[Ide@s CONCYTEG 6 (67): Enero, 2011] ISSN: 2007-2716
Cómo citar: Gómez Patiño, V.M. (2011), “El suicidio Una aproximación desde la literatura”, Ide@s CONCYTEG, 6 (67), pp. 173-188.
173 ISBN: 978-607-8164-02-8
El suicidio. Una aproximación desde la literatura
Víctor M. Gómez Patiño 1
Resumen La sociología de la literatura nos permite entender acontecimientos tanto pasados como del mundo actual; da cuenta de diversos procesos sociohistóricos; el escritor se convierte en vocero de lo cotidiano, dentro de los temas que se pueden encontrar en la literatura se encuentra el suicidio; en algunas novelas está presente el fenómeno, que en cuanto a la técnica, métodos y objetos utilizados en el acto no dista de lo real. Es difícil conocer las causas reales que llevan al individuo al suicidio y, por el temor de la familia al estigma que conlleva el acto, se le atribuye a diversos factores como lo es la enfermedad mental y el alcoholismo. Palabras claves: sociología de la literatura, suicidio. Summary Sociology literature allows us to understand events from the past as well as from today’s world. It tells us about socio–historical processes. So the writer becomes the speaker of the daily. Among different subjects in literature you may find “the suicide”. This phenomenon is present in some novels therefore techniques, methods and used objects are not that different from the real world. Is hard to know the motives that cause somebody into suicide and because of this taboo usually relatives keep in silence to avoid to be rejected. But some possible reasons for this might be mental disorder and alcoholism. Keywords: sociology of the literature, suicide.
1 Profesor Egresado de la carrera de sociología de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán-UNAM. [email protected]
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Morir es un arte, como todo. Yo lo hago excepcionalmente bien. Tan bien que es una barbaridad. Tan bien que parece real. Se diría, supongo, que tengo el don.
Sylvia Plath
Introducción
entro de las bellas artes, es sin
duda la literatura la que nos
permite dar cuenta de una época
determinada: ideologías, tradiciones,
costumbres, conflictos, además de llevar un
registro de los diversos procesos
sociohistóricos vividos a lo largo del tiempo;
la literatura asociada a la sociología, adquiere
importancia debido a que se presenta como
un analizador y/o reflejo del desarrollo
económico, social, político o cultural de un
determinado tiempo, por lo menos en el que
se desenvuelve el escritor, el cual mediante su
obra puede dar cuenta de su modo de actuar,
de pensar, de lo que acontece a su alrededor,
en su propia vida y la forma en que el escritor
organiza la misma. A decir de Pospelov, “la
literatura es, […] el arte que mejor se presta
al estudio sociológico. Las obras literarias
son los depósitos más transparentes del
pensamiento creador; en su fondo brotan las
fuentes de la vida social que las nutren”
(Pospelov, 1984: 80).
La sociología de la literatura como análisis de
la sociedad, da cuenta de la situación y
condición que rodea al hombre dentro de la
misma y el grupo al que pertenece el escritor,
aunque si bien es cierto, el autor es parte de
su obra, ya sea como el personaje
protagonista, como narrador o como un
espectador más de lo que pasa ante sus ojos;
muestra sus sentimientos, la realidad, su
realidad; y en otras tantas ocasiones la crea a
partir de historias y vivencias:
Los escritores y los poetas han consagrado paulatinamente, más que todos los demás creadores de obras de arte, lo esencial de su pensamiento y de su curiosidad a los grandes problemas sociales de su tiempo. A menudo han tomado parte activa en los movimientos sociales de su época y han expresado con todo esmero sus convicciones en su correspondencia, en sus diarios íntimos y hasta, frecuentemente, en la prensa (Pospelov, 1984:77-78).
El escritor como un miembro más de un
grupo, puede darnos una reproducción de los
rasgos de la sociedad en la cual se ubica,
aunque ésta sea de manera subjetiva
(valores), puede dar testimonio de diversos
procesos, se convierte de observador a
narrador de la historia, de lo social y de la
vida de otros; es a través de los personajes
que podemos conocer estos procesos, en
ocasiones su actuar en determinadas
situaciones sirve para tomar una postura
D
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frente a una situación similar e incluso puede
llegar a proceder de la misma forma que
algún personaje ya que, en muchas ocasiones
“el lector [....], ve los personajes como si
fueran hombres de carne y hueso, como si
fueran responsables de sus actos, y los juzga,
y se juzga sus acciones y actitudes con
arreglo a sus propias opiniones y simpatías o
antipatías sociales” (Goldman, 1984: 50).
Es por medio de la novela que el escritor se
vale para que podamos apreciar eso que
quiere mostrarnos, ya que “la novela está
capturada en las redes de la realidad
inmediata y sólo puede reflejarla” (Fuentes,
1976: 14), y como tal es un retrato de lo que
está viviendo, de lo que percibe el escritor, el
cual nos lo muestra con una intención de
manifestarnos esa realidad, su vida, su
existencia; a decir de Carlos Fuentes, el
escritor actúa como “el portavoz de quienes
no pueden hacerse escuchar, que siente que
su función exacta consiste [...] en documentar
la realidad de su país” (Fuentes, 1976: 12),
forma una extensión de los que no pueden
estar presentes con alguna obra, de la realidad
negada y que, no puede ser mostrada al
mundo más que por algunas obras literarias.
En su andar, el escritor tiene diversas
experiencias, puede haber vivido, participado
o tener conocimiento de revoluciones,
guerras, conflictos económicos que en un
momento determinado sirven para poder
realizar su creación, además de que ésta se
puede ver impregnada por el sentir del
pueblo, de su comunidad, inclusive puede
llegar a ser una forma de denuncia, de
expresar lo que hasta entonces no se ha dicho.
La escritura le sirve para realizar críticas a
instituciones, personajes públicos, otras
novelas, su vida e inclusive a otros escritores;
la novela, menciona Kundera, no es otra cosa
que “la gran forma de la prosa en la que el
autor, mediante egos experimentales
(personajes), examina hasta el límite algunos
de los grandes temas de la existencia”
(Kundera, 2004: 158). Los escritores utilizan
la novela como el mejor medio del que se
pueden valer para poder explicar, crear y
reflejar la realidad; en donde existen
únicamente “tres posibilidades elementales
del novelista: cuenta una historia, describe
una historia o piensa una historia” (Kundera,
2004:154), además de que le permite poder
cuestionarse sobre su propia existencia, su
forma de ser ante el mundo y como lo asume.
Suicidio y literatura
El presente trabajo surge del interés por el
fenómeno del suicidio.2 De su relación entre
2 Producto del desarrollo de una investigación en la FES Acatlán. El proyecto tiene por título “Condiciones sociales de la dinámica familiar y los actuales patrones de violencia institucional” y está a cargo del Dr. Víctor Alejandro Payá y el Dr. Marco Antonio Jiménez, dicho proyecto cuenta con cuatro vertientes entre ellas la del suicidio, la investigación se llevo a cabo en el Servicio Médico Forense del Distrito Federal.
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la realidad observada y la literatura y de
cómo esta última refleja y organiza el mundo,
educa y nos permite entender tanto
acontecimientos pasados como del mundo
actual, “la literatura se distingue, de las
demás artes por su contenido intelectual.
Cuanto más evoluciona la sociedad y cuanto
más se ramifican las relaciones sociales, las
corrientes de ideas y la vida del espíritu, más
se enriquece, amplía y profundiza el
contenido intelectual de la vida humana”
(Pospelov, 1984: 77). El escritor como vocero
de lo cotidiano y de la realidad, plasma en su
obra temas y problemas sociales los cuales a
través de los años no carecen de importancia
ya que están vigentes en cada sociedad,
dentro de los temas y eventos que podemos
encontrar en la literatura se encuentra el
suicidio; en muchas novelas podemos
encontrar este fenómeno, que en cuanto a la
técnica, métodos y objetos utilizados en el
acto no dista de lo real. En algunos casos, no
se entiende ni se logra explicar el por qué
algunas personas decidan terminar con su
vida, Durkheim menciona que el suicidio es
“una cosa demasiado íntima, para que pueda
ser apreciada desde fuera” (Durkheim, 2006:
33) además de que en la mayor parte de los
casos la explicación del evento queda en
manos de terceros: familiares, amigos y
peritos. Es difícil conocer y entender los
motivos que llevaron al individuo a este
desenlace, incluso hubo épocas en que se le
atribuía a alguna posesión; el suicidio no
siempre fue visto como un acto consecuencia
de un mal o como pecado.3**
En algunas de las tragedias de la Grecia
antigua, Sófocles por ejemplo, hace alusión a
dos suicidios dentro de sus obras: el primero
aparece en Edipo Rey, esta tragedia adquiere
una importancia relevante sobre todo en el
terreno psicoanalítico con el complejo de
Edipo. En el desarrollo de la obra, Yocasta al
enterarse de que era esposa y madre del rey
da fin al infortunio sufrido por el destino, se
corta el cabello y con una cuerda trenzada se
cuelga, Edipo la bajará y quitará los broches
de su manto para herirse los ojos y así perder
la vista, prefirió quedar en la obscuridad a ver
los crímenes que había cometido (Sófocles,
1987: 112).
Otro caso es el de Áyax, el cual pretende
acabar con la ignominia sufrida, al darse
cuenta del engaño de que ha sido víctima por
parte de Minerva en apoyo a Ulises, además
de ser un castigo por haber insultado y
menospreciado a los dioses; así busca una
3 En la antigüedad el sentido del suicidio era diferente a como lo conocemos en la actualidad, Brown menciona que “en la Grecia Antigua poner fin a la propia vida no se consideraba un acto detestable, pero era preciso tener buenas razones para justificarlo” (Brown, 2001:24); como ejemplo de ello encontramos a varios personajes griegos que se privan de la vida: Diógenes, Demóstenes, Sócrates y Séneca, este último se corta las venas de brazos y piernas y, mientras está dentro de una tina con agua caliente, sigue hablando a sus discípulos, quienes escuchan sus enseñanzas hasta el último momento. Entre los griegos, tradicionalmente la cicuta era el principal elemento utilizado para privarse de la vida, esto se debía a que el efecto del veneno era inmediato.
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muerte digna, y la única forma la encuentra
por propia mano para terminar así con sus
males, como se aprecia en la obra:
Áyax: […] Vergonzoso es que alcance larga vida el hombre que no se esfuerza en salir de la desgracia. ¿Qué placer puede dar un día que viene tras de otro día sumándosele y agregándosele, que no sea el de morir? Yo en nada puedo estimar al hombre que se alimenta de vanas esperanzas; porque o vivir con gloria o morir heroicamente, es lo que debe hacer el noble (Sófocles, 1987: 29).
El cuerpo de Áyax sufre la sentencia por
parte de Menelao y Agamenón de no ser
sepultado y quedar a su suerte en los valles.
En casos como el de Áyax se “hace del
suicidio, no tan sólo una licencia, sino en
muchos casos un deber” (Landsberg, 1995:
101), existe un desapego por la vida, no es
necesario pensar perderla cuando es necesario
entregarla, es considerada una muerte libre y
honorable, no existen presiones para llevar a
cabo el acto.
En la antigüedad “cuando la compulsión
interior se hacía insoportable, la cuestión ya
no era matarse o no, sino cómo hacerlo con la
mayor dignidad, valentía y estilo” (Alvarez,
2003: 76), así pues, Áyax muere acorde a su
estatus de guerrero, Tecmesa lo encontraría
con la espada envainada en su pecho. Los
métodos utilizados tanto en el caso de
Yocasta como en el de Áyax tiene
considerables diferencias, “la espada tenía
una connotación de muerte honorable, de un
digno regreso a la tierra, pero la soga dejaba
el cuerpo suspendido entre el cielo y la tierra
y por eso se consideraba una muerte
indecorosa” (Brown, 2001: 46); además de
que el suicida debía tener alguna razón o
justificación válida para privarse de la vida,
en caso contrario eran considerados como
indignos, asimismo no podían recibir las
exequias correspondientes a cualquier
difunto; en su lugar, el cuerpo era en
ocasiones destazado o simplemente expuesto
en alguna encrucijada para que estuviera a la
vista pública y, con castigo a aquel que le
diera sepultura al cadáver; a los familiares se
les incautaban propiedades y toda posesión
material que tuvieran. La iglesia podía alegar
la posesión del cuerpo por algún ente
demoniaco, el cual provocaba que el sujeto
no tuviera control sobre su actuar, además de
que no se podía concebir el hecho de que
terminaran con su vida por propia mano.
El estigma del suicidio, menciona Brown
nace con el cristianismo, este tipo de muerte
se asocia con Judas, el cual se da muerte
colgándose tras haber traicionado y vendido a
su maestro, “considerándose una muerte
mala, cobarde o femenina” (Brown, 2001: 27)
debido a una vida llevada en forma incorrecta
y actos deshonrosos que pudo haber
cometido; la vida llegó a concebirse como un
bien divino, el darse muerte a sí mismo o por
lo menos el intentar privarse de la vida se
consideraba un atentado contra la divinidad y
sus mandatos, pues “si la vida es un bien
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dado al hombre por su Creador, es Dios quien
la concede y es Dios quien la quita” (Cohen,
2007: 29), incluso en ocasiones el acto se
hacía público. Hoy en día, el suicidio, “de ser
un acto heroico, pasa a ser uno irracional,
destructivo y clínico haciendo problemática
la posibilidad de su contemplación pública”
(Brown, 2001: 50); aunque en la actualidad
cierto tipo de suicidios, sobre todo en la
personas mayores puede ser considerado
como antaño: una muerte digna; la mayoría
de la gente de edad avanzada, lo lleva a cabo
como una salida a sus padecimientos y el
evitar seguir sufriendo con sus enfermedades
ya que, éstas afectan desde el funcionamiento
de órganos vitales hasta la perdida de la
movilidad, al grado de ya no poder
desplazarse; se piensa que con el acto la
familia queda liberada, ya no se absorberá el
tiempo de los otros, ni se generarán gastos
económicos en medicamentos, en algún
instrumento ortopédico, etcétera, para que se
puedan mover: dejan de ser una carga y un
estorbo; se entiende que en estos casos “el
suicidio […] suele ser impulsado por motivos
válidos: la vida humana puede ser
desdichada, y la prolongación de la
existencia, indeseable. Nadie pone fin a una
vida valiosa, sino sólo a una vida que se tornó
una carga” (Cohen, 2007: 158).
El suicidio de los personajes dentro de la
literatura y en particular dentro de la novela,
se encuentra impregnado por la imaginación,
la cercanía o conocimiento de algún evento
de esta índole que tuvo el escritor y que le
permite utilizar dicho evento como un pasaje
más dentro de su obra o un recurso para
culminarla. De la misma forma que en la vida
real, en las novelas cada acto mortal tiene
características distintas que lo hacen único,
los personajes bien pueden ser una extensión
imaginaria del autor, como refiere Eco “un
personaje de novela debe ser, […] un hombre
como cualquiera de nosotros, y aquello que
pueda sucederle debe ser tan imprevisible
como lo que puede sucedernos a nosotros”
(Eco, 2004: 229).
Con Shakespeare, en el teatro, el suicidio
aparecerá de manera diferente: el más famoso
de los suicidios que escribe el inglés es el de
los amantes de Verona, los cuales sólo podrán
reunirse y concretar su amor con la muerte; el
envenenamiento y una puñalada serán el
vehículo que los llevará a su encuentro, sus
respectivas familias ya no podrán intervenir
para que estén juntos. Por otra parte, en
Hamlet el suicidio aparece como una salida a
las aflicciones y la desdicha de Ofelia; ésta
pierde a Hamlet, el cual es desterrado y presa
de una supuesta locura, además de la muerte
de su padre Polonio a manos de su amado: el
príncipe Danés. Ofelia escoge un río para
terminar con su vida, la reina y madre de
Hamlet (Gertrudis) es portadora de la
noticias, le menciona a Laertes que su
hermana murió ahogada describiéndole el
acontecimiento:
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Reina: donde hay un sauce que crece a las orillas del arroyo, reflejando en las ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas. Allá se dirigió, fantásticamente coronada de flores silvestres, violetas, margaritas y grandes flores púrpuras a las que los indecentes labradores les dan un grosero nombre, y las modestas doncellas las llaman “dedos de muerto”. En cuanto llegó se quitó la corona y quería colgarla de las pendientes ramas, cuando se tronchó un envidioso brote, y ella cayó al torrente fatal con todo y sus rústicos adornos. Sus ropas, huecas y extendidas, la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, en tanto iba cantando pedazos de canciones antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible mantenerse así por mucho tiempo, porque sus vestiduras, pesadas por el agua que absorbían, sumergieron a la infeliz, silenciando su melodioso canto con la muerte (Shakespeare, 2005:127).
Ofelia seguirá con tranquilidad el recorrido
del río siendo arrastrada por la corriente, el
agua es elemento que brinda la tranquilidad
de la muerte, Bachelard menciona que “es el
elemento de la muerte joven y bella, de la
muerte florecida y, en los dramas de la vida y
la literatura, es elemento de la muerte sin
orgullo ni venganza” (Bachelard, 2003: 128).
Ante el conocimiento de obras precedentes
algunos escritores como Dostoievski hará
alusión dentro de su obra al suicidio de
Ofelia: Adelaida Ivanovna Miusov madre de
Dimitri Karamazov termina suicidándose, “en
una noche de tormenta, se precipitó desde lo
alto de una roca a un río torrencial y profundo
en el que pereció víctima de su imaginación,
sólo por parecerse a Ofelia de Shakespeare”
(Dostoievski, 1972: 26). Los motivos,
menciona Dostoievski son por el desprecio
que siente hacia su marido ya que, él no le
amaba, habiéndose casado con ella
únicamente por obtener una buena dote y una
buena posición social, misma que le sería
concedida al introducirse en una buena
familia. Ella lo abandona dejándole a cargo al
hijo de ambos: Dimitri. El actuar de Feodor
Pavlovitch Karamazov tras recibir la noticia
de la muerte de su esposa fue inesperado: […] estaba borracho cuando le dieron la noticia de la muerte de su mujer. Dicen que corrió a la calle y comenzó a gritar con alegría, levantando los brazos al cielo: «deja morir ahora a tu servidor». Otros dicen que sollozaba como un niño hasta tal punto que daba pena verle, a pesar de la repugnancia que inspiraba. Es muy posible que las dos versiones sean verdaderas; es decir, que se regocijase por su liberación llorando a su liberadora (Dostoievski, 1972:28).
En los diferentes casos se observa que los
métodos, lugares y objetos utilizados por las
personas en los suicidios son muy variados,
cada una le imprime un sello o marca
particular al acto, se puede inferir que estos
no son seleccionados de manera fortuita
“siempre hay razones particulares para que
alguien prefiera morir de una manera y no de
otra” (Alvarez, 2003: 283).
Tanto los métodos como los objetos
utilizados para privarse de la vida son
diversos e infinitos, el fin es dejar de existir
sin importar el cómo; una agujeta, corbatas,
algún lazo para tender la ropa, el cordón de
algún cortinero, las mangas de alguna
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sudadera, la cadena de castigo del perro, la
ingesta de sustancias: medicamentos,
fertilizantes, raticidas así como algún
concentrado para limpieza de la casa e
inclusive cualquier ventana o azotea de un
edificio servirá para dar el salto que
conducirá de manera infalible a la tan
anhelada muerte. Las técnica en contra del
cuerpo son variadas, los individuos llegan a
crear novedosos sistemas que les permitirán
quitarse la vida de manera instantánea. La
imaginación y la creatividad estarán presentes
para poder inventar aparatos que pueden ir
desde una ingeniosa máscara de gas, sistemas
de cuerdas atadas en uno de sus extremos al
cuello y el otro extremo a los pies y, hasta
accionar una escopeta con una cuerda atada a
los pies.
La mayoría de las personas prefieren llevar a
cabo el acto en la comodidad de su casa ya
que, es un lugar en donde es seguro que
encuentren el cuerpo y no terminen en la fosa
común; otras personas se privan de la vida en
oficinas o lugares de trabajo por lo general en
un horario donde no se encuentra nadie en el
lugar, pero con seguridad los encontraran al
día siguiente cuando se inicien las actividades
cotidianas y por último, hay individuos que
prefieren terminar sus días en vía pública,
donde se presenta una exhibición del cuerpo,
además de que en la calle cualquier lugar
puede ser propicio para encontrar la muerte:
arrojarse desde algún puente vehicular o
peatonal, alguna reja, banca o árbol de algún
parque e inclusive se llegan a encontrar
cuerpos en las escaleras dentro de las
alcantarillas.
Las armas de fuego han sido siempre las
preferidas por los hombres, en cambio las
mujeres utilizan métodos que no implican
demasiada violencia, prefieren la tranquilidad
que posiblemente les puedan brindar los
fármacos como lo son los somníferos y
tranquilizantes; ejemplo de lo mencionado es
el joven Werther, el cual se da un tiro en la
cabeza, el suicidio no le era tan indiferente
como una forma para perder la vida,
anteriormente había pedido unas armas y
había estado jugado con ellas, las armas
ocupadas para el acto eran las de Alberto
(rival en amores, y al cual le pertenecía el
amor de su amada Lota).
Al igual que antaño, el estigma del suicida
permanece hoy en día, el evento se trata de
cubrir, familiares o personas cercanas son las
más expuestas a ser señaladas por lo que, se
busca la manera de ocultar el acto; “fue un
lamentable accidente” declaran
frecuentemente los familiares del suicida o
atribuyen su actuar a alguna deficiencia de
índole mental. En el caso de que el suicida
perteneciera a una familia acomodada y
tuviera una buena posición económica, le
facilitaba tener ciertos cánones con respecto a
los ritos funerarios; es el caso de Ofelia,
dentro del cementerio dos enterradores se
preguntan entre sí por los privilegios de los
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cuales gozaba ya que no sería expuesta en
algún cruce como era la costumbre ante esos
casos, incluso se permitió que el cadáver de
Ofelia portara atuendos de gala:
1er. Enterrador: ¿Y ha de sepultarse en cristiana tierra la que deliberadamente buscó su propia muerte? […] ¿Cómo puede ser, a menos que ella se haya ahogado tratando de salvarse? 2º. Enterrador: Así lo han creído 1er. Enterrador: Debe haber sido “en defensa propia”; no puede haber sido de otra manera. Aquí está el punto de la dificultad. Si yo me ahogo voluntariamente, esto supone una acción, y toda acción consta de tres partes, que son: hacer, actuar y ejecutar, de donde se infiere que ella se ahogó voluntariamente (Shakespeare, 2005: 129).
Los allegados de un suicida tanto en la
antigüedad como en la actualidad pretenden
darle sepultura al cadáver, para que este
pueda descansar en paz y que de cierta forma
esté presente en sus vidas, que pueda
permanecer en algún sitio donde pueda ser
visitado ya que, “la tumba es todavía una
morada, una morada que los vivos visitan
piadosamente. Un muerto semejante no está
del todo ausente” (Bachelard, 2003: 117).
En el caso de Werther, fue enterrado en el
sitio donde lo pidió. Ningún miembro del
clero lo acompañó, como era de suponerse,
por el atentado en contra del mandato divino.
Para Werther era la única salida a los
tormentos y sufrimiento, por un amor no
correspondido, opta por sacrificarse para que
Carlota tenga tranquilidad, el joven escribe:
“es preciso que desaparezca uno de nosotros
tres, y éste, quiero ser yo. ¡Oh amiga mía! En
este corazón, de hecho presa de tantos
tormentos, ha pasado algunas veces la idea, el
deseo furioso, de inmolar a tu marido…
¡Tú!... ¡Yo!... Pues bien, ¡sea pues, yo!”
(Goethe, 2009: 367); Werther desea la muerte
de Alberto para al fin poder estar con Carlota,
sin embargo la amistad que le une a él, el
amor que le profesa a ella será lo que lo
llevará a tomar la decisión de ser él el
sacrificado para que la pareja sea feliz. El
abandono y el sentimiento de soledad está
presente en muchos casos de suicidio, los
individuos al no contar con el apoyo de nadie
no encuentran sentido a la vida tomando el
camino más corto a lo que será la reunión con
sus seres queridos o piensan permanecer en
algún lugar en donde los esperarán, existe la
creencia en la posibilidad de una vida futura
más allá de la muerte, el acto es “una huída
en la cual el hombre trata de reencontrar el
Paraíso perdido, en lugar de querer merecer el
Cielo” (Landsberg, 1995: 127), aunque
también existe la posibilidad de que las malas
acciones puedan conducir al infierno,
creencia que está sobretodo presente en la
religión católica.
Para Werther la idea del suicidio no era del
todo una opción errada, anteriormente ya
había pensado cortarse las venas; acción que
se oponía a lo expuesto por Alberto, quien
consideraba el suicidio “una debilidad, como
una falta de ánimo, porque en conciencia, es
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más fácil el morir que el soportar con valor y
firmeza una vida llena de amarguras y
padecimientos” (Goethe, 2009: 311); es el
sinsentido de la vida, el absurdo del que habla
Camus (Camus, 2009), el confrontar un
estado del espíritu con el mundo real;
decepción propiciada por una concepción
diferente a la del mundo en que se vive y en
el que al igual que en la literatura “todo es
dado para ser comprendido y sin embargo,
como en nuestra misma vida, no hay
finalmente nada para comprender” (Barthes,
2006: 160).
Al igual que Werther, existen casos en donde
el suicida manifiesta con antelación los
deseos de privarse de la vida: escribe notas,
reparte sus bienes e inclusive puede llegar a
tener intentos previos al efectivo; cabe
mencionar que no todo intento de suicidio
tiene como fin la muerte, en algunos casos
menciona Menninger, “barruntamos un
inconsciente deseo de no morir –o, más
correctamente, la ausencia del deseo de
morir- en los muy frecuentes intentos de
suicidio que fracasan a causa de una técnica
defectuosa” (Menninger, 1972: 69) o debido
a que el método utilizado no era certero; el
intento suicida no sólo responde a un error en
lo planeado, sino que puede responder a un
llamado de auxilio que la mayor parte de las
veces se ignora por parte de los familiares.
Antes de cometer el acto, algunos suicidas
piensan en dejar arreglados lo asuntos que
tiene pendientes, en no dejar desprotegida a
su familia y sobre todo con la esperanza de
que algún día podrán reunirse de nuevo con
ellos, en un sitio donde no existan más
problemas y se terminen los conflictos y
males que le aquejan. Werther deja el encargo
y le escribe a su amigo Wilhelm: “he visto los
campos por la última vez y el cielo. Adiós
también madre mía, mi buena madre,
perdóname. Wilhelm, consuélala… ¡Que
Dios se digne bendeciros! Dejo arreglados
todos mis negocios. Adiós otra vez. Ya
volveremos a vernos, y entonces la dicha nos
sonreirá” (Goethe, 2009: 382).
La muerte se presenta como un refugio que
les podrá proporcionar la tranquilidad que
tanto anhelan, ésta se presenta “como una
especie de sueño que nos libera de una breve
e infeliz existencia, que la vida no tiene
sentido si sólo nos esperan sufrimientos y que
lo más razonable en esas condiciones es
ponerle un término” (Cohen, 2007:151). La
muerte se presenta como el sueño eterno el
cual se muestra como una forma placentera
para abandonar la vida, ya no habrá más
sufrimiento, la vida futura se proyecta como
tranquila en un lugar donde serán perdonados
por el acto cometido y los realizados durante
su vida, es una manera de expiar su culpa;
más allá de él no habrá dolor, preocupación
por eventos del mundo terrenal, no habrá
dificultades. En el período de la Edad Media,
menciona Brown “la muerte se veía más
como el paso de una vida a otra (transitus)
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que como un final (terminus), es decir, como
una liberación o incluso como una huida”
(Brown, 2001: 56). Se abandona el mundo
material en búsqueda de la eternidad; la
presencia ya no será de una manera física
pero desde otro sitio podrán velar por el
bienestar de su familia; el “morir… es
dormir… no más. Y con un sueño decimos el
final. Los dolores del corazón y las miles de
aflicciones naturales que nuestra carne
hereda, se acaban. Este momento sería
deseado devotamente. Morir, es dormir… y
dormir, tal vez soñar. […] ese sueño de
muerte que soñamos puede llegar, cuando
hayamos abandonado este despojo mortal”
(Shakespeare, 2005: 71).
Dentro de la religión católica e incluso para
algunas sociedades primitivas, el cuerpo es
sólo la morada de algo más, lo cual es la
esencia de todo ser, que le permite actuar, así
que, aunque el cuerpo quede reducido a
huesos o cenizas la esencia del ser
permanecerá con sus seres queridos y
allegados, continuará brindándoles protección
y ayudarlos en favores cuando sean
requeridos o como a alguien a quien contarle
diversos acontecimientos cuando sea
necesario, aunque también existe el temor a
los muertos ya que se ve en ellos a seres
amenazantes, “se ve en ellos a posibles
aparecidos, a los que hay que satisfacer y
agradar mediante ritos, principalmente para
evitar que causen daño” (Landsberg, 1995:
31). El individuo piensa que al ya no estar
presente físicamente su condición se situará
como un ser inmortal, “por agnóstica o
escéptica que crea ser la persona que proyecte
suicidarse, su acción delata su creencia en
alguna clase de vida futura más soportable
que su vida actual” (Menninger, 1972:19)
quedando presente en la vida de los demás.
Dentro de la literatura también se puede
encontrar que algunos personajes llegan a
dejar cartas, Dostoievski da una descripción a
detalle de lo acontecido y del evento:
Alioscha encontró a su hermano muerto
“encontró a Smerdiakov colgado todavía. En
la mesa había un papel con las siguientes
palabras: «pongo fin a mis días
voluntariamente; no se culpe a nadie de mi
muerte»” (Dostoievski, 1972: 744); evento
posterior a la confesión detallada que hizo a
Iván: el asesinato de su padre mediante
golpes en la cabeza con un pisapapeles de
hierro. El legado del hijo bastardo en relación
a su venganza será tanto hacia el padre como
hacia los hermanos (Iván y Dimitri):
problemas legales (prisión) y el tormento de
haber deseado darle muerte al padre sin tener
el coraje de hacerlo y con ello terminan las
ofensas procuradas por los hermanos hacia
Smerdiakov.
El testimonio de lo ocurrido a Werther
también aparece en sus cartas, situación que
prevalece en la actualidad, en donde, los
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suicidas escriben cartas o mensajes que dejan
sobre algún mueble que esté a la vista de
todos o las entregan a otra persona para que
se la hagan llegar a sus familiares, los escritos
van desde la justificación del acto, aclaración
del por qué llegaron a esa decisión, una
despedida, dejan instrucciones, hasta el
reproche y culpabilizar a determinadas
personas de manera directa. El tiempo es un
factor que juega un papel muy importante, la
situación no es la misma en todos los casos,
muchos individuos planean su muerte con
anticipación, la preparación puede ir desde
escoger el instrumento con el cual se privaran
de la vida; el suicida “escoge su hora y
medita su plan con mucha anticipación. Ni
siquiera le repugnan los medios lentos. Una
melancolía tranquila y que, muchas veces, no
carecen de dulzura, caracteriza sus últimos
momentos. Se analiza hasta el fin”
(Durkheim, 2006: 323) para que el resultado
sea efectivo y no errar, ya que de ser así y
sobrevivir, pueden quedar secuelas que le
dañarían algunas funciones vitales del
organismo, llegando incluso a perder la
capacidad de movimiento para poder
desplazarse.
En la actualidad la tecnología permite que
cuente con una infinidad de posibilidades
para dejar algún mensaje, se pueden
expresarse mediante escritos, dibujos, videos,
correos electrónicos y mensajes vía teléfono
celular; para algunos suicidas es de suma
importancia dejar algún testimonio ya que,
con estos tratan solucionar los asuntos
pendientes y que después de desaparecer se
dé cumplimiento a su última voluntad,
tratando de se puedan generar conflictos entre
sus familiares, incluso pueden hacer
recriminaciones por deudas, relaciones
afectivas o de carácter amoroso; con las
cartas o mensajes póstumos se puede inferir
los motivos, circunstancias en que acontece el
evento, cual es la situación y el sentir que
vive el sujeto para llevar a cabo tal
determinación y lo que pudo provocar tal
desenlace. Por lo general los documentos son
realizados con días de anticipación al evento,
están cargadas de emociones y sentimientos
como puede ser reproches, agradecimientos,
vergüenza, sentimientos de abandono y
venganza, dando a conocer sus malestar
físico, incluso el suicida puede llegar a pensar
que con el acto y su partida se restituye un
orden dentro del grupo familiar, que se
establece la calma y tranquilidad que se
necesita en el grupo, entrega su vida en
sacrificio hacia el bienestar de los demás;
algunas ocasiones la muerte se percibe como
una transición hacia el paraíso, se piensa que
tras su muerte estará mejor en un lugar en
donde no habrá más sufrimiento ni
contrariedades por lo que, si la vida comienza
a verse como un problema al cual hay que
darle una solución, únicamente se puede
resolver dejando de vivir; “el ser humano
siente horror del sufrimiento y busca la
felicidad. Si el hombre se mata, casi siempre
es para escapar del sufrimiento de esta vida
El suicidio. Una aproximación desde la literatura Víctor M. Gómez Patiño
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hacia una felicidad y una tranquilidad
desconocidas” (Landsberg, 1995: 120), el
individuo tiene la creencia de que sus
familiares podrán contar con su presencia
aunque ya no de manera física, esta si será
eterna, y podrán contar con él en cualquier
instante y ante cualquier situación que se les
presente; se cree que de cierta forma puede
ser una victoria sobre la muerte.
El cuerpo pasa a ser un despojo, y en
ocasiones, en el suicidio adquiere la función
de proyectil, la muerte puede ir dirigida a que
otra persona se sienta culpable de que se
llegue a tomar esa decisión, dejando
remordimientos y culpas por no haber
prestado la atención ni cedido ante la otra
persona, sin duda, el cuerpo tiene relevancia
en el acto puesto que, los suicidas además de
dejar cartas, mensajes y notas impresas en
papel, también pueden utilizar el cuerpo cual
lienzo para plasmar con tinta algún mensaje.
Conclusión
La literatura referente al suicidio es extensa,
filósofos y escritores además de llegar a
atentar en contra de su vida al grado de
perderla, llevan a algunos personajes dentro
de sus obras a tomar la misma decisión, están
condenados a tener el mismo fin; la novela se
convierte en “el paraíso imaginario de los
individuos. Es el territorio en el que nadie es
poseedor de la verdad […], pero en el que
todos tienen derecho de ser comprendidos”
(Kundera, 2004: 175), escritores crean y
representan el mundo en que habitan, Barthes
menciona que “la literatura se afana por
representar algo. ¿Qué? Yo diría brutalmente:
lo real” (2004: 127); es precisamente la
novela la que nos permitirá conocer eventos y
temas que han transcurrido a lo largo de
nuestra existencia, mediante la literatura, el
lenguaje y la creatividad del escritor,
podemos observar que algunos problemas
persisten en la actualidad.
Aunque no toda la gente piensa en morir,
unas personas si se preparan para el final,
piensan en dejar en orden sus asuntos
mediante testamentos, más aún cuando
conocen el mal que los llevará a terminar con
su existencia; no obstante, asumen el hecho
de continuar viviendo, tal vez ante el temor
de dejar desprotegida a su familia y por no
saber qué puede pasar más allá de la muerte,
eligen soportar las intemperancias que tienen
en la vida; “¿quién podría tolerar tanta
opresión, sudando y gimiendo bajo el peso de
una vida agotadora, si no fuera por el temor
de que existe una cosa más allá de la muerte:
el desconocido país, de cuyos límites ningún
viajero regresa, que nos llena de dudas y nos
hace sufrir esos males que tenemos, antes de
ir a buscar otros que no conocemos?”
(Shakespeare, 2005: 71-72), existen
individuos que prefieren no esperar a que la
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muerte les llegue de manera natural o pensar
que pueda alcanzarlos de manera accidental y
prefieren darse muerte por sí mismos y
terminar con sus problemas, optan por
liberarse de los males que les aquejan y de
liberar a la familia del sufrimiento o por el
contrario de culparlos de su muerte.
El suicidio es un fenómeno de interés para
diversas disciplinas, ya sean éstas de carácter
jurídico, político, filosófico, histórico,
psiquiátrico, médico, literario e incluso hasta
de índole religioso, a decir de Barthes “todas
las ciencias están presentes en el monumento
literario. Por esto puede decirse que la
literatura, […] es absoluta y categóricamente
realista: ella es la realidad, o sea, el
resplandor mismo de lo real” (Barthes, 2004:
124), la mayoría trata de indagar las causas
de obrar de los individuos, los cuales buscan
deliberadamente autoinfligirse daño al grado
de privarse de la vida; para la sociología es de
gran interés por considerar que el fenómeno
responde esencialmente a causas sociales y
no como anteriormente se asumía, que era
únicamente un acto individual; “lo que busca
son las causas por medio de las que es posible
obrar, no sólo sobre los individuos
aisladamente, sino sobre el grupo”
(Durkheim, 2006: 45).
Reproche, venganza, problemas de índole
amoroso, económico o familiar, enfermedad
física o mental; realmente es difícil conocer
la etiología del suicidio, cada una de las
disciplinas tendrá una postura diferente y
realizará aportes que posiblemente ayuden a
conocer más sobre el fenómeno ya que, no
existe sociedad alguna que esté libre del
fenómeno del suicidio; Durkheim trata de
desmitificar todo lo que rodea al fenómeno,
menciona que los factores naturales (factores
cósmicos), económicos y congénitos no son
los principales elementos que predisponen a
los individuos para matarse, que “no es
precisamente el medio físico el que la
estimula de una manera directa; sobre todo,
no es él el que marca su huella en la marcha
de los suicidios. Esta marcha depende de
condiciones sociales” (Durkheim, 2006: 128).
Muchos de los factores que se pensaban eran
la causa de que una persona se prive de la
vida no lo son realmente ya que, el fenómeno
tiende a estar encausado por el ámbito social
en que se desenvuelve el individuo, por las
relaciones que sostiene con los demás
integrantes del grupo; no se niega la
existencia en algunos casos de enfermedades
de índole mental, las cuales colocan al
individuo en una estado de vulnerabilidad que
le permita llevar a cabo el acto. La muerte,
cuando llega de manera inesperada, cuando la
persona se encuentra en condiciones
favorables en cuanto a salud se refiere, se
percibe como algo increíble y a su vez como
algo que horroriza, imposible de creer,
“únicamente la experiencia de la muerte del
otro nos enseña lo que son, cualitativamente,
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la ausencia y el alejamiento” (Landsberg,
1995: 42).
Aunque las prácticas hacia los cuerpos y
familias de los suicidas han cambiado, estas
quedan devastadas, con el estigma y la
vergüenza por lo acontecido, en muchos
casos se trata de justificar el actuar del
individuo, se suele “atribuir el suicidio a una
enfermedad mental excusa y, aparentemente,
desestigmatiza el hecho como la
consecuencia no deseada de la enfermedad, al
mismo tiempo lo incrimina y estigmatiza de
nuevo como una temida manifestación de la
locura” (Szasz, 2002: 24).
Las afectaciones de tipo mental están
presentes en los individuos, pero son en un
número reducido y no como reflejan las
estadísticas, ya que estas se elaboran en base
a la declaración de los familiares, los cuales
arguyen que el deceso se debió a un mal de
esta índole; comentan que el suicida llevaba
años padeciendo alguna enfermedad y que se
encontraba en tratamiento psiquiátrico. En
algunos casos, sobre todo de los suicidas que
ingieren sustancias o medicamentos, la
muerte les llega cuando se encuentran en el
hospital, debido a que la dosis no es
suficientemente letal para causar la muerte de
una manera instantánea, pero no por esto deja
de ser suicidio, la intención y el fin del acto
es quitarse la vida, pues “se mata uno lo
mismo rehusando alimentarse, que
destruyéndose por el hierro o por el fuego, y
no es tampoco necesario que el acto
producido haya sido el antecedente inmediato
de la muerte, para que ésta pueda ser
considerada como efecto suyo; la relación de
causalidad puede ser indirecta, sin que el
fenómeno cambie por esto de naturaleza”
(Durkheim, 2006: 32).
Existen algunos casos en donde los familiares
declaran que antes del evento, el suicida
había escuchado sobre algún caso por lo que,
refieren a que posiblemente el acto fue por
imitación, “en realidad, lo que puede
contribuir al desarrollo del suicidio […] no es
el hecho de hablar de él, sino la manera como
se habla [de él]” (Durkheim, 2006: 152), ya
que se puede ejercer una influencia en el
individuo por conocer este los por menores
del acontecimiento o por el hecho de
cuestionarse sobre la vida o por la muerte;
situación similar a la que se le atribuyó al
libro de Goethe, debido a que muchos
jóvenes que tenían problemas de índole
amoroso y lo habían leído, tomaban la misma
salida que Werther.
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