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    El mi agro del ciclismodevuefve a a ciudad s u carcterde tierra de aventura o, almenos, de travesaEl ciclismo es un humanismo:

    Pedaleo, luego existoArriba la s bicicletas, paracambiar la vida!

    l.,*8 ?-'3 T*xiv-x v_ y

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    Titulo o r i g i n a l en francs: loge de la bicydetteCO 2008, ditions Payot St RivagesTraduccin: Alcira BixioDiseo de cubierta: Departamento de diseo Editorial GedisaDiseo interior e ilustraciones: Marco SandovalI ma g e n de cubierta inspirada en la obra de Ramn CasasRamn Casas i Pere Romeu en un tndem.Museu Nacional d'Art de Catalunya.Primera edicin: junio de 2009, BarcelonaDerechos reservados para todas las ediciones en castellano

    Editorial Gedisa, S.A.Avda.delTibidabol2,3.08022 Barcelona (Espaa) . . -Tel. 93 253 09 04Fax 93 253 09 [email protected]: 978-84-9784-325-6Depsito legal: B.22979-2009Impreso por Romany VallsImpreso en EspaaPrinted in SpainQueda prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio deimpresin, en forma idntica, extractada o modificada, de esta versincastellana de la obra.

    NDICEPrlogo: Del recuerdo a la utopa

    La bicicleta, del mito a la utopa 15

    El mito vivido 21El mitoy la historia 23

    El descubrimiento de uno mismo 37El descubrimiento de o s otros 43

    La crisis 49El mito en ruinas 52

    La urbanizacin del mundo:en busca de la ciudad perdida 60

    Salida de la crisis? 64La utopa 77

    Bicilibertad 79La juventud delmundo 87

    El efecto pedalada 93Nuevamente con los pies en la tierra 99

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    PRLOGODEL R E C U E R D OA LA U T O P A

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    H/ste libro es una reflexin en torno al recuerdo, elmito y la utopa. En mi adolescencia,el mito era param elTour de Francia y, ms concretamente,el ciclis-ta italiano Fausto Coppi, que me fascinaba, porquereuna todos los atributos de un hroe mtico. En1949, cuando alcanz su primera victoria, yo tenatrece aos; cuando logr la segunda, ya haba cumpli-do los diecisis. Y cuando Federico Bahamontes, elguila de Toledo, se impuso en el Tour de Franciade 1959, haca un tiempo que mi adolescencia habaquedado atrs (si bien es cierto que en el corazn detodo ser humano siempre, en algn rincn, late ador-

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    mecido ese adolescente que alguna vez fuimos). Poraquel entonces,yo ya era menos sensible o al menosestaba menos atento a la dimensin mtica de loshroes delTour, del Giro y de la Vuelta. Para evocarel deporte ciclista y a sus hroes, slo hago referenciaen esta obra a ese breve momento de mi primera ju-ventud en que an senta instintivamente la grandezapica de esa lucha en la que se medan los gigantesde la carretera. Cuando surgi, Bahamontes mostrespectacularmente todas las cualidades de un hroede epopeya, pero yo ya no era el mismo. A mis ojos,Anquetil y luego Hinault no fueron ms que grandescampeones, no mitos. Ciertamente, el deporte poseeuna fuerza capaz de obrar el milagro de que el mitorenazca, slo que ste reverdece, eternamente joven,para otras generaciones. Y as, nos ensea a aceptarel paso del tiempo. El mito de antao adquiere lastonalidades del recuerdo y ese mito del ayer, para m,como digo, fue italiano. No obstante, si volvemosnuestra mirada hacia el futuro, el mito se reviste conlos colores de la utopa. Nuestra juventud ya no re-

    PRLOGO: DEL RECUERDO A LA UTOPA '5

    tornar y ay! es muy probable que nunca lleguemosa ver ciudades en las que slo se circule en bicicleta.Pero tal vez s podamos, colectivamente, acercarnosaese ideal, as como podemos, individualmente, aproxi-marnos al pasado apelando a la memoria. En amboscasos, setrata de intentar rememorar elmito para des-mitificarlo, y as si todo sale bien hacerlo realidad.

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    L_A BICICLETA,DEL MITO A LA UTOPA

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    IN ade puede hacer un elogio de la bicicleta sin ha-blar de s mismo. La bici fo rma parte de la histo-ri a de cada uno de nosotros. Su aprendizaje remitea momentos particulares de la infancia y la adoles-cencia. Gracias a ella, todos hemos descubierto unpoco de nuestro propio cuerpo, de sus capacidadesfsicas, y hemos experimentado la libertad a la queest indisolublemente ligada. Para alguien de mi ge-neracin, hablar de la bicicleta es pues evocar, fatal-mente, muchos recuerdos. Pero esos recuerdos no sonslo personales; estn arraigados en una poca y enun medio, en una historia compartida con millones

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    IB ELOGIO oe LA BICICLETAde otros. Despus de la Segunda Guerra Mundial, elciclismo, como deporte eminentemente popular, re-cobr una dimensin pica, particularmente cuandose reinstaur elTour de Francia. Hoy esta dimensinsobrevive a pesar de la crisis vinculada con las des-viaciones del deporte profesional y del doping. Estacrisis es grave por mltiples razones, pero sobre todoporque atae a la memoria ntima y a la mitologapersonal de cada individuo. Sin embargo, tal vez estamisma razn lo sea tambin de su resolucin, pueslos mitos tienen una vida resistente.Y adems, la po-ltica de la ciudad llega al rescate. En el mismo mo-mento en que la urbanizacin del mundo condena aque el sueo rural se refugie en el clich de la natu-raleza acondicionada (los parques naturales) o en lossimulacros de la naturaleza imaginada (los parquesde diversiones), el milagro del ciclismo devuelve a laciudad su carcter de tierra de aventura o, al menos,de travesa. Desde hace mucho tiempo ese milagrosumaba encanto a ciudades como Amsterdam o Co-penhague y aoradnos encontramos con que los pla-

    LA BICICLETA, DELMITO A LA UTOPA 19

    nificadores de nuestras ciudades comienzan, a su vez,a creer en los milagros e intentan, no sin esfuerzosni torpezas, ponerlos en prctica en dos de las ciu-dades francesas ms congestionadas por el trnsitode automviles. Tanto en Pars como en Lyon, dejarbicicletas a disposicin de los habitantes o de los tu-ristas casi equivale a obligarlos a verse, a encontrarse,a socializar las calles,a reconstruir lugares de vida y asoar la ciudad. Pero ya no estamos en el 68. Hoy,cambiar la vida es, en primer lugar, cambiar la ciudad.Hay mucho por hacer y lo que se hizo no siempre es-t bien hecho. Pero que una utopa haya encontradosu lugar, ya es algo nada desdeable.

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    Q-MITOYLAWISTORIAH/mpecemos por algunas fechas y algunas referen-cias. Las citar sin ordenar con objeto de que aque-llos que no fueron testigos puedan entender en partecmo fue aquel particular momento que se vivi afines de la dcada de 1940. Al salir de las peores atro-cidades de la historia, al da siguiente de las primerasexplosiones atmicas, en vsperas de lo que pronto sedenominara el equilibrio del terror, en una Europaque, sin embargo, en muchos aspectos no haba salidoenteramente del siglo xix, la necesidad de vivir se ex-presaba como nunca antes.La clase trabajadora existay a pesar de todo lo que algunos saban o deberan

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    ELOGIO DC LA BICICLETAhaber sabido de las ambigedades y de los crmenesdel campo sovitico crea en el futuro del socialis-mo. La bicicleta, instrumento indispensable para laspersonas ms modestas, era tambin un smbolo delos sueos y la evasin: expresaba la ambivalencia deuna situacin en la que las durezas del presente anse medan con la vara de las promesas del futuro. La-drn de bicicletas [Ladri di bicicleta], de Vittorio deSica, es de 1948;Da de fiesta [Jour de fte], de Tati,de 1949.En ese mismo ao Fausto Coppi, campenmundial de persecucin, gana el Giro de Italia y elTour de Francia. Ladrn de bicicletas, obra maestrainaugural del neorrealismo italiano, cuenta las angus-tias y andanzas de un desocupado de los arrabales deRoma que consigue un empleo consistente en pegarcartelones y que implica el uso de una bicicleta, he-rramienta indispensable de trabajo que l, sin embar-go, ha empeado das antes en el montepo. Su mujerdebe entregar tres pares de sbanas para recuperarla.El filme relata las peripecias del da en que a nuestrodesdichado hroele roban la bicicleta, sus intentos

    EL MITO VIVIDO

    por encontrar al ladrn y cmo luego, expulsado delbarrio donde habita el ratero, trata de robar a su vezuna bicicleta, cae preso y termina la jornada hundi-do en la vergenza y la desesperacin. Da de fiesta* es un filme burlesco que se desarrolla en el marcodel ambiente campesino f rancs . El personaje delcartero que interpreta Jacques Tati no tiene ningnaspecto trgico. Desgarbado, algo torpe, objeto delas burlas amables de quienes lo rodean, es esencial-mente mimtico. Haciendo el papel del cartero comoel camarero de la cafetera de Sartre haca el papelde camarero, dndose aires de ciclista avezado cuan-do ve pasar a los participantes de una carrera localdonde compiten los jvenes de la regin, slo existepara la mirada de los dems, pero nadie lo observaverdaderamente. Encarna una f o r m a determinada desoledad y de pobreza, pero en una versin liviana yhumorstica. Fausto Coppi trabajaba de joven en unatienda de embutidos y entregaba los pedidos en bi-cicleta, como un poco despus entregara sus panes ycruasanes de la panadera familiar el aprendiz Bobet.

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    En busca de su sueo de convertirse en un verdaderociclista de competicin, comienza como gregario deGino Bartali antes de llegar a ser el hroe perfectode quien hablar Barthes, el campen con el que so-arn generaciones enteras porque encarnaba a la vezel coraje, la inteligencia, el buen porte y la desgracia.Coppi pas, durante algunos aos, de las trivialida-de s del neorrealismo a los esplendores del mito. Mitopoltico, adems, pues, comparado con el conserva-dor Gino Bartali, dolo de los democristianos, Coppise mostraba como un hijo del pueblo que, apreciadopor la prensa de izquierdas, se gan adems la cleradel Vaticano por mantener una romntica aventuraadltera.

    En la misma poca, toda Francia rea escu-chando a Bourvil cantar En bicicleta (compuesta en1947), cancin algo picaresca, aceptablemente puerile inscrita en la tradicin gala de la comicidad rural,pero en la que reaparecan, de un modo pardico ycmico, todos los mitemas de la leyenda ciclista, labicicleta, el corredor y elTour de Francia:

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    < < [ . . . ] De pronto, a quin veo ante m?Una bella muchacha de fresca caritaen bicicleta.[...] Es usted corredor? N o , no soy corredor...[...] Ha dado usted la Vuelta? [Le Tour]. La Vuelta de Franciano,pero he dado mis vueltas [...].

    Para que nazca el mito, hace falta que lo engendre lahistoria, que laspersonas puedan reconocer en l la for-ma trascendida de lo que viven. As, no nos sorprendeque, antes de la guerra, en la poca de lasvacacionespagadas, en los aos 36,37 y 38, las bicicletas simplesy las dobles invadieran las carreteras de Francia y que,en los aos inmediatos a la posguerra, muchos obreroscontinuaran utilizndolas para ir a sus trabajos: poraquel entonces la bicicleta y los campeones ciclistaseran objeto de una especie de culto popular.

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    El hecho de que hoy ese culto vacile en Fran-cia, aparentemente ms pronto que en otros pasesde Europa, se debe sin duda a que se ha distendido,si es que no se ha roto ya, el vnculo entre vida coti-diana y mito. La distancia cada vez mayor entre ellugar donde uno vive y el lugar donde trabaja y lautilizacin sistemtica del automvil han conf inadola bicicleta al terreno del deporte y del tiempo libre.Los velocpedos surcan las carreteras los domingos;algunos jvenes an suean con hacer carrera, una ca-rrera de campen, pero los campeones franceses soncada vez ms escasos. El ciclismo en pista que ya, afinales del siglo xix, cuando Tristan Bernard era di-rector deportivo del veldromo BufFalo, fascinaba aToulouse-Lautrec (pinsese en su dibujo Zimmermanysumquina), este deporte tan popular antes de la gue-rra (Arletty,Mchel Simn y Fernandel se encuentranprecisamente en el Vel'd'Hiv' en Fric-frac, el filme deClaude Autant-Lara de 1939) y en la posguerra inme-diata, particularmente con la carrera de los Seis Das,ya no es un espectculo de moda en nuestra sociedad

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    que, sin embargo, es tan aficionada al espectculo.La reinita1 ya no es lo que era. Pars-Roubaix y elInfierno del Norte fueron perdiendo su aura al mis-mo tiempo que perecan las actividades industrialesen el norte de Francia. Burdeos-Pars desapareci en1988. Las competiciones regionales como la Vueltadel Oeste hace mucho tiempo que desaparecieron,cuando hubo una poca en la que ni los corredoresms prestigiosos desdeaban participar y brillar enellas. En Francia, por lo menos, ya nadie se interesapor los grandes clsicos como Lieja-Bastogne-Lieja,Miln-San Remo o el Giro de Lombarda. Si bienel Tour de Francia an convoca a las multitudes,las restantes competiciones distan mucho de haberconservado en el pas de Bobet, de Anquetil y deHinault el prestigio que tenan hace slo algunasdcadas; un fenmeno que no se repite en los pa-se s nrdicos ni en Italia ni en Espaa, donde el usopopular, cotidiano y func ional (asociado a las activi-1. Petite reine: denominacin popular de la carrera de los Seis Dasen Francia. [N . delEd.]

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    dades profesionales) de la bicicleta se ha mantenidocon mayor fuerza que en Francia. La razn de que losfranceses ya no ganen carreras es que, en Francia, elmito decae y no al revs. Sin embargo, an quedael Tour de Francia. La Vuelta ha ocupado un lugartan importante en el imaginario de los franceses has-ta la dcada de 1980 que incluso los que hoy estn enla treintena sufriran un verdadero trauma si las ame-nazas que pesan sobre el Tour de Francia se hicieranrealidad y la gran carrera, al desaparecer, se llevaraconsigo una parte de la mitologa personal de esosjvenes. Como el mito es tambin una cuestin depalabras, podemos estar seguros de que, en parte, setransmite de generacin en generacin a lo largo delas etapas del Tour y que, en caso de que dejarade disputarse, har falta tiempo para borrarlo de lamemoria colectiva. El Tour de Francia, con sus ilu-siones, es un lugar de la memoria por excelencia.

    Despus de la guerra, yo era ya bastante ma-yor para ir solo a la peluquera (Raya a la izquier-da y bien despejado detrs de las orejas, recitaba

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    yo escrupulosamente), donde me abandonaba a losplaceres prohibidos: la lectura de las revistas de de-portes, Eut y Miroir Sprint Esta ltima haba apare-cido en 1949. Era un semanario con inclinacin porla izquierda y el Partido Comunista. Eut et Club fuecreada en 1947 por Gastn Bnac, con la colabora-cin de Flix Lvitan, periodista deportivo que, en1951, llegara a ser director del Parisin Liber^ co-organizador del Tour de Francia. Ese mismo ao,Eut et Club recibi en su seno a Le Miroir de s Sports,cuya publicacin estaba prohibida desde 1944 por-que el peridico haba aparecido durante la ocupa-cin. L e Miroir de s Sports fue, primero, el subttulodel ttulo Eut et Club pero, a partir de 1956, pura ysencillamente, lo reemplaz. El objetivo confeso deaquel retorno era contrarrestar la influencia del Mi-roir Sprint pero ambos semanarios ya haban desapa-recido en 1968 cuando, en el terreno de las imge-nes, se hizo muy difcil competir con la televisin.Todas estas consideraciones histricas y polticasno estaban a mi alcance cuando, alrededor de 1950,

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    E L O G I O oe L A B I C I C L E T Ayo sumerga la nariz, en el saln del peluquero, enesas revistas llenas de fotografas en las que descubralas caras de los corredores de pista de los Seis daso de mis hroes de leyenda, desde Robic a Coppi.

    En Bretaa, donde transcurran mis largasvacaciones, la bici era popular, por as decirlo. Lospescadores de mar llegaban a los puertos de la re-gin pedaleando; todas las maanas y todas las tardessu s mujeres se dirigan a las fbr icas de conservas ovolvan de ellas, aunque lloviera o el viento soplarafuerte, a bordo de susbicicletas. Las idas y venidas deunos y otros puntuaban los das. Mis itinerarios, en labicicleta azul que me haba regalado mi abuelo, eranms caprichosos pero, en el mes de julio, todas lastardes, alrededor de las cuatro o las cinco, me detenaante la cafetera de la plaza de la iglesia; el cantinerocolgaba en la puerta una pizarra donde haba escritolos nombres de los tres primeros de la etapa del day los tres primeros de la clasificacin general. Aquelfue el momento, entre 1949 y 1952, en que mi admi-racin por Coppi y mi entusiasmo ante el anuncio

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    de su victoria me libraron definitivamente de todochauvinismo. Nunca un campen francs, ni siquieraBobet (que gan el Tour de Francia en 1953), susciten m la admiracin infinita que me inspiraba Coppi.

    Es muy natural que uno piense en La Iladay en La Odisea cuando se acuerda del Tour de Fran-cia. Y ms en la Ilada que en la Odisea porque loque llama la atencin son los combates cotidianos delos hroes. Yoviv esta epopeya sin percibirme de sucondicin de tal, una epopeya que encontraba, porsupuesto, un alimento y un vocabulario en la prensaque yo lea fervientemente por la maana. En rea-lidad, la prensa es una manera de decir, me refie-ro al Tlgramme, nico peridico que, junto con elOuest-France^ llegaba al pueblecito de mis abuelos.Yo despreciaba a los que corran chupando ruedaa su predecesor; siempre tema que, a la manera deVa n Steenbergen, el rey de los sprinters, durante uncampeonato del mundo le robaran la victoria a mi fa-vorito. Admiraba a Magni, el calvo de gran frente, elprncipe del descenso, pero prefera a los escaladores

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    de los pasos de montaa. Crea en los jueces depaz(como se llamaba a los pasos ms altos de los Alpes)como se cree en laJusticia. Las bufonadasde Zaaf,lalinterna roja, me hacan rer hasta llorar.

    En sus Mitologas, Roland Barthes ha ana-lizado magnficamente las figuras retricas median-te las cuales la prensa y la radio naturalizaban a loshombres y humanizaban la naturaleza en sus reporta-jes , con lo cual contribuan a darles un carcter pico.Pero el anlisis de Barthes es estrictamente semio-lgico y contemporneo del acontecimiento. Haceaproximadamente cuarenta aos hacia 1955 queBarthes se interes en los retratos de los hroes delmomento que le proponan la prensa y la radio. Yaquel momento fue precisamente el del gran equipode Francia (con los hermanos Bobet, los hermanosLazarids, Geminiani y Antonin Rolland, fieles ve-teranos, y tambin con Andr Darrigade, la liebre dela s Landas, casi siempre imbatible en la ltima lneaderecha); fue un momento apenas posterior perocon todo posterior al que me haba inspirado emo-

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    ciones inolvidables, pues el reinado de Bobet suce-di inmediatamente al de CoppL Barthes no inte-gra, pues, la dimensin temporal en su evocacin yno nos dice (se no es su propsito) si recuerda lasVueltas de Francia de preguerra, lo s Tours de Francede su infancia. Sin embargo, nosotros podemos re-cobrar esta dimensin temporal leyndolo hoy, puesla mitologa del Tour ya no es la que l descortezabadelicadamente aun cuando, a la manera de un fantas-ma, esa mitologa contina viva en la imaginacin demuchos de los que todava se obstinan en ver pasara los corredores de la Gran Vuelta alentndolos conademanes yexclamaciones.

    Antes de abandonar el Tour de Francia, queindudablemente es la prueba ciclista ms famosa delmundo, debo decir que, a mi entender, sus organiza-dores han perdido el tren de Europa o, ms concre-tamente, que dan de la carrera una imagen comercialde la que, desgraciadamente, se puede sospechar queno se corresponde con algunos aspectos de la reali-dad. En efecto, es paradjico que, en un momento

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    en que se habla tanto de Europa, el deporte ciclistaya no sea el apoyo popular de la geografa regional,nacional y europea. En resumen, el reemplazo de losequipos nacionales o regionales (recordemos que, enla dcada de 1950, el ciclismo francs eran tan ricoque poda alinear a varios equipos regionales en elTour de Francia) por equipos de marcas ha determi-nado el triunfo de la sociedad de consumo. El Tourde Francia pas directamente de la dimensin na-cional a la mundializacin comercial, soslayando ladimensin europea. Los equipos regionales y nacio-nales desaparecieron en 1961, a pesar de un efmeroretorno de los ltimos, en 1967 y 1968. Para dar aentender que el Tour de Francia tiene una dimensineuropea, desde 1947, en diecisis ocasiones se fij lapartida en uno de los pases que limitan con Francia;la primera ciudad de partida alejada del Hexgonofie msterdam, que vio iniciar elTour en 1954. Peronunca se pens en preparar un equipo europeo o va-rios, en relacin con los cuales los equipos nacionaleshabran desempeado el papel que antes cumplan

    -.*.

    EMITO VIVIDO 37los equipos regionales y que habran podido enfren-tarse a los equipos de Amrica del Norte y del Sur,de Asia o de Australia. Lo cierto es que los intentosde hacer una vuelta ciclista de Europa se malograron,como si el deporte ciclista, a causa de su dimensinpopular, hubiese sido un revelador de las dificultadespolticas. De modo que el mito del ciclismo se en-cuentra separado de su dimensin poltica por dosflancos: la bicicleta ya no cumple la misma funcinen las capas populares y el deporte ciclista, a pesar delas notables e inteligentes intervenciones de la tele-visin, contribuye cada vez menos a nutrir el imagi-nario geogrfico, nacional y poltico. Un deporte sinlugares, tiene an su lugar? Tiene razn de ser?

    6DESCUBRIMIENTO DE UNO MISMOEl mito es ms fuerte si encuentra eco en la expe-riencia de aquellos a quienes se les ha relatado. EnBretaa, todos los adolescentes de la dcada de los

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    cincuenta se entrenaban en la carrera corta y veloz(sprint)^ se hacan los listos soltando el manillar enel llano y en las bajadas o se paraban sobre los pe-dales para escalar las cuestas ms empinadas; ensuma, hacan como si sus bicis corrientes fueran losengalanados velocpedos de carrera. En resumen,como el cartero de Da de fiesta, pero tomndose unpoco ms en serio. Como el adolescente que enL as vacaciones de l seor Hulot [Les vacances d e M .Hulot, 1951] desfila con ingenua suficiencia bajo elbalcn de la joven parisiense que est de vacacionesen el lugar. Con ese filme, de 1951, Jacques Tati dabaa los adolescentes masculinos de la poca una bonitay saludable leccin de humorismo. El mismo hu-morismo y la misma ternura que encontramos die-cisis aos despus, en 1967, en la cancin de FierreBarouh y Francis Lai que cantaba Yves Montand,En bicicleta. En aquel momento, muchas genera-ciones se vieron reflejadas en aquella cancin, puesencontraban en ella, reales o soados, recuerdos desu adolescencia:

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    Cuando partamos bien tempranopor lamaana.Cuando partamospor los caminos, en bicicleta [...]

    Pero ni el humor ni la ternura hubieran podidoejercer su encanto con tanta eficacia si, para esosadolescentes de los aos treinta, cuarenta y cincuenta,el uso de la bicicleta no hubiera representado primerouna extraordinaria experiencia de libertad.

    El primer pedaleo constituye la adquisicinde una nueva autonoma, es la escapada, la libertadpalpable, el movimiento en la punta de los dedos delpie, cuando la mquina responde al deseo del cuerpoe incluso casi se le adelanta. En unos pocos segundosel horizonte limitado se libera, el paisaje se mueve.Estoy en otra parte, soy otro y sin embargo soy msyo mismo que nunca; soy ese nuevo yo que descubro.

    Cuando me pongo a pensar en mis primerasescapadas ciclistas me doy cuenta de que eran muyprudentes y modestas, pero nada de eso importa:desde el da en que me fue otorgada la autonomadel velocpedo, mi territorio se ampli maravillosa-

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    40 ELOGIO DC LA BICICLETA EL M I T O VIVIDOmente. En Bretaa, los pocos kilmetros ganadosgracias a mi bici me abran nuevos mundos: de unlado, el mar (las playas a travs de los caminos secun-darios, el puerto de pescadores por la carretera na-cional); del otro, el campo y los bosques (la aventurade recolectar championes desde finales de agosto).Ese cuerpo a cuerpo con el espacio era una prcticaindita y exaltante de soledad. Ese cuerpo a cuerpoconmigo mismo era una experiencia ntima: estabahaciendo el aprendizaje de mis posibilidades y mislmites; con la bici no se puede hacer trampa. Todapresuncin excesiva recibe su inmediata sancin; misistema de cambios slo tena tres velocidades, perotuve que aprender a utilizar las tres para no detener-me en la empinada cuesta que haba que escalar convalenta, al regresar, si uno quera evitar la vergen-za de entrar en el pueblo empujando su bicicleta amano. Aprend a aprender, me disciplin y cuando, alfinal de las vacaciones, logr subir hasta la plaza de laiglesia en tercera y sin pararme en los pedales, supeque me haba hecho ms fuerte.

    Se sabe que una vez que uno aprendi a an-dar en bicicleta, como a nadar, ya no lo olvida. Perohay algo ms. El conocimiento progresivo de unomismo al que corresponde el aprendizaje de la bicideja huellas inolvidables e inconscientes. Hay aquuna paradoja que le da su originalidad: la paradojadel tiempo y de la eternidad, si se quiere. Los jve-nes que montan una bicicleta viven la experienciaconquistadora de su cuerpo. Es una experiencia deconquista porque esos jvenes estn, como se sueledecir, en la flor de la edad. Ms o menos fornidos,ms o menos veloces, ms o menos talentosos, todosson, en principio, vigorosos y se miden con el relievedel espacio proyectndose en l; saben que hay mo-mentos en que pueden hender el aire con mayor vigory entonces sienten la sensacin de tener el mundobajo sus pedales, por as decirlo. Esta sensacin seborra con el uso y desaparece en algunas horas paradar lugar a la fatiga. Tambin se hace ms rara con laedad, sobre todo cuando a uno le falta entrenamiento.En este sentido, montar en bicicleta es aprender a

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    40 ELOGIO oe u\BICICLETAmente. En Bretaa, los pocos kilmetros ganadosgracias a mi bici me abran nuevos mundos: de unlado, el mar (las playas a travs de los caminos secun-darios, el puerto de pescadores por la carretera na-cional); del otro, el campo y los bosques (la aventurade recolectar championes desde finales de agosto).Ese cuerpo a cuerpo con el espacio era una prcticaindita y exaltante de soledad. Ese cuerpo a cuerpoconmigo mismo era una experiencia ntima: estabahaciendo el aprendizaje de mis posibilidades y mislmites; con la bici no se puede hacer trampa. Todapresuncin excesiva recibe su inmediata sancin; misistema de cambios slo tena tres velocidades, perotuve que aprender a utilizar las tres para no detener-me en la empinada cuesta que haba que escalar convalenta, al regresar, si uno quera evitar la vergen-za de entrar en el pueblo empujando su bicicleta amano. Aprend a aprender, me disciplin y cuando, alfinal de las vacaciones, logr subir hasta la plaza de laiglesia en tercera y sin pararme en los pedales, supeque me haba-hecho ms fuer te.

    EL M I T O VIVIDO 4iSe sabe que una vez que uno aprendi a an-

    dar en bicicleta, como a nadar, ya no lo olvida. Perohay algo ms. El conocimiento progresivo de unomismo al que corresponde el aprendizaje de la bicideja huellas inolvidables e inconscientes. Hay aquuna paradoja que le da su originalidad: la paradojadel tiempo y de la eternidad, s se quiere. Los jve-nes que montan una bicicleta viven la experienciaconquistadora de su cuerpo. Es una experiencia deconquista porque esos jvenes estn, como se sueledecir, en la flor de la edad. Ms o menos fornidos,ms o menos veloces, ms o menos talentosos, todosson, en principio, vigorosos y se miden con el relievedel espacio proyectndose en l; saben que hay mo-mentos en que pueden hender el aire con mayor vigory entonces sienten la sensacin de tener el mundobajo sus pedales, por as decirlo. Esta sensacin seborra con el uso y desaparece en algunas horas paradar lugar a la fatiga. Tambin se hace ms rara con laedad, sobre todo cuando a uno le falta entrenamiento.En este sentido, montar en bicicleta es aprender a

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    ELOGIO D LA BICICLETA

    administrar el tiempo, tanto el tiempo corto del dao de La etapa, como el tiempo largo de los aos quese acumulan.Y sin embargo (y aqu est la paradoja),la bicicleta tambin es una experiencia de eternidad.De alguna manera se asemeja a la experiencia quese tiene en la playa cuando el que se tiende sobre laarena y cierra los ojos experimenta la sensacin dereencontrarse con su infancia o, ms exactamente,con las sensaciones que, al no tener edad, escapana la accin corrosiva del tiempo. Lo mismole ocurre aquien, con cierta timidez al comienzo, se arriesgaa montar una bicicleta despus de varios aos deabstencin: no slo recupera sus sensaciones caside inmediato, segn la expresin que utilizan los de-portistas para designar la conciencia que adquierende su cuerpo y de sus capacidades en cuanto retomanel entrenamiento, sino que, sobre todo, junto conellas redescubre muy pronto un conjunto de impre-siones (la exaltacin del descenso con rueda libre,el sonido del asfalto bajo los neumticos, la cari-ci a del aire en la cara y la lente en movimiento del

    MITO VIVIDO

    paisaje) que parecan estar esperando esa ocasinpara renacer.

    B_ DESCUBRIMIENTO DE LOS OTROS

    Con el pretexto falaz de mantenerse en forma, mu-chas personas de cierta edad montan susbicicletas, nodiariamente y de manera solitaria, sino en grupo, losdomingos y, eventualmente, vistiendo los mismos tra-jes que los profesionales del deporte, como si sintieranplacer o tuvieran algn inters en alabar los mritosde un banco europeo, una compaa de crdito o unoperador telefnico. En realidad juegan, pues su ver-dadera intencin es, antes bien, recuperar los placeresde la infanciay las complicidades de los nios. Se po-nen apodosy seburlan unos de otros. Se comparan enbroma con los campeones del momento, hacindoseas menores que esos jvenes atletas mediante una ar-timaa simblica cuyo carcter artificial pueden mediren cada intento de aceleracin. Acarician consciente-

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    -ELOGIO DE LA BICICLETA

    mente la ilusin de seguir siendo jvenes y, por esomismo, continan sindolo un poco. La bici se vuelve,por tanto,un componente de la vida social de la terce-ra edad en las provincias francesas. Esta camaraderade los viejos tiempos, entre jubilados, tiene un matizamable y a la vez heroico porque es una af irmacincontra el envejecimiento y la muerte. Por lo dems,ofrece la ocasin de practicar una solidaridad activa ycultivar el contacto entre generaciones, pues los gru-pos de ciclistas de uno y otro sexo siempre incluyen aalgunos participantes de menos edad que los dems yque desempean el papel de mentores discretos quese esfuerzan por no hacer sentir excesivamente a suscompaeros su superioridad muscular.

    De modo que la embriaguez de la soledadno excluye ciertas formas de sociabilidad, y creo queah estriba una de las virtudes perdurables del ci-clismo. Ya en la leyenda de los grandes del ciclismo,nos emocionaban algunos pocos gestos de solidari-dad entre hroes que no deban nada a la disciplinade equipo (Coppi y Bartali prestndose mutuamen-

    EL MITO VIVIDO 45

    te sus cantimploras de agua en una terrible etapa delos Pirineos; Coppi dejando ganar caballerosamentea Bartali el da en que ste cumpla 35 aos). Entreciclistas, en el nivel ms humilde, existe la concien-cia de una solidaridad elemental, la conciencia delesfuerzo y el momento compartidos, un sentimientoexclusivo que los distingue de todos los dems y queles corresponde nicamente a ellos. Slo cito comoprueba la amabilidad manifestada hoy, en Pars, porquienes tienen ya cierta experiencia de cmo operaren el sistema de alquiler de bicicletas Velib1 frente alos nefitos tmidos que se quieren sumar a los usua-rios. Alrededor de las terminales donde los novatosse afanan por comprender cmo deben inscribirse,los ms experimentados les ofrecen de buena ganasus consejos y explicaciones. All se borra la jerarquade las edades o hasta se invierte: los ms jvenes, alhaber sido, en general, los primeros en entusiasmar-se con la novedad, se sienten orgullosos de ciertacompetencia tcnica, tanto en relacin con el dispo-sitivo electrnico que lleva el registro de los abonos

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    40 ELOGIO DE J\BICICLETA

    como respecto a la manipulacin de la bicicleta mis-ma, maquina simple pero un poco pesada que hayque aprender a seleccionar, a retirar, a estacionar o adevolver. Hombres y mujeres que ya han experimen-tado el sistema se muestran dispuestos a ayudar a losrecin llegados, un fenmeno muy novedoso en unaciudad donde no es muy comn que alguien se rela-cione con desconocidos.

    Por consiguiente, hay que dar a la bicicleta elcrdito de la reinsercin del ciclista en su individua-lidad propia, pero tambin la reinvencin de vnculossociales amables, livianos, eventualmente efmeros,pero siempre portadores de cierta felicidad de vivir.Por otra parte, hay sin duda una relacin entre el re-descubrimiento de cierta presencia de uno mismo y eldescubrimiento de la presencia de los otros. El hechode que la prctica del ciclismo, aun cuando sea epis-dica, ofrezca la ocasin de experimentar algo seme-jante a una identidad (cierta permanencia en el tiem-po) permite prestar atencin al prjimo (una forma deespera, una apertura a lo que pueda suceder). Veamos

    EL M I T O VIVIDO 47en las calles a los conversos recientes del ciclismo: ha-blan entre s (sobre el itinerario, el paisaje o el tiempo)o se desplazan juntos en silencio, pero nunca (o casinunca) usan su mvil El espectculo que ofrecen esten las antpodas de la escena clsica que observamoshoy cotidianamente en la terraza de cualquier caf:dos personas sentadas a la misma mesa, pero mante-niendo largas conversaciones con interlocutores invi-sibles por sus respectivos telfonos. Hoy las calles, loscafs, los subterrneos y los autobuses estn colmadosde fantasmas que se inmiscuyen sincesar en la vida delas personas a las que rondan; las manejan a distanciay les impiden, no slo observar el paisaje, sino tambininteresarse en sus vecinos de carne y hueso. Pero demomento esos fantasmas no han aprendido a montaren bici. Los ciclistas han optado por la relacin directay, durante un tiempo, se niegan a recurrir a los medios.Ojal que dure!, tiene uno ganas de exclamar. Ojalpueda la bicicleta llegar a ser el instrumento discretoy eficaz de una reconquista de la relacin y del inter-cambio de palabras y de sonrisas!

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    /a bicicleta es, pues, mtica, pica y utpica. Unoslo puede dedicarse a su prctica prestando unaatencin sostenida al presente, aunque slo sea a cau-sa de los riesgos de la circulacin, pero la bicicletaconstituye el ncleo de relatos que resucitan simult-neamente la historia personal individual y los mitoscompartidos por muchos; estos dos pasados son soli-darios y confieren una tonalidad pica a los recuerdosindividuales ms modestos. Como siempre, la claraconciencia del pasado nutre la imaginacin del futu-ro. La bicicleta llega a ser, as, el smbolo de un futuroecolgico para la ciudad del maana y de una utopa

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    s TJ

    urbana que terminara reconciliando a la sociedadconsigo misma. Pero el mito, la epopeya y la utopaexigen un poco de fe; la prueba de la historia reales una prueba dura que los somete incesantementeal riesgo de La nostalgia, ese triste refugio de los de-1 icepcionados de la vida. La bicicleta, smbolo de unaclase obrera ya desaparecida, de desafos deportivosque hoy no tienen equivalentes y de una vida urbanasoada, no corre el riesgo, en la realidad concreta delmundo globalizado, de convertirse en el instrumentofantasmtico de la negacin, en el pretexto de una- > . .vida social sometida nicamente a los imperativosdel consumo, en una palabra, en la ltima ilusin?

    EL MITO ENRUINASSe muere el mito y mueren con l todas las formaspicas a las que estaba asociado? El ciclismo, comoel deporte profesional en general, ha progresado. Nohay duda de que los corredores actuales son mejores

    LA CRISIS 55atletas que sus predecesores (como ocurre en otrosdeportes, como el rugby o el tenis, por ejemplo).Pero el espectculo que proponen no est a la alturade los que ofrecan sus antecesores. Coppi poda re-cobrarse de un retraso de ms de un cuarto de horaen dos etapas de losAlpes. Hoy, un equipo de buenoscorredores puede bloquear toda la carrera, reducir ala nada los intentos de escapada e imponer en todaslas etapas de terreno llano un desarrollo casi idnti-co que se resume en algunos intentos de separacindel resto del pelotn, el xito momentneo de unode ellos, el regreso al pelotn y la aceleracin gene-ral de donde emergen los ms veloces. En el Tour,la montaa siempre desempea un papel decisivo,pero ya no corren los tiempos de las grandes haza-as solitarias; en la montaa, la carrera se t ransformaen una competencia por eliminacin donde se juegaal desgaste, en la que el sacrificio de los compa-eros de equipo, pagados para eso,cumple una tareaesencial de socavacin: es raro que un mismo corre-dor brille solitariamente en dos etapas consecutivas.

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    En otras pocas se pona en juego una dramaturgiacuyas dos instancias esenciales eran la inspiracinsublime y el decaimiento trgico de los hroes, dra-maturgia que mantena y vivificaba el mito. Comoen La llada^ los hroes ms vulnerables, los hroescon un taln de Aquiles, eran los ms fascinantes:Fausto Coppi y Charly Gaul, ms que Bobet o An-quetil. Barthes ha mostrado en qu medida se aso-ciaban, en la representacin del pblico, el estadode gracia y el estado de desgracia, prximos uno delotro. Recordemos lo que deca deljump de Gaul, elarcngel del rendimiento irregular: si la orma es unestado natural, fsico y a la vez moral e intelectual,ljumpj por su parte, es un verdadero influjo elc-trico que embarga intermitentemente a ciertoscorredores amados por los dioses y les hace cum-plir proezas sobrehumanas. Charly Gaul recibesujump de un acuerdo intermitente con los dioses;a veces stos lo habitan y Gaul maravilla; a veces losdioses lo abandonan y tljump se agota. Charly nopuede ms.

    U\CRISIS 55

    Hoy nadie habla ya del jump. Y con razn:es demasiado sospechoso, as como el debilitamientoque le suele suceder. La revelacin del doping mat aloshroes; impide creer en ellos, mata el mito. Barthesya lo advirti claramente en 1957: Hay una espan-tosa parodia dljump, es el doping: drogar al corredores tan criminal y tan sacrilego como querer imitar aDios; es quitarle a Dios el privilegio de la chispa.Pero hoy ya no hay nada que robar a los dioses y nadieosara hablar de l jump de los ltimos vencedores delTour de Francia. El mismo empleo de drogas apuntamenos a lograr momentos de esplendor, sospechosasaceleraciones, que a asegurar el mantenimiento de la

    forma, pero una forma excepcional que permite pro-ducir todos los das esfuerzos prodigiosos sin que elloimplique realizar acciones particularmente especta-culares. De pronto, la sospecha se generaliz y ya nohubo hroes mticos. Cabra decir, amablemente, queel espectculo del Tour se ha laicizado, pero sera msapropiado af irmar que se ha medicalizado.Y sta esla va por donde se hiere al mito; se puede aceptar, en

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    efecto, que al principio los jvenes corredores aficio-nados de las regiones industrialmente devastadas novean en el ciclismo un medio de alcanzar la holguraeconmica lo que siempre ha sido una atraccin delos grandes deportes populares , pero (y ste es elaspecto ms daino) no que admitan al mismo tiem-po y sin demasiadas reticencias qu e recurrir al dopingha llegado a ser una fatalidad inevitable.

    Ya en las dcadas de 1940 y 1950 haba pro-blemas de doping. Muchos corredores fueron vcti-mas de esa prctica y el mismo Coppi declar antela prensa que haba mucha hipocresa, tanto entre losatletas como entre los periodistas, cuando sta se ne-gaba. Era habitual recurrir a las anfetaminas.Por otraparte, era una poca en la que, en todas las esferas,incluidas la de los intelectuales y la de los estudiantes,se recurra a drogas de todo tipo: Maxiton, Corydra-ne,Actiphos anfetaminado, fcilmente prescritas porlos mdicos de familia. Pero el doping de hoy es deuna naturaleza muy diferente y por ello golpea contanta fuerza la imagen del cuerpo heroico y glorioso

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    vinculada a la idea del campen. Ingerir, fumar, ha-cerse inyectar sustancias o cambiarse la sangre comouno cambia de camisa: nada de esto puede suscitarrepresentaciones equivalentes en la imaginacin delpblico. El doping actual, tal como se lo puede repre-sentar un profano, es ms que un aditamento a las ca-pacidades del cuerpo, es una verdadera sustitucin desustancias que se opera vergonzosamente, en la clan-destinidad de las bambalinas de la proeza. Lo que seopone de manera antinmica a la idea que se tena y que querramos continuar teniendo del hroees,pues, la imagen de la manipulacin que lo trans-forma en un ser puramente pasivo, en un objeto, perotambin la imagen de la intrusin en la intimidad desu persona,ya sea en el momento del doping, ya en elmomento del control, cuando se le exige una muestrade sangre o de orina. Esta intrusin vulnera su mis-ma identidad: como si hoy todo historial deportivohalagador tuviera inexorablemente que proceder deuna falta en la persona. Esta perversin del heros-mo deportivo ya se haba empezado a manifestar con

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    la aparicin de los equipos de marcas, que transfor-maban a los corredores en hombres sandwich, enmeros soportes publicitarios; el doping, en su formasistemtica, consigue transformar a los corredores eninstrumentos pasivos de estrategias comerciales. Porsupuesto, las empresas que los emplean los repudiancuando el deshonor queda puesto en evidencia ybuscan rpidamente otros soportes para su producto,pero con ello c on f i r m a n que, a pesar de todo, es msdifcil fabricar mitos con marcas que con nacioneso provincias. Desde que el corredor ya no compitepor su pas,el apoyo nacionalista y gustosamente pa-triotero del pblico se concentra ms en el individuo,precisamente cuando ste queda despersonalizadopor las tcnicas de la mercadotecnia y las iniciativasde la medicina deportiva. Fin del mito, muerte dela epopeya.

    Fin del mito, pero an nos quedan algunosrecuerdos de l (como esas imgenes del Frente Po-pular y de las primeras vacaciones pagadas duran-te las cuales algunos partan en bici o en tndem

    por las carreteras de Francia). Muerte de la epo-peya, definitivamente proyectada al pasado, perosupervivencia, sin embargo, del deseo, del deseodel mito y de la epopeya, siempre dispuesto a rena-cer al menor intento de despegue en las montaasde la frgil silueta que enfocan las cmaras de latelevisin. La imagen, por un instante, resucitala leyenda. Alternando los primeros planos, quepermiten escrutar con detalle la menor crispacindel rostro, y las visiones panormicas, que descubrenpara el espectador la inmensidad de los grandio-sos paisajes, el reportaje televisado en directo con-tina poniendo imperturbablemente en escena elmomento de que hablaba Barthes. Ese momen-to es el instante frgil de la Historia en el que elhombre, hasta torpe, engaado, mediante fbulasimpuras, prev de todos modos, a su manera,una adecuacin perfecta entre l mismo, la comuni-dad y el universo. El mito y la epopeya tal vez anse nutran del deseo que suscitan y que no dejande frustrar.

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    6O ELOGIO DE LA-BICICLETA

    LA URBANIZACIN DEL MUNDO:EN RUSCA DELACIUDAD PERDIDA

    Y la utopa? Transformar la ciudad, es un sueoconcebible? Y la bicicleta, tiene un papel protago-nista en esa revolucin? Porque evidentemente esta-mos hablando de una revolucin, en el sentido literal,cuando hablamos de transformar la ciudad. Qu eshoy la ciudad?

    La urbanizacin del mundo se caracterizapor el crecimiento de los megapolos y, al mismotiempo, por los filamentos urbanos, para retomarun a expresin de Herv Le Bras, que se extiendencada vez ms a lo largo de las carreteras, los ros ylas costas. Esta urbanizacin traduce el hecho de quehoy la vida poltica y econmica del planeta depen-de de los centros de decisin situados en las grandesmetrpolis mundiales, todas interconectadas entre sy que, juntas, constituyen una especie de metaciu-dad virtual, como dice Paul Virilio.2 El mundo se2. La bomba informita^ Ctedra, Barcelona, 1999.

    LA C R I S I S 6 1ha transformado en un mundo/ciudad en cuyo inte-rior circulan y se intercambian todas las categorasde productos, comprendidos los mensajes, las im-genes, los artistas y las modas. Pero tambin es ver-dad que cada gran ciudad es un mundo, un resumendel mundo, con su diversidad tnica, cultural, social yeconmica. Aunque a veces, ante el espectculo fasci-nante de la globalizacin, tal vez tendamos a olvidarsu presencia,las divisiones estn y las reencontramosen las rasgaduras del tejido urbano. La ciudad/mun-do, por su sola existencia, desmiente las ilusiones delmundo/ciudad. En los barrios de negocios, los edifi-cios conocidos en todo el mundo por ser creacionesde los ms destacados arquitectos se caracterizan porestar en comunicacin con el resto del planeta pero,all donde estn emplazados, tienen prohibido el ac-ceso quienes no t rabajan en ellos. En el encuentroentre el mundo/ciudad y la ciudad/mundo, uno pue-de tener la sensacin de que la ciudad como tal hadesaparecido. Ciertamente, lo urbano se extiende portodas partes, pero los cambios en la organizacin del

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    ELOGIO DE LA BICICLETA LA CRISIS 63

    V 4' o J

    t rabajo y las tecnologas que, a travs de la televisiny de Internet, imponen a cada individuo la imagende un centro desmultiplicado y omnipresente, privande toda pertinencia a las oposiciones del tipo ciudad/campo y urbano/no urbano.

    La oposicin entre mundo/ciudad y ciudad/mundo es, por as decirlo, la traduccin espacial visi-ble de la globalizacin^ concebida como el conjunto /planetario de los medios de circulacin y de las re-|de s de comunicacin y de distribucin. Paul Viriliohaca notar en L a bomba informtica que los cstrate_-gasjiel Pentgono.estadpujiidense consideraban jesteconjunto global como el interior de un mundo en elque lo local terminaba siendo lo exterior. Pero estainversin an es ms general y la gran ciudad se defi-ne en nuestro tiempo por su capacidad para volcarsehacia el exterior. Por un lado primero quiere seducira los turistas extranjeros. Por el otro, el urbanismoest gobernado por la necesidad de facilitar el accesoa los aeropuertos, a las estaciones terminales y a losgrandes ejes viales. La facilidad de acceso y de salida

    es el imperativo nmero uno, como si el equilibrio dela ciudad reposara en sus contrapesos exteriores. Laciudad se descentra como se descentran lasviviendasy los hogares con la televisin y el ordenador y comose descentrarn los individuos cuando los mvilessean adems ordenadores y televisores. Lo urbanose extiende por todas partes, pero hemos perdido laciudad y al mismo tiempo nos perdemos de vista anosotros mismos. Ante este panorama, es posible quea la bicicleta le corresponda un papel determinante:ayudar a los seres humanos a recobrar la concienciade s mismos y de los lugares que habitan invirtiendo,en lo que le corresponde a cada uno, el movimientoque proyecta a las ciudades fuera de s mismas. Nece-sitamos la bicicleta para ensimismarnos en nosotrosmismos y volver a centrarnos en los lugares en quevivimos.

    As, lo que est enjuego cuando hablamos derecurrir a labicicleta no es algo menor. Se trata de sa-ber si, frente al auge de un urbanismo galopante queamenaza con reducir la ciudad antigua a una concha

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    vaca, contransformarla en decorado para los turistaso en museo al aire libre, es posible restituirle algo desu dimensin simblica y de su vocacin inicial defavorecer los encuentros ms imprevistos. Se trata,sencillamente, de devolver sus cartas de nobleza alazar, de comenzar a romper las barreras fsicas, socia-les o mentales que anquilosan la ciudad y de devolverel sentido a la bella palabra movilidad.

    SALIDA DE LA CRISIS?Desde este punto de vista, la operacin Vlib' apa-renta ser todo un xito. En primer lugar, hace honora su nombre (la conjuncin de bici y libertad) y, alhaber multiplicado, en todos los rincones de Pars,las estaciones donde es posible tomar o devolveruna bicicleta, efectivamente, da cierta libertad a losusuarios. Partiendo de esta iniciativa, con un pocode imaginacin uno hasta se siente tentado de soarcon una ciudad en la cual todos pudieran tomar, a su

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    gusto, cualquier bicicleta en la calle, dejarla en cual-quier parte y, poco despus, tomar otra; de soar conuna suerte de comunismo urbano para jinetes de labicicleta,hombres y mujeres unidos por una tica co-mn y reglas de cortesa unnimemente respetadas.En agosto de 2007 se esboz en las calles de Pars,alritmo del pedaleo, algo que se pareca bastante a unautopa. En segundo lugar, la arremetida de los usua-rios de bicicletas alquiladas ha permitido a stos re-apropiarse manifiestamente del espacio urbano. Lospaseantes de Pars, losf tneurs esa especie que sepoda suponer en vas de desaparicin, reaparecan,pero montados en bicicleta; los nuevos paseantes, conel viento en las narices, evidentemente hacan un des-cubrimiento doble: se daban cuenta, maravillados, deque la ciudad est hecha para ser vista (vista direc-tamente, sin la mediacin de un aparato fotogrficoni de una cmara),de que es bella hasta en sus callesms modestas y de que es fcil y agradable recorrerla.A quienes se arriesgan a utilizar la bicicleta por pri-mera vez en la ciudad se les ofrece una experiencia

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    UXBICICLETA LA C R I S I S 67indita que les permite reevaluar las distancias y haceracercamientos que les estn vedados en el transpor-te pblico, sujeto a itinerarios jos. En bicicleta hayms cambios y ms correspondencia. Uno se deslizasubrepticiamente por otra geografa, eminente y lite-ralmente^rfez, puesto que ofrece la posibilidad delcontacto inmediato entre lugares que habitualmenteuno slo frecuentaba por separado y,adems, porqueas se presenta como una fuente de metforas espa-ciales, de acercamientos inesperados y de atajos queno dejan de suscitar, a fuerza de pantorrillas, la cu-riosidad reavivada de los nuevos paseantes. En unaspocas pedaladas, uno pueda pasar de Montparnasse ala Torre Eiffel , atravesar el Sena, detenerse sobre unpuente para abrazar largamente con la mirada la liede la Cit o la frondosidad de las fulleras, lanzarseal norte, perderse en las estrechas callejuelas del Parsromntico, volver a hundirse en la Bastilla y elMarais,dirigirse hacia el bosque de Vincennes, que no esttan lejos, o regresar a Montparnasse, para cerrar elcircuito. sa es la nueva libertad, la nueva libertad de

    inspiracin, que ofrece el uso de la bicicleta. La bicies una escritura, con frecuencia una escritura libre yhasta salvaje, una experiencia de escritura automtica,de surrealismo en acto o, por el contrario, una medi-tacin ms construida, ms elaborada y sistemtica,casi experimental, a travs de los lugares previamenteseleccionados por el gusto refinado de los eruditos.

    Otro ejemplo notable es el de Barcelona, unaciudad comprometida desde los Juegos Olmpicosde 1992 con un modelo de desarrollo urbansticosostenible ecolgicamente cuyo objetivo es conse-guir una movilidad urbana fundamentada en eldesplazamiento en pie y en transporte pblicoy en el uso de la bicicleta como modo habitual delocomocin. Desde su puesta en marcha en 2007,el Bicing un sistema de alquiler de bicicletasanlogo al Velib' parisino- ha ganado en muypoco tiempo la confianza y entusiasta aceptacinde los barceloneses. Los datos de crecimiento sonciertamente espectaculares: en tan slo dos aos seha pasado de 14 estaciones y 200 bicicletas a una

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    red de 400 estaciones y 6.000 bicicletas, un servicioque cubre prcticamente la totalidad de los distintosdistritos de la ciudad. Es ms: la EMT (Entidadde Transporte Metropolitana) ultima un proyecto-el rea Bicing- cuyo propsito es extender elservicio a 17 municipios metropolitanos, con unas440 estaciones y 3.500 bicicletas, lo cual supondruna red de unos 375 km.

    La respuesta de los ciudadanos ha sidoigualmente excelente: 188.000 abonados (un 51%hombres y un 49% mujeres; un 44% entre 25 y 34aos, un 22% entre 35 y 44, un 16% entre 16 y 24,y un 6% de ms de 55), con un promedio de 35.000usos diarios en invierno y 45.000 durante el verano.Igualdad de uso por gneros; igualdad de uso poredades: la bicicleta iguala y hermana, respetando lasdiferencias: es radical y profundamente democrtica.

    En palabras de su alcalde Jordi Hereu, estesistema ha transformado la ciudad, hasta tal puntoque forma parte de su paisaje. El Bicinges ya uno delos smbolos de Barcelona, una realidad plenamente

    LA CRISIS 69consolidada que refuerza la idea de que todos losbarrios forman parte de la ciudad. La bicicleta se haconvertido as en un modo ms de desplazamientocotidiano cuyos beneficios medioambientales, socia-les y econmicos son evidentes y verificables paracualquier ciudadano o ciudadana que repare enello. Una experiencia que, adems, ha suscitado elinters de instituciones de ciudades como Sao Paulo,Washington, Miln, Bolonia, Sydney o Faderfia.

    Con 156 km de carriles-bici, los usuariospueden cruzar la ciudad de norte a sur, de este a oeste,pedalear por las seoriales y cuadriculadas vas delEnsanche; por las sombras, populosas y labernticascallejuelas del Barrio Gtico, o por el ancho ysoleado Paseo martimo, con el calmo Mediterrneocomo magnfico y reconfortante teln de fondo.Sin duda, la bicicleta pblica -la de todos- estcontribuyendo a humanizar una urbe que no hacemucho era ms gris, huraa e inhspita: la ciudad,sus calles, sus plazas, sus parques, sus estatuas, sumar..., para sus ciudadanos.

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    Sin embargo, se advierte fcilmente el do-ble peligro que corre la experiencia que se ha puestoen marcha en Pars o Barcelona. El primer peligroconsiste en que la nueva prctica pronto se presentecomo una atraccin del verano, reservada a los jve-nes y a los turistas, como una manera de vender lacapital a quienes quieren visitarla. El segundo peli-gro es que adquiera la fo rma de un enfrentamien-to entre automovilistas y ciclistas, alimentado por laignorancia de unos y otros y su falta de cultura urba-na, de urbanidad, identif icable en el desprecio de losautomovilistas menos sensibles por los ciclistas, perotambin en la risuea despreocupacin de algunosciclistas resueltamente irrespetuosos con las reglas decirculacin. Como parece ser moda en Francia des-de hace varios aos, ya hay quienes hablan de policay de represin, lo cual es una manera de matar enel huevo la esperanza de asociar urbanidad, sonrisa,orden y distensin. Evidentemente, los dos peligrosson complementarios y uno se da cuenta de que laoperacin Vlib1 slo podr ser un xito verdadero,

    LA CRISIS 7 1

    total e indiscutible, el da en que la gente de todaslas edades considere natural tomar una bicicleta en laestacin ms cercana para ir a su t rabajo o hacer com-pras. Esto supondra que nadie tuviera ya miedo de lacirculacin de automviles ni de los accidentes, quese hicieran numerosos acomodamientos y que hu-biera verdaderos bicicarriles en todas partes; es decir,que la suerte del ciclista no dependiera del talento, labuena voluntad y la paciencia de los conductores deautobuses o de taxis. Sea cual fuere la habilidad re-conocida de los conductores de la RATP [Adminis-tracin Autnoma de Transportes Parisienses] nadiepuede impedir que el ciclista un poco inexperto o decierta edad (ese mismo cuya adhesin a la bicicletasera el criterio del xito) se sienta nervioso ante laidea de que un autobs lo est pasando por un corre-dor relativamente estrecho.

    Disponemos de cifras, publicadas por Se-guridad vial, la ciudad de Pars y asociaciones comoMDB (Mejor Desplazarse en Bicicleta). En 2000hubo dos ciclistas muertos en Pars y en 2001 la cifra

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    -ELOGIO DLAfilGCLOA

    se elev a cinco. En 2000 sehaban registrado 17 he-ridos graves. Las cifras an son ms impresionantessi. se toma en consideracin toda la regin parisiense:83 heridos graves y 28 muertos en 2000. En Pars,el nmero de bicicletas ha aumentado el 48% desde2001 sin que la cantidad de muertos se eleve en lamisma proporcin: en 2005 se registraron 3 muertosy 32 heridos graves. Sin embargo, el problema de laseguridad contina existiendo porque la cantidad deaccidentes en los que hay ciclistas implicados creciun 8% entre 2004 y 2005. En los seis primeros mesesde 2007 hubo 3 ciclistas muertos y aument sensi-blemente el nmero de heridos graves. En octubremuri un usuario de Vlib1. Un humorista britni-co seal que en Londres las vctimas de la bicicletaeran ms numerosasque las del terrorismo y culpabaen particular a los deportistas vestidos de lycra que selanzaban a rodar precipitadamente por las calzadas,pero tambin por las aceras londinenses, en perjuiciode unos peatones atemorizados ante el riesgo de seratropellados. ^

    LA CRISIS 75

    Por otro lado, si bien en Pars la extensin delos carriles para bicicletas en 2005 ya se elevaba a 327kilmetros (los ltimos 34 establecidos en ese mis-mo ao), la distribucin parece privilegiar los paseospor los bulevares perifricos y los espacios verdes. Elhecho de que la operacin Vlib1 se detenga en lafrontera de Pars, que se desarrolle intramuros,es,desde ese punto de vista, significativo. Por otra parte,las autoridades de la municipalidad lo han compren-dido y a finales de 2007 ya se estaban desarrollandoalgunas conversaciones con las municipalidades delos suburbios. La cuestin de la vocacin que tienela bicicleta en Pars (disfrute ocioso en los momen-tos de distensin o utilizacin cotidiana?) continaabierta. Por lo tanto, hoy no podemos pretender queel empleo de la bicicleta haya respondido a los desa-fos de la nueva organizacin urbana. La revolucinciclista an no se ha producido. Pero losdems ejem-plos que podemos observar y estudiar en el mundomuestran que la idea de una ciudad donde reine lacirculacin en bicicleta no es una completa fantasa.

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    L a esperanza de que, por una vez, la imaginacinde lo que vendr pueda cautivar la historia presen-te, movilizar a la sociedad, desplazar las lneas devida y subvertir los temores y rencores de los menosimaginativos. LA U T O P A

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    SlCILIBERTAD

    .L/ejemos pues correr la imaginacin. Imaginemosuna ciudad, una gran ciudad, el gran Pars, por ejem-plo, dentro de treinta aos. El problema de la circu-lacin se ha solucionado de una vez por todas. Lostranvas, autobuses y trenes subterrneos se han pro-yectado en abundancia hasta las f ron teras ltimas dela antigua regin parisiense. Los transportes pblicossoslayan el trazado tradicional del Pars intramuros.En ese vasto complejo, los itinerarios transversales,cada da ms numerosos, permiten unir los diversospuntos de la manerams directa que sea posible. En-tre las cinco y las nueve de la maana, los vehcu-

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    -ELOGIO DE LA BICICLETA

    los de entregas, carga y descarga hacen su tarea. Porsupuesto, los vehculos que cumplen funciones prio-ritarias (ambulancias, mdicos, bomberos o polica)tienen una jerarqua derogatoria. Para el resto, in-mensas torres de estacionamiento, concebidas por losms eminentes arquitectos del planeta, constituyenen diferentes puntos los lmites del Gran Pars, unacuriosidad monumental muy apreciada por los turis-tas. Los automovilistas y los motociclistas parisiensesvan hasta esos lugares para recuperar sus vehculoscuando quieren salir de la capital. Algunos irredu-cibles han preferido guardar su automviles lo mscerca posible de sus casas y lo estacionan en su propioinmueble. Se les ha extendido una autorizacin quelespermite salir de Pars o volver a sus casas tomandouno de los cuatro itinerarios de salida y entrada reser-vados para los automviles. Esta tolerancia ya no seaplica a los vehculos nuevosy seestima,por lo tanto,que en un plazo relativamente corto esos cuatros iti-nerarios reservados desaparecern.Al estar prohibidatoda circulacin automovilstica en el interior de la

    LA U T O P A 81ciudad, el conjunto de los espacios de circulacin hacrecido enormemente gracias, adems, a la supresinde los lugares donde est permitido estacionar. Porconsiguiente, los vehculos de condicin derogatoria,los tranvas,los autobuses y los taxis sedesplazan fcily cmodamente sobre sus vas correspondientes; encuanto al resto, la calzada corresponde a los ciclistas,as como la acera corresponde a los peatones.

    Uno puede alquilar bicicletas en todasla s grandes estaciones de tren, por supuesto, perotambin cerca de casi todas las estaciones de sub-terrneo, de tranva o de autobs. Tambin exis-ten vastos estacionamientos para bicicletas. El al-quiler resulta particularmente interesante para losvisitantes (Pars contina siendo el primer destinoturstico del planeta), pues muchos parisienses yason propietarios de su medio de desplazamiento pre-ferido, que con frecuencia se ocupan de distinguircon algn toque personal, de personalizar (comoantes hacan los automovilistas de quienes se mofabaBaudrillard).

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    ELOGIO DELARICICLCTA

    La personalizacin de las bicicletas es muchoms ref inada y creativa que la de los automviles, queconsista sobre todo en agregarles pequeos objetosfetiche muecos de pao, imgenes de san Crist-bal o cualquier clase de talismn de diversa ndole .Desde comienzos del siglo xxi, numerosos ciclistasreinventaban su vehculo a veces modificndole radi-calmente la fo rma. Conviene sealar que la bicicletaes,en s misma, un objeto pequeo, un objeto incor-porado y no un espacio habitado como el automvil.No se acondiciona, no se decora, se le hacen peque-o s trabajos artesanales. En el lmite entre esos tra-bajillos y el acondicionamiento, se encuentran esen-cialmente los accesorios que permiten transportaruna cantidad determinada de cosas: las canastas o lasbolsas.Tambin son importantes las diversas fo rmasde iluminacin o de placas reflectantes que refuerzanla seguridad. En el lmite entre el acondicionamientoy la incorporacin, estn las vestimentas que decidenusar los ciclistas y que tambin pueden responder auna preocupacin por la seguridad (cascos, chalecos

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    con bandas luminosas, etctera) o sencillamente auna cuestin de comodidad o de costumbre. Y, porsupuesto, como en el siglo anterior, cada uno eligesu bci, el color o el estilo, y basta un detalle para queel usuario reconozca su bicicleta de una ojeada en-tre todas las dems. Paciente y fiel, sta forma partede su propietario, quien no querra separarse de ella,y, salvando las distancias, el vnculo que nos une aella recuerda un poco el que evocaba Aristfanes enel Banquete de Platn: el verdadero ciclista no existeplenamente sino cuando se le restituye la mitad per-dida de su ser inicial, es decir, cuando se confundecon su bicicleta en un solo cuerpo. El vnculo que uneal ciclista con su bicicleta es un vnculo de amor y, li-teralmente, de reconocimiento, que el tiempo no des-truye sino que af ianza, si es preciso mediante los re-cuerdos y la nostalgia cuando la vida los ha separado.Los ar tesanos llevan mucho ms lejos eltrabajo de personalizacin. Su ingeniosidad no tienelmites. Algunos hasta han llegado a reinventar la bi-cicleta alargndole el manubrio, echando hacia atrs

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    ELOCO DEL\PICICLCTA

    el asiento, tericamente para mejorar el rendimientodel esfuerzo fsico, cuyas virtudes econmicas habaalabado Illich algunas dcadas antes. Algunos se re-clinan sobre la bicicleta como sobre una cama. Otrosdominan la calle encaramados en sus mquinas deruedas inmensas como si anduvieran sobre zancos.En realidad, en todas estas prcticas no est ausenteL a preocupacin por hacerse notar: cuanto ms origi-nal es el velocpedo, tanto ms visible es quien lo con-duce.Algunos hasta han creado sitios en Internet quecelebran su invento. Y son populares. Se los ve venirdesde lejos montando sus extravagantes aparatos. Lagente los reconoce, los llama por su nombre o su apo-do al verlos pasar (algunos han izado en un pequeomstil una bandera, una orif lama con sus colores quese ve a la distancia). Forman parte del nuevo espec-tculo de la calle. Uniendo lo til con lo agradable,otros han adosado carritos a sus bicicletas y recorrenlos mercados parisienses (siempre apreciados por losturistas) para despachar su mercanca. Tradicionalis-tas, se esfuerzan por concordar con el ritmo perdi-

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    do , de los aos que se fueron y por cumplir la tareaque, un siglo antes, desempeaban losvendedores defrutas y hortalizas de cada estacin. A pesar del re-calentamiento acelerado del planeta y de las pertur-baciones climticas q u e continan sorprendiendo ala gente de ms edad, pero que los menores de treintaconsideran naturales, y a pesar de la globalizacindel mercado de la alimentacin, muchos de ellos ha-cen como si todo fuera como antes y slo vendencastaas en invierno, cerezas en primavera, melonesen verano y championes en otoo. Uno nunca estmuy seguro de la procedencia exacta de esos produc-tos, supuestamente de estacin, ni de esos productosde supuestas estaciones, pero da gusto alentar a esosmercaderes de ilusionesy de nostalgia.

    Por otra parte, desde hace algunos aos lamoda est resueltamente a favor de lo muy retroy por todas partes se ven los ciclotaxis, cochecitoschinos a pedal que se inspiran en los que surcaban lascalles de Pars un siglo antes, durante la guerra y laocupacin alemana. Cuando hace falta, susconducto-

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    Q -ELOGIO DELAeiCICLETA

    res recurren a la ayuda de motores elctricos relativa-mente potentes y absolutamente no contaminantes,con. locual pueden llegar a transportar cmodamentehasta dos adultos en sus pequeos coches coloridos.Quienes ms aprecian estos ciclotaxis son los tu-ristas y las personas de la quinta edad. Los motoreselctricos integrados, casi invisibles y completamentesilenciosos, son muy tiles para aquellos a quienes sufragilidad, la edad o una debilidad pasajera ponen endesventaja en las cuestas un poco empinadas, peroque recuperan la moral cuando toman conciencia delespectculo de excesiva y sorprendente facil idad queofrecen a quienes los miran. El motor elctrico es elinstrumento de la perfecta igualdad, la nica formaindiscutible de discriminacin positiva. Las bicicle-tas dobles o tndems se han puesto nuevamente demoda, bello smbolo de la necesaria solidaridad delas parejas, y han aparecido nuevas expresiones paracelebrar la amistad y el amor, tales como compartirel tndem o pedalear juntos. Espritus ms com-plicados han reinventado bicicletas con tres asien-

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    to , semejantes a las que ya existan en 1936, comolo prueban los documentales de la poca, que ahoravuelven a exhibirse de buena gana como si en su mo-mento hubieran representado una anticipacin de loque pasara un siglo ms tarde.

    LA JUVENTUD DEL MUNDOEl desarrollo de la bicicleta ha cambiado radicalmen-te la geografa urbana. Los carriles-bici que se extien-den a lo largo del Sena hacia el oeste y el este permitenllegar fcilmente a Suresnes, a las islas y a Meudon,por un lado, y alcanzar la confluencia del Marne, porel otro. Por todas partes, los bailes populares al airelibre han recobrado nuevas fuerzas. El acorden deldomingo y la gaita han vuelto a ser un mus, algo im-prescindible. Tambin en estos lugares flota en el aireuna pizca de amable nostalgia, pero es una nostalgiaacogedora, precisamente a la manera de un retorno: loque se celebra o se cree celebrar es algo que se parece

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    ELOGIO D LABICICLCTA

    bastante a. un reencuentro. Se inicia a los nios desdemuy temprana edad en el aprendizaje de la bicicletay se Los alienta a utilizarla para ir a la escuela. Conun inters en la formaciny tambin en la seguridad,se han organizado caravanas matinales y vespertinaspara los ms pequeos, que as comienzan a educar-se en la disciplina colectiva; estas caravanas siguenit inerarios balizados y pasan por lugares fijos que sehan establecido como puntos de encuentro adondelo s padres sepueden acercar de una pedalada para ir abuscar a sus hijos. Varonesy nias aprenden juntos aconocer el cuerpoy su movilidad en un programa delque participan todos los establecimientos escolares.Hace tiempo que el integrismo religioso ha tenidoque retroceder ante la bicicleta y la moda de rodar haliberado definitivamente a aquellas nias antes im-pedidas por padres atrasados o hermanos retrgradosde montarse a horcajadasen la mquina satnica. To-do s recordamos que muy tempranamente la bicicletafue en Estados Unidos y en Europa un instrumentode liberacin de aquellas mujeres que, con sus panta-

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    lories campanao bloomers, haban osado afrontar lavetustez pudibunda de los sexistas de toda ndole. Lahistoria es lenta pero avanza, sealanlos ms optimis-tas. Y lo cierto es que hoy la juventud de los barriosms populares se mezcla en las carreteras de la reginparisiense con la de los barrios menos populares sindistincin de sexos. Se ha instaurado una nueva redde albergues para la juventud y los jvenes descubrennuevos paisajes sin recurrir a la televisin. Es un re-torno a 1936, con la gran diferencia de que ya no hayninguna amenaza de guerra en el horizonte.

    Se respira mejor.De nuevo se han hecho perceptiblesel perfume de los castaos en primavera y el de lascastaas asadas en otoo, al igual que los dems olo-re s que, sin darnos cuenta, nos habamos acostum-brado a no sentir. Hemos recobrado el aroma de lasflores, de las frutas, de los mariscos y los pescados enlos puestos de los mercados, de la ropa blanca recinlavada o del agua de Colonia, y hasta el del aire mis-mo que, desde hace un tiempo, ha adquirido un deje

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    90 ELOGIO DE LABICICLCTAa. fruta ro j a y que muchos se aplican a aspirar a todopulmn, para desintoxicarse. El cantante de moda esnuevamente Charles Trenet: Y ada jote...

    Tambin contribuye al deleite de las callesla serenidad recobrada de todos los conductores.Los taxistas son siempre corteses, estn siempre debuen humor, siempre disponibles y conducen sinimpaciencia ni murmuraciones. La situacin polti-ca ya nos les inspira comentarios acerbos. Tampocose aglutinan ya en los aeropuertos para evitar la cir-culacin urbana y, en cuanto uno se rasca una orejao la nariz descuidadamente, siempre aparece algunodispuesto a detenerse y preguntar si se requieren susservicios.Los agentes de trfico tienen muy poco tra-bajo y,como reina un buen humor generalizado, no esraro ver policas que, cuando hacen alguna aparicin,se muestran bonachones. Aclaremos que la industriade la bicicleta y todos los servicios adjuntos han dadoun importante impulso al crecimiento econmico. Laindustria automotriz no marcha nada mal y no parecehaber sufrido a causa de la liberacin de los espacios

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    urbanos. Los vehculos de esparcimiento se han mul-tiplicado coches descapotables y una gran variedadde coches pequeos para las vacaciones y el enormeesfuerzo por desarrollar los transportes pblicos hatrado consigo un verdadero boom econmico.

    El prestigio de la bici es tal que se est pro-duciendo un regreso del deporte ciclista aunque confo rmas inesperadas. El deporte aficionado ha recu-perado sus colores gracias a las competiciones cicls-ticas entre liceos y universidades; el Tour de Franciauniversitario es una prueba en la que la televisinmuestra cada vez mayor inters. Es una competicin,en cierto sentido, semiprofesional porque otorga pre-mios, pero premios que consisten en meses de becasde fo rmacin financiadas por las empresas o los orga-nismos pblicos. Las etapas son cortas para no matara los corredores; el re aprovisionamiento es libre y aveces se suele ver a competidores sentados a la mesaal borde de la carretera compartiendo bocadillos conlos espectadores antes de partir, apresuradamente, alasalto de una cima alpina. En los Juegos Olmpicos,

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    ELOGIO D LA BICICLOAde doade se ha desterrado definitivamente el deporteprofesional, las pruebas ciclsticas en pista y en ca-rretera tienen un gran xito de audiencia: en ellas seenfrentan jvenes evidentemente dotados pero cuyosresultados cronomtricos son mucho ms modestosque los registrados en los ltimos aos del profesio-nalismo. Como se suele decir, se ha recomenzado decero y se ha reabierto el libro de plusmarcas. Algunosqueran profundizar an ms en la reforma y supri-mir la nocin de rcord, pero no lograron imponer suidea. Se desarrollaron coloquios nacionales e interna-cionales y los radicales tuvieron que inclinarse antequienes sostuvieron que la nocin de rcord procedade una lucha con uno mismo, que era la quintaesen-cia del crecimiento personal y que, de ningn modo,implicaba poner a otros en tela de juicio. La reformadel ciclismo deportivo dio lugar a una reflexin msgeneral que ha acarreado consecuencias revolucio-narias en todos los deportes. Los medios apoyaronel movimiento cuando percibieron la simpata quesenta el pblico por l y cuando comprendieron las

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    nuevas perspectivas de mercado publicitario que seles abran. El deporte aficionado ha reemplazado a latelevisin-realidad que ahora se conoce como tele-verdad, para recordar que se ha excluido de ella todaficcin y los programas de tele-verdad deportivagozan de gran xito.

    EL EPECTO PEDALADAEl efecto pedalada es una nueva expresin que seha puesto de moda y ha sustituido la que se usaba enel mismo sentido: el efecto mariposa. Esta habasurgido, como se recuerda de buena gana, en la con-ferencia ofrecida por el meteorlogo Lorenz en 1972y de la provocativa pregunta que le daba ttulo: [...]el aleteo de una mariposa en el Brasil, puede pro-vocar un tornado en Texas?. Hoy, los investigadoresde las ciencias sociales han llegado a preguntarse si lateora del caos no se aplicara an con mayor perti-nencia a la actualidad mundial. Con el agudo sentido

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    ELOGIO DE L\ BICICLETAde L a prediccin retrospectiva que a menudo los ca-racteriza, hacen notar que posiblemente todo se hayaiaiciado un da con una iniciativa municipal tomadaen una ciudad de Europa del Norte, con el propsitode oficializar y proteger la primera pedalada de unpaseante. El ejemplo se extendi como un reguerode plvora, como se vio en Francia, primero en al-gunos poblados menores, luego en Lyon, en Pars yrpidamente en todas las dems ciudades francesas,pero tambin y ms an en todas las grandes me-trpolis mundiales. El cambio de calidad de vida yla mejora de la situacin ecolgica del planeta sonlas consecuenciasms evidentes para la mayora, perolos efectos secundarios son sencillamente pasmosos,sobre todo en la esfera social y en la poltica. Las ba-rreras entre las clases se levantan o se desploman. Laspotencias petrolferas tienen cada vez menos clientesy, como una consecuenciaque entusiasma a los obser-vadores ms materialistas, el proselitismo religioso seahoga. Da la impresin de que el politesmo ciclistahubiera subvertido el monotesmo petrolfero. Cier-

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    tamnte hay una competencia feroz en la fabricacinde bicicletas, pero el pblico potencial es enorme y,adems, aumenta sin cesar sus exigencias. Las bici-cletas africanas estn haciendo la vida imposible a losfabricantes asiticos. Los investigadores multiplicanlos descubrimientos o los redescubrimientos (bicisplegables, bicis porttiles, bicis todo terreno, bicis conasistencia invisible, bicis musicales, bicis insumergi-bles, bicis acuticas, bicis a vela...). Los cientficosestn a un paso de descubrir la manera de capturary transformar la energa desplegadapor los ciclistas;con ese propsito se estn construyendo carreterasexperimentales especialmente equipadas. Se cree quecon ese aprovechamiento sepodran alimentar secto-res completos del campo energtico.

    A veces, algunos observadores han manifes-tado el temor de que a la larga la frescura inicial delmovimiento ciclista mundial resulte afectadapor esasderivaciones, pero de momento el entusiasmo estintacto. Convocados por numerosos gobiernos (Ci-clistas del mundo, unios!), en Pekn, Johannesburgo

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    ELOGIO DE LA BICICLETA

    y San Francisco millones de ciclistas de todas las eda-de s han participado en fiestas gigantescas. La pro-duccin est en pleno auge. Los tcnicos en comer-cializacin y promocin rivalizan en ingeniosidad. Elcapitalismo saca su provecho, pero las exigencias delo s usuarios en el terreno de la organizacin del tra-bajo, de la educacin y del tiempo libre son tales queuno termina por preguntarse si finalmente la prcticade la bicicleta no ser lo que permiti inventar la ter-cera va, sta que, entre el liberalismo y el socialismo,se preocupa ante todo por la felicidad de los indivi-duos. Se han organizado conferencias internaciona-le s para analizar ms profundamentela cuestin. Lasdos ltimas, realizadas en el campus universitario deAubervilliers (La bicicleta y el fin de las ideologas,de 2036, y La bicicleta o la muerte de Dios, de2037), han tenido repercusin mundial. Finalmente,algunas iniciativas felices han permitido comprobarque el hombre genrico (el ser humano, hombre omujer, joven o viejo) y su nueva cabalgadura de ahoraen adelante forman un solo ser. La ms reciente de

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    dichas iniciativas es tambin la ms vertiginosa y suimagen quedar grabada de manera indeleble en lasmemorias: desde que el primer ser humano ha peda-leado en Marte bajo la mirada de nueve mil millonesde terrcolas, algo ha cambiado en la historia del pla-neta y en la conciencia de los hombres.

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    /vocar demasiado la utopa puede hacernos correrel riesgo de caer desde muy alto. Por lo tanto, medetengo en esta evocacin del pedaleo en estado deingravidez. Sin embargo, creo que hoy conocemosy reconocemos la ingravidez ms que nunca. Lasimgenes del mundo actual resucitan ese sueo mien-t ras nos proponen el espectculo de aviones gigan-tescos que levantan el vuelo llevando a bordo a va-rios centenares de pasajeros, de cohetes despegandomajestuosamente de Cabo Caaveral, del centelleo en la pantalla de nuestros televisores de los me-gapolos filmados por la noche desde un helicptero

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    10-2 DE LA BICICLETA NUEVAMENTE C ON LOS PIES EN LATIERRA 103

    invisible, del espectculo del planeta observado des-de los satlites y hasta de personajes de ficcin comoBatman o Spiciernan, a quienes los efectos especialesdel cine propulsan hacia los cuatro puntos cardinalesdel universo.Si estas imgenes nos fascinan, se debea que ilustran y despiertan nuestro deseo de escaparde la gravedad de lo cotidiano. No hay duda de que eluso de la bicicleta nos permite satisfacer en parte esedeseo de fluidez, de levedad (estaba a punto de decird e liquidez), ese deseo que expresan tan bien laspalabras que utilizamos para hablar de las nuevas tec-nologas (surfeamos o navegamos por Internet).Los ros son caminos que andan, escriba Pascal.Es comprensible que, a la inversa, los hombres ten-gan deseos de transformarlos caminos en ros. Ade-ms, se dice que Pascal invent la carretilla. Sin otroauxilio que la fuerza desmultiplicada del cuerpo,la bicicleta ofrece la oportunidad de realizar, encierta medida, el ideal de movilidad natural yfluida. El sueo del ciclista es identificarse en tierracon el pez en el agua o el ave en el cielo, aun cuan-

    do se deban aceptar las limitaciones que le imponeel espacio.

    Pues el mrito del ciclismo, a diferencia deesta ilusin demasiado seductora, es precisamenteimponernos una conciencia ms aguda del espacio ytambin del tiempo. Esto lo podemos ver claramenteen Pars, donde las bicicletas en alquiler se acumulanen las estaciones situadas en la base de las pendientes.Las camionetas encargadas del aprovisionamientode las estaciones se ocupan de la tarea de remontarlas cuestas y as permiten que los ms perezosos seentreguen, sin problemas y cuando lo deseen, a lasdelicias del descenso sin fin y de la rueda libre. Perohasta esos usuarios esquivos del esfuerzo muscu-lar aprenden, a su manera, a explorar el espacio y elpaisaje concretos. Si se resisten a remontar la calleSaint-Jacques o la Des Martyrs, no siempre lo hacencon agrado o por puro hedonismo; a menudo rehu-yen el esfuerzo porque toman conciencia de su edad osienten que no estn en forma fsica y remedian esasdebilidades de la mejor manera posible. Pasado algn

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    104 ELOGIO D E LA BICICLETA

    tiempo, despus de hacer una dieta ms saludable yalgo de ejercicio fsico, probarn un nuevo intento. Elmilagro de la bici es su persuasin suave, que hace lasveces de una amable llamada al orden biolgico, ascomo impone una vigilancia mnima a todo aficiona-do a su prctica.

    Todas las invitaciones a la pasividad q u econstituye para muchos individuos su relacin conlos diversos medios se desvanecen en cuanto mon-tan su bici. El ciclista pasa a ser responsable de smismo e inmediatamente toma conciencia de ello.Simultneamente cobra conciencia del lugar que lecorresponde, el cual puede recorrer en todos los sen-tidos, as como de los itinerarios que lo alejan de eselugar y de aquellos otros que lo traen de regreso. Si,adems, tenemos en cuenta que en general la prcticade la bicicleta nos ofrece la posibilidad de sumergir-nos en los recuerdos de la infancia y en la continuidadde la propia vida, podemos llegar a la conclusin deque la experiencia de la prctica ciclista es una prue-ba existencial fundamental que asegura la conciencia

    NUEVAMENTE CON LOS P I ES EN LA T I E R R A io sidentitaria de aquellos que se entregan a ella: pedaleo,luego existo.

    El xito actual de la bicicleta, sobre todo en-tre losjvenes, espues, ante todo, un hecho revelador.Tiene valor de sntoma. En efecto, lo que se nos es-capa hoy, en este mundo de imgenes y de mensajesmediticos, es fundamentalmente el principio de rea-lidad. Nos regalamos, a un precio muy bajo, el senti-miento de existir expresando cada momento nuestraopinin, sin advertir siquiera en qu medida sta estmodelada por el medio ambiente. Se la expresamos anuestros vecinos, cuando tenemos vecinos; la expre-samos a travs de Internet, si sabemos navegar; enla televisin, si nos seleccionan para expresarnos enella; y hasta en las encuestas si nos interrogan y auncuando no nos interroguen, porque los sondeos nosdicen lo que pensamos mayoritariamente. La modade la bicicleta revela sin duda, en parte, ese fenmenode opinin pero, desde el momento en que monta-mos en una de ellas, las cosas cambian y volvemos aencontrarnos con nosotros mismos. Nuestra historia

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    106 ELOGIO DE LASICICLETA

    p e r s ona l nos torna a su cargo. El mundo exterior senos Impone concretamente,en sus dimensiones msfsicas.Nos ofrece resistencia y nos obliga a un es-fuerzo devoluntad pero, al mismo tiempo, se nos abrecomo un espacio de libertad ntima y de iniciativapersona l , como un espaciopotico^ en el sentido plenoy primero del trmino: como poiesis o creacin.

    Los nios, ms que los adultos, son filsofospor naturaleza y se interrogan constantemente. Anno estn habituados y el espectculo de las cosas iner-tes los sorprende tanto como el de las diversas for-mas de vida. Al mismo tiempo, se comportan comopoetas; juegan, inventan ficciones, pero, a diferenciadel adolescente, que siempre corre el riesgo de de-j a rse apresar por las fantasas de sus sueos diurnosy de rozar la neurosis, como nos recuerda Freud ensu artculo El poeta y la fantasia,

    3los nios sabenconsiderar las circunstancias y distinguen su mundo

    3. L'inquitante trangetet autres essais, Gallimard, Folio, 1985 [E/poeta y la antasa^ en la edicin de las Obras completas de la Edito-rial Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.]

    NUEVAMENTE CON LOS PIES EN LA TIERRA 1 0?ldico del mundo de la realidad.Montar en bicicletanos devuelve, por un lado, un alma de nio y, a lavez, nos restituye la capacidad de jugar y el sentidode lo real. As, el empleo de la bici constituye comouna especie de recordatorio (como cuando se da unadosis de refuerzo de una vacuna), pero tambin de

    formacin continua para el aprendizaje de la libertad,de la lucidez y, a travs de ellas, tal vez, de algo que seasemejara a la felicidad.

    El mero hecho de que la prctica de la bi-cicleta proporcione as una dimensin perceptible alsueo de un mundo utpico en el que el placer devivir sera la prioridad de cada persona y asegurarael respeto de todos, nos da una razn para abrigaresperanzas. Retorno a la utopa, retorno a lo real, dalo mismo. Arriba las bicicletas, para cambiar la vida!El ciclismoes un humanismo.

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    .s te del ic ios o Elogio de la bicicleta t ranscurre po r tres etapasnarrat ivas: e! mito , la epopeya y la utopa. A pesar de que susd imens io nes mtica y heroica han sufr ido algunos reveses deriva-do s de su v incu lac in con e l deporte profes ional y el doping, labicicleta -impulsada por las nuevas pol t i cas de la ciudad- regre-s a c o n fuerza a l os esc enari os urbanos y s u imagen es objeto deun renovado entus iasmo popular, como a tes t i guan lo s e jemp losde Pars y Barcelona.La bicicleta encarna una bella utopa: una promesa de felici-dad. Podemos soa r y proyec ta r a g randes rasgos un a ciudadutpica del futuro en donde la b ic ic leta y e transpor te pblicosean los n icos medios de desplazamiento. Incluso imaginar unplaneta en el que las propu . _ _ . _ _ . ^. .poder poltico y en donde reinen la paz, la i gua ldad y el aire puro.Po rque, en su humildad, la bic ic leta no s ensea, ante todo, aestar en armon a con e l tiempoy e ! espac io . N o s hace redescubr irp| nrnrinin HPrpaiirlarl pn nn munrln invarlirln nnr la frrin\/ la