7/29/2019 Chris Harman. Mujer y capitalismo de la opresin a la liberacin
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Chris Harman
Mujer y capitalismo: de la opresin a la liberacin
Redactado: En ingls por Chris Harman como parte de un debate dentro del Socialist Workers Party de Gran
Bretaa.Primera publicacin: En ingles, enInternational Socialism, no. 23 (primavera de 2002).Edicin en castellano: Chris Harman, Mujer y capitalismo: de la opresin a la liberacin, En lucha: Espaa, marzo2005; 2da edicin, con apndice de Angie Gago, marzo de 2011. La traduccin fue realizada por Claudia Cinatti,Partes de Guerra, y revisada porEn lucha.Edicin digital: Mujer y capitalismo: de la opresin a la liberacin enEn lucha,2011/http://www.enlucha.org/site/?q=node/15935.Esta edicin: Marzo 2012, gracias aEn lucha.
El origen de la opresin de las mujeres
Los marxistas revolucionarios se diferencian de todas las dems personas que defienden la liberacin de las
mujeres en un aspecto importante. Nosotros no creemos que la opresin de las mujeres sea algo que ha existido
siempre, ya sea por causa de diferencias biolgicas entre los sexos o por algo inherente a la mente masculina.1
Sostenemos que la opresin de las mujeres surgi en un punto particular de la historia, en el momento en que la
sociedad comenz a estar dividida en clases.2
En todas las sociedades de clases las mujeres estn oprimidas; la evidencia sugiere que al menos en algunas
sociedades pre-clasistas no exista tal opresin.
La razn por la que la opresin de las mujeres comienza con la divisin de la sociedad en clases es bastante
simple. Las divisiones comenzaron una vez el avance de las fuerzas productivas permiti a los seres humanos
producir un excedente superior a lo que era necesario para la subsistencia del conjunto de la sociedad. Este
excedente no era suficiente para que todos pudieran vivir por encima del nivel de subsistencia, pero era suficiente
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para que algunos lo hicieran. Se hizo entonces posible un desarrollo adicional de las fuerzas productivas y con ello
el crecimiento de la divisin entre una clase explotadora y una clase explotada.
Con el aumento del excedente lleg una creciente divisin del trabajo. Aqullos que ocupaban ciertas posiciones
en esta divisin del trabajo se convirtieron en los controladores del excedente, la primera clase explotadora.
En este momento, las diferencias biolgicas entre hombres y mujeres tomaron una importancia que nuncahaban tenido antes. Con la carga del cuidado de los hijos, las mujeres tendan a ser encauzadas hacia ciertos
papeles productivos y quedaban fuera de otros, fuera de aqullos que proporcionaban el acceso al excedente. As,
por ejemplo, cuando las sociedades pasaron del cultivo con azada, que puede ser realizado por mujeres a pesar de
la carga del embarazo, al uso de pesados arados o a la crianza de ganado, se tendi a desplazar a las mujeres de los
trabajos productivos clave y el excedente pas a ser controlado por hombres.3
All donde se establecieron clases dominantes totalmente desarrolladas, los miembros femeninos de esta clase
dominante tendan a jugar un papel subordinado, a ser tratadas virtualmente como posesiones de los dirigentes
masculinos. Y exactamente la misma situacin se impuso entre campesinos independientes y entre las familiasartesanas: un hombre, el patriarca, controlaba la relacin de la familia con el mundo exterior, y su mujer estaba tan
subordinada a l como lo estaban los nios y sirvientes (la excepcin confirma la regla: si una viuda tomaba el
lugar de su esposo muerto, dominaba a todos los hombres y mujeres de la familia4; all donde se crearon
situaciones en las que el papel productivo jugado por las mujeres tenda a producir un excedente vendible, las
mujeres tendan a desafiar ciertos aspectos de la familia patriarcal estereotipada).5
As, en las sociedades precapitalistas, las mujeres de todas las clases estaban bajo la dominacin de los hombres
Pero no de todos los hombres. Ciertos hombres estaban oprimidos tambin. Los esclavos masculinos de la
antigedad y los trabajadores masculinos de la familia patriarcal no tenan ms libertad que las mujeres (incluso
aunque algunos de los hombres de la familia patriarcal tuvieran esperanzas de escapar algn da de la servidumbre
ocupando el lugar del patriarca.)
El desarrollo de las fuerzas productivas requiere determinadas relaciones de produccin. La opresin de las
mujeres es producto, en cada caso, de las relaciones entre estos dos factores. Esto tiene su base en la historia
material de la sociedad.
Por supuesto, una vez las relaciones de produccin condujeron a la opresin de las mujeres, se estableci su
expresin ideolgica. La inferioridad de las mujeres lleg a ser considerada como parte del orden natural de las
cosas, y estaba respaldada por elaborados sistemas de pensamiento, rituales religiosos, promulgaciones legales, la
mutilacin del cuerpo femenino Pero no puede comprenderse el origen de ninguna de estas cosas sin
comprender sus orgenes en el desarrollo de las fuerzas y las relaciones de produccin.
El capitalismo es la forma ms revolucionaria de la sociedad de clases. Se apodera de las instituciones de las
sociedades de clases previas y las reforma a su propia imagen. No se somete a sus jerarquas o a sus prejuicios. Ms
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bien crea nueva jerarquas en oposicin a las viejas, y transforma completamente los viejos prejuicios para usarlos
en su inters por acumular.
Por lo tanto esto ocurre con todas las instituciones que se encuentran en el momento de su aparicin (religiones
organizadas, monarquas, castas hereditarias, sistemas de propiedad de la tierra, sistemas de pensamiento). El
capitalismo da una alternativa clara a todo esto: o ser transformado en inters de la acumulacin del capital o ser
destruido.
El capitalismo no se mueve por el deseo de mantener a la familia (y con ella la opresin de las mujeres), ms de
lo que se mueve por la voluntad de propagar la religin, mantener las monarquas, fomentar pensamientos
oscurantistas, etc. Tiene una sola fuerza impulsora: la explotacin de los trabajadores para acumular. La familia
como la religin, la monarqua etc., es slo de utilidad al capitalismo en tanto ayuda a su objetivo.
Por esto, la familia capitalista no es algo fijo, una entidad sin alteracin. Como Marx y Engels apuntaron en el
Manifiesto Comunista, el impulso de acumular significa una continua reforma de las instituciones que el
capitalismo mismo ha creado:
La burguesa no puede existir sino a condicin de revolucionar incesantemente los instrumentos de produccin
y con ello todas las relaciones sociales. La conservacin del antiguo modo de produccin era, por el contrario, la
primera condicin de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolucin continua en la
produccin, una incesante conmocin de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes
distinguen la poca burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su
cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas, las nuevas se hacen aejas antes de llegar a
osificarse. Todo lo estamental y estancado de esfuma; todo lo sagrado es profanado
La familia capitalista
En su primera fase, el capitalismo industrial tuvo una tendencia no slo a destruir el campesinado patriarca
precapitalista y la familia artesana, sino tambin a destruir completamente los vnculos de familia entre la nueva
clase obrera. Importaba poco que esto entrara en conflicto con los viejos sistemas de creencias. As, Marx y Engels
se refirieron en el Manifiesto Comunista a la prctica ausencia de la familia entre los proletarios.
Pero la clase capitalista pronto encontr que esto era minar las bases de una acumulacin adicional: la
reproduccin de la clase obrera. Deba de haber alguna forma de asegurar que los trabajadores fueran capaces de
renovarse ellos mismos para un trabajo adicional y de criar la prxima generacin de trabajadores para que
pudieran cumplir con los requerimientos fsicos y mentales del trabajo asalariado.
El capitalismo no tiene los recursos o la tecnologa para proporcionar la reproduccin socializada (guarderas,
comedores comunales y otros) y, as, los representantes ms perspicaces de la clase capitalista consideraron la
creacin de una nueva estructura familiar para la clase obrera. sta se ocupara tanto de las necesidades materiales
de la generacin existente de trabajadores como de tomar la responsabilidad de la crianza de la nueva generacin.
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Habiendo destruido la vieja familia patriarcal, el capitalismo tom ciertos elementos de sta y los recombin en
una nueva familia obrera y, por supuesto, us mucho de la ideologa asociada con la vieja familia patriarcal (textos
religiosos y rituales etc.) con el fin de persuadir tanto a trabajadores como a capitalistas individuales para que
aceptaran la nueva familia. Pero no era la ideologa patriarcal la que motiv a la clase capitalista como conjunto
sino su inters material en asegurar el abastecimiento de la fuerza de trabajo.
La nueva familia obrera era esencialmente la familia nuclear de un hombre, una mujer y sus hijos. Del hombre seesperaba que trabajara a tiempo completo y ganara un salario capaz de proporcionar un mnimo nivel de vida para
la familia. Se esperaba que la mujer se hiciera cargo de restaurar la fuerza de trabajo del hombre, as como de dar
vida y cuidar a los hijos.
Por supuesto, esta familia ideal rara vez se realizaba en la prctica. Los capitalistas individuales rara vez estaban
preparados para pagar un salario familiar a sus trabajadores masculinos. Las esposas obreras se vean forzadas
por presiones econmicas a encontrar cualquier trabajo que estuviera disponible para ellas (trabajo estacional en
oficios agotadores, trabajo domstico) mientras soportaban la carga del cuidado de los nios y el trabajo en casa
Pero en un sentido, el ideal encajaba con las necesidades a largo plazo de la acumulacin de capital. Estas
necesidades, antes que algn tipo de conspiracin patriarcal entre los empresarios masculinos y los trabajadores
masculinos, explican por qu era el ideal.
La nueva familia obrera tena sus ventajas ideolgicas para el sistema. Aunque el trabajador masculino se
diferenciaba del viejo patriarca en que no controlaba ningn excedente, poda imaginarse a s mismo como el viejo
patriarca: controlaba los fondos que el conjunto de la familia tena para subsistir y poda imaginar que el sueldo
estaba a su disposicin para gastarlo como quisiera. Poda pensar que era el seor de su propio hogar, aunque
desde el punto de vista del sistema, l era slo dueo de los medios que permitan que l y sus hijos fueran esclavos
asalariados.
La nueva familia cre una escisin en la clase trabajadora, ya que estimul la identificacin de los trabajadores
masculinos con algunos de los valores de sus explotadores.
Al mismo tiempo, el aislamiento de las mujeres en el hogar, poda alejarlas de movimientos sociales ms
amplios. Su opresin redujo su capacidad para luchar contra el sistema gran parte del tiempo y, de ste modo, las
expuso a concepciones conservadoras de la sociedad. Instituciones como la iglesia, explotaron su situacin con el
fin de intentar utilizarlas para oponerse al cambio social.
Por esto Marx y Engels afirmaron que la precondicin para la liberacin de las mujeres era su incorporacin a la
produccin social (aunque fuera la produccin capitalista bajo las condiciones de la ms extrema explotacin).
Sin embargo, sera errneo pensar que las mujeres o los hombres trabajadores opusieron alguna resistencia
masiva a la imposicin de la nueva familia trabajadora. Hubo alguna resistencia de las mujeres a ser desplazadas de
puestos relativamente bien pagados. Pero en general el modelo de familia en la que seran mantenidas mientras
educaban a sus hijos estaba destinado a atraer a las mujeres, para quienes la alternativa era horrible (abortos
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peligrosos y repetidos, 12 horas al da esclavizadas en una fbrica y a la vez la obligacin de cuidar a los hijos, o el
celibato autoforzado.)6
El sistema cre el ideal de la nueva familia obrera porque buscaba que la prxima generacin de trabajadores
fuera capaz de esforzarse por l, pero esto al menos implicaba algn tipo de preocupacin por la salud de la
presente generacin de madres trabajadoras. No sorprende, entonces, que la resistencia de las mujeres
trabajadoras fuera no tanto al ideal como al fracaso de la realidad para cumplir el ideal.
Las mujeres estaban oprimidas en la nueva estructura familiar en la que eran forzadas a la dependencia de sus
maridos y separadas del mundo exterior. Pero la carga de sufrimiento impuesta por el nacimiento y el cuidado de
los hijos se haba reducido.
Para los hombres de la clase trabajadora, tambin la nueva familia era una ventaja. Tenan que ser responsables
del mantenimiento de la familia y a menudo se resentan de ello. Pero, a cambio, se les proporcionaba la energa
fsica necesaria para mantenerse en buena forma y sanos.
Tanto para los hombres como para las mujeres trabajadoras la familia tena otra ventaja. Pareca proporcionar
un refugio en un mundo de aislamiento y alienacin psicolgica. Ya que el capitalismo atrajo a los trabajadores
hacia las ciudades, a menudo les separ de sus viejos amigos y parientes. La familia pareca proporcionar una
forma de garantizar compaerismo y afecto. De nuevo, el fracaso de la realidad para corresponderse con el ideal no
impidi que la gente ansiara ese ideal.
La nueva familia no era, como algunas feministas afirman, el resultado de una conspiracin entre capitalistas y
trabajadores masculinos. Era una reforma en beneficio del sistema con la que los trabajadores (hombres y mujeres
que no vean la posibilidad de acabar con el sistema ), era probable que se identificaran. Por eso, la defensa de lafamilia fue siempre un eslogan que las fuerzas reaccionarias podan usar para conseguir apoyo de los trabajadores
(incluyendo a las mujeres trabajadoras).
La opresin de las mujeres bajo el capitalismo
La forma en que la familia nuclear sirve para reproducir la fuerza de trabajo, es la raz material de la opresin de
las mujeres de clase trabajadora bajo el capitalismo hoy. Es el cuidado de los hijos y el trabajo domstico lo que
restringe el contacto de las mujeres de clase trabajadora con el mundo exterior al hogar y lo que produce su
dependencia de los hombres de clase trabajadora.
Esta es la razn por la que la opresin de las mujeres de la clase trabajadora no puede acabarse sin el masivo
cambio social necesario para socializar el trabajo domstico y el cuidado de los hijos.
Por supuesto, la opresin no es nicamente material. La opresin material est respaldada por un conjunto de
factores ideolgicos. Por tanto, la opresin no acaba cuando las mujeres salen del hogar, o si han decidido no tener
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hijos, o si los hijos han crecido. Presiones materiales e ideolgicas se combinan, por ejemplo, para persuadir a las
mujeres de que trabajen por salarios ms bajos de los que la mayora de hombres aceptaran.
Cuando se llega a la ideologa de la opresin ha de tenerse en cuenta otro factor. Esta ideologa no es generada
por la clase trabajadora, sino que ha de serle impuesta desde arriba por los representantes de la burguesa. Como
Marx declar, las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante. La forma en que las mujeres y los
hombres de la clase trabajadora ven y se relacionan con los dems est determinada no slo por sus propiascondiciones materiales, sino tambin por la ideologa generada por la familia de la clase dominante.
Bajo el capitalismo existe una opresin de las mujeres burguesas paralela a la de las mujeres de clase
trabajadora, aunque bastante diferente en su origen y contenido.
En la familia burguesa clsica las mujeres eran liberadas de gran parte de la carga en el cuidado de los hijos (por
el empleo de numerosos sirvientes domsticos), pero se les negaba tambin cualquier papel en la produccin. Sus
maridos tenan el control del excedente y eran consideradas en muchos casos como mercancas (como adornos
para los hogares de sus maridos), mientras el matrimonio virtualmente era una forma de comercio entre familiasdominadas por el hombre. Las mujeres de la clase dominante eran confinadas en sus hogares, pero en ociosidad, no
trabajando duro como las mujeres de clase trabajadora.
La ideologa que respondi a este estado de cosas representaba a las mujeres con cualidades completamente
diferentes a las de los machos industriosos, seguros de s mismos y agresivos, frente a la pasiva, dulce,
emocional, frvola y femenina hembra.
Tal visin no se corresponda en todo con la posicin real de las mujeres de clase trabajadora, que trabajaban
duro en la casa, en el servicio domstico o en la fbrica. Pero proporcionaba la coleccin de imgenesestereotipadas con las que no slo los hombres y las mujeres de clase dominante, sino tambin los hombres y las
mujeres de la clase trabajadora se esperaba que vieran a los dems. Porque, hasta donde dan por supuesta la
sociedad existente, los trabajadores estn siempre bajo una presin enorme para aceptar la concepcin del mundo
de sus explotadores.
Los hombres de clase trabajadora fantasearan acerca de lo que haran si pudieran tener xito en la sociedad
burguesa y una de las cosas que podran hacer sera poseer mujeres como mercancas . Las mujeres de clase
trabajadora fantasearan sobre triunfar si pudieran cultivar los atributos de la feminidad pretendidamente
posedos por las mujeres de clase superior (fantasas reforzadas por las historias de las revistas y los seriales que
encarnaban a mujeres de la clase trabajadora que consiguen casarse con alguien por encima de su clase de origen).
Todo esto, sirvi para idealizar y santificar la situacin real de la familia de clase trabajadora y de este modo
pudo representar una funcin muy real para el capitalismo. Actu como un mecanismo para sostener a la familia
de clase trabajadora unida y mantener el sistema vigente. La religin, la pornografa, los seriales, las revistas de
mujeres, la ley, todo actuaba a la vez para hacer que la familia pareciera necesaria e inevitable, la ms estable de las
instituciones en un mundo siempre cambiante.
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Pero bajo el capitalismo ninguna institucin puede permanecer inmutable para siempre. Nada es tan sagrado
que pueda evitar ser modificado por el avance superior de las fuerzas de produccin.
Unas pocas dcadas despus del establecimiento del estereotipo de familia de clase trabajadora, comenz a ser
socavado por cambios en las condiciones materiales de la sociedad capitalista.
A mediados del siglo XIX la reproduccin de la fuerza de trabajo era slo posible si la mujer corriente de clasetrabajadora tena 8 10 embarazos (en Londres casi el 60% de los nios moran antes de los 5 aos en 1850) y, as
dedicaba prcticamente toda su vida tras el matrimonio al embarazo o el cuidado de los nios.
Pero la verdadera expansin de las fuerzas productivas producidas por el capitalismo tuvo, como un producto
adicional, el desarrollo de nuevas tecnologas que redujeron radicalmente el esfuerzo que era necesario invertir
para la reproduccin de la fuerza de trabajo. La mejora en la atencin a la salud signific la muerte de menos nios.
Se hicieron accesibles nuevos mtodos de control de nacimientos, ampliamente superiores a los mtodos
brutales y disponibles en la infancia del capitalismo primero el preservativo y el diafragma, luego, en losprimeros 60, la pldora y el DIU. La tasa de nacimientos poda declinar y las mujeres de clase trabajadora ser
relevadas de algunas de las cargas del nacimiento de los hijos. La necesidad del sistema de fuerza de trabajo no
estaba amenazada.
Al mismo tiempo, comenz a aplicarse nueva tecnologa a las tareas de crianza de nios y de cuidado de los
trabajadores. La lavadora, el aspirador, el refrigerador, el cambio de la cocina de carbn por los sistemas modernos
de cocinado, todo tuvo el efecto de reducir enormemente la cantidad de trabajo puramente montono que se
desarrollaba en el hogar.
Como algunos escritores sobre el trabajo domstico han sealado, esto no acab con el tedio y la alienacin de la
mujer, que continu estando encerrada en el hogar, especialmente si era responsable de hijos pequeos. Pero
signific que poda comenzar a pensar en obtener un empleo fuera del hogar a diferencia de las mujeres de
anteriores generaciones. Porque, especialmente despus de que sus hijos tuvieran 5 6 aos, ella poda ganar
vendiendo su fuerza de trabajo lo suficiente para pagar formas de reducir (aunque no eliminar) el tedio y la
monotona (nieras pagadas, comidas preparadas, servicio de limpieza en la lavandera, salidas al supermercado
una vez a la semana en vez del recorrido diario por las tiendas del barrio)
Desde el punto de vista de la acumulacin de capital, el viejo modelo de familia lleg a ser muy antieconmicoLas mujeres estaban ahora gastando ms trabajo en el hogar de lo que era estrictamente necesario para reproducir
la fuerza de trabajo para el sistema.
Si el nmero medio de hijos nacidos en una familia es 8 o ms, es probablemente ms econmico para el sistema
porque casi con seguridad la educacin de los hijos tendr lugar en el hogar. Pero una vez el nmero de hijos ha
bajado a dos, las cosas empiezan a ser diferentes. Una guardera media tendr un adulto cuidando de seis nios
Por tanto, por cada trabajador extra que habra de ser contratado para hacer asalariado el cuidado de los nios, dos
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mujeres ms eran liberadas para la explotacin en el mercado de trabajo. Y esto especialmente si las mujeres
tienen que pagar el cuidado de los nios fuera de casa con sus propios sueldos: el sistema entonces recibe un valor
adicional de ellas sin haberse preocupado del coste de pagar por el cuidado de nios socializado!
Desde el punto de vista del capitalismo desarrollado, una mujer atada al hogar cuidando slo de dos hijos y su
marido, es un despilfarro de valor excedente potencial. El hecho de que ella trabaje todo el da no es consuelo para
el sistema. Su trabajo podra hacerse ms eficientemente liberndola para la esclavitud salarial.
Por lo tanto, ha sido una tendencia a largo plazo que el nmero de mujeres que participaban en el trabajo
asalariado creciera. En Gran Bretaa hoy, ms de la mitad de las mujeres casadas ahora trabajan, frente a menos de
una de cada cinco que lo haca en 1950; en USA la proporcin de mujeres casadas entre 20 y 25 aos que
trabajaban, ascendi del 31% en 1957 al 43% en 1968. Este crecimiento se ha estado produciendo desde los aos
20. La recesin de los aos 30 no lo invirti, ni lo ha hecho la crisis de los ltimos diez aos.7
Es verdad que la enorme afluencia de mujeres al trabajo asalariado durante las dos guerras mundiales estuvo
seguida de medidas para reemplazarlas por hombres cuando las guerras acabaron, pero esta experiencia noconsigui parar a largo plazo el crecimiento durante ms de medio siglo en la proporcin de mujeres casadas que
trabajaban.
El estado capitalista, cargado con el mantenimiento de las condiciones subyacentes necesarias para la
acumulacin de capital, se ha visto forzado en todos los pases a responder a estos cambios. Cada vez ms, ha
tenido que tomar medidas diseadas para complementar a la familia en la reproduccin de la fuerza de trabajo; la
provisin de seguridad social, educacin preescolar y otras.8
Los cambios han sido acumulativos. Cuanto ms se han integrado las mujeres de clase trabajadora en la fuerzade trabajo, ms facilidades han pedido para hacerlo posible. Conforme han comenzado a conseguir fuentes
independientes de ingresos, han empezado a cuestionarse las viejas concepciones de completa dependencia de sus
maridos. Han comenzado a demandar mtodos contraceptivos ms efectivos, abortos seguros, a tener menos hijos
alguna cesin de la responsabilidad de las tareas de la casa sobre los hombros de sus maridos. Cada vez ms, han
tomado la iniciativa de acabar con matrimonios infelices.
El sistema est experimentando hoy lo que Marx pens que ocurrira hace un siglo: una tendencia a minar la
familia. Sin embargo esta tendencia puede no llegar a realizarse nunca por causa de contra-factores:
(1) La plena socializacin del cuidado de los hijos requerira un nivel de inversin que el sistema capitalista est
poco dispuesto a hacer, incluso en perodos de expansin.
(2) La ideologa de la familia contina siendo muy importante para la estabilidad del sistema. La opinin de las
mujeres, de que cuidar a sus hijos debera ser su primera preocupacin les lleva a trabajar por menos que los
hombres. Organizaciones como la iglesia, que explota el aislamiento de las mujeres usando el eslogan de la defensa
de la familia, an pueden aportar un puntal ideolgico valioso para el sistema. As, los gobiernos aprueban leyes
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antiaborto y son reacios a liberalizar las leyes de divorcio, aunque tales cuestiones no sean en s mismas
importantes para las necesidades econmicas del sistema.
(3) Finalmente, el nuevo perodo de crisis econmica que comenz a finales de los setenta ha reducido las
presiones para incrementar el suministro de fuerza de trabajo, aportando un mayor nmero de mujeres a ella, y ha
incrementado la dependencia del sistema de fuerzas reaccionarias que utilizan el eslogan de la defensa de la
familia. Esto no ha impedido cierto aumento continuado del nmero de mujeres que buscan trabajo, pero ha
disuadido al sistema de hacer inversiones necesarias para ayudarlas a hacerlo.
El desarrollo de las fuerzas de produccin ha presionado las viejas relaciones sociales encarnadas en la familia
de clase trabajadora. Pero no ha sido suficiente para acabar con ellas.
No se puede acabar con la opresin de las mujeres en el capitalismo
No se puede acabar con la opresin de las mujeres sin acabar con la reproduccin privada. Pero esto, a su vez, no
es posible sin una completa revolucin de las relaciones sociales. Esto slo sera posible en dos circunstancias:
(1) Si el capitalismo fuera capaz de entrar en un nuevo perodo de expansin virtualmente ininterrumpida de las
fuerzas productivas. El sistema podra entonces, indudablemente, reemplazar la reproduccin privatizada por e
trabajo domstico socializado y mecanizado, e incluso con la construccin de granjas de nios del tipo de un
mundo feliz.
Pero simplemente proponiendo una alternativa como sta se ve su imposibilidad prctica. El sistema no puede
entrar en un nuevo perodo de expansin de tal clase. El estancamiento del capitalismo actual impide cualquier
camino a la liberacin de las mujeres a travs de la reforma del sistema.
(2) Si tiene lugar la revolucin socialista. Algunos de los recursos masivos derrochados por el capitalismo
podran entonces ser dedicados a proporcionar la base material real para la socializacin del cuidado de los hijos y
del trabajo domstico. Y una clase trabajadora insurgente considerara esto como una prioridad, ya que constituira
un gran beneficio no slo para las mujeres de clase trabajadora, sino tambin para los hombres trabajadores. Por
supuesto, despus de una revolucin como sta, la herencia ideolgica del capitalismo subsistira y esa herencia
incluira actitudes sexistas. Pero sera relativamente fcil luchar contra esa herencia, una vez su base materia
hubiera sido destruida.
Es posible comparar las estructuras sociales que producen la opresin de las mujeres bajo el capitalismo con
otras estructuras opresivas que se han adoptado en el curso del desarrollo capitalista, como las leyes Jim Crow
(que supusieron, en los primeros aos de este siglo, la institucionalizacin en los Estados Unidos de un nive
creciente de racismo y por las que se arrebat a los negros de los estados del sur el derecho al voto) y el
orangismo en Irlanda del Norte (la discriminacin sistemtica de los catlicos).
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Estas estructuras discriminaron a un cierto sector de la poblacin a partir de las diferencias de raza o religin.
Llegaron a ser consideradas arcaicas por algunos seguidores del sistema durante su largo perodo de expansin
econmica en los cincuenta y los sesenta. La acumulacin de capital pareca depender del acceso de fuerza de
trabajo sin tener en cuenta esas diferencias de raza o religin. Haba una expansin general de ideologas que
reiteraban la vieja doctrina liberal de la igualdad de oportunidades en el mercado. Crecieron movimientos que
presionaron por los derechos civiles burgueses. El sistema pareca capaz de hacerles frente, incluso a pesar de que
esos movimientos impulsaron a algunos de los sectores ms oprimidos de la sociedad a la accin poltica. Pero
entonces, con los primeros signos de crisis econmica en los ltimos sesenta, el capitalismo tuvo que retroceder
limitando las concesiones a una igualdad simblica para los sectores oprimidos.
El primer movimiento de liberacin de las mujeres tuvo mucho que ver con esta agitacin general por la
igualdad formal que el sistema prometa a todos los que vivan en l. Sus demandas fueron promovidas
inicialmente por mujeres de clase media que buscaban la posibilidad de llevar el mismo tipo de vida que los
hombres de clase media. Pero se correspondan con el cambio de actitud de muchas mujeres de clase trabajadora
quienes, por primera vez, sentan que pertenecan a la fuerza de trabajo asalariado del capitalismo. En este
perodo, las reivindicaciones parecan conciliables con la necesidad del sistema de reformar la familia y dar acceso
al trabajo a las mujeres.
Sin embargo, los impedimentos a la igualdad real para las mujeres fueron incluso ms grandes que aqullos a los
que se enfrentaban los negros americanos o los catlicos del Ulster. El sistema no poda hacer frente a los altos
costes de la socializacin de la reproduccin, incluso en los sesenta, y mucho menos durante la crisis de mediados
de los setenta. Eran posibles (y necesarios) cambios limitados para permitir a las mujeres convertirse en esclavas
asalariadas; un final a su opresin estaba excluido por la dependencia continuada de la familia nuclear para la
reproduccin privatizada.
El capitalismo y la crisis del movimiento de las mujeres
La dura realidad de que no puede conseguirse el final de la opresin de las mujeres bajo las condiciones de la
crisis capitalista ha enfrentado al movimiento de las mujeres a tres alternativas:
1. Abandonar el objetivo de la liberacin en favor de perseguir las muy limitadas reformas que son posibles en e
sistema actual. Efectivamente, esto significa demandar progresos individuales para unas pocas mujeres
privilegiadas, mientras se dejan intactas las condiciones de la mayora de las mujeres. Este fue el camino elegidopor las mujeres burguesas involucradas en el movimiento y por un sector muy amplio de feministas de clase media
2. Tratar de separarse de la sociedad existente creando contrainstituciones separatistas
3. Identificarse con los desafos de la clase trabajadora a la sociedad existente como forma de destruir las
estructuras responsables de la opresin de las mujeres.
Dependi de las circunstancias concretas el que consiguiera la hegemona una u otra opcin. All donde se
produjo un alza en las luchas de los trabajadores en los ltimos sesenta y los primeros setenta (Francia, Italia
Espaa, Gran Bretaa) hubo una tendencia por parte de casi todas las secciones del movimiento de mujeres a
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orientarse, al menos en parte, hacia la clase trabajadora. Sus demandas tendieron a ser aqullas que tenan algn
atractivo para la masa de mujeres trabajadoras: igual salario, guarderas de 24 horas, derecho al aborto, etc. Pero
donde el movimiento obrero era dbil (USA) o donde empez a declinar a mediados de los aos setenta (en
muchos otros lugares), el movimiento de las mujeres fue hegemonizado por el feminismo por un lado y por e
separatismo por otro.
En la prctica, el reformismo y el separatismo se refuerzan mutuamente. El prejuicio feminista burgus frente ala clase trabajadora ayud a crear un sentido comn en el movimiento, que consideraba cualquier argumentacin
sobre la liberacin de las mujeres a travs de la revolucin de la clase trabajadora co mo obrerismo crudo y
leninismo pasado de moda. Y la objecin separatista a la colaboracin con los hombres signific en la prctica,
mantenerse a distancia de las luchas de base de los trabajadores, lo que a su vez significaba rechazar el
compromiso en las nicas luchas que podan conseguir del sistema algo ms que cosas muy marginales.
La divisin del trabajo entre separatismo y reformismo tuvo su ltima expresin en el llamamiento a una alianza
entre polticos burgueses o reformistas, la burocracia sindical, mujeres y negros (la amplia alianza
democrtica del eurocomunismo, la coalicin arcoiris en Estados Unidos, la estrategia electoralista de gente
como Benn y Livingston en Gran Bretaa). (Nota: el ejemplo actual es el olivo de Italia)
La tendencia hacia el reformismo no es un accidente. En el capitalismo slo hay una fuerza capaz de imponer un
cambio real: la clase trabajadora. Quien no se apoya en la clase trabajadora inevitablemente se ve conducido al
compromiso con el sistema. Pero aqullos que predican el separatismo estn rechazando la nocin de lucha
efectiva de la clase trabajadora. Incluso cuando tratan de dirigirse a las mujeres trabajadoras se estn basando en
la idea de que un sector de la clase puede ganar sin el apoyo de otras secciones (masculinas) de la clase. Se elude
as la movilizacin total de las fuerzas, la nica forma de garantizar las victorias.
Igual que los movimientos por los derechos civiles en EEUU y en Irlanda del Norte, el movimiento de las mujeres
a finales de los 1960 y principios de los 1970 empez a movilizar a la gente contra la opresin creada por el
sistema. Hasta este punto, foment el inicio de una lucha contra el sistema. Pero, igual que aquellos movimientos,
no poda llevar la lucha ms all de un punto. De ah en adelante, la eleccin era entre cambiar hacia un
movimiento radicalmente diferente, o bien meramente mejorar la suerte de unos pocos individuos afortunados,
mientras que la masa de la gente segua igual de oprimida como siempre.9
Por esto, para nosotros, no se puede hablar de reconstruir el tipo de movimiento de mujeres que exista
entonces. Pertenece a un perodo que ha terminado.
Por supuesto, es posible que la crisis del sistema llevar a ataques contra los derechos de las mujeres que, a su
vez, produzcan surgimientos de protestas de las mujeres. Hemos visto tales surgimientos en Gran Bretaa
ltimamente, cada vez que se han hecho intentos para restringir ms los derechos al aborto. Hay que apoyar estas
luchas totalmente; pero tambin hay que ver que las personas involucradas en ellas rpidamente se polarizarn
entre, por un lado, las que apoyan el reformismo o el separatismo y, por el otro, las que sean ganadas a una
perspectiva socialista revolucionaria y de la clase trabajadora.
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Teoras errneas sobre la opresin de las mujeres
El movimiento de las mujeres de los aos sesenta y setenta produjo sus propias teoras acerca de la opresin de
las mujeres. Es necesario considerar lo que era incorrecto en ellas, ya que de este modo podremos ver ms
claramente lo que significa la perspectiva del marxismo revolucionario.
El patriarcado
La teora del patriarcado es la perspectiva dominante en el movimiento de las mujeres de Gran Bretaa.
Sostiene que la opresin de las mujeres es un resultado de la dominacin masculina y algo completamente
diferente de la divisin de la sociedad en clases econmicas. Ve a los hombres como beneficiarios de la opresin
en todas las sociedades,10 y mantenedores de esa opresin incluso si la revolucin socialista tiene lugar. Rechaza
por reduccionistas los intentos de explicar la opresin de las mujeres a partir de la dinmica de las sociedades declases. A partir de aqu, se extrae la conclusin de que la lucha por la liberacin de las mujeres es algo
completamente separado (aunque paralelo) de la lucha por la revolucin de la clase trabajadora y por e
socialismo.
La teora es hegemnica en el sentido de que pocas feministas la ponen en duda y ha sido adoptada
sistemticamente por sectores de la izquierda reformista fuera del movimiento de las mujeres. De hecho, aunque
unas pocas figuras en el movimiento de las mujeres (por ejemplo Sheila Rowbotham) intentaron oponerse al
trmino patriarcado,11 hoy es un concepto habitualmente considerado como incuestionable.
Tuvo gran aceptacin porque, como ha observado Lindsey German, el xito de la teora del patriarcado se debe
a que cada cual puede interpretarla a su manera. Prospera en los imprecisos sentimientos tan queridos por
sectores del movimiento de las mujeres antes que sobre un anlisis material12
Sin embargo, su base terica es realmente muy dbil. Ya que, si las mujeres han estado siempre oprimidas por
los hombres, la pregunta que surge es por qu? Cmo es que el sexo masculino ha sido capaz de subordinar al
femenino de esta forma?
A no ser que las tericas del patriarcado puedan responder a estas preguntas, no pueden explicar la opresin delas mujeres. Por lo tanto no pueden decir cmo ha de vencerse. Se llega as, no a una teora de la liberacin de las
mujeres, sino a una perspectiva que excluye cualquier liberacin real!
Un intento de explicacin consiste en atribuir la opresin de las mujeres a factores ideolgicos. Ahora
ciertamente, el hecho de que la ideologa imperante considere a las mujeres como subordinadas refuerza su
subordinacin: los hombres crecen vindose a s mismos como el sexo superior y muchas mujeres crecen
aceptndolo. Pero, de dnde viene la ideologa misma de la subordinacin de las mujeres?
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Los partidarios de la teora no pueden explicar esto y, a menudo, acaban abandonando cualquier explicacin
materialista, afirmando, por ejemplo, que el materialismo histrico es errneo, que las ideologas existen por
derecho propio, como diferentes modos de discurso.
Otras tericas del patriarcado intentan explicar la opresin de las mujeres de forma materialista. Pero recurren
a un materialismo que abstraen de la sociedad de clases. Todo lo que permanece entonces como la base de la
opresin de las mujeres es la diferencia biolgica entre ellas y los hombres. Es esto, al parecer, lo que permite a loshombres conspirar exitosamente para subyugar a las mujeres. Segn una de estas tericas, Heidi Hartmann, los
hombres controlan el trabajo de las mujeres y restringen su sexualidad.
Hartmann llega incluso a tratar de reclutar a Engels para su causa. 13 Cita un famoso pasaje de Los orgenes de la
familia donde Engels escribe que:
El factor determinante en la historia es la produccin y reproduccin de la vida inmediata Por un lado la
produccin de los medios de existencia, de comida, vestimenta y techo y los instrumentos necesarios para esta
produccin. Por otro lado la produccin de los seres humanos mismos, la propagacin de la especie. Laorganizacin social en la que las personas de una poca histrica concreta viven est determinada por ambos tipos
de produccin.
Heidi Hartmann ve los dos modos de produccin como entidades de igual importancia y afirma que no hay una
conexin necesaria entre cambios en un modo y cambios en el otro.
Engels claramente pensaba de otra forma, ya que l mismo contina diciendo que cuanto ms se desarrolla una
sociedad de clase es menos posible la coexistencia de los dos tipos de produccin. Surge una sociedad en la que las
relaciones familiares estn enteramente subordinadas a las relaciones de propiedad.
De hecho es absolutamente confuso hablar de dos modos.
El modo de produccin en cualquier sociedad est constituido por la unin de fuerzas y relaciones de
produccin. El primer trmino del conjunto, ejerce continuamente presin para cambiar el segundo trmino. Cada
incremento en la capacidad de los seres humanos para controlar la naturaleza, produce nuevas relaciones entre los
seres humanos mismos y, por tanto, comienza a transformar las relaciones de produccin preexistentes. O cambia
la sociedad o las nuevas formas de controlar la naturaleza han de ser abandonadas. Hay siempre una tensin, una
dinmica en el modo de produccin que determina la forma de la historia humana.
No existe una tensin semejante inherente al modo de reproduccin. Los seres humanos no estn
continuamente descubriendo nuevas formas de reproducirse (clonando en una poca, poniendo huevos en otra,
pariendo en una tercera). Estas nuevas formas de reproduccin no estn continuamente surgiendo contra la
barrera de las relaciones existentes entre las personas.
La forma en que los humanos se reproducen es relativamente esttica.14 Si se percibe esto como factor de
desarrollo de la historia humana, entonces no puede haber ningn cambio en ella, ningn desarrollo. Si las fuerzas
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de reproduccin determinan las relaciones de reproduccin, entonces la opresin de las mujeres realmente es
algo que debe haber existido siempre (y que existir siempre).
Pero las relaciones de reproduccin (por ejemplo las relaciones familiares) de hecho cambian. Cambian, con e
resto de las relaciones humanas, como resultado de lo que sucede en la esfera de la produccin material.
Como hemos sealado antes, cuando en las sociedades precapitalistas las reas ms importantes de laproduccin material pueden ser cubiertas incluso por mujeres embarazadas o con responsabilidad en el cuidado
de los hijos, entonces encontramos sociedades en las que las mujeres tienen alto prestigio e igualdad (o incluso
superioridad a los hombres).
Las relaciones de reproduccin la familia resultan de las condiciones materiales de produccin, no de algn
modo de reproduccin.
Una vez se comprende esto, se puede ver cmo el capitalismo prepara el terreno para la abolicin de la opresin
de las mujeres. Produce un desarrollo de las fuerzas productivas tan inmenso que, por un lado, la produccinpuede ser llevada a cabo por cualquiera, por mucho que las muy crudas realidades biolgicas puedan ser un
impedimento para ello; por otro lado crea, por primera vez, la tecnologa para transformar la biologa humana
(control de fertilidad, etc.). Pero el capitalismo mismo impide la realizacin completa de estas potencialidades.
La teora del patriarcado se niega a reconocer esto. De hecho, nos presenta la sociedad actual como un cuadro
formado por dos cosas bastante diferentes. Una es el afn de acumular capital por medio de la explotacin. La otra
un complot de los hombres de todas las clases para dominar a las mujeres de todas las clases.
La lgica de la teora del patriarcado consiste en que aunque percibe el papel que juega la lucha de clases, noconsidera que sta tenga nada que ver con la opresin de las mujeres que depende de una segunda lucha, la de
todas las mujeres contra todos los hombres. De esta forma, si realmente se busca acabar con la opresin de las
mujeres, en la prctica se vuelve la espalda a la lucha de clases.
La teora encaja hbilmente con la necesidad tanto de la tendencia separatista como de la reformista dentro del
movimiento de las mujeres. La tendencia separatista puede verse a s misma como la aplicacin consistente de la
teora. Son las personas que toman seriamente el punto de vista de la historia como una lucha de poder entre
sexos. Tanto si es una cuestin de culpar a todos los hombres de los crmenes sexuales, de oponerse a
instituciones masculinas como los sindicatos, de intentar formar reas de sexualidad femenina liberada, como si
se trata de contraponer valores femeninos a la agresin del macho que causa guerras nucleares, las partidarias
del separatismo son capaces de pasar a la ofensiva contra las feministas que ven que la colaboracin con algunos
hombres es importante.
Pero la tendencia reformista puede usar tambin la teora del patriarcado. Ya que hay dos campos de batalla
distintos, entonces se puede luchar en un terreno mientras se llega a un compromiso en el otro. Por lo tanto, la
manera en que en Gran Bretaa se habla de luchar contra los valores patriarcales ha sido utilizada para justificar
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la colaboracin entre los lderes sindicales y un futuro gobierno laborista con el fin de conservar los salarios con
una poltica de control de los salarios feminista. De ah, la forma en que las mujeres en la burocracia sindical
pueden aceptar la idea de sindicalistas profesionales nombrados desde arriba, que reciben el doble o el triple del
salario medio, que no estn sujetos a revocacin, etc., siempre que hay una estructura profesional adecuada para
las mujeres dentro de la burocracia.
Teoras a medio camino
Algunas feministas socialistas han visto los peligros e inconsistencias de la concepcin de la teora del
patriarcado y han intentado argumentar contra ella. Pero, a menudo, han acabado por ceder a medias ante sus
argumentos.
As, Sheila Rowbotham rechaza la teora del patriarcado. Pero explica la persistencia de la familia con una
versin del argumento de los dos modos de produccin. En Conciencia de mujeres, mundo de hombres afirma
que la familia es un modo de produccin precapitalista existente dentro de un sistema capitalista ms
amplio.15 Pero la lgica de esta posicin es la misma que la de la teora del patriarcado: que hay dos luchas
distintas, no necesariamente conectadas aqu y ahora.
Incluso socialistas revolucionarias que han tratado de oponerse a algunos de los argumentos del movimiento de
mujeres de clase media han cometido el error de aceptar algunas de sus formulaciones tericas.
Un buen ejemplo de esto se encuentra en un debate que tuvo lugar hace algunos aos en las pginas de la revista
International Socialism entre Joan Smith e Irene Bruegel.
Joan comenz el debate16 con algunas crticas muy reveladoras e importantes de la poltica del estilo de vida queestaba entonces convirtindose en hegemnica en el movimiento de mujeres. Contra aquella poltica, insisti en
que la opresin de las mujeres persiste a causa de la importancia econmica de la familia para el capitalismo. Pero
luego pas a fundamentar su propia posicin en la teora de los dos modos de produccin elaborada por Sheila
Rowbotham, Shulamith Firestone y Heidi Hartmann, completada con la misma cita truncada de Engels. El resultado
es un argumento que resulta absolutamente confuso y confundido.
El punto de vista de Joan era que la familia existente era un rasgo tan caracterstico del capitalismo como la
explotacin de los trabajadores en el mbito de la produccin. Era parte de la base no de la superestructura
Justific esto diciendo que el capitalismo depende del trabajo libre y que no se poda tener trabajo libre a
menos que fuera reproducido en la familia privada.
El argumento era tortuoso en extremo. Marx caracteriz el trabajo libre como trabajo donde (1) el trabajador
no tena ningn control sobre los medios de produccin, y (2) el trabajador no perteneca al capitalista individual y
por tanto poda ser rechazado en el momento en que su trabajo ya no se necesitara. Es bastante fcil imaginar una
sociedad en la que tal trabajo sea reproducido en instituciones estatales y despus enviado a venderse a s mismo o
a pasar hambre.
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Una sociedad as no existe en la actualidad porque, como hemos explicado antes, no conviene a las necesidades
econmicas de la acumulacin de capital, ya que la base econmica no necesita todava una transformacin como
sa de la superestructura institucional. Como Kath Ennis apuntaba en International Socialism hace diez aos, en
teora, el capitalismo podra funcionar sin la familia Pero en la prctica, esto requerira tales cambios
fundamentales en la sociedad que es difcil imaginar que alguna vez se lleve a cabo.
Irene Bruegel tom y elabor el punto de vista de Kath Ennis en su respuesta a Joan. 17 Mostr cmo ecapitalismo tena un inters econmico en socializar ciertos aspectos del trabajo domstico, para permitir que las
mujeres fueran explotadas en el mercado de trabajo. Su argumento econmico era irrefutable. Socavaba cualquier
pretensin de que la familia es esencial para el capitalismo de la misma forma que la explotacin y la acumulacin.
Una vez eso se acepta, lo lgico es ver a la familia como parte de la superestructura; algo creado por las
necesidades de acumulacin en un cierto momento del desarrollo del capitalismo, que el capitalismo ahora
comienza a minar, pero que no puede abolir por su propia naturaleza proclive a la crisis.
La propia Irene se lanza en la direccin del anlisis de la opresin de las mujeres proporcionado por AnneForeman. Su punto de partida no es la produccin, sino las necesidades sicolgicas de los hombres de clase
trabajadora. La familia existe, segn Anne, porque los hombres encuentran alivio a su alienacin a travs de su
relacin con las mujeres; para las mujeres no hay alivio.
Irene acepta esta perspectiva en su conjunto. Ambas inevitablemente acaban desplazndose de la lucha
socialista revolucionaria contra el sistema hacia la poltica del estilo de vida de ciertas feministas de clase media.
Joan es, con razn, totalmente sarcstica acerca de esta conclusin:
Si seguimos un tipo de anlisis como el de Anne Foreman, entonces son los atributos de genero de la feminidadla polaridad masculino-femenino lo que es opresivo para las mujeres, en vez de ser las manifestaciones ideolgicas
de la opresin de las mujeres. Se trata esencialmente de un anlisis idealista, en el que las formas ideolgicas que
oprimen a las mujeres son generadas dentro de las relaciones que las mujeres tienen con los hombres con los que
conviven.18
Aunque acepta que la familia no es en todo momento una necesidad econmica del capitalismo, Joan, como
Irene, tampoco consigue extraer la conclusin lgica. En la practica, con el uso de frases como el sistema familiar
de reproduccin de la fuerza de trabajo, ella desecha la teora de los dos modos de produccin. Pero no puede
desechar la idea de que la familia y la opresin de las mujeres es tan importante para el capitalismo como la
explotacin y la acumulacin. Por tanto se aferra, siempre tenuemente, a la perspectiva de que slo la familia puede
producir trabajo libre. Incluso llega a afirmar que esto es vlido para todas las sociedades de clases:
El elemento esencial de la familia permanece intacto en todas las sociedades de clases, porque la familia es la
nica forma de reproducir la sociedad que permite diferencias esenciales en la reproduccin y que toma la carga de
la reproduccin de la sociedad en general y la coloca sobre individuos o grupos en la sociedad.19
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De este modo Joan, que haba sido anteriormente tan crtica con el discurso patriarcal de la familia como
invariable, se ve arrastrada a una perspectiva muy cercana a esta teora del patriarcado. De hecho, comienza a usar
la fraseologa de la misma teora del patriarcado cuando afirma que la historia esencial del patriarcado y de la
opresin de las mujeres, es la historia del sistema de reproduccin de la familia.
Al mismo tiempo, Joan da otro paso ms all de su inicial punto de partida. Se trata de localizar la opresin de las
mujeres en el estado. Usando de nuevo la terminologa del anlisis feminista de la clase media, escribe que, el
control patriarcal de las mujeres se traslada desde la familia patriarcal al estado capitalista patriarcal (con su
infinita batera de leyes sobre el control de las mujeres) y el mercado capitalista, donde las mujeres son siempre
peor pagadas que los hombres.
Incluso llega a hablar del estado masculino!
Algunas de sus razones para tratar de subrayar el papel del estado son buenas. An intenta atacar las ideas que
localizan la opresin de las mujeres en las relaciones individuales entre hombres y mujeres. Sin embargo, la
formulacin es mstica y errnea a la vez. No es el estado el que suministra al sistema su dinmica, es el afn deacumular. El estado es solamente uno de los mecanismos usados por el sistema en este afn; es parte de la
superestructura. La familia es otro de estos mecanismos: tambin es parte de la superestructura.
Es simplemente falso, que toda la opresin de las mujeres proceda del estado, o que el estado simplemente
oprima a las mujeres dejando intacta la familia existente. La opresin de las mujeres procede, en ltima instancia
del afn de acumular. El estado ayuda a sostener este afn y, por eso, ha de apoyar a la familia. Pero tambin
interviene sustituyendo ciertas funciones familiares conforme las necesidades del sistema cambian
proporcionando (aunque no a una escala suficiente) guarderas y escuelas, prestaciones sociales, fcil acceso a
mtodos anticonceptivos, polticas de igualdad de salario para las mujeres (aunque dejando inmensas lagunas ).
Es el sistema lo que oprime a las mujeres, no slo el estado. Y la opresin a menudo tiene lugar de forma
contradictoria. Este punto es importante. Para Joan es confuso. Y su confusin ha servido para alejar a la gente del
anlisis marxista revolucionario de la opresin de las mujeres y acercarla al anlisis que presentan aqullos que
rechazan el marxismo. Ella escribe sobre su obra:
Mis artculos en International Socialism intentaron tender un puente entre el argumento sobre la naturaleza del
patriarcado y la escuela del trabajo domstico sobre la relacin entre opresin de la mujer y capitalismo. Era un
intento de discutir la relacin entre la dominacin masculina (el patriarcado) y el modo de produccin capitalista.
Patriarcado, como hemos visto, es la expresin terica de las secciones reformistas y separatistas del
movimiento de las mujeres. Lo que Joan est intentando hacer es tender un puente entre esos argumentos y el
marxismo. Era un intento que estaba destinado a provocar una confusin completa.
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Hay confusin prctica tambin. Lo que subyace en todas las etapas de la argumentacin de Joan es un intento
de probar que la opresin de las mujeres, como la explotacin de los trabajadores, conduce a los comienzos del
rechazo espontneo del capitalismo.
Esto sucede, afirma, porque el sistema capitalista descansa en dos puntos igualmente importantes; la
explotacin de los trabajadores y la opresin de las mujeres. Afirma esto de nuevo cuando pasa a echar la culpa
por toda la opresin de las mujeres, directamente al estado.
En ambos casos, se considera que las luchas separadas de las mujeres entran en conflicto automticamente con
el capital y el estado. La lucha contra el patriarcado entonces se convierte, para Joan, en un aliado automtico de
una lucha separada de los trabajadores contra el capitalismo. Se ha puesto la base para una alianza de luchas
distintas pero no separadas.
La parte correspondiente a las mujeres en esta alianza est constituida, segn Joan, por todas las mujeres,
aunque dirigida por las revolucionarias. Como ella declara:20
Podemos persuadir y reclutar mujeres a la poltica revolucionaria sobre la base de su opresin tanto como de su
explotacin. Muchas mujeres han roto tanto con su pasado de clase media, como de clase trabajadora y, como en e
caso de los estudiantes, es posible organizar a esas mujeres alrededor del partido revolucionario. Pero, para
conseguirlo, necesitamos una organizacin de mujeres ms amplia que el partido revolucionario, que se ocupe de
los asuntos de la opresin de las mujeres y de su explotacin Es necesario construir un movimiento de mujeres
con su propio peridico que pueda unir a todas las mujeres (mujeres del sector pblico, trabajadoras industriales
mujeres en el hogar). Ya que el capitalismo oprime a todas las mujeres, la base material para tal organizacin
existe.
Obsrvese que Joan se refiere a todas las mujeres como base de tal movimiento, no a las mujeres de clase
trabajadora. Porque, en cada una de las tres etapas de su anlisis, todas las mujeres son forzadas, por lo que ella
llama patriarcado o el estado masculino, a luchar contra l. Es esto lo que le permite hablar acerca de organizar
a todas las mujeres sin referencia a su posicin de clase (abandonan su pasado tanto de clase trabajadora como
de clase media!) Sin embargo este movimiento se comprometer en una plataforma socialista y una lucha de la
clase trabajadora por la libertad. Joan personifica el embrollo que se obtiene cuando se casan dos perspectivas
contradictorias de las races de la opresin de las mujeres; la del feminismo de la clase media y la del marxismo
revolucionario. Se acaba cambiando de una posicin a otra, nunca se termina sobre la base slida, que es la nica
realmente posible para luchar por la liberacin de las mujeres.
Argumentos contra la posicin marxista revolucionaria
Los que se oponen totalmente a la teora marxista de la opresin de las mujeres y aqullos que buscan
confundirla con otra teora utilizan ciertos nmeros de argumentos. Vemoslos, uno por uno.
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La perspectiva marxista efectivamente rechaza la realidad de la opresin de las mujeres al reducir todo a una
cuestin de clase.
Si se lee nuestra primera seccin se puede ver la falsedad de este argumento. Nosotros no reducimos el asunto
a una cuestin de clase. Las mujeres de todas las clases estn oprimidas, exactamente como las minoras tnicas de
todas las clases son oprimidas en ciertas sociedades. Lo que decimos, sin embargo, es que no puede haber
liberacin de esta opresin sin cambiar sus races en la sociedad de clases. No hay dos luchas, una contra lasociedad de clases y otra contra el patriarcado. Hay una nica lucha contra la causa de todas las formas de
explotacin y opresin.
Y hay enormes diferencias en el tipo de opresin que sufren las mujeres de clases diferentes. La esposa de un
propietario de esclavos puede estar oprimida, pero su opresin es bastante diferente a la de una esclava (incluso a
la de un esclavo masculino). La mujer la de clase dominante puede protestar por su opresin, pero una aplastante
mayora de ellas se situaran al lado del sistema que mantiene esta opresin contra cualquier desafo serio a ste. Y
as, cuando todos sus problemas estn solucionados, ayudarn y sern cmplices no slo de la explotacin, sino de
la opresin de otras mujeres. Las mujeres de la clase dominante siempre insisten en que el movimiento de las
mujeres es algo completamente separado del movimiento de las clase trabajadora, y opuesto a l.
Las mujeres de clase trabajadora, por otro lado, necesitan examinar toda la cuestin de la separacin de otro
modo.
Los prejuicios de los trabajadores masculinos, a menudo han llevado a que las mujeres trabajadoras no hayan
tenido otra eleccin, si queran organizarse, que hacerlo separadamente de los hombres. Pero han tenido que
luchar contra su separacin forzosa, porque sta ha debilitado la lucha del conjunto de la clase trabajadora
haciendo as ms fcil para la clase dominante mantener su opresin.
Histricamente han sido los grupos de trabajadores econmicamente ms poderosos y menos oprimidos
quienes han apoyado formas separadas y seccionalistas de organizacin. Las mujeres y los grupos tnicamente
oprimidos de trabajadores se han organizado separadamente (con los sindicatos de mujeres, etc.) solamente como
un medio de obtener la fuerza para derribar los muros del separatismo.
La perspectiva marxista significa que la inferior posicin, que actualmente las mujeres estn forzadas a aceptar
se perpetua, con los hombres dirigiendo a las mujeres. No se ve la propia actividad de las mujeres como medio de
acabar con su opresin, sino como algo que los hombres hacen para ellas.
Las personas oprimidas encuentran la confianza para levantarse y luchar contra su opresin a travs de la lucha
Pero esto no significa que la nica lucha que les proporciona esta confianza sea la lucha del grupo oprimido
particular al que pertenecen. Las luchas contra todo tipo de aspectos de la sociedad de clases pueden tener el
mismo efecto.
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sta ha sido, por ejemplo, la experiencia de las luchas sindicales que han dado a muchas mujeres la confianza
para empezar a desafiar los papeles tradicionales que se esperaba que representaran en la familia.
Por supuesto, las divisiones entre los diferentes sectores de la clase trabajadora (hombres y mujeres, blancos y
negros, oprimidos y menos oprimidos) significa que a menudo no se producen luchas simples, homogneas y
unificadas de todos los trabajadores. As, hay luchas que involucran en su mayor parte a trabajadores negros, o a
trabajadores blancos, ms a trabajadoras o a trabajadores, ms a trabajadores cualificados o a no cualificados. Sinembargo, la lucha de cualquiera de estos grupos de trabajadores siempre tiene implicaciones para las luchas de
otros grupos de trabajadores. Ningn grupo oprimido puede separar sus luchas del resto de la clase. Es desastroso
para ellos tratar de hacerlo as.
Si un grupo relativamente poderoso de trabajadores, como los mineros en Gran Bretaa o los trabajadores de
automviles en USA, tienen xito en la lucha, esto se convierte en un estmulo para las luchas de otros grupos de
trabajadores (aunque los grupos ms poderosos sean principalmente masculinos y los ms dbiles principalmente
femeninos). En otros momentos puede ser la resistencia de un grupo de trabajadores previamente dbi
(principalmente femenino) el que detenga una ofensiva de los empresarios e inspire as a otros grupos de
trabajadores ms fuertes (principalmente masculinos).
De hecho, las mayores luchas contra la opresin de las mujeres han tenido lugar siempre durante perodos de
lucha ms amplia, ms generalizada (durante la gran revolucin francesa de 1789-1794, en el perodo
inmediatamente anterior y posterior a la primera guerra mundial, en los ltimos sesenta y los primeros setenta). E
xito de estas luchas ha dependido siempre del xito de luchas ms amplias. La derrota de estas luchas ms
amplias presagi el fracaso de la lucha de liberacin de la mujer tambin: as ocurri en el Termidor de los 1790,
con el estalinismo y el nazismo en los aos de entreguerra, o el giro hacia la derecha a finales de los 1970.21
No poda ser de otra forma. La opresin es un producto de la sociedad de clases. Y la nica forma efectiva de
enfrentarse a la sociedad de clases es a travs de la lucha unificada de la clase trabajadora, no por medio de la lucha
separada, aislada, de ste o aqul grupo oprimido particular.
Esto no significa en absoluto que las mujeres sigan a los hombres. El grupo particular de trabajadores que est
en la vanguardia de la lucha ser unas veces femenino, otras principalmente masculino y otras completamente
mezclado.
Lo necesario en cualquier caso es que el grupo de trabajadores dirigente comprenda que su propia lucha es una
lucha en nombre de todos los trabajadores (pese a todos los esfuerzos de la clase dominante para hacerles creer
otra cosa) y que haya un debate con todos los otros grupos de trabajadores para respaldar la lucha. Esto no
suceder a menos que exista una batalla implacable de los socialistas contra la tendencia de los trabajadores
menos oprimidos a identificarse con las ventajas de las que disfrutan con respecto a los trabajadores ms
oprimidos, y se explique a los trabajadores ms oprimidos que los enemigos reales no son los menos oprimidos,
sino la clase dominante que explota a todos los trabajadores. Tiene que explicarse a los grupos de trabajadores que
estn en lucha que ellos necesitan el apoyo de las trabajadoras, pero que no lo conseguirn si continan
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sosteniendo la visin sexista de que las mujeres son objetos sexuales cuyo sitio est en la casa, etc. Ha de sealarse
que las mujeres que son forz
adas a ser pasivas y dependientes de los hombres no pueden ser autnticas luchadoras en la batalla de su clase
contra el sistema.
La opresin permite a la clase dominante dividir y dominar al conjunto de la clase trabajadora, tanto a los
sectores ms oprimidos como a los menos oprimidos. El compromiso en cualquier lucha lleva a la gente acomenzar a desafiar esta opresin, y slo el desafo a esta opresin puede conducir su lucha al xito.
En otras palabras: tomar en serio la afirmacin de que las mujeres slo pueden seguir la direccin de otras
mujeres es decir que no tienen ningn papel que jugar en algunas de las principales batallas de la lucha de clases
De hecho, algunos de los ms importante ejemplos de luchas de mujeres trabajadoras han sido en apoyo a los
trabajadores masculinos, como las Brigadas de Emergencia de Mujeres en la fbrica Flint en 1937.
Las grandes mujeres socialistas revolucionarias comprendieron esto y por eso no consideraron que su tarea era
slo organizar mujeres. Cuando hablamos de Eleanor Marx, Rosa Luxemburg, Mother Jones o Elizabeth GurleyFlynn, estamos hablando de luchadoras que dedicaron sus energas a intervenir en cualquier lucha que tuviera
lugar en ese momento, fuera de hombres o de mujeres trabajadoras.22
Incluso aquellas revolucionarias, como Clara Zetkin o Alexandra Kollontai, que se centraron en la organizacin
de mujeres, nunca concibieron sta como su nica actividad. Alexandra Kollontai estuvo activa en el trabajo
general tanto de los bolcheviques como de los mencheviques, mientras Clara Zetkin jug un papel clave en todos
los debates del PC alemn entre 1919 y 1923. Incluso Sylvia Pankhurst, que slo lleg a ser una completa socialista
revolucionaria en el curso de la Primera Guerra Mundial, extrajo la conclusin de que lo necesario era no un
peridico de mujeres, el Womens Dreadnought, y una organizacin de mujeres, la Federacin de Sufragistas del
Este de Londres, sino un peridico de los trabajadores, el Worker s Dreadnought y una organizacin mixta, la
Federacin de Trabajadores Socialistas. Esto, por supuesto, no ha detenido a algunas feministas confundidas, en su
reivindicacin de Kollontai, Zetkin y Pankhurst para la causa del separatismo!
Todas ellas adoptaron esta posicin porque comprendieron que no hay y no puede haber ningn camino
separado a la liberacin de las mujeres, bajo otro nombre (feminismo socialista, feminismo revolucionario o
cualquiera que sea), que el de marxismo revolucionario. Comprendieron que no hay dos tradiciones (la de la lucha
contra la opresin y la de la lucha por el poder de los trabajadores), que han de ser fundidas, sino una nica
tradicin que intenta construir un movimiento revolucionario de la clase trabajadora que sea la tribuna de todos
los oprimidos y explotados.
En semejante movimiento unido, la mayor aspiracin para las mujeres revolucionarias debera ser estar en
cabeza de los hombres, y para los hombres revolucionarios estar a la cabeza de las mujeres, dependiendo de la
seccin particular de la clase que estuviera en lucha en determinado momento.
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Los hombres de la clase trabajadora estn implicados en el mantenimiento de la opresin de las mujeres y se
benefician de ella. Por eso no pueden comprometerse en la lucha por acabar con esa opresin.
Hemos afirmado al principio que la causa real de la opresin de las mujeres no son los hombres individuales
sino las necesidades de la acumulacin de capital. Sin embargo es verdad que estas necesidades slo son
satisfechas en tanto que encuentran un agente para imponerlas. Algunos hombres estn ciertamente involucrados
en la opresin de las mujeres. Personas como Anna Paczuska y Lin James parece que hacen un comentario vlidocuando insisten en que:
No es el capitalismo el que golpea a las esposas, viola mujeres, paga a prostitutas y degrada a las mujeres con la
pornografa, son los hombres.23
Pero slo tienen razn hasta un punto. En primer lugar, no todos los hombres participan en las actividades que
citan a menos que se acepte la afirmacin de las separatistas radicales de que todos los hombres son
violadores. En segundo lugar, su lista de lo que constituye la opresin de las mujeres es desesperadamente
inadecuada. Si se aaden otros elementos de la opresin de las mujeres (por ejemplo, la negacin del derecho alaborto o el salario desigual), entonces vemos que no son los hombres de clase trabajadora con los que viven las
mujeres quienes provocan esto, sino el Estado o los empresarios. Y cuando se aade la socializacin de las nias
para aceptar los papeles femeninos subordinados, el principal agente no es el padre, sino la madre. Algunas de las
campaas ms grandes contra el derecho al aborto han sido llevadas por mujeres. Incluso en sociedades
genuinamente patriarcales, la opresin de las mujeres ms jvenes es impuesta no slo por el patriarca mismo
sino tambin por las mujeres de ms edad!
Cuando las mujeres de clase trabajadora comienzan a desafiar su opresin, se encuentran no slo frente a
muchos hombres, sino tambin frente a muchas mujeres.
Pero se afirmar que los hombres se benefician de la opresin de las mujeres de una forma en que no lo hacen
otras mujeres.
De hecho, sin embargo, los beneficios que los hombres de clase trabajadora reciben de la opresin de las
mujeres son realmente marginales. No se benefician de los bajos salarios percibidos por la mujer (slo sirven para
ejercer una presin a la baja sobre su propio salario). Ni puede afirmarse realmente que ganen con el tratamiento
del cuerpo de las mujeres como mercancas (los nicos hombres que pueden beneficiarse de esto son los hombres
con la riqueza para comprar y vender mercancas!)
Los beneficios realmente se reducen a la cuestin del trabajo domstico. La cuestin es en qu grado los
hombres de clase trabajadora se benefician del trabajo no pagado de las mujeres.
Pero en la familia capitalista modelo esto es imposible de medir. Como Lindsey German ha sealado:
La divisin del trabajo es, despus de todo, una divisin del trabajo donde los hombres realizan diferentes
trabajos tanto en la fbrica como en el hogar. Pero decir que soldar es mejor o peor que el trabajo domstico es
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percibir las cosas en trminos completamente subjetivos y no computables. Lo mismo ocurre con el tiempo libre
Los hombres tienen definido ms rgidamente el ocio, que tiende a ser social (el bar, el ftbol), en la medida en que
tienen ms rgidamente definidas las horas de trabajo. Pero no se puede decir simplemente que sea ms. Es
diferente.
El trabajo domstico, por definicin, es trabajo que no est sujeto al ritmo impuesto por la explotacin
capitalista en la fbrica o la oficina. No supone esfuerzo intensivo por un cierto nmero de horas, seguido de unperodo de recuperacin para permitir la realizacin de otro perodo fijado de esfuerzo intensivo. Por lo tanto no
hay forma de que la cantidad de trabajo que entra en l pueda medirse, al contrario que la cantidad de trabajo que
se realiza en la fbrica
La gran desventaja que las amas de casa (de clase trabajadora) sufren no es que estn de alguna manera
explotadas por los hombres sino que estn atomizadas y separadas de la participacin en la accin colectiva que
puede dar la confianza para luchar contra el sistema
De hecho, el problema de los beneficios surge slo realmente cuando hay un abandono de la vieja yestereotipada divisin del trabajo entre el trabajador masculino y la mujer ama de casa. Al incorporarse las
mujeres casadas cada vez ms a la fuerza de trabajo, algunas se encuentran haciendo trabajo asalariado a tiempo
completo pero an se espera de ellas que se ocupen de la casa.
A ellas se les deja mucho menos tiempo que a sus maridos para recuperar su fuerza de trabajo ya que tienen que
combinar trabajo asalariado y domstico. Sin embargo, incluso en estas situaciones, es dudoso que los maridos se
beneficien ms que marginalmente.24
Lo que los hombres de clase trabajadora ganan directamente en trminos de trabajo de su mujer slo puede sermedido aproximadamente. Es la cantidad de trabajo que tendra que realizar si tuviera que limpiar y cocinar por
mismo. No supondra ms que una o dos horas al da: una carga para una mujer que tiene que hacer este trabajo
por dos personas despus de un da de trabajo asalariado, pero no una ganancia enorme para el trabajador
masculino.
Es slo en el momento en que surge la cuestin de la reproduccin de la prxima generacin de trabajadores (el
nacimiento de los hijos) cuando la carga para las mujeres llega a ser insoportable, y la aparente ganancia para el
marido inmensa.
Pero el trabajo dedicado a criar a los hijos no puede ser tratado como algo dado por la esposa al marido. Es ms
bien algo que la esposa proporciona al sistema, satisfaciendo su necesidad de renovar la fuerza de trabajo. Como ha
sealado Ann Rogers, la mujer de clase trabajadora est atada al mantenimiento de los hijos, no a servir a los
hombres.25
El principal aspecto, sin embargo, es que la clave de la liberacin real de las mujeres de clase trabajadora est en
la socializacin de ambos componentes del trabajo domstico. Y esta socializacin no supondra una prdida para
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el hombre de clase trabajadora. l no perdera si existieran buenos establecimientos, dirigidos colectivamente, que
le proporcionaran excelentes comidas, si un sistema de guarderas de 24 horas liberara a su esposa de la carga
constante de preocuparse de sus hijos.
De hecho, en tanto estos cambios liberan tanto a hombres como a mujeres de tener que vivir en relaciones
obligadas y a menudo amargas, son una ganancia para ambos.
Ciertamente, si se miran las cosas bajo esta luz, no se puede decir que los hombres de clase trabajadora
obtengan alguna ventaja material de la opresin de las mujeres. Cualquier ventaja que pudieran obtener en la
presente situacin en relacin a su esposa no sera nada comparado con lo que ganaran si la situacin fuera
revolucionada.
Y en cuanto al otro tipo de ventaja que se podra decir que tiene, la ventaja ideolgica, el sentimiento de que, en
cierta forma, l tiene el control sobre la familia, de modo que a pesar de que sea algo insignificante en el mundo, es
el dueo en la casa?
ste ser un factor muy importante en el momento en que los trabajadores no estn enfrentndose al sistema
Entonces sus mentes estarn llenas de toda la basura ideolgica habitual. Pero una vez comiencen a luchar contra
el sistema, entonces pueden ver que hay una alternativa, una alternativa en la que ejercen el control sobre el
conjunto de sus vidas, no necesitando as el sentimiento falso de control que procede del dominio en el interior de
la familia.
Las tericas del patriarcado y las feministas socialistas que les siguen no ven esto porque no tienen realmente
ninguna nocin de cmo las ideas pueden transformarse en la lucha. Generalizan a partir de los perodos de
retroceso de la lucha, sacando la conclusin de que las ideas que imperan ahora sern las dominantes siempre.Igual que algunas personas sacan del perodo actual la conclusin de que la clase trabajadora ha muerto, las
tericas del patriarcado y las feministas socialistas consideran que los trabajadores nunca pueden desafiar la
reproduccin privada y la opresin de las mujeres.
La experiencia muestra que puede haber una revolucin socialista que deje intacta la opresin de las mujeres.
ste es un componente central de todas las teoras del patriarcado. Es la consecuencia de considerar que, de
alguna manera, Rusia, Cuba, Vietnam y China son socialistas. En estas sociedades la opresin de las mujeres
contina existiendo y, por tanto, se dice: el socialismo puede coexistir con la opresin de las mujeres.
Feministas socialistas como Sheila Rowbotham no pueden argumentar contra esta posicin ya que ella tambin
piensa que ya existen sociedades socialistas (una de las razones por las que dej International Socialists hace 13
aos fue porque nos dignamos a afirmar que Vietnam del Norte no era socialista!).
Sin embargo quienes reconocemos que el surgimiento del estalinismo estableci el capitalismo de Estado en
Rusia no necesitamos en absoluto sacar esta conclusin.
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De hecho, la experiencia de la revolucin rusa de 1917 prueba lo contrario de lo que afirman las tericas del
patriarcado y las feministas socialistas.
La revolucin tuvo lugar en las condiciones ms adversas. Se produjo en un pas en el que la clase trabajadora
era una pequea minora de la poblacin, donde la mayora de la poblacin era an campesina, organizada sobre
una base autnticamente patriarcal, viviendo en condiciones casi medievales y sujeta a supersticiones y prejuicios
muy profundos. Aunque haba un nmero sustancial de mujeres en ciertas industrias y fbricas que jugaron unpapel importante en la revolucin de febrero, los hombres trabajadores constituan la gran mayora de los
revolucionarios conscientes slo en torno al 10% de los bolcheviques eran mujeres.
Sin embargo, la revolucin llev a cabo un programa para la liberacin de las mujeres nunca antes intentado en
ningn lugar: libertad completa de aborto y leyes de divorcio, igual salario, provisin masiva de guarderas
comunales, comedores socializados, etc.
Al luchar por la emancipacin de su clase, las mujeres trabajadoras comenzaron a enfrentarse a las tradiciones
de subordinacin a los hombres. Y la mayora de los trabajadores militantes vieron la necesidad de apoyar yalentar su desafo.
Esto sucedi as porque la revolucin era una revolucin: una conmocin masiva en la que los de abajo se
levantaron y lucharon para controlar sus propios destinos. No podan hacerlo a menos que se sacudieran toda
jerarqua y se enfrentaran a cada elemento de opresin que divida y subyugaba a su clase. Por supuesto hubo
resistencia por parte de algunos trabajadores que deseaban mantener su papel dominante tradicional en la familia
Pero lo ms impresionante fue la forma en que los trabajadores avanzados, organizados en el partido bolchevique
entendieron la necesidad de romper con tal comportamiento divisor y lleno de prejuicios y cmo fueron capaces de
ganarse a la mayora de la clase a su punto de vista.
Por tanto, despus de la conquista del poder del estado, el partido estableci un departamento especial dirigido
a involucrar a ms mujeres de clase trabajadora en el proceso revolucionario. Inesa Armand se coloc al frente de
esta tarea y, tras su muerte, Alexandra Kollontai. Pero tambin se esperaba que los hombres revolucionarios
tomaran parte en este trabajo, asistiendo a sus conferencias, etc.
La experiencia de la revolucin rusa fue bastante diferente, entonces, de lo sucedido ms tarde, tras el
surgimiento del estalinismo, con la reimposicin de la familia modelo, las leyes antiaborto, las restricciones sobre
el divorcio Fue tambin bastante diferente de lo sucedido con el establecimiento del capitalismo de estado en
otros pases, por medio del ejrcito ruso o a travs de revoluciones dirigidas por ejrcitos guerrilleros.
Rusia mostr lo que sucede en una revolucin de la clase trabajadora. Esos otros casos muestran lo que sucede
sin ella!
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Socialismo revolucionario y la liberacin de las mujeres
Los socialistas revolucionarios partimos de lo que podemos aprender a partir de los momentos altos en la
historia de la lucha de clases; que las secciones menos oprimidas de trabajadores pueden unirse a las ms
oprimidas en una lucha conjunta contra todas las formas de explotacin y opresin. Los trabajadores blancos
pueden ser ganados para apoyar las luchas de los trabajadores negros, los trabajadores hombres pueden ser
ganados para apoyar las de las mujeres trabajadoras, los cualificados para apoyar las luchas de los no cualificados.
Nuestro argumento fundamental que la clase trabajadora puede emanciparse a s misma y en ese proceso
emancipar a toda la sociedad parte de lo que sucede en perodos de alza de las luchas, no de lo que ocurre
cuando toda la basura ideolgica dominante triunfa en los perodos de retroceso.
Nosotros, sin embargo, vamos ms lejos. Entendemos que debe haber una lucha dentro de la clase trabajadora
por el comienzo del avance por la solidaridad, por la unidad de los trabajadores blancos y negros, de los hombres
y las mujeres de clase trabajadora en los perodos ms oscuros del retroceso de la lucha. Slo de esta manera
podemos preparar a una minora de la clase trabajadora para las tareas que afectan al conjunto de la clase. Slo aspodremos estar seguros de que cuando se intensifique la lucha, existir una direccin dentro de la clase que pueda
llevarla hacia la victoria.
Nos proponemos, en pocas palabras, construir las bases de un partido revolucionario en el perodo de retroceso.
No podemos hacerlo si caemos en la idea errnea de que hay una alternativa fcil (dejar a las organizaciones de
los oprimidos la lucha contra el racismo y el sexismo). El partido mismo ha de luchar contra la opresin en el
terreno de la raza, el sexo, la religin o el origen tnico. Es parte de la tarea de luchar para unir al conjunto de la
clase en la lucha.
Ha de verse a los miembros del partido como gente que discute entre los trabajadores blancos y los hombres en
apoyo de los intereses de los trabajadores negros y las mujeres trabajadoras. Tienen que comprender que en un
perodo bajo de luchas sern a menudo una minora. Pero tambin, que su situacin cambiar una vez comience un
perodo de lucha real. Tienen que aprender a actuar como participantes ilusionados en las luchas de los
trabajadores y como una minora conocida por su apoyo abierto a los intereses de los sectores ms oprimidos de la
clase.
Sin embargo, el argumento sobre la unidad de la clase no slo ha de defenderse entre blancos y hombres.
Tambin tiene que defenderse entre las secciones ms oprimidas de la clase. Por ejemplo, es necesario entre las
mujeres trabajadoras blancas en apoyo de los trabajadores negros y entre los trabajadores negros en apoyo de las
mujeres trabajadoras. Por encima de todo, ha de haber una lucha dentro de cada seccin oprimida de trabajadores
contra la influencia burguesa y pequeo burguesa que intentar persuadirles de que no puede haber unidad con
los trabajadores blancos y hombres menos oprimidos.
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De este modo, cada miembro de la organizacin revolucionaria tiene que comprender cmo en los puntos altos
de la lucha de clases, sectores de trabajadores blancos y hombres han luchado en inters de trabajadores negros y
mujeres. La meta es construir un partido que recoja esta experiencia.
La construccin de un partido como se es algo incluso ms necesario para las secciones oprimidas de
trabajadores que para el resto, pues el capitalismo no puede ser derrotado sin un partido como se y no se puede
acabar con la opresin sin acabar con el capitalismo.
Quienes rechazan la perspectiva de construir tal partido, afirmando que significa hombres dirigiendo a
mujeres y blancos dirigiendo a negros, que subordina la lucha contra la opresin a la lucha contra la
explotacin abandonan de hecho cualquier perspectiva de destruir las races de la opresin. En el mejor de los
casos, hablan de movimientos de protesta contra la opresin, movimientos que son incapaces de acabar con ella.
Reformismo, estalinismo y partido
Cada vez que surge la cuestin del partido nos enfrentamos con un problema. La gente que ha tenido laexperiencia de partidos no revolucionarios saca fcilmente la conclusin de que todos los partidos son malos. As
ocurri durante las dos primeras dcadas de este siglo: el anarquismo recibi un empuje de la burocratizacin
gradual de la socialdemocracia; en los aos cuarenta y cincuenta la gente que haba si
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