En términos coloquiales, cuando hablamos de algo moderno o contemporáneo, hablamos de lo mismo; de
algo que pertenece al tiempo actual.
Sin embargo, cuando se habla de ―arquitectura moderna‖ y ―arquitectura contemporánea‖, se está hablando
de todo un siglo de variadas y diversas expresiones; la primera, iniciada a principios del siglo XX y la
segunda, esa sí, se refiere al actual (siglo XXI).
Es un término muy amplio que engloba el conjunto de corrientes de la arquitectura que se desarrolló a lo
largo del siglo XX en todo el mundo. En general es una contraposición a lo cargado de la arquitectura del
siglo XIX, donde los detalles, la estética y la ornamentación, eran gran parte del contexto, sumado a la
utilización de materiales y la carencia de maquinaria para aplicarlos. Para efectos prácticos, cuando
menciono esto, me imagino un poco la arquitectura del antiguo imperio romano o bien El Partenón en Grecia
o llevándolo un poco a nuestro contexto, pensemos en cualquier centro histórico de nuestras ciudades. Esa
arquitectura de columnas de cantera, muros de hormigón o tezontle, con mucha decoración (ornamentación)
en cada una de sus esquinas, remates y bordes del edificio. Piensen en cualquier museo del centro de
nuestra querida ciudad de México.
La arquitectura moderna se caracteriza por la simplificación de formas,
ausencia de ornamento y una renuncia a la composición académica
clásica, esta, fue sustituida por las tendencias del momento del arte
moderno, es decir, por ideas inspiradas en el cubismo, expresionismo,
futurismo, neoplasticismo, entre otros.
Los representantes más conocidos del momento en términos de
arquitectura fueron Le Corbusier, Walter Gropius, Mies Van der Rohe y
Erich Mendelshon. El origen de esta corriente surge de una escuela, la
conocida escuela de la Bauhaus.
Bauhaus es una inversión del termino alemán ―hausbau‖ cuyo
significado es ―construcción de casa‖.
La Bauhaus fue fundada en 1919 en la ciudad de Weimar por el
arquitecto alemán Walter Gropius (1883-1969). Su objetivo principal
era un concepto muy radical para la época: ―Re imaginar el mundo
material para reflejar la unidad de todas las artes‖. Walter Gropius
explicó esta visión de una unión entre arte y diseño, en la
Proclamación de la Bauhaus en el año de 1919, que describe un
gremio artesanal utópico que combina la arquitectura, la escultura y la
pintura en una sola expresión creativa.
El director de la institución, desarrollo un plan de estudios basado en la artesanía y
que resultaría artesanos – diseñadores capaces de crear objetos útiles y bellos
apropiados para este nuevo sistema de vida, imagínense lo que pensaría ahora
con nuevos inventos tecnológicos casi diario. Pero bueno, para la época, este
pensamiento era algo muy atrevido y sobre todo, innovador.
La Bauhaus combinaba elementos de las bellas artes y la enseñanza del diseño. El
plan de estudios iniciaba con un curso preliminar que sumergía a los estudiantes,
que por cierto, provenían de una amplia gama de contextos sociales y educativos,
en el estudio de los materiales, la teoría del color, y las relaciones formales de
preparación para estudios más especializados. Mi referencia actual a un curso de
estos, sería algo así como un curso de introducción el diseño de interiores.
Este curso preliminar tenía grandes maestros de las artistas visuales, como Paul
Klee, Vasily Kandinsky, entre otros. Imagínense que Paul Klee, que en lo personal
es uno de mis pintores favoritos, se sentara contigo y te diera una clase de
selección de colores, sentimientos y aplicación del color, que maravilla de lugar.
Después de su inmersión en la teoría de la Bauhaus, los estudiantes entraban en
talleres especializados, como metalurgia, ebanistería, tejido, cerámica, tipografía, y
la pintura. Este enfoque tan artístico se volvió un poco inviable económicamente,
por lo que en 1923, se le dio un giro a los objetivos de la Bauhaus, haciendo
hincapié en la importancia de diseñar para la producción en masa. Fue en este
momento, en que la escuela adoptó el lema ―Arte en la industria.‖
En 1925, la Bauhaus se trasladó de Weimar a Dessau, donde Gropius diseñó un
nuevo edificio para albergar la escuela. Este edificio contiene muchas
características que más tarde se convirtieron en distintivos de la arquitectura
modernista, incluyendo la construcción de estructura de acero, cancelería de vidrio
de piso a techo y una planta completamente asimétrica, en donde Gropius
distribuye todo el plantel, que incluía, estudios, aulas y espacios administrativos
para lograr la máxima eficiencia y la lógica espacial
Gropius separo consistentemente las partes del edificio de acuerdo a su función y diseño cada una de
manera diferente, de tal modo que dispuso de las alas de manera asimétrica. Es necesario que el
observador se mueva alrededor del complejo para poder apreciar el diseño del complejo. No hay un punto de
vista central.
Todo el complejo está pintado de tonos claros con el objeto de crear un contraste atractivo con los marcos de
las ventanas que son de color obscuro. En lo que respecta a su interior, el diseño se basó en un contraste
por medio del color, para separar los elementos de soporte (estructura) y los de recubrimiento o acabados,
con el objeto de acentuar la construcción del edificio.
Al final del día el movimiento de la Bauhaus enseñaba la lealtad a los materiales como un eje principal, esto
significa que los materiales debían de ser utilizados de la manera más apropiada y honesta, y lo más
importante, su naturaleza no debía de ser modificada. Por ejemplo, el acero utilizado para soportar el peso
de manera estructural, debía de ser visible y expuesto, no oculto por otro material o por mobiliario.
Esta escuela fue la primera en enseñar a sus alumnos el diseño moderno, la escuela fue cerrada en los años
30´s, bajo presión de los Nazis por pensar que la ideología de la escuela era socialista, internacionalista y
judía, pero el movimiento sigue influenciando a la arquitectura moderna y contemporánea, además de al
diseño industrial de la actualidad.
La escuela Introdujo obras arquitectónicas de forma simple, paredes de superficie planas, con
amplios ventanales con marcos de metal, colores sobrios y sencillos. El continuo desarrollo de
nuevos materiales hizo que la función social de la arquitectura se reafirmara a través de los años. El
cemento posibilito la construcción de grandes y altas estructuras, el invento del acero tuvo gran
importancia para la industria, por su flexibilidad y creatividad para la construcción. La combinación de
ambos materiales, resulto en el concreto armado que hoy utilizamos para construir todo.
Algunos historiadores ven a la arquitectura Moderna como un movimiento impulsado principalmente
por los desarrollos tecnológicos e ingenieriles, ya que la disponibilidad de nuevos materiales (como el
acero, el cemento y el vidrio en placas o paneles (comúnmente de 2.44 x 1.22 m), llevaron al
desarrollo de nuevas técnicas constructivas a partir de la revolución industrial, a partir de esta las
ciudades crecieron vertiginosamente y la arquitectura enmarcada dentro de los entornos urbanos, dio
paso a lo que hoy conocemos como Urbanismo.
Algunos de sus integrantes y directores como Mies Van der Rohe y Walter Gropius, continuaron sus
ideales en Estados Unidos como refugiados de la guerra.
Aparentemente, es decir, según la ideología dominante, la planificación urbana aspira a terminar
con un fenómeno que adquiere el aspecto de una especie de calamidad natural: la "anarquía del
crecimiento urbano". Naturalmente, la urbanización no es considerada como negativa en sí
misma. Se la presenta como un fenómeno "benéfico", que es a la vez factor y símbolo del
"progreso de la humanidad". Nadie ignora, por otra parte, que en los países capitalistas la
urbanización va unida a la polarización espacial: la población y las actividades tienden a
concentrarse en ciertas ciudades o regiones, dando como resultado la disparidad entre diferentes
porciones del territorio. Sin embargo, y a pesar de los "desequilibrios" que provoca, esta
polarización se considera tan inevitable como la propia urbanización y sus efectos son igualmente
presentados como "positivos". Es más, no sólo se la presenta como inherente al desarrollo
económico, sino como un factor del desarrollo de la cultura. "En ninguna época, afirman ciertos
tecnócratas, ha habido grandes países con ciudades pequeñas, ni civilización avanzada en un
país de aldeas" (1).
¿Dónde reside entonces el lado negativo de la urbanización? Simplemente, en el proceso que se
da en la mayoría de los casos, es decir, la "espontaneidad", y en el resultado al que conduce un
tal proceso, el "desorden urbano".
En otras palabras, el dinamismo de las grandes ciudades no podría ni debería romperse:
solamente sería preciso canalizarlo y orientarlo. Frente a la urbanización "espontánea", la
respuesta parece evidente: la urbanización "consciente" y, con mayor precisión, la planificación
urbana.
LA ARQUITECTURA COMO DISCIPLINA
La arquitectura es una disciplina compleja debido a la cantidad de factores que se deben de tomar a
consideración al desarrollar un proyecto. Ésta debe de pensarse como el conjunto de disciplinas que, al
conjugarse, añaden una cantidad importante de variables haciéndola una profesión multidisciplinaria. Al
momento de enfrentarse con el diseño arquitectónico es necesario considerar los aspectos urbanos,
antropológicos, sociológicos y plásticos, por mencionar algunos. Si el diseñador no logra percatarse, vislumbrar
y plasmar la gama de factores involucrados, el resultado final reflejará dichas carencias.
Esto a mi parecer resulta de suma importancia considerando el papel primordial que juega la disciplina en la
vida diaria de sus usuarios. La arquitectura tiene la capacidad de dotar de calidad las actividades que alberga
al ser habitada.
No hay que olvidar que el hombre interactúa de manera cotidiana con los espacios en los que habita. Por más
simple u obvio que parezca, es necesario percatarse de que interactuar implica un diálogo constante; un
intercambio de información que, en el caso del espacio y el usuario, es un diálogo que se presenta de manera
sensorial. Por medio del intercambio de estímulos y privaciones que se tienden a través de los sentidos. Antes
de interpretar un edificio, el hombre lo percibe con el cuerpo, de manera sensorial. Tacto, oído, vista… Habitar
implica que se lleve a cabo dicha dinámica interactiva, entre el usuario y el espacio, de manera reiterada y
constante, es decir, en la escala temporal.
La Revolución Industrial transformó la vida de la ciudad e hizo posible una mayor productividad, que
determinó sostener concentraciones demográficas cada vez más densas en Europa y posteriormente en
otras zonas del mundo. Teniendo un punto de partida en el proceso industrial durante los siglos XVIII y XIX,
que requirió la concentración de la mano de obra cerca de las fuentes de energía y transporte.
Las ciudades industriales aparecieron rápidamente en el Reino Unido, noreste de Europa y nordeste de los
Estados Unidos. De manera simultánea, las ciudades ya existentes aumentaron su población. En l850,
menos del 7 % de la población mundial vivía en centros urbanos de más de cinco mil habitantes. Hacia
l950, ya era más del 30%, y en las naciones industrializadas, el doble.
La ciudad industrial trajo consigo la proliferación de viviendas hacinadas para albergar a la multitud de
obreros que venían del el campo a la ciudad en busca de trabajo y de mejores niveles de subsistencia.
Surgidas a mitad del siglo XIX, estas ciudades crearon una serie de problemas que, unidos a los que
surgieron posteriormente, en especial el crecimiento desmesurado de los núcleos urbanos, han llevado a los
arquitectos, urbanistas, planificadores y gobernantes a diseñar ciudades un poco más racionales y
humanas.
Es cuando la introducción de nuevos materiales como el cemento, el hierro y el cristal determinaron el
nuevo reto constructivo propio de la revolución industrial. Las fábricas, las minas y el ferrocarril, estimularon
la formación de nuevos núcleos urbanos que dieron al traste con los conceptos tradicionales del urbanismo.
Y la superpoblación de las ciudades industriales, se unió la deficiente planificación constructiva,
insuficiencias infraestructurales y una creciente contaminación ambiental.
Los retos para las urbanistas no se hicieron esperar: grandes innovadores se hicieron presentes en las
grandes transformaciones de la mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. La gran remodelación de París,
por ejemplo, se debe al Barón Georges-Eugéne Haussmann. Este renovador abrió nuevas redes variadas,
al crear otra versión del sistema axial barroco. Ordenó la construcción de nuevos edificios públicos, planteó
un sistema que iría a garantizar buenas condiciones de habitabilidad para los sectores sociales bajos y creó
parques y jardines públicos, cuando esto sólo existía en el hábitat privado de los nobles.
.
Los problemas de la ciudad industrial como la contaminación y la aglomeración, produjeron tempranamente
la revolución en la planeación con Le Corbusier, quien ideó la "ciudad verde" con espacios abiertos, las
"unidades de habitación", los espacios habitables organizados, las edificaciones de carácter vertical,
íntimamente ligadas al espacio circundante; separación de las vías peatonales de las automovilísticas y le
dio a cada sector urbano su propia función. De ahí provienen el funcionalismo y el racionalismo en materia
de planificación urbana.
Pero en Latinoamérica los fenómenos de la industrialización ligados al urbanismo, han sido mucho más
abruptos que en otros lugares del mundo. Estuvieron ligados al nacionalismo y al populismo, al modelo de
industrialización para la sustitución de las importaciones, a las violencias y a la migración campo-ciudad. Con
todo ello, surgieron los barrios industriales, generalmente de manera lineal a lo largo de las grandes arterias;
así aparecieron los suburbios, los tugurios, los conventillos, las vecindades y las favelas. Y con ellos
sobreviene el desarraigo de los nuevos habitantes de la ciudad
La revolución industrial impulsa los principales cambios que sufre la arquitectura en la segunda mitad del
S. XIX. Trae consigo los nuevos materiales de construcción, como son el hierro, el acero laminado, el
hormigón armado o el vidrio. Con éstos se construirán lugares funcionales surgidos de las necesidades
de la nueva sociedad capitalista e industrial, lugares donde se necesiten grandes espacios diáfanos,
invernaderos, mercados, naves, fábricas, puentes, bibliotecas, etc.
Muchos arquitectos seguirán utilizando los materiales tradicionales, ya que eran reticentes a que los
nuevos materiales entraran a formar parte de la arquitectura. Surge así la polémica y el debate entre
arquitectos e ingenieros, a los cuales en principio no se les consideró dignos para la edificación
arquitectónica.
A pesar de la temprana incorporación del hierro colado o fundido en estructuras de ingeniería como los
puentes (Iron Bridge de Coalbrookdale, 1779, Pont des Arts de París, 1801),3 los arquitectos siguieron
utilizando los materiales tradicionales, mientras el gusto académico siguió considerándolas "de mal
gusto". Fue la arquitectura industrial la primera en incorporar el hierro, inicialmente como una medida
de protección contra los incendios, que se habían hecho muy comunes desde la introducción de la
máquina de vapor.4 El edificio fabril que construyó William Strutt5 en Derby en 1792-1793 utilizaba
masivamente el ladrillo y los pilares de hierro fundido. La primera fábrica sin ninguna parte de madera
se levantó en Ditherington (cercanías de Shrewsbury) en 1796-1797 (Ditherington Flax Mill).6 El
modelo de fábrica inglesa del siglo XIX era el de una estructura de vigas y pilares de fundición con
muros y bóvedas de ladrillo. También se utilizó masivamente la fundición para la implantación del
mobiliario urbano en las ciudades planificadas con criterios higienistas propios del siglo XIX, con
ejemplos que se convirtieron en emblemáticos: en Madrid las farolas fernandinas (1832), o en París las
fuentes Wallace (1870), las columnas Morris7 (1868) o los edículos Guimard8 (de estilo art nouveau, en
las bocas del Metro -Hector Guimard, 1900-). Todo tipo de motivos de ferretería arquitectónica,9 cuyo
origen puede rastrearse en Inglaterra al menos desde 1734, comenzaron a aplicarse masivamente a
mediados del siglo XIX en todo tipo de construcciones (dado el abaratamiento de su coste), imponiendo
una estética ecléctica, popular o kitsch y unos acabados uniformes que deploraban los que añoraban el
trabajo manual artesanal (William Morris, John Ruskin).
La arquitectura cuenta con diferentes tecnologías que pueden darse aisladas o bien combinadas. Como
decíamos antes, existe una arquitectura en madera, posiblemente una de las más antiguas, con una gran
variedad de envigados, entramados y armaduras de cubierta, de la que tenemos muy buenos ejemplos en
las construcciones orientales, en los templos chinos y japoneses de múltiples pisos; la textil, con el uso de
cuerdas, estores, alfombras y entoldados; la de tapia, de fango o tierra sin cocer; la latericia o de piezas de
alfarería, como el ladrillo, con estructuras típicas como son los arcos, las bóvedas, los tabiques, etc. que dio
lugar a las magníficas construcciones del Próximo Oriente, donde nació el sistema de construcción
abovedado; la pétrea, una de las más comunes en Occidente y tal vez la más conocida por nosotros, con
sus diversos aparejos y su estereotomía; la metálica, de fundición, laminados o planchas, con sus sistemas
de entramados y, entre las más modernas, la de hormigón, con toda una tecnología derivada de los
encofrados, y la de plástico.
Los instrumentos o herramientas a utilizar en cada momento dependerán, obviamente, de la técnica
constructiva a la que tengan que auxiliar y por ser demasiado prolija aquí su enumeración, haremos
mención de algunos de ellos al tratar de los correspondientes materiales.
Al comenzar este texto nos hemos referido a la preponderancia de los aspectos materiales y técnicos en la
arquitectura. El material es una condición de existencia para todas las artes plásticas, si bien hay que
señalar que, aun cuando es una condición necesaria, no es suficiente. El arquitecto, el artista puede elegir
el material pero en ningún caso puede inventarlo; como dice René Berger, «La intervención del artista no
alcanza a la naturaleza del material, sino al uso que hace de él.
El material es considerado en función de su utilidad y esto deriva de las
cualidades que aquél ofrece: plasticidad o propiedad de la materia que
le permite adoptar una forma y conservarla, y resistencia u oposición
activa del material a la acción del artista. El grado de plasticidad y el de
resistencia varían de un material a otro. Así, por ejemplo, la resistencia
de la madera es menor que la del mármol. Decimos de esta resistencia
que es activa desde el momento en que manifiesta sus virtudes y, en
cierta medida, impone su carácter al artista. De este modo, artista y
materia —aquello a través de lo cual la forma se hace sensible— son
artífices protagonistas en un grado de igualdad. Podemos hablar
también de una cierta «simpatía» de los materiales o de cómo actúan
sobre nosotros y nos transmiten estados de ánimo diferentes; así
decimos que la madera es cálida y que el mármol es frío. En cualquier
caso, en el arte y, en consecuencia, en la arquitectura, la materia no
queda reducida a ser únicamente el soporte de una determinada forma.
Potente y dócil a la vez, ofrece al artífice sus características para que,
atendiendo a ellas, extraiga sus mejores posibilidades en su obra,
siendo un factor básico a tener en cuenta al analizar aquélla.
El material arquitectónico cumple dos funciones: la constructiva y la
ornamental. Tradicionalmente estas funciones han ido ligadas a la
habitual clasificación de los materiales en «nobles» (mármol,
madera…), que pueden ir vistos, que no precisan revestimiento que los
oculte, y los «pobres» (ladrillo, hormigón…) que, a lo largo de la historia
del arte, encontramos repetidamente camuflados bajo capas de estuco,
mosaicos, ladrillos vidriados o placados de piedra.
Los materiales constructivos pueden ser clasificados según su origen.
Así tenemos: 1. Materiales pétreos naturales (piedras de todo tipo); 2.
Materiales pétreos artificiales (piedra artificial, cerámicas, vidrios…); 3.
Materiales aglomerantes (cales y cementos) y aglomerados
(hormigones); 4. Materiales metálicos (hierro, acero…); 5. Materiales
orgánicos (madera, corcho…); 6. Materiales plásticos.
En la técnica moderna, las virtudes del hierro laminado en los más diversos perfiles, permiten
emplearlo con ventaja en vigas y columnas, para ahorrar a las paredes el esfuerzo de transmitir al
suelo las cargas. Esqueletos de hierro embebidos en los muros facilitan en las construcciones
comunes el menor espesor de éstos, con mayor aprovechamiento del terreno; y grandes arquerías
articuladas como charnelas para responder a los efectos de la dilatación y soportando cubiertas
vidriadas han resultado inapreciables para cubrir los andenes de las estaciones ferroviarias. Pero
últimamente la técnica constructiva fundada en el uso del hierro, ha sido superada con el hormigón
armado. Dilatando o contrayendo en la misma longitud el cemento y el hierro bajo las alternativas de
la temperatura, este procedimiento ha sacado singular partido de tal circunstancia. Asociados ambos
materiales con innegables ventajas constructivas, el cemento soporta los efectos de la compresión y
el hierro los de la tracción, a la vez que ayuda al primero a resistir los esfuerzos cortantes. Y aunque,
además, ofrece la ventaja de no oxidarse el hierro cubierto por el hormigón, tiene esta técnica una
contraparte que radica en la necesidad de moldes de madera (encofrados), para incorporar dicho
hormigón hasta el momento de su endurecimiento. Considerables han resultado las ventajas en esta
invención. Es útil en las construcciones antisísmicas, destinadas a prevenir los efectos de los
terremotos; permite cubrir grandes superficies prescindiendo de columnas; y su último progreso
estriba en la posibilidad de ejecutar bóvedas y cúpulas livianas denominadas a cascarón.
Como Arquitecto es necesario tomar conciencia del pasado racionalmente considerado como precedente.
La arquitectura es un testimonio que nos permite aproximarnos a épocas remotas y nos habla de sus
formas de vida, usos y costumbres que prevalecieron en ellas. Examinar la arquitectura antigua no es con
la idea de copiar sus formas, sino con la esperanza de enriquecer ampliamente nuevas sensibilidades que
son producto de nuestros días. La arquitectura no se puede juzgar como si fuese escultura o pintura, de
modo externo y superficial, como puros fenómenos plásticos, ya que ésta responde a las exigencias de
diversa naturaleza que al describir su desarrollo equivale a exponer la historia de la civilización. ―En el
proceso proyectual, y a todos aquellos aspectos poco dominantes pero existentes que forman parte de la
experiencia de cada uno de nosotros, es de gran importancia la ―rêverie‖. La tipología como estrategia de
substracción, reducción cuantitativa, ausencia programada de todo lo que es irrepetible y único; — la
tipología como fenómeno clasificador que a través de su propio nacimiento atestigua la ya perdida
concepción unitaria del hecho urbano, que era verificable antes de su aparición. La especialización
tipológica realizada a partir de la Ilustración, introduce el principio de la separación por partes del conjunto
urbano.‖ Hablar de tipologías es hablar de procesos de análisis e interpretación, en donde la Hermenéutica
se convierte en herramienta básica para la descripción de la arquitectura, y el Análisis, marca las pautas,
descompone el objeto para confirmar o desconformar la interpretación, no existe análisis a secas, es una
mera aproximación de la interpretación. ―La tipología, al igual que la iconografía del arte figurativo,
constituye un factor ciertamente no determinante, pero siempre presente, de manera más o menos
manifiesta, en el proceso artístico. El valor y la función de los tipos son las que explican las formas
arquitectónicas en relación a un simbolismo.‖ Al igual que el lenguaje, las formas arquitectónicas tienen
significados connotativos, valores asociados y un contenido simbólico sujetos a una interpretación cultural
e individual que puede variar con el tiempo. Así, la arquitectura es la cristalización de tendencias de cada
época, el espíritu humano, el sentimiento por su forma, la voluntad y la moral por la utilidad y la ciencia por
la técnica; es la creación de espacios estéticos en respuesta a necesidades materiales y espirituales del
hombre. ―Hacer homogéneos Cultura arquitectónica y orden social: Intento imponente y muy significativo,
el pensamiento neoconservador alienta la ilusión de escapar mediante la fundación de sus instrumentos en
el pasado de una tradición de orden, de jerarquías y de contrastes.‖
Es importante tener conciencia del contexto, aprender a descubrir, comprender e interpretar los
modelos de referencia propios. El territorio histórico a partir de sus componentes, es un recurso de
referencias y sugerencias a la definición de nuevos elementos de acuerdo a las necesidades actuales o
nuevas exigencias sociales. Desde este contexto la historia no solo marca una identificación de hechos,
sirve para la identificación o tendencias de propuestas de intervención de acuerdo a problemáticas
actuales.
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