Adam Smith: simpatía, justicia y
división del trabajo
Sergio López
Código: 201015349
Departamento de Filosofía, Universidad de los Andes
Código de monografía
Enero – Mayo, del 2015
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN ..................................................................................... 2
Presentación del problema y propósito del estudio .............................. 3
PARTE I: LOS TRES PROBLEMAS ..................................................... 4
El problema valorativo de la división del trabajo ................................. 5
El problema práctico de la sociedad comercial .................................... 7
El problema de la naturaleza humana ................................................... 8
PARTE II: TEORÍA DE LOS SENTIMIENTOS MORALES .............. 10
La simpatía ......................................................................................... 11
La aprobación y la reprobación .......................................................... 13
El mérito y el demérito ....................................................................... 14
Los juicios sobre nuestra propia conducta .......................................... 15
El problema del autoengaño ............................................................... 17
Las reglas generales ............................................................................ 18
El proceso de elaboración de las reglas .............................................. 19
La fragilidad de la simpatía y el sentido del deber ............................. 22
PARTE III: RIQUEZA DE LAS NACIONES....................................... 24
La división del trabajo ........................................................................ 25
La sociedad comercial y la prosperidad como productividad ............ 28
PARTE IV: TENSIONES SIN CONTRADICCIÓN .............................. 33
CONCLUSIÓN ....................................................................................... 39
Referencias .............................................................................................. 40
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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Adam Smith: simpatía, justicia y división del
trabajo
As society cannot subsist unless the laws of justice
are tolerably observed, as no social intercourse can
take place among men who do not generally abstain
from injuring one another.
(Smith, The Theory of Moral Sentiments,
1759 [1853], pág. 130)
INTRODUCCIÓN
Se ha discutido ampliamente sobre un conflicto entre la teoría moral de Adam Smith y su
teoría económica. En particular, esta discusión se centró por un largo tiempo en lo que fue llamado
‘El problema de Adam Smith’1. Este problema hace referencia a la contradicción que parece
encontrarse entre su primera obra, La teoría de los sentimientos morales, donde desarrolla su idea
de la simpatía en los seres humanos, y su segunda obra, La riqueza de las naciones, donde sostiene
que en las relaciones de intercambio los seres humanos apelamos al interés-propio del otro para así
nosotros mismos también sacar ventaja de una negociación. Esto mostraba como consecuencia un
desligamiento entre las dos obras. Si bien este texto apunta precisamente a hacer un análisis de la
relación de los dos libros de Smith, aquí se deja de lado por completo este problema que ya ha sido
1 Conocido como Das Adam Smith Problem, luego de ser nombrado de esta forma por el economista austriaco Joseph Schumpeter
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largamente comentado2 para enfocarse en cambio en un nuevo problema. Este problema también
indica una tensión en Smith tanto al interior de su segunda obra, como entre los dos libros.
Presentación del problema y propósito del estudio
Adam Smith publicó en 1759 La teoría de los sentimientos morales: un ensayo hacia el
análisis de los principios por los cuales los hombres naturalmente juzgan al respecto de la
conducta y el carácter, primero de los otros y después de sí mismos. En este texto introduce, como
ya mencioné, la idea de la simpatía. Aquí describe exactamente en qué consiste y a qué se refiere
con que éste sea el mecanismo de identificación y reconocimiento de los seres humano, que, como
se verá, sirve para que nos imaginemos en el lugar de otra persona, y poder así juzgar ‘al respecto
de la conducta y el carácter’, como bien dice el título. En el desarrollo de la obra, Smith
eventualmente llega a proponer cómo a partir del mecanismo de la simpatía nacen las reglas de
justicia, que son, según describe el autor, el pilar que sostiene la sociedad. Diecisiete años más
tarde, Smith publica la obra que lo llevaría posteriormente a ser considerado el padre de la
economía moderna. Es en La Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las
naciones donde él identifica la división del trabajo como la causa de la riqueza y prosperidad de
las naciones. De la configuración de estos tres elementos, la simpatía, la justicia y la división del
trabajo, surge el problema que se abordará en este texto. Éste consiste en que la división del trabajo
puede llegar a atrofiar las habilidades cognitivas y sociales de las personas; sin estas habilidades la
simpatía se ve igualmente afectada de manera negativa, lo que por tanto lleva eventualmente a una
2 Para una muestra de porque este ‘problema de Adam Smith’ surge a partir de una interpretación errónea de los textos, ver la introducción a la edición de La teoría de los sentimientos morales de The Glasgow edition of the works and correspondence of Adam Smith, Vol I, paginas 20-25
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falta de la noción de justicia en la sociedad, y con ello, a la imposibilidad de la misma, puesto que
sin justicia ésta no puede subsistir. Esto lleva a cuestionar si el objetivo de Adam Smith era mostrar
que la causa de la prosperidad de las naciones puede ser al mismo tiempo el motivo de su
decaimiento. ¿Pero cómo es posible que él esté reconociendo que la división del trabajo existe
como el elemento que hace de las naciones las más prósperas, pero también como aquel que lleva
al fin de la sociedad misma, al desarrollarse en detrimento de las habilidades sociales y cognitivas?
En el presente trabajo se muestra que este problema de hecho se puede expresar de tres formas, de
esto tratará la Parte I, a continuación. Seguido de esto, se analizarán los elementos de los
problemas que aparecen en La teoría de los sentimientos morales en la Parte II, y luego, aquellos
propios de La riqueza de las naciones en la Parte III. Esto con el objetivo de presentar las
condiciones de funcionamiento de la propuesta del autor lo que permite empezar a ver las posibles
contradicciones que se presentan en su propuesta. El propósito final del texto es proponer una
interpretación de las dos obras que permita entender estos problemas, en parte como errores que
solo son superficiales y aparentes, y por otra parte como tensiones de las que Smith era consciente.
De ahí se verá que aquello que puede presentarse en primera instancia como una contradicción del
autor, que a su vez impide conciliar las dos obras, de hecho tiene una solución que es posible
enmarcar dentro de su misma teoría filosófica.
PARTE I: LOS TRES PROBLEMAS
El problema de una posible contradicción entre las dos obras de Smith, en términos de la
relación entre división del trabajo, simpatía y justicia, se puede ver desde tres ángulos diferentes:
el primero será llamado el problema valorativo de la división del trabajo, que corresponde a la
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lectura que hace de la Riqueza de las Naciones el economista, historiador y teórico político
estadunidense Murray Rothbard. Como se verá más adelante, él encuentra irresoluble una
contradicción en Smith con respecto a la utilidad de la división del trabajo para la sociedad, de
alguna manera similar a lo que ya se esbozó en el problema general. El segundo es el problema
práctico de la sociedad comercial, que hace referencia al dilema que se puede encontrar en la
teoría de Smith entre la tecnificación que trae la división del trabajo y el sentido de justicia y las
reglas generales de convivencia que surgen a partir de la simpatía. Esta contradicción consiste
grosso modo en que parecería, según las obras de Smith que, una sociedad o bien se enfoca en la
prosperidad en términos de productividad y con esto tecnifica (y por tanto también simplifica) cada
vez más las labores de sus trabajadores, o bien debe dedicarse a la prosperidad en cuanto a una
sociedad justa y virtuosa que desarrolla las habilidades sociales y cognitivas de sus miembros, pero
no podrá desarrollar ambas dada su incompatibilidad. Por último, está el problema de la
naturaleza humana. Éste es de alguna forma una extensión del segundo problema, pero se enfoca
más bien en la procedencia, según describe Adam Smith, de las tendencias a socializar y a
intercambiar, las cuales son para el autor dos tendencias naturales propias y exclusivas de los
seres humanos. Esto podría llevar a pensar que Smith incurre en una contradicción al afirmar la
procedencia natural en los seres humanos de dos tendencias que desde esta perspectiva se presentan
como incompatibles.
El problema valorativo de la división del trabajo
Este primer problema permite abrir la discusión con respecto a las posibles contradicciones
conceptuales en Smith. Murray Rothbard, en su artículo del 2006 titulado The celebrated Adam
Smith, intenta mostrar como Smith ha sido equivocadamente catalogado como el padre fundador
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de la disciplina de la economía. Para esto argumenta a favor de otros que iniciaron dicha labor
antes que él, y además trae a colación algunos problemas presentes en la teoría propia de Smith.
Entre ellos encuentra como un problema la gran importancia que el autor escocés da a la división
del trabajo. El presente texto se enfocará concretamente en la contradicción que Rothbard halla
entre el Libro I de la Riqueza de las naciones y el Libro V. El autor norteamericano sostiene que:
Smith totally contradicted himself between Book I and Book V of the Wealth of Nations. In
the former, the division of labour alone accounts for the affluence of civilized society, and
indeed the division of labour is repeatedly equated with 'civilization' throughout the book.
And yet, while in Book I the division of labour is hailed as expanding the alertness and
intelligence of the population, in Book V it is condemned as leading to their intellectual as
well as moral degeneration, to the loss of their 'intellectual, social and martial virtues'. There
is no way that this contradiction can be plausibly reconciled. (Rothbard, 2006, pág. 442)
Rothbard nota que el escocés primero presenta la división del trabajo como una herramienta de
gran utilidad para la sociedad, para luego advertirnos de las graves consecuencias a las que puede
llevar. De esto que el autor norteamericano afirme que Smith comete un error conceptual al decir
que la división del trabajo es buena, en tanto que útil, y mala, en tanto que es perjudicial, al mismo
tiempo. Aun cuando Rothbard sostiene que ‘no hay forma plausible de reconciliar’ esta
contradicción, el propósito de este texto es precisamente mostrar cómo esto se debe, de hecho, a
una interpretación imprecisa de la obra de Smith.
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El problema práctico de la sociedad comercial
Este segundo problema tiene una diferencia importante con respecto al anterior, no se trata
pues de encontrar dos partes que parecen contradecirse en un mismo texto. Éste, en contraste con
el primer problema, no surge de decir ‘Smith dijo que la división del trabajo es tanto buena como
mala y por eso se contradice’, sino que presenta un problema que surge en un nivel distinto, más
bien interpretativo, al encontrar un dilema que surgiría entre la predilección de una sociedad a
favorecer la productividad, por un lado, o el desarrollo del sentido de la justicia y de las virtudes,
por el otro, sin la posibilidad de tener ambas. Esto se presenta entonces como un problema
conceptual para Smith en tanto muestra una incompatibilidad entre las ‘habilidades propias de una
labor tecnificada y extremadamente simplificada’ que trae consigo el desarrollo de la división del
trabajo y las ‘habilidades sociales y cognitivas’ que son necesarias para los seres humanos poder
desarrollar las reglas de la justicia y el sentido del deber, los cuales son, a su vez, los elementos
que permiten estar en sociedad. Esto se evidencia cuando Smith dice que:
The man whose whole life is spent in performing a few simple operations, of which the
effects too are, perhaps, always the same, or very nearly the same, has no occasion to exert
his understanding. (…) His dexterity at his own particular trade seems, in this manner, to be
acquired at the expense of his intellectual, social, and martial virtues. (Smith, 1776 [1904],
págs. 267, Vol II)
Se muestra pues un choque entre estas habilidades que causa este problema práctico de la sociedad
comercial en tanto no parecería que ésta pueda ser a la vez próspera en el sentido de productividad,
y al mismo tiempo una sociedad justa. Lo que es peor, si se sigue esta interpretación hasta las
últimas consecuencias, una sociedad que buscara ser productiva de hecho tendría que estar
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condenada a la ruina en tanto solo conseguiría especializarse en detrimento de la justicia.
Parecería, después de todo, que el autor está diciendo que el camino a la productividad acabará con
la sociedad, pero esto sería inaceptable dentro de la teoría de Smith. Con respecto a este problema,
se verá en el desarrollo de este texto que si bien hay una fuerte tensión entre estos dos tipos de
habilidades, no por ello hay una incompatibilidad absoluta en el marco teórico de Adam Smith. Se
verá también cómo él de hecho propone una solución práctica para resolver esta tensión.
El problema de la naturaleza humana
Este último problema está estrechamente relacionado con el anterior, pero en este caso se
da desde otra perspectiva. Éste hace referencia una vez más a la dicotomía entre el camino a la
prosperidad en tanto productividad y la prosperidad entendida como una sociedad justa y
armoniosa, pero más concretamente a las tendencias naturales que nos llevan precisamente hacia
uno u otro camino. Estas dos inclinaciones humanas son pues la tendencia natural a
intercambiar y la tendencia natural a simpatizar. Según Adam Smith, la naturaleza nos dotó
del mecanismo de la simpatía3, con el cual los seres humanos somos capaces de identificarnos y
reconocernos los unos a los otros, y gracias al cual podemos eventualmente elaborar unas reglas de
conducta que son las que nos permiten la convivencia en sociedad. Pero resulta que, en su segunda
obra, Smith habla sobre la inclinación natural del hombre al intercambio, que es la que finalmente
nos lleva a la división del trabajo4 como se verá más adelante en este texto, lo que resultará en la
extensión del mercado gracias al aumento en la producción que viene con ésta, y por tanto en la
3 Ver Primera Parte, Sección I, Capítulo I de La teoría de los sentimientos morales. (Pag. 3, 1853) 4 Ver Volumen 1, Libro Primero, Capítulo II de La riqueza de las naciones. (Pag. 15, 1904)
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extrema simplificación de las labores en las que nos ocupamos; entonces terminamos perdiendo
nuestras habilidades sociales y cognitivas necesarias para el mantenimiento de nuestra propia
sociedad. Dicho de otro modo, una tendencia apunta en dirección a la elaboración de reglas de
justicia, inclusive, a la elaboración de otro tipo de reglas, llamadas reglas de benevolencia que si
bien no son de obligatorio cumplimiento tienen el efecto de embellecer la sociedad al establecer
los actos que han de ser admirados y honrados. Así, siguiendo este camino de la benevolencia,
Smith dice, la sociedad estará mejor y vivirá en armonía. Pero por otra parte, la tendencia natural
a intercambiar eventualmente lleva al desarrollo de la división del trabajo, a través de la cual se
podrá alcanzar mayor productividad y por tanto una mayor prosperidad en términos materiales,
pero a costo de vivir entre personas que poco a poco irán perdiendo aquellas habilidades necesarias
para el correcto funcionamiento del mecanismo de simpatía debido a que estas personas se dedican
con exclusividad a una tarea extremadamente simple. Hay pues, no ya solo una incompatibilidad
de dos habilidades, sino en este caso de un choque de las tendencias naturales propias de los seres
humanos. Así parece que él incurre en otro error conceptual al ubicar en la naturaleza humana dos
inclinaciones que se presentan como incompatibles. Una vez más se presenta entonces el problema
de la tensión entre dos elementos, pero se evidenciará más adelante cómo, aunque bien puede ser
cierto el choque, no por ello se presenta una contradicción en Smith.
Quedan varios elementos presentes en estos problemas que será necesario analizar con
profundidad. Se empezará entonces por reconstruir el desarrollo de las obras de Adam Smith,
primero en cuanto a lo relacionado al mecanismo de la simpatía, para entender la aparición de las
reglas de justicia. Después de esto se pasará a la segunda obra de Smith para revisar el desarrollo
de la tendencia natural a intercambiar, lo que llevará posteriormente a la aparición de la división
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del trabajo. Aun cuando en el desarrollo del texto se irán presentando poco a poco estos tres
problemas, será al final, una vez que estos elementos hayan quedado claros, que los problemas
serán retomados uno a uno para explicar por qué hasta cierto punto son solo aparentes y por qué
no han de ser considerados como problemas conceptuales dentro de la teoría de Adam Smith.
PARTE II: TEORÍA DE LOS SENTIMIENTOS MORALES
El primer libro de Adam Smith tiene como propósito describir, después de un elaborado
análisis de su parte, las varias formas y objetos de la moralidad. Como bien es descrito en el libro
titulado The Cambridge History of English and American Literature, “the whole treatise is
dominated by a leading idea. Smith’s central problem, like that of his predecessors, is to explain
the fact of moral approval and disapproval” (Ward, y otros, 1907-1921, pág. 28). De ahí que en
esta obra se detalle precisamente una manera de entender los juicios morales y el modo en que son
originados. El autor empieza por reconocer en el hombre una tendencia natural a socializar, lo que
lo lleva a afirmar que “how selfish soever man may be supposed, there are evidently some
principles in his nature, which interest him in the fortune of others, and render their happiness
necessary to him, though he derives nothing from it, except the pleasure of seeing it” (Smith, 1759
[1853], pág. 3). ¿Pero en qué consiste entonces este placer que deriva de ver la felicidad de los
otros? Pues se trata de la funcionalidad básica del mecanismo que la naturaleza otorgó a los seres
humanos, explica Smith. Esta es precisamente la simpatía, el mecanismo de identificación y
reconocimiento propio de la humanidad. El autor define esta herramienta de la que nos ha dotado
la naturaleza como la que nos hace capaces de reconocer los sentimientos de los otros al
imaginarnos en sus circunstancias y, así, ‘ponernos en sus zapatos’. En las siguientes secciones se
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verá cómo Smith entiende el funcionamiento de la simpatía y cómo a partir de ésta los seres
humanos hacemos juicios morales constantemente. Se verá también, más adelante, cómo de estos
juicios por último surgirán las reglas generales, y entre ellas se encontrarán las reglas de justicia
que buscan castigar a aquellos que las incumplen.
La simpatía
Smith introduce este concepto desde el primer capítulo de su libro. Ahí nos describe cómo
la simpatía hace referencia a la sensación que aparece en nosotros al ver ciertas emociones en otras
personas. Esto se debe, como explica Smith (1759 [1853], pág. 3) a que “as we have no immediate
experience of what other men feel, we can form no idea of the manner in which they are affected,
but by conceiving what we ourselves should feel in the like situation”. En este sentido la simpatía
es entonces no solo una mera sensación, de ahí que en este texto se le llame mecanismo, que consta
del proceso por el cual al ver al otro, los seres humanos somos capaces de imaginarnos en sus
circunstancias y entonces pensamos en aquellas sensaciones que el otro puede estar sintiendo en
el momento que lo observamos. Es importante resaltar pues la importancia de las habilidades
cognitivas para el funcionamiento de este mecanismo. La simpatía funciona entonces como el
mecanismo de reconocimiento e identificación de los seres humanos en tanto nos permite ver al
otro, hacer este mencionado proceso de ponerme en sus circunstancias, y verlo como otro ser
humano, y así identificar aquello que tenemos en común y reconocerlo como un par. También es
significativo enfatizar la importancia que tiene entonces la visibilidad en el uso del mecanismo de
la simpatía, al igual que la información que se posee al respecto del otro. Sin visibilidad ni
conocimiento no es posible hacer uso de la simpatía, pues si desconocemos por completo al otro,
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no nos veremos de ninguna forma afectados por su situación. Esto se demuestra en relación con
quien simpatizamos los seres humanos con mayor facilidad, que son nuestros allegados o
familiares. Nos llenará de alegría con mayor facilidad el enterarnos de una buena noticia que venga
de alguien cercano a nosotros que de algún extraño. Del mismo modo, si vemos que dos personas
corren riesgo, pero una de estas es alguien conocido mientras que la otra no, seguramente nos
inclinaremos con mayor ligereza a ayudar a la primera. Lo que es más, siempre buscaremos nuestro
propio bienestar, pues somos para nosotros mismos la persona de quien más información tenemos,
con quien tenemos más proximidad, y, en consecuencia, mayor visibilidad. De ahí que incluso se
pueda llegar a afirmar que entre más se parezca a mí aquel otro ser que yo observo, entonces con
más facilidad podré simpatizar con él.
Este mecanismo funciona concretamente de la siguiente manera: yo, como ser que observa,
soy espectador de cualquier otro ser humano, y como tal, me imagino en su situación, pienso en
las emociones que creo ver reflejadas en los otros, y así termino por simpatizar al ponerme en sus
circunstancias, lo que provoca en mí ciertos sentimientos. Dicho de otro modo, por ejemplo, puedo
ver a una persona caminando por el parque con una gran sonrisa en su cara y por esta razón
alegrarme. Como dice Smith, “A smiling face is, to everybody that sees it, a cheerful object” (1759
[1853], pág. 6), y así mismo una cara que demuestra tristeza provoca en mí sentimientos similares.
Esto sucede, explica Smith, gracias a que en el momento mismo que se ve una emoción particular
reflejada en un rostro, el mecanismo de simpatía, al hacer que una persona se imagine en la
situación del otro, la pone a cuestionarse acerca de las circunstancias que han llevado a tal persona
a demostrar esta emoción. De manera que termina simpatizando, más allá que con las emociones
mismas, con las situaciones particulares de las personas. Así que, a modo de ilustración de este
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punto, yo puedo estar viendo por una ventana y de repente notar como una persona se resbala y se
cae, en ese momento me imagino en la misma situación, y Smith diría, es como si sintiéramos el
mismo tipo de dolor que esa persona siente, aunque en una intensidad distinta. Nuestros reflejos
mismos nos llevan a mover el pie o el brazo si sentimos que esta persona se los ha lastimado, aun
cuando no son nuestros miembros los que se vieron realmente afectados5. Conocemos de antemano
lo que significa el dolor de una caída, lo que nos permite imaginar tal cual el modo en que se siente
esta persona que se cayó. Entonces vemos la expresión del dolor en la persona y podemos
inmediatamente simpatizar con ella, y así, compartir su dolor en cierto grado. De esta forma se
simpatiza con los sentimientos de los demás, pero más allá del simpatizar con otros sentimientos,
el mecanismo de la simpatía lleva a hacerlo con las circunstancias. Se verá a continuación cómo
de esto se llega a juzgar las acciones de los demás.
La aprobación y la reprobación
Cuando se ve, por ejemplo, que alguien se lastima, en ese momento se intenta medir el
grado en que parece apropiado que debería manifestarse el dolor en la persona, y juzgamos el modo
en que ésta reacciona. Lo que quiere decir Smith con esto es que hay casos en los que se puede
concordar o no con la otra persona, pues se sigue todo el proceso a través del cual el mecanismo
de la simpatía dirige a los seres humanos, y se termina aprobando o reprobando el modo de actuar
de quien está siendo observado. Lo que sucede cuando una persona actúa de un modo distinto al
cual se podría pensar que nosotros hubiéramos actuado, es que inmediatamente rechazamos la
acción. Por ejemplo, si esta persona que se resbala es un adulto, y en este caso apenas se golpea
5 Ver Primera Parte, Sección I, Capítulo I de La teoría de los sentimientos morales. (Pag. 4, 1759 [1853])
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suavemente, pero pese a ello empieza a llorar de manera descontrolada, en ese mismo momento
sucede un proceso, que es el propio del mecanismo de la simpatía, pero que en este caso lleva a
reprobar la emoción expresada, al considerarla totalmente desproporcionada con el evento: se cae
la persona, la vemos caerse, nos imaginamos su dolor y lo compartimos, pero luego observamos
su reacción frente a dicha situación, y en ese momento, ya que nos habíamos antes imaginado en
sus circunstancias, determinamos el modo en que actuaríamos nosotros en caso de estar en la misma
situación, y entonces juzgamos la reacción. Como dice Smith (1759 [1853], pág. 13), “to approve
of the passions of another, therefore, as suitable to their objects, is the same thing as to observe
that we entirely sympathize with them; and not to approve of them as such, is the same thing as to
observe that we do not entirely sympathize with them”. Así se juzgará entonces una determinada
reacción como incorrecta si al imaginarnos en tal posición no pensamos que llegaríamos a actuar
de la misma manera. Pero, si por el contrario coincidimos con el modo que reacciona la persona
que estamos observando, entonces juzgamos como correcta la acción y la aprobamos. Aquí
empiezan a aparecer la noción de juicio, y aún más concretamente, de juicios morales, en momento
en que nos ponemos en los zapatos del otro y pensamos cómo actuaríamos nosotros en la misma
situación.
El mérito y el demérito
Hay, además, otro conjunto de cualidades adscritas a las acciones y la conducta de la
humanidad que son objetos de una especie distinta de aprobación y desaprobación. Estas son
nombradas por Smith (1759 [1853], pág. 93) como el mérito y el demérito, que hacen referencia a
las cualidades de merecer recompensa y de merecer castigo, respectivamente. Es con estas
cualidades que es posible empezar a vislumbrar de una manera más clara el sentido de la justicia.
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Esta noción de justicia que, en palabras de Smith (1759 [1853], pág. 117), no es sino una virtud
negativa que nos previene de herir a los otros. De una manera muy similar a como los seres
humanos aprobamos o reprobamos una acción con el mecanismo de simpatía, ocurre con el mérito
y el demérito que juzgamos, pero no ya a un solo ser, ni su reacción como tal, sino a la interacción
entre dos seres. Estas ocasiones en particular nos lleva a las personas a inclinarnos a sentir un
deseo de retribución, que es la semilla que da origen tanto a los sentimientos de agradecimiento
como de venganza. De este modo Smith dice que, si una persona decide ayudar a su amigo, es
natural que la persona que recibe la ayuda sienta la inclinación a retribuirle tal favor a su amigo, y
en el momento que se observa una interacción como tal, se considera digna de mérito,
simpatizamos con la relación entre los dos y concordamos con la inclinación de retribuir el favor.
Es así que el sentido del mérito nos lleva a pensar que una persona merece una recompensa. De la
misma forma, si lo que sucede en cambio es que una persona le roba dinero a otra, hay una
sensación en todo observador de un cierto deseo de retribución, donde se espera que le sea devuelto
el dinero a la persona que fue robada. Pero a su vez el deseo de retribución también se expresa en
otro sentido, y pensamos que aquella persona que cometió tal acto de demérito, en este caso quien
cometió el robo, merece entonces ser castigada, pues concordamos con el deseo de venganza que
siente quien fue perjudicado, lo que se expresa pues como un sentido de justicia.
Los juicios sobre nuestra propia conducta
Como se pudo ver, Smith hace una detallada descripción del proceso que lleva a hacer los
juicios sobre los demás, pero este mismo proceso también es hecho por los demás con nosotros
mismos: los otros también son observadores y por tanto juzgan nuestras acciones. Dado que para
Smith somos seres esencialmente sociales, que buscamos el reconocimiento y admiración de los
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demás, pues disfrutamos que simpaticen con nosotros como gustamos de simpatizar con los demás,
tememos al rechazo6. Christel Fricke sostiene en su articulo Adam Smith: The Sympathetic Process
and the Origin and Function of Conscience que:
Conscience makes a person aware of his being ‘but one of the multitude’ (TMS III. 3.
5: 137), of the fact that, as one of the multitude, he cannot make any claims to special
treatments of the kind a child would naturally expect and receive from his loving
parents. Making such unjustified claims would express a lack of respect for others as
equals, as persons with equal rights to be respected and to be treated with fairness and
justice. (Fricke, 2013, pág. 187)
De modo que es de vital importancia para los seres humanos que midamos nuestras acciones para
no caer en el rechazo de los demás. Tanto por respeto con los otros, como sostiene Fricke, como
también porque buscamos su aprobación, al querer ser aceptados por la sociedad, pues, como ya lo
mencionamos, Smith afirma que encontramos placer al compartir en sociedad. Así que, siguiendo
el mismo proceso del mecanismo de la simpatía que ha sido descrito previamente, el cual, como
dice Smith, nos lleva a todo los seres humanos a estar en una constante evaluación de los demás,
los seres humanos nos hacemos conscientes entonces de que los demás hombres hacen lo mismo
con nosotros mismos, nos evalúan y juzgan cada acción. Por esta razón surgen entonces los juicios
que emitimos sobre nuestra propia conducta. Pero se presenta un obstáculo, y es que solo somos
capaces de juzgar los actos desde el punto de vista de una tercera persona. De ahí pues que el autor
hable de que cada quien deba crear para sí mismo la figura de un ‘espectador imparcial’; una
6 Ver Tercera Parte, Capítulo I de La teoría de los sentimientos morales. (Pags. 162-163, 1853)
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especie de consciencia que nos ayuda a evaluar nuestras acciones para así determinar lo que es
correcto o incorrecto, pero desde una tercera persona imaginaria e imparcial. A través de este
espectador imparcial yo juzgo mis propias acciones y determino entonces su aceptabilidad y su
mérito, si es el caso. ¿Pero qué sucede en el momento que actuamos de una manera reprochable y
que nos damos cuenta que merecemos castigo? Aparece entonces el autoengaño, problema que no
se le escapa a Smith.
El problema del autoengaño
Esto sucede de dos formas: la primera es que usualmente la emoción que está dirigiendo las
acciones sesga de cierta manera la debida evaluación de la situación, y por tanto no se emite un
juicio correcto que evite la acción. En el segundo caso la persona es capaz de examinar su propia
conducta desde el punto de vista del espectador imparcial, lo cual sucede necesariamente después
de haber actuado y una vez la pasión ha sido aplacada. Pero el problema entonces se presenta
cuando el interés propio de alguna forma también sesga una debida evaluación. De ahí, dice Smith,
que en aquellas ocasiones cuando se actúa de manera gravemente reprochable sea tan desagradable
pensar mal de nosotros mismos y vernos a nosotros como objetos de censura. Por esta razón
preferimos tan solo apartar deliberadamente la mirada de aquellas circunstancias que pueden hacer
que ese juicio sobre nuestra propia conducta sea desfavorable. De esta forma la evaluación que
hacemos de nuestros actos termina siendo sesgada todavía (Smith, 1759 [1853], pág. 221). Es
entonces cuando Smith dice que la naturaleza humana tiene para ello otra solución. El autor
escocés sostiene que la naturaleza no nos deja desamparados y que antes bien ha dotado a los
humanos de la habilidad para generar unas reglas generales que nos llevan a actuar de una manera
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determinada, y un sentido del deber que nos lleva a cumplirlas impidiendo así el daño a los otros,
o, lo que es lo mismo, cometer una injusticia, lo que se verá con más cuidado a continuación.
Las reglas generales
Sobre la creación de estas reglas Smith (1759 [1853], pág. 225) dice que “our continual
observations upon the conduct of others insensibly lead us to form to ourselves certain general
rules concerning what is fit and proper either to be done or to be avoided”. Es, entonces, a través
de la constante observación de la conducta de los otros, con el proceso al que lleva la simpatía, que
se llega a la elaboración de estas reglas generales de conducta. Éstas definen aquellas acciones
que son admitidas o rechazadas por la sociedad. Cuando estas reglas han sido de hecho formuladas
por nosotros y cuando son reconocidas y establecidas por los sentimientos concordantes de la
humanidad, apelamos a ellas como estándares de juicio, de modo tal que las usamos en las
ocasiones que debatimos acerca del grado de elogio o reproche que se debe a ciertas acciones de
naturaleza complicada y dudosa (Smith, 1759 [1853], pág. 226). De ahí que el autor agregue unas
líneas más adelante que estas reglas son precisamente “the ultimate foundations of what is just and
unjust in human conduct”. Para entender esto de mejor manera es importante mencionar que
dichas reglas generales se subdividen en dos tipos distintos de reglas, las cuales se mencionaron en
la primera parte de este texto: aquellas que son positivas, que nos dicta la experiencia para que
reconozcamos cuales son los actos que las personas admiran y honran; y, por otra parte, están las
negativas, de obligatorio cumplimiento y que son punitivas. Estas últimas son las reglas de
justicia, que se encargan de preservar la seguridad de la sociedad al evitar que nos hagamos daño
los unos a los otros. Las primeras son llamadas por Smith como reglas de beneficencia. Fuera
del contenido de estos dos tipos de reglas, es importante resaltar que éstas también difieren en la
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
19
necesidad de su cumplimiento como ya se ha mencionado. El autor escocés sostiene que una
sociedad estará mejor y vivirá en armonía si sigue las reglas de benevolencia. Pero como estas
reglas solo tienen un propósito de embellecimiento, no es más que un ornamento y en ningún
sentido son necesarias para mantener la sociedad. En contraste con éstas, que no son más que
recomendaciones, las de justicia son completamente indispensables. Esto se debe a que para Smith
la justicia es una virtud negativa que lo que hace es precisamente prevenir que se le haga daño al
prójimo, y por esto es el pilar de toda la sociedad, la sostiene por completo, y en caso de ser
removida, la sociedad se derrumbará inevitablemente. El escocés afirma que:
The man who barely abstains from violating either the person or the estate, or the reputation,
of his neighbours, has surely very little positive merit. He fulfils, however, all the rules of
what is peculiarly called justice, and does every thing which his equals can with propriety
force him to do, or which they can punish him for not doing. (Smith, 1759 [1853], p\l 9226
De ahí que se reitere la postura de Adam Smith frente a la justicia como una virtud completamente
negativa, y que se cumple al abstenerse de hacer daño a otros. Esto será de suma importancia al
volver a los problemas, pues permite entender la relación del cumplimiento de la justicia para el
mantenimiento de la sociedad. El autor llega a afirmar que de hecho se puede vivir conforme a
todas las reglas de justicia bien estando sentado quieto y sin hacer nada, si con esto no se le está
haciendo daño a ninguna persona.
El proceso de elaboración de las reglas
Como se puede ver estas reglas sopesan el problema de que los seres humanos tendamos a
auto-engañarnos con respecto a los juicios que emitimos sobre nuestra propia conducta. Una vez
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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estas reglas son establecidas, es posible apelar a ellas como normas de conducta generales que
evitan la necesidad del proceso de evaluación de cada acto, en toda ocasión. Esto se debe a que
éstas determinan lo que es permitido en la sociedad y lo que no, al igual que lo que es recomendable
y lo que no, así que con conocerlas bastará para que una persona pueda saber con cierta precisión
el modo en que debería comportarse. Adicionalmente, estas reglas brindan una seguridad de
imparcialidad en tanto son elaboradas en consenso. Este proceso de elaboración lo describe Smith
de la siguiente manera:
i. Existen ciertas acciones (que reflejan ciertas emociones) que impactan todos
nuestros sentimientos al ser observadas, como por ejemplo una ira desmedida que
lleva a una persona a asesinar a otra.
ii. Reprobamos dicha acción inmediatamente y la consideramos como digna de
castigo.
iii. Observamos como el resto de espectadores de dicha acción hace lo mismo que
nosotros. Esto confirma la validez de nuestros sentimientos, en este caso particular
el de rechazo.
iv. Entonces decidimos entre todos crear una regla general que establece la prohibición
de acciones como ésta, y, con el fin de satisfacer el deseo natural que nos inclina a
pensar que si alguien comete un acto de injusticia debe pagar por ello (o lo que es
un deseo de retribución, como ya se ha visto). De ahí que se imponga un castigo
para quien cometa dicho acto, lo que a su vez ayuda también a disuadir a otros de
cometer el mismo acto.
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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Queda claro que, para el autor, después de la elaboración de estas reglas generales, las reglas
de justicia se convertirán en leyes escritas (e. g. la constitución), que exigirán su obligatorio
cumplimiento. Sin embargo no queda claro en su teoría cómo se da exactamente este paso, de
reglas elaboradas tras un consenso, a leyes propiamente7. Lo que sí es explícito en Smith es la
importancia que estas de que estas reglas terminan exteriorizándose, pues de ello depende su
imparcialidad. Adicionalmente, sin la exterioridad de éstas, no podría haber sentido del deber.
Son, entonces, estas reglas generales las que contrarrestan el autoengaño en el que una persona se
puede encontrar en ciertas ocasiones, y que de hecho ayudarán a disuadirla de cometer actos
causados por pasiones desmedidas. Esto se debe precisamente a que la exterioridad de estas reglas
permite un conocimiento generalizado de ellas y de las consecuencias que trae el incumplirlas. Así
que, quien en principio se pueda ver sesgado para evaluar su deseo de actuar de una manera
determinada debido a una emoción de rabia, por poner un ejemplo, por lo menos el conocimiento
de estas reglas puede llegar a disuadirlo de cometer tal acto al identificar el castigo que traería
consigo el incumplir una determinada ley. Su miedo al castigo es precisamente el sentido del
deber, que lleva a las personas a cumplir las reglas solo por miedo. Es así como estas reglas
generales nos ayudan a controlar de alguna forma nuestras emociones, porque aun cuando el
mecanismo de simpatía nos ayuda a juzgar sobre las acciones, ya se mostró cómo en ocasiones
tendemos solo a evitar emitir juicios negativos sobre nuestras propios actos.
7 El modo en que estas reglas se terminan convirtiendo concretamente en leyes escritas (e. g. la constitución) es
algo que no fue discutido con exactitud en ninguna de las obras escritas por Smith, lo que hace que este tema en
particular quede fuera del alcance de este texto. Para ver lo que tal vez sería el origen de las reglas escritas según
lo entiende Smith, leer las páginas 257-258 de la edición que se usa en este trabajo del segundo volumen de La riqueza de las naciones en el momento que el autor empieza a hablar de la enseñanza de la filosofía griega, en
particular de la filosofía moral.
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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Esto muestra cómo hay, de hecho, dos razones muy distintas por las que las personas siguen
las reglas: la primera es una total comprensión de éstas, al igual que un conocimiento de las razones
por las que fueron establecidas (como por ejemplo entender que fue por el bien de la sociedad, con
el fin de preservar el respeto entre sus miembros, etc. ). Esto requiere pues de unas altas
habilidades tanto cognitivas como sociales, pues exige que la persona sea capaz de entender las
razones como también de ponerse en la situación de los otros (haciendo uso de la simpatía) para
entender la necesidad de estas reglas. Sin embargo, si bien este modo es suficiente para que haya
justicia, no necesariamente es la única opción. Por otro lado, también está la simple obediencia de
estas reglas por un mínimo sentido del deber. Como y ase mencionó, éste consiste precisamente
en seguir las reglas por el miedo, tanto al castigo como al rechazo de la sociedad, pues todos los
seres humanos tenemos deseos de pertenecer a una comunidad en tanto somos seres sociales según
describe Smith. Esto requiere entonces de unas ciertas habilidades cognitivas también, al requerir
que la persona pueda pensar en las consecuencias de sus actos, pero en este caso es en un nivel
menor que en el anterior. Es de este modo que existe una garantía superior que interviene en caso
de que la simpatía no funcione adecuadamente. Se debe entender entonces que es necesario que
una de estas dos se cumpla o de otro modo no podrá mantenerse la justicia en la sociedad.
La fragilidad de la simpatía y el sentido del deber
Se plantearon dos modos posibles en los que se siguen las reglas para Smith, a lo cual surge
entonces una pregunta crucial ¿Por qué dos caminos? ¿Acaso puede la simpatía no funcionar de
manera ideal? ¿Qué podría causar que falle este mecanismo? La principal razón para que esto
suceda es la falta de visibilidad. Como se mencionó en la segunda sección de esta segunda parte
del texto, la visibilidad es necesaria para que el mecanismo de la simpatía funcione correctamente
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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en tanto requiere hacer el proceso de ver al otro, sus circunstancias, reconocerlo, y así luego ponerse
en su lugar. Pero pueden pasar dos cosas que limiten la visibilidad: o bien es posible que sea por
circunstancias ajenas a la persona, como el que vivir en países distintos8, o lo que podría llegar a
ser peor, por el hecho de perder la sensibilidad para ver a los otros al perder ciertas habilidades lo
que nos hace incapaces de reconocer a otros como pares. Y sin visibilidad no hay forma de que
funcione nuestro mecanismo de la simpatía. De ahí que debamos resaltar la importancia de este
sentido del deber. Lo que es más, Smith llega a afirmar que la mayoría de los seres humanos solo
son capaces de seguir este sentido del deber:
The regard to those general rules of conduct is what is properly called a sense of duty, a
principle of the greatest consequence in human life, and the only principle by which the
bulk of mankind are capable of directing their actions. Many men behave very decently,
and through the whole of their lives avoid any considerable degree of blame, who yet,
perhaps, never felt the sentiment upon the propriety of which we found our approbation of
their conduct, but acted merely from a regard to what they saw were the established rules of
behaviour. (Smith, 1759 [1853], pág. 229)
Esto no quiere decir que estas personas carezcan por completo del mecanismo de simpatía, pues
está en la naturaleza humana. Entonces es posible que algunos lo tengan, pero de una manera muy
limitada, al no desarrollar sus habilidades cognitivas y sociales. Sin embargo estas personas se
comportan de manera tal que la sociedad pueda seguir en pie, en tanto respetan las reglas de justicia,
8 De ahí el ejemplo que da Adam Smith sobre lo mucho que poco que puede afectarle a un europeo que no tenga ninguna conexión con asía el hecho de que un terremoto acabara con miles de habitantes, en comparación con lo
mucho que lo afectaría perder su dedo meñique. Ver Smith A. , The Theory of Moral Sentiments, 1759 [1853],
págs. 192-193.
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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cuando menos por un sentido del deber que deviene, como ya se dijo, de un miedo al rechazo de la
sociedad o miedo al castigo que tal regla pueda impartir por su incumplimiento.
¿Qué sucede entonces cuando el mecanismo de la simpatía se ve atrofiado en los hombres,
y además también se pierde el sentido del deber? Pues este es precisamente el problema que se
quiere señalar con la segunda parte del texto. En lo que viene de esta investigación se continuará
con la reconstrucción de los argumentos de Adam Smith, pero ahora con respecto a su segunda
obra. Esto con el fin de mostrar cómo es posible identificar el problema que se presenta en una
sociedad que se dedica al desarrollo de la división del trabajo, en miras de la productividad, pero a
su vez deja de lado el desarrollo de otras habilidades de los seres humanos, en especial las
cognitivas y las sociales, lo que lleva eventualmente a la atrofia de la simpatía y el sentido del
deber, y con esto, al incumplimiento de las reglas de justicia, lo que, como ya se ha resaltado en
varias ocasiones, lleva a la eventual ruina de la sociedad.
PARTE III: RIQUEZA DE LAS NACIONES
Se vio en la Parte II el desarrollo del argumento de Smith desde la simpatía a la aparición
del sentido de justicia. Como bien lo expresa Dugald Steward (1759 [1853], pág. xxvi) en la
introducción a la Teoría de los sentimientos morales, “the origin of our sense of justice, as well
as of all our other moral sentiments, [Adam Smith] accounts for by means of the principle of
sympathy”. Esta tercera parte se concentrará en relacionar los temas vistos anteriormente y
reconstruir los argumentos de Adam Smith en la obra que alcanzó más fama entre los economistas:
La riqueza de las naciones. En este libro él desarrolla su investigación sobre por qué unas naciones
son más prósperas que otras. Se verá pues el desarrollo que tiene la tendencia natural a
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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intercambiar, llevando así a los hombres a la división del trabajo, lo que traerá consigo el beneficio
de una sociedad más productiva. Pero esto llegará a un costo muy alto como nos advierte Smith,
cosa en la que se enfocará el final de esta parte.
La división del trabajo
Para empezar, es necesario ver lo que plantea Smith (1776 [1904], págs. 2, Vol I): entre las
naciones ‘salvajes’ (con las cuales él se refiere a aquellas no desarrolladas) de cazadores y
pescadores, cada individuo que es capaz de trabajar es más o menos empleado en una labor útil, y
se esfuerza de proveer, tan bien como le es posible, las necesidades y conveniencias de la vida para
él, o para su familia o tribu, si es el caso que estos son o muy viejos o muy jóvenes para valerse
por sí mismos y cazar o pescar ellos mismos. Pero estas naciones son, de hecho, tan
miserablemente pobres, que se ven frecuentemente obligadas, o al menos ellos creen que están
obligados, a destruir, o en otros casos abandonar a sus infantes, a los mayores y a aquellos con
aflicciones que los hacen desvalidos, para que estos mueran de hambre o devorados por bestias
salvajes. En cambio, entre las naciones más civilizadas y desarrolladas, aun cuando un gran
número de personas no trabajan en absoluto, muchos de ellos consumen diez veces, o incluso hasta
cien veces más que la gran parte de aquellos que sí trabajan. Aun así el producto de la labor de la
sociedad en conjunto es tan vasto que todos son usualmente abastecidos en abundancia, y un
hombre trabajador, incluso de la clase más baja y pobre, si es industrioso, puede entonces disfrutar
de una mayor parte de las cosas necesarias y convenientes para la vida de lo que es posible que
cualquier hombre de una nación salvaje pueda llegar a adquirir. ¿Por qué entonces sucede que
existen ciertas naciones más desarrolladas y ricas que otras? Lo que Smith propone en su obra es
que esto se debe a la división del trabajo. Ésta hace las naciones más productivas, lo que se
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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traduce en mayor riqueza y prosperidad para todos los integrantes de la sociedad en tanto todos son
capaces de maximizar el producto de su trabajo al dedicarse exclusivamente al desarrollo de una
labor. De ahí que el hombre más pobre de la nación más desarrollada tenga acceso a mayores
comodidades que incluso el más rico de una nación no desarrollada. Esto se evidencia con el
siguiente ejemplo que da Adam Smith: “it may be true, perhaps, that the accommodation of an
European prince does not always so much exceed that of an industrious and frugal peasant, as the
accommodation of the latter exceeds that of many an African king, the absolute master of the lives
and liberties of ten thousand naked savages” (1776 [1904], págs. 14, Vol I). Es pues la división
del trabajo la que hace una diferencia radical en las condiciones de vida de los miembros de una
comunidad. Pero entonces ¿de dónde surge exactamente esta organización de los métodos de
producción en los hombres? Smith afirma que:
This division of labour, from which so many advantages are derived, is not originally the
effect of any human wisdom, which foresees and intends that general opulence to which it
gives occasion. 1 It is the necessary, though very slow and gradual, consequence of a certain
propensity in human nature which has in view no such extensive utility; the propensity to
truck, barter, and exchange one thing for another. (1776 [1904], págs. 15, Vol II)
Esta propensión es precisamente a la que en este texto se ha referido como la tendencia natural a
intercambiar, que nos lleva en un principio a los seres humanos a inclinarnos por relacionarnos con
los demás por medio del trueque. Pero aún falta entender cómo es exactamente que aparece la
división del trabajo en la sociedad. Pues bien, Adam Smith propone hacer un ejercicio mental muy
simple para explicarlo: para empezar, lo único que pide a sus lectores es que se imaginen una
sociedad sin división del trabajo. En este tipo de sociedad se encuentra que si un hombre quiere
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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tener ropa, debe fabricarla por sí mismo, lo que significa que o bien él siembra algodón de tal modo
que lo pueda trabajar para convertirlo en lana y luego tejer las prendas, o bien tiene que cazar un
animal para quitarle su piel y luego trabajar esa piel para convertirla también en una prenda que
pueda usar. Mientras está dedicado a esta labor, que ni siquiera podemos realmente calcular cuánto
tiempo exacto puede tomarle hacer todas las tareas, este hombre a su vez necesitará comer algo, lo
que significa también que, o bien cultiva su comida para poder luego recogerla de las plantaciones
para poder después cocinarla y así finalmente comer, o bien puede cazar y consumir la carne de su
presa, después de haberla cocinado debidamente. Sin duda pueden ser labores que un hombre por
sí mismo puede hacer, pero con cuánto tiempo contará antes de realmente necesitar comer o
necesitar su ropa, sin haber antes terminado la otra tarea. Esto mismo sucede al momento en que
este hombre desee descansar o buscar resguardo en una tormenta. Él mismo necesitará construir
su casa, lo que significa que tiene que cortar los árboles, arreglar la madera, montar la casa, y dentro
de ella tendrá a su vez que elaborar los muebles necesarios para su descanso, y en fin. Así se
pueden pensar en innumerables necesidades que al buscarlas satisfacer por sí solo, difícilmente
podrá lograrlo exitosamente. Es ahí donde aparece la utilidad de la división del trabajo. Así un
hombre por sí solo ya no tiene que preocuparse por cumplir todas estas tareas él mismo, sino que
habrá otros completamente dedicados a aquello en lo que son mejores. De tal modo que este
hombre, digamos, por seguir el ejemplo, que es más habilidoso en la caza de animales, puede
dedicarse enteramente a la caza, comprometiéndose entonces con los demás a darles parte del
producto de su trabajo a cambio de que los otros también se comprometan a darle partes de los
productos que producen: como la ropa fabricada, la casa y los muebles. Lo que genera una
interdependencia entre los miembros de la comunidad de tal modo que hay un compromiso
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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implícito entre ellos de que cada quien abastecerá al otro de los productos que dejó de producir.
Aún más, como sostiene Smith, este hombre que se dedica ahora a una sola labor en particular tiene
la oportunidad de hacerse mucho mejor en ella. Ejerce su habilidad para cazar y por tanto la
desarrolla y se hace cada vez mejor, volviéndose así aún más productivo, cosa que sucede con
todos los demás. Así la productividad de la comunidad se ve inmediatamente incrementada, y
consigo la prosperidad de dicha sociedad. Del mismo modo, el desarrollo de la productividad se
refleja entonces en el desarrollo de la sociedad, y a su vez en su crecimiento. Al traer mayor
abundancia a las personas, en contraste con el ejemplo de las naciones salvajes, la holgura
económica permite mantener a una mayor cantidad de personas con un mismo salario, por lo que
las familias pueden crecer. Así poco a poco una sociedad se va haciendo cada vez más grande, y
de igual forma se hace más productiva entre más se especializa el trabajo de sus miembros.
La sociedad comercial y la prosperidad como productividad
Adam Smith sostiene que la sociedad comercial, desarrollada y próspera a causa del
aumento en la productividad por la división del trabajo, es pues la sociedad más preferible para
cualquiera, gracias a que incluso el más pobre se verá favorecido por todos los beneficios que ésta
trae. Como bien dice la profesora Lisa Hill en su artículo Adam Smith, Adam Ferguson and the
Division of Labour:
The division of labour delivers security and is the source of almost all of the progress and
prosperity of the commercial age. This is significant because, for Smith, the happy society
is the prosperous, materially abundant society. Witness the ‘serenity and happiness’ of the
rich compared to the ‘misery and distress’ of the poor. In general he took the view that
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
29
whatever makes a country rich (and the division of labour does this better than anything else)
enriches the poor also and is therefore, in the long view, to their benefit. (2004, pág. 33)
Aquí se destaca la importancia de la prosperidad para Smith, y lo que es más, la importancia de la
división del trabajo. Se hace pues más deseable para un hombre el especializarse en una sola labor,
mejorar a su vez su habilidades para desarrollarla, y con esto volverse más productivo, y por ende,
próspero. Ahora bien, ya se puede entender tanto el modo en que la división del trabajo trae una
gran cantidad de beneficios, como también el que la sociedad comercial es la más deseable al traer
mayor prosperidad, o riqueza, al grueso de la población. Pero surge un problema que se ha
advertido desde el principio al entender la prosperidad exclusivamente en términos de
productividad y aumento de recursos. Aquí aparece una pregunta muy importante para esta
investigación: ¿cuáles son los costos de vivir en una sociedad como la que se ha presentado?
El tipo de sociedad en que la división del trabajo ha sido desarrollada hasta tal punto que
no es un hombre el que caza, o un hombre el que construye por completo las casas, sino que más
bien es ahora un hombre quien hace los clavos que se requieren para la construcción, o en una labor
aún más especializada, es un solo hombre el que se encarga tan solo de hacer las cabezas de los
clavos. De esta forma las personas se vuelven tan especialistas en una sola ocupación hasta tal
punto que pueden llegar a descuidar el resto de sus habilidades. Como dice Smith en la Riqueza
de las naciones, todos los seres humanos nacen más bien iguales, o por lo menos muy parecidos
en todos los sentidos, y son precisamente los grados de especialización de las diferentes habilidades
y labores los que poco a poco a medida que crecemos nos van diferenciando más y más. Así, el
hombre que se dedica por completo a una sola actividad es capaz de desarrollar su habilidad en
ella, haciéndose cada vez mejor, pero en contraste, la persona está dejando de ejercitar a su vez
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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otras habilidades particulares. Habilidades que se van a ver relegadas al olvido poco a poco.
Entonces el hombre que era bueno cazando, para volver al ejemplo anterior, pero a su vez también
era capaz de confeccionar su ropa, puede llegar a olvidar por completo dicha habilidad que tal vez
no tenía desarrollada, pero que por lo menos tenía en alguna medida hasta ya no tenerla en absoluto.
El anterior no es el peor de los casos, lo que es todavía más importante de resaltar, puesto
que la sociedad comercial está organizada de tal modo que la interdependencia entre los miembros
de la sociedad, como ya se vio, hace prescindible la destreza de un hombre en todas las
habilidades;en generalsolo se requiere que se dedique a una cosa en particular. Lo que sí es
especialmente grave es la pérdida de ciertas habilidades particularmente importantes que han sido
ya varias veces mencionadas en este texto: son las habilidades cognitivas y sociales. Smith nos
dice que el hombre cuya vida se gasta en la realización de algunas operaciones simples, de las
cuales los efectos son siempre los mismos, no tiene ocasión para ejercer su entendimiento, o
creatividad para sobrepasar dificultades, por las cuales nunca tendrá que pasar. Todas sus tareas
han sido simplificadas a tal punto que la sencillez misma de éstas deja de ser en cualquier sentido
un reto mental, lo que hace de este hombre un ser exclusivamente útil para ejercer tal labor. De
este modo el hombre “naturally loses, therefore, the habit of such exertion (de su entendimiento y
de su creatividad), and generally becomes as stupid and ignorant as it is possible for a human
creature to become” (Smith, 1776 [1904], págs. , Vol II). Así pierde entonces las habilidades
cognitivas, lo que directamente se relaciona con la imaginación en los seres humanos, y por tanto,
termina teniendo una implicación directa en nuestro mecanismo de la simpatía, al impedir el
proceso de imaginarnos en las circunstancias del otro, pues como vimos en capítulos anteriores es
un paso necesario para poder identificar y reconocer a los demás seres humanos, y así simpatizar
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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con ellos. No siendo poco este efecto negativo en ciertas habilidades cognitivas debido a la
división del trabajo, también tiene un efecto negativo en la habilidad para comunicarnos. De ahí
que Adam Smith (1776 [1904], págs. 267, Vol II) afirme que el adormecimiento de la mente del
hombre que se dedica a una única actividad simple lo hace, no sólo incapaz de disfrutar o tomar
parte en cualquier conversación racional, sino también de concebir cualquier sentimiento
generoso, noble, o tierno, y, en consecuencia, incapaz de formular cualquier juicio justo en
relación con muchas cosas, aun de los deberes ordinarios de la vida privada, que son justamente
las reglas de comportamiento. Así que el hombre que no es capaz de desarrollar estas habilidades,
en las peores consecuencias, tampoco será capaz de desarrollar el sentido del deber en tanto no es
ni siquiera consciente de los efectos de sus acciones. De esta forma ya no teme al castigo que
puede devenir del incumplimiento de las reglas de justicia ya que no es capaz si quiera de medir
las consecuencias de sus actos mismos. Como Smith (1776 [1904], págs. 267, Vol II) lo pone
sobre esta clase de hombres, “of the great and extensive interests of his country he is altogether
incapable of judging”, a lo que agrega al final de esta página, que “his dexterity at his own
particular trade seems, in this manner, to be acquired at the expence of his intellectual, social,
and martial virtues”. De esta forma, una vez las virtudes intelectuales y sociales se han
corrompido, o lo que es lo mismo, las habilidades cognitivas y sociales, es fácil notar cómo la
simpatía y el sentido del deber se ven atrofiados en estas personas que son afectadas por las
consecuencias de la división del trabajo.
Sin ser un mal menor el impacto que tiene la división del trabajo sobre la simpatía, añadido
a esto, en una sociedad muy desarrollada en la que la extensión del mercado ha llegado a otras
proporciones, lo que hace de ésta una sociedad de un gran tamaño, la visibilidad claramente se
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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dificulta entre sus miembros. Ya no son el cazador, el agricultor, el albañil ni el sastre quienes
intercambian los productos de sus labores. Ahora la cadena productiva llega a ser tan grande que
ya no es posible siquiera imaginar de cuantas personas depende la elaboración de un producto
determinado. Smith dice:
Observe the accommodation of the most common artificer or day-labourer in a civilized
and thriving country, and you will perceive that the number of people of whose industry a part,
though but a small part, has been employed in procuring him this accommodation, exceeds all
computation. The woollen coat, for example, which covers the day-labourer, as coarse and
rough as it may appear, is the produce of the joint labour of a great multitude of workmen.
The shepherd, the sorter of the wool, the wool-comber or carder, the dyer, the scribbler, the
spinner, the weaver, the fuller, the dresser, with many others, must all join their different arts
in order to complete even this homely production. (1776 [1904], págs. 13, Vol I)
Esto vuelve entonces a un aspecto sumamente importante de la simpatía: la visibilidad. Ésta se ve
inmediatamente limitada por esta gran cadena de producción que se convierte en un velo que
impide ver a los demás. Si a esto le agregamos que la simpatía se ve atrofiada por la falta de su
ejercicio, se llega inevitablemente a una sociedad en donde no es posible la justicia. La visibilidad,
como ya se ha reiterado, es necesaria para que el mecanismo de la simpatía funcione correctamente,
y este es necesario a su vez para la elaboración de las reglas generales, que nos llevan finalmente
a las reglas de justicia. En otras palabras, no podemos tener siquiera una noción de justicia, ni sus
reglas, ni mucho menos un sentido del deber. Bajo estas condiciones, y retomando que Smith
admite la necesidad de la justicia para la existencia de una sociedad, como se presenta en la cita
que al principio de este texto: “society cannot subsist unless the laws of justice are tolerably
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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observed, as no social intercourse can take place among men who do not generally abstain from
injuring one another” (1759 [1853], pág. 130). No queda más que admitir que una sociedad así,
que carece de justicia, acabaría entonces desmoronándose. Esto nos lleva a la pregunta más
importante: ¿es esto una contradicción en la teoría de Smith? ¿Lo que es más, hay pues no una,
sino tres posibles perspectivas desde las cuales se ve un error conceptual en sus obras? Esto es lo
que se analizará en la siguiente parte del trabajo. Se revisarán los tres problemas abordados al
principio de este texto a la luz de la reconstrucción que se hizo de los elementos que chocan dentro
de la teoría de Adam Smith.
PARTE IV: TENSIONES SIN CONTRADICCIÓN
El problema es ahora evidente, las relaciones entre los tres conceptos clave, simpatía,
justicia y división del trabajo, demuestran una clara tensión. Pero como se enunció al principio, el
objetivo es mostrar que, si bien es cierto que hay una tensión de la cual este texto se ocupó en
resaltar, no por esto hay una contradicción que implique un error conceptual en el pensamiento de
Adam Smith. Se abordarán cada uno de los problemas de la primera parte en el mismo orden que
fueron presentados.
El problema valorativo de la división del trabajo intentaba resaltar que Smith en una
primera instancia se enfocaba en evocar las cualidades de la división del trabajo, para luego, en el
Libro V, identificar las consecuencias a las que ésta puede llevar a su vez. Este problema se
presenta en un nivel superficial que corresponde a una lectura equivocada de La riqueza de las
naciones. Lejos de ser esta una contradicción en la obra de Smith, se explica fácilmente al entender
que el propósito de Smith no es más que advertirnos de dichos riesgos a los que nos puede llevar
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
34
la división del trabajo si no es utilizada con cuidado. Pareciera de algún modo que para Rothbard
el decir algo como “la electricidad es de gran utilidad para la sociedad, pero puede llegar a matar a
una persona si no se utiliza con cuidado” es una contradicción “que no puede ser plausiblemente
reconciliable”, cuando evidentemente es una afirmación que no está haciendo otra cosa más que
advertir de los peligros del uso de tal herramienta. Eso mismo se evidencia en la obra del escocés.
No es que éste hable de la división del trabajo en el Libro I como buena en un sentido absoluto y
luego en Libro V como mala, también en sentido absoluto. Como bien se pudo evidenciar al
reconstruir sus argumentos, Smith lo único que está haciendo es decir que la división del trabajo
puede llegar a ser perjudicial tanto como la electricidad puede llegar a serlo si no se tiene cuidado,
pero no por esto significa que sean cosas ‘malas’ en un sentido absoluto, ni mucho menos eso
implica que entonces no se pueda afirmar que estas cosas son también útiles y beneficiosas.
Como se pudo evidenciar, este el primer problema se presentaba en un nivel superficial, es
necesario entrar ahora a discutir el segundo problema, que profundiza un poco más en la teoría
Smith para mostrar la incompatibilidad entre tener una sociedad que elige favorecer la
productividad, por un lado, o el desarrollo del sentido de la justicia y de las virtudes, por el otro,
sin la posibilidad de tener ambas, lo que presenta como el problema práctico de la sociedad
comercial. Para resolver esta contradicción, es necesario primero reconocer que dicha tensión
entre la productividad y las habilidades sociales y cognitivas es totalmente cierta, pero, a su vez,
esto no significa entonces que sean completamente incompatibles. No es del todo cierto entonces
que la sociedad deba renunciar a la prosperidad que puede traer consigo la productividad, si no
quiere derrumbarse a falta de justicia. ¿Cómo es esto posible? Como bien dice Smith en La riqueza
de las naciones cuando está hablando al respecto del estado de atrofia de las habilidades cognitivas
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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y sociales, “(…) some attention of government is necessary in order to prevent the almost entire
corruption and degeneracy of the great body of the people” y más adelante agrega “this is the state
into which the labouring poor, that is, the great body of the people, must necessarily fall, unless
government takes some pains to prevent it” (1776 [1904], págs. 267-268, Vol II). Lo que
muestra entonces la posibilidad de que este estado tan indeseable sea prevenido, siempre y cuando
el gobierno se ocupe de ello. Es decir que, está en éste la responsabilidad de evitar que la sociedad
se desmorone por aquello que en principio hacía de la misma una sociedad próspera. Lo que es
más, Smith afirma la importancia que debe darle el gobierno a la justicia en las Lecciones de
jurisprudencia. Este libro, publicado póstumamente, está compuesto por una colección de notas
de las clases que él dictó en la Universidad de Glasgow entre 1762 y 1763. En éste, Smith empieza
hablando sobre las responsabilidades del gobierno, entonces dice “[t]he first and chief design of
every system of government is to maintain justice” (1982, pág. 5). Adicionalmente, en otra
sección de La riqueza de las naciones¸ el autor también insiste en las responsabilidades de las que
se debería encargar el soberano de una nación ideal. Smith (1776 [1904], págs. 184-185, Vol II)
dice que “(…) the sovereign has only three duties to attend to; three duties of great importance,
indeed, but plain and intelligible to common understandings: (…) secondly, the duty of
protecting, as far as possible, every member of the society from the injustice or oppression of
every other member of it, or the duty of establishing an exact administration of justice (…)”.
Esto evidencia una vez más la importancia de la justicia, y en especial lo primordial que ésta debe
ser para el Estado en la teoría de Smith. Pero entonces ¿se debería afirmar que es la labor del
gobernante acabar con la división del trabajo dado que esté afectando las habilidades sociales y
cognitivas de los miembros de la sociedad, mientras que al tiempo está generando este velo que
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entorpece la visibilidad de las personas? Llegar a esta conclusión sería de hecho la verdadera
contradicción. No se trata pues de acabar con la división del trabajo, pues como ya se ha enfatizado
en varias ocasiones, para Adam Smith esta forma de organización trae muchísimos beneficios
consigo. La solución en cambio se presenta de una manera muy distinta. Smith (1776 [1904],
págs. 267, Vol II) empieza por plantearse la necesidad de que el Estado se encargue de la educación,
a lo que concluye que en algunas ocasiones no, pero en otras sí es necesario. Hay ocasiones pues,
en las que los miembros de la sociedad adquieren, sin necesidad de la atención del Estado, las
habilidades y virtudes que la sociedad requiere. Esto es cierto para los ricos, quienes pueden
enseñarles desde pequeños a sus hijos distintas cosas, entre ellas la importancia de las virtudes que
sirven para relacionarse con los demás. Pero hay otras ocasiones que, en cambio, los miembros de
la sociedad no adquieren estas virtudes a menos que el Estado se preocupe por brindar la educación
necesaria. He aquí el riesgo que corre la mayor parte de la población, que no tiene la oportunidad,
en contraste con los ricos, de enseñar a sus hijos ciertas virtudes. A penas son capaces de
sostenerlos y alimentarlos, de modo que una vez cumplen la edad suficiente para trabajar, los
padres se encargan de ocuparlos en algo que pueda ayudar para sopesar los gastos que producen.
El gobierno necesita entonces darle una gran atención al tema de cultivar precisamente estas
habilidades y virtudes en el grueso de la sociedad, que se refieren justamente aquellas de las que
dependen tanto el sentido del deber, como el mecanismo de la simpatía. Smith propone entonces
ciertas formas en las que se podría incentivar la educación en la sociedad. Hace propuestas como
el animar a los estudiantes a estudiar más premiando a aquellos que sobresalgan en las clases.
También propone imponer un examen que asegure que quienes lo pasen demuestren conocer las
partes necesarias de la educación para poder empezar a trabajar (Smith, 1776 [1904], págs. 270,
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Vol II). Es de este modo que el gobierno puede crear políticas públicas con la finalidad de inculcar
en la sociedad las habilidades básicas cognitivas y sociales para que sus ciudadanos puedan cuando
menos tener un sentido del deber, y así se abstengan de romper las reglas de justicia. Esta es
entonces la solución práctica que da Adam Smith al problema que se le presenta a la sociedad con
respecto a la tensión entre la productividad, que viene de la especialización en trabajos cada vez
más sencillos, causando en las personas la corrupción de sus otras habilidades, y a su vez, la pérdida
del sentido de justicia y del deber. Con que el gobierno se esfuerce en administrar la educación de
las habilidades más importantes que pueden verse afectadas, se respetará entonces la justicia, y así
la sociedad podrá mantenerse. Esto muestra entonces que, al evidenciar esta tensión que se
presenta en las obras, no por eso hay un problema en la construcción del aparato teórico. Tampoco
hay pues una contradicción en Smith desde la perspectiva del problema práctico de la sociedad
comercial.
Queda de este modo un último problema por abordar, aquel que se refiere a la aparente
contradicción que aparece en la naturaleza humana. Es posible que, tras reconciliar la tensión entre
las dos habilidades que aparecían como incompatibles en el punto anterior, ya se haya disuelto la
idea de un choque irreconciliable entre las dos tendencias naturales. Sin embargo, es de todas
formas importante entrar a discutir el último problema, pues además permitirá mostrar, para
finalizar, el mundo ideal al que se podría apuntar al conciliar las dos obras de Smith. En efecto en
este caso hay también una tensión entre la tendencia natural a intercambiar y la tendencia natural
a simpatizar. Estas dos tendencias ciertamente pueden llegar a chocar causando que una termine
arrastrando por completo a la otra. Pero hay que notar que esto sucederá solo dependiendo de la
estructura de incentivos en la que situemos a las personas. De este modo, una sociedad que valora
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únicamente la prosperidad entendida como productividad, inevitablemente tendrá ciudadanos en
los cuales su tendencia natural a intercambiar arrasará entonces con la tendencia a simpatizar. Por
otra parte, y algo que no considera del todo Smith, también puede ser cierto que una sociedad
dedicada exclusivamente a desarrollar la tendencia a simpatizar, eventualmente se verá afectada la
tendencia a intercambiar, teniendo efectos muy probablemente negativos en la productividad. Es
de este modo una estructura de incentivos que se encargue adecuadamente de desarrollar al máximo
estos dos aspectos de la naturaleza humana, sin descuidar en ningún momento el uno por el otro,
por necesidad tendrá que ser la sociedad más deseable por todos nosotros, pues sería por definición
la máxima forma de realización humana. Sería una sociedad que alcanzaría su punto de equilibrio
entre la prosperidad como productividad y la prosperidad entendida como el respeto, no solo por
las reglas de justicia, sino también por las reglas de benevolencia. Así mismo, en una sociedad
que adopta esta estructura de incentivos equilibrada, la visibilidad en todos los seres humanos sería
tan desarrollada como sea posible, permitiendo una sensibilidad extraordinaria que motiva a que
las personas vayan más allá de un simple sentido del deber, y de esta forma en el fondo todos
observarían las reglas generales comprendiendo sus bases y las razones que llevaron a elaborarlas.
Este es el mundo ideal en el que se da una armonía perfecta entre estas dos tendencias naturales de
los seres humanos. De esta forma se muestra entonces el hecho de que si bien es cierto que existe
una fuerte tensión en la naturaleza humana, que incluso en el peor caso puede llevar al choque de
las tendencias naturales, existe también la posibilidad de que estas dos armonicen. Cuestión que
demuestra que no se presenta tampoco una contradicción desde esta perspectiva del problema.
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CONCLUSIÓN
Este trabajo inició a partir de encontrar una fuerte tensión que se podía encontrar al tratar
de entender La teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones como parte de un
mismo proyecto de Smith. La idea de la imposibilidad de la sociedad comercial, a causa del
elemento mismo que le dio su origen, la división del trabajo. Esto se presentaba como un claro
problema para la conciliación de los dos libros que, además, no había sido discutido anteriormente.
Pero no era posible que el autor estuviera desligando de tal manera las dos únicas obras que publicó
en vida, y por esto hubo la insistencia en intentar reconciliarlas, que llevó precisamente a la
elaboración de este proyecto. La novedad que presenta este texto resulta de encontrar una
propuesta que permite resolver desde adentro del marco teórico de Smith, tanto el problema que
dio inicio a la discusión, como las tres perspectivas que fueron apareciendo durante el desarrollo
del trabajo. Desde el principio este texto se ocupó de problematizar las condiciones de posibilidad
de una sociedad que se presenta como frágil, por lo que termina cayendo por su propio peso, para
después, al final, lograr conciliar los elementos que estaban causando este problema. Para concluir,
es necesario resaltar la importancia que tiene para la sociedad, en el pensamiento de Smith, no solo
la justicia, sino en especial la educación, algo que puede perderse de vista cuando las ideas
generalizadas sobre este autor lo relacionan especialmente con el individualismo y con un elogio
al interés-propio (entendido por muchos incluso como egoísmo). Es de resaltar, también, el papel
que tiene el gobierno en la sociedad, pues si algo se puede evidenciar en la reconstrucción de los
argumentos de estas obras, es que hay en efecto un gran límite en la política no intervencionista.
Es claro entonces que para Adam Smith hay límites para la sociedad de mercado, y el gobierno
tiene la responsabilidad de encargarse debidamente de imponerlos.
Sergio López Adam Smith: simpatía, justicia y división del trabajo
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