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LITERATURA UNIVERSAL: SELECCIÓN DE POEMAS PARA LA TERCERA EVALUACIÓN Oda a un ruiseñor [Poema: Texto completo] John Keats Me duele el corazón y aqueja un soñoliento torpor a mis sentidos, cual si hubiera bebido cicuta o apurado algún fuerte narcótico ahora mismo, y me hundiese en el Leteo: no porque sienta envidia de tu sino feliz, sino por excesiva ventura en tu ventura, tú que, Dríada alada de los árboles, en alguna maraña melodiosa de los verdes hayales y las sombras sin cuento, a plena voz le cantas al estío. ¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiempo refrescado en la tierra profunda, sabiendo a Flora y a los campos verdes, a danza y canción provenzal y a soleada alegría! ¡Quién un vaso me diera del Sur cálido, colmado de hipocrás rosado y verdadero, con bullir en su borde de enlazadas burbujas y mi boca de púrpura teñida; beber y, sin ser visto, abandonar el 1

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LITERATURA UNIVERSAL:

SELECCIÓN DE POEMAS PARA LA TERCERA EVALUACIÓN

Oda a un ruiseñor[Poema: Texto completo]

John Keats

Me duele el corazón y aqueja un soñolientotorpor a mis sentidos, cual si hubiera bebidocicuta o apurado algún fuerte narcóticoahora mismo, y me hundiese en el Leteo:no porque sienta envidia de tu sino feliz,sino por excesiva ventura en tu ventura,tú que, Dríada alada de los árboles,en alguna maraña melodiosade los verdes hayales y las sombras sin cuento,a plena voz le cantas al estío.

¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiemporefrescado en la tierra profunda,sabiendo a Flora y a los campos verdes,a danza y canción provenzal y a soleada alegría!¡Quién un vaso me diera del Sur cálido,colmado de hipocrás rosado y verdadero,con bullir en su borde de enlazadas burbujasy mi boca de púrpura teñida;beber y, sin ser visto, abandonar el mundoy perderme contigo en las sombras del bosque!

A lo lejos perderme, disiparme, olvidarlo que entre ramas no supiste nunca:la fatiga, la fiebre y el enojo de donde,uno a otro, los hombres, en su gemir, se escuchan,y sacude el temblor postreras canas tristes;donde la juventud, flaca y pálida, muere;donde, sólo al pensar, nos llenan la tristezay esas desesperanzas con párpados de plomo;donde sus ojos claros no guarda la hermosurasin que, ya al otro día, los nuble un amor nuevo.

¡Perderme lejos, lejos! Pues volaré contigo,no en el carro de Baco y con sus leopardos,sino en las invisibles alas de la Poesía,aunque la mente obtusa vacile y se detenga.¡Contigo ya! Tierna es la nochey tal vez en su trono esté la Luna Reinay, en torno, aquel enjambre de estrellas, de sus Hadas;pero aquí no hay más luces

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que las que exhala el cielo con sus brisas, por ramassombrías y senderos serpenteantes, musgosos.

Entre sombras escucho; y si yo tantas vecescasi me enamoré de la apacible Muertey le di dulces nombres en versos pensativos,para que se llevara por los aires mi alientotranquilo; más que nunca morir parece amable,extinguirse sin pena, a medianoche,en tanto tú derramas toda el almaen ese arrobamiento.Cantarías aún, mas ya no te oiría:para tu canto fúnebre sería tierra y hierba.

Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal!No habrá gentes hambrientas que te humillen;la voz que oigo esta noche pasajera, fue oídapor el emperador, antaño, y por el rústico;tal vez el mismo canto llegó al corazón tristede Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra,por las extrañas mieses se detuvo, llorando;el mismo que hechizara a menudo los mágicosventanales, abiertos sobre espumas de maresazarosos, en tierras de hadas y de olvido.

¡De olvido! Esa palabra, como campana, doblay me aleja de ti, hacia mis soledades.¡Adiós! La fantasía no alucina tan biencomo la fama reza, elfo de engaño.¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apagamás allá de esos prados, sobre el callado arroyo,por encima del monte, y luego se sepultaentre avenidas del vecino valle.¿Era visión o sueño?Se fue ya aquella música. ¿Despierto? ¿Estoy dormido?

Sobre una urna griega[Poema: Texto completo]

John Keats

Tú, novia intacta aún de la quietud,prohijada del silencio y de las lentas horas,selvático rapsoda, que refieres un cuentoflorido, con dulzura mayor que en nuestra rima:¿qué leyenda, ceñida de verdor, en tu formatiembla? ¿Será de dioses o mortales, o de ambos,en el Tempé o en valles de Arcadia? ¿Quiénes son

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esos hombres o dioses? ¿Qué doncellas resistenal loco perseguir? ¿Qué pugna es ésa, huyendo?¿Qué flautas y tambores? ¿Qué extasis salvaje?

Las músicas oídas son dulces, pero másdulces son las no oídas. Seguid sonando, pues,¡oh, caramillos blandos!, no al sentido: más tiernassuenen en el espíritu las canciones sin notas.Doncel, bajo los árboles, abandonar no puedestu canto y no podrían desnudarse esas ramas;enamorado audaz, no podrás besar nunca,aunque tan cerca estás ; mas no te apenes: ellano puede marchitarse; tu ventura no alcanzas,pero siempre amarás y será siempre hermosa.

¡Ah! ¡Felices, felices ramas, que vuestras hojasno podéis esparcir, ni de abril despediros!Y músico feliz, que no te cansas nuncade modular canciones siempre nuevas. Empero,más feliz, más feliz ese amor venturoso,cálido siempre y no gozado todavía,y jadeante siempre y para siempre joven:todos alientan lejos de la pasión humana,que deja el corazón tan saciado y tan tristey una frente de fuego y la lengua abrasada.

¿Quiénes son esas gentes que al sacrificio acuden?¿ A qué altar de verdores, ¡oh, extraño sacerdote!,esa ternera guías, que hacia los cielos muge,con los fiancos sedeños cubiertos de guirnaldas?¿Qué pequeña ciudad, de la playa o de un río,o alzada en la montaña, con una ciudadelapacífica, quedóse sin gente esa devotamañana? Y a tus calles, ¡oh, villa! , para siemprese verán silenciosas, y ni un alma a decirnospor qué estás tan desierta, podrá ya volver nunca.

¡Forma ática, hermosa actitud! Guarnecidacon progenie de hombres y doncellas de mármol,con ramas de los bosques y con hollada hierba.Tu empeño, ¡oh, silenciosa forma!, nuestros pensaresvence, como lo eterno: ¡oh tú, pastoral fría!Cuando a los hoy lozanos ya la vejez consuma,te quedarás aún, en medio de otras cuitas,como amiga del hombre, diciendo: «La bellezaes verdad; la verdad, belleza» : y eso es cuantoen la tierra sabéis, y ya más no precisa.

El albatros3

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[Poema: Texto completo.]

Charles Baudelaire

Por distraerse, a veces, suelen los marinerosDar caza a los albatros, grandes aves del mar,Que siguen, indolentes compañeros de viaje,Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,Dejan penosamente arrastrando las alas,Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,Que habita la tormenta y ríe del ballestero.Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,Sus alas de gigante le impiden caminar.

Correspondencias[Poema: Texto completo.]

Charles Baudelaire

La Natura es un templo donde vividos pilaresDejan, a veces, brotar confusas palabras;El hombre pasa a través de bosques de símbolosque lo observan con miradas familiares.

Como prolongados ecos que de lejos se confundenEn una tenebrosa y profunda unidad,Vasta como la noche y como la claridad,Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de cosas infinitas,Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

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Himno a la bellezade Charles Baudelaire

Nota: Poema número 21 de Las flores del mal (edición de 1861).

¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,Y se puede, por eso, compararte con el vino.

Tú contienes en tu mirada el ocaso y la aurora;Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;Tus besos son un filtro y tu boca un ánforaQue tornan al héroe flojo y al niño valiente.

¿Surges tú del abismo negro o desciendes de los astros?El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;Tú siembras al azar la alegría y los desastres,Y gobiernas todo y no respondes de nada,

Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que te burlas;De tus joyas el Horror no es lo menos encantador,Y la Muerte, entre tus más caros dijes,Sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.

El efímero deslumbrado marcha hacia ti, candela,Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bellaTiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.

Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puertaDe un infinito que amo y jamás he conocido?

De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena,¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo,Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!—El universo menos horrible y los instantes menos pesados?

La invitación al viajede Charles Baudelaire Nota: Poema número 53 de Las flores del mal (edición de 1861).

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Mi niña, mi hermana,¡Piensa en la dulzuraDe vivir allá juntos!Amar libremente,¡Amar y morirEn el país que a ti se parece!Los soles llorososDe esos cielos encapotadosPara mi espíritu tienen la seducciónTan misteriosaDe tus traicioneros ojos,Brillando a través de sus lágrimas.

Allá, todo es orden y belleza,Lujo, calma y voluptuosidad.

Muebles relucientes,Pulidos por los años,Decorarían nuestra alcoba;Las más raras floresMezclando sus oloresAl vago aroma del ámbarLos ricos artesonados,Los espejos profundos,El esplendor oriental,Todo allí hablaríaAl alma en secretoSu dulce lengua natal.

Allá, todo es orden y belleza,Lujo, calma y voluptuosidad.

Mira en esos canalesDormir los barcosCuyo humor es vagabundo;Es para saciarTu menor deseoQue vienen desde el cabo del mundo.—Los soles en el ocasoRecubren los campos,Los canales, la ciudad entera,De jacinto y de oro;El mundo se adormeceEn una cálida luz

Allá, todo es orden y belleza,Lujo, calma y voluptuosidad.

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A una transeúnte[Poema: Texto completo.]

Charles Baudelaire

La calle atronadora aullaba en torno mío.Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reinaUna dama pasó, que con gesto fastuosoRecogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.De súbito bebí, con crispación de loco.Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva bellezaCuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!

El crepúsculo matutino[Poema: Texto completo.]

Charles Baudelaire

La diana resonaba en todos los cuartelesY apagaba las lámparas el viento matutino.

Era la hora en que enjambres de maléficos sueñosAhogan en sus almohadas a los adolescentes;Cuando tal palpitante y sangrienta pupila,La lámpara en el día traza una mancha rojaY el alma, bajo el peso del cuerpo adormilado,Imita los combates del día y de la lámpara.Como lloroso rostro que enjugase la brisa,Llena el aire un temblor de cosas fugacísimasY se cansan los hombres de escribir y de amar.

Empiezan a humear acá y allá las casas,Las hembras del placer, con el párpado lívido,Reposan boquiabiertas con derrengado sueño;Las pobres, arrastrando sus fríos y flacos senos,Soplan en los tizones y soplan en sus dedos.Es la hora en que, envueltas en la mugre y el frío,Las parturientas sienten aumentar sus dolores;Como un roto sollozo por la sangre que brota

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El canto de los gallos desgarra el aire oscuro;Baña los edificios un océano de niebla,y los agonizantes, dentro, en los hospitales,Lanzan su último aliento entre hipos desiguales.Los libertinos vuelven, rotos por su labor.

La friolenta aurora en traje verde y rosaAvanzaba despacio sobre el Sena desiertoY el sombrío Paris, frotándose los ojos,Empuñaba sus útiles, viejo trabajador.

La destrucción[Poema: Texto completo.]

Charles Baudelaire

A mi lado sin tregua el Demonio se agita;En torno de mi flota como un aire impalpable;Lo trago y noto cómo abrasa mis pulmonesDe un deseo llenándolos culpable e infinito.

Toma, a veces, pues sabe de mi amor por el Arte,De la más seductora mujer las apariencias,y acudiendo a especiosos pretextos de adulónMis labios acostumbra a filtros depravados.

Lejos de la mirada de Dios así me lleva,Jadeante y deshecho por la fatiga, al centroDe las hondas y solas planicies del Hastío,

Y arroja ante mis ojos, de confusión repletos,Vestiduras manchadas y entreabiertas heridas,¡Y el sangriento aparato que en la Destrucción vive!

El viaje (Baudelaire)de Charles Baudelaire

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Nota: Poema número 126 de Las flores del mal (edición de 1861).

I

Para el niño, enamorado de mapas y estampas,El universo es igual a su vasto apetito.¡Ah! ¡Cuan grande es el mundo a la claridad de las lámparas!¡Para las miradas del recuerdo, el mundo qué pequeño!

Una mañana zarpamos, la mente inflamada,El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la ondaMeciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.

Algunos, dichosos al huir de una patria infame;Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.

Para no convertirse en bestias, se embriaganDe espacio y de luz, y de cielos incendiados;El hielo que los muerde, los soles que los broncean,Borran lentamente la huella de los besos.

Pero los verdaderos viajeros son los únicos que partenPor partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,De su fatalidad jamás ellos se apartan,Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!

¡Son aquellos cuyos deseos tienen forma de nubes,Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!

III

¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatosLeemos en vuestros ojos profundos como los mares!Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.

¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,Haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.

Decid, ¿qué habéis visto?

Kubla Khan9

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Samuel Taylor ColeridgeEN Xanadú, Kubla Khanmandó que levantaran su cúpula señera:allí donde discurre Alfa, el río sagrado,por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,hacia una mar que el sol no alcanza nunca.Dos veces cinco millas de tierra muy ferazciñeron de altas torres y murallas:y había allí jardines con brillo de arroyuelos,donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,y bosques viejos como las colinascercando los rincones de verde soleado.

¡Oh sima de misterio, que se abríabajo la verde loma, cruzando entre los cedros!Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizadocomo el que frecuentara, bajo menguante luna,una mujer, gimiendo de amor por un espíritu.Y del abismo hirviente y con fragoressin fin, cual si la tierra jadeara,hízose que brotara un agua caudalosa,entre cuyo manar veloz e intermitentese enlazaban fragmentos enormes, a manerade granizo o de mieses que el trillador separa:y en medio de las rocas danzantes, para siempre,lanzóse el sacro río.Cinco millas de sierpe, como en un laberinto,

siguió el sagrado río por valles y collados,hacia aquellas cavernas que no ha medido el hombre,y hundióse con fragor en una mar sin vida:y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas,las voces de otros tiempos, augurio de la guerra.

La sombra de la cúpula deliciosa flotabaencima de las ondas,y allí se oía aquel rumor mezcladodel agua y las cavernas.¡Oh, singular, maravillosa fábrica:sobre heladas cavernas la cúpula de sol!

Un día, en mis ensueños,una joven con un salterio aparecíallegaba de Abisinia esa doncellay pulsaba el salterio;cantando las montañas de Aboré.Si revivir lograra en mis entrañassu música y su canto,tal fuera mi delicia,que con la melodía potente y sostenidaalzaría en el aire aquella cúpula,la cúpula de sol y las cuevas de hielo.Y cuantos me escucharan las veríany todos clamarían: «¡Deteneos!¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco!Tres círculos trazad en torno suyoy los ojos cerrad con miedo sacro,pues se nutrió con néctar de las floresy la leche probó del Paraíso».

Versión de Màrie Montand

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