Y Las Piedras Hablaron

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Este pequeño cuento es una metáfora de nuestra realidad. Una mirada tierna sobre la fragilidad del orden en un universo caótico. Un reflejo de la eterna lucha entre el orden y el caos, batalla esta, quizás, perdida de antemano, pero que nos hace ver la importancia de transcender todo lo que con tanto esfuerzo edificamos.

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Sobre el Autor

Miguel Cabezas es profesor universitario.

Ingeniero Técnico de Minas, licenciado en

Administración de Empresas y post-graduado

en Ingeniería de Producción. Nació en

Cantabria (España) en 1967 y Actualmente

reside en Brasil.

e-mail para contacto:

[email protected]

Sobre el Libro

Este pequeño cuento es una metáfora de nuestra

realidad. Una mirada tierna sobre la fragilidad

del orden en un universo caótico. Un reflejo de

la eterna lucha entre el orden y el caos, batalla

esta, quizás, perdida de antemano, pero que nos

hace ver la importancia de transcender todo lo

que con tanto esfuerzo edificamos.

Y Las Piedras Hablaron es la segunda obra de

la Serie B publicada. Una serie en la que reúno

mis obras de juventud.

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Y Las Piedras Hablaron. eBook. 1ª Edición

Autor: Miguel Cabezas

Diseño de portada realizado por el autor de la obra. Foto: Stones of Stenness by Diego Meozzi

La presente obra es gratuita y se publica bajo una licencia Creative Commons v.3.0

Miguel Cabezas, 2010

Reconocimiento - No comercial - Sin obras derivadas

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La verdadera medida del hombre es su mente.

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Y Las Piedras Hablaron.

eBook por Miguel Cabezas

I

ran Murá, cuando vas a comenzar la historia -dijo la princesa Denia,

dejando entrever una impaciencia ciertamente infantil, al bufón de Otto,

rey de los magos.

Era el día nonagésimo en el periodo de la flor durmiente, el frío de la gran

montaña reinaba aún sobre la ciudad de Aros, en el

valle perdido de Faldor, pero el esperado deshielo ya

había comenzado. En este tiempo, y durante los tres

días anteriores al gran despertar, se celebraba con

júbilo el día en que el gran brujo Gardon mostró su

mecánico origen a los dioses intermedios,

obligándoles a refugiarse en la dimensión del olvido.

-Sí... -respondió éste.

La discípula de Oleitia carraspeó.

-No nos impacientes más con tus rodeos, por

favor -rogó.

-Está bien, está bien -repitió Gran Murá-.

Bajo las arañas de cristal de Bohemia... -comenzó a

recitar, mientras elevaba, titubeante, su mirada al

modesto techo de la sala real.

-Pero no se comienza con 'Erase una vez...' -

interrumpió la princesa, con un gracioso gesto de

extrañeza en sus cejas.

-¡Bah!, -exclamó Murá, volviendo su mirada

al juvenil rostro de Denia-. Yo soy Gran Murá, bufón

del rey de los magos -prosiguió con aire orgulloso-.

Estoy al tanto de las últimas tendencias en el noble

arte de hacer reír.

-Proseguid, Gran Murá -intervino Oleitia. La mentora de Denia, comenzaba

también ha mostrar signos de impaciencia y esto gustaba mucho a Gran Murá.

-A ver, donde estaba -musitó Murá-. Ah! si, en el principio, habré de comenzar

de nuevo.

-¡Uff! -exclamó Denia.

-Bajo las arañas de cristal de bohemia -repitió Gran Murá-... sobre las alfombras

de la vieja Persia y los cueros americanos -continuó recitando, a la vez que daba un

repentino salto sobre una desgastada alfombra de lana, para caer de rodillas sobre ella-;

entre las paredes con los nobles escudos de Europa y las mágicas lanzas africanas -Murá

extendió sus largos brazos de arlequín como si de una brújula se tratase, señalando un

G

- Pero no se comienza

con 'Erase una vez...' -

interrumpió la princesa,

con un gracioso gesto de

extrañeza en sus cejas.

- ¡Bah!, -exclamó Murá,

volviendo su mirada al

juvenil rostro de Denia-.

Yo soy Gran Murá, bufón

del rey de los magos -

prosiguió con aire

orgulloso-. Estoy al tanto

de las últimas tendencias

en el noble arte de hacer

reír.

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eBook por Miguel Cabezas

Norte y Sur imaginarios en aquella fría habitación de piedra, trono humilde donde los

hubiese, sin adorno alguno, sin siquiera puertas que lo aislasen del exterior-. Alrededor

de los jarrones de la China imperial -siguió recitando, mientras se levantaba como un

gato para dirigirse a un modesto arcón de madera y sentarse en él-, suspendido por las

columnas griegas e iluminado por la carpa del cielo...

Las pupilas de Denia se dilataron por completo, -por fin la historia prometida,

pensó.

-No hay más estancia que la estancia del mundo -finalizó Gran Murá, mostrando

una amplia sonrisa de satisfacción.

Denia refunfuño y estuvo en un "tris" de patalear. Tanta paciencia no cabía en su

educación. -Seguramente -pensó- no habría en todo el valle de Faldor alguien que se

hiciera esperar tanto para contar una historia.

-No os enfadéis, Denia -dijo con tono apaciguador, Gran Murá-. Acaso no es una

hermosa historia.

Oleitia frunció el ceño en señal evidente de desaprobación, pero a continuación

estuvo un buen rato pensando si se podía desaprobar algo a un bufón.

-Que os parecería si le dijese a mi abuelo que

os convirtiera en rana, Pesado Murá.

Cuatro acrobáticas volteretas hacia atrás de

Gran Murá, acrecentaron la espera como respuesta.

Finalmente, la eterna sonrisa roja dibujada sobre su

imperturbable rostro de arlequín pareció

desdibujarse.

-Bravo, bravo -exclamó Oleitia mientras

aplaudía insistentemente.

-Si, diviértenos -casi suplicó Denia,

arrepentida de su respuesta anterior.

-Mas lo importante es que de la risa, se

obtenga el necesario conocimiento, Denia -observó

Gran Murá.

-Reza el dicho que hay conocimiento hasta en la mota de polvo -recitó ella con

un gesto de orgullo.

-Habéis reparado en la hermosura de los mármoles que adornan nuestro suelo.

Ahora imaginaros que ellos pensaran -sugirió Gran Murá.

-Resultaría incómodo pisarlos -dijo con tono burlón, la princesita.

-Pues esto... -Murá se recostó tranquilamente contra el trono como un perro a los

pies de su amo- sucedió en Geometrilandia, un planeta que ya no dibujan las líneas del

tiempo y que yo vi con mi ojo-que-todo-lo-ve.

Oleitia frunció el ceño en

señal evidente de

desaprobación, pero a

continuación estuvo un

buen rato pensando si se

podía desaprobar algo a

un bufón.

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II

morfismo recordaba vagamente a Amorfismo, puesto que no sabía

ciertamente lo que era. Este aparente inconveniente, era compensado

por la nunca bien ponderada ventaja de los locos, de ser quién se

quiera, como se quiera, cuando se quiera. Su alterado sentido de la realidad, les había

convertido en seres con tendencia al minimalismo. "Uk,Uk" era una constante dialéctica

entre ellos, y, a la vez, una especie de mantra-oración. El sabía, porqué algo si sabía,

que no gustaba a las tribus del norte, rumbicocos y

cuadriculos, ni a las del sur, esferotontos y

cilindrorectos, ni a los itinerantes trapezoides locos,

ni, en fin, a toda la variopinta población de

Geometrilandia; más aún, era temido y proscrito en

sus ciudades. -La espantosa visión de un amorfismo -

decían los geometrinos- puede ocasionar efectos

autodestructivos. Golpearse a sí mismo y convertirse

en uno de ellos.

Aquel día era especial para los geometrinos.

En la plaza Vital Solaris se conmemoraba el origen

divino de los geometrinos y un gran tumulto de

piedras con aparato de chispas se agolpaba en torno a

los más ancianos -auténticos libros vivos de historia.

Al principio -comentaban los más instruidos,

Piramimonos- los geometrinos éramos toooodos

piedras sin forma y sin conciencia. -Oooooh!!! -exclamaban a coro los rumbicocos más

pequeños, todavía en la creencia de que los niños venían de cometas de Orión.

-Un día -prosiguió el más viejo de todos-, el Gran Geómetra constructor-

arrasador del universo conocido, y, por defecto ortocuántico, del desconocido, llegó a

Geometrilandia y dispuso que ciertas piedras tendrían forma y conciencia. Así nacimos

los geometrinos- un "Oooh" más grande de los cuadriculos aplastó ahora al incipiente

de los rumbicocos-. -Sin embargo -gruñó el narrador-, unos pocos, sin duda afectados

por restos de su antigua y pueril naturaleza inanimada, se lanzaron sin sentido a rodar

por las laderas de las antiguas madres, las sagradas montañas, machacándose las aristas

a diestro y siniestro, quedando informes, rotos, locos.

-Mirad en la página veintiuno de vuestro libro, niños -refirió a sus alumnos una

profesora con las aristas ya algo flojas, poco excitantes, de esas que dejan obtusos todos

los ángulos (¿?)- : "Algunas piedras no pudiendo soportar tanto raciocinio, se

destrozaron las formas".

A

Su alterado sentido de la

realidad, les había

convertido en seres con

tendencia al

minimalismo. "Uk,Uk"

era una constante

dialéctica entre ellos, y, a

la vez, una especie de

mantra-oración.

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Un agudo silbido decreciente al que siguió una repentina y estruendosa

explosión, interrumpió bruscamente el relato de Gran Murá. El gran concurso de fuegos

de artificio había comenzado. Oleitia se dirigió a una gran ventana oval sin más cortina

ni frontera que la del invisible aire. La noche, ya dueña de Faldor, había perdido su velo

de recogimiento para vestirse de fiesta con el fulgor de los fuegos de artificio, mientras

que su habitual silencio era llenado por la sucesión de explosiones y ovaciones del

pueblo de Aros.

-Son espléndidos -dijo Oleitia-, Gran Murá, Denia, venid a verlos.

Gran Murá interrumpió un momento su historia y comenzó a hacer

malabarismos frente a la ventana con tres brillantes bolas rojas.

-Ganará el mago Kun-Li, como todos los años, se pasa la vida haciendo

combinaciones y más combinaciones -dijo Oleitia.

La princesa Denia se recostó contra el alfeizar de la ventana.

-No os parece que los fuegos de artificio son como mariposas, cúmulos de

belleza concentrados en pequeñas fracciones de tiempo.

-La belleza es como un raro perfume que se percibe en pequeñas dosis, mi

princesa -dijo Gran Murá.

-Decís bien, mi querido bufón -dijo Oleitia-, decís bien -repitió la mentora.

Cuando todavía chisporroteaban en el cielo los restos de las últimas luminarias, y lo que

fue un alarde de luz y de color, ya no era más que un

recuerdo en la eternidad de las pupilas de Denia,

Luxane, su compañera de juegos entró en la estancia.

-Luxane -dijo Denia, volviéndose hacia ella-,

has visto los fuegos de artificio.

-En el jardín de poniente -contestó.

-Gran Murá nos está relatando la historia de

Geometrilandia, Luxane -dijo Oleitia-. Un singular

planeta habitado por piedras vivas llamadas

geometrinos y amorfismos. Habladnos más de los

geometrinos y de los amorfismos, Gran Murá.

El bufón del rey de los magos se detuvo un

instante a pensar.

“Los amorfismos son bastante tontos. Los

geometrinos somos más listos porque sabemos esto y

ellos no”. Esta es la primera regla racial de un

geometrino. Siguiendo este típico razonamiento

mentusiano, y con el interesante dato de que los amorfismos no sabían orientarse en

ninguna dirección, o, para ser más exactos, que no sabían ni donde estaban; los

geometrinos construyeron sus ciudades en el interior de complicados accesos para, de

esta forma, hacerlas inaccesibles a sus peligrosos hermanos. O, al menos, así rezaba en

los libros geometrinos la estrategia defensiva que adoptaban para defenderse de los

amorfismos. En realidad el truco estribaba en que el único acceso a la ciudad, que era en

línea recta, estaba salpicado de desviaciones laterales por las que siempre acababan

En realidad el truco

estribaba en que el único

acceso a la ciudad, que

era en línea recta, estaba

salpicado de desviaciones

laterales por las que

siempre acababan

introduciéndose los

amorfismos, incapaces de

seguir en línea recta

durante mucho tiempo.

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introduciéndose los amorfismos, incapaces de seguir en línea recta durante mucho

tiempo.

-Curiosos e inquietantes seres esos amorfismos. Sin duda, un grave peligro para

los geometrinos. Debieran ser destruidos -resolvió Oleitia.

-Los geometrinos, eran seres pacíficos como su mismo origen, desconocían la

palabra "guerra" -argumentó Gran Murá-. Además, se creían a salvo en sus ciudades, y

era muy difícil encontrarse con un amorfismo -justificó, y, agitando los cascabeles de

sus piernas y brazos, prosiguió la historia.

Hay una anécdota muy graciosa acerca de los amorfismos. Recuerdo que el día

no-se del año no-se, según reza en el calendario planetario de los amorfismos, tuvo

lugar una reunión en la cual tuvieron que transcurrir no-se años, hasta que por aquel

lugar pasaron dos amorfismos para celebrarla. Tras no-se años de intensas reflexiones,

se llego a una anormal conclusión "Se". La conclusión rezaba lo siguiente: “Sé, porque

digo no sé". Este hecho histórico, marcó un hito en la historia amorfista, y sentaría las

bases de la filosofía "Se". Muy estudiada (de lejos) por los cerebros Geometrinos,

quienes llegaron a cincelar más de diez mil losetas acerca de esta filosofía tan peculiar.

Como casi todos los planetas-experimento, Geometrilandia tuvo su fin. Pero en

el caso de Geometrilandia este fue bastante prematuro. Yo mismo quedé sorprendido, al

ver como los amorfismos lograron introducirse en las ciudades geometrinas, iniciando

el desastre. El cómo, seguirá siendo un misterio de los muchos que salpican el universo.

Ni siquiera yo pude saberlo con mi ojo-que-todo-lo-ve. Tan sólo vi el instante crítico, en

que uno de ellos se encontró en la habitación de aquella dulce geometrina…

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III

morfismo no lo había meditado, tan solo era un deseo. El proceso

mental esencial de un amorfismo convergía simplemente en el deseo

singular de verlo todo desparramado. En todo caso, se encontraba un

poco triste tras aquel exótico bastidor. Echaba de menos su habitual entorno natural, tan

informe, tan caóticamente bonito. Pero expandirlo, era más importante que

contemplarlo. Lo tenía muy claro, “destruir” es la primera regla. Observó a la

trapezoide. Su perfecta armonía era un pequeño manjar para el caos cósmico, la pulidez

de sus caras lo excitaba grandemente. Era, sin duda,

una víctima propiciatoria para Amorfismo, que

esperaba ansioso su momento mientras alguna grava

arcillosa le caía babosa por su asquerosa boca

comenada.

-¡Uk! -se presentó Amorfismo a la

trapezoide, a la vez que salía del bastidor. Aquello

era una especie de simpático alegato de la

destrucción desprovisto de toda culpabilidad

madura. Si, sin duda el Omnipotente sentenció en

ese momento -¡Inocente! La respuesta no se hizo esperar, y un horrible chasquido a

piedra quemada resonó en la habitación. Después, la extenuación, el colapso, y la lejana

llamada de los informes antepasados a la hermosa trapezoide. Finalmente, el grave

crujir de su cabeza extasiada golpeando metódicamente contra la pared -cronck,

cronck,...

Cuando el último de los geometrinos cayó, las cortinas del cielo se rasgaron y

una extraña niebla cubrió todo el planeta disolviendo las protoconciencias vivientes. De

esta forma Geometrilandia perdió su "Geometri" y se quedó tan solo en Landia, en tierra

viendo como entre los añicos, otrora floreciente civilización, se disolvían las

degeneradas conciencias. Supongo que volarían hacia algún pétreo paraíso.

La historia no acaba aquí, el Gran Geometra constructor-arrasador, más

conocido entre su círculo de amigos como el trillonésimo ensayador cósmico, fue a

calentar el horno galáctico con los anteriores.

Luxane cruzó una mirada de extraña complicidad con Denia y preguntó si la

historia tenía alguna moraleja. Gran Mura pareció enfadarse.

-¡Oh!, escuchadla dioses del infinito y tened compasión de mi. Los épicos

relatos del universo se hallan desprovistos de extrañas e incomprensibles moralejas de

vulgares fábulas.

-Cuán exageráis vuestras historias Gran Murá -comentó Oleitia.

A

El proceso mental

esencial de un amorfismo

convergía simplemente

en el deseo singular de

verlo todo desparramado.

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-Los señores del caos, no bromean. Acechan en cada instante tras cada extraña

criatura inteligente.

-Y que hacen los señores del orden mientras tanto -interpeló Denia.

-Debierais recogeros ya, princesa -sugirió la mentora.

-Vuestra mentora tiene razón, princesa, así que para despedir este velada de

fiesta, os recitaré un poema que cuenta la tan grande y prodigiosa lucha que sostiene el

orden contra el caos.

Es seguro, mi princesa, que no podrías conocer nada tan absoluto

como la inimaginable nada.

De la insignificancia del sentido de su oposición

es por siempre la conciencia que sostiene el universo.

Brutal dualidad que engendra la realidad,

Amor que busca su primitiva unidad.

Escucha ahora mi princesa acerca del origen de todas las cosas.

La conciencia cobro forma de ella misma

porque ella era todo cuanto había.

y de esta forma se dividió en muchas ideas,

las ideas, en sombras y las sombras en materia.

Así fue, y es, siempre el principio,

y por eso se espera un fin.

En el transcurso, colosales batallas tienen lugar

para detectar la extrañeza de la realidad.

Fantásticos mecanismos

que marcan fríos

el ritmo de la creación

Quien escape de sus engranajes

verá la auténtica realidad.

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