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Documento de apoyo al DVD
Apoyo a la GESTION DIRECTIVA
“…si quieres construir un barco, no reúnas a tu gente para que
busquen la madera, preparen las herramientas y distribuyan las
tareas. Sólo despierta en sus mentes el deseo irrefrenable por el mar
infinito…”
(Antoine de Saint Exupery. Tierra de Hombres 1939)
Desde el proyecto Apoyo a la Gestión Directiva del Programa A.T.E.C venimos
transitando un camino de encuentros, reflexiones, intercambios, análisis y
búsquedas, junto a muchos equipos directivos que pertenecen al Programa o
que se ven involucrados desde alguna perspectiva. Un camino que ha sido
productivo e intenso en hallazgos y aprendizajes. Un camino que permitió
poner en común desafíos, ilusiones y apuestas; desatar deseos y plasmarlos,
con aciertos y también cansancios, desorientaciones, sinsabores, pero también
el profundo placer a haberse atrevido a concretarlos.
En el proceso realizado con los equipos directivos, fundamentalmente de la
Ciudad de Córdoba, hemos constatado la existencia de múltiples modos en
que los sujetos - docentes, alumnos, las familias y “la comunidad”- producen
prácticas educativas relevantes y significativas, aún cuando están
inscriptos en contextos “indeterminados”1, de profundas transformaciones
sociales y en el marco de instituciones atravesadas por procesos críticos.
En estas prácticas, donde aparece el tránsito de lo viejo a lo nuevo, el Proyecto
Apoyo a la Gestión Directiva -para potenciar procesos institucionales que
1 El sentido de éste concepto está tomado del sociólogo Pierre Bourdieu, quien con “indeterminado” alude
a lo estructural de las transformaciones sociales y reserva la idea de “incertidumbre” para referirse al
modo en que los sujetos suelen vivir los procesos de cambio.
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producen cambios- siempre busca alternativas que promuevan y sostengan los
movimientos de transformación que se generan en las escuelas.
Los propósitos del presente documento son:
Compartir con otros equipos directivos, algunos de esos recorridos,
reflexiones, ideas, vivencias, estrategias, conceptos, percepciones,
“andanzas” que puedan ser, a modo “pistas”, un modo de “facilitar” la
desafiante tarea de conducir procesos colectivos en las escuelas. Y
cuando decimos facilitar, nos referimos no sólo a acortar caminos, a
anticiparnos, sino principalmente a mirar de otras maneras los procesos,
a estar alerta sobre algunos aspectos que otros equipos ya vieron, a
complejizar el análisis de las situaciones que nos permitan optimizar las
intervenciones.
Procurar que este documento se constituya en una herramienta de
trabajo. Mucho de lo desarrollado aquí puede que no necesariamente
resulte relevante en la etapa del proceso en que se encuentran sus
instituciones y sus gestiones, o puedan no ver reflejadas sus
comunidades en estos planteos. No es nuestra intención que se
reconozcan totalmente. Sí nos interesa que “encuentren” a colegas
dialogando e interpelando sus prácticas, re-pensando desde el hacer
y sobre todo, un hacer que tenga a los/as chicos/as y a la comunidad en
la centralidad de los procesos socio-educativos.
Ofrecer un documento de trabajo en el que los directivos puedan
apoyarse para generar, en sus instituciones y en sus actores, la
capacidad colectiva de proyectar autónomamente estrategias
institucionales propias. Un documento que puedan leer y re-leer, con el
que puedan reflexionar, discutir, y repreguntarse, a modo de apoyo y
consulta.
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“…pude ver que las escuelas no están solas, las directoras no estamos solas, las docentes no están solas,
que no tienen que arreglárselas solas, con la realidad que tienen, con la comunidad… ahí me di cuenta
que además las responsabilidades y las cargas compartidas a veces se hacen más livianas… y se hace así,
juntándonos, reflexionando, compartir experiencias, darnos fuerzas, crear espacios, que no están todas
las puertas cerradas…”(Entrevista a equipos directivos. Teatro San Martín. Noviembre 2009)
Tal vez se trate de un antídoto a la soledad, al aislamiento y la sobrecarga al
que muchas veces se sienten sometidos los equipos directivos. No
desconocemos ni descuidamos la multiplicidad de acciones y
responsabilidades que asumen los directivos, pero nos ocuparemos del lugar
del directivo particularmente en los procesos de cambio que acontecen en la
institución y de la especificidad de su función en tanto organizador del trabajo,
las tareas y prácticas de otros. Esos otros docentes, que son quienes se
ocupan directamente del trabajo con los/as chico/as.
Nos referimos a procesos con direccionalidad de cambio que suponen la
modificación de prácticas, la ruptura con modos de hacer y pensar que
funcionan como obstáculos; la modificación de aspectos organizacionales que -
teniendo a los chicos en su centralidad- apunte a la construcción de sentidos
compartidos, sin homogenizar o anular sentidos particulares; sino por el
contrario, conteniéndolos.
Porque se trata de procesos, que pueden ser previstos, anticipables y
potenciados, es el equipo directivo un protagonista clave en la institución,
con más posibilidades que otros, de poner en movimiento y de operar sobre
ellos.
En ese sentido, la posición del directivo ofrece, como si se tratara de una
bisagra, la posibilidad de abrir y de cerrar puertas hacia adentro y hacia fuera
de la escuela, en relación al sistema educativo y a la comunidad en general, en
tanto puede generar y promover alternativas para construir y optimizar la
relación entre la escuela y la comunidad.
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Así, el Proyecto se ocupa de la gestión directiva en relación a la organización
del trabajo y a la contextualización de la propuesta educativa, situando a los
equipos directivos como destinatarios privilegiados del Proyecto, dada la
posición que ocupan. Posición que facilita y permite visualizar e intervenir en la
complejidad de los procesos de trabajos que acontecen en el interior de la
escuela; atendiendo también al contexto social y comunitario de la población
que participa de ella.
En este planteo entonces, el Proyecto Apoyo a la Gestión Directiva, comparte
reflexiones, ideas y herramientas que puedan contribuir a que los directivos se
posicionen en relación a la orientación y organización de los proyectos
instituyentes. Los apoyamos para que puedan “hacer que otros hagan” y
piensen una escuela capaz de proponer y realizar adecuaciones
permanentes, que en interacción con los actores de la comunidad, los
chicos y el contexto, busquen junto a los docentes, construir nuevos
sentidos y significados.
Así hacemos Apoyo a la Gestión
Encuentro entre directivos.
Estamos convencidos de que los directivos pueden reconstruir y operar sobre
los procesos colectivos de trabajo en la institución y sobre los procesos
socioeducativos que están presentes en la escuela. También coincidimos en
que el equipo directivo puede promover y facilitar que otros “hagan” y en ese “ir
haciendo para el otro y con el otro”, niño o adulto, a veces se pierde el registro
de todo lo que se realizó, tal vez por el vértigo y el monto de las exigencias
cotidianas “es difícil parar a ver qué pasa y a repensar cómo seguimos”.
(Directora)
En tales circunstancias, es cierto que la sensación de agobio y de soledad no
es poco frecuente, como así también el desconcierto ante las dificultades
“…probé todas las estrategias y no me va bien” (Vicedirectora). Esta última
sensación se explicita menos y quizá por eso pesa más, ya que es una de las
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cosas que se espera de los directivos: que sepan de todo y que puedan con
todo.
También es cierto que los directivos tienen diferentes criterios y
posicionamiento en relación a las múltiples demandas que se cruzan
cotidianamente, a la tarea específica de la institución, y a los sujetos que
interactúan y dan vida a la escuela.
Si venimos diciendo que el equipo directivo se ocupa de la organización del
trabajo en la escuela y para ello “tienen que hacer que los otros hagan”, es
ciertamente difícil imaginar en soledad qué estrategia ensayar cuando los
docentes por ejemplo, no siempre saben, no siempre pueden, no siempre
quieren. ¿Cómo hacer para que puedan ver a los chicos, a los padres y a la
tarea de otra manera? ¿Cómo hacer para recuperar el entusiasmo y el placer
por el trabajo en docentes que piensan que los chicos no pueden o no les
interesa aprender?
Es el momento de presentar, frente a estos interrogantes, una modalidad de
trabajo que hemos construido junto a directivos y que tanto valoramos, por los
resultados que fuimos obteniendo, como por lo placentero que resultó transitar
el proceso.
Los Encuentros.
Alentamos con convicción los encuentros entre los Equipos Directivos,
porque el enriquecimiento del trabajo entre pares potencia y acompaña las
posibilidades de los directivos al hacer más fácil de abordar la tarea
compartida, y además, porque es en los espacios colectivos donde se recupera
y se redefinen las visiones acerca de lo que hacemos y de cómo lo venimos
haciendo.
Se trata de un espacio que se ofrece como una oportunidad para la interacción
y el enriquecimiento que todo intercambio implica, son reuniones que le
permiten a los directivos reconstruir procesos institucionales que incluyen a los
sujetos, al conocimiento y a la comunidad.
En definitiva, lo que sucede en los encuentros, lo que va sucediendo mientras
nos organizamos y sostenemos colectivamente, mitiga la soledad. Y como no
se trata solamente de saldar una sensación, lo importante en relación al trabajo
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va apareciendo en la medida que nos escuchamos, hablamos de nuestras
preocupaciones y describimos “cómo se hacen algunas las cosas y el por qué
de tal o cuál manera”, cómo nos relacionamos con la comunidad y con los
docentes.
Considerando el protagonismo de los sujetos, ¿cómo organizo el trabajo en la
institución? y ¿a partir de qué criterios valoro
una forma de hacerlo u otra?
Cuando los procesos se comparten y analizan,
cuando reconocemos lo que nos hace parecidos
y lo que nos diferencia, es probable que las
equivocaciones se vivan con menos dramatismo
y que nuestros caminos, -precisamente porque
“otros” ya lo recorrieron-, se acorten y se
vuelvan más previsibles “… ¡cómo no me di
cuenta! Se pueden organizar de otro modo los
tiempos y el uso de los espacios, se les puede
pedir y esperar “otras” cosas a los docentes, a
los chicos y a los padres”. (Directora)
Podrán decirnos que con esta modalidad se
corre el riesgo de empezar a construir un
escenario para la queja y la catarsis, pero de
acuerdo a nuestra experiencia estamos en
condiciones de afirmar que eso es sólo un riesgo. Sí, suele suceder, que
cuando aparece, la queja se presenta aislada y rápidamente es neutralizada;
justamente por el resto de los compañeros que se sienten incómodos en ese
lugar del malestar, y comienzan a buscar y a preguntarse por nuevos caminos
más centrados en la tarea que en lo personal.
Por eso lo decíamos más arriba que no todos los directivos están en el mismo
punto ni piensan de la misma manera, lo que se vuelve fundamental a la hora
de los contrapuntos y de los aportes. Si todos pensaran igual no habría
posibilidad alguna de intercambio.
Hay algunas características
de los encuentros
importantes a tener en
cuenta:
- Que los que se
encuentren sean pares,
es decir pertenezcan al
mismo colectivo:
directores y
vicedirectores.
- Que la frecuencia de los
encuentros sea regular,
que se agende y se
sostenga en lo posible sin
cambios posteriores.
- - Que se acuerde el
criterio o contenido del
intercambio
- Que los reúnan
preocupaciones comunes,
dificultades que están
viviendo, ideas o
proyectos que quisieran
poner en marcha o
reimpulsar, etc.
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En la historia de “los encuentros entre pares” que ya realizamos, hemos visto
que ocurre un proceso que creemos importantísimo para la tarea docente: se
visibilizan las prácticas institucionales y las de los equipos directivos, se
problematiza y complejiza la mirada sobre la dinámica de los procesos sociales
y escolares. Por un lado se identifica el contexto siempre heterogéneo y
cambiante, cada vez más difícil de desentrañar y por el otro, a la escuela como
una institución cuyo sentido de existencia social, tiene que ver con incluir a
todos los sujetos en un espacio común.
La objetivación que buscamos en estos espacios de análisis y discusión no se
agota en sí misma; lo que importa fundamentalmente es que “el modus
operandi” y el sentido práctico de los directivos, se vuelvan cada vez más
comunicables y transferibles. Lejos de pretender la intelectualización sobre la
complejidad de las prácticas directivas, lo que buscamos es la transmisión de
un oficio, de un saber hacer, traducido a veces simplemente en una estrategia
o en una indicación de un director a otro, una suerte de “…yo hice así y me fue
bien, fijate, probá…”
Para que esto ocurra en los encuentros, necesitamos generar condiciones
donde las preguntas y los desconocimientos formen parte del intercambio entre
directivos, y por supuesto, también la sugerencia amable a un “otro par” sobre
cuestiones cotidianas de la vida en la escuela.
Consideraciones para organizar los encuentros
Visibilización de procesos y prácticas.
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Que los encuentros se realicen fuera de la escuela, permitiendo de esa manera
un espacio reservado y exclusivo para la reflexión, distanciándose de las
exigencias de la acción cotidiana.
Optativo. Convocar a todas, va el/la que quiere y puede. No rígido, se trata de un
camino que va sumando.
Generar un espacio de encuentro relajado, confiable y placentero, que sin
olvidar que se trata de un espacio de producción pueda incorporar otros lenguajes
(artísticos, culturales) que potencien y amplíen la mirada sobre los procesos de
trabajo.
Considerar la utilización de diversos lenguajes, objetos o técnicas (Ej.: películas,
textos literarios, fotografías, canciones, tarjetas, juegos entre otros) que a modo
de disparadores contribuyan para “abrir” la mirada e iniciar una reflexión más
amplia.
Otras voces, los terceros. Convocar, incluir e invitar como instancia alternativa a
participar a otros actores, (que pueden ser profesionales de otras áreas,
especialistas, investigadores, representantes de organizaciones sociales y
comunitarias, periodistas, artistas, entre otros) que puedan “traer” otras lecturas
y/o vivencias de las realidades sociales y culturales con las que opera la escuela.
Esta posibilidad contribuye no sólo a complejizar los análisis para mejorar y
acertar en las estrategias, sino también a recrear y promover redes sociales y
comunitarias.
Tomar en cuenta la importancia de registrar lo expuesto, conversado y concluido
en los encuentros, para recuperar los procesos que acontecen en esos espacios,
para ser compartidos con otros, para no empezar de nuevo cada vez, sino más
bien ir capitalizando los aprendizajes y avances colectivos.
Definir coordinaciones rotativas. Sugerimos, para garantizar que los encuentros
se desarrollen y avancen en la dirección propuesta, que será necesario que
algunas directoras (rotativamente) asuman tarea de coordinación que garanticen
la convocatoria, organización, registro y socialización, coordinación del encuentro,
convocatoria de otros actores, entre otras tareas.
Optativo. Convocar a todos, aunque puede ir el que quiera o pueda.
Hemos sostenido que los directivos tienen un ritmo vertiginoso de trabajo y que
tal vez por la variedad de tareas que realizan, se les dificulta “ver” y
dimensionar todo lo que hacen en la escuela y para la escuela. Cuando se
enfrenta a los directivos a la simple pregunta de ¿Qué hace un directivo? ¿Cuál
es su especificidad? Se repite el gesto de sorpresa y ensayan varias
respuestas, dan rodeos hasta poner en palabras y describir lo que hacen.
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Aquí es donde el trabajo de visibilización de las prácticas y de los procesos que
ocurren en los encuentros se vuelve muy importante. Es conocer lo que ya
conocemos, porque se trata precisamente
de conocer lo que hacemos, pero no
porque importe en sí mismo sino por el plus
que implica para intervenir con mayor
eficacia.
Visibilizar procesos y prácticas implica
reconstruir, descotidianizar, desnaturalizar,
volver extraño lo que nos resulta obvio,
reconocerse y reconocer el lugar y los
aportes de los sujetos. “Ver” las prácticas
en desarrollo y la reconstrucción de sus
sentidos e impactos, contribuye a
enriquecer la continuidad de los procesos
puestos en marcha, de fortalecerlos y
reorientarlos si fuese necesario. Al
respecto una directora decía sorprendida
por su hallazgo: "Uds. nos ayudaron a ver
todo lo que nosotros hacemos en la
escuela y no nos damos cuenta."
Entonces en los encuentros nos
proponemos “ver el hacer”, valorando la
posibilidad de tomar distancia de la
cotidianeidad, de repensar entre pares la
función directiva, de intercambiar
experiencias y de conceptualizar las
prácticas.
El trabajo en los encuentros consiste en hablar y analizar lo que los
directivos de alguna manera ya saben. En ese movimiento de tornar visibles las
prácticas, se va generando un corrimiento del foco de atención, ya no somos
nosotros mismos el objeto de análisis, sino lo que hacemos con otros,
fundamentalmente para los chicos.
LA ESCUELA BAILA.”Los chicos usan el
grabador en los recreos, eso no es libre de
conflictos.... ¡Qué se deterioran los
recursos!”. Nosotras sostenemos que son
recursos públicos, que deben cuidarse,
pero que deben estar al acceso de todos. A
partir de ello los chicos bailan y armar
coreografías en los recreos y las madres
de la cooperadora al observarlos (a
nosotras se nos había pasado por alto),
propusieron hacer un festival donde
pudieran los chicos mostrar lo que hacen.
Al principio nos llamó la atención.
Propusieron que fuera en el Día del Niño.
Eso se hace desde 3 años e implica una
organización de madres, escuela, chicos…
A partir de los recursos que hay, se habilita
un espacio para que los chicos hagan lo
que ellos saben hacer y esto es
importante porque no sólo la pasen bien
(porque implica un clima distinto, menos
tensión, mas diversión), sino que además
son prácticas sociales donde todos
podemos asumirnos como sujetos de
derechos, donde podemos hacer cosas,
desde nuestros intereses, de que hay
espacios de participación que podemos
usar, o podemos pedir e ir armando. ”. Vice
Directora (Entrevista a Equipos
Directivos. Teatro San Martín.
Noviembre 2009)
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Lo importante es saber adónde nos lleva el intercambio cuando lo que
buscamos es hacer más productivo el proceso de trabajo para los chicos y
adultos. Para decirlo de otra manera, no nos encontramos para hablar de
nosotros mismo sino de la tarea, es decir, de lo que hacemos. Pero como
hacemos tantas cosas, es imprescindible discriminar y reconstruir aquello que
ya está fuera de nosotros, que ya dejó de ser una idea, un plan, un proyecto y
se convirtió en algo que existe en los otros, que tiene un lugar, un tiempo y
sentidos.
Anudando los puntos anteriores, sugerimos que en los encuentros de directivos
entre los temas y prácticas que se propongan “conversar”, se incluyan
preguntas acerca de los procesos con direccionalidad de cambio que ya tienen
un lugar en la escuela.
¿Cómo suceden los procesos de cambio y transformación?, ¿cuál es el lugar
de los sujetos situados en un contexto muy singular como es el de la escuela?
La idea es ponerlos sobre la mesa y desmenuzarlos con palabras. Por ello es
que nos aventuramos a un proceso deconstructivo que no pierda de vista la
capacidad de los sujetos de innovar, de producir procesos instituyentes que
tiendan al logro de trasformaciones activas.
Sugerencias que ayudan a visibilizar prácticas
Hallazgos, pistas y búsquedas
Direccionalidad: orientar las prácticas haciendo.
Tal vez resulte duro hablar de producción y resultado. Durante años los
debates teóricos enfrentaron estos conceptos con el de proceso; en nuestro
caso creemos que es una falsa dicotomía y lo tomamos como una estrategia,
como un punto de partida. Comenzamos preguntándonos: ¿Por dónde
empezamos cuando queremos direccionalizar un proceso? Podríamos elegir
como respuesta la capacitación vinculada al estudio o al análisis, pero
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Recuperar experiencias desarrolladas. Suele ser valioso reconstruir y presentar
a otros un proceso de trabajo que sea reconocido como relevante para sus
actores. En dicha reconstrucción sería importante tener en cuenta algunos
interrogantes que orientan la reconstrucción:
La historia: ¿Cómo surgió la experiencia? ¿De quiénes? ¿Por qué?
Las intenciones: ¿Qué objetivos se plantearon? ¿Y los que no se plantearon?
Procesos: Identificar y describir los procesos de trabajo de la experiencia. ¿Qué
fueron haciendo? ¿Cómo fueron participando los diferentes actores
(niños/docentes/ familias/ otras escuelas/etc.)?
¿Cómo se pensaron las etapas? ¿Qué modificaciones organizacionales hubo
que hacer?
¿Qué decisiones se fueron tomaron? (¿quiénes? ¿cómo? ¿por qué se tomaron
determinadas decisiones y qué impacto produjeron?).
Resultados: ¿Qué resultados se buscaban? ¿Qué resultados o logros surgieron
del proceso de la experiencia? ¿Qué cambió en los sujetos que participaron?
¿Qué modificaciones operaron en la organización del trabajo?
Trabajar sobre las propias prácticas y los procesos de trabajo de manera colectiva,
nos resguarda de permanecer en la catarsis y del deber ser.
Procurar estar atentos a no caer en expresiones valorativas, juicios apresurados,
comentarios autocentrados, competencias
preferimos focalizarnos en el hacer, en la producción, en la realización de
una experiencia, que si finaliza con un producto-resultado tanto mejor, ya que
se puede ver, mostrar, presentar a otros y a nosotros mismos.
Las intenciones:
Parece una obviedad decir que hay que generar las condiciones para que las
maestras puedan desplegar en la escuela sus potencialidades e intereses y
que lo hagan anudándolos a los de la comunidad, pero sabemos que en el
trabajo diario eso no siempre se consigue.
No nos cabe duda acerca de la cantidad de cosas interesantes que se hacen
en las escuelas. Justamente allí queremos pararnos, en los cambios que ya
están sucediendo en la escuela, en esos haceres que a veces no vemos
mientras lo hacemos y que una vez “visibilizados”, nos permiten pensar
intervenciones más acertadas y pertinentes, ya que esa visibilización incluye el
reconocimiento del protagonismo de todos los sujetos.
Ahora estamos cerca del nudo del trabajo de los directivos: la relación con los
docentes, el cara a cara cotidiano, donde se construye paso a paso la tarea
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centrada en los niños. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se va consiguiendo que
las maestras “hagan” y no cualquier cosa ni con
cualquier sentido, sino con una direccionalidad?
¿Cómo se pone al otro en movimiento para que
haga porque está convencido y no porque se le
pide?
Como dijimos, los procesos que implican
encarar una experiencia “arriesgada” no son
ordenados y, si bien hay disputas e intereses
diferentes entre los protagonistas, hemos
constatado que además hay desconocimientos
y múltiples factores que impiden que se avance
en la dirección que queremos.
La organización institucional suele ser un
obstáculo que constriñe las posibilidades de pensar con mayor libertad la tarea.
Sin embargo, cuando analizamos una experiencia escolar significativa, lo
primero que se destaca son aquellos aspectos organizacionales que sí
pudieron modificarse.
La institución escolar tiene previsto fuertes organizadores del trabajo: el tiempo,
que está excesivamente fragmentado, los espacios muy limitados, los niños y
los docentes agrupados por grados, las/los maestras/os por ciclos o áreas, y
así podríamos enumerar una extensa lista de “establecidos” en los que se
encuadran y transcurren las enseñanzas y los aprendizajes.
En el agrupamiento de los chicos, por ejemplo se pueden realizar innovaciones,
al menos temporariamente, utilizando criterios diferentes respecto a la
pertenencia a un grado. Los horarios de trabajo y permanencia en la escuela,
tanto de los chicos, de los docentes, como de los padres, podrían llegar a
extenderse más allá de lo habitual.
Además del aula, la escuela entera puede convertirse en un escenario diferente
de trabajo. Por ejemplo, se pueden invitar colaboradores externos a participar
y hacer sus aportes.
Los directivos habían
constatado en la
cotidianeidad de sus
escuelas: que los chicos,
aunque vivieran en
condiciones de pobreza y
exclusión, podían aprender
y ser creativos. Que los
docentes, a pesar de las
deterioradas condiciones de
trabajo, podían disfrutar de
su tarea y viendo los
resultados-productos de los
chicos, interpelaban sus
propias prácticas, sus
modos de hacer y de
atreverse a recrear e
inventar otros modos
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Cuando apostamos a promover otros modos de hacer en la escuela, cuando
confiamos en nuestros docentes y en su capacidad para ayudarles a los niños
a transitar experiencias significativas, sabemos qué se requiere de la
institución: flexibilizar y ajustar algunos de sus organizadores más importantes
como son el tiempo y el espacio. Se trata de algo así como una “puesta a
punto” para... poder hacer.
¿Qué vemos, cuando los directores
promueven procesos institucionales
con direccionalidad de cambio?
Vemos que las prácticas empiezan a
ser diferentes porque, entre otras
cosas, estuvo presente alguna
constante en la propuesta, que se
sostuvo y permaneció el tiempo
necesario hasta que un buen día, eso
que era nuevo, distinto a lo que se
venía haciendo, casi sin que lo
advirtiéramos, pasa a ser habitual,
conocido, compartido, común, “normal”.
Un ejemplo conocido por todos es el caso de aquellas escuelas, en las que
después de mucho trabajo, sus directivos pueden contar que ahora la mayoría
de sus chicos son lectores.
Es evidente que, alguna regularidad acompaña al proceso instituyente para
que alcance cierto estado de institucionalización, tal vez una norma, una
práctica, una organización especial o específica, un acuerdo, etc.
Pareciera que la idea de regularidad nos da alguna pista para transitar la
espera que nos separa de las nuevas prácticas. Sostener la espera constituye
un desafío para los equipos directivos en tanto pueden tolerar la tensión e
incertidumbre propias del hacer en busca de algo diferente.
El proceso de producción de la tarea, ese ir haciendo la experiencia,
desencadena otros sentidos fundamentales. La satisfacción y el placer que
se produce al ponerse-en-juego, como sujetos creativos, ante el desafío de la
“Una hace cosas en la escuela que muchas
veces parecen una locura, que no se sabe bien a
donde va, donde no hay total previsión de lo que
se va a hacer y esto causa mucha angustia,… y
con ATEC aprendimos a relejarnos y flexibilizar
un poco y pensar que es una construcción social,
que construir con otros, implica bancarse una
cuota bastante amplia de incertidumbre, al no
tener una planificación exhaustiva, pero si líneas
de acción que vamos probando y discutiendo
sobre la marcha”. Vice Directora (Entrevista
Equipos directivos. Teatro San Martín.
Noviembre 2009)
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acción, el descubrimiento, la elaboración conceptual y la construcción
compartida, se recupera el lugar del deseo como motor de las prácticas
escolares y rival de la queja, como síntoma de desconcierto y mal-estar
paralizante.
Que el equipo directivo conciba a los docentes como adultos capaces de
apasionarse y de otorgarle sentido a la propuesta que se va construyendo, es
parte de lo que buscamos desde la perspectiva de trabajo que sostenemos.
Cuando una maestra deja de ser mera repetidora de lo que alguien elabora por
ella y en su lugar, se vuelve autora y protagonista de su trabajo; es en ese
proceso de producción de la tarea donde encuentra satisfacción y placer.
El Directivo. El “otro”
docente. La pregunta del
“otro” y las hipótesis.
Los equipos directivos, en su relación
cotidiana, tienen la posibilidad de
visibilizar a sus docentes, de
promover que ellos descubran y
desplieguen sus mejores capacidades
y habilidades, que encuentren un
ámbito saludable y creativo para el
desempeño de su tarea.
Pero este proceso de intervención no
está exento de tensión y de riesgos,
el “otro” aparece con lo que tiene, con
lo que es y a su vez requiere de otro
(el directivo en este caso) capaz de
esperarlo y de tenerle confianza.
La presencia del otro me interpela en
el descubrimiento de lo que él sabe y
también de lo que yo no sé.
Entonces, este tipo de intervención
Hipótesis
En la vida cotidiana continuamente
operamos en base a supuestos que
pueden ser considerados como hipótesis
o no. Cuando los ponemos en suspenso y
los encerramos entre signos de
preguntas, entonces los convertimos en
hipótesis; si no operarán como saberes
autoevidentes y a veces, hasta como
dogmas que no admiten ser desmentidos
por otras explicaciones.
Con frecuencia las hipótesis pueden ser
personalistas o esencialistas, en esos
casos, las afirmaciones hablan más del
sujeto que formula la hipótesis, de su
voluntad y de lo que está “naturalizado”,
que de la problemática que se busca
explicar.
Imaginemos por un momento una
intervención basada en una hipótesis que
se fundamenta en personalismos y no en
los procesos y en las condiciones de la
institución y sus sujetos. ¿A dónde puede
ir a parar nuestro trabajo o el de
cualquiera, con hipótesis de ese tipo? Por
ejemplo, pensemos en una directora que
tiene la hipótesis de que “los chicos no
aprenden porque la maestra no los
quiere…”; o en una maestra que afirma
que “…las docentes no cumplen con los
horarios, porque se acostumbraron a que
los padres traen los chicos a cualquier
hora…”
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del directivo es clave para posibilitar esas experiencias, situaciones, etc. de los
que venimos hablando. Estamos convencidos de que si esto sucede, el
docente puede a su vez hacer visibles a los chicos.
El directivo, además de facilitar que el otro aparezca, tiene que poder sostener
esta apertura, para que no suceda nada que obture al sujeto que apareció.
Para ello resulta pertinente “conocer al otro”, desatando algunos
interrogantes… ¿Quién es este maestro? ¿Cómo conocer a ese “otro” con el
que trabajamos? ¿Cuáles son sus preocupaciones? ¿Cómo está realizando su
tarea? En definitiva, ¿qué se preguntaría a cerca del otro?
En este sentido, parece ser de gran ayuda estratégica que los directivos
puedan detenerse a mirar a sus docentes a través de las preguntas que se
formulan.
¿Por qué es importante, qué sentido tiene preguntarse por la pregunta del
otro?
Preguntarse por la pregunta del otro es una herramienta de conocimiento.
Permite mirar al otro en función de la tarea (su pertinencia) y no sólo en
relación a las potencialidades. También nos posibilita develar supuestos,
ponerlos de manifiesto para poder trabajar con ellos;
Permite desde la dirección, diseñar y realizar acciones pedagógicas
relevantes.
La pregunta nos pone en situación de análisis, implica un corte en el tiempo
que permite mirar en proceso y supone distancia en relación al objeto-
práctica sobre el que se interroga (objetivación).
La pregunta restituye el pensamiento.
La pregunta como fisura de la práctica, supone incomodidad, prefiguración
(posibles respuestas) y posibilidad de generar nuevas condiciones.
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Posibilita identificar las etapas del proceso en que se encuentran los
docentes.
Para finalizar, recordamos que esta publicación recupera y contiene una
historia de trabajo que se origina en una preocupación compartida con los
directivos acerca de la relación entre la escuela y la comunidad.
Este texto condensa esa larga trayectoria de trabajo que fuimos ensayando y
ajustando, a medida que tomábamos contacto con los protagonistas en las
escuelas. Esperamos que estas páginas hayan sido leídas como si se tratara
de un diálogo entre colegas que compartimos la preocupación de potenciar
procesos institucionales que tiendan a la producción del cambio.
Carta de una directora a otra
Querida Betty:
Hace tantos años que dejamos de vernos, pero a pesar del tiempo te tengo en
mis mejores recuerdos. Fuimos amigas de niñas y seguimos la misma carrera, la
docencia, llegando las dos a ser directoras.
Te cuento que estoy en el programa ATEC, en el Proyecto Apoyo a la Gestión
Directiva desde hace más de un año. Tenemos un encuentro por mes, que me resultan
interesantes por todo lo que se aprende. Te diré que me siento motivada, apoyada y con
más firmeza en la gestión que me tocó realizar, después de 24 años como maestra y 3
como vice; ahora en la dirección de una pequeña escuela muy difícil de manejar.
Te diré también que todos los días aprendo algo nuevo con estos encuentros,
me relaciono con directoras de otras escuelas, algunas conocidas de antes. Me nutro de
experiencias nuevas que realizan las colegas, a veces en contextos de pobreza y
exclusión. Los encuentros son para mí amenos, solidarios, y muy bien conducidos.
Siempre traen una sorpresa, alguien que actúa para distracción, y relajamiento de todos.
Los aportes recibidos durante todo el programa, fortalecen y enriquecen la
gestión directiva, y me ayudan a seguir adelante, en la ardua tarea de conducir, donde la
responsabilidad es mucho mayor; pero siempre estimulada por las experiencias de mi
larga carrera docente.
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Bueno Betty, esperando que estés bien tanto en tu vida privada, como
directora de una escuelita de campo, me despido con un fuerte abrazo, esperando tu
pronta respuesta.
MARTA.
Referencia Bibliográfica
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