Wim Wenders, Disparar Fotos

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Wim Wenders - "To shoot pictures..." ("Disparar" fotografías…) Eso de fotografiar es un acto en el tiempo, en el cual algo es arrancado a su momento y transferido en una diversa forma de continuidad. Siempre se piensa que lo que se arranca al tiempo se encuentra delante de la cámara fotográfica. Pero no es totalmente exacto. Fotografiar es efectivamente un acto bidireccional: hacia delante y hacia atrás. Claro, se procede también "hacia atrás". La comparación por otro lado no es tan extravagante. Así como el cazador apoya su fusil, mira la presa delante de él, aprieta el gatillo, y cuando parte el proyectil es empujado hacia atrás por el contragolpe, así también el fotógrafo es empujado hacia sí mismo apretando el dispositivo del disparo. Una fotografía es siempre una imagen doble: muestra su objeto y -más o menos visible- "detrás", el "contragolpe": la imagen de quien hace la fotografía en el momento de la toma. Esta contraimagen, presente en toda fotografía, no queda fijada por el objetivo, así como el cazador no es herido por su proyectil, del cual advierte solamente el contragolpe. ¿Qué es entonces el "contragolpe" del fotógrafo? ¿Cómo es percibido, cómo se reproduce en la imagen fotografiada? ¿Qué hace que sea, por decirlo así, evidente en la fotografía? 1

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Wim Wenders - "To shoot pictures..." ("Disparar" fotografías…)

Eso de fotografiar es un acto en el tiempo,

en el cual algo

es arrancado a su momento

y transferido en una diversa forma de continuidad.

Siempre se piensa

que lo que se arranca al tiempo

se encuentra delante de la cámara fotográfica.

Pero no es totalmente exacto.

Fotografiar es efectivamente

un acto bidireccional:

hacia delante

y hacia atrás.

Claro, se procede también "hacia atrás".

La comparación por otro lado no es tan extravagante.

Así como el cazador apoya su fusil,

mira la presa delante de él,

aprieta el gatillo,

y cuando parte el proyectil

es empujado hacia atrás por el contragolpe,

así también el fotógrafo es empujado

hacia sí mismo

apretando el dispositivo del disparo.

Una fotografía es siempre una imagen doble:

muestra su objeto

y -más o menos visible-

"detrás",

el "contragolpe":

la imagen de quien hace la fotografía

en el momento de la toma.

Esta contraimagen,

presente en toda fotografía,

no queda fijada por el objetivo,

así como el cazador

no es herido por su proyectil,

del cual advierte solamente el contragolpe.

¿Qué es entonces el "contragolpe" del fotógrafo?

¿Cómo es percibido,

cómo se reproduce en la imagen fotografiada?

¿Qué hace que sea, por decirlo así, evidente en la fotografía?

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En alemán hay una palabra muy significativa

para indicar este concepto,

una palabra

que conocemos por contextos totalmente distintos:

“einstellung” (disposición) /ajuste, enfoque/.

En sentido psicológico o moral

con ella se busca subrayar la actitud

con la cual alguien se "dispone a algo",

o más bien se prepara para algo

para después re-tomarlo.

La "disposición"

sin embargo es también un concepto en la fotografía

o en el film,

y define la imagen y su recorte,

pero también

el modo en el cual se dispone la cámara fotográfica

respecto a los valores de la luz y de los tiempos,

con los cuales el operador se dispone después para la "toma".

Naturalmente no es casualidad

que la misma palabra defina tanto la actitud

como la imagen producida mediante la misma.

Toda "disposición" (y por lo tanto toda imagen)

refleja la "disposición" de quien

ha "tomado" esta imagen.

Al contragolpe del cazador

corresponde en la fotografía

el retrato, más o menos visible,

de aquel que saca la fotografía.

No quedan fijados los rasgos

del rostro,

sino más bien su actitud,

su disposición hacia aquello

que está delante suyo.

La cámara fotográfica es por lo tanto un ojo

que puede mirar al mismo tiempo

delante y detrás de sí.

Delante saca una fotografía,

detrás traza una silueta

del ánimo del fotógrafo:

o más bien toma

a través de su ojo

lo que lo motiva.

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Una cámara fotográfica por lo tanto ve delante su objeto,

y detrás el motivo

por el cual este objeto debía ser tomado.

Muestra las cosas

y el deseo de ellas.

Hacia lo que está delante asume una actitud,

como así también hacia lo que está detrás.

Bien.

Cada segundo

en algún lugar del mundo

alguien hace un disparo

y fija algo

porque él, o ella, están fascinados

por una cierta luz,

por un rostro,

por un gesto,

por un panorama,

o por una atmósfera,

o simplemente porque una situación

debía ser fijada.

Los objetos de la fotografía,

esto es evidente,

son innumerables.

Cada segundo los multiplica de nuevo al infinito.

Cada instante del fotografiar,

en algún lugar del mundo,

es sin embargo único e incomparable.

El tiempo,

el tiempo imparable,

es una garantía de ello.

Incluso las miles y miles de instantáneas de los turistas,

las "photo opportunities" expresamente señaladas,

son, tomadas por sí mismas, incomparables y únicas.

El tiempo,

incluso en sus momentos más banales y lapidarios,

como en el "disparo" de los turistas,

es único e irrepetible.

Lo que es extraordinario en toda fotografía

no es tanto el hecho

que ahí,

según la opinión corriente,

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se habría "fijado el tiempo",

sino más bien al contrario,

que en cada foto éste vuelve a dar prueba

de cómo sea imparable

y continuo.

Toda foto es una evocación de nuestra mortalidad.

Toda foto trata sobre la vida y la muerte.

Toda foto tiene un aura sagrada.

Toda foto es más que la mirada de un hombre,

es superior a las capacidades de su fotógrafo.

Toda foto es también un aspecto de la creación

más allá del tiempo,

desde una visual divina.

De hecho el fotografiar

(o mejor el poder fotografiar)

es "demasiado bello para ser verdad".

Pero igualmente es también

demasiado verdadero para ser bello.

Por eso fotografiar es

también siempre un acto de presunción

y de rebelión.

Fotografiar enseña la intemperancia

o la humildad.

(Detrás de las fotos verdaderamente "buenas" sin embargo

se divisa siempre el ojo humilde).

Si una cámara fotográfica por lo tanto toma hacia las dos direcciones,

hacia delante y hacia atrás,

fundiendo las dos imágenes entre ellas,

de modo que el "detrás" se disuelva en el "delante",

entonces ella permite al fotógrafo,

en el instante de la toma,

estar delante, dentro de las cosas,

y no separado de ellas.

A través del visor

el que fotografía puede salir de si

y estar del "otro lado",

en el mundo,

puede comprender mejor,

ver mejor,

sentir mejor,

amar más.

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(Y por supuesto, lamentablemente, también despreciar más.

Efectivamente también está eso, la "mirada mala").

Toda fotografía, toda "Una vez" en el tiempo,

es también el inicio de una historia

que empieza con "Había una vez...".

Toda foto es también la primera llave de un film.

Generalmente después, el momento sucesivo,

los pequeños progresos,

la nueva toma,

la imagen que sigue

ya son un descubrir las huellas

del proceder

de esta historia

en su propio espacio

y en su propio tiempo.

Para mí en todo caso

el fotografiar se había convertido, "en el transcurso del tiempo",

cada vez más en un "descubrir huellas de historias".

Por lo tanto en este libro hay

más series de imágenes

y no imágenes individuales.

En cada segunda imagen inicia el montaje,

se mueve la historia

que se había anunciado en la primera imagen,

su sentido del espacio se desarrolla

en la dirección que le es propia,

dejando presagiar su sentido del tiempo.

A veces aparecen personajes nuevos.

A veces el supuesto protagonista se presenta

en un rol del todo secundario.

Y de vez en cuando no hay un personaje de primer plano

sino un paisaje.

Creo firmemente en la fuerza creativa de los paisajes

en el ámbito de una historia.

Hay paisajes,

sean ellos ciudades,

lugares desiertos,

paisajes montañosos,

o trechos costeros,

que incluso reclaman a viva voz una historia.

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Ellos evocan "sus historias",

sí, se las crean.

Los paisajes

pueden ser verdaderamente personajes

y las personas que aparecen ahí simples extras.

Y después además creo firmemente en los accesorios.

¡Qué no puede contar

el diario

aparentemente olvidado por casualidad en una foto!

¡O sino el cartel publicitario sobre el fondo!

¡O el auto estacionado al margen de la calle!

¡Una silla!

¡Cómo se queda allí!

¡Como si justo ahora alguien se hubiese levantado!

¡Un libro abierto sobre una mesa!

¡El pucho de un cigarrillo sobre la vereda!

En las fotos las cosas pueden ser trágicas,

terriblemente bufonescas,

divertidas o tristes.

¡Para no hablar de los elementos del vestuario!

Nada puede parecer más excitante en las fotos.

¡La media que baja en la pierna de un niño!

¡La solapa doblada de un hombre

que se ve sólo desde atrás!

¡Manchas de sudor!

¡Arrugas!

¡Botones que faltan!

¡Cosas apenas planchadas!

¡La historia de la vida de una mujer

resumida en su vestido!

¡El drama de un hombre

expresado en su sobretodo!

El vestuario indica la temperatura de una imagen,

la fecha,

la hora,

períodos de guerra y de paz,

períodos intermedios.

Y todo aparece siempre y solamente una vez,

y de esa una vez, la foto hace después un siempre.

Sólo a través

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de la fotografía el tiempo se vuelve visible,

y en el tiempo entre

la primera foto y la segunda

aparece la historia,

que sin estas dos fotos hubiera caído en el olvido

de otro siempre.

Así como yo mientras fotografiaba

quería perderme

afuera, en el mundo

y dentro de las cosas,

del mismo modo ahora el mundo y las cosas surgen de la foto

para entrar en mí

(o en todo otro observador)

y ahí quieren continuar a actuar.

Solamente "ahí" nacen las historias,

ahí

en el ojo

de aquel que observa.

Espero

que este libro de fotografías

se vuelva un libro de historias.

Aún no lo es,

pero puede convertirse en ello

a través de cualquiera que tenga ganas

de escuchar su ver.

WIM WENDERS, UNA VOLTA. Edizioni Socrates. Roma, 1993.

Traducción: Daniel Grilli, Profesor especialista en cine del CIEC

_________________Sebastián BonettiCoordinador GeneralCentro Independiente de Estudios Culturaleswww.cursosarteycultura.com.ar

http://www.cursosarteycultura.com.ar/foro/viewtopic.php?f=16&t=13

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