7/21/2019 El Deseo Insistente Del Analizante
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El deseo insistente del analizante
Por Matías Buttini
"Yet to understand the effect of it on me you ought to know how I got out there, what I saw, how I went up the river to the place
where I first met the poor chap. It was the farthest point of navigation and the culminating point of my experiencie."
Joseph Conrad, Heart of darkness.
"...este porvenir que el soñador toma como presente está formado por el deseo indestructible."
Sigmund Freud, Die Tramdeutung.
"Quizás podría decir, que se experimentan de un nuevo modo las posibilidades y limitaciones y el deseo se puede realizar."
Cora Aguerre, El devenir del síntoma.
I. Al principio: el verbo, el ser, los usos
Vamos a suponer que la etimología es el alma de las palabras. En tal caso, las palabras encerrarían en su ser más íntimo, en
la lengua en las que se originaron ciertas paradojas que las contraponen, en muchos casos, a su uso corriente o a los usos que
cada hablante les da.
Las palabras, como los psicoanalistas, llevan en algún lugar de sus aventuras la marca (Lacan, 1973b, p. 329). La pregunta
que no puede esquivarse se sitúa en esa primer parádoxa , es decir, en esa opinión (doxos ) más allá de la opinión común (para), o
más allá de lo que se espera , que situamos entre dos términos. Ser y uso, dos palabras contundentes por su asonancia, por su
composición simple de tres letras, por su oposición fuera de lo común.
Nuestra pregunta entonces: ¿cómo se usa ese ser/deser que se obtiene en el pasaje de analizante a analista? o más
precisamente: ¿porqué alguien decidiría llevar hasta el final su experiencia con el inconsciente? O también, ¿qué usos habría de
la posición analizante?
Nuestro título, es una respuesta que tenemos que demostrar o al menos intentar esbozar en este recorrido.
Planteadas las preguntas que nos guiarán, volvamos a la etimología de las palabras que utilizaremos. Siempre, así lo cree el
analista y por ende el analizante que él mismo ha sido, vale la pena pasar una y otra vez por los mismos lugares ya que para
utilizar la famosa frase de Heráclito uno nunca se baña dos veces en el mismo río .
En primer lugar, situemos los tres términos del título.
1. El deseoEs conocido el término alemán Wunsch que, traducido a nuestra lengua como deseo , no se confunde con Trieb , traducido
como pulsión . Generalmente Freud lo empareja con el de Erfüllung , realización, y rara vez con Befriedigung , satisfacción, término
que reserva para la pulsión (HANNS, 1996, 146). Sus fórmulas son también conocidas aunque tuvimos que esperar la lectura
lacaniana para poder diferenciar más precisamente el deseo de la pulsión, de la demanda, de la necesidad y de la dialéctica que
articulan.
En su magnífico Diccionario de términos alemanes de Freud , Luis Alberto Hanns realiza un trabajo exhaustivo que nos alcanza
significados y usos diversos:
- Su etimología proviene de la raíz indoeuropea uen que significa "circular, andar buscando algo".
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- El sustantivo alemán wunsch tiene un uso más específico que su correlato español: "en general se dirige a lo anhelado,
relativamente distante e idealizado, reservándose para "el deseo más inmediato" y más próximo al "querer" otras palabras; por
ejemplo, "voluntad" (Lust ), "querer" (wille )" (Pág. 140).
-En ambos idiomas -nos dice- se utilizan "como "mediadores" entre lo que el sujeto "quiere" y la expresión social de ese"querer" en la forma de un "pedido". Suavizan socialmente el querer" (p. 141).
-A diferencia del español donde puede usarse para expresar algo "imperativo visceral", "en alemán, el uso de Wunsch haría
las frases demasiado leves, exigiendo entonces el agregado de adjetivos, por ejemplo, brennender Wunsch (deseo ardiente), etc."
(p. 142).
Si pasamos ahora, a una etimología más amplia de la palabra española (Gómez da Silva, 2011), encontramos que:
-proviene del latín desidiu : deseo, lujuria
-de : desde o que se aleja de
-de desidia : pereza, "aplicada también a otros defectos y por tanto también disolución, lujuria"
-de desidere : estar sentado, estar ocioso.
Todas estas vueltas, un poco densas aunque absolutamente necesarias, nos permitirán situar bien algunas cuestiones
iniciales.
Para nosotros hablar de deseo insistente suena redundante o incluso paradójico. Sin embargo, es evidente que las palabras
mismas son un desvío respecto de su origen y que la etimología nos permite no corregir -posición moral que no convendría a un
analista- sino acentuar, exacerbar.
La paradoja misma del deseo es ser un desvío del estado de urgencia de la vida, de la situación de desamparo inicial y como
resto alucinatorio de la primer experiencia de satisfacción demuestra, cuando se pone en acto, el choque entre el sujeto y el Otro,entre cuerpo y lenguaje (Freud, 1895, pp. 364-66). Allí donde nace la demanda como interpretación de una necesidad supuesta
por el Otro, el deseo (por ello mismo deseo del Otro) hace aparición para real izarse2
a partir de allí, de modo encubierto, sustitutivo, siempre deformado. Estamos en el origen de la escisión, Spaltung subjetiva,
entre Demanda y deseo.
Si colocamos el sustantivo alemán tal como lo utiliza Freud, y para no suavizar los términos derivados del verbo querer ,
necesitamos del adjetivo para precisarlo. Deseo insistente, entonces.
2. La insistencia
Esta palabra también encierra en su ser elementos significantes que nos interesan. El mismo diccionario etimológico, refiere
que insistir proviene de:
-"instar reiteradamente, persistir, mantenerse firme"
- proviene del latín: "insistire , in- `sobre, en´, y sistere , `detenerse´.
Este detenerse en o sobre el síntoma es lo que en psicoanálisis se destaca: esta persistencia, esta firmeza que el síntoma
supone en su saber dirigido al analista y que debe pasar a la transferencia en la entrada. Ese síntoma insistente que no afloja es
lo que intentamos mantener activo en un análisis (Lombardi, 2009, p. 28).
Aquello que se presenta como una piedra en el zapato o como "un huésped mal recibido" (Freud, 1905, p. 39) debe, a travésdel colador del deseo del analista en tanto aloja y causa la división subjetiva, ponerse a trabajar tornándola en ese mismo
movimiento, analizable. El analista es como el griego clásico: recibe al extranjero que aparece en su puerta. Ejemplo por la
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negativa, por la ruptura de ese pacto de palabra es la traición de Paris, extranjero que abusa de la hospitalidad del que lo
bienrecibe en su casa, Menelao, llevándose con él -no sin su consentimiento- a Helena, su esposa, desatando así la guerra de
Troya3.
Ese pacto de palabra entre la extranjeridad propia de un síntoma (huésped mal recibido) y ese extraño hotelero que es el
analista (hospitalidad), constituye lo que podría hacer pasar lo analizable a lo analizante, puerta de entrada.
3. El analizante
No confundamos los términos ¿es lo mismo analizable que analizante? ¿Cuál sería la diferencia?
Lo analizable propone una posibilidad, la oposición analizable-inanalizable o no analizable, mientras que lo analizante o el
analizante, se refiere a un proceso, a algo que está en movimiento. Aquí radica la importancia paradójica de los otros dos términos
que venimos situando: el deseo como ese circular o andar buscando algo, y la insistencia como el mantenerse firme en esa
búsqueda. El primero es movimiento y búsqueda, el segundo detención y firmeza.
Lo analizable es la condición de la experiencia y lo analizante, una experiencia en curso.
A lo primero, Freud lo llamó la aptitud para el psicoanálisis, incluso la "selección de los pacientes", de los tipos de síntomas
que serían analizables, en sus palabras: "los síntomas histéricos u obsesivos [son] las formas que se considerarían favorables
para el tratamiento" (Freud, 1913, p. 126, cursivas nuestras). Conocemos las restricciones sobre la psicosis y sus razones.
El término analizante, en cambio, es un invento lacaniano. No está en Freud aunque podría leerse en su obra. Primero lo llamó
el analizando, lo que ya ponía el acento sobre el proceso; luego, el analizante. Es un término justo, preciso, contundente. Si
tomamos el piso de arriba del discurso del analista (Lacan, 1969-70)
a ? $
entendemos las razones que nos propone para justificar su invento. El analista como agente del discurso se sostiene en su
función por ser objeto causa (a ) de la división subjetiva ($ ) instituyendo así la posición analizante diferenciada de la posición
analista . Este sujeto analizante, trabajador del inconsciente produce sus significantes-amo (S1) en la asociación libre, leyendo las
marcas de su historia, en disyunción con lo que el analista interpreta ( S2 ) cuando localiza, como forzamiento, un saber en el lugar
de la verdad (Lacan, 1969-70, p. 37). El piso de abajo de dicho discurso,
S2 // S1
muestra esa no relación entre los lugares de la producción y de la verdad.
Lo que llamamos analizante es una posición siempre en movimiento, que se inaugura en la entrada y de la cual se debería
salir ya que para retomar nuestros términos iniciales no proporciona un ser , "que se escabulle" (Lacan, 1973b), siempre en falta,de allí lo central de la noción de deseo y la noción de causa, sino un uso . Así podemos armar, clásicamente con Lacan la pareja
dispar que en otro lugar4
llamamos analista-analizante.
Del lado del ser:
a ? $
destitución subjetiva del analista ? división subjetiva del analizante
Del lado del uso: S2 // S1
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interpretación analítica // síntoma analizante
El uso que el analista hace del síntoma tiene una génesis específica: su propia posición analizante. El deseo inédito (Lacan,
1973b, p. 329) que surge a partir de su experiencia con el inconsciente, lo habilita a usar su inconsciente como órgano receptor
del síntoma de otros (Freud, 1912, p. 115).
¿Qué necesidad habría de insistir en el deseo por medio de la demanda al analista? ¿No es acaso eso lo que hacemos los
psicoanalistas para constituirnos en tales? ¿Es siempre el padecimiento el que impulsa el análisis o puede serlo también el deseo
de saber?
Llevamos adelante nuestra praxis con el acuerdo del sujeto, dispuesto a trabajar sobre sus ineficaces modos de respuesta al
malestar. Ese sí del sujeto no es una alianza terapéutica sino una decisión. No encontramos mejores palabras que las de nuestro
colega:
"Lacan decía que "uno recibe su propio mensaje en forma invertida desde el lugar del Otro", y yo agrego " si uno quiere ", y esta
cláusula introduce la dimensión ética que es la condición para alcanzar la posición analizante" (Peusner, 2010, p. 51, cursivas
nuestras).
No hay análisis sin esa cláusula ética. Reformulando el dicho "si uno no quiere dos no pelean" : si uno quiere puede haber
pelea entre-dos.
La cita continúa:
"Durante años he trabajado [es el testimonio de un analista] con personas que no querían recibir ese mensaje. Algunas de ellas,luego de cierto tiempo de acompañarlos en ese recorrido, quisieron . Otro no, y fuimos juntos hasta donde se pudo" ( Ibíd., cursivas
nuestras).
Algunos quieren, otros no quieren, es una decisión. Elevar el análisis a la categoría de lo necesario lo torna algo no deseable,
es decir, algo de lo cual no habría que desprenderse nunca, una especie de nuevo ser-para-otro o ser-no-sin-otro presente,
demasiado presente. El análisis es un trayecto marcado por el síntoma del cual hay que querer desprenderse, eso constituye una
decisión... y su apuesta.
II. Unos pases: el deseo insistente de Freud y el de Lacan
1. Freud, el paso
El padre del psicoanálisis es ese uno que quiso, que convirtió esa potencia en un acto. Comenzó como ese recolector de
basura, (reco) lector de residuos (Lacan, 1955-56, p. 47) caídos de la medicina. "Dócil al histérico" dice Lacan en Televisión (1974,
p. 91), Freud introduce el psicoanálisis y con ello, el oficio de analista. Así empezó hasta llegar a determinado obstáculo o punto
de detenimiento de su capacidad de escucha. Reconoció que debía atravesar la posición analizante antes de pasar a la de
analista. Punto ciego al que arriba, perfectamente legible en su valioso intercambio epistolar con Wilhem Fliess 5 donde podríamos
situar su pasaje inaugural de analista a analizante .
Hay algo curioso en este movimiento que nos relata Jones y es que Freud nunca dejó de analizarse, dejando la última media
hora de todos los días (Jones, 1953, p. 248) para cambiar a esa posición, para salir tal vez, del lugar de analista. Deseo insistentedel analizante .
Re-instituirse como sujeto simbólico de la asociación libre hace la vida más soportable que la permanencia imposible en lo
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real del lugar de la causa. Nuevamente, Freud capta allí lo que Lacan llamará el de-ser (Lacan, 1967a, p. 24); no se instala en lo
imposible, no se engaña ni se duerme en esos laureles. Intenta legarnos su "pase de la impotencia a lo imposible, que permitirá
también lo posible" (Aguerre, 2011, p. 240).
Freud no duerme sino que insiste -como cuando se produce el despertar en el momento en que un deseo inconciliable con el
yo pretende real izarse en el texto desfigurado de un sueño- en lo que su deseo le alcanza hasta su diván.
2. Lacan, el pase
Lacan, no incauto, sacude el texto freudiano con una lectura que surge de aplicarle su deseo de analista y lo hace en una
posición que él mismo llamará analizante . Persiste en hacerse escuchar durante casi treinta años parado frente a un auditorio
silencioso de interlocutores cambiantes y disímiles, que van de la perplejidad a la fascinación, del puñado a la masa (Jaegle,
2010).
¿Por qué insiste? ¿Por qué usar el seminario para plantarse como trabajador del inconsciente, como sujeto dividido? Sí,
dividido entre Freud y su lectura, entre su voz y su deseo , entre su insistencia y la disolución final de su escuela, única salida queparece encontrar a las autorizaciones que descansan en el cómodo regazo de la figura Otro didacta. El pase, dispositivo que
Lacan crea es un dispositivo producto de su división, de un esfuerzo prolongado y mantenido de modo persistente de formar a los
analistas en la misma lógica que se desprende del acto: la de retornar sobre sí mismo.
En este sentido, las palabras de Sol Aparicio nos parecen una clave por su sencillez y su sutileza:
"El pase como dispositivo distinto del análisis , inventado por Lacan y puesto a disposición de quienes quieran prestarse a la
prueba, es un útil del que los pasantes se sirven para fines diversos, para sus propios fines , se puede decir, aunque cada uno sabe
que ha sido concebido como un modo original de reclutamiento de analistas " (Aparicio, 2011, 80, cursivas nuestras).
3. Pases interminables entre Freud y Lacan
Así como Freud no abandona jamás esa forma del ser discernida por el dispositivo que crea (Lombardi, 2009, p. 38), la
posición analizante recae también sobre él; Lacan no claudica, no afloja, no cede ante su propia posición al decir:
"Pues bien, aquí estoy, con los deterioros a cuestas. No es más útil por eso, pues como se me hizo notar, si hay alguien que
se lo pasa pasando el pase, ese soy yo" (Lacan, 1973a, p. 39).
Ambos, a pesar de su deseo insistente de analizante , no están en posiciones propicias para terminar sus análisis: Freud no
tiene con quién concluir ese proceso que torna interminable y Lacan dedica su vida a reinventar el psicoanálisis extrayendo
consecuencias cruciales de los finales a los que conduce a sus analizados; ambos, nos dejan en el trazo de sus letras esas
marcas propias del acto que retorna sobre ellos mismos, testimoniando así de lo que desean hacer pasar a otros, llamados
congéneres (Lacan, 1973b, p. 329), es decir, analizantes.
Lo transmisible se sitúa mejor en la posición de analizante que sobre la de analista, cuyo acto abre una grieta en la montaña
del síntoma, propone un recorrido, un trayecto interpretativo pero no otorga un ser.
El analizante, en cambio, es el en-cargado de purgar su división, aliviada ciertamente por la presencia de otro deseo
entusiasmado y orientador, pero no deja de insistir en ello porque supone un saber y para éste, un causante.
¿Cómo dejar de insistir en ello ? ¿cómo dejar de circular insistentemente por el mismo lugar siempre cambiante?¿Cómo tomar
esa otra vertiente que la etimología del término deseo nos enseña, la de disolución , la de finalización sin aniquilación ni abandono
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o aburrimiento, incluso hartazgo?
Los testimonios del pase pueden iluminar estas preguntas.
III. Leer pases: una práctica posible
Escribo influenciado por otros . No creo que haya otra manera de hacerlo, al menos no para mí (sí, en este apartado me
arrastro de la cordialidad del nosotros a la crudeza siempre testimonial de la primera persona singular). Escribo teñido por
lecturas, sesgado especialmente por lo que se ha constituido en un cartel. Su origen: el taller de lectura de testimonios del pase
que propusimos a fin del 2011 con Lucas Boxaca en el FARP. Su intención: instaurar una clínica del pase que no sea sólo para
entendidos . Su actualidad: un cartel6 que trabaja con una puesta en diálogo realmente productiva.
Hechas las aclaraciones y los elogios, paso a lo que quiero situar. Si bien el pase no es el final ni debería confundirse uno con
otro, se me ha hecho evidente que se requiere de un dispositivo para poder leer otro . En esta ida y vuelta que va del final al pase y
del pase al final es donde situamos nuestra pregunta: ¿por qué alguien llevaría una experiencia hasta su final?
En psicoanálisis el deseo cumple la función de un testimonio insistente, que nunca se logra terminar de decir ni de apresar
pero cuyo recorrido, ese deseo insistente, ese intento de atrapar aquello que escapa, cesa, concluye.
En las contundentes palabras de Lacan a su escuela:
"Así el deseo del psicoanalista es ese lugar del que se está fuera sin pensar en ello, pero donde encontrarse es haber salido de
él en serio, o sea, esa salida haberla tomado solo como entrada, además de que no es cualquiera, ya que es la vía del psicoanalizante
" (Lacan, 1967b, p. 284, cursivas nuestras).
El deseo del analista es un lugar, que se ocupa, que se habita gracias a su insistencia de analizante. No concibo otra manera -
acuerdo con Freud y con Lacan- que la vía del psicoanalizante . Habría una cadena insistente que nos conduciría, a todo analista,
hasta Freud, el padre. Esa cadena de analizantes-analistas que insiste es la que permite llamarnos congéneres, más que colegas.
Se trata, como en cualquier cadena generacional, de la transmisión de un deseo, de una lectura, de una falta-en-ser, acompañada
de usos diversos.
¿Cómo inscribirnos en esa cadena? Es una pregunta que permite situar prácticamente los modos diversos de las asociaciones
y las escuelas que se dicen dentro, en el interior el psicoanálisis.
¿Cómo habitar ese lugar? Implica un testimonio, el del pase.
IV. De la insistencia analizante al deseo del analista
1. Testimonios
Para concluir este recorrido, quiero presentar un efecto de lectura que algunos testimonios de la AE de la EIFCL (2009-2012)
Cora Aguerre, tuvieron sobre mí en el marco del trabajo del cartel.
Mi primera impresión al leer estos textos (Aguerre, 2011, pp. 233-257; 2012, pp. 48-53), luego de casi dos años de escuchar
su testimonio en el FARP, a viva voz, fue un tanto negativa: me resultaron repetitivos, de alguna manera, poco literarios.
Al no contentarme con esa sensación, me formulé la pregunta: ¿qué hay en esa insistencia que se repite? ¿Qué podría
querer decir-me ?
Estas preguntas me situaron en el lugar del analista-analizante , del doble lector que se deja sorprender por un texto y por la
suposición del sentido que se le atribuye, y en el mismo movimiento recibe de él su propio mensaje, su propia lectura. A partir de
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allí, la lectura tomó otro rumbo y una frase, insistente en su pase -y ubicable también en otros gracias a la simple operación de
leerlos - me iluminó: "En el pase experimenté la dificultad de intentar hacer pasar la experiencia por la palabra" (Íbid., p. 244).
Este mismo problema es el que encuentran tanto el analista como el analizante, con la diferencia de que el primero debe estar
advertido de ese imposible, es decir, de que lo real no encaja en lo simbólico sino a costa de reducirse a lo imaginario. El deseo
del analista elige el corte de los significantes, la separación, el intervalo rechazando el pegoteo del significado.
2. Pase de la pulsión al deseo
Estos testimonios describen varias versiones de un sueño "como respuesta a la decisión" de presentarse al dispositivo del
pase (Íbid., p. 236) y están escritos de modo tan condensado que tuve que releerlos para empezar a entender ese recorrido.
Transcribo la última versión, la más corta7:"Estoy en un parque infantil en un día de sol y hay un tubo, me acerco y veo en el fondo
una rata. Veo la mirada de la rata y despierto" (Íbid., p. 255).
Se trata -nos dice- de una mirada sin Otro y de su curiosidad infantil, descubierta en el transcurso del análisis como respuesta
a lo real. El sueño realiza el pasaje de la rata al mirar y a lo oral, "de la voracidad, el alimentarse de los restos, de la porquería, demoverse por los bajos fondos, por lo inmundo" (Íbid., p. 255) hasta la persistencia infantil del querer saber, "una avidez por sa-ver "
(Íbid., p. 255). La pulsión emerge en el sueño como un real marcado por la angustia y la repulsa. ¿Cómo situar ese pasaje de la
voracidad infantil a algo más operacionalizable, más finito, no tan insistente? ¿cómo localizar el paso de esa insistencia del
analizante a la perseverancia acotada , (a -cortada) de cada sesión que el deseo del analista permite poner en acto?
Así leo algunas de las preguntas cruciales que el testimonio ilumina a ese sujeto -y a nosotros, que como lectores nos toca
saber hallar esas marcas del horror (Lacan, 1973b, p. 329)- en su intento de, por medio de la oferta de su escuela, "poder dar
cuenta de las razones del cambio operado, de lo nuevo" (Aguerre, 2011, p. 242).
Su respuesta es bien precisa: "No se trata de buscar como en el inicio, ni de resolver a partir del Otro el enigma, ni de
escuchar por glotonería. Solo se trata de escuchar desde el agujero a partir de haber cernido algo del propio horror al saber " (Ibíd.,
p. 237). Eso es lo que le permite destituirse como sujeto y ocupar el lugar de desecho para otro; al mismo tiempo, que eso la
destituye del lugar de analizante y la instituye como analista, cada vez, en cada ocasión.
"Nos quejamos de la glotonería del Otro, pero lo que descubrimos es nuestra implicación en este hacernos ser, silenciosa e
insistente ”. (Aguerre, 2012, p. 51, cursivas nuestras). El análisis le da una palabra y una voz, es decir un cuerpo a esa queja
silenciosa, a ese sujeto devorado por el culto al Otro y sus deseos opacos, que se sólo sostiene en cada encuentro. El analizante,
figura del discurso analítico, es el insistente, el que permanece con su deseo, envuelto en el halo amoroso y enigmático de la
transferencia, atado a la condición de decir lo primero que se le cruce por la cabeza sin esconder nada. Atada, quiere decir,
decidiendo cada vez hacerlo.
Podemos entender aquí un pasaje fundamental del hacerse ser por el Otro característico de la alienación, a usar el ser como
hablante de la separación introducida por el deseo advertido que reza, ya de entrada y en oposición a lo religioso y lo ciego, quehay salida de la insistencia del sentido aunque no del Inconsciente.
Porque el analizante, en tanto se sostiene en su deseo insistente envuelto en el gadget o el clisé transferencial, no tiene
porque estar advertido ni leer esa advertencia, ya que su única condición es la someterse al peso de un decir no calculado, con su
voracidad oral, su retentiva predisposición, su mirona curiosidad, su compromiso corporal, su risa sardónica, su brillo seductor o
su apagón depresivo; todas estas formas o modalidades aluden a lo que el análisis apunta: allí hay deseos en juego.
El analista, en cambio, debe soportar sobre sí esa insistencia, ese empuje hacia la satisfacción que se le demanda con la
urgencia del síntoma o con la prisa del curarse que el paciente le impone cada vez. Nuevamente la paradoja del deseo se hace
carne: por un lado querría irse lo más rápido posible, por el otro querría permanecer circulando para siempre, hasta el cansancio,
hasta ser echado o adoptado. El analista, desde ya, maniobra entre su abstinencia y su acto, entre viento y marea a veces, para
evitar promocionar el falso ser en que, con esta expulsión (¡o adopción!), podría caer el sujeto anudándose con otra vuelta de
cuerda a su fantasma sufriente: ser pegado, expulsado, cagado... por el Otro.
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3."Soportar sin recubrir": uso y ser, ser y uso.
El ser del síntoma encierra un uso propio más allá de la demanda, más allá del Otro sin ser autoerótico.
"Cuando se pasa, del hacerse ser por el Otro, del ser ligado a la demanda, al ser del síntoma propio , eso permite ir más allá de
la demanda y poder hacer otro uso del síntoma , ya no al servicio de sostener al Otro, sino de poder apoyarse en el síntoma" ( Ibíd ., 51,
cursivas nuestras).
Este ser del síntoma conectado con un uso novedoso al final y en el pase -no de goce sino de deseo, aunque, ¿el analista no
goza analizando?8- permite alojar los extranjeros padecimientos que llegan a consultarnos sin caer en la trampa especular ni
hipnótica. La ética del deseo, del de-ser es de una insistencia más moderada, no glotona sino apuntada al síntoma y sus otros
usos posibles.
Es por ello que el análisis llevado a su conclusión final, da cuenta del deseo como paradoja del que un psicoanalista podrá
servirse sin confundir con su ser sintomático. Tal como nos testimonia Cora Aguerre se trata de una experiencia que deja un saldo
positivo, de satisfacción, de "poder hacer con el desamparo" (2011, p. 233), al mismo tiempo que "permite soportar sin recubrir el
agujero central, que es un real del que nada se puede decir, un límite" (Ibíd.).
Es así como, llegamos a este punto de navegación por el río del deseo, el más lejano, el fin de la experiencia -parafraseo a
Marlow de la novela de Joseph Conrad que elegimos como epígrafe, alguien que relata un testimonio en voz alta de cómo llegó a
encontrarse con el horror y lo hace a oscuras en un barco, dirigiéndose a tres hombres que tienen en común el ser hombres de
mar , a la espera de una nueva marea que los ponga otra vez en movimiento-. La cita concluye de un modo similar al que podemos
encontrar en la lectura de testimonios de pases:
"Parecía, de alguna manera, arrojar una especie de luz sobre todo lo mío y sobre mis pensamientos. Fue suficientemente
sombrío, también -y penoso-, no extraordinario de ninguna manera, pero tampoco demasiado claro. No, no muy claro. Y aún así
pareció arrojar cierta luz."9
(Conrad, Corazón de las tinieblas, 1902, p. 11).
Para saber los efectos que tuvo sobre alguien su análisis, no queda otra brújula que la de captar en el testimonio dado
a posteriori , cómo ha logrado salir de él para "orientarse por lo propio" (Aguerre, 2011, p. 233) entre luces y sombras, entre goces,
dichos y su deseo insistente de analizante.
Bibliografía
Aguerre, C. (2011) "Fin de análisis, pase y escuela"; "La lógica de la cura y sus anudamientos"; "Puesta a prueba del deseo", Lo que pasa en
el Pase nº 2, Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín, Colombia, 2011.
Aguerre, C. (2012) "El devenir del síntoma", Wunsch nº 12, Boletín Internacional de la EPFCL, Bs. As., 2012.
Aparicio, S. (2011) "Verificar un deseo", Wunsch nº 10, Boletín Internacional de la EPFCL, Bs. As., 2011.
Freud, S. (1895), “Proyecto de una psicología para neurólogos”. En Obras Completas, Amorrortu, Vol. I, Buenos Aires, 1996.
Freud, S. (1905), “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En Obras Completas, Amorrortu, Vol. VII, Buenos Aires, 1991.
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Freud, S. (1912), “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. En Obras Completas, Amorrortu, Vol. XII, Buenos Aires, 1991.
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Matías Buttini es Licenciado en psicología por la Universidad de Buenos Aires, actualmente trabaja como psicoanalista, esdocente en diferentes universidades y miembro del Foro Analítico del Río de la Plata. Hace años que dedica parte de su tiempo a
escribir. Ha publicado artículos sobre psicoanálisis, literatura y cine y un libro de narrativa, Nadie soporta una vida encantadora
(Letra Viva, 2012).
2 En sentido estricto significaría: "hacer subir" (izar) o "hacer pasar" el deseo por lo real, operatoria propia del análisis.
3La epopeya homérica evocada nos enseña varias cosas: por un lado, sin pacto no hay ruptura del mismo, no hay ultraje sino
frente a lo que debería respetarse, en este caso, la hospitalidad al extranjero; por otro lado, no hay posibilidad del biendecir al que
conduce un análisis sin bienrecibír lo desconcertante del síntoma ajeno.
4Buttini, M. "El analista-analizante" trabajo presentado en las Jornadas Al Sur de 2011. Inédito.
5En una presentación realizada con Lucas Boxaca en 2011 en el Espacio Escuela del FARP que llevó por título: Lo que del pase
puede transmitirse , avanzamos sobre este punto: "No sería muy acertado hablar de su análisis con Fliess pero sí tal vez de
su autoanálisis con Fliess, o en palabras de Jones: "Las conversaciones entre ambos eran un doble monólogo más que un
diálogo" (Pág. 230). "Se trata de un diálogo, pero de un diálogo que sea lo más posible un monólogo", así define Lacan a la
situación analítica" .
6El taller que propusimos con Lucas se pone en acto con ellos conformando un cartel, mezclando y desmezclando nuestras
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7/21/2019 El Deseo Insistente Del Analizante
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lecturas, cuna de este trabajo: Silvana Castro Tolosa, Julia Minaudo, Sebastián Fernández Moores, Santiago Candia y Leonardo
Itzik.
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El texto es tan claro y toca lo real por medio de la escritura de un modo tan singular que su armado mismo testimonia de laoperación analítica y el atravesamiento del fantasma: la primer versión del sueño tiene cerca de media carilla y muchos detalles, la
que le sigue es más reducida, la última, apenas dos líneas.
8La pregunta surge de la preciosa conferencia de Florencia Farías en el FARP titulada: "De los deseos de un analista al deseo del
analista" . Septiembre, 2012.
9La traducción es propia y transcribo aquí el original, porque la fuerza de la lengua inglesa no tiene, en éste escritor al menos,
comparación con el castellano: "It seemed somehow to throw a kind of light on everything thing about me -and into my thoughts. It
was sombre enough, too -and pitiful- not extraordinary in any way -not very clear either. No, not very clear. And yet it seemed tothrow a kind of light" .
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