Alumnos y alumnas:
María Abad Lara
Aitor Alcelay Tijero
Ignacio Alonso Quintana
Sara Asturias Díez
Rubén Cañete Velasco
Daniel Castrillo García
Pablo Díez Criado
Paula Espino Revilla
Álex de la Fuente Domínguez
Samuel Gómez Martínez
Nuria Hernando Prieto
Carolina Izarra Cabia
Yulisa Lázaro Sanz
Christian López Pérez
Iván Maeso Adrián
Beltrán Marquina Santamaría
Óscar Maté Iturriaga
Roseline Nicolleau Price
Eduardo Ortega Rubio
Paula Perdigones Arija
Víctor S. Pérez Arceredillo
Samuel Rey López
María Rodríguez Santamaría
Diego Sáez Hernando
Álvaro Serrano Martín
Ana Val Manso
Profesora:
Julita Fernández Díez
Apolo, Dios del Sol
y de las Artes,
era un excelente arquero.
Cegado por la vanidad,
comenzó a comportarse de
forma arrogante
y a burlarse de Eros.
Eros era el Dios del Amor.
Tenía el poder de manejar
caprichosamente los
sentimientos de los demás.
Llevaba un arco y unas flechas.
Eros amenazó
a Apolo con sus flechas.
Una mañana Apolo salió a
pasear por el bosque. Eros lo
esperaba oculto entre los
matorrales y le disparó la flecha
del amor.
Después, Eros
se dirigió a un arroyo,
allí se encontraba Dafne,
la hermosa ninfa
hija del río Peneo.
Eros le disparó la flecha
con la punta de bronce que
provocaba el desamor.
Un día, Apolo vio a Dafne, él
quiso hablar con ella, pero ésta
se escondió. Así sucedía una y
otra vez.
Una mañana,
cuando Dafne descansaba
junto a un árbol,
vio acercarse a Apolo,
agotada de tanto correr
le suplicó a su padre,
ya que tenía poderes divinos,
que le diera otro cuerpo para
poder vivir tranquila.
Antes de acabar
de hablar,
notó que sus pies
se hacían pesados
hasta transformarse
en un hermoso
y esbelto laurel.
Cuando Apolo llegó,
aún advirtió el alma
de su amado en
aquel árbol y
comprendió lo ocurrido.
Entonces
hizo una corona
con las hojas de
aquel árbol.
Desde ese momento, la corona
de laurel ha acompañado las
glorias de los héroes.
Pensar nos hace
lo que somos y también
nos puede dar
lo que queremos.
Luis Martínez
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