DISCURSO REVISIONISTA Y CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
EN LA POESÍA FEMENINA ESPAÑOLA
Abderrahman Laaouina1
Facultad de Letras
Universidad MohamedV-Rabat
Resumen : Este artículo propone una aproximación al discurso feminista a través de la creación
poética de tres poetisas españolas representativas del siglo XX, a saber Carmen Conde, Ángela
Figuera Aymerich y Ana Rossetti. El propósito es poner de relieve las estrategias poéticas discursivas
de tipo revisionista a las que se recurre para construir una nueva identidad femenina abogando por la
invalidación de la percepción falogocéntrica del yo femenino ha venido cristalizando una realidad
repleta de predeterminismos y estereotipos en los que la mujer no consigue reconocerse a sí misma.
Palabras clave: Poesía femenina, feminismo, alteridad, mismidad, deconstrucción, construcción de la
identidad, patriarcado, falogocentrismo.
Résumé : Cet article propose une approximation au discours féministe à travers la création poétique
de trois poétesses espagnoles emblématiques du XXème siècle, à savoir Carmen Conde, Angela
Figuera Aymerich et Ana Rossetti. L'objectif est de mettre en évidence les stratégies poétiques
discursives de caractère révisionniste exploitées dans cette poésie en vue de bâtir une nouvelle
identité féminine optant par la révocation de la perception phallogocentriste caractérisée par toute une
infinité de stéréotypes qui cristallisent le pouvoir masculiniste ou patriarcal.
1 – Profesor titular de Lengua y Literatura españolas, director y coordinador del Departamento de Estudios Hispánicos de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Universidad MohamedV. Es vice-presidente de la Asociación Para la Acción Intercultural Universitaria Ciudadana –APAIUC-, miembro permanente del Grupo de Investigación Laboratorio de Lenguas Latinas y co-coordinador del Máster especializado: Didáctica de las Lenguas y Culturas Latinas (ENS). Ha intervenido en varios encuentros y coloquios y tiene publicados varios artículos en revistas nacionales e internacionales sobre temas de poética, lingüística y traducción. Ha traducido varios libros sobre Historia, Teatro y Poesía y está dirigiendo trabajos de investigación y doctorados sobre Lingüística y Didáctica del Español.
.
Mots-clés: Poésie féminine, feminisme, altérité, mêmeté, déconstruction, construction de l'identité,
Patriarcat, phallogocentrisme.
لثالث: ملخص الشعري اإلبداع عبر النسوي للخطاب مقاربة المقال هذا يطرح
هن و الماضي القرن خالل اإلسباني الشعر من متباينة مراحل يمثلن كاتبات
. هذه من الرئيسي الهدف و روسيطي آنا و أيميريتش أنخيال كوندي، كارمين
دحض بغاية اإلسباني النسوي الشغر في الموظفة اإلستراتيجيات تبيان هو الدراسة
الفكر شرعها التي الصور و الجاهزة الكليشيهات من البطريركيالعديد. األبوي أو إنطالقا األنثوية الذات إثبات إشكالية تتناول أنها كما مضت قرون منذ
الذكورية السلطة لها تروج التي الصور كل تفنيد إلى تهدف نسوية طروحات من
تراها كما النسوية للهوية الحقيقية المقومات و الخصائص مع تتناقض باعتبارها
المرأة. الدالة الخطاب: الكلمات� اآلخر، و األنا الهوية، و الذات إثبات النسوي، الشعر
أو .الذكوريالمنطق األبوي، البطريركي
G.Greer sostiene que la muy corriente expresión utilizada para referirnos a
nuestra propia esencia es “yo soy yo”, expresión que traduce la experiencia del
auténtico ejercicio de autoconocimiento 1 . El concepto de identidad, sustentado
por teóricos, literatos, sociólogos, sicoanalistas y filósofos en el estudio de temas
relativos a la personalidad, la mismidad, la enajenación, la autodeterminación,
etc., constituye una de las tantas manifestaciones de ilusión fundamental del
pensamiento y reflexión de la mujer moderna.
El estudio de las representaciones imaginariosimbólicas de lo femenino en
la poesía española escrita por mujeres, es susceptible de mostrar que la
expresión de la problemática del “yo” y del “otro” es muy variada y con
11-Germaine Greer, La mujer completa, trad. Mireia Bofill y Heide Braun, Barcelona, Kairós, 2000, p.37
orientaciones pluridimensionales que convergen hacia la misma idea matricial, a
saber la búsqueda de la identidad propia. Harta de estar relegada a un segundo
plano y de verse obstruida en imágenes estereotipadas ante las cuales no se
reconoce, la mujer toma la decisión de buscar a sí misma, de tener el tiempo de
mirarse en el espejo y auto-afirmarse sin contar con la visión hecha de falacias
falogocéntricas. Ésta es, decididamente, una de las más elementales inquietudes
del ser femenino; preocupación que da al discurso poético, que nos ocupa, un
clarísimo sesgo feminista.
Desde su propia sumisión al inicuo sistema patriarcal y desde el fondo mismo
de su largo e histórico silencio, el yo femenino, tanto en la poesía de Carmen
conde, como en la de Ángela Figuera Aymerich y Ana Rossetti, se da cuenta
de que ya es tiempo de salir de la sombra, romper el yugo del mutismo y
configurar un discurso que sea suyo y que pueda dejar patentemente establecida
su visión del mundo y sus cosas, visión que no forzosamente corresponde a la
impuesta por el discurso masculinista. La mujer sabe que realizarse plenamente
supone todo un asunto que inevitablemente ha de pasar por un proceso de
deconstrucción de las tantas etiquetas e imágenes preestablecidas, desde hace
siglos por el logos patriarcal. Lejos de declarar una irracional guerra contra el
orden imperante y sin considerar al otro como rival o disidente, la mujer opta
por la revaloración de todo el legado histórico y cultural fundado en
multiplicidades de complejas falacias. Aboga por la instauración de nuevas y
sensatas ideas como la complementariedad de los dos géneros. Se atreve
finalmente a contemplarse en el espejo y cae en la cuenta de que ella es otra, que
el retrato que ve en los ojos del “otro” no corresponde a su real perfil y a su
verdadera efigie. Por eso, en un poema de Carmen Conde titulado “Angustia”,
se descubre a una voz poemática que declara inequívocamente que nadie, como
una mujer, puede saber lo que es el “ser mujer”. Consciente de este caer en la
cuenta y de la suspicacia y susceptibilidad de este tema para el orden patriarcal,
vigente desde la noche de los tiempos, la mujer considera a la vieja pareja
humana como dos seres que no son ni “extraños”, ni “enemigos, ni “hostiles”
ni tampoco son iguales a “dos luchadores de causas diferentes” 2 . No obstante2 . No
obstante, los versos dejan plasmar un discurso que aboga por la diferencia entre
los dos sexos como primicia y principio básicos para la identidad. Los versos
siguientes son muy expresivos en este contexto:
“ ¡Qué poco sabe un hombre de una mujer,y cuán difícil ella para enseñarle a ver!Son dos mundos ajenos que nunca se penetranNi cuando se poseen, porque cada uno de ellos Lo que está poseyendo es su cuerpo y su alma,Sin enterarse nunca de lo que siente el otro.” 3
He aquí una de las reticencias del “feminismo de diferencia”. La palabra
“cuerpo” como barómetro de diferencia genérica nos recuerda las resonancias
biológicas que de ninguna forma la mujer puede negar. Ella se sabe diferente
biológica y hormonalmente, pero no por ello ha de consentir las pretensiones de
superioridad patrocinadas por los esquemas conceptuales de rango machista. Por
ello se declara como esencia compleja e ininteligible para la aprehensión
varonil: “poco sabe un hombre de la mujer”. El hincapié hecho en la palabra
“alma” es de igual trascendencia. Nos recuerda una de las cuestiones
fundamentales que han sido desarrolladas por las teorías feminista, a saber “la
sexualización del espíritu o del alma” en tanto que criterio de diferenciación
entre mujer y hombre y, por ende, como procedimiento de re-identificación y
redefinición de la feminidad. El último verso nos muestra perspicazmente cómo
el planteamiento del tema se hace en términos de la “mismidad” y de la
“otredad”, del “yo” y del “otro”, al mismo tiempo que se recalca el valor de los
sentimientos en el proceso de aprehensión y descimiento de lo femenino y de lo 2 . No obstante2 – Carmen Conde, “Angustia”, Mujer sin Edén, Madrid, Ediciones Torremozas, 2000, p.56.33 –ibid.
masculino. Dualidad que es susceptible de interpretarse, como se sugiere
explícitamente aquí, teniendo en cuenta los sentimientos: “sin enterarse nunca
de lo que siente el otro”.
Puede decirse que decididamente “el espíritu, el alma y la mente tienen
sexo”. Mujer y hombre son, según Carmen Conde, “dos mundos ajenos” y, por
tanto distinto y diferentes, de ahí que perciban y “sientan” el mundo y sus cosas
de forma total y cabalmente distinta. Lo diferente se concibe, así, como lo no
idéntico a lo masculino, lo no parecido a la imagen que el Régimen logocéntrico
ha ideado para la mujer. Esta diferencia viene ahora a tomar cuerpo
correspondiendo, por excelencia, a lo femenino. La feminidad fue, desde
siempre, excéntrica al logocentrismo masculinista y quedó en los márgenes de la
razón patriarcal encarnando lo otro frente al orden del logos, entendido éste
como orden indiscutiblemente fálico. No en balde, afirma la feminista francesa
Luce Irigaray que: “(...) lo femenino viene a instituirse como la diferencia por
relación al orden logo-falo-céntrico que, en particular desde la razón moderna
constituyente, ha venido a diseñar el universo simbólico predominante” 41.
Un similar tratamiento de este tema nos lo ofrece Ángela Figuera Aymerich
en su poemario Los días duros y más concretamente en poemas como “Ésta
que soy”, título de por sí de gran elocuencia. En esta composición se despliega
la idea de que el primer paso hacia una auténtica identidad y, por tanto, hacia
una verdadera autodefinición es tomar distancia de todos los condicionamientos,
alejarse de los determinismos de toda índole y buscarse un espacio íntimo de
soledad donde el “yo” femenino pueda encontrarse consigo mismo y establecer
un diálogo con su intimidad. Sólo en /desde este espacio de retraimiento será
posible ahondar en la propia individualidad. La toma de distancia implica, aquí,
una forma de (re)pensar, ver y revisar las cosas objetivamente, prescindiendo de
1 4- Luce Irigaray, Espéculo de la otra mujer, Madrid, Saltés, 1994, p.149.
los prejuicios dominantes. Pero implica, igualmente, poner tabla rasa y volver a
pensarlo todo de nuevo. De hecho, se descubre en el poema una táctica de
desmitificación de los mitos sociales ya establecidos puesto que se pone en
cuestionamiento la definición misma de la esencia femenina. Se trata de un
posicionamiento subversivo que apunta a rechazar los clichés del patriarcado.
La interrogación, la duda, el recelo y la denegación o anulación de lo
gratuitamente preestablecido conforma un proceso de deconstrucción feminista.
Pues, desde el susodicho espacio de intimidad, el “yo” femenino se interroga a sí
mismo, dejando claras muestras de su perplejidad ante tantos modelos
femeninos pre-moldeados; perplejidad e incertidumbre que expresan, antes que
nada, una intensa sed de conocimiento y un deseo vehemente de redefinición.
Muy pronto el diálogo con la mismidad se hace monólogo porque no hay quien
pueda contestar a las preguntas. Todo el poema, en cuestión, es una larga
interpelación y las ocho preguntas formuladas en la estrofa siguiente es una
prueba contundente de ello:
“ ¿Quién es ésta que soy? ¿perfil tan sólo?¿Presencia de una sangre entre la niebla?¿Babel de sueños, ciega y asombrada?Me ignoro yo. ¿ Quién soy? Y ¿Cómo? ¿Cómo?¿Quién soy? Ni me conozco ni me aprendo.” 5
La crisis de identidad que se expresa en estos versos deja descubrir a un ser
conflictivo y problemático. Las interrogaciones “¿Quién es ésta que soy?” y
“¿Quién soy?”, que se reiteran varias veces en el poema, son manifestaciones
de un ego femenino en conflicto. La voz lírica, en esta composición, toma 55 - Ángela Figuera Aymerich, “ésta que soy”, Los días duros, Obras Completas, Madrid, Hiperión, 1986, p. 237.
distancia de sí misma y, en una esquizofrenia poética, ve a un alter ego, a otro
yo que ella no es en realidad. Se trata de una alineación lírica que permite al yo,
en busca de su identidad, enajenarse en otro yo. La imagen reflejada en el espejo
del otro (eso es, la etiqueta patriarcal) no corresponde a lo que la mujer ansía
ser. Por ello es normal que no sepa quién es, ni se reconozca en los estereotipos
con que fue tapizada. La identidad femenina parece corresponder, así, a lo no
existente ya que la mujer resulta ser distinta de lo que se supone que es. El yo se
contempla en el espejo y no se reconoce como idéntico a la imagen reflejada.
Como si quisiera decir aquello que escuetamente expresó Juan Ramón Jiménez
en su famoso poema “Eternidades” : “Yo no soy yo ” 6 , la poetisa habla de un
alter ego: “esta que soy yo” y afirma: “Me ignoro yo” , “Ni me conozco ni me
aprendo”. Se reactualiza aquí, como en otros tantos textos, la problemática
expresada en la frase de Rimbaud que se ha hecho proverbial: “Je est un
autre”. El yo femenino intenta, de esta forma, buscarse a sí mismo fuera de las
limitaciones y de los determinismos. He aquí una imagen del ego que
corresponde a la concepción que Yung tiene del yo, o sea, de lo que él llama el
“self complexio oppostorum”: “El yo es un núcleo ambiguo, paradójico.
Radicado en una cultura, formula desde fuera su evasión, o induce, a partir de sí
mismo, nuevas exigencias”7.
Brota la imagen del yo femenino que, aspirando a su desenvolvimiento, pasa
por todo un proceso de metamorfosis revisionista que toma como punto de
partida la auto-contemplación. El reflejo de lo femenino conduce a la
deconstrucción de lo que no se es con miras a la construcción de un nuevo yo, o
sea, un nuevo sujeto que vive su realización como una progresiva conquista de
una identidad denegada.66 – Juan Ramón Jiménez, Segunda Antología poética (1898-1918), Madrid, Espasa Calpe, 1956, p.288. 77 – Cit.por Alfonso Rey, “Juan Ruiz, don Melón de la Huerta y el yo poético medieval”, en VV.AA., Estilo y estructura en la literatura española, Barcelona, Editorial Crítica, 1980, p. 270.
Si se quiere aclarar esta tendencia feminista, tenemos que señalar el enorme
impacto que supuso el feminismo ya desde de los años setenta del siglo pasado.
Las aportaciones conceptuales y teóricas de ese momento consolidaron de hecho
la teoría feminista como tal y siguen estando presentes hoy en su bagaje de
análisis: así ocurre, por ejemplo, con conceptos tales como el “patriarcado” o el
“género”, que las feministas por supuesto no inventaron, pero que sí
redefinieron o (en palabras de Celia Amorós) “resignificaron” para ponerlos al
servicio de la crítica feminista. Fue Kate Mollet quien consolidó el uso del
concepto del “patriarcado” para el análisis feminista. En su libro Política sexual
lo define, en tanto que “poder de los varones sobre todas las mujeres, como una
política de dominación presente en los actos más aparentemente privados y
personales”8.
Es sabido también que el concepto de “género”, dentro de la elaboración
teórica del feminismo, es de cuño contemporáneo y surge a partir de la idea de
que lo femenino y lo masculino responden a construcciones culturales, que van
más allá de la frontera entre los sexos de carácter puramente biológico. Este
discurso inicial sobre el género toma como presupuestos teóricos “los propios de
una antroplogía y de una psicología constructivistas en boga en los años 60-70
del siglo pasado”9. Es de subrayar aquí que la noción de género conlleva una
polémica y contienda internas en el pensamiento feminista actual, ya que
mientras el feminismo de la diferencia reclama esta división genérica de la
humanidad y la entiende como algo no meramente cultural, el feminismo de la
igualdad, de raíz ilustrada, aboga por la superación de los géneros en una
comprensión unitaria de lo humano y, por lo mismo, en una sociedad no-
patriarcal de individuos iguales.
88-Kate Millet, Política sexual, (trad. de Ana María Bravo García, Prólogo a la edición española de Amparo Moreno), Madrid, Ed. Cátedra, Col. Feminismos, 1995.p.30.99 -Celia Amorós, “Notas para una teoría nominalista del patriarcado”, en Asparkía, Universitat Jaume I, Castellón, 1992, p.22.
La auto- contemplación lleva a una toma de distancia y, por ende, a la
alteridad entendida ésta en su sentido sicoanalítico. Estamos ante la
fundamental cuestión del desdoblamiento que es fundamental en todo proceso
de búsqueda de la identidad. Se sabe que la noción del doble es clave en la
literatura que trata la conflictiva relación existente entre el individuo y los
demás, o más concretamente entre cómo ve a sí mismo y cómo es visto por los
demás. Esta dialéctica la explica Francisco Ynduráin afirmando que: “el
concepto del ‘doble’ surge de una primera concepción elemental, muy afín, en
varios casos, a lo definido por Borges. Es decir, de la diferencia radical y
problemática entre el yo externo y social (el histórico) según es percibido por
el ‘otro’, y el yo como conciencia y búsqueda interior; el reflexivo frente al
público. De la misma dualidad de acciones surge la diferencia y la enajenación:
ese salto entre lo que el yo siente como reflejo de la conciencia y el cotidiano yo
observable: en su vestimenta, en sus costumbres, en la apreciación de los otros” 1010.
Es este yo interior y “reflexivo” que representa la fuerza matriz en la poesía
subversiva escrita por las mujeres. La concepción del ‘doble’ o de los ‘dobles’
(para no decir desintegración identitaria en yoes) va íntimamente relacionada
con los mitos sociales del patriarcado, mitos que generaron tantos estereotipos
femeninos y, por consiguiente, multitud de ‘yoes’ femeninos “públicos”,
“externos”, “históricos” o “sociales”.
Harto es decir que la técnica del desdoblamiento múltiple es usual tanto en
la poesía universal como en la española en particular. Por citar tan sólo un
ejemplo, podemos aludir a los versos siguientes de Unamuno:
1010 - Francisco Ydurain, Clásicos modernos. Estudio de crítica literaria, Madrid, Editorial Gredos, 1969, p.34.
¡Cuantos he sido!Y habiendo sido tantos,¿acabaré por fin en ser ninguno?De este pobre Unamuno,¿Quedará tan solo el nombre? 1111 .
La propia conciencia del poeta se convierte en ojos que contemplan el
pasado en el espejo de la memoria. El yo cae en la cuenta de que tuvo tantos
egos. Viéndolos perecer y desaparecer con el tiempo se da cuenta de que su
extinción no es más que premonición de la trágica irreversibilidad de la propia
muerte. Citamos este ejemplo porque nos parece muy asombroso ver cómo la
poesía de Carmen Conde contenga resonancias directas de estos versos
unamunianos. De hecho, en uno de sus poemas titulado elocuentemente “Mis
otras yoes” se descubre la convicción de que la mujer es un ser múltiple. La
alusión a estos “yoes” supone un modo nostálgico de volver la vista atrás para
recuperar o redimir lo que se fue. Evocar a estas “otras” : “la loca”, “la niña”,
“la muchacha”, “la joven” , “la vieja”, etc. es una forma mágica de intentar
recomponer los pedazos del espejo roto con miras a poder ver en él la cara
entera y no fragmentos alejados y aislados en el tiempo. Los versos siguientes
son significativos a este respecto:
Débiles y vulnerablesfuimos todas las que he sido(...)¡ Y lo trágico es saberque de todas las que fui,a ninguna consumé,ni a ninguna vi morir!1212.
1111 - Miguel de Unamuno, Obras Completas, Barcelona, 1958, p.863.1212 – Carmen Conde, “Mis otras yoes”, Los monólogos de la hija, Madrid, Ed. de la autora, 1960, p.66.
En los ya citados versos de Unamuno se expresa el destino de los mortales en
general, eso es, el vivir consciente y plenamente el tiempo, que poco a poco se
hace pasado, aniquilando a los varios “yos” que “fuimos” acercando al ser
humano a su propia muerte. En los verso de Carmen Conde se nota algo aún
más trágico. Pues tratándose específicamente del destino de la mujer, la poetisa
insiste en el estado de vulnerabilidad y debilidad de sus alter egos perdidos en el
tiempo pasado. Lo dramático y/o “lo trágico es saber” que la mujer ni siquiera
tuvo la oportunidad de vivir, a la unamuniana, su vida pasada, ni tampoco se
percató de “las que fue”. Lo fatal para el ego femenino consiste, entonces, en
que no tuvo la congruencia de vivir conscientemente su pasado: “a ninguna
consumé / ni a ninguna vi morir”. El pasado le fue hurtado o, quizás, por
razones relacionadas evidentemente con el imperio patriarcal, no tuvo tiempo
para darse cuenta del fluir del tiempo, o sea, del transcurso de su propia
existencia. Toda su vida anterior fue un correr sin tregua: “una mujer corría, /
jadeaba y corría / tropezaba y corría.”1313. Le fue forzoso pasar
inadvertidamente de un yo a otro. Por eso ahora el yo femenino, ‘reflexivo’
desde luego, necesita una visión de conjunto susceptible de abarcar todos los
fragmentos o “yoes” que se perdieron sucesivamente en este pasado lejano. La
dimensión feminista toma, así, una clara expresión filosófica y sicológica. Pues,
planteando la tragedia del pasado y denunciando el desventurado destino de lo
que fue, propone abogar por un yo plenamente realizado en el futuro, para que el
ego no corresponda a lo que Unamuno llamaría un “ yo ex-futuro”, es decir, el
que la mujer aspira a ser y no llega a ser1414.
El uso del verbo “SER” en este tipo de planteamientos hace de la poesía
escrita por mujeres una lírica de auto-conocimiento en cuyos versos se descubre
una indagación del yo femenino con vistas a la construcción de su propia
1313 – Ángela Figuera Aymerich, “Éxodo”, Mujer de barro, obras Completas, op.cit.p. 105. 1414 - Uno de los más sugestivos ensayos de Miguel de Unamuno se titula: “Nuestros yos ex-futuros”. Según este filósofo, el yo ex-futuro corresponde al “que iba a ser y no llegó a ser”.
identidad. Debido a la mencionada conciencia de la alteridad, y en medio de la
confianza recobrada, la mujer se aventura a pasar por lo que Jacques Lacan
llama “el Estadio del espejo”1515 donde ella da su primer paso hacia la
configuración de su identidad. Es muy sugestivo notar cómo la voz poética,
inconfundiblemente femenina, trata de afirmar su “yoísmo” y plasmar su “yo
ideal” 1616, feliz y realizado en poemas carmencondianos tales como: “Quién
soy», «No soy el agua», «Soy hermosa- de Ansia de la gracia-, “Soy tierra
oscura”, “Soy tuya”, “Quisiera ser palabra desnuda” – de Mujer sin Edén-,
etc.1717 donde el uso del el uso del verbo ser traduce un claro empeño de
autodefinición.
Decepcionada por el arbitrario estatus femenino en una sociedad masculinista,
la mujer da su primer paso hacia la alteridad. Su yo inicia, así, su viaje mítico
hacia la identidad. Ante el espejo, su yo se constituye en otro(s), en alter ego(s).
La esencia femenina se duplica y el ser parece entrar en conflicto consigo
mismo. En el poema “Ésta que soy”, de Ángela Figuera Aymerich, se asiste a
un proceso de proliferación de “yoes” correspondientes cada uno a una
‘persona’ de las muchas que la mujer es. Consciente de esta escisión del yo, la
mujer opta por percibir, repensar e re-idear fragmentariamente las partes con
miras a una reconstrucción del todo. Son muy expresivos, a este respecto, los
versos siguientes donde la poetisa pregunta quiénes son estos varios dobles que
la constituyen:
“ ¿Quién soy cuando me doy y me rehúsocuando me abro y me cierro,cuando tozuda esquivo las rompientes,cuando gozosa suelto mis palomaso sonámbula voy por las veletas
1515 - Jacques Lacan, Ecrits, Paris, Edition du Seuil, 1966, pp. 93-100.1616 - Ibid.1717- Carmen Conde, Ansia de la gracia, Madrid, Editorial Hispánica, 1945 y Mujer sin Edén, op.cit.
de las torres más altas? 1818.
He aquí la imagen ya mencionada del “self complexio oppostorum”
yunguiano. Pues, estamos ante un yo femenino que, debido a la variedad de sus
actitudes y comportamientos, a veces contradictorios (darse # rehusarse ►
entrega # repudio, abertura # cerrazón, etc. ), se ve fragmentado en toda una
pluralidad de yoes. Se pasa, al decir de Martín Heidegger, de un yo figurado
como ‘solitario’ a otro figurado como ‘muchedumbre’. El yo corresponde a
varios ‘otros’ o alter egos que actúan como máscaras. Estas últimas suponen un
tema típico en los discursos cuyo fondo es la búsqueda de la identidad.
Como en el caso de la lírica de Carmen Conde y Ángela Figuera
Aymerich, la poesía de Ana Rossetti nos ofrece, igualmente, ricas posibilidades
de interpretaciones similares. De hecho, la poetisa gaditana hace hincapié en las
implicaciones positivas del desdoblamiento del yo. Lejos de considerarse como
un caso clínico de esquizofrenia, la proliferación del los “yos” ha de verse como
riqueza y fuente de potencia y energía femeninas.
A través del motivo de la máscara, la poesía escrita por mujeres pretende
evidenciar que lo femenino no es un hecho tan sencillo como hartamente lo
pretendieron los viejos dictámenes del patriarcado. Se intenta aclarar que la
mujer es un ser complejo igual que el hombre; que es “diversa” y múltiple , de
modo que escapa a todo intento de definición hecha desde fuera, es decir,
elaborada por el otro. La mujer se reconoce en la lírica rossettiana como un “yo,
que en pequeñas partículas/ dormitaba en el fondo”1919 y que sólo aflora de
cuando en cuando y, cada vez más, con caras o máscaras distintas para que el
otro lo vea sin llegar nunca a conocerlo:
1818 – Ibid. “¿Quién soy?”, Ansia de la gracia, op.cit., p.47.1919 – Ana Rossetti, « La virtuosa Julieta Recamiére divisa al poeta”, Indicios vehementes (Poesía 1979-1984), quinta edición , Madrid, Ediciones Hiperión 1994, p. 87.
Y creo que él me vio.Antes de volver a sedimentarme en lo profundo me vio.Aparecí como un círculo de danza,Como franja de vasija,Y en cada figura me mostraba diversa.Aparecí como un cortejo de mujeres distintas,Y el rostro de cada una era el genuino 2020.
Parece que entre el ver (él me vio) y el conocer media todo un abismo de
ignorancia masculinista. La mujer no deja de disfrazarse para dejarse descubrir
con máscaras y “múltiples imágenes”, que por parecer todas “verdaderas”,
infunden en el otro sentimientos confusos de perplejidad. El ‘círculo de danza’
y la ‘franja de vasija’ no son más que dos de estas máscaras con las que la mujer
se “muestra diversa”, con “cortejo de mujeres diversas”. Estamos ante lo que
Octavio Paz llama en El arco y la lira: “propagación, populación de lo
idéntico”, o sea escisión del yo donde “cada partícula se concibe como un yo
único, más cerrado y obstinado en sí mismo que el yo antiguo”2121. Ante esta
diversidad o pluralidad de ‘yoes’ femeninos, resulta imposible, para el hombre,
trazar un perfil que capte lo esencial de la condición femenina, a no ser que la
misma mujer se desprenda de sus “máscaras” revelándole así su verdadera
esencia:
Y aún así quise regresar, asomarme,contemplarlo con mis innumerables ojos,abrumarlo con las múltiples imágenes todas verdaderas, con el recitado de muchos nombresconsentirle de nuevo, sorprenderme,revelarme bajo mi única
2020 – Ibid..2121 - Octavio Paz, El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica. México , 1998, p. 260
apacible e invariable máscara2222.
Varios son pues los elementos que integran, en el poema, la concepción del
doble (o dobles) y de la máscara: “en cada figura me mostraba diversa”,
“cortejo de mujeres distintas”, “el rostro de cada una”, “mis innumerables
ojos “, “múltiples imágenes”, “muchos nombres”, “máscara”...
A la mujer se le asigna una identidad que no le corresponde y viéndose presa
de una concepción que la embotella en inflexibles y rígidos clichés patriarcales,
emprende una búsqueda de sí misma. Es entonces cuando toma la palabra;
empieza a rebelarse contra su propio destino y luchar desencadenadamente
contra todo tipo de estigmas, etiquetas, mitos sociales y predeterminismos
históricos que la mantuvieron atada, enmudecida y amordazada. Es sabido que
la filosofía de la diferencia adoptada por el feminismo llamado justamente de
diferencia, va también ligada a nombres como el de Jacques Derrida 2323,
cuyos textos siguen siendo hoy lugar de referencia para afrontar la noción de lo
diferente y distinto. En su libro Yo, tú, nosotras, Luce Irigaray, por ejemplo,
reconoce que, por su formación académica, la filosofía y el psicoanálisis
tuvieron un impacto medular en la configuración de su pensamiento acerca del
género y la diferencia sexual:“ yo poseo una formación analítica que es
importante a la horade reflexionar sobre la identidad sexual (incluso a pesar de
las teorías y prácticas existentes). Tengo, además, una cultura filosófica en la
que se asienta el psicoanálisis como una etapa en la comprensión del devenir de
la conciencia y de la Historia, en todo en sus determinaciones sexuadas” 2424.
Las resonancias de las reflexiones de Lacan son, en efecto, susceptibles de
rastrearse fácilmente en el pensamiento feminista. Pues ya desde los años
2222 Ana Rossetti, “La virtuosa Julieta Recamiére divisa al poeta”, op.cit. p. 88.2323 - Jacques Derrida, La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989.2424 - Luce Irigaray, Yo, tú, nosotras, Madrid, Cátedra, 1992; p.8
setenta, las feministas recurrieron al uso de la muy lacaniana noción de
“Estadio de espejo”2525 y su gran importancia en el proceso de ampliación y
desenvolvimiento del Yo.
No es de extrañar, entonces, que el proyecto de autoafirmación se traduzca
en la poesía femenina española en una búsqueda que implica un nuevo sistema
de relaciones poéticas, nuevas analogías y metáforas que, rompiendo con los
viejos códigos, establecen un nuevo pensamiento lírico. La pluralidad o la
diversidad de los yoes y el tema del doble o de la máscara hacen que la esencia
femenina se conciba de forma tan compleja y casi ininteligible para el hombre.
Esta ininteligibilidad de lo femenino es muestra de que todas las viejas
imágenes son – en el discurso feminista- tergiversadas y pecan por ser falaces.
La crisis de la identidad que se manifiesta, entre otras cosas, a través de la
mencionada “propagación o populación” del yo femenino, es muestra
contundente de cómo la mujer se desviste de todas las anticuadas formas para
buscarse una forma que se ajuste a sus aspiraciones y al anhelo de realizarse
plena y absolutamente como ser emancipado. Ángela Figuera Aymerich
expresa axiomáticamente esta idea en su poemario Mujer de barro. Pues, dar
forma a ese ‘yo amorfo’ o a este barro vago y aún no moldeado pero que ‘ruge’
reivindicando una forma, es poéticamente el primer paso hacia la realización
personal: “Qué hacer después de todo con este barro apunto/que tengo
fermentando, rugiendo por la forma”2626.
A diferencia del hombre, la mujer concibe e idea su identidad como una
incógnita. El discurso masculino hizo de ella “ese otro” secundario, dependiente
y avasallado. Por eso, al emprender la aventura intelectual del lenguaje, las
2525 Jacques Lacan, Escritos, 2 vols., México, Siglo XXI, 1984, p. 47.2626 - Ángela Figuera Aymerich, Mujer de barro, Obras Completas, op. cit. p. 305.
poetisas producen fisuras en el discurso falogocéntrico y “contra el silencio y el
bullicio” inventan “la Palabra, libertad que se inventa” y las “inventa” 2727.
Lejos de implicar un puro narcisismo, la imagen femenina reflejada en el espejo,
o en el agua de un río, es un caerse en la cuenta. La mirada introvertida se
convierte así en ávida contemplación e implica un deseo de reconstrucción y/o
redefinición. Ante estas “otras” que se ven en el cristal, la mujer se da cuenta de
la condición histórica, que injustamente se le impuso. Capta la ya mencionada
diferencia genérica, pero ya no desde el punto de vista de los dictámenes del
patriarcado, sino desde su propia perspectiva. Lo masculino y lo femenino
corresponden decididamente a “dos mundos ajenos que nunca se
penetran”2828.
He aquí la problematización de la esencia femenina y la insistencia en la
crisis de identidad. El ámbito privado (de la mismidad, del cuerpo, de la casa), y
el espacio público (la calle, la ciudad, el mundo exterior en general) así como la
búsqueda en este tiempo eterno que es el presente, suponen un encaminamiento
progresivo hacia la liberación individual de la mujer. Si existiera un momento a
partir del cual la mujer pueda tomar conciencia de sí misma, sería el
correspondiente a los instantes de su soledad, cuando se recluye o se desdobla
para contemplarse a salvo de imposiciones de toda índole. Antes que nada, e
incluso antes de pensar en el destino de la humanidad, urge para ella buscarse un
perfil para poder autodefinirse. La no identificación de la mujer, en un primer
lugar, con el género humano y su conciencia de ser lo “Otro” se deben, en gran
medida, a que ni legal, ni jurídica, ni socialmente se le consideró como lo
“Mismo” (lo Masculino). Hay todo un estatuto y unos derechos que, ideados y
creados por y favor del varón, no le fueron reconocidos durante larguísimos
2727- Lo entrecomillado está sacado de uno de los poemas de Libertad bajo palabra” de Octavio Paz, México, Fondo de Cultura Económica, 1970, p.10 : “Contra el silencio y el bullicio invento/la Palabra, libertad que se inventa/y me inventa cada día” 2828 – Carmen Conde, “Angustia”, op.cit. p.56.
siglos, generando así, y desde esta mismísima descalificación, la conciencia de
ser diferente. Es justamente este hecho de ser reconocida como integrante del
género humano sólo de una forma secundaria , casi accesoria, el que hace que la
mujer se muestre perpleja preguntándose continuadamente : “ ¿Quién
soy?”¿Quién es ésta que soy?, ¿Qué soy?, “Qué vale una mujer”, “Para qué
sirve una mujer?, etc.2929 .
Contestar a estas interrogaciones resulta para la mujer una forma de lanzar el
reto a tantos siglos de ignorancia e indiferencia. Por este motivo, cuando escribe,
trata siempre el tema de su identidad por ser prioritario. La escritura- la creación
poética en particular- se convierte, de este modo, en espacio íntimo de
proyección o espejo donde el yo femenino se contempla a su gusto. Pero es de
insistir que esta forma de auto-contemplación no supone, en este sentido,
ninguna ansia narcisista. Pues, corresponde un derecho natural de auto-
determinación. Es de esta forma cómo hay que interpretar palabras como las
siguientes de la feminista Rosa María Rodríguez Magda: “Cuando el hombre
se interroga sobre sí mismo, lo que le preocupa usualmente es el destino del
género humano, no hay ‘problema masculino’, al menos hasta la llegada de los
hombres antipatriarcales y la llamada ‘crisis del macho’. Sin embargo, cuando
la mujer se pregunta sobre sí misma, está claro que no es el destino de la
humanidad lo que le preocupa; inquiere sobre algo más diferenciado, más
íntimo: ¿Quién es ella?”3030.
La incesante búsqueda de la identidad, la actitud interrogante ante la
presencia de un Dios silencioso frente al dolor femenino, el papel de la madre, el
desencanto de la mujer en el seno de una sociedad degradada en sus valores,
etc., son aspectos que hallan su mejor expresión en los versos de Ángela
Figuera Aymerich. La imagen de la madre, representa en sus poemarios el eje 2929 - ibid.. 3030 - Rosa María Rodríguez Magda, Feminismo fin de siglo: La seducción de la diferencia, Barcelona, Anthropos Editorial, 1994, p. 98.
de la cosmovisión social. Se descubre, en este marco, un incuestionable e
incontestable protagonismo de la mujer cuyos instintos van dominados
medularmente por un profundo sentimiento de maternidad. Germina, así, una
nueva visión de la feminidad. A través de este protagonismo, se afirma que ya es
tiempo de que la mujer se libere de aquel vetusto y anticuado ropaje asignado
por las leyes patriarcales. Ella deja de ser un mero delicado objeto de belleza
que se tiene que apartar de la lucha. La modernidad la está reclamando para que
sea partícipe activo y dinámico en las grandes y decisivas transformaciones. La
autorrealización corresponde a una necesaria e imperiosa conversión social de
lo femenino.
Es precisamente desde este planteamiento que la poetisa, en cuestión,
expresa sus anhelos de justicia social, de paz y de libertad. El análisis de todos
estos aspectos y su interpretación, en cuanto que postura activa por parte de la
mujer, constituye, a nuestra forma de ver, una polémica en el estudio ideológico
de la lírica aymerichiana. La cuestión susceptible de plantearse es si se puede
considerar o no a esta poetisa como una incipiente feminista. Es sabido que en
los años más productivos de su trayectoria poética, el feminismo (oficial y
organizado) casi no existía en España. La afirmación de la propia autora en sus
últimos años “yo no creo en el feminismo”3131, es una afirmación que
corresponde a la visión negativa con que se recibió, al principio, la corriente
feminista.
No obstante, aunque resulta difícil hablar aquí de un claro militantismo
feminista, la clave de esta cuestión podría situarse, ante todo, dentro de la obra
de la poetisa en la constante defensa de la maternidad. Pues, desde un enfoque
ideológico puede decirse que su lírica constituye una evidente muestra de toma
3131- Cit. por Myriam Diaz-Diocaretz y Iris Zabala , Breve historia feminista de la literatura española, 1993, Barcelona, Anthropos, p.39.
de conciencia de las desigualdades y desajustes que caracterizan la función
genérica en el seno de la sociedad de los años cincuenta del siglo pasado. El
desasosiego y la angustia experimentados por sus personajes poéticos,
(independientemente de su naturaleza : amada, hija, madre... ), se convierten en
sustancia poética que no revela sólo la maternidad como parte integradora de la
identidad femenina, sino que cristaliza también ciertos impulsos feministas que
se transparentan ya desde su primer poemario Mujer de Barro.
El feminismo, siempre tan difícil de documentar, puede hallar su expresión
en la voz femenina que suelta gritos clamorosos contra el silencio destructor que
inmerecidamente se le ha impuesto. El poema “Ensánchame”, por citar un
ejemplo dilucidador, constituye una auténtica proclamación de la palabra que
tanto le fue objetada y negada a la mujer. La poetisa parece abogar por aquello
que Gaston Bachelard denomina “engrandecimiento de nuestro espacio
íntimo” 3232. El personaje femenino se siente confinado dentro de sí mismo, con
un alma “estrecha” y privada de libertad. Los sentimientos de ansiedad se
amontonan como una “marea” y el yo doliente presagia su inminente
aniquilación. Esta premonición se anuncia desde un interior donde se vive todo
un martirio:
Tanto pesar, o luz , o hiel, o nievemanando en mí, creciéndome continuamarea sin reflujo que me bateme romperán, Señor, me harán pedazos.3333
El silencio es desgarrador y las pulsiones se hacen cada vez más ardientes. La
mujer se siente en pleno cautiverio de su propio cuerpo, de su propia carne
“envoltura que me encierra”; experimenta el deseo de escapar más allá de las
3232 -G. Bachelar, La poétique de l’espace, Paris, Presses Universitaires de France, 1958, 75.3333- Ángela Figuera Americh, «Ensánchame», Los días duros, op.cit. p. 230.
limitaciones y restricciones de su cuerpo / cárcel. La imagen simbólica de la
inmensidad y la dimensión vertical traducen un anhelo de sublimación, de
pureza y de evasión liberadora:
(...) alzarme en olas, y cantar subiendodesde el oscuro fondo frecuentadopor peces sin pupila hasta el ardientecontacto de los astros suspendidos,y revolverme libre (... ) 3434
No hay imagen más expresiva que la del “oscuro fondo”, de este espacio de
ceguera: “frecuentado / por peces sin pupila” para representar imaginaria y
poéticamente la amarga condición femenina. Alzarse, subir, contactar los
astros, etc., son acciones que indican precisamente un esfuerzo por superar los
propios límites ya que, según lo sostiene Gilbert Durand, “la ascensión es el
llamamiento a la exterioridad, a un más allá de lo carnal”3535. No obstante, no
hay que ver aquí una simple actitud mística ni un puro anhelo de
espiritualización, se trata más bien de la expresión escueta de un deseo de
romper las ligaduras y “volver libre”.
El feminismo de Ángela Figuera Aymerich es, en gran parte, el resultado de
una trayectoria que ha venido desarrollándose “in crescendo”. Su primer libro
Mujer de Barro, es una obra en que predomina lo familiar e íntimo. A lo largo
de todos los poemas que lo componen se reitera la imagen de la mujer
tradicional que, confinada dentro de un “espacio rigurosamente privado”, centra
su interés en la preocupación por el ámbito y la paz familiares.
3434 - Ibid.3535- Gilbert Durand, Las estructuras antropológicas delimaginario: introducción a la arquetipología general, - trad. Victor Goldsstein - México, Fondo de Cultura Economica, 2006, p.287.
Es en el poema “Lo maravilloso” donde se plasma mejor lo trágico que es
“ser mujer”. Se descubre la imagen de la ama de casa, que prendida en medio de
la rutinaria faena casera, espera vanamente, día tras día, que se produzca algo
“maravilloso”, algo capaz de alterar la monotonía de su habitual morir poco a
poco. Esta es su vida, y está transcurriendo o perfilándose con el mismo ritmo
agobiador de siempre. La circularidad temporal, inevitable vicio incipiente, no
permite la aparición o la producción de ningún evento o peripecia susceptibles
de dar vivacidad a su destino de mujer rodeada de abstenciones y privaciones.
La ausencia de novedad y de variedad en los sucesos y en la experiencia
cotidiana hace que no se cumpla “el más lindo” de los “sueños” femeninos, a
saber el de salir de lo ordinario y vivir lo extraordinario o “maravilloso”:
Y luego – no pasa nada : yo trajino, salgo, entro...-sólo un día entre los días...El mocito a su colegio...-deberes, barullo, juegos;costura, un libro, la radio;una regañina, un beso;bromas; parloteo. Nada. 3636
Igual que Ángela Figuera Aymerich , Carmen Conde está persuadida de
que es imposible vivir con la boca tapada. Permanecer callada es, para ella, la
más vil de todas las indignidades. Pues, es “tan fácil vivir cuando sólo se vive/
mudo y simple, esquivando la pesquisa y el vértigo”3737. El silencio es en su
lírica sinónimo y equivalente de la muerte, de la inexistencia, mientras que el
manejo de la palabra es el único remedio para salvar la memoria del olvido y la
historia de la postración y de la falsificación. Verbalizar la experiencia vivida o
3636 – Ángela Figuera Aymerich, ““Lo maravilloso”, Mujer de barro, op.cit., p. 320.3737 – Carmen Conde, “Vértigo”, Ansia de la gracia, op. cit. p.98.
corporeizarla por medio del lenguaje poético es, entonces, una forma de
eternizarla recuperando así la historia femenina acallada, perdida a causa de
tantos siglos de afonía y mutismo: “Y sola, sin memoria, y me iría/ fundándome
otra nueva historia”3838.
He aquí uno de los fundamentales artificios estratégicos del feminismo
revisionista y militante. La conciencia de haber sido víctima de una reducción a
una simple máscara que aparenta el perfil requerido por la sociedad machista,
empuja al yo femenino a negarse tal como ‘parece ser’ para intentar ‘ser’ lo que
realmente es. El punto de partida de la reconstrucción de la identidad femenina
es la recuperación de lo perdido por encima del olvido y la muerte. La tarea más
imperativa de la mujer moderna es justamente buscarse una forma para domar el
lenguaje y decir lo no dicho, redimir la memoria femenina oscurecida por los
patrones falogocéntricos, eso es volver a rescribir su propia historia. Ésta fue
suplantada y suplida, en el discurso masculino, por un simulacro engañoso. Es
normal entonces que la mujer de “El pesar de la criatura” de Carmen Conde,
se considere desde el fondo de su soledad un ser “sin memoria”. La restitución
de lo perdido y/o silenciado constituye la mejor vía hacia un auténtico y verídico
auto(re)conocimiento. De hecho, para que la mujer sepa quién es le es menester
saber primero quién y cómo fue y, por tanto, se justifica el mencionado irse
“fundándose otra nueva historia”. Si bien no se trata aquí de un deseo de
rememorar minuciosa y pormenorizadamente la vida pasada, se ha de interrogar
al pasado desde el presente, juzgarlo con criterios de la vida actual con miras a
establecer metas para el futuro. De ahí que la mirada de la poetisa se dirija hacia
ámbitos de la libertad y de luz desde los cuales medita acerca de su identidad:
“Los ojos se me escapan./ Buscan cielo con luz, / Piden historia”3939.
3838- Ibid.3939 - Ibid.
La evolución del discurso femenino sigue una línea muy determinada; va
desde la concienciación hasta la defensa y aun la acometida en contra del otro.
En efecto, la mujer se pone a la defensiva; rechaza todo tipo de exclusión o
inhabilitación. Pugna contra las etiquetas estereotípicas e imágenes que la
representan en tanto que ser secundario, subsidiario y simple objeto de belleza y
adorno. La cultura patriarcal, machista por definición, sirve como socio-texto
que deja entender que la mujer no pasa de ser mero fetiche y que su belleza
ofrece al varón una garantía contra el riesgo de la muerte y de la desesperanza.
Es decir que si la existencia femenina da sentido a algo, sería no a la vida de la
mujer misma sino más bien a la del hombre. De ahí viene el grito de Carmen
Conde “no somos hembras de adornos”4040. El varón y la hembra son más que
“dos mitades” 4141 que se complementan, dos partes de una misma esencia: el
género humano.
Ser mujer corresponde en la poesía femenina a un destino hecho de
torturas, suplicios y martirios. La mujer del poema “Nostalgia de mujer” se
siente como castigada e injustamente infligida. Se siente apartada del amor
divino y a Dios no lo ve muy lejano: “¡Ah lejos de los lejos, criatura que no
veo!” 4242 . Se entiende, de ese modo, por qué el verso femenino intenta
establecer todo un diálogo con Dios; diálogo fundado esencialmente en
plegarias, letanías, y, sobre todo, en reproches. Es, sobre todo, en la poesía
carmencondiana y aymerichiana donde la reflexión sobre la condición
femenina lleva a dudas, fluctuaciones y perplejidades acerca de la idea de Dios
y su existencia. No obstante, estos titubeos no implican ningún ateísmo y hay en
ellos un panteísmo que queda siempre latente y nunca puesto en duda. No es de
extrañar, pues, que la voz femenina se dirija a Dios con un tono doliente y
crítico y con un discurso repleto de rapapolvos:
4040 –Ibid., “Angustia”, op.cit.p.57.4141 –Ibid.4242 - Ibid., “Nostalgia de mujer”, Mujer sin Edén, op.cit.p. 51.
“Soy la nada, soy de tiempo, soy un sueño...agua que te fluye, hierba ácidaque cortas sin amor...Tú no me quieres. 4343
Mujer Sin Edén, de Carmen Conde, es sin duda el poemario que ofrece una
mejor y lúcida interpretación de los datos bíblicos. En él se sostiene que la mujer
peca por amor, por querer al hombre para sí misma distrayéndole así de la
adoración de Dios. Peca, igualmente, por no ser sustancia divina: “no soy yo
sustancia de Dios pura”4444. Entre la divinidad y ella median la costilla del
hombre y los celos del mismo Dios. Al disculpar a Eva, la condena se convierte
en una injusticia cometida contra el género femenino en general. De este modo,
la culpa o el Pecado nunca tuvo lugar, porque irse hacia el hombre fue una
legítima forma de volver al origen: “Hízome él del hombre con su carne / y allí
quise volver: hincarme dentro”4545. Esta inmerecida condena se transmite de
generación a generación, Eva, la madre sufrida, pervive en las mujeres de todos
los tiempos, siempre es la misma, porque nunca fue perdonada y jamás fue
querida:
Que un día, los mortales sin remedio sepancomo tuviste sangre,y abierta pasión por todo;pero a mí nunca me quisiste 4646 .
No obstante, pese a que el “Todopoderoso” aparece en el imaginario poético
femenino como un “dios del dolor”, la mujer “pobre de luz” intenta acercarse,
casi místicamente, a Él. En ese viaje místico, ella aspira al conocimiento de
Dios: “saber que has sido verdad”, pero anhela igualmente buscarse a sí misma. 4343 – Ibid.4444 – Ibid.4545 –Ibid..4646 – ibid. “Suma Transida”, p.59.
El amor es la vía extática y la condición espiritual susceptible a llevar a la unión
sublime con la divinidad “Eres Tú, mi amor, amor mío” 4747. Dios es el “Mar”
deseado y anhelado, por ello ella se entrega devotamente a sus olas, y en esta
entrega sabe que no puede “ahogarse” ni “morir sin alegría”, está segurísima de
que la muerte (no física desde luego sino espiritual) supone una fusión con lo
divino, o sea, una “bellísima liberación”. La imagen del mar surge en la poesía
carmencondiana como máxima expresión de lo divino, un espacio imaginario de
autorrealización femenina:
El misterio de la confianzareside en nadar, en flotar, en abandonarseplenamente a Tisola y eternamente a Ti Al Mar. 4848
De ahí que la actitud revisionista tomada frente a la sociedad, a Dios, a la
Historia, al texto bíblico e incluso a la Biología sea una actitud subversiva y
crítica dirigida al Régimen patriarcal con sus ideologías y valores hechos de
infinidades de interdictos, prohibiciones y restricciones. El estudio de las
imágenes elaboradas desde una perspectiva femenina hace de la lírica de las tres
poetisas una poesía de concienciación, de búsqueda de la identidad, de
indagación de un yo comprometido en un proyecto de afirmación de principios
susceptibles de dar sentido, valor y trascendencia a la existencia femenina. El
estudio de conceptos como “la pluralización del yo”, “la heterogeneidad del ser
femenino”, la dialéctica entre “la una y lo múltiple”, etc., muestra que la realidad
femenina no es tan sencilla como lo pretenden las tesis falogocéntricas. La
técnica del desdoblamiento corresponde a una interiorización que apunta a llegar
a la coherencia del yo, o sea, a la foucaultiana “unidad interna” necesaria en
todo proceso de autoconocimiento.
4747 – Ibid. 4848 – ibid. “Flotando en la manos de Dios”, p. 68.
La poesía de C. Conde, de A. F. Aymerich y de A. Rossetti expresa una firme
actitud frente a la realidad caracterizada por su tendencia a revisar, redefinir,
reconstruir y rehabilitar la esencia femenina. Al crear nuevos modelos de
comportamiento para la mujer, las poetisas instituyen un discurso feminista
desmitificador. La búsqueda continua de la identidad toma todas las
orientaciones posibles y lleva al desarrollo de un mecanismo de defensa. La
inhabilitación, descalificación e invalidación de los tantos mitos sociales que
afectaron negativamente la sicología y la vida entera de la mujer son resultados
de la estrategia revisionista femenina.
Bibliografía citada:
AMORÓS, Celia, “Notas para una teoría nominalista del patriarcado”, en Asparkía, Universitat Jaume I, Castellón, 1992.
AYMERICH, Ángela Figuera, Obras Completas, Madrid, Hiperión, 1986. JIMÉNEZ, Juan Ramón, Segunda Antología poética (1898-1918), Madrid, Espasa
Calpe, 1956. CONDE ABELLAN, Carmen, Mujer sin Edén, Madrid, Ediciones Torremozas, 2000. CONDE ABELLAN, Carmen, Los monólogos de la hija, Madrid, Ed. de la autora,
1960. CONDE ABELLAN, Carmen Ansia de la gracia, Madrid, Editorial Hispánica, 1945 DERRIDA, Jacques, La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989. DIAZ-DIOCARETZ, Myriam y ZABALA, Iris, Breve historia feminista de la
literatura española, Barcelona, Anthropos, 1993. DURAND, Gilbert, Las estructuras antropológicas del imaginario: introducción a la
arquetipología general, - trad. Victor Goldsstein - México, Fondo de Cultura Economica, 2006.
GREER, Germaine Greer, La mujer completa, trad. Mireia Bofill y Heide Braun, Barcelona, Kairós, 2000, p.37
IRIGARAY, Luce, Espéculo de la otra mujer, Madrid, Saltés, 1994. IRIGARAY, Luce, Yo, tú, nosotras, Madrid, Cátedra, 1992. LACAN, Jacques, Ecrits, Paris, Edition du Seuil, 1966. LACAN, Jacques , Escritos, vol-2., México, Siglo XXI, 1984 MILLET, Kate, Política sexual, (trad. de Ana María Bravo García, Prólogo a la
edición española de Amparo Moreno), Madrid, Ed. Cátedra, Col. Feminismos, 1995. PAZ, Octavio, El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, México, 1998. PAZ, Octavio, Libertad bajo palabra, México, Fondo de Cultura Económica, 1970 REY, Alfonso, “Juan Ruiz, don Melón de la Huerta y el yo poético medieval”, en
VV.AA., Estilo y estructura en la literatura española, Barcelona, Editorial Crítica, 1980.
RODRÍGUEZ MAGDA, Rosa María, Feminismo fin de siglo: La seducción de la diferencia, Barcelona, Anthropos Editorial, 1994.
Top Related