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1 REPERCUSIONES SOCIALES PROVOCADAS POR LEVANTAMIENTOS INDIGENAS DURANTE EL SIGLO XVII EN LA AUDIENCIA DE QUITO MSc. Patricio Carrera La Real Audiencia de Quito en el Siglo XVIII Para los años de 1563 hasta 1822 se creó la Audiencia y Cancillería Real de Quito, fue el máximo tribunal de la Corona española con jurisdicción sobre los territorios de la Provincia o Presidencia de Quito, dentro del Virreinato del Perú, que después formaron parte del de Nueva Granada. “Como gobernador de Quito Gonzalo Pizarro, había ensanchado ya su territorio, hasta Cali y Popayán por el Norte; por el Sur hasta los desiertos de Piura; y por la cuenca del río Amazonas, la exploración de Gonzalo Pizarro, el descubrimiento y exploración del rio Amazonas hasta el Atlántico por Francisco de Orellana, y las fundaciones en Yaguarzongo y Bracamoros, como los descubrimientos del alto rio Marañón y al río Ucayali por Juan de Salinas, dieron al antiguo Gobierno de Quito una extensión nueva en la cuenca del río Amazonas. Por estas razones, el 4 de julio de 1560 los Quiteños pidieron al rey de España la erección de una Audiencia en la Gobernación de Quito”. En 1563 el rey Felipe II, en la ciudad de Guadalajara se dictó una Real Cédula por el cual la Gobernación de Quito de Gonzalo Pizarro es levantada a una Audiencia Real y se le señala límites. En 1717 por una Real Cédula del 27 de mayo de ese año la Real Audiencia de Quito fue suprimida al tiempo del primer establecimiento del Virreinato de Nueva Granada. El 7 de febrero de 1720 fue restablecida al suprimirse el virreinato, quedando dependiente del Perú hasta 1739 en que al ser restablecido el Virreinato de Nueva Granada, se integró a su jurisdicción. LEVANTAMIENTOS INDÍGENAS Es importante retomar los hechos históricos que anteceden porque son las raíces profundas de la organización y la lucha de los pueblos indígenas en el Ecuador, como ejemplos significativos de la situación colonial y semi colonial a la que estábamos sometidos. El proceso de la lucha indígena en el Ecuador tiene un espacio de más de 500 años, siendo estos los principales acontecimientos que han servido como semilla para que en la actualidad las nacionalidades y pueblos indígenas presenten alternativas válidas de desarrollo para el conjunto de la sociedad ecuatoriana. El valor, la dignidad de los pueblos indígenas, demostrada por más de 500 años, ha servido de guía para que fructifique la organización de este pueblo y continúe en la resistencia y presencia en el escenario nacional. A continuación una breve reseña histórica de los principales levantamientos indígenas en el territorio que hoy conocemos como Ecuador: “En Guayas, los Chonos, Congonos y Chonayes, en 1535 y 1537 protestaron y se levantaron a raíz de las reducciones de indios”. “En 1568 El Capitán Andrés Contero fue a Esmeraldas a pacificar a los

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REPERCUSIONES SOCIALES PROVOCADAS POR LEVANTAMIENTOS INDIGENAS DURANTE EL SIGLO XVII EN LA AUDIENCIA DE QUITO

MSc. Patricio Carrera

La Real Audiencia de Quito en el Siglo XVIII  Para los años de 1563 hasta 1822 se creó la Audiencia y Cancillería Real de Quito, fue el máximo tribunal de la Corona española con jurisdicción sobre los territorios de la Provincia o Presidencia de Quito, dentro del Virreinato del Perú, que después formaron parte del de Nueva Granada. “Como gobernador de Quito Gonzalo Pizarro, había ensanchado ya su territorio, hasta Cali y Popayán por el Norte; por el Sur hasta los desiertos de Piura; y por la cuenca del río Amazonas, la exploración de Gonzalo Pizarro, el descubrimiento y exploración del rio Amazonas hasta el Atlántico por Francisco de Orellana, y las fundaciones en Yaguarzongo y Bracamoros, como los descubrimientos del alto rio Marañón y al río Ucayali por Juan de Salinas, dieron al antiguo Gobierno de Quito una extensión nueva en la cuenca del río Amazonas. Por estas razones, el 4 de julio de 1560 los Quiteños pidieron al rey de España la erección de una Audiencia en la Gobernación de Quito”. En 1563 el rey Felipe II, en la ciudad de Guadalajara se dictó una Real Cédula por el cual la Gobernación de Quito de Gonzalo Pizarro es levantada a una Audiencia Real y se le señala límites.

En 1717 por una Real Cédula del 27 de mayo de ese año la Real Audiencia de Quito fue suprimida al tiempo del primer establecimiento del Virreinato de Nueva Granada. El 7 de febrero de 1720 fue restablecida al suprimirse el virreinato, quedando dependiente del Perú hasta 1739 en que al ser restablecido el Virreinato de Nueva Granada, se integró a su jurisdicción.

LEVANTAMIENTOS INDÍGENASEs importante retomar los hechos históricos que anteceden porque son las raíces profundas de la organización y la lucha de los pueblos indígenas en el Ecuador, como ejemplos significativos de la situación colonial y semi colonial a la que estábamos sometidos. El proceso de la lucha indígena en el Ecuador tiene un espacio de más de 500 años, siendo estos los principales acontecimientos que han servido como semilla para que en la actualidad las nacionalidades y pueblos indígenas presenten alternativas válidas de desarrollo para el conjunto de la sociedad ecuatoriana. El valor, la dignidad de los pueblos indígenas, demostrada por más de 500 años, ha servido de guía para que fructifique la organización de este pueblo y continúe en la resistencia y presencia en el escenario nacional. A continuación una breve reseña histórica de los principales levantamientos indígenas en el territorio que hoy conocemos como Ecuador:

“En Guayas, los Chonos, Congonos y Chonayes, en 1535 y 1537 protestaron y se levantaron a raíz de las reducciones de indios”.

“En 1568 El Capitán Andrés Contero fue a Esmeraldas a pacificar a los indios levantados”. Los indios Malabas y los Tomolos, habitaron las tierras de Esmeraldas y por varias ocasiones se sublevaron contra el dominio español.

Para el siglo XVIII, existieron varios levantamientos pero los más importantes fueron los que se produjeron en la Real Audiencia de Quito. En el orden cronológico los levantamientos de los pueblos indígenas son los siguientes: “En Poma Llacta ,1730; en Riobamba, 1764; en San Miguel de Molleambato, 1766; en el Obraje de San Idelfonso, 1768; en San Felipe, 1771; en el corregimiento de Otavalo, 1777; en Guano, 1778; en Ambato 1780; en Píllaro 1770, en Guamote y Columbe, 1803”.  “En los años de la independencia la participación de los pueblos indígenas en la independencia fue obligada, así, el Márquez de Maenza, en Latacunga, llevó a sus peones al combate; a los

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indios de Guanujo se les pagó para que fabriquen lanzas y flechas de chonta para los patriotas”. No se trató de una participación masiva, ya que los indígenas estaban sometidos a sus trabajos; al sistema agrario en las haciendas, tanto así que los hacendados obligaron a algunos de ellos a combatir en el bando al que pertenecían, las luchas fueron entre realistas y criollos, los indígenas, sirvientes tanto de los unos como de los otros, se enfrentaron por una causa que no era propia, es así que el triunfo de los criollos del 10 de Agosto de 1809 no le significó su libertad anhelada. Los levantamientos indígenas en el siglo XVIII tuvieron una característica principal, luchar en contra del colonialismo y el abuso del poder de los colonizadores, los malos tratos y crueldades de sus opresores, el cobro de diezmos por la iglesia, de tributos por los encomenderos y de impuestos por el Estado, el trabajo y los servicios sin remuneración, la apropiación arbitraria de sus tierras, el reclutamiento forzoso para el trabajo en las minas y por los censos, a los que vieron como una nueva fuente de exacciones. A estas causas que fueron las principales, se sumó otra de carácter político conocida con el nombre de milenarismo indio, que expresó el anhelo de restablecer el señorío sobre la tierra, la cultura y los dioses indígenas y la civilización y organización política indias; en suma, la organización social y política existentes antes de la conquista española.

Otra característica importante de esta primera etapa es que los movimientos no llegaron a tener gran envergadura ni presentaron planes muy elaborados. Buscaban sobretodo conseguir objetivos inmediatos.  Otro aspecto destacable es que estos movimientos pedían reivindicaciones o cambios solo parciales dentro de las estructuras coloniales de poder, y hasta juraban lealtad al rey de España.Estas protestas se debieron a que las zonas comercialmente más desarrolladas se vieron afectadas por las constantes presiones fiscales y laborales ejercidas por la Corona. Sobre todo a partir de las Reformas Borbónicas, que provocaron alzamientos y movimientos articulados, llegando hasta la rebelión  Cabe señalar, que los mecanismos de inclusión y represión del estado virreinal fueron aceptados mayoritariamente por la población, de lo contrario el dominio español sobre sus colonias no hubiese podido sostenerse durante cuatro siglos. La división de los líderes y la atomización de los movimientos no se debieron únicamente a los mecanismos represivos e ideológicos españoles, sino que además estos líderes y movimientos no fueron capaces de establecer un discurso articulado con los diversos sectores sociales y geográficos pues luchaban por reivindicaciones menores y contra personajes específicos (autoridades menores), siendo así fáciles de reprimir. Un elemento aparte en el estudio de la protesta social viene desde el campo de la historia de la ideas, y es el referido a la "utopía andina", la utopía andina hace referencia al pasado incaico como la génesis de los movimientos indígenas, incluyendo en el proceso a mestizos y criollos.  En la Real Audiencia de Quito en el Siglo XVIII, los levantamientos más relevantes se produjeron especialmente en las provincias de mayor concentración poblacional indígena, como son Imbabura, Cotopaxi, Chimborazo y Tungurahua. En la región centro norte se produjeron los movimientos que involucraron a un número mayor de pobladores, así participaron de manera activa indígenas de Otavalo, San Pablo, Atuntaqui, Caranqui y Cotacachi; parcialidades conocidas, hoy, bajo la denominación de indios otavaleños, altivos y laboriosos y que mantienen junto a otras comunidades indígenas de la actualidad, su cultura, idioma, costumbres y tradiciones.

Estas sublevaciones, al igual que otras ocurridas en los territorios de lo que hoy es el Ecuador, tuvieron su origen en la aplicación de un Censo General de Población, ordenado por la Corona Española y ejecutada mediante Cédula Real de 1776, para conocer el número de habitantes, sobre todo indígenas, con fines del cobro de impuestos, distribución para el trabajo en las mitas y encomiendas. Este censo poblacional que debía actualizarse cada año, fue llevado de manera abusiva e imprudente por la jerarquía eclesiástica y la administración civil; pronto despertó la indignación y el odio de los indígenas a los curas. La historiografía recuerda la burla de los indígenas a las imágenes de los santos tildándolos de “muñecos fabricados por los mestizos”,

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cuando el religioso utilizando el mecanismo de la procesión, sacaban las imágenes a las calles de las ciudades.

La sublevación abarcaría luego a San Pablo, Otavalo, Pinzaquí e Ibarra en cada uno de cuyos sitios los indígenas realizaron acciones que evidenciaron, históricamente, la furia desatada en contra del corregidor, el cura y el encomendero. Como una mancha de aceite, que va cubriendo territorios, los indígenas destruían las casas de los españoles, las quemaban y obligaban a salir a éstos de sus escondites; invadían conventos, allanaban iglesias a fin de dar caza a sus explotadores.

La historia recoge el siguiente acontecimiento cuando se desarrollaba el censo de población. “Por sobre el altar mayor, una de las indias “cacicas”, así llamadas porque atacan juntas, busca afanosamente a quien es el encargado de dar a conocer la orden de llevar adelante el Censo de Población. Los indígenas amotinados saben que dicho censo no tiene otro propósito que el de “herrar” a los indios para convertirlos en esclavos obligándolos a trabajar gratuitamente”.Las sanciones llegan a los amotinados y amotinadas, se les corta el cabello en la plaza pública para denigrar su condición y dignidad de mujeres; a los hombres se les hace igual, pero se les azota públicamente para que quede escarmiento y además como pena se les asigna al obraje para que paguen con trabajo gratuito, la osadía de oponerse a la sumisión, explotación y muerte.  Muchos mestizos, curas y administradores de los bienes de la Iglesia y el Estado Español son asesinados de diferentes maneras, lo importante es demostrar que el indio no le teme al doctrinero, al capataz del obraje, al encomendero y al español mismo, al usurpador de sus tierras, violador de sus mujeres y ladrón de sus riquezas.  Este es el fermento que irá incubando las condiciones necesarias para el inicio de ideas emancipadoras, previas a las guerras de la independencia que marcarán el final del oprobioso proceso de conquista y colonización español en América. 

LEVANTAMIENTOS INDÍGENAS SIERRA CENTRO NORTE:En la zona centro norte de lo que hoy conocemos Ecuador estaban situados varias poblaciones de indígenas las mismas que se dedicaban a varias actividades económicas para la colonia y a su vez para el rey, con el único objetivo de esclavizarles y controlarles por medio de trabajos forzados como son los obrajes y minas, adicionalmente en esta zona existían una gran cantidad de población indígena concentrada. Los levantamientos indígenas fueron ocasionados por la explotación de los colonizadores en contra de los indígenas. A continuación, una reseña cronológica de los principales levantamientos en esta zona (sierra centro norte), en el siglo XVIII. Defensa de la propiedad comunal indígena en Pomallacta, 1730. Tumulto en el Asiento de Alausí, 1760. Sublevación contra las Mitas en la villa de Riobamba, 1764. Rebelión contra la cobranza de tributos en San Miguel de Molleambato, 1766. Alzamiento de los Conciertos en el obraje de San Idelfonso, 1768. Sublevación indígena en San Phelipe, 1771. Insurrección de los indios del Corregimiento de Otavalo, 1777. Sublevación en la tenencia general de Ambato, 1780. Rebelión contra los diezmos en Guamote y Columbe, 1803.

“Con el tiempo, la política borbónica afectó a las tres regiones, pues tenía esencialmente a mermar poder económico y político a los grupos criollos por medio de aumentos de tributos sobre la propiedad, de supresión de los privilegios otorgados en Estancos y Aduanas, de aumentos de impuestos, y de reemplazo de funcionarios estatales criollos por chapetones, encargos como los de corregidores. Está por demás decir que si la política metropolitana del último tercio del siglo XVIII afectó a los intereses de los terratenientes criollos, estás estaban encaminadas fundamentalmente a aumentar el excedente de trabajo de la población indígena y esclava”.

 Los problemas económicos que surgieron a través de la política económica promulgada por las reformas borbónicas, conllevaron a aumentar el excedente de trabajo de población indígena local provocó reacción por parte de los mismos mediante levantamientos armados en contra de

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los colonizadores y explotadores, para este siglo 18 en la en la real audiencia de Quito se produjeron varias sublevaciones indígenas especialmente en lo que conocemos con las provincias de Imbabura, Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo. Donde pobladores indígenas se revelaron en contra de los explotadores hasta conseguir su objetivo.

 IMBABURAEn la provincia de Imbabura surgió un importante levantamiento indígena en el año de 1777 el cual es conocido como Insurrección de los indios del Corregimiento de Otavalo. El domingo 9 de Noviembre se publicó la orden del obispo en el pueblo de Cotacachi. Durante la misa las esposas de los caciques arrancharon los papeles creyendo que se ordenaba más pago de aduana. A este acto le sucedió el asesinato de varios blancos y el incendio de haciendas y casas del pueblo. El furor popular en Cotacachi amainó con la noticia de la derrota de los indios en la batalla de Agualongo cerca de la quebrada de Arcos. El 10 de noviembre se inició la sublevación en Otavalo: las mujeres indígenas arrojaron ante el corregidor el algodón que este les había repartido para que hilasen con el objeto de fabricar tiendas de campaña para el Ejército que actuaría sobre los indios del resto de la Audiencia.

El corregidor y los pobladores blancos huyeron hacia Quito, aunque muchos de ellos no lograron llegar y fueron asesinados y sus cadáveres expuestos en la plaza de Otavalo. Aun el Convento de San Francisco que se había convertido en refugio para los perseguidos blancos y mestizos fue asaltado por los indios. La sublevación continúo cerca de Quito con saqueos e incendios de haciendas y obrajes. El presidente de la Audiencia se topa con el principal levantamiento y dudó poder controlarlo sobre todo si los curas lograban acercar a los patriotas de Quito y los indios del resto de la Audiencia solicitaron tropas de Pasto y Bogotá.  La caída de Otavalo en poder de los insurgentes convirtió a la capital del corregimiento en centro temporal de difusión subversiva. La insurrección se dirigió también al norte y un grupo de indígenas se apoderó el 11 de Agosto del pueblo de San Pablo e incendió varias casas con el algodón y papeles y destruyeron la plaza del pueblo.

Allí fue colocado el cadáver de uno de los blancos asesinados en la hacienda de Cajas y posteriormente ese fue el lugar donde pereció a manos de los sublevados el cacique gobernador de la provincia de Otavalo por colaboracionista. El nudo de Mojanda se encendió y se sublevaron los indios de Cayambe donde llegaron agitadores provenientes del norte y se vieron en las filas mestizos hablando de una nueva república. Incendiaron varias haciendas combatieron con la gendarmería y tomaron el pueblo de Cayambe en cuya iglesia se habían refugiado los perseguidos blancos y mestizos. De allí fueron sacados dos individuos de la misma manera que hicieran las autoridades españolas y colocaron sus cadáveres colgados en un poste.En Quito el tribunal de la Audiencia entregó facultades a su presidente, Joseph Diguja, para que dirigiera la tropa de pacificación tanto las enviadas por el Virrey desde Bogotá como las de la Audiencia sumadas a todos los blancos que veían con miedo como actuaban los indios de la zona norte. El 16 de noviembre llegó Diguja a Cayambe el pueblo más cercano a Quito mientras en San Pablo, Otavalo y Cotacachi se prepararon para el combate, la sorpresa fue ver a los indios de los corregimientos quichuas (de descendencia peruana) acompañando a los soldados y blancos que iban a la lucha. Diguja asintió con los dirigentes que no se tomaría ninguna acción de castigo contra nadie y prohibía a los blancos realizar alguna acción en contra de los indios, estos ofrecimientos más un buen número de indios en contra de esta acción acelero el proceso de pacificación. AntecedentesEl inicio de estos levantamientos indígenas se produjo en Cotacachi, donde el cura de este pueblo era, Miguel Espinosa y su coadjutor, fray Manuel Palacios, provenientes de la orden de la Merced, para el día domingo 9 de noviembre de 1777, se lograron enterar que durante la ceremonia religiosa se leería un papel sobre la aduana. Generalmente acudían a esta celebración litúrgica no sólo los feligreses indígenas sino también los vecinos blancos del pueblo, como de costumbre momentos antes de la misa se reunían las mujeres indígenas las mismas que se lograron enterar para divulgar lo que iban a leer en el púlpito y comunicarle al resto de los indígenas para que se opongan a este dictamen, entre las personas más

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importantes que se encontraban en iglesia estaban: Antonia Salazar, esposa de Manuel Thamayo, gobernador de Inta, Petrona Pineda, cónyuge del gobernador de Cotacachi, Baltazara Méndez, mujer de Tomás Torres, maestro de la capilla, Antonia Thamayo, hermana del gobernador de Inta y casada con Xavier Otavalo, su hija Liberata, y otras todas ellas nominadas en la sumaria con el apelativo de “cacicas”. Las mujeres organizadas con piedras, impidieron que el cura suba al púlpito, esta imprevista detención del religioso provocaron que todos los indios presentes a empujones y golpes, sacaran al mercedario en tumulto hasta las puertas del iglesia. Al escuchar el tremendo alboroto salieron también los blancos que asistieron a la celebración religiosa entre ellos, Pedro de León, mientras tanto, fray Miguel Roxas quien era el encargado de publicar en el púlpito la noticia, fue golpeado y ensangrentado este fue ayudado por el coadjutor logrando escapar y refugiarse en la casa del cura Miguel Espinosa. El indígena Jacinto Salazar notificó que era un levantamiento porque ese día querían herrar a los indios, para imponerles la aduana y con un grito se escuchó la consigna “que desde el Rey para abajo todos eran unos ladrones”. Así también las indígenas gritaban que:

“Roxas no era sacerdote y que se les entregase, mientras otro grupo comandado por Rita Piñán y Nicolasa Inga, sacaron, amarrado, de la sacristía a Narciso Otuna; éste había leído por anticipado y en casa del barbero Salazar el papel de la numeración donde se nominaban a los hijos, por lo que suponían que Otuna era el depositario del auto. Solamente gracias a las diligencias de fray Manuel Palacios, consiguió escapar y refugiarse en la casa del cura de Cotacachi. Defendidas las habitaciones por un grupo de blancos salió junto al coadjutor y a instancias de las cacicas, leyó públicamente la ordenanza del obispo, acabado, lo cual gritaban que los amotinados habían matado a Pedro de León y que sus cadáveres estaban en la casa de Narciso Otuna para incinerarlo en ella”.

 A la salida de la iglesia fue reconocido León, por los amotinados y fue perseguido en compañía del recuante de la hacienda Colimbuela, Isidoro Mantilla, los dos se refugiaron en la casa del doctor Javier de la Guerra. Sus perseguidores, gracias a las indicaciones de los alcaldes de doctrina Mariano de la Cruz y Esteban Díaz, descubrieron y sacaron de sus escondites a los aislados con el único fin de darles muerte en el patio. Mantilla pereció a manos de los indios a Pedro de León le desnudaron y una indígena le propino un golpe en la cabeza lo que produjo su muerte, en tanto que varias mujeres condujeron el cadáver de Mantilla hasta la casa de Otuna, para reducirlo a cenizas. El coadjutor Palacios acompañado de algunos blancos consiguió sacar al moribundo León y llevar a la casa de Andrés Albuja, en donde se recuperó por algunos momentos pues pronto acudieron los sublevados y arrastraron a León hasta el patio donde un grupo de las indígenas le lapidaron hasta causarle la muerte. Su cadáver fue arrastrado hasta la plaza del pueblo y abrieron su vientre con la cornamenta de un toro, permaneció su cadáver dos días expuestos hasta ser arrojado a los potreros de la hacienda del rey donde fue devorado por los perros. Varios días después consiguieron sus deudores dar sepultura pero solamente a sus huesos. La noticia del desastre llegó hasta Otavalo. Donde Joseph Posee Pardol, que ejercía el cargo de corregidor organizó de inmediato una expedición de castigo con algunos vecinos del asiento, dentro de esta expedición también fue acompañado el vicario Mariano Jácome. Derrotado por los indios retornaron más tarde a su pueblo, mientras tanto los sublevados obligaban a fray Palacios que les entregue los papeles emitidos por el obispo de Quito. Muchos vecinos de Cotacachi: españoles, indígenas y algunos caciques atemorizados se refugiaron en la iglesia mientras otros huyeron hacia el campo y el resto hacia la villa de Ibarra, lo cual produjo el incremento de la población y dejaron en manos de los rebeldes los mismos que, obligaron a los mestizos a que se hicieran a su causa o caso contrario serian muertos y sus casas quemadas.

Los siguientes días invadieron la población de los indígenas de los alrededores destruyeron e incendiaron 12 casas entre ellas la del cacique gobernador, Patricio Cotacache y del Alcalde ordinario, Tomás Sevilla, día y noche hacían guardia los alzados en la plaza, con el único fin de que los cadáveres de León y Mantilla permanecieran insepultos. Dentro de estos centinelas se encontraban también algunas mujeres pues vigilar los cadáveres se consideraba como un

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cargo que concedía un prestigio social. Así también estaban en cautiverio los curas del pueblo debido a que querían abandonar esta población este anhelo fue imposible porque los indios custodiaban el convento parroquial. Los sublevados requerían el apoyo de las autoridades étnicas las mismas que se distanciaron al experimentar la inesperada furia popular desencadenada por la oposición de las cacicas a la publicación del auto de empadronamiento. Para el día lunes 10 de noviembre visitaron algunos sublevados las casas de los que habían mantenido ajenos a los acontecimientos del día precedente y especial a los caciques con el único fin de exigir bajo amenazas que sus hijos se sumarán al alzamiento, al día siguiente martes en la mañana un grupo de numerosos indígenas entre los que se contaban los gañanes y jornaleros de las haciendas y obrajes de Colimbiela y Alambuela, obligaron al gobernador Patricio Cotacache y sus hijos Gerónimo y Luis, así como el alcalde Sevilla a que dirigieran el ataque contra las dos estancias y sus obrajes anexos los que fueron saqueados e incendiados. Un grupo de amotinados procedentes su mayoría del anejo Asama. Capturaron la hacienda de Temporalides en esta se encontraba, Josef Olegario Bedón teniente de Cotacachi y administrador de la estancia que habían pertenecido a los jesuitas, bajo la sospecha de que era aduanista y que estaba en su poder la marca para el herrar a los indios. No pudo salvarle la vida ni siquiera la protección del cacique gobernador de Inta y de su esposa, quienes no gozaban ya de autoridad entre los sublevados. Olegario fue conducido a la plaza de Cotacachi y de rodillas se le obligó a que mostrarse todos los papeles que tenía en su poder. Diego Cuchiguango cacique de la parcialidad, leyó los papeles ya que ningún indígena sabía leer. Diego reconoció que eran apuntes de la hacienda y comunicó a los indígenas quien había leído bien porque era compadre de Olegario. Sordos a las protestas de inocencia y con la certeza de que los papeles eran inútiles, luego se ordenó reunir a todas las indígenas que no tuviesen hijos tiernos y pidieron que llevarán piedras en las manos una de éstas piedras impacto un fuerte golpe en la cabeza que derivó a Olegario hacia la tierra, en tanto las demás indígenas le remataron hasta matarle, su cadáver corrió la misma suerte que los demás interfectos.

 El viernes 14 de noviembre cerca de la quebrada de Arcos, los indígenas fueron derrotados debido a que quisieron avanzar hasta la villa de Ibarra. Cuando el presidente Diguja, acompañado de su escolta llegó hasta Cotacachi e inició el sumario para establecer los delitos y descubrir a sus autores, encontró al pueblo en santa tranquilidad por lo que habían retornado los fugitivos blancos entre ellos, Nicolás de la Guerra. Diguja nombrado como Presidente y comisionado de la real audiencia de Quito, dictó la sentencia el día 9 de diciembre de 1777 contra los reos procesados en Cotacachi de la siguiente manera (ver anexo 1). Para el día martes 9 de diciembre de 1977 se concluyó esta sentencia en la plaza del pueblo de Cotacachi. El 10 de noviembre se inició la sublevación en Otavalo, con episodios que demostraron las verdaderas causas del movimiento popular. Los blancos no tuvieron otra alternativa sino de huir a otros lugares o refugiarse en las casas de los curas y conventos de los franciscanos. Muchos españoles en su desesperación se asilaron en Quito, otros se trasladaron a la villa de Ibarra. Entre estos últimos estaban Justo de Luna y Joshep González, quienes amenazados por los indígenas habían escapado de Cotacachi hacia Otavalo y, en busca de refugio más seguro se encaminaron hacia Ibarra; ante la imposibilidad de proseguir su camino por la multitud de indios apostados a la vera del camino, decidieron retornar al asiento pero al pasar por el puente de Peguche, fueron atacados. La suerte de, Justo de Luna fue su muerte debido a una pedrada en la cabeza mientras su acompañante se escondió monte adentro y se mantuvo por dos días.

La mayoría de los atacantes desconocía la identidad de los transeúntes pero con toda seguridad estaban ya prevenidos contra los posibles fugitivos. Ese mismo día se organizó otro tumulto en Pinsaqui, localizado en las cercanías de la hacienda de Joseph Jijón, donde Francisco Anguaya y una indígena dieron muerte a un vecino de Ibarra de apellido Paredes; sus cadáveres fueron transportados hasta Otavalo y exhibidos en la plaza principal. Mientras sucedían estos acontecimientos se extendía la convocatoria por todos los lugares aledaños a Otavalo, con gritos, música de tambores y de churos. El barrio de Monserrate, situado al oriente del asiento fue invadido el martes por varias partidas de sublevados con sus capitanes entre los que destacaron, Francisco Hidalgo y Andrés Canto este último colaborador de los indígenas de Tunga, que incitaron a la sublevación de la gente de Agato y Quinchuqui amenazando quemar las casas de los blancos, también persuadieron a los demás indios que si

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aceptaban la aduana los perjudicados serían los hijos de estos.

Antonio Sinchico en conjunto con Francisco Mote y Jacobo Aguilar. Con varios moradores del caserío indígena de san Miguel se dirigieron hacia Otavalo con el único fin de capturar y matar a los Aduanistas. Al regresar portaban estos últimos como señal de su victoria el cadáver desfigurado de Teodoro Garcés el mismo que estaba cubierto con el hábito franciscano.

El convento de San Francisco se convirtió rápidamente en refugio para los españoles por lo que los grupos que llegaba del asiento de Otavalo, se refugiaron en este a pesar de la oposición de los religiosos y curas de Llactayos. Entre los refugiados se encontraba Calixto Garcés, quien era hermano del asesinado Teodoro quien perseguido por sus adversarios logró escapar hasta el tejado de la iglesia y hacerse fuerte en la torre, allí se defendió con espada de los ataques del indígena Baltasar Pillajo, el cual con certeros golpes derribo a Calixto Garcés, hasta el suelo donde fue ultimado por los demás indígenas. Los cadáveres de los hermanos Garcés fueron colgados en la picota de la plaza principal de Otavalo. La turba exaltada por la sangre y el alcohol provocó que varias casas fueran incendiadas entre ellas la de Joseph de Jijón quien había huido y encontrado refugio en la hacienda de Cusín situada en la entrada del pueblo de San Pablo.

Gracias a la solicitud de los franciscanos se consiguió una tregua con los indígenas el día miércoles, ante este hecho los españoles aprovecharon para abandonar sus refugios conventuales y retornar. Sin embargo tanto los hombres como a las mujeres se les obligó a juntarse con los sublevados indígenas y recorrer las calles. Pocas horas duró esta alianza debido a que los indígenas incineraron los tres cadáveres con los enseres restantes de la casa de Joseph Jijón. A los blancos no les quedó otra alternativa que refugiarse en iglesia y organizar una procesión eucarística la que no tuvo ningún efecto en los sublevados, estos se dispersaron solamente cuando alguien transmitió la noticia de que venían tropas desde Quito, comandadas por el presidente de la audiencia “entonces fueron muchos indígenas a la iglesia y... al rato se volvieron a alborotar y el pueblo fue destrozado y saquearon las casas”.

Extendida la llama de la sublevación a gran parte del corregimiento de Otavalo, deambulaban libremente los indígenas reunidos en partidas, un importante grupo de sublevados provino de Cotacachi que llegó el jueves al asiento de Otavalo con el propósito de saquearlo nuevamente. Ante esta contingencia los curas en conjunto con el coadjutor organizaron una procesión eucarística y los religiosos franciscanos predicaron sin conseguir éxito alguno, durante dos horas los revoltosos gritaban que no querían ver a los mestizos. Con toda seguridad estas incursiones de los indígenas del corregimiento de Otavalo, durante tres días con sus noches se contaron más de 20 avances esto provocó una manifestación externa del deseo de los sublevados de formar un frente común con centro en Otavalo para resistir a la tropa que avanzaba desde Quito y especialmente para combatir una amenaza más próxima: las compañías de milicianos organizadas en la villa de Ibarra y que iniciaron incursiones a los aledaños para dispersar a los rebeldes. Sin embargo después del desastre sufrido por los indígenas en la batalla de Angualongo y a causa de las medidas dictadas por las autoridades de Ibarra, dominaron a las filas de los indios la desesperanza y el terror. El día 14 de noviembre se contaron los blancos y los mestizos de Otavalo y organizaron una guardia nocturna para la iglesia. El día sábado en la madrugada por decisión unánime y ante la presencia del corregidor se nombró a Cristóbal Jaramillo como capitán de milicias del partido. Cristóbal Jaramillo ordenó que se reunieran las armas disponibles y se reclutara más gente, esta medida permitió reunir a más de 400 hombres decididos a atacar a la muchedumbre de rebeldes, que todavía estaban apoderados del asiento con la determinación de exterminar a los refugiados en el convento franciscano, amenaza que no se consumó por la merma de fuerzas indígenas derrotadas en Agualongo. El 26 de noviembre el presidente de la audiencia de Quito llegó a Otavalo procedente del pueblo de San Pablo, cuando ya el asiento estaba enteramente pacificado y controlado, ordenó que se inicien la sumaria sobre los delitos cometidos en Otavalo, esto incluyo declaraciones de cinco testigos y las confesiones de 26 inculpados. Finalizada la sumaria partió Diguja, a Cotacachi, para proseguir en la labor de la pacificación luego de estas acciones retorno a Quito.

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 Diguja permaneció breve tiempo en el asiento de Otavalo, donde dictó la sentencia esta se cumplió con los reos presentes en la plaza de Otavalo a las 9 y 11 de la mañana del 12 de diciembre de 1777. En la comunidad de Agualongo sucedió lo siguiente, tras llegar las noticias sobre el alzamiento de las comunidades cercanas, acudieron los primeros refugiados a la villa de Ibarra, el corregidor Juan de Zarzana y Cuéllar, organizó su defensa y ordenó al teniente de desagravios del pueblo de Salinas en conjunto con el mayordomo del hacienda Cuajara , a que colocaran patrullas de negros armados que custodiasen los caminos, a fin de no permitir el paso de los rebeldes fugitivos hacia las montañas de Malbucho y otros parajes. En la villa se alistaron los vecinos en compañías de milicias: cuatro de infantería y dos de caballería, las primeras permanecieron como escolta de la población española, las móviles de caballería realizaron incursiones en los alrededores para dispersar a los tumultuados. El viernes 14 de noviembre llegó la noticia de que un numeroso grupo de sublevados asaltaba por segunda vez el pueblo de Atuntaqui, para incendiarlo completamente y luego de tomar San Antonio de la jurisdicción de la villa de Ibarra, en un avance nocturno hasta Ibarra. El corregidor envío a sus tropas las cuales contaban con 70 hombres para que contuviesen a los rebeldes, el encuentro entre indígenas y tropas españolas se suscitó en Agualongo pasada la quebrada de Arcos el numeroso cuerpo de rebeldes enfrentaron a los españoles, el sonido de las Caxas, griteríos y pifias acometieron en contra de ellos, con piedras, con ondas y palos, las tropas españolas después de tres intentos lograron obtener la victoria.  Las tropas españolas se dirigieron hacia la hacienda de Angualongo de Temporalidades incendiada por los indios, aquí se desató otro ataque en donde capturaron a 58 sediciosos, tres mestizos y 35 mujeres indígenas, para reprenderlos sacaron a la plaza al mismo gobernador de Atuntaqui.  Pocas horas después de la matanza de Agualongo ordenó el corregidor que se reuniera el consejo de guerra al que propuso la conveniencia de ejecutar en público y ejemplar castigo en el objeto de intimidar a los sublevados para lo que se haría una prolija y breve averiguación sin figura de prisión de las cabezas principales. Se verificó la índole de Francisco Hidalgo como mestizo pero en traje de indio, las intenciones de Hidalgo eran dirigirse de esta villa para luego reclutar a más gente, para que así la fuerza indígena pudieran ingresar a la ciudad de Quito incluso a Guayaquil, convenciendo a los indígenas y afirmando que ellos deberían ser los dueños de las hacienda que poseían los españoles. El día martes 11 de noviembre el pueblo de san Pablo es tomado por los sublevados. La expedición dirigida por Hidalgo hacia las poblaciones norteñas con un numeroso grupo de indígenas provenientes de san Roque, san Miguel Calpaqui y Camuendo, todos ajenos al asiento de Otavalo, fueron encabezados por Antonio Sinchico, Andrés Cavascango, Sebastián, Nicolás y Julián Potosí, Patricio y su hermana Polonia Villagrán, todos estos iniciaron la rebelión incendiando varias casas entre ellas las del cartacuentero Antonio Ortiz y del cura don Juan Martínez. Después de incendiar, en la plaza de san Pablo el algodón y los papeles con un grupo se encaminaron hacia la hacienda Cajas, propiedad de la orden de san Agustín, donde se decían que estaba escondido un mestizo portador de la aduana. El cadáver del aduanista fue atado a la cola de un caballo y conducido hasta el pueblo de san Pablo, por la india, Antonia Gualacata, quien era hija de un jefe de la parcialidad de Gualacata, le acompaño Francisca Zambrano, quienes dieron una vuelta alrededor de la plaza y colocaron el cuerpo del infeliz aduanista, en un poste clavado en el centro del lugar. Contra estos hechos, ninguna medida pudieron tomar las autoridades étnicas de san Pablo, a pesar de que el cacique gobernador de toda la provincia de Otavalo Juan Manuel Valenzuela, ordenó para que se juntase gente para defender el pueblo porque decían que los alzados querían quemarle su casa e iglesia. Al llegar al pueblo, los alzados eran más de 1000 y no pudieron defender el pueblo, incluso fueron perseguidos tanto mestizos como caciques los

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cuales se refugiaron en iglesia. Procedente de Cayambe arribó a san Pablo el presidente Diguja y luego de establecer su temporal residencia en la hacienda de Cusin, cercana al pueblo ordenó se decidiese sumariar, se averigüe los delitos y delincuentes del 25 de noviembre, Diguja se encamino, hacia Otavalo y Cotacachi. De regreso a Quito dictó el 15 diciembre de 1777 contra los acusados, el delito de sedición en san Pablo, por lo que sentencio en los siguientes términos, mandó su señoría que a Ventura Camuendo Urcuango, a Juan Corrabi Abila y a Diego Criollo se les corte el pelo se les den cien azotes en la picota y sirvan cuatro años precisos en un obrajes de Latacunga a ración y sin sueldo y no quebranten el destierro, Andrés Cabascango y a Pablo Arango se les cortará el pelo, se les dará cien azotes y pagara tributos toda su vida, a Julián Potosí se le cortará el pelo y se le diera cien azotes, en cuanto a los ausentes para que no quede impune su delito, serán castigados en esta forma; A Gregorio de la Torre, se le cortará el pelo se le diera cien azotes y sirviese toda su vida en el obraje de san Idelfonso a ración y sin sueldo, a Nicolás y Sebastián Potosí se les cortare el pelo, se les de cien azotes y paguen tributos toda su vida, y Antonio Anrrango sirviente de la hacienda de la Merced ordeno se le cortara el pelo y se le de cien azotes. A los demás se les perdono sus delitos en nombre de su Majestad... Esta sentencia se ejecutó en la plaza del pueblo de San Pablo.

La fama de los acontecimientos de Otavalo y de san Pablo se difundió entre los peones de las haciendas y trabajadores indígenas de los obrajes pertenecientes al pueblo de Cayambe, a donde llegaron agitadores procedentes del norte del corregimiento especialmente de Cotacachi con el fin de convidar a la población indígena y a exigir su colaboración en el alzamiento, estos afirmaban que las autoridades coloniales hacían la numeración con el objeto de establecer la aduana, herrar a los indios y construir en cada pueblo obrajes para el rey, en donde todos serian obligados a servir por turnos. Al saber que los rebeldes avanzaban hacia Cayambe, se refugiaron apresuradamente los blancos y mestizos en el templo parroquial, mientras los alcaldes Joseph Barros y Teodoro Anrrango, juntaban a los mozos del pueblo con el propósito de defender su entrada a orillas del río blanco.  Mientras tanto el cacique gobernador de Cayambe, Joaquín Puento Cayo, temeroso de que los alzados visitarán la villa, pidió gobernador de la provincia de Otavalo, que marchaba en dirección a Quito, para solicitar auxilio al presidente, que le ayudase a sostener a dicho tumulto.

Para el día sábado 15 de noviembre al mediodía entraron los indios de las haciendas armados con palos, cabestros, piedras y cuchillos acompañados con la música de las bocinas churos y tambores hasta la plaza de Cayambe. Ahí dieron tres vueltas y mientras algunas partidas saqueaban las tiendas la mayoría de los sublevados se paró frente a la puerta de la iglesia donde los asilados habían colocado la imagen de la virgen de los dolores, sobre una mesa contra la cual estaba el cura con la eucaristía en sus manos en actitud de contender a los amotinados. 

En vista de las cartas enviadas por el corregidor y otros sujetos de Otavalo, haciendo conocer la noticia sobre la sublevación indígena acaecida en varias poblaciones de su jurisdicción se reunió el tribunal de la audiencia y por acuerdo extraordinario se delegó a Diguja, dándole toda facultad. Así el 18 de diciembre de 1777, Diguja, desde Quito despachó una nueva orden esta vez dirigida a Francisco de Villacis, para que bajo pena de 200 pesos sea establecida la paz en el pueblo de Cayambe fue; este actuó de la siguiente manera mandó para que a Pedro Cuebas se le corte el pelo, se le den cien azotes en la picota y sirvan toda su vida en la obra de san Idelfonso a ración y sin sueldo. A Ignacio Fonte y a Blas Achina se les corte el pelo. A Fonte se le de cien azotes y que los dos sirvan en un obraje de Latacunga cuatro años y si no lo cumpliesen se les duplicase el castigo. A Felipe Caseres, Mariano Bibanco y a Melchor Quascota se les cortará el pelo y servirán dos años en un obraje bajo la misma pena, mientras que a Blas Achina por haber sido azotado en obraje de Miraflores, no se le impone la pena de azotes. A Micaela Quascota y a Martina Fernández se les rapara cabezas y cejas, además que sirvan cuatro años precisos en uno de los obrajes de Latacunga. Manuela Pinsag será también rapada, y servirán un año en los obrajes de Latacunga. Mariano Rengel mestizo por haberse

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mezclado con los indios pagara tributos toda su vida. Manuela Lanchango será rapada y por estar preñada se le absolver de la pena corporal que le correspondía, y volverá a servir en hacienda. María Cocha, Magdalena Criollo y Estefa Pichincha serán rapadas. A Francisco media villa Vicente Pérez y Andrés Arrango se les cortará el pelo y se les darán cien azotes en la picota... y para qué no quede impune el delito de los ausentes una vez detenidos, serán castigados en la forma siguiente a salvador Lechon, Juan Monroy Damaso Cavezas, Ignacio Achina a Miguel Pujota se les cortará el pelo se les darán cien azotes y pagara tributos toda su vida... y a todos los demás de los reos se les perdonan sus delitos en nombre de su majestad... Esta sentencia se ejecutó el mismo día en la plaza central de Cayambe.

REPERCUSIONES SOCIALESTodos estos levantamientos indígenas que suscitaron al norte de la real audiencia tuvieron un carácter más político, debido al censo o más conocido como la numeración y las aduanas era la tónica más importante para los indígenas de no ser cumplidas. En la actual provincia de Imbabura se suscitaron los hechos más sangrientos de los levantamientos indígenas de esta época, cabe recalcar que su organización y convocatoria fue exitosa sin embargo estos levantamientos fueron derrotados por las tropas españolas.

La mayor parte de los levantamientos indígenas no consiguieron su objetivo principal y en muy pocas consiguieron reivindicaciones, que fueron arrancadas por la fuerza a las autoridades civiles y eclesiásticas de la Real Audiencia de Quito.

 Así, también es un hecho real los terribles castigos que impuso Diguja en esta época.  Las sumarias dejaron como resultado las siguientes cifras: 37 confesiones en Cayambe. 9 en San Pablo. 26 en Otavalo. 31 en Cotacachi.

COTOPAXIEn lo que hoy es la Provincia de Cotopaxi, se produjeron dos importantes levantamientos indígenas; el primero fue en el año 1766 el cual se lo conoció como Rebelión contra la cobranza de tributos en San Miguel de Molleambato.  El segundo levantamiento indígena fue en el año de 1771, conocido como la Sublevación indígena en San Phelipe. Como efecto de la erupción del volcán Cotopaxi la población quedó reducida a la miseria y el corregidor de Latacunga pretendió incluir en las mitas a los menores de 16 años, siendo los indios de este corregimiento instigados por Esteban Chingo y Pablo Caisaluisa, decidieron los indios oponerse a esta acción, estos trabajaban en Quito y habían visto como se movía la gente de los barrios en contra de las autoridades españolas por lo tanto eran considerados subversivos y terroristas.  AntecedentesEn el Corregimiento de Latacunga el arrendatario de la cobranza de tributos era el Marques de Miraflores. El lunes 17 de Febrero de 1766 atacaron los indios de San Miguel actual Salcedo a los cobradores dando muerte a dos de ellos, el día siguiente acudió el marqués acompañado de militares y gente blanca y mestizos, ocurrió la primera acometida siendo apresados 14 hombres y 8 mujeres todos indios, ordenando de inmediato se los ahorque a tres de ellos en la plaza del pueblo y a un cuarto en Latacunga. Fue necesaria la participación de tropas enviadas desde Quito para la rápida pacificación de los pueblos porque tenían como antecedentes la revuelta de los barrios de Quito contra la corona española y se creía que se secundaría en toda la Audiencia bajo el nombre de libertad.  Al igual que lo ocurrido en Riobamba se hablaba ya de una patria libre y no de sublevaciones de orden racial los blancos ricos veían con preocupación que sería de ellos si la corona dejaba estas tierras por lo que actuaban de manera organizada y rápida entre ellos para apagar cualquier intento de levantamiento. El 16 de Abril se inició el levantamiento de los indios en el anejo de Patután: precedidos por tres banderas hechas con sus mantas formados en escuadrones y armados con piedras y palos, hombres y mujeres avanzaron a enfrentar la tropa enviada por el corregidor que venía desde

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Latacunga. El combate se desarrolló a orillas del río Cutuchi se impusieron los blancos y mestizos gracias a las armas de fuego. Durante la contienda perecieron 9 sublevados y fueron apresados 21 hombres y 19 mujeres todos heridos de mortal gravedad. El presidente de la Audiencia no ordenó castigo capital sino azotes porque de otra manera los indios de las otras regiones podrían levantarse en defensa de sus hermanos y en contra las autoridades. Es importante mencionar que en esta revuelta participaron, una gran cantidad de indios armados dirigidos por Obando y Taype, en tanto que el corregidor no pudo o no se percató de la magnitud de este hecho por lo que fue ordenado a pagar una multa en dinero en efectivo. Posteriormente se desarrollaron otros levantamientos no armados, como en los obrajes de Tilipulo y la Calera, a estos levantamientos se sumaron de buena gana los indios libres de los caseríos de San Phelipe.

TUNGURAHUAEn lo que hoy es la provincia de Tungurahua se desarrollaron dos levantamientos indígenas de gran magnitud e importancia, el primero fue en el año de 1768 que se conocido como el Alzamiento de los Concierto en el obraje de San Idelfonso.  Es necesario recordar que el rey Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas de las Colonias y la confiscación de sus propiedades, en la actual Ambato, también se confiscaron los obrajes de San Idelfonso un verdadero complejo agrícola y manufacturero.

El 25 de Abril de 1768 se provocó una contienda por el aumento de tareas en la dependencia y la denegación de socorros a los hermanos Llagua, protestando estos y sufriendo el castigo mediante azotes por parte del administrador Gerónimo Ruiz. El protector de naturales acogió las quejas de los Llaguas y envió una amonestación en contra del administrador quien pretendió apoderarse de la lista de los indios que habían presentado la queja ante la autoridad.  A su regreso fue atacado por los indios trabajadores del obraje aunque se escondió en la capilla fue descubierto y asesinado por los amotinados, dos días después 56 soldados enviados de Pelileo eran cercados por los indios y a esto se sumó una tropa de mujeres blancas que acompañaron a la autoridad. El presidente de la Audiencia comisionó una tropa al mando de Joseph Antonio de Ascázubi, contador de temporalidades para que capturara a los responsables y entregara San Idelfonso a un Administrador temporal. Los hacendados cerraron filas en favor de las tropas enviadas desde Quito y lograron apresar cuatro indios que fueron muertos y los demás fueron condenados a la pena de azote por considerar que el levantamiento en contra de las autoridades españolas constituía un crimen de lesa humanidad.  Después de cumplir la pena, los cadáveres fueron descuartizados y enviadas las piezas a San Idelfonso para ser expuestas en el obraje y caminos cercanos y de este modo perpetuar el escarmiento, mas ya circulaban los panfletos que patriotas quiteños escribían sobre una patria libre al ser descubiertos eran considerados como asesinos a sus portadores. El segundo levantamiento indígena se dio el año de 1780 conocido como la Sublevación en la tenencia general de Ambato. José García de León y Pizarro presidente y regente de la Audiencia de Quito procuró aumentar las rentas de la Corona en contra de sus súbditos para lo cual comisionó a Antonio Solano de Salas a fin de que visitara las distintas centrales de la Audiencia, correspondiendo a Ambato el 9 de enero de 1780. En Pelileo los cobradores de los nuevos impuestos exasperaron a las vendedoras del mercado con sus improperios, quienes al grito inicial de "viva el Rey y muera el mal gobierno". Es importante afirmar que los indios no participaron en el tumulto porque su ad versión era, contra el rey y España, a pesar de que estaban exentos de estos nuevos tributoEl 10 de Enero se sublevan los indios de Quisapincha acaudillados por alguna autoridad diciendo que en Pelileo se habían levantado sus hermanos mas no fue así, amenazaron desde las alturas de Palama atacar Ambato capital de la Tenencia. En esta ciudad Solano de la Salas, preparo la defensa sin embargo por la desconfianza a los mestizos y muchos blancos considerados subversivos, solicito a las autoridades centrales de Quito, un piquete de soldados veteranos.  El 14 de Enero luego de una marcha agotadora las tropas del corregidor, Solano de la Salas,

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entraron en Quisapincha, estos se enfrentaron a las tropas en la quebrada entre Quisapincha y Pasa, pero fueron vencidos y obligados a huir, muchos de ellos fueron tomados prisioneros, el mismo, Solano de Salas, ordenó su inmediata ejecución pública, además el embargo de las propiedades de todos los indios fugitivos y el incendio de sus casas y la quema de los gavilleros de trigo. A su regreso Solano se entera de la sublevación ocurrida en Píllaro donde indios y mestizos habían dado muerte al cobrador y su escolta, los levantados se apoderaron del pueblo, destruyeron el puente que les comunicaba con Ambato. Milicianos de toda la Audiencia concurrieron a engrosar las filas bajo el mando de Solano, por la superioridad de las armas los vencieron y entraron en Píllaro, ejercieron venganza en contra de sus habitantes mataron a los varones mayores luego de ser descuartizados y sus bienes confiscados y rematados, castigo que se sumó la multa común que debieron pagar todos los pobres indios y mestizos. Solano pasó a Pelileo y Baños imponiendo la pena de azotes a las mujeres que se quedaron en estos pueblos, esta revuelta une a indios y mestizos y se considera el embrión de la revolución del 10 de Agosto de 1.809, fecha en la que se inicia en la Audiencia de Quito el proceso de independencia nacional. CHIMBORAZOEn lo que hoy es la provincia de Chimborazo se produjeron varios levantamientos indígenas, durante el siglo XVIII, los levantamientos más importantes y con mayor trascendencia fueron: Pomallacta Alausí Riobamba Guano Guamote Columbe En la provincia de Chimborazo los levantamientos indígenas tuvieron grandes repercusiones sociales, que incluso afectaron directamente a la real audiencia de Quito. En lo que hoy se conoce como Cantón Alausí, se produce el primer levantamiento indígena en el año de 1730, la lucha indígena fue en defensa de la propiedad comunal indígena en Pomallacta. En la tenencia de Alausí los indios no permitieron el ingreso del hombre blanco, en 1730 Esteban Joseph Rodríguez de Egüez, considerando que se encontraba vacante esta tierra la compró a la administración colonial. Los pobladores dirigidos por Gaspar Lema, se opusieron a este intento, por lo que el teniente de Alausí, Juan García de Bustamante, ordenó el secuestro de los bienes de los opositores, todo esto provoco el levantamiento de los pobladores de Azuay, Sumyd, Sui y Totora. Los caciques con sus hombres se enfrentaron al ejército español en el pueblo de Pomallacta, luego se prepararon para esperar al Teniente de Alausí y sus tropas en donde fueron derrotados por la superioridad de armamento. El Segundo levantamiento indígena en Alausí se produjo en 1760, este no se trató de un levantamiento como tal, a inicios de diciembre de aquel año, el cobrador de tributos de Alausí, apresó a un indio huido del pueblo de Guasuntos Tomas Asintinbay, quien había acusado a un cura de cometer abusos.

Ante la insistencia del cura de Guasuntos y la orden del juez eclesiástico, el coadjutor de Alausí se decidió por la entrega del indio quien se había refugiado en la iglesia. Todos los pobladores entre indios y mestizos se reunieron en la plaza frente a la iglesia, para impedir se aprese a Tomas Asitimbay, atacaron a las tropas españolas y lograron el objetivo en precaución a que este hecho se generalice se acepta dejar en libertad al líder indígena, por lo que es deber señalar la acción unitaria entre los indios y los mestizos y sobre todo el resultado positivo que se logró, en contra de la autoridad militar y eclesiástica. El Tercer levantamiento indígena se desarrolló, en 1764, esta sublevación fue en contra de las Mitas en la villa de Riobamba.  

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Por orden de Real Cédula del 5 de Marzo de 1763, se pidió al oidor Félix de Llano que practicara la numeración de indios y una nueva distribución de los mismos para la mita de labor en el campo.  El 7 de Marzo de 1764 se publicó en Riobamba un auto del oidor en el que se ordenaba a los indios forasteros prestar servicio en la mita, estos arrebataron el auto y lo despedazaron. El alcalde Andrés de Fuenmayor ordenó a todos los vecinos blancos que atacaran a los insurrectos. Estos se refugiaron en la iglesia escudados por la imagen de la virgen de Sicalpa, los españoles dispararon sobre la muchedumbre con sus armas de fuego, en tanto que los caciques de los alrededores convocaron a todos los habitantes logrando reunir a más de 10.000 indígenas, estos se situaron alrededor de la villa de Riobamba.  Fue necesario la actuación de los curas de Cajabamba y Riobamba, para apaciguar a la muchedumbre, logrando que un buen número se retirase a sus comunidades, sin embargo más de 3.000 indios atacaron la ciudad divididos en dos columnas y en orden de batalla, lo hicieron por dos ocasiones, para apaciguar este levantamiento fue indispensable la actuación de los curas y sacar al alcalde hacia Ambato, al final, no hubo castigos.

Durante el levantamiento muchos blancos y mestizos pedían el desconocimiento de las autoridades españolas y en su lugar, nombrar dos reyes indios para que dirigiesen la nueva República.  Se apaciguaron los ánimos pero quedo encendida la mecha para años más tarde iniciar las guerras por la independencia del Estado de Quito el 10 de Agosto de 1809. Finalmente el último de los levantamientos indígenas que se suscitó en la Real Audiencia de Quito fue a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en el año de 1803, conocido como la Rebelión contra los diezmos en Guamote y Columbe. El diezmo era un impuesto eclesiástico entregado a la corona su cobro, para la evangelización de estas tierras, para materializar este cobro existieron los diezmeros. Desde comienzos de febrero de 1803, los indios del Corregimiento de Riobamba se encontraban intranquilos por que esperaban nuevos impuestos como retaliación a los levantamientos anteriores. El 27 de Febrero se leyó en la iglesia del pueblo de Columbe el rendimiento del diezmo que fue interpretado por los indios como un documento de aduana, estos atacaron a los blancos presentes entre ellos a un tal Orozco al que lo victimaron, al conocer del levantamiento, los indios de Guamote se levantaron matando a los blancos que habían huido de Columbe.  Los curas exhortaron a los indios a deponer las armas, sus pedidos no fueron escuchados, más por el contrario se continuo dando muerte a los blancos que se habían refugiado en las haciendas, en una sola tarde mataron a 13 blancos.  Desde el segundo día de la revuelta Julián Quito, indio de Columbe se perfilo como caudillo y ante la muchedumbre insurgente, proclamó el reparto de las tierras y ordenó que todos estuvieran obligados a luchar en contra de los blancos. El Corregidor de Riobamba al mando de una tropa de soldados, milicianos blancos y auxiliares indígenas avanzan hasta Guamote y en la llanura de Tanquis en la que los milicianos y sus auxiliares quichuas, gracias a sus armas de fuego, salen victoriosos.

El corregidor apresa a un nutrido número de indios a quienes acusa de crímenes de lesa humanidad por haber atacado y dado muerte a blancos pero no logra capturar a Julián Quito.

Por lo serio de los acontecimientos, se llegó afirmar que este líder indio estaba complotado con la revuelta en Quito protagonizada por los blancos y mestizos que habían decidido formar una nueva república separada de España.  Como parte de este análisis es necesario expresar que los levantamientos ocurridos en la Audiencia de Quito, tuvieron una participación activa de indios, mestizos e inclusive de blancos, claro está que estos últimos tenían otros intereses. Otro asunto de vital importancia y de obligado análisis es la participación resuelta de las mujeres indias, más allá de los temores y a sabiendas de los castigos que enfrentaban se

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involucraron y le dieron un tiente particular a todos los tumultos de nuestros hermanos los indios. AntecedentesPara el año de 1725, los indios de Pomallacta se habían sacudido en parte del yugo de los españoles, los indígenas no permiten el paso de las personas en este caso de los españoles o mestizos hacia Quito o a Lima. En 1730, Esteban Joseph Rodríguez de Egüez, pretendía adjudicarse unas tierras vacantes con justo título que se las vendiera. A los pobladores afectados hicieron un tumulto estaba dirigido por Gaspar Lema, no defendía la iglesia ellos aunque rústicos la habían de defender”. El indígena fue conducido a casa del teniente la cual estaba rodeada por indígenas mientras tanto otro grupo corrieron a sellar las salidas de la población y se interpusieron en los caminos hacia Tixán y Guasuntos.  Cuando finalmente era trasladado el indígena Thomás Asitimbay en compañía del padre Ullaury, dos curas más y de algunos vecinos hacia el pueblo de Tixán, cuando llegaron a la quebrada denominada Aipán, fueron atacados a piedras por los indígenas que se habían reunido, mientras esto sucedía el indígena acusado y apresado pudo huir, en tanto los atacados quedaron muy mal heridos. Todo esto llegó hasta las autoridades locales en donde es importante recalcar el interés que ostentaban las autoridades civiles locales, en demostrar que el motín de indios fue una sublevación formal en contra Real Justicia. “Francisco de Vida y Roldán, en su informe a la audiencia, manifiesta que se ha exagerado al catalogar el tumulto como sublevación”, “porque ni los indios se conspiraron en forma que puedan llamarse alzados, o sublevados, ni en ellas se hacia el conocimiento necesario de este delito: Y sólo se le puede llamar un alboroto, en que cometieron desacato contra personas eclesiásticas”. En 1764 en la villa de Riobamba se producen un nuevo hecho, el cual se lo conoce como la sublevación de las mitas en la villa de esta ciudad.  El martes 6 de marzo de 1764 firmó Félix de Llano, en Calpi, un comunicado que debía ser publicado al día siguiente en la villa de Riobamba, este obligaba a todos sus vecinos y el resto de la provincia dentro de un plazo de 20 días envíen al Visitador “las gracias y mercedes que tengan de Gañanes, para sus Estancias y Haciendas, para reconocerlas y examinarlas... que de no ejecutarlo... quedaran abolidas... y así mismo que todas las tierras que tuvieren y poseyeren los indios con las solemnidades prevendidas por derecho real o sin ellas, o compuestas con su Majestad de cien años a esta parte los afronten, y a los caciques, principales y gobernadores que las denuncien dentro del mismo término manifestando los repartimientos y justificaciones para su reintegro; imponiendo a todos los indios forasteros que las posean, por compras o herencias que presenten sus escrituras, o instrumentos, y que han de ser abolidos al servicio común de su naturaleza, y tenidos por mitayos, agregándose a los caciques y Parcialidades que convengan con apresuramiento y que de no ejecutarlo así, se les quitaran y adjudicaran a otros, dichas propiedades”. A las 11 de la mañana del día miércoles de ceniza, 7 de marzo al publicar el auto se encontró en medio de varios indígenas, los mismos que arrebataron de sus manos el auto de publicación y lo hicieron pedazos y arrojaron a la calle, ante este ataque de los indígenas, tanto el escribano como sus acompañantes se refugiaron en una tienda, la misma que fue apedreada.  Viendo esta situación algunos religiosos franciscanos salieron a interceder y de cierta manera controlar a éste tumulto. Esta situación llegó a conocer el alcalde Andrés de Fuenmayor y Salazar, el cual acudió a contener el tumulto, mientras tanto los indígenas se tomaron el convento de San Francisco, en donde prosiguió la algazara y decían: ya estamos alzados, mueran el Rey, y muera Llanos el numerador.  Fuenmayor apresó a dos indígenas que estaban refugiados en dicha iglesia, uno de ellos logró escapar hacia el convento de las monjas y el otro fue conducido a la cárcel pública.

El alcalde decretó medidas muy fuertes como sacar la horca y ubicarla en la plaza para

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suspender en ella a las personas que se tumultuasen, también ordenó que reunieran a los vecinos con sus armas para defender la Real Justicia. En la plaza se encontraba la muchedumbre, viendo todo este acontecimiento intercedió el vicario de la villa y ordenó que quitaran la horca. Mientras los españoles llegaban a la plaza mayor, fueron atacados a piedras por los indígenas, los españoles tuvieron que refugiarse en el interior del templo y muchos de ellos resultaron heridos durante la contienda.

Después de una hora de combate llegó el alguacil, el cual disparó a dos indígenas, viendo esto las autoridades eclesiásticas intercedieron recriminando tanto a indígenas como a españoles por profanar el sitio santo, pero sobre todo en la lucha desleal de armas contra piedras.

Finalmente se liberó al indio que fue apresado en San Francisco, españoles e indígenas se retiraron a sus casas en forma pacífica. CARACTERÍSTICAS DE ESTOS MOVIMIENTOSLos detonantes principales para que se produzcan los levantamientos indígenas en la Real Audiencia de Quito, fueron, por las nuevas medidas fiscales que dio inicio al proceso de decadencia económica, este se agudizo por la dependencia regional y la explotación tradicional de la que fue objeto la población indígena.  La sociedad indígena, estaba expuesta a abusos sujetos a un mismo esquema.

Se puede afirmar que, la irritabilidad de los indígenas en primer lugar fue la del censo o también conocida en esta época como la numeración, otra fue la recolección de tributos y diezmos, el sistema de impuestos, así como el maltrato que se daba al pueblo indio.

En la primera etapa los indígenas se congregaban alrededor de uno o varios caudillos, sea con la convicción de que su protesta colectiva atemorizaba a sus dominadores o por temor a las represalias de sus jefes.

Es necesario señalar que tanto los indígenas como los mestizos incidieron en la forma de convocatoria a los tumultos, utilizaron para estos objetivos; cuernos, churos y tambores.

La primera característica de los movimientos indígenas fue la relación con la magnitud de participantes, sin embargo también es necesario señalar que al no ser muy consiente se generaba una suerte de desbandada, no solo de indios o mestizos sino también de sus líderes o caciques, como sucedió en Alausí, Quisapincha, Saquisilí, y san Felipe.

La segunda característica es su grado de violencia la cual está ligada a la irritabilidad provocada por la injusticia, la aplicación de la violencia como expresión colectiva de protesta de venganza.

En esta etapa las sublevaciones indígenas utilizaron los cantos, danzas y muchas veces, las contorciones y espasmos, este hecho es relatado por el historiador Segundo Moreno Yánez.

En medio de los levantamientos o tumultos se desarrollaron expresiones de rechazo a la religión y sobre todo a la acción de los curas y sus sostenedores.

La tercera característica es el grado de violencia colectiva, la irritabilidad conduce a un estado de apatía, concatenado con una disminución de la importancia de las razones que incitaron a la rebelión, es así que la autoridad colonial ejercida en esa época se aprovecha de esta coyuntura para aplicar las ejecuciones respectivas, dentro de este contexto adquiere un enorme significado las ejecuciones públicas de algunos caudillos, con el fin de atemorizar y escarmentar a los sublevados.

Así también la pacificación que está en muchas ocasiones en manos de los curas.

La cuarta característica tiene que ser observada desde el momento en que un movimiento subversivo desaparece completamente. Las sublevaciones indígenas analizadas en su conjunto permiten aseverar la existencia de un inminente estado de crisis entre la población aborigen, los españoles, criollos y mestizos.

Al no cumplirse todos sus propósitos, no significo que estos no se repitan, si una nueva

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injusticia se generaba con la esperanza de que entonces tendrían resultados positivos para los indígenas.

La quinta característica fue ideológica y política en contra de la situación de vida sometida por el poder real, la represión, disolvió los núcleos subversivos y liquidó los movimientos, sin embargo no logro destruir el anhelo de solución a sus problemas.

Los levantamientos fueron en mucho una expresión de anhelos de cambios profundos y no solos de perdón de cosas puntuales, está en juego el planteamiento de la independencia y el retorno del poder aborigen para ser dueños sus respectivos futuros.

El elemento común en todos los movimientos indígenas es la aparición dentro de una estructura que responde a una situación colonial en la que los estratos inferiores ante la incapacidad de defender sus derechos generan otras formas de hacerse escuchar y respetar es decir utilizando la violencia revolucionaria.

Desde el punto de vista geográfico las sublevaciones indígenas en la real audiencia de Quito jamás lograron alcanzar las enormes dimensiones que consiguiera los movimientos subversivos como por ejemplo en el Cuzco y el alto Perú dirigidos por Túpac Amaru y Túpac Catari.

Los levantamientos y rebeliones que se generaron en la Audiencia de Quito fueron zonales regionales y locales, temporalmente limitados.

El fracaso de una coordinación política a nivel nacional demuestra que las comunidades indígenas eran agrupamientos regionalmente aislados y etnocéntricos.

Las alianzas entre caciques y conquistadores fueron vitales y facilitaron el sometimiento del indígena, otro problema fue la constante movilidad de los indios, que fracturo la propuesta de la república de los indios.

En su mayoría los levantamientos indígenas tuvieron un contraste en contra de las imposiciones económicas de carácter fiscal dirigido a controlar a los supuestos excedentes de mano de obra.

En relación con la conciencia colectiva de pertenecer al grupo dominante se podría señalar una importante diferencia entre la motivación de los sublevados indígenas y la de los mestizos. Para esto la rebelión era una forma de protestar contra la mala administración de los gobernantes, y no contra la estructura colonial de la que se consideraba parte integrante.

La motivación en el indígena es radical y pretende a menudo abolir las relaciones sociales, que sirven de base al sistema colonial, para así defender en lo posible su identidad cultural, estos movimientos incluyen una conciencia nativa.

 

REPERCUSIONES SOCIALESDe todos estos acontecimientos se puede entrever a simple vista la conexión existente entre el grupo dirigente de los caciques y el resto de la comunidad; tampoco hay referencias para firmar si ya desde el primer momento estuvo en manos de las autoridades tradicionales la dirección del movimiento de rechazo a la expansión de los colonos no indígenas.  Solamente se ha conservado el nombre del dirigente, que se opuso a esta expansión, Gaspar Lema, no hay indicios que permita insinuar su status como miembro del grupo de caciques.

Podría asegurar que, aunque los caciques estaban integrados dentro del sistema administrativo español como recolectores de tributos en cada parcialidad y responsables de dar los datos pertinentes para hacerlas cartas cuentas, habían conservado de cierta manera su situación como caudillos que miraban por el bien público y en defensa de sus comunidades. Al parecer todos estos tumultos no se debió a la tributación, si no a un intento de defender las tierras comunales ante el avance de los terratenientes blancos.

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 Quizás esto explique la forma de actuar de los caciques en corporación de rechazar las pretensiones de Esteban de Egüez, lo que en general no sucedió en otros casos cuando se trataba de la tributación o de nuevos censos de población interpretados por los indígenas como motivos para nuevos impuestos. El tumulto que se organizó en Alausí, en el año de 1760, no fue directamente relacionada con una sublevación formal en contra las instituciones coloniales, sino más bien tuvo un carácter más popular con el único fin de defender a un indio, cabe recalcar que hasta donde era válido y prácticamente el derecho de asilo a favor de los indígenas, se manifestará claramente en otras sublevaciones. Sin embargo los lugares sagrados fueron utilizados con mayor frecuencia por la población no indígena como refugio seguro para su integridad y bienes durante los alzamientos esto fue recurrente. La sublevación de las Mitas en la villa de Riobamba, tuvo gran consecuencia social, si se toma en cuenta que se levantaron por motivos de una numeración, esto generó resistencia indígena encabezada por la población, forastera de la villa, además no solamente se oponían a la numeración sino también a los blancos y mestizos que habían usurpado las tierras de sus comunidades. Por otro lado muchos indígenas no querían recuperarlas, pues estaban obligados a devolver el dinero que habían recibido a cambio y además debían someterse a los turnos en las Mitas. Debido a que los caciques de las diferentes regiones llamaron a sus hermanos a ser parte de estos hechos, el Virrey tomó la decisión de no entrar con las tropas en esa plaza y reconoció la pertenencia de las tierras a sus antiguos y legítimos propietarios. La debilidad de estos levantamientos en la colonia tenía como característica un esquema cerrado que no permitió el acercamiento entre el indio y el mestizo con una esperanza de igualdad libertad y fraternidad como una verdadera propuesta para un cambio radical. El valor y la dignidad de los pueblos indios han servido de guía para que fructifique la organización de estos y continúen en la resistencia y presencia en el escenario nacional.

Las protestas por las distintas formas de explotación colonial, se transformaron en un conflicto público, de especial interés son en este caso, los levantamientos surgidos luego de las reformas administrativas durante el gobierno de Carlos III y aquellas en contra el primer censo y los cambios dentro del marco de la política de fiscalización realizada por la corona española.  Defensa de las tierras y de la etnia, que estuvo presente en todos los movimientos de

manera directa a través de guerras o en forma indirecta mediante una resistencia aparentemente pasiva.

Rechazo a los tributos y otras cargas fiscales impuestas por los colonizadores, expresados en la resistencia.

Protestas violentas por la hambruna general a raíz de la crisis económica y que golpeo en mucho la actividad agrícola.

La resistencia a ser capturados y convertidos en esclavos, dando lugar a numerosos movimientos indígenas.

La rebelión ante el reclutamiento forzoso para trabajar en las minas y haciendas. Los reclamos por los bajos salarios. El Maltrato establecido por los españoles y la iglesia, desarrollo un sentimiento de rechazo

colectivo. Oposición a ser trasladados a regiones apartadas de sus comunidades e inclusive a otras

colonias. Resistencia cultural permanente que se refleja en el rechazo a la ideología del colonizador,

defendiendo su modo de vida cotidiana, sus líneas de parentesco, sus comidas típicas su identidad, su forma comunal de producción y su cosmovisión.

La utilización de los métodos a su alcance para defender sus tierras y su etnia fue una de las formas que utilizaron los indígenas para enfrentar a los españoles.

Los levantamientos generales constituyeron una de las más altas expresiones de combate del movimiento indígena, ya que fueron rebeliones coordinadas con la mayoría de la población Indígena y con sus hermanos que trabajaban en las diferentes formas de

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explotación de los colonizadores. El proceso de la lucha indígena ha servido como semilla para que en la actualidad las nacionalidades y pueblos indígenas presenten alternativas válidas para su plena incorporación dentro del conjunto de la sociedad ecuatoriana, la misma que no puede progresar sin su activa participación.

La expresión que afirma estas aspiraciones de nuestros hermanos está planteada en la Constitución Vigente y que fue aprobada tanto en la Asamblea Constituyente de Montecristi como por el pueblo ecuatoriano en 2008. En la que se expresa “Art. 1.- El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descentralizada…”.