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“Ancapagua…

ciudad imaginaria”

Prof. María Sandra Nuñez

Mientras la faz de la nueva tierra era iluminada por los relucientes rayos de la luna llena, tres jóvenes e inquietas musas comenzaron a alterar la tranquila noche estrellada. Rayo de Luz, Corazón Ardiente y Destello de Ilusión decidieron crear en el corazón de la nueva tierra una ciudad única, diferente a las demás, donde el amor, la pasión y la paz pudieran anidar por siempre en los seres de ese pueblo. Después de idas y vueltas, y tras pensar que nombre le pondrían al pueblo, decidieron elegir “Ancapagua” en honor a las hijas de Prisma, musa que todo lo ve. Sin perder tiempo, Rayo de Luz tomó una lágrima de las niñas y creó arroyos cristalinos cual mirada de un niño inocente; Destello de Ilusión reunió el tibio aliento de las muchachas y con ellas creó los vientos suaves cual capullo de algodón. Corazón Ardiente cubrió al pueblo con un manto de tenue niebla mientras creaba senderos y caminos de tierra roja, y perfumados con aromas a azahares.

Viendo que lo que habían creado era incomparable a los otros poblados que habitaban el planeta, decidieron alegrar el día con los trinos suaves de los zorzales. Para completar su magnífica e infinita creación, poblaron la joven aldea con personas de corazón humilde, alma piadosa, fortaleza firme y decidida como el hierro, trabajadores y, por sobre todas las cosas, buenos y misericordiosos con su prójimo. A los ojos de Prisma y las musas esto era único y mágico. Desde el primer momento dos mortales resaltaron en el grupo, Diadema, doncella de ojos verdes como esmeraldas, y Zafiro, joven cuya mirada semejaba dos luceros en el atardecer. Juntos y apoyados por las musas prometieron que en Ancapagua jamás habría odio, miseria, ira, hambre ni guerras. Siempre reinaría la paz como símbolo de hermandad entre los pobladores y las musas.

Lo mágico y misterioso que tiene la vida

reside en saber apreciar lo que nos rodea, nos

cobija y alienta a seguir adelante…