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El rol de la mujer dentro del gimnasio

Por Danae Kingston G. 15 de Mayo de 2015

“La mujer está para que la vean”, “déjame ayudarte, te vas a lastimar”, “no la estoy

ofendiendo verdad, la estoy halagando”, “la mujer es más débil que el hombre por

naturaleza”, “te estas poniendo marimacha” estas son sólo algunas de las frases

que se escuchan día a día.

Elegí este tema porque me parece interesante analizar las dinámicas que se

generan dentro de estos espacios y cómo es que van fortaleciendo formas de

interacción preestablecidas que contribuyen a la diferencia de género, prácticas

que van marcando más que estereotipos, fortaleciendo jerarquías de poder,

posicionando a la mujer en la vulnerabilidad. ¿Con qué derecho?

Actualmente la mayoría de las personas piensan que la diferencia de género es

cosa del pasado o al menos eso pensaba yo y debo confesar que hasta he

contribuido a esto aunque me cueste admitirlo, la verdad creía que era algo que se

daba sólo en lugares muy lejanos a mi, en contextos muy distintos al mío. Cierto

es que no es tan evidente como antes pero sigue ahí, esto también es parte de

una “sensación construida” y es esto lo que quizá me aterra más porque la

mayoría de las prácticas que generan esta distinción pasan desapercibidas.

Si bien ya no es tan marcado el rol del hombre que provee y la mujer ama de

casa, aún así a la mujer que trabaja se le paga menos que al hombre, quizá

pensamos que ya no se le pueda violar a la mujer tan descaradamente como

antes, porque ya existen leyes que la amparan contra este abuso, pero lo cierto es

que esas leyes siguen favoreciendo a la impunidad de estos hijos del…

patriarcado. El lenguaje es muy sutil, “hijo de la chingada” “hijo de tu madre” estas

groserías que utilizamos para defendernos y ofender ¿a quién? ¿a la chingada, a

la madre? A la mujer. La verdad me estoy quedando corta.

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Creo que lo que nos permite ir concientizando e ir haciendo visible lo invisible es

justamente esto, cuestionar y analizar las prácticas de la vida cotidiana y buscar

nuevas formas de acción, salir de la normatividad, cuestionar lo natural, ser tan

radical como se deba ser para romper esquemas, es la única forma creo yo de

poder ir abriendo paso. Es por esto que decidí escribir sobre este tema porque es

algo que está muy presente en mi día a día, yo hago uso de estos espacios y soy

parte de las dinámicas y los roles que se juegan ahí todos los días.

Realicé dos observaciones en el gimnasio del ITESO y otras dos en el gimnasio

del Club Atlas Chapalita. Voy a comenzar hablando de lo que más llamo mi

atención en ITESO que fue la distribución de los espacios, de lado derecho

pegado a las maquinas cardiovasculares había un espacio pequeño, exclusivo

para las mujeres con pesas en libras y de colores (mancuernas y discos) en frente

de las maquinas cardiovasculares se encuentran los aparatos para hacer

abdominales y una fila de aparatos para hacer pierna y glúteo, esto es una cuarta

parte del gimnasio, todo lo demás son pesas para hacer brazo y pecho, en el

extremo izquierdo hay un espacio de mancuernas negras con peso en kilos.

Pude observar que las mujeres se encontraban en el extremo derecho del

gimnasio, en las maquinas cardiovasculares pero se mantenían la mayor parte del

tiempo en el espacio que es exclusivo para ellas, mientras que los hombres se

distribuían libremente por todo el espacio menos obviamente en esta parte

exclusiva de las mujeres. Me toco observar como un hombre se acerco a esta

área y como rápidamente se aproximo una persona de seguridad para recordarle

que no podía permanecer en ese espacio. ¿Cuál es la finalidad de tal

delimitación? ¿De qué me sirve un espacio exclusivo que limita mi actuar? ¿Por

qué me excluye? ¿Por qué no puedo apropiarme al igual que el hombre del

espacio comunitario? ¿Por qué además se necesita custodiar esa área? ¿Por qué

me tengo que cuidar de los hombres?

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Otra cosa que me sorprendió bastante fue el escuchar como una mujer le dijo a

otra “esas maquinas son de niño” en tono despectivo y se mantuvieron fuera de

ahí. Me sorprende como nosotras misma, inmersas en este rol, nos mantenemos

al margen, de lo que se debe y no hacer, de actuar cómo se espera que se actué.

Fue interesante observar esta dinámica de no romper con lo establecido y además

verificar que el otro no rompa tampoco con esto.

Otra cosa que pude distinguir fue que el peso de las mancuernas y los discos

ubicadas en la parte de las mujeres estaba en libras y eran de colores, mientras

que en el área de hombres estaban en kilos y eran negras. Me pareció de verdad

algo irreal, ¿a estas alturas? ¿en una universidad? la verdad me sentí ofendida,

me encabroné, pensé, no puede ser posible, que manera tan descarada de

estereotipar, ¿el carga más porque es hombre? A ver si entendí, el hombre es

fuerte, rudo y despreocupado, por otro lado, la mujer débil, delicada, que se

preocupa porque sus pesas sean de colores y bonitas, seguramente porque ellas

son las únicas que se fijan en los detalles y se encargan de esas tareas. En

verdad me sorprendió mucho lo que pude observar, la dinámica y los roles tan

marcados. Aún así la gente asiste, hace lo que tiene que hacer y se va, y al día

siguiente igual, es algo tan normalizado que a simple vista parece que no hace

algún daño.

El gimnasio del Club Atlas Chapalita tiene una distribución distinta, en la parte de

arriba se encuentran todas las maquinas cardiovasculares, caminadoras,

escaladoras, bicicletas, etc. Mientras que en el piso de abajo están todos los

aparatos de carga. Hay discos y mancuernas con peso tanto en libras como en

kilos, pero a diferencia de ITESO aquí no tienen ningún color que los diferencie,

todos son de color negro.

Pude observar que la división de espacios no es tan fija, todos estaban revueltos,

pude ver tanto hombres haciendo pierna y glúteo como mujeres en las maquinas

de pecho, brazo y espalda. Aparentemente fluyendo y apropiándose del espacio

de la misma manera.

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Después de un rato comencé a notar como los hombres invadían el espacio

personal de las mujeres, arrebatándoles las pesas de las manos diciendo “déjame

ayudarte, te puedes lastimar” cada vez que tenían que cargar los discos para

ponerle más peso a los aparatos. La mayoría de las señoras contestaban “gracias,

que caballeroso” ó “gracias, que amable” y había otras pocas que decían “gracias,

yo puedo”.

Además aquí era inevitable dejar de lado las miradas constantemente invasivas

por parte de los hombres hacia las mujeres, estas miradas que suelen utilizar los

hombres para perseguir el cuerpo de una mujer de forma violenta y por lo general

eran por parte de señores ya grandes a chavas de 20 a 25 años de edad. Algunos

se quedaban sentados en el aparato viendo, otros se cambiaban de lugar para

seguir viendo. Escuche como una chava le dijo a un señor “que bárbaro, podría

ser su hija” y este sólo se río. Lo he vivido y la verdad es una molestia terrible, a

tal grado que he dejado de hacer el ejercicio por la incomodidad de tener la mirada

encima. Entiendo que el cuerpo de la mujer se ha puesto constantemente como un

objeto, pero no entiendo con que derecho se sienten para violentar de esa

manera, no es un alago, me molesta, me hace sentir incomoda, me hace sentir

vulnerable. ¿Es ese el objetivo? ¿Es parte de este juego de poder?

En conclusión creo que para generar una verdadera equidad hay que empezar por

evitar dividir los espacios comunitarios, creo que estas divisiones están hechas

justamente para esto, para dividir, para marcar limites, el hecho de que los

hombres se apropien del espacio público fortalece las jerarquías, están diseñados

para esto para excluir y someter al otro.

¿El hombre es más fuerte que la mujer por naturaleza? Me llama mucho la

atención esto que vi en ITESO no solo la división de espacios y lo que representa

sino esta parte de los roles bien definidos, no creo que la mujer sea menos fuerte

que el hombre por naturaleza, lo que si creo es que la mujer se ha visto

intervenida por un montón de experiencias y prácticas que han marcado

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significativamente, que han ido moldeando esta identidad. Seguramente todo

comenzó cuando se marcan estos roles gracias a la entrada del capitalismo, la

propiedad privada, el matrimonio. En donde por ciertos intereses se a privado o se

a limitado a la mujer, se le ha dado un guion y un manual, se han creado un

montón de prácticas que además han normalizado esta violencia hacia la mujer y

que a la vez han puesto al hombre en un lugar privilegiado.

“En la sociedad capitalista la identidad sexual se convirtió en el soporte específico

de las funciones de trabajo. El cuerpo de las mujeres es apropiado por el Estado y

los hombres, forzado a funcionar como un medio para la reproducción y la

acumulación del trabajo”. (Federici, 2004)

Esta construcción se genera a partir de cómo hemos sido educadas para no ser

agresivas, desde pequeñas nos han metido la idea de que por mucho que nos

defendamos un hombre siempre nos gana, porque es más fuerte ó que el hombre

ayude con las labores de carga o más pesadas, dejándole a las niñas la limpieza.

No solo las prácticas sino el lenguaje también toma un papel importante dentro de

esto, estas frases con las que crecemos como “se te va a caer, dáselo a tu

hermano” ,“ tu no, porque esta muy pesado, no vas a poder” ,“déjame ayudarte, te

vas a lastimar” este lenguaje que esta no solo en casa, que también esta en el

gimnasio y que se necesita concientizar para poder modificar estas prácticas y

reconstruirlo, porque como dice Butler (1990) “El género es una identidad instituida

por una repetición estilizada de actos. La mujer no nace, se hace. El género esta

determinado por la estilización del cuerpo, los gestos, movimientos y normas que

los agentes sociales construyen o constituyen”. (Butler, 1990)

Creo que en general estos espacios siguen contribuyendo desafortunadamente a

esta violencia de género. Despertes (2016) “El ejercicio del poder designa un

dominante y organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin

restricción alguna. Robar, arrancar, engañar, imponer, que su voluntad se ejerza

sin obstáculos y que goce de su brutalidad, sin que su contrincante pueda

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manifestar resistencia. Correrse de placer al anular al otro, al examinar su palabra,

su voluntad, su integridad. La violación es la guerra civil, la organización política a

través de la cual un sexo declara al otro: yo tomo todos los derechos sobre ti, te

fuerzo a sentirte inferior, culpable y degradada”.

Aun en el gimnasio he observado como los espacios divididos han excluido a la

mujer, han delimitado el espacio en el cual moverse, la han colocado en una

situación de vulnerabilidad y violencia, la han convertido en un objeto, han pasado

encima de ella y siguen reafirmando estos roles que nos han reducido. Es

evidente que existe una cultura que favorece al hombre, se hace porque se puede,

el hombre es violento porque puede serlo porque el contexto lo favorece, a las

mujeres se les ha enseñado a ser sumisas, porque en esta violencia se

desenvuelve el capitalismo.

Debo confesar que antes creía en verdad que la violencia no era la solución, pero

hoy estoy de acuerdo con Virgine, hasta en espacios en donde no piensas que

puede haber violencia de género la hay, sutil pero ahí esta y nos pone en

desventaja la mayor parte del tiempo, cada vez que el hombre se sienta

amenazado o simplemente quiera tomar su dosis de privilegios, quizá no sea la

mejor forma de hacerlo pero en este momento no creo que no haya otra opción.

Despentes (2006) “el día que los hombres tengan miedo de que les laceren la

polla a golpe de cúter cuando acosen a una chica, seguro que de repente sabrían

controlar mejor sus pasiones masculinas y comprender lo que quiere decir no”.

Bibliografía: BUTLER, Judith (1990) “Actos performativos y constitución del género: un ensayo

sobre fenomenología y teoría feminista”. En revista Debate feminista.

DESPENTES, Virgine (2006). Teoría King Kong. Barcelona: Melusina, 2006.

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DE LAURETIS, Teresa (1989). “Tecnología del género”, disponible en: http://wiki.medialab-prado.es/images/b/b0/La_tech_del_genero_Delauretis.pdf

FEDERICI, Silvia (2004). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación

primitiva. Madrid: Traficantes de sueños, 2010.