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República Bolivariana de Venezuela
Nicolás Maduro Moros
Presidente de la República
Víctor Clark Boscán
Ministro del Poder Popular para la Juventud
©Ministerio del Poder Popular para la Juventud, 2014
Sede Administrativa
Centro Villasmil, pisos 2, 4 y 5
Av. Este 6, Parque Carabobo
Caracas, Venezuela
Atención al Ciudadano
Avenida Andrés Bello,
Centro empresarial Andrés Bello
Caracas, Venezuela
Trabajo de Campo:
Fundación Grupo de Investigación Social Siglo XXI
ISBN: 978-980-14-2858-9
Hecho el Depósito de Ley
Depósito legal: lf43520149122120
Ustedes, que nacieron en medio del huracán,
que nacieron casi con el Caracazo (1989),
ustedes que nacieron con el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992,
ustedes vinieron al mundo cuando llegaba de nuevo la Revolución en Venezuela.
¡Son ustedes hijos de la Revolución, hijas de la Revolución!
Hugo Chávez
Acto con la Juventud · 19 de septiembre de 2012
Aquí está la juventud, miren, estudiando, formándose, trabajando,
es la juventud venezolana una juventud de esperanza,
es la juventud venezolana una juventud llena de optimismo,
la juventud venezolana, la encuesta de juventud lo dice muy claro,
cuando se le preguntó a los jóvenes venezolanos
¿ustedes preferen el socialismo o el capitalismo?, el 60% de los jóvenes
dijo que es socialista, ama al socialismo y quiere el socialismo.
Nicolás Maduro
Acto del Año Bicentenario de la Juventud, Puerta de Caracas · 12 de Febrero de 2014
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a g r a d e c i m i e n t o s Jóvenes venezolan@s: diversidades en transición recoge los resultados de la II EncuestaNacional de Juventudes (Enjuve) realizada por el Estado venezolano, luego de veinte años sin
hacer una encuesta similar para la formulación de la política públic a de juventudes en nuestro
país y que gracias a la visión estratégica del Ministro Héctor Rodríguez y el sentido de perti-
nencia del actual Ministro Víctor Clark, hoy se concreta como un libro de referencia para la ela-
boración de otras investigaciones en temas de juventud sobre aspectos fundamentales como
educación y vocaciones socio -productivas, maternidades adolescentes, empleo, recreación y
espacios públicos.
En su diseño, aplicación y análisis, han participado distintos actores que por su experienciacomo investigadores sobre el tema, sus acciones institucionales o sus vivencias como jóvenes,
aportaron sus visiones, sugerencias y análisis sobre cuáles son los problemas, necesidades y
aspiraciones que los y las jóvenes de nuestro país definen, para perfilar sus trayectorias vitales
y su rol en la transformación, que a mediano y largo plazos, se esperan para el logro del país po -
tencia que el Presidente Hugo Chávez definió en el Plan de la Patria 2013-2019.
Son muchos los nombres e instituciones a los que hacemos mención en el primer anexo de
este texto, sin embargo, queremos expresar nuestro reconocimiento a los y las especialistas
que realizaron los dos primeros capítulos de la encuesta: profesor Mario Angulo y profesoras
Brenda Yépez y Patricia Yáñez, así como al soció logo Yosjuan Piña que trabajó el capítulo sobre
familia y sexualidades. Del mismo modo, a todos y todas quienes participaron en mesas temáti-
cas y realizaron los prólogos para c ada capítulo de la encuesta.
Por otra parte, agradecer con especial afecto a los y las jóvenes del equipo de campo de la
Fundación Grupo de Investigación Social Siglo XXI (GIS X XI) que, en tiempo récord, aplicaron
con gran mística y disciplina un cuestionario de 163 preguntas a más de 10.000 jóvenes que
conformaron la muestra y la prueba piloto de esta II Enjuve 2013 y a las y los jóvenes del equipo
directivo y técnico del Ministerio del Poder Popular para la Juventud (MPPJ), que facilitaron con
sus gestiones y acertadas opiniones la construcción metodológica del estudio.
También el aporte de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES), que per-
mitió que los grupos focales coordinados por el colectivo de investigación social Red de la
Calle en el marco de una investigación sobre juventudes para esa institución, realizaran análisis
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específicos sobre resultados de la Enjuve 2013, que fueron de gran utilidad para la interpreta-
ción de dichos resultados.
En ese sentido, nuestras sentidas gracias a los y las jóvenes investigadores de la Red de la Calle
y a los grupos de jóvenes que participaron como integrantes de colectivos, movimientos e ins-
tituciones en los grupos focales, reuniones y debates sobre la encuesta, y nos sugirieron que
redactáramos un texto dirigido sobre todo a las y los jóvenes y no a públicos ac adémicos, con
la finalidad de generar y fortalecer redes de conocimiento participativas de p olítica pública na-
cional, que den continuidad al análisis de la encuesta.
En consonancia con este reclamo de las juventudes, esperamos que la publicación de resulta-
dos de la II Enjuve 2013 realizada por el Estado Venezolano, se sintonice con la necesidad de ini-ciar otros procesos de debate y convocatorias, con la finalidad de apuntalar nuevos proyectos
que garanticen que las propias juventudes sean protagonistas y hacedoras de su propio destino.
Irama la Rosa
Coordinadora II ENJUVE, 2013
Venezuela sí es paíspara jóvenes
Venezuela ha cambiado. Nuestro país ya no es el mismo que el de hace veinte años;
ni siquiera que el de hace diez. La Revolución Bolivariana, iniciada bajo el liderazgo de
Hugo Rafael Chávez Frías, supuso una aceleración histórica de la sociedad en todos sus
aspectos. Los consensos que articulan las relaciones económicas, sociales, políticas y
hasta personales han variado y lo han hecho para mejor, tal y como demuestran una y
otra vez los informes y estudios de organismos internacionales independientes o inclu-
so abiertamente hostiles a este Proceso1. Y si en algún sector se evidencia radicalmente
este cambio es en la juventud. Expresiones como “La Generación de Oro”, “la mejor ju-
ventud que hemos tenido” o “las muchachas y muchachos más capacitados de la historia
de Venezuela” no son lemas propagandísticos carentes de contenido real. Al contra-
rio, se trata de frases que en pocas palabras sintetizan un auténtico cambio de época.
Reflejan con precisión lo que los informes y sondeos certifican de forma científica y lo
que la experiencia cotidiana nos demuestra a cada instante: Venezuela es hoy un país
mejor y no sólo para una élite, sino para las grandes mayorías sociales que nos confor-
man como nación, y dentro de ellas, para una juventud ambiciosa, exigente, formada e
intransigentemente moderna.
Sin duda, la II Encuesta Nacional de Juventudes 2013 es el gran estudio que describe con
total precisión a esta nueva Venezuela. El anterior macrosondeo databa de 1993. En cual-
quier país, veinte años es un plazo de tiempo lo suficientemente largo como para que se
produzcan variaciones significativas en el cuerpo popular que las ciencias sociales están
obligadas a describir. En Venezuela, esta obligatoriedad se transformó casi en un impera-
tivo moral dadas las innegables transformaciones impulsadas desde hace quince años.
1 Véase, por ejemplo, el caso del Banco Mundial que, a pesar de ser uno de los instrumentos principales dela hegemonía capitalista, no tiene más remedio que reconocer los grandes avances en la disminución dela pobreza, la cohesión social, el incremento de la igualdad o aumento de la renta per cápita.
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Consecuentemente, el Ministerio del Poder Popular para la Juventud asumió su responsa-
bilidad de cartografiar esta novedosa e imparable realidad. Y los resultados son apasionan-
tes. Las 10.000 entrevistas realizadas en todo el país a hombres y mujeres de entre 15 y 30
años de edad muestran una juventud desacomplejada, optimista ante el futuro, orgullosa
de su país, pero a la vez exigente con él y con una ilimitada confianza en sí misma y en sus
capacidades. En definitiva, un panor ama totalmente opuesto al de 1993, cuando la anterior
encuesta juvenil consignaba el pesimismo, la resignación y la desesperanza.
Cabe avanzar algunos de los datos más relevantes de la II Encuesta Nacional de
Juventudes que evidencian el cambio de época, y además, rompen matrices de opinión
falsas que se quieren imponer desde ciertas instancias políticas y mediáticas. Así, 90% de
los jóvenes que estudian cree que su formación le ofrecerá muchas o bastantes oportu-
nidades; 93% cree que mejorará su actual posición laboral; 94% percibe que el papel de
la juventud es muy importante para el desarrollo social y económico del país; 77% piensa
hacer su vida en Venezuela, f rente a apenas 13% que opta por emigrar; 60% considera
que el mejor sistema es el socialismo ante 21% que se decanta por el capitalismo. La reali-
dad dista mucho del apocalipsis catastrofista que determinados intereses quieren insta-
lar en el imaginario colectivo, especialmente más allá de nuestras fronteras, basándose
en la lógica ignorancia de las audiencias internacionales. Parafraseando un reciente éxi-
to cinematográfico, Venezuela sí es país para jóvenes.
También es pertinente ver qué ocurre en otras latitudes. Recientemente, el Centro de
Investigaciones Sociológicas de España difundía una encuesta sobre la juventud espa-
ñola con unos resultados, en este caso sí, escalofriantes: 83% afirmaba que su propio país
no se preocupaba por las nuevas generaciones; 76% vaticinaba un futuro personal ne-
gativo; 66% de los jóvenes cree que va a vivir pero de sus padres; 30% está considerando
emigrar. La comparación entre ambos países también arroja luz sobre la sacudida en el
mapamundi internacional que ha supuesto el que los pueblos del Sur hayan decidido
hacerse cargo de su destino por segunda vez en su Historia –y aquí la figura liberadora de
Hugo Chávez refulge con el mismo brillo que la de Simón Bolívar– mientras que el otrora
rico Norte se tambalea en los estertores de un sistema, el capitalista, que ya no da más de
sí, por mucho que su agonía va a ser larga y ocasionará aún muchas catástrofes y desgra-
cias. Pero es evidente que estamos en un momento de crisis en el sentido que Antonio
Gramsci daba al término: cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de
nacer. Y en esta particular crisis, convulsa como todas las crisis pero también esperanza-
dora, la juventud venezolana tiene mucho que decir y mucho que hacer.
Este libro que tengo el honor de prologar disecciona el cambio de época del que venimos
hablando. Ha sido realizado por especialistas en diferentes áreas del panorama acadé-
mico venezolano y además cuenta con algunas aportaciones internacionales. Se trata de
una sabia mezcla entre juventud –no podía ser de otra forma, nadie más capacitado para
hablar de un joven que otro joven– y experiencia. He conocido y he trabajado con la ma-
yoría de ellas y ellos durante mi estancia al frente del Ministerio del Poder Popular para la
Juventud, cargo para el que me designó el presidente Nicolás Maduro en abril de 2013,
tras haber ocupado otras responsabilidades con las que me honró el presidente Chávez.
Sigo manteniendo el contacto con muchos, tanto debido a mi nueva labor como Ministro
del Poder Popular para la Educación, como por afecto, admiración o complicidad genera-
cional, pues no hay que olvidar que yo también, según la ciencia estadística, estoy encua-
drado en la categoría de los jóvenes y, como tal, incluso podría haber sido encuestado.
Considero que este libro es de lectura obligada para las personas que quieran entender la
Venezuela de hoy, además de ser una herramienta utilísima para quienes en su desempeño
público o profesional necesiten un diagnóstico preciso del terreno en el que se desenvuel-
ven. Y más allá del rigor académico, se trata de un viaje apasionante hacia el corazón de la
juventud venezolana. Una juventud a la que, a la luz de los datos, se le puede aplicar lo que
decía Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta bioló-
gica”. Así lo comprendió el Presidente Eterno Hugo Chávez desde la primera hora, cuando
proclamó que sólo la juventud tiene la fuerza necesaria, el amor necesario, pero sobre todo
la pasión necesaria, para hacer una Revolución.
Héctor Rodríguez CastroVicepresidente para el Área Social del Gobierno Bolivariano de Venezuela
Ministro del Poder Popular para la Educación
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p r e s e n t a c i ó n La II Encuesta Nacional de Juventudes 2013. Jóvenes venezolan@s: diversidades en transiciónda vida a una herramienta científica, específicamente diseñada y aplicada para observar y me-
dir las necesidades e inquietudes de la juventud venezolana, luego de 14 años de Revolución
Bolivariana y después de 20 años en los que no se llevó a cabo ningún estudio a profundidad
sobre este sector de vital importancia para el desarrollo de cualquier sociedad.
El Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, proclamó a nuestra ju-
ventud ante el mundo en el año 2012, como “la mejor generación que ha pasado por estas
tierras en 500 años de historia”, lo cual nos ha impuesto el reto de co ntinuar avanzando en la
construcción del modelo político, económico, social y cultural de la República Bolivariana deVenezuela, enmarcado en nuestra Carta Magna y co n el desarrollo de un modelo ampliamente
democrático y participativo, que hemos denominado la vía venezolana al Socialismo.
Los y las jóvenes tenemos la tarea de profundizar nuestro proceso organizativo y de partici-
pación activa en la construcción de la patria nueva, lo cual nos exige continuar avanzando en
la resolución y la atención integral de las necesidades, problemas e inquietudes de este seg-
mento de la población, reconociendo además, en consonancia con los resultados de este es-
tudio, la gran diversidad inherente a la juventud de Venezuela, que anhela quedarse en su p aís
y desarrollar esos poderes creadores –parafraseando al poeta Aquiles Nazoa– en su tierra, en
la cual ven su futuro y la posibilidad de ser felices, plenos y productivos. Como muestra de ello,
los resultados de la II Encuesta Nacional de Juventudes –elaborada gracias al esfuerzo man-
comunado de la Fundación Grupo de Investigación Social (GIS XXI) y del Ministerio del Poder
Popular para la Juventud– dan cuenta de la determinación que tiene la inmensa mayoría de los
y las jóvenes de quedarse a hacer vida en Venezuela, tal como lo expresa 77% de la población
consultada.
La presente encuesta es un aporte científico de obligatoria consulta para el desarrollo e impul-
so de las políticas públicas en materia de juventud, profundizando las líneas estratégicas de
la Misión Jóvenes de la Patria, creada por el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros
en el año 2013, con el propósito de consolidar el apoyo del Gobierno Bolivariano a la juventud
venezolana en los ámbitos de atención integral (políticas preventivas y recreativas para el sano
desarrollo de las y los jóvenes); organización y participación (desarrollo de los espacios demo-
cráticos y participativos para que, mediante la organización efectiva de las y los jóvenes, demos
impulso a la planificación y ejecución de acciones para atender sus necesidades e inquietudes);
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y desarrollo productivo (para respaldar los p royectos económicos de la juventud, así como sus
innovaciones y creaciones, garantizando la satisfacción de sus necesidades materiales).
Si algo ha demostrado esta generación de oro esculpida en los años de la Revolución
Bolivariana, es la capacidad de lucha de las y los jóvenes para proveerse un futuro en democra-
cia, en libertad y alejado de la lógica perversa del capitalismo, construyendo un modelo propio
cuyo centro sea el ser humano; esta nueva visión de sociedad, en pocos años, fue capaz de ge-
nerar resultados como, por ejemplo, los logros en materia deportiva, resaltando la medalla de
oro olímpica de Rubén Limardo; los avances en materia científica y tecnológica con el proceso
de formación de jóvenes en la República Popular China para la administración de los Satélites
Simón Bolívar y Francisco de Miranda, así como la creación de nuevos satélites en el marco de
la transferencia tecnológica con este país hermano; y, en el ámbito cultural, con el Sistema de
Orquestas que ha incorporado a miles de jóvenes a este programa que ha dado frutos para la
Patria y el mundo entero, como la batuta del Maestro Gustavo D udamel.
Para nosotros –como jóvenes– y para la consolidación de esta Patria Bolivariana –sobre los
cimientos de la Democracia Participativa, la justicia social y la construcción de un modelo al-
ternativo al neoliberalismo– resulta esencial este instrumento de medición, cuya publicación
presentamos a continuación como base para seguir el avance hacia el proceso de empode-
ramiento efectivo de la juventud toda, para que sea ella la protagonista de su propia historia,
construya su vida en paz, libertad y democracia; demostrando al mundo su férrea e indoble-
gable voluntad de edificar una Nación en el espíritu bolivariano, más grande por la moral y las
luces de sus ciudadanos y ciudadanas, que por sus riquezas materiales; convirtiéndose así los
venezolanos y venezolanas en palanca fundamental de ese desarrollo, de esa tarea histórica.
En este ámbito, y en pro de seguir respaldando el trabajo de las y los jóvenes de la Patria, nace
esta publicación, fruto de la encuesta desarrollada en el año 2013 cuyos resultados seguirán
profundizando las políticas transversalizadas en materia juvenil, con una necesaria visión de
Estado, tomando en cuenta la diversidad propia de la j uventud, tanto en sus expresiones comoen el espacio territorial donde hace vida; para promover mayor eficiencia en las acciones de
apoyo, así como en las líneas de investigación que han nacido gracias a estos resultados desa-
rrollados por el Centro de Estudios Antonio José de Sucre, proyecto que impulsa el Ministerio
del Poder Popular para la Juventud para dar cuerpo orgánico a los estudios sobre este segmen-
to de la población.
Impulsados por el Legado de Patria del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana,
Hugo Chávez, y por el esfuerzo de paz, estabilidad y defensa del país realizado por el Presidente
de la República, Nicolás Maduro Moros, presentamos esta publicación para seguir dando el
debate sobre el rol de las y los jóvenes de la patria en el futuro de la República Bolivariana de
Venezuela y de la gran Patria Latinoamericana y Caribeña. Estamos convencidos de que esto
sólo será posible con la activa participación de la juventud y con el incremento, cada vez mayor,
de sus posibilidades de crear, de innovar, de producir, de formarse y de beneficiarse de las bon-
dades de una Revolución que procura, en todo momento, dar felicidad a su pueblo, constru-
yendo un nuevo sendero que consolide el bien más preciado obtenido hasta la fecha: nuestra
Independencia Nacional.
Víctor Clark BoscánMinistro del Poder Popular para la Juventud
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i n t r o d u c c i ó n La formulación de la política pública venezolana en el marco de la Revolución Bolivariana, talcomo exige la Constitución y las distintas leyes que rigen la acción del Estado, debe ser parti-
cipativa durante todo el proceso, no sólo de formación y formulación, sino de seguimiento y
evaluación de los planes, programas y proyectos que instrumentan tales políticas. En lo que
respecta a las políticas p ara la juventud, hay que considerar que legalmente existen distintas
visiones sobre la participación y los rangos de edades de quienes participan. Por ejemplo la
Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Lopnna), establece en varios
de sus artículos que los niños, niñas y adolescentes –entre los 12 y 17 años de edad– tienen el
derecho a participar, a ser escuchados y a expresar su opinión para incidir en las políticas que
se formulan para cada ámbito de su vida, entre otros: Salud, Sexualidad, Educación, Cultura,
Recreación y Deportes. Otras leyes, como la L ey Orgánica del Sufragio y Participación Política,
admiten la participación política a través del voto a partir de los 18 años de edad, mientras que
la Ley Orgánica de los Consejos Comunales promueve la participación desde de los 15 años.
Lo anterior, precisamente tiene que ver con la variedad de concepciones que se tienen sobre la
juventud (Chaves, 2005). De hecho, es necesario recordar que la juventud como categoría epis-
témica y de política pública no tuvo mayor relevancia hasta casi la mitad del sigloXX, debido
a la ocurrencia de hechos de importancia histórica para la humanidad como lo fue la II Guerra
Mundial, y el rol político que comenzaron a asumir las y los jóvenes en las décadas de los sesenta
y setenta. En ese contexto, se iniciaron los debates sobre cuáles son las edades que entran den-
tro de la categoría juventud, desde una perspectiva biologicista o las discusiones más socioló -
gicas que comienzan a establecer las diferencias entre la juventud y lo juvenil, para determinar
quiénes son jóvenes y quiénes no; asimismo, se ha venido evaluando el rol que ejerce el mercado
y la autopercepción de la juventud respecto a cómo se viven las responsabilidades de la adultez,
para acuñar términos que permiten explicar la vivencia de una juventud prolongada, como es
el concepto de “moratoria social” ( Valenzuela, 2002 ), o el inicio temprano de responsabilidades
adultas en el caso de jóvenes que trabajan desde adolescentes o niñas madres que deben afron-
tar la manutención y crianza de sus hijos.
En Venezuela la Ley Nacional de la Juventud, promulgada en el año 2002, establecía en su ar-
tículo 2 que la población juvenil se correspondía a aquélla entre 18 y 28 años de edad. En la
Reforma Parcial de la Ley para el Poder Popular de la Juventud de 2009, uno de los cambios in-
corporados fue precisamente la edad para definir a los y las jóvenes, ahora entre las edades de
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15 a 30 años. Más allá de los debates para definir a la juventud por las edades y las distintas leyes
que rigen para que el Estado atienda a esta población, es importante destacar que si bien desde
el año 2002 se han creado organismos con competencia directa como fue el Instituto Nacional
de la Juventud, y actualmente, el Ministerio del Poder Popular para la Juventud (creado en
2011), existen una cantidad de Instituciones y Ministerios que intervienen para la atención a
este grupo poblacional. Entre otros: Salud; Educación; Educación Universitaria; Ministerio de la
Mujer; Ciencia, Tecnología e Innovación; Depor te; Cultura y Turismo, además de otros organis-
mos con competencia más local como las Gobernaciones y Alcaldías, que poseen Institutos y
programas específicos de atención a la juventud.
En ese sentido, se admite que el tema de las juventudes –en plural– es complejo no sólo po r su
diversidad conceptual y sociológica, sino por la variedad de instituciones que tienen compe-
tencias específicas en el desarrollo de políticas públicas para este grupo poblacional. Desde
el punto de vista instrumental, tal diversidad institucional supone que existen una cantidad
de datos e informaciones que ofrecen interpretaciones específicas, pero no diagnósticos inte-
grales que permitan establecer cadenas causales respecto a ciertos problemas que son funda-
mentales para abordar la realidad de la población juvenil venezolana como son la maternidad
temprana; la violencia social asociada a los varones urbanos; y las vocaciones educativas para
el logro de avances socioproductivos en áreas fundamentales como petróleo, petroquímica,
construcción, industrias, agropecuaria, agroindustria, manufactura, turismo, textil, minería y
telecomunicaciones.
Ante este panorama, el Ministerio del Poder Popular para la Juventud está obligado a cumplir
un rol determinante en la coordinación de las distintas políticas. En primer lugar para contri-
buir a evitar la dispersión programática y de recursos; así como para fortalecer una red inte-
rinstitucional que trabaje las juventudes desde una perspectiva transversal. De acuerdo a ello,
el Ministerio del Poder Popular para la Juventud (MPPJ) también requiere datos e información
actualizada, que no sólo se genere en instituciones públicas, sino que provenga de la opinión
o percepción de las y los mismos j óvenes sobre la definición de sus problemas reales y la gene-
ración de propuestas de solución desde la diversidad de visiones e identidades que les carac te-
rizan y con vistas al desarrollo pleno de sus oportunidades.
En ese contexto, la idea de desarrollar la Enjuve 2013 nació precisamente del análisis situacio-
nal sobre aspectos demográficos, sociales, económicos y culturales que el Ministerio del Poder
Popular para la Juventud venía generando para la formulación de la Misión Jóvenes de la Patria,
donde se planteó la necesidad de profundizar un diagnóstico sobre las juventudes venezola-
nas en el marco del “bono demográfico”, que experimenta Venezuela desde hace más de veinte
años, con la finalidad de conocer los problemas críticos, necesidades más sentidas y aspiracio-
nes que las y los jóvenes expresan en el presente, para apuntalar el desarrollo futuro de nuestro
país en función de nuestras potencialidades humanas, culturales, económicas y sociales.
De acuerdo con lo anterior y en articulación con la Fundación Grupo de Investigación Social Siglo
XXI (GIS XXI), se inició un proceso de investigación bibliográfica y de consulta pública para definir
cuáles debían ser las pautas metodológicas y técnicas para diseñar esa encuesta de acuerdo con
las necesidades institucionales del MPPJ, pero fundamentalmente de las propias percepciones
de las y los jóvenes venezolanos a quienes, desde hace veinte años, cuando se aplicó la I Enjuve, el
año 1993, no se les consultaba ampliamente sobre sus necesidades y aspiraciones. De esa mane-
ra, la II Enjuve se concibió como un instrumento para desplegar objetivos que respondan a deter-
minados intereses para la Política Pública Nacional, que son:
1. Conocer las condiciones actuales de las y los jóvenes venezolanos, sus necesidades, aspiraciones y
deseos en ámbitos fundamentales referidos a educación, empleo, tiempo libre, salud, familia, con-
diciones de vida y visión de futuro para formular políticas públicas que permitan apuntalar las me-
tas de desarrollo planteadas para la sociedad venezolana.
2. Comparar y evaluar retrospectivamente cómo se han desarrollado determinadas transformacio-
nes en ámbitos fundamentales de la vida, a partir del análisis de los resultados de la I Enjuve (1993) y
de la II Enjuve (2013), de los y las jóvenes, entre 15 a 24 años.
3. Comparar resultados con otros países de América Latina, para definir prospectivas de integración
desde la visión de las y los propios jóvenes en el marco de convenios de cooperación internacional
como la Unión d e Naciones Suramericanas (Unasur).
En este texto, se analizan los datos para cubrir el primer objetivo y en próximas publicaciones
se realizará el análisis comparativo entre la I Enjuve (1993) y la II Enjuve (2013) para jóvenes entre15 a 24 años, y la investigación sobre Prospectivas vitales de las juventudes de los países de la
Unasur, que se corresponden al segundo y tercer objetivo. La idea fundamental para esta publi-
cación partió de la siguiente hipótesis planteada para el estudio:
Las juventudes venezolanas actuales se caracterizan por ser heterogén eas
en cuanto a su diversidad de intereses, perfiles e identidades. Sin embargo,
esas juventudes tienen en común que han profundizado sus visiones de
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ciudadanía para el ejercicio efectivo de dere chos económicos, educativos,
políticos, sociales, sexuales, ecológicos y culturales, debido al model o de
inclusión social, participación política y apertura de oportunidades que se
ha desarrollado en los años de Revolución Bolivariana, lo que represen ta
un potencial sin precedentes para apuntalar el país potencia definido en el
Plan de la Patria 2013-2019.
En ese sentido, considerando los ámbitos de estudio de la I Enjuve (1993) con adaptaciones e
incorporación de otras dimensiones ajustadas al contexto actual referidas a las nuevas tecno-
logías, redes sociales, consumo cultural y aspectos legales de la Ley Orgánica para la Juventud
de 2010, para la II Enjuve (2013) se diseñó un cuestionario de 163 preguntas que se aplicó a una
muestra de 10.000 jóvenes, para un universo de 7.999.667 que de acuerdo con el Censo 2011,
tienen edades entre 15 y 30 años.
Una vez procesados los datos, se desarrolló un esquema de análisis colectivo de los resultados,
a partir de la intervención de distintos actores con intereses en el tema; fundamentalmente, ex-
pertos académicos, colectivos juveniles e instituciones públicas y privadas, grupos focales que
participaron en mesas temáticas, y la discusión de investigaciones en curso2 para desarrollar
reflexiones de tipo teóricas, sociodemográficas y especializadas sobre los principales resulta-
dos de la encuesta. Este proceso de debate y análisis dio como resultado la estructura para el
texto de la I I ENJUVE (2013), definido como: Jóvenes venezolan@s: diversidades en transición, que
contiene los siguientes capítulos:
“Capítulo I. Semblanzas de la Juventud venezolana en la IV República”: este análisis, bajo la res-
ponsabilidad del profesor Mario Angulo, que en su momento fue el encargado de la coordina-
ción de la I Encuesta Nacional de Juventud en Venezuela, presenta un recorrido histórico de
cómo se han diseñado las políticas de juventud, sus enfoques y contextos sociopolíticos desde
los años sesenta, como contexto que nos permite comprender cómo se han configurado con-
cepciones recientes de políticas públicas de juventudes, fundamentalmente sustentadas enenfoques integrales de derechos humanos, género e inclusión. Se trata de una primera apro-
ximación o mirada comparativa entre dos procesos sociopolíticos de la historia nacional, que
2 Análisis de situación sobre condiciones de vida y subjetividad de la población comprendida entre 15 y 24años de edad de los estados: Distrito Capital, Vargas, Miranda, Zulia, Táchira, Lara, Aragua, Carabobo y Anzoátegui, 2012-2013. Red de la Calle, Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES).
luego de promulgada la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) el año
1999, se denominan como IV y V República.
“Capítulo II. Juventudes y oportunidad demográfica en Venezuela”: el texto, elaborado por las
profesoras Brenda Yépez y Patricia Yáñez, cumple con el propósito de presentar un examen
sobre cómo ha sido el compor tamiento del crecimiento de la población venezolana en los úl-
timos años, su estructura actual y cómo se proyecta a futuro, con la finalidad de ilustrar con
claridad por qué es importante e impostergable definir políticas públicas de juventud, en un
contexto tan particular conocido como el “B ono demográfico”, donde la mayor parte de la po-
blación se encuentra en situación económicamente activa. Es el segundo capítulo de análisis
de situación, que permite justificar con mayor peso la importancia misma de haber realizado la
II Enjuve (2013).
“Capítulo III. Consideraciones metodológicas”: bajo la responsabilidad del equipo técnico de la
Fundación de Investigación Social para el Siglo XXI (GIS XXI), este capítulo describe los antece-
dentes, aspectos conceptuales y técnicos con respecto al diseño del cuestionario, la escogen-
cia de la muestra y su distribución porcentual, la medida de confianza y margen de error de la
misma. Se culmina el capítulo con una descripción general de la población consultada en la II
Enjuve (2013).
“Capítulo IV. Educación y sentidos de vida”: se inicia el análisis de lo s datos sobre el tema educa-
tivo obtenidos en la II Enjuve (2013), con el prólogo de la profesora M aría Victoria Canino, parti-
cularmente sobre niveles de escolaridad, deserciones, rezagos y percepciones que tienen las y
los jóvenes sobre el rol de la educación, para contribuir con el desarrollo del país y para aprove-
char las oportunidades que les permitan mejorar sus condiciones y calidad de vida.
“Capítulo V. Jóvenes y mundo laboral: ¿más empleo o mejores trayectorias s ociales?”: con las
palabras introductorias de la profesora Sonsiré López, s e describen los datos obtenidos sobre
condiciones de empleo de las y los jóvenes consultados, considerando las singularidades res-
pecto a las aspiraciones y potencialidades que permitirían definir políticas públicas para el de-
sarrollo productivo nacional.
“Capítulo VI. Ocio y tiempo libre: juventudes entre el espacio público, el privado y el ciberespa-
cio”: en este capítulo, introducido por la investigadora Ana Daniela Rattia, se analizan los da-
tos que permiten describir la importancia que tienen estos temas en las juventudes actuales,
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considerando el rol del espacio público, las nuevas tecnologías y los medios de comunicación
como opciones o desventajas para el desarrollo pleno de sus potencialidades.
“Capítulo VII. Cuerpo, desmercantilización y salud en las políticas públicas de juventud en
Venezuela”: este capítulo que introduce el antropólogo Luis Briceño analiza, a partir de los da-
tos de la II Enjuve (2013), la importancia de la salud para el desarrollo de una vida plena, en un
contexto donde los principales riesgos para la salud en jóvenes varones, desde la perspectiva
del sociólogo Antonio González, son lo s que se relacionan con las conductas de violencia y de-
mostración de las masculinidades. Por otra parte y desde esa perspectiva de género, también
es posible detectar, en jóvenes mujeres, la influencia que ejerce un mundo mediatizado que
hiperestimula los sentidos y determina la imagen del cuerpo.
“Capítulo VIII. Los jóvenes siempre en la mira: afectividades y sensibilidades juveniles”: es un
análisis realizado por el sociólogo Yosjuan Piña, acerca de los datos obtenidos sobre el rol que
tiene la familia en las afectividades, prácticas sobre sexualidades, nupcialidad y maternidad en
las trayectorias vitales de las y los jóvenes venezolanos que representa un área f undamental
para la formulación de proyectos concretos en temas vitales como maternidades adolescentes,
masculinidades y conductas de riesgo.
“Capítulo IX. Cambio de época e imaginario en transición”: con las palabras de apertura del doc-
tor Iñigo Errejón, se expone cómo las y los jóvenes venezolanos entienden desde sus subjetivi-
dades religiosas, y en el contexto polarizado actual, sus visiones sobre la participación política,
el ejercicio de ciudadanía. También, sus concepciones sobre lo que es o no tolerable en torno a
problemas y situaciones que implican progresión de derechos humanos en la sociedad vene-
zolana en temas, por ejemplo, como el aborto, la sexodiversidad o la práctica de la eutanasia.
“Capítulo X. Juventudes, participación política y visiones de futuro”: éste es el último capítulo,
cerrando la secuencia con este texto prologado del investigador Wilfer Bonilla, donde se anali-
zan los datos sobre percepciones que tienen los j óvenes sobre su rol en la sociedad y sus visio-
nes de futuro para el desarrollo del país.
Finalmente se presentan las “Conclusiones” a partir del análisis de los c apítulos precedentes,
redactadas por el licenciado Herick Goicoechea Gámez, presidente de la Fundación Centro de
Estudios sobre Crecimiento y Desarrollo de la Población Venezolana (Fundacredesa).
Sin embargo, es importante remarcar que esta publicaci ón sobre los resultados de la II Enjuve (2013)
es un texto de final abierto, en el sentido de que representa una primera fotografía de la situación
actual de las juventudes venezolanas, que necesariamente seguirá generando d ebates y propues-
tas para la profundización de áreas de trabajo como la aplicación de otras encuestas temáticas y la
realización de investigaciones cualitativas específicas.
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Semblanzasde la juventud
venezolanaen la IVRepública
Prólogo por Mario Angulo
En el presente capítulo se analizan las concepciones, procesos sociopolíticos
y percepciones que han permeado la acción del Estado venezolano,
con respecto a sus jóvenes, para el período conocido como IV República
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Semblanzasde la
juventudvenezolanaen la IV
RepúblicaPrólogo por Mario Angulo
En el presente capítulo se analizan las concepciones, procesos sociopolíticos y per-
cepciones que han permeado la acción del Estado venezolano, con respecto a sus
jóvenes, para el período conocido como IV República
La juventudEn la década de los 60
Luego de la victoria popular sobre el régimen autoritario en 1958, la década
de los 60 será el escenario para una serie de hechos de enorme repercusión en la
Venezuela contemporánea, pero muy particularmente, para el ser, el sentir y el ac-
tuar de la juventud del país, tanto en aquellos años como en su proyección hacia lasdécadas posteriores.
El primero de estos hechos fue la rápida conformación de una renovada
Estructura de Dominación Pactada (EDP) entre cúpulas políticas encargada de ope-
rar los intereses de sectores dominantes que venían concertados desde el exterior y
con anterioridad a la coyuntura del triunfo popular del año 58. Ese nuevo y negocia-
do acuerdo de poder funcionaría como el molde excluyente de lo que en la práctica
quedó sellado con el conocido Pacto de P unto Fijo, por medio del cual se conduciría la
vida del país en forma hegemónica.
El segundo acontecimiento destacado fue el diseño y aprobación de un nue-
vo texto constitucional (en 1961) el cual, aunque fue exhibido como un instrumento
político que reunía los intereses de las mayorías del país, en realidad sólo fue con-
sultado efectivamente entre las clases dominantes y las élites privilegiadas, y luego
aprobado en correspondencia con los propósitos de aquella renovada estructura de
dominación recién implantada. Pero, además, la mayoría de las disposiciones refe-
ridas a garantías fundamentales en el plano de los derechos humanos y políticos de
aquella Constitución, fue persistentemente violada desde el mismo momento de suentrada en vigencia.
El tercer hecho de mayor relevancia fue el reinicio de la lucha popular, que se
había desarrollado contra la dictadura, pero ahora organizada y radicalizada a tra-
vés de la vía armada, como producto de la frustración de las expectativas popula-
res y de la violencia y la represión política aplicada por la Estructura de Dominación
Pactada (EDP) contra los movimientos sociales y contra las organizaciones
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políticas disidentes. Y, el cuarto hecho, la instrumentación del llamado Proceso de
Pacicación por parte de la Estructura de Dominación Pactada (EDP), una vez derro-
tada la vía insurreccional. No hay que olvidar que el éxito de la Pacicación también
estuvo precedido por intensos procedimientos de aniquilación y desaparición física
de la insurgencia, en la que también hubo delatores, claudicantes y tránsfugas, pero
sobre todo un cruento y severo exterminio en las juventudes políticas de izquierda.
Como se observa, se trata de cuatro acontecimientos que al desplegarse duran-
te esta década de los 60, dieron inicio a importantes procesos con efectos generales
en el conjunto de la población, pero que impactarían de manera ostensible y diversa
en el ser, el sentir y el actuar de la juventud en Venezuela. Efectivamente, una de las
primeras decisiones que adoptó aquella Estructura de Dominación Pactada (EDP),que se instala en el país al vencimiento del modelo autoritario en 1958, fue la subes-
timación sistemática de las demandas presentadas por la izquierda de la época y, en
particular, por colectivos y vanguardias juveniles altamente politizadas, las cuales se
mantenían presentando reclamos, en buena medida semejantes a los exigidos desde
las luchas contra la dictadura.
En el núcleo de aquellas demandas progresistas, solidarias y protagónicamen-
te juveniles, se encontraban, por una parte, la defensa irrestricta de los intereses
y demandas de las mayorías populares y, por la otra, los imperativos de la sobera-
nía de Venezuela frente al entreguismo maniesto de las cúpulas concernidas den-
tro de aquel pacto de poder. Seguidamente, la dirigencia adulta de la Estructura de
Dominación Pactada (EDP) arreció su rechazo a los reclamos juveniles y clausuró
la interlocución con las vanguardias políticas de la juventud, con lo cual se abrió el
camino a la división del principal partido del pacto, el de corte socialdemócrata, de-
bido, entre otras razones, a la adopción de una sólida orientación revolucionaria y so-
cialista por parte de aquellos jóvenes. Y, un poco más tarde, se reblandeció la solidez
ideológica del segundo partido político del pacto, el de factura demócrata-cristiana,
en virtud de la apuesta por el socialismo de muchos de sus dirigentes juveniles postu-
lando la inocultable dimensión revolucionaria del cristianismo y de su expresa voca-
ción por los pobres. Y en un tercer paso, la Estr uctura de Dominación Pactada (EDP)
procedió a inhabilitación legal y política de l as instancias juveniles de izquierda con-
frontadas junto con la de la totalidad del Partido Comunista de entonces, forzándolas
a la clandestinidad por no renunciar a sus ideales ni a su enérgica beligerancia. Por
tal motivo, la adopción de la vía insurreccional tuvo también un fuerte y determinan-
te contenido juvenil.
Ahora bien, hay que indicar que, independientemente del sustantivo compo-
nente ideológico que estuvo presente en las potentes actuaciones de la juventud ve-
nezolana durante la lucha contra la dictadura en 1958 y luego, al insurgir contra su
réplica de dominación interna, ahora establecida en los años 60 con un formato elec-
toral representativo. La Estructura de Dominación Pactada (EDP), que ahora dirigía
hegemónicamente al país, le resultaba más claro y más amenazante el peligro repre-
sentado por la inmensa capacidad de reexión, de movilización y de combate no sólo
de las organizaciones políticas disidentes y perseguidas, sino fundamentalmente, la
de los liderazgos juveniles y de los conglomerados de la juventud en aquella década,los cuales emergieron y se expandieron con ostensible intensidad y uidez en el esce-
nario político y cultural del país.
La vigorosa combinación de sensibilidad social y de conciencia política de las y
los jóvenes progresistas en la Venezuela de los años 60 sumada a su inquebrantable
compromiso con las demandas y requerimientos del pueblo empobrecido, le impri-
mieron al accionar político de esta juventud solidaria una elevada calidad ética para
la construcción de un ideario de liberación nacional y para el ejercicio de la lucha
revolucionaria. Por esa razón, la mayoría de los espacios en donde había presencia
juvenil se convertía rápida y masivamente, en terreno fecundo para que germinaran
tanto el discurso crítico como el comportamiento enérgico de las y los jóvenes frente
a las actuaciones clasistas de la Estructura de Dominación Pactada (EDP) y contra el
pernicioso curso por donde se encaminaba el país por obra de esas actuaciones. En
tal sentido, los planteles educativos y en especial, los centros de educación superior,
se convirtieron en los ámbitos del mayor protagonismo juvenil insurgente.
Pero, no sólo eran los espacios del circuito educativo donde tenían lugar la par-
ticipación y la gestión juvenil con propósitos transformadores, también lo eran los
centros de trabajo y los sindicatos, lugares en los que la juventud trabajadora apor-
taba una elevada contribución a los numerosos frentes de lucha contra la Estructura
de Dominación Pactada (EDP) y contra el modelo de élites con privilegios que había
renacido igualmente autoritario, pero que ahora se presentaba con el ropaje de una
democracia representativa.
La lucha de aquellos dirigentes y grupos juveniles de trabajadores y obreros al-
tamente politizados, se hacía cada vez más frontal contra el pernicioso esquema de
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“democracia pactada” entre cúpulas privilegiadas, voraces en lo interno y súbditas del
gran capital y de las corporaciones transnacionales.
De igual manera, el inujo levantisco y solidario anidado en el alma colecti-
va de aquella juventud tuvo también repercusiones en la población juvenil rural y
aunque la combatividad de la juventud como actor revolucionario se expresaba bási-
camente en los contextos urbanos, el fragor de las luchas de jóvenes campesinos no
sólo fue de considerable protagonismo, sino que, en ocasiones, alcanzó cualidades
heroicas en el combate, al igual que la de muchos cuadros y dirigentes juveniles en las
ciudades.
El registro de la dolorosa cuota de sacricio aportada por la juventud venezo-
lana en los años 60 (y la de otras juventudes políticas de izquierda en las décadasposteriores), acompañando al pueblo empobrecido en sus esfuerzos por asegurar
mínimas condiciones de vida y enfrentando el entreguismo del país “pactado” entre
cúpulas, fue sometido a censura y hasta ocultado, pretendiendo así reducirla al olvi-
do vergonzoso. Sin embargo, al cabo de medio siglo y para benecio de la dignidad
de la juventud venezolana y de nuestra memoria histórica, en la actualidad se han
establecido comisiones de la verdad, al igual que en otros países latinoamericanos
que se encuentran en vías de liberación (como Argentina , Brasil , entre otros), con el
propósito de evitar la impunidad de aquellos crímenes y sobre todo, de impedir la re-
aparición de aquellos tenebrosos mecanismos de represión política contra el pueblo
y en particular , contra las juventudes solidarias , progresistas y populares.
Es evidente que el alto nivel de politización juvenil en los años 60 presidido
por los valores de la igualdad y del compromiso popular en procura de una nueva y
más justa sociedad y por el cultivo de la solidaridad internacional con la lucha de los
pueblos del mundo y con los movimientos de liberación que reverberaban por todo el
planeta, fueron signos característicos y de la mayor relevancia en el ser, el sentir y el
actuar de la juventud en Venezuela.
Todo este dinamismo juvenil venezolano ocurría en constante desafío a los
brutales y tenebrosos procedimientos de control militar y represión policial ins-
trumentados, tanto masiva como selectivamente, por la Estructura de Dominación
Pactada (EDP) que contaba, además, con el apoyo directo de la red de inteligencia
y logística extranjera, experta en el asedio, la tortura y el exterminio dentro y fue-
ra de las fronteras nacionales. Hay que destacar, en consecuencia, que sólo con un
rápido recorrido por las luchas justas y progresistas emprendidas por los pueblos
latinoamericanos a partir de aquellos años se puede apreciar, además, la instrumen-
tación de tenebrosos planes de exterminio generalizado a la población y la especial
saña aplicada a las masacres perpetradas contra las juventudes revolucionarias del
continente. Al respecto, la brutalidad de estos lineamientos represivos contra la ju-
ventud resultó patética en el caso venezolano.
En esta brevísima aproximación al perl de actuación política y cultural, de la
juventud venezolana durante los años 60, mención especial merece también el fuerte
“protagonismo contracultural” emprendido por segmentos juveniles íntimamente
conectados con la insurgencia musical, los festivales mundiales de amor y paz, y gru-
pos de rock que operaban expresando severas críticas al intervencionismo militaris-
ta de potencias contra los pueblos, a las perversiones mercantiles de la sociedad dela opulencia y a las patologías del consumismo. De igual forma, estas insurgencias
juveniles políticamente importantes pero principalmente localizadas en el terreno
cultural, denieron también líneas de actuación que expresaban la aparición de nue-
vas estéticas musicales y artísticas y, en especial, de valores antirracistas y pacistas
en la juventud provenientes del acontecer juvenil que transcurría en las principales
ciudades y capitales europeas y norteamericanas, y que en Venezuela se divulgaba
por circuitos y emisoras de radio y televisión de importante penetración en el mundo
juvenil, a menudo conjugadas con operaciones publicitarias y mercantiles.
Ahora bien, al ir nalizando la década de los 60 en Venezuela, la Estructura de
Dominación Pactada (EDP) había desarrollado un amplio aprendizaje para lo que ha-
bría de ser su férreo control hegemónico del país. Había aprendido a derrotar a la iz-
quierda venezolana como lo comprueba todo lo ocur rido en el escenario político de las
décadas posteriores, pero sobre todo, había tomado conciencia de lo peligroso que re-
sultaba para sus calculados propósitos de dominación hegemónica permitir el man-
tenimiento de la sensibilidad social, del patriotismo y de la solidaridad en la juventud
venezolana.
Por tanto, el llamado Proceso de Pacicación, con énfasis en la vida política,
resultaba incompleto sin el objetivo inaplazable de “domesticar” a la juventud. De
allí que, la Estructura de Dominación Pactada (EDP) se propuso, desde nales de los
60 y comienzos de la década del 70, fraguar e instrumentar todas las medidas y deci-
siones conducentes a los objetivos de control y de cooptación de la conducta juvenil,
adoptando como el primero de todos los objetivos de dominación la despolitización
generalizada de la juventud y la clausura de los mecanismos, espacios y valores que
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pudiesen tributar en favor del ser, el sentir y el actuar juvenil como actor solidario y
orientado a las transformaciones de la estructura social. Con este imperativo propó-
sito, la Estructura de Dominación Pactada (EDP) se sirvió de distintos procedimien-
tos y medios que fueron instrumentados sin ningún tipo de escrúpulo, entre ellos, la
gran laxitud frente al consumo y la distribución de drogas y la decadencia creciente
y generalizada del aparato educativo público y la consecuente privatización, no sólo
de la educación sino de otros ámbitos de importancia fundamental para la juventud.
Para nalizar estas notas sobre la juventud venezolana en la década de los 60,
es preciso hacer mención al silenciado, pero muy relevante protagonismo revolu-
cionario que tuvo la juventud militar venezolana. En especial los numerosos ocia-
les, subociales y personal de tropa pertenecientes, a los cuatro componentes de lasFuerzas Armadas Nacionales y a la cuota de sacricio que aportaron con sus vidas,
sus carreras y su libertad a los movimientos de liberación del pueblo y de la nación.
Además del numeroso éxodo de militares desde sus cuarteles hacia la lucha guerri-
llera y a su incorporación a las estructuras de dirección de las Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional (FALN), también son memorables tres de las insurgencias mi-
litares más importantes de aquella década de los 60 en que murieron centenares de
efectivos y que quedaron registrados en la memoria de las luchas populares como
El Porteñazo, El Carupanazo y el Barcelonazo. Esta intensa participación militar
en defensa de la causa colectiva y del interés nacional y abiertamente enfrentada a
la Estructura de Dominación Pactada (EDP), estuvo predominantemente encarna-
da por jóvenes, dado que, en su gran mayoría, tenía edades menores a los 35 años.
Por esa razón y al igual que lo aplicó para el mundo de la juventud en general, la
Estructura de Dominación Pactada (EDP) aplicó a fondo rigurosos procedimientos
de control , manipulación y cooptación de la conducta y de los valores de la juven-
tud militar. Entre estas reaccionarias medidas estuvieron los sustantivos cambios
curriculares para profundizar sus anidades ideológicas conservadoras y elitizan-
tes y, también, la separación física y social de las academias de formación de cada
componente, en sus niveles iniciales, para impedir el cultivo temprano de lazo s de
fraternidad y solidaridad juvenil entre los miembros de la futura ocialidad militar.
Todo lo cual impulsado, como se ha dicho, por los imperativos de la E structura de
Dominación Pactada (EDP) de extremar sus aspiraciones y propósitos de despoli-
tización de la juventud y de los conglomerados que la conformaban, entre ellos, la
juventud estudiantil, la popular urbana, la campesina y la militar, entre otras.
La juventudEn la década de los 70
De cara al interés de estas notas dir igidas a una breve retrospectiva de la cues-
tión juvenil en Venezuela, hay que destacar que los años 70 constituyen la década
de consolidación plena de la Estructura de Dominación Pactada (EDP) nacida en la
década anterior. Efectivamente, el Pacto de Punto Fijo se encuentra enteramente for-talecido en sus alianzas con las clases y las élites dominantes y en sus complacientes
actuaciones internacionales. De igual forma, es la década en la cual este poderoso y
excluyente instrumento de poder hegemónico fortalece las enseñanzas que dejó la
década anterior en materia de represión de las luchas populares y en el cultivo de un
relevante saber acerca de los problemas y amenazas que surgen cuando dirigencias
y grupos de la juventud se politizan, se sensibilizan, cuando logran acceso a la infor-
mación histórica y a la formación teórica de corte progresista y, sobre todo, cuando
tienen oportunidad de cultivar la solidaridad como atributo universal del auténtico
ser, sentir y actuar de la juventud. En ese momento las y los jóvenes se convierten en
obstáculos amenazantes para las estrategias de conducción burguesas u oligárqui-
cas y en pesadillas para su insaciable vocación de explotación del pueblo y de expolia-
ción del país.
En consecuencia, la Estructura de Dominación Pactada (EDP) que conduce
hegemónicamente al país, ya ha acumulado suciente experiencia ahora en los años
70, frente al peligro potencial de una nueva insurgencia juvenil. Por ende, la priori-
dad de la despolitización juvenil y el bloqueo de las posibles fuentes que la posibiliten
obtienen carácter imperativo para la estructura de poder que conduce a Venezuela.
Por tanto, se establece un grupo de l ineamientos de control y cooptación del compor-
tamiento juvenil en distintos planos. Uno de ellos fue la creación de un Ministerio de
Estado para la Juventud, en 1972, y que estuvo acompañado de otras materias para la
intervención ideológica y la coacción política de la conducta juvenil como la Cultura,
la Ciencia incluso el Deporte. Esta primera institucionalidad pública de juventud, de
conservadora raíz socialcristiana, se dirigió al diseño y la ejecución de programas de
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campamentismo, de competencias deportivas, programaciones culturales y de dis-
tintos elementos anes, pero todos con propósitos de fuerte intervencionismo cen-
trado en el tiempo libre de la juventud y en el amoldamiento a valores principalmente
individualistas, reaccionarios y conservadoristas.
En paralelo a los propósitos dominantes en procura de la despolitización juve-
nil, la década de los 70 fue de gran ex pansión de la matrícula educativa, no sólo para
abastecer de fuerza de trabajo calicada a los requerimientos desarrollistas que se
propusieron de los gobiernos pactados internamente y en concordancia con los man-
datos asignados al país por l a división internacional del trabajo, sino también para
negociar fórmulas relativamente sencillas de distribución del ingreso y de satisfac-
ción de las demandas sociales, especialmente, las provenientes de las clases mediasemergentes.
Al respecto, resulta un hecho de muy destacada relevancia que a partir de los
años 70 se fue abriendo paso, hacia un nivel superior, el ya poderoso y avasallante
esquema mediático comercial en alianza indisoluble con el instrumental publicita-
rio para la inuencia y, en ocasiones, hasta para la conducción de la vida colectiva.
Este avasallante binomio mediático-publicitario, bajo absoluto control del capital
privado, se fue concentrando rápidamente en la población juvenil. Aunque se trataba
de una operación envolvente sobre toda la región latinoamericana en concordancia
con la mayoría de los gobiernos de la región, era el turno para que comenzara así para
Venezuela el largo período de la manipulación comercial de la imagen de la juventud,
de la intromisión perversa de los valores del narcisismo, del consumismo y del egoís-
mo rigurosamente centrados en el ser, el sentir y el actuar de la juventud venezola-
na y que reforzaban ingeniosamente las metas de la despolitización trazadas por la
Estructura de Dominación Pactada (EDP) para aquella generación de los años 70 y
para las sucesivas generaciones juveniles venezolanas por venir.
Todo esto transcurría en el marco de la inocultable laxitud y la tolerancia de
la estructura de dominación pactada frente a la proliferación del perverso, pero po-
líticamente rentable mercado de las drogas y de la perniciosa expansión de su con-
sumo en el seno de la población juvenil. El éxito que habían logrado las cúpulas de
poder de Estados Unidos al contener y derrotar las poderosas fuerzas emergentes
de la negritud norteamericana al introducir y sembrar en su seno circuitos de distri-
buidores y consumidores de estupefacientes, constituía todo una enciclopedia para
los mecanismos de dominación antijuveniles en los países del Sur, en particular, en
los más levantiscos como Venezuela. Era evidente que la instalación de las drogas
en las sociedades y la multiplicación instantánea de su adicción entre las juventudes
eran invalorables instrumentos del deleznable arsenal para lograr la despolitización
juvenil, en la que tanto empeño había colocado la Estructura de Dominación Pactada
(EDP).
Por otra parte, es oportuno señalar el fuerte impacto que tuvieron dos linea-
mientos de intervención pública en el terreno de la juventud, especialmente, en el
conglomerado juvenil universitario. En primer término, el programa de becas en el
exterior, denominado Gran Mariscal de Ayacucho, explícitamente divulgado con el
argumento de estar dirigido a fortalecer los planes modernizadores del país, pero
intensamente cuestionado por quienes se oponían a este programa exigiendo inver-tir su mecanismo, es decir, que en lugar del oneroso gasto de formar alumnos en el
exterior lo sensato sería traer docentes de alta calicación técnica y profesional al
país. No obstante, lo concreto era que este programa se ejecutaba en medio del apo-
geo derrochador de un modelo económico con fuerte y dispendiosa, expansión del
gasto público y con el morbo de la corrupción pública y privada en pleno desarrollo.
Por lo demás, es obvio a rmar que este mecanismo de asignación de recursos públi-
cos a través de becas al exterior, junto con el de los de créditos educativos, reforza-
ban la ruta hacia el modelo de élites que comenzaba a implantarse en la educación
y particularmente en sus niveles superiores. Además, es útil destacar que con este
programa se fortaleció la perversa gura del conocido “clientelismo” pero, ahora di-
rectamente, en el ámbito educativo-juvenil.
Y la segunda referencia en materia de atención a la juventud en esa década,
fue la vistosa pero escandalosamente extinguida Organización Nacional para el
Turismo Estudiantil y Juvenil (ONTEJ). Este programa de gran impacto inicial en la
atención al t iempo libre entre la juventud estudiantil, comenzó su declive en un plazo
relativamente corto, en contraste con los planes de duración que se habían concebido
en su diseño inicial. De acuerdo con la crónica de la época la causa principal de su
desmantelamiento fueron los sucesivos escándalos de corrupción, en los cuales co-
menzaban a aparecer su vistosa jefatura burocrática, los socios privados que partici-
paban en la operación de este programa juvenil de turismo, si no la propia dirigencia
estudiantil universitaria designada para sus operaciones .
Ahora bien, el saldo analítico que arroja esta década de los años 70 en la tra-
yectoria de la juventud venezolana es, como cualquiera de las otras décadas, muy
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amplio y diverso. No obstante, conviene destacar al menos dos aspectos resaltantes.
El primero y más importante, es que la década de los 70 transcurre para la juventud
venezolana como un período de progresiva despolitización juvenil y de su alejamien-
to de intereses vinculados a causas populares y a propósitos colectivos. Y un segundo
hecho relevante es que al ir nalizando esta década se va cristalizando la percepción
colectiva que reconoce a la juventud estudiantil como el actor social exclusivo de la
categoría juventud. Esta suerte de representación selectiva que homologa juventud
sólo con la juventud estudiantil reforzaría los dramáticos procedimientos de exclu-
sión, no sólo contra los otros conglomerados juveniles que quedaban aun más segre-
gados con esta selectiva y perniciosa homologación, tales como la juventud popular
urbana, la juventud campesina, entre otros, sino la exclusión que tendría lugar al in-terior de la propia juventud estudiantil en los posteriores años 80.
El lamentable trayectode visiones conflictivas
sobre la juventud (Problemática, Desertora, Boba y Azote)
Con el propósito de ampliar la comprensión de la cuestión juvenil en Venezuela
es preciso advertir que no basta con el enfoque sobre su acontecer en el plano obje-tivo, generalmente sustanciado por información estadística sobre la juventud y re-
portes cuantitativos de gran signicación en materia de juventud, como los índices y
magnitudes referidas a educación, empleo, procreación y nivel de vida, entre otros.
También es necesario emprender un análisis en torno al fecundo, y generalmente
complicado, terreno de las subjetividades colectivas sobre la juventud, que tan valio-
sas contribuciones aporta para enriquecer su comprensión.
Uno de estos lineamientos correspondiente al plano de la subjetividad colecti-
va sobre la población juvenil tiene que ver con la indeseable línea de la subestimación,
el etiquetamiento y la estigmatización de la juventud y de algunos de los conglomera-
dos que la han integrado en el devenir de las ú ltimas décadas del siglo pasado, algu-
nas de las cuales aún sobreviven.
Una rápida aproximación al dañino camino de la subestimación simbólica
sobre la juventud permite constatar que este negativo trayecto de descalicaciones
contra el ser, el sentir y el actuar juvenil pocas veces ha sido cuestionado y sólo ha
sido contrarrestado débilmente con invocaciones poéticas, generalmente limítrofes
con la cursilería contemporánea, como aquella de “… juventud divino tesoro …”, fraseque pertenece a una hermosa poesía del sublime Rubén Darío, pero que ha sido des-
naturalizada y convertida en cliché, o como las sinuosas y ácidas frases como la de
Salvador Dalí , cuando expresaba que “… la mayor desgracia de la juventud es ya no
pertenecer a ella …”, y así, un elenco de expresiones, estéticamente impecables, pero
de reducido efecto compensatorio de las descalicaciones, prejuicios y estigmatiza-
ciones que han circulado en la conciencia colectiva y traducido graves consecuencias
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en las relaciones prácticas y concretas con la juventud y con los distintos conglome-
rados juveniles que la han integrado en el curso sociohistórico contemporáneo. Son
diversas las negativas descalicaciones y etiquetas aplicadas sobre la juventud es-
tudiantil, la juventud popular urbana, la juventud politizada, y la mujer joven, entre
otros colectivos juveniles derivados de la heterogeneidad de la juventud .
El camino de la subestimación de la juventud en la opinión pública ha teni-
do diversas fuentes, pero entre las principales se encuentra una que, por lo sutil, lo
prolongada y lo envolvente, ha sido de l as más perniciosas y que en este optimista
presente venezolano, de promoción de la justicia y de la solidaridad, se vuelve im-
perativo revertir su indeseable sobrevivencia. Se trata de un continuado esquema
adoptado en la subjetividad colectiva mediante el cual la visión problemática o ne-gativa sobre la juventud se impuso sobre la visión temática o constructiva de ella. Es
decir, cuando el ser, el sentir y el actuar juvenil se fueron volviendo para la conciencia
colectiva, predominantemente sinónimos de infracción, error , falta , peligro, sos-
pecha, amenaza y un resto de anomalías que provocan instantáneas reacciones de
reproche, de sospecha, de crítica, de rechazo y en general, de signicados y juicios de
inconfundible factura conictiva sobre la juventud. El último medio siglo ha sido un
tiempo en el cual, salvo escasas excepciones que han intentado revertir esta negativa
visión, se han multiplicado frases y enunciados como “la problemática juvenil”, “el
problema de la juventud”, “los jóvenes son un problema” y “la juventud problemáti-
ca”, entre las diversas visiones negativas y generalizantes sobre las y los jóvenes.
Esta reiterada operación de predominio de la perspectiva problemática para
percibir a la población juvenil, ha sido instalada con mucha fuerza en buena parte
de la conciencia adulta en general y, en particular, sembrada en lo que pudiera deno-
minarse la mentalidad institucional tradicional. Baste con recordar los perniciosos
arquetipos sobre la juventud construidos y puestos a circular periódicamente en la
opinión pública, durante las décadas de los 80 y los 90, con motivo de los despropor-
cionados e inútiles operativos policiales contra la inseguridad en las zonas popula-
res, cuyos supuestos de base los aportaba la presunción de peligrosidad contra el ser,
el sentir y el actuar de la juventud domiciliada en esos extensos espacios de nuestra
vida colectiva y de nuestra geografía urbana.
Pero, en contraste, la perspectiva temática o constructiva que percibía y d ivul-
gaba a la juventud con las siguientes características:
1. Vinculada a la acumulación de bienes y recursos de todo tipo (materiales,
educacionales, morales, culturales, familiares, entre otros).
2. Practicante de conductas denidas como normales y hasta ejemplares fren-
te al resto de la población juvenil.
3. Protagonista de un tránsito hacia el mundo adulto graticante para sí mis-
ma, para su familia y para su país.
Fue quedando reservada para concebir, interpretar y juzgar sólo a minorías
juveniles, casi siempre pertenecientes a clases sociales dominantes y a élites privile-
giadas. Y sólo en alguna que otra solitaria ocasión, para exaltar la imagen o el estereo-
tipo publicitario de alguna individualidad juvenil procedente de hogares populares o
carenciados, pero que se hubiese destacado en el mundo del espectáculo, del deporteo de la farándula e, incluso, de la cultura, es decir, que haya sido individualmente exi-
toso o exitosa, a pesar de las restricciones que hayan envuelto sus orígenes familiares
y sociales.
En cambio, la perspectiva problemática o negativa sobre la juventud se fue im-
poniendo en la conciencia colectiva para enfocar y percibir a las grandes mayorías
juveniles del país, en particular aquellas juventudes geográcamente distribuidas
en zonas y barriadas populares, con características físicas y con fenotipos distintos a
las estéticas clasistas y supremacistas, y pertenecientes a hogares con patrimonios y
equipamientos modestos y limitados.
La implantación de estas ópticas problematizantes (para percibir a las mayo-
rías juveniles socialmente carenciadas) y de ópticas tematizantes (para percibir a
minorías juveniles privilegiadas), ha jugado un papel decisivo en las estrategias de
control y dirección sobre el conjunto de la vida colectiva. El vasto instrumental publi-
citario así como el portentoso aparato mediático se han convertido en ecientes ser-
vidores de la Estructura de Dominación Pactada (EDP) proveniente de los años 60
para mantener esta perniciosa dicotomía subjetiva en la percepción de la juventud
con negativo efecto sobre la juventud popular urbana. Sin embargo, es igualmente
cierto que, aparte de la mediática en la reproducción de la visión problemática so-
bre la juventud, también han intervenido y tributado a esta innoble causa las ópticas
clasicatorias sobre la población juvenil, que se hal lan contenidas en muchos de los
programas educativos, en los mensajes provenientes de los púlpitos religiosos y en
los documentos episcopales, así como en los diseños operativos de numerosas ins-
tituciones, entre ellas, los organismos de seguridad y orden público, de justicia, de
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empleo, de la banca, entre otros, siempre indicando, explícita o implícitamente, la
naturaleza problemática de las y los jóvenes de los sectores populares .
Con el predominio del enfoque problemático o negativo sobre la juventud por
encima de la visión temática o constructiva sobre ella en la percepción colectiva, y
con el apoyo en las imágenes y los arquetipos juveniles fraguados en las últimas dé-
cadas del siglo pasado, la Estructura de Dominación Pactada (EDP) “sembró dos ár-
boles con la misma semilla”. Por un lado, incrementó sus capacidades de preservar la
reproducción intergeneracional de sus privilegios de clase y de continuidad del mo-
delo de élites para la conducción de la vida social fundado en el falaz supremacismo
de su descendencia y el de sus generaciones juveniles. Y, por el otro, aseguró el man-
tenimiento de un muro de contención en la subjetividad colectiva capaz de neutrali-zar e impedir el reconocimiento de las potencialidades, las virt udes y las cualidades
de las mayorías juveniles populares, siempre mantenidas bajo sospecha, presunción
de incapacidad e, incluso, de peligrosidad social.
Por tanto, el enfoque problemático dominante sobre la juventud ha provocado
que las mayorías juveniles populares se mantengan concebidas en la opinión públi-
ca, como conictivas y socialmente proyectadas como subalternas. Al respecto, se
han vuelto innitos los ingenios de la mediática y de la publicidad para la construc-
ción de imágenes juveniles tanto supremacistas para la juventud de las élites, como
inferiorisantes para la juventud las masas y estas últimas en línea directa hacia un
tipo de subestimación juvenil que, en ocasiones, se ha colocado muy próxima al ra-
cismo, componente esencial para la formación de la semilla del fascismo.
Una segunda fuente de manipulación subjetiva encaminada hacia la subes-
timación y la estigmatización de las mayorías juveniles ha sido la asignación gene-
ralizada de identidades y etiquetas infamantes. Son numerosos los rótulos que han
circulado a través del contumaz y calculado lenguaje mediático y de la simbología y
la emblemática publicitaria (a veces sosticada y a veces rudimentaria, pero siempre
agresiva y provocadora con la manipulación múltiple de la imagen de la juventud).
En este sentido, pudieran destacarse algunas de las expresiones que han operado
como perniciosos instrumentos para la identicación infundada de conglomerados
y de grupos juveniles en diferentes momentos del devenir y que, incluso, luego de su
prolongada acuñación, todavía conservan su perverso valor instrumental para con-
tinuar su trabajo estigmatizante de las juventudes populares, víctimas concretas y
no subjetivas de adversidades reales y no articiales. Entre estas clasicaciones hay
una etiqueta aplicada entre la población de menor edad, con énfasis en la juventud y
que, insólitamente, tuvo su origen en el terreno de la institucionalidad pública, espe-
cícamente, en la esfera educacional.
¿Quién no recuerda la generalizada y profusa aplicación, desde los lacerantes
años 80, del término “desertor”, injusta y contradictoriamente aplicado para des-
cribir la incapacidad de mantener el vínculo educativo por parte de innumerables
jóvenes y cohortes juveniles? De manera progresiva, este acusatorio vocablo, cuya
esencia alude expresamente a un sujeto que traiciona a una causa de interés colecti-
vo, nacional o patriótico, se impuso en el sensible terreno de la educación y desde allí
comenzó a ser adoptado con persistencia en la prédica docente y en las cifras sobre la
población estudiantil. Poco después, el uso de la palabra “desertor” se volvió reitera-do en la narrativa mediática hasta cristalizar, de manera bastarda y engañosa, en la
opinión pública. Aplicado profusamente en los años 80, el uso del término “desertor”
no sólo permitía ocultar las verdaderas causas de las fallas, los equívocos y los erro-
res en la conducción del aparato educativo sino que, con el calicativo “desertor” la
Estructura de Dominación Pactada (EDP) encontró otra coar tada propiciatoria para
justicar el fracaso de aquel amorfo, precarizado y excluyente modelo educativo. En
lugar de ser reconocida, asistida y tratada como víctima de orden social y de un siste-
ma educativo que le iba apartando de su proyecto educacional, la mayoría estudiantil
forzosamente separada de la educación, se volvía doblemente culpable. Por un lado,
por ser responsable de su propio fracaso pero también, por sustraerse y abandonar
los objetivos nacionales de desarrollo en los que el país, a través de la educación, in-
vertía recursos y esfuerzos y que él, como “desertor”, dilapidaba y traicionaba.
Al avanzar en los efectos silenciosos, pero demoledores que resultaban de la
extendida aplicación institucional, mediática y política del calicativo “desertor” a
las víctimas de la exclusión educativa durante esas décadas, aparece otro problema,
tanto o más perverso que los anteriores. Se trata del momento en que el vocablo “de-
sertor” alcanza su apogeo simbólico. Esto ocurre cuando dicha palabra ya no es sólo
utilizada por el discurso institucional, ni tampoco cuando es colocada en la prédica
ocial y divulgada por la mediática, sino en el momento en que el término “deser-
tor” penetra y se incrusta en la mentalidad de la víctima excluida de la educación,
convenciéndola de ser efectivamente un traidor y por tanto, el portador de una má-
cula subjetiva, conforme a la cual, hasta su propio derecho a retornar a la educación
lo ha perdido irremediablemente. En consecuencia, esta convicción del desahucio
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de sí mismo, le hace ver al “desertor” que sus posibilidades de realización personal,
familiar y social, en plenitud y en armonía a través de la educación, se encuentran
denitivamente clausuradas. Es en este punto en el cual el pernicioso proceso de eti-
quetamiento mediante el término “desertor” deja de ser un adjetivo para convertirse
en sustantivo, es decir, en una nueva identidad juvenil para un importante volumen
de la juventud. En consecuencia, “desertor” se traduce, para el contingente juvenil
mayoritariamente obligado a interrumpir su trayecto educativo, en una nueva iden-
tidad, perversa, vergonzosa, pero concreta y fáctica.
Esta breve semblanza de las nocivas implicaciones que se desencadenan con
el uso de la palabra “desertor” contribuye a una mejor comprensión de la conictivi -
dad juvenil, no sólo por la segregación social derivada de su signicado, sino porquecontribuirá con la consolidación de las rupturas educativas de los jóvenes y las con-
vertirá en procesos irreversibles, dadas por la obstrucción objetiva de las opciones
de retorno a los estudios y por obra del desahucio subjetivo con el que se autoconcibe
el “desertor”.
Por fortuna, en la actualidad venezolana han ido desapareciendo las circuns-
tancias materiales que favorecían la aplicación envolvente y expansiva del término
“desertor”. El sustento de esta edicante observación lo aporta el inocultable mejo-
ramiento de las condiciones de permanencia y el fortalecimiento de los procesos de
prosecución educativa durante la última década y, también, el ostensible crecimiento
de la infraestructura, del equipamiento y de la oferta educacional en todos los nive-
les y en la extensión del territorio nacional. Esta nueva situación de mejoramiento
creciente del vínculo educacional dentro del mundo estudiantil, contribuye con la
continuidad y el avance de los respectivos proyectos académicos de cada joven, pero
también fortalece las garantías de retorno y reinicio de la correspondiente trayecto-
ria estudiantil de quienes, por cualquier circunstancia o motivo, han interrumpido
su proyecto educacional. En consecuencia, la eventual separación prematura de los
estudios por parte de grupos juveniles que, en la mayoría de los casos, fue durante
décadas un hecho sin retorno y que se imponía de modo denitivo, nunca más tendrá
la fatalidad de ser irreversible dado que, cuando cada uno de ellos decida retornar a
sus estudios siempre habrá oferta disponible para proseguir y culminar su proyecto
educativo. Este edicante y reconocido progreso en la estructura de la educación en
el país no sólo benecia a la población de menor edad, sino a la totalidad de adultos y
a los miembros de la tercera edad. En la práctica, se trata del cabal cumplimiento de
otra de las inestimables Metas del Milenio: educación para todos, pero añadiéndole,
en el caso venezolano, cuándo y dónde todos la requieran.
El objetivo mejoramiento operado en la esfera educativa y que es continua-
mente observado por agencias internacionales de mayor prestigio como la Unesco,
también traduce sus efectos hacia el plano conceptual en virtud que, en la actualidad
educacional venezolana, es prácticamente erróneo o al menos impertinente seguir
generalizando la denominación de las separaciones inconclusas o l as interrupciones
en la prosecución educativa de las y los jóvenes como deserciones, tal como ocurría
en el siglo pasado, y que más bien lo adecuado o lo pertinente sería denominarlas con
el término postergación educativa, dado que hoy día se cuenta con la posibilidad, la
certeza y la facilidad del retorno y de la prosecución educativa en el momento en elque cualquier interesado lo decida y en cualquier lugar del territorio en el que se en-
cuentre.
Ahora bien, siguiendo el orden de ideas sobre las etiquetas y otras negativas
adjetivaciones aplicadas contra la juventud durante las últimas décadas de la IV
República, hay dos que destacan no sólo por lo ofensivo de una y por lo trágico de la
otra sino, sobre todo, por la elevada jerarquía pública de quienes las emitieron, un
Rector de la Primera Casa de Estudios del País y un Fiscal General de la República.
En primer término, aparece la etiqueta de boba y más precisamente la de
Generacion Boba, aplicada en los años 80 por la máxima autoridad de la primera
casa de estudios del país (la UCV) para referirse a la propia población estudiantil
universitaria la cual, como se sabe, provenía mayoritariamente de un decadente apa-
rato educativo y de un orden social hegemónicamente conducido por una Estructura
de Dominación Pactada (EDP) entre clases y élites privilegiadas, con una democra-
cia pactada y con el correspondiente funcionamiento “pactado” en los terrenos de la
política, la economía, la educación, la cultura y la mediática, entre otros. Al respecto,
es útil recordar que el ser, el sentir y el actuar juvenil transitaban desde los años 70
por un intenso y múltiple proceso de despolitización como uno de los principales li-
neamientos de control colectivo por parte de la Estructura de Dominación Pactada
desde los años 60. Por tanto, el uso del adjetivo “boba” para calicar a una generación
juvenil resultaba chocante, ofensivo y generalizante, pero no insólito ni casual.
La antigua, solidaria y enérgica combatividad política inherente a la juventud
venía quedando restringida a disgregados y pequeños segmentos juveniles, los cua-
les tenían cada vez menos oportunidades de ingresar a los circuitos universitarios,
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pero sobre todo eran fuertemente reprimidos y mortalmente asediados. En conse-
cuencia, aquella lamentable expresión, Generación Boba, emitida con una alta do-
sis de frivolidad y burla, tenía también como telón de fondo el efecto perverso de la
instalación del modelo de élite que venía siendo aplicado con especial énfasis en los
niveles superiores del sistema educativo al cual concurrían cada vez menos jóvenes
procedentes de los sectores populares y eran los estratos medios y altos de la jerár-
quica estructura social quienes concentraban el acceso a los estudios universitarios.
En un estudio denominado La Juventud Universitaria de los años 80, prepa-
rado por el Centro Regional para la Educación Superior (CRESALC) y la UNESCO,
publicado por el Vicerrectorado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en
1990, se encontró que la cuota de estudiantes procedentes de los sectores popularesno alcanzaba 12% del total de los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela
(UCV), justamente donde era Rector el emisor de aquel polémico juicio sobre las y los
universitarios, la “Generación Boba”. Este impactante y ofensivo episodio declara-
tivo quizás, no habría resultado tan controversial si el Rector de marras en lugar del
adjetivo boba, hubiese utilizado el part icipio embobada, es decir , generación embo-
bada, para describir a un importante segmento juvenil proveniente del exitoso y ma-
sivo proceso de despolitización juvenil, impulsado por la Estructura de D ominación
Pactada (EDP), y cuya potencialidad juvenil transformadora terminaba siendo
pasto de la
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