Y Le Echó Yahveh Dios Del Jardín de Edén

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Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido creado. Gen. 3, 23. Jamás nos fuimos del paraíso. Nunca tuvimos la opción ni la capacidad de marcharnos. Éramos demasiado buenos, o inocentes para alcanzar esto. A pesar que la serpiente dijera otra cosa. Estábamos en un proceso de aprendizaje, en el cual no se podía esperar mucho de nosotros. No sabíamos ni trabajar. Así, es que mi posición es que, el que nos abandono fue Dios, por causa de nuestro pecado. Quizá de nuestra desobediencia frente a sus mandatos. El único castigo que podíamos sufrir y soportar en ese momento era ese, que saliéramos de su presencia directa. Un diluvio en esa época hubiera sido catastrófico para el hombre y la mujer. No nos hubiéramos salvado. En tal sentido, lo más lógico era que actuara Él. Era el único que podía huir y conocer las consecuencias de sus actos. Los hombres no teníamos más opción que el paraíso. El problema fue que después transformamos lo que quedo del paraíso en un infierno. En lo que tenemos hoy del mundo. Y aquí acepto todas las posiciones Apocalípticas y milenaristas que se pudieran presentar. O mejor dicho, apenas Dios salió de nuestra presencia, se convirtió este lugar en un infierno. Un lugar poco agradable. Regido por la ley y voluntad de los hombres. Más no por la voluntad de Dios. Así, quien está en la presencia de Dios retorna a ese paraíso original. Eso quiere decir, que Cristo sea la ofrenda reconciliatoria, o agradable al Padre, significa que se convierte en sumo pontífice entre el ayer y el hoy. Él está interesado en que volvamos al Paraíso, al cielo. Al antiguo jardín del Edén. Que vivamos en aquel estado de bienestar primigenio, de inocencia, de paz, y bondad. Donde todo lo hecho por Dios era bueno. O es bueno, porque el sólo destila bondad. Salvo que el libre arbitrio del hombre lo conduce al error en muchas ocasiones o también le puede acercar a Dios. Y apenas él se fue de nuestra presencia el destierro, el sufrimiento apareció. Pues, el Cielo es la esfera espiritual en la que la gloria de la presencia de Dios se manifiesta y en donde moran los ángeles de Dios y todos los creyentes que han partido de este mundo (Hebreos 12:22-24). Así que debemos aspirar a "Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta

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 Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido creado. Gen. 3, 23.

Jamás nos fuimos del paraíso. Nunca tuvimos la opción ni la capacidad de marcharnos. Éramos demasiado buenos, o inocentes para alcanzar esto. A pesar que la serpiente dijera otra cosa. Estábamos en un proceso de aprendizaje, en el cual no se podía esperar mucho de nosotros. No sabíamos ni trabajar. Así, es que mi posición es que, el que nos abandono fue Dios, por causa de nuestro pecado. Quizá de nuestra desobediencia frente a sus mandatos. El único castigo que podíamos sufrir y soportar en ese momento era ese, que saliéramos de su presencia directa. Un diluvio en esa época hubiera sido catastrófico para el hombre y la mujer. No nos hubiéramos salvado. En tal sentido, lo más lógico era que actuara Él. Era el único que podía huir y conocer las consecuencias de sus actos. Los hombres no teníamos más opción que el paraíso. El problema fue que después transformamos lo que quedo del paraíso en un infierno. En lo que tenemos hoy del mundo. Y aquí acepto todas las posiciones Apocalípticas y milenaristas que se pudieran presentar. O mejor dicho, apenas Dios salió de nuestra presencia, se convirtió este lugar en un infierno. Un lugar poco agradable. Regido por la ley y voluntad de los hombres. Más no por la voluntad de Dios. Así, quien está en la presencia de Dios retorna a ese paraíso original. Eso quiere decir, que Cristo sea la ofrenda reconciliatoria, o agradable al Padre, significa que se convierte en sumo pontífice entre el ayer y el hoy. Él está interesado en que volvamos al Paraíso, al cielo. Al antiguo jardín del Edén. Que vivamos en aquel estado de bienestar primigenio, de inocencia, de paz, y bondad. Donde todo lo hecho por Dios era bueno. O es bueno, porque el sólo destila bondad. Salvo que el libre arbitrio del hombre lo conduce al error en muchas ocasiones o también le puede acercar a Dios.  Y apenas él se fue de nuestra presencia el destierro, el sufrimiento apareció. Pues, el Cielo es la esfera espiritual en la que la gloria de la presencia de Dios se manifiesta y en donde moran los ángeles de Dios y todos los creyentes que han partido de este mundo (Hebreos 12:22-24). Así que debemos aspirar a "Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo". Ya que el cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre.