CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente:
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
Bogotá D.C., tres (3) de mayo de dos mil cinco (2005).
Ref.: Exp. No. 5000131030011999-04421-01
ANTECEDENTES
El servicio Aéreo del Vaupés demandó a la Fábrica Estatal de Aviación de Kiev -
Aviant, para que, como entidad fabricante y propietaria del avión HK 4008X, se le
declarara civilmente responsable por los perjuicios sufridos por aquélla con
ocasión del accidente ocurrido el 21 de diciembre de 1996, y que, como
consecuencia, fuera condenada al pago de “indemnización de responsabilidad civil
extracontractual”, estimada en más de $3000’000.000.00
HECHOS:
El 21 de mayo de 1996 la demandante celebró con Meruc Aviation un contrato de
arrendamiento sobre la aeronave AN-32-B, con matrícula HK 4008X y serie de
fabricación 3402, perteneciente a la demandada, que se accidentó el 21 de
diciembre, cuando estaba dedicada al transporte de carga y cubría el trayecto de
Bogotá a Rionegro.
En el accidente fallecieron los cuatro ocupantes del avión, éste quedó totalmente
destruido y, según el informe preliminar emitido por la Aeronáutica Civil, la posible
causa de aquél fue la pérdida del ala derecha por desprendimiento cuando se
disponía al aterrizaje, debido a defectos de fabricación.
Las fallas en la fabricación del avión que dieron lugar al accidente originaron
perjuicios en las modalidades de daño emergente por $150’000.000.00,
correspondientes a erogaciones para la búsqueda, rescate de víctimas,
inhumación de cadáveres, etc; lucro cesante por $1.300’000.000.00, “ya que la
empresa ha dejado de percibir ganancias desde el día del accidente a la fecha,
pues, se obtenía una ganancia neta de $450.000 pesos por hora de vuelo, las
cuales ascendían a 83 horas de vuelo al mes, las que a la fecha darían un total de
2.324 horas, si se tiene en cuenta que han transcurrido aproximadamente 28
meses”; y de orden moral por $1.500’000.000.00, reflejados en el deterioro del
“good will”, credibilidad y confianza de la empresa; además, se esperan demandas
por parte de los herederos de las víctimas.
CARGO PRIMERO 1
Consagra una especie de responsabilidad civil extracontractual contra los
productores, importadores y fabricantes de bienes y servicios, en los casos en que
éstos no sean de la calidad e idoneidad que se pregona en el mercado
la garantía mínima presunta respecto de la calidad de los bienes y servicios, que
se entiende pactada en los contratos de compraventa y de prestación de servicios,
y que recae directamente sobre los proveedores o expendedores, “sin perjuicio de
que éstos puedan, a su turno, exigir el cumplimiento de dicha garantía mínima a
sus proveedores o expendedores, sean o no productores”. Según dicho precepto,
prosigue la censura, tal garantía puede hacerse efectiva conforme al artículo 29
ibídem, que, a su vez, permite solicitar, en todo caso, “la indemnización de los
daños y perjuicios a que hubiere lugar”
“sólo podrá ser favorable al expendedor o proveedor si éste demuestra que ha
habido violación de los términos o condiciones de la garantía o garantías por parte
del consumidor o que no ha podido dar cumplimiento a la garantía o garantías
debido a fuerza mayor o caso fortuito, siempre y cuando no haya podido
satisfacerla por intermedio de un tercero”.
El artículo 78 de la Constitución Política, posterior al referido decreto, asigna
responsabilidad a “quienes en la producción y en la comercialización de bienes y
servicios, atenten contra la salud, la seguridad y el adecuado aprovisionamiento a
consumidores y usuarios”
3. Advierte también la casacionista que aunque se descartó el nexo causal entre el
daño y la condición de propietaria y fabricante de la nave atribuida a la
demandada, éste fue un soporte probatorio de refuerzo, por lo que “no hay duda
de que desquiciado el argumento cardinal de la sentencia recurrida, la Corte debe
casarla y, ubicada en sede de instancia, indagar sobre la concurrencia de los
presupuestos requeridos por el tema propuesto”. Por último, pese a no atacar la
conclusión adicional del sentenciador, en sentir de la recurrente, por razones de
técnica de casación, hace un repaso de los elementos de la responsabilidad, que,
a su juicio, se C.J.V.C. Exp. 04421-01 10 encuentran demostrados con base en la
confesión ficta o presunta, el indicio derivado de la conducta procesal de la
demandada, el testimonio de Luis Eduardo Silva Quintero, el informe final del
accidente y la experticia. CARGO SEGUNDO 1. En éste se denuncia la
inaplicación de los artículos 2341 del Código Civil, 78 de la Constitución Política,
11, 23 y 29 del decreto 3466 de 1982, al igual que la aplicación indebida del 2347
del Código Civil, a causa de errores de hecho. 2. Manifiesta inicialmente la
censora que el Tribunal ignoró que el asunto no versaba sobre la responsabilidad
por el hecho de las cosas prevista en el artículo 2347 del Código Civil, sino
alrededor de la responsabilidad civil extracontractual a cargo de productores,
fabricantes o importadores de bienes y servicios, consagrada en el decreto 3466
de 1982 o Estatuto del Consumidor, cuando quebrantan la garantía mínima de
éstos y con su mala calidad afectan a los consumidores o usuarios.
Específicamente, señala la preterición de la demanda y de los alegatos de ambas
instancias, alusivos a las fallas del avión, que de haber sido estimados habrían
permitido entender que la reclamación descansaba “en la C.J.V.C. Exp. 04421-01
11 imputación del daño sufrido ... como consecuencia de la mala calidad o
defectos de fabricación de la aeronave ... producida por la sociedad demandada”,
los que, antes de concluir el plazo de la garantía, originaron el accidente y los
perjuicios, responsabilidad regulada por los preceptos que se dejaron de aplicar.
Pasa entonces a comentar las normas presuntamente inaplicadas y anota que “se
trata de un sistema de protección para el usuario o consumidor por la falta de
idoneidad o mala calidad de bienes y servicios”, en el que no sólo se le dota de
una acción común de responsabilidad civil contractual frente a vendedores o
expendedores inmediatos, sino de una extracontractual respecto de importadores,
productores y fabricantes, para el cumplimiento de las garantías de calidad y el
pago de los perjuicios derivados de productos o servicios defectuosos, materia en
la que trae a colación varios pasajes de la sentencia de constitucionalidad C -
1141 de 2000. 3. Adicionalmente, en lo que toca con la incertidumbre sobre las
causas del siniestro y la ausencia de vínculo entre la culpa atribuida a la
propietaria y fabricante del avión y los daños, asevera que el Tribunal cometió un
yerro fáctico al no haber visto la confesión ficta o presunta por inasistencia a la
audiencia de conciliación y al interrogatorio de parte, como tampoco estimó la
contestación de la demanda, los contratos de arrendamiento, el auto de 4 de
octubre de 1999, el indicio C.J.V.C. Exp. 04421-01 12 derivado de la pasiva
conducta procesal de la demandada, el testimonio de Luis Eduardo Silva Quintero,
el dictamen pericial sobre la cuantía de los perjuicios y las conclusiones emitidas
por la Oficina de Control y Seguridad Aérea de la Aeronáutica Civil, así como
desatinó en la interpretación del informe final del accidente producido por esta
última entidad estatal. Puntualiza que si alguna duda cabía sobre la causa del
accidente, le correspondía despejarla a la empresa convocada, pues el artículo 29
del Estatuto del Consumidor dispone que la sentencia sólo podrá favorecer al
productor, fabricante o importador si demuestra que el consumidor violó los
términos de la garantía, o que no ha podido cumplirla por fuerza mayor o caso
fortuito; igualmente, añade que “bajo los presupuestos de la responsabilidad ... por
ejercicio de actividades peligrosas, la exoneración ... solo puede sobrevenir, si el
demandado demuestra que el daño se produjo, por fuerza mayor, caso fortuito o
culpa de la víctima”, situaciones que no fueron alegadas ni probadas. Como
colofón, recuerda otros apartes de la mencionada sentencia de exequibilidad,
según los cuales “la posición del consumidor no le permite conocer en detalle el
proceso de producción, más aún si éste se desarrolla en condiciones técnicas que
solamente son del dominio del empresario industrial”, y que “corresponderá al
empresario demostrar los hechos y circunstancias que lo eximan de C.J.V.C. Exp.
04421-01 13 responsabilidad”, entre otros, para rematar con la mención de la
trascendencia de los errores, pues si el Tribunal no los hubiera cometido, “habría
accedido - bajo el imperio de la normatividad contenida en el Decreto 3466 de
1982 - a todas y cada una de las pretensiones que para obtener la justa
reparación de los perjuicios ..., por cuanto la culpa de la entidad demandada en la
producción del daño, el daño y la relación de causalidad entre el perjuicio y la
culpa, se demuestran satisfactoriamente en el presente caso con las pruebas que,
relacionadas en este cargo, fueron omitidas en su análisis por el tribunal”. IV.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE 1. Como es sabido, el éxito de los ataques
edificados sobre la causal primera de casación depende de que el acusador
cumpla cabalmente con la gestión de proponer y demostrar la vulneración del
derecho material. Ahora, también se sabe que el camino por el cual se arriba a
una infracción de este género puede variar, en la medida en que el desatino haya
involucrado o no los aspectos probatorios del debate; cuando ello no ha ocurrido,
se trata de la vía directa, que se contrae a materias puramente jurídicas y supone
plena conformidad con los asuntos fácticos; en cambio, cuando la violación de la
ley guarda relación con los elementos de convicción, el C.J.V.C. Exp. 04421-01 14
recurrente debe comprobar la existencia de un error de hecho o de derecho,
propios de la vía indirecta. En suma, lo cierto es que el reproche extraordinario,
encaminado por cualquiera de las vías, debe conducir al atropello del derecho
sustancial, de modo que, en últimas, si no se establece este tipo de agresión,
ningún cargo puede abrirse paso. 2. En el caso que ocupa la atención de la Corte,
los reparos presentados por la parte demandante se apoyan en una idéntica
premisa, consistente en que el asunto debió ser gobernado por las disposiciones
del Estatuto del Consumidor, al punto que se le endilga al Tribunal la falta de
actuación de las mismas. En efecto, como se reseñó, el planteamiento contenido
uniformemente en los cargos denuncia la infracción de los artículos 2341 del
Código Civil, 78 de la Constitución Política, y 11, 23 y 29 del decreto 3466 de
1982, conocido como Estatuto del Consumidor, por falta de aplicación, así como la
aplicación indebida del artículo 2347 del Código Civil. Aunque el primer cargo es
formulado por la vía directa y el segundo por la indirecta, ha de notarse que no
sólo coinciden en su plataforma normativa, sino, además, en que se encuentran
enderezados principalmente, por una u otra senda, a criticar la aplicación del
artículo 2347 del Código Civil, por impertinente, y a reivindicar, correlativamente, la
intervención de las normas del decreto C.J.V.C. Exp. 04421-01 15 3466 de 1982,
éstas sí, a juicio de la recurrente, precisas y ajustadas a la controversia.
Concretamente, véase como en la primera censura se dice que “los presupuestos
jurídicos sobre los que descansan las declaraciones y condenas impetradas en el
libelo incoatorio del proceso, no son, bajo ningún respecto, los de la
responsabilidad civil extracontractual que por el hecho de las cosas regula el
Código Civil, como equivocadamente lo entendió el Tribunal, sino los consignados
en el Decreto 3466 de 1982, conocido en el medio como ‘Estatuto del Consumidor’
que en términos generales, consagra una especie de responsabilidad civil
extracontractual contra los productores, importadores y fabricantes de bienes y
servicios, en los casos que éstos no sean de la calidad e idoneidad que se
pregona en el mercado”. Y, en la segunda acusación, nótese cómo se expone que
“el asunto sub júdice no versaba sobre la responsabilidad civil extracontractual por
el hecho de las cosas regulada por el Código Civil, y particularmente sobre el
hecho de las cosas contemplado en el artículo 2347 de la misma codificación, sino
sobre la responsabilidad civil extracontractual en que incurren los productores,
fabricantes e importadores en la comercialización de sus bienes o servicios
cuando, con ocasión de la mala o defectuosa calidad de los bienes y servicios que
ofrecen a la comunidad, causan daños a los consumidores y usuarios de tales
bienes y servicios, especie de responsabilidad consagrada y regulada en el
Decreto 3466 de 1982, y en la C.J.V.C. Exp. 04421-01 16 cual la obligación de
resarcir el perjuicio no surge o nace del daño que se cause en el uso y goce de la
cosa o servicio con estándares mínimos de calidad, sino del daño ocasionado al
usuario y al consumidor por la mala o defectuosa calidad del bien o servicio que se
ofrece, quebrantando la garantía mínima predicable de los bienes y servicios y,
que no solamente hace sujeto pasivo de la obligación de resarcir los perjuicios al
inmediato proveedor o expendedor, sino también al mediato productor, fabricante
o importador del bien o servicio defectuoso.” (se subraya). 3. En orden a desatar el
recurso se advierte, en primer lugar, que no existe completa consonancia entre la
postura que la sociedad demandante plasmó en el libelo y asumió a lo largo de las
instancias, y la que presenta ante la Corte de Casación. Evidentemente, en la
demanda se pidió que la Fábrica Estatal de Aviación de Kiev - Aviant - fuera
declarada “ ... civilmente responsable de todos los daños y perjuicios sufridos por
la parte demandante, como entidad fabricante y propietaria del avión ... ” y que,
como consecuencia, se le condenara al pago de la “ ... cantidad que resulte
demostrada como indemnización de responsabilidad civil extracontractual ... ”. En
los supuestos fácticos, la actora mencionó el contrato de arrendamiento de la
aeronave, el accidente ocurrido el 21 de diciembre de 1996 y la supuesta causa de
éste, consistente, en su opinión, en que el aeroplano “ ... perdió su ala derecha por
C.J.V.C. Exp. 04421-01 17 desprendimiento, debido a defectos de fabricación
cuando se disponía a aterrizar, según se anota en el informe preliminar ... emitido
por la Aeronáutica Civil ” (C. 1, fls. 40 - 46). Durante el desarrollo del proceso, en
especial, al presentar el alegato de conclusión (C. 1, fls. 210 - 215) y al sustentar
la apelación de la sentencia de primer grado (C. Tribunal, fls. 7 - 8), la demandante
continuó dentro de la misma línea de argumentación, enfocada esencialmente a
evidenciar que la empresa demandada, como fabricante y propietaria de la
aeronave, era responsable extracontractualmente como efecto de su “negligencia
grave”, reflejada en las “fallas estructurales” y “defectos de fabricación” del avión,
así como en algunos desperfectos de los equipos de navegación, conclusiones a
las que llegó después de interpretar los informes técnicos rendidos por las
autoridades aeronáuticas de Ucrania y Colombia. Así las cosas, emerge que la
demandante no describió dentro de su causa petendi ninguna circunstancia
específica - verbigracia, la calidad de las partes, la destinación de los bienes o
servicios, etc - que apuntara a demostrar que, de una u otra manera, se había
visto involucrada en una “relación de consumo”, que es la que determina la
aplicación de las normas especiales. Véase cómo Selva Limitada, en apretada
síntesis, concretó su pretensión a la determinación de la responsabilidad
extracontractual del fabricante y propietario del aeroplano, como secuela de un
accidente presuntamente originado en los defectos de fabricación. C.J.V.C. Exp.
04421-01 18 Por ello resulta novedoso que el fundamento central de la demanda
de casación descanse, ahora, sobre la supuesta inaplicación de los preceptos del
Estatuto del Consumidor, cuando, como se ha visto, dentro del litigio nunca se
aludió a una situación fáctica que estuviera llamada a enmarcarse dentro de tal
disciplina particular o a la que pudiera aplicarse lo dispuesto por la sentencia de
constitucionalidad 1141 de 30 de agosto de 2000, cuya observancia es
reivindicada en la sustentación del recurso extraordinario, pues, además, dicha
providencia no sólo es posterior a la fecha de iniciación del proceso e, incluso, a la
del fallo de primer grado, sino que surte efectos hacia el futuro, toda vez que en
ella no se previó expresamente su retroactividad - artículo 45, ley 270 de 1996 - .
En este orden de ideas, si la calidad de consumidor depende, como se verá, de
determinadas condiciones predicables de una situación concreta, las cuales no
fueron aducidas por la demandante, aflora que no hicieron parte de la materia
objeto de la controversia y, por tanto, no pudieron ser enfrentadas o cuestionadas
por la parte demandada, pues, como queda examinado, sólo en el recurso
extraordinario vinieron a ser esgrimidas. 4. Ahora bien, aun si se dejaran de lado
las consideraciones precedentes, debe señalarse que el escrutinio de fondo del
asunto, a la luz de las circunstancias C.J.V.C. Exp. 04421-01 19 que muestra el
proceso, arroja que, en todo caso, los hechos que han originado el litigio no
pueden encuadrarse dentro del ámbito de aplicación del mentado cuerpo
normativo - Estatuto del Consumidor - , como pasa a explicar la Corte, no sin
antes hacer algunas anotaciones en torno a lo que se conoce como Derecho del
Consumidor. a. El desarrollo y evolución de la industria, la producción en serie, la
masificación de las relaciones jurídicas y económicas, el mercadeo y la
distribución comercial, entre otros factores, han sido determinantes para el
surgimiento de una disciplina de orientación tuitiva que se ha denominado
Derecho del Consumidor o, para otros, del Consumo, esencialmente caracterizada
por regular lo que concierne a los consumidores y a las relaciones de consumo.
Se trata de una materia que traspasa las relaciones tradicionales propias del
derecho privado, para extenderse a las que se ajustan entre el Estado y los
diversos actores del mercado, en la medida en que tengan injerencia en los
intereses de la colectividad; en efecto, reconocidos autores han sostenido que “el
derecho del consumo comprende no solamente las reglas aplicables a los actos
de consumo, sino también aquellas que tienden a proteger a los consumidores,
aún si éstas no se aplican directamente a ellos. Así, el derecho del consumidor
puede situarse en relación con los derechos comercial, económico, de la
competencia, de la distribución y ambiental” (Calais - C.J.V.C. Exp. 04421-01 20
Auloy Jean, Droit de la consommation, Paris, Dalloz, pag. 19, 1986; citado por
Pérez Bustamante Laura, Derechos del Consumidor, Buenos Aires, Astrea, pag. 4,
2004). Por supuesto, uno de los aspectos complejos de esta temática ha sido,
precisamente, el de establecer una definición de “consumidor”, materia en la que
se han adoptado diversas nociones; por un lado, de manera abstracta o general,
se habla del “ciudadano - consumidor”, concepto que, según estiman algunos
expositores, presenta un enfoque que lo hace apto “no para atribuir derechos a
cada consumidor, que pueda ejercerlos individualmente, sino más bien para
expresar programas políticos de actuación o también para aludir a derechos tales
como los que se otorgan a la ‘educación’ o a la ‘información’”. (Mosset Iturraspe
Jorge y Lorenzetti Ricardo Luis, Defensa del Consumidor, Santafe, Rubinzal -
Culzoni, pag. 58, 1993); por otro lado, se ha acudido a definiciones mucho más
concretas, donde dicha calidad depende de criterios restringidos en mayor o
menor grado, como se estudiará, según la política legislativa que se asuma sobre
el particular. Desde esta perspectiva, es fundamental fijar con exactitud este
concepto, pues él también permitirá demarcar claramente el ámbito de acción de
los preceptos llamados a tutelar los respectivos intereses. b. En la experiencia
Colombiana, la máxima expresión en la materia se ha reflejado en el C.J.V.C. Exp.
04421-01 21 reconocimiento constitucional de los derechos de los consumidores,
al disponer el artículo 78 que la “la ley regulará el control de calidad de bienes y
servicios ofrecidos y prestados a la comunidad, así como la información que debe
suministrarse al público en su comercialización”, y que “serán responsables, de
acuerdo con la ley, quienes en la producción y en la comercialización de bienes y
servicios, atenten contra la salud, la seguridad y el adecuado aprovisionamiento a
consumidores y usuarios”. Previamente a la promulgación de la Carta
Fundamental de 1991, la ley de facultades extraordinarias 73 de 1981 autorizó la
expedición del decreto 3466 de 1982 o Estatuto del Consumidor, que vino a
constituirse en un cuerpo normativo que, por primera vez, fue destinado al
tratamiento de ciertos aspectos vinculados a la regulación y protección de los
consumidores. Dentro del estatuto se definió al consumidor como “toda persona,
natural o jurídica, que contrate la adquisición, utilización o disfrute de un bien o la
prestación de un servicio determinado, para la satisfacción de una o más
necesidades” (artículo 1°, literal c.), noción que, a primera vista, abarca todos los
tipos de personas - naturales o jurídicas - y de bienes - muebles o inmuebles - , sin
distinción alguna, a la par que introduce un ingrediente asociado a la finalidad de
la “adquisición, utilización o disfrute” del bien o servicio, esto es, que con ella se
persiga, valga repetirlo, “la satisfacción de una o más necesidades”. C.J.V.C. Exp.
04421-01 22 Aunque en la definición no se emplea ningún parámetro relacionado,
por ejemplo, con el hecho de que la persona deba ser consumidor o destinatario
final del bien o servicio, o con la circunstancia de que el uso o consumo se
enmarque o no dentro de una actividad profesional o empresarial, como ocurre en
otros países, ello no puede conducir, por la simple imprecisión terminológica, a
pensar que todos los sujetos que interactúan en el tráfico de bienes y servicios
conforman tal categoría - consumidores - y que, por ende, a ellos indistintamente
les sean aplicables las normas especiales, pues con semejante entendimiento se
desnaturalizaría, por vía de la generalización, un estatuto excepcional destinado a
proteger a determinados sujetos de las relaciones de intercambio. De ahí que se
imponga la adopción de un criterio interpretativo de la noción de consumidor, que
consulte racionalmente las finalidades específicas del estatuto en el que se
encuentra incorporada, y, en esa misma medida, delimite el marco de las
disposiciones, tarea que seguidamente emprenderá la Corporación. Es de verse,
primeramente, cómo en la exposición de motivos de la ley 73 de 1981 se hizo
alusión a la necesidad de orientar las políticas de la administración “hacia la
contención del fenómeno inflacionario, para evitar el encarecimiento del costo de
la vida y garantizar a las masas trabajadoras un ingreso real, que permita el
C.J.V.C. Exp. 04421-01 23 mejoramiento de sus condiciones de existencia”, así
como se resaltó que su aprobación representaría “un instrumento de indudable
trascendencia para organizar y actualizar ese campo central de la intervención
económica del Estado, que hace relación directa con las metas de justicia social y
de mejoramiento de las clases trabajadoras que deben presidir el desarrollo
económico.” Y, en las ponencias presentadas ante las cámaras, también se
manifestó, entre otras cosas: “ ... Hay un vasto clamor ciudadano, de muchos años
atrás, pidiendo al Estado una legislación fuerte que proteja a los consumidores de
la indolente y creciente sed de riquezas de los dueños de bienes y servicios ... Es
evidente que el Estado no debe estar ausente en la regulación de los precios del
mercado, en su control y especialmente, en la defensa del consumidor, que es el
extremo más débil de la relación, aunque sea el más numeroso ... No hay duda,
como se ha anotado, que la sociedad actual básicamente se divide entre
expendedores y proveedores, por un lado y, por el otro, los consumidores que
constituyen la inmensa mayoría de la Nación. El control de los primeros y la
defensa de los segundos, debe ser uno de los objetivos fundamentales del Estado
actual, si se quiere sinceramente conseguir una sociedad menos injusta, menos
subyugante, en donde los abismos de desigualdad que la invaden comiencen a
hallar frenos y remedios con una legislación efectiva y vigorosa ...” (Historia de las
Leyes, Tomo IV, Legislatura de 1981, pags. 228 - 251). C.J.V.C. Exp. 04421-01 24
Así, con independencia de que las motivaciones entonces expuestas sean
plenamente compartidas por esta Corporación o de que ellas conserven vigencia,
emerge innegablemente de los antecedentes legislativos que una de las
principales pretensiones del estatuto fue la de amparar los intereses de un sector
de la comunidad que, por lo menos en términos generales, se encuentra en
condiciones de debilidad frente a los operadores comerciales profesionales -
proveedores, expendedores, productores, etc -. Por tanto, la amplitud y vaguedad
del concepto legal de consumidor no puede llevar a un entendimiento
indiscriminado, pues con ello perdería toda razón la existencia de un régimen
especial, como tampoco puede concebirse la asimilación de dicha definición con
otras, como las de “Productor” y “Proveedor o expendedor”, que el mismo estatuto
explica en términos bien diversos, al señalar que el primero será “toda persona
natural o jurídica, que elabore, procese, transforme o utilice uno o más bienes, con
el propósito de obtener uno o más productos o servicios destinados al consumo
público. ... ”, y que por el segundo se entenderá “toda persona, natural o jurídica,
que distribuya u ofrezca al público en general, o a una parte de él, a cambio de un
precio, uno o más bienes o servicios producidos por ella misma o por terceros,
destinados a la satisfacción de una o más necesidades de ese público”. (artículo
1°, literales a. y b.) C.J.V.C. Exp. 04421-01 25 En este orden de ideas, para estos
efectos estima la Corte que, con estrictez, siempre será forzoso indagar en torno a
la finalidad concreta que el sujeto - persona natural o jurídica - persigue con la
adquisición, utilización o disfrute de un determinado bien o servicio, para reputarlo
consumidor sólo en aquellos eventos en que, contextualmente, aspire a la
satisfacción de una necesidad propia, privada, familiar, doméstica o empresarial -
en tanto no esté ligada intrínsecamente a su actividad económica propiamente
dicha, aunque pueda estar vinculada, de algún modo, a su objeto social -, que es
lo que constituye el rasgo característico de una verdadera relación de consumo.
Este punto de vista, cabe resaltar, es el que puede identificarse en numerosos
ordenamientos jurídicos que, como adelante se examinará, catalogan únicamente
como consumidor a quien sea destinatario final del bien o servicio, o, por otro lado,
exigen que la adquisición o utilización esté ubicada por fuera de la esfera de
actividad profesional o empresarial de quien se dice consumidor; adicionalmente,
no está de más anotar que una postura similar es la adoptada por la
Superintendencia de Industria y Comercio cuando, dentro de su competencia, ha
conceptuado sobre el alcance del término que se viene estudiando. (conceptos
96027242 de 2 de septiembre de 1996, 96060904 de 28 de noviembre de 1996,
97023655 de 15 de julio de 1997, 99067274 de 4 de febrero de 2000, 02108233
de 17 de enero de 2003 y 03025237 de 9 de mayo de 2003; Cfr. Compendio de
doctrina sobre protección del consumidor 1992 - 1999, Ministerio de Desarrollo
Económico, Superintendencia de C.J.V.C. Exp. 04421-01 26 Industria y Comercio,
2000, pags. 152 - 160, y www.sic.gov.co). c. En el derecho comparado puede
verse, como se anticipó, que aunque el tratamiento del tema no es uniforme, sí
muestra algunos lineamientos peculiares. En la República Argentina, por ejemplo,
la ley 24.240 de 1993 de “Defensa del Consumidor” tiene como consumidores o
usuarios a “las personas físicas o jurídicas que contratan a título oneroso para su
consumo final o beneficio propio o de su grupo familiar o social: a). la adquisición o
locación de cosas muebles, b). la prestación de servicios, c). la adquisición de
inmuebles nuevos destinados a vivienda, incluso los lotes de terreno adquiridos
con el mismo fin, cuando la oferta sea pública y dirigida a personas
indeterminadas” (artículo 1°); asimismo, se excluye de esta categoría a “quienes
adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o servicios para integrarlos en
procesos de producción, transformación, comercialización o prestación a terceros”
(artículo 2°, se subraya). Este concepto, circunscrito al llamado consumidor final,
ha sido relacionado por la doctrina con el término destinatario final, tomado del
ámbito del transporte, que “trata de manifestar gráficamente una idea básica para
la noción, esto es, que adquiere los bienes o servicios para utilizarlos o
consumirlos él mismo, y que, en consecuencia, esos bienes o servicios quedan
detenidos dentro de su C.J.V.C. Exp. 04421-01 27 ámbito personal, familiar o
doméstico, sin que vuelvan a salir al mercado” (Mosset Iturraspe J. y Lorenzetti R.,
ob. cit., pags. 59 y 60); por tanto, siguiendo a los mismos autores, lo anterior
quiere decir que por fuera de la protección normativa quedan los “consumidores -
empresarios”, es decir, aquellos cuyos actos se dirigen a ser incorporados en
procesos productivos o de naturaleza similar; empero, ha de precisarse, esto no
significa que las personas jurídicas no puedan ser consumidores finales, pues
aunque normalmente no desempeñan tal rol, en la medida en que “no adquieren,
al menos en lo general o común, bienes para sí, para su consumo final o beneficio,
y menos aún - por su propia índole - para el grupo familiar o social ... ello no quita
que, por excepción, frente a supuestos muy especiales - y no genéricos - se
considere a las personas jurídicas como consumidoras de tales o cuales bienes o
servicios. ... Tengamos en cuenta que la ley, más adelante, en el artículo 2º,
excluye de la condición de consumidores a quienes adquieran bienes o servicios
paras ‘integrarlos en procesos de producción ...’; habrá que demostrar que la
adquisición por la persona jurídica no tuvo esa finalidad.” (ob. cit., pags. 59 y 60)
De otro lado, definición semejante se utiliza, verbigracia, en el Código de Defensa
del Consumidor de Brasil - ley 8.078 de 1990, modificada por la 9.298 de 1996 -
que establece que “consumidor es toda persona física o jurídica que adquiere o
utiliza un producto o servicio como destinatario final” (artículo 2°), posición que,
según C.J.V.C. Exp. 04421-01 28 algunos comentaristas, supone que “cualquiera
sea la naturaleza jurídica del consumidor económico (persona natural o jurídica),
éste no alcanzará la cualidad jurídica de consumidor si la adquisición o propensión
a la adquisición no se hubiere realizado en calidad de ‘destinatario final’” (Antonio
Herman V. Benjamín, El Código Brasileño de Protección del Consumidor,
publicado en Política y Derecho del Consumo, Biblioteca Millennio, El Navegante
Editores, Bogotá, pag. 500, 1998). Adicionalmente, nótase que lo propio ocurre
con la ley Chilena 19.496 de 1997, modificada por la 19.659 de 1999, que tiene
por consumidores a “las personas naturales o jurídicas que, en virtud de cualquier
acto jurídico oneroso, adquieran, utilicen o disfruten, como destinatarios finales,
bienes o servicios”. Ahora, en el marco de la Unión Europea, la Directiva 93/13
CEE adoptada el 5 de abril de 1993 sobre “cláusulas abusivas en los contratos
celebrados con consumidores”, uno de los aspectos a los que se orienta la
protección de éstos, dispuso que como tal se tendría cualquier persona física que,
en los contratos regulados por la Directiva, actúe con un propósito ajeno a su
actividad profesional (artículo 2°, literal b, destacamos). Para implementar esta
Directiva, en Italia, por ejemplo, se expidió la ley 52 de 6 de febrero de 1996 que,
entre otras cosas, adicionó el Código Civil de 1942 con el artículo 1469 bis, que,
en lo pertinente, reza: “En el contrato concluido entre el consumidor y el
profesional se C.J.V.C. Exp. 04421-01 29 consideran vejatorias las cláusulas que,
a pesar de la buena fe, determinan a cargo del consumidor un significativo
desequilibrio de los derechos y las obligaciones derivadas del contrato. En relación
con los contratos a que se refiere el inciso primero, el consumidor es la persona
física que actúa por motivos extraños a la actividad empresarial o profesional
eventualmente desarrollada. El profesional es la persona física o jurídica, pública o
privada, que, en el marco de su actividad empresarial o profesional, utiliza el
contrato a que se refiere el inciso anterior” (se subraya). Sobre este precepto,
autorizados expositores han manifestado que, para los efectos de la
reglamentación, consumidor será únicamente la persona física no profesional y no
empresario, o eventualmente, la persona física empresario o profesional que
contrate con fines ajenos a su actividad, noción esta que, puntualizan, no
necesariamente equivaldrá a la de adherente o contratante débil, pues es mucho
más restringida, habida cuenta que puede presentarse un adherente o una parte
débil que no sea consumidor, así como un consumidor que no puede ser
catalogado como tales. (Astone Francesco, Ambito di applicazione soggettiva. La
nozione di ‘consumatore’ e ‘professionista’, en “Il Codice Civile, Comentario,
Clausole vessatorie nei contratti del consumatore”, a cura di Guido Alpa e
Salvatore Patti, Giuffré editore, pag. 168, 2003). Por su parte, la ley Española 26
de 1984, modificada por la 22 de 1994, “General para la Defensa de C.J.V.C. Exp.
04421-01 30 los consumidores y usuarios”, considera consumidores o usuarios a
“las personas físicas o jurídicas que adquieren, utilizan o disfrutan, como
destinatarios finales, bienes muebles o inmuebles, productos, servicios,
actividades o funciones, cualquiera que sea la naturaleza pública o privada,
individual o colectiva, de quienes los producen, facilitan, suministran o expiden”
(artículo 1°). Del mismo modo, con un texto similar al que posteriormente se
adoptó en Argentina, indica que “no tendrán la consideración de consumidores o
usuarios quienes, sin constituirse en destinatarios finales, adquieran, almacenen,
utilicen o consuman bienes o servicios con el fin de integrarlos en procesos de
producción, transformación, comercialización o prestación a otros”. (subraya la
Sala) En compendio, este muestreo legislativo, que coincide con la constante que
se observa en otros ordenamientos, permite identificar dos directrices básicas para
la calificación de consumidor: a). la posición de destinatario o consumidor final del
bien o servicio; y b). la adquisición o utilización de bienes o servicios con una
finalidad ubicada por fuera del ámbito profesional o empresarial. 5. Así las cosas,
considerando los elementos de juicio que se han dejado reseñados, es inevitable
afirmar que la calidad de consumidor - y la consecuente aplicación del estatuto -
sólo puede determinarse a partir del examen detallado de las C.J.V.C. Exp. 04421-
01 31 circunstancias subjetivas y objetivas que rodean una relación específica. Por
ahí mismo, de cara a la situación fáctica sometida al estudio de la Corte, resulta
forzoso arribar a las siguientes conclusiones: a). Servicio Aéreo del Vaupés -
Selva Ltda. - se constituyó como una sociedad mercantil, cuyo objeto es “la
explotación del transporte aéreo de carga” (C. 1, fl. 3); b). el contrato de
arrendamiento de aeronave suscrito entre la mentada sociedad y Meruc Aviation
Leasing Corporation tiene naturaleza mercantil y, por estipulación de las partes, se
sometió a las leyes de la República de Colombia (C. 1, fls. 11 - 26); c). la finalidad
que la aerolínea perseguía con la celebración del contrato de arrendamiento era
procurarse un elemento operacional para el desarrollo directo de su objeto social,
sin que pueda afirmarse que aspiraba a la satisfacción de una necesidad personal,
pues, contrariamente, dicho vehículo era empleado por la empresa demandante
para ofrecer a terceros sus servicios profesionales de transporte, constituyéndose,
como tal, en un proveedor o expendedor, conforme lo menciona el literal b del
artículo 1° del Estatuto del Consumidor, enantes trascrito; d). la aerolínea no
obraba como destinatario final del bien utilizado, por cuanto el mismo era
integrado o incorporado al giro ordinario de sus negocios; por este aspecto, no
cabe duda que la sociedad se comportaba dentro de la esfera propia de su
actividad profesional o empresarial típica o propiamente dicha; e). la relación
jurídica y económica tendida entre la sociedad C.J.V.C. Exp. 04421-01 32
demandante y la arrendadora - Meruc Aviation Leasing Corporation - , que no se
revisa en este proceso, o entre aquélla y la propietaria - fabricante del avión,
sociedad demandada en este proceso, - Fabrica Estatal de Aviación de Kiev - , no
puede ser considerada como una “relación de consumo”, al no ajustarse a las
pautas previstas por la legislación vigente; f). el hecho de que la relación entre las
empresas demandante y demandada se haya presentado en el marco de su
actividad profesional o empresarial, determina, en principio, que no haya lugar a
presumir o entender que la sociedad actora se encontraba en una posición de
debilidad económica, informativa, técnica o de cualquier otro orden; en todo caso,
aun si se presentara cualquier asimetría o desequilibrio en una relación entre
profesionales - que suele ocurrir -, ello no convertiría per se a la parte débil en
consumidor, ni habilitaría la aplicación del régimen propio de ellos, toda vez que
cualquier situación abusiva que pudiera darse o cualquier responsabilidad en la
que pudiera incurrirse, como la derivada de productos defectuosos que aquí se ha
invocado, no quedaría desamparada, sino que simplemente estaría sometida a las
normas generales, que no a aquellas destinadas a los consumidores. En suma,
por los diversos aspectos examinados, es claro que, en el caso concreto, Servicio
Aéreo del Vaupés - Selva Ltda. - no actuó como consumidor, sin que se descarte
la posibilidad de que una persona jurídica pueda serlo, como tampoco entabló
“relación de C.J.V.C. Exp. 04421-01 33 consumo” alguna, lo que equivale a decir
que al no poder acogerse a las normas propias de dicha categoría, ellas
definitivamente no resultan aplicables a la situación litigiosa, y, por ende, mal
podría señalarse su falta de aplicación, toda vez que el Estatuto del Consumidor
no estaba llamado a regir el asunto. 6. Al descartarse la eventual vulneración de la
ley sustancial, a la que, en últimas, debería conducir la acusación, bien por la vía
directa o la indirecta, emerge que los cargos no pueden prosperar. V. DECISIÓN
Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de Casación Civil,
administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO
CASA la sentencia de 29 de marzo de 2001 dictada en este asunto por la Sala
Civil - Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Villavicencio. Costas a
cargo de la recurrente. Tásense en su oportunidad. Cópiese, notifíquese y
devuélvase al Tribunal de origen.
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