CRíTICA DE LIBROS
AUTOCRÍTICA y AUTORRENOVACIÓN
ALBERT O. HTRSCHMAN: Tendenciasautosubversivas: ensayos, México, Fondo de Cultura Económica, 1996,286 pp.
El índice de popularidad de Albert O.Hirschman entre los filósofos, sociólogosy economistas de habla hispana va enaumento. Buena prueba de ello es la traducción del último libro que, bajo el títulogeneral de Tendencias autosubversivas,recoge una veintena de artículos de los últimos diez años. Desde hace ya tiempo, laeditorial Fondo de Cultura Económica haconvertido a Hirschman en uno de sus «clásicos» y nos ha ido brindando traduccionesde sus múltiples obras: La estrategia deldesarrollo económico, Salida, voz y lealtad,Las pasiones y los intereses, Interés privadoy acción pública, Enfoques alternativos sobrela sociedad de mercado, Retórica de laintransigencia..., por citar sólo las másconocidas para el público filosófico.
Algunos de los artículos contenidos eneste nuevo libro ya habían sido publicadosen español gracias a la labor pionera deClaves de la razón práctica; concretamenteel capítulo 1, «Salida, voz y el destino dela RDA» (núm. 39, enero 1994); el capítulo II, «La retórica de la reacción: dosaños después» (núm. 50, marzo 1995), yel capítulo XVII, «La industrialización ysus múltiples descontentos» (núm. 25, septiembre 1992). Quiero suponer que hemosde agradecer estas sucesivas entregas antes .de la aparición del libro también al entusiasmo hirschmaniano de Enrique Gil Cal-
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va, quien suele hacerse eco puntualmentede las novedades publicadas por nuestroautor. Suyas son, por ejemplo, la críticade Retóricas de la intransigencia (Claves,núm. 20, marzo 1992) y, recientemente,también la crítica del libro que nos ocupa(<<Los trucos de la historia según Hirschman», en el núm. 79, enero-febrero 1998).
Parecería lógico que Hirschman, yaoctogenario y con una amplia producciónbibliográfica a sus espaldas durante las últimas cuatro décadas, se dedicara a repetiry remachar las tesis que le han hecho justamente famoso. Pero no es éste el casoni parece ir con su psicología ni con sumodo de interpretar la realidad social ysu complejidad, ni tampoco con su manerade entender la ciencia. Es cierto que, encierta medida, el libro tiene un aire generalde balance de una obra ya realizada y demirada hacia atrás de una vida que pareceencaminarse inexorablemente hacia el ocaso. Pero no es menos cierto que lo queda fuerza y pervívencia a su vida y a suobra es el continuo someter a revisión loya realizado, las tesis centrales de su pensamiento para ponerlas a prueba ante laaparición de nuevos fenómenos sociales.Este libro proporciona claves de lecturaimportantes de anteriores obras de HirschmanoYme vaya referir fundamentalmentea dos, una biográfica y otra metodológica.
La segunda parte, bajo el título generalSobre uno mismo, recoge breves textosautobiográficos que nos dan una visión delpersonaje humano Albert O. Hirschman.Con motivo de sus discursos de agrade-
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cimiento en homenajes en distintas ciudades europeas nos vamos enterando de suinfancia y adolescencia en Berlín, donde,por ejemplo, descubre con estupor que supadre carecía de Weltanschauung; su huidade los nazis primero a París, donde comenzó a estudiar economía, su trabajo en laResistencia antifascista en Trieste durantelos años 1936 a 1938, su colaboración conVarian Fry en Marsella en 1940 en unared que facilitaba la salida de extranjerosde la Francia ocupada por los nazis y suposterior fuga por los Pirineos, en la mismaruta seguida por Walter Benjamín escasosmeses antes y que, como es bien sabido,llevó a éste a suicidarse al encontrar cerrada la frontera española. Hirschman, quehabía ayudado a construir esa ruta de evacuación, tuvo más suerte. Y todavía másde medio siglo después recuerda que hubode atravesar sin guía las montañas hastadivisar a lo lejos una ciudad sobre la costamediterránea. {<¿Era eso España o todavíaFrancia? No estábamos seguros y preguntamos a un vaquero que encontramos. Nostranquilizó diciéndonos que estábamos yaen España y que la ciudad era efectivamente Port-Bou, nuestra meta. Aliviado yagradecido, eché mano al bolsillo para darle uoa propina, pero me rechazó absolutamente. Recuerdo todavía sus altivaspalabras: "Yo cuido mis vacas"» (p. 144).Sería de desear que Hirschman vencierasus prejuicios contra el género autobiográfico, al que tiende a considerar como laconfesión final de que uno se ha quedadosin ideas. En realidad, los breves apuntesde su propia peripecia vital nos arrojanmucha luz sobre sus planteamientos teóricos.
La otra clave interpretativa a la quequiero hacer referencia es precisamente laque da título al libro: La tendencia a laautosubversion. En los ensayos recogidosen la primera parte, trata Hirschman deargumentar en contra de sus proposicionesanteriores, revisando, ampliando o criticando sus puntos de vista expuestos hace
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afias en otros libros. De manera que hayque entender la autosubversión comoautocrítica, como reconsideración de laspropias opiniones, como argumentación encontra o problematización de sus posiciones anteriores, por ejemplo por considerarlas ahora menos generales o menos perotínentes de lo que fueron concebidas originalmente: «Autosubversián puede ser enefecto un término general adecuado paradesignar los vagabundeos intelectuales quehe estado describiendo aquí apoyándomeen diversos escritos mios» (p. 107). Ciertamente estos ejercicios de autosubversiónno suelen ser muy frecuentes entre loscientíficos sociales. Lo habitual es que, unavez establecida la teoría, el autor se preocupe constantemente en confirmar sushallazgos originales y no en subvertírloso reconsiderarlos sustancialmente atendiendo a la línea opuesta de argumentación, a la luz de acontecimientos o hallazgos posteriores. Y es que los científicossuelen invertir demasiada autoestima oincluso identidad en sus propias teorías yopiniones para andar poniéndolas continuamente en entredicho. De esta maneraacaban siendo ciegos ante la complejidadde la realidad social y de los cambios históricos, complejidad y cambio que muchasveces son propiciados por las propias teorías expuestas. Por ello resulta sumamentegratificante encontrar a un autor de la tallaintelectual de Hirschman que haya estadoen continua ebullición y siempre dispuestoa cuestionar sus propias opiniones a la luzde nuevos argumentos y pruebas. Tal vezesto sea signo de vitalidad y tenga razónHirschman al señalar que «en algún puntode la propia vida, la autosubversión puedeconvertirse de hecho en el medio principalde autorrenovacíón» (pp. 108.109). Además del artículo escrito dos años despuéscomo revisión de sus Retóricas de la intransigencia y que conforma el capítulo 11 deeste libro, el ejercicio de autosubversiónmás importante a mi juicio se refiere asu análisis del cambio político en la antigua
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República Democrática Alemana (ROA).Como es bien sabido, una revolución pacífica condujo en los últimos meses de 1989a la caída del muro de Berlín y poco después a la absorción por la República Federal Alemana (RFA) de la vieja repúblicacomunista, coincidiendo prácticamentecon la celebración oficial de sus cuarentaaños. El modelo de interpretación del cambio en las instituciones políticas y económicas había sido propuesto por Hirschrnanen un viejo y conocido libro, publicado porprimera vez en inglés en 1970 bajo el aséptico título de Exit, Voice and Loyalty: Responses to Decline in Firms, Organizationsand States (trad. española: Salida, vozy lealtad, en F. C. B., 1977). La versión alemanade 1974 llevaba un título más expresivo,de acuerdo posiblemente con las necesidadespolíticas de la RDA, donde muchagente ya se planteaba la necesidad o eldeseo de emigrar frente a la imposibilidadde levantar la voz dentro del país: Abwanderung und Widerspruch, literalmente«emigración y desacuerdo». De hecho,años más tarde, consumado el proceso decambio en Alemania, las tesis de Hirschman fueron ampliamente discutidas eincluso recibieron una sanción semioficialcuando la Deutsche Forschungsgemeinschaft incluyó el enfoque salida-voz en elanálisis del cambio político alemán en losproyectos de investigación que podían serelegidos para optar a una beca. Y Hirschman se vio obligado a realizar su propiainterpretación aplicando su modelo teórico al caso de la muerte legal de la RDA,escribiendo el artículo «Salida, voz y el destino de la RDA Un ensayo de historiaconceptual», publicado ahora como primercapítulo de Tendencias autosubversivas. Ensu viejo libro definía sus conceptos básicosde la siguiente manera: «Salida consisteen el acto de simplemente marcharse, debido en general a que se cree que otra firmau organización suministrará mejores bie- .nes, servicios o beneficios. De manera indirecta y no intencionada, la salida puede
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dar lugar a que la organización en deterioro mejore su funcionamiento. Voz es elacto de quejarse o de organizar la quejao la protesta con el propósito de lograrde manera directa la recuperación de lacalidad que se ha visto dañada» (Salida,voz y lealtad, p. 19).
En general, cuando es fácil la salida disminuye la opción de la voz. Salida y vozaparecen como alternativas excluyentes.Pero surge un tercer concepto, el de lealtad, que hace levantar la voz y posponerla salida. Claro está que los sentimientosde lealtad son diferentes según se trate dela institución familiar, la patria o seguirsiendo fiel a la marca de detergente quese ha usado toda la vida. El caso es quela lealtad introduce un elemento nuevo alesquema: «La lealtad es un concepto fundamental en la batalla entre la salida yla voz no sólo porque a resultas de ellalos miembros pueden quedar cautivos ensus organismos un poco más y por endeemplear la voz con mayor determinacióne ingenio, sino también porque implica laposibilidad de la deslealtad, es decir, dela salida» (ibídem, p. 83).
La lealtad retarda la salida -yenmuchos casos también la voz- cuandoexiste un deterioro en la organización aque uno pertenece o también en la propiaidentidad. Pero, en compensación, cuandotal deterioro supera cierto umbral, la vozde los miembros leales tiende a hacerseespecialmente importante.
Hirschman distingue dos etapas en suanálisis del destino de la Alemania oriental. En la primera (1949-1988), la salidase presenta como antagonista de la voz (siguiendo su viejo esquema), mientras queen la segunda y definitiva etapa, en lossucesos de 1989 que pusieron fin al régimen comunista, la salida y la voz actuaronconfabuladas y se reforzaron mutuamente:los que querían abandonar el país provocaron también el levantamiento de la voz,grandes protestas populares que, a su vez,hicieron aumentar la tendencia a la salida.
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Esta actuación conjunta de salida y vozes lo que problematíza la posición deHirschman y le lleva, tras un primermomento de perplejidad y preocupaciónporque su teoría pudiera resultar «falseada» por la realidad, a revisar sus planteamientos sintiéndose especialmente vivo altener que explorar nuevas interrelacionesy complejidades. No puede ser mi tareaen esta breve reseña tratar de describircómo efectúa Hirschman la revisión de suteoría, sino más bien animar al posible lector a que la descubra por sí mismo.
Por último, sólo unas palabras en tornoa la tercera parte del libro, parte que tieneun carácter diferente. Ya no se trata desubvertir desde dentro posiciones anteriores, sino de realizar «Nuevas incursiones»acerca de temas de la actualidad económica, política e intelectual, De esta manera, el libro no resulta sólo un balance delo realizado en décadas de profunda originalidad en el campo de las ciencias sociales, sino también de roturar terrenos todavía no transitados. De esta última partequisiera destacar el capítulo XX, que cierrael libro y que supone la incursión deHirschman en la reciente polémica entreliberales y comunitaristas, Partiendo deuna concepción conflictiva de la sociedad,establece que hay un tipo de conflictosnegociables, divisibles, del modelo «más omenos», en los que se puede ejercer elcompromiso y el arte del regateo, conflictos que pueden ser considerados comopilares de sostenimiento de las sociedadesdemocráticas de libre mercado y en cuyasolución, siempre provisional, muchohemos aprendido en los últimos cincuentaaños. Además de estos conflictos se plantean otros más radicales del tipo «o esto
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o nada», más difíciles de resolver, ya quela negociación es más compleja y muestrasus límites. Serían los conflictos de tipoétnico, fundamentalista o religiosos al viejoestilo sobre los que tenemos la ilusión dehaberlos resuelto de una vez y que, sinembargo, emergen de nuevo como en elcaso de la antigua Yugoslavia, el fundamentalísmo islámico o los nuevos brotesde racismo y etnocentrísmo en toda Europa. y estos problemas no se pueden solucionar mediante una apelación entusiastaa los valores de la propia comunidad y delespíritu comunitario. Estas invocaciones loúnico que suelen encubrir es que no sesabe cómo enfrentarse a los nuevos problemas de la sociedad: «Lo que en realidadse requiere para avanzar al afrontar losnuevos problemas que encuentra en sucamino una sociedad es un ímpetu políticoemprendedor, imaginación, pacienciaaquí, impaciencia allá, y otras variantes devirtú y fortuna. No veo la utílidad (y sí veomucho peligro) en echar todo esto en unmismo saco, invocando algún espíritucomunitario» (p. 282). Ciertamente, aalguien que sufrió en su propia carne elentusiasmo comunitario de la Volksgemeinschaft de los nazis y tuvo que huir deella a través de media Europa, cruzar losPirineos y esperar en Lisboa un barco parallegar al otro lado del Atlántico le tienenque resultar extrañas las nuevas invocaciones al espíritu de la comunidad. Y es quela autosubversión también tiene sus límites: hay fronteras -también las del recuerdo y la coherencia personal- que no sepueden traspasar.
JoséM. GonzálezGarete
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EL AUTÉNTICO LIBERALISMO
PHJUPPE VAN PARIJS: Libertad realparatodos. Qué puede justificar al capitalismo (si hay algo que pueda hacerlo),traducción de J. Francisco Álvarez,Paidós, Barcelona, 1996,367 pp.
En su último libro traducido al castellano,Van Parijs se plantea si es posible justificarel capitalismo en su comparación con elsocialismo. Para ello traza un apasionante(y denso) recorrido que pasa por los principales temas éticos, políticos y económicos que vertebran las discusiones actuales.Van Parijs parte de que «solamentetomando en serio como merece el llamadopensamiento neoliberal, y sobre todo ladefensa liberal del capitalismo, será posible que la izquierda pueda alguna vez recuperar el nervio ideológico que tanto precisa para avanzar algo más allá de batallaspuramente defensivas», y esto es lo quehace en esta obra, tomar y retomar losargumentos a favor y en contra del capitalismo y el socialismo y confrontarlos críticamente. Este tomar en serio las defensasliberales del capitalismo exige analizar lasconcepciones de justicia que subyacen enlas mismas y todo esto se hace a la luzde la propuesta de un ingreso básico universal e incondicional, basado en la equidad (igualdad de derecho a los frutos dela riqueza, tanto natural como producida)y no en el mérito, ni siquiera en la solidaridad, como medio esencial para salirde la trampa en la que el actual desempleomasivo nos ha introducido generando unadualización creciente de la sociedad.
El punto de partida del libro es el intento de compatibilizar la libertad con laigualdad (y con la eficacia). Frente a losliberales que parten de la base de que elcompromiso irrenunciable con la libertadnos puede llevar a tener que aceptar la
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desigualdad como algo ineliminable, VanParijs afirma que, si la libertad es un valorclave, también 10es la igualdad. El primercapítulo del libro plantea 10 que sería unasociedad libre y la cuestión de si esta sociedad libre puede ser capitalista. Esta discusión conduce al autor a su propuesta deun liberalismo auténtico que supone lalibertad real (y no meramente formal) paratodos los individuos, lo cual exige, en laestela de Rawls, una distribución de losrecursos externos de tal manera que semaximice la dotación de los peor dotados(distribución maximin),
El segundo capítulo argumenta que lapropuesta del ingreso básico incondicionaly universal es la mejor manera de conseguiruna sociedad libre, ya que tal medida maximiza la capacidad de todos los individuospara elegir lo que quieren hacer de suspropias vidas y, en ese sentido, maximizasu libertad real. Van Paríjs interpreta elprincipio de Diferencia de Rawls como unarecomendación para que, siempre que serespeten las libertades fundamentales y sedé una efectiva igualdad de oportunidades,se introduzca un ingreso básico incondicional, ya que ésta sería la mejor manerade distribuir la riqueza entre los individuos,aumentando su poder y manteniendo elautorrespeto, de una manera tal que losindividuos peor situados estuvieran almenos tan bien como los peor situados encualquier otra redistribución alternativa.
En los capítulos tercero y cuarto el autorhace un repaso a todas las objeciones quese pueden hacer a su propuesta de libertadreal y desarrolla la idea de justicia que sustenta dicha propuesta. Central en sunoción de justicia es la idea de la diversidad
. no dominada, según la cual «la distribuciónde dotaciones en una sociedad es injustaen la medida en que hay dos personas tales
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que cualquiera que pertenezca a esa sociedad prefiera la dotación total(tanto internacomo externa) de una de ellas en lugarde la dotación total de la otra»; es decir,que en una sociedad justa Ja situación deninguna persona es considerada por todoslos miembros de dicha sociedad comomenos preferible que la de otro individuode la misma sociedad. Una sociedad justaes aquella en la que las diferencias entredos individuos cualesquiera son tales queno todos los miembros de dicha sociedadpreferirían la situación de uno en relacióncon la del otro. En una sociedad justa lasdiferencias en las dotaciones se compensande tal manera que ninguna domina sobreotra, dominando una dotación sobre otracuando «toda persona (dada su propia concepción de la buena vida) preferiría tenerla primera dotación antes que la segunda".Esta condición de la diversidad no dominada es una generalización de la condiciónde inenvidiabilidad que considera justa unasociedad cuando ninguno de sus miembrosenvidia la situación de cualquier otro.Estos criterios de justicia son los que dirigen la compensación entre las diversas personas, ya que dicha compensación debeparar cuando deja de haber envidia potencial, o sea, cuando «el repertorio de conjuntos de preferencias es tal que ningunadotación es preferida a otra de maneraunánime».
Si el capítulo tercero analizaba las objeciones que consideraban que la justiciacomo libertad real para todos no tenía encuenta de manera suficiente la compensación hacia los menos capacitados, el capítulo cuarto analiza, en cambio, las objeciones que afirman que dicha noción dejusticia favorece a los holgazanes sobre loslaboriosos, llevando a cabo una evaluacióndel papel actual del trabajo entendidocomo un recurso escaso. Van Parijs asumeel principio liberal de neutralidad entre lasdiversas concepciones de vida buena, loque le lleva a no privilegiar a los que aspiran a un trabajo (parados involuntarios)
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respecto a los que no lo hacen (paradosvoluntarios), hormiga frente a cigarra enla acertada versión que da el traductor JoséFrancisco Álvarez. A continuación argumenta la superioridad de la propuesta delingreso básico sobre otras alternativas parapaliar el desempleo: el reparto del empleomediante la reducción de la jornada detrabajo, los incentivos a los empleadorespara que contraten más trabajadores y lossubsidios directos a los desempleados involuntarios. Los problemas que nuestro autorve en la propuesta del reparto del trabajoson: la falta de conmensurabilidad entrelos distintos puestos de trabajo y la escasezrelativa de individuos con las capacidadesrequeridas para cada puesto; el hecho deque repartir de forma igualitaria losempleos, y no simplemente el derecho atrabajar, discrimina a los que no quierenoptar a un empleo respecto de los que sílo quieren, pues los empleos son recursosescasos y el derecho igualitario a los mismos unido a la condición de neutralidadexige que los que no acceden a dichosempleos, aunque sea de forma voluntaria,mantengan en cambio el derecho al producto de los mismos. Respecto a lo quenuestro autor denomina la estrategia delsoborno, dirigida, bien a Jos empleadorespara que realicen contratos subsidiados, obien limitando los subsidios de desempleoa los desempleados involuntarios, VanParijs las rechaza no sólo porque los gastosque entrañan suponen una discriminaciónde los desempleados voluntarios, sino también porque exigen unos impuestos quetendrán un impacto negativo sobre la productividad. Maximizar la libertad real significa maximizar la capacidad de elegirentre el trabajo y el ocio, y favorecer aaquél sobre éste significa asignar recursosdistintos a personas iguales (se limita elsubsidio al que desea trabajar, lo que supone que se privilegian unos gustos sobreotros, gustos además caros, ya que el trabajo es un bien escaso). No podemos pormenos que resaltar aquí los resultados
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francamente contraintuitívos a los que llega Van Parijs debido a su aplicación a rajatabla del principio de neutralidad entre lasdiversas concepciones de vida buena. Unacosa es no aceptar una concepción perfeccionista de la justicia, es decir, una queprivilegia un ideal de vida buena como elúnico aceptable para el individuo, así comola idea de que existe un bien común quesería el objetivo a alcanzar por toda lasociedad, y otra considerar que todos losideales de vida buena son equivalentes ydebido a su mutua inconmensurabilidad nose puede elegir entre ellos ni considerarque unos sean mejores que otros, aunqueno haya uno que sea el mejor globalmente.Hayal menos una comparabílidad parcialentre los distintos ideales de vida buenaexistentes en nuestras sociedades actualesyeso permite juzgarlos e incluso jerarquizarlos respecto a valores distintos que encada caso sirven de patrón.
Otra de las objeciones dirigidas a la propuesta del ingreso básico es que sustituyeel derecho al trabajo por el derecho alingreso y que así se obvia que el trabajoremunerado no sólo produce un ingreso,sino que permite establecer relacionessociales, que da reconocimiento social yademás la satisfacción asociada a la realización de algo útil. Van Parijs respondeque esta objeción no es válida, en primerlugar porque con su artilugio de la hipotética subasta en la que los individuospujan por los diferentes puestos de trabajoque se ofertan, se tienen en cuenta tambiénlos aspectos no pecuniarios del trabajo y,además, desde el punto de vista liberal,de lo que se trata no es tanto de que todaslas personas trabajen, como de que tenganoportunidad real de hacerlo si quieren. Y,precisamente, el ingreso básico facilita quetodo aquel que quiera pueda conseguir untrabajo, bien mediante el autoempleo, bientrabajando a tiempo parcial, bien aceptando un salario bajo compensado por la existencia de rasgos no pecuniarios en dichopuesto de trabajo, bien adquiriendo la for-
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mación que le permita acceder posteriormente a trabajos que considere satisfactorios, etc. Como vemos, el ingreso básico,en lugar de desincentivar el acceso al trabajo, lo hace más cómodo y menos angustioso, permitiendo además que se llevena cabo muchas actividades útiles que porsu escasa rentabilidad no se llevan a caboen el marco de la economía mercantil.
El capítulo quinto se refiere a la nociónde explotación, y en él se responde a laobjeción de que la propuesta del ingresobásico fomenta el parasitismo, es decir, laexplotación de los trabajadores por partede los holgazanes. Van Paríjs distingue trestipos de explotación: la lockeana, en la quealguien se apodera de una parte del producto neto del trabajador en virtud de algodiferente al propio trabajo, lo que va contra una noción de justicia que presuponeel derecho de cada trabajador al fruto completo de su trabajo; la luterana o marxista,según la cual alguien es explotado si contribuye con más trabajo socialmente necesario (es decir, con más valor) al que seapropia por medio de sus ingresos, razónpor la cual explotación equivale así a unintercambio desigual de valor; y la roemeriana, que considera que alguien estáexplotado al modo capitalista si pudieraobtener un mejor resultado a partir de unaigualación de las dotaciones de capitalefectivamente disponibles para cada uno.Respecto a esta cuestión, Van Parijs afirmaque su propuesta de maximizar la libertadreal para todos a través de un ingreso básico incondicional y universal es incompatible con la estricta proporcionalidad entreel esfuerzo del individuo y sus logros oingresos, aunque no con que el ingreso deun individuo sea afectado positivamentepor su trabajo, ya que lo hayque optimizarno son los logros o ingresos de cada individuo, sino sus oportunidades o recursos.Por otra parte, uno podría retener para
. sí el total del producto de su trabajo sino utilizase ningún recurso escaso, pero,como el trabajo real 10 hace, entonces no
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es justo oponerse a una propuesta comola del ingreso básico, que trata de distribuirentre todos de forma maximin el valor derecursos escasos que algunos se apropiande manera muy desigual.
En el último capítulo se vuelven a comparar el socialismo y el capitalismo a laluz del objetivo fundamental de Van Parijs,es decir, la maximización del ingreso básico, compatible con la protección de lalibertad formal y el respeto del criterio dela diversidad no dominada. Si el capitalismo parece ser superior en términos deeficiencia, el socialismo es superior en términos de soberanfa popular, o sea, de lacapacidad que una comunidad tiene pararegular su economía de forma democrática. Aunque es posible que el socialismosea menos eficiente, es decir, no sea capazde generar un producto más amplio queel capitalismo, es casi seguro que serácapaz de redistribuirlo mejor. Como conclusión, Van Parijs apuesta por el desarrollo de la democracia a escala internacional,así como por programas de redistribucióna nivel mundial, para paliar los problemasligados a la competencia con países queno reconocen los derechos sociales, y porun patriotismo solidario que fomente lalealtad hacia las instituciones encargadasde la redistribución. Sólo con estas dos
estrategias, global y local respectivamente,podremos salir de la crisis actual. Para vanParijs, el futuro no pasa por la elecciónentre el capitalismo y el socialismo, sinoque los temas centrales para el futuro son,por el contrario, cuándo y cómo deberíamos introducir un ingreso básico incondicional, si es conveniente atribuir poderesredístributivos a las autoridades supranacionales y cómo rediseñar nuestras instituciones sociales de forma que favorezcanla integración y la solidaridad. El problemade estas propuestas es que son difícilmenterealizables sin limitar el capitalismo en unsentido que forzosamente es socialista,aunque en un sentido no estatalista, noburocrático y no autoritario. La necesidadde un nuevo pacto social en el interior delos países y de la instauración de un nuevoorden económico mundial más solidario yredistributivo a nivel global dificulta enormemente el mantenimiento del capitalismo tal como el neoliberalismo actualdefiende, ya que supone la introducciónde una regulación democrática, solidariae integradora de la economía, tanto a nivelnacional como a nivel mundial, yeso esincompatible con los vientos desregularizadores y flexibilizadores hoy dominantes.
Francisco José Martinez
ÉTICA, ECONOMÍA E INTERVENCIÓN ESTATAL
PARTHA DASGUPTA: An Inquiry intoWell-Being and Destltution, Oxford &New York, Clarendon Press & OxfordU. P., 1993.
El Ensayo sobre el bienestar y la pobrezaextrema de Partha Dasgupta Frank Ramsey
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professor of economics de la Universidadde Cambridge y especialista consagrado eneconomía del desarrollo, no ha conocidodemasiado eco en nuestros medios filosóficos, pese a los cinco años transcurridosdesde su edición original (a la que antecedieron un buen número de artículos yescritos que en él cristalizan, como después
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seguirían otros). Quizá no sea una novedaden sentido estricto, pero su importanciabien merece una recensión en este monográfico de Isegoria.
La presente obra de Partha Dasguptaconstituye, en efecto, una aportación denotable originalidad a las doctrinas actualmente vigentes sobre el desarrollo económico, respecto a las cuales nos ofrece unateoría alternativa, muy elaborada, sobre elanálisis de la distribución de recursos entreunidades domésticas (households). Mas suoriginalidad no la apreciará sólo el expertoen la materia, que acaso haya sido el primer sorprendido con su lectura: la teoríase formula con objeto de evaluar los posibles planes de desarrollo económico aplicables por el Estado en países subdesarrollados. Con ese propósito, la obra se iniciacon una discusión, que ocupa toda su primera parte -131 pp.-, sobre los fundamentos éticos que, en general, cabe atribuir a la intervención del Estado en la economía, abordada por Dasgupta en clavedel contractualísmo contemporáneo.
Pero tales criterios de evaluación no seextraen «deductivamente» de las doctrinasde Rawls o sus epígonos, ya que en su discusión desempeñan un papel principal tanto conceptos tomados de la misma economía del desarrollo, como la casuísticaconsiderada para su aplicación, todo locual viene a modular decisivamente aquéllas. Así, el concepto de necesidades básicas(basic needs], desarrollado por economistas de su especialidad desde mediados deeste siglo, le sirve a Dasgupta como ejepara establecer su idea de libertad y suformulación contractual: se trata de definiraquellas necesidades (nutritivas; sanitarias,educativas...) cuya satisfacción es imprescindible aun tan sólo para poder aspirara obtener los propios fines, y sería por elloterna central del contrato -pese a suausencia en tantas otras formulacionesdel mismo-e-. Pero tan importante comoeste concepto de necesidad es el rico yabundante material empírico en el queDasgupta se apoya para construir su defi-
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nición, como es la literatura médica, etnológica, cte., acerca de la pobreza extremaen países como la India o los del Áfricasubsahariana. Sin estos conceptos yevidencias sería, en efecto, imposible una evaluación efectiva de los programas dedesarrollo propuestos para estas regiones,y es en estas labores donde, para Dasgupta,ha de ejercitarse la auténtica filosofíamoral y política, aun cuando ello supongala reinterpretación, si no el abandono, demuchos de sus argumentos -el decimotercer capítulo, sobre dilemas morales denatalidad, es a estos respectos ejemplar.
No menos afectada resulta la propiadoctrina actualmente vigente en las cátedras de economía del desarrollo -adecuadamente expuesta en toda la parte segundadel ensayo-, pues nuestro autor se apoyatanto en la argumentación filosófica anterior como en su misma inadecuación empírica, para mostrar la conveniencia dereconstruirla, si es que se han de obtenerde ella mejores criterios sobre la distribución gubernamental de recursos en paísessubdesarrollados. Ello le exigevolver sobrelos mismos fundamentos de la teoría, paraintegrar en ellos la evaluación de aquellasnecesidades que debieran satisfacerse paraoptimizar el aprovechamiento de dichaspolíticas de desarrollo. La sombra delmarxismo no deja aquí de advertirse, aunque Dasgupta considere nefasto el papeldesempeñado por el industrialismo soviético en los planes dc desarrollo de tantospaíses del hemisferio sur: si las pautas deproducción y consumo del proletariadofabril eran la norma respecto a la cualdebía conducirse la revolución soviética,para Dasgupta son los desposeídos de África y Asia, sus necesidades alimentarias,médicas y educativas, el punto de partidatanto del estudio como de la ulterior accióngubernamental.
Determinar positivamente estas necesidades se convierte, por consiguiente, enmotivo central de la obra, tanto como laformulación de una teoría económicaalternativa sobre el desarrollo a partir de
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éstas, y a ello se dedican las dos últimaspartes de la obra -tercera y cuarta,325 pp.-. La mayor innovación aquí,dejando aparte la maestría de Dasguptaen la disposición de los cálculos, se encuentra, a nuestro entender, en la modulacióndel materialismo cultural (la escuela etnológica asociada mayoritariamente al nombre de Marvin Harris) a la que Dasguptarecurre para establecer tales necesidades.Siendo, obviamente, la nutrición una delas más elementales, no es extraño queDasgupta acuda al análisis calórico comoclave para su estudio en dichas regiones,pero es también consciente (y aquí es donde supera la perspectiva etnológica) de quesanidad o educación --entendidas conarreglo a cánones no por europeos (laescuela, el hospital) menos universalesson igualmente factores decisivos en laconsecución del desarrollo económico, sinque puedan reducirse a calorías ni a superestructuras. La elaboración de índices conarreglo a los cuales conjugar su evaluaciónofrece notables dificultades que nuestroautor resuelve con audacia. Y una consecuencia no menor, creemos, es la superación del relativismo cultural tan frecuenteen este género de análisis.
Dasgupta llega, por fin, a ofrecer --enlos dos últimos capítulos de la obra- losfundamentos de una política de reformaagrícola como eje del desarrollo económi-'co en países como la India, mostrandocómo, mediante la provisión de infraestructuras adecuadas, la intensificación dela explotación agrícola familiar proveeríaincluso recursos para financiar el accesoa la tierra. Esta política se complementaríaademás con programas alimentarios, médicos y educativos, con notables efectos,entre otros, sobre la natalidad o la vertebración de las distintas comunidadesimplicadas en su desarrollo. Su argumentose apoya, además, en numerosas experienciasparciales anteriores ensayadas, a modode indicio de su viabilidad.
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El alcance de su obra, a la vista de suconclusión, es en verdad imponente. Comotérmino de comparación y muestra de ello,cabría mencionar la intersección de éticay economía que obtiene Philippe van Parijscon sus ensayos sobre el denominado salario universal garantizado (basic income};partiendo de un concepto de libertad enmuchos aspectos análogo al de Dasgupta-libertad real, y no sólo formal, de poderhacer lo que se desea-, van Paríjs ensayauna defensa ética (libertaria) de un políticade redistribución de recursos en el contexto de los actuales Estados del bienestareuropeos, consistente en ofrecer incondicionalmente a cada cual en metálico, y noen forma de servicios, su cuota en el reparto. La formulación de la propuesta (comola misma doctrina económica en la quese inspira, el negative income tax de Friedman) atenta contra la más elemental sindéresis política (originariamente se pedíala supresión de la seguridad social, apoyándose en un somero estudio sobre curvasde Laffer). Su expansión universal, comoha llegado a proponerse, más allá del áreadonde el Estado del Bienestar efectivamente existe, no puede resultar menos ridícula. La lectura de las propuestas de Dasgupta es, en cambio, un ejemplo de rigor,tanto por la documentación de las propuestas como por la mesura y tino tanto desu formulación como en la elección deldominio en el que se sugiere aplicarlas.
La mayor objeción que se nos ocurresobre este ensayo es si acaso Dasgupta nodisociará excesivamente la marcha generalde la economía de un país del área de intervención del Estado que él propone, comosi ambos operasen disociados y no se diesen en aquélla factores que obran contrala ejecución de planes de desarrollo talescomo el que esboza en su obra. Apelara la cogencia de los argumentos contractuales no quiere decir, al cabo, que éstostengan efecto económico por sí solos.
David Tetra
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CRíTICA DE LIBROS
NUEVOS PROYECTOS EN TORNO AL SOCIALISMO DE MERCADO
JOHN E. ROEMER: Un futuro para elsocialismo, trad. de Antoni Domenech, Barcelona, Crítica, 1994.
A finales de 1989, tras la supresión delmovimiento democrático en Beijín y lasmúltiples sublevaciones populares portoda Europa del Este, sorprendió al mundoentero el inevitable desmoronamiento delcomunismo marxista-leninista, eliminándose corno alternativa al capitalismo y asu vez cuestionando la idea misma desocialismo. Pero no hace falta que entremos en preámbulos históricos para apuntar, simplemente, que desde inicios de estadécada se ha reabierto un amplío debatesobre lo que queda del ideario socialista,su necesaria reformulación y la articulación de nuevos proyectos político-económicos alternativos. Sería erróneo interpretar el fracaso del socialismo en la UniónSoviética y Jiuropa del Este como una justificación de la irresponsabilidad y la injusticia capitalistas. Corno señala Eric Hobsbawm, una izquierda racional, conscientede su propia falibilidad y habiendo aprendido del pasado, tiene un papel vital a lahora de asegurar un futuro vivible paratodos y de subordinar las notables capacidades productivas desencadenadas por elcapitalismo a fines verdaderamente humanos.
Sin duda, Un futuro para el socialismo,de John Roerner, es una significativa contribución en esta línea, puesto que ofrece,con gran empeño analítico, aunque evitando el lenguaje excesivamente técnicocaracterístico de sus obras más prominentes, una posible reconciliación entre igualdad y eficiencia. Todo ello desde una decidida voluntad de responder a un desafíopolítico concreto, lejos de tintes utópicos
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que pudieran reducir la propuesta a unejercicio intelectual.
El libro va más allá de la simple presentación del novedoso modelo de socialismo de cupones. El elemento sugerentede la propuesta roemeríana estriba en lahabilidad para sustraerse, por un lado, alas tesis ad hoquistas propias de la tradiciónmarxista -léase la asociación entre socialismo y propiedad pública- y, por otrolado, de las concepciones más toscas queacerca del capitalismo hemos heredado deesta misma línea de pensamiento (caberecordar, por ejemplo, la crítica que losmarxistas analíticos hacen de la pretensiónde articular una ofensiva ética contra elcapitalismo a partir del concepto tradicional de explotación, concepto que, analizado con rigor, tampoco deja en buen lugaral comunismo de la Crítica del Programade Gotha) l. Efectivamente, Roemer presenta una definición de los objetivos socialistas, cuestiona la necesidad de la propiedad pública para realizar el proyecto político-económico socialista, ofrece una brevepanorámica de la historia del socialismode mercado y, tras componer este preludio,da entrada a la exposición de seis propuestas concretas, cuyo realismo se sintetiza endos rasgos fundamentales. Los modelostoman a las personas tal y corno son, sinconfiar en revoluciones culturales queengendren hombres nuevos y, por otrolado, permiten un amplio uso de los mercados. El modelo de Roemer asume unaperspectiva instrumental sobre los derechos de propiedad y los evalúa a la luzde los efectos sobre los daños públicos-externalidades negativas generadas porla concentración de propiedad-o Es decir,el enfoque sobre los derechos de propiedad tiene doble filo, puesto que no sólopersigue resultados distributivos más igua-
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litarios, sino que también considera suimpacto sobre la distribución del poderpolítico y en concreto atendiendo a lasdecisiones relacionadas con los aspectosproductivos de la economía. El modeJo deRoerner, formulado en los términosmicrocconómicos del equlibrio general,presta especial atención a los mecanismosque garanticen un comportamiento eficiente por parte de las empresas y logrenmantener el ritmo de cambio tecnológico;cuestiones que siempre se han apuntadocomo el talón de Aquiles del socialismo.Sin abandonar las exigencias de eficiencia,Roemer argumenta en favor de la planificación de la inversión para lograr résultados socialmente mejores; sin embargo,confía en la eficiencia de los instrumentosde mercado en oposición al sistema deórdenes centralizadas y distribución administrativa.
El poco énfasis que el socialismo decupones da a la dimensión democráticaparecería dificultar la realización de dichapropuesta, a la vez que la situaría comoun proyecto de transición. Sin embargo,Roemer no está dispuesto a renunciar ala viabilidad política de su modelo, y sitúaa los países con menor desarrollo capitalista y con una clase obrera con nivelesprecarios de bienestar como posibles marcos para realizar el proyecto del socialismode mercado de cupones.
Socialismo «:a la Roemer»
Asumiendo una concepción igualitaristadel socialismo, Roemer sintetiza los objetivos socialistas en tres puntos: a) igualdadde oportunidades de autorrealización y debienestar; b] igualdad de oportunidades deinfluencia política; y e) igualdad de statussocial. Reconoce que se trata de una presentación poco exhaustiva, ya que no presta atención a las tradicionales nociones declase, explotación o comunidad, ni tampoco parece distinguirse de manera clara
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de una propuesta igualitaria libera] de corte rawlsiano.
Roemer señala que los socialistasdesean aquella organización social quemaximice la igualdad de oportunidadespara la autorrealización de todos susmiembros; sin embargo, en seguida matizaque la igualdad completa puede conducira niveles inferiores a los proporcionadospor el criterio del Maximin (que maximizalas oportunidades de realización del individuo en la peor situación). Respecto alos otros dos objetivos -influencia políticay status social-, señala que el criterio delmaximin no acaba de encajar, puesto queson términos que presuponen una redsocial más compleja y no pueden ser definidos enteramente de forma relativa.Finalmente, en tomo a la dicotomía oportunidades versus niveles de bienestar yautorrealización, Rocmer destaca la primacía de las oportunidades, arguyendo lanecesidad de adjudicar un grado de responsabilidad al individuo al plantearseunos objetivos vitales alcanzables.
Parece, no obstante, que el desarrollode la tríada es demasiado conciso. En efecto, uno no se llega a formar una visióngenérica sobre la postura de Roemer comosocialista de mayor o menor sesgo liberal.La falta de precisión sobre lo que significanlos conceptos normativos de igualdad deoportunidades en influencia política oigualdad de status social los retienen enun plano muy secundario, subrayando eligualitarismo económico como vía principal para la consecución de los tres objetivos. Del mismo modo, el concepto deautorrealización queda falto de un contenido preciso, de forma que, lejos de presentársenos como convencida anexión alregenerado ideario, parece quedar reducido a la categoría de mero guiño a loscompañeros de escuela. Y es que, en elfondo, se echa en falta una mayor dedicación a los efectos del modelo sobre elplano motivacional del individuo. En otraspalabras, queda poco claro en qué sentido
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el modelo del socialismo de cupones daríaprimada a la autorrealización entendidacomo Elster la glosa.
Así las cosas, Rocrner apuesta por unateoría ética vertebrada en los siguientespilares: la crítica al capitalismo a travésdel argumento de la injusta distribuciónde los derechos de propiedad sobre losmedios de producción; el rechazo de laidea clásica de explotación basada en elconcepto de autopropiedad; y finalmenteel apoyo del Estado de Bienestar. Bajo supunto de vista, la concepción igualitaristadel socialismo que propone satisface estascaracterísticas.
Otra cuestión diferente y a su vez comprometida es la de establecer prioridadesnormativas en tomo a los tres objetivos-a), b) y c)--, tarea que Rocmcr desatiende. Cabe apuntar que las consideraciones dc énfasis normativo referentes ala tensión entre democracia e igualdad noresultarán inocuas, puesto que no sólorelativizan/destacan el papel de determinados conceptos en la construcción de losmodelos político-económicos alternativos,sino que también condicionan el camino
.de transición hacia las melas finales socia-listas.
En sintonía con su talante crítico antecualquier afirmación conformada por elpeso de la tradición, Roemer propone unadesmitificación del concepto de propiedadpública, convertido en fetiche por la ortodoxia socialista. Argumenta que la ligazónentre socialismo y derechos de propiedadpúblicos es débil -por no decir falsa-,y, de este modo, invita a cambiar el enfoque adoptado por los socialistas tradicionales que anteponen la realización de unasdeterminadas formas de propiedad a laverdadera prioridad de lograr las metassociales. Desmarcándose de tesis adhoquistas, Roemer analiza el concepto depropiedad pública e investiga, bajo un prisma puramente instrumental, los posiblestipos de relaciones de propiedad que cumplan dos desiderata: un objetivo igualitario
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sobre la distribución de renta y una metade eficiencia. Presenta una nueva definición de propiedad pública basada en la distribución igualitaria de los derechos sobrelos beneficios productivos. El mecanismodistributivo impone que cada ciudadanoadulto posea una porción de la capacidadproductiva total de la economía mediantela asignación de una cartera de cuponesque permita comprar acciones de lasempresas relevantes. Dichas accionesentregan un conjunto de derechos entrelos que se encuentra el derecho a recibirunos dividendos. Para llegar a asegurar laestabilidad del reparto igualitario, tanto enlo tocante a los beneficios como en lo quehace al control sobre los medios de producción, resultan indispensables tres restricciones: la no transmisibilídad, la limitación en la acumulación de cupones y lano convertibilidad de los cupones endinero.
En síntesis, tendríamos una economíacon dos tipos de moneda, una moneda parala adquisición de bienes de consumo y otrapara la compra de las carteras de acciones.Las relaciones entre los agentes y lasempresas se ejecutarían a través de unosintermediarios, unas «mutualidades defondos» que ofrecerían sus acciones a losagentes a cambio de los cupones y condichos cupones comprarían las acciones delas empresas dentro del sector público. Loscupones en manos de las empresas servirían como fuente de financiación, al sercanjeados por fondos del tesoro públicoprocedentes de la recaudación vía impuestos. La segunda forma de financiación seríaa través de préstamos concedidos por bancos públicos articulados al estilo japonésde los keiretsu; donde cada banco lleva lasdemandas de financiación de un conjuntode empresas y puede llegar a posee~ acciones de dichas empresas para motivar elcontrol del buen funcionamiento de éstas.
En esta economía, la demanda y la oferta de préstamos determinarían el tipo deinterés, mientras que la oferta de cupones
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y la demanda de financiación vía fondosdel tesoro fijarían la tasa de intercambioentre cupones y fondos públicos. Los individuos serían libres de cambiar sus tenencias en acciones «mutuales», así como lasmutuas también podrían modificar su cartera de acciones empresariales; el valor deambos tipos de acciones estaría expresadoen términos de cupones y las oscilacionesde valor dependerían del rendimiento dedichas empresas.
Para asegurar un comportamiento competitivo de las empresas y fomentar el cambio tecnológico, Roemer confía en el control bancario (puesto que del buen funcionamiento de las empresas depende elretomo de los préstamos concedidos), asistido por el «Mercado de Valores de Cupones» (con las funciones propias de un mercado de capital usando, en este caso, losprecios en cupones como indicadores).
Bajando al nivel de la empresa, Roemermantiene la estructura directiva propia delas empresas capitalistas, desestimando laposibílidad de un proceso de democratización interno que las convierta en empresas dirigidas por trabajadores. Los motivosse apoyan en las clásicas consideracionesrespecto a las dificultades de autofinanelación, el excesivo riesgo que deben asumir los trabajadores a través de las oscilaciones de salarios y la distorsión de losobjetivos en favor de maximizar el ingresoneto del trabajador en vez de maximizarlos beneficios. Sin embargo, el autor nodeja la cuestión política totalmente desatendida. La pregunta relevante es lasiguiente: dada la nueva distribución dederechos de propiedad sobre los beneficios, ¿CÓmo se verán afectadas las decisiones tomadas por la Junta Directiva", ya escala nacional, ¿de qué manera se modificará la decisión popular sobre los dañospúblicos vinculados a la producción?
El modelo muestra la relación entreexternalidades y distribución de propiedadde manera explícita. Si los ciudadanos queconcentran la mayor parte de los beneficios
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son aquellos que, a su vez, tienen influenciaen el control de las empresas y el procesopolítico, los niveles de daños públicos serántanto más elevados cuanto mayor sea laconcentración de propiedad sobre losbeneficios. En una economía de socialismode mercado, la distribución de los beneficios es tan dispersa que se quiebra la acumulación de poder político: los interesesde los propietarios coinciden con los intereses sociales, de modo que el nivel dedaño público se reduce drásticamente.
El socialismo de cupones de Roemerno es un modelo político, listo para llevara la praxis. A pesar del esfuerzo por evitardar forma a constructos utópicos, la propuesta descuida en exceso la dimensiónpolítico-pragmática; sin embargo, abrecamino en el plano teórico centrándose enel concepto de los derechos de propiedad,combinándolo con problemas de información asimétrica y de diseño de incentivosal servicio de los objetivos socialistas. Setrata, sin duda, de una apuesta creativalibre de consideraciones reverenciales a latradición. No obstante, la asunción delprincipio de que resulta más fácil actuara través de las instituciones que sobre lasmotivaciones para llegar a los resultadosdeseables, puede conducirnos a la trampade perpetuar el comportamiento y la lógicapropia del capitalismo, lo que minaría laplena realización de la coordinación socialaun obteniendo, a corto plazo, resultadoseconómicos más igualitarios. En este sentido, Jos últimos resultados de la Teoríade la Regulación y de la Teoría Penal nosmuestran cuán contraproducente resultamantener la postura Iockeana de asumirla peor naturaleza en los agentes al diseñarlas instituciones. No se trata de una buenaestrategia ni desde un punto de vista normativo, puesto que adoptando el supuestode villanía o de egoísmo puro, este tipode motivación acaba anclándose en eltalante de la persona, ni desde una ópticapragmática, ya que los incentivos no estánen consonancia con la multiplicidad de
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motivaciones de los agentes. En definitiva,el ámbito de las motivaciones debería serestudiado más a fondo puesto que paralograr una verdadera coordinación social,los procesos gobernados por la agregaciónde racionalidades individuales, limitados aun mero cálculo coste-beneficio, resultanverdaderamente insuficientes.
Equal Shares
El carácter multidisciplínar del debate entorno al socialismo de mercado queda plenamente reflejado en el volumen EqualShares, coedítado con Erik Q. Wright(Londres, 1996) y donde se recogen artículos dedicados al libro anterior de Roemer, AFS (Un futuro para el socialismo).Atendiendo a la naturaleza crítica de ES,«todo lo dicho por Roemer, ya sea en tonocrítico o constructivo, es centro de diana»,como bien señala Andrew Levine. En efecto, las críticas sacan punta a todas las consideraciones de Roerner, desde el esquemático ideario ético hasta su inviabilidadpolítica, pasando por las dificultades definanciación del modelo; sin embargo, pesea la pluralidad de perspectivas, ES trasluceunos comunes denominadores.
ES muestra que la distinción entresocialistas y liberales ya no reponde a rígidas demarcaciones de principio sobre quétipo de organización social es mejor paralograr el desarrollo humano. Existe, sinduda, cierta convergencia en torno a laperspectiva de evaluar las diferentes formas de propiedad y de organización política al servicio de la idea de igualdad. Noobstante, el debate sobre qué tipo de igualdad2 vuelve a abrir brechas entre socialistas y liberales. Las divergencias se acentúan en torno a las consideraciones de raíznormativa y, en concreto, se materializanen una tensión entre la adopción de unapostura liberal de izquierdas y la adhesióna una teoría ética social mínimamente sus-
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tantiva, esto es, que incluya en su núcleomí concepto claro de la vida buena.
Desde una perspectiva crítica que, enfin, es 10 que dota de sentido al volumen,me parece razonable articular la presentación de las diversas reflexiones en tornoa AFS por niveles. Y apelo a la raaonabilidad del ojo que critica, porque Roemeres consciente de las limitaciones propiasdel modelo -limitaciones que, por otrolado, permiten la simplificación necesariapara analizar los rasgos relevantes de estudio-o Del mismo modo, dicha gradación,desde las críticas mas ajustadas al modeloconcreto, hasta las de corte más omnicomprensivo, nos permitirá visualizar cuán sólidas son las consideraciones que atacan labasedeAFS.
Obviamente, la primera criba se encargade comprobar la validez del modelo desocialismo de cupones. Se trata de verificarsi es coherente, estable, si efectivamentelogra los fines que se propone. Los artículos de Louis Putterrnan, Fred Block yFrankThompson presentan las debilidadesintrínsecas del modelo, ya no sólo en 10que hace a la eficiencia, sino poniendo derelieve también la incompatiblidad entreel sistema de financiación propuesto y losobjetivos igualitaristas a alcanzar. En relación con la primera problemática, los autores cuestionan la visión que se apoya encriterios de eficiencia para justificar laredistribución de rentas a partir de losbeneficios empresariales y no de los salarios. Una revolución institucional de laenvergadura que exige Roemer involucrará efectos en cadena dentro de los mercados de capital provocando restriccionesen la afluencia de los recursos financierosa las actividades que entreguen rendimientos superiores, bien limitando el movimiento de capital a escala internacional,o bien modificando los incentivos de lasrelaciones de agencia entre bancos, empresas y accionistas. Asimismo, los autorescoinciden en que, bajo un prisma dinámico,los efectos sobre la eficiencia resultan tan
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complejos como difíciles de considerarapriori, con lo cual no constituyen un argumento de peso en favor de la propuesta.
Una crítica crucial, apuntada por Putterman, atiende a la relación que Roemerestablece entre derechos de propiedad yexternalidades negativas. Asumiendo quelos resultados políticos están sesgados porel poder económico, el hecho de que ladistribución de rentas de beneficios seamás equitativa no significa «una quiebrade la concentración de poder económico",puesto que las rentas por intereses siguenconstituyendo un foco importante. de desigualdad, acentuándose cuanto mayor seael grado de financiación via préstamos bancarios que las empresas escojan. Aquellosciudadanos que anteriormente obteníanimportantes beneficios pasarán a recibirsustanciosas rentas a través de intereses,por lo que no resulta claro que la concentración del cobro de intereses no sigateniendo los mismos efectos que la concentración de beneficios, si la probabilidadsobre la capacidad de pago de las empresasestá en relación directa con los niveles dedaño público. De este modo, los resultadosen términos de bienestar no dejan de serambiguos, tanto en lo tocante a los dañospúblicos como a la acentuación de las desigualdades a través de los efectos sobrelas rentas de intereses.
En segundo lugar, procede ver hastaqué punto el modelo de socialismo decupones es compatible con otros aspectosfundamentales dentro del ideario socialista; es decir, analizar en qué medida elmodelo admite extensiones deseables.Bajo este prisma, Erik Olin Wright es elúnico que se toma en serio los límitesintrínsecos del modelo de Roemer y evalúalos posibles avances en favor de una democracia robusta manteniendo su engranajeinicial. No obstante, aun suponiendo queel modelo de socialismo de cupones funcionase y fuera compatible con objetivospolíticos más ambiciosos, quedaría porcomprobar su viabilidad práctica para
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reconocerlo como un proyecto político quesupere la categoría de ejercicio teórico. Enesta línea, tanto Joshua Cohen y Joel Roegers como Mieke Meurs manifiestan unfuerte escepticismo respecto al socialismode Roemer: la despreocupación por elmecanismo político para llegar a ejecutarloy asegurar su desarrollo estable -3 travésde un entramado democrático más complejo, entiéndase Radical Democracy, obien fomentando una cultura de cooperación-lo confinan, inevitablemente, al plano teórico. Las críticas a la inviabilidadpolítica del modelo roemeriano encierrandivergencias de énfasis normativo. JC y JRse mantienen en la línea tradicional socialista que exige tanto el control colectivosobre los recursos económicos como unreparto igualitario de los beneficios materiales de la actividad. Subrayan la dimensión democrática del ideario socialista,puesto que consideran que dicho controlde la economía es una instancia asentadaen el núcleo de los ideales socialistas. Supropuesta del modelo de democracia asociativa no requiere cambios en los derechosde propiedad, sino que aspira a mejorarlos términos de la organización popularsobre la que se basa el apoyo social y político de los regímenes democráticos igualitaristas, Dado que el capitalismo impideel surgimiento espontáneo de determinadas organizaciones populares, recomiendan el uso de los poderes públicos parasuperar el déficit en el desarrollo de dichasorganizaciones.
De todos modos, tales críticas se vertebran en términos programáticos, no deprincipios. Una democracia deliberativa esdeseable, desde una perspectiva instrumental, por su viabilidad .polítíca, no porque sea normativamente prioritaria lademocracia frente a la igualdad.
Tomando un poco más de distancia respecto al modelo concreto, merece la penaevaluar el discutido papel del mercadodentro del proyecto socialista. En este punto, William Simón presenta dos objeciones
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sobre el uso de los mercados en AFS. Enprimer lugar, desconfía de la propuesta delimitar los derechos de propiedad dentrode los mercados de capital sin el apoyode un proceso democrático más directo.En segundo lugar, considera que estosarreglos de mercado tienen unos efectosnegativos sobre la motivación política y lacultura, aun para aquellos socialistas queeviten caer en visiones utópicas de la naturaleza humana. WS optaría por una líneadiferente a la de «universalizar la participación en los mercados de capital», confiando más en la necesidad de ampliar elcontrol sobre las decisiones económicas apartir de organizaciones con suficienteestructura para merecer participación política.
Desde esta perspectiva más global, lacrítica desde una óptica feminista que presenta Nancy Folbrc destaca la visión parcial e incompleta del igualitarismo de Roemer, de quien dice que «a pesar de rechazar la ortodoxia marxiana, su preocupaciónpor las diferencias entre grupos se reduceal concepto de clase, obviando otros tiposde identidad colectiva basados en la raza,el género, la edad o la orientación sexual».Efectivamente, la propuesta de Roemer selimita a buscar una nueva manera de redistribuir la renta, sin prestar mínima atención a los problemas acuciantes del estadode bienestar, esto es, sin reflexionar acercade cómo organizar la educación, la sanidado la seguridad social, de modo que las diferencias resultantes de conceptos distintosdel de clase se vean reducidos. Las pre~
guntas de Folbre, pues, se centran en lacapacidad del socialismo de mercado paradebilitar las formas de privilegio basadasen la raza y el género. Cierto es que estapreocupación difícilmente podría recogerse en el tercer punto del ideario de Roerner-igualdad de status social-, pues estoimplicaría una reformulación del núcleonormativo y no una desvirtuación completade un modelo cuya aspiración es dilucidar
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un programa de redistribución alternativo.
Quien se aproxima al triángulo mercados-igualdad-motivación humana con solvencia es Debra Satz. Roemer, como lamayoría de los economistas teóricos, secentra en los mecanismos redistributivospara lograr unas metas ígualitaristas. Sinembargo, el hecho de no prestar atencióna una posible reformulación del tipo derelaciones entre individuos limita los resultados igualitarios al plano del bienestar-en el caso de aceptar que la renta seauna buenaaproximación-. Las dimensiones política y social de la igualdad, pues,quedan poco exploradas: el modelo desocialismo de mercado no supone un retopara la desigualdad racial o de género, nipara eliminar el control elitista sobre lasdecisiones económicas. Satz reconoce quela desigualdad material implica, sin duda,desigualdades en influencia política y destatus. No obstante, añade que la igualdadmaterial no es condición suficiente parala igualdad en los otros dos planos, pOIejemplo para asegurar la igualdad de género. Elabora el concepto de «desigualdadde status», reenfocando la atención sobrela calidad de las relaciones personales yno únicamente sobre la distribución debeneficios materiales que éstas generan.Ejemplifica: «La esclavitud nos parecereprobable no porque los esclavos seanmás pobres, sino porque se les asigna unstatusdesigual en el que se anulan sus intereses y sus opiniones son insignificantes...»Satz apela también a la voz de Marx paradotar al concepto de cierto pedigree socialista y afirma que las objeciones más fuertes contra el capitalismo se centraban másen la desigualdad de status que en la desigualdad material. Además, por parte dela tradición liberal, el concepto de igualdadtampoco se reduce a lo material, puestoque también se tiene en consideración ladignidad y el respeto -aquí la voz esStuart MiII-. De este modo, la preocupación por la igualdad de status es central
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en ambas tradiciones, ya que se trata deun elemento fundamental a la hora de evaluar las relaciones personales. La subordinación y la exclusión son hechos querequieren un tratamiento analítico propiopara no quedar subsumidos ad hoc en losefectos de la igualdad material, Finalmente, Satz defiende el uso de medidas políticas y culturales para transformar los términos de las relaciones interpersonales,dotándolas de mayor calidad y ampliandolos resultados igualitarios a las demásdimensiones.
La apuesta de Roemer por una convencida simbiosis socialista liberal, que pretende mostrar cómo la igualdad puedelograrse sin renunciar a la eficiencia económica, deja insatisfechos a socialistas dela tradición marxista más a piñón fijo quienes, seguramente, descreen de los últimosgiros del proyecto marxista analítico. Incluso críticos marxistas como Andrew Levineadvierten que este híbrido resulta insuficiente para la plena consecución del proyecto socialista. En concreto, Levine afirma que la adopción de una perspectivaliberal no puede dar acomodo a uno delos objetivos distintivos del socialismo: elcomunismo 3, entendido éste como unorden social que supere la desintegraciónresultante dc una mera agregación devoluntades individuales propia de las sociedades de mercado, y en el que la coordinación social se logre democráticamente,esto es, a través de que los votos no reflejenlas preferencias individuales sobre alternativas en competición, sino opiniones permeables a posiciones ajenas sobre lo queresulta más beneficioso para el colectivo.Se confía, pues, en el efecto del controldemocrático sobre las motivaciones individuales favoreciendo la unión de los intereses personajes y los colectivos a travésdel sentimiento de pertenencia a la comunidad. En términos de Rousseau, los individuos se colocan bajo el principio devoluntad que apunta al interés de toda lacomunidad. El mecanismo democrático
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resulta indispensable para lograr una plenacoordinación social, dado su impacto sobrelas motivaciones, permitiendo la comuniónde intereses individuales y colectivos, y porser vía de consenso respecto de las metassociales. Levine considera que si los socialistas renuncian a llevar a cabo un ordensocial cualitativamente diferente y mejorque el establecido, la izquierda se convertirá en una excelente gestora sin objetivos.Pues bien, las posturas liberales igualitariasno pueden albergar una visión tal de lacomunidad, puesto que precisamente surasgo definitorio radica en esta falta depropósitos respecto de un orden socialsuperior. Sin embargo, Levine defiende laaspiración comunista dentro de los objetivos de la izquierda a fin de evitar queésta se convierta en una voz más del liberalismo político, con lo que jamás lograríagenerar una movilización política suficientemente poderosa para desencadenar unatransformación social sustantiva. Asimismo, un compromiso ideológico más radical, es decir, en favor del comunismo comometa final, permitiría la adopción de unaóptica eminentemente crítica acerca delfuncionamiento de los mercados, evitandoque el mantenimiento de éstos impliqueuna regresión hacia los desequilibrios quevan de la mano de las sociedades de mercado que conocemos. En el mismo sentido,dado que las instituciones no resultan neutrales para la modelación de las motivaciones, cabe desconfiar de aquellas fórmulas íntitucionales condescendientes conuna adopción acrítica del mercado comomecanismo eficiente de coordinaciónsocial.
Dado que los socialistas liberales sólopueden alcanzar los valores del ideariosocialista como subproducto de la construcción de instituciones públicas neutrales, podríamos llegar a comprender que,en lo tocante al plano normativo, fuerafácil caer en el abandono de ciertos objetivos más ambiciosos dentro de la tradiciónsocialista, es decir, dejar de exigir el
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desarrollo explícito de valores con mayortinte perfeccionista, como los de comunidad, solidaridad, o una visión de la vidadigna. Desde esta perspectiva, Harry Brighouse considera que el proyecto de Roemer es débil en su factibilidad y difícilmente promueve los valores igualítarístasdel ideario socialista trasladándolos a laarena política. Sin entrar a examinar enconcreto la definición de socialismo quepropone Roemer, Brighouse sostiene que,si el modelo de socialismo de cupones esun proyecto de transición, debiera evaluarse a la luz de la dinámica política que genera. Sin embargo, según Brighouse, Roemerno ofrece los elementos necesarios paraconcretar dicha evaluación, puesto que noexplicita el orden de prioridades respectoa los tres objetivos. La crítica no deja deser un tanto estridente, puesto que a travésdel modelo teórico resulta suficientementeclaro que Roemer otorga prioridad al igualitarismo económico. Y en este sentido, lasegunda crítica del autor a Roemer tienemás fundamento, mostrando su desconfianza respecto a la posibilidad de extenderel modelo en favor de un mayor igualitarismo en influencia política. El modeloroemeriano fomenta la aparición de unacúpula de directivos que concentraránpoder sobre el funcionamiento de la economía y, por otro lado, es contrario a unproceso de democratización dentro de lasempresas. El socialismo liberal de Roemerse queda, pues, a las puertas del igualitarisrno material.
Aspirar a un igualitarismo económicosignifica plantarse en la antecámara de lasmetas socialistas, desatendiendo aquellasdesigualdades que no se solventan conigualdades materiales, es decir, que exigenuna reformulación del tipo de relacionesinterpersonales, a través de procesosdemocráticos más drásticos o bien fomentando una cultura -y aquí entra el planode las motivaciones- que combata dichasdesigualdades. Las propuestas recogidas
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en ES que apelan a unas transformacionesinstitucionales basadas en mecanismos demayor sesgo democrático --que en el fondo desean reformar radicalmente el contrato social- siguen manteniendo unaperspectiva liberal, a excepción de Levine,en tanto que superan el test de la neutralidad: los valores democráticos son suficientemente neutrales para servir decemento en el diseño de instituciones. Noobstante, no se trata de valores deseablesen sí mismos -en este punto, todos losarticulistas coinciden-, sino al servicio deotros ideales superiores, esto es, «quegeneren los mejores resultados para quelos individuos gocen de una vida buenay que estos pronósticos futuros se distribuyan equitativamente». Llegamos, pues,a comprobar que el concepto de la vidabuena permanece en el core de cualquierpostura socialista liberaL Si la noción devida buena es la piedra de toque, erigiéndose en criterio que permite la evaluaciónde todo lo construido, diseñado, programado como-medio-para, deberíamos aventurarnos a desvelarlo. Precisar una concepción del bien y del valor humano significa poder recurrir a una concepción dela ética liberal «suficientemente abstracta,con un carácter estructural y filosófico másque sustantivo, para poder sostener el principio de neutralidad, aunque sin eliminarla capacidad de evaluación crítica de losdistintos modos de vida». Como señalaDworkin 4, tiene que pasar una doble prueba: la prueba negativa de la abstraccióny la prueba positiva del poder de discriminación. En definitiva, entre las reflexiones recogidas en ES, se echa en falta unanálisis de mayor calado respecto de lanoción de vida buena y su papel dentrode las construcciones ético-sociales en lasque se apoya el nuevo socialismo, así comouna mayor atención al tema de las motivaciones humanas en la teorización moral.
Mireia Giné Torrens
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NOTAS
1 G. A. Cohen, 1990, «Marxísm and ContemporaryPolítical Philosophy, or: Why Nozick Exercises SomeMarxísts More Titan He Does Any Egalitarian Liberal» Canadian Joumal of Philosophy, Suplementaryvol. 16, pp. 36l-367.
> Amartya Sen, «Equality of What?», in S. M.McMurrin, ed., The Tanner Lectures on Human Values,
vol. 1, Salt Lake City, Universíty of Utah Press andCambridge, Cambridge University Press, 1980,and Ine
quality Rcexamincd, Harvard University Press, 1992;Ronald Dworkin, «What is Equality? Part 1: Equalityof Welfare, and Part 2: Equaliry of Resourccs», Philosophy un! Public Affairs, 10, 1981; G. A. Cohen, «On(he Currency of Egalitarian Justice», Ethics, 99, 1990.
J La idea de comunismo que ofrece el autor difiere
del comunismo de la abundancia marxíano que, tal
y corno G. A. Cohen interpreta en La teoría de lahistoria de Karl Marx: una defensa, se plantea como
una «alternativa a la sociedad», como un orden social
que supere todo tipo de restricciones, donde los indi
viduos tengan cubiertas todas sus necesidades y nadie
ejerza poder sobre ningún otro miembro de la comu
nidad. El ideal marxiano se encuentra, pues, mucho
más próximo al anarquismo que a cualquier ensayoen favor de una sociedad radicalmente democrática.
4 Ronald Dworkin, Foundations o{ Liberal Equality,
University of Utah Press, Salt Lake City, 1993.
LA RUTA ECONÓMICA A LA IGUALDAD COMPLEJA
AMARTYA SEN: On Economic InequaIity, Expanded edition with a substantial annexe by James E. Foster andAmartya Sen, Oxford, ClarendonPress, 1997.
El de la igualdad es uno de los temas paradigmáticos de la discusión política, filosófica y económica contemporánea. No parece existir alguna teoría social, filosófica opolítica que no incluya un tratamiento deeste concepto o que, al menos, no asumaciertos supuestos acerca de él. Se trata,en este sentido, de uno de esos conceptos-como lo es el de libertad- que vertebran el horizonte discursivo y la racionalidadde toda una época. No obstante, sudiseminación prácticamente universal noha llegado a hacerse equivalente a la configuración de una definición y un perfilconceptual precisos. Su centralidad en tradiciones tan disímiles como el liberalismo, .el socialismo, el republicanismo, el liberísrno, etc., muestran la existencia de una
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polisemia con visos de irreductibilidad, Si,por una parte, la igualdad es un valor crucial y asiduamente socorrido en las mencionadas tradiciones, por otra, lo que porigualdad puede entenderse en ellas no sóloes divergente, sino inclusivecontradictorio.Grandes modelos de igualdad pueden sertomados como ejemplo de esta pluralidadde interpretaciones: de la igualdad liberalcomo imparcialidad gubernamental y legalfrente a las diferencias políticas, econórnicas, religiosas, culturales o raciales, a laigualdad socialista como distribución socialde la riqueza material, pasando por versiones de equilibrio como la igualdad deoportunidades de talante socialdemócratao el desplazamiento temático de la «igualdad como reconocimiento» de las «políticas de la identidad», el término recorreun amplio abanico de tradiciones e instalaun casi inabarcable cúmulo de discusionesy desafíos. Por ello, todo intento de arrojarun mínimo de luz sobre la cuestión de laigualdad tiene que partir de la consideración de esta polisemia y de la pluralidad
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de posiciones de poder e intereses que ellatransparenta. Así, la formulación del problema de la igualdad ha de plantearsecomo primera tarea la localización de losespacios discursivos en los que éste poseeun sentido a la vez específico y relevante.Esto equivale a sostener que no se puedehablar de la igualdad «desde ninguna parte» y que, por ende, cualquier discursoigualitarista ha de ser contemplado en elcontexto de las tradiciones intelectuales,morales y políticas que labran su perfilpreciso.
La idea de que la solución a los dilemasde la igualdad debe primero plantearsecomo respuesta a la pregunta ¿igualdadde qué? puede hoy día parecemos razonable e incluso un poco obvia. Pocos teóricos -y no ciertamente los más seriosse atreverían a defender la necesidad deun solo patrón de igualdad para dar respuesta a todo el plexo de asimetrías y problemas distributivos que constituyen la«desigualdad» de una sociedad. Sin embargo, ha de decirse que debemos a AmartyaSen el reconocimiento de que esta compleja serie de igualdades distintas estáintrínsecamente vinculada a la respuestaa otra pregunta no menos crucial: Zpor quéla igualdad? En su Inequality Reexamined(Oxford, Ciarendon Press, 1992) -publicado en español en 1995bajo el título Nuevo examen de la desigualdad (trad. de AnaMaría Bravo, rev, de Pedro Schwartz,Madrid, Alianza Economía 14)- Senmuestra que todas las teorías normativasque han soportado el paso del tiempo, esdecir, aquellas que han solventado conrelativa firmeza el embate de sus críticos,demandan la igualdad de algo que es vistocomo relevante. Junto a teorías quedemandan, por ejemplo, igualdad en la distribución de bienes primarios, igualdad derecursos y de trato o igualdad económica,hay otras que demandan la más ampliaigualdad en los derechos liberistas (propiedad, intercambio, etc.), De este modo,la igualdad es un valor moral central y una
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demanda política no sólo en teorías comolas de Rawls, Dworkin, Scanlon, Nagel odel mismo Sen -quienes pueden ser vistoscomo liberales igualitaristas (aunque eladjetivo pueda resultar exagerado paraalgún que otro fundamentalísta antílibera1)-, sino también en las de Nozick oBuchanan. La exigencia de igualdad cornovalor central en teorías tan distintas sólopuede llevar a una conclusión; la demandade igualdad no es por sí misma un rasgode identidad y coincidencia entre estas teorías. Por esta razón, si incluso las teoríasliberistas son ígualitaristas en un sentidoy un terreno determinados, el problemanormativo esencial de la igualdad será elde la justificación de un tipo de igualdadsobre otro, por 10 que puede decirse quela pregunta ¿por qué la igualdad", a la quccada teoría asigna un lugar privilegiado,es menos importante que la de ¿igualdadde qué?, que es la que instala discursivamente el verdadero conflicto normativo ypolítico de la desigualdad y la injusticia.
La larga serie de obras de Amartya Sengira en torno a un eje común: el problemade la desigualdad económica. El rasgo quedistingue su tratamiento de este tema delde la ortodoxia económica con la que, noobstante, ha sostenido un fructífero y continuado debate, es su exigencia de introducir en la conceptualización de la economía conceptos normativos que respondan a la complejidad y pluralismo de lassociedades contemporáneas. En este sentido, sus famosos análisis a propósito delas hambrunas o de la calidad de vida nopueden desvincularse de una reflexión normativa sobre la condición de sujeto(agency) de los agentes humanos y de lanaturaleza política de las relaciones de propiedad. En su On Ethlcs and Economicsde 1987 -traducida al español en 1989bajo el título de Sobre ética y economía(Madrid, Alianza Universidad 607)- Sendefiende la necesidad de un contacto máscercano entre ética y economía, gracias alcual ambas disciplinas pudieran obtener
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beneficios y descubrir que las formulaciones teóricas de cada una pueden ser irremediablemente unilaterales sin el concurso de los elementos reflexivos de la otra.En opinión de Sen, la economía académicadominante debería poner en cuestión algunos de los supuestos sobre los que ha construido su compleja arquitectura; en particular, el supuesto de individuo optimizador que ha estado a la base no sólo dela economía neoclásica sino también decasi todas las formulaciones de la economía del bienestar. Para Sen, el desplazamiento hacia la ética que la economía positiva ha hecho de problemas como el delas comparaciones interpersonales de bienestar demuestra, no que la economía hayaconcedido una cierta relevancia argumental a la ética, sino sencillamente que losproblemas que no admiten un manejo entérminos de conducta racional optimizadora son llevados, debido a su difusión yfalta de claridad, al terreno «especulativo»de la argumentación moral. Es precisamente en puntos como éste donde se revelala originalidad de la visión de Sen. Paraél, las dificultades de la economía.convencional para enfrentar la tarea de evaluarel peso específico de las libertades, losderechos y la capacidad de ser sujeto(agency) y ponerlos en relación con lasmotivaciones e índices de satisfacción queles atañen, muestra que su supuesto antropológico de una conducta egoísta como locaracterístico del comportamiento racionalconlleva, a fin de cuentas, una confrontación con el absurdo.
Todo esto es aún más significativo sise considera que quien hace esta severacrítica a la ausencia de una dimensiónmoral consecuente en el discurso dominante de la economía contemporánea esuno de los economistas más brillantes delsiglo xx: «la conciencia moral de nuestraprofesión», como lo definió el PremioNobel de economía Robert Solow. En·efecto, Arnartya Sen ha ofrecido estudiosmás que brillantes en una clave normativa
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acerca de los problemas de desigualdadeconómica tanto bajo las condiciones delas sociedades democráticas como en lasque se caracterizan por el autoritarismoy la ausencia de una red de principios legales y distributivos sometidos al control dela acción pública. Acaso su hipótesis másdestacable es la que vincula las hambrunasque se sufren periódicamente en Asia yAfrica no con un mero problema de abastecimiento de comida, sino con la estructura de propiedad y el sistema de derechospolíticos de esas sociedades. En su Povertyand Famines (Oxford, CIarendon Press,1981) puede apreciarse con claridad lo quees el enfoque predominante en sus análisis:la desigualdad económica no es un simpleproblema de escasez en el abastecimientode mercancías y dinero, sino el resultadode una estructura de derechos o atribuciones temitlements} que, en el caso de losderechos de propiedad, relaciona a distintas clases de propietarios mediante determinadas reglas de legitimidad. Desde superspectiva, la imposibilidad de evitar lahambruna que sistemáticamente han padecido grandes conglomerados humanosderiva de que la propiedad que poseen-es decir, el contenido del conjunto dederechos actualizables de intercambiono contiene ningún grupo de mercancíaso bienes como la comida. En este contexto,la exposición de una población a la hambruna no sólo deriva de un recorte delabastecimiento de comida sino, de manerainmediata, de la disminución de sus derechos de intercambio. Así, el hambre crónica y las hambrunas están relacionadascon la ausencia de una estructura político-social que garantice determinados niveles de empleo, salario, mercado interno,seguridad social y beneficios y obligacionesfiscales.
En Inequality Reexamined, Sen continúautilizando el punto de vista acerca de lapobreza que afinó en sus primeros estudiosacerca de las hambrunas. Desde su perspectiva, la comprensión de la pobreza en
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general (hambre regular) o de los estallidos de hambruna en las sociedades delTercer Mundo sólo es posible bajo el enfoque de los patrones de propiedad y de losderechos o atribuciones de intercambio y,sobre todo, en términos de las fuerzas eintereses que están tras estos patrones yderechos. Este enfoque implica la recuperación de una estrategia analítica en términos de clases sociales y modos de producción que la economía académica habíadejado de lado de manera prematura. Entodo caso, 10que se convierte en un rasgopermanente de su análisis es un punto devista que trata de encontrar un modelo derelaciones de dominio tras la evidencia decualquier distribución discreta.
En este tenor, el modelo de igualdaddefendido por Sen puede ser visto simultáneamente corno un modelo ético parael terreno de la teoría y las políticas económicas y un modelo económico para laconcreción de las teorías de la igualdady la justicia propias de la filosofía moraly política. Este modelo de igualdad estáconstruido, fundamentalmente, sobre laidea de que la distribución de los bieneses un problema en el orden de las capacidades básicas. De hecho, la propuesta deigualdad de Sen se postula como una«igualdad de capacidades básicas» (basiecapability equality}. En su trabajo titulado«Equality of What?» (en S. M. McMurrin,comp., Liberty, Equality and Law, SelectedTannerLectures on Moral Philosophy, Cambridge, Univ, de Utah Press/CambridgeUniversity Press, 1987), Sen formula unprincipio normativo de igualdad que puedasuperar las limitaciones tanto del utilitarismo como las de la teoría de los bienesprimarios (primary goods) de John Rawls.Según Sen, tanto en la opción utilitaristapor evaluar las preferencias individualessegún una única función de utilidad, comoen la idea de Rawls de que una lista únicade bienes primarios puede proporcionarlas condiciones equitativas para la consecución de los fines particulares de cada
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individuo, lo que subyace es una minusvaloración de la diversidad de los sereshumanos. Según Sen, un índice como elde los bienes primarios de Rawls seríaaceptable como criterio de igualdad ycomo medida de las comparaciones ínterpersonales de bienestar sólo si las personasfueran esencialmente similares. El problema, sin embargo, consiste en que las necesidades y las expectativas de Jos individuosvarían con la salud, la longevidad, las condiciones climáticas, el lugar donde se vive,las condiciones laborales, el temperamentoe incluso la talla corporal. Por ello, paraSen los intentos de ofrecer una medidahomogeneizante de la igualdad descartalas profundas y extensas diferencias reales.Las medidas reduccionistas de la igualdadconducen a una suerte de moralidad ciega.
Un argumento de su crítica a Rawls eslo que, en mi opinión, mejor expresa laespecificidad de su perspectiva. Para Sen,la falta de consideración por Rawls de lavariedad humana introduce un elementofetichista en su índice de los bienes primarios. Este índice se funda en una teoríade los intereses objetivos respecto de laselección de bienes y descarta los tipos derelación que las personas establecen conesos bienes. Con ello, se opera una escisiónal interior de los sujetos entre sus interesesy la satisfacción que pueden obtener al promoverlos. Por esta razón, Sen señala quela insuficienciade la visiónrawlsiana resideen que concentra su atención en las «cosasbuenas» y no en 10 que las cosas buenaspueden hacer por las personas en el sentido de dotarlos de condiciones de apoyopara la plena integración comunitaria ylaboral y el desarrollo individual moral.
Por esta razón, un catálogo de contenidos de Ia igualdad ---que era lo queRawls pretendía ofrecer en su A Theoryo/ Justice (1971)- sólo tendría sentido siconsiderara la noción de capacidades básicas, que garantizara a cada persona un trato tan diferenciado como fuera menesterpara suplir cualquier desventaja significa-
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tiva que gravitara negativamente sobre sucalidad de vida y su bienestar. En este sentido, Sen vincula las demandas de igualdada la exigencia del derecho a gozar de talescapacidades y, con ello, a la habilitaciónde los sujetos para una vida social plena.Esta idea de igualdad permite fortaleceruna crítica política de la desigualdad desdeel supuesto de que una formulación fijade bienes primarios o de funciones de utilidad son fetichistas en la medida en queesconden las relaciones entre los hombresy estos bienes y, si se apura la cuestión,esconden relaciones asimétricas entre loshombres a través de esos bienes,
La concepción de la desigualdad económica como un sistema de reglas y derechos de distribución que supone un modeloespecífico de legitimidad y equilibrio políticos se plasmó con claridad en el ya clásicolibro On Economic Inequality (Delhi,Oxford University Press, 1973). Allí, Sen,entre otras cosas, delineó una crítica a losmodelos de la economía del bienestar quehacían depender tanto su conceptualización de los problemas distributivos comosu oferta de políticas públicas específicasde una concepción utilitarista caracterizada por la homogeneización de las distintasfunciones de utilidad de las personas. ParaSen, la lógica utilitarista, al no ofrecer unateoría sensible a las diferencias en las funciones personales de utilidad, termina por,alejarse de aquello que constituía susupuesto punto de partida: las utilidadesindividuales. Bajo esta premisa crítica, Senformuló su propuesta de medición de ladesigualdad económica bajo un modelo-susceptible de una formulación axiomática- sensible a las diferencias de utilidadde los agentes individuales. De este modo,definió el campo de la medición de la desigualdad en términos de una «casi-ordenación incompleta» (incomplete quasi-ordering], implicando con ello una crítica alanálisis económico convencional de la des-·igualdad económica que está orientadohacia una medición de ella en términos
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de «ordenación completa» (completeordering). La importancia de este giro metodológico reside en que logra mostrar laconexión entre la relevancia política de ladesigualdad y sus posibles tratamientos porparte de la teoría económica. En este trabajo, Sen concluía resaltando el papel relevante concedido a la noción de «necesidades» (needs) por oposición a la nociónde «mérito" (deserts) en la fundamentaciónde los juicios distributivos (disuibutionaljudgements) como tales, a los cuales pertenecería la noción de desigualdad.
Veinticinco años después de la publicación de esta obra, Sen ha ofrecido unanueva edición de este texto, a la que haagregado un interesante ensayo complementario escrito al alimón con James Foster: «On Economic Inequalíty aíter aQuarter Century» (A. Scn y J. Foster, OnEconomic lnequality, Expanded editionwith a substantial annexe, Oxford, Clarendon Press, 1997). En esta edición, despuésde revisar y comentar la pertinencia de sucrítica a la perspectiva utilitarista a propósito de su evaluación de las funcionesde utilidad y su renuencia a dar coberturaa las comparaciones interpersonales de utilidad -aquí, por cierto, destaca la rectificación de Sen a la inexactitud de su críticaa Lionel Robbins en la versión original-,Sen y Foster tratan de precisar tanto lasrelaciones entre el problema de la determinación de los índices de bienestar y losíndices de desigualdad como el problemade lo que llaman la «desigualdad relativa»(relative inequaluy). Precisamente respectode este último se traza la diferencia conceptual de la desigualdad con la nociónde «pobreza», aunque se insiste en suscomplejas vinculaciones. La medición dela pobreza supone el cumplimiento de dosetapas: identificación y agregación (identification and aggregation), las mismas quedan lugar a la formulación de una concepción «robusta» de la medición que, através de nociones como las de «ordenaciones de la pobreza de variación lineal»
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y «ordenaciones de la pobreza de medidavariable», pone en vinculación temas comoel bienestar, la desigualdad y la mismamedición de la pobreza. Acaso la nota distintiva de este tratamiento de la mediciónde la pobreza consista en que Sen rechazauna extensión mecánica de la condiciónrelativa de la desigualdad a la mediciónde la pobreza y, sin dejar de considerarla necesidad de ese requisito de relatividadde la medición, trata de determinar susmagnitudes invariables, dadas las distribuciones efectivas de las sociedades complejas.
El contenido normativo de esta «revisión» se explicita en su formulación dc supropuesta de igualdad de capacidades básicas. En efecto, aunque la principal partedel análisis de Sen se realiza a propósitode la noción de «desigualdad de ingresos»,una noción normativa de igualdad tieneque considerar que esta asimetría es sóloun factor entre los que influyen en la formaen que las personas aprovechan sus oportunidades. Abundando en su crítica a lasnociones de utilidad personal del utilitarismo y a la rawlsiana de bienes primarios,Sen destaca la importancia de dar cabidaa una perspectiva informativa: el espaciode los «funcionamientos» (functionings), esdecir, el relativo a las distintas cosas quelas personas pueden juzgar como dignasde ser o hacerse. Esta noción de «funcionamiento» está intrínsecamente vinculadacon el punto de vista de las capacidades,toda vez que los funcionamientos valiosos
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pueden ir desde el ser adecuadamente alimentado y protegido de las enfermedadesevitables, hasta el ejercicio de derechospolíticos como el tomar parte en la vidade la comunidad o el estado personal detener autoestirna. La igualdad en términosdel desarrollo de capacidades básicas puede, además, plantearse tanto en un nivelde funcionamientos realizados por el individuo -referidos a los que una personaes capaz de hacer- como en uno representado por un conjunto de alternativasreales para él.
Esta continuidad en la idea de igualdadde capacidades básicas muestra cómo laabundante obra de Sen se ha articuladosobre un trasfondo decididamente normativo y sobre una concepción económicaeminentemente distributiva. El difícil ysano equilibrio entre análisis económicoy teoría moral alcanzado por Sen representa, por ello, un ejemplo inmejorable dela potencia heurística que puede obtenersedel acercamiento entre la filosofía moraly política y las ciencias sociales. Creo quese trata del tipo de discurso que puedecolaborar a la tarea, propuesta por Rawls,de hacer de la filosofía moral (en tantoque es filosofía política) una disciplinarelevante por su practícidad y, al mismotiempo, como quiere el propio Sen, hacer'de la teoria económica una ciencia distinguida por una razonable dimensión moral.
Jesús Rodríguez Zepeda .
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LA CRÍTICA RADICAL AL LIBERALISMO DE RAWLS
G. A. COHEN: Self-Ownership, Freedom, and Equality, University Press,Cambridge, 1995.
Luego de un largo período estudiando elmarxismo, con exclusividad, el filósofoGerald Cohen dedicó varios años a unaminuciosa crítica del trabajo Anarquía,Estado, y Utopía, de Robert Nozick l-unaobra que, según muchos, representaba ladefensa más refinada del liberalismo conservador-o En una serie de trabajosrecientemente revisados y recopilados porel mismo Cahen 2, el filosófo canadiensedesmanteló pieza a pieza el sencillo peromuy ingenioso utillaje creado por Nozick,con el objeto de demostrar las serias debilidades de aquella sofisticada concepciónconservadora. Desde entonces, Cohen hafocalizado sus estudios nada más y nadamenos que sobre la muy influyente «teoríade la justicia» de John Rawls 3, paradigmadel «liberalismo igualitario». Y, nuevamente, repite aquí la mirada crítica antesimpuesta sobre Marx y sobre Nozick:Cohen mira a Rawls desde el punto devista de un igualitario radical 4, con la pretensión de desentrañar algunas de las contradicciones y debilidades propias de estefundamental trabajo.
Los artículos que vienen reseñando este«avance» crítico de Cohen sobre Rawls sonnumerosos -aunque no todos ellos seencuentran aún publicados- y demuestran algo notable: a pesar de la extraordinaria cantidad de estudios que se hanescrito sobre la obra de Rawls, Cohen hasido capaz de presentar objeciones muyoriginales sobre la misma, hasta el puntode amenazar (también en este caso) conponer en riesgo las mismas bases del proyecto de Rawls 5. En las líneas que siguen,y de modo muy sintético, voy a ocuparme
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de presentar los puntos más destacados deeste -todavía inconclusa-nuevo examencrítico emprendido por Cohen,
La atracción ejercida por la «teoríade lajusticia»
La relación de Cohen -corno la demuchos marxistas o ex marxistas- con eligualitarísmo liberal de Rawls ha pasadopor diversas etapas. Fundamentalmente,puede registrarse un pasaje desde una cierta indiferencia inicial, a un paulatino yambiguo acercamiento a dicho igualitarismo. En Cohen, dicho acercamiento reconoce una razón explícita, como lo es lanecesidad de abandonar el presupuestomarxista sobre la «superproductividad- dela sociedad comunista prometida (sociedad en donde las fuerzas productivas ibana «liberarse» de las ataduras impuestas porel sistema capitalista). Quienes mantienendicho presupuesto -acerca de la posibilidad de una sociedad superproductivaluego tienden a afirmar, entusiásticamente, que con la finalización de la escasezde recursos se extinguen también lo queHume o Rawls denominaron las «circunstancias de la justicia» 6. De hecho, el presupuesto acerca de la superabundancia derecursos, durante mucho tiempo, hizo quelos marxistas se concentraran en estudiarlos motores y obstáculos del cambio social,y despreciaran, de modo habitual, toda discusión acerca de las implicaciones del idealde igualdad que implícitamente favorecían 7. Ahora bien, las cosas cambian radicalmente cuando uno reconoce la necesidad de abandonar tal presupuesto. Ouie-
< ro decir, cuando se admiten las dificultadesexistentes tanto para llegar al establecimiento de una sociedad comunista como,
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todavía más, para el afianzamiento de unasociedad comunista sobreabundante enmateria de recursos, las preguntas sobrela justicia (sus exigencias, sus implicaciones) se tornan más acuciantes, Es aquícuando teorías como la de Rawls se convierten en focos de atracción para pensadores de raíces marxistas, como Cohen.
De todos modos, cabe preguntarse porqué, de entre las distintas (aunque noabundantes) «teorías de la justicia» presentes dentro de la filosofía política, ladefendida por Rawls resultó una de las másatractivas. Las razones son múltiples, yentre ellas se encuentran tanto el profundoigualitarismo de dicha teoría, como elrigor, la claridad, y la profundidad argumentativa de Rawls. En especial, me animaría a decir que, para autores comoCohen, el atractivo de la obra de Rawlstiene que ver con una intuición particularde las muchas defendidas en tal trabajo:la idea de que, en una sociedad justa, nadiedebe resultar beneficiado o perjudicadopor hechos «moralmente irrelevantes»(por ejemplo, su color de piel, su raza, sugénero, sus talentos, el contexto social enel que tiene la suerte o desdicha de nacer).Esto es, la idea de que en una sociedadjusta debe procurarse igualar a las personas en sus «circunstancias», de modo talque, por ejemplo, factores que tienen quever, meramente, con la «lotería de la naturaleza», no afecten la posibilidad de quelos individuos desarrollen sus vidas deacuerdo con sus propios ideales. SegúnRawls, las personas deberían ser premiadas o castigadas por las «elecciones» de lasque sean responsables, y no en razón decuestiones simplemente «circunstanciales».
Las primerascriticas hacia la obrade Rawls
Aunque atraído indudablemente por la«teoría de la justicia», Cohen se mostrósiempre «díscolo» y finalmente incómodo
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frente al igualitarismo liberal de Rawls. Enuno de sus primeros y más agudos acercamientos a dicho igualitarísmo, Cohencomenzó a marcar problemas en el razonamiento del filósofo norteamericano 8.
Curiosamente, las dificultades más seriasque comenzó a entrever se vinculaban, justamente, con la intuición rawlsiana que leresultaba más atrayente -la referida a ladistinción entre «circunstancias» y «elecciones».
En este sentido, Cohen llama la atención sobre afirmaciones rawlsíanas comola siguiente. Conforme a Rawls, por unaparte, cada individuo sólo es parcialmenteresponsable de sus esfuerzos, dado que,en parte, esa capacidad de esforzarse esun mero producto de la suerte. Luego, ydebido a la dificultad para distinguir cla-
. ramente hasta qué punto uno es responsable de sus propios esfuerzos y hasta quépunto no lo es, la política que Rawls aconseja seguir es la de ignorar, en principio,al esfuerzo de cada uno como una baselegítima para exigir recompensas de partedel resto de la sociedad. Sin embargo, enel análisis que lleva adelante Rawls en relación con los deseos de cada uno, y el modoen que tales deseos deben ser tratados, supropuesta parece seguir un camino completamente diferente del aconsejado parael caso anterior. En esta oportunidad,Rawls también sostiene que somos almenos parcialmente responsables de nuestros gustos, pero concluye afirmando quecada uno debe hacerse cargo por completode las consecuencias de sus elecciones. Así,por ejemplo (yen su crítica al utilitarismo),Rawls dice que nadie puede exigir que sele provea, digamos, de caviar y champagnepara satisfacer su dieta diaria, ya que elloimplicaría asumir que esa persona no esresponsable de sus elecciones. Este diferente tratamiento de las decisiones individuales en cada caso causan perplejidad enCohen, quien concluye su análisis preguntándose «por qué la responsabilidad parcial por el esfuerzo no comporta níngu-
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na recompensa, mientras que la (mera)responsabilidad parcial por formar gustoscaros implica una penalizacióncompleta» 9. De este modo, Cohen abreuna pequeña «grieta» en la teoría deRawls, a partir de la cual, según veremos,continúa «hurgando» en escritos posteriores.
El embate contra el papelde los eincentivas» en la teoria de Rawls
Más recientemente, y en particular desdesu «Tanner Lecture» !o, Cohcn ha profundizado de modo sustantivo sus críticasfrente a Rawls. Cohen ha mantenido elfoco de su interés sobre la intuición rawlsiana arriba expuesta -aquella según lacual, en una sociedad justa, nadie deberesultar beneficiado o perjudicado porhechos moralmente irrelevantes-. Hamantenido también sus dudas acerca dela precisión demostrada por Rawls en laespecificación de dicha sugerencia intuitiva. Sin embargo, ahora, Cohen aparecetratando de dar respuesta a una preguntamás específica: épor qué es que Rawls termina considerando legítimos ciertos incentivos (económicos) que vienen a recompensar a los sujetos más favorecidos porla «lotería natural»?
Recuérdese lo siguiente: la teoría deRawls (a través de su famoso «principiode diferencía») autoriza que aquellos naturalmente más aventajados obtengan ventajas adicionales (compensacioncscconómicasen forma de incentivos) en la medidaen que dispongan su talento para la realizaciónde tareas que favorezcan, especialmente, a los sectores más desaventajadosde la sociedad. Según Cohen, dentro delesquema rawlsiano, estos incentivos sonnecesarios, simplemente, porque los másfavorecidos no se encuentran comprometidos con la teoría de la justicia que tomancomo punto de partida. Más aún, en opinión de Cohen, el otorgamiento de tales
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ventajas económicas implica ceder directamente al chantaje de los más poderosos,algo que debería estar prohibido por laconcepción bajo examen. Lo que resultapeor, ahora se justifican tal tipo dedesigualdades en nombre de la justicia.
Este problema, enunciado inicialmentepor Cohen en «Incentives», es retomadoy profundizado, con el máximo detalle, ensu extraordinario trabajo «The ParetoArgument for Inequalíty». Allí, para explicar su posición, y siguiendo a Brian Barry,Cohen parte de una posible presentación,en dos etapas, de la concepción rawlsiana,En laprimera etapa (1) se llega a una situación de igualdad luego de haber compensado las desventajas provenientes dehechos moralmente arbitrarios: las instituciones no permiten que nadie sea beneficiado o castigado por cuestiones de lasque cada uno no es responsable -cues·tiones que, en definitiva, no dependen delos gustos y elecciones de cada persona-oEn la segunda etapa (2), en cambio, sepasa de aquella situación de igualdad aotra de desigualdad, pero que es Paretosuperior: ahora se acepta que los más aventajados naturalmente obtengan beneficiosmayores (digamos, mayores ganancias económicas), pero éste parece ser un precioque corresponde ser pagado. En efecto,se les otorga más ventajas a los naturalmente más favorecidos, bajo condición deque entrenen sus habilidades innatas y lasusen de forma tal corno para contribuira incrementar la suerte de los más desaventajados.
Ahora bien, según Cohen, la segundaetapa resulta inconsistente con la primera,ya que implica recompensar a algunos porfactores moralmente arbitrarios, factoresque en la primera etapa se había decididoneutralizar. Si ahora (en 2) se recompensamás a los más talentosos -agrega-, ellosresultan doblemente beneficiados: no sólobeneficiados por la naturaleza (algo quesiempre está fuera de nuestro control),
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sino también por las instituciones socialesque diseñarnos.
De acuerdo con Rawls, dichas recompensas adicionales -dichos incentivoseconómicos- resultan aceptables en tantonecesarias para mejorar la suerte de lospeor situados. Frente a dicha afirmación,la primera pregunta que se hace Cohenes la siguiente: ¿en qué sentido es necesario otorgarles mayores beneficios a losmás aventajados? Dicha recompensa esnecesaria si a este nuevo estadio (2), de-digamos- mayor productividad y salarios desiguales (los más talentosos gananmás que los menos talentosos), 10 compararnos exclusivamente con aquel primerestadio mencionado (estadio 1), donde lostalentosos no recibían recompensas adicionales y el nivel de productividad socialresultaba, por ello mismo, menor que en(2) (por lo que los más desaventajados quedaban privados de acceder a beneficios alos que ahora, luego de que comienzan afuncionar los incentivos, sí tienen acceso).Sin embargo, el hecho de que, luego delotorgamiento de incentivos económicos seproduzca más, nos abre la posibilidad deconsiderar, al menos, una tercera alternativa (3): una opción en la cual los mástalentosos no reciben beneficios adicionales, pero en donde, a partir de su compromiso con las normas igualitarias reinantes, siguen extrayendo el mayor provechode sus talentos.
En esta nueva situación (3), entonces,se alcanza un nivel de productividad tanalto como en la alternativa (2) receptadapor el principio de diferencia de Rawls,pero sin la autorización de las desigualdades de ingresos allí habilitadas. Sialguien nos dijera ahora que esta alternativa (3) «no es posible», deberemos aclararle que en realidad sí lo es, al menosen algún sentido del término «posible»: losmás aventajados se encuentran efectivamente capacitados para sacar más provecho de sus talentos (<<pueden» hacerlo),y si no lo hacen (si no explotan más sus
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talentos) es porque quieren que les otorguemos algo a cambio. La «necesidad» queresultaba amparada por el principio dediferencia no era una «necesidad» en elsentido fuerte del término -una necesidadindependiente de la intención de cada uno:ocurría, simplemente, que ·108 talentososno tenían la voluntad de producir más.
Ahora bien, Cohen reconoce que, enciertos casos, y en principio, los más talentosos pueden negarse razonablemente arealizar determinadas tareas en favor delos demás, si es que no se les otorga compensación alguna a cambio. La negativade los más aventajados podría justificarse,por ejemplo, en aquellos casos en dondeellos, genuinamente, quisieran realizarmenores esfuerzos de los que se les pide,en razón del carácter enormemente costoso de las actividades que debierandesarrollar (Cohen llama a éste el «buencaso»). Aquí, el teórico igualitario podríaaceptar como válida la disculpa del másfavorecido o, aún, podría reconocer comoperfectamente justa una compensaciónadicional para aquél: se le pagará más almás aventajado, en este caso, para compensar la carga adicional que se le requiere.
En cambio, habría por lo menos doscasos, muy habituales, en donde no correspondería justificar la negativa del sujetonaturalmente más aventajado, ni lasrecompensas adicionales. En primer lugar, .y ésta es la situación, entre todas, menosaceptable (por eso Cohen llamará a ésteel «mal caso»), puede ocurrir que el sujetonaturalmente mejor dotado prefiera llevaradelante la actividad que se le pide (porejemplo, organizar una nueva industria),pero, sin embargo, de modo estratégicosostenga que no quiere llevar a cabo tal:actividad, a fin de forzar a los demás apagarle más por su actividad. En este caso(el «mal caso»), nuestro sujeto chantajeaal resto de la sociedad, retira su voluntadde forma tal de que nos veamos obligadosa recompensarlo adicionalmente para queél pueda realizar aquello que en definitiva
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prefiere realizar. El otro caso consideradopor Cohen (al que denomina caso «estándar» por considerarlo el más habitual detodos) es el de la persona aventajada quepreferiría producir menos si es que no sele ofreciera a cambio compensación alguna, aunque la tarea en cuestión (a diferencia de lo que ocurría en el «buen caso»]no sólo no le representa costos significativos, sino que, más bien, resulta de suagrado. Si, tal como sugiere hacer Rawls,se le terminan ofreciendo a este sujetomayores recompensas, ello se deberá, porun lado, a su mayor capacidad de negociación frente al resto de la sociedad, ypor otro lado, a su egoísmo, a su negativaa poner sus mayores capacidades al serviciode los menos favorecidos. Ahora bien,indudablemente necesitamos de nuevos ymejores argumentos para justificar por quédicha persona debería llevar adelante talestareas más productivas. Más que esto, sinembargo, lo que le interesa decir a Cohen,por ahora, es que el igualitarismo -almenos- no puede ser llamado a considerar situaciones como la «estándar» (enla que el talentoso recibe una recompensaadicional aunque no realiza ninguna tareaespecialmente gravosa) situaciones justas.En opinión de Cohen, Rawls debiera reconocer que, en casos como los citados (el«mal caso», el «caso estándar»), la igualdad termina siendo dejada de lado sólo,porque los talentosos no ajustan su conducta a las demandas de la concepción dejusticia que en un principio declarabansuscribir.
Justicia en la estructura básica y justiciaen las elecciones persona/es
Antes de finalizar este breve análisis sobrelos recientes estudios de Cohen me pareceimportante dejar en claro lo siguiente. Ensu citado escrito sobre el «argumento dePareto», Cohen se preocupa por destacarun punto queadquiere todavía mayor fuer-
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za en sus últimos trabajos: la idea de que,para que una sociedad pueda considerarsejusta, no basta --como piensa Rawls- conque en ella se asegure la justicia de su «estructura básica» (esto es, la justicia de susinstituciones principales). De acuerdo conCohen, una sociedad justa requiere de uncierto ethos, requiere que sean justas, también, las elecciones personales de los individuos que la componen 11. Para decirlode un modo más claro: las exigencias deuna sociedad justa no se terminan con lapresencia de un Estado que fija reglas justas, procurando mejorar en todo lo posiblela situación de los individuos más desafortunados. De acuerdo con esta visión restringida sobre las exigencias de la justicia,los individuos se encontrarían básicamente«absueltos» de cualquier demanda adicional: ellos podrían comportarse como prefiriesen (en tanto mantuvieran su respetosobre las reglas establecidas), dado que elresultado final del actuar colectivo beneficiaría de todos modos a los que estánpeor. De acuerdo con la visión defendidapor Cohen, en cambio, las exigencias dela justicia alcanzan a los individuos particulares. En sus palabras, «los principiosde la justicia distributiva, esto es, los principios acerca de la distribución justa debeneficios y cargas dentro de la sociedad,se aplican... a las elecciones... de las personas» 12. En definitiva, tal como reza elfamoso slogan, «lo personal es político».
Provocativo e irónico como de costumbre, Cohen ha concluido un reciente trabajo destinado a prolongar el anterior enuna dirección curiosa. Cohen se planteaahora si una persona puede ser igualitariay rica a la vez 13. Adviértase que, en suescrito previo, Cohen se preguntaba acercade los requerimientos de la justicia sobrelos individuos, dentro de una sociedad quepretende ser considerada justa. Ahora supreocupación es más específica: Cohenpiensa en sociedades «reales», distintivamente injustas, y en individuos concretos,sujetos que se reivindican como igualita-
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ríos y que disfrutan a la vez de una situación económica holgada. Y se pregunta:¿Cuáles son las demandas de la justiciasobre los que profesan el igualitarismo, enuna sociedad injusta? ¿Corresponde queellos apliquen, sobre sus propias vidas, lasnormas de igualdad que prescriben parael gobierno? Cohen entiende que sí y porello, en este reciente trabajo, trata dedefender dicha intuición frente a comunesargumentos en contrario (que las donaciones que uno pueda hacer en favor de losmás desaventajados constituirían una «mera gota en el océano;» que ellas podríanser, además, contraproducentes; que ladesigualdad social principal, que es la desigualdad de poder, permanecería de todosmodos inalterada; que tales exigenciassobre los individuos impondrían tales cargas psicológicas que se terminarían convirtiendo en opresivas; que la autoexpropiación produce una sensación de indignidad; que lo que uno pueda entregar alos demás no hace diferencia en las divisiones sociales que la desigualdad genera,etc.). Nuevamente, en este caso, su plan-
tea miento es -en última instancia- crítico frente al enfoque general de Rawls,Lo que le interesa mostrar a Cohen, loque se empeña en señalar, es que las exigencias de la justicia no se agotan con lajusticia de la «estructura básica» de unasociedad.
En su progresiva estrategia de acercamiento y crítica a Rawls, Cohen ha demostrado otra vez el poderío de su capacidadde análisis. Nosotros no sabemos -y posiblemente él tampoco lo sepa- cuál serála «parada finab de sus objeciones, cómoterminará su examen sobre la teoría deRawls. Pero esta incertidumbre constituye-quizá- 10 primero que debamos celebrar de los escritos de este autor, y juntoa ello, también, su ánimo radical y desprejuiciado, su libertad para someterlotodo a crítica. Es de agradecer, por lodicho, que Cohen continúe llevando adelante sus investigaciones del modo en quelo viene haciendo.
Roberto Gargarella
NOTAS
1 Robert Nozíck, Anarchy, Sta/e and Utopia (New
York, 1974). Sus estudios sobre el marxismo quedaron
resumidos, en parte, en Karl Marx's Theory of History:A Defense (Prineeton University Press, 1978), así como
en History. Labour, and Freedom: Themes from Marx
(Oxford Univcrsity Prcss, Oxford, 1988).
Z G. A. Cohen, Self-Ownership, Freedom, and Equa
lit)' (Cambridge Uníversity Press, 1995).
3 John Rawls, A Theory 01Justice (lIarvard Uníversity Press, 1971).
4 Tal vez, para el caso de Cohen, el apelativo «igua
litario radical» sea más apropiado que el de «marxista»
(que empleó en ocasiones para describir su posición
ideológica), si nos atenemos a algunos de sus últimos
trabajos. Ver, por ejemplo, «Equality as Fact and as
Norm: Reflection on the (partial) Demise of Marxism»,
manuscrito, Oxford Uníversity, 1993.
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, Un pionero trabajo de Cohen, en esta dirección,es el excelente "On thc Currency of Egalitarian Justice», Ethics 99/4, 1989, pp. 9Q6-944.Luego, deben verse, por ejemplo, G. Cohen, «Incentives, Inequality andCornmunity», en Grethe Peterson (ed.), The TannerLectures on Human Values, vol. 13 (Salt Lake City:University of Utah Press, 1992); «Thc Pareto Argument for Inequality», Social Philosophy "nd Policy, 12(invierno de 1995); «Where the Action [5: On the Siteof Distríbutive Justice», Philosophy and Public Affoirs,
vol. 26, núm. 1, 1997,pp. 3-30; «If you're an Egaíitarian,HowCome You're so Rieh?», manuscrito, Oxtord Uní
versity, junio 1997.6 Ver, por ejemplo, Allen Buchanan, Marx and Jus
(ice:TheRadical Critique 01Liberalism (Methuen, Londres, 1982).
7 Más aún, en el propio Marx son habituales lasreferencias a la justicia en tono despectivo. Así, sus
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críticas a la misma como «sinsentído ideológico», o"basura verbal». Ver, por ejemplo, Alíen Buchanan.Esto llevó a que muchos autores vieran en Marx unenemigo de toda teoría de la justicia. Así, por ejemplo,Robcrt Miller, Analyzing Marx (Princeton U. P., Princeton, NJ, 1984).
8 «On the Curreney...»; op. cit.
, G. Cohen, «On the Currcncy...», p. 915.10 Me refiero al trabajo ya citado, «Incentives...».
ti Éste es el punto central de «Whcrc the ActionIs...»,op. cit.
12 «Where the Action Is...», p. 3.I> Me refiero a «If you're an Egalitarian...»,
PACTOS SIN ESPADA: DEL EGOÍSMO A LA MORALIDAD
DAVID P. GAUTHIER: Egoísmo, moralidad y sociedad liberal, Paidós, Barcelona,1998.
Desde que en 1950se formuló por primeravez el problema popularmente conocidocon el nombre de «Dilema del prisionero»han sido muchos los teóricos sociales que,desde diversos campos, han dedicado suatención al estudio de este problema y susdistintas implicaciones. No es para menos.Lo que en un principio se planteó comoun juego de estructura simple y desconcertante no tardó en revelarse como unarepresentación de un problema muy realque se plantea con indeseada frecuenciaen el curso de nuestras interacciones.David Gauthier es uno de estos teóricos,y tanto la profundidad y complejidad desus análisis corno la originalidad y radicalidad de su postura hacen de él una referencia obligada para todos los que mostramos interés por estas cuestiones.
Cuenta Gauthier en uno de los artículosrecogidos en libro que nos ocupa, concretamente en «El egoísta incompleto», quecorría el año 1965 cuando, con motivo deuna conferencia ofrecida en la Universidadde California, oyó hablar por primera vezde este Dilema. Ya entonces dedicaba suatención a uno de los problemas que hanmarcado las líneas de su investigación filosófica, el conflicto entre las razones dictadas por el autoínterés y otras «razones
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superiores» y, según él mismo refiere, susreflexiones se perdían «en un laberinto depalabras». Cuando alguien le dibujó lamatriz que representa el Dilema y le hizonotar que era del Dilema dc lo que estabahablando, dice que miró «Y fue como sicayeran las escamas de mis ojos y recibieran la vista». La anécdota no es banal, ytodos los que nos hemos ocupado de problemas filosóficos parecidos podríamosnarrar nuestro primer contacto con el Dilema en términos similares. Y tales problemas, lejos de ocupar un puesto marginaldentro de la Ética, se encuentran en sumismo centro. Son viejos conocidos de lafilosofía moral y atraviesan gran parte desu historia expresados, según las épocasy las corrientes de pensamiento, con paresde términos que abarcan desde «virtudfelicidad» hasta «felicidad individual-felicidad general» o «voluntad general-voluntad individual», Expresan una cuestión clave: si los dictados de la moralidad son, almenos en ocasiones, contrarios a lo que,en términos generales, podríamos llamar«mis intereses», ¿por qué he de aceptarlos?¿dónde reside su fuerza motivadora?
Gauthier señala este problema como eltema principal de sus investigaciones, y loformula en términos de la reconciliaciónde la moralidad y la racionalidad, e intentatal reconciliación partiendo de las nocionesintuitivas de racionalidad y moralidad Ydelhecho incuestionable de que tales nociones
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no sólo son distintas, sino también conflictivas. El concepto de racionalidad práctica que recoge tal noción intuitiva es elque, formulado por la teoría económica,se utiliza habitualmente en las cienciassociales e identifica la conducta racionalcon la conducta maximízadora de la utilídad individual. Por otro lado, la moralidad es entendida como un conjunto denormas que, por medio de prohibicioneso recomendaciones, restringen la persecución del interés individual. Naturalmente,y tal como sucede a nivel intuitivo, las recomendaciones de la racíonalidad y de lamoralidad así entendidas entran a menudoen conflicto.
Constatar la existencia de tal conflictoes para Gauthier sólo un primer paso enel camino de la reconciliación propuesta.y la reconciliación ha de darse en un territorio compartido. En efecto, si la racionalidad tiene que ver con nuestros intereses y la moralidad ha de tener un fundamento racional, habrá que mostrar que,de algún modo, las restricciones en la persecución de nuestros intereses propuestaspor la moralidad han de tener su fundamento en esos mismos intereses. Y es eneste punto donde Gauthier centra su interés en la Teoría de Juegos y, más concretamente, en las enseñanzas que puedenextraerse de una situación como la representada en el Dilema del prisionero.
La importancia de este dilema para ladiscusión sobre la posible reconciliaciónentre racionalidad y moralidad es, sin dudaalguna, extraordinaria, y así 10 han vistomuchos filósofos morales contemporáneos. El dilema muestra una situación deinteracción estratégica en la que si todoslos agentes intentan mediante su conductamaximizar la consecución de sus intereses,el resultado es peor para todos de lo quepodría ser. Dicho en términos técnicos, elresultado del juego para jugadores racionales es un equilibrio subóptimo. Y dichoen términos no técnicos, lo que sucede esque si todos buscan su propio interés, todos
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salen peor parados, en términos de sus propios intereses, de lo que lo estarían si secomportaran de otro modo: la racionalidadles cuesta un precio en términos de suspropios intereses. Les iría mejor si no sefijasen sólo en la satisfacción de sus propios intereses y tomaran también en cuentalos de los demás. Les iria mejor si cooperasen. Pero la racionalidad parece pedirles que no cooperen. He aquí el dilema.
El problema planteado es, como ya seha dicho, viejo. Hobbes reconocería el dilema como aquel que lleva al individuo presocial a establecer una sociedad y unasleyes, a establecer un pacto, reconociendoque la lucha sin cuartel por la supervivenciaconduce a la guerra perpetua y a la muerte.y es que la persecución de lo que queremos es a veces contraproducente. Elindividuo racional lo sabe, y su razón leurge a encontrar un camino. Y 10primeroque le indica es que debe evitar encontrarse en ese tipo de situaciones. Las soluciones clásicas (u ortodoxas, como gustade decir Gauthier) son básicamente dos:podemos establecer pactos y hacer su cumplimiento obligado mediante el uso de sanciones externas (pactos con espada, tanqueridos por Hobbes) y podemos ínteriorizar pautas de conducta que actúen comosanciones internas. El resultado de ambosmétodos es el mismo: los pagos que aparecen en la matriz que representa el dilema, y que reflejan las ganancias en términos autointeresados de los jugadores,quedan alteradas de tal modo que 10 queles dicta la razón, para maximizar sus propios intereses, es cooperar. Ambos caminos presentan dificultades, ya que no siempre es fácil o ni siquiera posible anularde este modo el dilema. Quizá podamosevitar por estos medios algunas de lassituaciones conflictivas, pero no todas, yquizá no las más importantes.
¿Qué más podemos hacer? La respuesta, de muchos teóricos es que poco o nadamás. Evitarlas cuando es posible y el costoes razonable y, por lo demás, asumir el
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dilema: si cooperáramos nos ma mejor,pero cooperar es irracional. La respuestaortodoxa puede hacerse extrema (tal ycomo la analiza Gauthíer en «Asegurar yamenazar», también recogido es este volumen) y decir que, si fuera posible, seríaracional que nos volviésemos irracionalesy cooperáramos. Pero la cooperaciónseguiría marcada por el estigma de la irracionalidad.
En su respuesta a esta pregunta, planteada tanto en «Asegurar y amenazar»como en «El egoísta incompleto», Gauthiel" se desmarca de la ortodoxia con unapropuesta original y atractiva: podemoshacer mucho más, podemos mostrar quelo racional es cooperar. Desde luego, tradicionalmente se admite que esto es asíen algunas ocasiones, a saber, aquellas enlas que los mismos jugadores saben qucvan a enfrentarse un número indefinidode veces a situaciones de dilema. En estoscasos, conceptos tales como «reputación»y «fama» cobran pleno sentido: es racionalcooperar y cumplir los pactos, aun enausencia de espadas, porque si no lo hagonadie se fiará de mí la próxima vez y 10que gano defraudando en esta ocasión 10pierdo con creces en las ulteriores empresas cooperativas de las que me veré excluido. No es un juego simple. Puede contemplarse como un juego con distintas etapasy lo racional es fijarme, no sólo en lo quegano en esta batalla, sino en lo que ganoo pierdo en toda la guerra. Esto sucedeporque en estos casos de dilema iterativodesaparece una de las condiciones quehacen posible el dilema: que lo que yo hagano afecte de ninguna manera a lo quehagan los otros.
La propuesta de Gauthier va más allá:«El fundamento para preferir la cooperación condicional al egoísmo no dependede la suposición de que se pueden obtenerbeneficios a largo plazo gracias a la reputación adquirida a base de decisiones cooperativas. Mi argumento es aplicable a unconflicto que ocurra una sola vez,» Estas
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palabras, extraídas de «El egoísta incompleto», nos hacen ver la magnitud y elalcance de la propuesta de Gauthíer. Ensu obra principal, Moral por acuerdo, traducida al castellano por Gedisa, la profundización en esta idea le lleva a desarrollar una teoría moral como parte de la elección racional. Y distingue (con razón) esteproyecto de otros similares, como los llevados a cabo por Rawls o Harsanyi, enla medida en que para él esta relación esmáxima: para elegir racionalmente hay queelegir moralmente.
Por descontado, la racionalidad no exigemantenerse fiel atado tipo de acuerdos,ni siquiera a aquellos acuerdos a los quees racional llegar. Pero sí exige mantenerciertos acuerdos, a saber, aquellos a losque llegarían unos agentes racionales que,libremente y sin coacción, tuvieran queacordar los términos de su interacción. Deeste modo, el proyecto de Gauthier le llevaa una justificación contractualista de lamoral y de la sociedad, analizadas respectivamente en «Justicia y dotación natural»y «Contractualismo político», los otros dostrabajos que completan este volumen.
El argumento de Gauthier para defender que, en el caso de estos acuerdos, laracionalidad exige la cooperación, aun enel caso de un dilema no iterativo, es complejo, pero puede resumirse, aun a riesgode una simplificación excesiva, del modosiguiente. Supongamos que tenemos queelegir entre ser cooperadores o no serlo.Los cooperadores pueden beneficiarse dela participación en los beneficios de lasempresas cooperativas. Parece que loracional es que seamos cooperadores.Nuestro talante cooperador, para serracional, habrá de ser, desde luego, condicional: será racional estar dispuesto acooperar a condición de que los demásinvolucrados tengan una disposición similar. Y aquí aparece uno de los puntos sinduda más problemáticos de la argumentación. ¿Cómo reconocer a los agentes queestán también condicionalmente dispues-
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tos a cooperar? A menos que los cooperadores potenciales sean capaces de reconocerse mutuamente en una sola jugada.su disposiciónpodría resultarles claramenteperjudicial. En Moralpor acuerdo Gauthicrutiliza un término muy ilustrativo para estacapacidad: los agentes racionales, si bienno son transparentes, no son tampoco opacos: son translúcidos.
¿Lo somos? ¿Tenemos o podemosdesarrollar algo similar al don de Pinochoque haga nuestras intenciones patentes alos demás? ¿Podemos saber, al menos conuna probabilidad razonable, con quién nosla jugamos en cada caso?
Gauthier reconoce que ésta es una cuestión empírica. Lo importante es poder afirmar que, dados los beneficios de la cooperación, los agentes racionales desarrollarán en lo posible métodos para reconocer a posibles cooperadores y darse aconocer a ellos. ¿No sería más racional,es decir, mejor para nosotros, aprender amentir de un modo satisfactorio y, por asídecirlo, sin rubor? Pero si nos acercáramosa la opacidad, los beneficios de la coope-
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ración volverían a estar fuera de. nuestroalcance.
La importancia del proyecto de Gauthier es difícil de exagerar, incluso paralos quc pensamos que plantea aspectos enextremo problemátícos. Los artículos recogidos en este volumen son representativosde sus posiciones más características y, apesar de su farragosidad ocasional (notable en el caso de «Asegurar y amenazar»),es una excelente introducción para los quedesconozcan su obra y un complementoen extremo útil y aclaratorio para los queya conozcan su Moral por acuerdo, y nadieque se interese por los problemas característicos de la ética y la filosofía políticacontemporáneas debería perderse su lectura. Y, al hacerlo, no deberían perder devista las palabras con las que Gauthier termina su introducción a este volumen: «Entendidos como una tarea en marcha, talvez estos ensayos animen al lector a responder y a unirse, así, a esta conversaciónque llamamos filosoña.»
BlancaRodriguez L6pez
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