Facultad de Filosofía y LetrasUniversidad de Buenos Aires
Seminario: Literatura Popular y Cultura de Masas
Profesor: Dr. Miguel Vedda
Configuración del gothic villain enEl Castillo de Otranto, El Italiano y La mujer de blanco
Alumno: Diego Hernán Martin
Email: [email protected]
Segundo Cuatrimestre del 2015
El terror es un elemento indispensable, constitutivo y estructurador de la novela gótica.
O lo que Chesterton definía como el placer inconfesable de los “buenos libros malos”.
El horror asociado al mal, se funden en la piel del villano gótico y se nos muestra un ser
perturbador y satánico que está condenado a vivir en un mundo en el que no encaja y
que encarna la ruptura de los valores establecidos en su comunidad. Son monstruos
morales que traen el caos a la sociedad en la que viven.
Los villanos que compararemos son: Manfred del “Castillo de Otranto” de Horace
Walpole, el monje Schedoni de “El Italiano o el confesionario de los penitentes negros”
de Ann Radcliffe y el Conde Fosco de “La Mujer de Blanco” de Wilkie Collins. Aunque
en esta última novela tanto Mr. Glyde Percival como el Conde Fosco ocupan el rol de
villanos, mi esfuerzo se concentrará en el rol del Conde Fosco para no sobrepasar las
cinco páginas requeridas para este trabajo.
El villano gótico ansía poseer poder (como Manfred) o prestigio (como Schedoni) o
dinero (como el Conde Fosco) y tiene poca o ninguna capacidad de sentir empatía
hacia otros seres humanos. Sus víctimas y sus rivales no le merecen más que
desprecio, y es que la clave de la personalidad del villano y, su mayor debilidad, es su
complejo de superioridad. Él está completamente seguro de ser más inteligente, más
listo, más efectivo que los héroes enemigos, pero acaba cayendo en la trampa de su
propia autoestima cometiendo errores nacidos de una excesiva confianza en sí mismo.
El héroe, sin embargo, a menudo, duda de su propia heroicidad. El Bien se presenta
como paternalista o encarado en figuras de autoridad relacionadas con la clase
aristocrática. El Bien siempre triunfa, y esto caracteriza los “happy endings” de estas
novelas. Pese a lo mucho que nos atraen, celebramos la derrota del villano, que es casi
siempre inevitable, porque enaltece nuestro sentido de la justicia. Cuando se acaba con
los villanos, todo el mal se acaba también. El malvado suele ser destruido al final y el
relato dura, entonces, mientras dura el misterio; cuando la realidad o la explicación se
imponen, el relato llega a su fin.
Otra distinción que haré para situar la configuración del villano gótico es diferenciarlo
del psicópata asesino.
Ambos son psicópatas, es decir, personas incapaces de sentir simpatía hacia otras
personas y de distinguir entre el bien y el mal; personas incapaces, por lo tanto, de
poner barreras a sus inclinaciones criminales. La gran diferencia entre el villano y el
psicópata asesino es que el primero comete sus crímenes, casi siempre sin ni siquiera
mancharse las manos de sangre, en un contexto social y político que le es favorable –
por ejemplo, un régimen feudal que Manfred maneja a su antojo en el ”Castillo de
Otranto”– o en sistemas criminales al margen de la ley, en tanto que el psicópata
asesino es un criminal aislado que necesita del contacto sangriento con sus víctimas,
viva en la sociedad que viva. El asesino se conforma con el breve poder que consigue
sobre su víctima y sobre el sistema policial gracias a sus crímenes, mientras que el
villano aspira a conseguir un poder más estable, sea como sirviente o como amo del
aberrante sistema político-social que él ayuda a establecer o a mantener. A pesar del
horror que nos inspiran los actos del asesino en serie, el villano es un monstruo moral
mucho más amenazador y mucho más cercano a la realidad de la vida diaria.
Lo siniestro del villano góticoEl elemento generador de miedo ocurre cuando la presión ejercida por los sistemas de
autoridad, sean religiosos o políticos, llevan a la pérdida de la individualidad, puesto
que somete y despoja a sus subordinados de todo derecho y hasta de su voluntad.
A su vez, el miedo siempre se asoció a lo subterráneo, al horror de la violencia y, a su
vez, a la liberación de lo familiar, y eso ha generado atracción y rechazo en las lectoras
de las novelas triviales. En ese sentido, lo subterráneo se ha manifestado siempre
como algo siniestro (en el sentido freudiano).
El concepto de "lo extraño inquietante" que Freud desarrolla en su artículo “Lo
Ominoso” de 1919, también ha sido traducido al castellano por "Lo Siniestro" y quizás
sea así más explícito. Antes de Freud, Schelling, el filósofo alemán del romanticismo,
define la noción de "extrañeza inquietante" (en alemán unheimlich) como "lo que debía
de haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado".
En lo extraño inquietante, el juego dialéctico de lo familiar y de lo extraño se complica
extraordinariamente, por el hecho de que está concentrado en el mismo objeto (familiar
y extraño a la vez). Lo paradójico consiste en que la fuente de pavor no es lo extraño
en su oposición inmediata a lo familiar, sino que lo que antes era familiar, emerge bajo
un aspecto amenazante, peligroso, siniestro. Algo familiar antiguamente, que se vuelve
ajeno y temido por el proceso fallido de la represión
Dice Freud: “Lo siniestro se da frecuentemente y fácilmente, cuando se desvanece el
límite entre la fantasía y la realidad; cuando lo que habíamos tenido por fantástico
aparece ante nosotros como real, cuando un símbolo asume el lugar y la importancia
de lo simbolizado.” (Freud, Lo Ominoso, ed. Amorrortu, Pág. 40)
En resumen, se da la sensación de lo siniestro cuando algo sentido y presentido,
temido y secretamente deseado por el sujeto se hace, de forma súbita, realidad.
Características físicas y emocionales del villano gótico Estos personajes siniestros están configurados con características especiales, tanto a
nivel físico como emocional. La literatura gótica va a utilizar mucho la descripción, tanto
física como psíquica, cuyas características suelen asociarse, ya que es muy importante
que produzcan desagrado. En el siglo XVIII, los rasgos amenazantes están en los
malvados, que generan miedo y rechazo. Los buenos destacan por sus rasgos
angelicales y su apariencia noble.
En las tres novelas, vemos que el poder de la mirada es el rasgo físico más fuerte de
los tres villanos. Por ejemplo, en la Mujer de blanco, Marian describe al conde Fosco
como: “la señal más peculiar que le hace único y que le deja fuera de filas está en la
expresión extraordinaria y en la fuerza de sus ojos” (Collins, 2008, Pág. 321)
A nivel emocional, los domina un alto carisma que les permite la seducción de su
comunidad, cualidad que también provoca terror. En la Mujer de Blanco, Marian
describe este punto en el conde Fosco: “los rasgos más insignificantes de este hombre
tan extraño tienen algo que impresiona por su originalidad y que le dejan a uno perplejo
por lo contradictorios que resultan entre si. Con lo gordo que es, sus movimientos
poseen una ligereza y una elasticidad pasmosas. Cuando se halla en la misma
habitación que nosotras, es tan silencioso y suave como cualquier mujer. Aun hay más:
con toda la fuerza de su mirada, y con la inequívoca potencialidad y dominio que
demuestra, es más nervioso y sensitivo que cualquiera de nosotras” (Collins, 2008,
Págs. 321, 322)
El primer villano gótico aparece en el Castillo de Otranto y está encarnado en Manfred
que tiene un doble estatuto de villano tanto a nivel familiar (ya que es el pater familias e
impone una ley muy ruda, y por momentos delirante, dentro de su propia familia) y a
nivel político (por ej., es tan malo que no se pone al servicio de su pueblo y nunca se
olvida de si mismo por que su interés es perpetuar a su linaje en el poder del estado). A
diferencia de Schedoni, Manfred no controla su propia cólera, sino que la cólera lo
domina. Esta falta de autocontrol es un signo típicamente plebeyo, porque él es un
usurpador del trono, y su interés particular y privado domina su actuar por sobre la cosa
pública. Para realizarlo no tendrá ningún tipo de compasión, emoción que no
caracteriza a ninguno de nuestros tres villanos. La compasión es una virtud
aristocrática y se define por la capacidad de llorar por los otros. Jerome es el personaje
que encarna el opuesto de Manfred y es el padre del verdadero heredero y llora porque
es compasivo y pone limites al déspota plebeyo Manfred. A su vez, el héroe de esta
novela esta encarado por el bondadoso Theodore que es el joven noble, trabajador,
incapaz de mentir, poseedor de una valentía sin límites y muy compasivo, lo que
denota una cualidad aristocrática (que posteriormente se confirma en en la novela).
Además Theodore posee la cualidad del autocontrol de las emociones, que es un rasgo
aristocrático.
La cualidad plebeya de Manfred se denota también en el hecho de ser supersticioso y
que se burla de la Providencia, pero que paradójicamente, al terminar la novela, es
encerrado en un convento.
Manfred representa la contracara de la víctima indefensa; un varón cruel, tirano,
implacable, compendio de todos las vilezas del ser humano que esconde un pasado
oscuro e inquietante y que somete continuamente a los personajes femeninos que
están relacionados a el (por ej., a su mujer, Hipólita, y a su hija, Matilde).
En la última de las novelas de Ann Radcliffe, El italiano, siguiendo el ejemplo de su
colega Lewis, decide dar un siniestro protagonismo a la Iglesia de la mano de la
Inquisición. Prueba de ello es la creación del monje Schedoni como fuente de toda
maldad y personaje de oscuro corazón. Según este género, el Diablo y el villano son
dos caras de la misma moneda, siendo el villano una encarnación puramente humana
del mal que solía atribuirse a la influencia del demonio. A diferencia del villano de Lewis
en El Monje, (que se termina convirtiendo en un violador), Radcliffe dio a Schedoni
características prácticamente asexuadas (Buscar la CITA). La característica mas
importante de las novelas de Radcliffe es lo sobrenatural explicado, es decir que al final
hay una explicación racional de los hechos que parecen sobrenaturales, así el terror
para ella esta a mitad de camino entre el horror (que paraliza) y la rutina (que hace al
lector leer libros)
La venganza es también un motor poderosísimo en la conducta del villano, quien a
menudo se obsesiona con ella hasta el punto de creer que sólo él puede impartir su
propia justicia, con la consiguiente indefensión para las víctimas que se interponen en
su camino hacia la satisfacción. El villano amoral sediento de poder no deja de ser una
fantasía consolatoria como el Diablo, ya que mientras éste servía para convencernos
de que el mal no está en nosotros sino en algo externo que puede controlarnos, el
villano sirve para que nos dejemos persuadir por la idea de que el mal sólo reside en
ciertas personas de psicología aberrante, y no potencialmente en todos nosotros. Lo
cierto, sin embargo, es que la conducta de la gran mayoría de villanos no tiene otra
explicación que la innata tendencia del hombre a dominar a sus semejantes, de la
misma manera que la heroicidad no tiene otro fundamento que la resistencia natural a
ceder el control sobre nosotros mismos. De hecho, héroe y villano son muy parecidos
en sus pasiones, su inteligencia y sus recursos físicos, distinguiéndose solamente por
su inclinación por el mal o el bien, tan arbitraria en un caso como en el otro
En La mujer de blanco, el lector se ve arrastrado por un suspenso continuo gracias a la
destreza narrativa de Wilkie Collins y a los portentosos retratos de sus personajes.
El personaje que resulta más interesante de todos es el conde Fosco por sus
maquiavélicos planes y su sibilino comportamiento. El misterioso aristócrata italiano es
la gran gloria de esta novela. Sir Percival se convierte al lado de Fosco en un, mero
títere en sus manos. Descrito como un Napoleón con sobrepeso, subordina al resto de
los personajes: “En gran escala se parece de una manera extraordinaria a Napoleón el
Grande. Sus facciones poseen la misma esplendida corrección de líneas y su
fisonomía evoca la majestuosa serenidad, la potencia indomable de aquel gran soldado
[…] Estoy pensando que esta fuerza y dominio, cuyo origen quiero encontrar, radica en
sus ojos” (Collins, 2008, Pág. 320).
Fosco es el conde de intenciones oscuras, de pasado siniestro pero con talento. La
conspiración que relata la novela es obra suya y es una argucia muy notable. Pero lo
que le hace grande es su tempestuoso uso de la lengua, su arrolladora personalidad,
su soberana confianza. Sus más enconados enemigos no pueden dejar de percibir este
aura carismática. Marian lo odia, pero se siente, en todo momento, involuntariamente
halagada por la evidente inclinación del conde hacia ella: “Casi me asusta confesarlo
[..] Este hombre me interesa, me atrae y consigue gustarme. En solo dos días ha
conseguido que yo le estime, y no soy capaz de explicar como se ha obrado este
milagro” (Collins, 2008, Pág. 318)
El conde Fosco tiene caudales de ternura para sus animales de compañía, en especial
su malévola cacatúa y sus ratones blancos: “una de sus mas extrañas peculiaridades
sobre las que acabo de mencionar, su extraordinaria ternura para con los animales.”
(Collins, 2008, Pág. 322)
Casi me siento tentado a incluir entre las mascotas a su mujer, madame Fosco, porque
su relación es de amo y perro fiel. Madame Fosco carece por completo de personalidad
propia, como si la fuerza gravitacional de su marido se la hubiera absorbido: “Quien es
el conde? Diré solo dos palabras; es un hombre que parece domar a todo el mundo. Si
en lugar de haberse casado con una mujer se hubiese casado con una tigresa, la
habría domado también.” (Collins, 2008, Pág. 318)
Bibliografía:
Martinez de Mingo, Luis: Miedo y literatura, Madrid, Edaf Ensayo, 2004