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TALLER VERTICAL DE ARQUITECTURA Nº 6 GANDOLFI-OTTAVIANELLI-GENTILE ARQUITECTURA III TRABAJO PRACTICO Nº 1 – VIVIENDAS AGRUPADAS ESTRATEGIAS RESPECTO AL USO Apartado del Capítulo II “Estrategias de diseño”, que integra al libro Estrategias y Criterios. Hacia una racionalización del diseño y la construcción de la vivienda social cuyos autores son los arquitectos Juan Manuel Escudero y Roberto Kuri 1 . Este texto fue editado en forma de apunte con sus ilustraciones correspondientes, solo a los fines didácticos del Trabajo Practico Nº 1 del Taller Vertical de Arquitectura Nº 6 de la FAU-UNLP Gandolfi-Ottavianelli-Gentile durante el curso 2013. Vamos a referirnos en este apartado a las actividades y modos de vida que, desde el diseño, se puede ayudar a que se verifiquen en cada unidad de vivienda en cada territorio de uso privado, íntimo, familiar 2 . Se trata de razonar del modo más abstracto posible, eludiendo consideraciones formales, sobre las estrategias que se pueden adoptar para definir ese ámbito privado. Para poder aproximarnos al tema debemos aclaramos previamente qué pretendemos para esa unidad de vivienda, para esa parte 1 “Surgido de los Cursos de Postgrado que dictáramos en Madrid hasta 1984, este libro encontró continuidad en nuestra tarea docente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Mar del Plata a partir del año 1985. El interés que despertara su contenido, como vertebrador de una forma más objetiva de dilucidar el tema que trata, posibilitó esta segunda edición, y como consecuencia de las alternativas académicas que intentamos propiciar, la experiencia realizada por estudiantes de esta Facultad durante casi diez años, sirvió de apoyo a un trabajo de investigación patrocinado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Mar del Plata, pronto a publicarse. Con agradecido reconocimiento a todos los actores implicados en esta acción. Mar del Plata, abril de 1996”. (PROLOGO DE LA SEGUNDA EDICION). 2 “Es preciso, ante todo, distinguir los deseos, es decir, la manifestación directa de las apetencias de los ocupantes respecto a su vivienda presente o futura. Estos deseos son una resultante derivada por cada individuo de sus necesidades reales. Pero a menudo vienen a ser una torpe o inexacta traducción de las necesidades. La misión del constructor estriba en satisfacer, no los deseos, sino las necesidades. Y el arte o la ciencia, como se quiera, del sociólogo consiste en desvelar los deseos, de poner en claro las motivaciones, para remontarse a las necesidades. En nuestro léxico habitual, estas “necesidades" no son más que exigencias humanas”. (Gerard Blanchére: Saber construir. Barcelona. Editores Técnicos Asociados S. A., 1978). 1

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TALLER VERTICAL DE ARQUITECTURA Nº 6

GANDOLFI-OTTAVIANELLI-GENTILE

ARQUITECTURA III

TRABAJO PRACTICO Nº 1 – VIVIENDAS AGRUPADAS

ESTRATEGIAS RESPECTO AL USO

Apartado del Capítulo II “Estrategias de diseño”, que integra al libro Estrategias y Criterios. Hacia una racionalización del diseño y la construcción de la vivienda social cuyos autores son los arquitectos Juan Manuel Escudero y Roberto Kuri1. Este texto fue editado en forma de apunte con sus ilustraciones correspondientes, solo a los fines didácticos del Trabajo Practico Nº 1 del Taller Vertical de Arquitectura Nº 6 de la FAU-UNLP Gandolfi-Ottavianelli-Gentile durante el curso 2013.

Vamos a referirnos en este apartado a las actividades y modos de vida que, desde el diseño, se puede ayudar a que se verifiquen en cada unidad de vivienda en cada territorio de uso privado, íntimo, familiar2. Se trata de razonar del modo más abstracto posible, eludiendo consideraciones formales, sobre las estrategias que se pueden adoptar para definir ese ámbito privado.

Para poder aproximarnos al tema debemos aclaramos previamente qué pretendemos para esa unidad de vivienda, para esa parte infinitesimal del mundo donde la gente pasa, al menos, la mitad de su vida.

Recordamos que gran parte de las viviendas que se construyen en todo el mundo están vinculadas directamente a las posibilidades y decisiones de su usuario inmediato, a través de un proceso de "autoconstrucción" que, aunque no implique el hacerla con las propias manos, le permite ir resolviendo sus propias necesidades, más o menos asistido por un experto, y asumiendo sus limitaciones. Este proceso, a lo largo de la historia ha generado diferentes "tipos" de soluciones según diferentes "tipos" de necesidades o de condicionantes.

1 “Surgido de los Cursos de Postgrado que dictáramos en Madrid hasta 1984, este libro encontró continuidad en nuestra tarea docente en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Mar del Plata a partir del año 1985. El interés que despertara su contenido, como vertebrador de una forma más objetiva de dilucidar el tema que trata, posibilitó esta segunda edición, y como consecuencia de las alternativas académicas que intentamos propiciar, la experiencia realizada por estudiantes de esta Facultad durante casi diez años, sirvió de apoyo a un trabajo de investigación patrocinado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Mar del Plata, pronto a publicarse. Con agradecido reconocimiento a todos los actores implicados en esta acción. Mar del Plata, abril de 1996”. (PROLOGO DE LA SEGUNDA EDICION).

2 “Es preciso, ante todo, distinguir los deseos, es decir, la manifestación directa de las apetencias de los ocupantes respecto a su vivienda presente o futura. Estos deseos son una resultante derivada por cada individuo de sus necesidades reales. Pero a menudo vienen a ser una torpe o inexacta traducción de las necesidades.La misión del constructor estriba en satisfacer, no los deseos, sino las necesidades. Y el arte o la ciencia, como se quiera, del sociólogo consiste en desvelar los deseos, de poner en claro las motivaciones, para remontarse a las necesidades.En nuestro léxico habitual, estas “necesidades" no son más que exigencias humanas”. (Gerard Blanchére: Saber construir. Barcelona. Editores Técnicos Asociados S. A., 1978).

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Pero cuando estas necesidades son motivo de análisis de un diseñador, tomará una serie de medidas para averiguar las motivaciones y apetencias del usuario inmediato (cosa difícil en la construcción de vivienda masiva)3. Pero deberá considerarlas según aspectos genéricos que atienden más a una necesidad social que individual, en el sentido de que lo que se construya deberá resolver sucesivas situaciones individuales a lo largo de su vida útil, para el mismo usuario o para otros, como vivienda o incluso para otros usos4.

Estas necesidades genéricas consideramos que son básicamente dos: a) de personalización y b) de confort.

a) Necesidad de personalización:

La satisfacción o el placer que puede alcanzarse en el uso de una vivienda dependen directamente de las posibilidades que ésta ofrece de resolver una serie de actividades y de aspiraciones más o menos clasificables (ambientales, tareas especiales, privacidad, etc.).

Por otra parte, una vivienda será cuidada, mantenida y enriquecida en la medida que sea querida por el que la usa; y para ello debe sentirla como propia, en el mejor sentido de la palabra, como un lugar de alguna forma elegido. Cuantas más decisiones pueda tomar ese usuario sobre su vivienda, más próxima la sentirá y más valor le agregará. Independientemente de los niveles educativos, culturales o de cualquier otro tipo, que puedan hacer que una casa sea más bonita o racionalmente usada, esta necesidad de personalización debe considerarse como primaria. Si no se la atiende suficientemente, si no puede resolverse, la vivienda carecerá de una condición irremplazable: su vitalidad5.

3 “El primer programa es el que dicta al proyectista, como también a todos los otros protagonistas sin que sean forzosamente conscientes de ello, el contexto de aspiraciones y datos de la sociedad entera. No escrito, sin embargo, orienta poderosamente el trabajo de creación.Análogamente a lo que es el derecho natural en cuanto a noción jurídica, se le podría dar el nombre de programa de la sociedad.Este programa de sociedad. es. en particular, el que resulta de la toma en consideración de la demanda del usuario. no únicamente el primer ocupante, sino los habitantes futuros que le sucederán en el edificio, y no solamente a los ocupantes directos, sino a todos los usuarios presentes y futuros de la población, que se expresan a través de las colectividades locales, etc., demanda hecha de reivindicaciones difusas en las que se mezclan la nostalgia de las formas de vidas pasadas, las insatisfacciones del presenté, las nuevas necesidades de la evolución, el sentimiento creciente de un derecho a la vivienda, yendo bastante más lejos que la simple obtención de un refugio.El proyectista no puede comprender ni interpretar correctamente este programa de la sociedad más que permaneciendo a la escucha, considerándose como investido de una misión que sobrepasa las preocupaciones técnicas y formales inmediatas, y que hace que el proyectista sea, en realidad, responsable de su creación ante la sociedad entera.Así, por ejemplo, para adoptar una expresión reciente y un término de moda, el coste de un edificio sobrepasa ya a la noción de coste global, y debe, en adelante, ampliarse al coste ecológico.En una palabra. la concepción, que la evolución de estos últimos años ha cargado de significado, no es un acto inocente. Exige una conciencia social y una capacidad para traducir a la realidad una exigencia de la sociedad, en el interior de la que se sitúa la exigencia arquitectónica”. (Paul Bernard: La construcción por componentes compatibles. Barcelona, Editores Técnicos Asociados S.A., 1978).

4 G. Blanchére, Saber construir (Op. Cit.). P. Bernard. La construcción por componentes compatibles (Op. Cit.). Amos Rapoport: “El elemento personal en la vivienda. Una argumentación a favor del diseño abierto” en Mass Housing, Barcelona, Colegio de Arquitectos de Catalunya, 1971.

5 “La gente, pues, va a vivir a unas casas diseñadas para un individuo no especificado y según unos valores que le son ajenos. En dicho diseño tiende a prescindirse de las diferentes formas de la personalización; los planos pueden estandarizarse debido a las limitaciones económicas, a problemas técnicos y otras cosas que este género. Es, por tanto, de gran importancia que dichos planos sean "buenos" puesto que ya que no pueden ser buenos para todos los

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Esta necesidad de personalización deberá poder satisfacerse en sus manifestaciones o circunstancias más características:

- la territorialidad o requerimiento básico de contar con un lugar reconocible y respetado por todos como de uso exclusivo, que debe contemplarse en tres escalas: la individual, por la necesidad de aislarse de cada persona en un lugar elegido; la familiar, por la que puedan desarrollarse sus miembros con intimidad; la grupal, por la que un conjunto de familias pueden contar con un ámbito definido de uso común.

- la individualidad o necesidad de reconocer y hacer reconocer el lugar propio dentro de la comunidad.

-la adaptabilidad inmediata, para que al instalarse en una vivienda se puedan hacer ajustes funcionales y ambientales; progresiva, para que al evolucionar la familia pueda hacer los cambios necesarios, y futura, para nuevos usuarios o, eventualmente, nuevos usos.

-la flexibilidad entendible como posibilidad de cambiar el uso de las habitaciones; de que sea factible más de un recorrido dentro de la vivienda y de que haya alternativas en el amueblamiento de las habitaciones.

Las estrategias de diseño que se adopten como respuesta a estas necesidades de personalización se reflejarían en una diferenciación de las partes del edificio inamovibles (como estructura, fachadas o instalaciones principales) de las adaptables, a través de un análisis topológico del territorio; y de unas proposiciones constructivas que las haga factibles.

Se dan muchos argumentos asegurando que todos estos requerimientos se podrían alcanzar de modo más eficaz y más económico cambiando de vivienda cada vez que sea necesario, lo cual puede ser coherente con la proposición de seguir haciendo ciudad como en los últimos años (donde es difícil diferenciar un suburbio de París de otro de Valencia, sus edificios y sus viviendas), pero si creemos que hacer ciudad puede ser otra cosa, será necesario pensar un poco más.

Pensamos que la vivienda no constituye un bien de consumo que se deja por otro con la facilidad que eso supone. También es verdad que la gente no remueve las paredes de sus casas a cada rato. Lo que sucede es que los edificios, tal como los construimos, duran más de lo que podemos pronosticar que durará el modo de usarlo para el que lo concebimos. Al menos esa durabilidad no es igual para todas sus partes. La pintura, los revestimientos, los muebles de cocina, las instalaciones, la estructura, tienen diferentes tiempos útiles, y no sólo porque se deterioren en distintos momentos6.

grupos o individuos, el diseño deberá ser lo suficientemente poco ajustado para dar cabida a la expresión de las distintas diferencias y preferencias. Es necesaria la adaptabilidad en consideración a los futuros moradores, puesto que los edificios sobrevivirán a sus primeros habitantes, por lo menos mientras no se acepte el concepto de una vivienda como un producto de consumo regulado ... y existen' motivos para que esto no ocurra. También es necesaria la adaptabilidad en consideración a los gustos e intenciones distintas y cambiantes de los primeros moradores. No se conoce ni a los ocupantes iniciales ni a los futuros, y ellos tampoco tienen opción ninguna en el diseño”. (Amos Rapoport Op. Cit.).

6 “De las diversas exigencias que formulamos respecto a nuestros edificios, la durabilidad, que es exigencia de índole económica, es una de las que trae consecuencias más importantes.

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b) Necesidad de confort:

La sensación de comodidad en un lugar depende de muchos factores; independientemente de los definidos antes como de personalización, éstos parecen, a primera vista, más objetivables o medibles, abarcando desde la seguridad hasta la calidad de la luz, pasando por la posibilidad de desarrollar plenamente la actividad prevista en ese lugar.

No se trataría de definir las condiciones mínimas (mucha gente ha sobrevivido en una trinchera), ni las máximas (las de un palacio). Se trata de unos requerimientos cuya evaluación y resolución depende de consideraciones culturales, socio-económicas, ambientales, etc. En cada contexto, en cada país, se podrá alcanzar un distinto nivel de confort en los estándares de vivienda; eso no impide un análisis de esos requisitos, para lo cual podemos clasificarlos en dos grupos: los derivados del uso, o actividad que se pretende realizar, y los derivados de la implantación en un medio determinado.

Estos últimos se refieren a las características ambientales a lograr en el interior de la vivienda, abarcando desde la seguridad y rigidez del edificio hasta las condiciones higrotérmicas o acústicas necesarias para una vida saludable y cómoda. Estas condiciones de confort, que pueden calificarse como "sensoriales", abarcarían también la consideración de una luminosidad adecuada, de las relaciones visuales con el exterior (del paisaje inmediato, de la intimidad respecto a vecinos, de la distancia al suelo), de los olores, etc. Son conocidos los trastornos psicológicos y de conducta que puede ocasionar la promiscuidad. Menos difundidas están las consecuencias que acarrean circunstancias como vivir a gran altura; por encima de los 10 m. (cuatro plantas) es difícil discernir un rostro y sus expresiones, lo que crea sensación de aislamiento.

El análisis exhaustivo de muchas de ellas (especialmente en cuanto al control de la temperatura, humedad y ruidos) está suficientemente desarrollado en numerosos tratados referidos tanto al confort como al ahorro energético ya la construcción del hábitat. Por otra parte se desarrolla paulatinamente una normativa que condiciona directamente el diseño, que sería necesario compilar como cuerpo exigencial, claro, conciso; concebido como un proceso perfeccionable a través de la experiencia y la verificación eficaz.

Su aplicación complementaría las actitudes que comentamos antes, al hablar de estrategias respecto al medio, sirviendo al proyectista como referencia para hacer previsiones correctas, y al usuario como pautas de una calidad exigible.

Los requerimientos respecto al uso, aunque también dependientes de la implantación (una actividad se realiza de distinta forma en un clima frío o cálido, ya que postulan diferentes modos de vida), pueden considerarse más genéricos, al menos dentro de un medio relativamente homogéneo, y serían los siguientes:

- Necesidad de espacio exterior: su conveniencia para el desarrollo familiar, especialmente de los niños, es innegable. Aunque las condiciones urbanas impidan la posibilidad de contar con un mínimo de terreno de uso privado, puede preverse la proximidad de áreas de aire libre,

Se expresa así: todas las exigencias humanas han de ser satisfechas durante n años, si son normales las condiciones naturales, si está asegurada la mantenencia, si la ocupación es corriente y si ciertas partes de la construcción son renovadas cada p años, si esto está admitido y ha sido previsto”. (Gerard Blanchére. Op.Cit.).

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próximas a la vivienda, de uso comunitario restringido (patios, centros de manzana, squares) y siempre están los paliativos, como balcones o terrazas de uso exclusivo, pero su eficacia como tales dependerán de las dimensiones, orientación y de una relación adecuada con el interior.

- Necesidad de espacio interior7. La primera insatisfacción denunciada en la mayoría de los estudios y encuestas en alojamiento masivo en distintos países, se refiere a la falta de espacio físico dentro de la vivienda. Según esos estudios, por debajo de 12 m2/persona, la insatisfacción va en aumento, por debajo de 8 m2/persona se observan comportamientos patológicos en los niños8.

Cada país establece unas superficies para las viviendas subvencionadas en función de determinados parámetros. En España, para las promociones públicas del Instituto para la Promoción Pública de la Vivienda (I.P.P.V.), se establecen unos máximos de 42, 54, 66 y 78 m2

para las viviendas de 1, 2, 3 y 4 dormitorios, respectivamente.

Algunos analistas proponen una fórmula que podría considerarse aceptable: 18 + 12 N m 2, donde N es el número de habitantes. Refiriendo aquellas superficies propuestas por el I.P.P.V. a dicha fórmula encontraríamos que, si bien las viviendas de 1 y 2 dormitorios resultarían aproximadamente aptas, las de 3 y 4 habitaciones (para 6 y 8 personas) serían exiguas; incluso rozarían la insalubridad en las más grandes, adjudicando menos de 10 m2/persona9.

No conocemos los razonamientos por los que se ha llegado a establecer esa escala de áreas, pero nos recuerda a las reglamentaciones que establecían, para el cálculo de estructura de esas mismas promociones públicas, unas sobrecargas de uso de 150 Kg/m2 (por debajo de 200 Kg/m2 exigidas para viviendas no subvencionadas); como si los pobres pesaran menos y olvidando que el hacinamiento de personas y muebles que se producirían en esos pisos haría necesario considerar cargas mucho mayores para ser coherentes.

La determinación de superficies útiles se extiende (como mínimos exigibles) a todas las habitaciones y locales de la vivienda, acompañada de consideraciones dimensionales precisas

7 “Los diversos miembros de la familia y los subgrupos familiares deben poder aislarse según el momento y disponer de espacios propios. Esta exigencia parece fundamental y debe subrayarse que las insatisfacciones causadas por la superpoblación dominan a todas las demás, incluso, por ejemplo, a la falta de confort sanitario. (…) Las encuestas y las recientes observaciones empíricas demuestran que, en los alojamientos colectivos muy poblados, la distinción clásica entre espacio de día y espacio de noche pierde parte de su significado. La falta de superficie obliga a menudo a que los niños, e incluso los padres, pasen parte del día en los dormitorios.Espacio de día y espacio de noche se diferencian más por características de intimidad que por exigencias funcionales según el momento de utilización durante el día: en caso contrario no se hubieran colocado ventanas en los dormitorios”. (Claude Lamure: Adaptación de la vivienda a la vida familiar. Barcelona. Editores Técnicos Asociados S. A., 1980).

8 G. Blanchére. Op. cit. C. Lamure. Op. cit.

9 “El ámbito crítico aparece como una garantía, aunque como es lógico, no constituye por sí solo una garantía de éxito en el desarrollo de la actividad, ya que -como se ha indicado- a los requerimientos estrictamente dimensionales es necesario añadir muchos otros de muy diversa naturaleza -confort ambiental, tipos de mobiliario y de equipamiento, etc.,- y no todos los requerimientos dimensionales se deducen directamente de las diversas actividades, la envolvente arquitectónica, la propia construcción con sus componentes orgánicos (estructura, cerramientos, particiones, instalaciones, etc.) obedece a una propia disciplina dimensional, generalmente coordinada y, en el caso de la industrialización, incluso modulada, que impone a veces sus magnitudes a las estrictamente lógicas de los ámbitos de actividad”. Enrique Enrique Steegmann y José Antonio Acebillo Marín: Las medidas en arquitectura. Barcelona, Colegio Oficial de Catalunya y Baleares, 1983.

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referidas al amueblamiento, anchos de paso y áreas de influencia, cuya justificación puede encontrarse en varios tratados.

Esta referencia a la normativa de diseño del I.P.P.V. español la hacemos porque hemos considerado necesario aclarar cuáles son los parámetros que limitaban casi todos los ejemplos que presentamos más adelante, proyectados por nosotros como por otros.

- Necesidad de una organización correcta de las plantas: la distribución y relaciones internas de la vivienda afectan directamente al aprovechamiento efectivo del espacio, a las posibilidades de adaptación ya la flexibilidad de uso. Esa organización de la planta se puede analizar según distintas tipologías funcionales que se derivan fundamentalmente del modo de circular entre las distintas habitaciones; modo vinculado directamente con las proporciones de la planta, su perímetro exterior, el punto desde el que se accede y, por supuesto, de la superficie de que se dispone. Es evidente que, a medida que aumenta ésta, aumentarán las posibilidades distributivas, de independización de zonas y de recorridos múltiples.

Para situar las posibles estrategias respecto al uso de la vivienda como unidad funcional, que contemplen las necesidades y condicionantes que resumimos antes, analizaremos algunas de las consecuencias que se desprenden de consideraciones sobre las distintas características que pueden definirlas.

Estos análisis no pretenden, de ningún modo, ser exhaustivos; se trata más bien de mostrar un razonamiento que permita ir acotando el problema a partir de datos genéricos, considerados en forma lo más esquemática posible.

Para poder encarar el asunto de un modo entendible, restringiremos la gama de posibilidades a las que se pueden presentar para unidades de vivienda de tamaño mínimo; refiriéndonos para ello a las posibilidades que se presentan a partir de la Normativa del I.P.P.V., antes mencionada. Para reducir aún más el campo, y en caso necesario permitir comparaciones, tomaremos las viviendas de 3 dormitorios (con 66 m2 útiles) como base, ya que a su vez representa “el 72 % de los programas de promociones públicas".

Una primera clasificación tipológica se desprenderá de la relación de la vivienda con el suelo, en el sentido de si se establece una relación directa o indirecta con éste, ya que, como vimos en el apartado anterior, de ello depende la primera y fundamental diferenciación en cuanto a la utilización del territorio.

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Programa funcional, Dimensiones y Superficies mínimas

Se señalan para cada tipo de vivienda, las habitaciones o locales necesarios, sus dimensiones y superficies mínimas, las superficies útiles mínimas de cada zona, y las mínimas, máximas y óptimas totales.

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- Viviendas con suelo propio (unifamiliares)

La característica diferencial de la vivienda unifamiliar (aislada o agrupada de distintos modos) consiste en que es asumible como una entidad autónoma. Parte del suelo que la rodea sirve a la vida familiar tanto como la parte construida, permitiendo su ampliación en muchos casos; consiente una personalización hacia el exterior y, al tener suelo y edificio un propietario único, son más factibles los cambios de uso.

Como consecuencia de esas mismas características, las primeras decisiones que se plantearán en el diseño estarán fundadas en la relación que se proponga con el terreno, en función de los usos que se pretenden de éste; además, por supuesto, de las consideraciones ambientales.

Ello hace que, en función del área disponible, aparezcan unas pocas opciones iniciales que se refieren a su grado de compacidad (definida por el desarrollo en más de una planta, liberando terreno) y a su anexabilidad a otras unidades vecinas (que determina la cantidad de lados libres abiertos al exterior).

COMPACIDAD ANEXABILlDADBaja - una planta Cuatro lados libresAlta - dos plantas Tres lados libresMuy alta - tres plantas Dos lados libres

Para cada caso de compacidad se pueden dar cualquiera de los tipos de anexión posible. Pero en cualquiera de las opciones que se presenten, seguramente se tendrán en cuenta unas relaciones que tienen su origen en que casi todas las situaciones urbanas, al menos un lado del solar, estará conectado con espacios públicos o comunes; algunas de esas relaciones serían: que la zona de estar se conecte con el exterior público y/o con el privado; que la cocina se vincule directamente con una zona exterior de servicio; que la relación entre áreas públicas y privadas del suelo se realice por fuera de la vivienda o a través de la cocina o áreas de paso, etc.

Para la configuración de las relaciones internas de las viviendas, en función de distintos condicionantes, remitimos al análisis al que desarrollaremos al hablar de las plurifamiliares, ya que algunos conceptos pueden tener la misma aplicación y, de cualquier manera, reiteramos

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que lo que se trata de exponer es un modo de razonar alternativas y no de sacar conclusiones, porque éstas aflorarán al concatenarse con otras muchas variables que pesan sobre el tema.

Queremos recordar en este momento que este tipo de vivienda, la unifamiliar en suelo de uso exclusivo, es el que permite considerar a la autoconstrucción como procedimiento eficaz para su realización, tema del que hablaremos más adelante.

- Viviendas con suelo compartido (plurifamiliares)

Son las viviendas que se desarrollan formando parte de edificios de más de una planta, cuyos accesos se realizan a través de zonas de circulación de uso común (verticales y horizontales) integradas en el mismo edificio.

Normalmente se desarrollan en estratos horizontales, con uno o más frentes al exterior y al menos con un lado formando medianera con otras viviendas o con áreas comunes (los cuatro lados libres son posibles en viviendas que no analizamos aquí).

Criterios económicos aconsejan, normalmente, una baja proporción de superficies construidas y comunes respecto a las útiles, restricciones de perímetro exterior, concentración de instalaciones.

Se pueden plantear casos de viviendas en dos plantas (dúplex) o desniveladas en medias alturas, con objeto de alcanzar un mejor aprovechamiento de la circulación común, de conseguir una doble orientación, o espacios exteriores o interiores de mayor altura en pos de restituir algunas alegrías perdidas al tener que amontonarse.

La situación más corriente, para la gama en que nos movemos, está dada por la vivienda que se desarrolla en una planta. Para este caso hemos restringido el análisis de las estrategias que se pueden adoptar en función de: A) Lados abiertos al exterior. B) Proporciones de la planta. C) Acceso. D) Elementos fijos.

A.-LADOS ABIERTOS AL EXTERIOR

La determinación de cuántas fachadas de una unidad de vivienda dará al aire libre, que obviamente depende del tipo de edificio y de su organización general, parece que debería ser de las primeras consideraciones a tener en cuenta en el proceso de diseño. Argumentar sobre las ventajas de que la casa mire, al menos, en dos direcciones diferentes (y no decimos a dos patios de ventilación) puede resultar demasiado obvio, pero recordemos que la diversidad de visuales constituye uno de los pocos argumentos vitales fuertes que podremos ofrecer desde situaciones de mínimos.

A.1.-Un sólo lado al exterior:

Donde todas las habitaciones deben ubicarse a lo largo de esa fachada para iluminar y ventilar: No es posible la ventilación cruzada; la circulación interior deberá ser por el fondo, restringiendo las posibles distribuciones; no es posible más que una sola visión del exterior (si es desagradable, están perdidos).

A.2.-Dos lados al exterior:

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Constituye la situación más generalizada, especialmente la (a); permitiendo varias proporciones de planta, de situación de accesos, de distribución interior y ventilación cruzada.

A.3.- Tres lados al exterior:

La situación que permite más posibilidades de distribución y que de por sí aporta más cualidades, con tres visuales distintas, que pueden compensar su dilatado perímetro.

B.-PROPORCIONES DE LA PLANTA

De la relación entre el perímetro de la planta, la superficie que envuelve y los lados exteriores a los que abren las distintas habitaciones, se puede desprender una primera aproximación a las distribuciones funcionales posibles.

Un primer dato a considerar será la cantidad mínima de perímetro exterior necesario para cumplir con la iluminación y ventilación exigibles para cada local.

En la vivienda de 3 dormitorios, tal como la consideramos, esos locales (3 dormitorios, estar y cocina) requieren al menos entre 12,5 m. y 13 m. de desarrollo de fachada (suponiendo que el aseo ventile por conducto).

Al relacionar este dato con las posibilidades que se desprenden de contar con 1, 2 ó 3 lados exteriores, podemos inferir algunas proporciones de planta posibles.

Para A-1 (un solo lado exterior) será necesario, evidentemente, contar con esos 12,5 m. a 13 m. de largo mínimo; la profundidad, de acuerdo a la superficie, girará entre 5 y 6 m. Esto nos permitirá deducir que las proporciones entre los lados de la planta serían entre 1 a 2 y de 1 a 2,5.

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Dentro de este territorio esquemático las distribuciones más elementales de los distintos ambientes podrían ser las siguientes:

- Situar el salón en un extremo, permitiendo que el resto de los ambientes puedan funcionar como una unidad, con algunas alternativas que dependen de la localización del o los aseos.

- Situar la cocina en un extremo, luego el salón, y dejando el área restante para los tres dormitorios y aseos.

- Un dormitorio aislado en un extremo (preferentemente con un aseo) junto al salón; cocina y demás dependencias a continuación.

- Dormitorio aislado (con o sin aseo) en extremo, junto a cocina, luego el salón y habitaciones restantes.

Pueden pensarse más variantes distributivas para esta situación con una sola fachada pero, tal como se plantea el problema, pensamos que serán derivaciones de las enunciadas. En todos los casos la superficie de circulación interior es similar; las relaciones funcionales y las lecturas ambientales pueden enfatizar, atenuar o desfigurar estos esquemas, según la situación del acceso, la posición de las puertas y una serie de recursos de los que puede depender radicalmente el aspecto y el uso de la vivienda. Pero el esqueleto funcional, su tipología, será ineludible; y es conveniente ser consciente de las posibilidades reales que ofrece, para tomar decisiones.

Esta consideración tan obvia, que es extensiva a todos los casos que analizaremos, nos parece necesaria, ya que se hace difícil eludir formalizaciones concretas para explicarnos.

Para la situación A-2 (a) (dos lados libres paralelos) la distribución que requiera la menor superficie de perímetros exterior (alrededor de los 13 m. con 6,5 m. por lado) hará necesaria una profundidad de entre 10 y 11metros. La mínima profundidad, con habitaciones distintas a cada fachada, rondaría los 7 m; lo que implica unos 20 m. de perímetro exterior. Entre esos dos extremos la proporcionalidad de lados puede suponerse entre 2 a 3 y 3 a 2.

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A mayor superficie exterior y menor profundidad aumentarán las posibilidades de organización interior (además de la mayor luminosidad), a costa del encarecimiento derivado de la mayor proporción de fachada en relación a la superficie interior. Puede suponerse que alrededor del cuadrado se dan la mayoría de las distribuciones con un aprovechamiento racional de áreas.

Dentro de este territorio las distribuciones más características serían las siguientes:

- En los casos de mayor profundidad es necesario situar el aseo en el centro, entre dos dormitorios, posibilitando pocas variaciones para los otros locales.

- Con poca profundidad de planta es posible el salón a dos fachadas, lo que restringe mucho las posibilidades para las restantes habitaciones.

Entre esos dos extremos se puede pensar en un abanico relativamente amplio de posibilidades, según los dormitorios abran todos a un lado o dos, la cocina se abra a fachada opuesta al salón o a la misma, los dormitorios integren un bloque de uso íntimo o se disgreguen, etc.

Cada una de estas organizaciones topológicas consentirá aparte unas y otras organizaciones funcionales: áreas de circulación muy definidas y autónomas, o dobles recorridos posibles, o servidumbres de paso. Permitirá también pensar en posibles flexibilidades de uso: la proximidad de la cocina y un dormitorio, de modo que éste pueda usarse como comedor o lugar de trabajo, o la del salón con un dormitorio, de modo que aquél pueda ampliarse. Y puede hacer factibles algunas decisiones técnicas: la formación de un bloque sanitario entre baño y cocina, la calefacción mediante un solo aparato central, etc.

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Para la situación A-2(b) será necesario más perímetro exterior que para A-2(a), al aparecer siempre un local con dos caras donde ubicar posibles aberturas, con unos mínimos alrededor de 15 a 16 m. Las proporciones posibles de planta estarían entre 1 a 2 y 2 a 3, siendo difícil resolverla en un cuadrado por la inconveniencia de utilizar el rincón oscuro como área de uso vital.

Para los casos anteriores no comentamos las consecuencias de alteraciones en el perímetro y los mencionamos como si fueran rectángulos perfectos. Por supuesto que sutiles variaciones pueden consentir organizaciones funcionales diferentes para un mismo esquema topológico. Pero en algunos casos esas variaciones constituyen sub-tipos, como sucede para este caso, A-2(b), donde según se deforme la planta hacia la situación M ó N aumentará el perímetro externo o se ampliarán las posibilidades organizativas.

En cuanto a las distribuciones que admiten estos territorios, en principio son derivaciones de la del primer caso A-1 por hacer necesario que la circulación interior discurra adyacente al lado ciego más largo, pero permitiendo que esa circulación consuma menos superficie y conecte mejor las distintas áreas; o plantear un salón, con dobles visuales (perfeccionando su multifuncionalidad).

Por último, para la situación A-3 aumenta considerablemente la relación de fachada con superficie útil, multiplicando las posibilidades de distribución y de que el contar con tres perspectivas distintas del entorno constituye "per se" un aporte enriquecedor del espacio interior.

Las proporciones que se pueden dar dentro de esta situación abarcarían entre 2 a 1 y 2 a 3.

Considerando unos anchos lógicos mínimos de unos 6 m. (dos habitaciones), el primer caso requeriría menos perímetro exterior para la misma superficie interior.

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En cuanto a los posibles esquemas topológicos, es evidente que se sumarán los contemplados para los casos A-1, A-2(a) y A-2(b), permitiendo las mejores diferenciaciones de recorridos y de áreas.

C.-ACCESO

Como vimos, todas las relaciones entre la forma del territorio de la vivienda y los lados de su perímetro que abren al exterior permiten varios esquemas topológicos de la planta y cada uno de ellos, a su vez, varias organizaciones funcionales. Pero es evidente que el análisis queda totalmente descontextualizado si no consideramos (aparte de las características de los bordes) un hecho fundamental que depende de cómo y por dónde se penetra al mismo desde las zonas comunes.

El modo de acceder a la vivienda depende de la organización del conjunto y del tipo de edificio; es uno de los considerandos básicos que hacen a la proposición de una organización grupal. Desde él se pueden favorecer o dificultar las relaciones interfamiliares, y a partir de él arrancan muchos de los factores que determinan la forma, el tamaño y la "arquitectura" del conjunto, en una relación unívoca con los otros factores derivados de su relación con el medio.

A su vez, en cada vivienda, ese modo de acceder condiciona por sí mismo el uso y recorridos del territorio, sin hablar de la incidencia que tiene en la percepción del mismo como espacio íntimo.

De la importancia del acceso en la percepción y organización del espacio, es consciente la humanidad desde que le atribuyó algún sentido simbólico y planificó la construcción en consecuencia. Eso es evidente en toda la arquitectura religiosa. En la arquitectura doméstica ese sentido simbólico trascendental es reemplazado por otros más sutiles, de raíz a veces ancestral, como podría ser el acceder desde las zonas más oscuras y recónditas para ir descubriendo la luz, o el penetrar a un lugar cada vez más íntimo que se aleja y aísla del exterior, recogiéndose en sí mismo.

Pero aquí sólo nos referimos al asunto tratando de soslayar todas las significaciones que se le pueden atribuir, que dependen de relaciones más sutiles y ambiguas, refiriéndose a cómo el modo de acceder condiciona de un modo más directo el uso de la vivienda.

Como venimos haciendo, tomaremos como referencia las condiciones que fija para el acceso la normativa de diseño del I.P.P.V., no porque nos parezca la más apropiada, sino porque responde a una concepción bastante generalizada que permite comparar ejemplos.

Por otra parte, es posiblemente el rasgo que hace más evidente que muchas proposiciones programáticas de la vivienda responden a una "pigmeización" de la casa burguesa, de cuya

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validez no podemos presuponer su universalidad ni longevidad, tal como evolucionan las costumbres.

Esas normas de diseño proponen que el acceso a la vivienda se realice a través de un vestíbulo. de 1 ,50 m2 mínimo (!?), desde el que se pueda derivar directamente a la cocina y al salón; a los dormitorios se puede llegar a través de éste, o de áreas de paso conectadas directamente con aquél.

A partir de esas condiciones analizaremos algunas circunstancias que se derivan de dos situaciones de acceso aplicándolas a otras dos morfologías de la planta cuyas consecuencias topológicas vimos antes.

l.-El acceso se realiza aproximadamente por el centro de uno de sus lados.

I.a.-EI acceso se realiza por el lado cerrado, en un territorio del que suponemos un ancho mínimo que permita la ubicación de dos habitaciones y que se abre a dos o a tres fachadas.

Puede considerarse que constituye el caso que básicamente exigirá la menor área de circulación para acceder a todos los ambientes, permitiendo por tal razón una mejor diferenciación funcional de zonas y que supuesto que, dados los límites de la superficie útil, nose podrá pretender mucho más que aislarla mediante puertas y prever la ubicación de algún armario; pero es posible utilizarla como incorporada al salón para ampliar áreas de uso específico.

Este plus de superficie útil, que se puede inferir de una reducción de las zonas de paso merced a la localización del punto de acceso a la vivienda, puede constituir un margen de flexibilidad o de adaptabilidad para el uso de la vivienda a lo largo del tiempo. Independientemente de la definición formal que se le asigne en el diseño original, será mejor para el usuario contar con él que no contar; y si el sistema constructivo empleado no consolida demasiado esa primera versión, aquel margen será un bien incorporado a la vivienda desde una decisión de diseño.

I.b.-EI acceso se produce por el lado más largo, en un territorio estrecho en el que la mayoría de los locales abren al opuesto.

Por el hecho de conectar con las habitaciones por un lado y por los extremos del camino que es posible trazar dentro de una vivienda de esas proporciones, la superficie necesaria para circular será mayor que en el caso anterior. Pero la ubicación del acceso a lo largo de esa cara puede abrir una gama de posibilidades organizativas y un mejor aprovechamiento de esa circulación.

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II. El acceso se realiza por un vértice.

II.a.-EI acceso se produce por el vértice de un territorio cuyas proporciones y lados exteriores permiten abrirse a dos caras opuestas.

Es evidente que para llegar desde la entrada hasta la última habitación será necesario caminar más por el interior de la vivienda. Esto puede hacer obligatorio (siempre teniendo en cuenta las restricciones enunciadas al principio) que ese camino se verifique a través de otros ambientes cuya definición funcional lo permita, o sea el salón-comedor, restringiendo a priori su flexibilidad.

Dado que la cocina abrirá obligatoriamente al vestíbulo de acceso, su comunicación con los dormitorios comprometerá también al salón-comedor; a menos que que se posibilite una relación directa con la zona íntima; que es lo mismo que pensar que aquel camino se desdobla con un tabique de por medio.

II.b.-EI acceso se produce por el vértice de una planta alargada, donde casi todos los ambientes abren a un solo lado.

Este constituirá el caso donde la circulación interior consumirá más superficie útil y donde a su vez es casi imposible desdoblarla en recorridos opcionales, al pretender que la cocina se localice junto al acceso.

También será prácticamente ineludible que el área del paso quede incorporada al salón, y estará tan definida que será difícil sacarle otro partido que como ampliación visual.

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Las consideraciones realizadas hasta el momento respecto al uso posible del territorio de la vivienda, en función de su perímetro, sus proporciones y el acceso al mismo, se han hecho como si dicho territorio fuera un área despejada donde es posible moverse con absoluta libertad. Esto es parcialmente cierto, al tomar las primeras decisiones de diseño; pero en función de ellas quedarán fijados los elementos constructivos que conforman los respectivos ambientes según su función. Así aparecerán los tabiques, las puertas, los elementos estructurales y las instalaciones como piezas entre las que discurrirán las distintas actividades.

Como dijimos antes, es difícil suponer que esas actividades serán siempre las mismas a lo largo de la vida del edificio y que dentro de las mismas áreas libres, con una distribución determinada, podrán realizarse actividades muy diferentes a lo largo del tiempo10. Y esa distribución original será más restrictiva cuando más reducidos sean los espacios específicos para cada uso, tanto que muchas veces consienten apenas variaciones de amoblamiento. Una organización de ambientes más amplios parece que es susceptible de acoger más diversos usos, como sucede con tantas casas antiguas.

Por tal razón, además de que desde el diseño original de la vivienda se posibilite un uso más pleno de las mismas, parece necesario que los elementos más rígidos, que conforman los distintos locales, cumplan con algunas condiciones que hagan factible la adaptabilidad a través de la modificación de los restantes.

Por ello incluimos en este apartado, de estrategias respecto al uso, éste que llamamos:

D.-ELEMENTOS INTERIORES FIJOS

Una primera clasificación de estos elementos podemos hacerla según su grado de inamovilidad, que en orden decreciente sería el siguiente:

- Estructura.

- Conductos de líquidos y gases (verticales).

- Tabiques con tubos de líquidos (horizontales).

- Locales instalados (cocinas y baños).

Como queda dicho, la ubicación de esos elementos se decidirá en función de la distribución que adoptemos dentro de cada caso, pero parece necesario observarlos en sí mismos, independientemente de aquélla, como si los viéramos en una radiografía, para poder analizar las consecuencias que acarrearán en cualquier configuración.

10 En unos sondeos muy elementales, que hemos hecho para unos trabajos sobre pautas de diseño y construcción de vivienda social, uno en Canarias y otro en Extremadura, nos sorprendió cómo crecían los porcentajes de modificaciones en la distribución, en relación con la antigüedad.En viviendas con veinte arios de uso, el 70 por 100 de los usuarios habían realizado cambios en la organización funcional abriendo puertas, eliminando tabiques y construyendo otros. Esto, independientemente de las modificaciones en revestimientos, terminaciones y equipo, que en la mayoría de las viviendas se realizan en los dos primeros arios. Aunque estos sondeos no tienen ningún valor estadístico, por lo reducido del universo considerado y porque no se manejaron todos los datos necesarios (las encuestas se dirigían a obtener niveles de satisfacción globales en algunos conjuntos de viviendas protegidas), creemos que ese dato es significativo.

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En cuanto a la estructura, parece evidente desde hace bastante tiempo la conveniencia de que ésta se resuelva mediante elementos puntuales (pilares) que, además de las ventajas en la organización constructiva que pudieran suponer, al formalizarse como cuerpos esbeltos comprometerán mínimamente la organización espacial. Esto fue comprendido con plenitud por maestros del Movimiento Moderno como Mies o Le Corbusier que, por encima de argumentaciones teóricas como la casa Domino, asumieron en muchas obras un vocabulario donde esta proposición se exponía con énfasis.

Parece que no basta con que los pilares comprometan lo menos posible, por su reducida sección, la configuración de los ambientes. Su localización se puede resolver en función de una organización espacial cuyos fundamentos estén más allá del diseño circunstancial de la distribución de una vivienda. A estos fundamentos espaciales de la organización estructural nos referiremos en el próximo capítulo partiendo de las proposiciones que Rafael Leoz expuso en los años sesenta.

Ahora realizaremos un análisis más genérico de las consecuencias de la forma y la ubicación de los elementos estructurales a través de unos pocos esquemas.

Si se reducen al mínimo los puntos estructurales dentro de un territorio, su localización óptima dependerá de las proporciones y distribuciones posibles dentro del mismo.

Así, pareciera que en una planta próxima al cuadrado esa localización rondará al centro de la misma, si pretendemos dejar abiertas un máximo de posibilidades organizativas.

En una planta alargada, con ambientes que abren básicamente a una cara, sería conveniente que los pilares aparecieran a lo largo de una línea próxima a lo que sería la circulación interior, de modo que comprometan lo menos posible el resto de las divisiones entre ambientes.

Si la estructura tuviera que resolverse mediante muros portantes (prefabricados o realizados in situ), es evidente que cuanto más nos alejamos de los conceptos antes comentados, cuanto más grandes y más próximos se realicen esos muros, más rígida será la planta.

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Pero además de la longitud y de la separación de los muros, las posibilidades distributivas también dependen del sentido direccional de los mismos respecto a los bordes exteriores.

Así, en un territorio con aberturas en lados paralelos, que a su vez pueden estar resueltos con muros portantes (porque la inamovilidad de la fachada puede considerarse como un dato fijo por sí mismo, independientemente del sistema constructivo empleado), los muros interiores incrementan las posibilidades organizativas si se colocan también paralelos a esos lados abiertos.

Esto parece claro si se piensa que las divisiones perpendiculares o fachadas podrán colocarse en varias posiciones, o eliminarse si se pretenden ambientes mayores. A lo largo del territorio discurrirá la circulación; las conexiones entre ésta y los distintos locales normalmente requerirán aberturas de paso (excepcionalmente integraciones espaciales amplias), lo que no impedirá la ubicación de muros de tramos breves en ese sentido.

Los conductos verticales de líquidos y gases, especialmente las bajantes de saneamiento y las chimeneas de ventilación y humos, constituirán partes casi tan inamovibles del edificio como su misma estructura. Por tal motivo, aunque su ubicación normalmente se decide en función de la instalación y distribución específica de la vivienda, es necesario analizar las consecuencias topológicas que tendrá en el territorio, visto nuevamente como en una radiografía donde se destacan las partes más duras, si queremos que esa decisión sea correcta.

Se han hecho muchas proposiciones (teóricas y prácticas) para que este problema desaparezca: sistemas que, mediante la previsión de espacios amplios entre piso y techo de unidades superpuestas, permitan desplazar mucho las instalaciones, dándole pendiente a los desagües hacia puntos distantes; y otros que resuelven el tema con artilugios mecánicos. Posiblemente alguien piense que pronto serán transferibles a los edificios, o a cada vivienda incluida en ellos, sistemas de cápsula espacial que eliminarían incluso las redes de alcantarillado de las ciudades.

No por falta de optimismo técnico, sino porque no tenemos datos fiables de cuándo dispondremos de esas soluciones para aplicarlas a la construcción de alojamiento masivo, centraremos el análisis en las circunstancias que rodean este tipo de instalaciones en casi todo el mundo.

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La primera consideración parte de la conveniencia de que aquellos conductos verticales estén lo más inmediatos posible a los aparatos y locales que sirven. Por ejemplo indicaremos dentro de cada planta unas áreas sombreadas, que representan cocinas o baños, con unos núcleos negros que representan conductos.

La segunda consideración se refiere a la decisión de conectar baño y cocina a una misma bajante (con la consiguiente reducción de tramos horizontales de todos los servicios) o a bajantes separadas. Visto en general es obviamente aconsejable la concentración, no sólo por facilitar la solución de problemas constructivos, de mantenimiento y de reducción de costos, sino que parece que puede consentir más variaciones de distribución el hecho de ir generando distintos ambientes alrededor de un núcleo central. Pero esto será cierto sólo para algunas proporciones de planta y con determinadas condiciones de bordes y acceso; para otras será aconsejable el desdoblamiento, como criterio apropiado para la efectividad en el aprovechamiento del territorio tal como lo veníamos planteando.

Para comprender los esquemas adjuntos es importante tener en cuenta las posibles vinculaciones que se deben resolver entre la cocina y otros ambientes (entrada, comedor, zona íntima) y su relación de iluminación y ventilación directa con el exterior; por su parte, el baño se vinculará directamente con la circulación de dormitorios. También conviene considerar que una cocina requiere un ancho de 2,10 m. si pretendemos equiparla en dos caras paralelas (1,60 m. para una sola cara) y el baño 1,50 ó 1,20 m. para las mismas condiciones. A partir de esos datos tendremos los mínimos con qué movernos; en función de ellos podrían hacerse algunas observaciones sobre la localización de estas áreas y núcleos de servicio.

En plantas de proporciones próximas al cuadrado será más factible la concentración de instalaciones, con las consecuencias antes mencionadas.

Cuando las proporciones de la vivienda se alargan, aumentando su profundidad respecto a dos lados exteriores paralelos y estrechos, lo más aconsejable sería separar la cocina del baño, de modo que aquélla se sitúe junto al acceso y al exterior, y éste entre dos dormitorios sobre el lado ciego opuesto.

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Entonces parece evidente que el mejor modo de preservar un territorio, para que esté interrumpido por la menor cantidad de obstáculos inamovibles, consistirá en llevar los núcleos de conductos a los bordes, preferentemente a los compartidos con otras viviendas. Esta solución parece tan obvia que casi da vergüenza decirlo; pero la mencionamos porque se ha generalizado por razones de economía de obra (que para nada subestimamos), y aquí queremos enfatizar, además, su conveniencia desde el punto de vista de los grados de libertad en la organización de la planta.

Las proporciones alargadas del territorio, con los ambientes abriendo predominantemente a un lado largo, pueden plantear varias alternativas, según la situación del acceso y de un segundo o tercer lado exterior.

Sólo en algunos casos será posible hacer un solo bloque de instalaciones, y eso a costa de incrementar áreas de circulación (que, como vimos antes, es uno de los puntos críticos de este tipo de plantas), y de partir prácticamente las viviendas en dos zonas, con lo que las posibilidades organizativas se reducen a cada una de ellas en sí misma.

Cualquier tentativa de prever un territorio más abierto parece requerir el envío de cocina y baño a los bordes y separarlos; y las consideraciones que hagamos entonces sobre la posible situación de los núcleos de conductos serán similares a la del caso anterior.

CONCLUSIONES

Del análisis realizado sobre las estrategias de diseño respecto al uso de la vivienda, derivada de condiciones como los lados exteriores, las proporciones y los elementos fijos del territorio, se podrían extraer algunas conclusiones.

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La primera de ellas es la verificación de la profunda interdependencia entre todos ellos, por lo que sucederá que, a partir de un primer grupo de decisiones se generará una reacción en cadena de opciones cada vez más restringidas.

Si por alguna razón se parte de una determinada relación con el exterior, que nos lleva a la configuración de la vivienda con unas características definidas a partir de la situación y extensión de sus bordes exteriores (lo que puede derivarse de una necesidad de asoleamiento, de una ponderación de vistas o de otras circunstancias), esas características condicionarán la forma y proporciones de la planta y la correcta implantación de sus elementos fijos.

De igual modo, un sistema constructivo puede sugerir (o imponer) una gama muy restringida de opciones para la organización de la planta y del edificio.

Podría pretenderse que está en manos del diseñador decidir cuáles deben ser los condicionantes claves a los que hay que subordinar toda la cadena de decisiones; pero esto no suele ser así, ni mucho menos. Tanto que, demasiadas veces, las viviendas no parecen haber pasado por las manos de un profesional, cuyo papel en la sociedad consiste, primordialmente, en ordenar una serie de conocimientos y recursos técnicos en función de quién va a vivir en ese lugar.

Pero, aceptando que las condiciones de partida constituyen factores que no contradicen valores sustanciales del resto del proceso, las decisiones de diseño no pueden reducirse a componer la fachada para pretender que, a pesar de todo, se hizo "arquitectura".

Deliberadamente, los esquemas que acompañan el desarrollo de estos análisis eluden cualquier formalización particular. Aunque no desconocemos que muchas veces será difícil asimilar una planta determinada a alguno de esos esquemas, recordamos que no intentamos exponer un abanico de posibilidades, sino un rango de razonamiento.

Tampoco intentamos dejar suponer a nadie que de la correcta y lógica concatenación de decisiones, en función del mejor aprovechamiento del territorio, vaya a surgir automáticamente un producto culturalmente respetable. Lo que se pretende enfatizar es que la "arquitectura" no existirá, no tendrá vigencia, si no crece apoyada en un proceso inteligente sobre los hechos que desencadena, o en el sentido de su utilidad. Esto puede ser una perogrullada, pero no parece tan evidente al observar muchas de las viviendas que se construyen todos los días.

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