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Una jardinera fatal con un honor intangible

Me puse una guante de goma tirante que adaptándose a la forma de la mano dañó mipiel callosa. ¡Como me encantarían si fueran unas guantes con la finura de sátin, no con laelasticidad de látex! Con cada gota de sudor se me pegaban a las manos causando un dolorpasajero.

Toqué la tierra todavía aterada era muy dura, intentaba amasar la tierra parduzca demodo que se quedara blanda y fácil de manejarla. Gracias a mi tacto delicado el suelo ya no eraglacial, sino cada vez más templado. Dentro del surco puse una semilla, la segunda perdí ytentaba el suelo en la búsqueda de la futura rosa carmín. Era como la gallina que escarba latierra.

Una madera porosa que limitaba el espacio del foso de arena tenía unas manchas de laresina viscosa y espesa. De la arena gruesa eliminé todas las piedra pulidas, lisas y glacialesomitiendo los granos de la arena suave al tacto. Retocaba esos granos, percibía su aspereza.Divisé algún trozo de tela que parecía afelpado, lo pulsé y me sorprendió que al tocarlo resultórígido y inflexible. Pasaba la mano por una hierba que crecía cerca, ¡me picó! Era la ortiga queme irritó la piel, pero su picor intenso al tocarla sabía a la infancia.

Sentía la caricia del viento brusco sobre mi piel, el impetuoso roce de las gotas de lalluvia. Me froté la cara con un pañuelo aterciopelado. Cuando era niña toqueteaba la cara parasentir la piel granulosa, basta y seca. Era como la superficie de la lija, pero ya era tersa y lisa. Sereían de mi que mi cutis era espinoso, pero ya soy adulta.

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