Yo soy Caín

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D I O N I S I O V I V A N C O G Ó M E Z Yo soy Caín

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Selección de textos del poema "Yo soy Caín" de Dionisio Vivanco

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Yo soy Caín

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D I O N I S I O V I V A N C O G Ó M E Z

Yo soy Caín

Edición online.

Santiago- 2009

Editor: [email protected]

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UNO - YO NO SOY CAÍN

Yo soy Caín

Yo soy Caín, soy el hombre, soy el hermano del muerto, el que trata de explicar lo inexplicable con la boca llena de tierra, con la sensación de la sangre en vano, con el dolor de lo que está hecho y ya no tiene remedio, porque siempre es nunca, y nunca es volver a empezar. Cometí este crimen, en el momento que el cerezo perdía sus flores, la vida parece caer desde entonces girando sobre sí misma, hasta extraviarse en palabras que no tienen sentido, y se rompen de repente en mil pedazos, como el sordo cristal

donde se refleja mi alma.

Caín en los Estados Unidos (1947). David Alfaro Siqueiros

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DOS –YO NO ULTRAJÉ EL CADAVER

Yo soy Caín

Yo no ultrajé el cadáver, lo miré largamente con una sonrisa equivocada, le robé los zapatos... es cierto, pero también es cierto, que besé su boca lúgubre y bajé de la montaña con los ojos agonizando, cargado con lirios para que se marchitaran en otra parte. Escondí su cuerpo entre las enredaderas y revisé sus bolsillos, con la esperanza de encontrar algo de valor, mientras un perro ladraba desde sus entrañas y su rostro se llenaba de oscuridad. Sus ojos me miraban desde la muerte, y quise huir... huir del llanto y la confusión, pero me quedé entre las espinas y la tierra, entre esos esqueletos que esperaban la resurrección,

el perdón de los pecados, la absolución de sus desvelos.

Protocol d’Istanbul (2007). Marcel Dalmau

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TRECE—TODO LO QUE ENCONTRÉ

Yo soy Caín

Todo lo que encontré es todo lo que perdí, Lo que parecía tener y se lo llevaron otros, sin decir esta boca es mía. Mis recuerdos se extraviaron entre el luto y la tierra, entre unos papeles sin remitente que volaban húmedos y vacíos. Nada fue mío... ni siquiera lo que fui o lo que podría haber sido, y hasta mi sonrisa

se transformó en despedida

Morir sin motivo (2007). Ahmed Alsoudani

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VEINTE Y TRES—MATÉ A MI HERMANO

Yo soy Caín

Maté a mi hermano... y comí en el mismo plato que otros hombres. Busqué el placer de otros cuerpos, para confundirme, para despedirme, para que me olvidaran y me dejaran oscurecido y distante, entre la bruma de una larga noche. Grité como un loco para tratar de despertarlo, pero todo fue inútil, estaba profundamente muerto y un hilo de sangre brotaba de su boca, como un manantial siniestro que va dejando una huella triste por donde caminan las hormigas. Dije Levántate y anda mientras degollaba un cordero, pero él se quedó inmóvil, envuelto en un dolor de noches y de tiempos apolillados, de lágrimas que van contagiando una extraña sensación de ausencia...

que me confina en mis desvelos.

World Wide Patent (2006). Thomas Buchner

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TREINTA— SOY EL QUE ACUCHILLA Y EL QUE RECIBE EL TAJO

Yo soy Caín

Soy el que acuchilla y el que recibe el tajo, y nadie grita o llora cuando me hieren. El dolor me derriba y la angustia me atraviesa con su filo preciso, y su certero movimiento se mete en mi carne como una pesadilla de garras sonoras que matan y mueren. Soy el verdugo y el condenado, el que muere al momento de cometer el crimen, Soy el culpable sacrificado, y mi sangre se mezcla con barro y sudor, con los orígenes y con la agonía, con la furia y el amor, que dormían abrazados sin darse cuenta. Empuño la mano y parece que la vida... toda la vida cabe en ella, parece que el tiempo y los sueños, el éxtasis y el desconsuelo amenazan y sonríen, escupen y besan, y cuando la abro de par en par, se eleva el delirio de la resurrección y de la muerte,

envuelto en un vuelo de palomas liberadas.

Abu Ghraib (2005). Fernando Botero

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TREINTA Y DOS—ENCUENTRAMÉ

Yo soy Caín

Encuéntrame... encuéntrame porque estoy descarriado. Olvida a los otros, porque estoy perdido en el desierto y no sé como volver al camino. He perdido de vista las estrellas y estoy a merced del viento y de la arena, y tengo miedo y hambre, y me han negado la sal y la levadura, la palabra y el agua. Olvida al rebaño, ellos caminan uno detrás del otro mordiéndose los talones, y aunque yo he robado y asesinado algo grita en mi interior, y trato de entender el movimiento de las cosas, lo inexplicable, las flores y el mar, las moscas y el universo. Estoy solo y sin consuelo, apenas sostenido por débiles hilos, y ya casi no tengo fuerza... encuéntrame a pesar de todo lo que he hecho. Encuéntrame antes que sea demasiado tarde y me rompa contra el abismo de mis propios besos... Búscame en la noche más oscura, ahí estaré esperando con los brazos abiertos

y mi corazón lleno de otoño.

Samuel Bak - Gallery 3

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TREINTA Y CUATRO— ARROJO AL AGUA LA MANDÍBULA,

Yo soy Caín

Arrojo al agua la mandíbula, y quisiera quedarme en este lugar donde nadie me obliga a la ternura, me refiero a una sonrisa, a una mirada profunda como el invierno, porque aquí sólo hay una arquitectura de mausoleos llenos de agua, de cornisas que caen a un mar inevitable y profundo. Contemplo estos paisajes que encienden sus imágenes, para que mis ojos seducidos por la lejanía, vuelvan desde esos crepúsculos que se hunden mas allá de los límites del tiempo y del fuego... Es posible que nadie encuentre el arma, la arrastra la corriente río afuera entre quebradas y gramáticas grandilocuentes, entre luciérnagas apagadas por los dedos de un niño, entre girasoles amarillos que se van destiñendo poco a poco, hasta quedar con un color estúpido

de suegra de soldado.

Masacre en Corea (1951). Picasso

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TREINTA Y NUEVE—LO QUE QUEDA Y LO QUE SOBRA

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Lo que queda y lo que sobra lo recojo con mis manos, aunque sean restos o cenizas, y disputo con los perros los huesos arrojados en los rincones de la noche. Y en esa oscuridad que parece que nunca volverá a despertar, sepulto a los muertos, y me derrumbo lentamente, como unos labios que besaron sin estar enamorados. Es como si mi propia muerte viniera a verme antes de tiempo, y me encerrara en una ventisca que deja sólo residuos y distancias, mientras alguien, oculto entre las sombras,

endulza el agua, para que nos dé más sed . La Matanza de los inocentes (ca. 1305). Giotto

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CUARENTA Y UNO—CUANDO NO ESTOY DUERMO

Yo soy Caín

Cuando no estoy duermo, y mis sueños caen como flores, como palabras de una oración llena de viento, de zapatos sucios que dejan pisadas apagadas y distantes. Miro alrededor y no sé si volver o quedarme entre los ciruelos, entre los naranjos, entre los huesos llenos de silencio, en los que se columpia la muerte de vez en cuando. Pero yo conozco el camino de regreso... ese camino incierto que se abre como mil preguntas o mil respuestas... ese camino por el que corro, como un perro que huye...

después de morder la mano que le dio de comer.

La muerte de Sócrates (1787). Jacques-Louis David

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CUARENTA Y CUATRO—EN MI PECHO

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En mi pecho arde una extraña sensación que no logro entender, que me oscurece de pies a cabeza y me deja a la deriva, mientras una lluvia torrencial cae de mis ojos sin motivo aparente. Tal vez sea, porque enviudé sin casarme y nunca me detuve para mirar atrás y no borré mis huellas, o porque me robé los frutos del árbol equivocado y el fuego perpetuo se apagó entre mis manos. O porque, en lo más hondo de mis abismos llevo un dolor que hace sangrar mi hombría, o porque asesiné a mi hermano, y desde entonces, estoy condenado a ganarme el pan con el sudor de mi muerte. Tal vez sea, porque me enredo en el silencio de la tarde, en ese mismo silencio que presiento como un sonido que no se escucha, que se resigna a su afonía de uvas mojadas, de hojas que revolotean mientras despierto entre las sombras...

confundido por la ausencia de Dios.

Gefallen Laub. Jüdishes Museum, Berlín.

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CUARENTA Y OCHO—MI MANO SE ESTRELLÓ CONTRA TU CRÁNEO

Yo soy Caín

Mi mano se estrelló contra tu cráneo, con una fuerza incontenible y perpetua. Tu herida fue una catástrofe que se reventó contra mi pecho. Tu sangre manchó mi cara, mi ropa, mis palabras y tus ojos llenos de cielo se fueron apagando lentamente, mientras te escupía y juraba que no te volverías a levantar. Traté de entender este turbio sacrificio, y me puse a temblar de pies a cabeza y la desesperanza brotó de mi piel desordenando las sensaciones, las ideas, los cariños irreparables, que parecen perderse en esa rutina, que una y otra vez, es interminablemente lo mismo. Y me visto de luto y llevo flores y me hago preguntas que anidan en mi desconcierto y no me dan tregua, y me dejan entre palomas y labios fatigados, entre rastrojos, esqueletos y simetría, entre heridas llenas de silencio que arden en mis voluptuosidades, mientras miro al revés la oscuridad

y me devuelvo sin que pueda evitarlo. La Bible - Cain et Abel (1960). Marc Chagall

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