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MARTES, 13 de junio de 1989
INTELECTUALES EUROPEOS
Emmanuel Levinas: "Somos hijos de la Biblia y de los
griegos"
El pensador lituano inauguró el ciclo 'El sujeto europeo' en la Residencia de
Estudiantes de Madrid
JOSÉ MÉNDEZ, Madrid 13 JUN 1989
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En un intento de indagación acerca de cuál pudiera ser la definición o
característica fundamental del hombre europeo en cuanto sujeto del pensamiento,
la Fundación Pablo Iglesias, que dirige Ludolfo Paramio, patrocina un ciclo de
conferencias y debates que tienen lugar en la Residencia de Estudiantes. Los
ponentes, además de Emmanuel Lévinas y Alain Touraine, que intervinieron ayer,
serán Gilles Lipovezky (que lo hace esta tarde), Gianni Vattimo, Michel Maffesoli y
Luc Ferry. Por otra parte, el ciclo de conferencias en homenaje a Goethe que se
celebra esta semana en Madrid recibe la visita de los más destacados
representantes del pensamiento y la cultura europeos.
Emmanuel Lévinas (Lituania, 1905), autor de Totalidad e infinito, De la existencia a
lo existente y Ética e infinito, que fue discípulo de Heidegger y Husserl, es
considerado como el filósofo de la ética y, al tiempo, el gran moralista del
pensamiento europeo contemporáneo.
La presentación del ciclo, que corrió a cargo de Ludolfo Paramio, clarificó los
objetivos y dio justificación al mismo: "Nuestro país está confrontado hoy a una
paradoja de peso: por una parte necesita que se le reconozca plenamente en
Europa, y por otra tiene que vérselas con su identidad fragmentada -multirregional-
¿Cómo es posible articular el ser particular de este país con su necesidad de
universalidad? ¿Cuál va a ser el estatuto del sujeto europeo? ¿En qué se va a
modificar la relación con el otro? ¿En el marco de qué ética?".
Las interrogantes abiertas por Paramio continúan hasta concluir con la pregunta
más inquietante: ¿Estamos ante una segunda revolución individualista? Sin
embargo, Lévinas centraría su intervención en el terreno de la ética, y
fundamentalmente en la relación con el otro, eje central de su pensamiento.
El pensador lituano parte para su concepción de la unicidad del yo del principio de
que "nadie puede sustituimos ante la responsabilidad frente al otro"; por tanto, la
ética es "el acto constituyente del yo", en el cumplimiento de una responsabilidad
que "duerme en el amor".
Lévinas pone de manifiesto -y en primera instancia- la raíz deísta de su filosofía,
que pudiera para el no iniciado resumirse en un intento de comprender "lo que de
divino haya en el hombre".
La Biblia y la lógica de los griegos, que Lévinas estima en retorno al pensamiento
contemporáneo, están en el origen de su discurso: "La primera filosofía es la
ontología como ética. A partir del yo constituido en la responsabilidad, que también
podríamos llamar conocimiento".
Ante una cierta acusación de misticismo, Lévinas prefirió no admitir la idea de
pasión en su discurso: "No hay pasión, se produce un conocimiento del otro, una
reflexión sobre el plural de los demás, y allí -en la pluralidad- debe de suceder algo
más, pero ¿cómo podemos dividirnos? Estamos obligados a hacer justicia, pero la
justicia siempre es una disminución de la caridad. La justicia del Estado debiera
acercarse a la gratuidad de la caridad, a la sabiduría griega. Debiera pensarse a
partir de la responsabilidad con el prójimo".
En las leves alusiones que su discurso permitía con respecto a la realidad social,
Emmanuel Lévinas habló de Europa en estos términos: "En el intento de suprimir
las fronteras se entrevé una subordinación de la justicia del Estado a la caridad". A
modo de eslogan electoral que ningún candidato haría suyo, proclamo: "Más
caridad y más trascendencia".
La trascendencia, que nace en el hombre ("el primer animal desinteresado") de
fuentes para él desconocidas, es el gran misterio, "el objetivo de toda indagación",
y al mismo tiempo la causa de que pueda ser único cada hombre.
Lévinas aleccionó a sus oyentes contra la construcción de grandes sistemas de
pensamiento: "Es terrible cuando la pequeña bondad(aquella que nace del
intercambio) se convierte en principio rector y constituye un sistema. Sea tanto
una Iglesia como un partido, es algo muy peligroso. El estalinismo es el prototipo".
Ante la ausencia de sistema, Lévinas propone el diálogo permanente, algo así
como los principios trotskistas aplicados a una dialéctica espiritualista. "El diálogo
es una forma de dramatizar, es llegar al otro, que siempre es más importante que
lo dicho. El pensamiento es también un diálogo, un llamamiento al otro. La bondad
nacida del diálogo es la espiritualidad misma".
En el coloquio que dio por finalizada la sesión de la mañaría, que había sido
introducido por Fernando Savater, Lévinas fue interpelado por varios asistentes.
Uno de ellos, frente a la idea de donación que sostenía Lévinas como origen de la
unicidad del yo, planteó la posibilidad de cambiarla por la de intercambio,
aduciendo la ventaja de que en el intercambio se introducen elementos del
lenguaje susceptibles de ser analizados.
Tal propuesta dio pie a Lévinas para desarrollar de forma aún más radical sus
propuestas: "Un sujeto finito nunca hubiera podido concebir la idea de lo infinito.
Esa idea de infinito existe dentro de él. Lo que yo he desarrollado no es la idea de
reciprocidad, que conlleva a su vez la de concesión. Hablo de la donación y de la
santidad. Un hombre puede llegar a morir por otro desinteresadamente, esto es
real aunque no lo recojan las estadísticas". Lévinas concluyó apuntando la
dirección de sus próximos trabajos. "Voy a escribir varios artículos sobre algo que
Heidegger no hizo. Para él, con la muerte toda relación con lo a eno desaparece.
A mí me interesan los éxtasis del tiempo. El pasado, el pasado puro, en el que
somos responsables del prójimo en préstamo, y el futuro, donde soy responsable
de un hombre que jamás he visto".
Lévinas, a sus 84 años, hizo gala de la máxima heterodoxia partiendo de la
tradición.
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