Estado Libre Asociado de Puerto Rico TRIBUNAL DE APELACIONES
REGIÓN JUDICIAL DE AGUADILLA-FAJARDO PANEL ESPECIAL
OSVALDO GONZÁLEZ
DURIEX
Apelante
V.
HON. ANÍBAL MELÉNDEZ
RIVERA EN SU CAPACIDAD
OFICIAL Y EN REPRESENTACIÓN DEL
MUNICIPIO AUTÓNOMO DE FAJARDO; ADMIRAL
INSURANCE COMPANY
Apelado
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APELACIÓN procedente del Tribunal de Primera Instancia
Sala de Fajardo
Caso Núm.: NSCI201400060
Sobre: DAÑOS Y PERJUICIOS
Panel integrado por su presidenta, la Jueza Coll Martí; la Jueza Lebrón Nieves y la Jueza Brignoni Mártir
Lebrón Nieves, Juez Ponente
SENTENCIA
En San Juan, Puerto Rico, a 28 de febrero de 2017.
Comparece ante este Tribunal de Apelaciones, el señor
Osvaldo González Duriex (en adelante, la parte apelante o señor
González Duriex), mediante el recurso de apelación de epígrafe y
nos solicita la revocación de la Sentencia emitida por el Tribunal de
Primera Instancia, Sala de Fajardo, el 31 de mayo de 2016 y
notificada el 3 de junio de 2016. Mediante la aludida Sentencia, el
foro a quo declaró No Ha Lugar la Demanda.
Por los fundamentos que expondremos a continuación, se
confirma la Sentencia apelada.
I
El 24 de enero de 2014, el señor González Duriex, presentó
una Demanda sobre Daños y Perjuicios en contra del Municipio de
Fajardo (Municipio) y su compañía de seguros, Admiral Insurance
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Company1. En esencia, dicha parte alegó que mientras caminaba
por la acera en la Calle Luis Muñoz Rivera #201 en Fajardo, sufrió
una caída como consecuencia de una acera que se encontraba en
mal estado de mantenimiento por adolecer de adoquines. Como
resultado de la caída, el señor González Duriex indicó que sufrió
serios daños y perjuicios consistentes en trauma en el antebrazo
izquierdo, los codos y otras partes de su cuerpo. Por todo lo
anterior, este alegó que tenía derecho a una compensación de
$125,000.00 en Daños y Perjuicios.
El 10 de abril de 2014, el Municipio presentó Contestación a
Demanda, en la que negó los hechos alegados en su contra. Entre
sus defensas afirmativas, sostuvo que el accidente se debió a la
negligencia de la parte demandante al caminar por aceras en forma
despreocupada y descuidada, contrario a como lo haría una
persona prudente y razonable, asumiendo con ello el riesgo y las
consecuencias de su decisión.
Luego de varios trámites procesales, el foro primario celebró
el Juicio en su Fondo, el 22 de febrero de 2015. La parte
demandante apelante compareció representada por el Lcdo. Pedro
J. Rivas Tolentino. Por su parte, el Municipio compareció
representado por la Lcda. Inés A. Aponte Duchesne y la Lcda.
Carmen Maldonado. Por la parte demandante apelante testificaron:
la propia parte demandante, el señor Osvaldo González Duriex, su
esposa, Luz E. Rivera Velázquez y el Dr. Ángel Manuel Dávila
Franco.
Luego de considerar la prueba documental y testifical, el
Juzgador de los hechos dictó Sentencia el 31 de mayo de 2016, la
cual fue notificada el 3 de junio de 2016. A base de la prueba
1 El 18 de septiembre de 2015, el Tribunal de Primera Instancia dictó Sentencia Parcial en donde ordenó el desistimiento sin perjuicio de la Demanda en contra
de la codemandada Admiral Insurance Company.
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documental y testifical, el Tribunal de Primera Instancia emitió las
siguientes Determinaciones de Hechos:
1. El demandante tiene actualmente 81 años. El demandante tenía 78 años cuando ocurrieron los hechos alegados en la demanda.
2. El demandante era piloto.
3. El demandante, al momento de los hechos,
padecía diabetes, hipertensión y osteoartritis. También había sido operado de una rodilla.
4. El demandante contrajo nupcias con Luz E. Rivera Velázquez en el 2007. El demandante y su esposa son residentes de Vieques.
5. La semana anterior al 26 de junio de 2013, el demandante fue intervenido quirúrgicamente por el oftalmólogo[,] Dr. Piovanetti[,] para removerle
cataratas y para implantarle un lente intraocular.
6. El 26 de junio de 2013 el demandante visitó la
oficina del Dr. Piovanetti localizada en el 201 en la Avenida Muñoz Rivera en el Municipio de Fajardo para una evaluación post operatoria.
7. Cuando el demandante salió de la oficina del Dr. Piovanetti llovía torrencialmente.
8. El demandante iba acompañado por el señor Carlos Encarnación2.
9. El demandante y su acompañante decidieron
caminar por la acera bajo el aguacero torrencial hacia el lugar donde habían estacionado su vehículo de motor.
10. En ese momento muchas personas caminaban por la acera.
11. El demandante y su acompañante caminaron por el borde exterior de la acera para esquivar todas las personas que caminaban por la misma.
12. La acera donde ocurrió la caída está bajo la jurisdicción del Municipio.
13. El Municipio es responsable del mantenimiento,
de la limpieza y de las reparaciones del área donde ocurrió la caída del demandante.
14. El demandante testificó que caminaba apresurado por la lluvia que caía en ese momento.
2 La parte demandante renunció a presentar en el juicio el testimonio de Carlos
Encarnación porque el mismo constituía prueba acumulativa.
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15. El aguacero fue tan copioso que la corriente de agua que discurría por la calle sobrepasó el nivel
del encintado.
16. El demandante admitió necesitar espejuelos con
lentes bifocales para ver adecuadamente.
17. El demandante, mientras caminaba con prisa por el borde exterior de la acera y esquivando a los
transeúntes, pisó un desnivel en el borde del encintado que no se veía porque el agua lo cubría.
18. El desnivel en la acera lo provocó la ausencia de
aproximadamente 3 adoquines. Véanse Exhibits A4 y A5 de la parte demandante.
19. El demandante al pisar el desnivel se cayó.
20. El demandante ni su acompañante usaron sombrillas, paraguas u otros utensilios para
protegerse de la lluvia.
21. El demandante no tenía puestos sus espejuelos ni las gafas oscuras que debía usar durante su
convalecencia de la cirugía visual mencionada.
22. El demandante, como consecuencia de la caída,
comenzó a sangrar profusamente por el codo izquierdo. Los Exhibits A1, A2 y A3 del demandante ilustran el sangrado profuso que
sufrió el demandante.
23. Por estos hechos, el demandante presentó la querella 2013-12-027-4538 ante la Policía de
Puerto Rico. Véase Exhibit 1 de las partes.
24. El acompañante del demandante lo llevó a su
vehículo de motor hasta la sala de emergencia del Hospital HIMA San Pablo en Fajardo.
25. El demandante se registró en sala de emergencia
a las 9:20 am. Véase Exhibit 3 de las partes.
26. El demandante llegó a la institución médica
ambulando, alerta, consciente, orientado y activo. Véase Exhibit 3 de las partes.
27. Los signos vitales del demandante estaban
normales. Véase Exhibit 3 de las partes.
28. El demandante refirió a la enfermera de turno sentir dolor agudo, punzante y continuo en el área
medial interior y en el área proximal anterior del antebrazo izquierdo, y en el codo derecho. Véase
Exhibit 3 de las partes. El demandante expresó que cambiar de posición el brazo y ciertas actividades físicas aumentaban el dolor. Véase
Exhibit 3 de las partes.
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29. El Dr. Ángel Manuel Dávila Franco evaluó al demandante a las 9:35 am.
30. El demandante le manifestó al Dr. Dávila Franco que había sido operado recientemente de los ojos
y que no veía bien. La evaluación física del demandante demostró que tenía buenos movimientos en la mano, antebrazo, codo y
hombro izquierdo.
31. El demandante fue diagnosticado por el Dr. Dávila Franco con una abrasión en el área del codo
izquierdo consistente en la pérdida superficial de la piel en dicha área.
32. El tratamiento en la sala de emergencia consistió en limpiarle y desbridarle el área afectada y untarle tripe antibiótico. Véase Exhibit 3 de las
partes.
33. El demandante fue dado de alta de la sala de emergencia ese mismo día a las 10:22 am. Véase
Exhibit 3 de las partes.
34. El tratamiento médico del demandante no requirió
líquidos intravenosos, medicamentos orales o inyectables, ni estudios radiológicos.
35. El demandante no tuvo fractura ni dislocación de
huesos. El demandante no requirió sutura, terapia física ni inmovilización del brazo izquierdo.
36. El 17 de julio de 2013 el abogado del demandante
le notificó por carta al Municipio la intención de presentar una demanda en su contra al amparo
de la Ley de pleitos contra el estado. Véase Exhibit 2 de las partes.
37. Luego de la caída[,] el demandante necesitó
asistencia de su esposa para realizar varias actividades cotidianas especialmente en su aseo
personal. El demandante expresó experimentar dificultades para dormir durante los dos meses siguientes a la caída porque no podía hacerlo de
su lado izquierdo.
38. Destacamos que el demandante tuvo dificultades durante su testimonio para recordar los detalles y
las circunstancias de los hechos y daños alegados en la demanda.
39. Al día siguiente de la caída descrita, al demandante le operaron una lesión cancerosa en la misma área donde sufrió la abrasión en el
brazo izquierdo.
40. El 1 de julio de 2013 al demandante le realizaron otro procedimiento en la misma área del brazo
izquierdo para tratarle una lesión cancerosa.
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Subsiguientemente se le efectuaron varios procedimientos al demandante en la misma área y
por las mismas razones.
41. Luz E. Rivera Velázquez, esposa del demandante,
no presenció la caída descrita anteriormente.
42. La esposa del demandante testificó en términos generales sobre las dificultades que enfrentó el
demandante durante su convalecencia de la caída. Específicamente sobre la asistencia que le tuvo que proveer al demandante para asearse,
para cuidarlo, para cambiarle los vendajes, así como en otras actividades cotidianas. También
describió como el área afectada, por la abrasión y por los procedimientos que le realizaron para tratarle varias lesiones cancerosas en la misma
área, continuó sangrando profusamente por varias semanas después. Testificó además sobre los varios meses que dicha área tardó en sanar.
43. La esposa del demandante expresó que el demandante no pudo conducir vehículos de motor
durante su convalecencia y el temor constante que ella sentía de que el demandante se volviera a caer.
44. El tribunal no hace determinaciones de hechos sobre los posibles daños que pudo sufrir la esposa
del demandante porque ella no es parte en el pleito y porque la demanda no contiene alegaciones al respecto.
Conforme a las anteriores Determinaciones de Hechos, el
foro apelado declaró No Ha Lugar la Demanda. Dicho foro
determinó que dadas las circunstancias en que ocurrieron los
hechos, el demandante actuó negligentemente. En específico, el
Tribunal de Primera Instancia concluyó, entre otras cosas, lo
siguiente:
“. . . se probó que el demandante se encontraba convaleciendo de una intervención quirúrgica en sus
ojos para removerle cataratas e implantarle un lente intraocular. Es decir, el demandante al momento de los hechos no veía bien. El propio demandante admitió
esto. Aceptó además[,] que caminó por el borde exterior de la acera apresuradamente y bajo un aguacero torrencial para evadir todas las personas que
transitaban por ella y para llegar rápidamente al vehículo de motor. El demandante no usó las gafas
protectoras que le recomendó su oftalmólogo. Tampoco utilizó paraguas, sombrillas ni objeto alguno para protegerse de la lluvia torrencial que caía cuando
ocurrieron los hechos objetos de la demanda de epígrafe.
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[. . .] . Un hombre prudente y razonable en las
circunstancias descritas hubiese esperado pacientemente en la oficina de su médico hasta que
parara de llover o hubiese utilizado algún objeto para protegerse del aguacero y hubiese caminado sin prisa. El demandante no fue cuidadoso ni tomó precauciones
para caminar bajo esas condiciones meteorológicas. Era previsible y muy probable que en las circunstancias descritas el demandante podía sufrir
daños. Por otra parte, el tribunal también concluye que el demandado fue negligente al mantener en la
acera una condición peligrosa como el desnivel descrito, lo cual hacía previsible y muy probable que en ese lugar ocurriera un accidente como el que probó
(sic) el demandante. El tribunal concluye que ambas partes fueron negligentes, y le atribuye al Municipio de
Fajardo un 10% de la negligencia y 90% al demandante. Sin embargo, este tribunal quedó convencido que la negligencia del demandante fue
desproporcional a la del demandado. Conforme con lo anterior [. . .], el tribunal concluye que la desproporción entre las negligencias atribuidas a cada
parte provoca que la negligencia del demandante absorba totalmente la del demandado, excluyendo así
la aplicación de la norma de negligencia comparada. Inconforme con dicho dictamen, la parte demandante
apelante acude ante este foro apelativo y le imputa la comisión de
los siguientes errores al foro de primera instancia:
Primer error: El Tribunal de Primera Instancia erró al apreciar la prueba desfilada en el juicio
declarando No Ha Lugar a la Demanda de Daños y Perjuicios.
Segundo error: El Tribunal de Primera Instancia
erró al determinar que la negligencia del Municipio fue solo de un 10% y por ende aplicar la Teoría de Absorción de Culpas.
Con el beneficio de Transcripción de la Prueba Oral, así
como de la posición de ambas partes, procedemos a resolver el
presente recurso.
II
-A-
Sabido es que las decisiones del foro primario están
revestidas de una presunción de legalidad y corrección. S.L.G.
Rivera Figueroa v. A.A.A., 177 DPR 345, 356 (2009); Vargas Cobián
v. González Rodríguez, 149 DPR 859, 866 (1999). De hecho,
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nuestra nueva Regla 42.2 de las de Procedimiento Civil, 32 LPRA
Ap. V, R. 42.2, sobre declaración de hechos probados y
conclusiones de derecho, provee lo mismo que la antigua Regla
43.2. En lo pertinente, lee de la siguiente manera:
Las determinaciones de hechos basadas en testimonio oral no se dejarán sin efecto a menos que sean
claramente erróneas, y se dará la debida consideración a la oportunidad que tuvo el tribunal sentenciador
para juzgar la credibilidad de los testigos. Como regla general, un Tribunal Apelativo no debe intervenir
con las determinaciones de hechos ni con la adjudicación de
credibilidad que haya efectuado el juzgador de los hechos, ni tiene
facultad para sustituir por sus propias apreciaciones, las
determinaciones del tribunal de instancia. Serrano v. Sociedad
Española, 171 DPR 717, 741 (2007); Rolón v. Charlie Car Rental,
148 DPR 420, 433 (1999). Esto es, los tribunales apelativos deben
mantener deferencia para con la apreciación de la prueba que
realiza el foro primario. McConnell Jiménez v. Palau, 161 DPR 734,
750 (2004).
La deferencia otorgada al tribunal de instancia está
predicada en que fue el juez sentenciador quien tuvo la
oportunidad de aquilatar toda la prueba presentada. El juez
sentenciador, ante quien deponen los testigos, es el quien tiene la
oportunidad de verlos y observar su manera de declarar, de poder
apreciar sus gestos, titubeos, contradicciones, man[i]erismos,
dudas, vacilaciones y, por consiguiente, de ir formando
gradualmente en su conciencia la convicción en cuanto a si dicen
la verdad. J. Cuevas Segarra, Tratado de Derecho Procesal Civil,
San Juan, Pubs. J.T.S., 2000, T. I, pág. 685. Argüello v. Argüello,
155 DPR 62, 78-79 (2001).
Es por lo anterior que este Tribunal de Apelaciones no
intervendrá con las determinaciones de hechos, la apreciación de
la prueba y las adjudicaciones de credibilidad realizadas por el
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tribunal de instancia, salvo que medie prejuicio, pasión,
parcialidad o error manifiesto. Rodríguez Rosado v. Syntex, 160
DPR 364, 396 (2003); Argüello v. Argüello, supra, págs. 78-79
(2001).
Ahora bien, “aunque el arbitrio del juzgador de hechos es
respetable y merece deferencia, no es absoluto”, ya que una
apreciación errónea de la prueba no tiene credenciales de
inmunidad frente a la función revisora de un tribunal apelativo.
Méndez v. Morales, 142 DPR 26, 36 (1996). La deferencia antes
señalada cede además cuando las determinaciones de hechos
formuladas por el foro de instancia “carezcan de base en la
prueba”. Moreda v. Rosselli, 150 DPR 473, 479 (2000).
-B-
Como sabemos, en nuestro ordenamiento jurídico, la
responsabilidad civil extracontractual emana del Artículo 1802 del
Código Civil, que a tales efectos dispone que "el que por acción u
omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está
obligado a reparar el daño causado". 31 LPRA sec. 5141. Colón
Santos v. Coop. Seg. Mult. P.R. 173 DPR 170, 177 (2008).
En reiteradas ocasiones nuestro más Alto Foro ha expresado
que: “para que prospere una reclamación en daños y perjuicios al
amparo del Art. 1802 del Código Civil, supra, se requiere la
concurrencia de los siguientes tres elementos, los cuales tienen
que ser probados por la parte demandante: (1) el acto u omisión
culposa o negligente; (2) la relación causal entre el acto u omisión
culposa o negligente y el daño ocasionado; y (3) el daño real
causado al reclamante.” Nieves Díaz v. González Massas, 178 DPR
820, 843 (2010).
La culpa o negligencia es falta del debido cuidado, esto es,
no anticipar ni prever las consecuencias racionales de un acto, o
de la omisión de un acto, que una persona prudente habría de
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prever en tales circunstancias. Montalvo v. Cruz, 144 DPR 748,
755 (1998).
Cónsono con lo anterior, a través de la jurisprudencia
observamos que un elemento esencial de la responsabilidad civil
extracontractual es el factor de la previsibilidad. Para determinar si
el resultado era razonablemente previsible, es preciso acudir a la
figura del hombre prudente y razonable, también conocida como el
buen padre de familia, que es aquella persona que actúa con el
grado de cuidado, diligencia, vigilancia y precaución que exigen las
circunstancias. Nieves Díaz v. González Massas, supra, pág.
844. Si el daño es previsible por éste, hay responsabilidad; si no
es previsible, estamos generalmente en presencia de un caso
fortuito. Montalvo v. Cruz, supra, pág. 756.
El deber de cuidado incluye, tanto la obligación de anticipar,
como la de evitar la ocurrencia de daños, cuya probabilidad es
razonablemente previsible. El deber de anticipar y prever los daños
no se extiende a todo riesgo posible. Id.
Lo esencial en estos casos es que se tenga el deber de prever
en forma general consecuencias de determinada clase. Sobre este
particular el Tribunal Supremo de Puerto Rico, ha sido enfático al
expresar que sin la existencia de este "deber de cuidado mayor" no
puede responsabilizarse a una persona porque no haya realizado el
acto de que se trate. Hernández v. Televicentro, 168 DPR 803, 813-
814 (2006).
Ahora bien, el elemento de la previsibilidad se halla
íntimamente relacionado al segundo requisito: el nexo causal. En
Puerto Rico rige la teoría de la causalidad adecuada, la cual
postula que “no es causa toda condición sin la cual no se hubiera
producido el resultado, sino la que ordinariamente lo produce
según la experiencia general”. En Rivera v. S.L.G. Díaz, 165 DPR
408, 422 (2005), nuestro más Alto Foro señaló que la relación
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causal, elemento imprescindible en una reclamación en daños y
perjuicios, es un elemento del acto ilícito que vincula al daño
directamente con el hecho antijurídico. Nieves Díaz v. González
Massas, supra, págs. 844-845. Conforme con lo anterior, un daño
podrá ser considerado como el resultado probable y natural de un
acto u omisión negligente si luego del suceso, mirándolo
retroactivamente, éste parece ser la consecuencia razonable y
común de la acción u omisión de que se trate. Hernández v.
Televicentro, supra, pág. 814.
Para establecer la relación causal necesaria, no es suficiente
que un hecho aparente ser condición de un evento, si éste
regularmente no trae aparejado ese resultado. Esta normativa ha
sido fundamentalmente desarrollada con el propósito de limitar la
responsabilidad civil a aquellos casos en que la ocurrencia de un
hecho dañoso sea imputable moralmente a su alegado autor,
porque éste era una consecuencia previsible o voluntaria del acto
negligente. Soto Cabral v. E.L.A., 138 DPR 298, 317 (1995).
Al aplicar el principio de la causalidad adecuada, el Tribunal
Supremo de Puerto Rico expresó "que la difícil determinación de
cuándo existe nexo causal entre el daño producido por un acto
delictivo de un tercero y la omisión de cumplir con la obligación de
tomar precauciones, medidas de seguridad y protección, no puede
„resolverse nunca de una manera plenamente satisfactoria
mediante reglas abstractas, sino que en los casos de duda ha de
resolverse por el juez según su libre convicción, ponderando todas
las circunstancias‟.” J.A.D.M. v. Centro Comercial de Plaza Carolina,
132 DPR 785, 796 (1993).
Con respecto a la doctrina de asunción de riesgo, el Prof.
Irizarry Yunqué nos dice que la misma es “una norma del Derecho
angloamericano. Si el demandante, expresa o implícitamente,
consiente a exponerse a sufrir daños como consecuencia de un
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riesgo particular creado por el demandado, queda impedido de
recobrar por los daños sufridos. Debe probarse que el demandante
reconoció el riesgo y (2) que lo asumió voluntariamente. C.J.
Irizarry Yunqué, Responsabilidad Civil Extracontractual, 5ta ed.,
San Juan, 2003, pág. 378.
Cónsono con lo anterior, nuestra Máxima Curia ha
expresado que [l]a doctrina de asunción de riesgo está enraizada
en el pensamiento de Derecho común que refiere el concepto de
"riesgo" a una relación libremente contraída entre el demandante y
el demandado, por lo que se "limita" la responsabilidad de este
último hacia el primero. F. James, Assumption of Risk, 61 Yale
L.J. 141, 142 (1952). Soto v. Tropigas de P.R., 117 DPR 863, 865
(1980). Tiene dos (2) acepciones: la primaria, en la que existe un
deber limitado de cuidado por el demandado, y la secundaria, que
propiamente se configura como una manifestación de negligencia
comparada. Id., pág. 866. Urbino v. San Juan Racing Assoc., Inc.,
141 DPR 210, 218 (1996).
Por otro lado, la segunda parte del Artículo 1802 del Código
Civil de Puerto Rico establece que: "la imprudencia concurrente del
perjudicado no exime de responsabilidad, pero conlleva la
reducción de la indemnización. 31 LPRA sec. 5141. Esto último se
trata de la doctrina de la negligencia comparada, [. . .]”. H.M. Brau
Del Toro, Los Daños y Perjuicios Extracontractuales en Puerto Rico,
2da ed., San Juan, Pubs. J.T.S., 1986. Quiñones López v. Manzano
Pozas, 141 DPR 139, 176 (1996).
En relación a esta doctrina, nuestra última instancia judicial
expresó en Quiñones López v. Manzano Pozas, supra, pág. 176,
citando a Brau del Toro, op. cit., lo siguiente:
Conforme a esta doctrina, la que impera al presente en
Puerto Rico, la negligencia concurrente o contribuyente del demandante (y la asunción de riesgos por éste), sirve para mitigar, atenuar o reducir
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la responsabilidad pecuniaria del demandado, pero no para eximir totalmente de responsabilidad a éste.
Se ha dicho que esta norma tiende a individualizar las
indemnizaciones por daños, colocando el rigor económico en las partes conforme a la proporción de su descuido o negligencia. Requiere que en todos los
casos el juzgador, además de determinar el monto de la compensación que corresponde a la víctima, determine la fracción (o la percentila) de
responsabilidad o negligencia que corresponde a cada parte, y reduzca la indemnización del demandante de
conformidad con esta di[s]tribución de responsabilidad. ...
Así pues, para determinar la negligencia que corresponde a cada parte en casos de negligencia
comparada es necesario analizar y considerar todos los hechos y circunstancias que mediaron en el caso, y particularmente si ha habido una causa
predominante. Id.
“Valga señalar que, cuando nos referimos a la norma o
doctrina de negligencia comparada, nos referimos a la
concurrencia de culpas entre demandante y demandado. . .”.
Irizarry Yunqué, op cit., pág. 362.
Al referirse a la concurrencia de culpas entre el que sufre el
daño y el que lo causa, la jurisprudencia y la doctrina aceptan que
cuando una [culpa] es “tan absolutamente preponderante (o
básica), que la otra, aunque también contribuyó al hecho (y, por
tanto, al daño), haya de ser considerada de mucha menor entidad,
de modo que, si bien sin ella no se hubiese producido aquél, sin
embargo, la gravedad (habida cuenta de las circunstancias) de la
primera es, comparativamente, decisiva, entonces el [Tribunal
Supremo] no estima aplicable la doctrina de la concurrencia de
culpas, sino que entiende absorbida o borrada la culpa menor por
la mayor (considerando pues, que realmente aquélla no es causa
del daño, sino que sólo hace posible que la verdadera causa, la
culpa mayor, pueda producirlo) y carga la totalidad del perjuicio
sobre quien obró con la culpa mayor. De modo que si fue el
perjudicado, no tiene derecho a reparación alguna, y si lo fue el
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otro, habrá de reparar la totalidad del daño sufrido por aquél”.
Irizarry Yunqué, op. cit., págs. 362-363.
[C]uando es evidente la desproporción entre culpas causantes
de un daño, la mayor absorbe totalmente la otra y excluye la
aplicación de la norma de negligencia comparada. Cárdenas Maxán
v. Rodríguez Rodríguez, 125 DPR 702, 710-711 (1990).
Por último, [c]omo en nuestra jurisdicción resolvemos el
problema de la concurrencia de culpas a base de porcientos,
quedará al arbitrio de los tribunales determinar en cada caso qué
por ciento de culpa puede considerarse tan ínfima como para ser
absorbida y borrada por la culpa mayor. Irizarry Yunqué, op. cit.,
pág. 363.
III
Expuesta la norma jurídica, procedemos a aplicarla a los
hechos ante nuestra consideración.
Por estar relacionados los señalamientos de error antes
reseñados, los discutiremos de forma conjunta. A saber, sostiene la
parte demandante apelante que erró el Tribunal de Primera
Instancia al: (1) apreciar la prueba desfilada en el juicio declarando
No Ha Lugar a la Demanda de Daños y Perjuicios y, (2) determinar
que la negligencia del Municipio fue solo de un 10% y por ende,
aplicar la Teoría de Absorción de Culpas. No le asiste la razón.
Veamos.
La parte demandante apelante sostiene en su escrito, que en
la acera donde ocurrió la caída, no existía un desnivel, tal y como
determinó el foro apelado en sus Determinaciones de Hechos, sino
que lo que existía en la acera era un hueco. Ciertamente, de la
Transcripción de la Prueba Oral, surge que la parte demandante
apelante hace alusión a un hoyo que había en la acera, en donde
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cayó su pie.3 En ningún momento se habla de desnivel. De hecho,
el mismo Juzgador de los hechos hace mención del hoyo en la
acera, durante varias intervenciones durante el Juicio en su
Fondo.4
No obstante, al examinar las fotografías que obran en los
autos originales del caso5, pudimos observar que en la acera donde
ocurrió el accidente, faltaban aproximadamente tres (3) adoquines,
tal y como determinó el foro de primera instancia en su
Determinación de Hecho núm. 18. Por consiguiente,
independientemente de que se trate de un desnivel o de un hoyo en
la acera, lo cierto es que no hay controversia en cuanto a que en el
momento en que el señor González Duriex pisó el hueco que había
en la acera, este se cayó6.
De otra parte, el demandante apelante sostuvo también,
entre otras cosas, que “[e]l Tribunal erró al apreciar la prueba,
debido a que entendió erradamente que al momento que el
demandante sale de la oficina del médico que estaba lloviendo
decidió caminar a su automóvil bajo lluvia torrencial, dijo el TPI
que ese hecho fue estipulado por las partes lo que es erróneo
según se desprende del Informe de Conferencia con Antelación a
Juicio”.
Debemos aclarar en primer lugar, que conforme surge de la
Transcripción de la Prueba Oral, el foro apelado, sí hizo unas
expresiones con relación a unos hechos que habían sido
estipulados por las partes. Empero, de la Transcripción de la
Prueba Oral no surge que el Juzgador de los hechos expresara que
se estipuló que al momento en que el demandante sale de la
3 TPO, págs. 12-13.
4 TPO, págs. 8 y 35.
5 Véase, Exhibits núm. A-4 y A-5.
6 TPO, págs. 12-13.
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oficina del médico estaba lloviendo. De hecho, la parte demandante
apelante en su escrito, no nos indica en qué parte de la
Transcripción de la Prueba Oral, el foro de primera instancia hizo
tal expresión.
Conforme surge de la Transcripción de la Prueba Oral, antes
de que comenzara el directo de la parte demandante apelante, el
Juzgador de los hechos indicó que de acuerdo a lo discutido en la
Conferencia con Antelación a Juicio, ya estaban estipulados
ciertos hechos. Específicamente, el foro apelado expresó:7
[. . .], ya quedaron probados los siguientes hechos. [. . .]. Cuatro, que estuvo lloviendo al momento del
accidente torrencialmente. Que los hechos ocurrieron cuando el [. . .] al salir el demandante de la oficina médica del doctor Piovanetti que es oftalmólogo.
Mientras caminaba en la, por la acera, en dirección hasta donde se encontraba su vehículo de motor. [. . .].
Al examinar el Informe de Conferencia con Antelación a
Juicio (Informe) del 23 de octubre de 2015, el cual obra en los
autos originales del caso, pudimos constatar que durante la Vista
en su Fondo, en efecto, las partes habían estipulado los hechos
antes citados.
Por ende, no tiene razón la parte demandante apelante, al
alegar que el Tribunal de Primera Instancia incidió al expresar que
las partes habían estipulado que al momento en que el
demandante sale de la oficina del médico estaba lloviendo y, este
decidió caminar a su automóvil bajo lluvia torrencial. Además,
como veremos más adelante, surge de la Transcripción de la
Prueba Oral, que la misma parte demandante apelante es quien
aceptó este hecho.
Por otro lado, plantea también la parte demandante apelante
que:
“[e]l demandante no declaró que iba caminando bajo el
aguacero torrencial, sino que al salir de la oficina del médico llovía y luego que la lluvia mermó fue que
7 TPO, págs. 8.
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salieron de las oficinas del médico y se dirigieron del automóvil. [. . .]. El demandante no podía caminar
rápido debido a su edad y las condiciones médicas que padece. [. . .]. Al momento del accidente, comenzó a
llover nuevamente. El demandante salió de la oficina del médico sin paraguas o sombrilla y de camino al auto fue que cayó la lluvia repentina o torrencial”.8
Al leer detenidamente la Transcripción de la Prueba Oral, no
encontramos en la misma que el señor González Duriex testificara
que luego de que la lluvia mermara fue que salieron de la oficina
del médico, tal y como sostiene la parte demandante apelante en
su escrito ante nos. Por el contrario, de la Transcripción de la
Prueba Oral surge de manera clara que al salir de la oficina,
estaba lloviendo bastante fuerte. Sobre este particular, el señor
González Duriex, testificó lo siguiente a preguntas del Lcdo. Rivas
Tolentino9:
[. . .]
P Okay. Eh, ¿Qué pasó al salir de esa oficina? R Al salir de la, de la oficina, estaba lloviendo
bastante fuerte, o bien fuerte. Y, caminamos por la, caminé por la acera…
P ¿Con quién usted iba caminando por la acera?
R Con el señor Carlos.
P Okay. R Y entonces pues eh, estaba lloviendo bastante,
pues yo iba por la orilla. P Ujú.
R Y,…
P ¿Por la orilla de qué?
R De, de la acera.
P Okay R De la acera, y habían una, un correntón de agua
fuertísimo… P Ajá.
8 Véase, pág. 10 del escrito de apelación. 9 TPO, págs. 11-12.
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R …no se veía exactamente donde uno estaba
pisando y seguí caminando, y de momento pues, el pie me fa… se me fue en un hoyo que había, y
me caí. [. . .]
Cónsono con lo anterior, durante el contrainterrogatorio, el
señor González Duriex testificó, a preguntas de la Lcda. Aponte
Duchesne, como sigue:10
[. . .]
P [. . .]. Usted dijo que cuando salió de la cita, estaba lloviendo torrencialmente.
R Torrencial…
P Correcto ¿Verdad? ¿Sí? R Sí.
P Sí. Y usted se tiró a caminar bajo esa lluvia.
R Sí, salí a buscar el carro.
P A buscar el carro, con esa lluvia. R Ujú.
P ¿Cierto?
R Cierto.
P Cierto. Eh, y usted le indicó aquí al, al compañero, que usted no veía porque estaba
inundado, ¿Cierto? R Cierto.
P Eso fue lo que usted dijo. Que era por eso que
usted no veía. ¿Sí?
R Cierto.
P Cierto. Y que usted entonces, caminó por el borde
de la acera, ¿Cierto?
R Cierto.
P ¿Por qué caminó por el borde de la acera?
R Había mucha gente, y había que buscar por donde caminar.
P ¿Había mucha gente caminando debajo de la lluvia?
10 TPO, págs. 22-23.
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R Debajo de la lluvia.
P ¿De esa lluvia fuerte, torrencial?
R Exacto. [. . .]
A preguntas de la Lcda. Aponte Duchesne, el señor González
Duriex testificó, además, que iba caminando rapidito.11
Específicamente, este testificó como sigue:
[. . .]
P Entonces, usted se cayó allí. ¿Verdad?
R Sí, se me fue la pierna en el, en el…
P Eh, ¿Cuál pierna se le fue? R La pierna de…derecha.
P La pierna derecha. Y usted iba caminando
rapidito porque con esa agua, estaba cayéndole encima del aguacero.
R Sí. P Iba rápido. ¿Cierto?
R. Sí.
[. . .] Un análisis detenido del testimonio anterior refleja, sin lugar
a dudas, que la parte demandante apelante no sólo salió de la
oficina médica hacia su automóvil mientras estaba lloviendo
torrencialmente, sino que también este aceptó que iba caminando
rápido por una acera que no veía exactamente donde estaba
pisando porque había un “correntón de agua fuertísimo”.
Además de lo anterior, resulta necesario destacar lo
testificado por el Dr. Ángel Manuel Dávila Franco, médico que
atendió a la parte demandante apelante en el Hospital. Dicho
testigo haciendo referencia al “history of present illness” del
paciente, indicó lo siguiente durante el contrainterrogatorio:12
11 TPO, pág. 25. 12 TPO, págs. 66-68.
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R Seventy eight years old [. . .] male patient, refers history of felt, with abrasion in the left elbow and
forearm. Patient with history of ophthalmic surgery and can‟t see walk. Refers good movement
of the elbow with shoulders and hand. [. . .]
P [. . .] ¿Esa información, quien se la dio? R El paciente, lo que me refiere.
P El paciente le dijo que no podía ver bien.
R Correcto. [. . .]
En vista de lo anterior, nos resulta forzoso concluir que aun
cuando no existe controversia, en cuanto a que la parte
demandante apelante se cayó como consecuencia de un hoyo que
había en la acera, cuyo mantenimiento era responsabilidad del
Municipio, en este caso, la parte demandante apelante actuó de
manera negligente.
Es de notar, que el señor González Duriex no tomó
precaución alguna y decidió caminar de manera apresurada bajo
un aguacero torrencial, máxime cuando él mismo admitió que no
se veía la acera, porque el agua la estaba cubriendo. Ciertamente,
de lo anterior se colige que la parte demandante apelante no ejerció
el cuidado y diligencia requerida para evitar el accidente. Ello,
pues bien pudo este esperar dentro de la oficina médica a que
cesara la lluvia. Como acertadamente, señaló el foro apelado, era
previsible y muy probable que ante estas circunstancias, la parte
demandante apelante sufriera daños.
Recuérdese que si bien un peatón no está obligado a
constantemente ir mirando hacia la superficie, ciertamente debe
evitar el caminar ajeno a aquellas situaciones visibles a su
perspectiva visual. Torres v. Municipio de Mayagüez, 111 DPR 158,
163 (1981). En este caso en particular, la parte demandante
apelante no pudo ver el hoyo que había en la acera porque como
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dijéramos, este iba caminando rápido bajo la lluvia bien fuerte, la
acera estaba cubierta de agua y además, este no veía bien.
Por otro lado, coincidimos a su vez, con lo establecido por el
Tribunal de Primera Instancia cuando este concluye “que la
desproporción entre las negligencias atribuidas a cada parte
provoca que la negligencia del demandante absorba totalmente la
del demandado, excluyendo así la aplicación de la norma de
negligencia comparada”.
Como dijéramos, cuando es evidente la desproporción entre
culpas causantes de un daño, la mayor absorbe totalmente la otra y
excluye la aplicación de la norma de negligencia comparada.
Cárdenas Maxán v. Rodríguez Rodríguez, supra, pág. 711.
Ante este trasfondo fáctico, no albergamos dudas, de que la
parte demandante apelante asumió el riego al caminar de manera
apresurada sobre una acera, que según dijéramos, estaba cubierta
de agua. Además, de la prueba testifical no surge que este hubiese
tomado las debidas precauciones.
En vista de todo lo anterior, luego de un ponderado y
sosegado análisis del expediente ante nuestra consideración, no
vemos indicio alguno de que el foro de primera instancia, en su
apreciación de la prueba y en su determinación, haya incurrido en
error manifiesto, prejuicio o abuso de discreción que amerite
nuestra intervención. El foro a quo celebró una Vista, en la que
escuchó y observó a los testigos y adjudicó credibilidad basándose
en su observación y análisis. Por lo cual, no vemos razón alguna
para intervenir con la apreciación de la prueba y la determinación
que hizo el foro de primera instancia.
V
Por los fundamentos antes expuestos, se confirma la
Sentencia apelada.
Notifíquese.
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Lo acordó y manda el Tribunal y certifica la Secretaria del
Tribunal de Apelaciones.
Dimarie Alicea Lozada Secretaria del Tribunal de Apelaciones
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