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    Sabemos que es responsabilidad de nuestro gobierno construiralternativas que propicien condiciones ms justas para quieneshabitan esta tierra. Parte importante de este compromiso es laopcin a los bienes culturales, entre ellos, los libros, patrimonioque revela saberes y trayectorias, que salvaguarda la historia y la

    identidad de un pueblo.

    Ivonne Ortega PachecoGobernadora Constitucional del Estado de Yucatn

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    ROSARIOSANSORES

    Diez aos de juventud

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    Gobierno del Estado de YucatnIvonne Ortega PachecoGobernadora Constitucional

    Secretara de Educacin de YucatnRal Humberto Godoy MontaezSecretario

    Instituto de Cultura de YucatnRenn Alberto Guillermo GonzalezDirector General

    Biblioteca Bsica de YucatnVernica Garca RodrguezCoordinadora

    Diez aos de juventudPrimera edicin en Biblioteca Bsica de Yucatn, 2011

    D. R. de esta edicin:Secretara de Educacin del Gobierno del Estado de YucatnCalle 34 No. 101-A por 25, Col. Garca Giners, Mrida, Yucatn

    Coordinacin editorialSecretara de Educacin del Gobierno del Estado de Yucatn

    CorreccinFrancisco Lope vila

    Imagen de portada

    Diseo del libroGabriela Castilla Ramos

    ISBN 978-607-7824-39-8

    ComentariosCoordinacin del Programa Biblioteca Bsica de Yucatn

    Av. Coln No. 207 por calle 30, Colonia Garca Giners, Mrida, Yucatn.el. (999) 9258982, 83 Ext. 108

    [email protected] www.bibliotecabasica.yucatan.gob.mx

    Reservados todos los derechos. Se prohibe la reproduccin total o parcial de esta obra porcualquier medio electrnico o mecnico sin consentimiento del legtimo titular de los derechos.

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    Los grandes desafos de la sociedad actual pueden resolverse slo con la par-ticipacin de los ciudadanos. Esto significa para las instituciones, y para ti,una accin consciente e informada, no por mandato de ley sino por con-viccin. Entender lo que vivimos y los procesos que nos rodean para tomardecisiones con pleno conocimiento de quines somos es lo que nos hacehombres y mujeres libres.

    El libro, que se complementa con las diversas y nuevas fuentes de infor-macin, sigue siendo el mejor medio para conocer cualquier aspecto de lavida. En Mxico, la industria editorial tiene hoy un amplio desarrollo; sinembargo, los libros todava no son accesibles a todos.

    El Gobierno del Estado ha creado la Biblioteca Bsica de Yucatn paraponer a tu alcance libros en varios formatos que te faciliten compartir con tufamilia conocimientos antiguos y modernos que nos constituyen como pue-blo. Para esto, se ha diseado un programa que incluye la edicin de cincuen-ta ttulos organizados en cinco ejes temticos: Ciencias Naturales y Sociales,Historia, Arte y Literatura de Yucatn; as como libros digitales, impresos enBraille, audiolibros, adaptaciones a historietas y traducciones a lengua maya,

    para que nadie, sin distincin alguna, se quede sin leerlos.Los diez mil ejemplares de cada ttulo estarn a tu disposicin en todas

    las bibliotecas pblicas del estado, escuelas, albergues, hospitales y centrosde readaptacin; tambin podrs adquirirlos a un precio muy econmico ogratuitamente, asumiendo el compromiso de promover su lectura.

    A este esfuerzo editorial se aade un proyecto de fomento a la lectura queimpulsa, con diferentes estrategias, una gran red colaborativa entre institu-ciones y sociedad civil para hacer de Yucatn una tierra de lectores.

    Te invitamos a unirte, a partir del libro que tienes en tus manos y desde

    el lugar y circunstancia en que te encuentres, a este movimiento que deseacompartir contigo, por medio de la lectura, la construccin de una sociedadyucateca cada vez ms justa, respetuosa y libre.

    Ral Godoy MontaezSecretario de Educacin

    Presentacin

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    ROSARIOSANSORES, CRONISTADESUEOS

    Prlogo

    Por Beatriz Espejo

    Intento reconstruir los hechos sin que me traicione la memoria. NicolsUrcelay haba tenido un revs. Sin previo aviso ni causa aparente rom-pieron su contrato en el cabaret Capri o fue en el eatro Lrico?, donde

    como estrella formaba parte del elenco. Lo sustituy un cantante llegado aMxico interpretando algo melifluamente una cancin que dur seis me-ses, Violetas imperiales, xito de su repertorio bastante limitado. Nicolsdebe haber hervido de rabia, pero en lugar de demostrarlo, decidi organi-zar una cena en honor de Mariano. Era una cachetada con guante blanco.

    Recuerdo a Nicols, estatura mediana, cutis blanco nacarado, manerassuaves, acertado en sus comentarios. Muy frecuentemente llegaba a micasa para tomar coac despus de la comida. Ni siquiera necesitaba avisar.Mi pap y l se quedaban conversando en la sala y los dems nos esfu-

    mbamos. Siempre fui una mirona que escucha y almacena informacinslo para entender cmo viven, piensan y reaccionan los seres humanos.En ese tiempo, curiosamente, lo haca por un inters morboso. O decirque Nico as lo llamaban sus ntimos era de buena familia yucateca yque su padre muri pronto. Cuando quiso ser cantante de pera no pudocostearse los estudios y se dedic a la msica popular culta interpretandoclsicos del gnero, que acomodaba a su estilo, siguiendo consejos de sumaestra Fany Anita. Lo mismo dicen les ocurri, por diferentes motivos,a Jorge Negrete y Pedro Vargas. Lo prueba su fraseo admirable.

    Las amistades de Nicols eran muy eclcticas. Haba casado con unamuchacha, la Nena Castro, hija de un millonario hombre de negocios,dueo de la hacienda Misn, convertida actualmente en hotel, a la quebamos en los muchos viajes hechos por la pennsula. Se me haca largo eltrayecto y hoy advierto que est en la ciudad cercana a la carretera haciaIzamal. De tal suerte, Nicols se mova entre dos mundos y los concurren-tes a sus fiestas eran algunos personajes pertenecientes a la casta divinay muchos representantes de la farndula artstica. Por alguna razn, mepreguntaron si quera asistir. No lo dud dos veces. El problema se pre-sent cuando mi madre no me dej usar medias y fui de calcetines con un

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    traje sastre gris Oxford adornado por botones de concha, lo ms formal demi guardarropa, todava medio infantil. Un trajecito que an veo como si

    estuviera colgado en su gancho; pero del que me desprend al dejar de venir-me. Cuando llegamos la casa tena todos los cuartos prendidos y largas filasde coches en la banqueta. La mayora de los presentes se haba instalado ensillones o hasta en el suelo. Actores, actrices, cmicos, ayudantes y agentesde Nicols. Los yucatecos se juntaron hacia una esquina. Apenas recuerdoquines eran, salvo a un seor Vales y su esposa, de gran belleza, Pepe Itu-rralde, con sus ojos verdes y pestaudos y su mujer, Julita Arce, que siempreencontraba manera de hundir rejones mortales en la comensal elegida y sinconmoverse ni escuchar crticas se haba hecho clebre soltndole linda,te ves muy bien; pero fo, qu mal te huele el pelo o alguna monada por el

    estilo. Estaban tambin otras parejas y mis padres junto a quienes me paren segunda fila tratando de disimularme. Era la nica menor. De pronto,una seora no alta ni bien parecida, como se cuenta que haba sido en sujuventud, vino a preguntarme si quera salir fotografiada junto con ManoloFbregas y su Fela, Cachirulo y Ana Luisa Pelufo, que lleg acompaadapor un arzn a quien present como su marido. Cuando o semejante in-vitacin me qued boquiabierta Por qu me haba elegido a m y no a esasseoras enjoyadas, con grandes escotes y vestidos apropiados para portadasdeVogue? Ella, que amaba los perfumes de Carn y Revillon complemen-

    tando atuendos de Fath y Balenciaga? No lo pens dos veces y me encaminhacia el lugar indicado siguiendo su sombrerito con una pluma negra yadornos de chaquira. Entonces sent un tirn a mi chaqueta y la voz de mipadre, que antes pareca distrada en los comentarios, me dijo: Que te lopidan dos veces (buen consejo en el momento y psimo en el actual cuandolas oportunidades se esfuman hacia el cielo raso y no vuelven). Sin embar-go, hubo una segunda ocasin. Rosario Sansores, atareada organizando elretrato que ilustrara la crnica festiva, volvi a preguntarme Quieres veniro no? Por supuesto quera y si a mis pies no le salieron alas fue porque unfenmeno de tal naturaleza requiere voluntad de dioses olmpicos. Su fot-grafo habitual, Panchito Murgua, preparaba el encuadre. Me brindaron laprimera vez que sal en un peridico y en un evento de semejante naturaleza.Y sin que Rosario lo supiera, le guardo secreto agradecimiento.

    Segn el lenguaje noticioso, la reunin fue un acontecimiento. En elvestbulo haba piano y organizaron un concierto. Luis Mariano interpre-t sus violetas y algunas otras melodas espaolas. Nicols lo ba con to-das las canciones de Mara Greever, algunas de Agustn Lara, su infaltableMartha, capullito de rosa; pero es imposible tras tantos aos reconstruirel programa. Cant con pasin, clera y sentimiento. Mientras, Rosario,

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    escuchndolo atentamente, anotaba el trajinar de los meseros, lo bien pre-sentado de los bocadillos, la cena servida a su hora, los mejores atuendos de

    la concurrencia, las risas, las conversaciones triviales y agudas. El ambientegeneral, porque siempre asista a eventos que reseaba y reconstrua cadadetalle con la mayor verosimilitud posible. Era su orgullo contar cuantohaba constatado por s misma. En eso consista su trabajo y las novedadesque supo imponer a la crnica de sociales. En Mxico se haba hecho antescomo una lista de nombres sin mayor chiste. Aparte de tener la voluntadde fundar un gnero, sac su columna titulada Rutas de emocin paraNovedades, donde colabor desde 1937, el diario que competa por aquellosaos entusiastas con Exclsior.Los dos llegaban puntualmente a las casas detodos los burgueses citadinos.

    La introduccin a este prlogo, que aparentemente no viene al caso, haintentado pagar deudas a la pionera femenina del gnero que converta lacursilera, lo oo y lo exagerado en algo muy ledo, aunque ahora estpasado de moda y nos resulte risible. Haba tambin ganado reputacin deser una poetisa buscada, sobre todo entre mujeres, aunque las ms exigentesse burlaban un poco de sus frases anquilosadas, sus alusiones constantes aCupido, las oscuras pupilas, las boquitas pintadas; pero en los aos treinta ycuarenta e incluso cincuenta causaba sensaciones y llantos emocionados. Almorir, dijo que haba escrito cerca de mil poemas, seguramente sentada ante

    su mquina de escribir, con un caf que le llevaba la sirvienta y vistiendouna de esas batas o saltos de cama hechos en raso, con lazos en la cintura yalforzas, diseos de algn modista famoso. Mil poemas son demasiados yno hay quien pueda escribirlos ni siquiera dictados por ejrcitos de ngelesguardianes. Como los cuentos, responden a un milagro surgido de prontoy resuelto con grandes dificultades. Pero Rosario no se preocupaba por esascomplicaciones. Detestaba el verso blanco, adoraba la rima incluso forzada.Nunca correga, odiaba la literatura contempornea y su nutrida bibliotecaslo estaba formada por autores que la haban impactado siempre, entre losque destacaban Colette, Paul Bourget, Stefan Zweig y Eduardo de Zama-cois. Octavio Paz le pona los pelos de punta. A Jos Gorostiza no lo conocani de nombre y el grupo Contemporneos le era absolutamente borroso.Xavier Villaurrutia le sacaba ronchas y quizs Carlos Pellicer le pareca tole-rable por aquello de compartir una misma regin, el Canto al Usumacinta,y la voluntad de instalar nacimientos, en una bveda diseada por DiegoRivera, que mostraba gustoso a quienes lo solicitaran; pero esto ltimo sonmeras conjeturas. Nunca tuve ocasin de preguntrselo.

    Rosario Sansores Pren viva enamorada y eso quera proclamar.raa consigo un block lleno de apuntes donde anotaba cuanto se le

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    iba ocurriendo, frases que juzgaba acertadas. Se le abran las puertasde verdaderas mansiones y era atendida con entusiasmo. A esas alturas

    del partido elega propuestas de mayor envergadura y se disculpabacuando las crea de escasa monta porque apenas se daba tiempo paraasistir a bodas, bautizos, celebraciones de quince aos y reuniones ele-gantes. Era leda y haba cobrado reputacin dentro de su oficio. So-bre su persona, se comentaban sus colecciones de grandes y pequeossombreros, sus numerosos abrigos de pieles; los collares y anillos queusaba para llegar a la redaccin y se bromeaba sobre otros ornamentosestrepitosos y singulares porque en opinin suya una periodista depostn estaba obligada a demostrar clase, un estilo de gran dama. Y noperderlo nunca.

    Naci en Mrida en 1889, de manera que cuando la conoc ya no erajoven. ampoco me pareci vieja, demasiado ocupada ganndose el pan ycostendose sus atuendos para no dejarse morir y eso debi mantenerla fir-me. Desde casi su adolescencia public poemas en diversos medios y revistascomo El Diario de Yucatn, que sacaba versos y otros textos salidos de supluma bajo el pseudnimo de Solange de Morvn. A los trece aos (quizsa los catorce o quince o diecisis, siempre ocult su edad) viaj a Mxico ycas con Antonio Sanjenis. uvo dos hijas, Beatriz y Blanca. A los diecio-cho public su primer libro,El pas del ensueo. Eso debi alentarla y desde

    entonces sigui adelante. En 1909 fue a Estados Unidos. All vivi veinti-cuatro meses. Luego fij su residencia en Cuba donde colabor en el Diariode la Marina, El Pasyen las revistas Carteles yBohemia,que gozaban deprestigio. Segn parece, le editaron ms de quinientos cuentos, artculos ypoesas. La Habana debi haberle fascinado. Los yucatecos la considerabanun lugar propicio para que estudiaran los ricos, consultaran mdicos, asis-tieran a espectculos del ropicana, se entretuvieran en casinos y eligieranropa apropiada para clima caliente en El Encanto, siempre lleno de noveda-des; adems, Rosario reconstruye en sus relatos calles, malecn y recovecosde una ciudad que seguramente le atrajo, tal como era. Por eso detestaba,incluso cuando pareca una promesa, la Revolucin de Fidel Castro a quiencalificaba de barbudo y chamagoso.

    En 1918 muri su marido y haca 1932 decidi mudarse al DistritoFederal donde sigui adelante con su carrera hasta morir, en su casa de laAvenida Insurgentes, el 7 de enero de 1972 a los 82 aos de edad. Su ltimacolumna fue publicada das antes como una especie de testamento en queencomiaba la esperanza y aceptaba el destino que le haba tocado en suerte.

    Aparte de Solange tuvo varios seudnimos: Crysantheme, Blanca deBeaulieu, Rosalinda Seymur o Rosalinda de Seumux. Con ayuda de Re-

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    gino Daz Redondo inaugur la crnica de sociales enHoyyTodo yEnNovedadeslleg a ser jefa de seccin. Su columna Rutas era una de las

    ms comentadas en Mxico. Reciba gran cantidad de cartas que ella res-ponda y provocaba celos de otras periodistas, como su contempornea El-vira Vargas, encargada de asuntos polticos, que la despreciaban diciendoque escriba para secretarias, enfermeras, fminas ociosas y dependientesde almacenes; pero el sol sale para todos y las cartas seguan llegando sinprisa ni pausa. Muchas veces reciban ayuda. Rosario Sansores, se cuenta,procuraba aliviar pesares y resentimientos. No cesaba en sus consejos y sitena oportunidad haca donativos. Consegua ropones, canastillas enteras,atuendos de novia, ajuares llenos de lentejuelas adecuados a quinceaerasque irrumpiran en su festejo entre los compases de la marcha triunfal de

    Ada y vapores de hielo seco. Aparte, mantena vivo otro espacio, Rincnpotico, propicio a su lrica. Y an se daba tiempo para conservar amista-des y escucharlas pacientemente.

    Escribi tambin en La Familiacuyos grandes tirajes se deban en partea recetas sobre la preparacin de buenos guisos, fciles y baratos, y portraer en cada nmero retazos de cuadrill para manteles que las solteronasbordaban en punto de cruz con la ilusin de integrarlos a sus ajuares decasadas. Colaboraba en elDiario de la Tarde.Algunos poemarios suyossonLa novia del sol, Cantaba el mar azul, Las horas pasan,Mi corazn y yo,

    Mientras se va la vida, Fruta madurayEl breviario de Eros, de tema ertico,que encomia la embriaguez de los sentidos y asienta algo siempre inquie-tante, el amor ligado a la belleza fsica. Para ella, quienes haban dejadoatrs la tersura de la piel y la lnea del talle se inscriban en el acontecerrutinario camino a la muerte. Con su poema Estrella gan el primerlugar en los Juegos Florales de Quertaro, 1934; Y se dice que despusel gobierno de Cuba le otorg la Orden Carlos Manuel de Cspedes y laOrden Manto de Cuba, de lo cual no hay constancia en los archivos. En sutierra nativa se lig tambin a laRevista de Yucatn, y alEco del Comercio;aparte dispona de espacios en pases latinoamericanos. El Salvador, Esta-dos Unidos y Uruguay le rindieron reconocimientos. Obtuvo la Medallaal Mrito Periodstico Manuel Becerra Acosta, y varios homenajes de ElUniversal y de autores que la antologaron con respeto.

    Se afirma que sus renglones estaban insertos dentro del modernismo.Sin embargo, su actitud y terminologa la ligaban ms bien con las ltimasetapas del romanticismo adecuado a su sensibilidad y conservada contraviento y marea. Un romanticismo, por llamarlo de alguna manera, extradode su sensibilidad exacerbada. La encomiaba frecuentemente y se negaba atraicionarla. El gobierno de Ecuador le otorg la presea Lira potica (1968),

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    uno de sus mximos galardones, tal vez porque su poema Cundo t tehayas ido, lo mejor que escribi para mi gusto, fue musicalizado por un

    artista de nombre Carlos Brito Benavides bajo el ttulo de Sombras e in-mortalizado como un pasillo al estilo ecuatoriano por varios cantantes lati-noamericanos. Se sabe tambin que quince de sus composiciones inspiraroncanciones. Ernesto Lecuona eligi Palomita blanca, Ricardo Palmern, Seesfum de mi vida y Jos Santos Chocano le dedic un poema, lo cual debemencionarse.

    Quizs una de las tareas ms importantes que llev a trmino, gracias asu larga experiencia en ese sentido, fue El libro azul de la sociedad mexicana,una especie de directorio de informacin biogrfica y social de Mxico en-tero. En 1946 sac una coleccin, impresa por la Editorial IMPA,Diez aosde juventud, en que reuni veintisis relatos cortados casi todas por la mismatijera aunque parecen haber sido escritos en distintos lapsos.

    res son sus temas fundamentales, el amor, la prdida de la belleza que seagota inexorablemente y la decrepitud que todo lo borra y destruye. Si RosarioSansores despreciaba a los poetas contemporneos porque prefera conservarsefiel a sus impulsos, cosa curiosa, pero que le sirvi para conformar una perso-nalidad sin predecesores ni seguidores y la distingui, un estilo que le otorgabala corona de prncipes a Campoamor y Nez de Arce con su bajel pirata debravura temida, es totalmente improbable que hubiera estudiado las tcnicas

    modernas del cuento. Nada de tres pasos bsicos ni de las tres leyes clsicas:un mismo tiempo, un lugar y una sola accin. Nada de suprimir lo que quitefuerza al asunto central. Colmaba sus empeos refirindose a palmeras, astroscruzando el firmamento, pjaros, ocasos tendidos sobre el mar, el aroma delas rosas invadiendo ventanas abiertas o el rubor de las muchachas recorriendotapetes rojos al son de marchas nupciales.

    Uno se pregunta cmo habr elegido entre su enorme produccin lascomposiciones que integr a su libro. No son desde luego cuentos. Estncerca de la crnica y as las consider denominndolas narraciones. Escogacasi siempre la tercera persona o, con menos frecuencia, la primera. Empe-zaba de manera parecida con la descripcin del paisaje o la apariencia fsicade sus protagonistas. La mayora de ellas son bonitas, aunque por all se cue-la alguna fea mal correspondida. Los principios resultan bastante ms largosque los finales, casi siempre demasiado apresurados y se dilataba en toda lavida y circunstancias de quienes repetidas veces resolvan sus frustracionessuicidndose. Es muy curioso que alguien eternamente enamorado slo sehaya inspirado en prosa hablando del abandono, el engao, la traicin dealgn componente de la pareja, y que el agraviado tomara la justicia en susmanos y acabara el asunto en asesinato como si fuera nota policaca. A veces

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    los amores terminan sin explicaciones como aromas esfumados lentamenteen el aire. La nica excepcin queda a cargo de la ta Perfecta, capaz de hacer

    labores exquisitas de aguja y reunir en s todas las gracias. Se entera por unadesconocida que tiene la ociosidad de llegar hasta su puerta para decirleque su marido mantiene a una amante en ecax porque la haba conocidodurante una fiesta del pueblo; pero la perfeccin implcita en su nombreconvirti a esa ta en un ejemplo abnegado y heroico y continu su matri-monio sin quejas ni reclamaciones, quizs porque entonces as deban actuarlas esposas inteligentes.

    Rosario no ahonda en la nostalgia que provoca una mirada que nos vemejor de lo que somos, de un cuerpo reaccionando slo al contacto delnuestro, de alguien que comparta complicidades y llene nuestra fantasa con

    planes y sueos. El amor parece un castigo que lleva a la ms profunda des-ilusin. Slo en un texto se cumple la felicidad. Curiosamente se titula Elpas natal. Ocurre en Mrida y no se escatiman las descripciones dichosas:

    Cuando Mara Mercedes regres a su patria despus de veinticinco aosde ausencia, todos los dulces recuerdos de su infancia, se agolparon violen-tos a las puertas de su corazn. La gran plaza de Armas con sus altsimoslaureles centenarios llenos de misterio y de sombra, en cuyas espesas ramaslos gorriones piaban alegremente en las maanas perfumadas por el azaharde los limoneros. Los bancos de hierro un poco desteidos, por la accin

    del tiempo, las antiguas y cmodas casas coloniales con sus amplios zagua-nes, embaldosados, sus jardines con perfumados arriates, las calles rectas ytranquilas, toda aquella serena paz se le meti en el alma como una rfagade fresca brisa matinal.

    Y ms adelante comenta techos altos, amplias habitaciones, ecos de pa-labras olvidadas, la gentileza y educacin de la gente en el trato cotidiano.Esa vez se permiti imaginar que las buenas uniones son posibles, aunquecasi siempre convenciera a su pblico de que el matrimonio es la tumba delamor y quien ama ms en las uniones sale lastimado irremediablemente.

    En los veintisis textos recopilados hay algunos temas novedosos, el chan-tage, la eutanasia, pero se tratan y condenan de acuerdo a los preceptos es-tablecidos. Nada de cambios u opiniones polmicas. Los pecadores quedancalificados como verdaderos locos. A menudo deja colar su autobiografa, laviudez, el marido indeseable, la prdida de la fortuna en plena orfandad, elhorror a la vejez con su cauda de deformaciones fsicas inevitables, inclusohoy cuando existen la ciruga plstica y el culto por el ejercicio y las dietas.Sin embargo, tuvo preocupacin por la condicin femenina. Hizo desfilarno slo secretarias y vendedoras de farmacia como le echaban en cara sinouna serie de mujeres enfrentadas a su suerte con pocas armas. Sin expresar-

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    lo cabalmente se dira, que incluso careciendo de una educacin universi-taria, comparti la certidumbre de que ganarse el sustento con esfuerzo es

    el nico camino para una liberacin y una igualdad entre los sexos. Ella si-gui esa ruta. Ignoro si con sus logros pudo ganar bastante dinero cuandoel periodismo se pagaba mezquinamente; pero trabaj sin descanso. De-mostr que es posible salir adelante a fuerza de voluntad construyndoseun cuarto propio. Mantuvo la disciplina para sostener sus colaboracionescuatro dcadas; adems, sus escritos son un filn riqusimo. Entiendenuna poca por la que transitan mendigos que regalan pociones mgicascomo si fueran de lasMil y una noches, directores de empresas y otrospersonajes movidos por las circunstancias y prejuicios que les tocaron yquedaron plasmados en obras de fcil lectura. Obra escrita por una cro-nista que venda sueos, empeada en decirnos que las celebraciones seconvierten en abrazos fraternos y aumentan la felicidad de suegras orgullo-sas de colocar bien a sus hijas, maridos seguros de haber elegido un destinosin tropiezos, jovencitas con sus chambelanes algo tmidos bailando un valssin fin por el planeta, banqueros ostentando su fortuna, polticos sonrien-tes saboreando momentos de triunfo y hasta tenores estableciendo duelosde voces para ver quin cantaba mejor. Rosario Sansores describi un pas

    aparentemente tranquilo y recogi cultura, costumbres casi desaparecidas,atuendos, decoraciones y platillos y bebidas que han cado en desuso; sinembargo eran una realidad compartida elevndose hacia un cielo hueco quellegaba a regiones profundamente azules.

    Enero de 2011

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    DIEZAOS

    DEJUVENTUD

    NARRACIONES

    Rosario Sansores

    MEXICO 1946

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    DIEZAOSDEJUVENTUD

    Acabo de contemplarme en el espejo de mi armario. Siento un miedo enormecada vez que la luna refleja la ansiedad de mi rostro! Me queda todava unao de juventud y acaso de vida! Yo, Alfonsina Loy, estoy irremediablementecondenada porque at mi alma con el lazo de un juramento y tendr que

    cumplirlo irremisiblemente.Siempre fui bella. Desde nia me acostumbr al halago. A medida que

    los aos transcurrieron, mi belleza, como los capullos, adquira lozana yfrescor. Cuando cumpl diez y ocho aos era ya una hermosa realidad.

    El caprichoso Azar me hizo vctima de mil vicisitudes. Fortuna, bienestar,todo lo perd en el breve espacio de unos meses, pero mi hermosura erasiempre como una lmpara que arda sin cesar y ella me consol de las demsprdidas. Qu significaban las riquezas y el fausto, sin este don maravilloso?

    El amor escoltaba mis pasos deslizando en mis odos sus divinas melodas yencontr en mi optimismo la fuente del consuelo para esperar das mejores.He sido infinitamente amada. Puedo proclamar orgullosa que ninguno

    de los que voluntariamente se llamaron mis esclavos lleg a cansarse de m.Mi perspicacia, siempre en acecho, apenas vislumbraba la posibilidad de queel hasto tocara con sus dedos glidos las bocas que me besaban, buscabasabiamente el modo de trocar aquel amor en una dulce amistad. As helogrado tener amigos incontables que, agradecidos a mi sonrisa, tornaron aser, sin saberlo, mis fieles y rendidos esclavos.

    Mas, ay!, un da el cansancio penetr en mi corazn y conoc su tristeza.Las locas palabras de amor dejaron de tener para mi odo rumor de msicaencantada. Una noche al desnudarme frente a la luna de mi armario, mesobrecogi un extrao temblor. Detrs de m se proyectaba una larga sombray una voz cavernosa me dijo:

    Mrate bien, todo eso que hasta hoy constituy tu encanto y el tormentode tantos corazones, ser un da polvo, cenizas, nada!

    La voz se apag. La larga sombra fue desvanecindose. Presa de verdaderopnico, busqu en vano por todos los rincones de mi alcoba temiendo que

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    se repitiera aquella horrible alucinacin. Slo el silencio reinaba en tornomo y procur tranquilizarme, pero a mi pesar, aquella voz maldita reson

    en mis odos durante el resto de la noche.La Fortuna haba llamado de nuevo a mi puerta. Frecuent otra vez lasociedad. En mis aos de pobreza me haba consagrado al estudio de lapintura y, tal vez, por el empeo que en ello puse, consegu hacerme de unnombre. Mis obras se exhiban en todos los salones del gran mundo y mifirma lleg a cotizarse en el mercado a los precios ms altos.

    Los grandes seores de la nobleza y de la banca se sentan honradoscon ostentar un lienzo mo en las paredes de sus palacios. Mis retratosaparecan en todas las revistas extranjeras y el amor, siempre el amor!,

    segua escoltando de rosas mi camino.Pero yo no haba amado todava. La necesidad de sentirme amada logr

    muchas veces engaar mi ilusin, pero despus de cada aventura fugazencontraba que slo quedaba en mis labios el amargo sabor de los recuerdos.

    Alfonsina Loy! Mi nombre era conocido de uno a otro continente. Seme llamaba la bella artista del pincel y las damas ms linajudas copiabanmis gestos y mis trajes para parecerse a m.

    De pronto me apercib de la llegada de la vejez. Fue una maana en queal arrancar la hoja del calendario me di cuenta de que cumpla treinta yochos aos. al vez no me hubiera preocupado tanto, si no hubiera estadoenamorada, pero la Casualidad, madre de la Aventura, hizo que la flechadel dios alado tocara mi pecho y me torn en esclava. Dej de mandar paraobedecer; sumisa y dcil depuse mi vanidad y mi orgullo para convertirmeen cera dctil en las manos del hombre que haba logrado subyugarme.

    Supe con estupor que nos separaban quince aos. Cuando yo entraba enlos dominios del otoo, cruzaba l los dorados umbrales de la primavera.Mis 38 aos llegaron entonces a convertirse en una dolorosa obsesin. Deseo

    locamente retroceder, borrar el pasado, detener la marcha del tiempo cruel ygustosamente habra sacrificado lo que me restaba de vida para conseguirlo.Ansiosa de retener esta juventud invoqu al espritu maligno, y le

    ofrec la posesin de mi alma pecadora. Recuerdo que mi voz temblaba alnombrarlo:

    Satn le dije, djame gozar an! Haz que mi juventud se prolonguediez aos ms y, a cambio de esto, te prometo concederte mi alma.

    Y en el silencio de la noche, la voz del maligno me respondi burlona:Acepto el trato.

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    Mi juramento debe, pues, ser cumplido. Hace nueve aos que mi bellezase mantiene inmarchitable. Ni el tiempo, ni el fuego de esta pasin en que

    me abraso, lograron destruir la frescura de mi rostro. Mi talle conserva lalnea esbelta y grcil de un lirio. Las mujeres se preguntan asombradas elsecreto de mi juventud eterna y yo sonro amargamente, sin poder revelarlo.Puedo ostentar orgullosamente mi cuello desnudo y la firmeza de senodurante un ao todava.

    Mas, ay!, dentro de doce meses todo habr terminado. El plazo fatal estprximo a cumplirse. El da en que el espejo de mi armario me devuelvala imagen de una mujer marchita y triste, Satn vendr a reclamarme elcumplimiento de mi promesa y este amor tan dulce que es para m, ms

    que la vida misma, dejar de pertenecerme.Me falta valor para esperar. Prefiero, por esto, matarme, y as, mi rostrobello an, quedar grabado para siempre en la retina de aquel a quien amoapasionadamente.

    ** *

    Las pginas que anteceden fueron encontradas por m en el fondo de

    un rico cofre cincelado de oro, que perteneca a la famosa artista AlfonsinaLoy. Su trgica muerte, acaecida cuando se hallaba en el esplendor de subelleza y de su fama, permaneci hasta hoy en el misterio.

    La casualidad las puso en mis manos y yo revelo este secreto al pblico,que no supo explicarse entonces la causa de su desesperada resolucin.

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    AMORAPRIMERAVISTA

    Esto del amor a primera vista me caus siempre una gran hilaridad; recuerdoque hace varios aos vi una pelcula en que haba un caso semejante, y mepareci tan inverosmil que jams pens ser la protagonista de un idilioparecido.

    Soy lo que el mundo llamara una mujer de experiencia: me he casadodos veces y no tengo la menor intencin de hacerlo por tercera vez. Heaprendido muchas cosas y prefiero mi dulce libertad a la florida cadena delmatrimonio con su rutina diaria.

    Pues bien, a pesar de mi gran experiencia y de haber negado una y milveces la teora del amor a primera vista, yo, Marisol Pravel, siento clavadaen lo ms hondo del corazn la aguda flecha del dios alado.

    Ayer tuve que ir a Correos. Necesitaba hacer efectivo un giro postal.Cuando di mi nombre para los trmites de identificacin, un joven de

    porte arrogante y expresivos ojos se me qued mirando largo rato. Yo veacruzar por sus oscuras pupilas toda la gama de los sentimientos, desdela admiracin tmida a la ms loca adoracin. De dnde adquir tansbitamente este don de comprensin que me permiti descender hasta elfondo de esta alma? No lo s, pero en aquel instante sent nacer en m unaemocin extraa, y un deseo violento de besar sus labios se apoder de m.

    Durante diez minutos luch por contener este impulso. Cmo eraposible que yo me sintiera capaz de tal ansiedad? rat de desviar mi atencinfijando la mirada en los dems, pero a mi pesar, una mano invisible torn

    a colocarme frente al objeto de mi atencin. Casi inconsciente, tend lasmanos para tomar el dinero que me alargaba el empleado. Entonces, eldesconocido me abord resuelto:

    Hace algunos meses que vi publicado su retrato en una revista y desdeentonces, su rostro qued grabado en mi cerebro. He alentado siempre laesperanza de encontrarla en mi camino. Ahora que la he hallado, mepermite usted que la acompae hasta su casa?

    Aquella voz tena modulaciones que a m me sonaron como una msicaencantadora. Intent rebelarme contra la fascinacin que ejerca en mi

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    alma y quise negarme a aceptar su invitacin, pero con gran extraeza pormi parte, la negativa se ahog en mi garganta y respond:

    Bien, nos iremos juntos.En la puerta de Correos esperaba su automvil. Abri galantementela portezuela y me acomod a su lado. Senta un gran bienestar fsico.Me pareci que durante mucho tiempo haba vivido falta de algo y quelo encontraba sbitamente. Record, entonces, aquella pelcula Amor aprimera vista que diez aos antes despert mi hilaridad, y comenc adudar por primera vez de mis propias convicciones. El joven me interrogdiscreto:

    Adnde la llevo?

    Yo volv el rostro hacia el cielo, que se divisaba tan azul como una c-pula de zafiro, y respond:

    Me gustara dar una vuelta por el Malecn, hace un tiempo hermo-ssimo, si es que en ello no tiene usted inconveniente.

    Ninguno; dispongo de toda la tarde.El auto se puso en marcha. Yo contemplaba embelesada el fino perfil

    de mi compaero de asiento. Sus cabellos eran espesos y rizados; tersas susmejillas, ligeramente sonrosadas; largusimas sus pestaas negras, y unagran turbacin se apoder de m.

    Acaso por una poderosa transmisin de pensamiento, se volvi depronto y clav su mirada en la ma:

    Ha sido me dijo una feliz casualidad el encontrarla a ustedporque el ideal no se encuentra nunca en la vida y usted ha sido siempremi ideal.

    Nada ms. No me pregunt mi estado civil ni me hizo preguntasinconvenientes acerca de mi vida. Durante el trayecto, se limit a contarmelas travesuras de sus aos infantiles. Poco a poco, me fue descubriendo el

    fondo de su carcter un poco arbitrario y rebelde.Haba tal similitud de ideas entre nosotros, que mi simpata aumentabacada vez ms. Cuando habamos dado media docena de vueltas por elMalecn, nos encontrbamos tan a gusto que resolvimos, luego de unligero cambio de opiniones, prolongar el paseo por los Repartos nuevos yhacia all nos dirigimos risueos y felices.

    En aquel momento, olvid mi experiencia, que slo me ha servidopara proporcionarme ratos de amarga desconfianza y de recelo. Olvid miviudez austera y solitaria, mis teoras recalcitrantes sobre el amor. Por un

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    raro fenmeno, me senta igual que una tmida colegiala que tejiera porprimera vez la dorada malla de sus sueos.

    Cuando llegamos a los Repartos nuevos, bordeando la orilla del mar,determinamos apearnos y tomar asiento sobre una roca. La brisa despeina-ba nuestros cabellos. Mi compaero tom entre sus manos las mas y sinsolicitar mi permiso apoy su rizada cabeza sobre mis rodillas y, cerrandolos ojos, suspir:

    Qu bien me siento as!No pronunci una sola palabra de amor. Sin embargo, yo me senta

    cautiva de su hechizo y, en vez de protestar, hund voluptuosamente mismanos en la madeja de sus cabellos sedosos. Entonces, abri los ojos y me

    mir; brillaba en ellos un dulce deseo que me hizo vacilar, temerosa de mispropios impulsos.

    As permanecimos extasiados y quietos hasta que el sol se apag detrsde la lnea del horizonte. Entonces, nos pusimos de pie y nos acomodamosde nuevo en el auto, que se puso en marcha tomando el camino de mi casa.

    Durante el trayecto, su mano derecha, que dejaba libre el volante dela mquina, retuvo la ma. Cuando llegamos, abr la portezuela y le dijesimplemente:

    Hasta maana.Hasta maana me respondi suspirando.Sub las escaleras de mi casa como si estuviera ebria. Llegu a mi alcoba

    e hice girar el conmutador de la luz. Entonces, me mir al espejo y mesorprendi la radiante claridad que brillaba en el fondo de mis pupilas.

    Haba soado o vivido realmente? Me desnud de prisa y, hundiendola cabeza en el embozo de las sbanas, record la vieja pelcula de Unamor a primera vista

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    LAOCASIN

    Haca muchos aos que en su corazn haba nacido aquel amor, perola casualidad no le haba sido propicia. Intilmente busc una oportu-nidad de serle presentado; una fuerza invisible pareca separarlos cadavez ms.

    La vea siempre de lejos. Al atisbar su esbelta figura, el corazn de Rai-mundo Loriel palpitaba acelerado dentro de las paredes de su pecho. Susojos melanclicos se alzaban hacia el radiante rostro de Martha que, desde-osa y frvola pareca no advertir la muda adoracin de aquel hombre.

    Un da, supo la noticia de su boda en el aristocrtico templo de la Mer-ced. La Habana entera asisti a esta ceremonia que revisti caracteres deverdadera suntuosidad. Oculto en el rincn ms oscuro, el triste enamoradopresenci de lejos la ceremonia que lo apartaba definitivamente de la nicamujer que haba amado.

    Qu linda luca envuelta en las galas nupciales! Nunca sus pupilas le

    parecieron tan limpias y brillantes. Los sedosos rizos castaos escapabanbajo la vaporosa nube del velo nupcial. A su lado, el feliz elegido escucha-ba las frases del sacerdote que consagraba su unin. Las vibrantes notas delrgano dejaban or los dulces acordes de la marcha de Mendhelson.

    Cerr los ojos adoloridos. Cuando torn a abrirlos, la novia risuea ygentil avanzaba por entre la doble fila de curiosos que murmuraban frasesde admiracin a su belleza exquisita.

    Su ltima esperanza haba muerto. Raimundo Loriel, inconsolable, re-solvi alejarse y viajar. Del otro lado del mar, la lnea azul del olvido le

    ofreca el descanso y la pazUna semana ms tarde, se embarcaba en direccin a Europa, con su

    bagaje de ilusiones rotas.Cuando cincos aos ms tarde retorn a su pas natal, en su espritu

    aventurero los amores fciles haban tejido muchas veces la malla lumino-sa de los sueos fugaces, pero ninguna mujer haba hecho nacer de nuevoun amor sincero en su corazn.

    Lo amaron muchas mujeres jvenes y hermosas, altaneras y ricas. Lagloria coronaba sus sienes con los verdes laureles de la victoria. Sus novelas

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    se lean con avidez y sus crnicas sentimentales aparecan siempre en lapgina de honor de las mejores revistas.

    Pero no haba podido olvidar su viejo amor. La lnea azul del horizonteno haba podido curarlo de su tristeza. Ahora, al pisar de nuevo el solarpatrio, sus ojos hmedos se alzaron hacia la cpula del cielo para contemplarlos ardientes rayos del sol.

    Sus ancianos padres lo abrazaron llenos de jbilo. El hijo prdigoretornaba al hogar solitario y fro y la alegra de volverlo a ver ahog en suslabios el reproche que pugnaba por brotar de lo profundo del pecho. Elloshaban adivinado la causa de su larga ausencia.

    La fortuna le sonrea. Raimundo Loriel, escptico y descredo, jugaba

    con el corazn de las mujeres que, atradas por su fama, le sonrean ansiosas,sintindose vencidas antes de ser solicitadas.Un da, al cruzar por Obispo, vio a Martha. Iba envuelta en las negras

    tocas de la viudez y el largo velo flotante haca ms alta su silueta llena degracia y distincin.

    El corazn le dio un vuelco. La esperanza, como una lucecita remota,comenz a brillar en las profundidades de su espritu.

    Era libre! Y desde aquel instante resolvi buscar la ocasin de serlepresentado. Un amigo complaciente se prest a ello de buen grado. Esta

    vez, los negros ojos de Martha le contemplaron accesibles y dulcesGalante y mundano, l supo con frases delicadas halagar su vanidad sinincurrir en vulgaridades de mal tono. Y despus de una hora de pltica, lasimpata haba tejido entre ellos su invisible lazo.

    Seis meses de asedio continuado y una tarde de otoo plida y fra,los labios de la amada le sonrieron prometedores; pidiole l una cita quele fue concedida tras breves vacilaciones. Su dorado sueo se tornaba enrealidad. A Raimundo le pareca mentira que aquella mujer tan codiciadapudiera llegar a pertenecerle alguna vez.

    ** *

    Adorn lagarconnierede rosas, porque saba que ella las amaba. Volcen enormes bcaros de porcelana toda la policroma de los jardines tro-picales. Rosas rojas como bocas de mujer apasionada. Blancas como lapureza de las novias, amarillas como los sueos que se mueren

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    Aquello era una verdadera orga de color y de perfume. Sobre la chaise-longuetendi un riqusimo mantn filipino de largos flecos y vel la luz de los altos

    vitrales con discretas cortinas de seda rosa.Esper. Dos ligeros golpes en la puerta y la mujer que tanto habaamado en su vida estaba frente a l.

    Fue la emocin o el miedo? Raimundo Loriel no pudo explicarsejams la causa de su fracaso. Cuando despus de media hora de dulcespalabras y promesas ella le ofreci su boca dcil y sumisa, sinti que la vozde su instinto enmudeca. odas sus ansias se apagaron y, de sbito, susmanos cayeron a lo largo de su cuerpo y un sollozo le sacudi el pecho.

    Martha ma! gimi.

    Pero ella no comprenda. La sorpresa habale dilatado las negras pupilas.Una irnica sonrisa pleg sus labios y, sin proferir palabra alguna compusoel desorden de su traje y, con su altivo paso de reina, abri la puerta de lacalle y se perdi a lo lejos

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    TAPERFECTA

    An me parece contemplar en el testero principal de la sala de mi casa, elretrato de ta Perfecta. Pocas veces el nombre se ajusta tan bien a la persona,como en el caso de mi ta.

    Fsicamente, era de una belleza avasalladora. Dotada de unos grandes ojosverdes orlados por largas y negras pestaas y de una boca pequea como di-

    bujada por el mismo Cupido, pareca sonrer desde el fondo del lienzo dondeun celebre artista de aquel tiempo plasm su imagen encantadora; la recuerdoenvuelta en la transparencia de un traje de tul blanco estilo segundo imperio,que dejaba al descubierto sus hombros magnficos.

    Las manos breves y finas se cruzaban sobre el regazo y haba tal gracia en suabandono, que yo me detena muchas veces a mirarlas sugestionada por no sque invisible hechizo que emanaba de aquel retrato.

    Mi madre hablaba de ta Perfecta como de una santa. Sus primeros aos sedeslizaron al calor de su tutela y fue de ella donde mi madre aprendi las bellas

    virtudes que siempre la acompaaron. Cuando terminaba una de aquellaslabores exquisitas de aguja, que parecan tejidas por las manos de las hadas,mamita responda a mis exclamaciones de sorpresa:

    Me la ense ta Perfecta.El sabio gobierno de mi casa, cuyas riendas llevaba con singular acierto, lo

    aprendi de ta Perfecta. De ah que aquel nombre me fuera tan familiar y tanquerido. Sin embargo, a pesar de su belleza y de su talento, ta Perfecta fue delas mujeres ms desgraciadas de la tierra.

    Se cas siendo casi una nia, locamente enamorada de mi to Joaqun,

    joven de buena posicin que la rode de lujo y bienestar. Heredero de una an-tigua casa de comercio, se ausentaba a menudo a los pueblos cercanos dondese celebraban ferias en busca de mercancas, mientras ella, como la prudentePenlope, administraba su hogar con verdadera sabidura ocupndose en losnegocios de to Joaqun con todo el celo y atencin que requeran.

    Los criados la adoraban. odo aquel que acuda a ella en demanda de so-corro, sala favorecido con creces. Muchas madres le llevaban a sus hijos enfer-mos, para que ta Perfecta los tocara con sus manos blancas y finas, porque leatribuan la virtud de curar las fiebres malignas.

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    uvo tres hijos que crecieron, hermosos y fuertes como tres rosales,bajo los amorosos cuidados maternales; en aquel hogar la dicha pareca

    entronizada. Llevaban cerca de diez aos de feliz unin, sin que la msligera nube enturbiara el cielo de su felicidad.Un da, to Joaqun se vio obligado a marchar a la feria de ecax. Como

    de costumbre, su esposa, diligente, le arregl las maletas, poniendo en ellas,todo lo que pudiera necesitar durante su ausencia, que se prolongara unao dos semanas.

    Sin embargo, stas transcurrieron sin que regresara; loca de inquietud,ta Perfecta rez novenarios a todos los santos para que le devolvieran alesposo extraviado.

    Cuando al cabo de cinco semanas retorn, era un hombre cambiado.Sus modales se haban vuelto bruscos. Bes distradamente a su mujer y asus hijos y no dio explicacin alguna acerca de su inexplicable tardanza. aPerfecta, demasiado inteligente, se guard de hacerle preguntas indiscretas,y se conform con observar en silencio la absurda conducta de su marido.

    Comenz ste a ausentarse con frecuencia. A veces estaba fuera semanasenteras, sin escribir y abandonando lamentablemente sus negocios, losque, como es lgico, fueron decayendo notablemente al extremo de quehubo que comenzar a hacer economas y reducir los gastos. a Perfecta,siempre serena, segua con su dulce sonrisa sin dejar traslucir la angustiaque como un cncer devorbale las entraas.

    En la intimidad, el cambio era an ms visible. Le molestaba el ruidode las carcajadas de sus hijos, no toleraba que corrieran, como atao, porlos largos corredores de la hermosa casa. Les impona un silencio absurdoy l apareca con el rostro cansado y el gesto distrado.

    Poco a poco la alegra huy de aquel hogar, antes lleno de murmullosy de risa. No ms paseos, no ms fiestas, no ms visitas. stas fueron

    disminuyendo, impresionadas por aquel ambiente severo y triste. La soledadpareca la nica compaera de los habitantes de aquella casa.El misterio se aclar cierta maana en que ta Perfecta fue a socorrer a

    una infeliz que demandaba, a la puerta, una limosna. Al extenderle la ddivagenerosa, aquella rompi en bendiciones y alabanzas para las santas manosque la socorran. Luego, con aire de misterio suspir al odo de mi ta:

    Ay, nia, se me parte el alma cuando la veo a usted tan linda y tanbuena, mientras su marido, en ecax, tiene otra mujer que es la causa detodo lo que usted est sufriendo!

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    Palideci ta Perfecta hasta la lividez, pero se guard de hacer comentarioalguno. Cuando la mujer termin de almorzar y se dispuso a marcharse,

    le dijo con severo acento:No vuelva usted a tocar a esta puerta. Cuando mi marido traspasasus umbrales es un hombre igual a los dems y libre de sus actos. Cuandoest en ella es el amo y no pregunto nada de lo que hace fuera de aqu.

    Pero cuando se encontr a solas, una ola de lgrimas de fuego inundsus mejillas y, desde aquel instante, como una rosa falta de sol, ta Perfectaempez a marchitarse.

    Seis meses despus, muri de un mal misterioso y extrao que losmdicos no pudieron diagnosticar Pero ni aun en la hora postrera de su

    vida abri los labios para reprochar al esposo culpable su abandono. Nadiesupo nada por ella y baj al sepulcro llevndose su secreto.

    ** *

    Esta triste historia me la refiri mi madre muchas veces, cuando al piedel lienzo que guardaba su imagen, mis ojos infantiles admiraban la graciade aquellas manos abandonadas en el regazo.

    Hoy, la contemplacin de una vieja estampa inglesa, donde una damade verdes pupilas sonre enigmticamente, me ha hecho recordar la dulcesonrisa dibujada en los labios de ta Perfecta y escribo su historia, como unejemplo de abnegacin y de herosmo.

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    LADURAVERDAD

    Haba recorrido la ciudad de uno al otro extremo, en solicitud de unaddiva que nadie quiso darle. Agobiado por el hambre y la fatiga, se recostsobre el muro de una casa y cerr los ojos, disponindose a morir. Llevabados das sin probar alimento y sus fuerzas se haban agotado.

    Junto a l cruzaban damas elegantemente ataviadas que iban de prisa yhombres de negocios, que pasaban de largo sin fijarse en el msero mendigo.

    Un caballero de relucientes botas de charol coment con otro:El gobierno deba evitar este espectculo bochornoso de la mendicidad.Pero no sac una moneda para socorrer al anciano, que lo oy en

    silencio mientras una lgrima temblaba en el borde de sus prpados.De pronto, cruz una mujer sencillamente vestida. Era alta y gallarda y

    marchaba de prisa, con una sonrisa juguetendole en los labios. El aspectode aquel mendigo distrajo su atencin y se detuvo para sacar de su bolso

    de piel una moneda de plata que deposit en aquella mano con dulcecompasin.El anciano alz los ojos. Un rayo de ternura ilumin sus turbias pupilas

    y, extrayendo de su mugrienta ropa un diminuto frasco de cristal, exclam:Usted es la nica que se ha compadecido de mi desgracia. A cambio

    de su generosidad, le hago entrega de este frasco. Contiene cincuentagotas de un lquido; cada gota representa una verdad. Bastar que ustedvierta una sola gota en una copa de licor o de caf, y se la d a beber a lapersona cuyo pensamiento quiera conocer. Entonces, pese a los esfuerzos

    que haga para evitarlo, hablar y revelar aquello que tenga ms escondidoen el fondo de su alma.La mujer se sonri incrdula; pero alarg la mano y dio al mendigo las

    seas de su casa:Vaya a verme ms tarde y le socorrer con largueza.Y con su alegre sonrisa entre los labios, se perdi entre el tumulto de

    la ciudad.*

    * *

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    36 Literatura

    Ninon era una mujer feliz a pesar de las mil vicisitudes que haban amar-gado su existencia. Rica en sus primeros aos, se vi ms tarde desamparada

    y pobre en pas extranjero, pero,dotada de un corazn valiente, y de unaesplndida salud, se irgui frente a la vida, animosa y serena, dispuesta a lalucha.

    Era poetisa y soadora. Sus emociones las volcaba en versos apasionadosy sinceros, y en crnicas llenas de sentimientos, que le valieron unareputacin en el mundo de las letras. al vez no era bonita; pero su alegraradiante le formaba en torno del rostro una aureola. ena la boca grande,las pupilas tristes ojos de poeta que mostraban al desnudo el secreto desu espritu. Desinteresada y generosa daba al necesitado lo que tena.

    Y cuando no poda dar otra cosa, otorgaba su sonrisa, como la flor superfume. Y muchos le agradecan esta gracia, pero otros se la censurabanformando de ella juicios absurdos.

    Sin embargo, en su presencia callaban su pensamiento y la halagaban lle-vados de un inters secreto hacia la mujer. Otros, conociendo su prodigalidad,buscaban su ayuda, que jams negaba creyendo de buena fe en las mentirasde los otros.

    Aquella tarde, cuando de regreso a su hogar se despoj del traje de calley se dispuso a escribir su crnica para el peridico, record el misterioso

    regalo del mendigo y una arruga se marc en su frente. Por su cerebrocruz la visin de aquellas personas que la halagaban continuamente.Evoc a los hombres que sahumaban su belleza con madrigales floridos.Por ltimo, el recuerdo de Helios, su amante, se reflej en su alma comoel resplandor de una lmpara.

    Su amante! Generosamente se haba rendido en un arranque de amorsincero desafiando a la opinin ajena y arrostrando valerosamente lasmurmuraciones. Un vago sentimiento de duda se perfil en su cerebro:

    Si yo le diera una gota de este lquido! pens. Una voz burlona

    pareci advertirle:No pretendas conocer nunca la verdad, porque es dura e insoportable.

    Ama confiada y disfruta tu dicha. No la arriesgues por un sentimiento decuriosidad

    Pero fue intil. La idea se haba clavado tenazmente como una espinay no lograba arrancrsela.

    Dos horas despus, su resolucin se haba modificado en parte.Ensayar se dijo por los dems. engo tiempo de conocer la

    verdad sobre Helios.

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    Diez aos de juventud 37

    Y una vez resuelta a comprobar la virtud del elxir, se dispuso a laprueba aquella misma noche.

    Estaba invitada a una fiesta de carcter ntimo, en casa de una amiga ala que juzgaba leal y cariosa.Se visti cuidadosamente procurando lucir lo mejor posible. Ninguna

    joya ni detalle de mal gusto. Cuando se mir al espejo, se confes a smisma que estaba irreprochable.

    Desliz en su bolsa de noche el frasco y con paso ligero tom el caminode la casa de su amiga donde un reducido grupo se encontraba charlandobulliciosamente.

    Se murmuraba de las seoras ausentes y se hacan comentarios poco

    caritativos sobre un diputado que, ignorante del ridculo que pesaba sobrel, paseaba su lujo insolente en charolado auto

    La llegada de Ninon fue saludada con alegres demostraciones.Qu linda vienes hoy! djole la duea de la casa. Ninon pens:Si supieras que voy a leer en tu pensamiento!Aguard paciente la hora de pasar al comedor. Cuando el ponche fue

    servido, procur deslizar una gota del lquido en una copa y se la alarg asu amiga.

    A tu salud, Mercy!Bebieron. Despus, atrayndola hacia el balcn, le suplic:Ven un momento; quiero hacerte una pregunta.Ambas se recostaron sobre la baranda. Entonces, Ninn interrog:e gusta mi traje, Mercy? Me gustara saber tu opinin.Y ante la atnita mirada de Ninon, su amiga se ech a rer estrepitosamente:La verdad es que ests horrible! El talle corto te va muy mal y t

    crees que todo el mundo te admira, pero ests muy equivocada.Ninn palideci intensamente, pero disimulando su angustia volvi

    nuevamente al saln. La experiencia le haba dejado en el alma un terribleescozor. Casi se arrepinti de haber hecho la prueba. Pero inmediatamente,un loco deseo de desenmascarar a la Humanidad se apoder de ella yregres a su casa dispuesta a continuar el experimento.

    Cit para el da siguiente a dos de sus amigos, literatos cultos que siemprele haban demostrado ferviente admiracin. Despus de escuchar durantemedia hora su opinin sobre diversos poetas de Hispano Amrica, les ofreciuna copa de champaa vertiendo en ellas primero una gota del lquido.

    Ninon, sonriente, interrog al que estaba a su lado:

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    38 Literatura

    Le gusta a usted mi nuevo libro Revelacin? Me gustara conocersu opinin.

    Es de una sensiblera enfermiza y cursi! Ya slo las provincianas soncapaces de leerla a ustedEl otro amigo corrobor lo dicho por su compaero:Cada da escribe usted peor...Ninon tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no estallar de

    indignacin. Fingi no comprender y los despidi con una amable sonrisa.No le caba duda alguna. Aquel lquido era un infalible descubridor desecretos.

    Con el corazn latindole apresuradamente, resolvi hacer la suprema

    prueba con Helios. Estaba segura de que l le dira que la adoraba!...Cuando por la noche lleg a hacerle su acostumbrada visita, le desliz enla taza de caf una gota del lquido. Despus, enlazndolo amorosamenteentre sus brazos, le interrog dulcemente:

    Me quieres mucho?l sorbi lentamente su tacita de caf y respondi displicente:Me tienes horriblemente cansado. No s cmo hacerte comprender

    que ya no me gustas!...El estupor la dej paralizada... ambin! Aquello colmaba la medida

    de su paciencia.Sorbiendo las lgrimas que enturbiaban sus pupilas vari la conversacin.

    Y cuando diez minutos ms tarde l se march, con el corazn destrozadopor la pena, Ninon se dispuso a morir. odo era mentira. Mentira laamistad, mentira los halagos, mentira el amor!

    Para qu vivir? Y arrojando contra el suelo el fatdico frasco, Ninnbusc su revlver un revlver diminuto como un juguete de tocadory, acercndolo a su sien, apret el gatillo...

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    LAAMIGA

    Cmo quieres a tu amiga! sola decirle Romn a su mujer, cuandorisuea y gil abra la puerta de la calle para ir a visitarla.

    Mucho; es la mejor amiga que tengo.Y a fuerza de orsela nombrar, le fueron familiares al marido los hbitos

    y las costumbres de Rosita que, al decir de Lul, era modelo de hijas y dehermanas.

    an buena, tan cariosa, tan esplndida!Por qu no la invitas a almorzar ?, le pregunt l, un da, curioso por

    conocer el rostro de la amiga ms cariosa de su mujer.Vive muy lejos y siempre tiene muchas cosas que hacer.El tiempo se desliz apaciblemente para los esposos. Alguna vez, Lul

    llegaba de la calle con las mejillas sofocadas y los ojos brillantes; Romnla contemplaba un poco sorprendido al fijarse en el corte y calidad de sus

    trajes, que eran de un corte y calidad irreprochables.Me lo regal Rosita; a ella le quedaba demasiado corto.Y l aceptaba de buena fe estas explicaciones. As fue como, lentamente,

    el viejo y gastado mobiliario de la alcoba fue sustituido por otro ricamentetallado. Ms adelante el juego de sala fue renovado por uno de marfil y oro,lujosamente tapizado de verde. Romn interrogaba admirado:

    De dnde sacaste el dinero?Rosita me regal una hoja de billete y, mira qu suerte!, me han toca-

    do quinientos duros.

    La amiga lleg a ser para ellos la Providencia. Muchas noches, la lujosamquina de Rosita se detena en la puerta para buscar a Lul. Haba unafuncin extraordinaria en el teatro y la buena amiga quera hacerla partcipede la fiesta.

    Romn, a quien el exceso de trabajo mantena cansado, se excusaba deasistir. Prefera que su mujer se divirtiera. Despus de todo, no tena nada departicular que fuera con aquella amiga tan cariosa.

    Y, mientras l se quedaba tranquilamente en el hogar, Lul, coquetamenteataviada, le besaba en la frente recomendndole con su dulce vocecita:

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    Procura no aburrirte. Sobre el velador est la novela que estsleyendo. En la nevera tienes tu vaso de leche con vainilla.

    l la vea salir y con su confiada sonrisa le estrechaba las manos. Luego,tomaba el libro que su mujer haba colocado previsoramente sobre elvelador y lea hasta que el sueo le cerraba los prpados.

    Casi nunca se enteraba de la hora de regreso de Lul, porque stallegaba sigilosamente, se desnudaba de prisa y se meta en las sbanas,procurando no hacer ruido.

    Un da, la casualidad quiso que su mujer se enfermara. Fue una fiebreviolenta que degener en una grave tifoidea.

    Por qu Rosita no vendr a verla?se preguntaba. Si ella la cuidara,

    se pondra pronto buena.Pero Rosita no se present un slo da a visitarla y, al cabo de unasemana, el mal se agrav y la pobre Lul se fue al otro mundo sin haberrecobrado el conocimiento.

    Romn la llor amargamente. Aparte de su belleza arrebatadora, Lulposea cualidades de ama de casa insuperables. Nadie tan ahorrativa comoella, que lograba con el modesto sueldo de su marido realizar verdaderosmilagros. En su casa jams se haba carecido de nada. Ahora, Romn,desolado y confuso, vea cmo el dinero se le iba de entre las manos tan

    rpidamente, que apenas le alcanzaba para lo ms indispensable.Una noche sali a la calle desesperado. om el primer tranva quecruz y se acomod en su asiento con el semblante hurao y torvo. A suespalda, dos individuos hablaban en voz baja:

    Ah tienes al viudo de Lul. El pobre ha vivido, hasta hoy, creyendoen la virtud y en la economa de su mujer. Le haba hecho creer en laexistencia de cierta amiga imaginaria, pero lo cierto del caso es que el quesufragaba los gastos era el banquero Nadal.

    Y l nunca sospech nada?

    Nada; su mujer tena demasiado talento.Romn no pudo or ms. Los dos amigos se haban apeado. Intent

    seguirlos, pero una llovizna pertinaz, que empezaba a caer, haca que lostransentes apretaran el paso buscando refugio en los portales prximos.Un grupo de hombres se interpuso entre ellos y los perdi de vista.

    Ah, la infame, la traidora, le prfida! Solloz. Y una rabia inmensa lesobrecogi al pensar que, durante tantos aos, haba querido a aquellaamiga cuya existencia imaginaria le haba sido revelada en el asiento de untranva por dos desconocidos.

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    DULCEHOGAR

    Antes de abrir la puerta, Alicia ech una ltima mirada a la coqueta salitadonde cada objeto le traa un recuerdo amable. Poco a poco, ella habaido formando su hogar, llenndolo de frusleras y de adornos lindos. Cadadetalle revelaba su buen gusto de mujer exquisita.

    Sobre la mesita de laca rosa, una maja de barro de alavera ergua sugracia castiza envuelta en el airoso encaje de la mantilla. Alicia evoc latarde un poco lejana en que merced a un billete de lotera, premiado,pudo adquirirla tras largos meses de desearla locamente.

    Colgada del testero principal, una imagen del Corazn de Jess parecasonrer desde el fondo oscuro del lienzo. Alicia volva el rostro conmoviday un largo suspiro se le escap del pecho.

    A su pesar, retrocedi. Senta deseos de quedarse un poco ms detiempo an. Abri las maderas del balcn para contemplar por ltima

    vez la calle. A lo lejos, la cinta ondulante del mar apareca bruida por losrayos del sol. Los altos lamos alzaban sus copas verdes y lozanas por lasrecientes lluvias.

    Dentro de media hora escasa, su vida quedara definitivamente ligadaa la vida de Sal. Haban resuelto unirse y vivir libre de dogales y trabassu hermoso sueo de amor. Se iran a un lugar solitario donde nadie losconociese, refugiados de las miradas indiscretas, en la tibiez de un nidoencantador que l haba buscado y alhajado para recibirla.

    En la esquina de Infante y Carlos ercero, l estara esperndola. Le

    pareca verlo, atisbando impaciente el paso de todas las mujeres quecruzaban por su lado.Alicia cerr el balcn. Corri cuidadosa los estores de muselina. Sus

    finos dedos dejaron caer suavemente la rizada espuma de los encajes. Ellalos haba tejido en sus horas libres. Cmo amaba aquellas bellas laboressurgidas de sus hbiles manos!

    orn a suspirar. Ahora, sus miradas toparon con el marco de plataque encerraba el retrato de su marido. Hasta entonces, no haba reparadoen que tena unos ojos negros muy expresivos. Alicia sonri burlona al

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    recordar sus impertinencias, de las cuales estaba harta. Se haba cansado desoportarlo y se iba; a su lado, jams haba encontrado la felicidad.

    Se ira lejos. Sus treinta aos magnficos reclamaban amor y Sal se loofreca. Ella se saba duea de aquel corazn. Por qu no echar a andar ycomenzar una nueva existencia?...

    La tarde iba apagando sus oros en la lejana. La pequea salita comenzabaa ser invadida por las primeras sombras del crepsculo. Un dbil rayo de luz,entrando por las ventanas, hiri la luna del espejo. Alicia se contempl en l,plida, demacrada, envuelta en su largo velo de viaje.

    Inconsciente, volvi el rostro hacia el hueco de la puerta con el vago temorde que Sal pudiera aparecer. Pero no: l estara a aquella hora esperndolaen la esquina de Infante y Calos ercero, apoyado en aquel robusto lamo.

    Entorn los prpados. Un raro sopor iba invadindola. Senta el cuerpopesado, los nervios flojos, la voluntad inerme. Intent levantarse intilmentey termin por reclinar la cabeza sobre el respaldo del silln en que se habadejado caer sumergida en una especie de letargo.

    As, en la subconsciencia del sueo, se sinti vivir una nueva vida. Sevio llegando al lugar de la cita. Sal la tomaba impaciente del brazo y laarrastraba consigo por una callejuela oscura...

    Despus, se contempl a s misma instalada en el risueo nido de amor.A su lado, hosco y ceudo, su amante la llenaba de injurias apostrofndolagroseramente con duras palabras. No era ya aquel Sal de las palabras tiernasque le juraba una y mil veces amor eterno. Era un hombre violento y spero,en cuyo rostro la maldad iba trazando surcos imborrables.

    Como en un largo film, asisti al desenlace de su hermoso sueo. Viocmo en sus pupilas, antes radiantes y claras, las lgrimas extendan suneblina turbia.

    Un reloj dej escapar seis campanadas sonoras. Alicia abri los ojos como elque despierta de una horrible pesadilla. Haca dos horas que Sal la esperaba,pero no hizo el menor esfuerzo para levantarse. Una mano invisible la retena.Record a Dionisios, el desdeoso artista que, habiendo posedo en sueos aKrysis la cortesana, la repudi cuando sta se le entreg delirante y desnuda.Como Dionisios, ella conoca ahora el dolor de los sueos vividos.

    Un tranva que cruzaba en aquel momento dej entrar un claroresplandor a travs de los cristales. Alicia dirigi la vista hacia el retrato desu marido y suspir:

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    odos los hombres aman y olvidan igual. odos los idilios terminan enel sendero de la desilusin y del cansancio. A qu deslizarse por la peligrosa

    pendiente de la aventura?...Ciertamente que su marido tena impertinencias, pero haba hecho algoella para disimulrselas? En el fondo, no era la nica culpable de muchascosas? Por qu no tratar de perdonar y ser un poco ms compresiva? Era sumarido y la amaba a su manera...

    Se puso de pie. Ahora se senta gil, dispuesta a afrontar la carga que eldestino puso sobre sus hombros, y que ya no le pareca tan pesada.

    Desde el fondo del lienzo, la imagen del Corazn de Jess pareca sonrerindulgente y benvola. Y Alicia se dijo: Qu tibio y qu dulce es, despus

    de todo, este hogar que pretend abandonar en un momento de locura!...

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    ROCO

    Frente al pequeo escritorio de caoba, las manos de Roco se alargan inde-cisas hacia el papel. Siente la imperiosa necesidad de escribir una carta quesu orgullo rechaza. El corazn voluntarioso y ciego le dice:

    Escribe; brete; muestra tu pensamiento libre de velos. Un minutode emocin bien vale el sacrificio de tu orgullo!

    Pero Roco vacila. Aquel viejo amor tan arraigado a su espritu la llenade desasosiego. Sin embargo, an reconociendo que representa el nicoobjetivo de sus ansias, se siente cobarde para tender las manos hacia l.

    Leonardo lo fue todo para ella. En un tiempo, le hizo entrega total desu corazn y de su vida. Juntos hilaron el copo nevado de la ilusin. Sujuventud, ardiente como un rosal desbordado en capullos, se aprest aldulce milagro.

    No conceban la existencia el uno lejos del otro. Cmo pudo derrum-barse aquel amor as, de sbito, como una casa ruinosa y vieja? Los sueos,

    que antao fueron como golondrinas refugiadas bajo alero, huyeron deso-lados y tristes en busca de un albergue ms hospitalario.

    Roco siente que una gran frialdad de soledad le oprime el pecho. Eldesengao le ense a cultivar la rosa negra de la irona. Ya no sabe es-perar. Olvid la ciencia de creer y, antes de que sus odos perciban laspalabras de amor, su mano dura alza rpida el fuerte muro de la duda paraimpedir que lleguen al fondo de su alma. Amar? odos los hombres soniguales: egostas, necios, vanidosos...

    Son los resultados de la educacin moderna? Releyendo las polvo-

    rientas novelas que duermen en los anaqueles de su extensa biblioteca,se siente tentada a dudar de su veracidad. Cmo pudo cambiar tantola Humanidad en el transcurso de los aos? Los bravos mosqueteros quedefendieron con sus aceros el honor amenazado de su reina, si tornaran avivir en este siglo del tanto por ciento, qu diran?

    Afuera el viento sopla inclemente. Sobre los cristales de la ventana, unrosal anmico se empea en sacudir sus dedos verdes. Algunas gotas deagua resbalan a lo largo de las maderas. Roco entorn los ojos. Sus pupi-las se han puesto turbias. Sus manos extendidas sobre el papel vacilan an

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    46 Literatura

    sin atreverse a escribir... Bastara un ligero esfuerzo nada ms para que lafelicidad que ella misma destruyera pueda ser reconstruida.

    En la casa inmediata, alguien toca en el piano una antigua meloda deSchubert. Una voz femenina canta, oh casualidad!, la dulce meloda desus das felices: ristes recuerdos. Cmo le aoran estas notas a Leonar-do! Se la cantaba siempre a media voz en aquellas tardes lejanas cuando,juntos y risueos, edificaban sobre la movediza arena del presente el dora-do palacio de su futura felicidad...

    Pequeo y tibio nido con sus cortinas de clara muselina y sus bcarosllenos de rosas fragantes! Las manos de Roco no los llenarn jams paraalegrar la salita Y la alcoba? Su fantasa haba esbozado muchas veces elmullido lecho lleno de encajes, la coqueta con su mrmol rosa lleno defri-voleras (?);el ancho ventanal donde las madreselvas y los jazmines tejeransu toldo perfumado y tupido.

    El corazn poeta de Leonardo se enterneca escuchando las divagacio-nes de la Amada. Ciertamente que un da podran convertirse en realidad,pero haba que esperar an... y tomaba entre sus manos fuertes las manosfrgiles y blancas que se abandonaban entre las suyas dciles y sumisas...

    ** *

    Sabes? Leonardo se casa.Le dieron la noticia as, de pronto. Primero crey que se trataba de una

    broma. Cmo iba a creerlo? Le haba jurado tantas veces que slo ellacompartira su vida! Seguramente se trataba de un error.

    Cuando l vino por la noche, le interrog mirndolo al fondo de los ojos:Has odo lo que cuentan? Dicen que te casas con otra.Ri l de la ocurrencia. Nunca estuvo ms carioso con Roco. Encan-

    tada, acab por olvidar sus recelos escuchando los planes maravillosos paraun maana que no acababa de llegar. Por qu no se decida a quedarsecon ella? Jams le exigira lujos ni dispendios. A su lado le bastaba el tibiorefugio de un nido humilde y risueo.

    Sin embargo, l aplazaba siempre el momento con vagas excusas:No puedo; tenemos que esperar...Esperar! La primavera haba vestido los rosales cinco veces y en el cora-

    zn de la enamorada los sueos banse desvaneciendo. Una tarde, resueltay firme le advirti:

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    Hemos terminado.Y no bastaron juramentos ni promesas. La sospecha agrandbase en

    su espritu. Ahora tena la certeza de que otra comparta el corazn deLeonardo y apelando a su orgullo, se neg a escuchar las disculpas que lamonton para disculpar su conducta.

    ** *

    Su orgullo los separ. Llevada por el Azar, Roco encamin suspasos por nuevos derroteros. Viaj. Del otro lado del mar, la asaltaron

    nuevas impresiones desconocidas que casi la hicieron olvidar su fracasosentimental. No dio, empero, cabida al amor en su pecho, pero dej queen sus negras pupilas la coquetera encendiera sus gneas llamaradas. Jugcon el corazn de los hombres, como los nios con sus muecos. Se sabahermosa y codiciable. Ella escapaba rpida cuando el fuego amenazabatocarla y as, esquivando el dulce mandato de la Naturaleza, dej escaparsu risuea primavera y aproximarse el otoo...

    *

    * *

    El cartero le larg una carta. Antes de rasgarla, tuvo un vago presenti-miento. A quin le recordaban estos rasgos prolongados y finos? La abri.Era de Leonardo.

    S que has vuelto. e he esperado y te amo. e negars a querermetodava?

    Las manos de Roco tiemblan. El otoo se acerca. Su hermosa juventudser pronto una rosa mustia. Antes de un lustro, su tez habr perdido su

    lozana y en sus rubios cabellos, la escarcha de la vida habr prendido suscopos nevados...

    Los anmicos dedos del rosal siguen tocando los cristales de la ventana.Una lluvia menuda y fina resbala a lo largo del tejado. Las manos de Rocose han extendido ahora resueltas hacia el papel y trazan las duras palabrasque han de cerrarle para siempre las puertas de la felicidad.

    Es intil. Nuestro amor no es sino un vaso roto...Luego cierra los ojos y lgrimas de fuego resbalan a lo largo de sus meji-

    llas plidas...

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    UNACITA

    Jacinto Labrit ech una mirada distrada a su escritorio donde la corres-pondencia sea amontonaba confusa. Bah!, lo mismo de siempre: cartas deadmiradores entusiastas que lo felicitaban efusivamente por la campaa po-ltica que vena librando en su seccin diaria del peridico; campaa audaz,llena de peligros que no lograban arredrar el nimo del valiente escritor.

    Haba tambin cartas femeninas llenas de frase sentimentales donde laspobres almas incomprendidas, enamoradas de su arte, imploraban un retra-to o un autgrafo suyo.

    Jacinto Labrit hizo un gesto de disgusto y en su ancha frente de pensador,se marcaron dos hondos surcos que momentneamente tornaron grave subello semblante varonil.

    Disponase a echar al cesto de los papeles la correspondencia, cuandollam su atencin una carta de color azul que pareca querer ocultarse entrelas dems. La letra femenina era fina, de complicados rasgos, escrita continta violeta. Al abrirla, se desprendi de ella un fuerte olor de heliotropo yJacinto Labrit ley la interesante misiva:

    No s deca la annima autora la opinin que pueda ustedformarse de m. Acaso me tilde de romntica sonriendo con desdn antemi splica: Quisiera conocerlo! Si usted no tiene en ello inconvenientealguno, maana, de cinco a seis, lo esperar en la Glorieta del Malecn. Irvestida de blanco y llevar prendida en el talle una flor encarnada.

    Jacinto Labrit sonri. Una aventura novelesca le sala al paso! Bueno;ningn hombre rehsa encuentro semejante; despus de todo, no erael admirable poeta, cuyos versos magnficos haban levantado locossentimientos de amor en el corazn de tantas mujeres? Acaso la autora deaquella carta fuera linda y le proporcionara un modo agradable de matarel tiempo.

    Precisamente comenzaba a cansarse de su mujer, una sencilla y dulcemuchacha que, enamorada ciegamente de l, se haba casado desoyendolos consejos de sus familiares.

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    50 Literatura

    Jacinto era por aquel entonces, un escritor oscuro y casi desconocido.Apenas si su firma apareca al pie de algn artculo de crtica de arte que

    la mayora de las personas no lea. La mayora de las personas gusta de leersolamente los artculos que ostentan firmas conocidas, aunque sus autoressean unos perfectos imbciles.

    Despus de tres aos de lenta y silenciosa labor, haba triunfado. Sunombre se pronunciaba con respeto y los polticos que le teman le tendanla mano con gesto de abierta proteccin. La pluma de Jacinto Labrit sabaelevar el mrito de la persona a quien se propona encumbrar y ridiculizarsatricamente al adversario.

    Muchos le suponan soltero. A pretexto de que los artistas no deben ser

    importunados, Jacinto evada salir a la calle con su mujer; sta, abnegaday humilde, disculpaba el egosmo de su marido y encontraba muy naturalaquella medida. Los hombres de genio deben aparecer solos ante lamuchedumbre que les aplaude y los admira!

    No quera ella ser un estorbo en su camino y escurrase silenciosa cuandoalguien iba en busca del escritor, evitando as las terribles presentacionesfamiliares que tanto disgustaban a Jacinto.

    Casi nadie estaba enterado de su matrimonio. Como, por otra parte,le vean siempre concurrir a las tertulias de los cafs rodeado siempre de

    amigos y camaradas, acabaron por suponerlo, en definitiva, soltero.Meditaba el poeta en la carta que acababa de recibir, cuando rompi elhilo de su ensueo la voz melanclica de Dolores, su mujer:

    Has recibido noticias desagradables?No respondi l, las mismas de siempre.Y deslizando la carta azul dentro del bolsillo de su americana, tom el

    sombrero y se dispuso a salir.Dolores le vio irse sin interrogarle. Acostumbrada a su papel de adoratriz

    silenciosa, senta, a veces, la mordedura de los celos roerle el corazn.

    El destino era demasiado injusto con ella, que amando locamente a sumarido, no poda exhibirse de su brazo para proclamar orgullosa ante elmundo su titulo de esposa.

    Con un suspiro de ansiedad se puso a arreglar los papeles esparcidossobre el escritorio. Limpi el grueso cristal del bureauy puso en ordentodos los objetos pertenecientes a Jacinto.

    ste, en tanto, con las manos en los bolsillos se dirigi al caf Centraldonde sola reunirse habitualmente con sus amigos, todos escritores ybohemios, que lo saludaban siempre con grandes muestra de jbilo.

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    Vaya una cara de entierro la que traes hoy! djole Alfredo, uno de suscompaeros del peridico, dndole una amistosa palmadita en el hombro.

    Jacinto sonri involuntariamente y, disimulando su ansiedad, pididos bocks(?)de cerveza al tomar asiento al lado de su amigo.Charl de cosas frvolas ocultando cuidadoso sus preocupaciones y

    pasado un rato, se despidi y ech a andar en direccin a Prado.Era jueves; la carta traa fecha del da anterior, as pues, la cita era para

    aquella misma tarde. Consult su reloj de pulsera. Eran las dos, tenatiempo suficiente de ir a su casa y arreglarse un poco. No se va a la cita deuna mujer bonita con la ropa arrugada y el cabello en desorden.

    ** *

    Dos horas ms tarde, elegantemente ataviado con un terno gris, salide su casa. En el bolsillo izquierdo del saco, un fino pauelo de batista conorla igualmente gris ola a verbena. Aquel pauelo ostentaba un artsticomonograma bordado por las hbiles manos de Dolores, que no sospechcuando lo hizo, la ocasin en que sera estrenado.

    Entr en los portales de la Inglaterra y se dispuso a que le lustraranlas botas. Luego, caminando muy despacio para no llegar con demasiadaanticipacin, baj en direccin a la Glorieta.

    La tarde era esplndida. El cielo, de un limpio color azul, pareca en-cender en el alma risueos optimismos. La Glorieta estaba desierta; aquelda no haba retreta y los escasos paseantes contemplaban silenciosos, a lolargo del muro del Malecn, el maravilloso espectculo del mar que pare-ca teido como un palo de raros cambiantes.

    Un reloj cercano dej or cinco campanadas. Jacinto dirigi la vista en

    derredor. Por dnde vendra la bella desconocida? Por Malecn o porPrado?...Respondiendo a esta pregunta, una fina silueta de mujer se destac sobre

    el fondo claro de la tarde. Jacinto la contempl un momento, detallndolaen el acto. Era indudablemente una mujer encantadora. ena los ojosnegros de larga y acariciadora mirada y su piel, ligeramente morena,tena ese color mate y sonrosado de los piones. De justas proporciones yaventajada estatura, tena un porte seorial y distinguido desprovisto detoda afectacin.

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    52 Literatura

    Vesta un vaporoso traje de muselina blanca adornado de encajes y,en su esbelto talle, una flor encarnada, ligeramente plegada en capullo,

    dejaba escapar suave fragancia.He llegado a tiempo?Jacinto, turbado ante la belleza de su interlocutora, estrech su mano

    y suspir:Ha sido usted exacta.Se miraron un momento, estudindose mutuamente. Jacinto, consultan-

    do su reloj insinu:No le parece que tomemos un coche? Es peligroso hablar aqu. Ella

    asinti con una leve inclinacin de cabeza y, llamando a un chofer, Jacinto

    hizo subir a su compaera en el auto y luego tom asiento a su lado:Llvanos a la Playa.Repuesto de su turbacin, Jacinto comenz a hablar.Ella le escuchaba encantada al parecer. No haba disonancia alguna

    entre el galante poeta de los bellos madrigales y el apuesto joven quematizaba los temas ms frvolos con acertados comentarios.

    Contole ella su vida: era hurfana y rica; pronto cumplira la mayorade edad y su espritu vido de emociones habale impulsado a escribirleaquella carta por una curiosidad muy femenina. Quera nicamente

    conocer de cerca al brillante escritor y comprobar si su talento y su almaestaban a la misma altura.Nada ms; su ilusin no haba sufrido un pice. Estaba satisfecha!El auto marchaba veloz por la calzada y la fresca brisa del mar despeinaba

    los sedosos rizos de su cabellera castaa; como Jacinto, subyugado, comenzaraa esbozar palabras de amor, ella, sacudiendo su linda cabeza, le interrumpi:

    No siga usted por ese camino. Yo no le he citado para correr unaaventura vulgar. Soy libre, pero pertenezco a esa sociedad que no perdonajams a la mujer que cae. Adems, soy demasiado celosa y nunca me casar

    con un hombre clebre. Sufrira horriblemente al pensar en que otrasmujeres escribiran cartas de amor a mi marido. He querido nicamentecomprobar si un hombre del talento de usted sera capaz de esquivar el temaamoroso, resistiendo el atractivo de una cita dada por una desconocida. Veoque es usted exactamente igual a los dems. No ha visto en m, sino a lamujer fcil de conquistar con bellas palabras.

    Quizs yo, al ver que usted no acuda a la cita, le hubiera buscado denuevo. Acaso le habra amado! Los hombres no comprendern jams lapsicologa del alma femenina!

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    Jacinto Labrit la escuchaba atnito. Extraa teora la de aquellaseorita! As pues, su galantera mundana que accede a los caprichos de

    una mujer era precisamente el obstculo que se interpona entre ellos...Inclinndose levemente, orden al chofer:Vuelva usted a la ciudad.La maquina vir en redondo tomando la direccin indicada. Comenzaba

    a oscurecer y las luces de gas iban encendindose a lo largo de las calles. Suresplandor ba un momento el rostro pensativo de la mujer donde el poetavio escritos la irona y el descontento...

    Dgame, al menos, cmo se llama usted!Me llamo Perla

    Perla... qu lindo nombre!De nuevo intent l enlazar la conversacin que haba languidecido;

    ella, tornndose repetidamente seria, replic:No insista usted, le repito que no lo he citado para correr una

    aventura vulgar.Deme, al menos, otra cita y una esperanza. Acaso, cuando me trate

    un poco modificar usted su opinin.Es intil; no nos veremos ms.El auto haba llegado a la Glorieta. Perla abri ligera la portezuela del

    automvil y con gracioso gesto tendi su mano a Jacinto:Adis!Y ante la muda admiracin del poeta, se perdi calle arriba baada por

    los reflejos amarillentos de los mecheros de gas...

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    ELTALISMN

    Siempre recordar el angustioso gesto que contrajo el rostro de mi taAlina cuando sintindose morir me llam a la cabecera de su lecho. Pliday leve como un copo de espuma desapareca entre la nube de encajes queadornaban el embozo y las almohadas.

    Mi ta Alina era una mujer bellsima. Sus ojos grandes y negros tenan

    el brillo de los diamantes que tanto amaba. Siempre llevaba pendiente delcuello una fina cadenita de platino de la que colgaba un enorme diamanteclaro como una gota de agua. Era inmensamente rica y la mayor parte desu vida se la pas viajando por Europa en compaa de una doncella quela amaba con la fidelidad del perro.

    Cuando retornaba de estas largas excursiones, se encerraba en su palacio,un vetusto casern del tiempo de la Colonia, cuyas rejas primorosamenteforjadas denotaban la mano de un artista genial. Rodebanle anchos

    jardines sombreados por altos arrayanes y finos cipreses. En el centro, unsurtidor de brillantes azulejos suspiraba su canto cristalino.Nos visitaba alguna vez. Mi madre la quera profundamente y admiraba

    su gran cultura y su exquisito don de gentes. Gustaba de sentarme en susrodillas y acariciando mis largos bucles castaos dejaba que mis manosjugaran con el diamante de supendantiff. Me enviaba a menudo cajas debombones lindamente decoradas y se rea de mi admiracin, que estallabaen gritos cuando la vea ataviada con una de aquellas lujosas toilletes. Usabaun perfume persistente mezcla de nardo y heliotropo que la envolva como

    una onda voluptuosa.a Alina me mand pasar a su alcoba y despidi a la enfermera reco-mendndole que nadie nos molestara; luego me seal una cmoda butacade cuero que estaba junto a ella.

    Yo la miraba en silencio, intimidada por la palidez de su rostro y porel lujo de aquel aposento lleno de colgaduras de raso azul y encajes deMalinas. Mis ojos iban curiosamente desde los muebles ricamente talladoshasta las paredes donde cuadros de los ms clebres artistas lucan laaristocracia de sus firmas un poco borrosas por la accin del tiempo.

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    a Alina sonri dbilmente y me dijo:e extraa sin duda que te haya mandado llamar, pero s que mis

    horas estn contadas y quiero hacerte depositaria de un milagroso talismnal cual debo toda esta riqueza que deslumbra tus ojos. Es una florecitaroja de cinco ptalos. Cada uno representa un deseo que puedes satisfacercuando quieras. Podrs ser duea de todo aquello que ambiciones: fortuna,belleza, gloria, poder, amor...

    Pero cuando hayas arrancado los cincos ptalos necesitars esperarde nuevo cinco aos para que vuelvan a reproducirse. S prudente y noabuses de su virtud. Lleva cerca de cinco aos con el talle seco. Dentrode quince das tornar a florecer, pero como para entonces ya no vivir,

    quiero entregarte mi tesoro.a Alina extrajo de debajo de su almohada una minscula cajita de

    oro repujada, recamada de zafiros, la cual abri, mostrndome un talloseco, cuidadosamente guardado en su fondo.

    No le mires as porque le ves amarillo y mustio!Dentro de quince das se habr vuelto verde y lozano y, en su extre-

    mo, la flor nacer roja y brillante!a Alina se recost otra vez en el lecho y yo sent que se escapaban de

    su pecho ahogados sollozos.No poder vivir quince das ms! Yo tuve riquezas, hermosura, amor.

    Ahora, cuando me muera, t sers la poseedora de mi talismn.Yo reclin la frente sobre el borde del lecho y le di las gracias con ardiente

    voz. La sangre circulaba por mis venas como impetuosa catarata. odoun mundo de ideas germinaba en mi cerebro llenndome de ansiedad ydeseos confusos.

    Cuando alc los ojos, advert que el rostro de mi ta Alina tena la palidezdel mrmol. Sus manos, que yo oprima entre las mas, estaban rgidas y

    heladas. Comprend que la muerte impasible y hosca haba llegado.Rec de rodillas un breve instante. Luego llam a la enfermera, quienal ver el lvido semblante se dio cuenta de que haba dejado de existir. Letom el pulso auscultndole el corazn y, por ltimo, le acerc a los labiosun espejo sin que ningn aliento lo empaase.

    Ha muerto. Me dijo.Nos arrodillamos y en silencio elevamos nuestras preces a Dios, por

    el descanso de su alma, mientras mis manos opriman nerviosamente laminscula cajita de oro que guardaba en su fondo la milagrosa flor.

  • 7/26/2019 Diez Aos de Juventud

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    Conforme pronostic ta Alina, quince das despus el tallo amarillentose torn verde y lozano y, en su extremo, la florecita de ptalos rojos se

    abri brillante.Yo la mir con un temor supersticioso tratando de coordinar mis ideas.Qu le pedira? Fortuna? Poder? Amor?...

    Dese ser rica; durante mi vida he tenido oportunidad de observar queel dinero es la llave de or