ESTILOS IRRACIONAES DE LOS PADRES
Paul A. Hauck
Es un fenómeno curioso e interesante en el campo de a psicoterapia infantil
que las formas menos eficaces de intervención son a veces las más
frecuentemente practicadas. Especialmente, la mayor parte de los
psicoterapeutas infantiles ignoran los muchos estudios de resultados que
demuestran que es mucho más eficaz centrar el trabajo de intervención con
los padres en vez de hacerlo sólo con los niños. En cambio la mayoría de los
psicoterapeutas se centran exclusivamente o al menos predominantemente
en el niño. Sin duda este énfasis erróneo se ha producido en gran medida
por la idea prevalente de que el trastorno emocional representa una
enfermedad psíquica.
Paul Hauck ha sido durante años una figura importante de la RET, ya que ha
trabajado mucho tratando terapéuticamente a los niños trastornados, a los
padres y a las familias. Se centra en las acciones comunes de los padres
que llevan y mantienen los trastornos emocionales en los niños. Discute
tres creencias de las ideas más corrientes y erróneas acerca de la educación
de los niños que son especialmente perjudiciales para ellos: los niños no
deben estar en desacuerdo con sus superiores; los niños no deben estar
frustrados y los niños deben ser calmados primero y los adultos después.
Describe tres modelos de educación de los hijos dentro de la familia que se
fundamenta en estas tres creencias equivocadas.
Cuando los padres se acercan a un psicólogo casi lo único que piden es que
les aconseje. Ellos no quieren una larga explicación de sus sentimientos o
un análisis minucioso de su historia... ni que se les escuche moviendo la
cabeza solemnemente repitiendo "comprendo, compendo"... Los padres
piden consejo porque lo necesitan. Sea lo que sea lo que hayan estudiado
no saben casi nada de cómo ser padres e incluso muchos terapeutas
tampoco saben gran cosa de cómo ser padres ellos mismos.
En los últimos años se han hecho grandes avances en la psicología de los
padres y de los hijos. Estos progresos nos han capacitado para hacer una
buena labor con los padres y los hijos por primera vez desde que comenzó
el movimiento de salud mental. Mucho se debe a las contribuciones de la
RET y al trabajo de Rudof Dreikurs (Dreikurs, Gould y Corsini, 1974). R.
Dreikurs era un seguidor de Adler. Cualquier psicólogo que conozca bien
estas dos escuelas de pensamiento se hallará bien preparado para
aconsejar a los padres en la forma de educar correctamente a sus hijos.
ERRORES COMUNES DE LOS PADRES
Si los padres son culpables de alguna de estas prácticas, algún día tendrán
problemas con sus hijos.
1. Los niños no deben cuestionar ni discrepar de sus superiores
Algunos padres no aceptarán de buena gana si se les da un consejo
contrario a este. Ellos quieren que uno les apoye en todo y cuando uno les
dice que quizás sus hijos tienen razón en esto o aquello, no lo aceptan. Así
es como la psicología se hace impopular. Somos acusados de estroperar las
futuras generaciones cuando, de hecho, lo que estamos haciendo es darles
confianza y fuerza, ¡Y los padres no se lo creen! El enseñar a los niños a
que piensen por sí mismos supone que ellos van a ser más sanos
mentalmente, La RET está basada en adquirir esta habilidad: rebatir un
conjunto de ideas o creencias que se cree que son correctas hasta que se
descubre que no son así. El terapeuta, para hacerles comprender a los
padres que acepten este consejo, recalca que es necesario que el niño
aprenda por su propia experiencia difícil. Si el padre está tan en lo cierto,
¿por qué se pone tan nervioso ante la rebelión del niño o del joven? Lo
único que tiene que hacer es esperar un poco y su hijo se romperá las
narices en algún error que cometa y se dará cuenta con cierto dolor que sus
padres tenían razon, Al hacer lo contrario, es decir, al lanzarle toda su
sabiduría le puede producir un vómito psicológico inmediato en forma de
una lucha por el poder.
Este fenómeno se está extendiendo cada vez más en esta época de
mayores libertades para los adolescentes: por ejemplo, para votar y para
tomar bebidas alcohólicas. En vez de seguir obedientemente las huellas de
un orden establecido en la sociedad como quizás se ha hecho hasta hace
unas generaciones, el adolescente de hoy se convierte en el "tipo listo" que
hace lo contrario de lo que se le dice. Sin embargo, todo esto no es malo.
Hay que advertir al padre que aconseje a su hijo una o dos veces y luego se
calle. Lo que le ocurra a su hijo luego, será responsabilidad suya, no de su
padre. Esto puede ser difícil, si por ejemplo no sigue el consejo de su padre.
Así es como algunos jóvenes mueren en accidente de moto o acaban en la
cárcel al ser arrestados por causa de las drogas. El padre resulta que tiene
razón pero a un precio muy costoso. Hay que decir al padre que este es un
riesgo que hay que correr.
Actualmente el padre no tiene opción en este asunto. Incluso si le
aconsejáramos que fuera menos exigente en sus advertencias sobre los
accidentes de moto y los arrestos por drogas, el joven en su lucha por el
poder va a hacer justamente lo contrario de lo que se le dice. Por eso lo
mejor que podéis hacer es advertir a los padres que no atosiguen
demasiado a su hijo rebelde. Al recordarles que no necesitan estar
perturbados por los problemas y trastornos de los demás y que no es
vitalmente importante para su existencia lo que hace su hijo, les aseguras
que están tomando los padres una actitud sana y correcta, que tiene una
posibilidad de causarle una impresión en su hijo y de cargar la
responsabilidad de su comportamiento sobre él mismo.
La edad normal en la que un hijo cuestiona la sabiduría de sus padres es
cuando se acerca a la adolescencia. De la noche a la mañana ese chico o
chica tan dulce y tan amable se convierte en un demonio mezquino y
desobediente. Esta es la lucha por el poder y el adolescente cuestiona todo
lo que se le ha dicho anteriormente. Así sea. Es mejor dejarles que lo
cuestionen todo y conformen sus vidas de acuerdo con lo que descubran
con dificultad. Cuando ellos no salen perjudicados por su estupidez,
ayudarán a reformar el mundo con sus frescos y renovadores puntos de
vista sobre la política, la religión, el sexo y la moda. La sociedad que no
estimula el desafío de la tradición (los indios o los aborígenes australianos)
puede continuar casi igual durante siglos sin prácticamente ningún cambio.
2. No se debe frustrar a los hijos
Algo serio nos está ocurriendo como personas y especialmente a nuestros
hijos. Hemos desarrollado una actitud que podríamos llamar "frustración-
fobia". Nos esforzamos una enormidad para hacer que la vida sea tan fácil y
tan agradable que la frustración se ha convertido en una palabra horrenda.
Los padres que acuden al terapeuta sintiéndose culpables por las
frustraciones de sus hijos pueden verse libres de ese peso si les hacemos
ver claro que el proteger excesivemente a sus hijos de muchas
frustraciones de la vida puede ser perjudicial para ellos. No se aprecia
suficientemente hoy en día el valor de la vida superando las frustraciones y
haciéndose más fuerte en su lucha contra ellas. Algunos padres desean
tanto ahorrar a sus hijos todo tipo de dolor que a veces no saben cómo
soportarlo y trabajar al mismo tiempo con eficacia.
Parece que la mayor parte de las personas creen siceramente que no
podrán continuar con sus responsabilidades si están frustrados. A un joven
no le agrada recibir órdenes de su jefe. Esto le produce frustración y se
siente plenamente justificado para responder a su jefe que se "vaya a hacer
gárgaras". Le resulta totalmente extraña la idea de que él tenga que hacer
su trabajo bien sea agradable o no. ¡Tonterías! Que aprenda él a soportar
las molestias de la vida ¿Quien diablos le ha dicho que en este mundo iba a
ser todo agradable y sin problemas? ¿Y qué pensar de un hijo de 18 años
que les pide constantemente a sus padres que le compren un coche porque
todos sus amigos ya lo tienen? Ciertamente nosotros le podríamos permitir
a ese joven que gane su dinero para el coche, o que ande en bicicleta o, si
esto no les parece bien a sus padres, que vaya andando.
Un padre, bienintencionado, quería evitar a su hijo la frustración de
quedarse sin dinero porque lo gastaba en seguida a lo loco. Él
constantemente le estaba aconsejando a su hijo que gastara su dinero con
más cuidado hasta que un día se enfadó muchísimo con su padre. No
sabiendo cómo solucionar este problema, este señor recurrió al psicólogo
para que le prestara ayuda para evitar a su hijo las frustraciones que él
estaba seguro que tendría si no administraba mejor su dinero.
Aquí estaba otra vez ese miedo de dejar a alguien frustrado, la necesidad
de hacer algo, cualquier cosa, para impedir que tenga unos momentos de
malestar y de dolor. El profesional no tenía ese problema y por tanto le
advirtió a ese padre que dejara de aconsejarle a su hijo y que le permitiera
que él sufriera por sus errores. - "Pero - protestó el señor -, si hago eso
John se quedará sin dinero en un par de días y yo no le quiero dar más
dinero hasta dentro de dos semanas. ¿Qué hará el pobre muchacho?"
- "Sufrir" - contestó el terapeuta con calma pero seriamente.
- "Sí, lo se. Pero, ¿qué puedo hacer para evitarle a él ese sufrimiento?"
- "Vd. ya ha hecho todo lo que podía hacer. Vd, le ha advertido y le ha
aconsejado que no sea imprudente y derrochador. Si él no sigue su consejo,
déjele que ande sin dinero y que este sufrimiento le haga llegar al
convencimiento que Vd. fue incapaz de llevarle.
Este enfoque hace una utilización constructiva de la frustración. La
considera como una cualidad inevitable de la vida y acepta el bien que
puede reportar. Y cuando se piensa en esto, ¿no es la incapacidad para
soportar la frustración una de las características principales de las personas
neuróticas e inmaduras?
Es hora de que nosotros los psicólogos veamos los grandes beneficios que
se pueden lograr del sufrimiento. En vez de estar siempre evitando que las
personas sufran, ayudémoles a que sepan soportar las contrariedades de la
vida. La autodisciplina y el soportar que no todo sea logrado o satisfecho al
momento es uno de los grandes beneficios que reporta un sufrimiento
temporal y pasajero. El aprender a superar los miedos requiere la misma
tolerancia de tensión que la autodisciplina, y a veces más. Si una persona
huye de la frustración cada vez que se enfrenta a una situación difícil, tal
como bailar en una sala de baile delante de mucha gente por primera vez,
hablar en público, correr el riesgo del fracaso y de la humillación, ella nunca
dominará ninguna de estas habilidades. La mejor manera de superar el
miedo es enfrentarse a él repetidas veces hasta que uno ya se acostumbra
a él y lo acepta con normalidad. Pero durante ese período de ajuste y de
insensibilización, el miedo cobra su tributo. La persona se pone nerviosa,
tensa, preocupada, deprimida, etc. ¡Es desagradable! Nuestro consejo sería
de aquí en adelante: Mantente firme. No corras ni huyas de la experiencia
solamente porque es dolorosa. Si soportas un poco de dolor ahora, al final
será menor. No te excuses ante mi mismo insistiendo que no se puede
esperar que lo hagas simplemente porque te molesta muchísimo. Eso es
una tontería. Muchas veces los actores de teatro en la noche de estreno
tienen un miedo espantoso. Ninguno de los espectadores ni el director de
escena aceptaría esta excusa como válida para no estrenar la obra.
Las personas pueden hacer un buen trabajo en situaciones de gran
dificultad, mientras están frustradas, con miedo y con una gran tensión.
Tendrán que hacer un mayor esfuerzo, por supuesto, pero debe hacerse.
Esta es la razón por la cual sería mejor enseñar a los hijos a vivir con
algunas frustraciones durante períodos limitados de tiempo. A no ser que
hagan esto, no tendrán ninguna posibilidad de hacerse fuertes en la vida.
3.- Los hijos deben calmarse primero y luego los padres.
Este es un error crucial. La familia que cataloga a su hijo como enfermo no
se da cuenta de que está contribuyedo muchísimo a que él esté
trastornado, No solamente es injusto suponer que el hijo hará todo bien,
sino que es poco realista esperar que logre un grado de control al que los
padres no llegarán, Por ejemplo, si tú como padre te enfadas ante la
primera contestación de tus hijos, detente a pensar lo poco razonable que
estás siendo. Quieres que tu hijo de diez años se auto-controle de una
forma plenamente adulta, en cambio tú que eres un adulto maduro te
puedes enfadar cuando gustes. Insistes en que se domine él primero y
luego te dominarás tú.
Esto es como poner el carro delante del caballo. Domínate primero y luego
exígeselo al niño. De esa forma actuarás con mayor justicia. Normalmente
estarás más sereno para volver a tratar el problema con tu hijo y eso
automáticamente significa mayor equidad. Los padres que hacen depender
su conducta serena de lo que hagan sus hijos les atacan, a veces
literalmente.Y luego ellos recobran una serenidad a costa de los esfuerzos
de sus hijos. Esto es una equivocación. Los niños no nos trastornan,
solamente nos frustran. Ellos tienen más derecho a comportarse
neuróticamente que nosotros porque ellos son niños. Y se supone que ellos
tienen más dificultad en volver a la estabilidad porque son niños y nosotros
somos adultos. Pero eso es precisamente lo contrario de lo que esperamos
que sean. Hemos visto a muchos padres quejarse de sus hijos que no
estaban haciendo lo que los mismos padres eran incapaces de hacer.
Ayudar a los padres a que se auto-controlen es muy posible, si les aseguras
que con mucha práctica, pueden aprender primero a serenarse ellos mismos
y luego tratar de arreglar los trastornos de sus hijos. Esto disminuiría
fácilmente el abuso de los niños producido por las acciones impulsivas.
También reduciría aquellos castigos extremos a los que los padres les
someten cuando se acaloran discutiendo con ellos. En la furia de un
altercado, algunos niños han sido castigados a permanecer en sus
habitaciones durante un mes seguido después de venir de la escuela. Una
hora más tarde la exageración de ese castigo se comprende claramente,
pero solamente cuando a papá o a mamá se les ha pasado el enfado.
Un beneficio final que se consigue con hacer que los padres se centren
primero a sí mismos es que los niños no son culpados tan injustamente, El
echar la culpa a otros es la acción más neurótica de todas. Se te altera la
sangre hasta un punto tan excitado que muchas veces te comportas
irracionalmente y dices cosas con la sóla intención de hacer daño y
molestar. Pueden ser serias las consecuencias físicas que te puede
acarrerar. Pero, el echarle la culpa a tu hijo le puede destrozar durante
años. Los sentimientos o complejos de inferioridad que puede tener, las
depresiones y la excitación en el momento del odio pueden producir toda
clase de miserias y de desgracias a todo tipo de personas.
Resumiendo, como terapeuta tu labor consiste en explicar a los padres que
acuden a ti como clientes que ellos creen erróneamente que: (1) nosotros
frustramos a nuestros hijos, quienes, a causa de su inmadurez, se
trastornan a sí mismos; (2) nosotros no utilizamos este problema como una
razón para crearnos un problema mayor: el auto-trastorno; y (3) despuès
de habernos centrado en nuestros sentimientos y de haber intentado limitar
nuestros problemas solamente a los hijos, nuestra atención se vuelve hacia
ellos y aplicamos todo nuestro conocimiento en ayudarles a que se serenen
y luego les enseñamos a que eliminen, minimicen o eviten futuras
frustraciones.
Fuente:
Manual de Terapia Racional-Emotiva
Albert Ellis /Russell Grieger
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