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Autora: Erica Alejandra Mina González.
Programa académico: Historia, sede Cali.
Tipo de trabajo de grado: Monografía.
Título: Paramilitarismo, violencia y subjetividad. El caso de
Saja Jhoanna Kaim Muñoz, 2000.
Resumen: El fenómeno paramilitar puede ser entendido como
un diálogo de agentes polimorfos que dotan a la experiencia
que componen de elementos maquínicos, los cuales suponen
su interpretación relacional de acuerdo con dimensiones
tempo espaciales. La presente monografía es el resultado del
análisis sobre el fenómeno paramilitar en Colombia. Luego
de una exploración teórica sobre el concepto de
paramilitarismo, a partir de un análisis historiográfico, es
desarrollado un estudio de caso sobre la desaparición de Saja
Jhoanna Kaim Muñoz, en el departamento del Chocó, que
ayuda a contrastar la realidad y la teoría de la violencia en el
marco del conflicto armado colombiano. El estudio dilucida
una apreciación entre la subjetividad y la difusividad de la
violencia, el conflicto y el paramilitarismo, como concepto y
realidad social.
Palabras clave: paramilitarismo, violencia, Colombia,
máquinas de guerra.
PARAMILITARISMO, VIOLENCIA Y SUBJETIVIDAD: EL CASO DE SAJA
JHOANNA KAIM MUÑOZ, 2000
ERICA ALEJANDRA MINA GONZÁLEZ
UNIVERSIDAD DEL VALLE
FACULTAD DE HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
SANTIAGO DE CALI
2021
PARAMILITARISMO, VIOLENCIA Y SUBJETIVIDAD: EL CASO DE SAJA
JHOANNA KAIM MUÑOZ, 2000
ERICA ALEJANDRA MINA GONZÁLEZ
TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE HISTORIADORA
DIRECTOR: MAURO VEGA BENDEZÚ
UNIVERSIDAD DEL VALLE
FACULTAD DE HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
SANTIAGO DE CALI
2021
Paramilitarismo, violencia y subjetividad
El caso de Saja Jhoanna Kaim Muñoz
~
A mi mamá,
María Teresa González Mina.
Tabla de contenido
Introducción .......................................................................................................................... 1
Capítulo I. Nombrar al paramilitarismo: hacia la conceptualización del fenómeno ..... 5
1.1. Introducción ............................................................................................................. 5
1.2. Elementos para interpretar lo paramilitar ............................................................... 7
1.1.1. Paramilitarismo, marco jurídico, geopolítica y Estado ..................................... 9
1.1.2. Paramilitarismo polarización, competencia y fragmentación ........................ 17
1.1.3. La difusa independencia del paramilitarismo respecto al Estado ................... 19
1.1.4. El narcotráfico y su incidencia en el paramilitarismo .................................... 20
1.1.5. Interpretaciones otras ...................................................................................... 22
1.1.6. Autores-actores otros ...................................................................................... 28
1.1.6.1. La alteridad como principio nominal ...................................................... 28
1.2. Interpretaciones en contexto .................................................................................. 32
1.3. Paramilitarismo como máquina de guerra ............................................................ 39
Capítulo II. Paramilitares, violencia paramilitar y modalidades de victimización.
Sujetos y objetos en cuestión ............................................................................................. 45
2.1. Introducción ........................................................................................................... 45
2.2. El paramilitar: pluralidad, alteridad e identidad .................................................... 46
2.2.1. Yo, paramilitar: elementos para el análisis del sujeto paramilitar .................. 52
2.2.1.1. Cualitativamente hablando ...................................................................... 52
2.2.1.2. Cuantitativamente hablando .................................................................... 54
2.3. La violencia como objeto, diálogos con la subjetividad ........................................ 61
2.3.1. Daños colaterales. Los enemigos otros........................................................... 63
2.3.2. Algunas modalidades de victimización .......................................................... 69
2.3.2.1. Asesinato selectivo .................................................................................. 70
2.3.2.2. Despojo.................................................................................................... 71
2.3.2.3. Desaparición forzada ............................................................................... 71
2.3.2.4. Masacre ................................................................................................... 73
Capítulo III. Kaim Muñoz, Saja Jhoanna ........................................................................ 81
3.1. Introducción ........................................................................................................... 81
3.2. Lacrimar: “imágenes tendientes a desaparecer” .................................................... 82
3.2.1. Lacrimarios ................................................................................................. 85
3.3. Estudio de caso ...................................................................................................... 91
3.3.1. Saja Jhoana Kaim Muñoz ............................................................................... 92
3.3.2. La masacre ...................................................................................................... 97
3.3.2.1. El territorio: Bajo Baudó pluriétnico y multicultural .............................. 97
3.2.2.1.1. Los Emberá Katío ............................................................................... 100
3.2.2.2. Bloque Pacífico-Héroes del Chocó ....................................................... 107
Conclusiones ...................................................................................................................... 111
Difusividad y discursividad ............................................................................................ 111
Instrumentalización de la violencia ................................................................................ 112
Bibliografía ........................................................................................................................ 121
Índice de ilustraciones Ilustración 1 Excepcionalidad y agenciamiento. Elaboración propia. .............................................. 42 Ilustración 2 Escalas relacionales. Elaboración propia. .................................................................... 53 Ilustración 3 Estadísticas paramilitares del CNMH (2019) ............................................................... 55 Ilustración 4 Esquema Lacrimarios ................................................................................................... 87 Ilustración 5 Lacrimarios .................................................................................................................. 91
Índice de tablas
Tabla 1 Normas de Seguridad Estatal hasta 1990 ............................................................................. 15 Tabla 2 Una tipología del paramilitarismo. ....................................................................................... 23 Tabla 3 Número de personas entrevistadas relacionadas con factores de vinculación ..................... 60 Tabla 4 Acciones cometidas .............................................................................................................. 60 Tabla 5 Territorios del Bajo Baudó ................................................................................................. 102
1
Introducción
“la naturaleza de la visión del pasado presentada en un trabajo histórico es
definida exactamente por el lenguaje empleado por el historiador en su
trabajo histórico. A causa de la relación entre la visión historiográfica y el
lenguaje empleado por el historiador para expresar esta visión –una relación
que en ningún lugar se cruza con el ámbito del pasado– la historiografía
tiene la misma opacidad y dimensión intencional que el arte”.1
Frank Ankersmit
He aquí una fuerte intención por encontrar en el paramilitarismo un objeto histórico
multiforme que en un vaivén de subjetividades da cuenta de espacios sociales, ejercicios de
poder y tecnologías de la violencia. Una suerte de arte sobre un lienzo sucio2.
Esta monografía pretende explorar las formas discursivas del paramilitarismo
colombiano y su accionar, atendiendo a sus transformaciones en el tiempo y en el espacio, a
través de la identificación de sus agentes, los procesos de victimización y su cercanía con la
política y lo político, entendida la primera como “el conjunto de prácticas e instituciones que
intentan expresar o representar a lo político”3, siendo esto último la dimensión del encuentro
con el otro. Todo dentro de una lectura de los márgenes del Estado y la constante redefinición
de este que nos convocó a un ejercicio etnográfico centrado en los sujetos y su movilidad.
Buscamos entrever los grados de trasgresión de la violencia, sin olvidar que vivimos
en un mundo que parece haber superado las barreras interpretativas que se erigen desde la
cientificidad, donde se hace importante no caer en los juegos de la ultra especialización para
enriquecer las reflexiones y, en esa medida, validar los aportes que diferentes sectores
sociales –no exclusivamente concentrados en la academia– hacen, en vías de sumar a la
1 Frank Ankersmit, “Historiografía y posmodernismo”, Historia social, N°. 50 (2004): 15. 2 Sucio como un palimpsesto, no a la luz de la moral. 3 Dario Sztajnszrajber, “Deconstruir la política”, Tiempo Argentino, 28 de octubre de 2016.
La definición es muy cercana a lo que dice Pierre Rosanvallón: “lo político califica el proceso por el cual un
agrupamiento humano, que no es en sí mismo más que una simple población”, toma progresivamente los rasgos de
una verdadera comunidad. Una comunidad de una especie constituida por el proceso siempre conflictivo de la
elaboración de las reglas explícitas o implícitas de lo participable y lo compartible y que dan vida a la forma de la
polis” en: Pierre Rosanvallón, Por una historia conceptual de lo político (México: Fondo de Cultura Económica,
2016), 16.
2
interpretación y transformación de la realidad; de ahí que acudimos al llamado de un mundo
inter e hiperconectado no solo desde las producciones intelectuales, sino también desde las
experiencias de una sociedad atravesada por los impactos de las expresiones de su conflicto.
No nos concentraremos en conceptos estáticos y, si bien nuestro objeto de estudio
gravita dentro del universo de conflictos, en plural, además de las violencias relacionadas
con procesos internos y externos que hablan de la interconexión, asumimos el conflicto como
una dinámica inacaba, latente y excepcionalmente escabrosa que no tiene nombre,
sencillamente por la intención, manifiesta en autores como Gonzalo Sánchez4, de hacer de
las investigaciones al respecto un espacio abierto, casi sin principio o fin, para esquivar las
dicotomías e integrar sus elementos a reflexiones diversas.
No obstante, creemos prudente fijar unos marcos desde los cuales el lector sabrá que
nos referimos a las expresiones del conflicto colombiano reciente, sin embargo lo hacemos
permitiéndonos flexibilidad sobre los conceptos que existen para abortarlo; vacilando entre
unos y otros recurrimos a la idea que en el año 2006 planteó Francisco Gutiérrez Sanín y
Gonzalo Sánchez5, para decir que lo que pasa en Colombia es un conflicto innombrable, no
la luz de la imposibilidad que puede suponer el categorizarlo, sino sobre el reconocimiento
ético, político y estético de las formas de la violencia, el diálogo social, la política, lo político
y los repertorios sociales que relatan las agendas públicas y mediáticas, la disciplina histórica,
las humanidades y las ciencias de la sociedad, la memoria y la cotidianidad del pueblo
colombiano.
Por otro lado, es prudente, antes de reflexionar sobre el conflicto y sus expresiones,
sin caer en determinismos, pensar la nación y su diversidad6 en función de las características
de sus fenómenos sociales, de acuerdo con las variantes disciplinares por excelencia –tiempo
y espacio– y los diálogos que desde allí se entablan con el Estado. En atención a ello, hemos
asumido que los agentes que protagonizan los conflictos, a excepción del Estado, son figuras
4 Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia (Medellín: La Carreta Editores, 2014). 5 Francisco Gutiérrez (coord.), Nuestra guerra sin nombre. Transformaciones del conflicto en Colombia (Bogotá:
Norma, 2006), 8-18. 6 Geográfica, principalmente, y su articulación en dinámicas glocales.
3
móviles, inacabadas y enteramente adaptativas, en relación con los espacios que pueden
ocupar dentro de la sociedad y, en general, dentro de un mundo interconectado que ha
habilitado discursivamente posiciones dentro de demandas y tensiones que expresan lo
político. De esta manera, confiamos en la revisión de las relaciones sujeto-sujeto7, para la
interpretación de las particularidades que integran la complejidad del conflicto.
¿Qué rodea a la singularidad de los agentes dentro de ese conflicto?, ¿cómo estos se
expresan y por qué? y ¿cómo pueden ser nombrados?, son algunas de las preguntas con las
que partimos hacia la exploración historiográfica del paramilitarismo, con un acento en los
asuntos públicos que se posicionan y adquieren un interés general en un contexto específico
–agenda pública– y los efectos de la construcción mediática de los mismos con fines
comunicacionales –agenda mediática–.
Documentación jurídica, publicaciones periódicas, informes, balances y textos
académicos, encabezan la lista de recursos documentales aquí empleados; estos, junto a
ejercicios de memoria y entrevistas, permitieron el desarrollo de una etnografía que
consignará en un estudio de caso lo identificado. Los resultados de investigación estarán así
dispuestos: en un primer momento tendrá lugar una revisión bibliográfica que utiliza a los
conceptos como excusa, para entrever procesos que tienen lugar en la configuración de
identidades y matrices discursivas del paramilitarismo; tras esto, en un capítulo contextual
nos detendremos en el sujeto paramilitar y el accionar del paramilitarismo, toda vez que nos
permite sumar elementos para la final lectura de un caso de victimización.
~
[…] estamos ante una guerra de dos épocas –de la guerra fría y la posguerra fría–, interna, de
carácter insurgente, de naturaleza ideológica y política, de multiactores, en acelerado proceso
de degradación y atravesada por los intereses de la economía del narcotráfico. Aunque se
trata de una guerra interna la presencia del narcotráfico y la localización de escenarios de
guerra en las fronteras le confieren dimensión internacional con fuerte incidencia regional.8
7 Al margen de las relaciones sujeto-objeto que establecen la pasividad del segundo sobre las capacidades del primero. 8 Jaime Zuluaga, “Orígenes, naturaleza y dinámica del conflicto armado” en: Fabio Velásquez (coord.), Las otras
caras del poder. Territorio, conflicto y gestión pública en municipios colombianos (Bogotá: Deutsche Geselleschaft
für Technische Zusammenarbeit – Foro Nacional por Colombia, 2000), 52.
4
La tensión entre delito común y delito político atraviesa la identidad del
paramilitarismo como actor armado; en el encuentro de su dimensión como fenómeno, en
donde surge el desdibujamiento de identidades y la continua creación de vínculos que nublan
su norte, mientras las ramificaciones apartan la generalidad como elemento explicativo,
aparece también un abanico de formas de proceder e intereses que responden a lo paramilitar.
En ese sentido, ¿cómo el paramilitarismo se convierte en un fenómeno?, ¿cómo los procesos
que en él tienen lugar deben ser interpretados sobre la territorialidad? y ¿cómo la generación
de víctimas involucra a la política y lo político?
5
Capítulo I. Nombrar al paramilitarismo: hacia la
conceptualización del fenómeno
1.1.Introducción
En el año 2005 el gobierno colombiano, en cabeza del presidente Álvaro Uribe Vélez,
ratificó, mediante la Ley 9759, el Acuerdo de Santafé de Ralito de 2003, fruto de
negociaciones con las Autodefensas Unidas de Colombia. Hecha la movilización jurídica
para amparar la desmovilización de 31.67110 combatientes, solo el 11% fue postulado al
amparo de Justicia y Paz, de acuerdo con su participación en los siguientes delitos: concierto
para delinquir simple o agravado, utilización de uniformes e insignias, utilización ilícita de
equipos transmisores o receptores y porte ilegal de armas de fuego o municiones de usos
privativo de las Fuerzas Armadas o de defensa personal11, en otras palabras, 3.666 personas
fueron vinculadas a un procesamiento penal especial, por parte de la Fiscalía General de la
Nación, dadas sus acciones delictivas.
Sobre el total de postulados, el 3,4%, es decir, 125 excombatientes, al 2015 –diez
años después de la puesta en marcha de la legislación–, fue incluido en las treinta y tres
sentencias emitidas a esa fecha, tras un proceso en donde se decidió sobre su responsabilidad
penal, individualizando la pena ordinaria y otorgando penas alternativas12. Ante estas cifras
ilustrativas, más allá de ser precarios los resultados del proceso, surgen un par de
9 También conocida como “Ley de Justicia y Paz”, “por la cual se dictan disposiciones para la reincorporación de
miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución
de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios”. 10 Ministerio de Justicia y del Desarrollo, La ley de Justicia y Paz y el regreso a la vida civil: régimen de libertades,
resocialización y reintegración de personas postuladas (Bogotá: Ministerio de Justicia y del Derecho – Organización
Internacional para las Migraciones USAID, 2015), 13. 11 Verdad Abierta, La magnitud de los crímenes develados por Justicia y Paz, https://verdadabierta.com/la-magnitud-
de-los-crimenes-develados-por-justicia-y-paz/ 12 El proceso de sometimiento a la Ley de Justicia y Paz contó de ocho etapas, siendo la generación de sentencias la
última: (i) desmovilización, (ii) postulación, (iii) versión libre –“escenario en el cual los postulados declaran ante la
Fiscalía General de la Nación –FGN– las circunstancias de tiempo, modo y lugar de ocurrencia de los hechos
delictivos”– , (iv) audiencia de formulación de imputación, (v) etapa de investigación y verificación por parte de la
FGN, (vi) audiencia concentrada de formulación y aceptación de cargos, (vii) incidencia de reparación integral y (viii)
sentencia.
6
consideraciones sobre su naturaleza y los lugares desde donde la política ha acudido a lo que
podríamos llamar “resolución de problemas”:
Los primeros momentos de los acercamientos entre el gobierno y las Autodefensas,
fijaron el carácter sedicioso de los desmovilizados y apelaron institucionalmente a su
tratamiento como actores políticos del conflicto, al asimilar los delitos comunes como delitos
políticos13. Más tarde, en el año 2007, la Corte Suprema de Justicia, máximo tribunal de la
justicia ordinaria colombiana, bajo fundamentos constitucionales sostiene que
Debido a que los hechos delictivos cometidos por cuenta o en nombre de los paramilitares no
fueron ejecutados con el propósito de atentar contra el régimen constitucional y legal vigente,
con denunciado apoyo de importantes sectores institucionales y procurando obtener
beneficios particulares, pretender que una norma identifique como delito político conductas
claramente señaladas como delitos comunes resulta contrario a la Constitución vigente,
desconoce la jurisprudencia nacional y contradice la totalidad de doctrina nacional y
extranjera.14
Es decir que la Corte frenó el alcance del tipo penal por el que se había tratado a los
desmovilizados –no de manera retroactiva– y derogó uno de los “principios de favorabilidad”
del Acuerdo. Llegados a este punto, las fórmulas de los órganos llamados a proceder en
conformidad con Justicia y Paz nos permiten pensar en el presente histórico de la derogación
y los móviles de los tratamientos dados académica, mediática, social y políticamente al
paramilitarismo que, entre otras cosas, se funde terminológicamente con conceptos cercanos
a la autodefensa.
En las siguientes líneas, nos disponemos a revisar el espiral de nociones que pueden
ayudar a representar a las AUC de formas tan diversas y políticamente opuestas; no
13 En el artículo 71 de la Ley de Justicia y Paz se lee: “También incurrirá en el delito de sedición quienes conformen
o hagan parte de grupos guerrilleros o de autodefensa cuyo accionar interfiera con el normal funcionamiento del
orden constitucional y legal. En este caso, la pena será la misma prevista para el delito de rebelión. Mantendrá plena
vigencia el numeral 10 del artículo 3 de la Convención de las Naciones Unidas Contra el Tráfico Ilícito de
Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, suscrito en Viena el 20 de diciembre de 1988 e incorporado a la
legislación nacional mediante Ley 67 de 1993”. Ley 975 de 2005, 25 de julio de 2005. Por la cual se dictan
disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que
contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos
humanitarios. Diario oficial N°. 45.980. 14 Proceso N°. 26945, Corte Suprema de Justicia, Magistrados ponentes: Yesid Ramírez Bastidas y Julio Enrique
Socha Salamanca, 11 de julio de 2007.
7
precisamente para identificar los móviles del tratamiento reseñado arriba, sino para navegar
historiográficamente entre las formas dadas y adquiridas del paramilitarismo, presentando al
final una propuesta que atada a la filosofía pretende englobar la singularidad del fenómeno.
1.2.Elementos para interpretar lo paramilitar
El más ligero acercamiento al tema paramilitar sugiere una amplia revisión
terminológica hacia la comprensión del fenómeno. Las investigaciones históricas más
recientes sobre paramilitarismo15 han insistido en el examen de espacios geográficos y
temporales para señalar sus características a través de la identificación de agentes, acciones,
alianzas, lógicas y alcances operativos; consolidándose así la microhistoria como una
vertiente epistemológica para explicar la incidencia del fenómeno paramilitar, en diálogo con
la larga duración para matizar las raíces de los hechos estudiados. En consonancia,
académicamente, aparecen términos que anclan una estructura operativa, construida a través
de claros objetivos, con un singular estado de las cuestiones políticas, económicas y sociales
a las que responden. Es decir que lo paramilitar ha englobado una diversidad de formas
discursivas y acciones prácticas que han variado en el tiempo.
Lejos de tratarse de una “orgía semántica”, como lo referencia Fernando Cubides16,
los términos que integran la figura paramilitar dan cuenta de un gran esfuerzo explicativo
que se niega a vacilar ante las relatividades históricas y las singularidades de procesos que
solo desde la generalización podrían ser asumidos, en toda su extensión, como expresiones
de un único proceso social.
La historiografía colombiana, desde finales del siglo XX, ha señalado la diferencia
entre autodefensas y paramilitares, definiendo a las primeras como “grupos defensivos” y los
segundos como “grupos ofensivos”17, sin embargo, las acotaciones desbordan la
15 David Rodríguez Rodríguez, “Historia reciente del fenómeno paramilitar (1994-2007). Las historias de los Bloque
Elmer Cárdenas y Central Bolívar de las AUC” (tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2015),
bdigital.unal.edu.co/52990/1/80075392.2016.pdf 16 Fernando Cubides, Burocracias armadas. El problema de la organización en el entramado de las violencias
colombianas (Bogotá: Editorial Norma, 2005), 67. 17 Miriam Álvaro Rodríguez, “El poder paramilitar en Colombia o de cómo los paramilitares llegaron a cooptar el
Estado colombiano (1980-2010)” (tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2013),
https://eprints.ucm.es/23064/1/T34804.pdf. Fuera de la historiografía, a finales de la década de los 80, en Colombia,
8
diferenciación y sugieren una lectura disciplinar en función de sus particularidades que, a su
vez, parecen dependientes de espacios jurídicos y agendas mediáticas, como lo
relacionaremos más adelante.
Hacia 1992, por ejemplo, Carlos Medina Gallego, en una investigación ampliamente
referenciada, con ánimo de precisar términos, dirá que el paramilitarismo “es un fenómeno
estructural que surge y se ha desarrollado en la dinámica de la transformación social, como
resultado de la agudización de los conflictos de clase”18, prevaleciendo en su reflexión una
fijación por la llamada guerra sucia19, gerenciada por el Estado en el contexto de la Guerra
Fría; así mismo, dirá que las autodefensas obedecen a una ““estrategia de defensa”, en la cual
“todos” los pobladores se articulan a formas de organización para la defensa de una zona”20,
precisando, en esta definición, el carácter económico de la estrategia –habla puntualmente de
autodefensas ganaderas en el territorio de Puerto Boyacá–.
Como lo hace Medina, son las menciones al Estado, junto con un marco estructural-
estructurante que explica el paramilitarismo, al igual que la observación de dinámicas
regionales o locales, para el mismo efecto, dos de los tres referentes interpretativos presentes
en investigaciones sociológicas, politológicas e históricas que abordan el tema. En un tercer
momento, en esta relación de objetos y fenómenos, aparece también la incidencia de
economías ilegales, como el narcotráfico, como punto de partida de la explicación. Lejos de
ubicarse en un espacio específico, las tres responden a un entramado de nociones y
la agenda mediática se mostraba sumida en la discusión: un artículo de la revista Semana, del 31 de agosto de 1987,
titulado “¿Autodefensas o justicia privada?”, expone las opiniones de varios políticos del momento sobre la
controversia generada tras la aparición, en la pantalla chica, de “un nutrido grupo de hombres portando armas de
largo y corto calibre (…) mientras realizaban un entrenamiento al estilo militar”, entre ellas se lee las declaraciones
del entonces Ministro de Defensa Rafael Samudio: “si las comunidades, por una u otra razón se organizan, eso hay
que mirarlo desde el punto de vista de que es una organización cumpliendo, simplemente, con proteger su vida y sus
bienes, más no en actitudes ofensivas.” S.A, “¿Autodefensas o justicia privada?”, Semana, 31 de agosto de 1987.
https://www.semana.com/nacion/articulo/autodefensa-justicia-privada/9286-3 18 Carlos Medina, Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia: origen, desarrollo y consolidación: el
caso de Puerto Boyacá (Bogotá: Documentos Periódicos, 1990), 15. 19 La guerra sucia es descrita en 1987 por el entonces senador de la república Horacio Serpa como un espacio de
afectación en la que “están interviniendo de manera intemperante algunos sectores extremistas, afectando la vida
nacional y por supuesto, lesionando en materia grave a diferentes expresiones políticas. (…) En Colombia realmente
se ha institucionalizado por la vía de los hechos el delito de opinión, y se lo ha venido sancionando drásticamente,
nada menos que con la pena de muerte” 20 Ibíd., 184. Resaltado fuera del texto.
9
discusiones inacabadas que dialogan, en multiplicidad, con contextos internos y externos, por
lo cual, no se deberá entender la numeración que presentamos como un orden lógico de
constitución, así como tampoco se ha de leer al unísono términos como autodefensas, grupos
de justicia privada, paramilitares, narcoterroristas y narcoparamilitares, como lo hemos
venido insistiendo.
De acuerdo con lo anterior, las líneas que siguen buscarán exponer la diversidad de
interpretaciones sobre el paramilitarismo, en función de una aproximación al mismo como
fenómeno político e histórico, leído a través de vastas investigaciones. En el año 2007 el
politólogo Edwin Cruz ofreció un amplio estudio del abordaje metodológico, hipótesis,
enfoques y concepciones del paramilitarismo en Colombia21, a partir de ese trabajo, es
posible identificar, además de los tres referentes interpretativos de arriba, cuatro enfoques
para su clasificación, como lo establece también Raúl Zelik22:
1. Los paramilitares son un instrumento estatal de contrainsurgencia. 2. El paramilitarismo
obedece a alianzas regionales y a dinámicas de fragmentación. 3. El paramilitarismo terminó
independizándose del Estado y de las Fuerzas Militares. 4. El paramilitarismo solo puede ser
comprendido con base en la lógica económica del narcotráfico.
1.1.1. Paramilitarismo, marco jurídico, geopolítica y Estado
El Decreto 3398 del 24 de diciembre de 1965 es, según Manfredo Koessl, el “capital
simbólico para que, más adelante, [el paramilitarismo] pudiera irrumpir en el campo político
colombiano” 23; este guarda la disposición estatal de convocar a la “Nación entera” a la
defensa y movilización civil, no siendo estas “de incumbencia exclusiva de las Fuerzas
Armadas”24 y, en ese sentido, el Decreto cobra gran importancia al guardar una directriz
militar con fines estratégicos, única en el resto del siglo XX25. El Decreto, junto con otros
21 Edwin Cruz Rodríguez, “Los estudios sobre el paramilitarismo en Colombia”, Análisis Político, N°. 60 (2007):
117-134. 22 Raul Zelik, Paramilitarismo. Violencia y transformación social, política y económica en Colombia (Bogotá: Siglo
del Hombre Editores, 2015), 80. 23 Manfredo Koessl, Violencia y habitus. Paramilitarismo en Colombia (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2015),
144. 24 Decreto legislativo 3398 de 1965, Por el cual se organiza la defensa nacional. Diario Oficial N°. 31.842, 25 de
enero de 1966. 25 Francisco Leal Buitrago, “Una visión de la seguridad en Colombia”, Análisis Político, N°. 73 (2011): 8-9.
10
actos administrativos de la época (ver tabla N°. 1), hace parte de políticas de seguridad
asociadas a la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional26 “que concebía la nación
como un organismo amenazado por un enemigo que había infiltrado el cuerpo social, y de
una narrativa que hacía de los militares los defensores originarios de los valores
nacionales”27. Es decir que la agenda política dejó de concentrarse en la “Defensa Nacional”,
para dar forma a la “Seguridad Nacional”28.
La Ley 48 de 1968 convirtió este decreto en norma permanente y agregó a esta condición
otros 26 decretos expedidos bajo el estado de excepción. El Decreto 1573 de 1974, que
incluyó principios de la Doctrina de Seguridad Nacional, completó la matriz que orientó los
escasos planes de seguridad nacional hasta el final de siglo.29
La Guerra Fría, la Doctrina de Seguridad Nacional y las normativas de seguridad
establecidas desde la segunda mitad del siglo XX, conforman el contexto de las lecturas que
vinculan la emergencia y el marco legal que cobija la adscripción del paramilitarismo a las
luchas antisubversivas. Es así como este enfoque sugiere que, en Colombia, desde mediados
de los 70, (i) se ampliaron los marcos de acción civil y se permitió su coordinación homóloga
a las Fuerzas Militares; en ello recae (ii) la emergencia de un aparato discursivo que
implícitamente señala una particular situación política nacional: la construcción de un
adversario –interno o externo– que pone en cuestión la capacidad de las FF.MM. para
conservar el establecimiento.
Por otro lado, bajo una tendencia revisionista, los textos que ponen sobre la mesa los
procesos políticos nacionales –en constante diálogo con fenómenos internacionales, como la
Guerra Fría–, recurren a figuras de la modernidad, como la creación del Estado-nación y sus
26 Solo hasta 1974, el decreto 1573 (ver tabla 1), establece especificaciones sobre la Seguridad Nacional; pese al
espacio temporal entre este y el decreto 3398, encontramos que varios investigadores plantean una relación entre
ellos, mediada por las normas de la Doctrina de Seguridad Nacional y su aplicación en el Cono Sur y Brasil. Véase:
Francisco Leal Buitrago, La seguridad nacional a la deriva. Del Frente Nacional a la Posguerra Fría (Bogotá:
Alfaomega, 2002), 54. 27 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite: tortura, subjetividad y memoria en Colombia 1977-1982,
(Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016), 100. 28 Fórmulas que lejos de servir de manera nominal, suponen un cambio en la concepción del ejercicio de control, las
estrategias y ejercicios de las políticas públicas. Francisco Leal Buitrago, “Surgimiento, auge y crisis de la doctrina
de seguridad nacional en América Latina y Colombia”, Análisis Político N°. 15 (1992). 29 Francisco Leal Buitrago, “Ley de seguridad y defensa”, El Tiempo, 22 de septiembre de 2008, acceso el 10 de abril
de 2018, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3104004
11
tropiezos, para vincular desde la larga duración fenómenos estructurales que tejen, sobre el
Estado fallido que encarnaría el país, la discusión sobre la seguridad, el conflicto y sus
figuras. De esta forma, Marco Palacios plantea un déficit de la legitimidad y la soberanía
estatal, en medio de procesos internacionales como la guerra contra las drogas y el “Consenso
de Washington”30, los cuales desde 1950 generaron un ambiente óptimo para que afloren
narrativas de distribución de legitimidad entre la insurgencia y su contra.
Palacios señala que, hacia finales de siglo,
[…] algunos grupos paramilitares (como los hermanos Vicente y Calos Castaño) fundidos en
la cadena narcotraficante –cuando no eran su emanación directa–, imitaron más abiertamente
un discurso "populista" en relación con la víctima y hablaron de proteger al propietario
extorsionado, secuestrado, asesinado por la guerrilla, prueba evidente de que el Estado
colombiano era incapaz de cumplir la función constitucional básica de garantizar la vida,
honra y bienes de los ciudadanos.31
Como vemos, la Sentencia de Palacios vincula por un lado la lucha contrainsurgente
y por otro la incapacidad del Estado colombiano materializada en la fallida construcción del
monopolio de tenencia de las armas. Además, como hilo conductor, en su lectura, la violencia
publica32 colombiana y sus actores –en los que se destaca el paramilitar– está modelada por
“la formación inconclusa del Estado-nación”33 y la inoperancia de un contrato social
hobbesiano34 que resalta profundos problemas de clase. Hasta aquí, el paramilitarismo puede
entenderse como un fenómeno amplio y cambiante desde el cual se deduce un problema
estructural nacional que circunda la precariedad estatal y el desbordamiento de lo político
hacia clases dirigentes y políticas de gobierno.
30 Además de la Crisis del Movimiento Comunista Internacional (expresión burocrática que reemplazó a la Tercera
Internacional Comunista), París Mayo del 68, Guerra contra las drogas (1974-), comienzo de la “transición a la
democracia” y el triunfo sandinista. En: Marco Palacios, La violencia pública en Colombia 1958-2010 (México,
Fondo de Cultura Económica: 2012), 42. 31 Ibíd., 60. Resaltado fuera del texto. 32 Violencia pública responde, al entender de Palacios, a “toda forma de acción social o estatal por medios violentos
que requiera un discurso de autolegitimación”. Ibíd., 25. 33 Ibíd., 21. 34 “El conflicto armado inconcluso de los últimos sesenta años, prueba inequívocamente que el monstruo que
enfrentan los colombianos no es el Leviatán de Hobbes, que exige de entrada la igualdad de todos frente a él, sino un
Leviatán imaginario precisamente porque esa igualdad matricial no existe ni ha existido en Colombia.”, Ibíd., 26.
12
Continuo a la detección de problemas estructurales, Carlos Medina Gallego aborda
partes emblemáticas de la configuración paramilitar y se concentra en procesos locales para
dar cuenta también de un fenómeno que obedece, según él, a lógicas estructurales de
configuración social de largo aliento.
Para Medina, "el movimiento insurgente contribuyó con sus políticas de financiación
y consecución de recursos económicos a justificar la creación de grupos parainstitucionales
(...) pero no son las causas del mismo sino que éstas deben buscarse en las estrategias oficiales
de lucha contrainsurgente"35. El estudio de caso de Medina sobre paramilitarismo se centra
en Puerto Boyacá y desde él afirma que “el proceso [de conformación de grupos de
autodefensa] se inicia en la región con la creación de un ejército privado o grupo paramilitar,
para que combatiera conjuntamente con el ejército a la subversión (…) en una reunión en la
que además del alcalde asisten representantes de la Texas Petroleum Company, la defensa
civil y miembros de la FF.MM., comerciantes y otros invitados”36.
Parafraseando a Edwin Cruz, el trabajo de Medina, rico en elementos empíricos y
fuentes primarias de investigación37, no ofrece una narrativa conceptual concreta y vacila
entre ambigüedades que entendemos dadas las pretensiones de su trabajo. Tácitamente,
Medina ofrece una identificación del paramilitarismo dentro de un conglomerado
parainstitucional de un Estado que ha asumido históricamente intereses de clase: “la violencia
parainstitucional es un fenómeno estructural que se inscribe en los procesos de confrontación
social”38; así, un elemento recurrente en su interpretación es la alusión a la
institucionalización de la violencia por parte del Estado39.
Como crítica a los textos que parten de la debilidad del Estado colombiano y el
involucramiento de sus gobiernos en la lucha contrainsurgente, atado a la Guerra Fría –como
un reducto de la organización geopolítica–, la investigadora Jasmin Hristov sostiene que tales
35 Carlos Medina Gallego, “Paramilitares, autodefensas y narcoparamilitarismo en Colombia. 1980-1990”, África-
América Latina Cuaderno N°. 7 (1992): 77. 36 Carlos Medina Gallego, Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia: origen, desarrollo y
consolidación: el caso de Puerto Boyacá (Bogotá: Documentos Periódicos, 1990), 43. 37 Véase: Carlos Medina, Autodefensas, paramilitares… 38 Ibíd., 73. 39 Ibíd., 74.
13
perspectivas no reconocen las lógicas económicas presentes en el paramilitarismo y sus
intereses:
The state’s role is to sustain the current economic order. In an order characterized by class
inequality, the state can never be neutral since it prioritizes the interests of one class over
another. Right-wing armed groups continue to operate not because the state is willing but
unable to eliminate them, rather, the state allows them to exist because this arrangement
contributes towards preserving the capitalist system. Hence, paramilitarism is a strategy of
the state-capital alliance, rather than the unintended outcome of a state that is incapable of
limiting the access of private groups to armed force.40
Fernán González, poco distante a Palacios y Medina en lo que respecta a la
vinculación de lo estatal en el fenómeno, sostiene que el paramilitarismo desde 1982,
respondió a la expansión guerrillera a raíz de la crisis del sistema político, ocasionada por el
bipartidismo y señala una segunda expansión a partir de lo que sería una respuesta a los
acercamientos reformistas entre gobiernos y guerrillas41; no obstante, en el autor
encontramos una identificación de una narrativa que instrumentaliza la incapacidad del
Estado para ejercer el monopolio de la coerción, la cual opera en la inserción de actores
armados ilegales en la vida pública y política del país42. En otras palabras, según la reflexión
de González, la debilidad estatal es un recurso discursivo de la inscripción paramilitar como
actor armado, dentro del circuito de violencias colombiano, llevándonos a poner en cuestión
la incidencia del contexto internacional, como lo promulga Palacios, en la violencia pública.
Dice González:
En cuanto a los paramilitares, era evidente su pretensión de convertirse en un actor político:
a tiempo que denunciaban la debilidad estructural del Estado, el desprestigio de la lucha
revolucionaria y la necesidad de su inclusión en la mesa de diálogos, señalaban que había
elementos comunes con la insurgencia, ya que su ingreso a la lucha armada respondía también
a factores estructurales similares43
40 Jasmin Hristov, Foundations for theorizing paramilitarism (Londrés: Pluto Press, 2014), 55. Resaltado fuera del
texto. 41 Fernán González, Poder y violencia en Colombia (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2014). 42 Ibíd., 367. 43 Ibíd.
14
Entre tanto, muy consecuente con este punto, Fernando Estrada Gallego, filósofo de
la Universidad Industrial de Santander, ofrece un bellísimo análisis de la metáfora dentro de
la narrativa sobre la violencia del paramilitarismo en el país, a través de la retórica de Carlos
Castaño, quien se diera a conocer como jefe de las AUC44. Estrada, desde una cartografía
retórica dilucida cómo el lenguaje es también clave para interpretar el paramilitarismo.
Volveremos sobre este punto.
Hemos dejado en un cuarto momento al historiador Jorge Orlando Melo quien
subraya también la fragilidad estatal: él sitúa la debilidad creciente del monopolio estatal de
la fuerza como factor que le restó autonomía al Estado45 e incluso, en ese sentido, propició
una legitimidad social del paramilitarismo: la autonomía militar condujo a debilitar
gradualmente el respeto de sus miembros por las normas legales e impuso un temprano clima
de tolerancia hacia la violencia contra los guerrilleros y contra la población civil
presuntamente solidarizada con ellos.46 De esta manera, la figura de “quitarle el agua al pez”
–que conoceremos en el próximo capítulo–, y la de la base social del paramilitarismo que
posibilita su accionar violento, desde Melo, aparecen como una apertura estatal que convoca
a la sociedad a asumir la violencia paramilitar al encontrar frágil sus instituciones coercitivas.
En este orden de ideas, nos quedaremos con los apuntes de Melo que nutren y
posibilitan la clasificación del paramilitarismo –con la salvedad de que tales ordenamientos
pueden llegar a desvirtuar lo histórico al esquivar la multifactorialidad y el carácter no
vectorial de los procesos–, con ánimo de bosquejar la amplia terminología que genera el
tema. Ante la variedad de acciones contra la “subversión percibida”47, Melo integra dentro
de lo paramilitar a las autodefensas, las oficinas de seguridad, los grupos de lucha
antiguerrillera creados por iniciativa privada, los grupos de limpieza de delincuentes e
44 Fernando Estrada Gallego, “La retórica del paramilitarismo. Análisis del discurso en el conflicto armado”, Análisis
político, N°. 44 (2001): 39-57. 45 Francisco Leal Buitrago, Al filo del caos: crisis política en la Colombia de los 80 (Bogotá, Tercer Mundo Editores:
1990), 283. 46 Ibíd., 268. 47 Entendemos la expresión como un guiño a Fernán González y su identificación de elemento discursivos de
legitimación. Ibíd., 265.
15
indeseables, los grupos que actúan a favor de los objetivos políticos del narcotráfico y las
bandas de sicarios48.
Insistiremos, llegados a este punto que partir desde el Estado-sociedad para leer el
paramilitarismo supone la construcción de una realidad discursiva que es jurídica, dados los
actos administrativos, así como es societal, pero, sobre todo, antes de ser discursiva, como
antesala de la Metahistoria, es estructural. El reduccionismo de esta visión convierte al
paramilitarismo en una estrategia de fórmulas organizativas que no requiere siquiera una
reflexión sobre rupturas, continuidades y trasversalidades. Y pese a las acotaciones
terminológicas, encontramos en al menos dos de las cuatro investigaciones, un mutismo
sobre la escena social y los ritmos de la democracia colombiana.
Tabla 1 Normas de Seguridad Estatal hasta 1990
Fecha Norma Objeto
24 de
diciembre de
1965
Decreto 3398 Estatuto para la Defensa Nacional" Minidefensa Nacional.
Compilación de disposiciones legales vigentes, Imprenta de las
Fuerzas Militares.
16 de
diciembre de
1968
Ley 48 de 1968 Ley por la que se adoptan permanentemente el Decreto 3398 de
diciembre 24 de 1965, con excepción de los artículos 30 y 34.
1 de enero
de 1970
Decreto 1355 Código Nacional de Policía. Establece una serie de medidas
coercitivas frente a alteraciones del orden público.
1 de enero
de 1974
Decreto 1573 Clasificación de la documentación Militar.
1 de enero
de 1975
Manual Provisional para el Planeamiento de la Seguridad nacional.
Presidencia de la República, Consejo Superior de la Defensa Nacional
y Secretaría Ejecutiva Permanente. Bogotá, Imprenta y Litografía de
las Fuerzas Militares.
1 de enero
de 1978
Decreto legislativo
1923
Estatuto de Seguridad. Penaliza la protesta social y establece una serie
de medidas drásticas contra lo que se considere subversivo o alteración
del orden público.
1 de enero
de 1978
Decreto 70 Exime de responsabilidad penal por homicidio o lesiones a miembros
de cuerpos de seguridad en cumplimiento de sus funciones.
1 de enero
de 1979
Decreto 1874 Armada Nacional y Cuerpo de Guarda Costas. Asigna funciones
específicas a estos cuerpos en materia de defensa nacional.
23 de marzo
de 1981
Ley de amnistía Establece como requisito básico para la amnistía la entrega de los
guerrilleros y sus armas a autoridades civiles o militares.
20 de
noviembre
de 1982
Ley 35 de amnistía Ley más flexible que permite la liberación de guerrilleros presos, a
tiempo que se omite la entrega de armas como condición para
beneficiarse de la Ley.
48 Ibíd.
16
1 de enero
de 1983
Ley 2 Se crea la jurisdicción especial de orden público y se adopta el
procedimiento sumario con facultades a inspectores de policía, así
como se introduce la rebaja de penas para delatores.
1 de enero
de 1984
Decretos
Legislativos 666 a
669
Extensión de la Justicia Penal Militar, para el juzgamiento de civiles
por delitos de narcotráfico.
2 de mayo
de 1984
Decreto 747 Consejo de guerra por delitos de narcotráfico. Esta es básicamente una
reacción por la muerte del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.
1 de enero
de 1984
Decreto 670 Decreto de estado de sitio, que entregó a jueces militares el
juzgamiento de delitos políticos.
1 de enero
de 1985
Decreto 131 Creación de un cuerpo especial conformado por las Fuerzas Armadas
y la Policía Nacional para la acción focalizada contra el narcotráfico,
denominada Fuerza Elite.
25 de
noviembre
de 1985
Decreto de Estado
de Sitio
Prohibió el Congreso del M-19 en los Robles - Cauca.
5 de junio de
1985
Ley de indulto Ley concertada en el proceso de paz con los grupos guerrilleros.
13 de enero
de 1987
Decreto N°. 50 Código De Procedimiento Penal. Se reforma la dirección de
instrucción criminal, creándose un cuerpo técnico de investigaciones
dependiente de ésta, quitándole funciones de policía judicial a la
policía, al DAS y a la Procuraduría.
1 de enero
de 1988
Decreto 2550 Código Penal Militar.
1 de enero
de 1988
Decretos 180, 181,
182, 474
Estatuto antiterrorista, o de defensa de la democracia, creó conductas
penales específicas, aumentaron las sanciones a otras, establecieron la
jurisdicción especial de orden público y crearon un procedimiento
especial de orden público.
27 de enero
de 1988
Decreto 180 Estatuto para la Defensa de la Democracia, conocido como estatuto
antiterrorista.
1 de enero
de 1989
Decretos 85 y 100
rectificados por
decretos
gubernamentales
179 y 180
Sobre sanciones a miembros de las FFMM por la Procuraduría, a raíz
de la masacre de Segovia en noviembre de 1988.
1 de enero
de 1989
Decreto 1861 Modificó el Código de Procedimiento Penal.
19 de abril
de 1989
Decreto 813 Crea la comisión asesora del gobierno parta combatir "los escuadrones
de la muerte, bandas de sicarios, grupos de autodefensa o de justicia
privada, equivocadamente denominados paramilitares".
19 de abril
de 1989
Decreto 814 Crea el Cuerpo Especial Armado de la policía o cuerpo dite
para combatir las manifestaciones de violencia terrorista.
19 de abril
de 1989
Decreto 815 Suspendía la posibilidad de autorizar grupos de apoyo a la defensa
nacional, así como autorizarles el porte de armas.
15 de
octubre de
1989
Decretos
transitorios
1856,1857, 1858,
1859, 1860, 1863,
1893, 1894, 1895,
1896
Revivió la extradición, autorizó el decomiso de bienes muebles e
inmuebles al narcotráfico, sancionó el proselitismo armado, sanciones
al enriquecimiento ilícito, medidas de control de pistas aéreas, se
confirieron competencias al Tribunal Superior de Orden Público para
tramitar reclamos de bienes incautados.
1 de enero
de 1990
Decretos 2047,
2147, 2372 y 3030
Política de Sometimiento a la Justicia.
17
20 de
noviembre
de 1990
Decreto 2790 Estatuto para la Defensa de la Justicia, creó y organizó la jurisdicción
de orden público y su procedimiento.
Fuente: Omer Calderón, “La Seguridad Estatal en Colombia”, América Latina, Hoy, N°. 23
(1999): 99. Adición de normas y correcciones de fechas propias.
1.1.2. Paramilitarismo polarización, competencia y fragmentación
Con una inclinación por los ritmos democráticos, la lectura analítica de Mauricio
Romero nombra a los paramilitares como empresarios de la coerción, dando cuenta de un
aislamiento intencional de las explicaciones que hacen uso de nociones estructurales –al
ocuparse de los sujetos–, a las cuales critica diciendo que terminan siendo muy parciales.
Romero identifica cuatro momentos de la consolidación del paramilitarismo, a diferencia de
Medina, quien se inclina por los usos terminológicos y otras asociaciones al fenómeno, el
autor habla de una apertura política que tuvo lugar hacia 1982 y posibilitó unas respuestas
locales que, leídas como autonomías, desestabilizaron el poder estatal de la época:
El peligro de fondo era que esas reformas condujeran a una redefinición en la estructura de
poder, tanto local como institucional. Esta coincidencia estratégica entre sectores en un lado
y otro de la ley creó una zona gris donde la línea entre legalidad e ilegalidad se disolvió en
muchos casos, dando vía libre a la formación de grupos contrainsurgentes privados, con
fuertes conexiones con el aparato estatal.49
Para Romero, los acercamientos entre el gobierno conservador de Belisario Betancur
y los grupos guerrilleros propiciaron una polarización política de las élites regionales50
respecto al gobierno central; a partir de tal tensión tuvo lugar una “competencia y disputa
entre facciones del Partido Liberal y del Conservador por usufructuar políticamente el fracaso
o el éxito de las negociaciones”51. Lejos de enfatizar sobre la debilidad estatal, el autor
reconoce que el Estado colombiano se fragmentó, dada la existencia de códigos reformistas
y un ambiente de contrariedades, intereses opuestos y aperturas sobre una nueva realidad
política: la Constitución de 1991 devela, para el autor, un giro en la narración de país52.
49 Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas 1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta, 2003), 9. 50 Atar a la política junto a las élites locales puede ser otra forma, medianamente reduccionista, de señalar la ausencia
de políticas de Estado en el país. 51 Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas 1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta, 2003), 43-44. Ibíd., 87.
18
Aunque hay una omisión en este asunto específico, por la datación del proceso que
establece Romero, nos arriesgamos a establecer que los actos administrativos de los ochenta,
sobre la seguridad estatal y el orden público, crearon un marco de desconfianza en la cúpula
de las FF.MM sobre el gobierno. Como lo señala Olga Behar, periodista y politóloga
colombiana: “los militares consideraron la amnistía y la negociación del cese al fuego como
una gran victoria política de la guerrilla, con la cual “se le asestaba un golpe fuerte a la
estructura moral y sentimental del Ejército y de las Fuerzas Militares”53. Por lo demás, con
Romero, asistimos a una explicación política del surgimiento de los grupos paramilitares en
los ochenta.
El enfoque que explica al paramilitarismo como una lucha contrainsurgente es
disipado por el autor a través de la identificación de un descontento social y la incertidumbre
suscitada por el cambio de las lógicas democráticas que ahora buscaban integrar otros
sectores; así, el paramilitarismo aparece de la mano de una economía de la violencia que
ofrece la administración y el despliegue de esta “a cambio de dinero u otro tipo de valores”54.
La tensión entre los grupos de poder de las regiones y el gobierno central integra el argumento
del autor y suma a un escenario comercial en el que la misma, en un espectro más amplio, se
ve envuelta.
Finalmente, siendo la idea de fragmentación, desarrollada en detalle por Mauricio
Romero, cabe anotar que sus postulados guardan una estrecha relación, como se evidencia
explícitamente en uno de sus textos55, con la comprensión de dinámicas de interacción entre
cultura y política; de ahí que los pormenores de su trabajo concretamente centran la mirada
sobre las élites regionales y lo que sería su afianzamiento al poder. Así lo reseña:
The defiant stance of business and landed elites in northwestern Colombia reveals a major
shift in their attitudes towards the central state and its assumed monopoly of the means of
coercion. In organizing to defend and protect themselves from the guerrillas and common
criminals and to oppose the reformist policies of the central state, these elites developed
strong social ties and a shared vision of a corporatist social order and their place within it.
53 Olga Behar, Las guerras de la paz (Bogotá: Planeta, 1985), 86. 54 Ibíd., 8. 55 Mauricio Romero, “Changing Identities and Contested Settings: Regional Elites and the Paramilitaries in
Colombia”, International Journal of Politics, Culture, and Society, N°. 1 (2000): 51-69.
19
This network of camaraderie and solidarity shaped a political identity that resisted state
penetration, collective mobilization, and autonomous peoples organizations promoting
masculine values of courage and honor, and relying on retaliation to resolve conflict56
1.1.3. La difusa independencia del paramilitarismo respecto al Estado
Para este y los demás puntos, resulta relevante subrayar el contexto de producción de
la diversidad de investigaciones sobre paramilitarismo. Dar cuenta de las adscripciones
políticas de los investigadores y sus mecenas, arroja indicios sobre lo que escriben y muestra
entrelíneas intereses e intenciones enmarcadas en sus textos. Por ejemplo, bajo redes
académicas de organizaciones defensoras de los derechos humanos, se han llevado a cabo
investigaciones que cuentan con un amplio reconocimiento de acciones violentas y
empatizan con las víctimas desarrollando procesos académicos junto a acciones concretas en
contra de la violencia, por otro lado, de acuerdo a una petición del presidente de turno, en
1987 los llamados violentólogos57 buscaron dar respuesta a las causas de la violencia
nacional; más tardes, hacia finales de siglo, los observatorios universitarios sumaron
esfuerzos para hacer lo propio desde laboratorios sociales y claustros.
Alfredo Rangel, académico, exconsejero presidencial y cuestionado exsenador
colombiano, de manera explícita –antes de iniciar su carrera representativa en la cámara
legislativa–, escribió que los grupos paramilitares tienen cinco características: son
contrainsurgentes, civiles, autónomos del Estado, fuertemente penetrados por el narcotráfico
y con estructuras muy complejas58; aunque a lo largo de su producción académica, tal
clasificación varía entre la demarcación de un proyecto político de un actor que supone, en
un principio, apolítico59 y la inscripción del narcotráfico en las lógicas del paramilitarismo,
56 Ibíd., 53. 57 En el año 1987, un año después del inicio de su mandato presidencial, Virgilio Barco comisionó a diez académicos
la tarea de indagar, formular hipótesis y contribuir a la resolución del conflicto, estudiando la violencia. La comisión
de estudios fue coordinada por el filósofo Gonzalo Sánchez e integrada por los antropólogos Jaime Arocha y Darío
Fajardo, los sociólogos Álvaro Camacho, Carlos Eduardo Jaramillo, Álvaro Guzmán y Eduardo Pizarro León Gómez,
el general (r) Luis Alberto Andrade, el filósofo Carlos Miguel Ortiz y el ingeniero Santiago Peláez. Ante la demanda
gubernamental de una caracterización de la violencia, los estudiosos fueron conocidos como “violentólogos y, en la
coyuntura, postularon una pluralidad de violencias que pudo leerse como un reduccionismo interpretativo que veía
un carácter cultural de la violencia; el resultado del estudio se consolidó en una importante publicación titulada
Colombia: violencia y democracia. 58 Alfredo Rangel, El poder paramilitar (Bogotá: Fundación Seguridad y Democracia - Planeta, 2005), 11. 59 Ibíd., 21.
20
lo indiscutible es que el autor hace sus acercamiento desde la trama que toma al fenómeno
como un proceso contrainsurgente y alejado del Estado.
Como factores que posibilitan la aparición del paramilitarismo, Rangel, presenta una
triada integrada por la crisis política y militar del Estado Colombiano, el auge de la guerrilla
y la persistencia del narcotráfico, a medidos de los años noventa. Además, sobre la debilidad
estatal dice que “Colombia ha sido un país con mucho más territorio que Estado” 60, por lo
cual la precariedad estatal incide en la colonización no regulada de territorio y el
asentamiento de grupos insurgentes que será clave para la configuración de disputas
territoriales atravesadas, entre otras cosas, por las economías que pueden tener lugar allí.61
A todo esto, buscamos destacar el enfoque de Rangel sobre el carácter político de
paramilitarismo. Si bien, su postura es cambiante, en estas líneas nos interesa como elemento
clasificatorio de las interpretaciones sobre el tema. Según el autor, los grupos paramilitares
tienen un discurso político a manera de respuesta al proyecto insurgente y, su desarrollo ha
estado independiente de los planes contrainsurgentes del Estado, igualmente, su accionar ha
puesto en cuestión el monopolio estatal de la fuerza62. En esencia, con Rangel volvemos a
las referencias de la debilidad estatal, tanto como marco de aparición de actores que asumen
el uso de la violencia, como espacio que sobre tal apertura estimula la emergencia de una
contrainsurgencia.
1.1.4. El narcotráfico y su incidencia en el paramilitarismo
El narcotráfico es en esencia una empresa de reducción de riesgos. Un narcotraficante exitoso
es aquel que logra protección suficiente para colocar mercancía en el mercado sin ser
capturado, asesinado o expropiado. Sin embargo, la protección es costosa. Una parte
significativa de las ganancias se va en pagos a políticos, policías, jueces, mañosos, señores
de la guerra, guerrillas y demás actores que tienen el poder suficiente para poner en riesgo las
actividades de los narcotraficantes, pero al mismo tiempo con la capacidad de protegerlas.63
60 Alfredo Rangel Suárez, “Naturaleza y dinámicas de la guerra en Colombia” en Guerra, sociedad y medio ambiente,
Martha Cárdenas y Manuel Rodríguez Becerra (comp.) (Bogotá: Foro Nacional Ambiental, 2004), 49. 61 Ibíd., 62. 62 Edwin Cruz Rodríguez, “Los estudios sobre el paramilitarismo en Colombia”, Análisis Político, N°. 60 (2007):
125. 63 Gustavo Duncan, Más que plata y plomo. El poder político del narcotráfico en Colombia y México (Bogotá: Debate:
2014), 37.
21
Gustavo Duncan distingue tres formas del paramilitarismo que obedecen a un orden
de aparición defensiva, seguida de una integración en economías ilegales y finalmente una
instrumentalización de la lucha contrainsurgente por parte de terceros, que nombra como
“paras puros”, “paras impuros” y “purasangre”, respectivamente, todo ello dentro de una
lectura de las Autodefensas Unidades de Colombia –AUC–.64
Hacia una comprensión más amplia del fenómeno, pretendiendo contrastarlo con los
señores de la guerra subsaharianos y los varones de la guerra asiáticos, Duncan, adscribe al
paramilitarismo en la misma figura que comprende
i) la aparición de aparatos armados bajo un interés privado, así estuviera soportado en alguna
reivindicación ideológica, de facciones o étnica; ii) la apropiación de las funciones de Estado
en el plano local en medio de situaciones de Estados-nación colapsados o en proceso de
colapso, no necesariamente en todo su territorio, pero sí en al menos alguna porción; y iii) la
explotación de algún tipo de economía ilícita o extractiva. Mediante una revisión de
manifestaciones previas y posteriores a la globalización.65
Y advierte, en el traslado conceptual para el caso colombiano, que el Estado está lejos
de ser fallido o al borde del colapso; sin embargo, dentro de él existen complejas estructuras
que llevan a cabo controles territoriales durante periodos de tiempo indefinidos66. Así mismo,
el autor matiza que la utilización del concepto de señores de la guerra va de la mano de la
coerción y protección por parte de facciones armadas al servicio de intereses individuales y
patrimonialistas que es superior a la capacidad del Estado democrático a la hora de ejercer
un grado mínimo de monopolio de la violencia67. Dadas las claridades, para Duncan el
paramilitarismo ha desbordado todo campo de acción y, desde el narcotráfico, propicia una
reconfiguración social en muchas regiones del país, garantizando, por otro lado, una
adecuación de la producción de drogas y de “la violencia por particulares, como eje de la
economía política local”68.
64 Álvaro Camacho Guisado, “Paranarcos y narcoparas: trayectorias delincuenciales y polítcas” en Narcotráfico en
la sociedad colombiana (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014), 9-10. 65 Gustavo Duncan, Los señores de la guerra. De paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia (Bogotá:
Grupo Editorial Penguin Random House, 2015), 30. 66 Ibíd., 33. 67 Ibíd., 37. 68 Ibíd., 413.
22
1.1.5. Interpretaciones otras
Por otro lado, lejos de ser valorados a la luz de tradiciones académicas, existe una
buena cantidad de interpretaciones que recoge, critica, replantea y aporta matices al
fenómeno paramilitar. Cuando el paramilitarismo es planteado a través de la exposición de
sus tipologías (ver tabla 2), aparecen fuertes rupturas en la identidad y el carácter continuo
que se podría formular, partiendo de la revisión de las prácticas violentas del bipartidismo
colombiano hacia inicios del siglo XX; precisamente, a raíz de estas rupturas y con ánimo de
resaltarlas, encontramos la lectura de Stathis Kalyvas y Ana Arjona, quienes señalan que el
paramilitarismo contemporáneo emerge en la década de los ochenta y adquiere unas formas
organizativas que están directamente relacionadas con la construcción del Estado.
En su perspectiva teórica, Kalyvas y Arjona encierran al paramilitarismo entre
dimensiones territoriales, entendidas como niveles de recursos disponibles del Estado y
grados de acción o magnitud de la amenaza que enfrenta el mismo. Más allá de encontrarnos
con la valoración del Estado como elemento principal de la interpretación, lo interesante de
lo que los autores presentan es la demarcación de tipologías que suman importancia sobre las
dimensiones que puede tener el fenómeno entendido ampliamente69. Además, luego de una
reflexión sobre actividades paramilitares en Perú, India, Rusia, Indonesia, Argelia y Kenia,
ofrecen la siguiente definición del paramilitarismo –definición “minimalista” – que, por
demás, subraya la pluralidad de acciones e intereses enmarcados en el fenómeno: “los
paramilitares son grupos armados que están directa o indirectamente con el Estado y sus
69 Stathis Kalyvas y Ana Arjona, “Paramilitarismo: una perspectiva teórica”, en El poder paramilitar, Alfredo Rangel
(comp.) (Bogotá: Fundación Seguridad y Democracia - Planeta, 2005), 25-45.
23
agentes locales, conformados por el Estado o tolerados por éste, pero que se encuentran por
fuera de su estructura formal.”70
Tabla 2 Una tipología del paramilitarismo.
Fuente: Stathys Kalyvas y Ana Arjona, “Paramilitarismo: una perspectiva teórica”, en: El poder
paramilitar, ed., comp. Alfredo Rangel (Bogotá: Planeta, 2005), 31.
En otro momento, una de las hipótesis más interesantes sobre el tema paramilitar es
desarrollada por David Armando Rodríguez Rodríguez, quien en su tesis de maestría insta a
la vinculación de la violencia paramilitar con una neo colonización liderada por antioqueños
“que con criterios familiares, de parentesco, establecieron criterios y prioridades de ingreso
a regiones”71. Desde este enfoque, la violencia paramilitar podría entenderse como una
violencia cultural –leída desde Galtung72–; de esta manera, dejando a un lado su accionar o
forma violenta, Rodríguez define a los paramilitares como
“ejércitos” que se involucran con negocios ilegales sumamente rentables (tráfico de
drogas, minería ilegal, extracción de madera, contrabando de combustible, licores,
contratación estatal ilegal etc.), lo que les garantiza autonomía y distancia frente a los
propietarios de tierras a quienes decían proteger; e igualmente, por el poder económico
que se habían asegurado, desbordaron las fronteras de su acción local, para tener alcances
regionales e incluso nacional; la mayor disposición de recursos, la mayor autonomía frente a
las elites económicas locales y el desborde sus zonas de influencia, crea incentivos
pecuniarios y no pecuniarios, que los llevó a desarrollar tácticas ofensivas sobre zonas de
importancia económica y militar.
70 Ibíd., 29. 71 David Rodríguez Rodríguez, “Historia reciente del fenómeno paramilitar…”, 5. 72 A manera de ejemplo sobre la violencia cultural, Galtung establece cómo los dominios culturales (religión,
lenguaje, arte, ciencias empíricas y ciencias formales) pueden originar y legitimar el colonialismo ante la
identificación de clases superiores e inferiores, ello, en una lógica donde las últimas son susceptibles a decisiones y
acciones de las primeras.
Johan Galtung, “La violencia: cultural, estructural y directa”, en Cuadernos de Estrategia 183, Instituto Español de
Estudios Estratégicos (Madrid: Ministerio de Defensa Español, 2016), 147-168.
Una tipología del paramilitarismo
Tamaño Dimensión territorial
Local Supralocal
Pequeño “Vigilantes” Escuadrones de la muerte
Grande Guardianes locales Milicias y ejércitos paramilitares
24
En ese sentido, haciendo énfasis también en un proyecto económico, étnico y
político73 de dichos grupos, Rodríguez se acerca a lo que Romero plantea como empresarios
de la coerción, sin embargo, pone un acento en la necesidad de reflexionar sobre el
paramilitarismo desde pequeños espacios para asumir las particularidades de cada facción:
“se trata de avanzar en el estudio del paramilitarismo y reducir la escala”74 porque además
dice constatar que “la lógica de expansión de las AUC, no coincidía (de hecho
excepcionalmente coincidía), con su supuesto discurso antisubversivo”.75
Por otro lado, nuevamente desde lo macro, Jasmin Hristov precisa sobre la incidencia
del capitalismo y del neoliberalismo en el fenómeno paramilitar; desde una crítica a los
enfoques que plantean la debilidad estatal como elemento constitutivo del paramilitarismo,
la socióloga sostiene que se ha de conectar, en los estudios sobre los conflictos
latinoamericanos y, en general, sobre el sur global, los procesos de acumulación de capital y
la globalización económica76, en función de seguirle los pasos a un sistema económico
violento que aparece tras el desmantelamiento sistemático del estado de bienestar, la
profundización de la desigualdad, así como las medidas cada vez más represivas y militaristas
que se están adoptando contra la disidencia77.
Es para Hristov, el paramilitarismo, un fenómeno social enraizado en un modelo
económico político donde las clases dominantes objetivan mantener su poder y privilegios,
buscando, para tal fin, deshacerse progresivamente de la clase obrera y sus resistencias. Muy
de la mano con lo que reseña Rodríguez, la autora ofrece una multidimensionalidad de lo
paramilitar la cual es contrastada con una triangulación establecida por la politóloga Julie
Mazzei. Para esta última, existen tres elementos que confluyen para el desarrollo del
paramilitarismo: (i) las élites económicas, (ii) las élites políticas y (iii) las facciones de las
FF.MM.
73 David Rodríguez Rodríguez, “Historia reciente del fenómeno paramilitar…”, 74. 74 Ibíd., 20. 75 Ibíd., 11. 76 Jasmin Hristov, Foundations for theorizing…,166. 77 Ibíd., 170.
25
Mazzei, en un proceso comparativo del paramilitarismo en la región –México, El
Salvador y Colombia– postula que este es producto de procesos de cambio en el entorno
político; aunque parece guardar cierta relación con Mauricio Romero y los ritmos
democráticos a los que él atiende, Mazzei añade al diálogo las presiones mundiales y los
efectos de la modernidad política78.
Elites with a vested interest in securing their wealth and privilege tend toward
authoritarian structures that protect their interests, for instance one-party systems, power-
sharing pacts, or military regimes. They sup-port a State that has been traditionally
capable of and willing to provide the exclusionary structures and repressive means to
protect their inter-ests. When a new threat arises demanding political reforms that
would invariably weaken the elite’s monopolization of economic resources, the wealthy turn
again to the State, expecting it to repress or eliminate the threat. However, in the
increasingly international political arena, the State no longer operates free of global pressures.
Influential external forces may demand that the State take a new approach, perhaps to
negotiate with or accommodate the new actor(s).
En ese sentido, la fórmula de Mazzei no parte desde la debilidad del Estado, sino que
asocia a este con intereses de privados –élites–, como lo sugiere la reflexión sobre las
políticas de gobierno que distan de asumir al Estado y su marco de acción para atender
privilegios históricos de clase. Para Mazzei, los actos administrativos de las últimas décadas
del siglo XX –Ley 48 entre ellos– son los antecedentes de lo que sería una forma de
protección de las élites, erigida sobre una apertura jurídica sobre la autodefensa. A saber, la
consolidación de un Estado incluyente amenazó las formas tradicionales que garantizaban la
estabilidad de grupos de poder político y económico.
Aguardar en las lecturas macro sobre el paramilitarismo, es también repasar los
planteamientos deductivos de Héctor Alonso Otero quien sostiene que “el fenómeno
paramilitar es el resultado del proceso de modernización del país, que ha atravesado por
diversas etapas en muy corto tiempo, y que a lo largo de su trasformación ha tenido una
influencia inmensa en la formación de valores y no-valores de la sociedad colombiana"79.
78 Julie Mazzei, Death Squads or Self-Defense Forces? How paramilitary groups emerge and challenge democracy
in Latin America, (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2009), 203. 79 Héctor Alonso Otero Moreno, Paramilitares, la modernidad que nos tocó. interpretación histórica del fenómeno
paramilitar desde la perspectiva de la modernidad (Bogotá: Quebecor World, 2008), 37.
26
Otero sugiere que la insurgencia y el paramilitarismo obedecen a presiones y necesidades
impuestas al Tercer Mundo, en vías de la globalización, para adoptar una modernización.
Hacia un último momento, presentamos a Manfredo Koessl quien, como lo
referenciamos líneas arriba, aborda el asunto a través de la teoría sociológica de Pierre
Bourdieu y, caracteriza al paramilitarismo como un agente80 de la estructuración de los
campos políticos, económicos y sociales que ha servido para garantizar la reproducción de
los agentes dominantes en esos campos. La definición de paramilitares que ofrece es la
siguiente:
Agentes armados que, por medio del uso de la violencia apoyan objetivos políticos, sociales
y económicos para garantizar la reproducción del espacio social colombiano, y la posición de
los actores dominantes en los diferentes campos, que se caracterizan por su homología. Un
espacio social estructurado históricamente por medio de la violencia incorporada al habitus
de muchos de sus agentes.81
Guiado por Sabine Kurtenbach82, investigadora del Instituto Alemán de Estudios
Latinoamericanos, Koessl señala que la violencia “no es solo parte del problema de
Colombia, sino que puede a través de las prácticas, ser percibida y apreciada como una parte
de la solución o como la solución en sí”83. Siendo la cultura trasversal en el autor para señalar
cómo la violencia, en una sociedad que la ha normalizado, ofrece oportunidades reales a
agentes inmersos en ella. Desde tal armazón conceptual que evade el concepto de “cultura
de la violencia”, llegamos a Daniel Pécaut quien también considera que la “violencia y la
coerción son parte integrante de la maquinaria social y política que hacen funcionar a
Colombia y no se pueden separar fácilmente de ella”84; eufemismo o no, hasta aquí, diremos
que particularmente las aproximaciones desde la sociología hacia el paramilitarismo parecen
colocar un acento determinista en la sociedad colombiana e irrumpen en la relación Estado-
80 El autor hace uso del concepto de agente, en contraposición de “actor”, para resaltar la capacidad de acción y la
autonomía de los primeros sobre lo que se podría entender como “roles asignados socialmente”. 81 Manfredo José Koessl, Violencia y habitus…, 66. 82 La autora comparte con Romero la explicación del paramilitarismo a partir de ciclos democráticos y figuras
inconclusas de la política moderna aplicada en el país (polarización, competencia y fragmentación). Ver: Sabine
Kurtenbach, Estudios para el análisis de conflictos de carácter nacional (Bonn: Friedrich Ebert Stiftung, 2005). 83 Manfredo José Koessl, Violencia y habitus…, 96. 84 Ibíd.
27
sociedad que se presentó arriba para integrar una nueva verticalidad en la que podemos poner
en cuestión la figura de agente que presentan.
Ahora bien, con respecto al Estado, Koessl dirá que los inicios y el sostenimiento del
paramilitarismo está en relación con las elites colombianas,
La posición dominante protegida por las actividades paramilitares no se refiere a un
mantenimiento del status quo. En Colombia, las élites se reproducen en su posición a través
de diversas herramientas, entre las que se destacan la violencia y la homología entre los
campos políticos, sociales y económicos. A su vez, precisamente las homologías existentes
entre las élites económicas y políticas permiten prescindir del Estado como causal o motivo
del paramilitarismo.85
Sostenemos que el desuso del Estado como elemento para explicar el paramilitarismo,
en su momento fundacional, posiciona una omnipresencia de los intereses de las élites y
puede, incluso, limitar las agencias de quienes no hacen parte de esta, mediante un discurso
que otorga el poder a unos pocos y masifica a los otros. Y, de acuerdo con el abordaje
investigativo de Koessl86, creemos que sus planteamientos se acercan a las perspectivas que
elabora el paramilitarismo sobre él como fenómeno.
Redondeando la idea de arriba, en cercanía a Koessl, volvemos a Mazzei quien, luego
de abordar el tema paramilitar en varios países latinoamericanos, emplea el concepto de
“facciones” para encuadrar a las élites políticas, económicas y militares que, según ella,
posibilitan el fenómeno y concluye que en Colombia tales divisiones son cada vez más
difusas87. Dándole continuidad a los planteamientos en los que se dibuja la omnipresencia de
las élites: en Koessl la génesis, apogeo y ocaso paramilitar están directamente relacionados
con estas y, es allí donde encontramos interpretaciones que ven al paramilitarismo como un
fenómeno gerenciado por intereses que lo instrumentalizan.
Ahora bien, de acuerdo con lo esbozado, de la bibliografía consultada extraemos
elementos que han servido para nombrar al paramilitarismo como (i) un fenómeno
85 Ibíd., 68. 86 El autor manifiesta que “ha preferido la estrategia de describir la percepción y apreciación de los problemas del
espacio social colombiano a través de enfatizar la descripción de los propios involucrados”. Manfredo José Koessl,
Violencia y habitus…, 69. 87 Jasmin Hristov, Foundations for theorizing…, 50-51.
28
caracterizado por un accionar violento, (ii) un agente de economías legales e ilegales y (iii)
un discurso político al servicio del establecimiento que configura su consolidación retórica
como (iv) agente armado irregular. Con ánimo de elaborar junto con fuentes primarias un
balance de la expresión paramilitar, a continuación, ofrecemos elementos que suman a su
dimensión.
1.1.6. Autores-actores otros
1.1.6.1. La alteridad como principio nominal
“Al año siguiente de expedido el estatuto para la defensa nacional, el gobierno
reglamentó, mediante el Decreto 893 de 1966, el artículo 33 de esa norma, en lo concerniente
a definición, clasificación y porte de armas"88. Al permitir el porte de armas de uso privativo
de los organismos del Estado a organizaciones de defensa civil, abrió el camino a un
prolongado problema que se acrecentó a partir de los años ochenta con la proliferación de
grupos paramilitares y de autodefensa.
En adelante, pretendemos identificar elementos discursivos para matizar los diversos
espacios temporales en los que se ubican al menos tres de las nociones de los autores
revisados: partiremos desde 1965 y las múltiples dimensiones que adquirió el decreto
presidencial 3398 que integra el conjunto de elementos que hacen posible situar a ese año
como “el comienzo de un proceso de intervención del Ejército en el Estado”89; pasando por
el discurso de las AUC y su justificación del fenómeno hacia 1980 y las expresiones que le
siguen.
El capítulo tercero del decreto presidencial 3398 de 1965 establece, entre otras cosas,
la transformación del Ministerio de Guerra en el Ministerio de Defensa Nacional.90 Para la
88 Angelika Rettberg, Laura Wills-Otero y Alejo Vargas Velásquez, Estudios sobre la seguridad nacional en
Colombia II. La contribución de Francisco leal Buitrago (Bogotá: Universidad de los Andes – Universidad Nacional
de Colombia, 2018), 49. 89 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite…, 88. 90 Decreto legislativo 3398 de 1965, 25 de enero de 1966, Por el cual se organiza la defensa nacional. Diario Oficial
N°. 31.842.
29
fecha, con el establecimiento de estado de sitio91, bajo la lectura de Juan Pablo Aranguren
Romero, la excepcionalidad imperó en Colombia en un periodo marcado también por las
nociones de Estado en emergencia permanente92 que podemos rastrear desde la presunción y
la subsiguiente campaña de exterminio o, mejor, esfuerzo por la recuperación de la soberanía
en las “repúblicas independientes93”, sumado a la agitación de las protestas estudiantiles94 y
la incidencia en el espacio público de las reclamaciones sindicales. Sobre el estado de sitio,
Gallón dirá que este se articula a la “prohibición de derechos de reunión, de circulación, de
expresión y de huelga, así como la limitación de la libertad personal”95; es decir que las
restricciones hablan de medidas adoptadas ante unas dinámicas específicas dentro del espacio
público y de la existencia de dispositivos de control que permiten entender las relaciones
entre disposiciones políticas y actitudes colectivas.
El Estado de sitio es casi siempre rodeado de justificaciones que tienden a velar su verdadero
carácter de instrumento de persecución política. Se habla así de lucha contra la Violencia
rural en el período de Lleras Camargo, de crisis económica y de orden público económico
entre 1965 y 1968, o de campaña contra el tráfico de la droga en estos últimos tiempos. Estas
dificultades a las cuales el gobierno hace alusión recurrentemente existen en la realidad y son
además objeto de ciertas medidas extraordinarias. Ello no impide sin embargo percibir que el
blanco del estado de sitio es otro, como lo muestran las restricciones y atribuciones que se
han adoptado de manera constante en cada período. El bloque en el poder encontrará siempre
buenas razones para declarar el estado de sitio en Colombia, así como para institucionalizarlo
definitivamente.
En el caso colombiano el estado de sitio es un elemento esencial del ejercicio real del poder.
No es posible por tanto hablar a justo título de medios ordinarios y extraordinarios de coerción
estatal. Ahora bien, este uso continuo del estado de sitio, esta ampliación permanente de las
posibilidades de represión revela una cierta debilidad, una inefacia [sic] relativa del nivel de
control ideológico de las clases dominantes colombianas sobre el conjunto de la población.
El recurso permanente al estado de sitio no puede ser visto como un fenómeno aislado de los
91 El Estado de Sitio fue un recurso de control civil, en el marco de los estados de excepción, que los presidentes de
la república entre noviembre de 1949 y agosto de 1958 utilizaron sin interrupción. Sobre la aplicación práctica de los
estados de sitio y su excepcionalidad, ver: Gustavo Gallón Giraldo, Quince años del Estado de Sitio en Colombia:
1958-1978, (Bogotá: América Latina, 1979). 92 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite…, 85-101. 93 La expresión de “repúblicas independientes” se impuso en el argot político de la época, “como denominador común
de los partidos tradicionales que acogieron la definición de enemigo interno”. Fuerzas Militares de Colombia Ejército
Nacional V División, El conflicto armado en las regiones (Bogotá: Universidad del Rosario, 2017), 29. 94 Ver: Mauricio Archila, “El movimiento estudiantil en Colombia. Una mirada histórica”, OSAL (Observatorio
Social de América Latina) N°. 31 (2012): 71-103. 95 Gustavo Gallón Giraldo, Quince años del…, 121.
30
índices de abstención electoral. A los ojos de cualquier observador, los gobiernos que hemos
estudiado se han establecido sobre bases de legitimidad bastante precarias. Nada extraño en
tales condiciones que la superación de este vacío de legitimidad se intente por medio de la
solución que consiste en dar la primacía al funcionamiento de los aparatos represivos del
Estado. Los poderes "extraordinarios" del estado de sitio encuentran allí un lugar
privilegiado.96
De acuerdo con lo anterior, insistiremos en las particularidades de las políticas de
seguridad nacional de cara a estrategias de ordenamiento político, ideológico y económico.
Desde este abordaje, la aplicación de un “plan militar de control de la población rural por
medio de campañas psicológicas y de acciones cívico-militares”97 –sostenido, entre otros
elementos, por el llamado Plan La(s)zo– es la fórmula que encontramos útil para acercarnos
a la incidencia de la Guerra Fría en el territorio colombiano y la consolidación de un proyecto
militar cuya elaboración, al menos, desde el Decreto 3398 revela la implementación de
técnicas de legitimación ideológica que nos hacen rescatar la simbología política que cataliza
el acto administrativo: la defensa nacional, promulgada en el decreto, convoca
implícitamente a la seguridad nacional cuya finalidad es garantizar la ausencia de amenazas
para los intereses del Estado; es justamente aquí en donde nos preguntamos por la amenaza:
A partir del decreto, tanto la defensa nacional –integrada por la defensa civil– como
los intereses de los gobiernos y la excepcionalidad –entendida como Estado de sitio–,
funcionan como tres elementos reveladores de una discursividad empecinada en la alteridad98
que, fuera del establecimiento, aparece también en la retórica paramilitar: la amenaza sugiere
una reacción en su contra o a favor de lo amenazado; llegado el caso, es requerida una
reacción genuina de lo amenazado amparado por un marco legal que legitima la defensa.
En un salto temporal de un par de décadas, hacia finales de siglo XX, en medio de
una campaña mediática, Carlos Castaño manifiesta:
96 Ibíd., 122. 97 Ibíd., 62. 98 En este punto, rescatamos el carácter no binario de las guerras civiles del que nos persuade Kalyvas, extendiendo
la interpretación a diversas formas de conflicto. De ahí el énfasis en la alteridad entendida como direccionador de las
cuestiones políticas e ideológicas de la época. Ststhis N. Kalyvas. “La ontología de la “violencia política”: acción e
identidad en las guerras civiles”, Análisis político, N°. 52 (2004).
31
A mí me pueden pintar de “Satanás” ante el mundo, pero la pregunta que tarde o temprano
tendrán que poner en la balanza es: “¿qué consecuencias genera lo que ha liderado Castaño?”,
eso es lo importante. Sólo me consuela que yo no empecé esta guerra, y las Autodefensas
somo hijas legítimas de las guerrillas de Colombia.
Poco a poco he ido creando un nuevo concepto universal. Un ejército ilegal que en pleno año
2001 no es paramilitar, ni paragobiernos. Que defiende el sistema y el Estado con armas que
le quita a la autoridad porque lo reemplaza en varias zonas, pero no lo enfrenta. Pide Justicia
y está a su vez al margen de la ley. Es una especie de grupo “Paraestatal”. Esto no me lo ha
enseñado nadie y si ha ido prosperando es porque ¡es así!99
Las palabras de Castaño le dan forma a un relato que resalta la generación de unas
condiciones desestabilizadoras capaces de engendrar legítimamente un movimiento en su
contra. Su lectura de lo político ofrece una noción que baña de ineficiencia al Estado, en
función del control, y alude al establishment100 como orden de las cosas que se ve afectado
por un otro. Es decir que, en este punto, el paramilitarismo es nombrado como una respuesta
contingente enteramente dependiente del accionar guerrillero. A todo esto, Daniel Castaño
Zapata y Gabriel Ruiz Romero hacen una lectura del discurso paramilitar a partir de los
significantes seguridad-orden101 que encontramos útiles para matizar las características del
discurso de Castaño arriba y en el contexto que muestra como integrador del proceso de
consolidación de las autodefensas, aquí:
A finales de 1982, se dio la primera reunión de ganaderos, agricultores y comerciantes de la
región. Cerca de doscientos cincuenta empresarios se organizaron para defenderse de los
atropellos de la guerrilla, con base en las disposiciones legales de 1965 y 1968 que permitían
a los ciudadanos portar armas con salvoconductos. El espíritu de la ley pretendía que los
ciudadanos se organizaran y cuidaran sus predios, con colaboración de las Fuerzas Armadas.
Como era algo legal, surgió la primera asociación de autodefensa colectiva, ACEDEGAM,
Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio. La reunión se
efectuó en Medellín, porque el setenta por ciento de ellos no podía regresar a las fincas.102
99 Mauricio Aranguren Molina, Mi confesión (Medellín: La oveja negra, 2014), 90. Resaltado fuera del texto. 100 Tomamos la noción de Owen Jones en la que se define que “El Establishment actual se compone de una serie de
poderosos grupos que necesitan proteger su posición en una democracia […] representa el intento por parte de esos
grupos de “gestionar” la democracia, de asegurar de que ésta no amenace sus intereses”
Owen Jones, El Establishment: la casa al desnudo (Barcelona: Seix Barral, 2015), 82. 101 Daniel Castaño Zapata y Gabriel Ruiz Romero, “La construcción del discurso contrainsurgente como legitimador
del poder paramilitar en Colombia”, Estudios Políticos, N°. 51 (2017): 153-174. 102 Mauricio Aranguren Molina, Mi confesión…, 68.
32
Finalmente, lejos de la alteridad, como otra fórmula ofrecida en un nuevo salto
temporal, se dibuja una polémica sentencia emitida por un tribunal de Justicia y Paz en el año
2017, en ella el entonces magistrado Eduardo Castellanos Roso concluye que
[...] suponer que las AUC fueron completamente una organización nacional de
contrainsurgencia, significa desconocer que varios cabecillas paramilitares se mataron
sistemáticamente entre ellos, para defender sus propios intereses económicos. Asimismo,
suponer en todo lugar que las AUC surgieron como proyecto criminal ordenado de arriba
abajo, oculta las constantes insubordinaciones, rebeldías y declaraciones de autonomía de los
dueños de ejércitos privados que terminaron acogiéndose a la desmovilización colectiva. […]
se puede entender que las AUC puedan ser caracterizadas de mejor manera, como una alianza
coyuntural de señores de la guerra y narcotraficantes, que por separado terminaron
negociando con el Comisionado de Paz, Luís Camilo Restrepo, su tránsito a la legalidad.103
Aquí, el sentido de la “alianza coyuntural” esclarece el tratamiento de las fuentes dado
arriba: es válido indagar la discursividad del paramilitarismo porque permite que este sea
asumido como una expresión civil cambiante que deja ver su ligereza en su acomodación
política dentro de la política. Dentro del espacio político colombiano, el paramilitarismo más
reciente, representado por las AUC, no expresó una confederación de actores en la que
confluyó una diversidad de intereses, aun así, esta noción junto con otras que la validan como
tal son constantes en la revisión del tratamiento de los actores que hace Justicia y Paz, es
decir que en la actualidad no hay un consenso institucional sobre el paramilitarismo104.
1.2. Interpretaciones en contexto
Dentro de las interpretaciones repasadas, como contexto, la Guerra Fría mantiene una
estrecha relación con el flujo de ideas políticas y facciones sociales que tuvieron lugar en el
país; dentro de ella, se ha situado en lo local la violencia como expresión de un conflicto de
identidades, intereses y trasgresiones y, dada su recurrencia y “constancia” discontinua en el
tiempo, con ánimo de matizar el asunto acudiré a una noción que permite trazar una línea
103 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Indalecio José Sánchez Jaramillo. Rad. 11-
001-60-00 253-2006 80536. 23 de mayo de 2017. Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso. 104 El aparato judicial ha respondido a la violencia asociada al conflicto armado interno desde contradicciones entre
tendencias progresistas y otras menos progresistas en la interpretación la Constitución Política.
33
entre la expresión armada del conflicto y los intereses de clase que acompañan al
paramilitarismo.
Así como cobra gran importancia la microhistoria para la focalización de la actividad
paramilitar, para desentrañar su discurso y la forma en la que este ha sido consolidado creo
pertinente dialogar también con la macrohistoria105, situando al país dentro del sur global
como espacio que posibilita identificar unas formas medianamente independientes y
orgánicas de organización. Richard Saull, politólogo inglés, elabora una teorización
materialista de la Guerra Fría en la que el sur aparece como nuevo centro de una guerra106
generada por “la crisis fraguada por el carácter desigual y diferenciado del desarrollo
capitalista global”107. La teoría de Saull busca salir de la bipolarización –que yace sobre el
capitalismo y el comunismo– para asumir la existencia de un tercer aspecto dentro de la
confrontación y transformación socio política que acarreó la guerra: “la guerra fría no se
limitó, entonces, a un conflicto ideológico o estratégico, sino más bien estos dos niveles de
conflicto se vincularon con otro que surgió de los procesos más amplios del conflicto social,
y con los desafíos al orden capitalista norteamericano de la posguerra que cambió en el
tiempo y el espacio”108.
Saull fija la interpretación de una pluralidad de “guerras frías” particulares y
localizadas con peso en lo social y sistémico, más allá del “ideológico” o “político” que
parecen integrar un lugar común en las reflexiones sobre el tema, dentro y fuera del sur
global. Ahora, empleando la teoría de Saull, argumentada en que así como las luchas de una
clase trabajadora industrial fueron determinantes en Europa occidental, también los
trabajadores agrícolas, los campesinos y otros grupos sociales fueron determinantes en otros
105 En ella encontramos una forma que metodológicamente desborda muchas de las nociones vigentes sobre
transformaciones, influencias, migraciones y diáspora al ampliar las dimensiones del estudio histórico encerrado en
un espacio estático. 106 El autor elabora esta interpretación previa salvedad de reconocimiento de la dominación geopolítica de las
superpotencias y su conflicto que, plantea como sintomático “de un antagonismo más amplio entre la naturaleza
desigual y expansiva del capitalismo y los desafíos revolucionarios que le presentó el comunismo”. Richard Saull,
“El lugar del sur global en la conceptualización de la Guerra Fría: desarrollo capitalista, revolución social y conflicto
geopolítico”, en: Daniela Spencer (coord.) Espejos de la guerra fría: México, América Central y el Caribe (México:
CIESAS, 2004), 32 107 Ibíd., 33. 108 Ibíd.
34
lugares109, encontramos cómo el paramilitarismo, dentro del espacio político colombiano,
condensa discursivamente figuras bipolares sobre las condiciones que crea la Guerra Fría,
mientras que su accionar se acerca a organizaciones difusas y polimorfas. Es decir que, con
respecto a las nociones académicas usadas para abordar el fenómeno paramilitar,
proponemos la bifurcación de su interpretación en una parte discursiva y una operativa.
Desde la década de 1960 hasta la primera década del siglo XXI, por ejemplo, el
paramilitarismo respondió a dinámicas económicas, políticas, demográficas, sociales,
jurídicas y socioculturales locales, en unión con discursos y demandas externas e internas.
Incluso, podríamos hablar de un fenómeno glocal110 dentro de una conjunción de lo local y
lo global, así: 1965 y la directriz militar emitida en ese año, dan cuenta de la convergencia y
adaptación de procesos de seguridad interna “pares” en otras regiones del mundo; por su
parte, el año 1977 la represión de los movimientos cívicos y de las huelgas sindicales hablan
de la aplicación del universalismo moderno de la ciudadanía homogénea donde se hace
enteramente operativa la Constitución de 1886 y el desarrollo de la excepcionalidad inclusiva
exclusiva, todo ello sumado a la “demanda” de seguridad de ganaderos y madereros
“satisfecha” –para ponerlo en término de leyes de mercado– por Ramón María Isaza
Arango111, líder del grupo de autodefensa Los Escopeteros de Puerto Triunfo, Antioquia112.
Por otra parte, la década de los 80 es referenciada como un momento de usurpación
del fenómeno paramilitar por parte del narcotráfico, dándole forma a la emergencia del
narcoparamilitarismo113; a la vez que en ella reluce la consolidación de la Asociación
Campesina de Agricultores y Ganaderos del Magdalena Medio –ACDEGAM–, la cual “se
109 Ibíd., 65. 110 Sobre el término de glocal, véase: Roland Robertson, “Globalización: tiempo-espacio y homogeneidad-
heterogeneidad”, Zona Abierta, N°. 92-93 (2000): 14. 111 Isaza fungió como comandante máximo de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM), tras
reemplazar a Fidel Castaño, quien se dedicó a consolidar las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU),
hasta el 7 de febrero de 2006, momento de su desmovilización colectiva. Sentencia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá contra Ramón María Isaza Arango y otros. 29 de mayo de 2014, Rad. 11-001-60-00253-2007
82855. Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso. 112 Centro Nacional de Memoria Histórica, El Estado suplantado. Las autodefensas de Puerto Boyacá (Bogotá:
CNMH, 2019), 24. 113 Carlos Medina, Autodefensas,… 19.
35
constituye [como] una entidad bajo la cual se habría de erigir el proyecto más claro y
desarrollado de lucha antisubversiva en el país”114.
Esa estructura armada se rige por unos códigos de comportamiento, según los cuales su
enemigo natural es la subversión a quienes combaten o emboscan para asesinarlos (guerra de
guerrillas); se generan directrices de grupo que atienden los clamores de la comunidad y se
convierten así en objetivo militar: ladrones, violadores, expendedores de “vicio”,
secuestradores y extorsionistas; esta es la primera expresión de la política de grupo
denominada “limpieza social”. Dicho grupo hace presencia y tiene incidencia en Puerto
Triunfo, Puerto Nare, San Luis, San Francisco y Sonsón –Antioquia–.115
ACDEGAM se consolidó en los ochenta como una expresión armada de acción
defensiva, en tanto toma como justificación la contrarrevolución ante la ofensiva guerrillera.
Como deja ver Adriano Aragón Torres, alias Trampas, comandante del Frente Urbano de la
asociación, “ACDEGAM fue creada […] con varios sentidos. Uno, de ir ganando espacio
político; y dos, era como una fachada de las autodefensas para tratar de ir legalizando ciertas
cosas.”116 Tales sentidos, no dejan de dar forma a la bifurcación interpretativa que merece el
fenómeno paramilitar en tanto en él, casi independientemente, aparecen formulas políticas,
económicas y sociales contrarias y a veces sobrepuestas.
Dentro de la mixtura de identidades y facciones armadas, la década de 1980 se cerró
con escándalos mediáticos con protagonistas como el ex teniente coronel israelí Yair
Klein117, sucesos como la explosión del vuelo 203 de Avianca, la guerra de los esmeralderos
y un gran repertorio violento como expresión de un conflicto asociado al control, producción
y comercialización de narcóticos y otros mercados legales e ilegales. Para la década siguiente
el panorama no pudo ser mejor: la promulgación de la Constitución política de 1991 es el
antecedente directo de lo que aconteció en los años venideros de acuerdo con la fragilidad de
la pretensión de paz, garantías de los derechos fundamentales y democratización que se
114 Ibíd., 219. 115 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla contra Luis Carlos Pestana Coronado, 1 de
agosto de 2014, Rad. 11-001-60-002253-2008-83201. Magistrado ponente: Gustavo Aurelio Roa Avendaño.
Resaltado fuera del texto. 116 Centro Nacional de Memoria Histórica, El Estado suplantado…, 116. 117 Stephen James Randall, Frente a la estrella polar: Colombia y Estados Unidos desde 1974 (Madrid: Taurus,
2017), 22.
36
creían consensuadas por todos los actores de la política nacional en la constituyente. De la
mano de ejércitos privados118, el fortalecimiento del paramilitarismo fue inminente.
La nueva Constitución, al menos simbólicamente, quiso abrazar los Derechos
Humanos y, en ese sentido, el sistema de derechos civiles, sociales, económicos, políticos y
culturales operó hacía el amparo de los derechos fundamentales ante sus previsibles
violaciones bajo el Estado Social de Derecho. Junto a ello, el proyecto de la Asamblea
Nacional Constituyente –ANC– que se unió a un discurso garantista global sobre los
derechos, posibilitó la construcción política de la etnicidad como presupuesto para superar la
violencia estructural119, habilitó el camino hacia los derechos territoriales y de propiedad,
edificó un Estado laico con libertad religiosa, entre otros; sin embargo, el constitucionalismo,
en el contexto del desbordado espíritu de reconciliación nacional, no atisbó sobre la
continuidad de los conflictos y mucho menos sobre su expresión violenta. Pese a las banderas
de derecho y transformación, la Constitución de 1991 no hace mención a los grupos
paramilitares, al narcotráfico o a la guerra sucia y, según Mario Alberto Montoya, la
simpleza del concepto de guerra de la ANC evadió aterrizar en un temario concreto sobre las
acciones violentas120. Sumado a ello, la estrategia de sometimiento del gobierno de César
Gaviria (1990-1994) dio continuidad, pese al proceso constitucional, a la excepcionalidad
jurídica y en lo anecdótico, los reportes de las agencias de DD. HH confirman la continuidad
y el fortalecimiento de las violencias paramilitares, al igual que la expedición del estatuto de
vigilancia y seguridad privada con el que se erigieron las Convivir.
Lo anterior nos permite postular dos hipótesis: por un lado, (i) el final del siglo XX
es reseñado como el momento inicial de la degradación del conflicto, paralelo a los discursos
institucionalizados a partir de la Constitución y el Estado de derecho, lo cual puede significar
un estado de alerta garantista de las agencias de DD. HH que solo pudo cobrar vigencia desde
118 Gustavo Duncan, Los señores de la guerra…, 335-336. 119 Elisabeth Cunin, (ed.) Una antología sobre afrodescendientes en América (México: Instituto Nacional de
antropología e Historia - Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2008), 261-328. 120 Mario Alberto Montoya Brand, “Constitución de 1991, Conflicto armado y control constitucional”, Estudios de
derecho, N°. 145 (2008): 48.
37
la carta magna de 1991. (ii) La ANC no cuestionó la identidad de los actores armados y las
fluctuaciones de su operación en la amplitud del territorio nacional.
Para finalizar, concentrándonos exclusivamente en las AUC, diremos que los años
2000 presentaron inflexiones importantes en las políticas de seguridad del país, el accionar y
la discursividad de los actores armados; en cuanto al paramilitarismo, de acuerdo con las ya
citadas conclusiones de la sentencia del magistrado del Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá,
Castellanos Roso, cobra “relevancia el análisis de “contexto” […] [pues] se debería atizar el
discurso de la “confederación nacional de las AUC”, porque éste oculta las dinámicas
particulares que en lo regional y local manifestaron los diferentes grupos paramilitares”121.
Dicho esto, las AUC como actor político buscaron en 2001 –exactamente diez años después
de la constituyente– “refundar la patria” y “firmar un nuevo contrato social”122 con explícita
referencia a los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El Pacto de Ralito, texto “confidencial y secreto”, firmado por altos miembros de las
AUC, congresistas y otros políticos colombianos en el 2001, da cuenta de un acuerdo político
con un claro acento en el reconocimiento de lo que podemos llamar multiverso de la
administración nacional, como se leerá en la voz de Miguel Alfonso de la Espriella y
Eleonora Pineda –congresistas firmante del acuerdo–, ante un magistrado de la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia que llevaba su procesamiento judicial por lo
que se conoció como parapolítica123, solo seis años después del pacto:
Ahora bien, de las exposiciones tanto del señor Mancuso, como de los profesores que también
intervinieron pude sacar la idea concreta de que ellos [los paramilitares] piensan que en
Colombia existían tres Estados: el Estado paramilitar –ni más ni menos esas son las palabras
que ha expresado Mancuso– en las zonas donde ellos funcionaban, el Estado guerrillero en
las zonas de dominio de la guerrilla y el Estado legítimo, es decir, el Estado Social del
Derecho que nuestra Constitución establece. Cuando hablaron entonces de refundar el Estado
se referían era precisamente a abandonar ese Estado paramilitar, a hacer dejación de armas,
121 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Indalecio José Sánchez Jaramillo, 23 de
mayo de 2017, Rad. 11-001-60-00 253-2006 80536, Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso. 122 Redacción El Tiempo, “Este es el pacto secreto de Ralito”, El Tiempo, 19 de enero de 2007,
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2362702 123 Parapolítica es un acrónimo de paramilitarismo y política utilizado para referirse al fenómeno de obrar político en
función de intereses paramilitares.
38
a someterse a la Constitución y que operara en esas zonas, después de realizado un proceso
de paz, el Estado legítimo..."124
Asistimos a la configuración de una narrativa que fragmenta al Estado y replantea sus
alcances en función de algo más que espacios geográficos; en ella, el paramilitarismo, las
guerrillas y el estado legítimo integran en la horizontalidad un orden subordinado a intereses
particulares y ejercicios de poder que pueden, o no, ser disímiles. De esta forma la “Guerra
Fría colombiana” –en un guiño a Saull– se decantó, si se quiere, en una ideología de sectores
sociales sobre la formación del Estado. Ahora, al trasladarnos al marco jurídico y su
discursividad, a través del politólogo Jacobo Grajales125, en el año 2002 el gobierno nacional
del estado legítimo, en cabeza de Álvaro Uribe Vélez, inició un proceso de diálogo
exploratorio con las AUC asumidas como una organización al margen de la ley y dentro de
esta disposición del gobierno de turno, en la lectura politológica, aparece la
instrumentalización de nociones ambiguas sobre crimen y política armada que nuevamente
hablan de la formación estatal y el peso de las identidades e identificaciones sobre la
percepción de los agentes. En consecuencia, desde el Estado, para el año 2002, existió una
triangulación de figuras en la que la Ley de Justicia y Paz126 –desenlace del diálogo
exploratorio– asienta una óptica del “paramilitarismo como una forma de movilización
política armada y contrainsurgente”127.
En síntesis, luego de afirmar a las AUC en el espacio político, el estado legítimo validó
su accionar al ponerlas en contraposición a las fórmulas insurgentes. Ahora bien, ¿hasta
dónde llega la excepcionalidad como aparato de validación del accionar paramilitar y
determinadora de la configuración no solo de actores armados en Colombia, sino también
como espacio de redefinición del Estado y la soberanía? Buscamos articular a la
excepcionalidad en un doble sentido en dos momentos puntuales: primero, en el marco legal
de 1965 y después en el accionar paramilitar de las últimas décadas del siglo XX. Creemos
124 Sentencia de la Corte Suprema de Justicia contra Jorge Feris Chadid y Jesús María López, 8 de febrero de 2012,
Sentencia 35227. Resaltado fuera del texto. 125 Jacobo Grajales, “El proceso de desmovilización de los paramilitares en Colombia: entre lo político y lo judicial”,
Desafíos, N°. 2 (2011): 149-196. 126 Así se le conoce a la legislación emitida en el año 2005 por la cual se dictan disposiciones para la reincorporación
de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley. 127 Jacobo Grajales, “El proceso de desmovilización…, 174.
39
que la excepcionalidad crea y pone en cuestión a la soberanía y, en ese sentido, estría al
Estado, mientras la violencia paramilitar se funde en la excepcionalidad y en una lectura del
poder exclusiva de ese espacio estriado.
1.3. Paramilitarismo como máquina de guerra
A partir de este momento, con un acento en la bifurcación interpretativa, nos
ocuparemos del accionar paramilitar, específicamente de la violencia y su incidencia en el
espacio social, para posteriormente volver a encontrar las partes que nos hemos propuesto
identificar del fenómeno –discursividad política y accionar–. Aquí nuestra intención es
concebir una idea que se articule a lo que Achille Mbembe señala como necropolítica, una
política de la muerte, útil para conciliar al Estado con el paramilitarismo y esos, a su vez, con
las políticas de guerra que atan al poder foucaultiano con la administración de la vida, pero
también con la de la muerte, situando la violencia como una estrategia administrativa que es
medio e instrumento del poder.
Los intereses que gravitan sobre el paramilitarismo, rastreados a partir de la
diversidad de interpretaciones arriba desarrolladas, no dejan de validar al control como una
constante en su figura; los recursos, estrechamente relacionados con el territorio y la
territorialidad, al igual que la administración pública, son variantes que dentro del contexto
social concentran en los cuerpos el blanco de su afirmación dentro de lo político y la política.
En ese sentido, la violencia es un medio instrumentalizado por el poder y, como tal, construye
y deconstruye realidades en función de un objetivo específico. Ahora, aterrizados entre los
presupuestos teóricos de la modernidad foucaultiana, el poder no prescinde de la violencia y
al instrumentalizarla genera un espacio de escenificación del castigo, suplicio y
disciplinamiento128. Particularmente, el poder paramilitar y el uso de la violencia para su
afirmación, con sus grados de selectividad y variabilidad tempo espacial –que aluden a la
diversidad de contextos–, son una expresión de excepcionalidad dentro de un Estado de
derecho.
128 Michel Foucault, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002).
40
Para avanzar sobre la excepcionalidad, se ha de decir que el descontrol sobre la
tenencia del armamento, dada la convocatoria decretada, o mejor, el desafío que supone el
uso no privativo de la fuerza, posibilitó la aparición de “organizaciones no oficiales que,
además de ostentar los caracteres propios de un ejército, ejercen la acción bélica […] con los
mismos propósitos de las fuerzas militares regulares”129, es decir que, siguiendo a Agamben,
el Estado abrió un espacio en el que le cede a otros130 el dominio de la vida que le fue
concedido en el momento primario donde esta se politiza131.
En contravía al establecimiento del monopolio de uso de la violencia, el Estado
colombiano creó un espacio jurídico, social y cultural que legitima la fragmentación del uso
privativo de la fuerza: desde la ley 48 de 1968 –por la que se adoptan permanentemente el
decreto 3398– hasta la creación de un clima generalizado de inseguridad que subvierte las
bases ideológicas de la cultura política. Y aunque tomamos la definición de paramilitarismo
de Koessl en la que las élites reemplazan a Estado, convirtiéndose en elementos relacionales
en la génesis, apogeo y ocaso de dichos agentes armados132, el Estado y sus disposiciones no
dejan de tener vigencia en la discusión, al brindar elementos explícitos de negociación social;
muestra de ello es que “la relación ambigua y paradójica del Estado con el fenómeno
paramilitar se ha expresado en la coexistencia de normas punitivas o permisivas y cambios
en su denominación: autodefensas hasta mediados de los años ochenta, y paramilitares desde
comienzos de los noventa” 133.
129 Jorge García, “Algunas consideraciones sobre el sentido y alcance del vocablo “paramilitar”, Revista de la
Academia Colombiana de jurisprudencia, N°. 315 (1999): 149. 130 Otros en tanto el poder y control de las armas es exclusivo de las Fuerzas Militares, en una aproximación a la
lectura de Weber sobre el Estado. Buscamos señalar también las relaciones de otredad que caracterizan, dentro del
conflicto, a los actores, a la vez que crean discursivamente adversarios. 131 “La vida humana se politiza solamente mediante el abandono a un poder incondicionado de muerte”. Giorgio
Agamben, El poder soberano y la nuda vida I (Valencia: Pre-textos, 1998), 117-118. 132 Koessl invita a la lectura del paramilitar como "agentes armados que, por medio del uso de la violencia apoyan
objetivos políticos, sociales y económicos para garantizar la reproducción del espacio social colombiano, y la posición
de los actores dominantes en los diferentes campos, que se caracterizan por su homología. Un espacio social
estructurado históricamente por medio de la violencia incorporada al habitus de muchos de sus agentes", desde la
teoría de los campos de Pierre Bourdieu. Manfredo Koessl, Violencia y habitus…, 66. 133 Centro Nacional de Memoria Histórica, Paramilitarismo. Balance de la contribución del CNMH al
esclarecimiento histórico (Bogotá: CNMH, 2018), 129.
41
Ante este mosaico terminológico y teórico que evidencia que la violencia es política
y, en especial, la violencia paramilitar ha dialogado con la política bajo antiquísimas formas,
presupuestos modernos y lógicas contemporáneas, no queda más que examinar
operativamente al fenómeno:
Un aspecto crucial para entender el tipo de dispositivos y tecnología de la violencia
contemporánea es entender que, aunque los marcos que buscan la legitimación de la violencia
siguen fundamentados en nociones modernas como la guerra, la soberanía y el enemigo, ya
no se pretende que el monopolio de la violencia se encuentre en el Estado. Ahora, una serie
de máquinas se entrelazan para poder generar el terror necesario para el control de los
recursos y la explotación de éstos.134
Máquina de guerra, es un recurrente concepto polisémico que evocamos desde Gilles
Deleuze y Félix Guattari en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia135, allí es abordado el
nomadismo como un elemento primitivo que es capaz de movilizar figuras alternas al Estado
en una relativa oposición; las máquinas se adscriben al nomadismo y, en un símil que
elaboran los autores con el juego go, son elementos con propiedades de situación,
adaptativas, cambiantes y maquínicas. José Pérez de Lama aka Osfa, en su lectura de
Guattari, define a la máquina como “un assemblaggio di componenti eterogenei che danno
luogo ad un certo evento del reale. I componenti sono sociali, soggettivi, tecnologici,
energetici, corporali, spazio-temporali.”136 Es decir que las máquinas, desde el nomadismo
con respecto al Estado, concentran una alta capacidad creativa en medio de una constante
interacción con las interioridades estructurales de este último y con las dinámicas difusas que
ellas proponen: “el Estado siempre ha estado en relación con un afuera, y no se puede
concebir independientemente de esta relación. La ley del Estado no es la del todo o nada
(sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior y lo exterior. El
134 Helena Chávez Mac Gregor, “Necropolítica. La política como trabajo de muerte”, Revista Ábaco, Vol. 4, N°. 78
(2013): 26. Resaltado fuera del texto. 135 Gilles Deleuze y Félix Guattari, “Tratado de nomadología: la máquina de guerra”, Mil mesetas. Capitalismo y
esquizofrenia (Valencia: Pre-textos, 2004). 136 José Peréz de Lama aka Osfa, “L'arte come macchina ecosofica. Guattari oltre Guattari”, en: Marco Baravalle
(edi.), L'Arte della Sovversione. Multiversity: pratiche artistiche contemporanee e attivismo
politico (Roma: Manifestolibri Uninomade, 2009), 121.
42
Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello que es capaz de interiorizar,
de apropiarse localmente”137.
En el mismo libro son contantes las
interpretaciones que sugieren una composición
entre dobles articulaciones constitutivas de un todo;
dentro de ese esquema, el Estado sintetiza un
estrato –nombre con el que se reconoce a esta forma
de composición de la materia– que dialoga con la
estabilidad estructural y la flexibilidad del
nomadismo. En ese sentido, sobre la violencia y el
Estado se dirá que el segundo dispone de ella bajo
la forma de un ejército regulado, más, alternamente, en un exterior difuso a la soberanía
estatal y su origen, se localizan las máquinas de guerra138. Tal relación de interioridad y
exterioridad, ahora, desde Agamben es bosquejada también de la mano de la
excepcionalidad, “El particular “vigor” de la ley consiste en la capacidad de mantenerse en
relación con una exterioridad. Llamamos relación de excepción a esta forma extrema de la
relación que solo incluye a través de su exclusión”139. En otras palabras, los autores validan
la existencia de un espacio ambivalente que el Estado solo puede excluir en un proceso de
reconocimiento que le hace nombrarlo, desde el interior, como exterior.
Más allá de la capacidad del Estado para nombrar, Deleuze y Guattari abogan por la
complejidad de la materia y descentralizan al poder, al asumir el agenciamiento de los
elementos que la componen. A su vez, alternas y desapercibidas, las máquinas de guerra
circulan dentro de la materia y pueden, o no, ser absorbidas por el Estado y negociar con él;
mientras, la excepcionalidad se fragua en repuesta a movimientos tanto internos como
externos, siendo el momento de adhesión de la máquina el escenario de la inclusión exclusiva
137 Gilles Deleuze y Félix Guattari, “Tratado de nomadología…, 367. 138 Ibíd., 36. 139 Giorgio Agamben, Homo sacer: el poder soberano y la nuda vida I (Valencia, Pre-textos: 2006), 31.
Movimiento → excepcionalidad (Agamben)
Movimiento ↔ agenciamiento (Giddens)
Relación Estado y máquinas de guerra
Ilustración 1 Excepcionalidad y agenciamiento.
Elaboración propia.
43
donde aparecen tecnologías con un gran potencial creativo, fieles a un objetivo y con una
gran capacidad metamórfica que le otorga el no ser una figura acabada.
Fuera de ser una relación Estado-máquina la composición de cada elemento condensa
intensiones contextuales que reciclan fórmulas operativas y en sus aperturas regulan todo: el
estado de sitio, la excepción, la biopolítica y la necropolítica, concentran la capacidad de
acción de los agentes que intervienen en ellas y, los ejercicios de poder que allí tienen lugar
hacen uso de la guerra mientras crean otra cosa al mismo tiempo. Las partes directamente
relacionadas con la vida y la muerte –la bio y necropolítica–, a la luz de la contemporaneidad
neoliberal, son ejes de un ejercicio que tiene como premisa “hacer vivir dejar morir” y “dejar
vivir, hacer morir”. En ese sentido, nuestro interés en acercar aquellas construcciones
ontológicas tan distantes es encontrarlas en la posibilidad que abren para leer la vida como
un concepto político, aludiendo al poder y su gestión.
El paramilitarismo como máquina de guerra puede ser entendido como un
agenciamiento y, de acuerdo con las líneas anteriores, tiene una capacidad creadora que
puede encontrarse alterna o dentro de Estado, siendo su accionar una forma regulada en la
excepcionalidad; de ahí que recurramos a señalarlo como máquina difusa y polimorfa. Tal
como lo hemos venido desarrollando, en la bifurcación interpretativa del fenómeno, la
filosofía poscolonial de Mbembe señala que “una máquina de guerra combina una pluralidad
de funciones. Tiene los rasgos de una organización política y de una sociedad mercantil.”140
Así, concentrados en el periodo conocido por la degradación del conflicto, entre 1997 y 2006,
encontramos también el álgido punto de negociación entre lo político, la política –la
parapolítica– y la sociedad mercantil –narcotráfico–.
La excepcionalidad legitima un accionar más no tiene la capacidad total de absorber
todos los espacios sociales y las expresiones que emanan de ellos; como categoría analítica,
aunque la instalemos sobre un espacio relacional en el que se condicionaría lo que allí tiene
lugar, la politización de la vida y los ejercicios de poder de una diversidad de agentes no
dejan de replicar, en el espacio estriado, lo que ella establece. A diferencia del campo,
140 Achille Mbmebe, Necropolítica (Madrid, Melusina: 2011), 59.
44
concepto que utiliza Agamben para ubicar materialmente a la excepcionalidad141, resalto la
inestabilidad de una excepción que subvierte un fijo espacio material y, a un lado del
totalitarismo, de cara a la agencia, se hace difusa bajo pliegues jurídicos y el mismo
agenciamiento de sus sujetos. Aquí no aludimos a la excepción como espacio fijo o fijado
por el soberano, sino a la potencialidad de los ejercicios de inclusión y exclusión dentro del
Estado. Es el paramilitarismo hijo de una excepción ubicada en un campo militar que alude
al monopolio de la violencia al igual que a un terreno económico cercano a la ilegalidad,
unos intereses de clase y tal vez a unas particulares figuras de negociación que abarcan lo
social y cultural, todas ellas capaces de redefinir al Estado sin dejar de proyectar la vigencia
de la vida sacrificable o nuda vida.
Finalmente, hablar de máquinas de guerra en un símil con el paramilitarismo, es
postular entonces las variaciones de este en el tiempo y vincularlo con múltiples actuaciones
al margen de una protección jurídica plena de su operación. Debido a que las máquinas toman
el poder del Estado y lo transfieren a otros lugares con las implicaciones contextuales de cada
movimiento, los costes adaptativos pueden responder a la singularidad de lo paramilitar.
141 “se trata de una parcela de territorio a la que se coloca fuera del ordenamiento jurídico normal, pero no por eso es
simplemente un espacio externo. (…) El campo es la estructura en la cual el estado de excepción, sobre cuya posible
decisión se funda el poder, viene realizado en forma estable.” Giorgio Agamben, “¿Qué es el campo?”, Artefacto,
N°. 2, (1995): 5.
45
Capítulo II. Paramilitares, violencia paramilitar y modalidades
de victimización. Sujetos y objetos en cuestión
2.1.Introducción
A partir de dos ejercicios, en este capítulo, buscamos (i) resaltar la dimensión cultural
del paramilitarismo, saliendo al encuentro de sujetos culturales-sujetos paramilitares, lo cual
nos implicó detenernos en los sujetos, su identidad y las variables estadísticas que dan cuenta,
grosso modo, de sus perfiles, todo lo cual nos llevaría a por la interpretación de la ciudadanía,
pero escogimos el camino menos laborioso para, al menos, de forma enunciativa encontrar
al paramilitar y verle desde un escenario relacional. Por otro lado (ii), asignamos a la
violencia un tipo instrumental que le confiere su uso a un entramado de estrategias
planificadas, por parte del paramilitarismo.
En ese orden de ideas, pretendemos acercarnos a la activación de variables y
variaciones operativas que funcionan desde la subjetividad de la violencia, incluida en
actividades sistemáticas que, entre otras cosas, afectan a la misma subjetividad, para poner
sobre la mesa a la selectividad y encontrar los sentidos del accionar paramilitar separado de
su discursividad.
¿No hay algo sospechoso, sin duda sintomático, en ese enfoque único centrado en la violencia
subjetiva (la violencia de los agentes sociales, de los individuos malvados, de los aparatos
disciplinados de represión o de las multitudes fanáticas)? ¿No es un intento a la desesperada
de distraer nuestra atención del auténtico problema, tapando otras formas de violencia y, por
tanto, participando activamente en ellas?142
Por otro lado, en relación con el lenguaje inclusivo143, hablaremos del paramilitar
como categoría universal acogiendo la fórmula de las mayorías de acuerdo con los
ponderados estadísticos sobre el género de los y las combatientes paramilitares144.
142 Slavoj Žižek, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales (Buenos Aires: Paidós, 2009), 21 143 El lenguaje inclusivo es entiendo como “aquel en el que las referencias expresas a las mujeres se llevan a cabo
únicamente a través de palabras de género femenino, como sucede en los grupos nominales coordinados con
sustantivos de uno y otro género”. En: Real Academia Española, “Informe de la Real Academia Española sobre el
lenguaje inclusivo y cuestiones conexas”, Boletín de Información Lingüística de la Real Academia Española, N°. 14
(2020): 3 http://revistas.rae.es/bilrae/article/view/397/879 144 “Los grupos paramilitares estaban conformados por hombres en un 88,63 % y mujeres en un 11,33 %.”. Centro
Nacional de Memoria Histórica, Análisis cuantitativo del paramilitarismo en Colombia: hallazgos del mecanismo no
46
Entendemos al paramilitar como sujeto del paramilitarismo y, en ese sentido, en este apartado
acudiremos al él para posteriormente desdoblar su acción en los niveles en los que el
individuo desaparece.
2.2. El paramilitar: pluralidad, alteridad e identidad
“La construcción de sujeto no es un proceso ni individual ni
aislado, este se enmarca en un contexto espacio temporal, y un
orden estructural y social especifico”145.
Marc Augé.
Pondremos a lo relacional como meollo para apreciar a los sujetos y su potencial.
Como planteamos en el primer capítulo, tomamos a la excepcionalidad y a la agencia como
elementos interpretativos para leer al paramilitarismo. En ello, su carácter relacional
reconoce los marcos jurídicos que constituyeron su fundamento legal, al igual que el contexto
local, nacional e internacional en diferentes momentos, todo bajo la identificación de las
políticas de gobierno y su movilidad con respecto al Estado colombiano. Tal proceso de
identificación devuelve a la investigación operaciones de diverso tipo que sugieren
concentrarnos en las subjetividades, de la mano de la agencia, para encontrar espacios
alternos a los discursos que no tienen en cuenta que “las sociedades [y sus agentes] son
sistemas complejos, caracterizados por la multiplicidad de vectores de identidad”146, es decir
que, dentro de lo político las escalas micro, meso y macro suponen unos grados de acción,
emisión, recepción y afectación diversa y en múltiples direcciones.
¿Cómo se adscribe el paramilitarismo en los escenarios micro que aluden,
rápidamente147, al individuo? Es preciso acudir a los agentes, en el caso del paramilitarismo,
judicial de contribución a la verdad (Bogotá: CNMH, 2019), 35. Cabe resaltar que además de su conformación, los
ejércitos paramilitares, a través de su línea de mando, dejan ver su construcción enteramente patriarcal. 145 Este apartado toma su nombre en un ejercicio de reconocimiento de la antropología histórica y los elementos que,
según Marc Augé, hacen posible y necesaria la primera disciplina: la experiencia de la pluralidad, experiencia de la
alteridad y experiencia de la identidad. Marc Augé, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos
(Barcelona: Editorial Gedisa, 1998). 146 Brian A. Catlos, ““Conveniencia” en tiempos de los reinos taifas”, Al-Andalus y la Historia, 5 de julio de 2020.
https://www.alandalusylahistoria.com/?p=2097 147 Decimos “rápidamente” porque “la construcción de sujeto no es un proceso ni individual ni aislado, este se enmarca
en un contexto espacio temporal, y un orden estructural y social especifico”. Addy Lorena Trujillo, “Excombatientes.
Haciendo Memoria a través de Historias de vida -y de muerte”, conferencia presentada en el “IV Encuentro
47
para recorrer sus acciones dentro de la fijación identitaria que cae sobre ellos al ser
reconocidos como actores armados y lo que ello implica. El psicólogo social José Enrique
Ema López traza una línea entre los acercamientos al sujeto y su transformación
epistemológica en agentes que, involucra nociones estético-ético políticas que se alejan de
los presupuestos modernos de humanidad para volver la mirada sobre la capacidad de
establecer vínculos, articular y participar148,
Preguntarnos desde el concepto de agencia por la responsabilidad de la acción no nos obliga
a buscar un actor único, ni a optar por un punto de vista estructuralista o subjetivista, sino a
entender a ésta como algo que funciona circulando entre relaciones y que se concreta
territorializándose en entidades, acontecimientos, prácticas, etc. En ese sentido, condiciones
estructurales y capacidades del sujeto se tornan indistinguibles al ser constituidas
conjuntamente como elementos dinamizadores de la territorialización de una potencia.149
Lo relacional que atraviesa a los agentes paramilitares no deja de ser común, grosso
modo, en la apreciación de otros actores del conflicto, sin embargo, en el año 2008, Camila
Medina Arbeláez elaboró, desde un proceso etnográfico, una investigación que aterriza sobre
la singularidad de los combatientes paramilitares entre los años 1996 y 2006, a través del
testimonio de excombatientes. Aunque el trabajo de Medina no integra un análisis histórico
de los “actores armados ilegales”, sí bosqueja la construcción identitaria y los discursos que
circundan y validan su integración en las prácticas paramilitares. La autora parte desde la
teoría social foucaultiana, pasando por los aportes de Bourdieu para hablar de campo,
concibiendo el poder y la violencia como constructores cotidianos de sujetos que transitan,
entre otras cosas, en el caso específico de los paramilitares, por una estructuración social y
cultural que induce y estimula su proceder150.
Para Medina la alteridad será un elemento fundante de la construcción de los sujetos
paramilitares –al reconocer el elemento discursivo que los hace identificarse como
Latinoamericano de Metodología de las Ciencias Sociales”, 27 al 29 de agosto de 2014, Heredia, Costa Rica. La
investigación social ante desafíos transnacionales: procesos globales, problemáticas emergentes y perspectivas de
integración regional. En Memoria Académica. En línea:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8269/ev.8269.pdf 148 José Enrique Ema López, “Del sujeto a la agencia (a través de lo político)”, Athenea Digital, N°. 6 (2004). 149 Ibíd., 19. 150 Camila Medina Arbeláez, No porque seas paraco o seas guerrillero tienes que ser un animal. Procesos de
socialización en FARCEP, ELN y grupos paramilitares, 1996-2006 (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2009).
48
contrainsurgencia, poniendo sobre la mesa la relación de estos con las guerrillas–, junto a la
construcción de la corporalidad. La formación del combatiente pasa, según la autora, por
rutinas de introducción, convivencia y organización en el campo que permiten considerar lo
siguiente, desde la comparación con la insurgencia –combatientes de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo (FARC-EP) y del Ejército de Liberación
Nacional (ELN)–:
1) La existencia de una formación política ideológica es más explícita y sistemática en las
organizaciones insurgentes que en los grupos paramilitares. 2) El entrenamiento físico en los
grupos contrainsurgentes se caracteriza por el uso explícito de prácticas de maltrato y dolor
sobre el cuerpo del combatiente lo que no ocurre en el mismo grado ni en la misma forma en
las organizaciones insurgentes. 3) Son comunes en los procesos de entrenamiento
paramilitares el desarrollo de prácticas ejercidas sobre el cuerpo de las víctimas como
orientadas a naturalizar y legitimar la deshumanización y animalización del otro. Ligado con
este tercer punto planteamos que las acciones violentas y atroces cometidas por los grupos
insurgentes hacen parte de la contingencia de la guerra mas no responden a un proceso de
entrenamiento e iniciación direccionado a deshumanizar y animalizar al otro.151
En ese sentido, tomando la primera consideración y articulando la segunda y tercera
a eventos de acción de los combatientes, diremos que más allá de los escenarios que convoca
la política, la alteridad cobra una y otra vez importancia para (des) componer
interpretativamente a los actores armados; esta consideración nos da vía libre para continuar
hablando de la difusividad de las máquinas de guerra y, aunque resulte fácil y reduccionista
crear este contraste entre actores armados, se ha de tener en cuenta que suele dársele tintes
de guerra civil al conflicto armado colombiano y, a partir de ello, las investigaciones al
respecto pasan por alto la violencia que se ejerce para concentrarse en las consecuencias
políticas y sociales atribuibles a una ideología152, siendo lo señalado por Medina un elemento
que castra al paramilitarismo y juega con la diversidad de términos que lo refieren, abriendo
un par de escalas para su comprensión.
La ideología política en tanto horizonte de lo institucional, estatal y social parece dar
forma legítima al proceder de los agentes; el paramilitarismo, al carecer de ella, desde el lugar
151 Ibíd., 116. Resaltado dentro del texto. 152 Stathis Kalyvas, “La violencia en medio de la guerra civil. Esbozo de una teoría”, Análisis político, N°. 42 (2001),
4
49
de enunciación de la autora –que no es exclusivo–, carga con una ilegitimidad monstruosa
que solo es concebible (i) al explorar la autodefensa como respuesta apolítica o (ii) al ver lo
paramilitar, en su conjunto, como una matriz de actos y representaciones atravesados por la
moralidad política. Por consiguiente, cualquiera de los dos sentidos pierde de vista la
politización de lo cotidiano153 y toma a la narración que hacen los agentes de sí mismos en
función de sustratos modernos que limitan su operación, circulación e interpretación, pues la
necesidad de fijar todo al convencionalismo bélico, desde una óptica externa a los hechos de
guerra, restringe los acercamientos a cada fenómeno. Así pues, hablaremos en términos de
monstruosidad para señalar la exotización que aquella carencia sugiere y que no hace más
que generar silencios sobre lo paramilitar y, aunque no pretendamos nombrarlo todo, creemos
que el cuidado sobre el análisis debe significar desbordar los límites para ver más allá de lo
evidente.
Ahora, el repertorio de anormalidades que recaen sobre el paramilitarismo, cuando se
mide su pulso junto a otros “actores armados ilegales”, es directamente proporcional a la
capacidad de agencia que desde ahí “se otorga” a las máquinas, para que no dejen de
manifestarse sobre ella. Las nociones que sitúan al paramilitarismo en consonancia con la
lucha antisubversiva y contrainsurgente, por ejemplo, encuentran forma a esa anormalidad
desde recursos de su estrategia militar como “quitarle el agua al pez”154: en la voz de Carlos
Castaño,
sin que nadie nos lo enseñara uno de los mejores mecanismos que hemos utilizado para la
lucha antiguerrillera: si no podíamos combatir donde estaban acantonados, sí podíamos
neutralizarles las personas que les llevaban comida, droga, razones, aguardiente, prostitutas,
y todo ese tipo de cosas que se les llevaban a los campamentos.155
153 Entender la politización de lo cotidiano es dialogar a la luz de una de las mayores contribuciones del feminismo a
las lecturas de las ciencias de la sociedad. En 1969 Carol Hanisch escribió un ensayo que se convirtió en un eslogan
de loa años siguientes: “lo personal es político”, frase fundante de la segunda ola del feminismo. Carol Hanisch, “The
personal is political”, Radical feminism: a documentary reader (Nueva York: New York University Press, 2000),
113-116. 154 Mauricio Romero habla de “secar el agua donde se mueve el pez”. Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas
1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta, 2003), 75 155 Germán Castro Caycedo, En Secreto (Bogotá: Editorial Planeta, 1996), 75
50
“Quitarle el agua al pez” es explayar los objetivos de la discursividad
contrainsurgente para que reboten sobre una cadena civil de agentes y escenarios sociales156.
De este modo la pretensión de reducción del enemigo habilita inusuales espacios de acción
que dejan ver la selectividad en contraste con la violencia indiscriminada, toda vez se
identifican grados de conciencia que atraviesan al paramilitarismo y al paramilitar, para
integrar una estrategia combativa de autodefensa indirecta escalonada en múltiples
operativos a los que se atribuyen masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y
torturas. Si bien la ideología se desarticula de los objetivos más reales e inmediatos del
paramilitarismo, creemos que la no identificación de una agenda unidimensional nos lleva
hacia un lugar plural cerca de lo difuso y polimorfo. Finalmente, estas conclusiones nos
animan a subrayar el poder de la discursividad y el carácter performativo de la misma.
Las dos últimas consideraciones que hace Medina, en seguimiento de la violencia
ejercida por los paramilitares, aluden a la construcción de sujetos a partir de una socialización
específica que cifra a la vida con relación al poder de matar, ejercer el uso de la fuerza, incidir
y ordenar espacios sociales, como da cuenta uno de los relatos de los combatientes
entrevistados por ella:
El entrenamiento fue muy difícil, de hecho había un lema: el entrenamiento debe ser tan duro
que la guerra parezca un descanso. Ya te podes imaginar un entrenamiento donde se mataron
tres compañeros con granadas porque era muy difícil el entrenamiento, nos parábamos a las
cuatro de la mañana nos acostábamos a las diez de la noche. Nos ponían a hacer de todo,
cómo se toma un pueblo, por así decirlo porque nosotros nunca nos tomamos un pueblo no
era el objetivo, como se hace un asalto, como se infiltra uno para pasar desapercibido. Nos
metieron a un cuarto todo el día donde usted bajaba la mano y cogía pedazos de carne humana
y obviamente a uno al principio le da miedo pero después dice: “no pues si yo vine fue a
esto”. Coger una cabeza para jugar con ella, tenaz, impresionante.157
156 La estrategia de “quitarle el agua al pez” recoge el pensamiento maoísta que señala que “la guerrilla, apoyada en
el pueblo, se desenvuelve dentro de este como pez en el agua”, de ahí la expresión que lo define y permite aparecer
en Colombia como una réplica de los procesos paramilitares guatemaltecos como lo fueron los planes militar
“Victoria 82” y “Sofía” los cuales integran el operación militar gestado en 1982 por el alto mando del Ejército
guatemalteco para el exterminio de la su población indígena campesina como parte de la estrategia contrainsurgente
del presidente Efraín Ríos Montt. Véase: Base militar de Tropas Paracaidistas “General Felipe Cruz” Puerto San José,
Escuintla 150800JU82 A-009, Informe militar de la Operación Sofía (15 de julio de 1982),
https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB297/Operation_Sofia_lo.pdf 157 Camila Medina Arbeláez, No porque seas paraco…, 37.
51
Estas palabras tienen un potencial de ser traducidas sobre un momento en el cual “se
hace evidente cómo el entrenamiento de los combatientes que conforman las fuerzas
especiales está orientado a construir sujetos capaces de generar terror en la población civil
con sus prácticas y su imagen”158. Es decir que las respuestas que se tienen de parte de un
individuo, dentro de identidades bélicas en contextos de violencia, hablan de un proceso en
el cual se elaboran códigos de comportamiento dentro de un espacio social que los valida.
Por último, paralelo a la socialización inicial, reforzada con un esquema de relaciones
discursivas y materiales, al detenernos sobre la corporalidad que menciona la autora,
encontramos cómo el poder depende de un estrecho control sobre los cuerpos159,
destacándose estos como sujetos y objetos en todos los terrenos de lo social, no siendo la
excepción el proceso de formación del paramilitar.
Dentro de una relación yo ↔ cuerpo ↔ mundo de vida160, la garantía de la experiencia
social de los sujetos pasa por un flujo ininterrumpido de relaciones que atraviesan al cuerpo
con discursos e identidades capaces de perfilar las respuestas de este sobre el mundo que
habita. Específicamente, la corporalidad del paramilitar, según el testimonio, apela a unas
relaciones de fuerza y a un equipamiento físico en busca de una condición que permita
avanzar sobre el otro, dentro de un desequilibrio que supone el acondicionamiento físico y la
destreza adquirida dentro de la identificación del paramilitar; así también, lo sentido es vivido
a través del cuerpo y, en muchos casos, es a través de él que se hace sentir al otro.
Nada de lo que la antropología histórica no haya trabajado es tenido en cuenta aquí.
De manera breve, arriba identificamos momentos que aún en su singularidad nos dan
elementos para ver en lo paramilitar un gran proceso de configuración identitaria que, a lo
sumo, si bien no es general y mucho menos común en la pluralidad que integra el
paramilitarismo y su expresión, convoca al análisis detallado de multiplicidades y
expresiones antropológicas en él.
158 Ibíd., 38. 159 Achille Mbembe, Necropolítica…, 39. 160 Gráfico de Asier Pérez Riobello elaborado como representación de la idea de cuerpo de Merleau Ponty, en: Asier
Pérez Riobello, “Merleau-Ponty: percepción, corporalidad y mundo”, Eikasia, N°. 20 (2008): 204.
52
2.2.1. Yo, paramilitar: elementos para el análisis del sujeto paramilitar
2.2.1.1.Cualitativamente hablando
El antropólogo francés Marc Augé señala que el lenguaje de las pertenencias o de las
identidades “tiende a ser político”161 al ser constitutivo del simbolismo social, en otras
palabras, el autor explica cómo la enunciación de una identidad marca, incide y constriñe al
sujeto –aunque no limita enteramente su capacidad de acción– y sus proyecciones sobre la
sociedad y los marcos de poder que la dibujan. De la misma manera, la antropóloga
colombiana Nancy Motta habla de la identidad como un término nebuloso y omnipresente
que se construye a través de ella misma, marcando un “nosotros” con respecto a unos
“otros”162, es decir que constituye marcos societales para signar a la otredad, en relaciones
de alteridad. Más recientemente, en contraste con la identidad, se ha unido a los elementos
de estudio de fenómenos social la noción de estética que se proyecta sobre la naturaleza de
las cosas y evoca las reflexiones sobre la percepción y las sensaciones, para encontrar en ello
una narratividad de los valores que movilizan y fijan a los sujetos entendidos como emisores
de lo político y la política163.
De acuerdo con lo anterior, diremos que la identidad es una construcción societal,
conjunta a la identificación164, guía para descifrar la composición cultural de los agentes en
su horizonte relacional y la estética es un valor que refiere a la misma, las dos dentro de un
conjunto de marcaciones. Por lo tanto, en los sujetos paramilitares encontramos elementos
de identificación los cuales hablan, desde la generalidad, de un constructo organizativo que,
en términos de alteridad, es clave para explicar su existencia como colectivo.
Allá un guerrillero para nosotros es lo peor, una tumba puentes, una tumba torres, una basura,
una porquería y no se le perdonaba la vida de ninguna manera. Hay una parte del estatuto donde
dice que allá se le perdona la vida a quien se entrega, pero allá el que se entregaba se moría. Un
guerrillero era lo peor que puede haber en la vida, porque nos infundían eso, la guerrilla es lo
161 Marc Augé, hacen posible y necesaria la primera disciplina: la experiencia de la pluralidad, experiencia de la
alteridad y experiencia de la identidad. Marc Augé, Hacia una…, 85. 162 Nancy Motta González, “Identidad y etnicidad”, Curso Etnicidad y Cultura, (Cali: Universidad del Valle, 3 de
septiembre de 2015). 163 Joshua Lund, “The poetics of paramilitarism”, Revista Hispánica Moderna, N°. 1 (2011): 61-67. 164 Daniel Gutiérrez Martínez, Identidades colectivas y diversidad. Hacia el conocimiento de los procesos de
diferenciación e identificación (México: Universidad Autónoma de México, 2010), 43.
53
peor, hay que darles duro. Como que uno se vuelve un animal de costumbre. Si hay un guerrillero
vamos a buscarlo, vamos a matarlo, vamos a picarlo, igual la guerrilla hacia lo mismo con
nosotros el que se dejaba coger también perdía”165.
El testimonio de un excombatiente reside en las nociones
que fielmente identifican al guerrillero como el otro, el objetivo
discursivamente fundante de la organización paramilitar,
encontrándose esa transacción en un nivel medio que, aunque
no brinde detalles que respondan necesariamente a la
perspectiva más cercana que pueda tener un individuo, da
cuenta de la socialización que acompaña la formación del
paramilitar. Del mismo modo, la estética está presente porque
lo guerrillero, como otredad, está atado a valores negativos
instrumentalizados para acudir al ejercicio bélico, señalar y
atacar –o defenderse, en términos de autodefensa– al otro. Es así como entender a los sujetos
del paramilitarismo sugiere una revisión de los procesos de identificación, sin embargo, en
este punto el lector habrá reconocido que hablamos de una identificación que de ninguna
manera puede recoger la experiencia paramilitar porque esta está dada en pluralidades, mejor
dicho: “la construcción de sujeto no es un proceso ni individual ni aislado, este se enmarca
en un contexto espacio temporal, y un orden estructural y social especifico” 166.
La identidad paramilitar si bien no es fija, rastreada por esos fragmentos de testimonio,
se une cualitativamente a los elementos que nos aproximan a hablar de la intersección del
individuo con el espacio de operación que lo incorpora e identifica, en un diálogo de
constitución mutua, con el paramilitarismo. Por otro lado, desde el punto cuantitativo, la
identidad, identificación y estética adquiere matices que salen de la narratividad de lo social
–en la lectura que traslada las nociones de guerra civil al proceso colombiano– para, desde
identidades más amplias, caracterizar al paramilitar, como veremos en el siguiente apartado.
165 Testimonio de excombatiente paramilitar en: Camila Medina Arbeláez, No porque seas…, 49. Resaltado fuera del
texto. 166 Marc Augé, Hacia una antropología…, 11.
Micro
Meso
Macro
El factor relacional y sus escalas
Ilustración 2 Escalas relacionales.
Elaboración propia.
54
2.2.1.2.Cuantitativamente hablando167
En el año 2019 el Centro Nacional de Memoria Histórica, en su labor de aportar al
esclarecimiento de los hechos ocurridos en el conflicto168, caracterizó socio
demográficamente, identificó perfiles, roles, formas de vinculación y sistematizó las
percepciones sobre la victimización a la población civil de una muestra de cerca de nueve
mil desmovilizados de treinta y nueve estructuras paramilitares169, mediante la aplicación de
entrevistas estructuradas realizadas entre los años 2013 y 2016. De acuerdo con los resultados
obtenidos, pese a las limitaciones administrativas que ralentizaron el proceso de aplicación
de las entrevistas170 y, por ende, atravesaron el medio y los mensajes que en su
167 Para estas y otras cifras hemos acudido al registro del Observatorio de Memoria y Conflicto el cual ha tomado el
registro de entidades, organizaciones, bibliotecas virtuales y física como lo son el Archivo Nacional de Derechos
Humanos del CNMH, el Registro Único de Víctimas (RUV) que administra la Unidad de Atención y Reparación
Integral a las Víctimas (UARIV), los sistemas de información misionales de la Fiscalía General de la Nación, las
sentencias proferidas en el marco de la justicia transicional y ordinaria, las estadísticas vitales del DANE, las
publicaciones de organizaciones sociales como el Itinerario de Víctimas Wayúu, la revista Noche y Niebla del Banco
de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del CINEP, el Boletín Informativo de Justicia y Paz, entre otros. 168 En atención a la Ley 1448 del 3 de marzo de 2011 por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación
integral a las víctimas del conflicto armado interno. 169 La muestra parte de una población de cerca de 32.000 paramilitares desmovilizados, según los registros oficiales
que, por demás, son susceptibles a una jui revisión, en el marco de la Ley 975. 170 De acuerdo con el informe del CNMH, el ejercicio de memoria que objetivó la realización de las entrevistas, como
contribución a la verdad, se vio afectado por la distancia temporal que separa lo que aconteció antes del proceso de
desmovilización, en el año 2005, con su aplicación, en el año 2013. “Pese a la dificultad, pudieron establecerse
tendencias que permitieron exponer un análisis, a su vez comparado y sistemático de la población perteneciente a
estructuras paramilitares en el país.” Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el paramilitarismo en
Colombia. Hallazgos del mecanismo no judicial de contribución a la verdad (Bogotá: Centro Nacional de Memoria
Histórica, 2019), 182.
55
sistematización se plasman, podemos concluir que las tendencias refieren una media de
Ilustración 3 Estadísticas paramilitares del CNMH (2019)
56
combatientes paramilitares con bajos niveles de escolaridad e intereses de vinculación al
paramilitarismo mediados, en su mayoría, por los factores económicos (ver tabla N°. 3). Por
consiguiente, si bien los datos fundamentan una compresión sociológica de los procesos, en
nuestro caso, a partir de ellos, instalaremos un punto de observación del paramilitar en una
meso y macro escala relacional.
(…) se puede concluir que los grupos paramilitares vincularon en general a hombres jóvenes,
entre los 16 y los 29 años de edad, que en su mayoría no se autoreconocían con alguna
identidad étnica; que presentaban bajo nivel de escolaridad y escasos recursos económicos.
Sin embargo, los resultados, tal cual se evidencia en cada uno de los análisis expuestos, deben
ser leídos según la naturaleza de las comunidades sobre la cuales recaía el poder paramilitar.
Las únicas variables que pueden establecerse como propias de una intencionalidad en el
reclutamiento son las de género y edad, pues responden a percepciones androcentristas y
utilitaristas en el mundo castrense y no se corresponden con los porcentajes poblacionales.
En cuanto a las demás variables, cada una corresponde a las circunstancias propias de los
territorios (pobreza, educación media y superior) y puede ser leída según la presencia
histórica de las estructuras (lugares de procedencia y afectación de comunidades étnicas).171
Resulta interesante vincular sobre este punto las problemáticas
estructurales/estructurantes de la sociedad colombiana que signan a la violencia y a la
pobreza como variantes de gran influencia sobre las dinámicas del conflicto nacional. Lejos
de cualquier determinismo, todo lo anterior sugiere mencionar realidades sociales como el
racismo estructural, las violencias racializadas172, el rol de la etnicidad en la construcción de
jerarquías173 y la incidencia del género174 y la clase como categorías de análisis para encontrar
a los sujetos insertos en las dinámicas de guerra. En esta medida, interpretar la ambigüedad
del conflicto y la diversidad de sus agentes parece ser un síntoma de su convulsa naturaleza
que nos deja aperturas para escalar una y otra vez todo lo que a él concierne.
171 Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el paramilitarismo…, 153. 172 Gerardo Vásquez Arenas, “Paisaje racializado de la violencia en Colombia”, Nómadas, N°. 45 (2016): 189-201. 173 Peter Wade, “La relación Chocó-Antioquia: ¿un caso de colonialismo?”, en Colombia Pacífico, Pablo Leyva
(comp.) (Bogotá: Fondo Energético Nacional), 436-453. 174 Gabriela Castellanos, Alba Núbia Rodríguez y Norma Lucía Bermúdez, “Mujeres y conflicto armado:
representaciones, prácticas sociales y propuestas para la negociación” en: Gabriela Castellanos y Simona Accorsi
(comp.) Sujetos femeninos y masculinos. La manzana de la discordia (Cali: Universidad del Valle, 2001).
57
Guiados por el interés económico –factor que engloba, en el estudio de CNMH, a la
manifestación de “desempleo”, “falta de trabajo”, “donde vivía no había trabajo” o “en los
paramilitares pagaban mejor” por parte de los entrevistados175 (ver tabla N°. 3)–, que
representa el 59% de los factores de vinculación a las estructuras paramilitares, en donde el
militar en el paramilitarismo es asumido como un trabajo asalariado176, diremos que se hace
necesario determinar desde cuándo es así, despejando el tiempo como variante, para matizar
sobre el tema y elaborar acercamientos más ilustrativos. Por ahora, nos serviremos de la
información recopilada hasta aquí, para explicar y validar las escalas de relaciones que
planteamos a través de la figura (ver ilustración N°. 3): de acuerdo con lo planteado arriba,
el paramilitar no deja de ser un sujeto atravesado por realidades sociales, económicas,
geográficas y, por demás, históricas que permiten encontrarlo dentro de respuestas
individuales, si es que lo pueden ser, a los marcos de poder en los que toda sociedad se erige;
a nivel micro, hablaremos de todo lo que remite a pensar en persona, en donde una salida
fácil para concentrarnos y no escalar inmediatamente el abordaje, es acudir a los datos
cuantitativos –género, edad, motivaciones– que luego deberán ser atados, en el momento de
su interpretación, a procesos intermedios que se detienen entre el contexto regional, las
tendencias y economías locales. Sin perder de vista la interconexión de escalas, el nivel
macro supone señalar la incidencia de contextos nacionales e internacionales plasmados en
instituciones y políticas, sistemas económicos, culturales, entre otros.
En resumidas cuentas, en este espacio limítrofe entre el sujeto y el objeto, en el nivel
micro, es bastante claro que los conflictos –al igual que sus expresiones– y “la violencia no
se vive como una guerra o catástrofe, y menos aún se visualiza como el producto de un
conjunto de conductas delincuenciales; sino que aparece como un proceso banal que ofrece
175 Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el paramilitarismo…, 182. 175 Ibíd., 91. 176 Traemos a colación el testimonio de un excombatiente en el que se une el resultado estadístico de la vinculación
a grupos paramilitares y el proceso de socialización que allí tiene lugar: “todo lo que uno vive hace que sienta que
matar es algo que hace parte del trabajo y ya...como el doctor que da malas noticias, porque hace parte del trabajo,
Como el abogado que saca gente de sus casas por deudas así sepa que no tienen para donde irse, porque hace parte
del trabajo”. en: Addy Lorena Trujillo, “Excombatientes. Haciendo Memoria…”.
58
oportunidades, produce acomodamientos y tiene normas y regulaciones”177. Rodeándose de
gran singularidad y complejidad las categorías para definir, desde una revisión general, los
agentes que intervienen en confrontaciones y expresiones del paramilitarismo; lo anterior
devuelve una gran importancia al divorcio del discurso y la realidad inmediata en medianas
y pequeñas escalas de estudio.
Buscamos llamar la atención sobre la selectividad, deducible de los balances
cualitativos y cuantitativos, como forma de lo que antecede a la acción, a nivel intermedio,
capaz de dar cuenta de las conciencias sobre el tratamiento paramilitar, mientras la creación
de discursos y elementos dentro de los procesos de socialización de los combatientes habla
desde un espacio micro de la modelación de estrategias de acción con gran sentido dentro de
lo que Raúl Zelik denomina habitus, en clave bourdiana: hay un campo codificado en el que
interactúan los discursos y los actores para validar todo un sistema de valores que emana de
él y de la interacción que allí tiene lugar, sin olvidar que esta, a su vez, está en constante
relación con unas buenas partes del todo contextual.
A manera de cierre, repasaremos también un novedoso estudio de Ana Arjona sobre
los códigos sociales que genera la presencia de actores armados en las comunidades. La
autora propone, a un lado de hipótesis en donde la avaricia –greed theory– y el agravio –
grievance theory– son las únicas variables para interpretar la vinculación de individuos a
grupos armados ilegales, la necesidad de leer los procesos de incorporación sobre la
heterogeneidad178. Paralelamente, de acuerdo con la percepción civil de los grupos al margen
de la ley, Arjona desarrolla la idea de un orden social en el que se instalan reglas claras dentro
de una comunidad, toda vez que hay una configuración singular dadas las dinámicas,
necesidades y propósitos de la presencia de los actores armados en el lugar. Las condiciones
que de ahí se establecen a manera de “pacto social” crean tipológicamente que, según la
autora, pueden ser rebelocracias, aliocracias, o desorden, sobre el argumento de que el orden
177 Aunque las líneas de Pécaut no remiten precisamente a la sensibilidad a la que hacemos alusión (y creemos urgente)
en este apartado para observar la experiencia paramilitar, buscamos hacer énfasis en la movilidad que supone el
pertenecer. Daniel Pécaut, Guerra contra la sociedad (Bogotá: Editorial Planeta, 2001), 197-198. 178 Ana Arjona, Rebelocracy. Social order in the Colombian Civil War (Nueva York: Cambridge University Press,
2016).
59
es más probable que el desorden cuando los grupos armados no compiten con otros grupos,
ni tienen problemas internos de disciplina. En ese sentido, las tipologías desarrollan la idea
de un alta, media y baja intervención de los grupos armados en la vida local que llega incluso
a construir un orden civil condicionado, en gran medida, por las dinámicas locales e
instituciones preexistentes en la comunidad. Y de acuerdo con las tipologías, la incorporación
a los grupos paramilitares está mediada por la estructuración local de las comunidades, su
sistema de valores, amenazas, economía y afectaciones.
Como se logra apreciar, la multiplicidad de factores y escalas es una constante que,
en diferentes formas, no deja de develar los cortes y las particularidades de lo paramilitar y
sus agentes, de acuerdo con espacios territoriales, instituciones y sus singulares diálogos con
el resto de los elementos de lo social. En resumidas cuentas,
El enfoque centrado en la “descripción densa” de los actos violentos omite el hecho
fundamental de que la violencia bélica es una violencia organizada. Ésta no emerge, al menos
de forma directa, de la interacción entre los combatientes –máxime si se tiene en cuenta que
éstos apenas llegaban a tener contacto visual. Es más bien ejército como organización, su
complejo entramado, lo que lo que la hace posible. Él suministra y renueva, una y otra vez,
los recursos técnicos, humanos e institucionales necesarios para ejercerla.179
179 Benjamin Ziemann, “La violencia como objeto de estudio en las investigaciones recientes sobre la primera guerra
mundial”, Historia Social, N°. 84 (2016): 147.
60
Tabla 3 Número de personas
entrevistadas relacionadas con
factores de vinculación
Fuente: elaboración del
CNMH, en: Centro Nacional
de Memoria Histórica,
Análisis sobre el
paramilitarismo en
Colombia. Hallazgos del
mecanismo no judicial de
contribución a la verdad
(Bogotá: Centro Nacional de
Memoria Histórica, 2019): 94
Tabla 4 Acciones cometidas
Fuente: Elaboración del CNMH, en: Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el
paramilitarismo en Colombia. Hallazgos del mecanismo no judicial de contribución a la verdad
(Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica, 2019): 153
Exterminio social
Desplazamiento forzado
Lesiones personales
Masacre
Violencia secual
8922
8499
6831
4768
3222
3191
2337
1825
485
481
Suma calificación de acciones cometidas por los grupos
paramilitares según percepciones de las personas entrevistadas
Factores de vinculación N°. de personas
Amenazas, acciones violentas y victimas de
grupos guerrilleros
72
Desertores de grupos guerrilleros 4
Discursos sobre defensa del bien común, trabajo
con la comunidad y patrimonio
432
Factores de seguridad y contexto de violencia sin
especificar responsabilidades
695
Factores económicos 5.319
Ignorancia o desconocimiento 10
Motivos personales, familiares o sentimentales 566
Otras sin clasificación específica 30
Problemas con el Ejército Nacional y/o con la
justicia
65
Problemas y riesgo de alcoholismo y consumo de
drogas
9
Sin establecer motivación 5
Sin respuesta 18
Vinculación buscando familiares desaparecidos
probablemente adscritos a la estructura
14
Vinculación por relaciones familiares y/o filiares
con integrantes de la estructura
306
Vinculación y/o cooptación forzosa 840
Vinculación para la desmovilización 59
Vinculación, gusto, atracción y afinidad con los
paramilitares, las armas y la vida militar
577
Total general 9.021
61
2.3. La violencia como objeto, diálogos con la subjetividad
El paramilitarismo, entendido como una máquina de guerra, hace operativa una
realidad que articula el poder bajo intereses privados y, en el espacio público, hace uso de él
ejerciéndolo desde un lugar validado discursivamente en un escenario interno –estriado–,
donde converge la alteridad en la composición de un terreno político de extrema polaridad.
Hemos anclado a la violencia dentro de ese primer escenario en donde el accionar obedece a
necesidades fácilmente rastreables, desde los procesos económicos e intereses del mismo
tipo, para en este apartado preguntarnos también por la incidencia de la violencia paramilitar
en el espacio público.
Históricamente las violencias han constituido una buena parte de la expresión de
conflictos sociales y políticos colombianos, asumiendo también una labor comunicativa
como medio y mensaje ordenador. En ese sentido, hablaremos de un “complejo proceso de
ordenamiento de la vida social”180, guiado por la perpetración de actos de poder que conducen
intencionalmente a la afectación de otros181, para referirnos a los ejercicios de violencia,
concediendo un espacio para pensar las condiciones que la posibilitan más allá, o acá, de
homo homini lupus. Sin dejar de lado lo relacional, los estudios sobre la violencia suelen
articular la fuerza y el poder como elementos constitutivos que ponemos a consideración de
la mano con el orden cultural y los sistemas de valores en donde la fijación de, o sobre, otro
es esencial; por ejemplo, los acercamientos de René Girard a la violencia parten de tres
elementos en los cuales la otredad es trasversal: dentro de la teoría mimética, el mecanismo
de chivo expiatorio y la revelación cristiana, el otro y la alteridad concentran la intención
bipolar de amigo-enemigo que es el sustento de la discursividad paramilitar en clave
contrainsurgente.
Cada cual ve en el otro al usurpador de una legitimidad que cree defender y que no cesa de
debilitar. No se puede afirmar o negar nada de uno de los dos adversarios que no se deba
afirmar o negar inmediatamente del otro. A cada instante, la reciprocidad se alimenta de los
180 Ingrid Johanna Bolívar y Alberto Flórez, “La investigación sobre la violencia: categorías, preguntas y tipo de
conocimiento”, Revista de Estudios Sociales (2004): 36. 181 Heinrich Popitz, Phänomene der Marcht (Hohr: Tubienga, 1992), 48.
62
esfuerzos de cada cual por destruirla. El debate trágico es exactamente el equivalente verbal
del combate de los hermanos enemigos, Eteocles y Polinice.182
El espacio discursivo del paramilitarismo resalta constantemente la figura insurgente
y a partir de ella elabora unas transacciones que pueden situarse sobre la correspondencia
táctica e ideológica con el otro que le es inmediatamente próximo. Aunque los
planteamientos girardianos identifican en el chivo expiatorio un catalizador de tensiones, su
fundamento recae en que “de la rivalidad inherente al deseo mimético deriva la inevitabilidad
de la violencia como hecho social; en su límite extremo desembocaría en una hostilidad
generalizada, destructora del vínculo comunitario”183; siendo la violencia fundada la
constructora de órdenes y profundas transformaciones sociales. A todo esto, lo que
referenciamos como violencia paramilitar requiere abordar elementos que no obedecen
únicamente a la bipolaridad, como trataremos más tarde.
En plural, autónoma, y no, dentro de procesos sociales, ambigua, basta, cambiante,
instrumental, y subjetiva, la violencia desafía todo intento de aludir a ella sin escapar de
matices para su descripción, sin embargo, el reduccionista marco bipolar, amigo-enemigo,
crea un escenario poco más cognoscible en el que aparecen víctimas y victimarios, siendo tal
vez el más eficaz para hablar de máquinas de guerra. Así, con el reduccionismo como
bandera, nos acercamos al paramilitarismo y a la violencia paramilitar como un espectro
mediado por el poder: el poder paramilitar. De acuerdo con lo anterior, violencia-poder-
control puede ser una triada de elementos intercambiables que, desde la teoría, se aproximan
a la acción paramilitar.
¿Qué antecede al poder?, ¿la violencia está intrínsecamente atada al conflicto?, ¿la
violencia invariablemente genera víctimas? Víctima y victimario – amigo y enemigo. La
bipolaridad establece el proceder de un actor absoluto sobre un otro absoluto y, en ese sentido
narrativo, el poder parece emanar unidireccionalmente de un elemento que lo acapara y
ostenta a través de la trasgresión que hace finito al otro y lo supera. Aunque el poder desborde
182 René Girard, La violencia y lo sagrado (Barcelona: Editorial Anagrama, 2005), 80. 183 Juan Alberto Sucasas Peón, “Antropología de la violencia: René Girard”, Bajo palabra (2017): 143.
63
completamente la violencia, diremos que el paramilitarismo hace uso de esta simbólica y
materialmente al estar la vida, por ejemplo, dentro de sus cálculos.
2.3.1. Daños colaterales. Los enemigos otros
Según Wolfgang Sofsky, la violencia es el acto de trascender y transitar sobre el otro,
armando y desarmando la otredad en función de una actuación que puede hostigar, lesionar,
silenciar, afectar184. Justo aquí nos detendremos para cuestionar ¿hasta qué punto
concentrarnos en la cuestión amigo-enemigo es funcional para el estudio de la violencia
paramilitar? Si bien, como ya hemos dicho, discursivamente el paramilitarismo deja ver unos
elementos que integran un escenario de aparente guerra civil185 caracterizado por identidades
muy específicas, en contravía, sus agentes, la diversidad y la trasgresión del accionar obligan
a fijar la mirada sobre un espacio ambiguo que perfila lo que podría acoplarse como “los
amigos de mis enemigos no son mis amigos”, directamente relacionado con la población no
armada y todo lo que no cabe en la relación bipolar.
“No son mis amigos” es un espacio heterogéneo que situamos más allá de generar un
tercer elemento de la operación paramilitar, para discutir los límites de su violencia y
subrayar el carácter difuso y polimorfo del paramilitarismo. Bajo el señalamiento de “daños
colaterales” se ha conocido la incidencia de prácticas violentas fuera del campo en el que
interactúan amigos y enemigos; la población civil y los “ayudantes” de las estructuras
armadas enemiga se han convertido en el blanco del accionar violento, deslizándose por la
mitad de la bipolaridad. Esto lo situamos dentro de “no son mis amigos” porque pareciese
que directamente no se trata de enemigos sino de obstáculos para la consecución de objetivos.
Según el discurso de los actores armados, la violencia contra la población civil es siempre
justificada. Esto se debe a que, para ellos, la población es señalada como una prolongación
del enemigo (la llaman, entre otros, “bases sociales”, “auxiliadores”, “colaboradores”,
184 Véase Wolfgang Sofsky, Tratado sobre la violencia (Madrid: Abada Editores, 2006). 185 Francisco Gutiérrez Sanín, investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la
Universidad Nacional de Colombia, sostiene desde una perspectiva comparada que hay dos oleadas de guerra civil
en Colombia y las define como La Violencia, entre finales de la década de 1940 y comienzos de 1960, y la guerra
(contra)insurgente que llega hasta nuestros días. Francisco Gutiérrez Sanín, ¿Una historia simple?, en: Comisión
Histórica del Conflicto y sus Víctimas, Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia (Bogotá,
Ediciones desde abajo: 2015).
64
“traidores”, “representantes” o “funcionarios”) o, incluso porque su victimización hace parte
de los costos de la guerra o de los daños colaterales. Sin embargo, el ataque a la población
civil difiere en su sistematicidad, sus dimensiones y en las modalidades de violencia
empleadas por cada uno de los actores. Por ejemplo, que los paramilitares consideren a
comunidades enteras como guerrilleros vestidos de civil se traduce en estigmatización, y a su
vez, en una violencia más extendida y letal.186
Hablar de “extensiones” y “costos de guerra” encierra a la violencia en la expresión
girardiana y desvincula la sistematicidad de los elementos que le componen, además el
tratamiento de los “daños colaterales” o la simple “externalización de los impactos”, en
palabras del CNMH187, excluye los ejercicios de poder que inaugura la perpetración de un
acto violento. Por lo cual, de cara a los matices que debemos considerar para hablar de la
violencia paramilitar, nos proponemos despejar las modalidades de victimización, no sin
antes leer las diversas profundidades que sugiere su clasificación.
Para reforzar la idea de sistematicidad de la violencia paramilitar y la fijación de esta
en espacios de particular interés, como dato general, al rescate del acento sobre lo que hemos
llamado “no amigos”, encontramos la asimetría de la violencia del conflicto armado que, en
cálculos del mismo CNMH, dejó un saldo de cuatro muertes de civiles por cada muerte de
un combatiente de un grupo armado188, lo que puede significar el desarrollo de una amplia
agenda letal que no necesariamente obedece a la estrategia de quitarle el agua al pez que
referenciamos adelante.
Por otro lado, el triángulo de las violencias de Galtung señala la generación de
violencias como el fracaso de la transformación del conflicto189. Ante ellas subyacen
conflictos visibles e invisibles que el autor asocia a espacios culturales y estructurales que
sirven de base a la violencia directa. Al ocuparnos de la violencia directa que se expresa física
y psicológicamente, la violencia paramilitar se diversifica y ofrece un panorama de acción y
afectación amplio con herramientas modeladas para fines inmediatos y no tanto. De esta
186 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! (Bogotá: Imprenta Nacional, 2013), 8. 187 Ibíd. 188 Ibíd., 32. 189 Johan Galtung, Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles
e invisibles de la guerra y la violencia (Bilbao: Bakeaz - Gernika Gogoratuz: 1998).
65
manera, la clasificación nos acerca a medir los impactos de la ejecución de las agendas
violentas.
“La violencia paramilitar es una violencia que se concentra fundamentalmente en el ataque
contra la integridad física y la vida de las víctimas, una violencia particularmente letal. No
quiere decir que las guerrillas no lo hagan, por supuesto que también lo hacen, pero hay unas
asimetrías en las responsabilidades que no podemos ignorar, en términos de asumir
responsabilidad. En las masacres, la diferencia es que por cada masacre que hace la guerrilla
hay tres masacres paramilitares (…) cuando el conflicto se escaló en su peor momento, 1996-
2005, en este momento tan crítico, lo que uno podía esperar es que, si los paramilitares
escalaban las masacres, de pronto la guerrilla le respondía también con masacres, ¡no, la
brecha se aumentó! Ya no era de uno a tres sino de uno a seis”190
Por definición, los grupos armados son violentos. Promulgando defensa, o no, el
paramilitarismo supone acción y afectación y, dentro de su difusividad, sus alcances
adquieren una dimensión mediada por la naturaleza y los objetivos de cada ejercicio violento.
A todo esto, entendemos la selectividad como dispositivo de las máquinas dentro de un
proceso consciente de incidencia en el espacio público y privado, capaz de crear y recrear un
orden a través de medios que pueden, o no, ser violentos; es decir que, el paramilitarismo, al
concebírsele, o no, como una máquina de guerra, elabora hojas de ruta de su accionar a
manera de tácticas para la consecución de un fin específico, y tal énfasis en la selectividad
interpela los relatos sobre violencia indiscriminada, acercándose a la desnaturalización de las
acciones violentas para devolver autonomías, relativismos, conciencias y acupunturas
sociales a todo lo que antecede a la perpetración de un acto violento y a los agentes que
intervienen en él, además de guiar tajantemente la interpretación hacia el espacio subjetivo y
relacionar. De esta manera, en las líneas que siguen exploraremos la violencia como
estrategia de poder paramilitar.
Fruto de un trabajo interdisciplinar, en el año 2013 fue publicado el informe ¡Basta
ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, elaborado por el Grupo de Memoria Histórica
–en adelante GMH–, con la pretensión de identificar las dimensiones del conflicto armado
190 Andres Fernando Suárez, “Cátedra Basta ya. Características, dimensiones y modalidades de la guerra”, video de
Youtube, 2 de febrero de 2015, https://www.youtube.com/watch?v=TqYp0iQ2yrY
66
colombiano entre años 1958 y 2012. A partir de nueve casos emblemáticos191 de acción y
afectación de diferentes actores armados, el GMH consignó en el capítulo que lleva por
nombre “Una guerra prolongada y degradada. Dimensiones y modalidades de violencia” una
decena de modalidades de violencia y categorizó tres acciones que denominó “bélicas”, cada
una de las cuales supone una estrategia de violencia y un impacto particular en las agendas
públicas y mediáticas como también en las interacciones de la comunidad afectada.
Hablar de las modalidades de violencia nos sumerge en un espacio jurídico en el que
la tipificación, es decir la definición inequívoca, expresa y clara de las características básicas
estructurales del tipo penal192, guarda una relación contextual con la percepción de la
violencia y sus autores; y sí, hablamos de tipo penal, en relación directa con el espacio
jurídico porque ha sido desde allí desde donde parte ¡Basta ya! para definir las mismas; toda
vez que el GMH, adscrito al CNMH, representa al centro de investigación del conflicto”193,
lo cual supone, de cierta manera, una correlación con las figuras institucionales de justicia.
En esta medida, solo resta subrayar que todo pasa por un contexto de producción que inclina
hacia un lado u otro la visión de los hechos, no estando exentas las modalidades de
victimización y los conceptos jurídicos y académicos. Ahora bien, de las primeras haremos
uso a continuación únicamente para dilucidar la selectividad como guía de la perpetración de
191 El GMH, con una gran fijación por la acción violenta de paramilitares, guerrillas, fuerza pública y “grupos armados
no identificados”, estableció que la masacre de Trujillo (Valle del Cauca, 1988-1994), Segovia y Remedios
(Antioquia, 1988), La Rochela (Santander, 1989), El Tigre (Putumayo, 1999), El Salado en Carmen de Bolívar
(Bolívar, 2000), Bojayá (Chocó, 2002), Bahía Portete (Guajira, 2004), el desplazamiento forzado en San Carlos
(Antioquia, 1986-2010) y el desplazamiento interurbano de la Comuna 13 de Medellín (Antioquia, 2001-2003),
fueron “lugares de condensación de procesos múltiples que se distinguen no solo por la naturaleza de los hechos, sino
también por su fuerza explicativa”; en una suerte de generalización, la narrativa de ¡Basta ya! puso sobre la mesa,
tras el análisis de los hechos, una serie de premisas sobre la violencia, sus mecanismos e impactos.
Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya!..., 19. 192 Según el Código Penal Colombiano. 193 El CNMH está supeditado al gobierno nacional y reside en el último el poder de determinar su estructura,
funcionamiento y alcances. Además, el consejo directivo del Centro está integrado por ministros (as) del mismo
gobierno, tales como el (la) ministro (a) de justicia, el (la) ministro (a) educación, el (la) ministro (a) cultura, el (la)
director (ra) del Departamento Administrativo para la Protección Social y de la Unidad Administrativa Especial para
la Atención y Reparación Integral de la Victimas, al igual que dos representantes de las víctimas elegidos por la Mesa
Nacional de Víctimas. Ministerio de Justicia y del Derecho, “Decreto N°. 4803 de 2011, 20 de diciembre de 2011,
Por el cual se establece la estructura del Centro de Memoria Histórica”.
Congreso de la República, “Ley 1448 de 2011, 10 de junio de 2011, Por la cual se dictan medidas de atención,
asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto interno y se dictan otras disposiciones.
67
acciones violentas, toda vez que validamos, desde el estudio a posteriori, las interpretaciones
sobre la violencia paramilitar.
La verdad judicial suele estar relacionada con la verdad histórica194, en ese sentido,
finalmente, para ilustrar el lugar de enunciación de las modalidades de violencia abordadas
por el CNMH, hemos de decir, una vez más, que la historicidad de la violencia paramilitar
está atravesada por la tipificación y es esa operación lo que nos permite “nombrar lo
innombrable”195 desde un consenso parcial que no deja de sumarle juicios de valor –
inmediatamente pueden tratarse de valores jurídico, que no es poco– que sencillamente han
de ser tenidos en cuenta.
Ahora bien, las modalidades de violencia o victimización consignadas en ¡Basta ya!
son: asesinatos selectivos, sevicia y tortura, desapariciones forzadas, secuestros, toma de
rehenes, desplazamiento forzado, despojos, extorsiones, violencia sexual, reclutamiento
ilícito y acciones bélicas, cada una de las cuales, según se documenta, fueron llevadas a cabo
por todos los actores armados, sobre el contexto del conflicto armado colombiano.
Si bien las grandes masacres, los atentados terroristas o los magnicidios fueron los hechos
más visibles durante la investigación del GMH, distaron de ser los más frecuentes y los más
letales contra la población civil. Los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, los
secuestros y las masacres pequeñas son los hechos que han prevalecido en la violencia del
conflicto armado. Estas modalidades configuran una violencia de alta frecuencia y baja
intensidad, y hacen parte de las estrategias de invisibilización, ocultamiento o silenciamiento
empleadas por los actores armados. De hecho, fueron precisamente estas modalidades que
194 Para el caso de la Ley de Justicia y Paz, el GMH evaluó los elementos que articuló la justicia colombiana para
juzgar a los desmovilizados de las AUC a la luz de la construcción, desde el proceso, de un lugar de memoria sobre
la ley y los escenarios que la vinculan con las víctimas de la violencia paramilitar y la sociedad colombiana en general;
siendo sumamente relevante la revisión de las conexiones entre memoria, verdad y justicia. Véase: Centro de
Memoria Histórica, Justicia y Paz. ¿verdad judicial o verdad histórica? (Bogotá: Tauros, 2012). 195 Evidentemente nombrar un suceso pasa también por las respuestas que él mismo genera posteriormente como
testimonio y ejercicio de memoria. La violencia y sus consecuencias psicosociales se instalan en espacios físicos, y
no, y se trasversalizan a nivel social desde lo privado a lo público. Toda vez que se generan, a diferentes niveles,
lecturas que lejos de lo institucional cumplen la función de nombrar, como mínimo de la comprensión de lo que
acontece. Para una revisión de las consecuencias sociales de la violencia, los aspectos psicológicos y otras formas de
nombrar desde las víctimas los hechos de victimización en el marco del conflicto armado colombiano, véase: Ana
María Téllez, Nathalie Sánchez, Carolina Tejada y Juan Davis Villa, Nombrar lo innombrable. Reconciliación desde
las perspectivas de las víctimas (Bogotá: Programa por la paz – CINEP, 2007).
68
poco trascendieron en el plano nacional, pero que tuvieron un alto impacto en el ámbito local,
las que invadieron de manera duradera la cotidianidad de las víctimas.196
Los estudios de caso sobre cada modalidad dan cuenta de la “violencia de alta
frecuencia y baja intensidad” que promulga el Centro como principio fundante de una serie
de sucesos que cualitativamente no representan grandes acontecimientos, pero en la media
de número de veces suman a las hilarantes cifras de victimización en el marco del conflicto.
Y es a partir de ello que resulta fácil dilucidar las estrategias de poder de la violencia, en
donde ejercer coerción, instalar miedo, privar a la población de líderes y lideresas es una
constante e integra la “baja intensidad” al sugerir el desmembramiento de las comunidades.
A manera de acotación, en el ejercicio interpretativo del CNMH también aparecen patrones
que dibujan sobre la geografía, en trazos que dividen al país en sur y norte, objetivos
generales de la violencia;
Particularmente en el Urabá, se puede ver que el objetivo de los grupos paramilitares ha sido
sobre todo lo que ha sido la casa Castaño y todas las demás estructuras paramilitares que
derivaron del proyecto paramilitar de los Castaño. El objetivo era incursionar para acceder a
unas tierras que fueran concebidas como tierras para establecer un modelo de desarrollo en
particular, que era el modelo de desarrollo asociado a la agroindustria de la palma, de la teca
y de la ganadería extensiva, de la forma en que ha sido entendida la ganadería extensiva del
modelo de hacienda ganadera cordobés. Entonces allí el proyecto paramilitar se centró en
despojar, en desplazar y luego despojar, a toda la población que había en esta zona de Urabá
particularmente y en el norte de Urabá y en el Urabá chocoano. Digamos que así funcionó el
desplazamiento, despojo por vía, por diferentes vías, pero legalización del despojo y
posteriormente constitución o establecimiento de este modelo de desarrollo basado en estas
tres economías que son la agroindustria de la palma, la teca y la ganadería extensiva.197
Según los investigadores del CNMH, en las décadas de 1990 y 2000, los móviles del
conflicto interno vacilaron entre la consecución de medios para dinamizar economías legales
e ilegales, encontrándose en el norte del país una empresa por la expansión de la economía
196 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya!..., 42. Resaltado fuera del texto 197 Edinso Culma Vargas, “Los grupos armados y disputas por la tierra y el territorio: la diferencia entre el sur y el
norte del país”, Guion entrevista para el CNMH, S.F.
Un proyecto investigativo muy ilustrativo del tema se puede encontrar en la serie ¿Cómo nos quitan la tierra? La
cual cuenta cómo nació y se perfeccionó una fórmula para desplazar violentamente a millones de campesinos y
comunidades étnicas, despojarlos de sus predios y territorios con la ayuda de servidores públicos, todo para montar
negocios de empresas petroleras y agroindustriales. “¿Cómo nos quitan la tierra?”, Rutas del conflicto,
https://rutasdelconflicto.com/especiales/nos-quitan-la-tierra/
69
agroindustrial, mientras que en el sur se escala una competencia por el dominio de dinámicas
del narcotráfico:
particularmente, para el Putumayo (…) Caquetá hasta cierto sentido y es que el interés de los
paramilitares al entrar a esa zona era hacerse al control de la economía de la coca que era
pues economía campesina, cultivo, y lo otro tenía que ver con el control de todo lo que
significa el narcotráfico, que no solamente es el cultivo sino los diferentes eslabones que son
el cultivo, el procesamiento y el tráfico como tal de la pasta base para luego ser
comercializada fuera del país, entonces el control de los paramilitares, la llegada de los
paramilitares y el asentamiento de los paramilitares en departamentos como Putumayo, tuvo
que ver con disputarles esa economía a las FARC que tenían una presencia mucho más vieja
en el departamento y posteriormente hacerse al control de ciertas [sic], más que del cultivo,
de las rutas del narcotráfico del Putumayo, entonces allí el mecanismo, digamos, para hacerse
ese territorio no era [sic], si fue desplazamiento forzado pero nunca fue despojo de tierras,
digamos, ese nunca fue el mecanismo porque el interés no era apropiarse de la tierra que
estaba siendo ocupada en cultivos de coca, sino era apropiarse de los circuitos del narcotráfico
y controlar socialmente a la población y, militarmente la población que era cultivadora de
hoja de la coca, no necesitaban sacar la gente como si pasó en el Urabá, sino que necesitaban
mantener el control de una economía.
2.3.2. Algunas modalidades de victimización
A continuación, contemplaremos rápidamente tres modalidades de victimización, a
la luz de los patrones que ha identificado el CNMH en cuanto al accionar paramilitar y sus
particularidades, para luego concentrarnos en la masacre y abordarle desde un balance
historiográfico y nociones en las que nos apoyamos, al respecto del primer proceso. Todo
dentro de un ejercicio que aterriza en la inclusión de la vida en los cálculos del poder198
paramilitar, donde se mueve la vida amenazada y el cuerpo torturado.
Por otro lado, es prudente precisar que violencia y conflicto no son sinónimos, sin
embargo, para los fines de este texto, abandonamos la intención de hablar de violencia sin
recurrir a conceptos más cómodos que brinden un soporte a este –como es el caso de
“explotación”, “coerción”, “conflicto” y “coacción”–, para situarnos en la victimización y
198 "Michael Foucault fue el primer pensador que intentó dar cuenta de la inclusión de la vida dentro de los cálculos
del poder". Ayder Berrio Puerta, “La fusión entre democracia y estado de excepción en el modelo biopolítico de
Giorgio Agamben: una reflexión en torno a los efectos de la exclusión-inclusiva de la nuda vida en el ejercicio de la
política occidental” (tesis de maestría, Universidad de Antioquia, 2008), http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/iep-
udea/20100622015848/AyderBerrio.pdf
70
dibujar a través de su lectura los ejercicios de poder que pueden dar forma a la
instrumentalización de la violencia.
2.3.2.1.Asesinato selectivo
Entre 1958 y 2010 el Observatorio de Memoria y Conflicto –en adelante OMC–
contabilizó 148.799 asesinatos selectivos y 174.503 víctimas de la modalidad, de los cuales
el 44,11% fueron responsabilidad de grupos paramilitares, perpetrados en un 18,7% contra
campesinos en una media de edad de 22 años, siendo hombres el 92,5% del total de las
víctimas. Tomando a la Rochela como caso tipo199, en donde fueron asesinados quince
trabajadores judiciales, el CNMH sostiene que
Los asesinatos selectivos son la expresión de una estrategia criminal que busca enmascarar
las dimensiones de las acciones de violencia contra la población civil. Esto se debe a que su
carácter de acción individual y su patrón de ataque dificultan la identificación de los
perpetradores. […] Los asesinatos selectivos no solo fueron una estrategia de invisibilización,
sino que se integraron a los mecanismos de terror de los actores armados, junto con las huellas
de la sevicia y la tortura en los cuerpos expuestos públicamente y con el asesinato de
personalidades públicas.200
La invisibilización es el fundamento de los asesinatos selectivos, en cuanto frenar la
generación de una mirada que dimensione el verdadero impacto de estos se convierte en un
logro del proceder pausado, altamente premeditado, de los paramilitares. Para 1999 cuando
se estima incursionó el Bloque Norte de las AUC en la ciudad de Barranquilla, se cumplió a
cabalidad el paso inadvertido de la muerte violenta porque “la única “regla” que tenían que
cumplir [..] era no asesinar a más de tres personas a la vez, para evitar presión de los medios
y las autoridades”201, de esta manera fueron asesinados docentes, estudiantes y trabajadores
universitarios miembros de movimientos estudiantiles y sindicatos sin ser dilucidada la
sistematicidad de los hechos.
199 El caso de La Rochela está documentado en: Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación
y Reconciliación, La Rochela, memorias de un crimen contra la justicia (Bogotá: Tauros, 2010). 200 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! ..., 43-45. 201 Muriel Jiménez Ortega, Edwin José Corena Puentes y Christian Maldonado Badrán, “La Universidad del Atlántico
(Barranquilla, Colombia) en el conflicto armado reciente: modalidades, hechos e impactos (1998-2006), Historelo,
N°. 21, Vol. 11 (2019): 32.
71
2.3.2.2.Despojo
El despojo es la modalidad de victimización que se suele relacionar acertadamente
con el desplazamiento, siendo el primero el ejercicio que antecede a la movilización de
familias y poblaciones enteras por amenazas, extorciones y/o elevados niveles de
afectabilidad, todo lo cual trae a colación lo que se ha llamado “problema agrario” en donde
la tenencia de la tierra genera inequidad y malestar social. Según el CNMH, “fuentes oficiales
han reconocido que existen más de 8,3 millones de hectáreas (358.937 predios) despojadas o
abandonadas por la fuerza”202 y, en gran medida, esta situación se da con el ánimo de
desposeer y hacerse a la tierra con objetivos económicos estratégicos. Élites locales,
monocultivos, agroindustrias, procesos urbanísticos y ganadería extensiva son algunas de las
variantes junto a casos de despojo.
En el municipio de Chibolo, en el departamento de Magdalena, al norte del país, en
el año 1997 fueron desplazadas 1.646 personas, en el marco de un despojo sistemático y
administrativamente organizado en el que paramilitares, funcionarios del Instituto
Colombiano de la Reforma Agraria –INCORA–, élites políticas y funcionarios de registro,
pactaron la apropiación ilegal de tierras, tras el despojo por vías de coerción en el territorio.
Atribuido al Bloque Norte paramilitar, este caso emblemático, perpetrado en múltiples
veredas y haciendas de habitación colectiva del municipio en cuestión, completa su forma
con la vinculación ganadera y los usos para el desarrollo de esta actividad pecuaria que se
dieron tras el despojo203. Es así como esta modalidad de victimización encubre pactos
trasinstitucionales en donde la instrumentalización de la violencia para apoderarse de un
espacio que puede ser físico o social.
2.3.2.3.Desaparición forzada
Esta modalidad de victimización es bastante compleja, no solo por su definición e
implicaciones, sino también por sus usos prácticos dentro del bloque institucional de justicia
colombiana; a ella, por ejemplo, se relacionan los hallazgos de fosas comunes, de las cuales,
202 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! …, 76. 203 Francisco Gutiérrez Sanín y Jenniffer Vargas Reina (eds.), El despojo paramilitar y su variación: quiénes, cómo,
por qué (Bogotá: Universidad del Rosario, 2016), 75-100.
72
a través de declaraciones de combatientes paramilitares, en el marco del proceso de Justicia
y Paz, fueron exhumados 4.0809 cadáveres204. Asentarla al accionar paramilitar es ver a
través de ella la inoperancia de una identificación amplia de los patrones de acción de los
victimarios y la incapacidad judicial para responder a las víctimas. De hecho, el CNMH en
el apartado que le dedica en su informe más general, subraya los impactos emocionales sobre
las víctimas no directas de esta modalidad y no lo mencionamos porque la preocupación por
los estados anímicos y las repercusiones psicológicas no sean importantes, por el contrario,
consideramos que lo son en demasía, pero, al encontrar ese acento particularmente dentro de
esta modalidad, insistimos en la dificultad que presenta. El Centro dice que “la especialidad
del delito [de desaparición forzada] reside justamente en la privación de la libertad y en el
ocultamiento del paradero de la persona desaparecida”205 ante lo cual se reconoce “(i) la
confusión de este delito con otras modalidades de violencia como el secuestro y el homicidio;
[y] (ii) la minimización de su impacto social frente a la espectacularidad o gran visibilidad
que los medios de comunicación le han asignado a otras formas de violencia”206, todo lo cual
apunta, como en el caso de los asesinatos selectivos, a la invisibilización de los delitos.
Entre los años 1958 y 2010, el OMC reporta 66.399 casos de desaparición forzada
que encuentran estadísticamente un pico, con respecto a la cantidad de afectaciones, hacia el
año 2000 con un alce significativo en 2002 y un descenso desde el 2004. En cuanto a los
responsables, partiendo de que 39,3% corresponde a actores desconocidos, el 30,1% lo es a
grupos paramilitares y el porcentaje restante está dividido entre guerrillas, grupos armados
no identificados, grupos posdesmovilización y agentes del Estado.
[…] nosotros logramos recuperar siete cuerpos. Esos cuerpos estaban abiertos por el tórax.
Otros estaban degollados. Lo que nos contaba un muchacho que logró salvarse, era que los
paramilitares empezaban a bajar a cada persona de las camionetas y con hachas y cuchillos
abrían el estómago. Les enterraban el cuchillo en el estómago, al filo del ombligo, y recorrían
con él hasta el cuello, luego los lanzaban al río. Así estaban todos los cadáveres que
encontramos en el río [río Guamuez, Putumayo]. No sabemos cuántas personas más echaron
204 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! …, 61. 205 Ibíd., 57. 206 Ibíd., 58.
73
al río, por eso decimos “los que viven en el río”. Es incontable saber cuántas personas viven
en este río.207
Por los ríos y mares circuló la evidencia de esta modalidad que encontró en ellos un
gran encubrimiento de torturas, agresiones sexuales, sevicia, prácticas de entrenamiento
paramilitar, entre otras aberraciones.
2.3.2.4.Masacre
En el año 1990, María Victoria Uribe presentó un importante trabajo sobre las
masacres de La Violencia en el Tolima. La publicación estructuró, desde la antropología, el
modus operandi de cuadrillas de bandoleros liberales y conservadores entre 1948 y 1964, a
través de una revisión de dinámicas locales con respecto al panorama nacional bipartidista
de la época y el repaso de fuentes escritas e información consignada en periódicos y
expedientes judiciales. Matar, rematar y contramatar, el libro, guarda una exploración por
el contexto político local, seguido por la reflexión y descripción de las masacres en diversas
zonas del departamento tolimense y su articulación ritual a una “matriz cultural”208 que se
nombra desde la recapitulación la investigación, desbordando hacia la cultura las
“anomalías” de un conflicto rural.
Uribe se concentra en el cuerpo humano como territorio de confrontación en un
espacio rural que bosqueja como carente de agentes, instituciones, fórmulas estatales y
jerárquicas; en síntesis, un espacio en el que el poder es establecido tenuemente desde el
vecinazgo y la paisanidad que ubican en las redes de parentesco el motor del ejercicio de las
violencias y la perpetración de masacres como acciones que rememoran y vengan las
posiciones de actores. Desde la sociología comprensiva tal desarrollo de la masacre, como
lo interpreta Uribe, respondería a una “conducta plural que, por el sentido que encierra, se
presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad”209 que convoca a
la misma relación social minúscula desde la que se plantea la acción de matar y rematar.
207 Ibíd., 62. 208 María Victoria Uribe A, Matar, rematar y contramatar. Las masacres de la Violencia en el Tolima 1948-1964
(Bogotá: CINEP - Centro de Investigación y Educación Popular, 1990), 192. 209 Max Weber, Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (México: Fondo de Cultura Económica,
1998), 21.
74
Las masacres de La Violencia son actos rituales llevados a cabo al margen de las actividades
cotidianas y con una secuencia de acciones que tenía un determinado orden. No fueron actos
casuales ni fortuitos sino acontecimientos reiterativos por medio de los cuales sectores rurales
marginados del ejercicio del poder, ejercieron una forma extrema de poder.210
A todo esto, evidentemente el interés de la autora gravita cerca de la violencia y el
cuerpo y no desde el poder, cuestión que es mucho más operativa al contexto de producción
del libro que está atado editorialmente al Centro de Investigación y Educación Popular –
CINEP– y a la miopía sobre las agencias; sin embargo, nuestra atención sobre el trabajo
aterriza en el estudio de las masacres concebidas como un espacio social que responden a un
sistema y están atravesadas por el exceso, desde el cual se extrae un lenguaje de confrontación
funcional en la fijación e identificación partidista local que ha sido el factor central de las
investigaciones sobre los hechos victimizantes de acción contundente en la segunda mitad
del siglo XX para Colombia –aquí entran los lazos inmediatos entre la Violencia, sus
violencias y el conflicto con el Bogotazo, por ejemplo–.
En otro momento, la estructura ritual de la masacre es desglosada por la autora a
través de fases que, una y otra vez, nos remiten a la obra de René Girard y el compendio de
mecanismos y expresiones sobre el deseo y lo sagrado, dentro de una realidad permeada por
las rupturas sociales que genera la violencia y su expresión en los cuerpos. Uribe señala los
excesos sobre la muerte e insiste en leerlas dentro de un mutismo social ante disparidades y
elementos de la política, donde “las masacres son síntomas de un antagonismo social que no
ha encontrado canales de expresión dentro del pacto simbólico, por lo cual sus contenidos se
resisten a la simbolización”211. Para nosotros, leyendo el presente histórico de las masacres
fuera de La Violencia, cerca de nuestro presente, estas son un símbolo del poder dentro de la
excepcionalidad que lo valida, como también son un gesto de la violencia y el síntoma que
está dado en un amplio contexto macro histórico entendido como necropolítica.
Resulta llamativo establecer al igual que Uribe que las masacres, entre 1948 y 1964,
respondieron a una sociedad precapitalista, siendo esto la base de la revisión que hacemos de
210 María Victoria Uribe, Antropología de la inhumanidad (Bogotá: Norma, 2004), 64. 211 Ibíd., 61.
75
Achile Mbembe quien se sitúa desde el capitalismo y sus fórmulas socioeconómicas para
contemplar los poderes, y reseñar la gestión la vida y la muerte; tales planteamientos sugieren
fijar un punto de inflexión o tránsito de un escenario a otro. A lo sumo, Uribe también plantea
cómo la más reciente globalización, para Colombia, subraya al narcotráfico como factor que
configura al paramilitarismo. Así, para analizar las masacres paramilitares de finales del siglo
XX e inicios del XXI resulta ineludible contemplar el contexto político junto al económico,
porque el segundo estará enteramente condicionado por el primero.
Antes de concentrarnos en estos elementos centrales para este apartado, señalaremos
nuestro lugar de enunciación para dar cuenta de por qué hablamos de masacre y cómo la
concebimos: definida por el GMH, la masacre es el producto del encuentro brutal entre el
poder absoluto del actor armado y la impotencia absoluta de las víctimas212. En consecuencia,
en una visión ampliada de sus impactos, la masacre es la aniquilación total213 y el sentido de
la destrucción es la destrucción misma, teniendo a la destrucción física como sustancia de la
violencia214. Sofsky plantea que en la masacre la cultura y la sociedad son reducidas a la
nada, sin embargo, cuando el cuerpo deja de aparecer como sujeto y contemplamos al cuerpo-
objeto –res extensa en Descartes–, lo encontramos como un testimonio, como un lugar de
inscripción del poder, como símbolo de la violencia que, aunque ante la sugerencia de Sofsky
de eliminar en su percepción las “vestiduras culturales”215, no puede no convertirse en un
elemento cultural al proyectarse en los espacios de la vida ciudadana, agendas políticas,
mediáticas y sociales.
Mientras Sofsky hace a un lado los elementos culturales en la lectura de la masacre,
Koessl invita a pensar la violencia en Colombia dentro de la teoría bourdiana de campos,
desde allí, la masacre está atada, como práctica, al habitus que caracteriza a los agentes
212 Técnicamente, la masacre nombra a un “homicidio intencional de cuatro o más personas en estado de indefensión
y en iguales circunstancias de modo, tiempo y lugar, y que se distingue por la exposición pública de la violencia”;
cobrando relevancia la parte cuantitativa en los procesos de inclusión y exclusión en su registro. Ibíd., 36. 213 “la naturaleza de las masacres permanece intacta. Su objetivo es la aniquilación total. La masacre es una violencia
colectiva ejercida contra gentes indefensas. Éstas no pueden huir ni poner resistencia. La violencia goza aquí de una
libertad absoluta”. Wolfgang Sofsky, Tratado sobre…, 176-177. 214 Ibíd., 65. 215 “Para percibir la violencia en toda su crudeza es necesario poner entre paréntesis todas sus vestiduras culturales.
Lo que nos queda es la pura opresión e inutilidad del dolor”. Wolfgang Sofsky, Tratado sobre…, 68.
76
paramilitares y a su vez a la sociedad colombiana. Para Koessl “la violencia es una práctica
tan incorporada al habitus que el asesinato se presenta como una solución para situaciones
tan cotidianas como desacuerdos entre socios, discusiones de vecinos […]”216, no obstante,
la masacre –situada dentro de la violencia– llega a lo extraordinario, rompe con el cuerpo-
sujeto –“objeto social” en Blair217– que ha de permanecer inmaculado y sin “vestiduras
culturales” y encuentra al cuerpo-objeto –objeto “privado”218–: expresión máxima de la
inscripción violenta del poder en él.
El cuerpo-objeto será la consecuencia de la muerte violenta a la cual nos remitiremos
a través de la masacre, la cual inyecta a la violencia una “tecnología corporal que tiene como
finalidad dominar, a través del terror, a individuos y poblaciones”219. Luego de ver cómo el
cuerpo-sujeto es reducido dándole paso a la destrucción total de Sofsky; en la masacre
irrumpe el cuerpo-objeto que redibuja el entramado social de los actores y puede o fragmentar
–en la lectura de Blair– a la sociedad, reconfigurar el campo social, político y económico
mientras el habitus integra el contexto de muerte violenta, de acuerdo con los aportes de
Koessl o, puede (re) ordenar al establecimiento e instituir un nuevo control social. Integrando
las anteriores apreciaciones: “un número considerable de acciones paramilitares no sólo está
relacionado con motivos políticos, sino que su accionar se encamina a consolidar un control
social allí donde ha logrado un control militar, reflejado esto en acciones contra cuatreros,
abigeos, delincuentes rurales”220.
Perpetradas por grupos paramilitares, en Colombia, tuvieron lugar 1.982 masacres las
cuales dejaron 11.751 víctimas, según cifras oficiales del CNMH221 y, dentro de la
216 Manfredo Koessl, Violencia y habitus…, 100. 217 Elsa Blair, Muertes violentas: la teatralización del exceso (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2005),
43. 218 Ibíd., 43. 219 Elsa Blair, “La política punitiva del cuerpo: “economía del castigo” o mecánica del sufrimiento en Colombia”,
Estudios Políticos, N°. 36 (2010): 39. 220 Cinep y Justicia y Paz, “Panorama de los derechos humanos y violencia política en Colombia”, Noche y Niebla,
N°. 3 (1997): 5-6. Resaltado fuera del texto. 221 El Centro Nacional de Memoria Histórica entregó, en el 2013, estadísticas oficiales del conflicto armado
colombiano en el marco del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejercito del
Pueblo (FARC-EP). Para las masacres, lo criterios de inclusión en la base de datos del CNMH fueron: (i) Se incluyen
los casos perpetrados por grupos armados identificados o cuando y donde haya indicios de que fueron perpetrados
77
degradación del conflicto armado, la masacre integró el accionar que respaldó la estrategia
paramilitar de “quitarle el agua al pez” que objetivaba la eliminación de la base social de las
organizaciones guerrilleras:
los paras222 metodológicamente, en lo que atañe a la lógica de la guerra, expresan una
degradación de una degradación. (…) Los métodos del paramilitarismo, por su parte,
orientados ya no a combatir el enemigo militar sino a la población que le sirve de soporte, a
quitarle el agua al pez, expresan una irregularidad todavía mayor”. Terror como arma Las
masacres son una vieja modalidad de hacer la guerra para garantizar dominio territorial.223
“Quitarle el agua al pez”, asesinar y torturar son operaciones que reivindican el
derecho a castigar, bajo justificaciones morales o políticas. Por lo tanto, el castigo paramilitar
caerá sobre el cuerpo en el ejercicio de “matar, rematar y contramatar” que analiza María
Victoria Uribe para el caso de las masacres en el Tolima (1948-1964), el cual, distante en el
tiempo, no deja de ofrecer la muerte como acontecimiento visible vinculado a un tratamiento
excesivo del cuerpo y, respecto al proceso que abordamos, sugiere la configuración del
cuerpo-objeto como garante del orden y el poder paramilitar.
Entonces, es la masacre un fenómeno que enmarca un momento de verdad al (re)
establecer un orden, en medio de atrocidades. Hemos de decir que, aunque la masacre, como
término, no tiene carácter jurídico224, sí tiene un grado de impacto que desde lo psico
sociológico le permiten ser y aparecer como acontecimiento histórico.
En el año 2016 “por primera vez en la ya larga historia de la guerra en Colombia, un
tribunal de Justicia y Paz documentó las formas de tortura en el paramilitarismo.”225;
por estos (porte de prendas de uso privativo de las fuerzas militares, armas largas o miembros de un grupo armado).
(ii) Se incluyen los casos de víctimas con militancias sociales y políticas por su vulnerabilidad como objetivos
militares en el marco del conflicto armado.
“Base de datos ¡Basta ya!”, Centro de Memoria Histórica,
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/basesDatos.html . 222 Término con el que se suele nombrar a los miembros de grupos paramilitares. 223 Otros autores, “Barbarie nacional”, Revista Semana, 29 de mayo de 2000,
https://www.semana.com/nacion/articulo/barbarie-nacional/42069-3 . 224 Cinep y Justicia y Paz, “Panorama de los derechos humanos y violencia política en Colombia”, Noche y Niebla,
N°. 28 (2003): 3. 225 Juan David Laverde Palma, “Manual de tortura paramilitar”, El Espectador, 28 de junio de 2016,
https://www.elespectador.com/noticias/judicial/manual-de-tortura-paramilitar-articulo-640252
78
nuevamente la agenda mediática nacional se concentró en las “deshumanización”226 y los
excesos del conflicto, en el marco de la legislación de Justicia y Paz –marco jurídico del
proceso de desmovilización de las AUC227–. La tortura apareció dentro de las masacres
paramilitares como estrategia de guerra y no como acto instintivo de barbarie228 (ver anexo
I); fueron establecidos más de veinte formas de tortura perpetradas por grupos
paramilitares229 y, a partir de su gestión, entre desacuerdos jurídicos sobre su carácter y
discusiones sobre su forma relacional con la estrategia paramilitar, señalamos a la tipificación
de los actos cometidos en las masacres como puentes hacia una concepción teórica que
implica valorar la corporalidad y el cuerpo en el conflicto.
La corporalidad en tanto constructo que recoge la percepción, el cuerpo vivido, el
cuerpo relacional con el entorno, permite pensar a la masacre en dos tiempos que la hacen
deconstructora y constructora. Ya sabemos que en estas dos dimensiones opera en cuanto al
orden social, pero ¿qué pasa con el cuerpo-objeto que a través de la muerte violenta emite un
mensaje sobre lo establecido socialmente?: en el primer momento –en la construcción–
aparece un cuerpo atravesado por símbolos, como lo establece Uribe, pues una “escena donde
hay un orden intencional, una verdadera mise en scene en la cual los cadáveres han sido
colocados por los victimarios en fila, sentados o recostados, con las cabezas de los
decapitados entre las piernas o sobre el vientre”230 obliga a “hablar” a los cuerpos, les impone
un mensaje de terror emitido por un agente difuso.
226 “Es un error muy extendido creer que las crueldades humanas tienen por condición la distancia social y la
deshumanización del otro. […] el desarrollo de la masacre demuestra lo contrario. Mientras pueda, el asesino hará su
trabajo a la menor distancia”. Wolfgang Sofsky, Tratado sobre…, 181. 227 Ley 975 de 2005, 25 de julio de 2005. 228 Sala de Justicia y Paz, Extractos de relatoría Vol. 4 (Bogotá: Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá,
2016), 69. 229 Entre las formas de infringir daño físico, son relacionadas la asfixia mecánica, el ahogamiento por inmersión, la
mutilación, electrocución, desmembramiento, entre otras, cada una de las cuales encuentra un mecanismo específico
para su ejecución. En la descripción de los desmembramientos se lee que “no siempre los paramilitares desmembraron
vivas a sus víctimas utilizando cuchillos, alambres de púa o machetes. Hubo dispositivos más tecnológicos como las
“sierras eléctricas” o “motosierras”.
Ibíd., 33-70. 230 María Victoria Uribe A, Matar, rematar y contramatar. Las masacres de la Violencia en el Tolima 1948-1964
(Bogotá: CINEP - Centro de Investigación y Educación Popular, 1990), 168.
79
Por otro lado, la deconstrucción del cuerpo en la masacre va de la mano con la tortura
y la irreductibilidad, ante el distanciamiento del cuerpo social con el cuerpo físico de las
víctimas. Cabe decir que estos momentos, tanto la construcción como la deconstrucción,
pueden o no ser dependientes y/o subsecuentes, sin embargo, cada uno traza un tipo de poder
en el cuerpo y en los aparatos e instituciones sociales que le rodean.
Si el poder depende siempre de un estrecho control sobre los cuerpos –o sobre su
concentración en campos–, las nuevas tecnologías de destrucción no se ven tan afectadas por
el hecho de inscribir los cuerpos en el interior de aparatos disciplinarios como por inscribirlos,
llegado el momento, en el orden de la economía máxima, representado por la “masacre”231.
231 Achelle Mbembe, Necropolítica… 63.
80
81
Capítulo III. Kaim Muñoz, Saja Jhoanna
3.1.Introducción
Sobre la dimensión intencional del arte se han de decir muchas cosas, entre ellas que
desde él son tejidas relaciones que unen los tiempos y los espacios, su capacidad de interpelar
se sitúa en el escenario que le custodia, donde formas y mensajes son leídos no solo a la luz
de la técnica. Intencionalmente guarda en los consensos sobre las sombras, dentro de la
caverna –en un guiño a Platón–, la memoria de otras formas que se reinventan en lo
semióforo232, acudiendo a la experiencia de quienes le descubren.
Este capítulo se sitúa desde el encuentro con prácticas artísticas, artistas y violencia;
aquí inicia y llega a su fin un laboratorio de memoria al que nos adentramos, sin rumbo
alguno, desde una instalación del artista Oscar Muñoz. Navegamos en la red y viajamos en
pandemia al suroccidente del Chocó, a través de la voz de una coequipera anónima, su familia
y sus memorias. Aquí la historia se encontró con el arte de vivir. Juntamos piezas de la
aventura, la profanación y el exilio, y conocimos en el recuerdo una vida marchita que nos
arrebató las migajas de la imparcialidad en desuso.
“El caso” es la grandilocuencia en la que se enmarca la tragedia y en su simpleza
práctica no se alcanzan a plasmar los complejos hechos de una masacre paramilitar. ¡Que la
etnografía sea una excusa! para hacer de todo lo que desborda al caso un encuentro
desorbitado de voces latentes y cotidianas. Volveremos los pasos sobre la violencia
paramilitar, la muerte violenta y sus lazos con el narcotráfico. Las líneas que siguen recorren
algunos momentos en torno a la vida de Saja Jhoanna Kaim Muñoz; decidimos concentrarnos
en ella porque su inusual nombre desestimó toda duda sobre la información recolectada.
Muchas celdas de hojas de cálculo se llenaron desde hace años con pistas sobre el
caso, hace semanas conocimos al papá de la víctima y aunque estas líneas, hace años, no
buscaban escribir su nombre, hace pocos días se sacudió el egoísmo que me [nos] envolvía
232 “Un semióforo está hecho para ser mirado, si no es que escrutado en sus menores detalles, para imponer a sus
destinatarios la actitud de espectadores” en: Krysztof Pomian, Historia cultural, historia de los semióforos (México:
Taurus, 1999), 16.
82
y detenía en el encuentro de un caso real, para escuchar de la coequipera muchos motivos
para que fuera como es hoy. “Ellos llegaron y durmieron una noche en un lugar que se llama
El Punto […] entre ellos había una mujer embarazada y había otro que tenía una prótesis y
acá la gente le decía “pata e’ palo”. A ellos los vieron, los escucharon y hoy les recordamos.
3.2. Lacrimar: “imágenes tendientes a desaparecer”233
El arte colombiano, como el arte en general, no ha estado lejos de los procesos
políticos que aquí tienen lugar. La década de 1970 significó, para buena parte del país, la
emergencia de discursos económicos y sociales que encontraron en las prácticas artísticas un
espacio de diálogo de clases, ideas políticas y élites intelectuales. Al situarnos en las
narrativas de la Guerra Fría, se deja ver en los valores estéticos un paradigma que plantea
nuevas formas de producción, experimentación y valoración en las artes, de la mano con los
valores culturales y la cultura visual de la época. Las prácticas artísticas, lejos de ars gratia
artis, buscarán comunicar, desde el espacio ideológico, una serie de respuestas a la situación
política y al revisionismo cultural.
“Conceptualismo latinoamericano” es una fórmula táctica para leer las prácticas
artísticas de la época que, bajo este concepto, dialogan con las ideas de centro-periferia,
otredad, latinoamericanismo, resistencia, entre otros; toda vez que gravitan en la reflexión y
activación intelectual del espectador y la movilización de los artistas en un espacio dinámico
y alternativo, con respecto no –solo– de la modernidad y el clasicismo, sino de la convulsa
segunda mitad del siglo XX.234
Históricamente, las prácticas artísticas se han deslizado desde el interés mimético
hacia la derogación de las restricciones y las condiciones espaciales del academicismo y,
233 Complementamos este título con una descripción sobre la obra de Óscar Muñoz: “Muñoz ha trabajado
principalmente con imágenes cambiantes y tendientes a desaparecer”. María Margarita Malagón-Kurka, Arte como
presencia indéxica: La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar Muñoz y
Doris Salcedo en la década de los noventa (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 120. 234 Paul Yeison Moreno Torres, “El valor estético de la idea. Los años setenta y la génesis de un nuevo paradigma
estético en Colombia” (tesis de maestría, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2015),
https://expeditiorepositorio.utadeo.edu.co/bitstream/handle/20.500.12010/1774/T031.pdf?sequence=1&isAllowed=
y
83
según Hal Foster, el giro lingüístico, etnográfico y cultural, los movimientos sociales y los
desarrollos teóricos235, influyeron en las coordenadas del arte del siglo XX; allí donde los
términos fenomenológicos situaban inmóvil al observador, floreció la concepción de este
como sujeto social definido por el lenguaje y marcado por ubicaciones en el conteo de
capitales culturales, económicos y sociales.236
En medio de una relación neurótica, de amor odio, con la ciudad de Cali y los procesos
que la atravesaron a finales del siglo XX, Fernell Franco, Luis Ospina, Andrés Caicedo,
Edgar Negret, Pedro Alcántara y Oscar Muñoz se convirtieron en nombres familiares al
momento de inflexión y apertura artística nacional. Una apertura guiada por la cultura visual
y la crítica constante a una sociedad pornomisérica237, cara238, atravesada239, prostituta240.
Buscamos que lo anterior sirva de antesala para poner sobre la mesa a Oscar Muñoz,
artista visual payanés, quien se ubica en el contexto reseñado y le interesa responder a un
proceso que tiene que ver con su vida y con su entorno241, entorno del que subrayamos su
formación en la ciudad de Cali242 y el influjo de procesos sociales como el Mayo del 68, la
movilización de las juventudes y la incidencia de estas últimas en la política local y nacional.
Muñoz, de manera reiterativa, consigna en sus prácticas la fotografía y el retrato en una
235 Autores como Antonio Gramsci, Homi Bhabha, Gayatri Spivak, Edward Said y la aplicación de Althusser, Lacan
y Foucault, aportaron a la deconstrucción de valores europeos que configuraron importantes transformaciones a nivel
discursivo en diversas sociedades en la segunda mitad de siglo XX. 236 Hal Foster, El retorno de lo real. La vanguardia a finales del siglo (Madrid: Akal, 2001), 188-203. 237 “A principios de los años setenta, con la ley de apoyo al cine, apareció cierto tipo de documental que copiaba
superficialmente los logros y los métodos de este cine independiente hasta deformarlos. Así, la miseria se convirtió
en tema impactante y, por lo tanto, en mercancía fácilmente vendible, especialmente en el exterior, donde la miseria
es la contrapartida de la opulencia de los consumidores. Si la miseria le había servido al cine independiente como
elemento de denuncia y análisis, el afán mercantilista las convirtió en válvula de escape del sistema mismo que la
generó. Este afán de lucro no permitía un método que descubriera nuevas premisas para el análisis de la pobreza sino,
que, al contrario, creó esquemas demagógicos hasta convertirse en género que podríamos llamar cine miserabilista o
porno-miseria” Fragmento “Qué es la porno-miseria” texto escrito por Luis Ospina y Carlos Mayolo con motivo del
estreno de “Agarrando pueblo” (1977). La definición misma de pornomiseria deja ver las lecturas de clase que
imperaban en un sector del mundo artístico colombiano. 238 El publicista e ilustrador bogotano Antonio Caro, en el año 1978, creó “Todo está muy caro” como una apropiación
sarcástica de su apellido y en relación con la situación económica del país. 239 En referencia a El atravesado de Andrés Caicedo. 240 Como la serie fotográfica de Fernell Franco, “Prostitutas”, realizada en marzo de 1972 en Ciudad Solar. 241 Hans Michael Herzog, Cantos cuentos colombianos. Arte colombiano contemporáneo. Contemporary colombian
art (Zurich: Daros-Latinoamérica, 2004), 242. 242 Ciudad que para la época iniciaba una “atropellada carrera en búsqueda de la modernidad”. Paola Marín y Gastón
Alzate. “Oscar Muñoz: de Ciudad Solar a Lugar a Dudas”, Karpa 3.1 (2010), 87.
84
metáfora de procesos vitales243 que de una y otra manera se relacionan, en la cotidianidad
colombiana, con la violencia –quizá la violencia pública de Palacios–, el rostro y el rastro, la
aparición y la desaparición, la luz, siluetas y sombras.
El de Muñoz es un arte que activa al espectador e impulsa el registro de la
vulnerabilidad humana en un conjunto de estrategias que hacen efímero el pasado, pero no
lo abandonan para recrearle entre alientos y reminiscencias. El artista es hijo de la juventud244
crítica de los setenta, del deseo de encuentro generacional visionario que apela a la
transformación desde la colectividad245, el arte y sus ideas de cultura.
A un lado de las ideas tradicionalistas que desvinculan a las prácticas artísticas del
universo social y las plataformas políticas, buscamos sustentar que Muñoz habilita una
conversación altamente política al generar sus trazos sobre el erotismo, como lo fue en sus
inicios, y sobre los estragos del conflicto nacional y los individuos que se ven allí
243 María Margarita Malagón-Kurka, Arte como presencia indéxica…, 129. 244 Aludimos a “la juventud” como categoría sociológica. Hernando Cepeda Sánchez, historiador colombiano,
identifica jocosamente como “eslabón perdido” a la juventud nacional de los setenta, a la cual lee dentro de cambios
sociales relacionados con identidades grupales como latinoamericanismo y nacionalismo, al igual que la emergencia
política del rock y nuevas apropiaciones del paisaje urbano mediadas por procesos internacionales. Hernando Cepeda
Sánchez, “El eslabón perdido de la juventud colombiana”, Memoria y sociedad, N°. 12 (2014): 95-106. 245 En 1968 se creó en la ciudad de Cali el Museo de Arte Moderno La Tertulia, como un espacio de encuentro
generacional para pensar la cultura y acoger las prácticas artísticas, en medio de un clima de tensión. “En ese momento
se vivía en Colombia el control bipartidista del Estado que ahogaba la democracia política; y en Cali se agitaba la
lucha popular por la tierra urbana y la vivienda, en tanto que se recibían los aires de un mundo exterior convulsionado:
movimientos de descolonización, triunfo de la Revolución Cubana, Revolución Cultural China, guerra de Vietnam,
rebeliones de la juventud que quería vivir otra vida distinta a la que le ofrecía el capital […] es el momento en que se
destacan Enrique Buenaventura, los Nadaístas, Umberto Valverde, Andrés Caicedo y luego Fernando Cruz
Kronfly en Cali. Enrique Buenaventura, dramaturgo reconocido internacionalmente, fundador y director del Teatro
Experimental de Cali (TEC), creador con Santiago García del Nuevo Teatro Colombiano, con el apoyo de Pedro
Martínez en el TEC, participó en los festivales de arte de Cali. De manera crítica y moderna, contra la tradición
apologética como del panfleto político montó con el TEC y escribió obras que se presentaron en los festivales de
arte”. Edgar Vásquez Benítez, “Cali en la primera mitad del siglo XX: mentalidades y sensibilidad”, en: Wilson
Ferney Jiménez Hernández (coord..), Historia de Cali siglo XX (Cali: Universidad del Valle, 2011): 45-46.
Décadas después, en 2005, por iniciativa de Oscar Muñoz surgió en la ciudad de Cali “Lugar a Dudas” que es según
Muñoz “una propuesta de estructura para un espacio que puede establecer relaciones y vínculos más cercanos a las
que establecen las grandes instituciones; ensayamos otras vías de interactuar con el público, con nuestros compañeros
artistas, hacemos pequeñas negociaciones con la ciudad, unas acciones que pueden estar dentro de lo que llamamos
micropolíticas, acciones que se proponen activar una escena local.” Entrevista “Cali, de Ambulatorio a Lugar a
Dudas”, María Wills https://www.banrepcultural.org/oscar-munoz/entrevista-cali-de-ambulatorio-a-lugar-a-
dudas.html Como última referencia a los setenta y la movilización de juventudes urbanas en Cali, se ha de mencionar
a “Ciudad Solar” que es, en palabras de la artista Katia González, “punto de encuentro para una generación de artistas
e intelectuales caleños”. Katia González Martínez, “La ciudad de “unos pocos buenos amigos””, Blanco y negro, N°.
41 (2008): 1.
85
involucrados. Para con lo segundo, la víctima y las modalidades de victimización se
desprenden de los elementos de la violencia, al ignorar al victimario, para iluminar el ciclo
de la vida como un constructo de interacciones que le atan a una existencia finita;
puntualmente hablamos de Tiznados, Paisaje, Narcisos, Aliento y Lacrimarios, cinco obras
del artística en las que la fotografía transita entre la vida y la muerte. Él plantea que
No es posible olvidarse de la violencia que nos rodea. Pero no se puede hacer una cosa tan
impactante, epidérmica, inmediata de lo que está pasando. Hay que llevarlo a otro plano y
elaborarlo. Uno necesita llevar la obra a niveles más allá de la experiencia que el espectador
tiene de la realidad y enriquecerla […] Yo busco que haya un plano más poético, sensorial,
sensible que sugiera […] más que una emoción directa y momentánea. No puede ser lo mismo
que cuando uno ve un noticiero en donde la noticia pasada fue cubierta por la presente y ésta
va a ser eclipsada por lo que viene. Es una banalización tenaz de lo terrible. Hay que buscar
otros caminos para tocar esas cosas.246
Imagen, memoria y conciencia social son una triada desde la que puede pender el
trabajo de Muñoz: la memoria como resistencia al olvido, reconociendo su selectividad, y la
conciencia social como elemento de acción que llama al arte, al artista y a su obra, a
inspeccionar la realidad logrando traspasar la noticia, es decir, desdoblar la agenda mediática
para aproximarla a la agenda pública al suspender la inmediatez en una cirugía del tiempo y
el recuerdo, encontrando finalmente la activación del espectador –sujeto social– como
objetivo dual que supone tanto la conexión de este con un arte cercano, inacabado y dinámico,
como la retrospección de los procesos enmarcados en las agendas.
3.2.1. Lacrimarios
Many of Muñoz’s works are characterized by an extreme fragility and vulnerability. (…) Narcisst
and Lacrimarios are fragile because with enough movement the floating image can be totally
destroyed”247
~
246 Oscar Muñoz, entrevista con María Margarita Malagón, febrero de 2003, en: María Margarita Malagón-Kurka,
Arte como presencia indéxica: La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar
Muñoz y Doris Salcedo en la década de los noventa (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 99. 247 Fernando R. Castro, “The process of (de)composition”, Spot, N°. 1, Vol. XXI (2003), 13.
86
En el año 2002, Oscar Muñoz presentó en la Galería Sicardi en Houston, EE. UU, la
serie Lacrimarios248 (2000-2001), dentro de la exposición The end of process, la cual
se compone de varios contenedores transparentes que sostienen una imagen elaborada en
polvo de carbón en la superficie del agua. […] se instala en la pared, a la altura de la cintura
del espectador, […] A poco más de un metro de distancia de cada caja, el artista instala en el
piso un proyector de luz que lanza un haz en una diagonal que sube hasta el punto en donde
está cada contenedor. Con la acción de la luz el agua se hace espejo y así el contenedor
transparente deja ver en cada una de sus caras la repetición de la imagen que está suspendida
en la superficie. Al mismo tiempo, por la acción de la luz, la imagen fotoserigrafiada en la
superficie del agua se amplifica en sombra por encima suyo, sobre la pared en donde está
instalada la obra.
248 Lacrimario (del latín lacrima, ‘lágrima’) es un tipo de vasija pequeña o vial de terracota, alabastro o cristal. Recibe
este nombre por ser frecuente en tumbas romanas y griegas tardías, en las que falsamente se creía que los dolientes
derramaban sus lágrimas.
87
En cada una de las posibilidades en que se reproduce la imagen en Lacrimarios, se observa
cómo, en una precipitación constante de agua, se van destituyendo imágenes de hechos, de
ciudades o de lugares del Pacifico colombiano. El efecto de la lluvia sucede a causa de que
en esta serie Muñóz cierra el contenedor con una tapa del mismo material transparente en el
Cubo de plexiglás
Muro soporte
Tapa
Agua
. … . … .. .. .. .. .. . .. . .. … … .. . . .
Tapa
Condensación
Precipitación
Evaporación
Nivel del agua
Polvo de carbón flotante
(imagen)
Lacrimarios plano de ensamble
Ilustración 4 Esquema Lacrimarios
88
que están armadas sus paredes. La tapa detiene el agua condensada, y de allí parte el goteo
persistente que ataca la imagen desde muy diversos puntos.249
Lacrimarios está antecedida por Narcisos (1995) y Aliento (1996-2000)250,
instalaciones en las que “desde mediados de la década de los noventa, ha explorado el carácter
fugitivo y efímero de la imagen (y la vida)”251; la primera guarda cierta similitud con
Lacrimarios, mientras que en la segunda las piezas permiten que su espectador se refleje en
la mirada de un anónimo tras la interacción con el soporte –discos metálicos reflectivos–, allí
el exhalar devuelve un rostro de personas fallecidas y, metafóricamente, el ejercicio de
observar e interactuar con las piezas captura esencialmente el vivir: respirar, inhalar y
exhalar, el encuentro con el otro, pasividad y alteridad. Traemos esto a colación porque tales
obras dan indicios de un contexto de producción y unas intenciones claras del artista en medio
de un viraje temático que le acompaña hasta hoy: vacilar entre la insoportable levedad del
ser y abrir los ojos expectantes sobre cuestiones existenciales, aterrizando en el ciclo de la
vida en un país violento como lo es Colombia252.
Del mismo modo, la materialidad de las piezas hace las veces de medio y mensaje
cercano a una metamorfosis de figuras que se niegan a permanecer, siendo el tiempo y el
movimiento una constante en las propuestas de Muñoz. Por ello, entre significados y
significantes, en las prácticas artísticas contemporáneas, en general, la subjetividad posibilita
el despliegue de textos que no solo construye el autor, sino que se entrelazan con un universo
de interpretaciones. El artista al referirse a Narcisos dice
Para mí esto parecen imágenes religiosas también de las cosas que a mí me impactaba ver,
del Cristo, del sufrimiento, el dolor, cargadas de una cosa como mística […] No solamente
por las imágenes, sino por el contexto, la iglesia, el clima, de trascendencia. Yo sentía eso
profundamente religioso […] El carácter icónico y espiritual que tienen las piezas […] Tiene
una cosa cargada de muerte, del paso de un momento a otro, de una instancia a otra. Hay una
249 María Iovino Moscarella, Oscar Muñoz. Volverse aire (Bogotá: Ediciones Eco, 2003), 58-59. 250 Juan Diego Pérez elabora una interesante reflexión sobre la instalación: Juan Diego Pérez Moreno, “Toda mi
posesión está expropiada: supervivencia y subjetividad a partir de Aliento de Oscar Muñoz”, H-art, N°. 1 (2017): 14-
35. 251 María Margarita Malagón-Kurka, Arte como presencia indéxica…, 120. 252 Aliento fue instalada por vez primera en la I Bienal de Bogotá (1997), un año después, en 1998, estuvo en el Museo
de Arte Moderno de la misma ciudad como parte de la exposición “Arte y violencia en Colombia desde 1948”. Lo
cual nos permite relacionarla con la muerte violenta y las desapariciones.
89
lejanía con el espectador. La imagen se está yendo de los propios ojos y a la vez hay una
presencia de la materia, del residuo, de lo que queda, de lo que se ha vuelto otra vez polvo.
Hay el rastro, el movimiento quieto.253
Ahora, a las intenciones y materialidades de arriba, en Lacrimarios se suma el
homenaje como producto del conocimiento, por parte de Muñoz, de un caso específico que
inspiró inicialmente la obra, dentro de un episodio traumático; en ella, los contenedores, la
imagen elaborada con polvo de carbón y el agua crean un escenario que tal vez solo puede
ser cognoscible al acercársele en nombre de unos episodios sistemáticos y sintomáticos de la
violencia en Colombia.
La transición del vulnerable dibujo al desdibujo involucra al agua, al encierro, al
polvo y su ligereza para cifrar desde el campo artístico a una masacre que tuvo lugar en el
departamento con mayores precipitaciones del territorio colombiano254, Chocó, de ahí que el
proceso de evaporación del agua (ver ilustración N°. 5) le haga un guiño a la lluvia y a la
marea del departamento costero. Del mismo modo, las imágenes serigrafiadas corresponden
a paisajes del mismo lugar, naturalezas vivas y muertes violentas.
253 Muñoz en entrevista con María Margarita Malagón, Cali, febrero de 2003. En: María Margarita Malagón-Kurka,
Arte como presencia indéxica: La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar
Muñoz y Doris Salcedo en la década de los noventa (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 123. 254 El clima cálido super húmedo, domina la mayor parte del departamento. Al norte, por la disminución de los
volúmenes de lluvia, el clima es de tipo cálido húmedo. Sin embargo, buena parte del departamento presenta lluvias
permanentes que disminuyen levemente debido al efecto oceánico. Véase informes del Instituto de Hidrología,
Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM).
90
The Lachrymatory
From out the grave of one whose budding years
Were cropt by death, when Rome was in her prime,
I brought the phial of his kinsman's tears,
There placed, as was the wont of ancient time;
Round me, that night, in meads of asphodel,
The souls of the early dead did come and go,
Drawn by that flask of Grief, as by a spell,
That long-imprison'd shower of human woe;
As round Ulysses, for the draught of blood,
The heroes thronged, those spirits flocked to me,
Where, lonely, with that charm of tears, I stood;
Two, most of all, my dreaming eyes did see;
The young Marcellus, young, but great and good,
And Tully's daughter, mourned so tenderly.255
255 F. B. Pinion y M. Pinion (eds.), The collected sonnets of Charles (Tennyson) Turner (Houndmills: The Macmillan
Press, 1988), 106.
91
3.3.Estudio de caso
Decenas de procesos de negociación entre los gobiernos y diversos actores armados
han tenido lugar en la republica colombiana a lo largo de los siglos XX y XXI256, a todos
ellos han acudido sectores sociales movilizados por el
interés sobre su desenlace. De esta manera, tiempo
después de conocerse los avances del gobierno de Juan
Manuel Santos sobre un proceso de paz con las FARC-EP,
en el año 2012 –antecedido por la sanción de la ley de
víctimas en 2011–, organizaciones sociales nacionales e
internacionales y programas de gobierno, vieron
reconocidas en los medios de comunicación más
tradicionales sus agendas sobre visibilidad y
reconocimiento de procesos atravesados por las dinámicas
de guerra. La categoría de víctima fue colmada de
referencias y reivindicaciones, y la comunión de las
agendas mediáticas con las públicas vieron germinar
proyectos –muchos de ellos nativos digitales– que
objetivaban recapitular las violencias de los actores armados en el país, sus dimensiones,
alcances y, por supuesto, habilitar un espacio seguro para las memorias de las víctimas257,
todo ello dentro de disputas semánticas y de representaciones que indudablemente acuden a
la performatividad del lenguaje y sus implicaciones políticas258.
256 En 1981 el gobierno de Julio César Turbay creó una comisión de paz para iniciar conversaciones con la guerrilla.
En 1982 Belisario Betancur hizo lo propio con las FARC-EP, al igual que el presidente liberal Virgilio Barco en
1988. En 1990 Barco firmó un acuerdo de paz con el M-19. En 1991 se desmovilizaron las guerrillas del EPL, el
grupo Quintín Lame y el PRT. Ernesto Samper en 1998 concedió al ELN un estatus político con ánimo de lograr un
acuerdo de paz. En 1999 se inició un proceso de paz con las FARC-EP que fue cerrado en el 2002. Álvaro Uribe
Vélez en 2002 inició un proceso conversaciones con el ELN en Cuba. 257 Rutas del conflicto y Verdad Abierta son un par de ejemplo de plataformas nativas digitales que acompañaron el
más reciente proceso de paz y brindan, en la actualidad, un periodismo investigativo y de datos sobre la violencia y
sus impactos en Colombia. 258 Veena Das, “Trauma y testimonio”, en: Fernando Ortega (edit.), Veena Das: sujetos del dolor, agentes de dignidad
(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008), 149-165.
Ilustración 5 Lacrimarios
Oscar Muñoz. Lacrimarios (detalle),
caja de vidrio, agua, polvo de carbón,
lámpara halógena 20 x 20 x 20 cm.
92
En el año 2013 bajo la dirección de Álvaro Sierra, periodista colombiano, la Revista
Semana, publicación de opinión que circula en el país de manera continua desde 1982 hasta
la fecha, generó Proyecto víctimas, un especial que busca inventariar detalladamente las
“abrumadoras estadísticas de la victimización y de las historias, individuales y colectivas,
que las encarnan”259, en él, bajo el título “arte-cultura”, Oscar Muñoz integra una revisión de
la obra de ocho artistas que, según el proyecto, desde las artes plásticas han expresado el
miedo y la indignación ante las tragedias de la guerra. La obra seleccionada de Muñoz para
tal fin fue Lacrimarios y junto a una fotografía (ver ilustración N°. 6) de una de las piezas de
esta instalación, a manera de descripción, se lee
Muñoz creó esta pieza basado en la historia real de una joven estudiante de arte que fue
asesinada en Chocó por los paramilitares. El cuerpo de la víctima fue arrojado a un río, pero
antes fue abierto en dos, para que no flotara. Las cajas muestran un reflejo de la imagen de la
niña, pintado en carbón, que se refleja sobre el agua.260
Para nosotros esta descripción fue el primer encuentro con la muerte violenta de Saja
Jhoanna Kaim Muñoz, Oscar Eduardo Monroy, Juan Carlos Muñoz y una menor de nombre
Andrea. ¿De qué se trató el caso?, ¿quiénes son las víctimas y quienes sus victimarios?
3.3.1. Saja Jhoana Kaim Muñoz
El domingo 29 de diciembre de 2020 Saja Jhoanna Kaim Muñoz estaría cumpliendo
43 años, fue asesinada a los 23. Era 3 años y 29 días mayor que Felipe Leal. Tenía
ascendencia hebrea, sus abuelos, una pareja de migrantes, ella católica y él judío –de familia
de rabinos– llegaron a Cartagena de Indias desde Europa del este a mediados del siglo XX y,
asentados en la ciudad de Cali, él promovió la creación del Colegio Hebreo Jorge Isaacs,
como se le reconoce en una placa que guardan sus hijos en la casa familiar. Saja nació seis
259 “Proyecto víctimas”, Revista Semana, 2013, https://especiales.semana.com/especiales/proyectovictimas/
Sobre el tratamiento de la categoría víctima por parte de la revista Semana, Dixon Vladimir Olaya en el artículo
académico que titula “Las imágenes de las víctimas del conflicto en la revista Semana: políticas, significados
culturales y visibilización” afirma que las construcciones que desde el periodismo se hacen del conflicto plantean
relaciones estáticas e identidades suspendidas sin lugar al análisis histórico que amerita la revisión de los procesos
que allí tuvieron lugar. Dixon Vladimir Olaya Gualteros, “Las imágenes de las víctimas del conflicto armado en la
revista Semana: políticas, significados culturales y visibilización”, Palabra clave, N°. 1 (2020): 1-30. 260 Retratar la infamia, “Proyecto víctimas”, Revista Semana, 2013,
https://especiales.semana.com/especiales/proyectovictimas/arte-cultura/retratar-la-infamia.html
93
años después de la primera exposición de Oscar Muñoz, Dibujos morbosos –1971–, que se
llevó a cabo en “Ciudad Solar”; ese mismo año, entre julio y agosto, tuvieron lugar en Cali
los VI Juegos Panamericanos en los que participaron treinta y dos países y el ambiente de la
Guerra Fría dibujó facciones y rivalidades dentro y fuera del terreno de juego.
Tres meses antes del nacimiento de Saja, el jueves 14 de septiembre de 1977, en Cali
se paralizó el trasporte público y los trabajadores caminaron por la calle 15 para regresar a
sus hogares; las oficinas se cerraron temprano en medio de la “alerta roja” ante un paro cívico
que, según el oficialismo, planteaba a nivel nacional una confrontación entre la subversión y
el gobierno nacional, en cabeza del liberal Alfonso López Michelsen261. Antecedidos por
numerosos estados de sitio que activaban discursivamente a los enemigos de la democracia
y, al menos, setenta y dos paros con exigencias de adecuación de vías en diferentes partes del
país, servicios públicos y otros262, entre 1970 y 1977, en los días de septiembre de 1977, en
Bogotá, Barranquilla, Cali y Barrancabermeja, se vivió la “insurrección a la que sólo le había
faltado armas para instalar el poder popular”263: sindicalistas, estudiantes y maestros,
convergieron en el rechazo del costo de vida y del estado de sitio en arduas luchas
populares264. La convocatoria fue clara:
Los representantes de las centrales Obreras UTC, CTC, CSTC y CGT, reunidos con el
propósito de analizar la situación de la clase trabajadora y del pueblo en general, acatando, la
voluntad expresada perentoriamente por los respectivos Plenos Nacionales que son expresión
de las bases sindicales que las constituyen, comunicamos públicamente que hemos llegado a
los siguientes acuerdos iniciales: 1. Ratificar la decisión de realizar un PARO CÍVICO
NACIONAL UNIFICADO, cuya fecha y duración ya hemos convenido unánimemente. 2.
Fijar como objetivos del mismo reivindicaciones planteadas en los memorandos presentados
al Gobierno Nacional por la UTC la CTC, de la parte, y por la CSTC y la CGT, de otra, y en
consecuencia desmentir y rechazar categóricamente las versiones propaladas en el sentido de
calificar el movimiento como subversivo y de inspiración política.265
261 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite…, 71. 262 Medófilo Medina, La protesta urbana en Colombia en el siglo XX (Bogotá: Ediciones Aurora, 1984). 263 Medófilo Medina, “Dos décadas de crisis política en Colombia, 1977-1997”, en: Luisa Gabriela Arango (comp.),
La crisis sociopolítica colombiana. Un análisis no coyuntural de la coyuntura (Bogotá: Universidad Nacional, 1997),
33. 264 Mauricio Archila Neira, “El paro cívico nacional del 14 de septiembre de 1977. Un ejercicio de memoria
colectiva”, Revista de economía institucional, N°. 35 (2016): 313-318. 265 Por la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC), Teódulo Cabrera Ángel, Hernando Rodríguez M. y Hernando
Baquero C. Por la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), Teresa Valencia y Tomas Herazo Ríos. Por
la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC) Pastor Pérez, Roso Osorio, Teófilo Forero, Miguel
94
Rápidamente, a la luz de la democracia occidental, las movilizaciones y protestas
fueron decantadas a la ya muy amplia categoría de “subversión”, por su capacidad
transgresora y desestabilizadora, lo que puede entenderse como la estigmatización de las
movilizaciones sociales y los ejercicios reflexivos y críticos que ellas suponen, al igual que
la aplicación de estrategias de alienación –también llamadas socio cognitivas– que vieron en
la cultura y los usos simbólicos un elemento de posicionamiento gubernamental que viene
desde 1969 en contra de la acción cultural y la circulación ideológica del comunismo266.
Saja pronto cumpliría un año cuando fue expedido el Estatuto de Seguridad que
instaló un marco legal que amplió la autonomía de las Fuerzas Militares sobre el manejo de
los asuntos públicos. El Estatuto, dentro del marco de la Doctrina de Seguridad Nacional,
contribuyó a la activación de las prácticas de la “Nueva Guerra”, “sustentada en la lucha de
un enemigo común, situado tanto a nivel de los intereses estadounidenses, como también de
una presunta defensa a la sociedad latinoamericana frente a cualquier agresión subversiva
proveniente del comunismo”267, como lo expresa entrelíneas su promotor, Julio César Turbay
Ayala:
Al tomar posesión de la Presidencia de la República convoco a todos mis compatriotas para
que me acompañen en esa saludable empresa, que rebasa la simple acción del Estado y
requiere la colaboración resulta de todos los sectores nacionales y la gran movilización social
contra un enemigo que diariamente se hace más peligroso, si no se le combate con todas las
herramientas posibles.268
En el discurso de Turbay Ayala el enemigo trunca los valores éticos y la seguridad de
los campos y ciudades y, junto a un gran despliegue cultural, este, la otredad, la subversión
y la insurgencia afanosamente se convierten en un blanco a corregir, limpiar, eliminar.
Dejaremos aquí las conjeturas aceleradas para volver a Saja, “una niña de 22 años, intrépida,
Antonio Caro y Gustavo Osorio. Por la Confederación General del Trabajo (CGT) Víctor Baena López y Ernesto
Molano. Bogotá, agosto 20 de 1977.
Arturo Alape, Un día de septiembre. Testimonios del Paro Cívico (Bogotá: Ediciones Amarillo, 1980), 13-15. 266 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite: tortura, subjetividad y memoria en Colombia 1977-1982
(Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016), 68. 267 Julián Andrés Muñoz Tejada, “Doctrina de la seguridad nacional. Relaciones entre saber y poder: discurso y
prácticas”, Estudios de Derecho, N°. 63 (2006): 190. 268 Discurso de Julio César Turbay Ayala al tomar posesión de la presidencia de la República, Revista del Banco de
la República, N°. 610, Vol. 51 (1978). Resaltado fuera del texto.
95
vivaz, excursionista de paisajes y de vidas (…) bella niña, desafiantes ojazos azules, con
cámara fotográfica y raro nombre; generosa, risueña”269.
En 1997, cuando tenía 20 –mientras los grupos paramilitares se confederaban bajo las
AUC y un año después de la conformación del Bloque paramilitar Pacífico-Héroes del
Chocó–, Saja ingresó al programa de estudios de Artes Plásticas de la Facultad de Artes
Visuales y Aplicadas del Instituto Departamental de Bellas Artes, en Cali. En su familia había
cultivado el interés por la otredad, la diversidad colombiana y los grupos étnicos del litoral
pacífico. Consecuentemente con sus gustos, encontró en el plan de estudios una conexión
entre los problemas estéticos y las formas políticas, económicas, éticas, sociales e ideológicas
de la educación artística que fue incorporado a manera de “conciencia ética y responsabilidad
social del artística”, como creador de valores, en el año 1955 en su facultad de estudios270.
Ella combinaba la fotografía con la etnografía y “entre la selva virgen –como la del
principito– de manglares, ríos, frente al mar abierto, inmensa, era (es) –¡tan diferente a la del
principito!– territorio propicio para que el narco-paramilitarismo embarque droga y
desembarque armas y dinero en sus lanchas rápidas que conectan con los barcos mafiosos”271,
quiso explorar vivencialmente a los indígenas Embera Katio del Bajo Baudó.
Una fotografía de su mano tocando el cielo cuelga hoy en una de las paredes de la
casa familiar donde también está la placa del Sr. Kaim, un azul brillante se encuentra con una
nube blanca y la mano, bajo la nube, abre los dedos que parecen sostener el firmamento, “su
mano abierta, proyectada al futuro, al mundo, a la vida, que quiso acariciar… pero el
paramilitarismo frustró”272. La auto fotografía digitalizada acompaña también el posfacio del
libro de uno de sus tíos paternos, una compilación holística sobre el socialismo dedicada a
los estudiantes, camaradas y compañeros lejanos y cercanos y el entorno más próximo de
Fred Kaim Torres –líder estudiantil de los años setenta, militante “fraccionalista” de las
Juventudes Comunistas, economista, catedrático, sionista, o como lo describen en un libro
269 Fred Kaim Torres, ¿Adiós Socialismo? Un fantasma con trajes latinoamericanos. (Cali: FICA, 2010), 455-456. 270 PEP - Proyecto Educativo de Programa, Artes Plásticas, Instituto Departamental de Bellas Artes. 271 Ibíd., 455. 272 Ibíd., 456.
96
sobre el impacto del género musical salsa en Bogotá “un judío inquieto que a raíz de la
persecución política que había en el país tuvo que irse y dejó el bar [“Galería Café Libro”,
de su propiedad,] a sus empleados para que se lo pagaran como pudieran273–. La fotografía,
como lo asegura el padre de Saja, tendrá próximamente otros usos, será ampliada y adornará
un nuevo local en un tradicional barrio de la ciudad de Cali.
Saja creció, vivía en el barrio San Antonio de Cali, lugar predilecto de estudiantes,
turistas y artesanos; su tío, Fred, la describe como promotora de encuentros vivenciales con
minorías étnicas y fotógrafa. Un día de junio de 2000 viajó al Chocó y nunca más volvió.
Ella, junto a Oscar Eduardo Monroy, Juan Carlos Muñoz y una menor de nombre Andrea,
propició durante meses un encuentro con comunidades de las que ni siquiera hoy hay
información actualizada en las bibliotecas.
Sin rastro de cuatro estudiantes. Los padres de cuatro estudiantes que partieron de Cali hacia
el Chocó denunciaron ayer que sus hijos están desaparecidos desde mediados de septiembre.
[…] salieron de Cali a mediados de junio para visitar el municipio de Bajo Baudó (Chocó) y
el corregimiento de Arusí (Nuquí). Su intención era conocer de cerca la cultura de los
indígenas Embera, que habitan en la zona del bajo Baudó.
Establecimos que hasta el 7 de septiembre se encontraban con buena salud, contentos y
programando su regreso para finales de octubre. Por tal situación estábamos tranquilos,
esperando su regreso, dicen sus familiares en un comunicado dirigido a los medios de
comunicación.
Meyer Kaim Torres, padre de Saja Jhoanna, asegura que el 19 de octubre la mamá de uno de
los jóvenes en excursión se comunicó con él para informarle que campesinos de la zona daban
versiones sobre hombres armados que se los habían llevado en lanchas.
Hasta poco antes de su viaje al Chocó, Saja Jhoanna, de 23 años, estudiaba en el Instituto
Departamental de Bellas Artes, en Cali, y Oscar Eduardo, de 19 años, en el municipio de El
Cerrito, en el centro del Valle.
Por su parte, Juan Carlos Muñoz, oriundo de Medellín, residía en el sector de Ladrilleros, en
la zona turística de Buenaventura. De Andrea, una adolescente de 17 años nacida en Bogotá,
se conocen pocos datos.
Los familiares han remitido comunicaciones a Carlos Castaño, comandante de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo que opera en la región para tratar de
establecer si el grupo tiene en su poder a los jóvenes. Sin embargo, hasta ahora no hay una
respuesta.
273 Mario Jursich Durán (edit.), ¡Fuera zapato viejo! Crónicas, retratos y entrevistas sobre la salsa en Bogotá
(Bogotá: El malpensante, 2014), 231.
97
Meyer Kaim pidió a quienes los tengan en su poder que tengan el gesto comprensivo y
humanitario de respetar la vida de estos jóvenes y dejarlos en libertad.274
3.3.2. La masacre
Isabel y Marina, una fue y la otra es abuela de
Isamary Quinto Mosquera. A ellas y a ella,
muchas gracias.
~
3.3.2.1.El territorio: Bajo Baudó pluriétnico y multicultural
Como se lee en el comunicado público de los padres de las víctimas a los medios de
comunicación nacional, Saja, junto a sus compañeros, partió desde la ciudad de Buenaventura
hacia el Bajo Baudó en el departamento del Chocó; tal travesía, a la luz de las precarias vías
de comunicación entre los departamentos vecinos –Valle del Cauca y Chocó–, puede hacerse
de manera marítima, terrestre y fluvial: en lancha rápida por las aguas de la bahía de
Buenaventura pasando por Ladrilleros, Piangüita, Juanchaco, la Bocana, entre otros
territorios bañados por el mar, en un recorrido de ocho horas; por tierra que representa el
medio utilizado, en su mayoría, por indígenas bajobaudoseños en un tiempo estimado entre
veinticuatro a cuarenta y ocho horas y, finalmente, por el cauce del río San Juan con el que
las comunidades negras e indígenas han generado históricamente relaciones hidrosociales.
Sobre la geografía del lugar se ha de decir que el río Baudó bautiza las tierras que le
ven circular antes de desembocar en el océano Pacífico, encontrándose el Bajo y Alto Baudó
en el litoral que les agrupa como subregión junto a los municipios de Juradó, Bahía Solano y
Nuquí, limitando con las también subregiones del Alto, Medio y Bajo San Juan al suroriente,
el Medio Atrato al oriente, Bajo Atrato –Darién– en el nororiente y océano Pacífico en el
occidente. 4.840 km2 se extiende el Bajo Baudó entre gran diversidad de fauna y flora, no de
moles de hormigón, porque el Chocó como muchos otros departamentos de Colombia,
empobrecidos, excluidos, negros e indígenas, conservan grandes distancias con el desarrollo
del cemento y la desforestación, como distingue su himno:
274 Redacción El Tiempo, “Sin rastro de cuatro estudiantes”, El Tiempo, 24 de octubre de 2000,
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1277581
98
Grandes ríos y quebradas, bellas playas y mucho mar,
lindos manglares y esteros
muestran vías al andar
que Dios los colme de dones para poder transitar
uniendo tus regiones con tu linda capital
tierra de libertad, paz y alegría.
Son tus ríos nuestros caminos riquezas y manantiales,
tus maderas son riquezas
que podemos explotar
tu agricultura importante que vamos a sustentar
y es el arte de la pesca un deporte regional
orgullos de este lindo municipio.
Al año 2005 el total de la población sumaba 15.919 personas y el porcentaje de
población bajobaudoseña con las necesidades básicas insatisfechas –NBI– rosaba el
promedio departamental del 80% según el censo general que más tarde estableció, para el
2010, un total de 78,28% de personas en NBI. En cuanto a la identificación étnica que en su
performatividad cautivaba a Saja, para el 2005, el 67,4% se autoreconocía como negro,
mulato, afrocolombiano o afrodescendiente, mientras el 32,5% se asumía como indígena275.
Ciertamente las geografías políticas son de poca utilidad para hablar de territorialidad
y de la movilidad de los grupos étnicos que las integran; en términos generales, cómodamente
situamos al Chocó, de norte a sur, como un departamento de gran relevancia étnica y cultural,
entre otros, para el estimado de 33.280 indígenas Embera Katio que se concentran en los
departamentos de Antioquia, Córdoba y Chocó276, siendo las fronteras poco determinantes
para ubicarles en su amplitud y diversidad.
En consonancia con la diversidad, la Constitución Política colombiana de 1991, “en
busca de la recuperación de una legitimidad política en aguda crisis y bajo presiones de un
contexto de globalización”277, redefinió la nación, como también lo “quiso” hacer el Estado
275 DANE, Censo general 2005. Perfil Bajo Baudó (Chocó), 14 de septiembre de 2010. 276 Andrés Romero López y Angela Patricia Muñoz, Caracterización pueblo indígena Embera Katio (Bogotá:
Procuraduría General de la Nación – Red Colombia Verde, 2019). 277 Carlos Efrén Agudelo, “Nuevos actores sociales y relegitimación del Estado. Estado y construcción del
movimiento social de comunidades negras en Colombia”, en: Elisabeth Cunin, Textos en diáspora. Una antología
sobre afrodescendientes en América (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia: Centro de Estudios
Mexicanos y Centroamericanos, 2008), 264.
99
paramilitar, según Castaño, construyendo política, territorial y jurídicamente la etnicidad,
dentro de la cual las comunidades negras e indígenas, entre diálogos internos y externos,
narrativizaron el yo, como sugiere Stuart Hall278 para con los procesos identitarios que, por
demás, circundan a la etnicidad. Así, consignado en la carta magna, en los artículos séptimo
y décimo, el Estado reconoce y protege a la diversidad étnica y oficializa las lenguas y
dialectos en sus territorios, despachándose sobre las formas étnicas y culturales de las y los
connacionales.
Ahora, sobre el discurso de integración nacional –esquivando el concepto de
inclusión– al que se suscribe la Constitución, para la región Pacífica colombiana puede
asumirse parcialmente el fracaso del multiculturalismo al ser campesinas y campesinos,
comunidades indígenas y afrodescendientes los grupos de civiles más afectados por el
conflicto279; lo cual, dentro de la lectura sistema-mundo de Arturo Escobar, vincula al
contexto de mundialización que implicaba un rol visible para los actores locales en la gestión
del desarrollo, en donde la defensa del medio ambiente se convierte en uno de los paradigmas
de la nueva lógica de coexistencia entre naciones dictada por los principales centros de
decisión de políticas internacionales280. En otras palabras: el reconocimiento constitucional
a las comunidades indígenas y negras, establece una coexistencia de discursos sobre la
nación, la territorialidad y las actividades que en ellas se desarrollan; al partir desde la
integración de estas comunidades como minorías étnicas, se hace inminente un choque
cosmovisional que ha convertido históricamente a las comunidades en enclaves
económicos281, asechados por el extractivismo que, como veremos a continuación, no deja
de acercarlas a las figuras de mayor vulnerabilidad ante las violencias.
La explotación maderera y la minería han sido actividades extractivas en el bosque tropical
lluvioso del Pacífico durante décadas, aun cuando la escala de operaciones se ha intensificado
278 Stuart Hall y Paul du Gay, Cuestiones de identidad cultural (Buenos Aires: Amorrortu, 2003), 18 279 Amnesty International, “Leave us in peace!” Targeting civilians in Colombia’s internal armed conflicto (Londres:
Amnesty International Publications, 2008), 55. 280 Arturo Escobar, El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea (Bogotá:
CEREC – ICAM, 1999). 281 Un caso emblemático sobre los enclaves capitalistas en medio de la vulnerabilidad de comunidades y territorios
aislados, periféricos y empobrecidos es el representado por la agroindustria de palma de aceite en el Cesar. Véase:
Centro Nacional de Memoria Histórica, Y a la vida por fin daremos todo. Memorias de las y los trabajadores y
extrabajadores de la agroindustria de la palma de aceite en el Cesar. 1950-2018 (Bogotá: CNMH, 2018).
100
con la aplicación de técnicas en sectores como la minería aurífera industrial, buena parte de
la cual es financiada con dinero del narcotráfico. La madera es recolectada por grandes
compañías multinacionales y colombianas, al igual que por colonos pobres. De acuerdo con
algunos estimativos, la deforestación alcanza doscientas mil hectáreas anuales. Durante los
últimos años, además del incremento en la acumulación de capital en estos sectores, y como
secuela de las estrategias de integración y apertura, ha aumentado la inversión en nuevos
sectores, como en las plantaciones de palma africana para la producción de aceite; los cultivos
artificiales de camarón; enlatadoras de palmitos; la pesca costera y en mar adentro; pesca,
procesamiento y empaque de camarón y pescado para exportación; y el turismo. Cada una de
estas nuevas formas de inversión produce notables transformaciones culturales, ecológicas y
sociales282
La economía extractivista se ha instalado en el departamento chocoano desde hace
siglos –bajo diferentes contextos– y, aún con derechos territoriales y autonomía, los grupos
étnicos que son minorías nacionales, pero mayorías en el Chocó, en medio de las
agroindustrias, la minería y la pesca no artesanales, se convierten en la muestra de la
racialización del empobrecimiento y la sistematicidad de violencias relacionadas con el
despojo283 y las dinámicas de las economías ilegales.
3.2.2.1.1. Los Emberá Katío
Como resultado de los procesos propios de la Conquista y la Colonia, la introducción de
misiones evangelizadoras, y la avanzada de colonos en sus tierras, entre otros factores,
dispersaron a diversas comunidades Embera y condicionaron desarrollos disímiles, a partir
de los contextos naturales en los que se albergaron, y condicionados también por el tipo de
poblaciones y de interacciones que afrontaron y que ejercieron diferentes influencias en cada
grupo asentado en diferentes territorios.284
282 Arturo Escobar, El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea (Bogotá:
CEREC – ICAM, 1999), 212. 283 En el año 2014 la Sala Civil especializada en restitución de tierras del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Antioquia amparó y sentenció restablecer el “goce efectivo de los derechos territoriales del pueblo Embera Katio con
el fin de posibilitar su retorno como consecuencia del despojo, abandono y confinamiento a que fuera sometido por
el conflicto armado interno y sus favores vinculados [compañías mineras] y subyacentes” tras haber quedado
“debidamente demostrados los procesos bélicos que causaron desintegración familiar y cultural” en contra de sus
derechos de autonomía, identidad y territorio.
Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia contra Continental Gold Limited Sucursal
Colombia y otros, 23 de septiembre de 2014, Rad. 27001 31 21 001 2014 00005 00 (15). Magistrado ponente: Vicente
Landinez Lara. 284 Raúl Arango Ochoa y Enrique Gutiérrez Sánchez, Los pueblos indígenas de Colombia en el umbral del nuevo
milenio: población, cultura y territorio. Bases para el fortalecimiento social y económico de los pueblos indígenas
(Bogotá: Departamento Nacional de Planeación, 2004).
101
Katío, Chamí, Dobidá y Esperanza Siapidara son pueblos originarios que comparten
lengua y cosmovisión jaibaná285 e integraron en tiempo prehispánico los pueblos “chocó” o
“chocoes” del occidente colombiano. En la actualidad, los Embera que son la familia cultural
de estos cuatro pueblos que están organizados en cincuenta y tres de los quinientos setenta y
siete resguardos indígenas de Colombia, sin estar lejos de los riesgos que significan para
cualquier comunidad el asecho de diferentes actores armados, los cultivos ilícitos en su
territorio, el desconocimiento de su autoridad y autonomía étnica y la explotación de sus
recursos naturales.
Entender la vulnerabilidad de las comunidades indígenas chocoanas, al margen del
privilegio paternalista, es reflexionar sobre sus particulares formas de organización y de
circulación en el espacio y su historicidad, toda vez que esto les ha permitido dialogar con
las formas institucionales y estatales dentro de un marco autónomo y medianamente
independiente, o sencillamente diferente, de los ritmos y lógicas de gobiernos centrales; junto
a ello, el habitar hidrosocialmente el territorio inaugura relaciones de alta movilidad en donde
los ríos se convierten en fuente de vida social y económica, medio de comunicación y espacio
ritual, mientras la fauna y flora de la selva ecuatorial ha sido habituada a su cultura cotidiana.
En ese sentido, la alteración de los ciclos de vida del entorno natural, por presencia, acción
y/o explotación de agentes externos a los grupos étnicos, desarticula las relaciones que tiene
lugar en los territorios.
A nivel cultural las particularidades de las comunidades indígenas representan
transacciones que integran la alteridad, como instrumento de diferenciación de un yo y un
nosotros que, dentro de las dinámicas de guerra, no posibilita mediación alguna que favorezca
o sancione la estructura cultural indígena. De esta manera el impacto de actores armados en
el territorio katío nubla las dinámicas culturales y pone en peligro todo el entramado cultural
desde el que es entendida la vida.
285 “La palabra jaibaná está compuesta por dos morfemas: jai, que muchas veces se ha traducido por “espíritu” o
“energía” susceptible de causar o curar la enfermedad; baná es un morfema que indica posesión. Así pues, podemos
entender que el jaibaná es “el que tiene los espíritus””. El jaibanismo es entonces una relación con la naturaleza en la
que se concibe al hombre inseparablemente dentro de ella.
Marc Jiménez Marzo, “Jaibanismo y colonialidad. Los conflictos entre jaibaná en el resguardo Embera-Chamí de
Karmata Rua. Antioquia Colombia”, Revista Kavilando, N°. 1 (2019): 155.
102
Tabla 5 Territorios del Bajo Baudó
Por otro lado, el énfasis en el territorio nos conduce a examinar las potencialidades
de este, dentro de lo que se ha llamado zona estratégica, para lo cual volveremos sobre la
noción departamental que nos permite ir a la generalidad para luego matizar en la afectación
específica al territorio katío. Al Chocó se le reconoce como un espacio geográfico que
posibilita la creación de rutas de acceso con el centro, norte y sur del país entre sus selvas,
ríos y montañas; al limitar, al norte con la república de Panamá y el mar Caribe, al este con
los departamentos de Antioquia y Risaralda, al sur con el Valle del Cauca y al este con el
Departamento Chocó
Municipio Bajo Baudó
Cabecera municipal Pizarro
Zona Urbana Corregimientos Dotenedó Guineal
Sivirú
Mochadó
Unión Pitalito
Bajo Grande
Villa Colombia
Belén de Docampadó
Territorios étnicos Resguardos
indígenas
Bajo Grande
Bellavista
Unión Pitalito
Doimama Tuma
Bella Luz
El Piñal
La Jagua
Guachal Pitalito
Ordo Sivirú
Agua Clara
Puerto de Chichiliano
Quebrada Quera
Río Orpúa
Río Pavasa y Quebrada Jella
Río Purricha
Santa Rosa de Ijua
Territorios
colectivos de
comunidades
negras
Río Baudó
ACABA
La Costa Concosta
Sivirú
San Andres de Usaragá
Pizarro
Río Piliza
Villa Maria
Puricha
San Agustín de Terrón
Pavasa
Virudó
Cuevita
103
océano Pacífico, sus vías, indiscutiblemente, posibilitan la conexión de las américas con el
mundo entre océanos.
Las zonas geográficas del Chocó, en las que se resalta la variabilidad de los pisos
térmicos que han representado una favorabilidad para la industria maderera, palmera y
minera en relación con las fuentes hídricas que no son pocas en el departamento, se unen y
dan respuesta a las rutas del narcotráfico y los intereses del paramilitarismo allí.
Geográficamente, el enfoque de vulnerabilidad en medio de la presencia o acción de
máquinas de guerra revela una vinculación de estas con la represión de los sindicatos y la
incursión guerrillera que, “tras la extorsión a los sectores productivos, la extracción ilegal de
oro y más tarde la protección de rutas de salida de droga, han marcado una historia de
violencia atizada por el fortalecimiento de la estructura del Bloque Pacífico de las FARC
(Frente 57), el Frente de Guerra Occidental del ELN y el Bloque Paramilitar Élmer
Cárdenas”286.
Haremos un nuevo bucle para conectar al caso de Saja y entrever allí la acción
paramilitar y el hostigamiento territorial: la revista Noche y niebla del CINEP es una
publicación periódica vigente que desde 1996 presenta los balances de la situación de los
derechos humanos en el país, de acuerdo con el Banco de Datos de los DD. HH. de la misma
institución. Para su edición número dieciocho, correspondiente a los meses de octubre,
noviembre y diciembre de 2000, a manera de reporte del 15 de noviembre de 2000 del
municipio de Nuquí, Chocó, se lee:
Paramilitares de las AUC ejecutaron en el sitio Punta El Cabito, ubicado en el corregimiento
Arusí, a cuatro jóvenes que se hallaban en la zona conociendo la manera como viven los
indígenas Emberá-Katío, a quienes habían desaparecido desde el pasado el 15 de septiembre.
El padre de Saja Johana, a través de un comunicado, indicó los cruces de misivas con Carlos
Castaño, jefe paramilitar de las AUC, en las que indagaba sobre los jóvenes, recibiendo
apenas una contestación en la que Castaño le advertía de lo “irrespetuosas” de las mismas.
Finalmente, emprendió personalmente su búsqueda y luego de “...una inspección presencial
en la zona permitió [sic] entrevistar a varias autoridades, lancheros, pescadores y pobladores
en general, con lo cual, pese al pánico generalizado que impide una normal comunicación,
con mucho esfuerzo se logró establecer que los jóvenes fueron vil y cruelmente asesinados y
286 Dirección de política contra las drogas, Caracterización regional de la problemática asociada a las drogas ilícitas
en el departamento de Chocó (Bogotá: Observatorio de drogas de Colombia, 2017), 68.
104
sus cuerpos fondeados al mar, al suroriente de Cabo Corrientes, que hace parte de Punta El
Cabito”.287
Las referencias geográficas del reporte nos ayudan a establecer un recorrido de 28 km
entre el resguardo indígena más próximo a la zona de referencia pesquera que es Cabo
Corrientes, el cual limita con el Bajo Baudó, dentro de la compleja organización política del
territorio. Toda vez que la información se ve complementada con la registrada en una
campaña de carácter urgente de la Organización Mundial Contra la Tortura –OMCT–
radicada en Ginebra a los 17 días del mes de noviembre de 2000:
El Secretariado Internacional de la OMCT había manifestado su profunda preocupación ante
las detenciones ilegales y presunta desaparición forzada de cuatro personas jóvenes […]
Según los informes, hombres armados entraron al rancho del indígena en donde se estaban
hospedando, amarraron a las dos mujeres, Saja Johana y Andrea, y se las llevaron. Los otros
dos excursionistas no se encontraban en la casa del indígena pero poco después, fue hallada
la canoa en donde se movilizaban, con manchas de sangre y sin ningún rastro de ellos. De
acuerdo con los informes, al parecer, los hombres armados pertenecen a las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC).
El Secretariado Internacional de la OMCT había condenado estos hechos violentos, lo mismo
que la impunidad de sus autores y exhortaba a las autoridades colombianas a que cumplan
sus reiteradas promesas de luchar contra las violaciones de los derechos humanos, asegurar
que los responsables sean sancionados y combatir a los grupos paramilitares.288
Con toda esta información, se hace evidente que el objetivo de los victimarios es no
dejar rastro de las víctimas, pero sí de la muerte violenta como lo sugiere el ingreso al lugar
en el que se hospedaban y el tratamiento final de sus cuerpos, el cual podemos contrastar con
el caso de Patricia, una mujer torturada en Arusí, relatado por nuestra coequipera:
Cuando yo estaba pequeña al lado vivía una chica llamada Patricia que tenía alrededor de 15
años, ella no era de aquí, pero era sobrina de un señor que asesinaron hace como 5 años. A
Patricia le encantaba jugar fútbol en la playa, mi mamá también cuenta que cuando yo estaba
pequeña me mantenía cargando a cada rato, jugando conmigo y hacerme "gracias"; ella tenía
una relación la cual quería dejar, con un miembro de las AUC, para esos momentos estaba en
auge el enfrentamiento con el ELN. Entonces el hombre de las AUC no recibió bien el
rechazo por parte de Patricia, entonces afirmó que ella [sic] informante de la guerrilla. Patricia
desapareció por un tiempo, pero nadie sabía nada, sólo que se había ido en lancha con los de
287 Cinep y Justicia y Paz, “En deuda con la humanidad. Paramilitarismo en Colombia 1988-2003”, Noche y Niebla,
N°. 18 (2004): 339. 288 OMTC - Organización Mundial Contra la Tortura, Campañas: Caso COL 261000.1, 2000.
105
la AUC, a los pocos días Patricia apareció en una playa de la cabecera municipal muerta y
empalada.289
Nos detendremos en dos momentos de los cuales da luz la información de arriba.
Antes y después de la muerte fueron llevados a cabo dos ejercicios; (i) las víctimas fueron
secuestradas y sus raptores emprendieron con ellas un camino hacia una zona diferente, lo
cual se evidencia en la caracterización de los actores de cada lugar: el espacio desde donde
partieron –lugar A– responde a uno de habitación indígena, el cual aunque por demás pueda
poseer una estructura organizativa propia de la zona, nos obliga a hablar de una población
específica que ha de tener unas relaciones particulares con el espacio290; aunque no nos es
posible clarificar si se trata de una organización habitacional katío. Mientras el segundo
momento –lugar B–, por el contacto que tiene el padre de Saja –con pescadores y lancheros–
y la ubicación geográfica a la que apuntan los datos, se trata de una zona en la cual se llevan
a cabo labores relacionadas con los usos e interacciones con el mar.
Por otro lado, (ii) cuando las fuentes hablan de fondear al mar los cuerpos
irrevocablemente esa actividad se asocia con formas encubridoras, capaces de convocar la
destrucción total, nos encontramos con la desaparición y la masare. Particularizaremos en el
sentido de la destrucción total para subrayar que, a diferencia del caso de Patricia, el que nos
convoca no hace uso del cuerpo como figura comunicativa del poder dentro de una población,
sino que, desde su desaparición, dado el ejercicio de fondeo, se erige el poder de atravesar y
desgarrar la vida sin dejar indicios de la muerte, en desagregación y desconocimiento de los
excursionistas como agentes externos, lejanos a la zona que “no debían estar allí” (?). Toda
esa primera interpretación encuentra a continuación elementos vinculantes de un nuevo orden
de las cosas, de acuerdo con la aparición de dinámicas propias del narcotráfico.
De acuerdo con el registro civil de nacimiento, Saja Johana Kaim Muñoz era hija de
Soledad Muñoz Leal y Meyer Eduardo Kaim Torres, hermana de Ilam Kaim Muñoz y nieta
289 Relato de nuestra coequipera anónima, 16 de octubre de 2020. 290 El relato de nuestra coequipera nos deja ver cómo existe un aislamiento de la población indígena sur chocoana que
históricamente se ha ubicado en cercanías con las tierras más próximas a la cordillera, en un valle selvático cerca al
cauce de los ríos.
106
de Blanca Ofelia Rojas de Muñoz; para su tratamiento como víctima, en el año 2017, en los
juzgados de Justicia y Paz del Tribunal del Distrito Judicial de Medellín, se le reconoció
laboralmente como “artesana” y para efectos de “reparación integral” se estimó como
ingresos, de acuerdo a su actividad económica, el equivalente al salario mínimo mensual
legal vigente a la fecha de los hechos. El caso se procesó como desaparición forzada de
persona protegida291 con la pena del delito de homicidio agravado y en la sentencia del caso
el magistrado ponente solicitó la investigación de la participación de Álvaro Mesa,
narcotraficante del Chocó, en relación con los hechos.
¿Por qué vincular a un narcotraficante en el caso? Hasta el momento la información
adjudica los hechos a las AUC. ¿Qué tipo de relación se tejió en la zona entre estos actores?,
¿cuál es el punto de encuentro entre los primeros y los segundos? El proceso judicial al que
está articulado el caso de Saja así lo menciona:
La desaparición forzada también fue una práctica utilizada por los paramilitares para encubrir
las actividades de narcotráfico que se realizaban en la zona. Así se presentó en 4 (13,79%)
de los 29 casos presentados por la Fiscalía, específicamente en los casos de Saja Johana Kaim
Muñoz, Juan Carlos Muñoz Fonseca, Oscar Eduardo Monroy Moreno y Andrea N.N. Según
estableció la Sala, los 4 jóvenes excursionistas fueron desaparecidos el 9 de agosto de 2.000
en el corregimiento de Arusí del municipio de Nuquí porque estaban instalados cerca de un
campamento cocalero, lo que dio lugar a que los narcotraficantes de la zona informaran a los
paramilitares del Bloque Pacífico para que los desaparecieran y no poner en evidencia sus
actividades ilícitas en la región.292
Leer las transacciones entre el narcotráfico y el paramilitarismo atraviesa la
vulnerabilidad de las comunidades y arroja víctimas, al activar una violencia
instrumentalizada con ánimo de llevar a cabo un objetivo específico, como lo presenta el caso
291 El bloque constitucional colombiano recoge el Derecho Internacional Humanitario que regula la guerra para
garantizar la dignidad humana, estando en este marco el concepto de “persona protegida” al que componen elementos
jurídicos, fácticos, normativos y políticos para amparar a la población civil. De acuerdo con el principio de distinción
que rescata la identificación de los combatientes “y a quienes participan directamente de las hostilidades, de las
personas protegidas conforme al derecho internacional humanitario”291, dentro del conflicto armado, para efectos
jurídicos, cobra gran importancia el tratamiento de los actores, su asimilación dentro, o no, de la guerra y sus lugares
de enunciación. Cristhian Miguel Salcedo Franco, “Del homicidio en persona protegida y su aplicación frente a las
transformaciones del conflicto armado colombiano”, Universitas Estudiantes, N°. 11 (2014): 9-43. 292 Acta N°. 001 del Tribunal del Distrito Sala de Conocimiento de Justicia y Paz, contra los acusados: Rodrigo
Alberto Zapata Sierra, William Mosquera Mosquera, Games Lozano Badillo, Carlos Mario Montoya Pamplona y
Luis Omar Marín Londoño, 30 de enero de 2017, Rad. 0016000253-2008-83308, 0016000253-2010-84398,
0016000253-2006-80893, Magistrado ponente: Rubén Darío Pinilla Cogollo.
107
de Saja. A continuación, ataremos al narcotráfico con los campamentos coraleros, dentro de
las dinámicas de cultivo, producción y distribución de coca(ina) y, en ese ejercicio nos
preguntaremos por la acción paramilitar y su discursividad en el Bajo Baudó, todo lo cual se
puede representar sobre la figura del Bloque Pacífico-Héroes del Chocó.
3.2.2.2. Bloque Pacífico-Héroes del Chocó
Vicente Castaño Gil le ordenó a Rodrigo Zapata Sierra, organizar un grupo en el río Baudó
para proporcionar seguridad a los embarques del narcotráfico, lo que originó la creación del
Frente Héroes del Chocó.293
Anteriormente nos detuvimos en las dinámicas económicas del departamento
chocoano, el extractivismo convertido en constante y el multiculturalismo que subraya la
diversidad de lógicas con las que se dialoga dentro del país en términos económicos y, en
general, socioculturales. En este contexto, hacia finales de los noventa el Chocó y sus áreas
limítrofes con los departamentos de Antioquia, Valle y Risaralda eran una espacio de disputa;
el norte del Valle y el occidente de Antioquia fueron zonas tendientes a la confrontación de
grupos armados que habían incorporado a sus actividades tareas satelitales para el tráfico de
drogas; estos grupos y sus posiciones dentro de las dinámicas del narcotráfico se explican al
remontarnos a mediados de 1995 con la confluencia de intereses mineros los cuales dieron
vida al Frente Minero paramilitar que confrontaba a las guerrillas de la zona de extracción
con ánimo de “brindar seguridad a comerciantes y mineros” asediados por el Ejército de
Liberación Nacional y los frentes de las FARC-EP que hacían presencia en el lugar.
De manera paralela, en la zona del Pacífico sur chocoano se dieron a conocer las
“pacas” que responden coloquialmente a paquetes de clorhidrato de cocaína que pescadores
y lancheros encontraban flotando en el mar, como hileros que constatan el paso las lanchas
interceptadas mientras surcaban el mar abierto con destino a Panamá, como nos lo hace saber
nuestra coequipera. Para recapitular, a los intereses de los mineros y comerciantes, se sumó
en 1999 la custodia de una ruta de narcotráfico, por parte de paramilitares, que posibilitaba
el flote de las “pacas” con las que “se enriquecieron muchas personas” –en el relato de la
293 SP5333-2018 Sala de Casación Penal, 5 de diciembre de 2018, Rad. 50236, Magistrado ponente: Eugenio
Fernández Carlier.
108
informante–: Rodrigo Alberto Zapata Sierra, alias “Ricardo” exparamilitar de las AUC,
condenado a diez años de cárcel por delitos de concierto para delinquir agravado,
desplazamiento forzado e invasión de áreas de especial importancia ecológica”, explicó en
una versión libre, en el marco de la aplicación de Justicia y Paz que el Bloque Pacífico debía
“proteger una ruta que iniciaba en Pie de Pató (Alto Baudó) y continuaba aguas abajo por el
río Baudó hasta su desembocadura en el Pacífico, en el municipio de Pizarro. La droga
llegaba a la zona de embarque por vía terrestre desde Medellín y Pereira y se almacenaba en
Medio Baudó (corregimiento Pie de Pepé)”294.
“Las AUC llegaron aquí en el 97 y precisamente fue un blanco mestizo quien los trajo porque
anteriormente el narcotráfico siempre ha estado presente acá, y los trajo y esa noche llegaron,
como en ese momento aquí no había energía para todas las casas, llegaron justo en la casa del
papá de mi tía abuela y le hicieron encender la planta que funcionaba a base de petróleo… en
ese momento él tenía un bailadero y sacaron a la gente de sus casas y les empezaron… las
mujeres anteriormente estaban desnudas, se dormía en calzones, la gente con las puertas
abiertas… ese día los sacaron, confiscaron todas las armas a la gente que tenía armas en ese
momento, armas de caza, para defenderse, todo tipo de arma las confiscaron y se las llevaron,
luego hicieron una reunión con la gente del pueblo y duraron mucho tiempo en esas”295
Como constata el relato de nuestra coequipera, los paramilitares de las AUC llegaron
al pacífico sur chocoano a finales de los noventa y, lejos de su discursividad de
confederación, acompañaron las actividades del narcotráfico. Según datos del Ministerio de
Justicia, entre el año 2000 y 2013 se identificaron en el departamento chocoano cultivos de
coca, en un alto promedio departamental, en Istmina, Alto, Medio y Bajo Baudó, Nóvita y
Sipí296, junto con la presencia de paramilitares del bloque Elmer Cárdenas y Héroes del
Pacífico, quienes, entre otras cosas, apoyaron la candidatura de congresistas y políticos del
294 Óscar David Andrade Becerra, Alen Castaño, Lina Díaz, Carlos D., Isabel Giraldo Q., Bárbara Lacoste, Hernán
Montenegro L., Maritza Tangarife y Daniela Trujillo O., Pacífico Norte: laboratorio de violencia paramilitar.
Dinámicas históricas y territoriales del conflicto político, social y armado. 1958-2016 (Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana de Cali, 2019), 116. 295 Relato de nuestra coequipera anónima, Arusí, Chocó, 3 de diciembre de 2020. 296 Dirección de política contra las drogas, Caracterización regional de la problemática asociada a las drogas ilícitas
en el departamento de Chocó (Bogotá: Observatorio de drogas de Colombia, 2017), 38.
109
departamento con préstamos “de manera personal”, como asegura Freddy Rendón Herrera,
alias “El Alemán” ante u magistrado de Justicia y Paz297.
El Bloque Héroes de Pacífico, junto con el Bloque Capital, Héroes de Gualivá, Bloque
Metro y Bloque Suroeste antioqueño, es una de las estructuras “extraviadas” del
paramilitarismo; para el año 2015, diez años después del proceso de desmovilización de las
AUC, acudieron a Justicia y Paz trece postulados del bloque en cuestión, de los cuales “ 5
fueron archivados porque no hubo ratificación de querer estar en el proceso, 3 cuentan con
preclusión por muerte y otros 3 fueron excluidos por renuencia” al proceso, es decir que solo
dos postulados acuden a las garantías de verdad de las 2.204 víctimas.298
Aunque no constatamos, dentro de las fuentes, la existencia de un campamento
cocalero en la zona en donde se encontraba Saja, al enmarcar el proceso dentro del área de
actividad de los paramilitares del Bloque Pacífico de las AUC, la versión del juzgado toma
mucha fuerza. Del mismo modo, otro relato de los hechos indica la estancia de los cuatro
jóvenes en el resguardo indígena Jella y, en consonancia, encontramos que al resguardo
indígena río Pavasa y quebrada Jella junto con otros veinticinco resguardos del Alto, Medio
y Bajo Baudó299, tras avanzar en diligencias desde el año 2001, en el año 2018 le fueron
concedidas medidas cautelares300 dentro de un panorama de transitoriedad en medio del
conflicto armado, las cuales tienen un carácter inmediato y definitivo para la protección y
297 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Bloque “Elmer Cárdenas”. Rad.
110016000253 2008 83241, 27 de agosto de 2014, Magistrado ponente: Juan Guillermo Cárdenas Gómez. 298 “Los Bloques extraviados”, Verdad Abierta, 5 de diciembre de 2015, https://verdadabierta.com/los-bloques-
extraviados/ 299 Resguardo indígena Aguaclara y Bella Luz del río Amporá, Resguardo indígena Bajo Grande, Resguardo indígena
Bellavista - Unión Pitalito, Resguardo indígena Chigorodo Memba, Resguardo indígena Dearade Biakirude,
Resguardo indígena Do Imama Tuma y Bella Luz, Resguardo indígena Dominico, Londoño y Apartadó, Resguardo
indígena El Piñal, Resguardo indígena La Jaguaguachal-Pitalito, Resguardo indígena Ordo Sivirú Aguaclara,
Resguardo indígena Patio Bonito, Resguardo indígena Puerto Alegre y La Divisa, Resguardo indígena Puerto
Chichiliano, Resguardo indígena Puerto Libia Tripicay, Resguardo indígena Puerto Libre del Río Pepé, Reguardo
indígena quebrada Quera, Resguardo indígena río Orpua, Resguardo indígena río Purricha, Resguardo indígena ríos
Catrudubasa y Ancoso, Resguardo indígena ríos Jurubidachori y Alto Baudo, Resguardo indígena ríos Torreido y
Chimani, Resguardo indígena Santa Cecilia de la quebrada Oro Chocó, Resguardo indígena Santa Rosa de Ijua,
Resguardo indígena Sirena Berrecuy, Resguardo indígena Trapiche del río Pepé. 300 Las medidas cautelares de protección están consignadas en Decreto Ley de Víctimas N°. 4633 de 2011 “Por medio
del cual se dictan medidas de asistencia, atención, reparación integral y de restitución de derechos territoriales a las
víctimas pertenecientes a los pueblos y comunidades indígenas”.
110
prevención de las estructuras sociales, culturales y territoriales ancestrales, como lo relaciona
el Informe de seguimiento y monitoreo a la implementación del Decreto Ley 4633 de 2011
para pueblos y comunidades indígenas víctimas del conflicto armado301.
Por otro lado, un año después de la Sentencia en donde se solicita la investigación de
Álvaro Mesa, en relación con lo que la justicia colombiana denominó “desaparición forzada”
de Saja y sus compañeros, en un acta de apelación de los términos de los implicados en el
caso, se esclarece que Mesa respondía al alias de “Simón” y junto a Dorian Alberto Mejía
Galeano, alias “Tabaco”, dirigía el Frente Pacífico, “quienes con el objetivo de brindar
seguridad a los narcotraficantes de la zona, ejecutaron y desaparecieron a un grupo de
jóvenes, entre los que se cuenta una mujer señalada por un narcotraficante [Amílcar, El Paisa
y Ariosto] como funcionaria de la DEA”302 porque estaba tomando fotografías por el lugar.
~
Saja era fotógrafa.
301 Comisión de seguimiento y monitoreo de los entes de control, “Informe de seguimiento y monitoreo a la
implementación del decreto ley 4633 de 2011 para pueblos y comunidades indígenas víctimas del conflicto armado”,
Contraloría General de la República, Procuraduría General de la Nación y Defensoría del Pueblo, 20 de agosto de
2018. 302 SP5333-2018 Sala de Casación Penal, 5 de diciembre de 2018, Rad. 50236, Magistrado ponente: Eugenio
Fernández Carlier.
111
Conclusiones
Partimos desde un balance historiográfico hacia un breve análisis de la violencia
paramilitar y sus modalidades de victimización, para unir herramientas hacia el estudio de
un caso específico de acción paramilitar. Llegados a este punto, resaltamos el gran interés
disciplinar por las formas de la violencia reciente que se traduce en una amplia producción
académica al respecto y una importante atención a los movimientos políticos nacionales e
internacionales, en los que nos apoyamos en los dos primeros capítulos. A continuación, en
respuesta a las preguntas que nos planteamos al inicio de esta investigación, destacamos una
serie de elementos que nos permitieron abordar el paramilitarismo y revisar sus prácticas.
Difusividad y discursividad
El paramilitarismo, como fenómeno, guarda un juego de elementos discursivos que
desde su interior han narrativizado su existencia, legitimado su accionar y reinventado de
manera adaptativa sus formas, en relación con espacios geográficos, dinámicas económicas
y políticas –al menos desde 1997–, todo lo cual valida analizarle desde la difusividad y la
polimorfología, encontrando en la diversidad de sus formas, bifurcaciones que una y otra vez
rescatan sus operaciones maquínicas, pues dentro de él tiene lugar un ensamblaje de figuras
con un funcionamiento preciso.
La incursión paramilitar en el departamento chocoano representa la comunión de
acciones prácticas, dentro del proceso de producción y tráfico de narcóticos y la movilidad
discursiva del fenómeno desplazada, en el orden confederado, al tratamiento
contrainsurgente de las AUC. Lejos de la compleja relación Estado-nación, como marco
interpretativo, el paramilitarismo refleja un flujo revolucionario en potencia sobre
comunidades, siendo la territorialidad un eje de acción que se suma a su configuración
general como fenómeno atravesado por un accionar violento, dispositivo de economías
legales e ilegales y actor armado irregular.
De acuerdo con lo anterior, aludir a la territorialidad fundamenta la polimorfología,
suponiendo la distribución de posiciones y posibilidades condicionadas, no solo por
112
geografías, sino también por grupos humanos y sus relaciones con las instituciones y demás
aparatos del Estado. El caso del Bajo Baudó permite entrever la acomodación de las máquinas
y la subsecuente vulnerabilidad de los grupos étnicos, en un continuum de violencias
matizado en la degradación del conflicto.
Instrumentalización de la violencia
Analizar las acciones paramilitares desde la selectividad y la subjetividad, posibilita
ver a la figura de las Autodefensas Unidas de Colombia como un escenario que fungió como
plataforma armonizadora de un repertorio de violencias sistemáticas, claramente
organizadas, de acuerdo con sus representaciones violentas que encuentran unos tipos
catalizadores de impactos, en la selección de las modalidades de victimización. Mientras las
máquinas de guerra toman el poder y lo transfieren a otros lugares con intenciones
ordenadoras, desarrollan un repertorio de violencias premeditado que pudo ser identificado
en el caso estudiado, en donde el carácter mercantil –narcotráfico– y sus muchas
posibilidades pragmáticas e interpretativas se fusiona en la difusividad del paramilitarismo.
El enfoque territorial hace visible la modelación de prácticas y recorridos
delincuenciales del paramilitarismo, en donde las representaciones de la violencia varían de
acuerdo con la puesta en marcha de ejercicios ligados a lo social y a la correspondencia que
los hechos puedan tener con la sociedad, su percepción de los agentes y demás. Justamente
allí reside una abismal diferencia entre las representaciones rituales de las masacres que
estudia María Victoria Uribe, para La Violencia, y las violencias de la historia más reciente
del país: las motivaciones y los agentes desbordan las dicotomías y no están anclados a
marcos aparentemente fijos, como la ideología política, sino que integran entidades
complejas vinculadas a escenarios en donde converge la disputa, el control, el tráfico y el
poder.
Sobre las limitaciones de la investigación, hemos de decir que el bloque paramilitar
Héroes del Pacífico es uno de los “bloques extraviados” de las AUC: al no comparecer sus
integrantes ante la justicia transicional, el esclarecimiento judicial de sus acciones está lejos
de ser un hecho y, aunque la verdad judicial no sea la verdad histórica, creemos que los
113
episodios judiciales son de gran importancia para leer el universo paramilitar. En esta medida,
desde de los marcos legislativos y los procesos de justicia transicional se aprecian tendencias
de la política y lo político.
114
“Dios en nuestras conciencias nos decía que ése era el
camino correcto, que la patria nos exigía ese sacrificio y que
pasada la hora trágica, llegarían al fin tiempos mejores y de
reconocimiento por parte de la Colombia oficial, a la “otra
Colombia”, que las Autodefensas ayudamos a salvar y
preservar de la muerte, de la pérdida de su libertad y del
azote comunista”. Salvatore Mancuso.
Discurso de instalación de la Zona de Ubicación de Ralito, en
julio de 2004.
115
116
A Felipe Leal
le escribí por Messenger el 16 de noviembre de 2020
“He encontrado tu perfil por una no casualidad tras buscar Saja Kaim en Google”.
Felipe estudió con Saja en Bellas Artes, es Maestro en Artes Plásticas, estudió Dirección de
Arte en SICA –Sindicato de la Industria Cinematográfica–, Argentina. También es Maestro
en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Nos íbamos a conocer el 24 de noviembre de 2020 en la Casa Obeso Mejía, yo le esperé,
procuré llegar temprano. Él no llegó. A las 4:01 p.m. me escribió por Whatsapp, se había
accidentado en su moto, por la 5ª, a la altura del Parque de los Estudiantes.
Se lastimó un par de dedos.
Felipe ha iniciado un proyecto ecoturístico en La Barra, Buenaventura.
117
118
Meyer es mi amigo.
Desea estudiar la Constitución y contratar a un buen
abogado para darle continuidad al proceso de
reparación.
Veintiún años de __________.
119
El 10 de octubre de 2018, así como el 9 de abril de 2013,
las calles se llenaron de dignidad.
120
Un hombre víctima del conflicto armado salió con la foto de su
hija a marchar por las calles como lo ha hecho desde la muerte
de la misma, pero en esta ocasión en favor a la paz. “Mi hija
Saja Jhoana Kaim, fue asesinada por un grupo paramilitar en
una excursión, todavía no me han entregado el cuerpo. La falta
de ayuda estatal es pésima, pero quiero decirle al gobierno que
no desfallezcan en buscar la paz, que cesen las armas,
demasiado malestar tenemos los colombianos con tanta
violencia”. Expresó Meyer Kaim padre de la víctima.”
Elizabeth Gallego, “Los caleños también marcharon por la
paz”, Extra, 10 de abril de 2013.
121
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Decreto 1573. 1 de enero de 1974. Por el cual se establecen los documentos inherentes a la
planeación de la Seguridad Nacional. Diario Oficial N°: 34.125.
Decreto 1874. 1 de enero de 1979. Por el cual se dictan normas sobre la prevención de la
contaminación del medio marino y otras disposiciones. Diario Oficial N°. 35.319.
Decreto 1923. 1 de enero de 1978. Por el cual se dictan normas para la protección de la vida,
honra y bienes de las personas y se garantiza la seguridad de los asociados. Diario
Oficial N°. 35.101.
Decreto 3398. 24 de diciembre de 1965. Por el cual se dicta el Estatuto Orgánico de la
Defensa Nacional. Diario Oficial N°. 31842.
Decreto 4633 de 2011, 9 de diciembre de 2011. Por medio del cual se dictan medidas de
asistencia, atención, reparación integral y de restitución de derechos territoriales a las
137
víctimas pertenecientes a los pueblos y comunidades indígenas. Diario Oficial N°.
48.278
Decreto 4803 de 2011, 20 de diciembre de 2011. Por el cual se establece la estructura del
Centro de Memoria Histórica. Diario oficial N°. 48289.
Decreto de Estado de Sitio. 25 de noviembre de 1985. Por el cual se decreta el Estado de
Emergencia. Diario Oficial N°. 37.244.
Ley 2. 1 de enero de 1983. Por la cual se honra la memoria del señor General Manuel Castro
Bayona. Diario Oficial N°: 36.187.
Ley 37 de amnistía. 23 de marzo de 1981. Por la cual se declara una amnistía condicional.
Diario Oficial N°. 35.760.
Ley 35 de amnistía. 20 de noviembre de 1982. Por el cual se organizan diferentes programas
de rehabilitación para los beneficiarios de la amnistía y demás habitantes de las zonas
que hayan estado sometidas a enfrentamiento armado o a acciones subversivas.
Diario Oficial N°. 36. 133.
Ley 48 de 1968. 16 de diciembre de 1968. Por la cual se adopta como legislación permanente
algunos decretos legislativos, se otorgan facultades al Presidente de la República y a
las Asambleas, se introducen reformas al Código Sustantivo del trabajo y se dictan
otras disposiciones. Diario Oficial N°: 32. 679.
Ley 599 de 2000, 24 de julio 2000. Por la cual se expide el código penal. Diario Oficial N°.
44.097.
Ley 975 de 2005, 25 de julio de 2005. Por la cual se dictan disposiciones para la
reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que
138
contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras
disposiciones para acuerdos humanitarios. Diario Oficial N°. 45.980.
Ley 1448, 10 de junio de 2011. Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y
reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras
disposiciones. Diario Oficial N°. 48096.
Ley de indulto. 5 de junio de 1985. Por la cual se concede una autorización al presidente de
la República, se regula el ejercicio de la facultad de conceder indultos y se dictan
otras disposiciones. Diario Oficial N°. 37.000.
Documentación judicial
Acta N°. 001 del Tribunal del Distrito Sala de Conocimiento de Justicia y Paz, contra los
acusados: Rodrigo Alberto Zapata Sierra, William Mosquera Mosquera, Games
Lozano Badillo, Carlos Mario Montoya Pamplona y Luis Omar Marín Londoño. 30
de enero de 2017. Rad. N°. 0016000253-2008-83308, 0016000253-2010-84398,
0016000253-2006-80893. Magistrado ponente: Rubén Darío Pinilla Cogollo.
Comisión de seguimiento y monitoreo de los entes de control, 20 de agosto de 2018. “Informe
de seguimiento y monitoreo a la implementación del decreto ley 4633 de 2011 para
pueblos y comunidades indígenas víctimas del conflicto armado”. Contraloría
General de la República, Procuraduría General de la Nación y Defensoría del Pueblo.
Informe militar de la Operación Sofía (15 de julio de 1982). 1982. Base militar de Tropas
Paracaidistas “General Felipe Cruz” Puerto San José. Escuintla: 150800JU82 A-009.
https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB297/Operation_Sofia_lo.pdf
Proceso N°. 26945, 11 de julio de 2007, Corte Suprema de Justicia, Magistrados ponentes:
Yesid Ramírez Bastidas y Julio Enrique Socha Salamanca.
139
Sentencia 5333-2018 Sala de Casación Penal, 5 de diciembre de 2018., Rad. N°. 50236,
Magistrado ponente: Eugenio Fernández Carlier.
Sentencia de la Corte Suprema de Justicia contra Jorge Feris Chadid y Jesús María López.
de febrero 8 de 2012. Proceso N°. 35227
Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia contra Continental Gold
Limited Sucursal Colombia y otros. 23 de septiembre de 2014. Rad. N°. 27001 31 21
001 2014 00005 00 (15). Magistrado ponente: Vicente Landinez Lara
Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla contra Luis Carlos
Pestana Coronado. 1 de agosto de 2014. Rad. 11-001-60-002253-2008-83201.
Magistrado ponente: Gustavo Aurelio Roa Avendaño.
Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Bloque “Elmer
Cárdenas”. 27 de agosto de 2014. Rad. 110016000253 2008 83241. Magistrado
ponente: Juan Guillermo Cárdenas Gómez.
Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Indalecio José Sánchez
Jaramillo. 23 de mayo de 2017. Rad. N°. 11-001-60-00 253-2006 80536. Magistrado
ponente: Eduardo Castellanos Roso.
Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Ramón María Isaza
Arango y otros. 29 de mayo de 2014. Rad. N°. 11-001-60-00253-2007 82855.
Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso.
Periódicos
Leal Buitrago, Francisco. 2008. “Ley de seguridad y defensa”. El Tiempo, 22 de septiembre.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3104004
140
S.A, 1987. “¿Autodefensas o justicia privada?”, Revista Semana, 31 de agosto.
https://www.semana.com/nacion/articulo/autodefensa-justicia-privada/9286-3
Redacción El Tiempo. 2007. “Este es el pacto secreto de Ralito”, El Tiempo, 19 de enero.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2362702
Otros autores. 2000. “Barbarie nacional”, Revista Semana, 29 de mayo.
https://www.semana.com/nacion/articulo/barbarie-nacional/42069-3 .
Laverde Palma, Juan David. 2016. “Manual de tortura paramilitar”. El Espectador, 28 de
junio. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/manual-de-tortura-
paramilitar-articulo-640252
“Proyecto víctimas”, Revista Semana, 2013,
https://especiales.semana.com/especiales/proyectovictimas/
Redacción El Tiempo. 2000. “Sin rastro de cuatro estudiantes”, El Tiempo, 24 de octubre.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1277581
Otras publicaciones periódicas
Cinep y Justicia y Paz. 2004. “En deuda con la humanidad. Paramilitarismo en Colombia
1988-2003”. Noche y Niebla, N°. 18.
Cinep y Justicia y Paz. 1997. “Panorama de los derechos humanos y violencia política en
Colombia”, Noche y Niebla, N°. 3.
Cinep y Justicia y Paz. 2003. “Panorama de los derechos humanos y violencia política en
Colombia”, Noche y Niebla, N°. 28.
Otras
141
“¿Cómo nos quitan la tierra?”. 2020. Rutas del conflicto.
https://rutasdelconflicto.com/especiales/nos-quitan-la-tierra/
Cruz Rodríguez, Edwin. “Marco Palacios, Violencia pública en Colombia 1958-2010”.
Nuevo Mundo Mundos Nuevos. Comptes rendus et essais historiographiques,
http://journals.openedition.org/nuevomundo/69007
Culma Vargas, Edinso. “Los grupos armados y disputas por la tierra y el territorio: la
diferencia entre el sur y el norte del país”, Guion entrevista para el CNMH.
DANE, Censo general 2005. 2010. Perfil Bajo Baudó (Chocó), 14 de septiembre.
https://www.dane.gov.co/files/censo2005/PERFIL_PDF_CG2005/27077T7T000.P
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DANE, Censo general 2005. 2010. Perfil Chocó, 13 de septiembre.
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Fernando Suárez, Andrés. 2015. “Cátedra Basta Ya. Características, dimensiones y
modalidades de la guerra”. Video de Youtube, publicado el 2 de febrero de 2015.
https://www.youtube.com/watch?v=TqYp0iQ2yrY
Lorena Trujillo, Addy. 2014. “Excombatientes. Haciendo Memoria a través de Historias de
vida y de muerte”. Conferencia presentada en el “IV Encuentro Latinoamericano de
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http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8269/ev.8269.pdf
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Motta González, Nancy. 2015. “Identidad y etnicidad”, Curso Etnicidad y Cultura. Cali:
Universidad del Valle, 3 de septiembre.
OMTC - Organización Mundial Contra la Tortura. 2000. Campañas: Caso COL 261000.1.
PEP - Proyecto Educativo de Programa, Artes Plásticas, Instituto Departamental de Bellas
Artes.
Recursos y portales digitales
Brian A. Catlos. 2020. ““Conveniencia” en tiempos de los reinos taifas”, Al-Andalus y la
Historia, 5 de julio de 2020. https://www.alandalusylahistoria.com/?p=2097
Centro de Memoria Histórica. “Base de datos ¡Basta ya!”.
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/basesDat
os.html
Entrevista “Cali, de Ambulatorio a Lugar a Dudas”, María Wills
https://www.banrepcultural.org/oscar-munoz/entrevista-cali-de-ambulatorio-a-
lugar-a-dudas.html
VerdadAbierta. “La magnitud de los crímenes develados por Justicia y Paz”,
https://verdadabierta.com/la-magnitud-de-los-crimenes-develados-por-justicia-y-
paz/
~
De las cosas que pueden ponerse en dudai
El ejercicio que convocó la escueta corrección a la
que sometí este texto, a la luz de los ilustrativos
comentarios del profesor José Benito Garzón
Montenegro, deja la sensación de la gran
influencia de las agendas mediáticas en la
configuración social y elaboración discursiva de
las nociones de realidad nacional, de la que
indudablemente la academia no está exenta. El
lenguaje, hoy en un lugar privilegiado para su
estudio, parece establecer combinaciones
terminológicas reflectivas, hasta para las
dinámicas más sencillas y cotidianas, lo cual
puede servir de atajo para disipar la reflexión.
Ante los no lugares y los diálogos amparados en
la inmediatez, las respuestas automáticas.
La investigación en humanidades debe asumir el
despliegue hermenéutico como fundamento, así
como las y los humanistas debemos insistir en la
creación de nuevas presencias sociales guiadas
por la duda, para que el conflicto no sea conflicto
y las definiciones dejen de inscribirse en ideas e
ideales monolíticos.
i Arriba quise colocar la cita que se leerá a continuación, pero me pudo el deseo de no anteponer la figura de un pensador que existió y ha sido leído en clave androcéntrica y homoromántica desde el patriarcado (sí, lo pensé tarde); así, respecto al encabezado, diré que los títulos suelen ser copiados sin dar crédito alguno, porque son solo títulos. Descartes escribió: “Desde mi niñez he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso acometer seriamente, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias”.
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