La política nuclear argentina: enseñanzas históricas para un enfoque superador del sistema nacional de ciencia y tecnología.12 abril 2009

Por Alejandro Herrera

Palabras clave: investigación orientada a problemas (IOP) – política científica – desarrollo industrial

Abstract.

¿Es el programa nuclear argentino una fuente de inspiración para hacer frente a los desafíos actuales de una política científico-tecnológica autónoma y de aspiración industrialista? ¿Se trató de “un programa” o más bien de un decurso histórico en el cual sobresalen las continuidades por sobre las discontinuidades? Un análisis historiográfico de ese decurso histórico permite comprobar que la política nuclear argentina se enfrentó a la misma clase de desafíos que hoy conforman la agenda de retos de una política nacional de CyT. Aunque en un campo específico de conocimiento –el área nuclear-, la política nuclear argentina ensayó, con diferentes grados de éxito, respuestas muy concretas a problemas como el entrenamiento intensivo de técnicos y profesionales, la articulación con el sector industrial, la transferencia de base científica acumulada a una institución universitaria, la programación de formación doctoral, la fuga de cerebros (con el consecuente desafío de generar interés científico para su permanencia en el país), la inestabilidad política, las discontinuidades de financiamiento, el enfoque de relación y los criterios de adopción/compra de tecnología extranjera, la construcción de habilidades de gestión endógenas y sostenibles, y la investigación orientada a aplicaciones y problemas (medicina, agricultura, metalurgia). Problemas que, como se observa, aún están vigentes para el conjunto del sistema científico nacional.

En este trabajo me propongo presentar una línea de razonamiento que considera una mirada historiográfica de los criterios de decisión que se movilizaron en los tramos más relevantes del desarrollo de la política nuclear argentina y que demuestran la factibilidad histórica de ser recuperados de cara a la construcción de una política científica nacional sostenida en la audacia calculada, el interés nacional, la perspectiva largoplacista, el tesón y la creatividad frente a problemas nuevos que delinearon “el estilo de trabajo” del surgimiento y desarrollo del sistema nuclear argentino.

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La crisis, un “estado de naturaleza” en la Argentina.

“Hacer política científica” significa, al decir de Sábato, no solo resolver problemas, llevar adelante programas, obtener los resultados previstos y lidiar con imponderables. Hay algo más profundo: aprender a trabajar en condiciones de crisis. El decurso histórico del sistema científico nuclear argentino es un muestrario de situaciones en las cuales las respuestas ensayadas no estaban libradas a la excusa esperanzadora de “dejemoslo para tiempos mejores”. Muy por el contrario.

Por ejemplo, el proceso de construcción del primer reactor de potencia –Atucha 1- movilizó un cuadro de fuerzas e intereses en el cual quedó muy en claro la efectividad de la dirección centralizada del proceso con el concurso de expertos y técnicos. Una decisión relevante en este proceso fue que el grupo de expertos a quienes se encomienda la elaboración del Informe de Factibilidad es el mismo en quien recae la responsabilidad del proceso de selección de la tecnología del proyecto. Este hecho, a simple vista menor, muestra en términos historiográficos que la conjunción de las funciones de factibilidad (o ingeniería) y selección deben estar fuertemente imbricadas, dado que solo quien previó problemas de ingeniería en la etapa de factibilidad está en condiciones de formar un juicio de la selección.

Uno de los aspectos más sobresalientes del “estado natural de crisis” que caracteriza a la Argentina, según Sábato, es la ausencia crónica de financiamiento tecnológico. El llamado a ofertas para la construcción de Atucha I fue un paso audaz, una innovación institucional de base en materia de compras públicas.

Además de exigir la “intensa participación” del capital industrial local, el llamado introducía dos elementos novedosos: por un lado, excluía a las agencias internacionales como fuentes de financiamiento y, concomitantemente, solicitaba una propuesta de financiamiento específico a los oferentes internacionales. Quedó así demostrado que con audacia calculada, se hizo posible lo imposible. Quedó así patente que “el estado natural de crisis” de la sociedad argentina era un dato más; ni más, ni menos importante que cualquier otro problema endógeno del proyecto.

 

Problemas, aplicaciones y resultados visibles.

Como se ha expresado en diversos lugares, el objetivo estratégico de fondo del programa nuclear argentino – con la CNEA como núcleo del sistema, pero con la concurrencia institucional de media docena de centros de investigaciones y universidades que fueron dándole densidad y especialización interna (Instituto Balseiro; Instituto de Física de Rosario; Facultad de Exactas, etc.)- era el dominio autónomo y operacional de la tecnología nuclear y sus campos de aplicaciones más relevantes (energía, medicina, agricultura, por ejemplo).

Así todo, en el búsqueda de ese objetivo, en un estilo de gestión operacional de ciencia y tecnología probablemente asimilable, en lo filosófico, al enfoque de desarrollo del proyecto Manhattan, se abrieron caminos de aplicaciones y resolución de problemas que nutrieron de un alto efecto de externalización al sistema nuclear en desarrollo.

El ejemplo paradigmático en este aspecto fue el surgimiento una extensa constelación de centros de investigación y tratamiento en el campo de la medicina nuclear, que involucró a hospitales universitarios y de especialidades (Roffo, De Niños) a través de los departamentos de Radioisótopos de la CNEA. Este hecho, sumado a las actividades de investigación conjunta entre la CNEA y el INTA, contribuye a sostener la tesis que una fuerte inversión pública en un determinado campo tecnológico y con un objetivo central, arrastra una serie de efectos de externalidad positiva en campos afines, colindantes o tangenciales. Dicho en otros términos: la unidad de cobalto del Ruffo es una consecuencia de aplicaciones y resolución práctica de problemas –nada menos que el tratamiento del cáncer- del objetivo mayor de la política nuclear: invertir en reactores.

 

Fuga de cerebros e interés científico real.

Una constante en las sucesivas políticas de CyT nacionales ha sido el problema de la fuga de cerebros. Ahora bien, con prescindencia de las condiciones de clima social y atmósfera de investigación, la fuga de cerebros encuentra una explicación que por simple no es tan perceptible: la falta de interés científico.

Las lecciones que dejó el proceso de desarrollo del sistema nuclear argentino es que en la medida que el poder público está involucrado de modo activo –con grados de institucionalización adecuados y financiamiento real-  en proyectos de interés científico autónomos, con efectos de externalización y complejos en materia de desafíos, la comunidad de técnicos y científicos del campo construye un interés científico real sobre el proyecto que actúa de barrera a la emigración.

En el caso nuclear que aquí tratamos, los autores demuestran (Hurtado, Cosentino) que siendo el problema de la emigración de científicos una cuestión instalada en la década del 50, desde el proceso de construcción del RA1 al RA3 opera una interrupción de la fuga de cerebros. Se abre entonces, ante esta constatación, la simple pregunta: por qué? La enseñanza que deja el proceso de desarrollo nuclear argentino es que fue eficaz en términos de construcción de un conjunto denso de intereses científicos de la comunidad científica local.

 

Entrenamiento sistémico, formación doctoral y “recovecos de captura”

En el tramo de poco más de tres años (53-56) la política nuclear argentina despliega una estrategia de construcción de conocimiento en el área atómica digna de ser imitada en la actualidad.

La serie de actividades se enfocaron a tres ámbitos: en primer lugar, la organización de cursos especiales para jóvenes investigadores; concomitantemente, la participación argentina en los cursos internacionales y procesos de intercambio que derivaban de la creación de la IAEI (56/57) (cierta literatura de gestión de la ciencia llama actualmente a estos procesos con el nombre de networking); en último término –y como hito institucional clave- la creación del centro especial de formación doctoral (el Instituto de Física de Bariloche, luego Balseiro).

Estos hechos muestran que el camino del dominio de la tecnología nuclear tenía al entrenamiento sistémico y la formación doctoral una de sus principales herramientas.

Pero lo novedoso –y exitoso- de  esta estrategia de construcción de conocimiento vendría luego, en el momento de las negociaciones para la compra de una central a la alemana Siemens. El acuerdo de compra, inspirado en las ideas de tecnología abierta y de impacto en el desarrollo de cadena nacional industrial de Sábato, estableció que no habría dominios reservados a favor del vendedor. En los hechos, se trató de una compra de tecnología y de conocimiento en proceso, dado que el gobierno argentino instaló en la empresa alemana un grupo de técnicos que capturaron ese tipo de conocimiento de proceso imposible de aprehender en manuales o cursos o con un altísimo costo de curva de aprendizaje.

Comprar tecnología final bajo la condición de acceder al conocimiento del proceso, o, lo que es lo mismo, identificar “los recovecos de captura” (la palabra recoveco fue usada por el mismo Sábato) para acumular saber empírico fue la tercera herramienta de gestión del conocimiento que movilizó el programa nuclear argentino y que, a la luz de los resultados, aún se muestra conveniente para el interés nacional.

 

La ciencia como palanca de la industria.

Una de las hipótesis que deja abierta la estrategia de relacionamiento del programa nuclear –en concreto, el departamento de Metalurgia de la CNEA- y el sector industrial metalúrgico, mediante la creación del Servicio de Asistencia

Técnica a la Industria (SATI), es si la Argentina estuvo cerca en los 60 de constituir un núcleo industrial duro de alto dinamismo y mayor peso de conjunto en el PIB (como se sabe, una de las cuatro corrientes de pensamiento sobre el fracaso del desarrollo económico argentino atribuye  a la ausencia de un empresariado industrial dispuesto a confrontar con la renta del sector agropecuario; J. Schvarzer).

Con los elementos disponibles es dable pensar que la formación del llamado Grupo de Industrias Nacionales, en el marco del SATI, fue una estrategia institucional orientada a buscar el efecto de apalancamiento de un grupo empresarial dinámico en un conjunto de actividades de alto valor (electrónica, equipamiento de infraestructura, dispositivos de control, etc.).

Se observa así que el caso nuclear argentino reviste una riqueza conceptual tan profunda que proyecta hasta nuestros días el interés de conocer las virtudes de crear rentas de alto valor, en ciertos sectores de la economía, a partir de una fuerte inversión tecnológica pública.