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Conquista, propiedad, y barbarie: el lenguaje de economía política en México, 1790-1830∗
Eric Frith
Columbia University [email protected]
El periodo que abarca el siglo XVIII tardío fue un momento crucial para la historia
mexicana-una época en que la cultura política se transformó dramáticamente. La abdicación de
Fernando VII en 1808 creó una repentina crisis monárquica de soberanía en el imperio español,
sus reinos confederados así como en ciertos códigos y costumbres. François Xavier-Guerra, sin
duda el estudioso más destacado en la materia, demostró que en la lucha para alcanzar la
soberanía, así como para definir y delimitar la representación en las cortes de Cádiz, el mundo
hispano adoptó un “moderno” imaginario político basado en gran parte en los conceptos de la
revolución francesa.1 Dentro de este imaginario, las élites hispanoamericanas reconcibieron no
sólo soberanía y representación, sino también legitimidad, pueblo, ciudadanía y nación, los
ladrillos conceptuales de las nuevas repúblicas.2
Tras la publicación del libro de Guerra Modernidad e Independencias, en 1992,
historiadores políticos e intelectuales de México fueron capaces de ahondar y matizar sus
percepciones. El trabajo de Antonio Annino, por ejemplo, ayudó a difuminar las rígidas
dicotomías trazadas por Guerra, complicando así conceptos como modernidad y tradición, élite y
no-élite, y mostrando las continuidades de las prácticas políticas pertenecientes tanto al antiguo
∗ Trabajo preparado para la sesión “Moneda, finanzas, niveles de vida y economía política en México del
periodo tardocolonial a la república temprana,” en las “Segundas Jornadas de Historia Económica” organizadas por la Asociación Mexicana de Historia Económica, Ciudad de México, 14-16 de agosto 2013. No citar sin permiso del autor. Agradezco a Alexandra Rodríguez por su ayuda en la preparación de este manuscrito.
1 François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias: ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Colecciones MAPFRE 1492 (Madrid: Editorial MAPFRE, 1992).
2 See ibid.; Antonio Annino and François-Xavier Guerra, eds., Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX, 1. ed. (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2003).
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como al nuevo régimen, así como los vínculos entre la política local y la capitalina.3 Pero la
“nueva historia política” mexicana ha tendido a aceptar la representación por Guerra, influida por
la agenda revisionista y anti-materialista de François Furet, en la que “lo político” es un campo
discursivo autónomo.4 Elecciones, territorialidad y soberanía permanecen al centro de los
trabajos más recientes sobre el discurso político durante la época de la lucha de independencia
mexicana.5 El resultado es que esta nueva historia política en gran parte presta poca atención al
pensamiento y lenguaje económico. En este contexto, este ensayo parte de la premisa propuesta
por Karl Polanyi, que aclara que la economía es un campo cultural al igual que la política, y que
como cultura, el discurso político y económico son siempre indisociables.6 Una de las metas de
este trabajo es ayudar a derribar las persistentes distinciones entre política, economía y cultura,
analizando el extenso discurso económico de los pensadores pertenecientes a la élite mexicana
3 Antonio Annino, "The Two-Faced Janus: The Pueblos and the Origins of Mexican Liberalism," in Cycles
of Conflict, Centuries of Change: Crisis, Reform, and Revolution in Mexico, ed. Elisa Servín, Leticia Reina, and John Tutino (Durham, NC: Duke University Press, 2007).
4 François Furet, Penser la Révolution française, Nouv. éd. rev. et corr. ed. (Paris: Gallimard, 1983); François Furet and Mona Ozouf, A critical dictionary of the French Revolution (Cambridge, Mass.: Belknap Press of Harvard University Press, 1989).
5 Ver por ejemplo los ensayos en Antonio Annino, Marco Bellingeri, and Lúcia Maria Bastos P. Neves, eds., Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX: de la formación del espacio político nacional (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, Sección de Obras de Historia, 1995); Annino and Guerra, Inventando. Aside from the analysis of political discourse, Guerra’s project has also given rise to a large body of literature on Además del análisis del discurso político, el proyecto de Guerra también dio paso a un gran número de obras cuyos temas principales fueron las formas de sociabilidad modernas, la esfera pública, y el espacio público durante la era de independencia mexicana. Aquí me refiero exclusivamente a la “nueva historia política” que se enfoca en el análisis del discurso, que también podría ser llamada tanto historia política como historia intelectual. Para la historia de las sociabilidades y las esferas públicas, ver François-Xavier Guerra and Annick Lempérière, Los espacios públicos en Iberoamérica: ambigüedades y problemas: siglos XVIII-XIV, 1a ed. (México: Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos: Fondo de cultura Económica, 1998); Rafael Rojas, La escritura de la independencia: el surgimiento de la opinión pública en México, 1a ed. (México, D.F.: Taurus: Centro de Investigación y Docencia Económicas, 2003); Elías José Palti, La invención de una legitimidad: razón y retórica en el pensamiento mexicano del siglo XIX: un estudio sobre las formas del discurso político, 1a. ed. (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2005).
6 Ver Karl Polanyi, Trade and Market in the Early Empires: Economies in History and Theory (Glencoe, Ill.: Free Press, 1957), especially the essays "Aristotle Discovers the Economy," "The Place of Economies in Societies," and "The Economy as Instituted Process"; and Karl Polanyi, The Great Transformation: the Political and Economic Origins of Our Time, 2nd Beacon Paperback ed. (Boston, MA: Beacon Press, 2001). A pesar de la inextricabilidad de la economía de la política, parece cierto que en ciertas ocasiones son mejor analizados como campos separados que se intersectan.Pierre Bourdieu, Outline of a Theory of Practice (Cambridge ; New York: Cambridge University Press, 1977); Pierre Bourdieu and Loïc J. D. Wacquant, An Invitation to Reflexive Sociology (Chicago: University of Chicago Press, 1992).
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de finales del siglo XVIII y principios del XIX, en términos implícitos y explícitos de filosofía
política.7
Este proceso desentierra elementos del lenguaje político mexicano que han sido
ignorados en la literatura más reciente sobre la independencia de México. Utilizo el término
lenguaje político en el sentido propuesto por Quentin Skinner, J.G.A. Pocock y la escuela de
historia intelectual de Cambridge, utilizado en la historiografía mexicana principalmente por
Elías José Palti.8 En las palabras de Pocock, los lenguajes políticos son los “idiomas, retóricas,
formas de hablar sobre política, partidos distintivos de lenguaje, cada uno de los cuales tiene su
propio vocabulario, reglas, lenguaje, precondiciones e implicaciones así como tono y estilo.”9
Estas son las tradiciones de valores políticos y morales que resuenan en las esferas pública y
privada, ya que contienen adentro una lógica propia, símbolos y colección de asunciones vitales.
7 Idealmente, me gustaría decir que continúo en parte con el proyecto de Eric Van Young propuesto 1999
Hispanic American Historical Review con el debate de “la nueva historia cultural.” Van Young escribió, “I want to suggest…that cultural history should actively colonize economic relations, as it has done political systems, on the imperialist assumption that all history is cultural history.” Eric Van Young, "The New Cultural History Comes to Old Mexico," Hispanic American Historical Review 79, no. 2 (1999). Aunque relativamente poca de la historiografía referente a mexico ha tomado este enfoque, los ensayos contenidos en dos volumenes publicados recientemente por López Cano y Leonor Ludlow son extremadamente ilustrativos y reflexivos. María del Pilar Martínez López-Cano and Leonor Ludlow, Historia del pensamiento económico: del mercantilismo al liberalismo, 1a. ed. (México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 2007); María del Pilar Martínez López- Cano, Historia del pensamiento económico: testimonios, proyectos y polémicas, Serie Historia general (México: UNAM, Intituto de Investigaciones Históricas; Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2009).
8 Quentin Skinner, The Foundations of Modern Political Thought, 2 vols. (Cambridge, Eng.; New York, N.Y.; Melbourne, Australia: Cambridge University Press, 1998); Quentin Skinner, "Some Problems in the Analysis of Political Thought and Action," Political Theory 2, no. 3 (1974); J. G. A. Pocock, Political Thought and History: Essays on Theory and Method (Cambridge, UK; New York: Cambridge University Press, 2009); J. G. A. Pocock, The Machiavellian Moment: Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1975); J. G. A. Pocock, Politics, Language, and Time: Essays on Political Thought and History 1st ed. (New York: Atheneum, 1971); Palti, La invención. For treatments of Spanish imperial thought in this tradition, see Anthony Pagden, Spanish Imperialism and the Political Imagination: Studies in European and Spanish-American Social and Political Theory 1513-1830 (New Haven: Yale University Press, 1990).
9 J. G. A. Pocock, “The Concept of a Language and the Métier D'historien: Some Considerations on Practice,” in Pocock, ed., Political Thought and History (Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 2009), 89; Palti, La invención. On the language of economic science particularly, see Deirdre N. McCloskey, The Rhetoric of Economics, 2nd ed., Rhetoric of the Human Sciences (Madison, Wis.: University of Wisconsin Press, 1998); Philip Mirowski, Natural Images in Economic Thought: "Markets Read in Tooth and Claw" (Cambridge, Eng.; New York: Cambridge University Press, 1994); Margaret Schabas, The Natural Origins of Economics (Chicago: University of Chicago Press, 2005).
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Estructuran la realidad de la economía política porque constituyen los imaginarios de aquellos
que hacen la historia.
El trabajo se centra en la época desde 1790, en el que se considera que la economía
novohispana se había recuperado de la crisis de 1785, pero la corona española experimentaba
estrés fiscal, hasta finales de los 1820, periodo en el cual los ahora mexicanos comenzaron a
pensar en la reconstrucción de la economía en la estela de la insurrección e independencia. En
este ensayo, me centro en un tema peculiarmente prominente dentro de los escritos político
económicos mexicanos: la relación entre la violencia de la conquista y los derechos de
propiedad.
De forma implícita o explícita las teorías de propiedad nutren a la mayoría de los escritos
sobre producción, intercambio y consumo de bienes—decir “la economía” en este sentido sería
un anacronismo conceptual—antes de la década de 1870. Antes del siglo XVII, las teorías de
propiedad más influyentes eran las de Aristóteles y Tomás Aquino, quienes trataron de articular
los múltiples reclamos superpuestos al utilizar, beneficios y disposición de propiedad común y
particular (Aristóteles en el lenguaje de justicia y Aquino en el de la ley natural y positiva); y la
jurisprudencia romana, que enfatizaba el establecimiento legítimo y la defensa de los derechos
puramente exclusivos de propiedad privada. En el siglo XVII, y en contra de Hugo Grotius, el
famoso capítulo de John Locke sobre propiedad en el Segundo tratado sobre gobierno redefinó
la propiedad privada, no como una institución benéfica de la ley natural y positiva, como había
propuesto Aquino, sino como un segundo, distinto derecho natural que emergía del trabajo, dada
la posesión comunal de la naturaleza y la posesión individual de cada persona de si misma y el
valor creado por el trabajo propio. Esta teoría de valor-trabajo vendría a dominar la economía
política clásica desde Adam Smith hasta Karl Marx, hasta que los teóricos que trabajaban
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separadamente en Gran Bretaña, Francia y Austria hicieron el “descubrimiento simultaneo” del
valor subjetivo que resultó en la revolución marginal.10 De los pensadores político-económicos
importantes de este periodo, sólo Rousseau, algunos así llamados socialistas utópicos, y algunos
anarquistas rebatieron esta teoría del valor y su consiguiente teoría de la propiedad. Fue una
piedra angular del liberalismo.
A pesar de que pocos escritores sobre economía política mexicana desarrollaron una
teoría de propiedad explícita, todos tuvieron que adoptar una—o a veces elementos de varias—
implicitamente. Este fue el caso especialmente cuando escribieron en un modo histórico, y lo
hicieron a menudo. El principal problema histórico al que se enfrontaron escritores mexicanos de
economía política fue la conquista. Ya fuera ante la distribución de tierra arable, la dificultad de
transportación, la disponibilidad de crédito, los fundamentos materiales de la ciudadanía, o
patrones de consumo, los pensadores mexicanos—en contraste con ellos en Europa—casi
inevitablemente tuvieron que lidiar con el hecho de que los regímenes de propiedad del siglo
XVIII y XIX eran producto de la violencia de la conquista y no del trabajo individual en un
estado de la naturaleza.
En este trabajo examino el problema de la violencia y derechos de propiedad en México a
través del trabajo de tres escritores político-económicos: Joaquín Maniau, Manuel Abad y
Queipo, y Francisco Severo Maldonado. Cada escritor se acercó al problema de una forma
diferente, y en una única circunstancia histórica. Al ver a los tres en secuencia podemos
comenzar a ver el hilo filosófico que forma la conexión entre los tres, a pesar de sus
acercamientos y convicciones distintivos, y que constituye un problemático singular en el
lenguaje político-económico como se desarrollo en México.
10 Para este punto de vista teleológica ver: Joseph Schumpeter, History of Economic Analysis (London:
Routledge, 1994) and Mark Blaug, Economic Theory in Retrospect, 5th ed. (Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1997).
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Joaquín Maniau y la paradoja latente
La consumadamente escueta prosa de Joaquín Maniau reconoce, y en gran manera toma
por sentado, la relación histórica entre conquista y propiedad en la Nueva España. Más bien,
Maniau utiliza la escritura histórica para demostrar, por medio de la superposición de conceptos,
la justicia y la utilidad de la conquista y soberanía real que emergió de ella.
Joaquín Maniau y Torquemada fue un americano de primera generación nacido en
Veracruz a mediados del siglo XVIII. Al igual que su padre, Maniau fungió como Contador
General de la Renta del Tabaco, entre otros puestos.11 Entre 1810 y 1813 representó a la
intendencia de Veracruz como delegado en las Cortes de Cádiz, donde argumentó por el
comercio más libre en las Américas. En 1815 firmó numerosas propuestas fiscales hechas por la
junta menor de Arbitrios, y en 1821 firmó un documento escrito por Tomás Murphy en el cual
explicaba la necesidad de ciertas reglas al gobernar las expediciones comerciales transoceánicas.
Probablemente murió un poco después, pero la fecha permaneces incierta.
Fue durante su periodo en la Contaduría General de la Renta del Tabaco que se unió,
junto con José Ignacio Sierra, al proyecto de colaborar con Fabián de Fonseca y Carlos de
Urrutia para escribir la Historia General de la Real Hacienda, que apareció en 1791 y alcanzó
los 30 volúmenes.12 Tres años después de la aparición de este material, en 1794, Maniau escribió
el Compendio de la Historia de la Real Hacienda de Nueva España. Sin embargo, el compendio
no sería publicado hasta 1845 bajo el título Historia general de las rentas de la Nueva España,
pero la edición definitiva apareció en 1914 cuando Alberto Carreño, el entonces director de la
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística lo publicó con notas y comentarios.
11 Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. 6a edición corregida y aumentada. 4
vols. (México, D.F.: Editorial Porrúa, 1995): 2096-2097; Marta Morineau Iduarte, “Estudio Preliminar.” 12 Alberto M. Carreño, notas a Maniau. p. 76.
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El breve Compendio de Maniau, que cuenta poco más de 70 páginas, expone los
elementos esenciales de la Historia General. En la sección introductoria describe la estructura y
oficinas de la hacienda como un todo, así como su propósito y el origen de su legitimidad: la
soberanía de la corona y la necesidad de recolectar las contribuciones para realizar las
actividades esenciales para el funcionamiento del estado y la sociedad. Así, en el cuerpo del
trabajo explicó el origen, propósito, egresos, oficios y egresos de cada Ramo.13 En esencia, la
prosa del estudio de Maniau es árida, como un libro de contabilidad. De hecho, Carreño lo
publicó con la expectativa de que funcionara como una visión panorámica de burocrácia y
fiscalidad hacia el final del siglo XVIII, y así ha sido tomado por los historiadores hasta ahora.
Sin embargo, Maniau no reprodujo esquemas y tablas de manera mecánico. Enmarcó el
Compendio en la historia, con el propósito de dar cuenta de las actividades. Los párrafos que
introducían cada apartado hacían referencias casuales a lo que podría parecer como teorías
repetitivas y poco controversiales sobre soberanía, fiscalidad, propiedad y felicidad. En el
proceso, estos párrafos introductorios revelan la coherencia del vocabulario conceptual de
Maniau.
Desde la primera frase, la felicidad y el imágen del corpus mysticum politicum fueron
centrales a la concepción de sujeto y soberano establecida por el autor. 14 El reino es un cuerpo, y
el rey la cabeza que provee el orden, la justicia, prosperidad y felicidad. “Un reyno[sic] es infeliz
sin cabeza,” escribió, “porque le falta el móvil que ordena y dispone la justicia, que mantiene la
paz, que liberta a los habitantes de las asechanzas de sus enemigos, que cuida de sus intereses, de
13 Joaquín Maniau, Alberto María Carreño, and Marta Morineau Iduarte, Compendio de la historia de la
real hacienda de Nueva España, 1. ed. (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1995), 8.
14 Sobre el corpus mysticum politicum de Suárez ver Murillo, “Sociedad y Política.” También Ernst Kantorowicz, The King’s Two Bodies: Mousnier, R. "The exponents and critics of absolutism." The Decline of Spain and the Thirty Years War 1609–48/59, ed. J. P. Cooper. Cambridge University Press, 1970. Cambridge Histories Online. Cambridge University Press. 18 June 2012.
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la quietud pública, y de su prosperidad, y aquella”—la cabeza—“no puede subsistir sin unos
fondos capaces de hacer efectivos estos objetos.”15 De esta necesidad “nace el derecho de los
Monarcas, cabeza de los reynos, para imponer á los vasallos, interesados en tantos beneficios, las
contribuciones que forman el real erario y principal departamento de las Monarquías, como que
de él dependen los demás.”16
Los “intereses” de los vasallos, según esta concepción del cuerpo político, no eran los
intereses de economía política clásica del siglo XIX. Parece que no son racionales, no calculan,
no maximizan en ninguna manera individualista. Al contrario, los intereses que ligaron a los
vasallos con el rey eran colectivos—pertenecientes al cuerpo político entero. Justicia, paz,
seguridad, intereses, tranquilidad y prosperidad eran presentados como una unidad dependiente
del rey, y la garantía de estos existía para todos, o para ninguno.
Maniau uso con frequencia metáforas orgánicas, corpóreas y naturales para la vida
política y económica, insistiendo en que la soberanía—su propiedad—de las Indias tuvo orígenes
espirituales. Fue también una soberanía divina. Los reyes católicos eran “dueños” del diezmo de
las Indias, por ejemplo, en virtud de la bula otorgada por el Papa Alejandro VI, no obstante las
dudas de Francisco de Vitoria.17 Pero Maniau también justificó la soberanía real al insistir en que
beneficiaba a los indios del mundo nuevo espiritual y materialmente. Mucho de su comentario en
el Compendio ofrece detalles de los esfuerzos de la corona por razionalizar y delinear las
prácticas habituales asociadas con cada Ramo y en la Nueva España como unidad, usualmente
con la justificación de que fortalecería al rey y aumentaría la felicidad del reino.18
15 Maniau, Carreño, and Morineau Iduarte, Compendio: 5. 16 Ibid. 17 Ibid., 12. 18 Por ejemplo: Maniau, Compendio, 8.
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El primero de los beneficios materiales de la corona española proporcionado al reino fue
la constante dismunución de los tributos a los que los indios estaban sujetos. Maniau señala en la
sección del Ramo de Tributos que después de la conquista, la posición de los pueblos indios vis-
à-vis su soberano había mejorado dramáticamente. “Antes de esta feliz época,” escribió, “aquel
Monarca [Moctezuma] percibía de su vasallos mas [sic] de la tercera parte de los frutos de sus
labranzas, crianzas y comercios.” De un cargo tan pesado, Maniau aseveró, el tributo fue
reducido a lo largo del siglo XVI, asentándose finalmente en 1601 a no más de dos reales de
tributo por cada indio.19 Desde ese momento hubieron cambios tanto en el modo de colectación
de los tributos y la cuota. Maniau argumentó que la contribución siguió decreciendo desde ese
momento.20
Ciñendo por debajo el análisis de la reforma institucional hecho por Maniau hay una
justificación implícita de la soberanía real. La autoridad regia era tanto natural como racional.
Pero debido a que Maniau escribía de una manera histórica y rastreaba cada ramo a sus orígenes,
inevitablemente tuvo que enfrentarse a la conquista, cuando tantos aspectos institucionales
tomaron forma. ¿Cómo reconciliar la naturaleza orgánica, y el orden razonado, con la violencia
de la conquista? Y, aún más importante para los propósitos de este trabajo, qué concepto de
propiedad emerge como resultado?
El impulso a la centralización es claramente una parte de la historiografía de la “segunda
conquista” del siglo XVIII tardío, y ciertamente no es sorpresiva en la escritura de un burócrata
real de los 1790. Maniau señala, por ejemplo, que el derecho de acuñar moneda “propio del
poder de los soberanos” había sido previamente vendido en la forma de Casas de Moneda y
19 Ibid., 10. 20 Ibid.
10
reincorporado a la corona en 1780.21 Aquí, en un documento oficial, que pronto se convertiría en
una referencia de cabecera para debates fiscales y económicos a través de la primera mitad del
siglo XIX, vemos una explicación consciente de lo que los historiadores de la España del siglo
XVIII han llamado despotismo ilustrado, absolutismo ilustrado, absolutismo sin calificación
(pero moderno) o regalismo. 22 Pero es importante que Maniau periodizó la historia de manera
diferente. Los progresivos esfuerzos de la cabeza del reino para brindar orden y razón no datan a
la coronación de Carlos III, ni tampoco al acceso de la dinastía Borbon a principios del siglo
XVIII. Maniau sugirió que éstos fueron una continuidad de los esfuerzos en el siglo XVI por
parte de los reinos españoles para salvar las almas de los indios y rescatarlos de los abusos de los
encomenderos.
Es en este punto que Maniau nos presenta una paradoja incipiente. Su justificación en
torno a la soberanía reclamado por la corona se basaba en el bien común, lo cual relacionaba
directamente con la disminución del tributo. Esto se asemeja a lo que José Enrique Covarrubias
ha llamado “neomercantilismo utilitario”.23 Aun así Maniau nunca contradijo la base de la
soberanía, el derecho de conquista y el ius gentium. Esta era la forma original de autoridad en los
cimientos del derecho de propiedad de “este mundo nuevo.” “Por derecho de conquista
pertenecen al Rey las tierras de ambas Américas,” declaró Maniau. De hecho Maniau dijo que el
acto de posesión soberana tomó lugar precisamente cuando Moctezuma ofreció un tributo de un
21 Ibid., 14. 22 Ver, por ejemplo, Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, 3a ed., 2 vols.,
Biblioteca de autores cristianos (Madrid: Editorial Católica, 1978); Jean Sarrailh, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, 1. ed., Sección de obras de historia (México: Fondo de Cultura Económica, 1957); Richard Herr, The eighteenth-century revolution in Spain (Princeton, N.J.,: Princeton University Press, 1958); Francisco Sánchez-Blanco, La mentalidad ilustrada, Pensamiento (Madrid: Taurus, 1999); Gabriel B. Paquette, "Empire, Enlightenment and Regalism: New Directions in Eighteenth-Century Spanish History," European History Quarterly 35, no. 1 (2005).
23 Covarrubias, En busca.
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millón de pesos—interpretado como el origen del ramo de tributos—a los reyes de Castilla. “En
el acto de reconocer Moctezuma por dueños de su Imperio á los Reyes de Castilla, les tributó.”24
Maniau apuntó a un número de prácticas reales e instituciones que protegían a los indios
de la explotación excesiva por parte de los encomenderos y por el estado imperial azteca antes de
ellos. Las vacantes de encomiendas fueron subsumidas con el ramo de tributos hasta que la
corona los absorbió para “evitar los abusos que los tributarios infelices sufrían.” La corona tomó
bajo su mando la construcción del desagüe con la finalidad de mejorar las insalubres condiciones
del lago a las que se enfrentaban"naciones gentiles de la Nueva España, divididos en tribus y
establecidas en diferentes partes de su tierra." Por otra parte el juzgado de indios se estableció
para regularizar los esfuerzos dispersos que se hicieron para dar bienestar a los indios.25
No obstante, Maniau nunca resolvió una tensión intelectual fundamental. ¿Cómo, en el
siglo XVIII, un estudioso de la vida económica podría confrontar las cuestiones de utilidad,
circulación, eficiencia y desigualdad sin confrontar los problemas básicos de los derechos de
propiedad fundados en la conquista? En la época en la que él elaboró este trabajo era posible ver
al ius gentium y bien común como justificaciones complementarias para ambos la conquista y el
regalismo, y el régimen dominante de derechos de propiedad. Pero en tiempos de dificultad
económica, o en el momento en que los intereses reales y de la elite comenzaron a chocar con el
bienestar general de la Nueva España como conjunto, las contradicciones inevitablemente
surgirían. De hecho, esta latente contradicción se convirtió en un tema persistente, a veces
articulado y a veces implícito, en el pensamiento político-económico mexicano a lo largo de la
primera mitad del siglo XIX.
24 Maniau, Carreño, and Morineau Iduarte, Compendio: 21, 10. 25 Ibid., 39, 70-71.
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Manuel Abad y Queipo y la crisis de la propiedad y el liberalismo
Si Maniau evidenció tan solo una tension latente, el primer momento de crisis en la
concepción mexicana de derechos de propiedad apareció en las escrituras de Manuel Abad y
Queipo. A pesar de haberse nacido en España, hijo ilegítimo de un noble asturiano, Abad y
Queipo pasó la mayoría de sus años adultos sirviendo en la diócesis de Michoacán. Arribó a la
ciudad capital de Valladolid en 1784, junto con el recientemente nombrado obispo Fray Antonio
de San Miguel, que designó a Abad y Queipo Juez de Testamentos, Capillas, y Obras Pías. En
1810 se convirtió en obispo-electo, y fue confirmado en 1812.26 Había estudiado derecho en la
Universidad de Salamanca, y su papel en Michoacán fue principalmente el de un
administrador.27 Es mejor conocido, sin embargo, por sus memoriales al rey y al virrey, que
escribió bajo el nombre de su superior, San Miguel, hasta 1809 generalmente.28 En estas abogó
por numerosas reformas a la estructura fiscal del imperio español, y en el proceso emprendió
analisis perceptivos de la sociedad y economía de la Nueva España colonial.29
Los historiadores frecuentemente retratan a Abad y Queipo como un reformador liberal,
con alguna justificación. La reputación seguramente derive, en parte, de la afirmación de José
María Luis Mora que había sido influido profundamente por las examinaciones del prelado de la
economía de la Nueva España. Pero una lectura más minociosa de los escritos principales de
26 D. A. Brading, Church and State in Bourbon Mexico: the Diocese of Michoacán, 1749-1810
(Cambridge; New York: Cambridge University Press, 1994): 228; Fisher, Champion of Reform: 99-100. 27 Fisher, Champion of Reform: 13-14. Ramón de Salas y otros pensadores político-económicos españoles y
americanos también estaban en Salamanca por los mismos años. Una comparación eventualmente formará parte de esta tesis. Ver Jesús Astigarraga, Luces Y Republicanismo: Economía Y Política En Las "Apuntaciones Al Genovesi" De Ramón De Salas, Historia De La Sociedad Política (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2011).
28 Brading, Church and State: 228. 29 José María Luis Mora, Obras sueltas de José María Luis Mora, ciudadano mexicano, 2. ed. (México:
Editorial Porrúa, 1963). Abad y Queipo es un personaje mejor conocido en la historia mexicana que Maniau, gracias en parte a la atención de José María Luis Mora, que publicó muchos de sus memoriales y edictos más largos. Después su pensamiento recibió tratamiento cuidadoso por David Brading en The First America, y fue sujeto de una completa, aunque un poco anticuado, biografía de Lilian Fisher. D. A. Brading, The First America: The Spanish Monarchy, Creole Patriots, and the Liberal State, 1492-1867 (Cambridge, England: Cambridge University Press, 1991); Lillian Estelle Fisher, Champion of Reform, Manuel Abad y Queipo (New York,: Library Publishers, 1955).
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Abad y Queipo sugiere una relación complicada con el liberalismo. A lo largo de su carrera
pública, luchó por articular una crítica aparentemente liberal de la economía política española en
las Americas, mientras se mantuvo fiel a una concepción de soberanía y corporatismo arriagado
en derecho natural tomista.30 Al igual que Maniau, Abad y Queipo invariablemente imaginó la
constitución del imperio español organicamente y espiritualmente, en el lenguaje del corpus
mysticum. “Las relaciones del trono, del clero y de la nobleza son contemporáneas á su
fundación, y son los lazos que unen en un mismo cuerpo á estos tres seres políticos.”31 Pero
modificó esta visión fundamentalmente orgánica, explicando que el interés constituye el vínculo
entre los varios miembros del cuerpo político. Abad y Queipo insistió “en el principio de que los
intereses individuales producen y redoblan los vínculos de la sociedad, o lo que es lo mismo que
estos son proporcionales á aquellos.”32 De hecho el interés era la nota clave de su exploración del
liberalismo. Los hombres se adhieren a las leyes por razón de sus intereses invidiuales; y siendo
recíprocos, estos intereses no constituyen ninguna amenaza al soberano. De hecho el soberano
debe sostenerlos y cultivarlos.33
Así, como Maniau, Abad y Queipo ubicó los origenes de soberanía española y derechos
de propiedad americanos los dos en la historia de la conquista. Pero Abad y Queipo lamentó este
legado. En su visión, las “tierras mal divididas desde el principio se acumularon en pocas
manos”—esas de los conquistadores y sus descendientes, unos pocos comerciantes y empleados,
30 Aparentemente liberal en el sentido que Abad y Queipo favoreció igualdad legal y comercio más liberal,
al menos a un cierto punto. Exploro los matizes y corrientes cambiados de su filosofía política fundamental en las páginas siguientes.
31 Manuel Abad y Queipo, "Representación sobre la inmunidad personal de! clero, reducida por las leyes del nuevo código, en la qual se propuso al Rey el asunto de diferentes leyes, que establecidas, barían la base principal de un gobierno liberal y benéfico para las Américas y para su metrópoli," in Colección de los escritos más importantes que en diferentes épocas dirigió al gobierno D. Manuel Abad y Queipo, Obispo Electo de Michoacan (México: Oficina de D. Mariano Ontiveros 1813), 9-10.
32 Ibid., 58. 33 Ibid., 9-10; 46; 54; 62.
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que “las cultivaban por sí con los brazos de los indigenas y de los esclavos de la Africa.”34 Desde
la época de la conquista, escribió anteriormente, la sociedad de la Nueva España había estado
dividida en tres clases—españoles, indios, y castas. Aunque los españoles fueron tan solo la
décima parte de la población total, tenían “casi toda la propiedad y riquezas del reyno.”35 Siguió:
Las otras dos clases, que componen los nueve décimos, se pueden dividir en dos tercios, los dos de castas y uno de indios puros. Indios y castas se ocupan en los servicios domésticos, en los trabajos de la agricultura, y en los ministerios ordinaries del comercio, y de las artes y oficios. Es decir, que son criados, sirvientes ó jornaleros de la primera clase. Por consiguiente resulta entre ellos y la primera clase aquella oposición de intereses y de afectos que es regular en los que nada tienen y los que lo tienen todo, entre los dependientes y los señores. La envidia, el robo, el mal servicio de parte de los unos; el desprecio, la usura, la dureza de parte de los otros. Estas resultas son comunes hasta cierto punto en todo el mundo. Pero en América suben á muy alto grado, porque no hay graduaciones ó medianias: son todos ricos ó miserables, nobles ó infames.36
Esta división austera en ricos y pobres al momento de la conquista preocupó a Abad y Queipo tal
vez por razones espirituales, pero se dirigió principalmente a la manera en que socavó el respeto
a la ley, inhibió la producción, el consumo, e intercambio de la riqueza. “En este estado de cosas
qué intereses pueden unir á estas dos clases con la clase primera, y á todas tres con las leyes y el
gobierno?”37
Con respecto a la economía de la Nueva España, Abad y Queipo creyó que tanta
desigualdad disminuyó el incentivo para producir de la mayoría de la población, junto con la
capacidad colectiva de la sociedad para consumir. El estado desastroso de la agicultura
novohispana se debió al “poco consumo de sus frutos á causa de la escasez y miseria de los
34 Manuel Abad y Queipo, "Representación a nombre de los labradores y comerciantes de Valladolid de
Michoacán, en que se demuestran con claridad los gravísimos inconvenientes de que se execute en las Américas la real cédula de 26 de diciembre de 1804," in Colección de los escritos más importantes que en diferentes épocas dirigió al gobierno D. Manuel Abad Y Queipo, obispo electo de Michoacán (México: Oficina de D. Mariano Ontiveros, 1813), 82-83.
35 Abad y Queipo, "Representación sobre la inmunidad personal del clero," 50. 36 Ibid., 50-51. 37 Ibid., 54.
15
consumidores.”38 Indios y castas se encontraron “en el mayor abatimiento y degradación,” una
“distancia infinita” del español. “Circunscripto en un círculo…de seiscientas varas,” sin
propiedad invidual, cultivaron en su lugar la propiedad comunal “sin interés inmediato.”39
Debilitados por su desigualdad legal y económica, incapaces de “tratar y contratar,” a los indios
les resultó imposible “que mejoren su fortuna, ni den un paso adelante para levantarse de su
miseria.”40
Estos factores eran aún más importantes que un comercio más libre. Escribiendo al virey
en nombre de los labradores y comerciantes de Valladolid en 1804, Abad y Queipo preguntó
retóricamente por qué la harina de Puebla no podía competir contra la de norteamerica, a pesar
del hecho de que la harina de la Nueva España era exenta de los derechos de aduana pagados por
los que no eran sujetos a la corona española.41 Aunque derechos de aduana pudieron entorpecer
el comercio, culpó por la ineficiencia novohispana principalmente a la concentración del
dominio de las tierras. Esta concentración, la indivisibilidad de las haciendas, y el alto costo de
manejar la tierra, se combinaron para afectar a la agricultura catastróficamente, superando la
pequeña ventaja de la exención de aduana en la Habana. Previno la experimentación y
optimización de técnica. Junto con la carencia de industria en la colonia, significó que la Nueva
España no podía vestir ni calzar a la tercera parte de sus habitantes.42 Las soluciones que propuso
incluyeron la abolición del tributo y de la “infamia de derecho” que mantuvo a los indios y castas
aparte de la sociedad española; y la distribución de tierras realengas de los estados grandes, y el
38 Abad y Queipo, "Representación a nombre de los labradores y comerciantes," 82-83. 39 Abad y Queipo, "Representación sobre la inmunidad personal del clero," 51. 40 Ibid., 51-52. 41 Abad y Queipo, "Representación a nombre de los labradores y comerciantes," 89. 42 Ibid., 81.
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parcelado individual del propiedades comunales. Proyectó que tan solo la abolición del tributo
triplicaría o cuadruplicaría los ingresos a la corona dentro de diez años.43
Pero la Consolidación de Vales Reales de 1804 marcó un momento decisivo en el
pensamiento de Abad y Queipo. Cuando, en respuesta, escribió su Representación á nombre de
los labradores y comerciantes de Valladolid de Michoacán, su liberalismo económico fue más
cauteloso y matizado que antes. En 1799 Abad y Queipo había reclamado que mucha de la
riqueza de la iglesia se concentró en capellanías y obras pías, y que el gran beneficio de estas
propiedades fue que permitieron la expansión del crédito, y que la riqueza continuara circulando
y enriqueciendo a la sociedad novohispana. “La poca propiedad de la iglesia y clero de América
no consiste en posesiones,” sino principalmente en capitales que circulaban “en manos de los
seculares, fomentando la agricultura y el comercio con gran interés de la real hacienda.” Lejos de
quedarse en manos muertas, “viene á ser un manantial fecundo que riega la tierra y anima la
industria de la sociedad.”44 En 1804, refiriéndose directamente a las mismas propiedades, ahora
bajo amenaza inmediata de liquidación por la corona, Abad y Queipo retuvo su preocupación
caracteristicamente liberal por la velocidad de la circulación de riquezas en la sociedad. Pero su
exposición de los funcionamientos y significado del crédito reveló un compromiso profundo a la
llamada “reputación,” y por el papel de la iglesia en el mantenimiento de los vínculos del estado
y el honor entre dueños de propiedad—vínculos que antes había confesado eran inalcanzables a
los indios y castas. La propiedad estaba al corazón del crédito en la Nueva España, y por eso
permaneció central al pensamiento de Abad y Queipo.
Cuando Abad y Queipo se opuso tan estridentemente a la Consolidación, sin duda
temió que la real cédula minaría la independencia de la iglesia en la Nueva España. Pero
43 Abad y Queipo, "Representación sobre la inmunidad personal del clero," 56-58. 44 Ibid., 13-14.
17
su explicación del crédito revela más que simple celo de privilegio. Conscientemente o
no, vió la iglesia como el mediador entre la propiedad y el honor. La pieza clave del
sistema fue la “dulzura y benignidad” de la iglesia como acreedor:
La iglesia jamas exige los capitales aunque los plazos estén cumplidos. Jamas pide escrituras de nuevos reconocimientos, aunque las fincas pasen de mano en mano á tercero, quarto y mas poseedores. Solo reclama en el caso único…. Pero si se atiende á la naturaleza de los contratos y al suceso que actualmente nos ocupa, se hallará una diferencia tan substancial y grave entre el centuatario y depositario, que no se podrán igualar sin ofensa notoria de la justicia conmutativa.45 La preocupación de Abad y Queipo mostrada aquí por la justicia conmutativa es
reveladora. Su condena sobre la mala distribución de tierra y honor con respecto a las
comunidades indias, que identificó como la raíz de los problemas político-económicos de la
Nueva España en 1799, recaería más correctamente bajo la justicia distributiva escolástica. Pero
frente a una crísis que anticipó, con razón, que la corona estaba por provocar, aclaró que en
práctica actual la iglesia mantuvo unida la sociedad novohispana, administrando la justicia
conmutativa entre propietarios honorables. Seguramente en la Nueva España no cada propietario
fue español. Pero la concepción de Abad y Queipo de la sociedad fue más austeramente dividida
que la realidad. En 1810 esta distinción estalló, y Abad y Queipo declaró sus lealtades. Pero
aquí, entre 1799 y 1804, sus luchas para reconciliar la propiedad y la soberanía política arraigada
en la conquista, con nociones liberales de riqueza derivándose de la capacidad de los miembros
de la sociedad para “tratar y contratar” uno con los otros como iguales, parece haberlo
conducido—tal vez inevitablemente—a retratar la iglesia como el nexo de la sociabilidad.
Cuando Abad y Queipo denunció la concentración excesiva de la riqueza en manos de los
conquistadores y sus descendientes, sin embargo, no había incluido la iglesia en ese rango. Esto
no fue haber dividido el mundo en dos esferas, espiritual y temporal, ni porque negó la conexión
45 Abad y Queipo, "Representación a nombre de los labradores y comerciantes," 77-78.
18
de la iglesia a la conquista. De hecho fue muy claro acerca de la relación entre la conquista y la
posición de la iglesia en la sociedad americana. Con la inmunidad del clero amenazada por los
ministros del rey en 1799, insistió que el estado del clero en la sociedad se fundó en, y fue
esencial para, la conquista. Argumentó que “todas las monarquías modernas” se fundaron sobre
el estado del clero, y que la historia instruye que la iglesia sirvió “para conservarlas conquistas, y
gobernar en paz y en justicia los pueblos conquistados.”46
Fue justo en este punto que Abad y Queipo casi desarrolló no solo una definición de su
concepción de la “modernidad,” sino también una explicación del papel de la iglesia en
asegurarla.
Los francos en la Galia y nuestros godos en España, así establecieron sus monarquías, formando un compuesto del clero, de la nobleza y del trono; y se pasaron algunos siglos sin dar representación ni parte alguna en el gobierno al estado general, hasta que se confundieron los conquistadores con los conquistados, y se comenzó á distinguir la nobleza por familias y no por cuerpo de nación.47
Dejando atrás, después de siglos, las viejas distinciones entre conquistador y conquistado como
naciones separadas, a favor de una nobleza basada en familia; reconocer la fait accompli de la
“confusión” de pueblos; y otorgar un modicum de representación al “estado general,” fue el sello
de una monarquía moderna. Sus recomendaciones de política en el mismo memorial—aboliendo
el tributo y distinción legal de casta; la abertura de las dos repúblicas una a la otra; la división de
tierras realengas entre indios y castas; y el reparto de tierras conmunales como propiedades
individuas—sugieren exactamente cómo pensó que esto se podría cumplir, y cuál sería el
beneficio a la corona: un reino moderno de Nueva España.
Enfocado en las crísis corrientes, Abad y Queipo nunca volvió a esta idea en sus escritos
mayores. Hasta donde sé, nunca vinculó explicitamente la modernización del reino que patrocinó
46 Abad y Queipo, "Representación sobre la inmunidad personal del clero," 8-9. 47 Ibid.
19
en 1799, con la preservación cautelosa del papel de la iglesia americana en el crédito,
circulación, y honor que abogó en 1804. No tuvo éxito en aplazar la Consolidación que vaticinó
sería un desastre para la Nueva España, y los años que siguieron la Consolidación trajeron nada
más nuevos trastornos, cada uno más peligroso que el último. Mientras la autoridad de la corona
empezó a desplomarse, Abad y Queipo se ocupó cada vez más con la preservación del orden
cotidiano en su diócesis.
El período de fermentación de Abad y Queipo, que duró desde la última década del siglo
XVIII hasta la primera del siglo XIX, se finalizó de repente en 1810. El 24 de septiembre, justo
después del saqueo de Celaya, Abad y Queipo excomulgó a Hidalgo, su subordinado y antes
amigo.48 La insurección despiadadamente clarificó el pensamiento social, económico, y político
de Abad y Queipo. En 1813, saliendo del peor año de lo que alcanzó a una guerra civil, Abad y
Queipo promulgó un edicto “dirigido á evitar la nueva anarquía que nos amenaza.” La “cruel, la
bárbara” insurrección, en la que “ocho décimos de la nación, esa gran masa de indios y castas,”
había estado “destruyendo la agricultura, la industria y el comercio, y causando un trastorno
universal en todo el reyno.” Ellos “disiparon y devoraron en poco tiempo” toda la “riqueza
acumulada, los frutos, muebles, y semovientes de la agricultura, contra la qual se ha exaltado su
furor de un modo extraordinario.” Habían ocupado a las haciendas, reducido el valor de todo por
la mitad, y de hecho trastornado el orden tanto que hasta “los hombres ricos, prevenidos y
prudentes en el manejo de sus intereses” se volvieron “tan insolvents y miserables” como “los de
menores facultades, menos diligentes y expertos” en sus negocios. Destrozando propiedad, valor,
y la distinción entre rico y pobre, la insurreción, dijo, “no tiene exemplar en la historia.”
Totalmente imprevisto, había “devastado el reyno y confundido todas las relaciones sociales.”
Había “destruido al mismo tiempo y destruye todavía las relaciones de justicia que nacen de los
48 Brading, Church and State: 228-54.
20
contratos, según el tenor de las leyes preexistentes.”49 Abad y Queipo instó al virey hacerle caso
a su conocimiento íntimo de la diócesis de Michoacán, e implementar una serie complicada de
extensiones y amnistías, compartiendo la carga de pérdida y recuperación igualmente a lo largo
de la sociedad. Ya que fue probable que la decisión del virey demoraría un buen plazo, la iglesia
administraría el plan hasta que Abad y Queipo fuera mandado a ejecutar algo diferente. El no
hizo ninguna recomendación para mejorar las vidas de los ahora “barbaros” indios y castas, ni
para integrarlos más estrechamente al resto de la sociedad a través de propiedad e interés. Ese
tiempo había pasado, y mientras propietarios y la iglesia cerraron filas, la violencia de la
conquista de los indios bárbaros pareció más justificado que nunca, sea lo que sea su efecto en
consumo y comercio.
Francisco Severo Maldonado: valor de la tierra y soberanía del pueblo
Dos meses después de que Abad y Queipo excomulgó a Hidalgo, Francisco Severo
Maldonado reunió con el segundo en Guadalajara y ofreció sus servicios a la insurrección.
Sugirió la publicación de un periódico para avanzar la idea de la independencia, e Hidalgo se
acordó. El resultado fue El Despertador Americano, en lo que Maldonado por la primera vez
empezó a desarrollar sus ideas políticas y económicas, llamadas “liberales” en mucho de la
literatura secundaria.50
49 Manuel Abad y Queipo, "Edicto importante, dirigido á evitar la nueva anarquía que nos amenaza si no se
dividen con equidad entre deudores y acreedores las daños causados por la insurreccion, y no se pone modo y término en las execuciones," in Colección de los escritos más importantes que en diferentes épocas dirigió al gobierno D. Manuel Abad y Queipo, obispo electo de Michoacán (México: Oficina de D. Mariano Ontiveros, 1813), 160.
50 Recientemente Maldonado ha sido sujeto de interés escolar resurgido. Ver, e.g., Mario Magallón Anaya, "El pensamiento filosófico y político de Francisco Severo Maldonado," Cuadernos Americanos 85(2001); Carlos Fregoso Génnis, "Francisco Severo Maldonado y Ocampo: su obra, un legado social para el México independiente" (Universidad Autónoma de Madrid, 2005).
21
Maldonado nació en 1775, en Tepic, Nueva Galicia. Asistió al Seminario Conciliar y al
Real y Literaria Universidad de Guadalajara, estudiando retórica, teología, y filosofía.
Graduandose maestro de filosofía, enseñó filosofía, incluyendo entre los textos por sus
estudiantes su propia traducción del Traité des Sensations de Etienne Bonnot de Condillac. Entre
sus alumnos estaba Valentín Gómez Farías.51
A pesar del labor de Maldonado en El Despertador Americano y el subsiguiente
periódico El Telégrafo, no fue hasta fue electo diputado a las cortes españoles en 1821 que
publicó su primera propuesta sistemática sobre gobierno y economía política, el Nuevo pacto
social propuesto a la nación española para su discusión en las Cortes de 1822 y 1823. El
advenimiento de la independencia previno su viaje a España, pero fue nominado al Primer
Congreso Constituyente, y empezó a publicar El Fanal del Imperio o Miscelánea Política—una
colección de su propio trabajo y selecciones de de y comentarios sobre los trabajos de sus
contemporaneos.52 Revisó sus ideas del Nuevo Pacto, y en 1823 publicó el Contrato de
asociación para la república de los Estados Unidos de Anáhuac, en lo que más plenamente
articuló su ambiciosa visión por el total refundación de la soberanía y reordenanza de sociedad y
gobierno.
En el Contrato, Maldonado hizo referencias frecuentes a la soberanía de la nación, del
pueblo, y de los asociados, sin aparente distinción o clarificación. Pero su primer título fundó
“nuestro pacto futuro” muy específicamente en lo que dijo “corporaciones política militares,”
que se organizaron y se mantuvieron en cada pueblo, y que comprenderían “individuos del
mismo estado, profesión o modo de vivir.” Estos “modos de vivir” Maldonado dividió en cinco
categorías: labradores, mineros, comerciantes y mercaderes, artesanos, y “ “todos los ciudadanos
51 Ibid., 195-96; Fregoso Génnis, "Francisco Severo Maldonado y Ocampo," 142-48. 52 Magallón Anaya, "Francisco Severo Maldonado," 196.
22
que por su pobreza se vieren en la necesidad de prestar servicio en las casas de sus
conciudadanos.” Así Maldonado formaría “de todos los ciudadanos un cuerpo político
estrechamente unido y bien ordenado” por su “régimen y defensa.”53
Las corporaciones político militares servirían como la piedra angular del nuevo pacto
social de Maldonado. Todas las elecciones en la nueva república se llevarían a cabo al nivel
municipal. Congresos del distrito, la provincia, y la nacional se compondrían proporcionalmente,
según población, de representantes del nivel inmediatamente abajo. Los congresos federales
trabajarían para pasar legislación colaborativamente, con cada nueva cédula nacional requerido
viajar de regreso abajo por el provincial, distrital, y municipal en orden, para enmendación y
aprobamiento por estas mismas corporaciones política militares. Criminales acusados serían
juzgados por un jurado escogido al azar desde dentro de la corporación política militar. Cada
municipio construyería una casa-cuartel, donde los “centurias, batallones, regimientos, brigadas,
etc.” compuestos de estas corporaciones reunirían cuando quieran para “estrechar los lazos del
vínculo social.”54
Maldonado insisitió en que había una ciencia del gobierno, y que su Contrato reflejó y
construyó en base de esta al extento máximo posible.55 Aunque había propuesto arreglos
semejantes al gobierno real dos años antes, reclamó que esto fue posible porque la ciencia fue
sufientemente universal para que era posible aplicarla en cualquier circunstancia. (En esto tal vez
se ve un paralelo con Jean Baptiste Say, que dijo casi igual acerca de su propio sistema propuesto
a los gobiernos franceses reales y repúblicanos.) Es su solución para asegurar esta ciencia
continuaría guiando a la república después de su establecimiento revela su concepción de
53 Francisco Severo Maldonado, Contrato de asociación para la república de los Estados Unidos del
Anáhuac, 2. ed., Los Libros del federalismo ; (Guadalajara: Poderes de Jalisco, 1973). 15-16. 54 Ibid., 16. 55 Por esta razón, tal vez, cada legislatura debería tener una biblioteca, bien almacenada con códigos
constitucional y civiles, de pueblos antiguos y modernos; clásicos de derecho, ciencias naturales, artes, y artesanías.
23
derechos naturales. Cada ley, explicó, sería medida en vista de cuatro proposiciónes: 1) cada
hombre es por derecho natural libre para hacer cualquier cosa que no interfiere con los derechos
de los otros; 2) cada hombre es por derecho natural libre y exento de violencia por cualquier
otro; 3) cada hombre es por derecho natural dueño de su persona y de los bienes adqueridos por
su talento, trabajo, e industria, el uso de los cuales ningún autoridad puede vulnerar; y 4) la ley es
igual para todos, si en requerer, prohibir, premiar, o castigar.56
La expresión por Maldonado de lo que el historiador C. B. MacPherson ha etiquetado
“individualismo posesivo” está bastante clara en el pasaje arriba.57 El individuo primero y
principalmente posee. Más importante, posee a si mismo, y posee derechos, aparte de y
ontológicamente anterior a la institución o asociación de la sociedad. Asociación es un acto de
individuos, y cada uno toma consigo a la asociación sus derechos a vida, libertad, propiedad, e
igualdad, o una combinación de estas. Así Maldonado se ubicó dentro de la tradición
individualista y la contractualista, ambos. “Cada ciudadano” tiene un derecho a la protección de
la sociedad “en virtud del pacto de asociación, ‘defendedme y os defenderé.’”58
Como ya veremos, empero, Maldonado no desarrolló una teoría de derechos de propiedad
arraigada en una concepción del valor-trabajo. En su lugar, como Abad y Queipo, Maldonado
enfatizó la dependencia mutual de individuos en la sociedad. Escribió de los “intereses comunes
de los habitantes” de cada distrito. Argumentó que “las necesidades del hombre en la sociedad, y
los medios para satisfacerlas” son “esencialmente ligados.”59 Al rato verémos que su tratamiento
de los derechos de la propiedad se complicó por el hecho de que privilegió a los primer, segundo,
y cuarto derechos naturales listados arriba, vis-à-vis el tercero.
56 Ibid., 28. 57 C. B. Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism: Hobbes to Locke (Oxford:
Clarendon Press, 1962). 58 Maldonado, Contrato de asociación, 50. 59 Maldonado, Contrato de asociación: 18, 24.
24
Dado su insistencia en la conocibilidad de las leyes y principios de asociación política—
Magallón Anaya la dice su cartesianismo—acaso no es sorprendente que Maldonado hizo la
educación pública una parte central de su Contrato.60 Instrucción fue “la gran necesidad y gran
palanca del hombre, con la cual domina la estrellas.”61 El Contrato hizo compulsoria a costa del
estado la educación desde la edad de siete, para niños y niñas ambos.62
La pieza clave del sistema de educación fue un exámen oral administrado por el estado al
final de la educación terciaria. Estas examinaciones calificaron a ciudadanos por posiciones en la
Escala de Servicio Nacional, la cual constityó el poder ejecutivo en el gobierno repúblicano de
Maldonado. Ningún puesto fue nominado, ni electo. Todos entrantes al Servicio Nacional
deberían empezar al nivel más bajo, después de haber pasado sus exámenes. Puestos serían
premiados a los con las marcas más altas, con preferencia a mayores y casados. Al abrir puestos
superiores, candidatos serían hallados en los inmediatamente abajo. Escalas paralelas existirían
para las varias familias de profesiones bajo el poder ejecutivo.63 La escala de “carreras políticas”
incluiría administradores, como el de la Banca Nacional y la Renta de Tabaco (incluso la
posición que Maniau había ocupado), igual como los gobernadores provinciales y, finalmente, la
magistad suprema de la república.64 En el pasado los “agentes de la autoridad” solían olvidar que
eran In the past the “agents of authority” had too often forgotten that they were “meros
mandaderos o criados asalariados del pueblo por su servicio.”65 Nunca más. `
Qué impulsó a Maldonado proponer una constitución tan extremadamente ambiciosa,
aparte de su propia excentricidad? En el prólogo del autor, explicó en parte sus razones. El
60 Magallón Anaya, "Francisco Severo Maldonado," 198. 61 Maldonado, Contrato de asociación: 35. 62 Ibid., 36-37. 63 E.g., cátedras de botánica ganarían menos que cátedras de física; cátedras de física menos que las de
economía política y los artes militares. La lista incluyó el sueldo apropiado por cada oficio a cada nivel. 64 Maldonado, Contrato de asociación: 60-68. 65 Ibid., 55.
25
Contrato sirvió como su solución al siguente problema: “hallar la forma de asociación, en que
toda la masa de un pueblo, por numeroso que sea, y por más vasto territorio que ocupe sobre la
superficie del globo, puede desarrollarse completa, gradual y progresivamente.” La carencia de
una solución a este problema fundamental había prevenido que las sociedades humanas lograran
su propósito natural, concretamente, “la felicidad de todos y cada uno de sus miembros.” Pero la
resolución de este “problema radical” quitaría cada obstaculo a la marcha a lo largo del “camino
a la perfectibilidad.”66
El utopianismo de Maldonado puede parecer muy lejos de la especifidad prudencialista
de Abad y Queipo, y mucho menos el regalismo restringido y formal de Maniau.67 Mas hay
continuidades y patrones recurrentes. Uno de estos es el esfuerzo sustenido para definir la nocion
de interés individual. Justo como Abad y Queipo había insistido que los intereses individuales
“producen y redoblan los vínculos de la sociedad,” Maldonado sugirió que entre los beneficios
más importantes de su Contrato era el hecho de que “en ella están perfectamente bien
reconciliados los intereses de todos los individuos de la sociedad, aun los de las clases que
parecen entre si más opuestas e inconciliables.”68
Pero la semejanza más importante para este ensayo es la centralidad de la relación entre
la conquista y la propiedad en cada uno de los tres autores. Donde Maniau asumió la relación e
ignoró la tensión entre reclamas conflictivas, y Abad y Queipo se desplazó de una preocupación
seria con la relación hacia una preferencia de ignorarla, en su lugar concentrándose en el papel
del honor y justicia conmemorativa reforzante del statu quo, Maldonado confrontó directamente
66 Ibid., 7-12. 67 Sobre el concepto de prudencialismo en Edmund Burke y Lucas Alamán, ver José Enrique Covarrubias,
"Fomento, Utilidad e Historia en el Pensamiento Económico de Lucas Alamán," in Historia del Pensamiento Económico: Testimonios, Proyectos y Polémicas, ed. María del Pilar Martínez López-Cano (México: Universidad Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2009).
68 Maldonado, Contrato de asociación: 12.
26
con el asunto. Reclamó que el gran beneficio de su Escala de Servicio Nacional fue que crearía el
“mejor de todas las aristocracias,” una meritocracia.69 La “nobleza de los ciudadanos,” sería
avanzada por su “virtud y patriotismo,” y por su ocupación de los “dignidades y empleos” del
estado. Esta “nobleza de mérito personal” era una cuya “puerta siempre está franca para todos los
individuos que quieren adquirirla.” Esta nobleza
en nada simpatíza con la bárbara y ultrajante, introducida por el feudalismo, dada desde luego en recompensa por los conquistadores a los cómplices de sus atentados en la efusión de sangre humana y en la exterminación de los pueblos, fundada en una pureza de sangre imaginaria, que teniendo anexo el derecho horrible de la primogenitura, no sólo priva a todos los individuos de una misma familia, sino a todos los miembros de la asociación, de la libre circulación de los bienes, sin la cual es tan importante que haya salud y robustez en el cuerpo político.70 Es su denuncio de la relación entre propiedad y conquista que hace los apéndices del
Contrato de Maldonado tan importante. En los cinco apéndices, Maldonado examina en detalle
su plan para la refundación de las bases política-económicas de la sociedad mexicana. Y lo hizo
claro que esta transformación radical de la vida económica era el gran logro de su pacto
complejo, porque levantaría a los indios y castas desde el “estado miserable de menoridad y
tutela” que Abad y Queipo de igual manera había lamentado.71
En su primer apéndice, Maldonado explicó que el pueblo nunca escoge más libremente
que cuando escoge desde adentro de la protección de las leyes que lo defiende del capricho,
69 En varios pasajes claves, parece que Maldonado crea el sistema de examinación civil y el servicio
nacional meritocrático en el mandarinado chino, o directamente o indirectamente. Maldonado hace referencia explícita al sistema chino en sus discusiones sobre moneda y agricultura. Tambien es probable que conoce la “jerarquía social doble” en el sistema del Abbé Sieyès, que Michael Sonenscher (siguiendo a Pierre Louis Roederer) sugiere tal vez se inspiró en el sistema chino. Ver Michael Sonenscher, Before the deluge: public debt, inequality, and the intellectual origins of the French Revolution (Princeton: Princeton University Press, 2007). 89.
70 Maldonado, Contrato de asociación: 9-10. 71 Ibid., 9.
27
corrupción, y la intriga. Para escoger libremente, el pueblo no debe ser carenciado de la “reposa,
honor y subsistencia” que lo permite libertad de elección.72
En el segundo apéndice, Maldonado pretendió probar que “la causa del
empobrezamiento—o mejor dicho de la miseria espantosa—en que gime la inmensa mayoría de
los individuos de que se componen las naciones, proviene de la escasez relativa de la moneda.”73
Las tres causas del enriquecimiento de las naciones, argumentó, son la tierra, la mano del
hombre, y la moneda. México era rico en tierra y labor.
¿Cuál es pues en último análisis la causa de que nosotros seamos y hayamos sido siempre tan pobres e indigentes, teniendo más fuentes de riqueza que ninguna nación del mundo? La razón es, porque siempre hemos carecido y carecemos de la cantidad de moneda necesaria para la producción de las riquezas. ¿Y cuál es la causa porque siempre estamos escasos de la cantidad de moneda necesaria, cuando es un hecho que nosotros sólo acuñamos más cantidad de ella, que todas las naciones juntas? La razón es porque hemos tenido la insensatez de escoger para la formación de nuestra moneda precisamente los dos metales más preciosos....74
Reprendiendo a ambos Adam Smith y Jean Baptiste Say por haber malmanejado la cuestión
esencial del dinero, Maldonado tomó su indicación de la historia del dinero en China, “la más
antigua y la más civilizada de todas las naciones...y la única que por lo mismo hace muchos
siglos, llegó al más alto punto de su agricultura, de su industria, de su comercio y de su
población.”75 China, argumentó, constantemente recogió plata, pero jamás la usó como la base
principal de su sistema de moneda. Usando una materia de menos valor, o mejor aún de ningún
valor intrínseco, facilitaría mucho mejor el intercambio de los bienes, porque un abestecimiento
sufiente podía circularse y dividirse en denominaciones mucho más pequeñas, sin tentar a la
72 Ibid., Appendix I, 73. Es también interesante que en estas secciones Maldonado abandonó su metáfora
del cuerpo político y empezó a hablar de la máquina política, o la máquina de la sociedad. 73 Ibid., Appendix II, 85. 74 Ibid., 88, 94-95. 75 Ibid., 88-90. De Smith y Say, Maldonado se quejó que la “diferencia notable” entre los dos fue que
mientras el primero nunca había hecho un análisis menucioso del problema, “al menos no ha establecido ningún error sobre esta materia tan importante.”
28
gente que atesoraran. Maldonado hizo el caso por la moneda de cobre. “Acuñar, pues, moneda de
plata, es acuñar moneda para privarse de ella, es acuñarla para no tenerla, es obrar en sentido
contradictorio.” Moneda de oro y plata formaría el “germen del despotismo.” Y concluyó el
apéndice, como lo había comenzado, no con una metáfora orgánica, sino con una mecánica. La
moneda de cobre no circularía por el cuerpo político; al contrario era “necesaria para mantener
en movimiento contínuo la gran rueda de la producción.”76
Respecto a los objetivos de este ensayo, los apéndices tercero y cuarto acaso forman la
parte más importante del Contrato entero. En ellos movió dramáticamente de problemas de
intercambio—en el cuál la moneda tomó un papel pre-determinado en un proces mecánico y
relativamente independiente de la esfera política, una vez puso en moción—a problemas de
producción, en los cuales cuestiones de economía se quedaron organicos, completamente e
inextricablemente incrustadas en la política.77
El apéndice III esbozó el plan de Maldonado para el establecimiento en México de un
Banco Nacional. Reflejando la estructura de las corporaciones política militares, el Banco
Nacional tendría sucursales en cada municipio, con los más grandes en distritos cabeceras, y así
sucesivamente. El propósito principal por la organización del banco fue, explicó Maldonado, “la
redención del territorio nacional,” para distribuir tan barato como posible entre el mayor número
posible de ciudadanos, de acuerdo con la ley agraria que Maldonado había esbozado en el cuarto
apéndice. Esa ley agraria Maldonado consideró “de la más absoluta e indespensible necesidad
para la extirpación de la miseria y vicios.”78 Abogó la parcelización y distribución de todos los
terrenos públicos, igual como muchos terrenos que pertenecían a la iglesia, y tierras mejoradas y
76 Ibid., 95-100. 77 El concepto de la economía “incrustada” o “instaurada”, y la historia de cómo se desarraigó para crear
una esfera autónoma de vida y pensamiento, viene de las obras de Polanyi. Ver Polanyi, Great Transformation. 78 Maldonado, Contrato de asociación: 121.
29
no mejoradas dentro de los grandes estados láicos. Estos se rentarían a ciudadanos al más bajo
precio posible, y con derechos garantizados y no limitados de usufructo y mejoramiento hasta el
final de la vida del ciudadano. A su muerte, las tierras regresarían al erario público, y el valor de
los mejoramientos hechos durante el curso de su vida pertenecerían a su familia. Maldonado
esperaba que la ley agraria sería ratificada inmediatamente después del establecimiento del
banco.79
El segundo propósito de estse banco de tierras y ley agraria, Maldonado explicó, fue nada
menos que “garantizar la dignidad e independencia individual del ciudadano,” y así “aniquilar a
su raíz el despotismo y arrogancia de la aristocraci, ocasionado por la acumulación de la riqueza
nacional, especialmente riqueza de tierras.” El banco de tierras y ley agraria asegurarían, “en las
ruinas de la aristocracia...el triunfo de la democracia, del orden, de la justicia, del equilibrio
social, y de la dignidad de nuestra especie.”80
Para enfatizar el punto del momento decisivo histórico que envisionaba, Maldonado
nombró explicitamente ciertas proiedades como sujetas a confiscación por compra, sin tener en
cuenta ningún mejoramiento. “Todas las tierras adquiridas a título de conquista,” escribió, “y
vinculadas para mayorazgos de las familias de los conquistadores, serán devueltas a la nación,
agregadas a los fondos del banco y distribuidos en predios, con arreglo a la ley agraria
fundamental de la república.”81 La nación iba a borrar la conquista para crear la república.
El apéndice quinto, que forma la última sección del Contrato, es una bastante sencilla
llamada por comercio libre, para que todas las naciones del mundo tendrán un interés en el
bienestar de México. Sin duda esta es una nota claramente liberal para concluir la constitución de
Maldonado.
79 Ibid., 121-26. 80 Ibid., 118-19. 81 Ibid., 118.
30
Pero “liberal” ni siquiera empieza a encapsular el pensamiento de Maldonado. Cierto, en
la tradición liberal y contractual, vió la sociedad como una asociación de individuos posesivos,
motivados por sus intereses personales, y establecida por ellos para su protección mutual. La
propiedad fue al menos en algún sentido un derecho natural, y su defensa fue esencial a la
fundación de esta asociación. Sin embargo, mientras Locke había retratado el dinero y su
intercambio como la diaria afirmación material del contrato social; y mientras liberales desde
Mandeville hasta Steuart y hasta Hume pusieron el intercambio al centro de su economía
política, Maldonado relegó la moneda (y por extensión, intercambio) al estado de una mera
herramienta de la riqueza. “Lo que es el metate y el cazo para la atolera y lo que es un alambique
para un aguardentista, eso es la moneda para la producción de las riquezas.82 Trataba de
despojarla de su pátina de valor intrínseco falso, haciendo cobre la moneda de circulación
cotidiana. Y la enumeró última entre las causas de la riqueza de las naciones, depués del “mano
del hombre” y las tierras, las cuales eran primarias. El mano del hombre Maldonado hizo el
primer principio lógico de su soberana asociación política, la corporación política militar. El
edificio entero del estado, desde la legislatura hasta los poderes ejecutivo y judicial, serían
construidos por la soberanía popular de estas corporaciones, unidas únicamente por su “modo de
vivir.”
En cuanto a la tierra, que Maldonado hizo la primera de las causas de la riqueza, la usó
para el cimiento de un sistema de moneda-crédito en que estableció el Banco Nacional. Y en una
obra de 1830 que ha recibida poca atención académica, Maldonado elaboró más en su tema de la
tierra como base y fuente de la riqueza.83 Sugirió que la república manejaría mejor su desarrollo
por la construcción de un sistema enorme de caminos, con dos perpendiculares ejes principales
82 Ibid., 94. 83 Esta obra es Francisco Severo Maldonado, "El triunfo de la especie humana sobre los campos eliseos del
Anahuác," (México: Oficina de Ignacio Bramdila, 1830).
31
formando una cruz sobre la corazón del país. La tierra de México, “el país más rico del mundo,”
cumpliría el resto del trabajo, casi por si mismo, al parecer. Al mismo tiempo, Maldonado
también usó la tierra como el instrumento principal con el cual la nación podría extirpar la
miseria y el vicio,” y asegurar la “dignidad e independencia individual del ciudadano.” Sobre
todo, la tierra para forjar a ciudadanos se quitaría directamente de los conquistadores y sus
descendientes.
Al escribir esta frase importante, Maldonado se enfrentó con el pecado original de su
sociedad. En la Gran Bretaña, la Francia, y la España del siglo XVIII tardío y XIX temprano,
pensadores desarrollando un sistema de pensamiento económico-político tuvieron que lididar con
muchos problemas intelectuales. Pero solo muy rara vez importunaron el servidumbre obligado,
la esclavitud, y las desigualdades del poder en el intercambio colonial en su utopía naciente.84
Jamás su teorizar empezó desde la premisa de una sociedad establecida en una conquista y las
divisiones duras de raza y casta. Para tomar un ejemplo clave, mientras había una jerarquía
implícita de sociedades avanzadas y retrasadas en la teoría famosa de los “cuatro estados” que
Adam Smith desarrolló en sus Lecturas sobre jurisprudencia, se asumió que el progreso fue un
hecho natural, si fuera eliminar las trabas. Pero en el lenguaje de economía política mexicana de
este periodo, la comquista complicó caulquier asunción acerca de la distribución “natural” de la
propiedad, o del predecible y uniforme comportamiento económico de un individual. La
economía política liberal tendría que dirigirse a esta realidad antes de que podría refundir México
84 Ver, por ejemplo, una exposición brillante de algo que se puede considerar el hilo intelectual dominante
del siglo XVIII, en Albert O. Hirschman, The Passions and the Interests: Political Arguments for Capitalism before its Triumph, Twentieth Anniversary ed. (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1996); Louis Dumont, From Mandeville to Marx: The Genesis and Triumph of Economic Ideology (Chicago: University of Chicago Press, 1983). Por el silencio notorio sobre asuntos coloniales, ver también John Shovlin, The Political Economy of Virtue: Luxury, Patriotism, and the Origins of the French Revolution (Ithaca: Cornell University Press, 2006). El predominio de este lenguaje del liberalismo se enfrenta, por supuesto, con ese de “republicanismo cívico,” que dominó el discurso político-económico en Inglaterra en el siglo XVII y XVIII, según J. G. A. Pocock, Machiavellian Moment.
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en su imagen. Maniau evitó cautelosamente la cuestión, y resultó que su Compendio ascendió a
poco más que ajustes marginales a un edificio ya establecido y en alguna medida inamovible.
Abad y Queipo cuidadosamente abordó el problema de conquista, raza, y casta, y casi articuló
una soclución cuando escribió la historia de la conquista de Francia y España y su
transformación en “monarquías modernas.” Pero cambió su enfoque a crisis más inmediatas, y
cuando los indios y castas del campo estrellaron en insurrección, los condenó como bárbaros
viles. Maldonado se enfrentó con la problema directamente, y las soluciones repúblicanas que
imaginó fueron proporcionalmente radicales.
Conclusión: conquista, propiedad, y economía política liberal en México
Existen varios elementos del lenguaje de la economía política mexicana que merecen una
investigación más profunda. Uno podría ser la relación que cada uno imagina entre la vida
política y económica, y especificamente la pregunta de qué esfera social es imaginada como
superior ontológicamente frente a la otra. A pesar de los diferentes compromisos políticos y
circunstancias históricas, los tres autores estudiados aquí dieron prioridad a la asociación política
sobre la libertad económica. En este sentido, son poco parecidos a la mayoría de los pensadores
que trabajaron la economía política que regularmente se donominan liberales. ¿Este patrón
persiste en el resto del pensamiento mexicano? ¿Por cuánto tiempo y entre qué autores? Los
cambios en la palabra interés también ameritan más investigación, así como la relativa
preocupación por la circulación contra la producción y el consumo en la oeuvre de cada
pensador.
Pero este trabajo se centró en el enfoque de la historia de la conquista en términos de
teoría de propiedad, y en la forma en que la violencia de la misma se relacionó con conceptos
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como casta, ciudadanía y equidad en el imaginario político. La conciencia histórica persistente
de la conquista en el lenguaje político económico de México, con el tropo de “barbarie,” implica
en parte la necesidad de escribir una historia de la historia de la conquista. ¿Cómo se presenta la
conquista en forma de problema intelectual para los pensadores del siglo XIX, y cómo
respondieron a este? ¿Cómo reconciliaron o evitaron reconciliar las relaciones de propiedad e
inequidad claramente ligadas en la historia de violencia y alteridad, con la universalidad del
dogma ahistórico de valor-trabajo?
En su monumental Liberalismo Mexicano, Jesús Reyes Heroles exploró brevemente los
escritos de Francisco Severo Maldonado y llamó a su sistema una “utopía agraria.”85 Esta es una
etiqueta válida. De hecho las propuestas hechas por Maldonado fueron tan imprácticas que su
éxito al implementarlos en una manera concreta fueron mínimos, tanto que resulta tentador dejar
de lado los fundamentos filosóficos de su Contrato y calificarlos como palabras sin
consecuencia. El hilo trazado en este ensayo desde Maniau a Abad y Queipo y a Maldonado
podría llevar a un callejón sin salida. Pero la naturaleza de un lenguaje político es que es
compartido. La advertencia que produjo la constitución de Maldonado incluía fragmentos de
Lorenzo Zavala, José María Quirós, y Juan Wenceslao Barquera (un autor poco conocido, pero
autor del primer libro de texto legal escrito y publicado en el México independiente). En el
interludio entre la aparición del Nuevo Pacto Social y el Contrato, Agustín Itrubide invitó a
Maldonado a la Soberana Junta Gobernativa. Así, las ideas de Maldonado resonaron con otros
intelectuales mexicanos a lo largo de su vida.
Sería fácil asumir que la preocupación de Maldonado respecto a la violencia y la
propiedad, así como la de Maniau y Abad y Queipo antes que él, representaban las idiosincrasias
85 Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicano (México, D.F.: Universidad Nacional de México, Facultad
de Derecho, 1957), 550-53.
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de unos pocos individuos, que se apiñaron en torno a los momentos de crisis imperial e
independencia. Pero hay amplia razón para pensar que la consciente e inconsciente preocupación
con los términos conquista y propiedad que he identificado continuaron a estructurar el
pensamiento y el imaginario político-económico mexicano por una buena parte del siglo XIX.
Mariano Otero, el tan llamado “liberal moderado” de la década de 1840, en ocasiones usó un
lenguaje impresionantemente similar al de Maldonado. Se refirió a México como el “país más
rico del universo,” distinguiendo entre “elementos de riqueza” y “riqueza si misma,” haciendo
eco del pensamiento de Humboldt, pero también de Maldonado.86 Igual que Abad y Queipo tuvo
un momento de crisis entre 1810 y 1813, cuando abandonó su especulación político-económica,
los escritos de Otero revelan un cambio de tono notable a partir de la década de los 1840. Como
Charles Hale apuntó, en los trabajos posteriores de Otero, él como muchas élites mexicanas tomó
tonos mucho más pesimistas y amargadas acerca de la historia y el futuro nacional. Mientras en
escritos anteriores fue mucho más optimista acerca de elementos de la riqueza mexicana y su
potencial, posteriormente cambiaría los términos de su análisis y a formular breves amenazas
sobre la “aristocracia de la riqueza” en lugar de las pragmáticas y “moderadas” soluciones
liberales. El racismo en sus propuestas económicas y políticas también se tornó menos
paternalista y mucho más hostil. Igualmente, una visión de rezago comenzó a surgir. Tal vez lo
que Otero confrontaba era la idea de que comparando el imaginario político moderno y el
imaginario económico moderno este último resultaba mucho más competitivo, más exclusivo, y
ninguno podía ser entendido sin la presencia del otro.
En pocas palabras, la historia económica del liberalismo decimonónico en México no
puede ser entendida en términos de propuestas directas sobre liberalización y reforma de tierras.
El imaginario político se relacionó estrechamente con el imaginario político y la consciencia 86 Ver Will Fowler, Mexico in the Age of Proposals, 1821-1853 (Westport, Conn: Greenwood Press, 1998).
35
histórica. Al seguir los rastros del lenguaje de la economía política, podemos ver más claramente
cómo se construyó el México del siglo XIX.
Solo un par de años después de la crisis de confianza de Otero, el tema surgió otra vez.
En marzo de 1851, Melchor Ocampo promulgó una moción en la legislatura estatal de
Michoacán, pidiendo la regulación y reforma del arancel y los beneficios parroquiales. La
moción provocó un alboroto entre el clero estatal.87 Un cura de Maravatío que escribía
anónimamente como “un cura de Michoacán” publicó una respuesta a la moción de Ocampo. Su
antagonista hizo algunas objeciones obvias: Ocampo había malentendido o exagerado el costo
del arancel; la iglesia era de hecho pobre, no rica. Pero en respuesta a la casi impulsiva línea
inicial en que aseguraba que cada hombre tenía el derecho natural de adorar de acuerdo a su
consciencia, el autor anónimo ofreció una serie alarmante de imágenes.88 El argumentaba que las
masas bárbaras habían estado escuchando a los mandatos de su consciencia cuando realizaban
sacrificios, arrancaban corazones y se los ofrecían en un Holocausto a sus divinidades. “Y que
diríamos” continuó “si, gracias al respeto universal [por la consciencia] no son ya los bárbaros
que desean robarnos, sino las masas hambrientas de mexicanos.” Las masas hambrientas,
bárbaras hace unos instantes podrían cambiar el régimen mexicano de propiedad:
Estas masas, para cohonestar sus depredaciones así hablarían: “nuestra industria ha concluido: si vendemos algo de lo poco que se elabora en nuestros talleres, es a precios tan abatidos, que nada utilizamos, y por eso muy en breve consumimos el principal, porque nada se adelanta: trabajamos de balde y un trbajo que nada produce debe abandonarase. Pero entre tanto no hemos de perecer: nuestra mantención ha de pesar sobre las demás clases, y si éstas se resisten usaremos de la fuerza: nuestros procedimentos son el impulse natural del derecho que tenemos
87 Angel Pola, “Melchor Ocampo,” in Melchor Ocampo, Angel Pola, and Aurelio J.
Venegas, Obras Completas De Melchor Ocampo (México: Ediciones El Caballito, 1978), 1: 33.
88 Melchor Ocampo, Representación sobre reforma del arancel de obvenciones parroquiales, in Ocampo, Pola and Venegas, Obras Completas, 1: 15.
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a nuestra propia conservación.89 Podríamos calificar el debate de la moción de Ocampo para reformar el arancel como un
episodio menor en la narrativa Mexicana decimonónica, la competencia entre anti clericales
puros y conservadores, especialmente hombres de la iglesia, que defendían las ordenes y
corporaciones así como sus privilegios acostumbrados desde la época colonial. Desde la
perspecctiva del lenguaje de la economía política, esta aparente digresión es otra manifestación
vital del asunto de la propiedad, conquista y barbaridad en el corazón de la historia intelectual
del México decimonónico. El objetivo a largo plazo de mi investigación es explorar la forma en
que el pensamiento político económico ayudó a crear una consciencia histórica particular—a
veces dando la sensación de perdición histórica—que fue bastante distinta a la universalidad del
imaginario político dibujado por Guerra, y también del imaginario económico dibujado por los
escolares que lo limitan a las “obras canónicas” de la historia de economía política teleológica.
89 Ibid., 35.
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