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EL CANTO DE LAS SIRENAS O COMO LOS MOVIMIENTOS SOCIALES SE CONSTITUYEN CON LA ESPERANZA DE CAMBIO EN LA LÓGICA DE LA POST MODERNIDAD Víctor cabrera Vistoso*. 1. RESÚMEN Los movimientos sociales han sido un actor de relevancia en los últimos años, tanto en Chile como en otras latitudes. De ellos, el movimiento social por la educación ha sido el de mayor connotación y atención en los análisis expertos. Para entenderlo, se revisan tres fundamentos socio-históricos: el liderazgo de masas, el derribamiento de los dogmas y la emergencia del post modernismo. Este marco de referencia contextual permite entregar elementos de análisis para someter a escrutinio la orientación declarativa del movimiento estudiantil, a la vez que ofrece una lectura distinta de sus orientaciones, propósitos y la nueva subjetividad imperante. ABSTRACT Social movements have been a major player in recent years, both in Chile and elsewhere. Of these, the social movement for education has been the most connotation and attention to expert analysis. To understand this, three basic socio- 1

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EL CANTO DE LAS SIRENAS O COMO LOS MOVIMIENTOS SOCIALES SE CONSTITUYEN CON LA ESPERANZA DE CAMBIO EN LA LÓGICA DE LA POST MODERNIDAD

Víctor cabrera Vistoso*.

1. RESÚMEN

Los movimientos sociales han sido un actor de relevancia en los últimos años, tanto en

Chile como en otras latitudes. De ellos, el movimiento social por la educación ha sido el de

mayor connotación y atención en los análisis expertos. Para entenderlo, se revisan tres

fundamentos socio-históricos: el liderazgo de masas, el derribamiento de los dogmas y la

emergencia del post modernismo. Este marco de referencia contextual permite entregar

elementos de análisis para someter a escrutinio la orientación declarativa del movimiento

estudiantil, a la vez que ofrece una lectura distinta de sus orientaciones, propósitos y la

nueva subjetividad imperante.

ABSTRACT

Social movements have been a major player in recent years, both in Chile and elsewhere.

Of these, the social movement for education has been the most connotation and attention to

expert analysis. To understand this, three basic socio-historical are reviewed: mass

leadership, the downing of the dogmas and the emergence of postmodernism. This

framework allows us to deliver contextual elements of analysis to scrutinize declarative

orientation of the student movement, while offering a different interpretation of the

guidelines, purposes and the new subjectivity prevailing.

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*Psicólogo, Magister en Psicología Social Aplicada. Universidad de Santiago de Chile

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2. DIMENSIONES CONTEXTUALES:

2.1. Liderazgo, discurso y movilización de masas

La constitución del líder puede ser explicada desde diferentes frentes, en tal sentido

corresponderá decir que existen tras de sí un conjunto de atributos de la personalidad que lo

sitúan en una posición de preeminencia sobre los otros, gracias a lo cual logra instalar en la

masa un sueño, una meta o un desafío según el cariz que adopte el momento social,

histórico o cultural en la que está situado. También será correcto decir que el líder emerge

desde una demanda social que conmina a un individuo emerger de la masa con un discurso

aglutinador y, principalmente conmovedor, de forma que se convierta en un canal a través

del cual se exteriorizan y manifiestan las necesidades más sentidas de la masa (Cabrera,

2001). Sólo con el ánimo de refrendar esta última acepción es interesante revisar

brevemente tres casos: primero, Martin Luther King, quien situado en un momento

histórico, caracterizado por necesidades reivindicativas de los derechos civiles en Estados

Unidos, logra penetrar en la conciencia colectiva con un mensaje colmado de convicción,

respaldado inapelablemente por los cerca de cien años de lucha para poner fin a la

segregación racial (desde la promulgación de la emancipación para la liberación de los

esclavos en 1863 durante el gobierno de Abraham Lincoln), cuyo momento culmine se

produce el 27 de agosto de 1963, luego de un discurso conocido por la conmovedora frase

“Tengo un sueño”. Otro líder que emerge en respuesta a la contingencia de su tiempo fue

Mohandas Karamchand Gandhi o Mahatma Gandhi quien encarna la reivindicación de la

independencia de la India del Imperio Británico en el marco de la segunda guerra mundial.

Su pensamiento y doctrina queda plasmada en la frase "Debemos ser el cambio que

queremos ver en el mundo" y su accionar, la inédita decisión de ejercer la no violencia. En

tercer lugar Nelson Mandela, Político sudafricano, una de las figuras más importantes en la

lucha por la igualdad racial, que lideró los movimientos contra el apartheid y que, tras una

larga lucha y 27 años de cárcel, presidió en 1994 el primer gobierno que ponía fin al

régimen racista.

En referencia a estos argumentos es posible advertir una importante característica en común

en estos líderes, cual es la capacidad de convencer, involucrar, motivar, conmover, gracias

a la construcción de narrativas que apelan a las raíces estructurales que dan fuerza y

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sentido a las demandas de reivindicación, no a un discurso centrado en la contingencia, no

en una visión de corto plazo y menos en una posición de antagonismo como recurso para

congregar voluntades. Al contrario, en cada uno de estos casos se busca reeditar y reforzar

los cimientos que dan sentido a la existencia colectiva en torno a narraciones

socioculturales, a través de las cuales se construye una visión de mundo. En palabras de

Foucault (1979), recuperar la instauración del objeto hecho discurso, aquel por medio de y

por lo que se lucha, un poder finalmente del que se necesita adueñarse. En consecuencia,

estas llamadas “masas discursivas” por tanto, recuperan su materialidad desde el momento

que se reposicionan en las instituciones, produciendo como efectos específicos la

reconstrucción o recuperación de verdades o certezas presentes como “capas

arqueológicas” que pueblan la memoria y constituyen a los sujetos como tales.

Desde una posición psicoanalítica, estos líderes del cambio han sido capaces de convertirse

en objetos de identificación, enlace afectivo, base del complejo de Edipo, a través del cual

la masa adquiere el deseo inconsciente de adquirir las virtudes del líder (Freud, 1921),

fundiéndose en un solo cuerpo de ideales y deseos. Por otra parte, con Le Bon es posible

afirmar que tal condición induce a los individuos a una especie de alma colectiva, que a

pesar de sus diferencias individuales, los hace obrar, sentir y pensar de manera distinta a

como lo harían de manera individual. La personalidad individual desaparece, anula sus

fuerzas pulsionales y cada individuo empieza a actuar a partir de una fuerza inconsciente de

tipo social o colectivo. Al mismo tiempo, es posible vincular el planteamiento de Le Bon

con la Identificación Freudiana en cuanto a que la movilización de masas responda a un

líder en posición de un aurea de prestigio o poder de fascinar a los demás, por sobre sus

facultades críticas.

Todo líder es hijo de su tiempo, quien facultado por dotes personales e impulsadas por el

poder de la situación, se erige como movilizador de consciencias y gestor de cambios. No

obstante, pudiera no existir esta correlación de fuerzas, o bien existir de manera equívoca.

En efecto, si nos situamos en el actual escenario social, político y cultural, reunidos bajo el

signo de la post modernidad, se confrontan dos deseos, aquel movilizado por el consumo, el

bienestar, la inclusión social, el hedonismo y la individualidad, en contraste con el bien

común, la igualdad de oportunidades, la “meritocracia” y la justicia social. Ante esta

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disyuntiva el deseo de cambio podrá no encajar correctamente en el hoy, producto de la

fantasía de que el hoy es la réplica del ayer. Al mismo tiempo, todo ímpetu de cambio corre

el riesgo de fracasar en el intento al no existir una conjunción clara de ideas y principios

reunidos en un dogma, que den certeza a la decisión y sentir social por sobre los ídolos del

consumo y el individualismo.

2.2 El derrumbe de los dogmas y la emergencia de una nueva subjetividad.

Un símbolo indiscutible que marco la omnipresencia de los dogmas en el mundo ha sido el

Muro de Berlín, verdadero significante de una Europa dividida en dos sistemas

antagónicos, causante de la división familiar, económica, política y social de la Alemania

de post guerra. Tales diferencias ideológicas con décadas de tensión entre el bloque

oriental, bajo la hegemonía de Unión Soviética y el bloque occidental, bajo la hegemonía

de Estados Unidos, llaga a su fin el 9 de noviembre de 1989 permitiendo así la

reunificación alemana y el fin del comunismo para esos territorios. Para Foster (2009),

estos acontecimientos se constituyen en el triunfo del Neoliberalismo, confirmando así el

cierre de un capítulo de la historia y el comienzo de otro. Para Fukuyama (2003), se trata

del final de la historia, caracterizado por el límite de la evolución ideológica de la

humanidad y la universalidad de la democracia liberal occidental.

Desde ese momento y gradualmente las manifestaciones sociales se han caracterizado por

la ausencia de orientaciones ideológicas que en su momento daban certeza al devenir,

transformando el escenario social en un espacio predecible y a la vez lugar de legitimación

del interés colectivo o como puerta de cambio para las innumerables demandas sociales en

el mundo. Con Foster (2009) es posible explicar este cambio como producto de una

metamorfosis, que va desde las estructuras político-ideológicas que caracterizaron a los

partidos políticos, a la máquina comunicacional-informativa que se convirtió, a partir de ese

giro económico-cultural, en garante de la reproducción del sistema y de su lógica.

En efecto, se produce aquí una transformación de la sociedad, como consecuencia de un

cambio en la constitución de la subjetividad, ante la emergencia de un nuevo paradigma

instaurado sin parangón, responsable de un giro cultural-simbólico fruto del advenimiento

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de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, tecnologías que, de la

mano de las grandes corporaciones mediáticas, han imprimado en la vida de las personas

nuevas significaciones, permitiendo la construcción de nuevos imaginarios y nuevos modos

de producción de la subjetividad asociados a las demandas y exigencias del mercado,

transformado ahora en la verdad última y revelada de la vida social (Foster 2009)

Por lo tanto, la sociedad genera como respuesta adaptativa un nuevo discurso sobre sí

mismo, que atañe al sujeto y que promueve prácticas y procesos de subjetivación

individuales y colectivas coherentes con los escenarios organizacional, económico, político

y cultural. En palabras de Lipovetsky (2000), comienza a producirse en nuestra sociedad un

proceso de personalización, representativo de la fractura de una sociedad moderna

caracterizada por una matriz democrática – disciplinaria, universalista – rigorista,

ideológica – coercitiva y por otra parte, a la instauración de una sociedad flexible, basada

en la información, en la legitimación de las necesidades, en el mínimo de coacción y en el

máximo de elecciones privadas posible, con el mínimo de austeridad y el máximo de deseo,

con la menor represión y la máxima comprensión posible.

Ante este nuevo orden, característico de la post modernidad, los movimientos sociales han

adquirido una nueva forma de organización y nuevas representaciones. Si en la década del

60`los deseos de transformación social estaban movilizados por fuerzas colectivas bajo el

lema “cambiemos el mundo”, hoy la emergencia de cambio está caracterizada por la frase

“cambie su mundo”. Esta afirmación acontece por las motivaciones que animan la

organización actual cuyo fin está situado en intereses particulares y en cambios sectoriales,

ausentes de convocatorias mancomunadas cuya meta sea el cambio de modelos instaurados.

En tal sentido hoy reina la primacía del interés particular por sobre la trama colectiva, en

palabras de Lipovetsky (2000), somos una sociedad donde la autonomía privada no se

discute y se persigue frenéticamente la diferenciación de los otros, la realización personal

inmediata, la satisfacción del deseo aquí y ahora, entre otros atributos.

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2.3 Los símbolos del Post Modernismo.

Desde el punto de vista histórico, es posible afirmar que el mundo postmoderno aparece

tras el fin de La Guerra Fría como consecuencia del derrumbamiento del régimen soviético,

teniendo como máximo símbolo, como ya se ha señalado, la caída del muro de Berlín

(1989), porque allí se hace evidente el fin de la polarización ideológica. Esto produce como

consecuencia la cristalización de un nuevo paradigma global cuyos máximos exponentes

socioeconómicos, y político-económicos son la Globalización, y el Neoliberalismo

respectivamente. En consecuencia, el mundo postmoderno se puede diferenciar y dividir en

dos grandes realidades: La realidad histórico-social, caracterizada por la renuncia a las

utopías; cambio en el orden económico capitalista, pasando de una economía de producción

hacia una economía del consumo; revalorización de la naturaleza y la defensa del medio

ambiente; compulsión al consumo; irrupción de medios de comunicación de masas y el

marketing como centros de poder; deja de importar el contenido del mensaje, para

revalorizar la forma en que es transmitido y el grado de convicción que pueda producir;

desaparece la ideología como forma de elección de los líderes siendo reemplazada por la

imagen; los medios de masas se convierten en transmisoras de la verdad; desacralización

de la política y la desmitificación de los líderes, entre otros. Desde el punto de vista

psicológico, los individuos sólo quieren vivir el presente; futuro y pasado pierden

importancia, hay una búsqueda de lo inmediato; proceso de pérdida de la personalidad

individual; se rinde culto al cuerpo (Le Breton, 2002), y la liberación personal; se vuelve a

lo místico como justificación de sucesos; pérdidas de fe en la razón y la ciencia, pero en

contrapartida se rinde culto a la tecnología; el hombre basa su existencia en el relativismo y

la pluralidad de opciones, al igual que el subjetivismo impregna la mirada de la realidad;

pérdida de fe en el poder público; despreocupación ante la injusticia; desaparición de

idealismos; pérdida de la ambición personal de auto superación; desaparición de la

valoración del esfuerzo; divulgaciones diversas sobre la Iglesia y la creencia de un Dios.

Por otra parte, la literatura nos presenta muchas acepciones que caracterizan este periodo de

la historia en el que vivimos, cada unos de ellos intentan graficar, describir y transferir al

lector la intensidad de los cambios, las consecuencias para la convivencia social y las

mutaciones sociológicas que ha significado el devenir contemporáneo.

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Para Lyotard (1991), el término Post Moderno designa el estado de la cultura después de

las transformaciones que han afectado las reglas del juego de la ciencia, de la literatura y de

las artes a partir del siglo XIX.

Para Lipovetsky (2000), desde una posición crítica, representa un cambio de rumbo

histórico de los objetivos y modalidades de socialización bajo la égida del hedonismo. En

tal sentido, advierte una retracción del tiempo social e individual, al mismo tiempo, que se

impone más que nunca la necesidad de prever y organizar el tiempo colectivo, agotar la

visión de futuro, generar desencanto y monotonía de lo nuevo y provocar el cansancio de

una sociedad que consiguió neutralizar en la apatía aquello en que se funda: el cambio. Para

resumir, habrían aquí dos símbolos que caracterizan la post modernidad para este autor: el

consumo sin límite ni frontera como fin del hedonismo y del narcisismo, la inmediatez de

la gratificación y la información como modeladora de la subjetividad individual y colectiva,

ambas condiciones representantes de una profunda incertidumbre o desestabilización del

devenir, dada la rápida obsolescencia de lo que forma parte de las reglas sociales de

convivencia, que tiene como consecuencia la penetración sin límites de los medios de

comunicación de masas, la proliferación del ocio, de modelos existenciales, de bienes,

estatus, búsqueda del bienestar subjetivo, pasión por el carácter emancipado, abandono de

los grandes sistemas de sentido, culto a la participación y la expresión, entre otros aspectos.

En concreto, un propulsor de individualismo como resultado de la diversificación de las

posibilidades de elección, lo que ha puesto en marcha una cultura personalizada o hecha a

medida para permitir al individuo la emancipación de la condición disciplinaria-

revolucionaria de la modernidad.

Desde la esfera de las representaciones sociales, el individualismo residente se manifiesta

en la proliferación de colectivos con intereses miniaturizados que perfectamente son

característicos de nuestros movimientos sociales actuales (Lipovetsky, 2000). Tal es el

caso de las agrupaciones ecologistas, movimientos por la diversidad, los indignados en

España que exigen un cambio social, económico y político y los Ocuppy Wall Street

quienes desplegaban sus campamentos en el epicentro financiero de Nueva York. Esta

característica queda claramente destacada si la comparamos con los últimos sucesos

acaecidos al final de la llamada modernidad y que, contrario a lo anterior, representan un

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claro colectivismo y concentración ideológica, tal son los sucesos de mayo de 1968 en

Francia protagonizado por estudiantes y obreros, que obliga al primer presidente de la V

República, Charles De Gaulle, a disolver la Asamblea y marcharse del poder tras diez años

de mandato, la “Revolución Cultural” en China en 1966 y en en Checoslovaquía, en abril

de 1968, tras la propuesta de un “socialismo de rostro humano” por parte de Alexander

Dubček, el ejército del Pacto de Varsovia se enfrenta a la población de la capital durante la “Primavera de

Praga”; al mismo tiempo, en España y en México, estudiantes e intelectuales se manifiestan

en contra de sus respectivos regímenes políticos, los cuales reprimen estos focos de

agitación, a veces de manera violenta, como durante la lamentable “matanza de la plaza

Tlatelolco”; en Estados Unidos, el desacuerdo de la opinión pública respecto a la Guerra de Vietnam

se manifiesta a través de grandes concentraciones, como el festival de Woodstock de 1969; el mismo año,

Italia se ve sacudida por el “Otoño Caliente”. Todos estos movimientos de protesta son de índole social, y

sus  protagonistas piden el reconocimiento de los derechos civiles (Moret, 2011).

Para Bauman (2007), la post modernidad se explica haciendo uso de la expresión “líquido

(a)”, con la que representa el tránsito de una modernidad sólida, estable, con certezas en el

devenir social a una caracterizada por un orden psicosocial volátil donde, de a cuerdo a

Vásquez, (2012), los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente como para

enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos y en el que, sin darnos cuenta,

hemos ido sufriendo transformaciones y pérdidas,. En este sentido, vivimos bajo el imperio

de la caducidad y la seducción en el que el verdadero «Estado» es el dinero. Donde se

renuncia a la memoria como condición de un tiempo post histórico. La modernidad líquida

está dominada por una inestabilidad asociada a la desaparición de los referentes a los que

anclar nuestras certezas (Vásquez, 2012). Por lo tanto la post modernidad queda situada

bajo la lógica de la incertidumbre, caracterizada por el debilitamiento de los sistemas de

seguridad que protegían al individuo y la renuncia a la planificación de largo plazo, en

consecuencias, el olvido y el desarraigo afectivo se presentan como condición del éxito.

Esta nueva condición exige a los individuos flexibilidad, fragmentación y

compartimentación de intereses y afectos, se debe estar siempre bien dispuesto a cambiar

de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades. Surge así mismo, miedo a establecer

relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos solidarios que parecen depender

solamente de los beneficios que generan. En tal sentido, la esfera comercial lo impregna

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todo y las relaciones se miden en términos de costo y beneficio, de «liquidez» en el estricto

sentido financiero ( Baumann, 2007).

Para Deleuze y Guatari (1985), sin mencionar tácitamente a la post modernidad, ofrece una

explicación lúdica y metafórica ocupando la palabra “deseo” como experiencia que aglutina

el afán del ser humano por la búsqueda de placer a través de las cosas. Por otra parte ocupa

la palabra “máquina” con la que está asociado el deseo, resultando en consecuencia el

término “máquinas deseantes”. Máquina es el significante y metáfora de artefacto, entidad,

esquema, cuerpo, sistema, continente, conjunto o todo. Es un momento donde todo es

producción (de cosas, de consumos, de angustias, de dolores), donde la política también es

producción de puestas en escena, de escenificación, de actuaciones y sobreactuaciones. En

el mismo sentido, refiriéndose al devenir de la sociedad ocupa el término máquina social

en tanto representación del deseo o bien de la coerción, cuando la posición del deseo ponga

en cuestión el orden establecido de una sociedad. Al respecto afirma que para una sociedad

tiene importancia la represión del deseo, y más importante aún, lograr que la represión, la

jerarquía, la explotación y el avasallamiento sean deseados. Finalmente hay dos

planteamientos reveladores: el primero condensa la historia universal en tres tiempos, a

saber: el tiempo de los salvajes, donde el socius toma la forma de “máquina territorial”,

luego, el tiempo de los bárbaros, donde el socius toma la forma de “máquina despótica e

imperial” y, por último, el tiempo de los civilizados, donde el socius adquiere la forma de

“máquina capitalista”. Lo segundo, refiriéndose el “Estado capitalista”, planea que su único

fin es la riqueza abstracta a través del consumo cuyo campo de inmanencia es la

servidumbre donde esclavos mandan a esclavos y ellos a la vez esclavos de la máquina

social por la pasión ciega por la riqueza y el valor (Ponce, 2011).

Para Castells (2006), este nuevo orden emerge sobre los cimientos del informacionalismo,

una nueva estructura social constituida a partir de tecnologías electrónicas de la

comunicación, redes sociales de poder y emergencia de una nueva estructura social y

económica fundada en el conjunto específico de relaciones implicadas en la lógica en red.

Los símbolos del modernismo que trasuntan los planteamientos formulados hasta aquí,

muestran a la vez su sedimentación en el devenir de la sociedad actual, ya no hay espacio

para la diferencia, el post modernismo queda representado por dos símbolos inequívocos y

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abarcadores del devenir: la globalización y el neoliberalismo, cada uno de ellos a su vez

han contribuido con sus hijos predilectos: la irrupción de la comunicaciones, a través de las

cuales se homogeniza la razón y se instauran como referentes de verdad, la rápida

obsolescencia de la materialidad y las relaciones humanas, las que ha sido fuentes de

estabilidad y sentido a la existencia, la renuncia a las utopías, el hedonismo y la

individualidad, a través del consumo como vehículo de identidad e inclusión y el

narcisismo escenificado a través del culto a la imagen y la ostentación de símbolos de poder

e influencia, el culto al cuerpo como referente de belleza y seducción (Le Breton, 2002),

por citar algunos que considero más llamativos y contingentes.

No obstante, para efectos de este ensayo, Deleuze y Guatari (1985), ofrecen un espacio de

análisis de nuestra realidad, de lo que vivimos, en lo que creemos y donde estamos

atrapados. En efecto, estamos frente a una economía capitalista que ha logrado posicionar o

instalar brillantemente el llamado “cambio” como significante, dotándolo de un conjunto de

necesidades que deben ser satisfechas para vivir en tal transformación. Para ello se ha

valido de la irrupción de las comunicaciones y de la tecnología, constituidas como grandes

escaparates que informan lo que se debe, lo que conviene o lo que se necesita para ser

incluido, para formar parte de una masa ciega y casi autómata que sin cuestión siguen

devotamente los preceptos del mercado. Parafraseando a Deleuze y Guatari, a riesgo de

imprecisión, somos testigos de esta máquina deseante, como sistema para producir deseo en

el contexto de la máquina social, significante de un sistema económico – político de

producción, dotado de una máquina técnica usadas para la explotación de grandes masas de

trabajadores. En este escenario emergen disensos o micro revoluciones que, si bien van

dotadas de argumentos, justificaciones y expectativas de cambio, quedan atrapadas en una

esfera infranqueable dentro de la cual se sitúan las subjetividades auto legitimadas, propias

de una estructura autoritaria desde el punto de vista libidinal. Es imposible por tanto

deprenderse del irrefutable y anestesiante éxtasis de la máquina deseante, tal como si esta

fuera un canto de sirenas.

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3. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES, EL LIDERAZGO DE MASAS Y SU AJUSTE EN LA POST MODERNIDAD. UNA SÍNTESIS

Realizando acopio de los argumentos esgrimidos hasta aquí y como forma de consolidar un

planteamiento que pueda ser confrontado con la naturaleza y destino de la representación

social, me referiré al movimiento social por la educación por la importancia de su accionar

para la sociedad chilena. Al respecto, es necesario destacar las siguientes ideas:

Primero, los liderazgo de hoy, representante de miles de voces que no logran llegar a los

centros de poder, justifican su accionar y legitimidad bajo la lógica de un discurso que es a

la vez hijo de su tiempo, como lo he dicho al referirme anteriormente al liderazgo de masas.

En tal sentido, los argumentos con tinte pragmático esgrimidos, están sustentados en el

devenir, en la solución de las contingencias que de inmediato afectan la marcha de una

parte de nuestra sociedad, los estudiantes, que viven a través de sus familias la frenética

lucha por mantener un lugar en la estructura social, satisfaciendo el deseo, no de bienes de

consumo para la subsistencia y bienestar, sino mantener la propiedad por objetos que

determinan, reafirman o sostienen la identidad e inclusión social y simbólica. En este

sentido, el estudiante de hoy se ve enfrentado a la posibilidad cierta de participar

activamente en el mercado, aspirando a la satisfacción de las mismas necesidades, a lograr

un lugar en la jerarquía social, su ingreso y permanencia en la vorágine capitalista

representada por el logro de bienes, membrecías y todo cuando responda a esta máquina del

deseo en palabras de Deleuze y Guatari. Para ello entiende, como lo ha experimentado la

sociedad de otros tiempos, que la educación es la puerta de ingreso a las posibilidades, el

ingreso a la espiral social o ascenso en los peldaños de la escala social. No obstante

advierte que unos de los pilares del modelo neoliberal no está presente, me refiero a la

meritocracia, a la validación de las competencias y capacidades al margen de los

raigambres familiares, de los colegios donde se ha educado o del lugar donde se vive. Al

contrario, lo que se observa es que el ascenso social esta determinado por las redes de

influencia y el resguardo de las cuotas de poder de unos pocos. En otras palabras, el

escenario esta lejos de ser democrático. En tal sentido, lo que vemos es un discurso carente

de utopía, superficial, atrapado en la trinchera de las descalificaciones, en la ganancia fácil

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o donde la contienda a ratos se ve como la de David y Goliat. Ello está muy lejos de los

ejemplos de los líderes de la modernidad: M.L.King, Gandhi o Mandela.

En segundo lugar, todo movimiento de representación social queda indefectiblemente fuera

de la esfera ideológica, principalmente por su inexistencia y porque ella misma aparece

desdibujada, difuminada, sin color. Estas razones explican la atomización de la

participación ciudadana, donde las banderas de lucha quedan circunscritas a intereses y

problemas particulares, delimitados y muchas veces desconectados con el devenir. Como

muestra de ello, en los últimos años hemos sido testigos de micro revoluciones o líneas de

“fuga” del capitalismo (Deleuze, G., Guattari, F., 1985). Un recuento parcial debe

considerar entre las más significativas los paros y protestas regionales y comunales de

Magallanes, Arica y Calama; las marchas contra el mega proyecto de HidroAysén, las

manifestaciones a favor de los derechos de la diversidad sexual; las huelgas de los

trabajadores del cobre (de empresas estatales y privadas); los paros de los empleados

fiscales; las acciones del pueblo mapuche por la libertad de sus presos políticos, por la

recuperación de sus tierras y por la reconquista de otros derechos conculcados; las protestas

de los pobladores de Dichato damnificados por el terremoto y maremoto de 2010. Para

Mellado (2002), pese a la heterogeneidad, estos movimientos han tenido como factor

común: Primero, un estilo de acción política no convencional basada en la acción directa,

que contrasta con el modelo tradicional de intermediación de intereses que los partidos

políticos desarrollan en las democracias contemporáneas. Segundo, en algunos casos, por

un fuerte sentimiento anti sistema, ya que sus seguidores se sienten enajenados respecto a

las normas y valores dominantes, ante los que expresan su rebeldía. Tercero, por construir

sus organizaciones sobre la base de la toma de decisiones participativa, una estructura

descentralizada y el repudio a los procedimientos burocráticos. Cuarto, por reclamar a las

democracias que abran la vida política a un conjunto de intereses más diversos y más

vinculados con los ciudadanos. Quinto, porque la mayoría de sus miembros procede de las

clases medias instruidas. Sexto, por no desarrollar ningún sistema ideológico coherente,

sino que definen su concepción de la sociedad futura sobre todo en términos negativos; es

decir, saben lo que no quieren, pero no presentan un modelo alternativo claro.

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En cuanto al movimiento por la educación pública encabezado por los estudiantes de todos

los niveles de la enseñanza, lo que observamos es la irrupción de una expresión ciudadana

fruto de un interés que emerge desde la propia comunidad, respondiendo a la tendencia de

post moderna, instaurada al margen de la contingencia política y a espaldas de su validez

representativa. Lo anterior responde al rol desdibujado que hoy tienen los estados, al igual

que las ideologías, como ya se ha señalado, ante los impositivos de la globalización, que

erosiona y debilita su papel real frente a los actores representativos locales dada la creciente

mundialización de la economía (Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio,

Fondo Monetario Internacional) y la concentración del capital en manos de las

transnacionales, condición que ha distorsionado el rol final y tradicional de los gobiernos.

Precisamente esta marginación de los canales de participación política ha sido un obstáculo

para el gobierno de turno y los partidos políticos en general que, al tener un lenguaje

diferente desde donde se posicionan, han intentado vanamente empatizar con esta nueva

generación opinante, participativa y empoderada que, desde un punto de vista

socioeconómico forman parte, también, del perfil de los emergentes grupos de consumo del

post modernismo, quienes hacen extensivas sus exigencias, tal como aprendieron del

sistema de mercado, a las instituciones estatales.

No obstante esta legitimación, surgen dos inquietudes: en primer lugar, en referencia al rol

del liderazgo, como se ha señalado al inicio de este ensayo, cambios de esta envergadura no

solo se obtienen con la acción colectiva y la reiteración de sus demandas, sino con

discursos que apelen al cuestionamiento de los fundamentos estructurales que animan el

funcionamiento de nuestra sociedad, la que paradójicamente es producto de un modelo

mercantilista donde la individualidad y el hedonismo son parte de su ADN. En tal sentido,

el discurso de los que lideran los movimientos estudiantiles, parece no haber ideas que

permitan entender qué es lo que realmente se desea: un cambio en el modelo económico

instituido, o por el contrario lo que se espera implícitamente es preservar el mismo modelo

a cambio de tener garantías y posibilidades viables para participar en igualdad de

condiciones en la lucha por conseguir una posición en la escala jerárquica económica y

social a la cual tiene acceso preferente las elites. Por otra parte, en el entendido que nuestra

sociedad muestra una acentuada tendencia al logro de bienestar subjetivo, al continuo

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Page 14: tuvntana.files.wordpress.com · Web viewEn otras palabras, el escenario esta lejos de ser democrático. En tal sentido, lo que vemos es un discurso carente de utopía, superficial,

esfuerzo por sostener la propia identidad y la búsqueda por lograr la ansiada inclusión

social o, en el mejor de los casos, una inclusión simbólica, debe direccionar sus esfuerzos a

involucrar en sus demandas sociales a otros actores sociales y políticos afines con estos

reclamos, con el propósito de lograr un referente amplio que de congruencia y solidez a los

planteamientos ya legitimados. Sin embargo, la necesaria búsqueda de mancomunión de

intereses se ve seriamente obstaculizada por el poder que el mundo del trabajo tiene en

nuestra sociedad mercantilista. En efecto, la fuerza de trabajo hoy en un bien transable y

son los trabajadores quienes ofrecen su servicio a la máquina hegemónica capitalista

(Baumann, 2007), condición que merma significativamente su poder representativo en tanto

sus intereses estén volcados a satisfacer los preceptos de la propia post modernidad,

caracterizado por sostener su posición relativa en la jerarquía social y económica. Dicho de

otra forma, el salario no logra financiar el costo de la vida y sus innumerables demandas,

razón por la cual se erige un nuevo actor, otro hijo del neoliberalismo, la tarjeta de crédito,

el endeudamiento fácil que permite el “milagro” de la satisfacción del deseo de manera

inmediata, sin la necesidad de su postergación, que a estas alturas puede parecer

insostenible para muchos. Esta situación ha significado a la masa trabajadora hipotecar su

libertad, a la vez que ha comprometido seriamente su propia movilidad laboral, donde el

costo de oportunidad se transforma en una moneda de cambio de altísimo valor haciendo

del ciudadano común un sujeto adverso al riesgo y proclive a cualquier forma de movilidad

a cambio de mantener la fuente laboral que otorga estabilidad dentro de la precariedad.

Dado este escenario es difícil la unión y la participación activa, obteniendo solo como

posibilidad la participación de un espectador que cae en la ambivalencia de apoyar las

demandas, pero a ratos a rechazarla porque a fin de cuentas hay que seguir trabajando,

pagando deudas y socializando a sus vástagos en la lógica de la competencia y la

individualidad.

En consecuencia y atendiendo a este escenario, los discursos populistas de los líderes

emergentes de qué versan, a dónde se dirigen, qué representan. En lo inmediato y sin mayor

análisis lo que queda como sustrato es un discurso sobre lo inmediato, sobre la

contingencia. No hay mayor profundidad que lo superficial. La inmediatez, lo pragmático

ha inundado las esferas de la sociedad, incluso en las masas de estudiantes que propugnan

cambios. Es importante saber sin embargo qué cambios se requiere. En tal sentido, el

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Page 15: tuvntana.files.wordpress.com · Web viewEn otras palabras, el escenario esta lejos de ser democrático. En tal sentido, lo que vemos es un discurso carente de utopía, superficial,

pragmatismo, la sociedad Light (Rojas, 2000), o post modernidad, ha alejado al sujeto de

los fundamentos filosóficos que animan el devenir y el compromiso con la virtud y los

valores. Así mismo, hay una brecha importante en los niveles educacionales, aspecto que

se evidencia en el nivel y profundidad del pensamiento y la reflexión del propio devenir.

Por lo tanto el discurso populista carece de argumentos y fundamentos, al contrario es

inmediatista pragmático y de dudoso colectivismo. Por otra parte, la masa no instruida y

dudosa de definir lo que entiende por futuro, tiende a seguir a los líderes populistas y

temporales o contingentes y a hacer propio un discurso que no les pertenece. Finalmente, la

falta de argumentos y la desesperanza por la incapacidad de penetrar con un discurso

profundo es la tierra abonada del anarquismo.

4. ANÁLISIS Y DISCUSIÓN

El análisis del movimiento social por la educación, como muestra representativa de las

expresiones ciudadanas, por su importancia y trascendencia, ha sido analizada teniendo en

cuanta, como telón de fondo aspectos que considero normativos para establecer, no solo

una base de comparación coherente, sino para someter a escrutinio su viabilidad y su

claridad en el marco de su accionar ante la sociedad. En tal sentido, es posible develar que

las representaciones sociales actuales corresponden a una suerte de nuevo liderazgo, que sin

perjuicio de albergar razones legítimas y necesarias, pareciera plantearse a través de

discursos que no logran penetrar en los fundamentos sociales que animan la convivencia

social, en otras palabras, reeditando valores, raigambre sociocultural y visión de futuro

como país, argumentos que van más allá del movimiento por la educación en sí mismo. Al

contrario lo que se advierte en una conjunción de discursos y argumentos que sólo apelan a

lo pragmático, a lo inmediato o contingente sin expresiones que denoten una toma de

perspectiva que revele el marco contextual psicosocial e histórico de este movimiento. Por

otra parte, quiero retomar un punto que no ha sido desarrollado suficientemente, se trata del

nivel educacional que tienen las masas seguidores de éste y otros movimientos, la que

también responde a una característica del neoliberalismo, que puede referirse como el

interés por el hacer más que el pensar. El modelo no necesita masas pensantes y

deliberantes bajo la lógica del saber, lo que interesa en el post modernismo es el consumo,

el capital y el sometimiento pasivo del adoctrinamiento entregado por las elites a través de

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Page 16: tuvntana.files.wordpress.com · Web viewEn otras palabras, el escenario esta lejos de ser democrático. En tal sentido, lo que vemos es un discurso carente de utopía, superficial,

los medios de comunicación de masas. En tal escenario, las masas seguidores del liderazgo

actual pareciera que no cuentan con recursos, desde el conocimiento, para comprender

hacia dónde se dirige la sociedad. Más aún, la falta de argumentos se constituye en tierra

fértil para el anarquismo.

Por lo tanto, todos los argumentos difundidos parecieran ser voces de un cambio social que

involucre a un sistema decadente, el neoliberalismo, no obstante en el recuento pareciera

que fuesen cantos de sirena. Lo que se evidencia es una expresión social que intenta abrir

espacios de legitimación y cambio en las reglas del juego, que den garantías de

cumplimiento de una de los preceptos del mismo modelo neoliberal, la llamada

meritocracia, que en nuestra sociedad no se revela para todos. Las razones pueden ser de

variado tipo, no obstante en mi opinión se producen por los enclaves genealógicos de

grupos de poder identificables fácilmente, los que exigen como requisito para el ingreso a

su selecto grupo, el apellido, el lugar donde es vive y el colegio donde estudio.

Finalmente las demandas sociales no están ajenas al contexto social, político y económico

actual, heredero de los cambios surgidos desde el derribamiento del Muro de Berlín y el

ocaso de la Unión Soviética. Esta génesis pone en juego el accionar de un solo modelo de

sociedad ejercido sin contrapeso y que hoy revela sus primeras fisuras.

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