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O B R A S C O M P L E T A S
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E M I L I A P A R D O B A Z N
TOMO IX
DE MI T I E R R A
N m - A u t o r
I S m . p r o c e d e n z a
p r e c i o
p e c f o -
c W s e
E S P R O P I E D A D
C A P I L L A A L F O N S I N A
BIBLIOTECA u - RABIA,
. A . K . L :
U O T E C A H > .ni a
F O ^ O O R I C A R D O
GGsAURBIAS
AecSTlM AVRIAL.Imp. de l a Comp. de Impresores y L i b r e r o s , San Bernardo, ttitm. 92.Telfono niu. a,014,
PRLOGO
Comptiese este libro de elementos diversos,
unificados por la nota comn de referirse au-
tores, libros, monumentos y paisajes de mi tierra:
en las pginas que hoy salen luz resuma el
acento apasionado y asoma el tierno inters que
inspiran las cosas familiares, rio el riguroso an-
lisis critico. Que me arroje la primera piedra el
escritor ajeno flaquezas tan disculpables, exen-
to de piedad y amor por el pedazo de Espaa
donde haya nacido.
Parte del texto que ofrezco al pblico tiene su
historia, y la referir en breves palabras. Al mo-
rir el insigne poeta regional que se llam Rosa-
la Castro, la Sociedad Liceo de Artesanos de la
Corua, cot la oportunidad y el instinto civiliza-
dor que tatito la enaltecen, dispuso cotisagrarle
una velada, y no de esas que se encuentran por
ah la vuelta de cada Circulo, sitio llamando
VIH PRLOGO
nada me,ios que Castelar,para que con los \s-
maltes y bordados riqusimos de su arrebatadora
palabra ciese la corona de laurel al busto de la
Musa. Castelar, que profesa ntimo afecto Ga-
hcia, acudi al llamamiento y cumpli como l
sabe y puede; m me cupo la honra de presidir
el acto y abrirlo con un discurso, mi primer lec-
tura pblica. Manifest la Sociedad su propsito
de imprimirlo, juntamente con la oracin del
gran tribuno, otra del Sr. Carracido, y las poe-
sas premiadas en el Certamen; di los pasos
conducentes al efecto; mas tuvo la mala suerte de
que el impresor elegido en Madrid extraviase
bastantes cuartillas del original de Castelar, y
despus quebrase, sin siquiera haber principiado
la edicin. Resultando de todo ello largas dila-
ciones y pequeas pero reiteradas dificultades,
me determin recoger mi discurso para editar-
lo yo misma, sin otro fin que el de ganar tiempo,
satisfacer la benvola curiosidad de mis amigos
y evitar que la publicacin pareciese excesiva-
mente trasnochada. Rota la unidad moral del
libro de la velada por la falta del texto de
Castelar, comprend que ya estaba fuera de sa-
zn el imprimir colectivamente; sin que de estas
circunstancias fortuitas resulte nada que pueda
amenguar el mrito contrado por la Sociedad de
Artesanos, cuyo decoro quiero dejar en su punto,
ya que en cierta manera es el mo propio, pues he
PRLOGO IX
sido investida perpetuidad con el caigo de Pre-
sidente honoraria de tan ilustrado importante
Centro.
Me dispona realizar la tirada del discurso
en la Corte, aadindole otros originales que con-
cordasen bien con l y formasen cuerpo de libro
(pues aborrezco los folletitos semejantes obleas,
que no hay forma de encuadernar y en todas las
bibliotecas estorban) cuando, con ocasin de mis
lecturas ai el Ateneo de Madrid, la Diputacin
provincial de mi pueblo acord por unanimidad
tributarme una muestra de simpata imprimien-
do el discurso. Aceptado con gratitud el espont-
neo y carioso obsequio, la edicin se demor ms,
naturalmente, porque el volumen haba de im-
primirse en la misma Corua, donde no sobran
recursos tipogrficos, y era necesario allegarlos y
aguardar que viniesen de fuera. Por estas ra-
zones ha tardado tanto el discurso sobre la POESA,
REGIONAL GALLEGA en hacer gemir los trculos-
pues burla burlando, van corridos dos aos y me,
dio desde que lo le.
Apesar del tiempo transcurrido, que nunca pa-
sa sin ensear noticias, ensanchar conocimientos,
rectificar juicios y mitigar condenas, no juzgo l-
cito variar ni una sola palabra de la lectura,
pues el discurso representa mi sentir en el punto
y hora en que lo pronuncii, y los que lo escucha-
ron tienen derecho leerlo intacto y sin arreglos
X PRLOGO
postumos. La noche de la lectura qued el ori-
ginal depositado en la Secretara del Liceo, y
*copia conforme de aqul original son las cuarti-
llas que ahora reproducirn las prensas.
Lo mismo advierto del discurso sobre FEIJO
Y S SIGLO, ledo en el Certamen de Orense. Va
tal cual reson all, sin ms diferencia que in-
cluir los pasajes por brevedad suprimidos. Y
guisa de vieta ilustracin de ambos discur-
sos, he agregado unos juguetes sobre los poetas
del dialecto, unos bocetos rpidos de la hermosa
tierra donde radica el solar del sabio benedictino.
Merced la curiosidad que hoy inspiran las
literaturas regionales, el florecimiento de los dia-
l e c t o s y la vida provincial, por este impulso de
descentralizacin que, contenido en sus justos l-
mites, es recto y sano, quizs posean algn atrac-
tivo para el lector espaol los folios de esta
obrilla.
Ojal sirvan tambin para difundir ms y
ms la opinin equitativa que de Galicia se va
formando, y para infundir Galicia mayor
conciencia de sus peculiares aptitudes y del senti-
do de su vida intelectual y literaria.
E M I L I A P A R D O BAZN*.
La Coruna, Febrero 15 de i888 r
L A P O E S A R E G I O N A L G A L L E G A
Discurso presidencial leido en la velada que para honrar la
memoria de Rosala Castro ha celebrado el Liceo de Artesa/ios
de. la Corulla, el da 2 de Setiembre de i8Sj.
N o es posible dudar que la literatura gallega,
no ahogarla en su adolescencia acontecimientos
y vicisitudes polticas,, hubiera sido lo que fu la
de Portugal, en la cual hay que ver el cumplido
desarrollo de un germen galaico; y esta gloria
que Galicia reclama, no la funda en que el ma-
yor y ms excelso poeta lusitano,el tuerto
ilustre colocado por los portugueses -la cabeza
de su literatura, all donde los espaoles pone-
mos al manco inmortal,haya sido de origen y
solar gallego (13); sino que la basa en razones
ms serias y cientficas; en la evidente prioridad
demostrada, aparte de otros documentos ms
aejos,, por la existencia de las Cantigas alfonsi-
nas, libro de versos gallegos escrito antes que
Portugal poseyese monumento alguno de su li-
teratura arcica.
Fueron el idioma portugus y el gallego, se-
gn todas las probabilidades, una misma cosa
hasta el siglo xv; y por lo tanto, el desarrollo
actual de aqul revela lo que pudo ste dar de
s. Fuerza es reconocer que al portugus le fal-
ta la amplitud, nobleza, entereza, valiente mus-
culatura y sana complexin del castellano, ofre-
ciendo solamente en recompensa una mimosa
molicie, una modulacin variada y expresiva, y
cierto humorismo irnico que distingue tam-
bin al gallego. Es el portugus menos opaco,
ms resonante y metlico que nuestro dialecto;
diriase que el oxgeno de la vibradora atmsfera
indiana, el salitre de las olas, las emanaciones
de la flora brasilea, han prestado la lengua
de Portugal color y sonido. Salva esta diferen-
cia, fruto de elementos histricos, en el idioma
de Almeida Garrett puede Galicia ver reflejada
la evolucin probable del suyo.
Cuando despus de cuatro siglos de absoluto
silencio se oy de nuevo en Galicia la voz de la
poesa regional, debi de resonar extraamente,
como en un recinto vaco (14). Si algn pueblo
vivi sin letras, ese fu Galicia desde el siglo x v
al xix: aparte honrosas cuanto escasas excep-
ciones, el suelo gallego se mostr estril para la
literatura nacional, cuya historia, en su edad de
oro, casi puede escribirse sin nombrar estas
comarcas. Durante la decadencia del siglo xvm,
Galicia produjo al atleta Feijo, figura importan-
tsima que representa al pensamiento regional
en lo que tiene de reflexivo, de sensatamente
critico, de firme y sosegado en la investigacin;
pero Feijo vale y se cuenta como pensador, no
como artista. Por mucho que nos duela reco-
nocerlo, no brotaron en nuestro territorio ni los
desbordados torrentes y las irisadas cataratas del
teatro nacional, ni las ondas de oro de la nove-
la, ni los arroyos de floridas mrgenes de la
poesa, ni el vasto rio de leche y miel que mana
la boca de los msticos hispanos: como si la len-
gua castellana, aceptada, nunca asimilada, no
pudiese producir aqui sazonados frutos, cual en
otras regiones. Quin sabe si de esta infecun-
didad literaria se habr engendrado la injusta
preocupacin contra la raza gallega, preocupa-
cin que va disipndose, pero que fu general
en Espaa y extensiva Portugal y las Am-
ricas todas, donde el nombre d gallego secas
es todava una injuria!
La plyade de poetas gallegos que casi
la vez empez cantar mediados del siglo,
haba sido precedida por el cura de Fruirne,
musa un tanto ramplona y prosica, aunque
no exenta de gracejo, que abri el camino
de la vindicacin del suelo gallego hecha por
sus vates, defendiendo calurosamente "al pas
de acusaciones desdeosas y extendindose en
alabar su desconocida fertilidad y hermosura.
De la primera generacin, que floreci all por
los aos de 1850 1860, slo quedan composi-
ciones sueltas, que no se han coleccionado sino
en algn folletn de peridico en alguna mis-
celnea, como la titulada lbum de la Caridad
(15). Aon, los tres Caminos, Pondal, Pintos,
Turnes, los dos hermanos Iglesia, Marcial Va-
lladares, Jos Prez Ballesteros, Juan Gmez del
Ferrol, y otros varios que alargaran con exceso
la lista, se cuentan entre los adalides de esa
poca primera. A Aon suele llamrsele el pa-
triarca, y es sin duda el ms conocido y cele-
brado. Su vena fluye muy desigual, y quedan de
l versos de calidad nfima; ms cuando acierta,
es imposible no deleitarse con su gracia humo-
rstica, su destreza en remedar el candor aldea-
no, su intuicin del carcter del pas, la diverti-
dsima fanfarronera de los dos guapos de su
Magosto, la cmica supersticin del hroe de su
Pantasma. En sus Re cor dos da infancia es en-
cantador el cuadro de los dos inocentes aman-
tes, Pablo y Virginia de nuestras montaas, y
parece que vemos la vieta idlica, el rapaz pa-
sando en brazos la rapaza para que no moje
en el arroyo sus delicados pies blancos como la
nieve (16). Alberto Camino, sealado entre los
tres poetas que llevan su apellido, gan ms
aplauso por sus dos elegas O desconsolo y Nay
chorosa, que por composiciones en mi entender
superiores, populares y francas como el romance
descriptivo A foliada de San Joan, A Bldrica
y Repique (17).
En cuanto Pondal, una sola poesa, pero no
muy inferior las ms hermosas baladas germ-
nicas y digna de competir victoriosamente con
el famoso romance de Gngora en que parece
inspirada, A campana d' Anllons, ha perpetuado
su nombre en los fastos de la literatura regional:
y cierto que difcilmente podr el dialecto, con
sus naturales recursos, producir cosa ms bella
que aquel hondo lamento, donde rebosa toda
la tristeza septentrional, ni evocar ms rpida-
mente y con mayor intensidad el paisaje que en
las breves estrofas dnde la luna se pone detrs
del pinar, fra como la ausencia y melanclica
como el destierro (18).
En gnero bien distinto, oigamos Turnes,
Pintos, Juan Gmez del Ferrol, que nos re-
ferirn, sin la menor pretensin acadmica, co-
piando fidelsimamente el lenguaje y el pensar
de los aldeanos, los pequeos infortunios del
pas, los sufrimientos del labriego abrumado de
contribuciones y trabucos, los amaos electora-
les, los trueques de papeletas en las votaciones,
la odisea del infeliz pleiteante, asendereado y
exprimido por curiales, escribanos y procurado-
res, la desdicha de las mujeres quienes ja mar-
cha dlos varones Cdiz y Montevideo deja solas
labrando el campo; miserias mezquinas, dolores
que no comprende el rico y que oprimen el co-
razn del pobre como podra hacerlo la mayor
tragedia, al par que basta la humilde cosecha de
los birbirichos, desparramados por Dios manos
llenas en los largos arenales, para devolver al
desheredado de la tierra su alegra y para que
bendiga la Providencia que le previene tan sen-
cillo alimento. Lo que hace atractivos poetas
de bajo vuelo como Pintos, es cabalmente la
simpata por las penas y felicidades oscuras que
son, sin embargo, felicidades y penas humanas.
Y Pintos no lo ignora, y lo declara al comenzar
el poema de los birbirichos: algunosviene
decir en fcil y llano romance gallegocantan
cosas altas y remotas, y mil antiguallas, des-
deando lo que tenemos cerca Por eso mi
me ha dado la gana de consagrar esta poesa
unos bichos metidos en unas conchitas, sembra-
dos por la arena, y despreciados de mucha
gente (19).
Y a contaba el renacimiento con estos poetas
de tan variado estro cuando apareci el primer
volumen completo 'de poesas gallegas; los
Cantares de Rosala, que la autora declaraba
inspirados por los de Antonio de Trueba. En el
libro de Rosala Castro, cada copla de las ms
conocidas en el pas vena parafraseada, dando
asunto una larga composicin donde se des-
arrollaba el pensamiento del cantar: parfrasis
tan llena de naturalidad, que veces no se per-
cibe la soldadura entre el pensamiento del pue-
blo y el del poeta, sucediendo ya en el da, poco
ms de veinte aos despus de publicada la obra,
que la copla popular corre atribuida Rosala,
mientras los versos de sta suelen tomarse por
populares. Mediante tan raro mrito, es el libro
de los Cantares lo mejor que Rosala lia produ-
cido," y lo ms sincero de la poesa gallega; lo
que ms copia la fisonoma tradicional y pinto-
resca de nuestro pas (20); pues si en tos Canta-
res no existe ninguna composicin que pueda
eclipsar, por ejemplo, la Campana
por eso aqu las poesas gallegas que gustan y se
aprenden de memoria, no son las que alardean
de hondas y cultas, en que el poeta trata de
tender el vuelo por los anchos espacios donde
se ciernen los Pndaros, Herreras y Quintanas,
sino las que brotan, sin estudiado alio, del vivo
manantial popular. As nos paramos embebecidos
escuchar la pastoril avena de Rosala, con-
templar como entreteje manzanilla y amapolas
en torno del viejo roble drudico.
L o que ha de conservar en Rosala eterno
frescorcomo esas yerbas que todos los aos,
la vspera de San Juan, echamos serenar en
agua y nos producen la ilusin de que no existe
el invierno y slo remanece la primavera ger-
minal y amorosason las glogas sencillas y
robustas la vez, donde parece que respiramos
el prolfico aroma de la tierra removida; la p-
gina de amor del Romeo y Julieta campesinos,
que no acaban de despedirse por ms que los
gallos han cantado anunciando el da; la oracin
de la moza soltera San Antonio bendito, pi-
dindole con mucha necesidad un hombre, aun-
que sea tamao como un grano de maz; los
terrores supersticiosos de la aldeana que ve al
fatdico moncho al lado de la fuente de la Virgen,
cerquita del cementerio, mirndola de hito en
hito con sus ojos encendidos como brasas; la
desterrada que pide los aires de su pas que la
lleven all, porque se va quedando descolorida
y morena como una mora, como si chuponas
brujas le bebiesen la sangre; la pobre madre de
familia rodeada de su pollada de criaturas, la-
vndolas, dicindoles los requiebros sublimes
que slo las madres saben discurrir, pero lamen-
tndose al mismo tiempo de que los higos estn
duros, de que el gato y el perro le roban la co-
mida, de que las gallinas del vecino se cuelan en
su corral vivir de prestado; la socarrona vieja
mendiga, sorda de conveniencia, que fingiendo
humildad sabe coger el mejor sitio y apartar la
mayor tajada en-la fiesta nocturna de los ricos
montaeses. Esto, las romeras con tan gayo
colorido pintadas, la alborada cuyas notas breves
y regocijadsimas parecen gorjeos con que las
aves saludan la aurora, la cmica silueta del
gaitero, Tenorio engaador de nenas, y otras
mil cosas no menos genuinas y gallegas, son, lo
repito, la sal sabrosa, la miel de panal nuevo que
los versos de Rosala destilan.
Porque, si no puede negarse que nuestra re-
gin es melanclica en general, como es nublado
muchos das del ao nuestro cielo, tambin im-
porta reconocer que la tristeza del pueblo galico
es resignada, sin tocar en sombra ni ttrica,
cual la de ciertos paises del Norte. Es verdad
que sentara mal nuestros poetas repetir la
cancin de sus hermanos de Provenza, que ex-
claman brindando: El nio ama. su madre y
el pjaro su nido: nuestro cielo azul y nuestra
tierra son el paraso para nosotros: amigos to-
dos, paisanos y libres, nos place el pas, y somos
los alegres felibres provenzales. No! El canto
de jbilo y triunfo, que se comprende donde los
azahares embalsaman el aire y la granada abre
su boca de rub, no armoniza bien con esta tie-
rra de maizales y castaos; si los felibres tienen
por emblema la cigarra de oro, cantora del esto,
los poetas gallegos les convendra mejor por di-
visa alguna plida flor de otoo; no obstante, aun
careciendo de la expansiva alegra propia de las
comarcas del sol, no le faltan al aldeano gallego,
en medio de sus escaseces y dolores, al encor-
varse sobre el duro terrn, al calentarse junto
al miserable lar, frases de una filosofa irnica y
risuea con que templa las amarguras y divierte
los trabajos. Galicia es madre pobre, pero "no
inclemente; el clima, benigno como pocos, no
tiene .inviernos de nieve, ni veranos de asolado-
ra langosta; la pesada lluvia que inunda sus cam-
pias, se trueca, la primer j-ayola, en red de
diamantes brillando sobre la yerba; todo aqu
propende, ms que desesperaciones, tiernas
melancolas; y para que un poeta gallego pueda
exhalar gemido tan desgarrador como A cam-
pana dt Anllons, .es preciso que est en los cala-
bozos de Orn, arrastrando una cadena de hierro.
Por eso Rosala traduce maravilla el alma del pas cuando se mantiene en el tono apacible de los Cantares.
De los Cantares procede la segunda poca del
renacimiento gallego, la segunda generacin de
poetas. Nadie ignora aqu sus nombres. Curros
Enrquez es el ms alabado, y aun descartando
del extraordinario xito de sus Aires da mia
trra los elementos extraos la literatura, los
aplausos tributados exclusivamente al demcrata
revolucionario, queda en el nico libro de ver-
sos gallegos de Curros mucho que elogiar, sobre
todo la incomparable leyenda A Virxe d' Cris-
tal, modelo en su gnero, las primorosas des-
cripciones de Unha boda en Einib y O gueitei-
ro, la pattica queja de su Ayl y la dramtica
creacin de sus Cartas (21). Valentn Lamas Car-
bajal domina otra cuerda: poeta-hembra en el
buen sentido de la frase, menos correcto, pero
ms dulce y conmovedor, ms regional, la grata
tristeza que respiran sus versos slo puede defi-
nirse con una encantadora palabra luso-galica,
diciendo que estn llenos de saudade (22). Otros
muchos cantores merecen expresa mencin, ya
por colecciones de versos, ya por composiciones
sueltas; y es curiosa la diversidad que en ellos
se nota, aun cuando primera vista parezcan se-
mejantes. Distnguense las poesas de Benito
Losada por su color picaresco que veces raya
en ertico y ovidiano;los romances de Andrs
Muruais copian la rudeza y simplicidad de la
gente aldeana, sin atenuar en nada la pintura,
sin velar la grosera del instinto; Pondal, en esta
segunda poca, introduce un elemento de celti-
cismo prehistrico, soado en aquella tierra pri-
mitiva de los brigantes, Bergantios, con algu-
nos matices que recuerdan la escuela del falso
Osin; Ballesteros y Francisco Mara de la Igle-
sia atienden ante todo los intereses de la filo-
loga, prestando servicios al idioma con la bs-
queda y desentierre de palabras ignoradas
escondidas ya entre el humus del campo; Mos-
quera realiza la empresa de traducir con fortuna
al dialecto una de las mejores odas del ms cl-
sico poeta latino, Horacio; Saco y Arce cultiva
la poesa religiosa; Barcia presenta un lindo en-
sayo de poesa descriptiva en O arco da ve/la; y
sera cuento de nunca acabar si estudisemos
la fisonoma caracterstica, aunque en breve es-
pacio revelada, de tantos como en el da riman
en gallego (23). No de otra suerte, de un instru-
mento mismo, arranca el artista infinitas melo-
das diferentes todas.
Mas si cada poeta, ayudado por la virginidad
que ha recobrado el idioma con tan largo perodo
de inaccin literaria, va conquistando su terreno
propio, hay entre todos ellos un lazo comn,
poderoso en extremo, que constijye el fondo,
el espritu informante por decirlo as de la poe-
sa regional. Para desentraarlo, es preciso tocar
una cuestin delicada: no la rehuyamos, por-
que entonces no conoceramos sino la parte ex-
terna y formal del renacimiento potico gallego,
desatendiendo lo que en l late, lo ms ntimo,
lo que da su verdadera explicacin.
Cuando un pas tiene contra s la fortuna y,
como Galicia, se ve primero relegado puesto
secundario, casi anulado despus, al paso que
aumenta su desdicha, suele crecer tambin en
apasionada intensidad, hasta rayar en fanatismo,
el amor que sus hijos infunde. Hungra, Gre-
cia, Polonia son ejemplo de naciones desventu-
radas y doblemente queridas por lo mismo, pues
la ternura va al doloj como los ros al mar. Este
sentimiento de exaltado cario hacia el suelo
natal,complicado con la enfermedad afectiva
que se conoce por nostalgia, privacin de aire
que acaba por asfixiarnos cuando no respiramos
la atmsfera de los lugares donde vive nuestro
coraznes ms profundo en los pueblos de
raza cltica, esa rama del nobilsimo tronco aria-
no, cuya condicin parece tan sedentaria, como
son inmviles y permanentes sus colosales dl-
menes de piedra. En los celtas de origen, el na-
tural apego al pas presenta caractres morbosos,
es un mal fsico del cual se muere; la misma
morria que en los quintos gallegos disipa como
DE MI TIERRA
por magia el sonido de la gaita y del tamboril,
los reclutas bretones la curan con su otra gaita,
la cornemuse. que en sus notas les trae rfagas
de brisas del Ocano y olor de retamas floreci-
das. Y cuanto ms pobre es el suelo natal y ms
dura la vida en l, ms difcil el trasplante del
arbusto humano, mayor la languidez que le con-
sume al no posar sus races en la pea donde
naci. El italiano deja sin gran esfuerzo su re-
gin paradisiaca, pero el lapn y el finlands no
abandonan jams impunemente su lbrega ca-
baa y su clima de hielo. Preguntad al gallego
enriquecido en Amrica cual es su sueo dora-
do, y os responder que volver la terrina, com-
prar peso de oro un trozo de ella para poseerla
mejor, y morir en su seno, como la amante fiel
de la leyenda sobre el cuerpo de su amador di-
funto.
A este sentimiento incontrastable de apego
al rincn natal, se mezcla, en las provincias
maltratadas por la suerte, un grmen de ren-
cor, modo de agria levadura que fermenta
contra las provincias dominadoras y puestas la
cabeza del Estado. Los agravios regionales se
exhalan en amargas invectivas, en palabras de
odio contra las dems provincias primero, final-
mente contra la nacin que de ellas se compo-
ne. Hay ms todava: la nocin de patria llega
subvertirse, y los regionalistas de buena fe la
reducen las fronteras de su regin, y aun hay
quien la circunscribe una localidad ..determi-,
nada.
Si esta tendencia exista ya antes del renaci-
miento de las- literaturas regionales, al menos
no haba .sido formulada explcitamente, no ha- *
ba encontrado voz para expresarse; desde que
ellas resurgieron, oyse el grito de protesta, ms
menos vibrante, en varios puntos, y especial-
mente en Catalua. Recordando sta antiguos
combates, y sintiendo resonar aun en. el alma
los caonazos con que Felipe V enterr sus pri-
vilegios bajo las humeantes murallas de Barce-
na, no falt quien, en el lenguaje de la morta-
-oiva, arrojase Castilla reto terrible. Quizs
ningn poeta cataln lo ha pronunciado con tan-
ta energa como Francesch Pelay Briz, en aque-
lla su clebre cancin de los Cuatre pas de
sanch (Las cuatro barras de sangre). Ah Cas-
tilla castellana! dice el estribillo de la poesa,
por qu te habremos conocido! Y la ltima
estrofa aade en son de amenaza: Si no nos
resta ya ms que una de nuestras cuatro barras
de sangre, t lo debemos, reino de los castillos
y de los hambrientos leones: pero ah Castilla
castellana! ay de t, si rompes la cuarta barra de
sangre! (24)
Pues bien: si no me engao en las fechas,
poco antes de que Pelay Briz invectivase as
5 8 DE M T E R R A
Castilla, hacalo en trminos parecidos Rosala
Castro: slo que cada poeta conserva, aunque
impulsado por el mismo sentimiento, el distinto
carcter de sus literaturas: lo que lamenta Pelay
Briz es la mengua del pendn de las barras, bla-
sn heroico de su pas; lo que gime la cantora
gallega es el espectculo de los aldeanos regre-
sando exhaustos y moribundos de la dura labor
de la siega en las ridas llanuras castellanas,
donde en vez de pan les dieron jaramagos y en
vez de bebida hil. Quien no recuerda aquellos
apstrofes:
Castellanos de Castilla, tendes corazn de ferro
Solo hai para min, Castilla, a mala ley que che teo!
Por eso en otra composicin, respondiendo
la Gaita gallega de Ruz Aguilera, exclamaba:
Prob Galicia, non debes chamarte nunca espaola
Galicia, ti non tes patria, ' ti vives no mundo soya.
N o sera difcil multiplicar ejemplos del mis-
mo modo de sentir, ya descubierto, ya laten-
te, en muchos poetas, y aun en los escritores
de asuntos regionales que han empleado la len-
gua castellana; y claro est que si estas quejas
no son mero juego retrico; si, como es de creer,
expresan una aspiracin sincera, contenida en
el movimiento intelectual de Galicia, tenemos
que reconocer que el renacimiento lleva en s
un germen de separatismo, germen poco desa-
rrollado todava, pero cuya presencia es imposi-
ble negar, y que acaso sea el nico fruto poltico
y social de este florecimiento potico. Qu otra
cosa significa la frecuente confusin del con-
cepto de patria con el de tierra regin nativa,
confusin que aqu se repite tan menudo en el
lenguaje hablado y escrito!
Galicia no es sino la tierra, algo ntimo y
dulce, algo quizs ms caro al corazn, ms ne-
cesario para la vida que la misma patria: pero la
patria representa una idea ms alta aun, y la
patria, para los espaoles todos, donde quiera
que hayan nacido, desde la zona tropical hasta
el apartado cabo de Finisterre, es Espaa, invio-
lable en su unidad, santa en sus derechos.
Conviene decir que el mal del separatismo es
por ahora bien leve en Galicia; que este pueblo,
prctico y serio en medio de su misma postra-
cin, no ha dado la menor seal de que le cruce
por las mientes tan peligrosa utopa, la cual, por
hoy, slo se ha manifestado tmidamente en la
serena esfera del arte, siendo recogida por algn
poltico de sistema, como el sabio P y Margall,
que reconoce en las literaturas regionales el
signo de una idea preconizada por l i d e a que
DE MI TIERRA
ya origin la patria graves daos y aun puede j
ocasionrselos mayores.Y justo es aadir tam- ;
bin, en descargo de los poetas gallegos, que si .
el crimen de concebir ni aun remotamente la ;
divisin de la patria pudiese alguna vez tener -
disculpa, la tendra en Galicia. Quejarnse Ca-
talua, las Vascongadas y Aragn de la prdida
de sus privilegios, fueros, exenciones inmuni-
dades; mas su misma queja prueba que alguna
vez las poseyeron, mientras nuestras provincias
han sentido, desde tiempo inmemorial, pesar
sobre sus hombros la ley comn, sin un solo
momento de alivio, ni la proteccin que reque-
ra su pobreza y las calamidades que alguna
vez las desolaron. Ellas, siempre sufridas, siempre apacibles, -
siempre fuertes para llevar la carga, han contri-
buido sin murmurar con hojnbres y dinero, han
tenido disposicin de la madre comn esfuer-
zo, hierro y brazo; por los ros amarillos y rojos,
de'la bandera espaola corre en abundancia oro
y sangre gallega; si la nobleza de Galicia cum-
pli como buena en las guerras de la reconquis-
ta el paisanaje hizo cara al francs en Puente
San Payo, con mocas y hoces; y pesar de esta
limpia hoja de servicios, Galicia no ha sido aten-
dida ni respetada en sus justas pretensiones
como lo fueron provincias ms revoltosas y
malas de contentar. N o nos extrae, pues, la
vehemencia con que la poesa se exalta veces,
llorando la emigracin que diezma, los tributos
onerosos que desangran, la mala administracin
que esquilma, la falta de progreso industrial que
enerva, las calamidades todas que abruman al
pueblo ms valeroso en sufrir de cuantos Espa-
a contiene. Y esperemos que jams llegar
tomar cuerpo tangible ninguna idea contraria
la unidad de la patria, lo cual sera para las lite-
raturas regionales cargo ms grave que el de
romper la del idioma y del pensamiento artstico
nacional (25).
Aun quedara mucho que aadir para esclare-
cer puntos tan compendiosamente reseados; mas
ya he fatigado bastante vuestra atencin y retra-
sado la hora de que resuenen aqu voces ms
elocuentes. Vais escucharlas, y , sobre todo,
oir brotar de unos l-abios umversalmente cle-
bres, cascadas de resplandeciente oratoria, frases
que revestirn de dorada gasa cuanto yo no he
sabido expresar en mi discurso (26). Preparaos
aplaudir el himno armonioso en cuyas estro-
fas resonarn unidos dos nombres que amais
mucho: el de Rosala y el de nuestra tierra.
UNlFErsAD DE NUEVO IOV.
BIBLIOTECA I M V M I U R A
"MFoksq tYES"
~ 1625 MONTERREY, ftSEXfC
H E DICHO.
(o H
N O T A S
w v ,
(1 ) A l u d e al discurso de D. Emilio Castelar, recla-mando la pensin para D. Jos Zorrilla, q u e n o se v o t hasta mucho despus de la lectura de este discurso.
(2) El Liceo de Artesanos de la Corua ha sido funda-do en el ao de 1847, J cuenta en la actualidad 697 so-cios.
(>) P r l o g o las obras completas de D. Jos Mara de Pereda.
(4) El exponer las razones en que se basan estas du-das, pedira ms espacio del que dan unas notas breves y puramente aclaratorias un discurso que por fuerza hu-bo de ser compendiossimo, atendido que se escribi para leerlo en pblico. P o r consiguiente no har ms que in-dicar las principales, y son, en mi c o n c e p t o : i . a L o mucho que complica el estudio y conocimiento de u n a literatura nacional su divisin en varias l e n g u a s . 2 . a L a limitada esfera de accin que corresponde las obras li-teranas cuando slo pueden ser debidamente apreciadas en un territorio circunscrito y dependiente .3. a El ca-rcter arqueolgico de los renacimientos reg ionales . 4-a Su forzoso exclusiv ismo'y condicin en cierto m o d o negat iva .5. a E l impulso inevitable de toda nacionali-dad a extinguir los dialectos y que prevalezca el ms perfecto y general de entre el los, que constituye la len-gua patria. r
(5) L a palabra sajona Folk-lore significa doctrina sa-ber popular, y las Asociaciones l lamadas de Folk-lore, (ins-titucin bastante reciente), se dedican recoger cantos, cuentos, costumbres, tradiciones, leyendas y cuanto se relaciona con el pasado de las diversas comarcas. E n Espaa existen y a Asociac iones de Folk-lore, en Extre-madura, Castilla, Galicia, Andaluca, Vizcaya , Catalua y Puerto-Rico. S in embargo, h o y por h o y , no prosperan visiblemente, ni ejercen el influjo que sera de desear.
(6) El ga l lego pretende, con m u y slido fundamento, ser anterior en su formacin y desarrollo los dems ro-mances lenguas neo-latinas de la Pennsula. D i g o en su formacin y desarrollo, n o en su origen, porque con-sidero probable que la descomposicin del latn empeza-se casi un tiempo mismo en toda la Espaa romanizada, en la cual, sin. exceptuar la misma regin B t i c a c u y a romanizacin fu tan admirable y total ,siempre debi la muchedumbre de hablar con poca pureza y con gran-des alteraciones fonticas el idioma del Lacio. Mas entre esos romances que c o m e n z balbucir tal vez simult-neamente la gente de las diversas regiones peninsulares, n o h a y duda que el primero que t o m cuerpo y se amol-d la cultura literaria fu el gal lego. El castellano, rudo y musculoso, necesit m u c h o ms tiempo para formarse, quizs por la misma causa q u e inf luye en que la puber-tad sea ms pronta en las hembras q u e en los varones, y ms rpido el desarrollo de s u osatura. D e los interesan-tes estudios acerca del idioma gallego, publicados por don Antonio Mara de la Iglesia en El Anunciador, diario de la Corua, en 1883, y hoy coleccionados en tres tomos, resulta que en el siglo v i , San Martn, arzobispo de Bra-ga, envi al tercer Concil io Lucense los Ochenta y cuatro cnones y captulos eclesisticos que haba recopilado y tra-ducido de latn en romance: y piensa el mismo Sr. la Iglesia que este romance fuese el gal lego, que aparece y a completamente formado y bien p o c o distinto del que h o v se habla, en un Foro del monasterio de Arnoya, docu-mento del ao 1.016.
(7) En parte importante de la literatura gal lega, has-ta el da, se ha observado mas bien cierta tendencia imitar Osin y los lricos alemanes, que los moder-nos poetas franceses. Advirtese aquella direccin en Eduardo Ponda!; y aun la imitacin de la escuela de V i c
tor H u g o , en Curros Enriquez, viene al travs de poetas portugueses, c o m o Guerra Junqueiro. C o n todo, de este e lemento erudito de la imitacin extranjera estn libres m u c h o s de nuestros vates regionales.
(8) El lenguaje empleado por los poetas ga l legos di-fiere segn el punto de Galicia en que escriben. T a m b i n es sumamente variable y fluida la ortografa, donde unos quieren que prevalezca el e lemento et imolgico y otros el fontico.
(9) Esta doble afirmacin relativa Catalua y Ga-licia la siento con carcter de hecho general, sin q u e la invaliden excepciones que puedan aducirse en contra.
(10) S a m e permitido nombrar, entre los poetas y novelistas catalanes, dos que m e han sorprendido del m o d o ms grato con sus hermosas producciones: el poeta Francesch Matheu, y el novelista naturalista Nar-cis 011er.
( 11 ) D e M o s n Jascinto Verdagur, m s aun que La Atlntida, con ser esta obra de tanto e m p e o , hay que admirar los /dilis y cants mistichs, librito delicioso, q u e traduce los m s puros y encendidos afectos del alma.
(12) Apenas puede elegirse, entre la gran cantidad d e poesas q u e nos ha legado la escuela culta de los tro-vadores, alguna donde se vislumbren rastros de senti-miento verdadero; n o hablemos y a del carcter nacional que campea en el R o m a n c e r o , verbigracia. L o s versos de Macas, fuerza es confesarlo, carecen de belleza; a lgo ms importante es l a personalidad literaria de Juan Ro-drguez de la Cmara del Padrn, pero ni las fras ale-goras de su prosa, ni las parodias devotas y galantes de sus versos le salvaran del olvido en que yace toda su escuela, n o ser por el inters leyendario de su historia.
(13) L o s C a m o e n s proceden de los C a a m a o s , c u y o solar radica entre Pontevedra y Villagarca, segn Ves-teiro Torres .
(14) El Sr. la Iglesia cita en su Idioma gallego una poesa en dialecto, escrita por V z q u e z de Neira en el ao 1612. N o es imposible que, adems de las coplas populares, se encuentren algunas rimas cultas gal legas de los siglos x v i , x v u y principios del x v u i ; pero consti-tuyen un hecho casual y aislado, que ni aun debe con-siderarse tentativa literaria.
(15) El Album de la Caridad fu impreso en la Co-
runa en 1862, expensas de D. Pascual Lpez Cortn, q u e tambin coste los primeros Juegos florales. Es libro importante porque contiene una especie de A n t o l o g a d e los poetas gal legos que hasta entonces haban escrito y merced l se salvaron de olvido y prdida seur bastantes poesas que andaban diseminadas por la prensa que tal vez estaban destinadas morir inditas.
(16) Las poesas de A n n no han sido coleccionadas que yo sepa, m s que en el folletn de un peridico lla-m a d o El Tambre; pero tan mal impresas y con tales erratas q u e apenas se poda formar idea de su valor
. ( 1 7 ) Las poesas de los hermanos C a m i n o no han sido coleccionadas.
(18) Las. poesas de P o n d a l tardaron m u c h o en co-leccionarse. P o c o s aos h public un tomito, Rumores de los.pinos, y m s tarde otro, Queixumes d'os pinos. A h o r a prepara y corrige minuciosamente un ensavo pico Os Eoas. ' r '
(19) D e Pintos se ha publicado en 1853 La gaita ga-llega^coleccin de poesas h o y m u y difcil de encontrar. D e 1 rnes y dems poetas que cito en este prrafo, n o se ha publicado coleccin de versos.
(20) A d e m s de los Cantares, Rosala Castro ha dado a luz otra coleccin de poesas gallegas, Follas novas con un p r l o g o de Emilio Castelar; u n a de poesas cas-tellanas, A orillas del Sar, varios artculos, y ensayos en el g n e r o novelesco. " '
(21) Curros Enriquez ha publicado un solo vo lumen de versos gallee ;os: titlase Aires da mia terra, y fu prohibido por el Obispo de Orense, y denunciado'ante los tnbunales el autor, saliendo absuelto en segunda instancia.
(22) Valent n Lamas Carvajal ha d a d o la estampa diversas colecciones de versos en dialecto: vase el Apndice bibliogrfico. A d e m s redacta hace tiempo un peridico, en dialecto tambin, O to Marcos da Prtela.
(23) Despus de ledo mi discurso, la poesa regio-nal se ha enriquecido con nuevas producciones y nuevos nombres, entre los cuales el de Alberto Garca'Ferreiro merece mencin especial y honorfica, por su lindo vo-lumen Volvoretas, que (aparte del valor literario) es una seal evidente del progreso d e nuestra tierra como libro% pues honra la tipografa orensana.
(24) Atendido el objeto y proporciones de este dis-curso, seria hasta enfadoso nombrar otros poetas cata-lanes, m u y numerosos, que manifiestan los mismos sen-timientos que Francesch P e l a y Briz. N o cabe en los l-mites de una resea explanar detenidamente las rpidas indicaciones que la ndole del asunto obl iga n o omitir.
(25) C o m o mi discurso se imprime dos aos y medio despus d e leido, la cuestin del separatismo que toqu cautelosa y delicadamente ha sido agitada, en este in-tervalo, de un m o d o ms explcito y terminante, en sitios tan pblicos c o m o el A t e n e o de Madrid, y ha dado lugar acaloradas discusiones. L a postdata resultara ms lar-ga que la carta si intentase hacerme cargo de ellas: y pre-fiero declarar en cifra que h o y , c o m o ayer, creo que el mal n o es an m u y profundo, que merece atencin sin embargo, y q u e requiere medicina de blsamo de. jus-ticia, porque toda reclamacin entraa a lgo que n o des-o y e jams el repblico honrado y prudente. Esto del se-paratismo regionalista es uno de los varios sntomas del sordo y latente pero inmenso malestar actual de la patria espaola. C o n tres aos de buen gobierno (que nunca tendremos probablemente) se acabara.
(26) Alude al discurso de D . Emilio Castelar, q u e puso fin la velada.
A P N D I C E B I B L I O G R F I C O
Para uso de las personas que fuera de Galicia deseen conocer nuestra literatura regional moderna en sus fuen-tes, juzgo oportuno agregar al discurso una noticia bi-bliogrfica de los libros y peridicos publicados hasta la fecha en que ste se imprime; noticia seguramente in-completa, pero aun as til para dar idea de l o principal.
Las obras y publicaciones que apunto, excepcin de las m u y recientes reimpresas, se h a n h e c h o raras en librera y es difcil obtener ejemplares. Suelen ser edicio-nes escasas, defectuosas, en m a l papel, destinadas fatal-mente perderse y desaparecer del todo, y l o mismo su-cede c o n varias hojas sueltas y opsculos, curiosos y estimables, y a que no por su mrito literario, por la luz que arrojan sobre tiempos y costumbres de la tierra. N o es menos arduo procurarse colecciones completas de los peridicos donde se ha reflejado el movimimiento litera-rio regional, verbigracia el interesante Heraldo Gallego.
D e las colecciones de poesas que cito, algunas son casi reimpresiones, c o m o los Soases d'un vello, de Benito Losada, donde aparece de n u e v o la parte gal lega de la coleccin bilinge, aumentada hasta formar tomo; l o mismo ocurre con los Queixumes d'os pinos, de P o n d a l , respecto sus Rumores de los pinos. Este h e c h o repetido ya, de un libro bilinge del cual so lo sobrevive la parte gallega, mereciendo los honores de la segunda edicin, me parece significativo.
_
N o b e contado entre las colecciones bilinges de poesas la del ilustre Pastor Daz, porque aun cuando el autor de la Sirena del orte rim en gal lego a lgunos ver-sos m u y lindos, figuran en tan mnima cantidad (una sola composicin) en la coleccin de sus poesas caste-llanas, que casi no deben tomarse en cuenta.
Para el conocimiento cientfico de la moderna poesa n g a U e g ? ' d e b e n recomendarse los trabajos de , 7 Fontanals, y los de T e f i l o Braga, entre los cua-les citare especialmente a lgunos contenidos en sus Questoes de lliteratura e arte portugueza (Lisboa, 1881.)
DICCIONARIOS
Diccionario gallego-castellano. Francisco Javier Rodr-g u e z . L a Corua, 1863.
Idem.Juan Cuveiro P inol .Barce lona, 1876 Idem.Marcial Val ladares .Sant iago, 1885. '
GRAMTICAS
Gramtica. Francisco Miras .Santiago, 1864. Gramtica gallega.Juan Saco y A r c e . L u g o , 1868.
ESTUDIOS FILOLGICOS
El habla gallega, observaciones y datos sobre su origen v vicisitudes.Juan Cuveiro P i n o l 1 8 6 8 . "
El idioma gallego.Antonio Mara de la Iglesia L a Corua, 1886 (3 vol.)
C O L E C C I O N E S DE POESAS
i S S w j ^ * M a n u ? 1 Pintos. P o n t e v e d r a ,
lbum de la Caridad.Varios a u t o r e s . L a Corua, 1862.(Bil inge.)
Cantares gallegos.Rosala Castro.Madrid, 1863-1872. Ensayos poticos en dialecto berciano.Antonio Fernn-
dez y Morales.
Espinas, follas frores.Valentn Lamas C a r v a j a l . Orense, 1875-1876.
Rumores de los pinos. Eduardo Pondal . Santiago, 1879.(Bil inge.)
Versos en dialecto gallego.Jos P r e z Bal les teros . Madrid, 1878.
Desde la reja. (Cajitos de un loco.)Valentn L a m a s Carva ja l .Orense , 1878.(Bil inge).
J^j jmiiJuan S a c o y A r c e . O r e n s e , 1878.(Bilin-ge.)
Poesas.Benito L o s a d a . L a Corua, 1878.(Bilin-ge.)
Saudades gallegas.Valentn Lamas C a r v a j a l . O r e n s e , 1880.
Aires d'a mia trra. Manuel Curros E n r q u e z . Orense, 1880.Madrid, 1 8 8 1 . L a Corua, 1886.
Follas novas.Rosala Castro.Madrid, 1880. Risas y lgrimas.Manuel de Marcos S a n t o s . N o v a ,
1881.(Bi l inge.) Coleucin de poesas gallegas d'alguns autores.Francisco
Prtela P r e z . P o n t e v e d r a , 1882. Poemas gallegos.Manuel Martnez G o n z l e z . P o n t e -
vedra, 1885. Mesa revuelta.Juan Barcia Cabal lero .Sant iago, 1883.
(Verso y prosa.Bil inge.) Muestras sin valor. Lisardo Barreiro. L a Corua,
1884.(Bil inge.) Soazes d' un vello.Benito L o s a d a . L a Corua, 1886. Queixumes d' os pinos.Eduardo P o n d a l . L a Corua,
1886.
Cancionero popular gallego.Jos P r e z Bal lesteros: Madrid, 1886 (3 vol.)
Galicia y sus poetas.Leandro Saralegui y M e d i n a . Ferrol, 1886.(Bil inge.)
Orballeiras.F. G. A c u a . B e t a n z o s , 1887.(Bilin-ge.)
Volvoretas.Alberto Garca Ferre i ro .Orense , 1887. Contifws,Benito L o s a d a i L a Corua, 1888:
5 2 DE MI TIERRA
MISCELNEAS EN PROSA
T o m o .V de la Biblioteca de as tradiciones Mares es-v a n o s autores. Madrid, 1 8 8 4 . - ( B i l i n g e . )
Gallegada. Valentn Lamas C a r v a j a l . - O r e n s e ? 1887.
T E A T R O
A/o,re do xuramjnto. Drama.Francisco Mara de la Ig les ia .La Coruna, 1882.
f ? T " J W 6 - * P r o p s i t o lrico-dramtico. K a m o n Armada T e i x e i r o . L a Habana, 1886.
PUBLICACIONES PERIDICAS
Galicia.Rmsta. La Corua, i 8 6 o - 6 6 . - ( B i l i n g e . ) O vello do Pico Sagro.La Corua, 1861.
^Ilustracin gallego-asturiana.Madrid, 1879-82.(Biln-
Rezsta de Galicia.La Corua, 1880(Bi l inge . ) O seor Pedro.Santiago, 1881-82. 0
O Galiciano.Pontevedra, 1884. O tio Marcos d
5 2 1>E MI TIERRA
MISCELNEAS EN PROSA
T o m o .V de la Biblioteca de as tradiciones Mares es-/ ^ . - V a n o s autores. Madrid, 1 8 8 4 . - ( B i l i n g e . )
Gallegada. Valentn Lamas C a r v a j a l . - O r e n s e ? 1887.
T E A T R O
Afonte do xuramento.-Drama.-Francisco Mara de la Ig les ia .La Coruna, 1882.
f ? T " propsito lrico-dramtico. K a m n Armada T e i x e i r o . L a Habana, 1886.
PUBLICACIONES PERIDICAS
Galich.-Revista.-Lz Corua, i 8 6 o - 6 6 . - ( B i l i n g e . ) O vello do Pico Sagro.La Corua, 1861.
^ilustracin gallego-asturiana.Madrid, 1879-82.(Bilin-
Re-.sta de Galicia. L a Corua, 1 8 8 0 . - ( B i l i n g e . ) O seor Pedro.Santiago, 1881-82. 0
O Galiciano.Pontevedra, 1884. O lio Marcos d'a fortela -Orense.-En publicacin. A Gaita gallega.La. Habana.Idem A Fuliada.La C o r u a . I d e m W M d L G f d a ' ~ } ^ H a b a n a . - I d e m . - ( B i l i n g e . ) Gaitera Moderna.Idem.Idem.(Idem,) Galicia.Revista.-La C o r u a . - I d e m . - ( I d e m . )
humo>is*- Revista. Santiago. Idem.
r >
E L O L O R D E L A T I E R R A
(Valentn Lamas Carvajal .)
he soado una tarde, con los ojos
iertos, un sueo raro. Recostada en
ms florido de los veirales que ro-
dean la Granja de Meirs, con las manos hun-
didas en el balsmico y aterciopelado matorral
de mentas y trbol, dos pasos de mi el casta-
ar rumoroso, me llegaba sin embargo, ms
enrgico y sano que el de las plantas silvestres,
el olor de la negra tierra, no inficionado aun
con el horrible abono animal, la capa de crus-
tceos que envenena el aire puro de la Maria
hacia fines de Septiembre. Entreabierto el te-
rrn por el hierro del arado, exhalaba ese vaho
imperceptible de almizcle que acaso procede de
los devastados hormigueros y las larvas despa-
churradas, pero la vez ese otro hlito vital,
fresco imposible de asimilar ningn perfu-
m e , u n aliento de persona robusta, de orga-
nismo fuerte, de sangre rica.Las montauelas
y el mar de Sada se tean de amatista plida,
en el alejamiento con que se ofrecan mis
pupilas de miope; y sobre su fondo, pasaba
lentamente una yunta de bueyes marelos, he-
chos al parecer de barro cocido, y , donde el sol
poniente les hera el pelaje, de bruido cobre.
Tirando de la cuerda y cantando uno de sus
prolongadsimos le lelo lerelo lay! un
mozo pelirojo, en camisa y bragas de estopa, de
pies descalzos, caminaba con no menor pereza
y melancola que sus bueyes,como si no le
corriese gran prisa vivir.
Entonces me puse soar despierta. Era mi
sueo que toda la poesa de los horizontes, de
las nubes, de la humedad, de la tierra gallega en
suma y de los rboles y plantas que nutre, se
haba subido como denso vapor al brumoso ce-
rebro del adormilado mozo, transformndole en
poetaen un poeta sencillo, rudo, sin galas re-
tricas ni pulimento de rima,autor de estro-
fas que sonasen como el murmurio del agua del
regueiro, que va alimentar la represa del mo-
lino, cuyo limo se divierten en apedrear los ra-paces.
Este poeta del terruo, para satisfacerme del
todo, aquella hora en que yo me despojaba de
refinamientos y sutilezas literarias y slo quera
oir el cntico de las cosas, la vaga sinfona del
suelo nativo,haba de ser principalmente muy
quejumbroso y triste, aunque sin amarguras ni
rebeliones: haba de exhalar un lamento resig-
nado, murmurndolo sin hinchazones de hipr-
bole, con la paciente lentitud del buey que avan-
za amarrado al yugo; haba de ser un alma cr-
dula y supersticiosa, atenta las hondas voces
del pasado; y al mismo tiempo no le haban de
faltar sus asomos de filosofa pesimista y des-
consolada, sus rfagas de escepticismo instintivo
y aun de dolor terco, como el de la bestia herida
por el aguijn. En particular le peda y o mi
poeta soado, que .sus versos no se diferencia-
sen mucho de la prosa en que hablara siempre.
Transiga con a rima, pero no con la lima; no
con esos adornos marchitos, tomados de Anto-
logas y de Autores clsicos, galas que huelen
alcanfor como la ropa guardada en los arma-
rios largo tiempo. No, por amor de Dios. Dn-
me un cerebro infantil, primitivo, un cerebro
labriego, un alma en contacto con aquella tie-
rra que tan fecundas emanaciones lanza de sus
entraas siempre vrgenes!
He recordado este sueo de una tarde de es-
to, al proponerme decir algo de Valentn Lamas
Carvajal, porque en ciertos versos suyos pienso
veces oir mi fantstico poeta agrario. Y son
los mejorespara mi gustoque ha escrito el
ciego de Orense.
Har cosa de ocho diez aos, Valentn La-
mas era acaso el vate ms popular de Galicia.
Hoy se le va olvidando mucho. Triste linaje de
suplicio ste de ser enterrado en vida, y cun
menudo lo sufren los artistas, en pases como el
nuestro! Verdad que las tres colecciones de poe-
sas de LamasDesde la reja, Espinas, follas
frores y Saudades gallegas,por lo humilde y
pobre de su corteza, de su vestidura tipogrfica,
se parecen esos frutos nacidos destiempo,
bajo un cielo inclemente, que nunca maduran,
que nadie recoge: me recuerdansobre todo
Saudades, con su cubierta verdeel erizo tem-
pranero, cado en el lodo, destinado morir al
pie del surco que abri la llanta del carro cuando
pasa gimiendo por la vereda solitaria Aun sin
abrirlos, surge de estos tres modestos volmenes
la melancola peculiar del por ac, de la trra
esquecida, como el poeta llama la suya. Y an-
tes de que la trra le acabe de esquecer * l
l, quien frecuentemente nombr Homero ga-
llego,quiero yo acordarme de esa musa en oca-
siones tan aldeana, tan simptica, tan genuina.-
Empiezo cantando la palinodia: reconozco
que comet un desacierto cuando, mal sentadas
aun mis ideas crticas y no atrevindome fiar-
me del instinto, aconsej Valentn Lamas que
tratase de educar su gustoconsejo tan indis-
creto como lo sera empearse en que ciese
cors la gallarda pescadora de Sada que con aire
majestuoso y giles piernas viene traernos la
cesta de calamares de sardinas la puerta de
la Granja de Meirs.Decale y o entonces al
poeta, con ocasin de haberse publicado Sauda-
des: Me parece ver en Saudades la huella del
estudio de los buenos modelos castellanos, y
ser esto cierto, de todo corazn lo aplaudira,
porque no basta con leer nuestros poetas re-
gionales para ser poeta regional tambin; y el
poeta que no pertenece ya por completo al pue-
blo, el que escribe y rima tratando de que no
falten ni sobren slabas, el que ha ledo algo,
tiene forzosamente que seguir leyendo, ponerse
al tanto de la marcha de la literatura, no ignorar
las nuevas direcciones de la poesa lrica, ser
en una palabra lo bastante culto para formar su
gusto, aunque no necesite llegar erudito.
En poesa, como en fisiologa, se observa que
los enlaces constantes entre una misma sangre
producen esterilidad; no basta pues que el que
quiere escribir en gallego lea Camino, Pin-
tos, An, Rosala Castro, Pondal; necesi-<
DE MI TIERRA
ta tambin no dejar de la mano los clsicos
castellanos, y (me atrevo indicar esta idea por-
que cuanto ms la considero, ms til me pare-
ce,) los portugueses, los lemosines, los es-
critores en castellano antiguo. Claro est que
cuando escrib lo que copio, se me figuraban
consejos muy juiciosos; pero hoy la sinceri-
dad me obliga reconocer que son puros dispa-
rates.
Nacan mis advertencias de la falsa idea de
que el mejor poeta gallego debe parecerse un
buen poeta castellano. Pretensin imposible y
absurda. El poeta gallego qu ve detrs de s?
N o un arte floreciente y vario, no un idioma
formado, rico, soberbio, consagrado por todos
los ejercicios del espritu, docilitado, cincelado
por los primorosos artificios de tanto ingenio co-
m o lo trat; perfeccionadsimo en la rima, gran-
dilocuente en la prosa. Lo que ve el vate gallego
es una lengua arcaica, detenida y paralizada en
mitad de su desarrollo, conservada y usada so-
lamente por gente campesina; y como nico
dato artstico-tradicional, como nico modelo
propio, fras canciones de trovadores, que nunca
conoci la musa popular, que viven en Cancio-
neros apelillados, y no pueden servir de patrn
ni de tipo los poetas actuales. Pero falta de
modelos reconocidos en el terreno literario,
falta de bibliotecas, el poeta gallego tiene la na-
DE MI TIERRA 59
turalezaentendida esta palabra en el sentido
algn tanto restrictivo de campo, de vida rural.
S l o all encontrar el pensamiento formula-
do en dialecto, en el habla que maneja: slo all
obtendr, si la inspiracin le ayuda, la difcil
conjuncin del fondo y de la forma, que eterni-
za la inspiracin porque la hace nacer viable.
Quisiera explicarme clarsimamente, para que
me entendiesen todos."No aconsejo hoy al poe-
ta gallego que sea un igmrante de levita: lo que
le pido es que sus versos parezcan pensados y
sentidos por un aldeano; al menos, que no
haya en ellos cosa que contraste desafine de
chocante modo, ni donde el escritor urbano, que
le peridicos y discute en cafs, asome la punta
de la oreja. Mejor si el autor de bellas poesas
propiamente gallegas es un sabio, pues, como di-
cen nuestros labriegos, el saber no ocupa lugar;
pero y o creo que cuanto ms culto es un esp-
ritu, con mayor delicadeza se enriquece y ms
le lastima la desarmona que representa, por
ejemplo, una pomposa flor del jardn de Nez
de Arce Vctor Hugo puesta entre los brezos
y gencianas de nuestros montes. De todo lo
aconsejado Valentn Lamas, slo dejara yo
ahora en pie la splica de no leer excesivamen-
te los poetas regionales, puesto que l tiene
su originalidad propia y no necesita imitar los
dems; en cambio le pedira que se sentase al
pie del lar en invierno, en la linde de los mai-
zales en verano, para que se impregnase de los
rumores, del olor y del contacto de la tierra que
no ve. Su ltimo libro, Saudades, est impreso
en 1880, y Valentn Lamas no es viejo: acaso
todava nos reserve alguna sorpresa grata.
No conozco personalmente al dulce poeta de
Orense: ignoro su historia, sus aficiones, su ca-
rctery todo esto da luz al crtico para expli-
carse el fenmeno potico.Pero el alma que
veo en sus versos es un alma femenil, resignada
y saudosa, por consiguiente adecuada maravi-
lla para comprender nuestros campesinos y
expresar sus ntimas querellas. l nos dir, sin
ahuecar la voz, con el mismo acento montono
con que una vieja labriega refiere como le lleva-
ron el hijo y muri por all, las cuitas de la po-
breza, que nos conmueven de piedad, por lo
mismo que van narradas as, como males dia-
rios, dolorosos, pero inevitables y eternos.
Od ese campesino: de qu se lamenta? De
que llueve en su choza. Tribulacin bien galle-
ga; aqu no hay aludes, avalanchas ni sequas;
pero el agua del cielo es enemigo tenaz; nos
inunda de tristeza, y veces siente uno impul-
sos de exclamar como el poeta bblico las
aguas subieron hasta mi alma. Slo q u e y
ahora viene pelo la distincin entre el senti-
niiento del aldeano y el del hombre cultolo
que nosotros, las gentes acomodadas, nos pro-
duce el efecto de una contrariedad que engendra
tedio y espln, males residentes en la imagina-
cin, para el labriego es un dao positivo y
prctico,porque al labriego le faltan tiempo y
nervios afinados para sentir la mayor parte -de
las torturas puramente morales. Cmo llue-
ve! exclama el infeliz desconsoladamente por
boca del poeta: cmo llueve, y qu manera de
relampaguear! Pobre del que no tiene! Anda!
Y ahora comienza el granizo la nube descar-
ga sobre nosotros; otra per el estilo de la mal-
dita que ya nos arras las heredades! Qu des
trozos har en los maces! Ni un grano dejar
para la simiente!.... Mujer, parece que cae una
gotera en la cama de los chiquillos: v ver!
Enciende ese candil, echa lea en el hogar
Tre esos angelitos; si estn mojados, que se
calienten No saben ellos por las que pasa un
padre! As podra hablar mi poeta-labriego, sin
aadir ni quitar tilde.
Imagino que despus de esta queja, de este
ay! arrancado por las inclemencias del cielo y
la perspectiva del hambre, mi poeta, consolado
ya y aun con una chispa de malicia picaresca
en el fondo de sus pupilas verdosas, me conta-
ra, respondiendo alguna pregunta que yo le
dirigiese sobre los chismes y murmuraciones
que corren en el rueiro, una historia tan parec-
da como un huevo otro lo ocurrido entre el
Facundo y el Xan de Quen preitea La mujer
celosa que arma pelotera con su marido; la ria
conyugal con los imprescindibles mechones de
greas volando por el aire; el vecino que inter-
viene y pone paces y les encarga que tengan
vergenza, pues l no quisiera liarse con su pa-
rienta ni por una onza; el marido furioso que
toma mal el consejo y lo paga con una pua-
da de primera; el lastimado que pone la cruz
jurando por ella, y por el diablo que lo lleve,
que ha de dejar al agresor por puertas en el Juz-
gado; la curia arrojndose sobre su presa con el
instinto del ave de rapia; y por ltimo los dos
vecinos que se quedan sin ms patrimonio que
la gracia de Dios, porque les han embargado
tierras, casa, terneras y cerdos Qu historia
tan vulgar! Tolstoy no se desde de referir algo
parecido. Y en conciencia se le consiente mi
poeta de calzn de estopa que escriba odas la
luna y madrigales un clavel? Y o soy en este
particular tan severa, que ni aun le permito los
discreteos de Comparanza, donde sale relucir
el famoso, mustio y antiptico girasol, socorrido
recurso para los versificadores castellanos de an-
tao, que solan llamarle clicie. Y de buen grado
le regaarlasigo hablando con mi poeta de la
tierrapor decir de una rapaza de Arnoya que
tiene labios de coral, si no supiese que algunas
mozas campesinas llevan al cuello y en las ore-
jas sartas y pendientes de esta materia, y la com-
paracin, aunque parece erudita, puede ser po-
pular en el fondo.
Entregada mi capricho-esttico de descubrir
un cantor del terruo, me disgustan cieas re-
miniscencias, porque no quisiera imaginar en
manos del poeta de mi sueo un Manual de li-
teratura, sino ms bien alguno de esos libros
tan graciosos, llenos de candor y sabor primiti-
vo, qite se guardan como tesoro de la pobre fa-
milia donde apenas sabe nadie leer, y se custo-
dian en el arcn, entre la tela de lienzo casero,
la monteira maja con plumas de gallo, el pa-
uelo de colorines y el peso columnario aho-
rrado fuerza de privaciones srdidas; libros
encuadernados en becerro pergamino, un tan-
to grasientos y apolillados, con las hojas amari-
llentas, los caracteres gruesos y las vietas in-
genuas, grabadas en boj por lo regular. As
encontr yo, en un hogar de labriegos, toda la
poesa caballeresca de Los doce pares de Francia,
con que se recreaban sus tardas imaginaciones
mientras la llama del hogar herva el caldo y
se calentaban los cuerpos en las veladas inver-
nales. Y as repito que deseara se solazase mi
poeta. O quizs con cosa peor, que aun delata
ms ignorancia y atraso: con el cabalstico y
apcrifo Libro de San Ciprin, "talismn miste-
rioso, que jams perdonar una persona muy
erudita y distinguida de mi pas ( i ) el haber
desacreditado imprimindolo, pues para m per-
di toda su gracia desde que ha dejado de ser
entre los labriegos felicidad secreta el guardarlo,
y casi pecado de nigromancia el afn de po-
seerlo, las esperanzas fundadas en su posesin.
Gstame ver mi poeta con el estremecimiento
supersticioso de las horas nocturnas, persegui-
do por los fuegos ftuos, en el atrio del cemen-
terio, refirindonos, competencia con Rosala
Castro, los medrosos agoiros en que siempre fi-
gura como protagonista el mochuelo. No hay
noche que no venga negro y sombro mo-
chuelo posarse en las verdes ramas de un lau-
rel de mi huerta: y cuanto ms bufa el viento
sacudiendo las dbiles hojas, cuando las vigas
crujen y azota los vidrios la lluvia, canta tan
tristemente, que da congoja oirle. Tambin me
agrada que crea, al menos, que haga como si
creyese que las raras flores que brotan orillas
del lago de la Limia,flores tristes, desmayadas,
pero dignas de haber nacido al pie del Rin y
dado asunto una balada de Burgerson en
realidad os olios do nxel da mor-te, las pupilas
( i ) El Sr. D. Bernardo Barreiro public en 1885, en la Corua, un curioso opsculo de 162 pginas titulado: Brujos y astrlogos de la Inquisicin de Galicia, y el ja me so libro de San Cipriano.
de la enamorada de Sandis. Porque la creduli-
dadcuando no procede de atrofia de la razn,
sino de plasticidad y sensibilidad de la fantasa,
e s un tesoro para el poeta, mago y evocador
de oficio de las edades pasadas y las desvaneci-
das creencias.
No vaya figurarse nadie, por todo esto que
dejo escrito de Valentn Lamas Carvajal, me-
jor dicho del olor de la tierra que he respirado
con deleite en algunos de sus versos, que ruego
mi poeta rsticoel cual no es enteramente
Valentn Lamas, pero al cual Valentn Lamas
tiene condiciones para asemejarse mucho, si
quiereel derecho de pensar, de discurrir y
aun de filosofar su modo. N o incurrir en tal
delito. Labriegos conozco y o los cuales he
oido soltar como al descuido sentencias, agude-
zas y picardas notables, dichos que rebosan
trastienda, mundologa y gramtica parda; y
alguno vi meterse, como trasquilado por iglesia,
por los intrincados berengenales polticos y so-
ciolgicos, y sin ms gua que la luz natural, la
ingnita malicia y el espritu de protesta y rebe-
lin comunicado al hombre con el zumo de la
paradisaca manzana, dejarse atrs expertos po-
lticos, apostrselas con los ms crudos comu-
nistas, socialistas y ateos, y hasta con los flaman-
tes nihilistas, pesimistas y deterministas rabio-
sos. Por eso no veo inconveniente alguno en
que, sin dejar la vara con que va pinchando
sus bueyes, el mozo aldeano, quien transforme
en poeta, improvisase algo anlogo al Gusano
(O verme) de Saudades.
Unos das por pereza, y muchos ms por
guardar el ganado, no iba nunca la escuela, y
naci y se cri libre en la montaa, como pja-
ro que anida en las rocas. Las noches de hela-
da y lluvia, se acoga y abrigaba en su choza,
mal techada con unas pajas; alumbrbale el res-
plandor de las uces que quemaba puados en
un rincn; pof-cena, brona tan slo; por cama,
la del ganado; por manta los andrajos que ves-
ta; para ms tena la madre tullida, viviendo de
limosnas y dolores En los tres das que du-
r la fiesta del milagroso San Martn, el santo
que ms devotos" contaba en la aldea, entre el
placer y la algazara,- olvidronse todos de la in-
feliz tullida, y espir de hambre Algo extrao
pas por su hijo en la suprema noche de do-
lor, cuando vea, la chisporroteadora llama de
las uces, la rgida figura de su madre muerta
Desde entonces, melanclico y sombro, evitan-
do encontrarse con los aldeanos, buscaba ms
la soledad del monte, para vivir mejor con las
fieras; y desde entonces fu para sus vecinos,
sino nima en pena ni fantasma, loco, pues ase-
guraban que en los sesos se le haba metido un
gusano.
El gusano (cuyos raciocinios no quiero tras-
ladar, porque acaso la forma en que el poeta los
presenta peca algo de culta, aunque el fondo no)
murmura al odo del solitario vagabundo los
problemas socialistas y las reivindicaciones del
hambriento contra los graneros surtidos y las
arcas repletas, y , por ltimo, se ofrece como re-
dentor, ya que l, pobre gorgojo, que roe el gra-
no guardado bajo siete llaves por la avaricia,
consigue lo que no lograron deber ni religin:
lanzar al mercado, razonable precio, el pan de
los pobres.
Mas donde encuentro pintado mi labriego
tan lo vivo que, sin metfora, est hablando,
es en Devocin por comenencia; en la donossima
invectiva que dirige San Amaro de Oir el
devoto mal servido en sus pretensiones por el
santo.
Seor San Amaro de Oir, vengo ajusfar-
te las cuentas; que no porque t seas santo y y o
un pobrete, fuer de labrador, te lie de pasar la
burla. Hace poco te ped una futesa: te ped que
le pidieses Dios que yo ganase el pleito que
sostengo por tesn con mi vecino Fuco; y para
que me sirvieses bien y para que vieses que
no acostumbro ser ingrato ni mezquino, te puse
delante dos velas encendidas, habl-til clrigo, y '
mand que te dijesen una misa con gaita. "Y
buenos cuartos que me cost! (Cuatro pesos lo
menos, que le solt al santero en cuatro meda-
llas como soles.) Y amn de eso, aun te rec
(Lorenzo, cuidado con mentir,) unas quinientas
salves y otros tantos padre nuestros Pues co-
mo si tal cosa! Igual que si les echase maz
los pjaros Ea, seor San Amaro, mal que te
pese, tengo que decirte que santos como t pue-
do yo hacerlos cientos con la madera de abeto
que tengo en mi charca, orillas del Mio: que
de ese palo te hicieron, y que eres hermano car-
nal de los zuecos que llevo en los pies
Generalmente he odo alabar, y yo misma he
alabado en Valentn Lamas, la vaga y suave me-
lancola que, por ejemplo descuella en O falar
das-fados, en A gaita gallega, en Queixas y en
Coilas d'a emigracin. Verdad que el ciego de
Orense domina ese elemento musical indefi-
nible, fruto quizs de la molicie del dialecto ca-
riossimo, del cual dijo Castelar con felicidad
suma, que serva para mimos y ternezas ms que
ninguna lengua del mundo. Pues bien, as y to-
do, me atengo en Valentn Lamas al olor de la
tierra removida por el arado. Lstima que slo
venga bocanadas: sera tan original y tan fres-
co respirarlo en todo un volumen!
Bastantes meses despus de escrito el juguete
anterior, he visto Valentn Lamas y conversa-
do buena pieza con l. Lugar de la escena: un
campo extramuros de Orense, poblado de her-
mosos y copudos rboles: en l una especie de
circuito donde haba de deliberar el jurado ele-
gido para otorgar el premio al gaitero que con
su rstico instrumento hiciese ms primores.
Rodeaba el pabelln del jurado multitud inmen-
sa, que empujndose, apretndose y con oscila-
ciones de marea que sube, nos iba encerrando
en un crculo cada vez ms estrecho, sin que
bastasen impedirlo las reiteradas advertencias
de unos cuantos seores y agentes encargados
de conservar el orden y hacer respetar el recin-
to destinado al tribunal, del que Valentn Lamas
formaba parte. Aquella masa de gente que se
nos vena encima sofocndonos y quitndonos
la respiracin, no nos molestaba, sin embargo,
tanto como parece primera vista, porque su
oleada era la del entusiasmo, y pesar de su afn
por ganar terreno, y al par que se empujaba y
atrepellaba entre s, no se atreva empujarnos
nosotros, pero, mecnicamente, nos reduca,
nos ahogaba. Entre esta brega, defendiendo sin
cesar nuestras sillas para que la ola no se las
llevase, agobiados por un calor del Senegal, Va-
lentn Lamas hablaba, hablaba, hablaba, vuelto
hacia m, sin verme el pobre pesar de la ra-
diante y luminosa atmsfera de tan hermosa tar-
d e y era su charla, regocijada como trino de
pjaro, otra marea de entusiasmo y cario regio-
sorprendente belleza tipogrfica, fruto exclusivo
de la produccin regional, permiten Barcelo-
na combatir enrgicamente el monopolio ejer-
cido por Madrid sobre las provincias, emulando
las naciones ms adelantadas en lujo y primor
para vestir Lis obras del ingenio. Declarmoslo
llanamente: en Galicia, el movimiento literario
carece por completo de semejantes auxiliares y
los pocos libros que hasta la fecha produjo, fue-
ra de aqu se han impreso cuando los autores
aspiraron conseguir ediciones elegantes. Si al
pronto el hecho parece baladi, visto despacio
significa mucho, cmo sntoma de nuestra forzo-
sa dependencia por falta de elementos y vitali-
dad interior. Dgase lo que se quiera, el estado
material de los pases se refleja tarde tempra-
no en la intensidad de su vida literaria, y sta,
en Galicia, ha sido y es lnguida y trabajosa, no
por incapacidad de la raza, sino por consecuen-
cia ineludible del abatimiento general en que la
desventura, y la apata que engendrar suele, nos
tienen sumidos. Tan cierto es que la Musa mo-
derna, hija de nuestras luchas, de nuestros com-
bates, de nuestras perptuas aspiraciones hacia
lo mejor, lo ms alto, lo ms glorioso, no pre-
fiere las ruinas, el atraso y la muerte moral de
los pueblos postrados inactivos, sino que ama
el gemir de la prensa, el estruendo del trabajo,
la riqueza, pedestal de oro del Arte!
Para convencerse de la diferencia entre el re-
nacimiento gallego y el cataln, basta cotejar lo
que ha sido en ambos pases la idea de los Jue-
gos florales. En Catalua, la institucin de los
Jochs floris, restaurada con su carcter tradi-
cional y su sentido histrico, di la vez palen-
que, escuela y olimpo los poetas regionales,
que disputaron con ardor los premios y el di-
ploma de maestros en gay saber. En Galicia, el
entusiasmo despertado por los primeros Juegos
florales, que se verificaron en la Corua en
1862 y fueron saludados por An como auro-
ra del renacimiento galico, se extingui sin
dejar rastro ni huella, y la lid corts pero glo-
riosa de los vates tolosanos degener, convir-
tindose en los insulsos Certmenes, hoy acce-
sorio obligado de todo festejo pblico, adorno
trivial que se coloca como se puede, entre la
salida de los gigantones y la verbena de fuegos
artificiales. Y como esto es verdad, y lo es
despecho de los excelentes propsitos de corpo-
raciones individuos que promueven los Cer-
tmenes, y despecho tambin de alguna obra
digna de aprecio que se presente disputar el
lauro, conviene decirlo, fin de no contribuir
con silencio culpable frases pronunciadas por
rutina que se malogren esfuerzos dignos de
ms til empleo; pues no nos est permitido el ^
lujo de gastar plvora en salvas. ^ ^ c f l - -
L U Z D E L U N A .
(Eduardo Pondal.)
REO firmemente que hay aromas, so-
nidos, colores, formas y hasta mane-
ras de soplar el viento, de mujir el
mar y de besarse suavemente las frondas del
arbolado, peculiares A cada pas, y que los na-
cidos en l distinguiran de cualquier fenmeno
natural anlogo, por semejante que parezca
primera vista los que no la tienen doble, co-
mo los escoceses, y como los artistas, gente ca-
paz de observar y sentir intensamente hasta el
roce de un hilo de telaraa.
Puede acontecer que de estos colores, aro-
mas y sonidos propios de cada pas, sea uno
s ; m i. M
sobre todo el que afecta y hiere los delicados
sentidos del artista del poeta; y que asi como
hay pintores que en todos sus cuadros reprodu-
cen la luz de una misma hora, del ocaso por
ejemplo, se destaque para el poeta, sobre el in-
menso concierto de tonos, de emanaciones y de
ruidos que se eleva de la naturaleza sensible cual
himno armonioso, una impresin ante la cual
palidecen las restantes, y que viene ser la nota
caracterstica de su musa.
Eduardo Pondal, en quien pienso al escribir
esto, no para aplicrselo rigurosamente, sino pa-
ra encontrar analogas, se distingue, es una si-
lueta aparte entre los poetas regionales de Ga-
licia. Por cierto murmurio solemne y plaidero
la vez, que resuena en sus versos, les cae divi-
namente el ttulo las dos colecciones que lleva
publicadas, bilinge la primera, toda gallega la
segunda: Rumores de los pinosQueixumes d'os
pinos. S; las copas de los pinares de mi tierra
se agitan con ese ruido especial, semejante al del
Ocano cuando se oye distancia y en das tor-
mentosos. Mas lo que de da es zumbido vago,
no exento de sonoridad, lleno de eses suaves pa-
recidas al balbucir de unos labios cariosos que
murmuran ternezas en voz baja, es, de noche, al
brillar la luna, grave aunque contenido canto lla-
no, que infunde cierto pavor religioso. Entonces
predomina en l la larga ul la vocal del terror.
DE .MI TIERRA Lo que al sol es rumor solamente, la luna es
queixumequejido. Quin no ha notado el
efecto fantstico que produce de noche el ruido
ms vulgar? Y el de las copas de los pinares es de
verdad temeroso, hecho de molde para exaltar
la imaginacin.
Pues bien; se me figura que, ese rumor, al
cual se asocia en mis sentidos la impresin de
fuertes aromas resinosos, Pondal lo ha odo
siempre de noche: si por casualidad lo oy de
da, no le pas del tmpano penetrando en el al-
ma. De noche, la fra luz del luminar que es
fama adoraban los celtas, es cuando el poeta ber-
gantin se deja arrullar por la romntica sinfo-
na del rbol triste, sinfona tan bien expresada
con la onomatopeya del verbo gallego bruar.
En estos libres scherzos sobre motivos galai-
cos, me ro yo de los fueros cientficos de la cr-
tica y procuro ver y escribir con la fantasa sola.
Usando de la licencia que yo misma me otorgo,
ahora se me ocurre dividir las literaturas en
solares y lunares, clasificacin qe, falta de
otro, tiene el mrito de la novedad. La escuela
potica sevillana, por ejemplo, est llena de sol,
mientras nuestra lrica regional siempre me pa-
rece baada por la luz de la luna, luz incierta,
plida y penosa. Ser que el viejo numen ins-
pirador de la poesa de los bardos, que la virgen
inmortal invocada por el druida con el consabi-
do rito misterioso de la segur y del murdago
de eucina, la hora del plenilunio y en l bos-
que sagrado, sigue presidiendo los destinos
de este pedazo de tierra influyendo en la men-
te nebulosa de sus hijos?
Lo indudable es que el fro rayo ha cado so-
bre la cabeza de Eduardo Pondal desde los das
infantiles, anegando para siempre aquel cerebro
en claridades fantsticas y argentinas que alter-
nan con anchos trozos de sombra. Esto no es
llamar luntico Eduardo Pondal, ni menos su-
poner que su razn se ha ido de viaje en com-
paa de la de Astolfo; todos conocemos la apa-
cible, simptica y excelente persona del autor de
la poesa mas celebrada que se ha escrito en
lengua gallega, y sabemos que la vida sencilla,
un tanto retrada y metida en la concha, de Pon-
dal, se debe condiciones de carcter propias de
la raza, que no pueden menoscabar ni la consi-
deracin que merece el hombre, ni el agrado de
su trato, que es de los ms dulces, apenas se rom-
pe el hielo de su natural esquivez. Solo quiero
significar, con esto de la luna que traigo al re-
tortero, la forma predilecta que toman las cosas
en una muy potica fantasade las ms poti-
cas que produjo mi pas, y tambin de las ms
marcadas con el sello regional.
Quin ignora que la luna es el astro favorito
de los amigos de recordaciones y ensueos, de
los que anhelan vivir en lo pasado porque lo
presente no satisface su necesidad de idealismo?
Y quin no le consta que la luna los objetos
mudan de aspecto y se prestan representar to-
do cuanto se nos antoja, y un molino desmante-
lado parece castillo ruinoso, y los arbustos cem
telas? Una noche de verano, en la Granja de
Meirs, hallndose las ventanas abiertas de par
en par y reunida tertulia numerosa, alguien dijo
que frente la casa estaba una mujer, ms pro-
piamente un fantasma, vestido de blanco}-con los
brazos extendidos. Todo el mundo corri ver
el asombro. Era, en efecto, la verdadera figura de
una mujer alta, con tnica flotante, que nos ten-
da los brazos y que de cuando en cuando co-
lumpiaba la cabeza y el cabello undoso; esta
aparicin singular se proyectaba sobre el oscuro
fondo de un macizo de limoneros. La gente se
qued quieta y agrupada: nadie baj las escale-
ras para ponerse al habla con la fantasma dicho-
sa. Por miedo real? No, puesto que desde el
primer instante se comprendi la causa del fen-
meno: una enredadera sumamente tupida y fron-
dosa, que trepaba por el limonero, y cuyo folla-
je claro, al resplandor de la luna, se perfilaba
imitando el realce y las lneas indecisas de un
cuerpo. N o obstante, seguros completamente de
lo que haba bajo aquella caprichosa apariencia,
permanecamos inmviles, saboreando el vago
placer del temor sin objeto, del temor indefini-
ble; percibiendo con deleite el latido de la ima-
ginacin y lamentando casi el forzoso escepti-
cismo que no nos permita gozar por entero la
compaa de la dama blanca.Yo al menos dis-
curra as, y como en otras mil ocasiones, rene-
gaba de esta picara dualidad ma, de esta com-
plexidad de mi ser que, permitindome sentir el
valor inestimable de la ilusin potica, me obliga
al mismo tiempo analizarla y por consiguiente
destruirla.Con el incidente del fantasma fin-
gido por la enredadera, intento yo explicar el cel-
ticismo prehistrico, el osianismo y las reminis-
cencias ancestrales, en que consiste la originali-
dad de Eduardo Pondal. Son el sueo de una
noche de luna; objetos que toman raro aspecto
en la fantasa siempre juvenil del poeta.
Tales representaciones piden, no dudarlo,
un fundamento, una base aunque sea remota y
como perdida entre las brumas de lejansimos
tiempos: reclaman algo que imprima la ima-
ginacin velocidad inicial. El autor de A cam-
pana cT Anllons no hubiera odo entre el rumor
de los pinos, acordes del arpa de los bardos, si
no naciese en Bergantios, tierra de los brigan-
tes, el punto de Galicia donde se conserva ms
viva la memoria y ms visible la huella de nues-
tros orgenes clticos, por lo menos, pues no
ps aqu lugar oportuno para meterse en hondu-
ras etnolgicas, de la dominacin decisiva ejer-
cida por los celtas invasores sobre una raza au-
tctona, cuyos rezagos he credo descubrir me-
nudo en ciertos tipos montaeses de pmulos
abultados y crneo muy ancho hacia la sien.
As, por derecho de nacimiento, Eduardo Pon-
dal, con su gabn y su hongo, ha venido ser
el bardono hay que re irse, pues las almas de
los que fueron parece como que se cuelan
veces, por caprichosa metempsicosis, en el cuer-
po de los que son.Eduardo Pondal hoy es
acaso el nico hombre en Espaa que con algn
derecho puede usar este ttulo de bardo, que lo
mejor se dan s propios, con mucha formalidad,
los copleros de seguidilla los rimadores de
odas pindricas y sonetos argensolianos. Slo
Pondal le es lcito decir:
Pasajeros rumores de los pinos que arrullsteis los das de mi infancia y encantsteis un tiempo mis odos, sobre la oscura tierra de Brigandsia passteis, mas el bardo transente aun recuerda el rumor d e vuestras alas, ( i )
Y sienta bien en su boca la invocacin al va-
lle natal.
Verde valle de Rouriz, en tierra de Bergan-
tios; oh valle caro los celtas, el de los pinos
altos y verdes; cuando se despida de este mundo
( i ) Dedicatoria: (Rumores de los finos.)
tu bardo Gundar, concdele sepulcro, oh valle
amigo, conforme la usanza cltica, en tu seno
silencioso: sepulcro solo de t conocido Re-
cibe en tu soledad este errante bardo, oh valle
de las vagas brumas y de los pinos rumoro-
sos (i.)
Esta poesa se escribe en un siglo de intereses
positivos y de ciencia experimental, (siglo que le
parece harto prosaico nuestro bardo, enamora-
do del tiempo que fu, pesar de ciertas fiebres
polticas juveniles que padeci un tiempo y que
deberan llamarse la escarlatina del alma;) pero
suenacmo dudarlo?- cancin vieja: el mis-
mo poeta, con sentido crtico envuelto en formas
estticas, nos lo dice, en la respuesta del valle
caro los celtas, el valle de Rouriz: Ciertamen-
te que no me son desconocidos tus vagos y dul-
ces cantos; acaso los habr odo muchas veces;
mas no puedo recordar si ahora si en tiempos
antiguos Grande y noble cosa son los bardos,
y durante su paso por la tierra no suelen com-
prenderlos los hijos de los hombres..... Solo t,
agreste soledad, eres asilo digno del bardo.
Bien se advierte en estas breves citas que el
espritu del poeta bergantin est vuelto cara
al Oeste. El vivir de Pondal, adherido al rincn
nativo con adhesin tenz y muda, es verdade-
( i ) Gundar, filio d' O u c o (Rtiincres de' los pinos.)
ramente vida de hombre que, descontento de la
edad en que le toc nacer, se aisla en la interior y
maravillosa libertad de la fantasa, trasladndose
los siglos para siempre desvanecidos y borra-
dos. Dulce gnero de desvaro! Cun propio de
la ensoadora condicin del poeta!
Sentarse al borde del mar espumoso, y con-
templar los negros escollos el viejo cabo, que
tal vez suea con lo infinito; escuchar los can-
tares del hada Rouriz, que como la Loreley de
la balada alemana, peina sus largos cabellos con
peine de oro; seguir la orilla del Langelle, el
triste ro montas, sin flores en las orillas, el
ro hijo de las nieblas y las uces, el ro de es-
quivo carcter y mirada recelosa, montas le-
gtimo, que escapa como el lobo por no ver gen-
te; oir por milsima vez el fungar de los pinos,
semejantes celtas colocados en orden de bata-
lla; recordar que all yacen, alumbrados por la
luz de la luna, dormidos en sus tumbas olvida-
das, los antepasados prehistricos; todo esto es
poesa, cerrada, nublada, gris, acuosa tal vez
como nuestro celaje, poco humana en su ar-
queolgico lirismo, pero sincera y sentida en
Pondaluna de las personas menos afectadas
que conozco, uno de los pocos hombres que son
de una pieza con sus versos, y cuyo carcter
la vez carioso
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