoral:

La vida sacerdotal se hace oblación "sacrificial" por la "caridad pastoral", que es "principio interior y dinámico capaz de unificar las múltiples actividades del sacerdote" (n.23). En esta línea sacrificial de una vida de donación, la Eucaristía reencuentra su centralidad: "El lugar verdaderamente central, tanto de su ministerio como de su vida espiritual, es la Eucaristía" (n.26; cf. nn. 23, 38, 46, 48; PO 5).

3. Compromiso personal y en grupo

Un proyecto sencillo personal (y en el grupo reducido):- Dedicar diariamente un tiempo determinado a la meditación de la Palabra,

- Reservar diariamente un momento de visita a Jesús en la Eucaristía,

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- Tener periódicamente un encuentro fraterno con otros sacerdotes para ayudarse mutuamente (reunirse para orar, compartir, ayudarse),

- Poner en práctica y animar las orientaciones del Obispo respecto al Presbiterio (proyecto de vida o directorio, formación permanente, pastoral sacerdotal...),

- Recitar diariamente una oración mariana para la fidelidad a estos compromisos.

En el grupo apostólico (vicaría, decanato, arciprestazgo), en la "asociación", etc. (según programas particulares, reglamentos, estatutos, etc.).

4. Cuestionario para el trabajo personal o en grupo

¿Cómo concretar y aplicar estos medios a nivel personal, grupal y de Presbiterio?

¿Qué motivaciones indicarías para que estos medios fueran verdaderos estímulos y ayudas?

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A MODO DE SINTESIS CONCLUSIVA:

Juan Pablo II, en su visita al Pontificio Colegio Mexicano de Roma (24.11.92), en la celebración del 25º aniversario del Colerio y con ocasión de la beatificaicón de los mártires, dedicó toda su alocución al tema de la formación permanente. Recogemos una síntesis literal:

... "Quiero poner de relieve que este Colegio tiene actualmente la delicada misión de favorecer, juntamente con las Universidades eclesiásticas de Roma, la formación permanente de los presbíteros que son enviados por sus respectivos Obispos, para obtener alguna especialización en las ciencias sagradas y humanas, con el objeto de ofrecer un mejor servicio pastoral en los Seminarios e Instituciones de las iglesias diocesanas en México.

"Para alentaros en este proceso formativo, deseo recordar y destacar algunos aspectos de la formación permanente que he propuesto en la exhortación apostólica "Pastores dabo vobis". Ojalá que con vuestro esfuerzo y el de los sacerdotes en vuestras diócesis, se logren elaborar unos "programas de formación permanente, capaces de sostener, de una manera real y eficaz, el ministerio y vida espiritual de los sacerdotes" (PDV 3).

"En primer lugar recordemos que "la formación permanente encuentra su fundamento y su razón de ser original en el dinamismo del sacramento del Orden" (PDV 70), que tiene diversos aspectos y un significado profundo. Efectivamente, ella "es expresión y exigencia de la fidelidad del sacerdote a su ministerio, es más, a su propio ser... es una exigencia intrínseca del don del ministerio sacramental recibido" (ibídem).

"En la liturgia de la Palabra, que estamos celebrando, hemos escuchado el discurso de Pedro en la casa de Cornelio, en el que resume toda la vida de Jesús con estas pocas palabras: "pasó haciendo el bien" (Act 38). Es él, "Jesús de Nazaret", el "ungido con el Espíritu Santo y con poder", el que murió y resucitó, del que San Pedro dice, en nombre de los demás apóstoles, "nosotros somos testigos" (Act 10,39).

"Pues bien, el sacerdote ministro es signo y transparencia de la caridad de Cristo buen Pastor. Por el hecho de participar de su consagración, puede prolongar su misma misión y está llamado a presentar su mismo estilo de vida. Todas las dimensiones de la formación permanente tienden a este objetivo: "Así como toda la actividad del Señor ha sido fruto y signo de la caridad pastoral, de la misma manera debe ser también para la actividad ministerial del sacerdote" (PDV 72). Por esto, el "significado profundo" de la

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formación permanente "es el de ayudar al sacerdote a ser y a desempañar su función en el espíritu y según el estilo de Jesús buen Pastor" (PDV 73).

"La diversas dimensiones de la formación permanente se armonizan entre sí, porque todas ellas tienden a crear pastores dispuestos a dar la vida como el Señor. Así, pues, "alma y forma de la formación permanente del sacerdote es la caridad pastoral" (PDV 70). Para ser "signo" del buen Pastor, que "pasó haciendo el bien", el sacerdote debe ahondar en su formación humana, hasta tener un "apasionado amor al hombre", compartiendo con él alegrías y trabajos. Esta solidaridad con el hombre, al estilo de Jesús, no será posible sin la formación espiritual, que se traduce en relación personal con el Señor y seguimiento evangélico, hasta llegar a "una participación cada vez más amplia y radical de los sentimientos y actitudes de Jesucristo". La formación intelectual, continuamente actualizada, gira en torno al Misterio de Cristo, anunciado, celebrado, comunicado, vivido: "el sacerdote, participando de la misión profética de Jesús e inserto en el misterio de la Iglesia Maestra de verdad, está llamado a revelar a los hombres el rostro de Dios en Jesucristo".

"La oración sacerdotal de Jesús durante la última cena, cuyas primeras palabras hemos escuchado en este celebración, nos ofrece un aspecto esencial de la vida del sacerdote: su unión con Jesucristo. El Señor repite constantemente: "los que tú me has dado... los que me has dado sacándolos del mundo... tú me los has dado..." (Jn 17,1-10). ¿Cómo no encontrar en estas palabras la fuente y centro de nuestra vocación en todas las etapas y dimensiones de formación inicial y permanente? Nuestro ser, nuestro obrar y nuestro estilo de vida deben ser, ante los hombres, "como prolongación visible y signo sacramental de Cristo" (PDV 16).

"Las singladuras de la vida sacerdotal están claramente trazadas en la doctrina, tradición y vida de la Iglesia. De ello estamos todos convencidos. Queda en pie la cuestión que se plantean muchos sacerdotes: ¿cómo encontrar en el propio Presbiterio, con el propio Obispo, los medios necesarios para cumplir con todas estas exigencias evangélicas? He aquí el por qué de un "programa" de vida que hay que elaborar para llevar a efecto una formación permanente eficaz y qu eresponda a las necesidades propias y de las comunidades que se os confían. Se trata, en efecto, de "hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79).

"La formación permanente ayuda a los sacerdotes a construir

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esta "familia" sacerdotal y "fraternidad sacramental" querida por el concilio (CD 28; PO 8), en la que todos colaboren responsablemente a hacer realidad la "íntima fraternidad" que deriva "de la común ordenación sagrada y de la común misión" (LG 28). Porque "dentro de la comunión eclesial, el sacerdote está llamado de modo particular, mediante su formación permanente, a crecer en y con el propio Presbiterio unido al Obispo... La fisonomía del Presbiterio es, por tanto, la de una verdadera familia" (PDV 74).

"Los deseos ardientes de Jesús, manifestados durante la última cena, nos urgen a asumir, cada uno con su propia responsabilidad, esa tarea de la que depende en gran parte el futuro de la Iglesia. La gracia del Espíritu Santo, recibida en el sacramento del Orden, nos urgen a sentirnos hermanos de los demás sacerdotes, asumiendo la tarea de hacer del propio Presbiterio, siempre en comunión con el propio Obispo, una verdadera familia sacerdotal en la que todos se acogidos y unidos para compartir y ayudarse en los diversos campos de la vida y del ministerio.

"Si dejamos penetrar en nuestro corazón el inmenso amor de Cristo a sus sacerdotes, como se manifiestan en la oración sacerdotal de la última cena, nos sentiremos llamados a servir con nuestros hermanos del Presbiterio, a la Iglesia que es misterio, comunión y misión (cf.PDV 73).

"La comunidad eclesial necesita ver en nosotros el signo personal del Buen Pastor, que "pasó haciendo el bien" (Act 10,38). Invito, pues, a todos a seguir las huellas de tantos sacerdotes ejemplares que México ha tenido ha tenido a lo largo de su historia, incluida la más reciente. De ésta son una muestra elocuente los veintidós sacerdotes mártires que he beatificado en la fiesta de Cristo Rey. La Iglesia y la sociedad de hoy necesitan testigos creíbles que realicen, como estos sacerdotes, una labor apostólica profética y martirial, "prolongando cada sacerdote, y unido a los demás, aquella actividad pastoral que ha distinguido a los hermanos que les han precedido" (PDV 74). Con ellos podremos decir también nosotros: "Jesús de Nazaret... pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos... y nosotros somos testigos de todo lo que hizo" (Act 10,38-39).

"Para instaros más a este compromiso de abnegada vida sacerdotal, os encomiendo a la Santísima Virgen, la cual "con su ejemplo y mediante su intercesión, sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal" (PDV 82) en la Iglesia.

"Deseo terminar con las palabras que pronuncié en Durango, durante mi inolvidable visita pastoral, y donde tuve la alegría de ordenar a un centenar de scerdotes de todo el país: "¡México

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necesita sacerdotes santos! ¡México necesita hombres de Dios que sepan servir a sus hermanos en las cosas de Dios! ¿Seréis vosotros esos hombres? El Papa, que os ama entrañablemente, así lo espera. ¡Sed los santos sacerdotes que necesitan los mexicanos y que anhela la Iglesia! ¡Que Nuestra Señora de Guadalupe os acompañe siempre por los caminos de la nueva evangelización de América! Así sea". (Homilía 24.11.92: Osserv. Rom. 26.11.92, p.6)

El servicio de la "Unión Apostólica", que nació para fomentar la "vida apostólica" en la fraternidad el Presbiterio, tiene hoy una oportunidad irrepetible para hacer realidad este "proyecto de vida" y animarlo desde dentro, a partir del compromisio personal y de grupo.