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PEPE AGUILERA RENUNCIA Y SE DIBUJA Acabar el día. Regresar hasta el lecho. Mirar ensimismado hasta el lecho en penumbra. Y sentir miedo. Intentar dormir. cabecear, doblarse sobre el lado izquierdo. como quien busca un cuerpo. Dormir al fin cansado. Soñar, vacío. Y sentir miedo. Abrir los ojos. luego. Sorprenderse, intentar mira¡ en colores distintos. Abrir una mirada nueva. Y seguir. Levantarse. Salir de la habitación. Empezar la jornada (otra). Conocer otro día igual. Acercarse al dentrífico. Mi_rarse al espejo. No encontrarse. Y sentir miedo. Encontrarse. Y sentir miedo. Acercarse al periódico. Sentir la sangre que salpica. Y sentir miedo. Acer_car la taza de café. Llenarse de calor extraño. Conectar el tocadiscos, incansable carmina burana, pink floyd, acaso ravi shankar, the beatles. mahler tal vez: el gaudeamus de elevar la mirada. Introducir el ojo por entre el ólec, las líneas_ los colores... Y sentir miedo. Quemar el cigarrillo (el primero). Vigilar el humo. Notar la ausencia de los ángeles que huyeron hacia esferas más firmes. Oler la soledad porque también huyó San Sebastián en noche oscura. Intentar introducir la luz a través de los párpados. Acechar a las nubes. Ver que por ellas se acerca Leda, tal vez la virgen de Arequipa, el monje de azulada tristeza. algún adolescente que de fresas ofrece su boca como fauno. Gustar el vacío de los besos. Y sentir miedo. Escuchar el viento. Intentar acallarlo con la música. que sigue arañando los muros a 33 revoluciones, Sentir que la pequeña serenata vuelve endulzando los músculos. Recorrer el testero. Pararse ante los libros. cono una tentación la cul_tura que ofrece, placer de sutil masoquismo. Escuchar como siguen su mar_cha, quedas, las manecillas del reloj; tal vez en ángelus que choca contra barro_tes de cárcel o futuro sin ventanas. Y sentir miedo.

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PEPE AGUILERA RENUNCIA Y SE DIBUJAAcabar el día. Regresar hasta el lecho. Mirar ensimismado hasta el lecho en penumbra. Y sentir miedo. Intentar dormir. cabecear, doblarse sobre el lado izquierdo. como quien busca un cuerpo. Dormir al fin cansado. Soñar, vacío.Y sentir miedo. Abrir los ojos. luego. Sorprenderse, intentar mira¡ en colores distintos. Abrir una mirada nueva. Y seguir. Levantarse. Salir de la habitación. Empezar la jornada (otra). Conocer otro día igual. Acercarse al dentrífico. Mi_rarse al espejo. No encontrarse. Y sentir miedo. Encontrarse. Y sentir miedo.Acercarse al periódico. Sentir la sangre que salpica. Y sentir miedo. Acer_car la taza de café. Llenarse de calor extraño. Conectar el tocadiscos, incansable carmina burana, pink floyd, acaso ravi shankar, the beatles. mahler tal vez:el gaudeamus de elevar la mirada. Introducir el ojo por entre el ólec, las líneas_ los colores... Y sentir miedo.Quemar el cigarrillo (el primero). Vigilar el humo. Notar la ausencia de los ángeles que huyeron hacia esferas más firmes. Oler la soledad porque también huyó San Sebastián en noche oscura. Intentar introducir la luz a través de los párpados. Acechar a las nubes. Ver que por ellas se acerca Leda, tal vez la virgen de Arequipa, el monje de azulada tristeza. algún adolescente que de fresas ofrece su boca como fauno. Gustar el vacío de los besos. Y sentir miedo.Escuchar el viento. Intentar acallarlo con la música. que sigue arañando los muros a 33 revoluciones, Sentir que la pequeña serenata vuelve endulzando los músculos. Recorrer el testero. Pararse ante los libros. cono una tentación la cul_tura que ofrece, placer de sutil masoquismo. Escuchar como siguen su mar_cha, quedas, las manecillas del reloj; tal vez en ángelus que choca contra barro_tes de cárcel o futuro sin ventanas. Y sentir miedo.Llenar el primer vaso de ginebra. A su fondo. un animal difuso nos vigila. Volver al gaudeamus fugaz de las palabras: Omar Khevvan "un amor en elcampo _v una copa de Vino / es lo único que pido. Cobrar quiero al conta_do / los placeres". Sentir ahogarse el cuello. Gustar el lento amargo sabor c¡ue te interviene. Las puertas que se abrirán en cl momento más inesperado. Puede entrar un rostro que las 1`grimas cubrirán, Santa Librada. Merlin. Salomé o alguna domadora de insectos solitarios. Y sentir miedo.AL fin el día te vence. Más tú te rebelas. Tienes miedo, terminas por con_fesar. Aca—o es una fuerza superior al impulso que te mueve. Pero sales. Vas a vencer. Porque también se vence en la renuncia. Te sientes vacío, no mañana,no cierto. No realizado, no hombre, impotente. Sabes que no es tuy,n el miedo que te lleva. \i la impotencia es tuya. Y pides que te crean. Lo pides por boca de estas líneas (dibujos le han llamado) que empiezas a trazar; Si1n Sebastián otra vez. en el retablo con ángeles ambiguos,

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donde el sexo se mezcla_ se su_blima a una mística que no es éxtaais, ni ácido, viaje o borrachera. Es como estarse eternamente quieto. Y sentir miedo.Vuelve Santa Teresa. la mujer que de la paloma hace su símbolo v su vida. vuelve el Oriente lejano. aproximándose como una tentación, comWicín a la tierra, al ser que es, por encima de la carne o el miedo; vuelve San Sebastián(siempre San Sebastián) como vuelve siempre la rosa, amarilla de tiempo. Y no termina. Te pones casi triste porque sabes que habrás de renunciar (también a él que siempre fue tuyo), cuando la tarde avance y el miedo (qué es el miedo) te atenaza los párpados. Y no sabes por dónde debes comenzar. Y la tarde se explaya v acuden las tinieblas de cerrada negrura.Sacas. vuelves a sacar los pinceles, colores que habrás de convertir en nube. jazmín ahito de tristeza o sexuado movimiento sin frontera. Sientes que el mie_do te ha atrapado. Y piensas en la misma solución qne sabes, hace tiempo, aca_bará imponiéndwe fatal al desenlace. ?,No es el miedo quien te conduce la ma_no, los colores, el pincel deslizándose por entre óleos. cartulinas. maderas..?Sabes que dejarás la piel, porque es la soledad dura enemilga en el cre_púsculo. Sabes que ella te acompañará cuando salgas del silencio y las voces amigas estén cerca: el velador de algún café nocturno. la estrecha mesa donde se abigarran los vasos, siempre el tino, lleno de una ciudad (Málaga) que ni siquiera existe, que sabes te sacará las raíces afuera r el vómito v el largo. interminable regreso (llamado arte) que es la vida. Y sientes miedo. Te miras conducir tu cuerpo por la calle. Para nada sirve recordar las pa_labras escritas: "Sólo me queda el goce de estar triste". Porque no ignoras cine también puede ser mentira. Como es mentira todo. Y adivinas el miedo. No el tuvo, acorralado. El miedo de los otros. que intentan ocultar tras ojos que no ~aben, se sorprenden al contemplar tu miedo en esos colores. dibujos que hoy, has colgado de una pared que ni siquiera te es hospitalaria. Sabes_ en la alta rnadrugada. que habrás de renunciar.Pepe Aguilera, recuerda que ni los gatos han servido. ni la libertad o el orden o la esperanza. Que otros paisajes te han hecho confirmar que el corazón ro puede repetirse. Sólo la serenidad. la quietud e la armonía te ~erán dadas.Por eso la renuncia te obliga. Y has hecho renunciar también a ellos: San Se_bastian, Leda (que hasta cambió su sexo de paloma), la santa de Arequipa, el caballero verde (de verde capa v mano), el monje. las aristadas flcnes... Sabes que ni siquiera ellos serán ellos. Que les has dejado quietos en la representación. Les obligas a renunciar, como tú has renunciado. Como es símbolo el miedo de estar vivo. Y sumiso te entregas. Los dejas para siempre condenados a la cultura. cuando otro día se acaba v regresas al lecho (condenado también tú) v lleno de miedo sientes la misma ~ sensación al buscar otro cuerpo. de que el

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círculo acaba de cerrarse. Sabes que has empezado el único auténtico sueño: tu renun_cia. Por cm va pueden acudir los demás y ahogarse el miedo en una copa.JOSE INFANTE 

MARTIRIO (Sobre un cuadro de Pepe Aguilera)Las grandes losas da la vía Apia crujen bajo el peso de la cuádriga: repercutiendo obsesivamente en mi cabeza. El equilibrio de escudos y grebas del círculo que forman los soldados al fondo de la calzada, sólo aparece roto por la mancha púrpura que riega las caderas del joven oficial Sebastián y deja al descubierto su recia espalda, ávida de comprensión o látigo. Hue_llas de labios sobre el mercurio de las armaduras disipan el olor de las axilas.Aún no habían descorrido el gran velo rojo del cubículo imperial y ya llegaban d2 la calle los primeros murmullos vespertinos del Foro, reprodu_ciendo en la intimidad del salón el agradable efecto de las adormideras inge_ridas unas horas antes para provocar el sueño. El acento extranjero da Decio, último esclavo adquirido para el servicio real y el relevo de la guardia tracia en las mura;las, acabaron por despertar al emperador, cuyas pupilas apa_recían extenuadas y azules entre las rolas manchas de la cara. Los barcos proseguían incansables amontonando trigo en las orillas del Tíber y no era de temer ninguna sublevación popular en los barrios extremos de la ciudad.La blancura del torso que se ajusta leve sobre las ramas bajas del arbusto es apenas interrumpida por el rastro ocre de las cuerdas que sujetan brazos y cuello. Sangra deseos mi garganta y el surco cruza asesino la incipienfe tensión de la barbilla para confirmar el esfuerzo suscitado a la belleza.Estas noticias tranquilizantes no podían diluir la inquietud que aquejaba al César, manifiesta en sus gestos lánguidos y enfermizos y en el ligero sudor que ceñía el oro d2 su corona aquella tarde. El centurión Xantho, an_tiguo esclavo etíope manumitido por su brillante carrera militar en la reciente campaña del nor;e de Afríca -y cuyos ojos de estaño parecían querer resta_llar sangre sin aue los espejos metálicos d21 peristilo lograran contrarrestar su efecto, como otras veces-, acababa de recordarle no sin cierta concu_piscencia, algo que él eludía vluntariamente y que le había causado el m~s terrible sueño de su vida: la obligatoriedad de presenciar la e;ecución del joven y estamado m:embro de la guardia de palacio, acusado de ur.a conjura contra el estado, tramada con el apoyo de una nueva secta religiosa, cuya filosofía y ritos gozaban de cieria simpatía entre algunos patricios cultivados y esnob.Las flechas recorren su camino y yo tiemblo en la convicc'ón de que más hermosa es la nieve cuanto más se siente hollada por los cascos de los caballos. Amapolas tiñen el vientre y los muslos y mi sangre brota roja sobre el mar. Cada uno de los miembros acaba por rendir su estertor

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íinal al labio vengador del ángel aue observa incansable el grito evidente en el verde de los ojos y la denuncia crispada de las manos.El calor estrangulaba todo posible grito ahogado en la habitual sonrisa, que también aparecía hoy como en las largas sesiones del Senado o en las recepciones oficiales, celebradas con toda la aburrida pompa que impone el último advenedizo, elevado a la categoría de cónsul por su admirable capa_cidad para destruir a los innumerables enemigos del Imperio. El sol declinaba lentamente, dejando entre los árboles un largo rastro de sangre, mientras los ojos del emperador bajan la escalinata, condenados a contemplar una vez ma.s el asesinato a sueldo de su propia estatua.FRANCISCO A. CHICA

-Aguilera retorna ya investido por la infinita riqueza del mundo que él, siendo sólo una parte, ha desea_do. Y retorna investido también por la infinita humildad de quien se reconoce instrumento, mano pres_tada como prestada fue la mano de Velázquez. Unicamente conjugando esos extremos se alcanza la gran_deza. Aguilera trabaja de rodillas y pinta lo que ve: que es, por estar de rodillas, mucho más de lo que podemos ver nosotros.(Quien mira el mundo con ojos más sencillos es quien lo ve complicado y mortífero y encantador y plural y valioso. Porque lo ve como es. Quien lo mira con ojos precavidos y astutos es el único que puede verlo simple. Porque ése no ve el mundo: se ve él.)Aguilera -mirada y pincel limpios- ha erigido a la figura humana en compendio de todo el universo. Flores, paisajes, animales, astros no están alrededor de esa figura, sino como juguetes en sus manos, en sus ropas hinchadas casi navegantes, en sus densos tocados. Aquí, igual que en el ensueño de un ado_lescente, el orbe y su hermosura se ponen al servicio del pobre ser humano.Quizá porque Aguilera, como buen español y buen pintor, ha comprendido que la putrefacción y la amargura y el sexo y la vana santería se cubren con la fastuosidad. Para eso se inventó

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nuestro barroco. Y del barroco nuestro sí que es Aguilera verdadero hijo pródigo.

ANTONIO GALA

Pien,,o, querido Pepe, que hubiese hecho bien mandándote cualquier último poema. Pero mis poemas siguen hablando de muerte: "Te han fallado los besos / que equivocaste siempre, como equivoca / siem_pre el hombre lo que ama". O "Te darán fortaleza / a cambio de tu consentimiento. / El mundo es un perro generoso. / Todo volverá a ser azul. / Y aún te queda un espejo / donde observar a los que caen". ¿Y esto qué les importa a nadie?A1 final creo que he encontrado la íntima justificación, que tal vez yo mismo me negaba a encontrar: tenía miedo. Miedo a que dentro de mi historia, apareciera, como animal de fondo inevitable, un gato. Un gato triste que me ronda ; triste y siamés, con los ojos bellamente azules y algo bizco, cuyo nom_bre también empieza por A.¿Te sirve esto?

Un abrazo.                                                                  

                        JOSE INFANTE