2. EL NGELCada vez que muere un nio bueno, baja del cielo un
ngel de Dios Nuestro Seor, tomaen brazos el cuerpecito muerto y,
extendiendo sus grandes alas blancas, emprende elvuelo por encima
de todos los lugares que el pequeuelo am, recogiendo a la vez
unramo de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto de que luzcan
all arriba ms hermosasan que en el suelo. Nuestro Seor se aprieta
contra el corazn todas aquellas flores,pero a la que ms le gusta le
da un beso, con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantaren el
coro de los bienaventurados.He aqu lo que contaba un ngel de Dios
Nuestro Seor mientras se llevaba al cielo a unnio muerto; y el nio
lo escuchaba como en sueos. Volaron por encima de losdiferentes
lugares donde el pequeo haba jugado, y pasaron por jardines de
floresesplndidas.-Cul nos llevaremos para plantarla en el cielo?
-pregunt el ngel.Creca all un magnfico y esbelto rosal, pero una
mano perversa haba tronchado eltronco, por lo que todas las ramas,
cuajadas de grandes capullos semiabiertos, colgabansecas en todas
direcciones.-Pobre rosal! -exclam el nio-. Llvatelo; junto a Dios
florecer.Y el ngel lo cogi, dando un beso al nio por sus palabras;
y el pequeuelo entreabrilos ojos.Recogieron luego muchas flores
magnficas, pero tambin humildes rannculos y
violetassilvestres.
3. -Ya tenemos un buen ramillete -dijo el nio; y el ngel asinti
con la cabeza,pero no emprendi enseguida el vuelo hacia Dios. Era
de noche, y reinaba unsilencio absoluto; ambos se quedaron en la
gran ciudad, flotando en el aire poruno de sus angostos callejones,
donde yacan montones de paja y cenizas;haba habido mudanza: se vean
cascos de loza, pedazos de yeso, trapos yviejos sombreros, todo
ello de aspecto muy poco atractivo.Entre todos aquellos
desperdicios, el ngel seal los trozos de un tiesto roto;de ste se
haba desprendido un terrn, con las races, de una gran florsilvestre
ya seca, que por eso alguien haba arrojado a la calleja.-Vamos a
llevrnosla -dijo el ngel-. Mientras volamos te contar por
qu.Remontaron el vuelo, y el ngel dio principio a su relato:-En
aquel angosto callejn, en una baja bodega, viva un pobre nio
enfermo.Desde el da de su nacimiento estuvo en la mayor miseria;
todo lo que pudohacer en su vida fue cruzar su diminuto cuartucho
sostenido en dos muletas; sufelicidad no pas de aqu. Algunos das de
verano, unos rayos de sol entrabanhasta la bodega, nada ms que
media horita, y entonces el pequeo secalentaba al sol y miraba cmo
se transparentaba la sangre en sus flacosdedos, que mantena
levantados delante el rostro, diciendo: S, hoy he podidosalir. Saba
del bosque y de sus bellsimos verdores primaverales, slo porqueel
hijo del vecino le traa la primera rama de haya. Se la pona sobre
la cabezay soaba que se encontraba debajo del rbol, en cuya copa
brillaba el sol ycantaban los pjaros.
4. Un da de primavera, su vecinito le trajo tambin flores del
campo, y, entreellas vena casualmente una con la raz; por eso la
plantaron en unamaceta, que colocaron junto a la cama, al lado de
la ventana. Habaplantado aquella flor una mano afortunada, pues,
creci, sac nuevasramas y floreci cada ao; para el muchacho enfermo
fue el jardn msesplndido, su pequeo tesoro aqu en la Tierra. La
regaba y cuidaba,preocupndose de que recibiese hasta el ltimo de
los rayos de sol quepenetraban por la ventanuca; la propia flor
formaba parte de sus sueos,pues para l floreca, para l esparca su
aroma y alegraba la vista; a ella sevolvi en el momento de la
muerte, cuando el Seor lo llam a su seno.Lleva ya un ao junto a
Dios, y durante todo el ao la plantita ha seguido enla ventana,
olvidada y seca; por eso, cuando la mudanza, la arrojaron a
labasura de la calle. Y sta es la flor, la pobre florecilla
marchita que hemospuesto en nuestro ramillete, pues ha
proporcionado ms alegra que la msbella del jardn de una
reina.-Pero, cmo sabes todo esto? -pregunt el nio que el ngel
llevaba alcielo.-Lo s -respondi el ngel-, porque yo fui aquel pobre
nio enfermo que sesostena sobre muletas. Y bien conozco mi
flor!
5. El pequeo abri de par en par los ojos y clav la mirada en el
rostroesplendoroso del ngel; y en el mismo momento se encontraron
en el Cielo deNuestro Seor, donde reina la alegra y la
bienaventuranza. Dios apret al niomuerto contra su corazn, y al
instante le salieron a ste alas como a los demsngeles, y con ellos
se ech a volar, cogido de las manos. Nuestro Seor aprettambin
contra su pecho todas las flores, pero a la marchita silvestre la
bes,infundindole voz, y ella rompi a cantar con el coro de
angelitos que rodean alAltsimo, algunos muy de cerca otros formando
crculos en torno a los primeros,crculos que se extienden hasta el
infinito, pero todos rebosantes de felicidad. Ytodos cantaban,
grandes y chicos, junto con el buen chiquillo bienaventurado yla
pobre flor silvestre que haba estado abandonada, entre la basura de
lacalleja estrecha y oscura, el da de la mudanza.
6. ANA MILENA ESCOBAR PANTOJAID 000337179DENIN YURANI ORTEGAID
000322643