EL CONCEPTO DE PAISAJE EN UNA PERSPECTIVA CULTURAL para el equipamiento recreativo y deportivo
ALBERTO AYALA M.
Este documento procura una aproximación de las nociones
concernientes a cultura y recreación, en razón de la necesidad de
vincular campos que comúnmente se perciben distantes, a fin de
propiciar sinergias que se presuponen valiosas, debido a su vigencia y
pertinencia, a la luz de enfoques contemporáneos con respecto al
desarrollo de la ciudad y el de sus habitantes; todo ello, fruto de pensar
acerca de culturas recreativas y deportivas, término que nos lleva a
reflexionar sobre sensus y ludus que imprimen en las comunidades
formas de relación y reconocimiento, a la vez que posibilitan afianzar
vínculos sociales, parentales, familiares, laborales que enriquecen la
vida urbana.
Por otra parte, con el fin de avanzar en la precisión de un concepto que
articule y soporte las decisiones en cuanto a equipamientos culturales y
recreativos en relación con el parque —ente vivo articulado a la vida de
la ciudad—, el trabajo toma como referente la expresión paisaje cultural
acuñada por la UNESCO que vincula las acciones sociales en un
determinado territorio con el desarrollo del mismo en distintas escalas:
ambiental, social, urbanística, tratando al máximo de no causar deterioro
de ninguna de estas condiciones estructurantes del lugar. Lo que no
significa en principio una adhesión, sino más bien un soporte, a la
manera de estribo, que nos ayude a elevar la mirada.
Igualmente, mostrará la relación de las nociones anteriores con los
equipamientos necesarios para dar lugar a manifestaciones sociales de
diversa índole en el espacio público —el parque, específicamente— y
con ello promover el efectivo derecho a las distintas expresiones
sociales. Finalmente, avanzará sobre lineamientos que sirvan de base a
2
políticas futuras para el aprovechamiento del espacio y la configuración
de su infraestructura particular y general.
Palabras clave:
Accesibilidad, ciudadanía, cultura, deporte, equipamiento, medio
ambiente, paisaje cultural, parque, participación, política, recreación.
“La llanura es el sentimiento que nos engrandece”
Rainer María Rilke
“Este teorema de antropología estética está enunciado con tal claridad que se siente despuntar un teorema correlativo
que podría expresarse en estos términos: todo sentimiento que nos engrandece planifica nuestra acción en el mundo.”
Gastón Bachelard.
La poética del espacio.
Ese mínimo espacio dotado de eternidad: ¿cárcel o pantalla?
Adentrarnos en un estudio sobre el paisaje como aspecto constitutivo de
nuestra forma de figurar-nos el y en el entorno —local y mundial—, así como
llevar la mirada sobre el parque y sus correlaciones con el tiempo y el espacio
en los momentos de liberación de nuestras labores cotidianas —esas de la
disciplina y el cumplimiento, de la eficiencia y las altas responsabilidades—,
supone empezar por re-cordar —volver a pasar por el corazón— qué es o
cómo ha sido forjado ese territorio de nuestra cultura recreativa y detenernos
ahí, antes de adelantarnos en ese amplio mar de la cultura que en principio
está hecho de nuestros incontables hábitos, en nuestras pequeñas rutas o
dicho de otro modo, esas rutinas que nos sumergen en la experiencia de la
veloz cotidianidad [post]moderna.
3
Si miramos por un momento hacia nuestras formas de recreación, a esas que
han acompañado nuestros estadios1 de experiencia como: la casa; la calle; el
recreo escolar, partes de la ciudad diseñadas o vividas en su condición de
atractores; tal vez, afortunadamente nos percatemos de lo que ellos comportan
—lo que nos han im-portado— en eso que ahora pensamos, sentimos y
valoramos como parte fundamental de nuestro íntimo, y a la vez público,
acervo personal, familiar, vecinal, citadino; ligado indisolublemente a las órbitas
de nuestro afecto y de nuestro modo de afectar, quiero decir de nuestro
universo sensible.
Pensar en esas formas de des-pre-ocuparnos, supone detenernos en la
manera en que ellas se han transformado debido, entre otras cosas, a
aspectos como el cambio en las relaciones familiares, a los nuevos modos de
identidad y pertenencia a determinados grupos, a las posibilidades de
consumo o al acceso a nuevas tecnologías, sólo por citar algunos ejemplos. Lo
que quiere decir que esos modos de recreación no siempre han sido iguales
para todos, más bien cambiantes y variados de acuerdo con situaciones
particulares de época, de equipamientos y de concepciones sobre la
formación, derechos y posibilidades del sujeto para su cabal desarrollo. De ahí
la renovada importancia que adquiere el hecho de volver la mirada sobre estos
aspectos, en función de responder de manera adecuada a las demandas de la
época en nuestras sociedades.
No es tarea corta, pues, esa de adentrarse en las “habituales formas de
recreación”, sobre todo si tenemos en cuenta las innumerables formas que el
mundo actual dispone en tal campo; sin embargo, a riesgo de extremar las
cotas, compromiso necesario para llevar por ahora a término un trabajo que
seguramente dispensará muchas más posibilidades de expansión y re-
creación, centraremos la atención en los dos pilares ya mencionados: el
paisaje y el parque, como mojones en los que supondremos una forma distinta
—distanciada— de asumir nuestra relación como habitantes en el tiempo y el
espacio urbano.
1 El término denota una relación de orden actoral, espacial y temporal.
4
Digo supondremos por cuanto a la vez que haremos el ejercicio de pesquisa a
través de lo que hay, de lo que encontremos; trataremos de proyectar una
visión que implique el reconocimiento de que las coordenadas
espaciotemporales y modales sobre las que nos movemos, jalonan en el
ámbito de la ciudad y sus habitantes, nuevos modos de pensarnos, partiendo
del ámbito de la subjetividad y pasando por la esfera de nuevas relaciones
comunitarias, hasta alcanzar la macroescala urbana.
El Desarrollo humano integral —DHI—. Nuestra constitución como sujetos.
“En todos los niveles del desarrollo
las tres capacidades esenciales consisten en que la gente viva una vida larga y saludable, tenga conocimientos
y acceso a recursos necesarios para un nivel de vida decente” PNUD
Las concepciones que con respecto al desarrollo humano se plantean desde
distintas perspectivas y que tratan de cobijar el conjunto de demandas de la
población en los disímiles escenarios del mundo contemporáneo, hacen
referencia a elementos básicos de habitabilidad, acceso a bienes y servicios,
posibilidades de educación, obtención de ingresos equitativos, mejoramiento
de la alimentación y las condiciones de vivienda, entre otros, que apuntan al
propósito de “ampliar las opciones de las personas, [opciones] que pueden ser
infinitas y cambiar a lo largo del tiempo”, según el paradigma de desarrollo
humano planteado por Mahbub, UL; Haq, y Streeten. De igual forma, el
Programa de las Naciones Unidas —PNUD— se refiere al desarrollo humano
como “proceso de ampliación de las opciones de la gente, aumentando las
funciones y capacidades humanas.”
Tales necesidades se ven igualmente entrelazadas con la corresponsabilidad
intrínseca al uso y explotación de recursos y medios para satisfacerlas: la
sostenibilidad del medio ambiente, para que tales oportunidades sean
5
disfrutadas igualmente por futuras generaciones.2 De entre éstas demandas
emergen particularmente unas que por el objetivo propio de este trabajo,
concitan el interés de manera especial, se trata de la aspiración a:
“un tiempo libre más satisfactorio, libertades políticas y
culturales y un sentido de participación en actividades
comunitarias”.∗
Lo que pone de presente, por una parte, detenernos en el ámbito de los
desarrollos del sujeto propiciados en el uso potenciado y creativo de su tiempo
de recreación —aspecto que abordaremos en el acápite referido a cultura, ocio
y recreación—, a la vez que en la necesidad de observar las incidencias que
ello pueda tener en cuanto a sostenibilidad del medio, entendido en su doble
acepción: natural y cultural.
Se trata, en últimas, de propiciar las condiciones fundamentales para la
constitución de un sujeto que en la medida en que desarrolle íntegramente sus
potencialidades cognitivas, sensibles y volitivas, sea partícipe —haga parte—
del mejoramiento de su entorno social, político y económico. Empezamos, así,
a anudar los ámbitos por los que nos desplazaremos: por un lado, el de la
esfera de la sensibilidad que emerge fuertemente en la forma de
re-conocimiento de su subjetividad; y por otro, el de la participación política del
sujeto en su devenir ciudadano. Ambas, directamente conectadas, y
articuladas con nuestro tema en particular.
Del primero, el de la esfera de la sensibilidad, se desprenden hoy formas de
movilización de mujeres y hombres hacia escenarios a los que el imperativo de
una racionalidad omnipotente difícilmente cedía el paso, haciendo que ese
aspecto sensible del ser quedara relegado a ciertos espacios, tiempos y
actividades, no contempladas en muchas situaciones de la vida ordinaria. A
propósito de esto, la antropóloga Zandra Pedraza sostiene que
2 Ver documento “Integrando los Derechos Humanos al Desarrollo Humano Sostenible”, PNUD. 1998. El subrayado es mío. ∗ Ver, Mahbub, UL; Haq, y Streeten. Paradigma de desarrollo humano. El subrayado es mío.
6
“El sujeto moderno, frente a la tarea de definirse con respecto a su
naturaleza —su sensibilidad— debe ser fiel a sí mismo. Esa
construcción es posible siempre que el individuo sea consciente de
sí mismo, se remita a sus propias sensaciones y percepciones.
Enfrentado al agotamiento de sistemas trinitarios o duales para
comprenderse, se vuelca sobre sí mismo y en esa tarea lo afectan
fuerzas sociales y políticas, saberes y prácticas, que intervienen su
tarea autorreferencial.”3
Esa notable eclosión de nuestra constitución subjetiva —sensus moderno—,
está vinculada en principio con nuevas formas de re-conocimiento de sí y del
otro, en las que nuestro cuerpo —fisicidad, vinculada con la individualidad—, y
la concepción que de él tenemos —virtualidad, vinculada con la sociabilidad—,
median de manera significativa las relaciones sociales, afectivas, laborales y
las prácticas que tienen suceso tanto en lugares privados como en los
espacios públicos. Lo que sugiere por lo pronto pensar en ese lugar de las
prácticas4, con propósitos atinentes a la comprensión del significado de las
mismas en el desarrollo social y urbano y, correlativamente, a la de-signación
—diseño y destinación— espacial y programática de recursos que habiliten su
proyección en el desenvolvimiento social.
Así, establecemos el vínculo con el otro ámbito, el de la participación política
del sujeto en su devenir ciudadano, en tanto se promueva la concatenación del
cuerpo-individual, como organismo que goza de autonomía, con el
cuerpo-social como organización en la que ES CONTENIDO. Con mayúsculas,
porque se trata del derecho a ser —y no sólo parecer— tenidos en cuenta por
cuanto somos y por los contenidos que podemos aportar. Si por un lado esa
constitución del sujeto hoy deviene subjetividad a partir de la vivencia, de un
nuevo modo de hacerse a la experiencia —que debemos preservar de la
enajenación—; por otro, la Constitución de la Res pública que nos rige desde
3 Pedraza G., Zandra. Intervenciones estéticas del yo sobre estético-política, subjetividad y corporalidad, en: Laverde, María Cristina et al (ed) Debates sobre el sujeto - Perspectivas contemporáneas. Siglo del Hombre Editores, Bogotá. 2004. pg. 65. 4 Hago referencia al aspecto espacial y al rol que una determinada práctica cumple en el contexto en que se manifiesta.
7
el 91, jalona la construcción de una con-vivencia fundada en una democracia
participativa.
Y participar es poder tomar parte —en la dialéctica de aportar y recibir— de y
en aquello que es de y para todos: lo público. Con lo que la operación debe
suponer en cuanto a contribuciones y retribuciones. Esas contribuciones al
desarrollo de bienes públicos a los que todos podamos acceder, bien podrían
ejemplificarse a través de un importante proyecto llevado a cabo en Japón,
proyecto en el que la inclusión de personas con discapacidad motora y visual
podían acceder sin ninguna salvedad, al goce del parque, un área de 2.000
m2, enclavada en un extenso parque de varias hectáreas, diseñada
específicamente para la recreación ligada al contacto con el paisaje y
elementos de la naturaleza: el roce con agua del lago, el paseo por los jardines
con la posibilidad de alcanzar las ramas de los árboles, la fácil accesibilidad a
la información, etc.; todos, elementos dispuestos para propiciar la experiencia
sensible de quienes no cuentan con las posibilidades dadas por un cuerpo en
condiciones naturales. Allí los dineros del erario —de la tributación
ciudadana— están en función de la vitalidad de sus habitantes, como lo
indicaba su diseñador, el arquitecto Yosisuke Miyake, en su conferencia5 del V
Foro Internacional de Parques para la inclusión.
El paisaje cultural: ámbito de transformación natural y humana. La noción de paisaje desde la Geografía Cultural.
La definición de la UNESCO.
“Según decía Hegel6, el antiguo griego se asombraba de lo natural de
la naturaleza; le prestaba incesantemente oído, interrogaba el sentido
de las fuentes, de las montañas, de los bosques, de las tempestades;
sin saber lo que todos estos objetos le decían de un modo concreto,
advertía en el orden vegetal o cósmico un inmenso temblor de sentido,
al que dio el nombre de un dios: Pan. Desde entonces a hoy, la
naturaleza ha cambiado, se ha convertido en social: todo lo que se ha
5 Conferencia: Diseño universal de parques como espacios incluyentes. IDRD. Bogotá. Sep. 2007. 6 Leçons sur la philosophie de l’historie, Vrin, 1946, pp.212.
8
dado al hombre es ya humano, hasta el bosque y el río que cruzamos
cuando viajamos. Pero ante esa naturaleza social que es
sencillamente la cultura, el hombre estructural no es distinto del
antiguo griego: también él presta oído a lo natural de la cultura, y
percibe sin cesar en ella, más que sentidos estables, terminados,
«verdaderos», el temblor de una máquina inmensa que es la
humanidad procediendo incansablemente a una creación del sentido,
sin la cual ya no sería humana.”7
La naturaleza primigenia ha visto florecer otro tipo de naturaleza: la humana,
esa que Hegel in[sti]tuye como otra esfera de conocimiento, de “creación de
sentido”, además de la primera, a la que quizá no podamos acercarnos más
que por los oficios de nuestra imaginación, pues si nos atenemos a que “todo
lo que se ha dado al hombre es ya humano”, fácil es comprender que cualquier
referencia al paisaje, pasa de hecho a ser una composición de imagen a partir
de lo que la naturaleza ofrece. Según Denis Cosgrove y Stephen Daniels, “el
paisaje es una imagen cultural, una manera de representar, estructurar o
simbolizar los alrededores.” Al respecto apuntan: “a landscape park is more
palpable but not more real, nor less imaginary, than a landscape painting or
poem”.8 Lo que a nuestro modo de ver se constituye en eje de atención, por
cuanto es en el paisaje urbano, decididamente hecho por el hombre, donde se
hallan nuestros puntos de vista.
Estas consideraciones apuntan al hecho de que si, por una parte, es en la
materialidad de la tierra y mediante sólidos instrumentos de tecnologías duras,
donde y como se verifica la conformación física de la ciudad, de su
equipamiento; por otra parte, es en la inmaterialidad del territorio, con
instrumentos de tecnologías blandas, de simbolización, de performación de los
imaginarios, donde y como el ser humano incide para la conformación de un
lugar existencial, cuyas delimitaciones son de orden cultural. De ahí que haya
quienes sostengan que
7 Barthes, Roland. Ensayos críticos. Seix Barral. Buenos Aires. 2003. pp.300. El destacado es mío. 8 Denis Cosgrove y Stephen Daniels, eds., The Iconography of Landscape, Cambridge: Cambridge University Press, 1988, p. 1. Citados por Altagracia E., Carlos D., en Las rutas espacio-temporales del paisaje-archivo fronterizo de Freddy Prestol Castillo. Depto. de Ciencias Sociales U. de Puerto Rico, Recinto de Arecibo.
9
“el paisaje es un producto cultural antes que un producto de la
naturaleza, que meramente espera a ser descifrado. El paisaje es el
producto de la combinación de significados construidos desde el ámbito
de la imaginación que los organiza a base de referentes culturales
particulares. Esos significados, y las metáforas usadas para
comunicarlos, son tan reales como los referentes físicos que los
provocan.”9
El usufructo del lugar, entonces, no está determinado por los bordes que
acotan un espacio; los réditos de su existencia están ligados a la calidad de
sus improntas, directas o indirectas, en el relieve de la subjetividad de quienes
lo apropian. En ese orden de ideas deja de ser solo un elemento de orden
fáctico, para convertirse paralelamente en elemento significativo, aglutinador
de sentidos en la vida y experiencias de una comunidad. Tema central de la
Geografía Cultural que considera en sus enfoques sobre el territorio la
ineludible inserción de las concepciones y cosmogonías de una sociedad en la
interpretación de su ocupación y configuración
La necesaria vinculación entre la territorialidad, el urbanismo y el paisaje
cultural fue provista inicialmente por Zelia Nuttal quien propuso en 1899
que los edificios mesoamericanos construidos en piedra (que llamamos
genéricamente pirámides) constituyen réplicas de montañas investidas de
sacralidad, es decir, que cada una de esas pirámides tenía por intención
recordar otras montañas reales probablemente cercanas al sitio del
asentamiento indígena. Tiempo después, a la luz de los trabajos de
Mircea Eliade, la antropóloga Doris Heyden (1981) amplió la propuesta de
Nuttal tras estudiar el interior de la pirámide del Sol en Teotihuacan y
llegar a la conclusión de que además, las pirámides simbolizaban la
montaña del origen llamada Culhuacán o Chicomóztoc, prominencia del
relieve mítico donde los pueblos habían sido concebidos (Magaloni 2003).
Esto quería decir que cada pirámide replicaba una montaña pero que, en
9 Schama, Landscape and Memory, p. 61. Citado por Altagracia E., Carlos D. Op. cit.
10
ocasiones, se trataba de una montaña existente tan sólo en el plano
mitológico.10
Esta referencia, sirve para ilustrar nuestros propósitos de adhesión a la noción
de paisaje en dos aspectos, uno de orden conceptual y otro de orden
metodológico: el primero atañe a la generación de un marco amplio que
involucra puntos de vista y modos de aproximación a la comprensión de la
evolución en determinados tiempos de unas comunidades en un espacio, esto
porque es comprensible que “en la medida en que la longevidad del espacio
construido es mayor que la de los sistemas ideológicos, también es posible
que sobre un mismo lugar confluyan dos o más de dichas ideologías”, como el
caso de las ciudades prehispánicas una vez colonizadas. Espacio e ideología
no son, entonces, compartimentos estancos a los que se deba abordar desde
márgenes distintas; son construcciones socioculturales en las que las
tensiones y los conflictos, debido a intereses que buscan asiento concreto en
el suelo, se ven abocados a procesos de concertación, coacción o en el peor
de los casos, eliminación, que definan su posesión y uso; “el paisaje, a través
de esta forma sensible de aprehensión figurativa logra traducir creencias y
discursos ideológicos en motivos visibles del espacio, logra exteriorizar lo que
hasta entonces ha sido una visión interna y, de esta manera, ayuda a legitimar,
reforzar o desafiar la estructura política de una sociedad (juicios de valor).”11
El segundo responde a la necesidad de construir y afianzar unos instrumentos
mediante los cuales sea posible hacer viables los procesos de investigación y
conocimiento. A propósito de ello, Paul Claval pone en consideración dos
enfoques de la geografía cultural contemporánea que ve como
complementarios: el enfoque francés y el anglosajón. Del primero refiere su
proclividad hacia todo lo que “la investigación sobre comunicación, la
constitución de las identidades y la naturaleza de lo sagrado han aportado al
conocimiento de la cultura”; mientras del segundo afirma que sus trabajos “se
aprovechan de forma mediocre de las muchas aportaciones de otras disciplinas
10 Fernández Christlieb, Federico. 2004. Antecedentes para el estudio cultural del paisaje urbano en la Nueva España del siglo XVI. GeoTrópico, 2 (1), online: http://www.geotropico.org/2_1_F-Fernandez.html. 11 Leonel, Francisco Javier. Del derecho a la ciudad y su sentido del espacio público como experiencia vivencial. U. Piloto de Colombia. Bogotá D.C. 2005. pp.113.
11
sociales. Construidos sobre los presupuestos de los trabajos sobre la
intersubjetividad, se aplican sobre todo a las realidades a gran escala y
subrayan el trabajo incesante de reinterpretación al que da lugar la cultura. Su
perspectiva es crítica.” Finalmente, puntualiza:
“Nada impide la combinación de ambas posturas: la geografía cultural a
la francesa propone un cuadro general mejor estructurado y saca partido
de las corrientes más variadas; la geografía cultural anglosajona pone el
acento sobre el trabajo de reinterpretación al que dan lugar las
realidades geográficas y subrayan su inestabilidad. La geografía
francesa se ha interesado sobre todo por la forma cómo las realidades
espaciales, el territorio, la región y el paisaje estaban construidas. De su
parte, la geografía anglosajona se interesa por los lugares y los paisajes,
pero su atención va sobre todo a la construcción de categorías sociales
que definen el sexo, la clase, el extranjero.”12
En esta perspectiva metodológica el trabajo de James Duncan adquiere
relevancia en tanto descubre que “el paisaje se puede transformar y convertir
en un poderoso instrumento ideológico que brinda apoyo conceptual a
cualquier investigación científica: ‘…este poderoso instrumento, en la medida
en que es interiorizado en un contexto determinado, proporciona nuevas
lecturas en todas las áreas de la vida social…’ ”13
Por otra parte, es preciso anotar que en relación con la UNESCO desarrolla la
noción de paisaje cultural con orientaciones particulares que agrupan intereses
de conservación patrimonial, desarrollo, divulgación, gestión y educación al
respecto. Según la UNESCO, de acuerdo al Art. 1 de la Convención, Paisajes
Culturales son las obras que combinan el trabajo del hombre y la naturaleza, y
en la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del Patrimonio
Mundial establece las tres categorías de paisajes culturales:
12 Claval, Paul. Los fundamentos actuales de la geografía cultural. Doc. Anàl. Geogr. 34, 1999. pp. 38 13 Duncan, James. La ciudad como texto. Cambridge University Press. Cambridge. 1990. Citado por Leonel, Francisco Javier. Op. cit. Pp.113
12
a. Paisajes claramente definidos, diseñados y creados por el hombre. Aquí
se incluyen los jardines y parques.
b. Paisajes evolutivos (u orgánicamente desarrollados) resultantes de
imperativos sociales, económicos, administrativos, y/o religiosos, que se
han desarrollado conjuntamente y en respuesta a su medio ambiente
natural. Estos se subdividen en dos sub-categorías:
— Paisajes fósiles/relictos, donde el proceso evolutivo llegó a su fin; y
— Paisajes continuos en el tiempo, que siguen teniendo un papel social
activo en la sociedad contemporánea, conjuntamente con la forma
tradicional de vida.
c. La última categoría es el paisaje cultural asociativo de los aspectos
religiosos, artísticos o culturales relacionados con los elementos del
medio ambiente.14
Al respecto hay que anotar que el estudio del paisaje en el último siglo y en
particular sobre los paisajes culturales, según lo anota Patricia Rojas “se ha
centrado en tres grandes temáticas: su comprensión fenomenológica, la
elaboración de perspectivas complejas sobre su funcionamiento y estructura, y
la necesidad de entender los estudios etnográficos asociados a éste.” Por otra
parte, “a partir de la Declaración de Berlín (UNESCO, 1997), los simposios
internacionales de ICOMOS y de las acciones del Comité de Ministros del
Consejo de Europa (1995), la reflexión sobre la definición e identificación de
los paisajes culturales se fue complementando con el desarrollo de estrategias
para su valoración, protección, gestión y mantenimiento”,15 lo que constituye
un referente importante al momento de perfilar decisiones sobre política
pública en cuanto a la planificación del desarrollo espacial urbano.
En el caso que nos convoca, la importancia de la expresión paisaje cultural
radica, a más de las razones expuestas, en que, por definición, no admite un
análisis que separe el medio físico de la población que lo ocupa y en
14 Muñoz, Mireya. Artículo: Participación de las comunidades en el manejo de los paisajes culturales. Bolivia. Documento Word. 15 Rojas, Patricia. Eje Paisajes Culturales. Documento Word, inédito.
13
consecuencia lo transforma a partir de las prácticas que despliega en su
cotidianidad.
Ocio, recreación y tiempo libre. Cultura y recreación en procesos de transformación social y política.
Justamente, es en la cotidianidad en la que vemos involucrados los diversos
hilos que hasta ahora hemos ido deshilvanando. Por ese motivo se hace
necesaria una reflexión sobre la misma, en cuanto a la relación que como seres
sociales tenemos con el tiempo de la ciudad; y forzoso es recordar que ese
“tiempo civil que todos manejamos a fin de encontrarnos unos con otros
o para regular y programar nuestros ocios y negocios, el tiempo
‘convencional’ de relojes y calendarios, es obra, como se sabe, de un
largo y penoso proceso de ajustes. Proceso con miras, por un lado, a
una concordante divisibilidad de las mediciones temporales; por otra,
con miras a hacer con-mensurable este tiempo civil con la temporalidad
cósmica total: digamos ‘con el tiempo Sagrado’.”16
Acordar el tiempo civil es de alguna manera recordar el ritmo progresivo-
regresivo propio de la naturaleza como nos sigue diciendo Giannini; y en esa
medida encontrar a través de la semana, al cabo de siete días, un momento de
reposo, de recogimiento, de reintegración a sí, a la conquista de nuestro ser;
conquista que lo restaura de la dispersión diaria, configurando así el ciclo en el
que habita el tiempo. “Tiempo éste, el festivo, del reencuentro con una
naturaleza tenida a distancia por inoportuna, durante el tiempo de la
tramitación. Tiempo de la mirada larga y profunda; del puro ‘salir a ver las
cosas’: la gente, el parque, la plaza, el espectáculo público.” 17
La re-creación, ligada miticamente desde la “creación” al tiempo de asueto, ha
sido tenida como tiempo y práctica en los que individuo y comunidad se
16 Giannini, Humberto. La reflexión cotidiana. Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1998. pp 45 17 Ibídem. Pp. 52.
14
aprestan para dejar de ser lo que cotidianamente son y hacer algo diferente; es
el tiempo de la festividad, esa en la que nos permitimos, como en el carnaval,
ser como otro, transformar la identidad, “hacer espacio a una presencia”; es
decir, abrir un espacio para el juego, el ludus, que nos posibilita otro tipo de
experiencia como sujetos; experiencia asociada al sensus, a la esfera estética
que desborda límites impuestos desde otras esferas; esto queda bellamente
expresado por Bajtin cuando de la fiesta dice que
“está separada de todo sentido utilitario (es un reposo, una tregua). Es la
fiesta la que, liberando de todo utilitarismo, de todo fin práctico, brinda
los medios para entrar temporalmente a un universo utópico. No es
posible reducir la fiesta a un contenido determinado y limitado (por
ejemplo, a la celebración de un acontecimiento histórico) pues en
realidad ella misma transgrede automáticamente los límites. Tampoco se
puede separar la fiesta de la vida del cuerpo, de la tierra, de la
naturaleza, del cosmos.”18
Y es precisamente de ahí, de su importancia como tiempo y actividad a la que
se destinan incontables recursos que ensanchan cada vez más las
dimensiones de la oferta recreativa en el mundo entero —juegos, fiestas,
competencias, industria del entretenimiento, espectáculos de todo tipo, amén
de las actividades que proveen en todo lugar y a cada segundo las nuevas
tecnologías—, de donde deriva la necesidad de estudio de lo que tales
prácticas significan para el conjunto de la ciudad y su población; para la
organización y gestión de las mismas y para la generación de una consecuente
formulación de políticas al respecto, fruto del conocimiento de su mediación en
el desarrollo humano, teniendo en cuenta que “tales decisiones están
atravesadas por el sistema, los valores que lo caracterizan, [y] el modelo de
desarrollo priorizado, entre otras. De ahí que la recreación podrá jugarse un
papel transformador sólo en la medida que pueda estratégicamente incidir
sobre los factores sociales, culturales y políticos desde los espacios locales.”19
18 Bajtin, M. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais.
Madrid: Alianza Universidad. 1990. Pp. 248 19 Osorio C. Esperanza. Directora ejecutiva nacional de Funlibre. Creación de escenarios para el desarrollo humano desde la recreación. El subrayado es mío.
15
Numerosos son los esfuerzos que la envergadura de la tarea supone, pero de
todos ellos es destacable la necesidad de fortalecimiento del sector en lo
académico y científico, así como en los mecanismos de gestión y difusión de
conocimiento. Y puesto que el conocimiento se ha constituido en un nuevo
poder, su construcción, adquisición y uso debe ser parte esencial de los
procesos de democratización y debemos empezar por la recreación, como lo
demanda Esperanza Osorio.
Demanda que, por otra parte, encuentra eco en la enunciación que hace
Guillermina Mesa en sus consideraciones sobre las desventajas del uso
polisémico de la palabra recreación; su preciso llamado apunta a una
necesidad de delimitación en el ámbito profesional ya que “hasta tanto no se
encare la actividad recreativa como problemática interdisciplinaria, cada autor
desde su disciplina y enfoque particular seguirá agregando términos y dejando
en la indefinición la comprensión de esta práctica social.”20
El inestimable aporte que la recreación hace al enriquecimiento de la cultura, al
articular y mantener vivos en ella saberes y valores provenientes de
experiencias vinculadas a la dimensión corporal mediante prácticas, técnicas
específicas y conocimiento elaborado, es una valiosa arista desde la que se
puede proyectar una visión de los equipamientos culturales y recreativos; ahí
radica la necesidad de su establecimiento disciplinar, dada la indispensable
interlocución con disciplinas que provean material conceptual, metodológico,
epistemológico y experiencial que sirva de fundamento de las decisiones sobre
la planeación y el diseño de espacios y programas.
En síntesis, se trata de hallar, en la extensa dimensión de la actividad
recreativa, parámetros con los que sea posible ofrecer orientaciones que vayan
más allá de lo que podríamos llamar la práctica por la práctica, conjugando a
través de ellas elementos de ordenamiento social más elaborados, como quiera
que estamos hablando de una actividad que “complementa y completa las otras
dos grandes actividades sociales, la educación y el trabajo, en torno a las
20 Mesa, Guillermina. La recreación “dirigida”: ¿mediación semiótica y práctica pedagógica? Una pregunta para el debate. U. del Valle. 2004. pp. 3
16
cuales circulan, se construyen y reconstruyen las restantes actividades
culturales y sociales.”21
En tal orden de ideas, me parece importante anotar los grandes núcleos
problémicos que según Guillermina Mesa, se constituyen en objeto de
investigación en lo que se refiere a la dimensión de la recreación como
actividad social general, ellos son: a) lo contemplativo o del espectáculo y lo
trascendental del Ser; b) lo festivo; c) lo lúdico o de los juegos; d) los lenguajes
lúdico-creativos.
A renglón seguido, según la misma autora, aparece otra dimensión como
derivada de la primera: la de la recreación “dirigida” o pedagógica que “tiene
como base la intencionalidad de enseñar y comunicar las tradiciones
recreativas y propiciar el desarrollo de la imaginación creadora y
transformadora de las mismas para influir en cambios internos y externos”, esto
es, individuales y sociales. Finalmente, como tercera dimensión, “la actividad
interna y los “lenguajes” lúdico-creativos o mediaciones semióticas, surge del
postulado según el cual, toda función (memoria, imaginación, cognición,
afectividad, etc.) antes de ser interna ha sido externa, es decir, social.”22
Esta dimensión que liga la actividad interna con la social, está directamente
vinculada con procesos comunicativos, lo que hace de la actividad recreativa
una noción emparentada necesariamente con el intercambio de códigos en los
distintos niveles de su realización. Tal como también entendemos hoy la
cultura. En esa dirección y con el objeto de deslindar dos importantes campos
de análisis a futuro, es necesario hacer la distinción entre las informaciones
que conciernen al “medio natural en que viven las personas, la manera de
obtener de él alimentos, energías y materias primas, así como las formas de
construir útiles y de emplearlos para crear medios artificiales, [y aquellas
informaciones que se refieren] a la sociedad, a la naturaleza de los vínculos
que unen sus miembros y a las reglas que deben ser respetadas en las
21 Leontiev citado por Mesa. Ibídem. 22 Ibídem. Pp.4
17
relaciones que se establecen.”23 En esa convergencia de re-creación, medio y
comunicación, podemos decir que nos encontramos con el paisaje en una
perspectiva cultural.
El parque: su significación en la vida de la ciudad y de la ciudadanía. Tiempo y espacio de recreación. Cambios en la ciudad moderna.
Cobijo, sombra, brisa, cambio térmico,
color, olor, frescura, movimiento, símbolo, presencia, hito urbano…
La concepción del parque o del jardín —término que nombra en épocas
anteriores el espacio destinado a una relación cercana con la naturaleza—, ha
estado ligada a la búsqueda de un mejor ambiente para habitar las ciudades y
vinculada con las concepciones de belleza y ordenamiento del paisaje urbano.
Éstas ideas sobre el espacio, están emparentadas con el ámbito estético y han
identificado en distintas épocas los más variados asentamientos humanos,
otorgándoles su carácter.
No es extraño, pues, que en esta asociación de la estética con la urbe, los
pintores se destaquen como “visionarios, mirando muy por delante de los
hombres más dedicados a la práctica; en consecuencia, la pintura ha sido con
frecuencia la precursora del diseño del paisaje. [De ahí que] pintores como
Cezanne, Braque y Mondrian [hayan] emprendido nuevos caminos que luego
ha seguido la arquitectura”24; lo que pone de presente un hecho importante en
nuestro acercamiento al paisaje y en especial al parque: la riqueza de la
interlocución no sólo con disciplinas provenientes de círculos científicos, sino
también la asociación con las artes en todas sus expresiones, a fin de obtener
una visión más lograda de lo que un espacio pueda llegar a ser.
Idea relacionada con lo que Patricia Rojas sostiene, en el sentido de que se
comienza “a fortalecer la discusión acerca de un medio ambiente saludable y
un paisaje bello como parte constitutiva de un desarrollo viable de la actividad
económica de una sociedad. [Y así mismo, se empieza] a hacer referencia a la
23 Claval, Paul. Op. Cit. Pp. 27. El destacado es mío. 24 Tandy, Cliff. Paisaje urbano. H. Blume Ediciones. Madrid. 1979. Pp. 7.
18
protección y valoración del paisaje y los sitios culturales como ejes claves para
preservar las identidades de las comunidades y sus intereses culturales,
estéticos, ecológicos, económicos y sociales.”25 Observaciones sobre las que
puede fundamentarse una decidida orientación hacia la estructuración de un
trabajo que aborde ampliamente la noción del parque, por sus grandes
posibilidades como nodo articulador entre naturaleza y cultura, en aspectos
tales como la recreación, el turismo, la protección ambiental y las actividades
de promoción de la salud, entre otros.
Concebido como sistema, el parque opera como organismo vinculado
sinérgicamente a una forma de organización en la escala de la ciudad y, en
consecuencia, permite la realización de una serie de funciones que abarca una
amplia esfera de relaciones —redes— en las que podemos estimar desde lo
ambiental —como elemento constituyente de un ecosistema— hasta la
conformación de elementos simbólicos, culturales, de vital importancia para
quienes habitamos la ciudad.
Entendemos aquí el parque como espacio urbanísticamente concebido y
acotado, atravesado por la noción principalísima de Espacio Público que lo
sustenta en el terreno de la urbe y en el territorio que denomino paisaje del
ciudadano.26 Convergen en ese lugar intereses individuales y colectivos de
distinta índole, expresados a través de concreciones espaciales, en el caso de
su configuración y adecuación, por ejemplo; y de carácter habitual, ligado a las
formas de uso y animación que signan su dinámica. Y como suprema
institución, es el Estado el que debe dar las pautas para que dicho espacio
responda, de acuerdo a su magnitud, localización y relación con otros
elementos de la ciudad, a las necesidades para las que ha sido creado.
25 Rojas, Patricia. Op. cit. El destacado es mío. 26 Con la expresión paisaje del ciudadano quiero hacer referencia, en principio, a esa órbita de las percepciones del ‘sujeto de la urbe’ —urbanizado—, anidadas como huellas de lo que observa en el exterior y procesa en su entendimiento a través de la emoción, la razón, el gusto estético y la memoria, entre otros aspectos que perfilan en su interior una imagen pregnante con la que le es posible armonizar su “estar en el mundo”. Esa noción de “estar en el mundo” nos lleva a una segunda instancia de la expresión “paisaje del ciudadano”: el mundo al que estamos sujetos —ya en el campo o la ciudad—, es el de la urbe, es decir, el de los seres hurbanos, (si se me permite la licencia ortográfica), que no es otro que el de la vida que queremos construir en el Espacio Público, ese en el que la interacción entre sujetos anima, dinamiza la vida de una colectividad sabedora de unos derechos y cumplidora de un deber primordial: propiciar y defender esos derechos para todos, como sinónimo de la solidaridad que hace posible y grata la habitabilidad en ese territorio.
19
Responder a dichas necesidades es tarea que va más allá de aplicaciones
prácticas inmediatas, para insertarse en ordenamientos de índole tanto natural
como social en una perspectiva de largo alcance que, entre otros aspectos,
linda con el concepto de paisaje cultural acuñado por la UNESCO.
Visto en este sentido, el parque se configura como estadio de cobijo (ambiental
y cultural) por sus posibilidades generadoras de vida en un amplio sentido, ente
vivo susceptible de mutaciones en sentido positivo o negativo, según el
tratamiento que reciba por parte de quienes lo planean o lo usufructúan. Así,
pues, podríamos decir que es a través de esa consideración del parque como
complejo sistema en sí y a la vez como parte de un sistema macroambiental,
como podemos entender su función en la ciudad y para la ciudadanía, ámbitos
que nos llevan a trabajar de forma interdisciplinar con áreas como la planeación
urbanística, la ciencia política, la ecología y la pedagogía, en principio, como
fuentes para el direccionamiento de políticas de constitución de este espacio
urbano particular que es el parque.
En ese orden de ideas, la planeación urbanística considera el espacio desde
perspectivas de ordenamiento físico-espacial y de producción social en las que
es importante advertir su contenido como elemento paisajístico, climático, de
confort y de ordenamiento social, entre otras. Por esto cabe hacer memoria en
esta parte, de momentos claves en la conformación de la ciudad moderna, a
partir de dos ejemplos: los cambios efectuados en el París decimonónico de
Napoleón III y el trabajo realizado por Robert Moses en la Nueva York del siglo
XX. Se trata además, de casos en los que una línea jerárquica ordena
directamente el espacio, en el primer caso, según lo refiere Sennett en su
ponderada obra Carne y piedra: “Napoleón le entregó [al barón Haussmann] un
mapa de París en el que había trazado con cuatro colores diferentes […] las
calles que se proponía construir. Ese mapa, obra de Napoleón solo, se
convirtió en el plano básico para la transformación de la ciudad en las dos
décadas siguientes.”27
27 Pinckney, David. Napoleon III and the rebuilding of Paris. Princeton University Press. Princeton. 1958. Pp. 25. Citado por Sennett, Richard. Carne y piedra. Alianza Editorial. Madrid. 1997. Pg. 351
20
Los grandes bulevares, la vivencia de otras formas de movilidad en el espacio
público, la oferta de nuevas experiencias visuales, táctiles, veloces, conjugaban
decisiones de orden ideológico sobre las calles cuya anchura “estaba calculada
teniendo en cuenta los temores de Haussmann a la movilidad de una multitud
sublevada. [Tal anchura] permitía que dos carros del ejército se desplazaran en
paralelo, lo que permitiría que la milicia, en caso necesario, disparara hacia los
lados de la calle.”28
En el caso de Nueva York, es el mismo Sennett quien dice:
“Después de la Segunda Guerra Mundial, un nuevo impulso de
abandonar la ciudad se hizo posible gracias a la obra de un solo
hombre, Robert Moses, [que] construyó puentes, parques, puertos,
paseos marítimos y autopistas. [Moses] como Haussmann, y antes de
Haussmann, Boullée y Wailly, […] consideraba arbitraria la forma del
tejido urbano de su ciudad y no se sentía obligado a preservar o renovar
lo que habían hecho otros antes de él.”29
De ahí que otra de las áreas de conocimiento con las que se debe tener
interlocución en procesos de desarrollo, sea la ciencia política como instancia
que, entre otras dimensiones, orienta sus acciones en el estudio del desarrollo
de espacios de apertura para la expresión ciudadana, libre en este caso, de
ejercer y poner en marcha mecanismos dinamizadores de una cultura con
mayor peso en el territorio de la modernidad, entendida esta bajo los principios
de equidad, solidaridad y justicia social. Nutrir esa vasta red de vasos capilares
que componen el tejido social desde el orden político, es tarea que mediante la
participación de diversos actores y contrario a la tentación de decisiones
unívocas, deberá revertir sus beneficios en el espacio compartido por todos.
Tal interlocución estaría dando respuesta, en alguna medida, a la demanda
hecha por David Bell cuando dice que “la sociedad actual carece al mismo
tiempo de civitas, la disposición espontánea de sacrificarse por el bien público y
28 Sennett, Richard. Op. cit. 29 Ibídem. Pp. 384
21
de una filosofía política que justifique las reglas normativas de las prioridades
de la espacialización de la sociedad”30
Ello tiene una implícita correlación con la pedagogía, es decir, con una
disciplina que avizora los escenarios propios en los que puede asentarse un
proyecto formativo acorde con las búsquedas y necesidades de desarrollo
cultural del sujeto y la comunidad. Y en el caso particular de desarrollos
concernientes a la concepción y apropiación del espacio público centrado en el
parque, no podemos dejar de lado los desarrollos que particularmente en el
campo de la recreación se han llevado a cabo, ya que como sostiene
Esperanza Osorio, “la construcción de enfoques pedagógicos desde la
recreación, supone trascender los mecanismos que asumen como central los
componentes intelectuales del aprendizaje. Los “ambientes” creados a partir de
la recreación suponen entenderse como un proceso de creación y de atención
a las necesidades de los sujetos” y por extensión, a las de un colectivo social.
De igual forma y justamente por tratarse del parque, se hace necesario tener
una visión orientadora en una perspectiva de sostenibilidad del medio
ambiente, toda vez que el espacio está referido a condiciones biogeográficas,
ecosistémicas que se alteran por acción de los asentamientos humanos.
El programa de equipamiento en función del Desarrollo Humano Integral. Re-creación: infraestructura y animación
La re-creación debe estar orientada sobre todo por la participación
de cada habitante en la dinámica de la cultura. La experiencia del goce estético es uno de sus tantos réditos.
Hemos visto cómo la ciudad, ente articulador de sistemas productivos y
simbólicos, constituye el soporte para el desarrollo de la vida de sus habitantes
de una manera integral. En tal sentido hay uno en particular que aquí interesa:
el modo en que cualquier habitante encuentra los elementos para solucionar
sus demandas con respecto a una necesidad básica: la recreación, inserta en 30 Bell, David, citado por Leonel, Francisco Javier. Op. cit. Pp. 114
22
el ámbito cultural en diversas formas que perfilan su carácter junto con otras
expresiones.
La recreación como una de las diversas demandas propias del desarrollo
humano, necesita espacios y tiempos adecuados para las prácticas de las que
se surte, es decir, amerita un equipamiento que corresponda a exigencias
puntuales de acuerdo con funciones específicas, señaladas de acuerdo a una
visión que contemple problemáticas no tanto coyunturales, como de más largo
destino. De la relación en cuanto a las decisiones que se tomen con respecto a
tales equipamientos, de la comprensión que de ello se derive y de la efectiva
dinámica que tal participación genere, seguramente depende en gran parte el
sentido de pertenencia que se logre, así como la valoración del entorno, de los
elementos y de las actividades que se oferten.
Ese equipamiento del que hablamos, a nuestro entender tiene, en principio,
tres componentes: por una parte, el ambiente físico-espacial que le sirve de
soporte; en segunda instancia, la gestión humana y política traducida en
participación y en tercera instancia la “adecuación” y el amoblamiento que
posibilita la realización de las actividades derivadas de las debidas
concertaciones. Lo que da lugar a que hablemos de equipamiento en dos
sentidos: material e inmaterial. Dialéctica de obligada presencia en la
composición del Espacio Público, entendido en el más amplio sentido del
término: como entidad física y sustantivamente como construcción ligada a las
relaciones del ejercicio de ciudadanía. Cada uno de estos componentes está a
su vez ligado a esferas de conocimiento específico y de su correlativa
articulación depende en gran parte el equilibrio de un sistema cuya escala se
extiende hacia los bordes mismos de la ciudad-región. Lo que nos pone de
presente la necesidad de pensar en el escenario de interrelación de los
sistemas que la componen y que comprometen su equilibrado desarrollo.
Así, pues, el programa de equipamiento demanda labores de carácter
científico, tecnológico, técnico y de gestión humana y política, en orden a
establecer los marcos legalmente concertados, sobre los que han de tener su
pertinente campo de acción las administraciones y sus posibles formas de
23
convivencia las comunidades, teniendo en cuenta una necesaria jerarquización
en la determinación de los elementos de diseño, a fin de que ellos hagan parte
de objetivos comunes al bien del entorno macro y al mejoramiento de los
microentornos locales.
Quizás el redimensionamiento de los micro y mesoentornos locales con
respecto a una totalidad que los comprende en relación con un programa de
equipamiento, en este caso para la recreación, suponga la necesidad de
redireccionar planes de acción, repensar modelos establecidos, modificar usos
y comportamientos, entre otros, con el objeto de salvaguardar elementos
substanciales para el equilibrio de otros sistemas. En últimas, se trata de un
ejercicio de cooperación sistémica, de sinergias mediante las que se busca
operar sobre la preservación del entorno, lo que quiere decir que el
equipamiento debe pensarse y vertebrarse como mecanismo cuya
funcionalidad responde a una mirada ampliada de los problemas urbanos.
El ambiente físico-espacial
Soporte de toda acción del ser humano, el terreno sobre el que asienta sus
sueños —y recordemos que la ciudad es, entre otras cosas, “el sueño de un
orden”—, es resultado, en principio, de formaciones tectónicas previas a toda
intención humana: tierra, agua, atmósfera, minerales, especies vegetales y
animales, ciclos de lluvias, de sequía, etc., corresponden a una evolución
particular y responden a unos ritmos que no consultan para nada las pre-
visiones antropológicas. Pero una vez instalados los dispositivos del hábitat
humano; una vez permeadas las estructuras reguladoras de sistemas naturales
Ambiente físico-espacial
Gestión humana y política:
participación
Adecuación y amoblamiento
EQUIPAMIENTO
24
debido a la necesidad de responder a la producción y superproducción, a las
formas de organización política y económica, y a la necesidad de conocimiento
para el avance científico y tecnológico, la ecuación cambia rotundamente. A tal
punto que uno de los factores de riesgo más preocupantes en el mundo
contemporáneo, obedece a la injerencia del hombre en el planeta que tiene
como resultado el calentamiento global.
Producto de la acción del ser humano, la construcción del hábitat opera
transformaciones en el terreno natural en el que, en términos generales, si se
quiere —como se piensa— adelantar una visión en la que el medio conserve su
delicado equilibrio, debemos atender y dar a conocer como primera medida, los
conocimientos y recomendaciones venidos de esferas de conocimiento
pertinentes. En este caso, según palabras de Germán Camargo, “conservar es
equipar, promover y administrar un área de modo tal que la sociedad se la
apropie con un significado y con unos usos acordes con el reconocimiento y el
mantenimiento de su valor ambiental colectivo.”31
El valor ambiental colectivo, pasa a ser en el orden jerárquico que anotábamos,
el punto en el que convergen los resultados de todas las acciones en el espacio
urbano. Dicho sea de paso, ese valor ambiental debemos aceptarlo en una
acepción biogeopolítica, si actuamos en consecuencia con lo que hasta ahora
hemos expuesto con respecto a la definición de paisaje como construcción
cultural, por ejemplo. Así, pues, en el caso de Bogotá, uno de los problemas
de la gestión distrital de áreas naturales urbanas y periurbanas, es la presión
ejercida, entre otros agentes, por algunos “ambientalistas que presionan que se
aplique un enfoque de conservación más restrictivo y excluyente, oponiéndose
al equipamiento y al uso como espacio público, al desarrollo de actividades
recreativas y, en ocasiones, incluso a las obras de saneamiento ambiental y
restauración ecológica.32 Con lo que queda señalada una visión comprensiva
ante necesidades de desarrollo que contemplan la sostenibilidad tanto espacial
como social. Así, por ejemplo, si nos referimos a las áreas naturales urbanas y
31 Camargo Ponce de León, Germán. Estado y perspectivas de los ecosistemas urbanos de Bogotá. Prioridades 2008-2011. U. Piloto de Colombia. Pp. 2. El subrayado es mío. 32 Íbidem. Pg. 3. El destacado es mío.
25
periurbanas, siguiendo el hilo que plantea Camargo, tenemos que “no son ni
santuarios naturales intangibles ni parques urbanos de alta capacidad de carga
y uso libre.” Y por consiguiente, “es necesario desarrollar las normas y las
técnicas de diseño y de manejo para que se garantice su conservación, al
tiempo que se posibilita su uso colectivo con actividades tales, con una
intensidad lo bastante baja y con unos equipamientos lo bastante ligeros como
para que no se pierda ni su valor ni su significado como área natural.”33
Con respecto a esta posición, es necesario anotar que en vista de que no
existen en Bogotá áreas protegidas para armar la Estructura Ecológica
Principal —EEP—, ni el “verde urbano” suficiente para adelantar un sistema de
espacio público bien distribuido, según anota Camargo, “el POT optó por una
simbiosis: las áreas protegidas admiten equipamiento y uso como espacio
público (subordinado a la prioridad de conservación) a cambio de que los
grandes parques urbanos se manejen con características ecológicas
(subordinadas a la prioridad recreativa) para que sirvan como piezas
adicionales para la EEP.” 34
Gestión humana y política, traducidas en participación
La participación es una oportunidad privilegiada para que los ciudadanos
y ciudadanas interactúen con los demás miembros de la sociedad, con
sus líderes y sus organizaciones, con los agentes políticos y con las
autoridades públicas para acordar digna y civilizadamente los derroteros
de desarrollo humano en la ciudad, procesar democráticamente los
conflictos y alimentar el clima de solidaridad y convivencia que requiere
toda sociedad para progresar, en un contexto donde se concilian las
aspiraciones individuales con los propósitos colectivos.35
33 Íbidem. El destacado es mío. 34 Íbidem. Pg. 7 35 González Posso, Darío. Estado del arte de la organización y participación comunitaria en recreación y deporte en el Distrito Capital. Documento Word. 2007. SCRD. Bogotá. Pp. 13. El destacado es mío.
26
Fácil es darse cuenta por qué éste constituye un punto fundamental del
equipamiento, debido a la directa relación que se plantea entre naturaleza y
sociedad, y del impacto que una y otra perciben de acuerdo a las
transformaciones a que obliga la instalación del dispositivo ciudad, con todos
sus componentes materiales y virtuales. De ahí que resulta inconcebible el
hecho de que cualquier decisión acerca de los destinos del entorno, no
contemple el concurso de quienes lo van a habi[li]tar. Por ello, se hace
necesaria a la vez que urgente, la consolidación de un dispositivo para la
efectiva gestión del espacio urbano, en términos de la participación de agentes
y actores involucrados en tal tarea.
Es preciso anotar que cuando hablamos de participación nos acogemos a la
acotación hecha por Darío González en el sentido de entender por
“participación comunitaria exclusivamente aquellos procesos donde los actores
sociales intervienen, deciden o por lo menos inciden en alguna medida:
a. En la definición de políticas.
b. En la creación o funcionamiento de estructuras organizativas autónomas.
c. En el funcionamiento de instancias mixtas con el Estado, para la
concertación, la evaluación o el seguimiento de las políticas.”36
La participación presupone la facilitación por parte del ente estatal, de las
condiciones propicias para la generación, activación y mantenimiento de este
pilar fundamental de una democracia participativa. En ese orden de ideas es
factible prever la movilización de intereses y demandas desde distintos
sectores de la población, en aras de ejercer sus derechos. No obstante, es
primordial que tal ejercicio tenga en consideración los diversos aspectos
atinentes al mantenimiento de la sostenibilidad anotada en el acápite anterior.
Razones habrá desde el orden científico, técnico y comunitario, que tendrán
que ser sopesadas en función de decisiones coherentes con propósitos
particulares y globales. Así, pues, nos encontramos frente al hecho de que “la
36 Íbidem. Pp. 1.
27
técnica usa la argumentación fundada en la comprobación experimental o en la
coherencia de la lógica teórica explicativa y, la política usa argumentos
fundados en la controversia alrededor de las preferencias públicas.”37
Preferencias que, como se ha dicho, han de tener como principal referente las
recomendaciones venidas de los debidos campos disciplinares.
Pero también es pertinente tener en consideración que si bien se busca
promover el campo de acción en una perspectiva participativa, sabido es que
se para ello se hace necesario en primer plano una estrategia pedagógica que
encamine dichos derroteros.
Y no somos producto precisamente de una valoración activa del ejercicio
ciudadano en todos sus aspectos, sobre todo cuando se homologa la
“participación” solamente con el derecho a votar, es decir, a ser representados
ante el ente estatal. De esto se deriva la importancia de este punto con
respecto a lo que a un programa de equipamiento se refiere. En todo caso, hay
que señalar que “en situaciones donde la población presenta gran cantidad de
necesidades insatisfechas y una organización institucional débil (en recursos
humanos, tecnológicos, económicos, políticos), se presenta un terreno propicio
para las tensiones, ya que todos querrán solucionar lo que más afecta su
calidad de vida según su saber y entender.”38
Adecuación y amoblamiento
Al hablar de adecuación nos referimos a las transformaciones operadas en el
parque como respuesta a evidentes necesidades de la comunidad en relación
con el espacio natural —teniendo en cuenta la EEP como referente principal,
en el caso de Bogotá—. La adecuación, pues, se ordena de acuerdo a políticas
que consultan no sólo el sistema de parques sino la interrelación con otros
sistemas, pues no podemos olvidar que tratamos sólo una parte respecto de la
unidad ciudad-región. En ese caso, bien podría suceder, por ejemplo, que la
37 Íbidem. Pp. 17. 38 Íbidem. Pp. 18. El destacado es mío.
28
adecuación prioritaria fuese en el orden de la conservación de especies
nativas, por ejemplo. En tal sentido, cualquier otra decisión en el caso de los
parques debería quedar subsumida a ésta regla. Otro tanto podemos decir en
cuanto al amoblamiento, teniendo en cuenta que toda construcción, cualquier
objeto, tipo de material y uso que se haga de estos, tiene sus implicaciones en
mayor o menor medida sobre la vida del lugar.
En el tema del equipamiento muchos son los caminos que se abren para dar
respuesta tangible a las grandes demandas de la población, que suponen
consideraciones de orden cuantitativo como cualitativo. En el primer caso y
sólo a título de ejemplo, una rápida revisión de estudios diagnósticos sobre la
población bogotana en el tema de espacios para la recreación y
específicamente en el caso de proximidad a los parques, arroja un resultado de
carencia para gran parte de la población del Distrito Capital.
En el segundo caso, nos enfrentamos al reto de responder cualitativamente a
las disímiles demandas que pueden resultar en el tema recreativo —entendido
en la amplia dimensión que el término exige—, sólo con respecto a los
parques; demandas que van desde la facilitación de espacios para el juego que
permita aprendizajes formativos corporales en los infantes; pasando por las
peticiones juveniles de novedosos espacios técnicamente elaborados —para
skaters, escalada de muros, experiencias extremas, etc.,— o la presentación
de obras musicales, teatrales o plásticas de gran envergadura —recuérdese
sólo a título de ejemplo la experiencia del montaje de la imponente obra
plástica del artista Christoph en Central Park, hace algunos años—; hasta
llegar a la oferta de adecuados servicios para la población adulta —senderos
para caminar, hacer jogging, preparar la comida en familia, contemplar el
paisaje, escuchar lecturas asistidas por personal especializado, etc,—, o para
población discapacitada como ya se ha ejemplificado.
A todo esto hay que agregar el hecho de que un dimensionamiento más amplio
del parque, nos invita a pensarlo en términos de creación cultural, de
simbolización de un lugar ganado como territorio representativo de lo público, si
recordamos que el parque anteriormente era propiedad privada de las clases
29
privilegiadas; en ese orden podemos apreciarlo como espacio sustentador de la
participación colectiva; como fruto del ejercicio de ciudadanía; amén de otros
usos que tenga como centro de profusa circulación turística y vitalidad artística,
entre otras muchas connotaciones. Ejemplo de ello es la imagen referencial
que podemos tener con el sólo hecho de escuchar nombres como Central Park
o Campos Elíseos, sólo por mencionar dos emblemáticos lugares de occidente.
Adecuación y amoblamiento son términos que especifican por un lado, las
características topográficas, señaléticas, de accesibilidad, recorrido y de
protección, de posibilidad de experiencias sensibles, estéticas, entre muchas
otras; y, por otro, van perfilando mediante su oferta, la demanda futura de los
espacios intervenidos, en orden a las querencias de ciertos tipos de población,
como sucede con los parques temáticos, por ejemplo. Esto abre la posibilidad
de interacción de una determinada área de la ciudad con poblaciones que no
necesariamente la habitan, sino que la utilizan con fines de esparcimiento, lo
que facilita el intercambio poblacional en el espacio público, una mayor
movilidad, su efectiva utilización y el ensanchamiento del sentido de
apropiación del mismo. Si nos detenemos en este solo aspecto, podremos ver
cómo la adecuación no sólo está referida al espacio acotado del parque, sino
también a la relación con el transporte para solucionar los aspectos de
accesibilidad, por mencionar solo uno entre tantos otros.
Pero adecuación del espacio y amoblamiento para prácticas específicas, deben
ser igualmente respuesta a decisiones de lo públicamente concertado; en este
punto radica la importancia de la concatenación e interdependencia de las tres
instancias del equipamiento a que hemos hecho referencia. Su incidencia
transformadora del paisaje debe ser resultado de procesos mancomunados,
más que de decisiones unilaterales de orden técnico o político, como ya lo
hemos prevenido en otros apartes de este documento.
Es pertinente, pues, darnos a la tarea de pensar la ciudad y su sistema de
parques en relación con lo que éstos han de aportarle en su dimensión de
espacio público. En este orden de ideas, cabe preguntarnos qué ha sido, qué
es y qué debe ser el sistema de parques como importante configurador de la
30
imagen de la ciudad. Nos distanciamos de acoger una respuesta —tal vez
‘prefabricada’— a lo que podríamos denominar la imaginación del parque,
máxime cuando la ‘deportivización’ del mismo ha hecho carrera en el
tratamiento de su adecuación y amoblamiento en la nación entera, nos
atreveríamos a decir. Lo que se sugiere, a partir de estos primeros esbozos de
aproximación al parque, es la propuesta de su necesaria resignificación para
nosotros, para nuestros niños y jóvenes y adultos. Es decir, el proceso de
volver sobre la reflexión cotidiana, sobre los diversos sentidos que ha de tener
un tema como el de la manera de re-crearnos y sobre la complejidad de ese
espacio público por antonomasia que es el parque, como componente de un
gran sistema.
El parque como dispositivo para la re-creación cultural. Espacio público de interacción y valoración cívica.
Equipamiento recreativo y deportivo.
No se podía hacer de la geografía una ciencia social sin abordar el
problema de la subjetividad ni de los valores. La expansión actual de las
aproximaciones culturales lo tiene muy en cuenta. Esto supone una
mutación profunda de toda la geografía humana: ésta se interesa desde
ahora por la forma como el espacio es socializado y humanizado; se
interesa también por la formación de las identidades y las
territorialidades que se desprende de ello; se interroga sobre la parte de
ensueño en la construcción de lo real.39
39 Claval, Paul. Op. cit. Pp. 15
Espacio Público
Medio ambiente.
Ecosistema
Programa de Equipamiento
PARQUES
31
Si la evolución de una disciplina como la geografía hasta los años sesenta se
inscribía en el positivismo, es a partir de un giro hacia miradas de orden
fenomenológico, ya en los setenta, como ésta “ha aprendido a estar del lado de
las ciencias sociales”; de lo que deriva una vinculación al estudio y análisis del
espacio humano que trasciende hacia enfoques culturales en los que la
comunicación juega un papel preponderante, toda vez que es mediante el
desarrollo de nuevas tecnologías de información y de transporte como la
población rápidamente accede al conocimiento de nuevas técnicas y formas de
comportamiento.
Vemos en este ejemplo de la geografía, cómo en el decurso de las últimas
décadas hay una variación sustantiva en sus concepciones de trabajo. Y
aventurando una extrapolación, en ese sentido podríamos preguntarnos cómo
esa variación de la mirada podría visibilizarse en nuestras concepciones del
espacio urbano y de los dispositivos que debe proveer para mejorar las
condiciones de habitabilidad, mediante la revaloración de los parques, por
ejemplo.
Ensayando, entonces, una labor transversal entre la geografía humana, los
estudios culturales —en los que el análisis de los consumos cobra particular
interés— y las orientaciones contemporáneas de la comunicación, quizás
podamos dimensionar de modo amplio el parque como objeto de nuestra
atención. Y si tenemos en cuenta la noción de paisaje a la que hemos hecho
referencia como construcción cultural, podemos empezar a imaginar la forma
como los equipamientos, más allá de una pragmática respuesta coyuntural,
deben constituirse en dispositivos de activación cultural, del ejercicio del
derecho a la ciudad. Allí radica lo que podríamos denominar un encomiable
trabajo de re-creación cultural ciudadana.
Con lo que empezaríamos a matizar una escisión en la forma como los campos
cultural y recreativo puedan apreciarse, y con ellos su equipamiento, teniendo
32
en cuenta en principio que “los ‘ambientes’ creados a partir de la recreación,
suponen entenderse como un proceso de creación y de atención a las
necesidades de los sujetos. La recreación no atiende tan sólo al desarrollo de
habilidades y conocimientos, o de hábitos, ha de incluir la dimensión subjetiva
reflejada en los procesos afectivos y motivacionales.”40 Es decir, afinca sus
raíces en una pregunta sobre el sujeto, aspecto que cobra relevancia en
momentos en los que se transita sobre una concepción que más allá de la
elaboración de identidades, busca el ensanchamiento de la dimensión subjetiva,
en la que la experiencia como modo de hacerse al mundo, adquiere cada vez
más importancia.
Esos nuevos modos de la experiencia pasan hoy en gran medida por el mundo
de la ciudad —de las ciudades, mejor, cuya dimensión se hace cada vez mayor
extendiendo sus límites a la región, involucrando en ello poblaciones menores y
espacios campestres—, con lo que ello significa en términos de veloces
enlaces, de nuevos aprendizajes, de extrema movilidad y de recomposiciones
de la forma como la diversidad —la diversión— opera en nosotros como
sujetos, en nuestra cultura y en nuestras ciudades, significativas
transformaciones.
Al respecto debemos tener en cuenta como “el aumento de la movilidad
significa también que la accesibilidad a los lugares dedicados al ocio depende
en la actualidad más del tiempo que de la distancia”,41 con lo que puede
facilitarse cada vez más el acceso a la oferta de entretenimiento, no obstante la
ubicación de los espacios adecuados a tal fin. Este hecho, sin embargo, pone
de manifiesto la necesidad de definir ubicaciones y usos de acuerdo a las
posibilidades con que cuente la red vial, por ejemplo, para asumir las
densidades de flujo demandado, a fin de minimizar los tiempos destinados al
transporte.
40Véase: Mesa, Guillermina. Op. cit. 41 Tandy, Cliff. Op. cit. Pp. 155
33
Por otra parte, es evidente que las necesidades de esparcimiento de grandes
capas de la población, ejercen una presión cada vez mayor de la ciudad sobre
poblaciones circunvecinas y su espacio rural, muchas veces con consecuencias
de deterioro debido a su vulnerabilidad. Al respecto habría que pensar en la
capacidad de los sistemas de recreación con el fin de proveer soluciones
alternas que potencien mejor la relación espacio versus usos diversificados, en
los que otros tipos de solución a estas demandas puedan ser tenidos en cuenta.
Ejemplo de ello es la utilización de sustitutos artificiales como la construcción de
muros y terraplenes que satisfagan ciertas necesidades o gustos recreativos,
como el escalar montañas, a fin de protegerlas o minimizar su vulnerabilidad en
algunos casos.
Por ello, nada gratuita es la pregunta hoy sobre el espacio del parque, su
significado y su proyección en el ámbito local y global, toda vez que
enfrentamos la necesidad de potenciar y mejorar los dispositivos con que
contamos para elevar la calidad de vida en sentido lato. Por esta razón,
podríamos calificar el parque como capital activo para ese mejoramiento y por
ende su aprovechamiento en términos de diversificación cobra importancia,
según lo que su escala permita como parte del sistema en el distrito.
Dicha escala refiere atributos no sólo de tamaño, sino de dimensiones
ambientales y culturales. Por lo que se hace necesario en cada caso particular,
efectuar las evaluaciones pertinentes en cuanto al análisis de campo —natural y
social—, en las que se ha de tener en cuenta la ubicación del emplazamiento, el
estudio de la topografía, la geología, los datos climatológicos, edafológicos, la
capacidad de la tierra, la utilización del suelo, las aguas y su drenaje, las
especies forestales y animales, el análisis visual y los datos históricos, entre
otros.
Paralelamente, un detenido análisis de las propuestas de intervención en el
espacio, atenderá aspectos concernientes a la adecuación en el orden cultural
—en gran medida vinculado a la idea de ocio—, ligados a investigaciones de
modelos de comportamiento de los usuarios en los parques. Cabe recordar
cómo este tipo de estudio llevado a cabo en su momento por Carl Diem, dio
34
origen al movimiento “descanso y ocio” en Alemania ya en los años sesenta,
que posteriormente ha tenido un acelerado desarrollo en el ámbito académico
en diversos países, como España especialmente. “El ocio, bautizado como «la
cuarta ola» por Michael Dower, es una de las industrias de más rápido
crecimiento de la civilización moderna.” De él, el Grupo Internacional de
Estudio sobre el Ocio y las Ciencias, dice:
«El ocio consiste en un cierto número de ocupaciones a las cuales
puede dedicarse el individuo de forma voluntaria —bien sea para
descansar, divertirse o mejorar sus conocimientos de manera
desinteresada o para aumentar su participación voluntaria en la vida de
la comunidad tras cumplir sus deberes profesionales, familiares y
sociales.»42
A este respecto cabe recordar cómo los parques de descanso y ocio con
“centros combinados deportivos, artísticos y sociales, tuvieron su origen en
Alemania Occidental (por ejemplo, el parque Gruga, de Essen).” En ellos la idea
es “dar a la gente la más amplia variedad posible de cosas que hacer. Si todo el
mundo se siente atraído por algo, el parque será utilizado de forma más
intensiva”, teniendo, por ejemplo, elementos como: espacios abiertos informales
con zonas para juegos infantiles; instalaciones deportivas, cubiertas y al aire
libre, culturales y sociales; instalaciones para espectáculos con lugares para
refrigerios y dependencias auxiliares.43 Esto habla de experiencias en las que
se opta por la diversificación de la oferta a un amplio abanico de usuarios de
toda edad.
En todo caso, si bien se debe pensar en la respuesta a demandas específicas
es preciso tener en cuenta que como en el caso del Plan Maestro de Madrid:
“La necesidad de cobertura de demandas sociales sectoriales
específicas, como pudieran ser la de equipamiento cultural, no
constituye el único factor considerado por la planificación urbanística
42 Tandy, Cliff. Op. cit. Pp. 155 43 Ver: Tandy, Cliff. Op. cit. Pp. 129
35
para la asignación de uso exclusivo dotacional a determinados ámbitos,
ya que la calificación de usos de equipamiento responde también a la
concepción del mismo como soporte de la articulación urbana y a su
papel como elemento de la integración social. En este sentido, dado
que la proximidad a los equipamientos constituye una dimensión
importante del bienestar social ya que facilita o dificulta su utilización, el
Plan considera equiparable el objetivo de incrementar en el mayor
número posible las dotaciones culturales al de conseguir que todos los
elementos que conforman la red pública dotacional, ya sean zonas
verdes, espacios deportivos, dotaciones sanitarias, de bienestar social,
etc. tengan la máxima accesibilidad para los ciudadanos residentes en el
municipio.”44
Parque y planes de equipamiento
En orden al establecimiento de una línea de trabajo que permita la construcción
de puentes y puntos de contacto entre los campos cultural y recreativo, es
necesario ver la formulación de los principios rectores de los planes maestros
en que los campos soportan sus decisiones. El tema es de capital interés, por
cuanto las nuevas características de las direcciones de la Secretaría de
Cultura, Recreación y Deporte, comportan y comparten, frente a la ciudadanía,
un estatuto de referencia de tales campos del desarrollo social.
Y en vista del amplio marco en el que se inscribe el abordaje del parque en el
paisaje de la ciudad-región, cabe preguntarse de qué recursos se dispone y qué
elementos serán los que se dispondrán —en el orden material y social— para la
consolidación o el mejoramiento del espacio público expresado en el parque; a
qué orden de ideas con respecto a la población, su desarrollo y bienestar,
responderá en nuestro caso la destinación de equipamientos para parques;
cuáles serán los criterios rectores para la acotación de sus límites, su
adecuación y su amoblamiento; qué consideraciones tendrán cabida en relación
con la imagen que el sistema de parques aportará al paisaje del ciudadano;
44 Plan General de Madrid
36
cómo hacer inteligible y «tangible» la noción de paisaje cultural en relación con
el sistema como parte fundamental del equipamiento de la ciudad.
El panorama presentado por el Plan Maestro de Parques y Equipamiento
Deportivo muestra, en términos generales, un uso del parque en que la
actividad recreativa logra el mayor peso: “los parques públicos se han incluido
como parte de los equipamientos, pues su uso formal y real es principalmente
recreativo, contiene además un amplio número de equipamientos de la oferta
deportiva […], como parte de su oferta del servicio de recreación y deporte.”45 El
parque es concebido como parte del equipamiento en un renglón satisfactor de
recreación. Son, pues, espacios en los que pareciera que ‘el uso se convierte
en norma’, en la que lo recreativo, además, parece estar muy vinculado a la
noción de lo deportivo, desvirtuándose así otras posibilidades ligadas al
esparcimiento que como recurso debería y estaría en condiciones de ofrecer,
como ya hemos anotado.
Es en ese aspecto relativo a una sustancial pregunta por la recreación, como
campo dinámico de desarrollo en múltiples direcciones, donde posiblemente se
halle el punto de inflexión con respecto al sentido del parque y sus vínculos con
otras expresiones culturales. De ahí la necesidad de un marco disciplinar que
nutra otro tipo de reflexiones al respecto. En ese sentido, si asumimos que el
Plan Maestro de Equipamientos Culturales “se aplica sobre los elementos del
Paisaje Cultural Urbano entendiéndolo como las expresiones en el territorio y en
la arquitectura de la ciudad que son el resultado de la interacción de los factores
naturales y humanos”,46 podemos fortalecer las posibilidades del parque como
elemento de convergencia entre uno y otro Plan en muchos aspectos, como
quiera que se trata de un espacio público, potenciando su presencia en
aspectos más amplios de la vida urbana.
En esa dirección, toma fuerza la estrecha vinculación que de hecho existe entre
los términos parque y paisaje, que aunados al de recreación, en el amplio 45 Marco conceptual. Plan Maestro de parques y equipamientos deportivos. Documento Word. Pp. 5. El destacado es mío. 46 Decreto 465 de 2006 (noviembre 20) por el cual se adopta el Plan Maestro de Equipamientos Culturales de Bogotá Distrito Capital. El destacado es mío.
37
sentido en que aquí se lo ha desglosado, da lugar a una situación que
enriquece las posibilidades de articulación a propósitos más ambiciosos de
desarrollo en el marco de la ciudad-región. Asimilar el concepto de paisaje,
como construcción cultural que interviene el orden natural con propósitos
encaminados a favorecer también aspectos de índole social, permite una
resignificación del parque como entorno que da cobijo a una serie de
experiencias y expresiones de las distintas capas de la población que abarcan
elementos tan diversos como valiosos para la modelación de la vida en la
ciudad. No es irrisoria la cuota que en el plano de mejoramiento de la calidad
de vida pueden aportar los parques; como se sabe, el sistema de parques está
constituido en el Distrito Capital por alrededor de 4.500 parques —
metropolitanos, regionales, locales y de bolsillo—.
La dinámica que alrededor de ellos se genere está vinculada a la efectiva
orientación de la población en los distintos entornos y en diferentes instancias
—educativas, empresariales, comunitarias—. A propósito de ello, debemos
anotar la existencia específica de instancias de participación ciudadana en el
sistema distrital de parques, ya que como estrategia de participación existe el
“Acuerdo ciudadano” que incluye como instancias de concertación, los
“Comités de sostenibilidad de parques”.
Así, el Decreto 263 define, “Acuerdos ciudadanos local e interlocal,
como aquellas instancias de participación ciudadana, que buscan la
concertación entre las autoridades locales, el Instituto Distrital de
Recreación y Deportes, y la comunidad a través de los cuales se
establecen responsabilidades conjuntas en los órdenes social,
administrativo, técnico de infraestructura y medioambiental, en procura
de la racionalización de los recursos y la sostenibilidad del Sistema
Distrital de Parques”.47
Pero no se debe soslayar que si de lo que se trata en el caso de la
participación ciudadana —que responde a los lineamientos dados por la
47 González Posso, Darío. Op. cit. Pp. 9.
38
construcción de una democracia participativa—, es de darle a la población los
instrumentos legales para que acceda a la concertación con las entidades
gubernamentales, a renglón seguido habría que preguntarse sobre qué bases
de capital cultural, de conocimiento sobre los temas que han de tratarse, se
fundamenta tal participación vista desde ambas orillas, la de la población y la
del gobierno.
Tal diálogo debe contar con una básica comunicación que ilustre sobre lo que
uno y otro sector visualiza en el futuro no sólo de una comunidad en particular,
sino de la colectividad en general. Allí se prevé una necesaria intervención,
pudiera decirse pedagógica, que de cuenta, por lo menos, del modelo de
desarrollo que se prefigura, para actuar en consecuencia o en desacuerdo,
según sea el caso. Así, por ejemplo, si tenemos en cuenta las concepciones
con respecto al campo de la recreación para decidir sobre un determinado
espacio, podemos ver como —poniendo un ejemplo en el contexto
latinoamericano—, mientras el modelo argentino “entiende la utilización del
deporte como factor educativo coadyuvante y de salud física y moral de la
población, así como pretende la generación de una conciencia nacional de los
valores de la educación física y del deporte […]”; por otro lado, el modelo cubano
de recreación pone su énfasis en un marcado objetivo ideológico en el que la
recreación aparece como un verdadero satisfactor de la calidad de vida de la
población, planteando
“la importancia de la expansión de lo que llaman las actividades de
Recreación Física que comprende las lúdico-recreativas […] presididas
por el ejercicio de la libertad de elección, en donde se inscriben las
manifestaciones artísticas, el rito sacro y la liturgia religiosa, el
espectáculo y la fiesta, y otras expresiones de la cultura humana regidas
por el simbolismo lúdico, o representación simbólica de la realidad; los
deportes recreativos entendidos como las actividades deportivas,
autóctonas o foráneas, que no forman parte del programa olímpico, pero
que responden a gustos y preferencias de las personas para la
ocupación del tiempo libre; el espectáculo deportivo entendido como la
contribución del deporte popular participativo o de alto rendimiento a la
39
recreación comunitaria que se asumen como meros espectadores de
estos espectáculos; y la recreación física que involucra la recreación y el
deporte.48
Conclusiones y recomendaciones de política pública. Intervención según un modelo de desarrollo.
A modo de conclusión
El parque como organismo —parte de otros organismos—
Concebido como un organismo, el parque plantea problemáticas que atañen a
la mejor manera de equiparlo para su preservación y fortalecimiento. Tal
equipamiento responde a dos amplias categorías: la material y la inmaterial,
con lo que tendríamos unos equipamientos materiales según las acciones que
decidan generarse el ese espacio, de acuerdo con los estudios pertinentes,
teniendo en cuenta diversos planos de funcionamiento del parque en respuesta
a demandas inmediatas y de largo alcance. En igual medida, los equipamientos
inmateriales corresponden a la satisfacción de necesidades de conocimiento y
conscientización de la población en cuanto a los nuevos significados que dan
sentido a los espacios públicos de habitabilidad, en este caso el parque como
uno de ellos.
Quizá una dificultad que podamos encontrar en cuanto a la relación con el
parque, sea la de no mantener un vínculo constante en la cotidianidad con ese
espacio y, en esa medida, dejar de dimensionar su importancia; eso querría
decir que aún resta mucho por hacer para que sea comprendido en el paisaje
particular del sujeto, es decir, en el paisaje del ciudadano. Lo que sugiere la
pertinencia de acercar aún más estos espacios de la ciudad al conocimiento y
comprensión de quienes la habitamos, para lo cual es menester una continua
labor de acercamiento con los habitantes, que en gran medida pasa por el
48 Charria, Fernando. Estado del arte en política pública de la recreación y el deporte. Documento Word. SCRD. Bogotá. 2007. Pp. 8. Lo destacado es mío.
40
diseño e implementación, a diversas escalas, de estrategias educativas,
informativas, de oferta diversificada a diferentes horas del día, por ejemplo;
encaminadas a dar un profundo significado de “sentirse parte” —participar de—
ese gran dispositivo orgánico que la ciudad nos brinda.
Por otro lado, es necesario revisar las concepciones sobre la recreación en
nuestro contexto social, teniendo como marco referencial las transformaciones
en cuanto a la mirada sobre el ocio, las actividades lúdicas, la producción en el
tiempo libre, etc., en un entorno de mercado en el que las relaciones laborales,
los procesos de emancipación social, de reivindicaciones de género, etc., han
cambiado la disposición del entorno familiar, de las filiaciones de los sujetos,
los consumos y consecuentemente los usos del espacio, de las nuevas
tecnologías del entretenimiento y la diversión, que hacen parte sustancial de
los elementos compositivos de la cultura. Tal revisión ha de estar relacionada
con la búsqueda de formas eficaces de responder óptimamente a las
necesidades de la población, no sólo en el inmediato término sino en el largo
plazo, con la participación de la comunidad, y “un aspecto esencial en la
perspectiva de la organización y la participación en los campos del deporte, la
recreación y la actividad física, es sin duda el marco global que define la
Política Distrital de Participación —la construcción de la ciudadanía activa—.”49
Recomendaciones de política pública
Si nos atenemos a la definición de política pública como el “conjunto de
principios operativos de prácticas sociales, conscientes y deliberadas; de
procedimientos de gestión administrativa o presupuestaria; de intervención o no
intervención, que deben servir de base a la acción del Estado, tendiente a la
satisfacción de ciertas necesidades en deportes, recreación y actividad física
de la comunidad […]”,50 con miras a establecer lineamientos para futuras
políticas de intervención y acción en cuanto a parques se refiere, se torna
indispensable:
49 Ver: Marco de política distrital de participación— la construcción de la ciudadanía activa. 50 Charria, Fernando. Op. cit. Pp. 2
41
1. Una evaluación técnica y política de los elementos hasta aquí
planteados que tenga en consideración un amplio abanico de aspectos
que van desde las nuevas concepciones acerca de la formación del
sujeto como tal y como partícipe de la construcción de lo público;
2. pasando por una juiciosa estimación de la recreación, el deporte y la
actividad física y su significado en la calidad de vida individual y
colectiva;
3. consultando la visión de disciplinas directamente vinculadas al estudio
del territorio como de quienes lo habitan y su cultura, —como la
geografía cultural, entre otras—, teniendo de base la noción de paisaje
cultural;
4. hasta llegar a la acertada definición de las adecuaciones y
amoblamientos que finalmente otorguen su configuración al lugar.
En vista de las intervenciones necesarias en cada caso, el correspondiente
vínculo de estos temas con áreas aferentes del conocimiento, servirá para
clarificar el abordaje y seguimiento de problemáticas específicas. Asimismo, la
puesta en marcha de muchas de las iniciativas consignadas en los planes
maestros con respecto a la implicación de la comunidad en diagnósticos, análisis
y decisiones sobre lo público de una manera amplia, será factor coadyuvante. A
tal efecto, es imperativo contar con un sistema de comunicación e información
que permita la interlocución activa con distintos sectores y usuarios, con
comunidades locales, regionales, externas y virtuales que posibiliten la circulación
de nuevas ideas, información y realimentación con respecto a los programas que
se implementen.
Igualmente es importante resaltar aquí la orientación puesta desde el principio de
este trabajo, en la perspectiva de un Desarrollo Humano Integral que trasciende
aquellas justificaciones y preocupaciones por el uso apropiado del tiempo libre y
la salud con respecto a la recreación y el deporte. De lo que se desprende la
necesidad de perfilar las acciones de acuerdo a un modelo de desarrollo
coherente a distintas escalas, que considere la evolución de un campo, en este
caso el de la recreación, mediante un controlado proceso de largo aliento, ya que
42
no existe punto de culminación inamovible; por el contrario, las cambiantes
perspectivas antrópicas, tecnológicas, científicas y estéticas, obligan a que
cualquier modelo sea siempre susceptible de resignificación.
Así, la concepción modélica implica un pensamiento en el que entren en
consideración las características de tiempo —historia y cotidianidad— y espacio
—físico y simbólico—, tal como hoy reordenan nuestro entendimiento de las
relaciones con el entorno natural y social; pues bien es sabido que los
paradigmas que orientan esta pareja de coordenadas sobre la que nuestra
existencia es posible, ha sufrido inmensas transformaciones en el último medio
siglo con su consecuente influencia sobre nuestras formas de convivencia y de
asunción del espacio público, y recordemos como el parque, después de largos
siglos de estar asociado al ámbito privado, es hoy, por antonomasia, un símbolo
de lo público, con lo que ello connota para su valoración en el escenario urbano y
en la animación que éste necesita.
A título de ejemplo y sólo por mencionar la población infantil, tan cara al tema de
la recreación y de los parques, vale recordar cómo una estrategia trazada en la
Italia del siglo XX, de algún modo marginó la presencia infantil en el espacio
público, no sin consecuencias para éste; como afirma Philippe Ariès: “la fuerte
sociabilidad de los niños en la ciudad, el hecho de que niños y adultos
compartan el espacio urbano, fueron características que se mantuvieron a lo
largo del siglo XIX, pero luego el movimiento que se dio para marginar de la
ciudad a los niños logró vencer esas resistencias, y el espacio urbano se
transformó, se desintegró […]”.51
Toda acción sobre la población opera transformaciones en el espacio y
viceversa. El destino de una y otro permanece atado a una lógica de animación
y preservación que le es connatural. Por lo que cualquier estrategia política
encaminada a su transformación ha de consultar, en la medida de lo posible,
las distintas variables que como vectores soportan su equilibrio. Al respecto,
del marco de política de participación extraemos algunos enunciados ligados a
51 Ariès, Philippe. Ensayos de la memoria, 1943 - 1983. Grupo editorial Norma. Bogotá. 1995. Pp. 301
43
tres temas fundamentales: la formación del sujeto, la planeación del espacio y
la acción política, que en últimas se homologan con la tríada constitutiva del
Estado, visto en su forma básica: población, territorio y gobierno:
Formación del sujeto-ciudadano —Población—
Además de las debidas reflexiones en torno de la formación del sujeto en esta
época, está la “del ciudadano activo que se define por una triple condición: a) la
del individuo como sujeto de derechos civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales; b) la del individuo como sujeto político, es decir, que hace parte de
una comunidad política y se identifica con ella; y, finalmente, c) la del individuo
responsable con la comunidad a la que pertenece a través de su participación
en los asuntos públicos.”
Planeación cívico-urbanística —Territorio—
Que debe partir del reconocimiento de “que Bogotá es una unidad física,
política y administrativa construida a partir de una realidad caracterizada por su
diversidad económica, social, cultural y territorial. Diversidad distinta de la
desigualdad, que debe reconocerse, valorarse y ponerse a disposición de la
construcción de un proyecto colectivo de ciudad.”
Acción política. Participación —Gobierno—
En este acápite debemos tener en cuenta “el fortalecimiento de la esfera
pública, es decir, del lugar donde confluyen la sociedad y el Estado para lograr
presencia y visibilidad social, construir reglas de juego, deliberar sobre asuntos
de interés común y acordar las acciones necesarias para el ejercicio de los
derechos en la ciudad.”
Esta tríada debe permanecer como soporte de cualquier formulación de
políticas, planes y proyectos que consoliden la visión sobre el paisaje cultural y
el campo de cultura de la recreación y el deporte, como parte del mismo. Con
la intención de contribuir en esta perspectiva, se enuncian algunos trabajos
para la consideración de su implementación como parte de las estrategias de
desarrollo, en las que los parques juegan un considerable papel:
44
— Consolidación de un equipo interdisciplinar cuya labor se centre en el estudio
del cuerpo, la recreación y la actividad deportiva como campo de indagación, y
que sirva de referente para el diseño e implementación de programas, entre ellos
el redimensionamiento del parque en perspectivas que hemos avanzado.
— Creación de un centro de documentación y divulgación en temas
concernientes al desarrollo del paisaje cultural, el ocio y la recreación, entre otros,
con el fin de ampliar el nivel de información proveniente de estos campos.
— Estrategias y proyectos para acentuar la relevancia de la re-creación y el
esparcimiento en su más amplio sentido y en esa medida promover las iniciativas
y acciones comunitarias, no sólo de las prácticas, sino también de esferas como
la economía alrededor de ellas, por ejemplo.
— Gestión integrada y eficiente de una red de parques (local-global), como parte
del fortalecimiento de la gestión urbana y la interlocución con otros sectores,
agentes y actores, no sólo de la ciudad, sino también de otras latitudes.
— Fomento de la dimensión formativa-educativa en función del conocimiento del
sistema de parques y su importancia en la re-creación y apropiación del espacio
público.
— Facilitación de la accesibilidad y mejoramiento de la promoción del uso de los
parques a todas las capas de la población.
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45
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46
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