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Índice ÍNDICE
SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: NACIMIENTO
CAPÍTULO 2: SANGRE Y PIEDRA
CAPÍTULO 3: LA HORA MÁS OSCURA
CAPÍTULO 4: EL CONSEJO DIVIDO
CAPÍTULO 5: DEBAJO
CAPÍTULO 6: RHEA
CAPÍTULO 7: ATENAS
CAPÍTULO 8: REINA
CAPÍTULO 9: MENSAJERO
CAPÍTULO 10: DESTRUCCIÓN
CAPÍTULO 11: HORIZONTE
CAPÍTULO 12: AHOGÁNDOME
CAPÍTULO 13: JUEGOS PERVERSOS
CAPÍTULO 14: CADENAS DE NIEBLA
CAPÍTULO 15: PUNTO DE QUIEBRE
CAPÍTULO 16: LA ÚLTIMA HORA
CAPÍTULO 17: LA ÚLTIMA RESISTENCIA
CAPÍTULO 18: MATANZA
CAPÍTULO 19: LUZ
CAPÍTULO 20: ETERNO
GUÍA DE DIOSES
SOBRE LA AUTORA
AGRADECIMIENTOS
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Sinopsis Amor o vida.
Henry o su hijo.
El fin de su familia o el fin del mundo.
Kate debe elegir.
Durante nueve meses de cautiverio, Kate Winter ha sobrevivido a una
diosa celosa, un vengativo Titán y un embarazo que nunca pidió. Ahora la
Reina de Dioses quiere a su hijo no nacido y Kate no puede detenerla hasta
que Cronos le ofrece un trato.
A cambio de su lealtad y devoción, el Rey de los Titanes perdonará a la
humanidad y dejará que Kate se quede con su hijo. Sin embargo, aunque
Kate acepte, él destruirá a Henry, a su madre y al resto del Consejo. Y si se
niega, Cronos destrozará el mundo hasta que el último dios y el último
mortal estén muertos.
Con el destino de todos a los que ama descansando en sus hombros, Kate
debe hacer lo imposible: encontrar una manera de derrotar al ser más
poderoso de la existencia, aunque le cueste todo.
Aunque le cueste su eternidad.
Último libro de la trilogía The Goddess Test.
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Prólogo
Traducido por Flochi
Corregido por BrendaCarpio
A través de su vida eterna, Walter había presenciado incontables veranos,
pero nunca uno tan interminable como este.
Sentado detrás de su escritorio de cristal, cabizbajo mientras leía la petición
delante de él, firmada por casi todos los dioses y diosas menores esparcidos
a través del mundo. Cada uno comprometido a hacerse a un lado y permitir
la supremacía de Cronos por tanto tiempo como significara que no habría
guerra. Ninguno de ellos parecía entender que ya estaban en el medio de
una.
¿Por qué lo harían? Él y los miembros restantes del Consejo habían hecho
su trabajo protegiendo al mundo de la destrucción de Cronos, pero eso no
duraría mucho tiempo. Cuando Cronos finalmente se liberara de su prisión
de la isla del Mar Egeo, la petición sería lo que era: un trozo de pergamino
sin sentido lleno de nombres de aquellos que serían los primeros en morir.
—¿Papi?
Exhaló y se enderezó, preparado para regañar a quien se atrevió a
molestarlo, pero se detuvo en seco. Su hija estaba parada en la puerta, su
cabello dorado como el perpetuo amanecer que se vertía a través de las
ventanas detrás de Walter. Ella era la única persona a la que no rechazaría.
Puso la petición a un costado.
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—Ava, cariño. No te esperaba hasta mañana. ¿Hay noticias?
Verla deteriorarse desde el solsticio de invierno había sido lo más difícil que
Walter había hecho, pero no tenía alternativa. Era por el bien común, y por
ahora era falsearlo todo, incluso la salud de su hija.
—Iris está muerta —dijo, y Walter se quedó inmóvil. Una gran tristeza que
no había sentido en siglos lo llenó, y la perpetua luz del sol pareció
oscurecerse.
—¿Cómo? —dijo, luchando por mantener su voz inalterable. Había sabido
que enviar a su mensajero para intentar negociar un alto en el fuego con
Cronos era peligroso, como lo había sabido Iris. Era la Guerra, y habría
bajas. Pero ella había estado dispuesta a correr con el riesgo, y él no había
imaginado que Cronos iría tan lejos contra un embajador.
—Nicholas terminó el arma hace una hora —dijo ella—. Calliope quiso
probarla.
Walter apretó los labios. No había pensado que eso fuera posible, pero las
habilidades de su hijo eran más grandes de lo que alguna vez había
estimado.
—¿Hay un cuerpo?
—Calliope la lanzó al océano —dijo Ava—. La traje para un velatorio
apropiado.
Tragando con fuerza, se obligó a asentir.
—Muy bien. Gracias, querida. Sé cuánto riesgo significa para ti. Y debido a
eso, debo insistir en que no hagas semejantes cosas en el futuro.
Ava dudó, pero después de toda su planificación, después de todas sus
apuestas, él sabía que ella no podría negarse a él ahora. Finalmente asintió.
—Lo siento.
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Walter abrió sus brazos, y Ava cruzó la habitación para acurrucarse en su
regazo. La envolvió, una concha de la hija que conocía, y enterró su nariz en
el cabello de ella.
—Yo soy quien lo lamenta, pero haremos lo que debemos para ganar. ¿Hay
noticias de Kate?
—Calliope dice que pasará mañana.
Por fin, algo iba bien.
—Entonces nuestra espera acaba.
—No importa —murmuró en su hombro—. Ha pasado tanto tiempo. Ha
perdido la esperanza hace mucho.
Nueve meses. Ese era el tiempo que Walter había estado encerrado en un
juego de estrategia y decepción con el ser más poderoso de la tierra. Desde
el solsticio de invierno al equinoccio de otoño, llevaba el peso del mundo
sobre sus hombros mientras ocultaba al mismo tiempo su carga de los
restantes miembros del Consejo. Con la deserción de Henry, eran
conscientes de que toda oportunidad de ganar contra Cronos habían pasado
de escasas a ninguna. Ava era su última esperanza de llevar a Henry a su
lado.
—¿Y tú, querida? —Apartó un mechón de cabello de sus ojos. Ni siquiera el
cansancio del pasado año pudo hacer disminuir su belleza.
Cuando Ava no respondió instantáneamente, confirmó sus sospechas. Él la
había visto marchitarse ante él, pero nunca había mostrado
voluntariamente su desesperación. Conocía los riesgos. Sabía que no podía
fallar.
—Voy a decirle.
Al principio pensó que lo había malentendido, pero cuando ella se alejó, sus
ojos azules acerados, supo que no.
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—Sabes que no debes —dijo él con la suave amonestación de un padre y la
orden de un rey—. Hemos trabajado demasiado tiempo para arriesgarlo
todo ahora.
—Pensé que era sólo por Kate. —Su rostro comenzó a enrojecer como lo
hacía cuando estaba a punto de llorar, y eso removió algo dentro de él. El
deseo paternal de impedir que se lastimara. Pero, ¿qué podía hacer cuando
sus acciones eran totalmente necesarias para evitar un dolor peor que el que
le estaba causando a ella?—. Nunca habría aceptado de haber sabido que
estaba embarazada. Lo sabes.
—Sí, lo sé. —Pasó sus dedos por su cabello para calmarla, pero ella dejó
escapar un sollozo—. Lo siento.
Ella se apartó de él y se tambaleó hasta ponerse de pie.
—En el momento en que Kate dé a luz, Calliope va a matarla, lo sabes. Y
vas a dejar que suceda de todos modos.
—Quizás no —respondió—. Tú misma dijiste que a Cronos le ha agradado.
Quizás eso sea suficiente.
—¿Quizá? —dijo Ava, medio loca de frustración—. ¿Vas a arriesgarlo todo
por un quizá, papi? No sabes a ciencia cierta lo que va ocurrir, y ese pobre
bebé…
—Debemos hacer todo lo que podamos para asegurarnos de ganar esta
Guerra, sin importar lo que cada uno de nosotros deba sacrificar. —Sin
importar cuántos tengan que morir—. Ahora no es el momento para
echarnos atrás.
—No es el momento para riesgos innecesarios y errores descuidados
tampoco. —Se dirigió a la puerta hecha una furia—. Voy a decirle a Henry
todo.
—Ava.
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Su voz retumbó a través de las paredes del palacio, sacudiendo los
cimientos del Olimpo. Cualquier rastro de afecto paternal se había ido. Era
la orden de un rey.
Ava se detuvo en seco. No tenía elección, no después de eones de
obediencia, y Walter sintió una punzada de culpabilidad al hablarle de tal
manera después de todo lo que él la había hecho pasar. Era necesario, sin
embargo. El destino del mundo dependía de eso.
—No le dirás —dijo él—. No hasta que Kate dé a luz.
—¿Cuál es la diferencia entre decírselo ahora y mañana? —dijo Ava
temblorosamente, pero se mantuvo firme. De cualquier modo, contestarle
solo habría enojado a Walter, pero estaba contento de ver que a ella le
quedaba algo de lucha.
—No se detendrá hasta que tenga a Kate de regreso —dijo Walter—. Pero
cuando lo haga, regresará al Inframundo y la protegerá con todas sus
fuerzas, y seguirá sin involucrarse en nuestra Guerra.
Los ojos de ella se agrandaron.
—Espera, ¿vas a usar al bebé como un cebo?
—Haré lo que debo para traer a Henry a la Guerra —dijo Walter—. Una
vida no vale la pena para perderlo todo.
Ava lo miró fijamente como si no lo reconociera. Aunque Walter raras
veces experimentaba temor, corría incómodamente a través de él, como
lodo en vez de sangre inmortal.
—Es un bebé —dijo ella—. No puedes simplemente… es un niño.
—Si Henry no participa en la Guerra, entonces millones de niños morirán
—dijo Walter. Ella tenía que entender; esta Guerra no era una cuestión de
obediencia y orgullo—. Me doy cuenta de lo difícil que es para ti, querida…
—¿En verdad? —El veneno en su voz lo puso mal. Nunca la había
escuchado hablarle a alguien de esa manera antes, mucho menos a él, su
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padre. Su protector. Su rey—. Es mi culpa que Kate esté allí en primer
lugar. El bebé podría morir por mi culpa.
—Haré todo lo que pueda para asegurarme que eso no suceda —dijo
Walter—. Una vez que esto acabe…
—¿Crees que alguna vez va a acabar? —siseó Ava—. Cuando el Consejo
descubra que estamos arriesgando al hijo de Henry para que él se involucre,
¿a quién van a culpa, papi? ¿A mí o a ti?
—Le informaré al Consejo sobre mi papel —dijo Walter.
—El único papel que el Consejo verá es el que yo interpreté, y eso voy a
arreglarlo antes de que el bebé muera y pierda a todos los que amo.
Walter se irguió en toda su estatura. Podría haber parecido un anciano, pero
junto a los Titanes, él era el ser más poderoso del mundo, y nunca dejaría
que alguien lo olvidara. Incluso su hija.
—Lo prohíbo.
Ava rió, pero no fue la risa de alguien que encuentra alguna alegría en la
vida; en cambio fue una llena de odio hacia sí misma y desesperanza.
—Demasiado tarde.
Antes de que Walter pudiera decir una palabra, un grito desgarrador lleno
de agonía rasgó desde las profundidades de la tierra y resonó a través de
todo el Olimpo.
—Él ya sabe —dijo Ava, y sin decir otra palabra, se deslizó a través de la
puerta y la cerró tras ella.
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Capítulo 1 NACIMIENTO
Traducido por Maru Belikov y Vanehz
Corregido por BrendaCarpio
enry.
Me senté de golpe en la oscuridad. Mi frente estaba
mojada con sudor mientras el sueño se desvanecía, pero
su grito me envolvió, adhiriéndose a sí mismo en mi
memoria.
Otra visión, una de docenas que había estado teniendo desde que dejé el
Inframundo hace una eternidad. Esta vez, sin embargo, no estaba viendo a
Henry ir sobre su vida como gobernante de la muerte mientras esperaba por
mí a que regresara. No estaba de pie sin poder hacer nada mientras Ava le
daba a Henry falsas noticias sobre que en África se suponía que estábamos
buscando a Rhea.
Finalmente Henry sabía lo que realmente había pasado, y en los minutos
antes de que el amanecer rompiera a través de la noche, me aferré a la
esperanza de que no era demasiado tarde.
—¿Una pesadilla, querida?
Temblé, y las velas esparcidas a lo largo de mi prisión se encendieron.
H
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Cronos se sentó al lado de mi cama, en la misma silla que él ocupaba cada
noche desde el pasado diciembre, cuando desperté con un palpitante dolor
de cabeza y recuerdos que deseaba que fueran pesadillas.
Esto no era una pesadilla, sin embargo. Cronos estaba aquí, trabajando lado
a lado con la Reina de los Dioses, quien no se detendría ante nada para
lastimarme tanto como pudiera.
Él bebé se movió dentro de mí, sin duda descontento con su despertar rudo.
No me atrevía a especular si era niño o niña. Si Calliope se salía con la
suya, quizá nunca lo sabría, y el dolor de cabeza ya era más de lo que podía
soportar. Descansé una mano sobre mi hinchado vientre, tan grande que el
más simple movimiento me era difícil, y mentalmente traté de
tranquilizarlo.
—¿Mi hijo? Por supuesto —dijo Cronos, estirándose hacia mi estómago.
Golpeé su mano lejos, y él se rió—. Parece que los juegos están por empezar.
—¿Qué juegos? —Sabía la respuesta antes de hacer la pregunta. Mi sueño,
mi visión, era el equinoccio de otoño, y finalmente Henry sabía que yo no
estaba.
Un dolor agudo se disparó desde mi espalda hasta mi abdomen, y jadeé.
Cronos estaba a mi lado en un instante, exactamente de la manera en que
Henry habría estado si estuviese aquí. Y me aparté.
—Calliope ha decidido que pase hoy —murmuró, y su voz habría sido
confortante si no viniera de él.
—¿Decidido que hoy pase qué? —Luché para pararme y caminar hasta el
baño, pero mis piernas no lo soportaron. Las frías manos de Cronos estaban
allí para estabilizarme, pero tan pronto como estuve de regreso en la cama,
me alejé de él.
—Que tu hijo nazca.
Todo el aire abandonó mis pulmones, y esta vez no tenía nada que ver con
el dolor físico. Él estaba mintiendo. Ellos estaban tratando de hacer que
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entrara en labor de parto antes de que Henry me rescatara, o… o hiciera
algo.
Pero mientras me inclinaba hacia atrás mi mano encontró un lugar mojado
sobre el colchón, y mi camisón estaba mojado en la parte de mis muslos. Mi
fuente se había roto en algún momento de la noche. Realmente estaba
pasando.
Nueves meses de espera. Nueves meses de miedo. Nueve meses del tiempo
siendo la única cosa interponiéndose entre Calliope y él bebé que estaba
esperando, y ahora se terminaba.
No estaba lista para ser una madre. Nunca en un millón de años había
imaginado tener niños antes de que cumpliera treinta, mucho menos veinte.
Pero Calliope no me había dado opción, y con cada día que pasaba, el temor
dentro de mí crecía más hasta que casi me ahogaba. Calliope alejaría al bebé
de mí, y no había nada que pudiera hacer al respecto. En cuestión de horas,
perdería a mi hijo, el hijo de Henry, a manos de alguien que quería nada
más que verme sufrir.
Pero ahora él sabía. Ahora había una oportunidad, si solo pudiese aguantar
un poco más hasta que Henry viniera.
Cronos debió leer la mirada en mi rostro, porque se rió y esponjó una
almohada para mí.
—No te preocupes, querida. Calliope no puede matarte al menos que yo se
lo permita, y te aseguro que nunca te lastimaré.
No era sobre mí por quien estaba preocupada.
—No vas a lastimarme, pero vas a dejar que Calliope lo haga —espeté—.
Vas a permitirle que tome al bebé en el momento en que nazca, y nunca
voy a verlo otra vez.
Cronos se me quedó mirando en blanco. Estos eran los momentos en que
recordaba que a pesar de su forma humana, era todo lo contrario. Él no
entendía por qué amaba tanto al bebé. O, cuando le daba a Calliope algo de
actitud y me golpeaba en la boca, porque instintivamente cubría mi vientre.
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Él no entendía cuanto el pensamiento de ser separada del bebé me hería
antes de que siquiera lo o la conociera.
Pero otra vez, Cronos también era el monstruo que intentaba destruir a sus
propios hijos, así que sospechaba que era tener mucha esperanza esperar
entendimiento.
—Sí quieres mantener a tu hijo, todo lo que necesitas es decir la palabra —
dijo él, como si fuera así de simple. Quizá para él lo era—. Me aseguraré de
que Calliope no se interponga en el camino. A cambio, todo lo que pido es
que gobiernes a mi lado.
No era la primera vez que él hacia esa oferta, y no era la primera vez que,
por un solo momento, pensaba en la posibilidad. Mientras el nacimiento del
bebé se acercaba, decir que no, no se hizo más fácil sino más difícil.
No era ningún secreto que Cronos me quería como su reina mientras
gobernaba todo el mundo, destruyendo a cualquiera que se atreviera a
interponerse en su camino. No tenía idea de por qué… la pequeña muestra
de compasión que le había mostrado en el Inframundo, quizá, o porque no
había peleado con él en la primera guerra, pero no importaba. Estaría a
salvo de la destrucción y, por ende, él bebé también. Henry, sin embargo,
sería la primera persona que Cronos destruiría, y el resto del mundo le
seguiría.
Tanto como amaba a este bebé, tanto como habría hecho lo que sea para
mantenerlo a salvo, no podía permanecer al lado de Cronos mientras él
destruía la humanidad. No podía hacer nada mientras mataba a cada
persona que amaba, y si accedía, él me mantendría viva hasta el final de
todas la cosas. No tendría la opción de morir como Perséfone había tenido,
y no podía vivir con esa culpa sin importar cuán feliz y a salvo mi bebé
estuviera.
Pero el tiempo estaba corriendo. El juego había cambiado ahora que el
Consejo sabía de mi ausencia, y si podía mantener a Cronos suponiendo lo
suficiente para no lastimar a nadie, entonces quizá eso le daría al Consejo la
oportunidad de encontrar a Rhea. Así que mentí.
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—Promete no matar a nadie, y pensaré en ello.
Él sonrió, mostrando un completo juego de dientes blancos. Cronos tenía la
sonrisa de una estrella de cine con aerógrafo, y solo lo volvía más
perturbador.
—¿Es así? Muy bien. Accede y dejaré a la humanidad tranquila. Mis
disputas no son con ellos, y uno debe tener súbditos cuando gobierna.
—Dije a nadie —señalé—. No sólo la humanidad. No puedes matar al
Consejo tampoco.
Cronos se me quedó mirando, y contuve mi respiración, esperando contra
todo pronóstico ganarle esta a él. Tenía que comprarle más tiempo al
Consejo.
—Seguramente entenderás por qué mis hijos deben ser contenidos, pero
estaré dispuesto a… considerarlo, dependiendo de la naturaleza de nuestra
relación. O cuanto estés dispuesta a dar. —Él paso sus dedos a través de mi
cabello, y suprimí un escalofrío—. Tú y yo, juntos por toda la eternidad.
Imagina, querida, la belleza que creáremos. Y, por supuesto, tu hijo tendrá
tu amor, y nunca tendrás que decir adiós.
Cerré mis ojos e imaginé el momento en que finalmente consiguiera
sostenerlo o sostenerla. Él bebé tendría cabello oscuro, estaba segura de ello,
y ojos claros como Henry y yo. Mejillas rosadas, diez dedos en la mano,
diez dedos en los pies, y lo amaría instantáneamente. Ya lo hacía.
—Serás su madre —murmuró él, su voz como el canto de una sirena—.
Siempre allí para amarlo, para educarlo, para criarlo a tu imagen. Y yo seré
su padre.
El hechizo que tenía sobre mí se rompió, y mis ojos se abrieron.
—Tú no eres el padre de este bebé —dije mientras otra ola de dolor pasaba
sobre mí. Esto estaba pasando muy rápido. Las contracciones se suponía
tenían que venir lentas y en las últimas horas, mi madre había estado en
trabajo de parto por un día cuando yo nací.
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Cronos se inclinó hasta que sus labios estaban a centímetros de los míos.
Arrugué mi nariz aunque su aliento olía como una fría briza de otoño.
—No, no lo soy. Soy mucho más.
La puerta se abrió de golpe, y Calliope entró. Había envejecido
progresivamente por los pasados nueve meses hasta que los ángulos sobre
su rostro se habían vuelto más afilados, y había crecido unos cuantos
centímetros por encima de mí. Mientras Cronos lucía como Henry, con su
largo cabello oscuro y ojos grises que crepitaban con el relámpago y la
niebla, Calliope ahora lucía como mi madre. Como una versión rubia de mí.
Y la odiaba incluso más por ello.
—¿Qué está sucediendo? —dijo ella, y manejé una débil mueca.
Aparentemente ella escuchó algo que no le gustó.
—Nada por lo que tengas que preocuparte —dijo Cronos mientras se
enderezaba, aunque sus ojos no dejaron los míos.
—Cronos me estaba haciendo una interesante oferta —dije, sonando más
valiente de lo que me sentía—. Resulta que él no va a darme de comida a los
peces como tú quieres.
Sus labios se torcieron en una mueca, pero antes de que pudiera decir una
palabra, Ava se apresuró pasando al lado de ella cargando una gran cesta de
sábanas y otras cosas que no pude distinguir en la luz de las velas.
—Lo siento —dijo ella, su rostro sonrojado.
—Ya era hora —espetó Calliope, y se enfocó en mí otra vez—. Yo sería
muy cuidadosa si fuera tú, Kate. Tengo un nuevo juguete, y he estado
ansiosa de probarlo sobre ti.
—¿Qué nuevo juguete? —dije a través de dientes apretados.
Calliope se deslizó al lado de mi cama.
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—¿No te he dicho? Nicholas generosamente donó su tiempo y habilidad
para forjar un arma que me permitirá matar a un dios. Su coordinación de
tiempo no podía ser mejor.
Mi sangre se heló. Nicholas, el esposo de Ava, había sido secuestrado en el
solsticio de invierno durante la batalla. Hasta ahora, nadie me había dicho
una palabra sobre él.
—Eso es imposible —solté. Nadie más que Cronos podía matar a un
inmortal.
—¿Lo es? —dijo Calliope con una maliciosa sonrisa—. ¿Estás dispuesta a
apostar la vida de tu dulce bebé sobre ello?
Mi corazón se hundió. ¿Ella iba a matar a mi bebé?
—¿Ava? —dije, mi lengua pesada en mi boca.
Mordiendo su labio, Ava colocó la cesta abajo al pie de la cama.
—Lo siento.
La habitación dio vueltas alrededor de mí. Esto era sólo otro juego. Calliope
estaba intentando asustarme al usar a las personas que más amaba en contra
de mí, y esta vez mi supuesta mejor amiga estaba en el juego.
¿Aunque, qué si no era un juego? Calliope había jurado que me quitaría la
cosa que más amaba, y en ese momento pensé que se refería a Henry y al
resto de mi familia. Pero ella quería decir al bebé. Estaba a punto de
conseguir todo lo que quería de mí, no había ninguna razón para que
mintiera. Y por la manera en que Ava no podía mirarme…
Mi garganta se hinchó hasta que apenas pude respirar.
—Fuera.
Ava parpadeó.
—Pero alguien necesita estar contigo…
—Prefiero tener a Calliope aquí que a ti, perra traidora —escupí—. Fuera.
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Sus ojos se llenaron de lágrimas, y para mi satisfacción, ella huyó,
dejándome sola con Cronos y Calliope. Ava merecía esto. Ella sabía lo que
esto significaba, que Calliope tenía toda la intención de sacrificar a mi bebé.
Y si Calliope realmente había forzado a Nicholas a forjar un arma, si Ava
había distraído al Consejo por los pasados nueve meses para darle suficiente
tiempo…
No me importaba cuán en peligro estuviera Nicholas. Era el hijo de
Calliope, y no importa cuán terrible persona era ella, no podía imaginarla
matando a su propio hijo. Pero ella mataría a mi bebé sin pensarlo dos
veces, y Ava lo había sabido todo el tiempo.
Incluso si nuestras posiciones hubieran sido a la inversa, incluso si Henry
era el único al que Calliope mantenía de rehén, yo nunca le hubiera hecho
esto a Ava. Nunca la habría traicionado y le hubiera permitido a Calliope
matar a su hijo.
—Eso no fue muy bueno —dijo Calliope en una voz cantarina, y mi
estómago se revolvió. Ella no podía matar al bebé. No le dejaría hacerlo.
—Necesito hacer pis —dije, empujándome para levantarme.
Calliope hizo un gesto vago y se entretuvo en desempacar la cesta. Cronos
me ofreció su mano, pero la aparté.
—Creo que puedo llegar al baño por mi cuenta —dije.
Cruzar la habitación no había sido tan fácil desde agosto, y mi cuerpo se
tensaban con cada paso que daba, pero lo hice. Mi prisión no era
exactamente acolchada, sin embargo no era una celda de concreto con un
colchón delgado y una sucia taza de baño. Era una habitación simple con un
baño incluido, y estaba a varios pisos de altura, haciendo de la ventana un
escape imposible. Podría ser inmortal, pero no tenía una pista de si el bebé
lo era o no. Y si Calliope Realmente tenía un arma que podía matar a un
Dios, no importaba, de cualquier forma.
Traté de escaparme varias veces, cuando todavía tenía la suficiente
movilidad para tener una oportunidad, pero entre Cronos, Calliope y Ava,
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alguien había siempre estado allí para detenerme. Lo más lejos que llegué
una vez fue a la playa, pero no podía nadar y ellos lo sabían. El Consejo
había intentado hacer de esta isla la prisión de Cronos, pero ahora era la
mía, también.
Cerrando la puerta detrás de mí, me senté sobre el borde de la tina de baño
y sostuve mi cabeza entre mis manos. La frustración se elevaba dentro de
mí, tratando de escapar en un gran sollozo, pero la tragué. Necesitaba un
momento, y llorar solo haría que Calliope viniera detrás de mí.
—Henry. —Cerré mis ojos con fuerza y traté de recordarlo—. Por favor,
ayúdanos.
Al final, salté en la visión. Después de casi un año en este agujero del
infierno, había aprendido cómo controlarlas, pero aún luchaba porque fuera
suficiente para verlo. Tres paredes doradas se formaron alrededor de mí y la
cuarta se convirtió en un largo panel de ventanas bastante parecidas a la
habitación de Henry. Pero a diferencia de la roca negra, vi el interminable
cielo azul a través del vidrio, y la luz del sol derramándose hacia adentro,
iluminándolo todo.
—Tú hiciste esto. —El sonido de la voz de Henry captó mi atención, y me
giré. Tenía a Walter de las solapas, y sus ojos quemaban con rabia y poder
que nunca había visto antes.
—Tenía que hacerse —dijo Walter inestablemente. Incluso lucía asustado—
. Te necesitamos, hermano, y si esto es lo que se necesita para llevarte a
verlo…
Henry lanzó a Walter contra la pared tan fuerte que esta se quebró, dejando
una red de rajaduras detrás.
—Te haré pagar por esto así sea la última cosa que haga —gruñó.
—Suficiente. —La voz de mi madre resonó, y ambos hermanos giraron
hacia ella. Lucía pálida, y unió sus manos en frente de la forma en que hacía
cuando estaba tratando de mantenerse bajo control—. Rescataremos a Kate.
Aún hay tiempo, y entre más desperdiciemos…
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—No podemos arriesgar nuestras fuerzas para rescatar una sola vida —dijo
Walter.
—Entonces yo lo haré —gruñó Henry.
Walter sacudió su cabeza.
—Es demasiado peligroso para que vayas solo.
—No estaremos solos —dijo mi madre—. Y si valoras tu soporte del
Consejo…
Los músculos de mi espalda y vientre se contrajeron, y el dolor me sacó de
mi visión. De regreso al baño, dejé salir un suave sollozo. Mi madre estaba
equivocada, ya no teníamos tiempo. El bebé estaba llegando sin importar
cuán fuerte tratara de hacerle esperar. Así viniera alguien o no, no había
salida de esto. Incluso si Henry y mi madre atacaban la isla, no había
garantía de que atravesaran las defensas de Cronos, y para entonces sería
demasiado tarde de cualquier forma.
El bebé me dio un codazo desde el interior, y me forcé a mí misma
presionarlo. Tenía que hacerlo, tenía que escapar. La vida del bebé dependía
de ello.
—Lo siento —susurré gentilmente presionando contra el punto donde me
había pateado—. Te amo, ¿bien? No voy a parar de pelear hasta que estés a
salvo. Lo prometo.
Alguien llamó a la puerta y salté.
—No creas que darás a luz en la tina de baño —dijo Calliope—. No tendrás
a ese bebé hasta que diga que lo hagas.
—Solo un minuto —grité, y me puse de pie el tiempo suficiente para abrir el
grifo y ahogar mis susurros en caso de que estuviera escuchando. No haría
mucho bien, pero la ilusión de privacidad tendría que ser suficiente por
ahora.
Volviendo a sentarme sobre el borde de la tina, froté mi vientre.
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—Tu papá es realmente genial, y lo verás pronto, ¿está bien? Él no dejará
que Calliope te haga esto tampoco, y él es más poderoso que yo. Toda la
familia lo es. Hoy probablemente será un día difícil, y dolerá, bien, me
dolerá, no dejaré que te hagan daño, pero al final estarás bien. Lo prometo.
No era una promesa vacía. Incluso si tenía que morir en el proceso,
Calliope no tocaría a mi bebé. No importa lo que costara, me aseguraría de
que no lo hiciera.
* * *
La labor de parto progresaba tan rápidamente que apenas pude salir del
baño.
Calliope no me ayudó para nada, sin medicación o palabras de aliento, y a
pesar que Cronos seguía a mi lado, no dijo nada mientras mis contracciones
se acercaban más y más entre ellas. Tenían que saber que los otros estaban
viniendo. No había otra razón para forzar al bebé a salir de esta forma y no
podía imaginar a Calliope renunciando a la oportunidad de hacerme el
mayor daño posible, no a menos que fuera horrible.
Me negué a gritar. Incluso en los momentos finales de la labor, mientras el
bebé rasgaba mi cuerpo, apreté mi mandíbula y empujé a través del dolor.
Desde que me convertí en inmortal, la única cosa que me había herido, era
Cronos, y aparentemente dar a luz era otra excepción. Mi cuerpo estaba
haciendo esto por sí mismo, y la inmortalidad no iba a detenerlo.
El momento en que el bebé me dejó, sentí como si mi corazón hubiera sido
arrancado de mi pecho y ahora descansara en los brazos de Calliope. Ella se
irguió, y un nudo se formó en mi garganta mientras veía al arrugado y
sangriento infante que sostenía.
—Es un niño —dijo, y sonrió—. Perfecto.
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De alguna forma, a pesar de las palabras que le susurré a él, las horas que
pasé sintiéndolo patear, y los meses que lo cargué, nunca se había sentido
completamente real. Pero ahora…
Ese era mi hijo.
Ese era mi hijo, y Calliope iba a matarlo.
No necesitaba ninguna herramienta para cortar el cordón o terminar el
resto del lío que dejó el nacimiento; en un parpadeo, todo estuvo limpio, y
el bebé estaba envuelto en una manta blanca. Como si lo hubiera hecho
miles de veces antes, lo acunó y se levantó, dejándome sola en la cama.
—Espera —dije en voz ahogada. Estaba exhausta y empapada en sudor, y a
pesar del dolor, luché para levantarme—. No puedes, por favor, haré
cualquier cosa, solo no le hagas daño a mi hijo.
Su llanto, tan diminuto y necesitado, llenó la habitación, y mi corazón se
desmoronó. Cada hueso en mi cuerpo demandaba que me levantara, que
fuera hacia él y lo salvara del dolor que le esperaba, pero no podía moverme.
Mientras más fuerte peleaba, más me congelaba y más dolía mi cuerpo.
Calliope me miró, sus ojos brillantes y llenos de malicia. Estaba disfrutando
de esto. Estaba revelando mi dolor.
—Eso no lo decides tú, mi querida Kate.
Al borde de mi visión, vi a Cronos cambiar.
—No herirás al niño —dijo, su voz baja y llena de truenos—. No es una
petición.
Sus ojos se entornaron. Iba a desafiarlo. Usar a mi hijo para probar su
dominación, que ella era la única que tenía el control. Pero no lo tenía y ella
lo sabía. Y por primera vez desde que oí del Rey de los Titanes, estaba
agradecida por él.
—Bien —dijo con voz afectada, como si solo estuviera dejándolo ganar
porque ella quería. Ambos sabían la verdad—. No lo mataré.
22
El alivio barrió a través de mí como una droga y solté el aliento que había
estado conteniendo. Por Cronos, él viviría.
—Por favor, puedo… ¿Puedo sostener a mi hijo?
—¿Tu hijo? —Sus brazos se apretaron alrededor del bebé, y una mueca de
sonrisa curvó sus labios—. Debes estar en un error. El único niño en esta
habitación me pertenece a mí.
Sin otra palabra, caminó a través de la puerta en una nube de victoria,
dejándome vacía y completamente sola.
Ella no tomaría su vida, eso significaba que aún había tiempo. Pero ¿cuánto
tomaría antes de que se cansara de obedecer a Cronos y matara al bebé solo
para verme sufrir?
Tenía que tomarlo. Tenía que salvarlo. Incluso si Calliope no tocaba un
solo cabello de su cabeza, el pensamiento de él siendo cargado por ese
monstruo, cambiado en algo negro y más allá de reconocimiento, si mi
tiempo en el inframundo me había enseñado algo, era que esa clase de vida
era infinitamente peor que la paz de la muerte.
La desesperación se clavó como garras en mí, rasgándome de adentro hacia
afuera, y lentamente me giré hacia Cronos.
Su reina. Mi vida, mis elecciones, mi libertad por la de mi hijo.
—Por favor —dije, hipando—. Haré cualquier cosa.
Él pasó sus fríos dedos contra mi mejilla con marcas de lágrimas, y esta vez
no me moví.
—¿Cualquier cosa?
Las palabras fueron como cuchillos en mi lengua, pero las dije, de cualquier
forma.
—Cualquier cosa —susurré—. Sálvalo y… soy tuya.
23
Cronos se inclinó hacia mí, deteniéndose cuando sus labios estuvieron a
solo centímetros de los míos.
—Como desees, mi reina.
El fuego se propagó a través de mi cuerpo, fiebre ardiente reemplazando las
heridas de dar a luz mientras Cronos me sanaba. Valía la pena. Henry
entendería y, de alguna forma, de alguna manera, lo reuniría con el bebé.
Mareada con esperanzas, me senté y toqué mi estómago plano. De alguna
forma, Cronos había regresado mi cuerpo a la forma en que estaba antes de
que quedara embarazada, y la pérdida de la hinchazón de mi vientre y mis
pechos, me desorientaba.
¿Por qué no dejarme con la habilidad de alimentar al bebé? ¿Por qué él sabía
que no importaría? Pero antes de que pudiera decir una palabra, el mundo
empezó a sacudirse.
—¿Qué…? —Empecé, aferrando el borde del colchón, pero algo en el borde
de mi visión, captó mi atención. El cielo a través de la ventana estaba
bañado de una antinatural luz dorada, y alrededor de nosotros, la isla entera
tembló violentamente.
—Regresaré, mi querida, y entonces estaremos juntos —dijo Cronos.
Presionó sus labios fríos contra mi mejilla, y en un instante, se había ido,
pero no me importaba.
En la distancia, una nube negra se acercaba, chisporroteando con luz.
A pesar de que Cronos no podía escapar de la isla por sí mismo, esa cosa,
pasó a través de la barra que el Consejo había creado, como si no fuera nada,
y vislumbré la silueta de un hombre en lo alto de ella. La esperanza creció
dentro de mí, y no tuve que ver su rostro para saber a quién pertenecía la
oscura figura.
Henry.
24
Capítulo 2 SANGRE Y PIEDRA
Traducido por Wicca_82 y Lalaemk
Corregido por Val_mar
urante nueve meses, había soñado con este momento. En mis
visiones había visto a Henry hacer sus obligaciones diarias,
inconsciente de lo que estaba pasando mientras esperaba que yo
volviera a casa, y yo había deseado con cada fibra de mi ser que
él se diera cuenta de que algo iba mal y que viniera arrasando las puertas de
mi prisión. Lo había deseado tanto que me dolía la necesidad de dejar la isla,
dejar a Calliope y a Cronos y todos mis grandes miedos atrás.
Ahora finalmente podría tener la oportunidad y no podía irme. Sin
importar lo que estuviera esperando afuera, Henry, mi madre, una familia,
una guerra que ganar, no podía dejar a mi hijo.
Henry voló hacia el palacio y busqué en el cielo detrás de él a los otros
miembros del Consejo. Nada excepto el dorado antinatural. Mi pecho se
tensó. Él no podía venir solo. No era tan descuidado. Él no tenía el poder
para acabar con Cronos en el Inframundo, mucho menos fuera de su
territorio.
¿Dónde estaba mi madre? Incluso si los otros miembros del Consejo no
tenían interés en ayudarme, seguro que ella hubiera venido para proteger a
Henry. ¿Le había insistido él para no lo hiciera, porque era muy peligroso?
D
25
Cuando estaba lo suficientemente cerca para ver la furia de su rostro, me di
cuenta. Estaba solo.
Nosotros estábamos solos.
Esperaba que convirtiera la pared exterior en escombros, pero en vez de eso,
voló por encima de mi habitación hacia otra parte del castillo, como si no
supiera que yo estaba allí. Quizás no lo sabía. Quizás Calliope estaba
intentando alejarlo y…
El arma.
Oh, Dios.
—¡Henry! —grité—. ¡Henry!
—Kate —dijo una voz desde el pasillo—. Kate, soy yo.
Corrí hacia la puerta, agachándome para mirar a través de la cerradura.
—¿Henry? Es eso...
Un ojo azul con largas pestañas me devolvió la mirada y mi corazón se
hundió. Ava.
—Aléjate de la puerta —susurró, mirando por encima del hombro. ¿De qué
estaba tan asustada? ¿Henry arrasando al final del pasillo y volándola en
pedazos? Si solo yo fuera tan afortunada.
—¿Por qué debería creerte? —dije—. Tú sabías que Calliope iba a matar a
mi hijo e hiciste todo lo que pudiste para que eso sucediera.
Parpadeó rápidamente y sus ojos se volvieron rojos y llorosos. Una vez,
hace tiempo, había pensado que Ava era una de las pocas que lucía preciosa
cuando lloraba, pero ahora todo lo que podía ver era la fealdad debajo.
Durante meses había aprendido acerca de las travesuras de los dioses
griegos, la historia que fue la base de su mitología. No todo era correcto,
mucho de ello había sido tergiversado y corrompido a lo largo de la historia
mientras los mortales las contaban. Y debido a eso, hubiera querido creer
26
que los dioses eran básicamente buenos. Que ellos realmente estaban
pendientes de la humanidad, que sus vidas no habían estado llenas de
malicia y traición y egoísmo.
Independientemente de lo que Calliope y Cronos habían hecho, Ava podía
haberme dado la razón.
Una sola palabra ante el Consejo, y esto podía haberse acabado hace meses.
En vez de eso ella había convertido todas las esperanzas en polvo.
—Lo siento —susurró—. Eres mi mejor amiga, Kate. Por favor, nunca quise
que algo de esto pasara. No lo sabía.
—Sabías lo suficiente.
Ella miró sobre su hombro de nuevo.
—Una vez que esto acabe, puedes desgarrarme en pedazos tanto como
quieras. Pero ahora mismo tengo que sacarte de aquí.
Me burlé. Ahora Ava quería rescatarme, ¿después de que Calliope tuviera
exactamente lo que quería?
—Maldita sea, no voy a ir contigo a ningún lado.
—Puedo llevarte hasta tu hijo.
Mi corazón latió con fuerza. En un instante, mi disgusto se convirtió en
desesperación y tomó todo lo que tenía para no desgarrar la puerta abierta
con mis uñas.
—¿Sabes dónde está?
Ava asintió.
—Y si me dejas sacarte de aquí, puedo ayudarlos a salir libres de aquí.
Eso fue todo lo que necesitaba escuchar. Olvidé los pasados nueve meses.
Olvidé su comportamiento. Olvidé la muy probable posibilidad de que esto
fuera otra trampa para asegurarse de que Henry no pudieran encontrarme.
27
Si había una posibilidad de que estuviera diciendo la verdad, si había una
oportunidad para poder salvar a mi hijo, no me importaba.
Di un paso atrás y una brisa llenó la habitación. La cerradura cedió y la
puerta se abrió, dejando ver a Ava. Ahora que estaba iluminado fuera, pude
verla como era debido. Su pelo rubio colgaba en flojos rizos y las sombras
hacían que las ojeras parecieran horribles. Nunca la había visto así antes, ni
siquiera la noche que había conocido a Henry en el río de Edén, la misma
noche que ella había tomado un baño en las furiosas aguas y aplastado su
cráneo contra las rocas.
¿Le habría salvado si hubiese sabido que un año y medio después, me
separaría de todo lo que amaba? ¿Qué se mantendría junto a Calliope
mientras me manipulaba para que quedara embarazada sólo para que
pudiera dañarme tanto como fuera humanamente posible?
¿Le habría salvado si hubiera sabido que Ava había sido totalmente
consciente del plan de Calliope para matar a mi hijo todo el tiempo?
No lo sabía. No me importaba. Si Ava ayudaba a salvarlo, si nos ayudaba a
escapar, los pasados nueve meses no importarían nunca más. Nunca lo
olvidaría, pero con el tiempo podría perdonar.
Corrí hacia la puerta. Ava me ofreció su brazo, pero yo lo aparté. El pensar
en tocarla hacía que mi estómago se sacudiera.
—No te molestes. Cronos me sanó. ¿Hacia dónde?
Ava languideció y dejó caer su mano y una punzada de culpabilidad me
recorrió antes de que lo empujara a un lado. No se merecía mi simpatía.
Nos movimos a un agonizante y lento paso, casi de puntillas a lo largo del
pasillo pavimentado. ¿Estaba en lo cierto? ¿Estaba ella sólo escondiéndome
para que Henry no pudiera encontrarme?
No importaba. Tenía que intentarlo.
Crack.
28
Las paredes que nos rodeaban se sacudieron y Ava se lanzó hacia mí,
cubriendo mi cuerpo con el suyo mientras el techo se vino abajo alrededor
de nosotras. La parte de atrás de mi cabeza golpeó contra la pared, pero a
pesar de que esperaba sentir dolor, nunca llegó. Era inmortal ahora. Incluso
si el mundo entero nos enterraba, nosotras nunca moriríamos.
—¿Estás bien? —dijo Ava, tosiendo. El aire se había convertido en una
gruesa capa de polvo, y aspiré una bocanada de aire, la arenilla me
atragantó.
—Necesitamos seguir adelante —dije, tosiendo. Henry no preguntaría nada,
en el momento en que pusiera sus manos sobre mí, me llevaría de vuelta al
Inframundo. Nosotras teníamos que encontrar al bebé antes de que Henry
me encontrara a mí.
Trepé por los escombros, buscando a tientas mi camino a través del polvo
mientras los bordes afilados intentaban cortar mi piel impermeable. Mi pie
se enganchó en una roca que no podía ver, y me tropecé, lanzando mis
brazos hacia delante para frenar mi caída. Pero en su lugar unas fuertes
manos me cogieron, y miré hacia arriba.
Pelo oscuro, bello rostro, hombros anchos. Henry.
Parpadeé rápidamente, mis ojos lagrimearon hasta eliminar el polvo y su
rostro empezó a enfocarse.
No, no era Henry.
Cronos.
—Vamos, querida —murmuró, tirando de mi pie. Sus palmas de las manos
eran brasas calientes contra mi piel, y la bilis subió por mi garganta.
¿Dónde estaba Henry? ¿Por qué no estaba Cronos tratando de detenerle?
Porque él no tenía por qué. Un dios contra el Rey de los Titanes, no había
dudas. Y con el arma de Calliope, no sería una lucha justa entre hermanos
tampoco. Henry no sabría lo que estaba por venir, y luego.
29
Cerré mis puños. Tenía que encontrar al bebé antes de que Henry me
encontrara, y tenía que encontrar a Henry antes de que fuera demasiado
tarde. No había otra opción.
—Quiero ver a mi hijo —dije, apartando mi brazo de Cronos y luchando
por mantener mi voz firme. A mi izquierda, un enorme agujero en la pared
de piedra abría paso a un dorado cielo y al sonido de las olas golpeando
contra la orilla—. Llévame hasta él.
—Todo a su debido tiempo. —Me condujo por el accidentado pasillo, y los
escombros se separaban hacia los lados para hacer un camino para nosotros.
Para él. Ava venía detrás, arrastrando sus pies y dispersando las piedras
como si estuviera tratando de hacer tanto ruido como fuera posible. ¿Una
advertencia a Calliope de que estábamos llegando? ¿Una señal para decirle a
Henry dónde estábamos?
De repente el aire cambió y el polvo se desvaneció, y el viento impregnado
de sal que soplaba del mar dio paso a los lánguidos lamentos de un recién
nacido. Parpadeé. Había pasado un largo tiempo desde que me había
sumergido en una visión sin quererlo.
Estaba rodeada de paredes pintadas para parecerse a una puesta de sol, y la
habitación estaba vacía excepto por una cuna blanca en el centro. Un nudo
se formó en mi garganta y miré por encima del borde, apenas atreviéndome
a tener esperanza.
Ahí, envuelto en una manta de punto, estaba mi hijo.
Sus sollozos se detuvieron, y abrió sus ojos como si estuviera mirándome
directamente. Pero eso era imposible, no podía verme. Nadie podía verme
en mis visiones. Era una observadora. Menos que un fantasma; no era nada.
El atractivo de sus ojos azules era irresistible, y extendí la mano para
tocarle. Por un segundo imaginé el calor de su suave piel y sus pequeños
dedos, y una sonrisa apareció en mi rostro.
—Hola —susurré—. Eres un pequeño hombre muy guapo.
Miró hacia el espacio que yo ocupada y casi no podía respirar. Era perfecto.
30
Milo, el nombre salió de mi boca antes de que pudiera pensarlo, pero una
vez que lo hizo, parecía envolver al bebé, convirtiéndose en una parte tan
importante de él como su pelo oscuro o lo mucho que lo amaba.
Sí. Milo.
Un grito furioso rompió el hechizo entre nosotros, y los sollozos de Milo
volvieron, incluso más fuertes que antes. Intenté tocarlo de nuevo, para
ofrecerle cualquier pequeña comodidad que pudiera si es que realmente
podía sentir que yo estaba allí, pero mi mano pasó a través de él. Sus gritos
sólo se hicieron más agudos.
—¡Calliope!
Me petrifiqué. Henry.
Dividida entre dejar a Milo y encontrar a Henry, me quedé merodeando
cerca de la cuna. Por mucho que me matara dejar al bebé, tenía que saber
dónde estaba Henry. Si él estaba fuera de la guardería, si el supiera acerca
de Milo y estuviera yendo a salvarlo.
Por favor, por favor, por favor hazle saberlo.
Corrí a través de la puerta abierta y por una sección del palacio que nunca
había visto antes. Las paredes eran de un rico oro, no de piedra como las de
dentro de mi prisión, y la alfombra de color índigo hacia juego con las
cortinas de seda que colgaban cada tres metros en las paredes de afuera. El
pasillo ocupaba casi toda la longitud del palacio, y Calliope estaba parada en
el medio, solo a unos pocos centímetros de distancia de Henry.
Él me había salvado de las garras de la muerte en la orilla del río Edén.
Había luchado por todas nuestras vidas cuando Calliope me amarró con
cadenas en el Tártaro. Era el Señor del Inframundo, Rey de la Muerte, y
uno de los más poderosos dioses de la historia.
Pero nunca lo había visto tan terrorífico con su poder. Salía de él en olas
negras, sacudiendo los cimientos del palacio, e incluso aunque yo no estaba
allí realmente, por primera vez en mi vida estaba realmente asustada de su
persona.
31
Satisfacción mezclada con miedo, pensé, y el desprecio me desgarraba a
medida que me acercaba a Calliope. Henry iba a acabar con ella. Sea cual
fuera el arma que decía poseer, no podía posiblemente competir con la pura
rabia que emanaba de él, alimentando su poder. Solo un Titán podía matar
a un dios, y Calliope era exactamente como yo: inmortal. Nada más.
Una explosión sacudió las paredes, y el pánico me atravesó. Milo. Henry no
tenía ni idea de que él estaba aquí, que Calliope se interponía entre él y su
hijo. Ni siquiera sabía que existía. Y si destruía todo el castillo…
Todo lo que necesitaba era un simple pensamiento, y nuestro hijo moriría.
Corrí hacia la guardería, pero antes de que pudiera ver el rostro de Milo por
encima del borde de la cuna, las paredes con la puesta de sol desaparecieron.
Me tomó varios segundos recuperar mi orientación. Cronos tomó mi brazo,
sus manos aun quemando contra mi piel, y Ava se quedó a mi otro lado.
Nos pusimos de pie en un pasillo de oro e índigo, pero estaba vacío.
¿Había terminado? ¿Nos lo habíamos perdido?
No, imposible. Mis visiones siempre estaban en el presente. No podía ir
hacia el pasado o ver el futuro. Henry y Calliope estaban en algún lugar
cercano. Tenían que estarlo. Por encima de nosotros, por debajo…
—Kate, querida. —La voz de Cronos cortó a través de mí como una daga de
hielo—. ¿Eres mía?
Nunca. Ni en un millón de años, ni si fuéramos los dos últimos seres en el
universo. Aunque la única otra opción que tuviera era vivir la eternidad
enterrada bajo piedras.
Pero sólo unos momentos estaban entre el castillo desgarrándose, y tenía
que salvar a Milo. Si eso significaba hacer una promesa que no pudiera
mantener, entonces lidiaría con las consecuencias después.
—Dame a mi hijo, y soy tuya.
32
Mis pies dejaron el suelo mientras Cronos hacía que flotáramos, dejando a
Ava atrás. Juntos pasamos por el techo como si no estuviera allí,
elevándonos hacia el pasillo por encima de nosotros, y contuve la
respiración.
Nos quedamos sólo unos metros detrás de Calliope, y más allá de ella,
rodeados de poder oscuro… Henry.
Nos miramos el uno al otro por el pasillo, y mis rodillas casi se doblaron
con alivio. Por fin, alguien que me amaba.
Involuntariamente dio un paso hacia mí, pero a pesar de que era la primera
vez que lo veía desde el solsticio de invierno, mi cuerpo tiró en dirección a
la habitación de Milo. A sólo unos metros de distancia, dos puertas detrás
de Calliope, y sería capaz de sostener a mi hijo. Tendría la oportunidad de
salvarnos a todos.
Cronos agarró mi brazo, sus dedos de carne y hueso, ninguna cantidad de
un sutil tironeo o doblez pudo hacer que se aflojaran. Estaba atrapada como
lo había estado en prisión, pero esta vez ambas piezas de mi corazón
colgaban frente a mí, burlándose. Rogándome que hiciera algo.
Era impotente.
En mi mente, las horas pasaron, pero en Realidad sólo le tomó segundos a
Calliope para darse cuenta de lo que estaba pasando. Se volvió y sonrió, sus
ojos brillando con malicia, y algo se deslizó de la manga floja de su vestido
hacia su mano. Una daga.
La hoja brillaba con la misma esencia que había infundido las cadenas que
ella había envuelto alrededor de mi cuello, el mismo poder opaco que había
pasado a través de la roca que había usado para golpearme hasta la
inconsciencia el día en que me había secuestrado. No había mentido,
después de todo. De alguna manera, a pesar de que Cronos estaba a mi lado,
completo y sólido, ella se las arregló para separar una parte de él del resto. Y
ahora tenía el poder para matar a cada uno de nosotros hasta que fuera libre
de gobernar el universo al lado de Cronos.
33
—Justo a tiempo —dijo ella, con una voz tan femenina como siempre, pero
regiamente saturaba cada sílaba.
—¿Kate? —Rompió la voz de Henry, y las olas de la energía oscura a su
alrededor se tambalearon. No, no, no, no podía parar ahora. Ella atacaría a
la primera oportunidad que le diera.
Di un paso hacia atrás. Olvidando la sutileza. Como el infierno si dejaba
que Cronos me alejara de mi familia.
—No los dejes que me sigan —le dije a Henry, y sin previo aviso, torcí mi
brazo del de Cronos tan fuerte como pude, tirando contra su pulgar. La
parte más débil de su agarre, si es que tenía puntos débiles en absoluto.
Tal vez me las arreglé para tomarlo por sorpresa, o tal vez simplemente
estaba sorprendido y quería ver lo que haría, pero Cronos no luchó
conmigo. Me dejó, y antes de que alguien pudiera decir una palabra, corrí
por el pasillo hacia la guardería.
Milo estaba en la cuna, llorando en silencio, y me moría por tocarlo al fin.
¿Cómo había sido posible que minutos antes, hubiéramos estado
conectados? ¿Cómo le había permitido a mi cuerpo dejarlo ir?
—Todo está bien —susurré, buscando por él. Se calmó, y esta vez, cuando
sus ojos azules se encontraron con los míos, sabía que me había visto—. No
voy a dejar que nada te pase.
El momento en que mis dedos rozaron su suave mejilla, alguien se aclaró la
garganta detrás de mí, y me volví. Calliope se quedó en el marco de la
puerta, y sostuvo la daga en la garganta de Henry.
Todo el aire escapó de mis pulmones. Esto era todo. Él iba a morir. Iba a
perder a mi esposo, mi bebé, mi familia entera a manos de una diosa loca
que no le importaba a quien lastimaba, siempre y cuando se saliera con la
suya. Por tanto tiempo como llegara a torturarme.
—No le hagas daño a él… no puedes, por favor —susurré, apretando el borde
de la cuna. Los ojos de Henry estaban abiertos, y me miraba, no, no a mí.
Más allá de mí. Miró fijamente a Milo. Era un pequeño consuelo, sabiendo
34
que iba a morir con el conocimiento de que tenía un hijo. Al menos, tendría
ese momento.
—Por favor —escupió Calliope, una burla de mi desesperación—. Siempre,
por favor, como si eso fuera suficiente. Sabes que no es así, Kate. ¿Por qué
molestarse?
No importaba si algo de lo que alguna vez había hecho era suficiente, tenía
que intentarlo. No podría vivir conmigo misma si me rendía y la dejaba
tener todo lo que me importaba.
—Tú lo amas. Si lo matas, nunca lo tendrás. Vas a perder.
Se burló, pero una pizca de duda cruzó por su rostro.
—Voy a ser la reina del mundo. Nunca voy a perder otra vez.
—Ser reina no te hará feliz. —Estudié la forma en que sostenía a Henry. Él
podía romper su agarre si ella bajaba el cuchillo. Todo lo que necesitábamos
era una fracción de segundo, y podía distraerla lo suficiente para que Henry
tomara al bebé y desaparecieran—. Seguirás estando sola. Seguirás siendo
miserable.
Los ojos de Calliope se estrecharon.
—Lo que sea que crees que estás haciendo, no va a funcionar. Ya no lo
necesito más.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres?
—Ya tengo exactamente lo que quiero. —Detrás de ella, Cronos se alzaba,
de alguna manera más alto de lo que había estado momentos antes. La
energía que irradiaba de Henry ya se había ido—. Primero voy a matar a
Henry, y luego voy a matar a tu madre y a cada uno de los miembros del
Consejo. Una vez que haya terminado, cuando el mundo se arrodille a mis
pies, sostendré a tu hijo, y me llamará madre y a ti traidora. Y juntos, te
veremos morir.
35
Henry gritó y luchó contra ella, volviendo a la vida, pero lo que sea que lo
encadenaba mantenía su fuerza. Presionó la hoja en su garganta. No se
trataba de ganar más, sabía que me tenía a mí, y sabía que era el final.
Ahora era acerca de causarme el mayor dolor posible.
La burla estaba en ella, sin embargo. Sin Henry, sin mi madre, sin mi hijo,
me gustaría darle la bienvenida a la muerte.
Enfócate. Esto no podía ser todo. Tenía que haber algo que pudiera hacer…
una mágica combinación de palabras que podría decir para conseguir que
bajara la daga. Cualquier cosa.
Detrás de mí, los gritos de Milo se hicieron más fuertes, y tanteé alrededor
hasta que toqué su mano. Esto era todo. Estos eran los únicos momentos
que tendría a su lado. A pesar de la daga en la garganta de Henry, habría
hecho cualquier cosa para hacer que durara para siempre.
—Entonces mátame —espeté—. En este momento, delante de Henry, frente
al bebé, sólo hazlo. Porque te prometo que si le haces daño a alguno de los
dos, me aseguraré de que pases la eternidad ardiendo en el Tártaro.
Calliope inclinó su cabeza, y contuve la respiración. Tenía que estar de
acuerdo. Cualquier cosa para conseguir que bajara la daga, para darle a
Henry esa fracción de segundo de ventaja, algo.
Pero antes de que ella pudiera decir una palabra, Cronos exhaló, y la niebla
se arrastró por el suelo de la guardería.
—No. —La palabra era apenas un susurro, pero se hundió dentro de mí,
negándose a ser ignorado—. No vas a dañar a Kate, hija. Si ella muere, tú
también.
Tras la ráfaga de su excitación, Calliope palideció.
—No puedes mantener a Kate y a su engendro vivos. No ambos. Elige.
—Ya te he dicho lo que harás —dijo Cronos—. Me obedecerás, o tú serás la
que morirá. Es tu elección, no la mía.
36
Apretando la mandíbula, clavó la hoja más profundamente en la piel de
Henry, y él hizo una mueca.
—Olvídate de mí. —Su voz resonó en mi mente con tanta claridad como si él
hubiera hablado—. Haz lo que tengas que hacer para escapar antes de que sea
demasiado tarde.
—No —susurré, y Henry entrecerró los ojos. Podía mirarme todo lo que
quisiera. No me iba a ir, no sin él. No sin el bebé.
A pesar de que todavía estaba pálida, los labios de Calliope se torcieron en
una sonrisa.
—Qué lindo. Puedes intentar todo lo que quieras, pero ella no va a salir de
a… —Se detuvo—. ¿Qué es eso?
La expresión de Cronos se quedó en blanco, y se dio la vuelta, buscando lo
que fuera que le había llamado la atención. ¿Qué era qué?
La mirada de Calliope estaba desenfocada, y su sonrisa vaciló.
—Padre, haz algo —dijo entre dientes, y al final lo escuché.
El estruendo de un trueno lejano, cada vez más fuerte con cada segundo que
pasaba.
El sonido del relámpago que iluminó el cielo más allá de las cortinas de
color índigo en el pasillo.
Una ráfaga de viento tan fuerte que aullaba por los pasillos. Y una docena
de gritos de guerra mezclándose entre sí, formando una armonía temible.
El Consejo había llegado.
El rostro de Calliope palideció como ceniza, y su control sobre Henry se
deslizó. No lo pensé. En ese momento, me aprendí de memoria la sensación
de la pequeña mano de mi hijo en la mía, y la solté.
Tan rápido como pude, me precipité hacia Henry y a Calliope, dejándolo
fuera del camino. Tomando el puño de ella, golpeé sus nudillos contra la
37
pared haciéndola soltar la daga. No era un ser humano, sin embargo, al
igual que yo, no podía sentir dolor. Sin importar la cantidad de fuerza que
había usado, no tenía sentido.
Pero tenía que comprarle a Henry el tiempo suficiente para tomar a Milo e
irse. Juntas luchamos, diosa contra diosa, y dejé escapar un grito enfurecido.
Algo dentro de mí se hizo cargo, algo primitivo. Mientras Calliope luchaba,
yo también lo hacía, con todo lo que tenía.
—¡Cronos! —chilló Calliope, pero se desvaneció en una niebla misteriosa.
Su verdadera forma. Con una docena de dioses gritando, rodeando el
castillo, no importaba lo poderoso que fuera, no tenía más remedio que
luchar. No le sería de ninguna ayuda a ella.
Calliope debió haberse dado cuenta de lo mismo, porque con una oleada de
poder, me empujó, y caímos al suelo. Retorció mi cuello, y arañé su cara,
tratando de sacarle los ojos, pero ninguna podía lastimar a la otra.
—Perra —espetó—. Tú conspiradora, perra inútil.
—No puedes matarme. —Trabajé mis dedos alrededor de la empuñadura de
la daga y luché para quitarla de su agarre—. Muero, tú mueres, ¿recuerdas?
—Padre no tocará un pelo de mi cabeza.
—¿Estás dispuesta a apostar toda su existencia con respecto a eso?
Gritó y me arrancó la daga. No tenía ninguna posibilidad contra su enorme
fuerza, y vi con horror como mis manos se deslizaban y la punta de la hoja
se hundía en mi brazo.
Un dolor ardiente rasgó a través de mí, quemando todo a su paso,
infinitamente peor que el roce de la niebla contra mi pierna durante mi
ceremonia de coronación fallida casi un año atrás. Esto estaba dentro de mí,
fusionada junto con mi propio ser, asfixiándome hasta que sólo unos pocos
suspiros lastimeros quedaron.
Me estaba muriendo. Dos segundos más, y estaría…
38
Un borrón negro se estrelló en su contra. A medida que el peso del cuerpo
de Calliope desaparecía, el agarre del cuello desapareció. La agonía quemaba
dentro de mí, dejándome sin aliento, y el fuego reemplazaba el hielo de la
hoja mientras sangraba profusamente. ¿Qué estaba ocurriendo?
Abrí los ojos, medio esperando ver allí a los dioses morir, pero en su lugar
vi una sonrisa maníaca de Calliope mientras yacía en el suelo a mi lado.
No, eso no era todo. Henry se cernía sobre ella, presionado extrañamente
contra su cuerpo en un ángulo que no entendí. Sus ojos abiertos, su boca
abierta, y sus manos se aferraban a algo contra sus costillas.
—Gané —susurró Calliope. Y mientras ella sacaba la daga ensangrentada
del pecho de Henry, finalmente entendí.
39
Capítulo 3 LA HORA MÁS OSCURA
Traducido por Jessy y Val_mar
Corregido por La BoHeMiK
urante cuatro años, me había quedado al lado de la cama de mi
madre, viéndola desvanecerse. Su cuerpo que una vez había sido
fuerte y saludable, se había marchitado en una pobre imitación
de la mujer que recordaba, y no había pasado una hora sin
imaginarme como sería el día que la muerte la reclamara.
Había vivido con el constante temor de despertar y encontrarla muerta, una
sombra donde había estado una vez mi mamá. Veía el reloj llegar a
medianoche y me preguntaba si esa era la fecha que lloraría cada año por el
resto de mi vida.
Sabía lo que era perder. Sabía lo que era luchar contra lo inevitable.
Pero nada de eso me había preparado para ver a Henry morir.
La sangre brotando de la herida en su pecho. Cayendo de rodillas, con una
mano agarrando sus costillas y la otra tratando de alcanzarme. Nunca había
visto tan genuino temor en sus ojos. Los dioses no debían morir. No a
menos que ellos lo quisieran.
Traté de alcanzarlo con mi mano sana mientras la vida se drenaba de él.
¿Era la cuchilla lo suficientemente fuerte para matarme a mí también? Una
D
40
vez que todo hubiera terminado, ¿estaríamos juntos en el otro lado, donde
sea que eso deba llevarnos?
¿Había siquiera otro lado para el Dios de la muerte?
El momento en que nuestros dedos se encontraron, mi cuerpo se sacudió.
Era una sensación familiar, mucho más impactante de lo que jamás había
experimentado, pero en el instante en que sucedió, lo supe. Íbamos a casa.
En un segundo, estaba a solo unos metros de distancia de Milo mientras
lloraba. Al siguiente, yacía en una pila con Henry, y el silencio nos rodeaba.
Ya no estábamos en el palacio de Calliope. Ni siquiera estábamos en la Isla.
Pero tampoco estábamos en el Inframundo, o al menos, en alguna parte de
este que alguna vez hubiera visto.
En cambio, estábamos en medio de una enorme habitación, desprovista de
cualquier cosa menos de un techo azul cielo y un piso de color ocaso. Las
paredes doradas parecían extenderse por siempre, y con el sol en el medio
del techo como si fuera un cielo real, todo brillaba con luz. Me debería
haber quitado el aliento.
Pero Milo había desaparecido. Donde sea que estábamos, supe por instinto
que él no se uniría a nosotros, y un dolor indescriptible se extendió como
ácido en mi interior. Con gusto hubiera sido apuñalada miles de veces en
vez de sentir esto siquiera un instante.
Sin embargo, no había nada que pudiera hacer. Mi madre estaba en la isla
con él, junto con James y el resto del Consejo, y eso debería ser suficiente.
La única persona que podía ayudar, me tenía clavada al piso color ocaso.
—Henry.
A pesar de que la última cosa que quería hacer era herirlo, no tenía más
opción que moverlo suavemente cerca de mí. La sangre empapaba su
camisa, y presioné mis manos contra su pecho en un intento por detener el
flujo, pero era inútil. Después de todo lo que habíamos atravesado juntos,
después de todo lo que él había hecho para protegerme, no podía hacer ni
una maldita cosa para salvarlo. No era justo.
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—¿Kate? —Su voz era densa y ronca, como si estuviera enfermo, pero no lo
estaba. Estaba muriendo—. ¿Estás… estás bien?
—Estoy bien. —Mentí, y mi voz se quebró—. No te sientes. Estás perdiendo
demasiada sangre.
¿Cuánta tienen los dioses en ellos? ¿La misma que los mortales? ¿Cuánto
pueden vivir si ella?
—No lo sabía —susurró—. Creí… Ava dijo…
—No es tu culpa. —Temblorosamente rocé mi boca contra la suya. Él sabía
a lluvia—. Nada de esto es tu culpa. Nunca debería haber confiado en ella.
Nunca debería haberte dejado. Lo siento.
Me besó de vuelta débilmente.
—Ese era… ese bebé era…
Un nudo se formó en mi garganta.
—Sí. Él es tu hijo. —Logré hacer una sonrisa en medio del llanto. Al menos
Henry lo sabría—. Lo llamé Milo. Podemos llamarlo de otra forma si
quieres.
—No. —Tosió, y algunas gotas de sangre mancharon sus labios—. Es
perfecto. Como tú.
Me apoyé en su pecho, colocando tanto peso en la herida como fuera
posible. Me negaba a decir adiós así. No a Henry, no a nuestra vida juntos,
a nada de ello. No estaba lista, y Milo merecía tener un padre. Yo no había
tenido uno al crecer, y cómo diablos iba a dejarlo sufrir el mismo vacío e
incertidumbre. Él merecía más que eso. Merecía tener una familia.
Mi brazo sangraba profusamente, y en unos instantes la habitación empezó
a dar vueltas. Los ojos de Henry, iluminados por la luna, permanecían
abiertos mientras sonreía.
—Nunca pensé que tendría un hijo. —Su voz tembló—. Nunca pensé que te
tendría.
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Apreté mis dientes contra el mareo, con cada segundo mi cuerpo se hacía
cada vez más débil.
—Vas a tenerme por un montón de tiempo más que esto. —Mi visión se
nubló, y me esforcé por mirar a nuestro alrededor. ¿Dónde estaban todos?
¿Por qué no podían sentir que la vida de Henry se agotaba del modo en que
yo lo hacía?
Porque no era su vida la que sentía agotándose. Era la mía.
—¿Kate? ¿Henry?
La voz de mi madre me inundó, y dejé escapar un cansado sollozo.
—¿Mamá?
Se arrodilló a mí lado, irradiando calidez, la esencia de manzanas y fresias.
—Vamos, cariño —murmuró—. Te tengo.
Sin embargo, no podía quitar mis manos de Henry. Ahora estaba frío, sus
ojos muy abiertos, sin parpadear, y su pecho estaba quieto. Los dioses no
necesitaban respirar, pero Henry siempre lo necesitó. Su corazón siempre
tenía latidos, pero ahora no veía ningún indicio de pulso.
Estaba muerto.
No recuerdo que los demás aparecieran. En un momento, mi madre me
sujetaba contra su pecho y envolvía su mano en mi sangrante brazo,
mientras yo gritaba, lloraba y me desvanecía. Al siguiente, Walter se cernía
sobre nosotros, Theo se arrodillaba junto al cuerpo de Henry y sus labios se
movían a un ritmo frenético.
—Sácala de aquí —dijo Walter con su estruendosa voz distante, mientras
yo me encogía en un oscuro rincón del fondo de mi mente. Manos amables
me levantaron, y creí oír la voz de James murmurando palabras de consuelo
que no entendía, pero que aparentemente me azotaban y gritaban. No podía
dejar a Henry. Si lo dejaba, nunca lo vería otra vez, y entonces realmente se
habría ido.
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Aunque, no podía irse. Simplemente no podía irse.
Otro par de manos se nos unió, pero estaba tan completamente sumergida
en mí misma que bien podría haber cerrado mis ojos y desaparecido en la
oscuridad. Aquí, nada podía tocarme. Aquí, Henry estaba en todas partes.
Aquí, era invierno otra vez, y estábamos acurrucados bajo el edredón de
plumas en el inframundo mientras las horas pasaban. Su pecho estaba
cálido bajo mi palma, y su corazón latía contra mis dedos, constante y
eterno. Aquí, nadie murió.
Un quejido llamó mi atención, y abrí mis ojos otra vez. La habitación
dorada había desaparecido, remplazada por la guardería de color atardecer
del palacio de Calliope. Y mi corazón se hundió. Ahí, tumbado en la cuna,
estaba Milo. Después de todo, mi madre no lo había salvado.
Me paré junto a él, pretendiendo que podía tocarlo y mecerlo para dormir.
Pretendiendo que no era sólo cuestión de tiempo antes de que el fuego
Titán en mis venas me consumiera y que Milo quedara huérfano. Nunca
había conocido a mi padre, pero atesoraba el tiempo que había pasado con
mi madre. Milo jamás tendría eso tampoco. El único momento que
tendríamos juntos, eran esos pocos segundos antes de que Calliope hubiera
matado a su padre, y él nunca lo recordaría.
No, teníamos el ahora. Incluso si no sabía que estaba con él, podría estar
allí. Lo estaría.
Acomodándome al lado de su cuna, lo miré sin parpadear, absorbiendo cada
segundo.
Y esperé por lo inevitable.
* * * Kate.
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La voz de James flotó hacia mí y se abría paso a través de lo que quedaba de
mí corazón.
Parpadeé. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? No,
Calliope podría haber sido un monstruo, pero no dejaría solo a Milo por
tanto tiempo. Él dormía sonoramente en la cuna, su pequeño pecho subía y
bajaba. Me consolaba con cada respiración.
Vuelve, Kate.
Sus palabras eran un susurro en mi oído, pero me quedé donde estaba. No
había nada para mí en la realidad. Mi madre había vivido durante eones
antes de que yo hubiera nacido; podía hacerlo sin mí una vez más. Tenía
que hacerlo.
El aire se hizo fastidiosamente espeso.
Kate, lo juro, si no regresas, le diré a Henry que me besaste. Y que dijiste que tenía
un lindo trasero.
—¿Henry?
Mis ojos se abrieron de golpe. Esta vez mis ojos reales. El dolor de dejar a
Milo me quitó la respiración, como lo había hecho cada vez antes. Y difusas
formas flotaban delante de mí hasta que logré enfocarme. Un techo de color
azul cielo y, sin duda, un piso de color ocaso. Pero a diferencia de la
habitación bañada en luz dorada, esta era diferente. Más pequeña, silenciosa
y de alguna manera más oscura.
Frenéticamente miré alrededor de la habitación por cualquier señal de
Henry, pero él no estaba ahí. Entonces era la enferma idea de una broma de
James, para alejarme de lo único que me daba cierto consuelo en este
momento.
—¿Cómo te estás sintiendo? —Mi madre se cernía sobre la cama, aplicando
una compresa de algo que olía como miel y mandarinas en mi brazo. Al
darse cuenta de mi mirada, peinó mi pelo hacía atrás y me ofreció una
pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Una compresa para detener el
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dolor. Vas a tener que usar un cabestrillo, pero por ahora no se extenderá a
ningún otro lugar.
Sacudí mi cabeza.
—Quítala.
—¿Qué? —Su ceño se frunció—. Cariño, esto está salvándote la vida.
—No la quiero.
Me senté, y mi cuerpo gritó en protesta mientras arrancaba la compresa de
mi brazo. No me importaba. Henry estaba muerto, y nunca sostendría a mi
hijo otra vez. No quería que nadie salvara mi vida.
Mi madre puso su mano sobre mi hombro bueno, con firmeza pero
delicadamente, me guió de vuelta a la cama. No tenía la fuerza para luchar
contra ella.
—Es una lástima. Soy tu madre y ya sea te guste o no, no voy a dejarte
morir en mi presencia.
Lloriqueé, mirando hacia el techo sin nubes.
—No puedo hacer esto, mamá.
No la había llamado así desde segundo grado, cuando la chica más popular
de mi escuela privada en Nueva York casualmente lo escuchó y procedió a
burlarse de mí por los próximos cuatro años.
—¿No puedes hacer qué? —Puso la compresa en mi brazo otra vez, y
aunque dolía como el demonio, el dolor no se propagó.
—Tengo un bebé —susurré.
¿Siquiera sabía que era abuela? ¿Conocía el plan de Calliope? ¿O pensaba
que había escapado con Ava por nueve meses y me había olvidado de ella?
Vaciló, sin mirarme a los ojos.
—Lo sé. Lo siento, Kate.
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Eso fue todo. Simple reconocimiento. Sin ofrecerse a encontrarlo. Ninguna
promesa de robarlo de Calliope a la primera oportunidad que tuviera.
Tragué con fuerza, a casi nada de la histeria.
—Su nombre es Milo. Henry… a Henry le gustó ese nombre.
—Estoy segura que todavía le gusta.
La voz de James se filtró a través de la bruma que me rodeaba, levanté mi
cabeza. James se apoyó contra la puerta abierta, su pelo rubio alborotado y
sus mejillas sonrojadas, como si hubiera corrido una maratón. O tal vez era
porque no lo había visto a la luz del sol en mucho tiempo.
—Él está en otra habitación. Theo lo está atendiendo —dijo.
Theo, el miembro del Consejo con la habilidad de curar heridas causadas
por los Titanes. O si no curaba, al menos lo hacía menos doloroso.
¿Era posible? La forma en que los ojos de Henry se habían quedado
mirando sin ver, la ausencia del latido en su corazón, cualquier esfuerzo en
absoluto para mantener su cuerpo en funcionamiento… no podía ser.
—¿Henry está vivo?
El momento entre mi pregunta y la respuesta de James duró una eternidad.
De repente, quería oírlo, pero no quería saber. Podría haberme aferrado a la
deliciosa esperanza que James me daba por el resto de mi interminable vida.
Henry siempre podría estar en la habitación de al lado, vivo y esperando
por mí.
—Sí —dijo, y dejé escapar un suave sollozo. Mi madre tocó mi mejilla, pero
miré tras ella, concentrándome en mi mejor amigo.
—¿Puedo verlo? Necesito verlo.
Olvidé permanecer quieta. Luché para sentarme de nuevo, pero por segunda
vez, mi madre me retuvo, más insistente que antes.
—Puedes verlo tan pronto como estés lo suficientemente bien —dijo ella,
pero miró hacia James, e intercambiaron una mirada que no entendí.
47
—¿Qué? —Mi cuello se tensó por el esfuerzo de mantener mi cabeza
erguida, pero no podía apartar la mirada—. ¿Qué está pasando?
James vaciló, y ese delicado globo de esperanza en mi interior estalló.
—Está inconsciente, y hay una posibilidad de que nunca pueda despertar.
Agarré las sábanas con mi mano buena. No estaba muerto, pero no estaba
vivo tampoco. Atrapado en medio, al igual que mi madre lo había estado
durante el tiempo que pasé en la Mansión Edén cuando el Consejo me había
puesto a prueba. Excepto que Henry era inmortal, y no tendría ninguna
liberación.
No sabía qué era peor, la muerte o esto.
—Theo detuvo la propagación, pero Henry fue apuñalado en el pecho —dijo
James. Se acercó a la cama y tomó mi mano, agarrándola suavemente. Mis
dedos temblaron—. No sabemos cuán malo es el daño. O si Henry siquiera
se recuperará lo suficiente para despertar.
—¿Ha… hay una cura? ¿Una manera de arreglarlo?
—No hay nada que podamos hacer —dijo James, y al otro lado, mi madre
secó las esquinas de sus ojos con un pañuelo—. Solo tenemos que esperar.
Mi garganta se contrajo. Tenía que existir una forma. Siempre la había. Si
Henry podía traerme de vuelta de la muerte, entonces podía encontrar una
manera para hacer lo mismo por él.
—¿Qué hay acerca de Cronos? ¿Él no podría hacer algo?
Silencio mortal. Los segundos pasaron, y sin aviso, mi madre y James
comenzaron a hablar al mismo tiempo.
—No puedo permitir esa posibilidad…
—Incluso si él pudiera, ¿realmente piensas…?
Ambos se detuvieron y se miraron el uno al otro, finalmente mi madre
habló primero.
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—No vas a volver ahí, cariño —dijo—. Es un milagro que Henry te haya
sacado en primer lugar, y arriesgó todo por ti. No querría que regresaras.
Sabes que no lo haría.
Si sólo se tratase de mí, entonces mi madre habría estado en lo correcto. Sin
embargo, no era únicamente acerca de mí. También era sobre Milo. Podría
haber sido una inútil rescatando a nuestro hijo, pero si Henry pudo
salvarme, entonces él también podía salvarlo. Y si había una forma de que
pudiera salvar a Henry, si había una forma de que pudiera darle a Milo el
padre que se merecía, entonces tendría que intentarlo.
—¿Cronos puede ayudar a Henry? —dije de nuevo en una voz tan firme
como pude reunir.
James se cercó más y apretó mi mano en la suya.
—Sí —admitió—. Él puede. Pero incluso si regresas con Cronos, él podría
no reparar el daño que ya se le ha hecho a Henry. Sabes que no lo haría.
—Correcto —susurré.
James está equivocado, pensé. Si Cronos tenía suficiente incentivo, él podría.
Y no iba a renunciar sólo porque ellos insistían que no tenía caso intentarlo.
Incluso si significaba ir directo a Cronos y darle todo, podría realmente
hacerlo si quería decir que Henry viviría.
* * *
Mientras me encontraba en la cama, planeaba.
Cada palabra que diría, cada argumento que usaría, todo lo que le ofrecería a
Cronos para que salvara a Henry. Capa tras capa de planos que, le
devolverían la vida a Henry y a nuestro hijo un padre. Lo que fuera lo
tomaría.
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Pasé mis horas con Milo, viéndolo dormir, viendo como Ava lo cambiaba,
viendo como Calliope intentó convencerlo para comer de una botella. Para
mi inmensa satisfacción, él se reusaba.
—Debes comer —dijo Calliope severamente mientras le ofrecía otra botella
caliente a mi hijo. Él giró su cabeza hacia otro lado, con su rostro arrugado y
colorado de tanto llorar. Ella estrecho sus ojos—. Callum, debes comer.
Indudablemente para ella sería Callum. Él era Milo, no Callum, y no
importa cuánto tiempo estuviera con esa perra, nunca sería de ella.
Sin embargo, mientras las horas se convirtieron en un día, luego dos, mi
preocupación superó mi odio por Calliope. Milo no estaba comiendo. Se
agitaba en su sueño, y cuando estaba despierto, sus ojos estaban
constantemente llenos de lágrimas. Él era miserable.
No sabía qué hacer. ¿Había alguna otra cosa, aparte de asaltar el palacio y
exigirle a Calliope que me lo devolviera? De todos modos nada funcionaría.
Podría tener al Consejo entero respaldándome, pero sin Henry, no sería
nada más que un inútil esfuerzo. Cronos me tendría retenida, Calliope
ocultaría lejos a mi hijo, y él solo podría debilitarse.
—Vamos, Milo —susurré mientras me apoyaba sobre su cuna. Por enésima
vez, traté de tocarlo, pero una vez más mis dedos traspasaron su mejilla—.
Perdón por no estar aquí. Si tuviera una oportunidad… —Mi voz se quedó
atrapada en mi garganta—. Sé que Calliope es horrible, pero necesitas
comer. Necesitas estar sano y fuerte para cuando finalmente consiga estar
contigo otra vez.
Al menos abrió sus ojos azules, y en ese momento, juré que él me vio.
—Ahí estás. —Le di una llorosa sonrisa—. Eres hermoso, sabes. Pones a
Adonis en vergüenza.
Sus sollozos se calmaron, y alzó sus brazos, como si estuviera tratando de
alcanzarme. Nuevamente traté de tocarlo, pero aún no podía. Sin embargo,
nunca dejaría de intentarlo.
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—¿Crees que podrías hacer eso por mí? —murmuré—. Solo come un poco.
Puedes estar tan infeliz como quieras. No te culpo. No va a durar para
siempre, lo prometo.
No podía. No lo dejaría.
—Tiene tus ojos.
Mi corazón estuvo malditamente cerca de detenerse. Lentamente me di la
vuelta, y a pesar de la escasa luz, pude ver cada rasgo de su rostro.
—¿Henry?
Sonrió sombríamente y abrió sus brazos. No pensé. Fui a él, enterrando mi
rostro en su pecho e inhalando, pero no olía a nada. No estaba aquí
tampoco. Sin embargo, podía tocarlo. Podía sentir su camisa de seda y el
calor emanando de su cuerpo.
¿Cómo?
—Te había extrañado —murmuró, rozando sus labios contra mi mejilla.
Cuando traté de girar mi cabeza para besarlo apropiadamente, se alejó, fuera
del alcance. El rechazo y la duda se apoderaron de mí. ¿Estaba enojado
porque se había quedado atrapado? ¿Por qué no pude salvarlo? ¿Sabía acerca
de mis planes para entregarme a Cronos a cambio de su vida?
Sin embargo, cuando seguí su mirada, me relajé. Milo.
Me escondí debajo de su brazo, y juntos nos acercamos a la base. Cuando el
bebé nos vio, intentó llegar hasta nosotros. Y hasta mí. Una parte del
corazón se me derritió.
Luego, Henry llegó hasta él, y antes de poder advertirle que no funcionaría,
sus dedos hicieron contacto con los de Milo. No es que se desvaneciera en el
desocupado espacio a su lado o se cerniera a un milímetro por encima de su
piel y pretendiera hacerlo.
Él verdaderamente estaba tocando a nuestro hijo.
51
—Hola, hombrecito —dijo Henry solemnemente—. Escuché que no has
estado comiendo.
Produciendo una botella aparentemente de la nada, Henry me dejó y
recogió a Milo. Me quedé atrás, aturdida, mientras Henry le daba la leche.
Varios minutos pasaron, y al último Milo empezó a comer.
—¿Cómo…? —Una ola de mareos me atravesó. Esto no podía estar
sucediendo, no a menos que él estuviera muerto o… o algo que no
entendía—. ¿Cómo es esto posible?
—A veces juzgamos mal lo que es posible y lo que no.
La voz de Henry sonó en mi cabeza, claro como todo, y esperé para que
dijera esas palabras nuevamente. Para insistir en que solo porque no sabía
cómo funcionaba, no podía evitar que sucediera.
En lugar de eso, él sonrió, y Milo comió ávidamente.
—Porque lo es. ¿Qué más explicación necesitas?
Quería saber todo. Quería para saber cómo salvarlo, cómo unir de nuevo a
nuestra familia, cómo detener a Cronos y Calliope de asumir el mundo.
Pero en ese momento, sólo necesitaba escuchar una cosa.
—¿Te quedarás con él?
En sus brazos, Milo balbuceó, y traté una vez más de tocarlo. Pero nada.
—Por supuesto —dijo Henry, y presionó sus labios en mi frente—. Siempre.
Abrí mis ojos, más contenta y relajada de lo que había estado desde el
solsticio de invierno. A pesar del brillante cielo azul sobre mí, este lugar, el
que fuera, estaba tranquilo. Mi madre no me había dejado sola desde que
había regresado del castillo de Calliope, pero mirando alrededor, noté su
asiento vacío.
Finalmente, la oportunidad por la que había estado esperando.
52
Balanceando mis piernas fuera de la cama, comprobé el suelo de color ocaso,
estaba más caliente de lo que esperaba. Y mi brazo quemado ya no estaba
más lastimado, mi madre tenía razón. Lo que estuviera en esa compresa
había detenido la propagación de la agonía hecha por la daga.
Mientras estuve inconsciente, alguien, espero que mi madre y no James, me
había vestido con un camisón blanco de seda, tan suave, que bien podría
haber sido agua contra mi piel. Tomé unos pasos tentativos, y una vez que
estaba segura de que no iba a colapsar, me dirigí a la puerta. No tenía idea
de dónde estaba, pero quería ver a Henry. Tenía que asegurarme que no
estaba muerto. Que mi visión no había sido su último adiós para mí. Para
nuestro hijo.
No. Él había prometido estar con Milo, y lo haría. Los Dioses no se
convertían en fantasmas corpóreos cuando morían, o al menos pensé que no
lo hacían. ¿Había un dios tan poderoso como Henry que nunca antes
murió?
Abrí la puerta de la habitación para revelar del otro lado un corredor, con el
mismo techo azul y piso color ocaso. Los colores debajo de mis pies
cambiaban mientras caminaba, y tuve que apartar mis ojos para revisar las
diversas puertas que estaba a unos seis metros de distancia a través del
pasillo.
Habitación tras habitación vacía. Algunas eran simples, como la mía, pero
otras estaban decoradas, una con detalles en azul claro y seda blanca que
hacía juego con mi camisón; otro con profundos verdes y flores brillantes
que crecían por todos lados. Se veía exactamente como el tipo de habitación
que mi madre podría tener si ella acabara de…
Espera.
Empujé la puerta abriéndola más ampliamente. No era solo un cuarto; era
una suite, con variedad de otras puertas decorando las paredes y mucho más
espacio del permitido por las otras habitaciones que la rodeaban. Avancé
poco a poco hacia la mesita de noche, donde se encontraba una fotografía.
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No, no una fotografía, un reflejo, como el que Henry había tenido de
Perséfone en la Mansión Edén, uno que capturaba un momento, no una
inmóvil fotografía.
Con una mano temblorosa, recogí el marco de madera y lo miré. Mi madre
y yo devolviendo la mirada. Reíamos en medio de Central Park. No
necesitaba ver los pastelitos o el desorden que quedaba de nuestro picnic
para saber lo que era.
Era el reflejo que Henry me había dado en nuestra primera y única navidad
juntos.
—¿Kate?
El marco se deslizó de mi mano, y el cristal se rompió al tiempo que
golpeaba el suelo. Juré y me agaché para recogerlo.
—Mamá, lo siento, no quería…
—Todo está bien —dijo, arrodillándose junto a mí y agitando mi mano
tratando de alejarme—. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?
Mientras me levantaba, el cristal se reparó a sí mismo bajo su dirección.
¿Cuánto tiempo podría tomarme aprender cómo controlar mis poderes de
esa forma? Había tratado de averiguar de lo que era capaz de hacer mientras
Calliope me tuvo cautiva, pero sin alguien para enseñarme, lo mejor que
manejaba era controlar mis visiones.
—Quería ver a Henry.
—Me parece justo.
Mi madre se irguió y colocó el recién reparado cuadro de vuelta en su
mesita de noche. Y era su mesita de noche; estaba segura sobre eso ahora.
Esta era su suite. Esta era su casa.
Esto era el Olimpo.
—¿Te importaría hacer un viaje conmigo antes de que vayamos a verlo? —
dijo mi madre, poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
54
—¿Qué? ¿Por qué? —espeté—. Mamá, quiero ver a Henry. Él estaba en mi
visión, sostenía a Milo y le dio de comer y todo.
Su ceño se frunció, pero en vez de decirme que estaba loca o que era mi
imaginación, ella suavemente dijo.
—Cariño, podemos hablar sobre eso más tarde. Walter llamó a una reunión
de emergencia del Consejo, y yo estaba de camino para ir a buscarte.
¿Para buscarme? ¿Con qué ayudaría al Consejo? Solo había sido inmortal
por un año y medio. Eso no era nada comparado con el resto del Consejo,
algunos de ellos eran más viejos que el albor de la humanidad. Como mi
madre. Como Henry. Como todos los seis originales hermanos, cinco,
ahora que Calliope los abandonó. Cuatro ahora que Henry estaba perdido
en un mundo entre la vida y la muerte.
—¿Qué ocurrió?
Mi madre dudó, y tomando mi brazo bueno, me guió a la puerta.
—No quiero preocuparte, pero…
—¿Pero qué? —Mi interior se congeló. ¿Lo peor había sucedido? ¿Estaba
Henry o Milo muertos?—. ¿Mamá, pero qué?
Sus ojos parpadearon hasta cerrarse.
—Es Cronos —dijo, con su voz quebrándose—. Él declaró la Guerra.
55
Capítulo 4 EL CONSEJO DIVIDO
Traducido por Nanami27, Simoriah y Rihano
Corregido por BrendaCarpio
ólo la mitad del Consejo apareció.
Irene, mi tutora durante mi tiempo en el Edén, lloró mientras
Sofía, enfermera de cuidados en casa de mi madre y otra de los
seis originales, trataba de consolarla. En el lado opuesto del
círculo, Walter y Phillip, hermanos de Henry, se sentaron con sus cabezas
inclinadas juntas, y hablaban en voz baja. James y Dylan, el novio de Ava
de la Preparatoria Edén, permanecieron en silencio en sus respectivos
tronos.
Nadie más apareció.
—¿Dónde está todo el mundo? —le susurré a mi madre, aunque en la sala
sin fin, mi voz gritó.
—Algunos han optado por no unirse a nosotros. No vamos a tenerles rencor
por eso. —Se sentó y me hizo un gesto para que tomara asiento a su lado, en
el trono hecho de diamante blanco directamente desde el Inframundo. El de
Perséfone.
Dudé. Me senté allí un par de veces en el palacio de Henry, pero asumí que
estaba allí porque era su reino. ¿Era simplemente un lugar para sentarme, o
significaba esto que era un miembro del Consejo ahora? A pesar del honor,
S
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la idea de tener ese tipo de responsabilidad, ese tipo de control sobre las
vidas de los demás me hizo enfermar del estómago. Pero si ellos confiaban
en mí lo suficiente para hacerme uno de ellos, entonces yo haría todo lo
posible para ayudar.
—Estamos esperando por ti, querida —dijo mi madre, y me obligué a salir
de él. Posándome en el borde de la silla, acuné el brazo hacia mi pecho y
esperé. Sabía por qué Nicholas no estaba allí, por supuesto, ya que Calliope
lo mantenía como rehén. Ava estaba ayudándola, para salvar a Nicholas,
me di cuenta, pero eso no hacía más fácil de digerir su traición. Y Henry...
Todos tenían excusas para no estar allí, y después de que Ella había perdido
su brazo el día que Cronos escapó del Inframundo, no la culpaba por no
querer ser parte de ello tampoco. Pero ¿qué pasaba con Theo? ¿Qué pasaba
con Xander? El Consejo sin Calliope había discutido y estado en
desacuerdo, pero nadie había abandonado su posición.
Walter se levantó y se aclaró la garganta. Parecía más viejo de alguna
manera, a pesar de su intemporalidad. Sus hombros se hundieron bajo el
peso de todo lo que había sucedido, y junto a él, Phillip, por lo general tan
brusco e impermeable, no se veía mucho mejor.
—Hermanos y hermanas, hijos e hijas...
¿Hijas? Sólo Irene era su hija. Sofía y mi madre eran sus hermanas. A
menos que se refiriera a mí, también.
No. Fue un desliz de la lengua, nada más. Porque si me contaba a mí,
también, porque jamás nadie había hecho…
—Me entristece enormemente informar que Atenas ha caído.
Todas mis preguntas sobre mi padre volaron de mi cabeza. ¿Atenas había
caído? Irene lloraba, y Sofía la abrazó, frotando su espalda y murmurando
palabras de consuelo que no podía entender. Desconcertada, miré de ellas a
Walter. ¿Cómo podía caer Atenas? Esto no era la Grecia antigua. ¿Qué
quería decir eso?
57
—¿Cómo? —dijo mi madre—. ¿Por qué? No tenemos ejército allí. No hay
soldados que amenazen el agarre de Cronos sobre el Mar Egeo. ¿Por qué
atacaría sin provocación?
No fue provocado, sin embargo. Cronos había prometido que nadie iba a
morir, siempre y cuando me quedara a su lado, y ahora lo había
abandonado. Mis manos comenzaron a temblar, y las metí entre las
rodillas. Al otro lado del círculo, los ojos de Walter se encontraron con los
míos. Él lo sabía.
—No podemos pretender entender cómo piensa Cronos —dijo él, y una
oleada de gratitud atada con culpabilidad me abrumó. Él no lo iba a decir.
—En cuanto a la forma en que atacó —dijo Phillip, llegando a estar al lado
de su hermano—. Él utilizó mi dominio. Fue un ataque calculado con
Atenas señalada específicamente, ninguna otra área fue tocada. Sin
embargo, el daño que hizo...
Irene gritó con más fuerza, y Phillip levantó la voz para que todos lo
oyéramos.
—La marea de la ola quitó casi todo.
Mi cuerpo se congeló, y la habitación de oro giró a mi alrededor hasta que
no pude soportarlo más.
—¿Acaso, alguien murió? —susurré.
Walter no dijo nada por un momento, y me pareció ver un destello de
compasión pasar por su cara.
—Sí. Casi un millón de personas perdieron sus vidas.
Algo dentro de mí se retorció, agudo e implacable, y si pudiera haber
vomitado, lo habría hecho. Casi un millón de personas habían muerto por
mi culpa, porque yo había mentido a Cronos. Había sabido que habría
consecuencias, sin embargo, lo había hecho de todos modos.
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No, no sabía que iba a ser algo parecido a esto. Esto no era una guerra entre
dos adversarios iguales; era una masacre de personas que ni siquiera sabían
que los dioses y los titanes eran reales.
—Un ataque puramente simbólico entonces —dijo Dylan, con el ceño
fruncido. Un mapa tridimensional de Grecia apareció en el centro del
círculo, completo con montañas, islas y mares, todo a escala y color
exactamente igual que lo serían si se tratara de una toma aérea. Por lo que
sabía, lo era.
El mapa se agrandó hacia Atenas hasta que el daño fue visible. Durante mi
primer verano lejos de Henry, James y yo habíamos visitado Grecia, y
pasamos semanas en la ciudad. Mis recuerdos de calles empedradas, gente
amable y que lo moderno se encontrara junto al antiguo bien podría haber
sido un sueño.
No quedó nada. Los escombros y lodo sustituían lo que había sido una
ciudad vibrante, ahora arrastrada hacia el mar. Las lágrimas se deslizaron
por mi cara, y no era la única que lloraba. A mi lado, mi madre deslizó su
mano en la mía, y hasta los ojos de James se pusieron rojos.
Atenas se había ido realmente.
—Mira —dijo Irene de repente, su voz gruesa—. Más cerca.
El mapa se agrandó, y evité mirar. No podía ver los cuerpos, si quedaba
alguno para empezar. No podía ver las caras de los que habían muerto por
mi culpa.
—El Partenón —dijo Irene—. Lo dejó en pie.
Abrí un ojo. El templo de Atenea —de Irene— estaba de pie, intacto a
excepción de los estragos del tiempo y la historia.
—¿Un mensaje? —dijo James, inclinándose hacia adelante.
—No puedo decirlo —dijo Walter con gravedad—. Tal vez él tiene un poco
de respeto por todo lo que hemos hecho para el mundo.
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—O tal vez quiere decir que va a mantenernos con vida si no nos
interponemos en su camino —dijo Irene, secándose los ojos con un pañuelo.
—No debemos caer como víctimas a la creencia de que la eliminación de
nosotros mismos de esta guerra evitará que suceda —dijo Walter con
sorprendente delicadeza—. Él tiene la intención de matarnos, a todos
nosotros, por mantenerlo encerrado en el Tártaro. La humanidad no es nada
para él, pero no dudará en acabar con ellos también, a sabiendas que nuestra
existencia está ligada a la de ellos. No tenemos más remedio que luchar
hasta que se haya terminado.
—De una forma u otra —susurró Irene.
Walter asintió.
—De una forma u otra.
—¿No hay algo que podamos hacer? —Las palabras salieron antes de que
pudiera detenerlas, y cada miembro del Consejo se centró en mí—. Cronos
debe querer algo.
—Sabes lo que quiere —dijo Walter, y mis mejillas quemaron. Sí. Él me
quería.
—Todos sabemos lo que quiere —interrumpió Dylan—. Muerte.
Destrucción. Violencia. Guerra. Para gobernar el mundo una vez más. Por
lo general, lo apruebo, pero no cuando somos los objetivos.
—Entonces, ¿qué es lo que vamos a hacer al respecto? —dijo James—.
¿Dejar que se salga con la suya?
—Ya he llamado a una reunión entre mis súbditos —dijo Phillip—. Ellos
saben que no deben someterse a su voluntad sin importar el costo.
—Cronos tiene más poder que todos nosotros juntos —dijo Irene, un borde
determinado en su voz ahora—. No podemos defendernos como somos
ahora y esperar lograr alguna medida de éxito.
—¿Qué pasa con los otros dioses? —dijo James—. Podrían ayudar.
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—Casi todos ellos firmaron una petición insistiendo en que no lo harán —
dijo Walter—. Además, todos podrían unirse a nosotros y poner todo lo que
tienen en esta guerra, pero aun así no sería suficiente. No son lo
suficientemente potentes como para compensar la pérdida de Henry y
Calliope.
Apreté los dientes. Henry no estaba muerto todavía.
—Yo podría hablar con Cronos —dije—. Él… él fue amable conmigo. Podría
escuchar.
—No —dijo mi madre—. Incluso si tuvieras esa clase de alcance sobre él, no
se detendrá ante nada hasta que tenga lo que quiere. Él ha esperado y
planeado durante eones. No vas a hacerlo cambiar de opinión, no importa
cuán encariñado pudiera estar contigo.
Al otro lado del círculo, James se centró en mí. No hice caso de la pregunta
en su mirada y me concentré en la imagen flotante entre nosotros en su
lugar.
—Podría funcionar —dije.
—Ese es un riesgo que no podemos correr —dijo Walter—. Calliope ya ha
demostrado que va a matarte si se le da la oportunidad, y Cronos puede no
estar dispuesto a protegerte más. No, debemos centrar nuestros esfuerzos
en surgir con una manera de equilibrar nuestras posibilidades a pesar de que
nuestros miembros faltan.
Frustración, caliente e inflexible, se levantó dentro de mí. Por supuesto que
me iban a invitar a unirme a ellos sólo para descartar toda idea que yo tenía.
¿Qué más podía esperar?
—¿Qué pasa con Rhea? —dije. Se sentía como años desde que había
decidido dejar el Inframundo para pedir su ayuda. Ella era la única que
podía hacer frente a Cronos en poder, y si alguien podía ganar esta guerra,
era ella—. ¿Qué dijo ella?
Silencio. Walter y Phillip intercambiaron una mirada inquieta, y
finalmente James intervino.
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—Nadie ha tratado de encontrarla.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—No sabíamos que no estabas… —comenzó Walter, pero mi madre
intervino.
—La mayoría de nosotros no sabía que no estabas buscándola —corrigió, el
fuego en sus ojos. Los labios de Walter se apretaron bajo de su mirada.
—Sí. La mayoría de nosotros no sabíamos que ya no estabas buscándola.
Cierto. Ese momento entre Henry y Walter en la oficina. Henry había
insinuado que Walter podía haber sabido lo que estaba pasando.
—Y todo ese tiempo, ¿no te detuviste a pensar que podría ser una buena
idea enviar a otra persona en su lugar? —dije.
Walter se aclaró la garganta.
—Nuestros esfuerzos se centran en tratar de detener la guerra inminente,
no intensificarla.
—¿Ah, sí? ¿Cómo resultó eso? —dije, y mi madre me apretó la mano, una
orden silenciosa que dejara de hablar.
Esta era mi culpa, sin embargo, hasta el último pedacito de ello. Había
ganado la inmortalidad y robado a Henry de Calliope, o al menos así fue
como ella lo vio. Mi error estúpido había obligado a Henry liberar a Cronos
del Tártaro en primer lugar. Ahora, debido a que había dejado salir Cronos,
casi un millón de personas habían muerto y más indudablemente seguiría.
No, no me iba a callar.
—Mientras que el resto de debate y trata de averiguar qué hacer, voy a
encontrarla —dije—. Y voy a conseguir que nos ayude.
Esperé una discusión, pero en su lugar el Consejo se quedó en silencio.
—Es nuestra más grande oportunidad de obtener un aliado poderoso —dijo
Sofía después de un largo momento—. No podemos esperar influenciar a
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Calliope para que vuelva a nuestro lado, y sin un balance de poder, más
ciudades se derrumbarán, y más gente morirá. No sé qué opina el resto de
ustedes, pero estoy dispuesta a intentar lo que sea que pueda traernos paz.
Walter suspiró cansadamente.
—Muy bien. Si eres capaz de convencer a Rhea de asistirnos para contener a
Cronos, entonces nos harás un gran servicio, Kate.
Y posiblemente había evitado que millones, quizás billones, murieran. Sí.
Sin duda.
—Lo haré.
—Yo iré con ella —dijo James. Nuestras miradas se volvieron a encontrar, y
esta vez no aparté la vista—. Te guste o no, soy el único que puede
encontrarla, así que no discutas.
—No iba a hacerlo —dije—. Confío en ti. —Si había una persona que yo
sabía que no me traicionaría, era James. No tenía nada que ganar de esta
pelea excepto su propia supervivencia, y su habilidad para encontrar a
cualquiera significaba que no perderíamos tiempo buscando a Rhea. Él
sabría exactamente dónde estaba.
—Todos debemos confiar en los demás ahora —dijo Walter—. Aquellos que
están aquí y aquellos que no. —Se concentró en el trono vacío de concha
marina por un momento antes de volver su mirada hacia mí—. Todos
hemos cometido errores. Todos tenemos una carga que llevar. Pero a menos
que estemos unidos, caeremos, y debemos encontrar el perdón y la
compresión dentro de nosotros. La maldad pura no existe. Incluso Cronos
tiene sus razones para hacer lo que hace, y cuanto mejor nos entendamos
mutuamente, mejor oportunidad tenemos de encontrar una solución antes
de nuestras bases se derrumben.
Desvié los ojos. Una vez, la primera vez que había enfrentado al Consejo,
había perdonado a Calliope por matarme. Había sido capaz de ver más allá
de sus crímenes y examinar las razones subyacentes, y en una forma, había
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sido capaz de comprenderla. Pero si Walter realmente me estaba pidiendo
que hiciera lo mismo con Ava…
No era mi vida la que ella había amenazado. Era de la Milo, y algunas cosas
son imperdonables. Pero a pesar de mi ira, quería perdonarla; quería
simpatizar con ella. Quería que estuviera una vez más de nuestro lado. Y
podía entender por qué ella lo había hecho, incluso si no quería admitirlo
para mí misma. Calliope la había chantajeado, usando la vida de Nicholas
para asegurar la cooperación de Ava. El día en que ella y yo abandonamos el
Inframundo, las señales habían sido obvias, y si me hubiera tomado un
momento para pensar en eso, hubiera sabido que algo sucedía. La fuerza de
Ava estaba en cuánto amaba a otros. Yo había sabido que Calliope se había
llevado a Nicholas y que había hablado a solas con Ava, y debería haberme
dado cuenta de que Ava haría lo que fuera para protegerlo. Debería haber
hecho algo para ayudarla antes de ella tuviera que traicionarme.
Sin embargo, eso se había terminado. Ella había cometido sus errores, y yo
había cometido los míos. Haría lo que fuera para arreglarlos, y sólo podía
esperar que ella también hiciera lo mismo.
—Todos haremos lo mejor que podamos —dijo mi madre, y volvió a
apretarme la mano, su mirada fija en mí. Le di un leve asentimiento. Lo
intentaría.
—Entonces está hecho —dijo Walter, y en algún lugar en lo profundo del
palacio, sonó el trueno—. Kate y James intentarán aliar a Rhea con el
Consejo.
—Y nos prepararemos para la guerra —dijo Dylan con un destello en los
ojos.
—No —dijo Walter—. Nos hemos preparado lo suficiente. Ahora
pelearemos.
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* * *
Pasé los siguientes tres días junto a Henry mientras recuperaba la fuerza. Él
estaba en una habitación sin decorar a unas pocas puertas de distancia de la
mía, y mientras mi madre nos atendía a ambos, yo yacía hecha un ovillo
junto a él. Casi lo había perdido, todavía podría hacerlo si no convencía a
Cronos de deshacer el daño que había causado, y no iba a dejar su lado hasta
que tuviera que hacerlo.
El viento aullaba incesantemente, y en algún lugar a la distancia, los mares
golpeaban contra el resto del mundo. A pesar de los soleados cielos azules
sobre mí y el atardecer debajo, el trueno resonaba a todas horas del día y la
noche, e incluso si quisiera, no habría sido capaz de dormir.
Dividí mi tiempo en forma equitativa entre mi presente y mis visiones de
Milo. Henry no rompió su promesa; cada vez que yo llegaba, él estaba ahí, a
veces cargando a Milo, a veces cuidando su cuna mientras él dormía. Nos
quedábamos de pie juntos por horas y simplemente lo observábamos, y
Milo nos miraba. De algún modo, de alguna forma, él sabía que yo estaba
ahí, estaba segura de eso ahora. Envidiaba la habilidad de Henry de
cargarlo, pero al menos él tendría una oportunidad de conocer a nuestro
hijo. Si lo peor sucedía, Milo tendría esos momentos con él.
—Regresarás a mí, ¿verdad? —dije una tarde en que mi madre finalmente
decidió que yo había sanado lo suficiente para viajar. James y yo saldríamos
a buscar a Rhea en la mañana, y muy probablemente, esta fuera la última
noche que tendría con Henry y Milo por un tiempo.
—¿Qué quieres decir? —dijo Henry—. Estoy aquí ahora.
—Quiero decir aquí de verdad —dije—. ¿Vas a despertar? Sé que Cronos te
hirió, pero… estás aquí, y quizás si lo intentaras con mucha fuerza…
Henry me besó la frente, su palma apoyada en mi nuca.
—Siempre estaré aquí para ti, mi querida. Nada cambiará eso.
65
Respiré hondo, negándome a llorar frente a Milo. Incluso si él dormía y
nunca lo averiguaría, yo lo sabría.
—Por favor despierta —susurré—. Te necesitamos. No… no así. Te
necesitamos. No podemos vencer a Cronos sin ti.
—No pueden vencer a Cronos conmigo. No sin Calliope —señaló.
—Lo estamos intentando. Él mató a una ciudad completa llena de gente.
Atenas ha desaparecido, y él va a matar una y otra vez hasta que consiga lo
que quiere.
—¿Y qué crees que es eso? —dijo Henry, y yo vacilé. No podía contarle
sobre el trato que había hecho con Cronos. Era demasiado complicado, y si
él se iba, yo no sería capaz de vivir con la culpa de saber que esta era una de
las últimas cosas que le había dicho.
—No lo sé —mentí—. El Consejo cree que quiere matarlos por mantenerlo
prisionero en el Tártaro.
—Quizá. —Pasó los dedos por mi cabello, su contacto tan gentil que se
sintió como una tibia brisa de verano—. Todo lo que yo quiero es a ti.
Me estremecí. Los labios de Milo se abrieron en su sueño, e hizo un
adorable movimiento de succión.
—Todo lo que quiero es que seamos una familia. Una familia verdadera y
viva, juntos y a salvo de todo esto.
—Lo estaremos —prometió—. Me aseguraré de eso.
Me apoyé contra él y envolví su cintura con un brazo, su camisa de seda
cosquilleando la parte interior de mi muñeca. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta
que pudiéramos pasar tiempo juntos así de nuevo?
—James y yo nos iremos mañana a la mañana para buscar a Rhea.
Los dedos de Henry se quedaron inmóviles en mi cabello, y por un
momento no dijo nada.
66
—¿Qué es tan importante que tienes que ponerte en una situación tan
peligrosa?
—La misma razón que antes —dije—. Si podemos convencerla de pelear de
nuestro lado, podríamos tener una oportunidad de ganar.
—Pero Cronos está haciendo estragos con el mundo. Si dejas el Olimpo, no
estarás a salvo.
—Ya no me importa —dije con tanta convicción como pude reunir—.
Además, él está mayormente atrapado en la isla con Calliope. Es lo
suficientemente poderoso para causar desastres naturales que matan
millones, pero África no está lo suficientemente cerca de Grecia para ser un
problema.
—¿Estás segura de eso?
Vacilé.
—No.
Se apartó de Milo para abrazarme con fuerza, casi posesivamente, y enterró
la nariz en mi cabello.
—Por favor, no te vayas. Rhea no peleará del lado de nadie, mucho menos
contra su propio esposo. No vale la pena el riesgo.
—Tengo que intentarlo. Sabes que sí.
—¿Aunque pueda matarte?
—No planeo permitir que eso suceda, pero… sí. Aunque pueda matarme.
Su expresión se nubló.
—Muy bien —murmuró—. Todo lo te pido es que recuerdes qué sucedió la
última vez que dejaste la seguridad del Consejo.
Fruncí el ceño.
67
—Lo comprendo. Algo malo puede suceder si dejo el Olimpo. Cronos
podría atraparme, Calliope podría matarme o el cielo podría caerse y
aplastarme. Pero no puedo quedarme y observar a millones morir por mí,
¿de acuerdo?
—La humanidad no es nada comparada contigo —dijo él, tocando mi
mejilla, y retrocedí.
—Incluso si eso fuera verdad, y sabes que no lo es, Milo merece una vida
feliz, y eso significa asegurarme de que todavía existe un mundo para que él
viva. Tengo que hacer esto, Henry. Lo lamento. Te amo a ti y a Milo más
que a nada, y si tuviera una opción en el asunto…
—La tienes —dijo Henry—. Tienes tanta opción como la que estás
dispuesta a darte a ti misma.
Resoplé.
—De acuerdo. He elegido. Voy a pelear.
—No deberías estar peleando en primer lugar —dijo—. Eres demasiado
delicada, demasiado…
—¿Demasiado qué? ¿Demasiado joven? ¿Demasiado inexperta? No necesito
ser anciana para ser digna de algo, y voy a hacer esto te guste o no. —Lo
fulminé con la mirada, pero él desvió su vista. Varios segundos pasan, y
finalmente dije en una voz más suave—. Entiendo por qué no quieres
pelear, Henry. Lo entiendo. Pero eso fue antes de que todo esto sucediera.
Eso fue antes de que Milo naciera. Si no vas a pelear por mí, ¿entonces al
menos me permitirás pelear por él?
Henry se quedó en silencio por un largo momento, y ni siquiera el subir y
bajar del pecho de Milo me reconfortó. Esto era imposible. Medio muerto o
no, Henry era tan terco como siempre. Después de cuidar del bebé todo este
tiempo, él conocía a Milo incluso mejor que yo, y esa era la parte que yo no
entendía. ¿Cómo podía alguien mirar ese rostro y no querer abrir al mundo
en dos para recuperarlo? ¿Cómo podría Henry no necesitar proteger a su
propio hijo y darle el futuro que merecía?
68
—Discutiremos esto una vez que hayamos hecho contacto con Rhea —dijo
él finalmente—. No prometeré nada, pero si hay una manera en que pueda
ayudar, lo haré. Como están las cosas, estoy algo atascado.
Esa era la concesión que iba a conseguir. Me paré en puntas de pie para
intentar besarlo, pero como él lo había hecho cada vez durante nuestras
visitas a Milo, él volvió la cabeza así que sólo capturé la esquina de su boca.
—Gracias —dije, negándome a permitir que su distancia me confundiera.
Quizás él fuera la Bella Durmiente, y un beso lo despertaría y lo apartaría
de su hijo. Si tan sólo fuera tan fácil.
—De nada. —Se inclinó sobre la cuna y tomó al bebé—. Estaremos aquí
esperando cuando regreses.
—Mejor así. —Sostuve la mano sobre la frente de Milo, tan cerca como
podía sin atravesarlo—. Los amo a ambos tanto. Lo sabes, ¿verdad?
Milo agitó los brazos, como para alcanzarme, y Henry besó su mano.
—Nosotros lo hacemos —dijo él—. Y no podemos esperar a estar de nuevo
contigo.
Le di un codazo en las costillas.
—Puedes contar con ello.
—¿Kate?
Abrí los ojos. James se inclinó hacia mí, con la nariz a centímetros de la
mía.
—Allí estás —dijo con un dejo de alivio—. Estabas sonriendo.
Me enderecé y ajusté el arnés envuelto alrededor de mi brazo quemado. Era
más fácil ignorar el dolor, mientras se convertía en la norma, pero cuando
me centraba en él, me hacía hacer una mueca de dolor.
—No me di cuenta de que era un crimen.
69
—No lo es. —James me ofreció su mano, y la tomé—. Pensé que no ibas a
volver. He estado llamándote por tu nombre durante un buen tiempo.
Mis mejillas se pusieron calientes. Yo no sabía cómo actuaba durante estas
visiones, nadie se había molestado en explicármelo, y estaba demasiado
avergonzada para preguntar. ¿Podría James oírlo todo?
—Entonces, ¿por qué no te quebraste como lo hiciste la última vez? —
murmuré.
—¿Qué, quieres decir cuando yo estaba tratando de arrastrarte de vuelta del
olvido total? —dijo—. Lo siento por eso, ya sabes. Es de mala educación.
Pero si no lo hubiera hecho, aún estarías ahí, convencida de que Henry
estaba muerto. Así que en general, supongo que valió la pena.
Fruncí el ceño hacia él, pero tenía razón.
—¿Cómo hiciste eso de todos modos?
Se tocó la nariz.
—Mi secreto. Tal vez si te portas bien, te lo explicaré más tarde. ¿Nos
vamos? Empaqué una bolsa para los dos. En realidad, tu madre empacó la
tuya. Pensé que Henry me podría herir si me metía con tu ropa interior.
—Creí que Walter era el único que lastimaba —dije con una leve sonrisa.
Las cejas de James se levantaron.
—¿Viste o no la nube negra de la fatalidad cuando Henry irrumpió en la
isla de Cronos?
Mi sonrisa se desvaneció.
—Por supuesto.
—¿Y todavía crees que él no lo tiene en su interior?
Fruncí el ceño. James no tenía restregarme en la cara que yo no sabía lo que
mi marido era capaz de hacer. O de lo que yo era capaz, para el caso.
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—Vamos —dijo James, más suave esta vez, y tomó mi brazo bueno—.
Vamos a decir adiós.
Mi madre no era la única esperando por nosotros. Walter se puso de pie a
su lado, y su expresión suave no traicionó lo que fuera que estaba pensando.
Mi estómago se retorció. Yo lo había evitado desde la reunión del Consejo,
incapaz de olvidar como se había dirigido a mí, como su hija.
Parecía imposible. Tenía que serlo. Si yo fuera la hija de Zeus, lo habría
sabido. Pero cuanto más pensaba en ello, menos podía negarlo. James y Ava
habían mencionado que sólo sus hijos se unieron al Consejo; y si yo era un
miembro, entonces la respuesta era obvia.
Pero a pesar de la evidencia, una parte de mí quería quedarse en la negación.
Había vivido toda mi vida pensando que mi padre había dejado a mi madre
desde el principio, que él ni siquiera podía haber sabido que yo había
existido. Era más fácil que enfrentarse a la posibilidad de que lo había
sabido y simplemente no le importaba. Y si Walter era mi padre, entonces
no había duda de que no sólo había sabido que yo había existido, sino que
había sido muy consciente de todo lo que mi madre y yo habíamos pasado,
también. Y él nunca se preocupó lo suficiente para ayudar.
Mientras caminaba hacia él y mi madre, el resentimiento hizo hervir mi
sangre. No dijo nada cuando mi madre me abrazó y yo enterré la nariz en
su pelo, inhalando profundamente. No importaba quien era Walter para mí.
Yo tenía a mi madre, y ella era el único padre que alguna vez había
necesitado.
—¿Dónde están los demás? —dije. No es que yo esperaba que les preocupara
que me estuviera yendo, pero me imaginé que al menos querrían darle a
James una despedida decente.
—Intentando acorralar a Cronos completamente en la isla —dijo mi madre
con gravedad—. Nos uniremos a ellos una vez que te vayas.
El miedo se extendió por mí. Yo nunca había pensado en ella como un
soldado, había luchado mucho contra el cáncer que finalmente había
tomado su vida mortal, por supuesto. Pero esto no era cáncer. Esto era la
71
guerra, y el pensamiento de mi madre luchando junto a Dylan, Irene y
Walter hizo girar mi cabeza. Era la persona más dulce que yo conocía.
Nadie podía permitirse sentarse en esta eventualidad, sin embargo. Si yo
supiera cómo luchar como ellos lo hacían, estaría en la primera línea,
también, usando todo el poder que tenía dentro de mí para conseguir que mi
hijo regresara. Como esto se presentaba, la única manera que tenía de
ayudar era esta. Y ese era la razón por la que nadie, ni siquiera Henry, me
hablaría de salirme de esto.
—Kate —dijo Walter, y mi madre me dejó ir—. Entiendes que Rhea es igual
de fuerte que Cronos, ¿no?
Lo miré. No nos parecíamos en nada el uno al otro, pero como los dioses
podían y de hecho cambiaban de formas, eso no significa mucho.
—Sí, lo sé. ¿No es ese todo el punto?
—Sí —dijo Walter, dándole a mi madre una mirada que no entendí—. Eso
también significa que si la presionas para hacer algo que no está dispuesta a
hacer, o si la molestas de alguna manera, ella tiene igualmente el potencial
de ser muy devastadora para nuestra causa.
—¿Así que quieres que sea condescendiente con ella? —le dije—. Estamos
en medio de una guerra.
—Sí, estoy consciente —dijo Walter secamente—. Simplemente te estoy
pidiendo que le muestres el respeto que se merece. Ella es nuestra madre.
Tu abuela por partida doble…
—¿Perdón? —solté. Mi madre apretó mi codo, pero me la quité de encima.
Una cosa era que yo, al menos, tenga la opción de pretender ser felizmente
ignorante de su papel en mi vida, pero que él fuerce esto en mí ahora... algo
dentro de mí se rompió—. Si finalmente vas a admitir que eres mi padre…
—Ahora no es el momento, Kate —dijo mi madre.
—Nunca es el momento adecuado —le dije bruscamente—. Es un simple sí
o no, Walter. ¿Eres mi padre?
72
Levantó la barbilla y me miró.
—Sí. Nunca pensé que habría una pregunta.
Como si eso no fuera la gran cosa. Como si los años que yo había pasado
cuidando de mi madre por mi cuenta no importaran. Había llorado hasta
quedarme dormida incontables noches, aterrorizada de despertarme y estar
sola en el mundo, y todo este tiempo, mi padre no sólo había sabido de mí,
sino que había sabido exactamente dónde estábamos y por lo que estábamos
pasando.
—Entonces supongo que es una buena cosa que nunca pensara que
necesitaba uno —dije—. Ahora, si no te importa, tengo un titán que
encontrar.
—Kate —dijo mi madre, alcanzándome, pero jalé mi brazo. Sus labios se
abrieron por la sorpresa, y la culpa se apoderó de mi corazón, más dolorosa
que cualquier cosa que Cronos podía hacerme. Pero me mantuve firme.
—Tenemos que irnos. —Deslicé mi mano en el hueco del codo de James y
di un paso atrás, ignorando la forma en que mi garganta se apretó. No iba a
llorar. No más por Walter, y sobre todo no delante de él.
Por primera vez en el tiempo de nuestra amistad, James mantuvo la boca
cerrada. En su lugar, hizo un gesto en la dirección de Walter y mi madre.
En dirección de mis padres, me di cuenta. Por primera vez en mi vida, tenía
padres.
Eso debería haberme hecho girar de entusiasmo, o por lo menos debería
haberme dado un rayo de felicidad durante uno de los peores momentos de
mi vida. En su lugar, me daba náuseas.
—Adiós, cariño —susurró mi madre. Antes de que yo pudiera decir adiós a
su vez, luz dorada brilló en todas las direcciones, y puntos brillantes de
color irrumpieron en frente de mí cuando el fondo de la puesta de sol se
desvaneció.
James y yo aparecimos en una colina cubierta de hierba, y parpadeé. Sheep’s
Meadow en Parque Central, el lugar exacto en que me había reunido con mi
73
madre todas las noches que había pasado en el Edén. Estábamos rodeados
de gente, pero ninguno de ellos miró en nuestra aparición. ¿Podrían vernos?
¿O James había hecho algo para hacerles creer que habíamos estado allí todo
el tiempo?
—¿Por qué estamos en Nueva York? —dije—. ¿Está Rhea aquí ahora?
—¿Rhea? ¿Qué estaría haciendo aquí? —dijo James, y me guió por la
colina—. Ella todavía está en África.
—Entonces, ¿por qué no estamos en África? —dije, y James sonrió. Era
evidente que estaba disfrutando de mi ignorancia.
—Estamos aquí porque aquí fue donde el Olimpo pasó a estar.
Dudé.
—Pensé que el Monte Olimpo estaba en Grecia.
—El Monte Olimpo lo está, pero Olimpo, la casa del Consejo, no está en un
lugar fijo. Bueno, no, lo está —se corrigió, señalando a la puesta de sol que
teñía el cielo de Nueva York—. Está atrapado eternamente entre el día y el
atardecer.
Correcto. De ahí la decoración interior.
—¿Por qué no podemos simplemente... aparecer allá?
—Porque extraño viajar, y pasa a ser que soy bueno en eso. —James tomó
mi codo, su mano caliente, incluso a través de mi suéter—. Estamos
manejando las cosas a la antigua y tomando el primer vuelo a Zimbabwe.
Esto nos dará algo de tiempo para trazar nuestro plan de juego, y pensé que
estirar tus piernas te haría algún bien. Además, sólo los seis hermanos
pueden desaparecer y reaparecer en otro lugar. Y ahora tú, también,
supongo, una vez que aprendas como —agregó—. Apuesto a que Walter te
enseñará una vez que regresemos.
La mención de Walter me revolvió el estómago.
—¿Por qué puedo hacerlo, también?
74
James levantó una ceja.
—¿Te estás quejando?
—Por supuesto que no. —Me mordí el labio—. Esto no puede ser, porque
mis… mis dos padres… —Apenas pude decir la palabra—. Son parte de los
seis originales. Entonces Nicholas y Dylan también podrían hacerlo. Así
que, ¿por qué?
—Porque de lo contrario no vas a ser muy buena viajando por el
Inframundo, ¿verdad? —James desenredó su brazo del mío y lo envolvió
alrededor de mis hombros en su lugar—. Lo siento, Kate. Walter debería
habértelo dicho hace mucho tiempo.
Un sabor amargo llenaba mi boca. Sentirlo no iba a solucionar nada.
—Eso no importa. No lo necesito.
—Él es un poco mujeriego. —James estuvo de acuerdo—. Definitivamente
no es un buen modelo a seguir para el bebé. Afortunadamente Milo tiene a
Henry para admirar.
Por un momento me quedé en silencio. James no sabía si Henry volvería o
no a despertar de nuevo. Ni siquiera sabíamos si aún estaría con vida para el
tiempo en que regresáramos.
—Tu optimismo sigue desafiando a la realidad —murmuré.
—Yo estaba en lo cierto acerca de tu madre —dijo él, y negó con la cabeza.
—No, no lo estabas. Ella murió. Su forma mortal, de todos modos, y no
tenías idea de que yo iba a pasar las pruebas. No sabías si yo alguna vez la
volvería a ver.
James hizo un gesto ante mis objeciones.
—De cualquier manera, esto no es optimismo. Esto es un hecho. Henry va a
lograrlo.
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Estaba provocándome, el imbécil, pero no importaba cuanto, yo no quería
darle la satisfacción de saber que me tenía enganchada, no podía resistir.
—Está bien, me rindo. ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Sonriendo, James se inclinó hacia mí, sus labios rozando el pabellón de mi
oreja.
—Porque —susurró él—. Rhea puede curarlo.
76
Capítulo 5 DEBAJO
Traducido por Akanet y Shadowy
Corregido por Aldebarán
o sabías?
Me paré junto a la cuna de Milo, mirando hacia
abajo a su forma dormida mientras Henry se
paraba frente a mí. Se veía diferente, más
distante de alguna manera, como si estuviera en otro lugar, también.
Apenas me miraba, y se quedó mirando sin pestañear hacia el bebé.
—¿Sabía qué? —dijo después de un largo rato. ¿Estaba incluso escuchando?
—¿Sabías que Rhea podía curarte? —le dije, manteniendo un dominio
absoluto sobre mi temperamento. Todo lo que había sucedido no era culpa
de Henry, por supuesto, pero aun así. ¿Lo había sabido todo este tiempo?
¿Se daba cuenta Walter? ¿Mi madre?
—Yo… lo sospechaba —dijo Henry, y sus ojos se pusieron vidriosos de
nuevo. Donde quiera que estuviera, era seguro que esperaba que fuera más
importante que su propia vida—. No quería darte falsas esperanzas.
—Mentiras —le dije—. No querías darme esperanza alguna.
Pasaron varios segundos y, finalmente, su mirada se encontró con la mía.
—¿L
77
—¿Vas a intentarlo?
—¿Intentar qué? Eres su hijo, ¿no es así? —le dije.
—En una forma de decirlo.
—¿Entonces por qué te diría que no?
—No le gusta molestarse a sí misma con nuestros asuntos —dijo Henry.
—Estoy segura de que no le importará apartarse de lo que sea que ella hace
con el fin de sanarte —le dije. ¿Por qué estaba siendo tan difícil?
¿Kate?
Me quedé helada al oír el sonido de la voz de James, pero Henry no hizo
mucho más que fruncir el ceño.
Kate, vuelve, dijo James, las palabras no fueron más fuertes que un susurro.
Es importante.
Siempre era importante. Suspiré internamente y me incliné sobre la cuna
para darle a Henry un beso en la mejilla.
—Me tengo que ir. Estaré de vuelta pronto.
—Por supuesto —dijo distraídamente, una vez más, mirando hacia abajo a
la cuna. Su mirada no estaba centrada en el rostro de Milo, sin embargo, era
como si estuviera mirando a través de él. ¿Qué estaba pasando?
El cuarto del bebé se desvaneció, reemplazado por el interior de un avión. A
pesar de la amplia sala que proporcionaba la primera clase, mi brazo dolía
por la forma en que me apoyé contra la ventana, e hice una mueca. Estos
fueron los únicos boletos que pudimos conseguir, y James habían insistido
en que Henry se lo pagaría. Durante mi primer verano lejos, había sido
reacia a gastar el dinero de Henry y forcé a James en clase turista. Esta vez,
no discutí. Había aprendido mi lección acerca de pasar doce horas
hacinados entre un bebé llorando y un pasajero roncando que trataba mi
hombro como una almohada.
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—Ahí estás —dijo James—. ¿Hambrienta? —Se sentó a mi lado, y sobre la
bandeja plegable delante de él estaban ubicados dos platos reales de
hamburguesas y papas fritas. Extravagante. James no se había molestado
con una de ellas, sin duda pedida para mí, pero con la otra había apilado las
papas en una estructura tambaleante.
—Depende —le dije, estirando mis piernas—. ¿Me alejaste de Henry sólo
para pedirme mis papas fritas?
—Por supuesto que no —dijo James alegremente, y sacó una botella de
plástico de salsa de tomate de su mochila—. Si las quisiera, me las habría
robado. ¿Salsa de tomate?
—¿De verdad trajiste una botella de salsa de tomate al avión? ¿Cómo la
pasaste a través de la seguridad?
Sonrió.
—Mi secreto.
Moví mi plato sobre mi bandeja plegable. A diferencia de la clase turista,
salía del brazo de mi silla, y en la parte posterior del asiento frente a mí
había una amplia pantalla reproduciendo una película que no reconocí.
—Estás loco.
—Prefiero el término habilidoso. —Roció en forma de foso con salsa de
tomate alrededor de su fortaleza de papas fritas—. De todos modos, te
desperté porque estabas murmurando algo. ¿Qué estabas soñando?
Agarré una de mis papas fritas y me la metí en la boca. No era del todo
mala para ser comida de avión. Por otra parte, las pocas comidas que había
tenido en aviones antes no habían sido servidas en porcelana blanca y con
cubiertos.
—No estaba soñando. Estaba con Milo y Henry.
James frunció el ceño.
—¿Con qué frecuencia está Henry allí contigo?
79
—Todo el tiempo. Le pedí que se quedara, y lo hizo.
—¿Puedes tocarlo? —dijo James, y asentí—. ¿Qué pasa con Milo?
—Él puede. Yo no.
—Bien. —Su ceño se profundizó—. ¿Qué has estado diciéndole?
—¿Qué, no puedo mantener una conversación privada con mi marido sin
que te entrometas?
James dejó la botella a un lado y me miró.
—¿Le dijiste a dónde vamos y lo que estamos haciendo?
—Por supuesto —le dije—. Bueno, no, quiero decir, le dije lo que estamos
haciendo y que vamos para África. No mencioné Zimbabwe
específicamente.
—Bien. —Él pasó sus dedos por los míos, y me aparté, doblando mis manos
y colocándolas en mi regazo. Amigos o no, él intencionalmente había
lastimado a Henry hace tantos años al tener un romance con Perséfone.
Mientras que Henry podría haber estado dispuesto a perdonar, sin duda, no
lo había olvidado, y no estaba dispuesta a darle ninguna razón para
preocuparse—. ¿Cómo te ha estado tratando? ¿Ha dicho algo extraño?
¿Hecho algo que no parecía del todo bien?
—¿Qué es esto, veinte preguntas? —Me recosté en mi asiento, dejando mi
plato casi intacto—. No es de tu incumbencia.
—Sí, lo es. Nunca hemos tenido una situación como esta antes. Durante la
primera guerra, obviamente no estaba vivo en ese entonces, pero Walter…
—No quiero oírlo. —No cuando tenía algo que ver con Walter.
—Es necesario. —La voz de James era sorprendentemente amable—. No
importa lo que Walter es para ti, ¿de acuerdo? Olvídate de él. No es
importante en este momento.
—Nunca ha sido importante. —En lo que a mí respecta, nunca lo sería.
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—Yo no iría tan lejos —dijo James con una sonrisa irónica—. Él es el rey de
los dioses y cabeza del Consejo, después de todo. Todos somos sus hijos.
Sabes eso.
—Y qué, ¿estás diciendo que soy tonta por no averiguarlo antes? —le dije, y
aunque James negó con la cabeza, todavía me sentía como una idiota.
Estaba en lo cierto. Él y Ava me habían dicho que cada miembro más joven
del Consejo era uno de los hijos de Walter.
—No eres estúpida —dijo James—. No, en absoluto. Walter es el estúpido
por no intervenir para actuar como tu padre cuando Diana nos dijo que su
cuerpo mortal tenía cáncer. Tu madre quería que él lo hiciera —agregó—.
Así que no estés molesta con ella por esto, ¿de acuerdo? Ella luchó duro para
hacer que apareciera. Phillip incluso se ofreció a presentarse como tu tío,
pero al final, Walter decidió que pasar por eso sola te daría una mejor
oportunidad de superar las pruebas.
—Es un hijo de puta —susurré, medio esperando que un rayo rompiera a
través del cielo y nos noqueara en el aire.
—La mayoría de las veces —estuvo de acuerdo James—. Él no entiende bien
las emociones, supongo. No fue un gran padre para ninguno de nosotros,
excepto quizás para Ava, y fue adoptada. No puedes culparlo demasiado,
sin embargo. Tampoco tuvo exactamente el mejor modelo a seguir.
Eso no compensaba el abandonarme cuando sabía que lo había necesitado,
pero sí ayudó saber que yo era parte de la regla y no la excepción.
—Es bueno saber que no me perdí de nada —murmuré.
James soltó un bufido.
—Difícilmente. Hace parecer a Henry una pegajosa, colegiala de ojos
saltones.
Al menos sabía que Henry era un buen padre, y al final, eso era lo que
importaba, que Milo tenía un padre. Mi infancia ya había terminado. La
suya apenas estaba comenzando, y no estaba dispuesta a dejarlo pasar por lo
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mismo que yo había soportado. Tendría un padre, uno que lo amara, uno
que vería todos los días. Me aseguraría de ello.
—Tenemos que hablar acerca de tus visiones ahora —dijo James en voz
baja—. ¿Me dejarías ir contigo y ver?
—¿Venir conmigo? No es como que viaje, sabes. Todavía estoy aquí cuando
las tengo.
—Puedes llevar a alguien contigo si lo desea, sin embargo. Perséfone lo hizo
conmigo a veces.
—Estoy segura de que lo hizo —dije, rodando mis ojos.
Él gimió.
—No de esa manera. Quiero decir, puedes deslizarte en ella ahora, ¿no?
¿Has ganado control?
¿Después de nueve meses de nada más que hacer?
—Sí, lo tengo bajo control.
Puso su mano sobre la mía de nuevo, y esta vez no me aparté.
—No sé cómo lo hizo Perséfone, exactamente, pero me lo describió como
nadar a través de néctar. En vez de romper la conexión por lo que estaba
sola, me llevó con ella.
Bien. No estaba ayudando.
—Si me necesitas para llegar allí, entonces, ¿cómo te las has arreglado para
hablar conmigo cuando estaba allí antes?
—Eso es diferente. Lo hice mentalmente. —Así.
Su voz resonó en mi cabeza, más fuerte de lo que jamás había sido antes, y
me aparté de él.
—¿Qué fue eso?
—Shh —susurró alguien en los asientos detrás de nosotros.
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James se rió en voz baja, pero no había nada divertido en esto.
—Ese fui yo, por supuesto.
—Pero cómo… —Me detuve en seco y bajé mi voz a un susurro—. ¿Cómo
hiciste eso?
—Es fácil. Todos podemos hablar mentalmente de uno a uno. No todos a la
vez, porque eso se pondría muy atestado y muy, muy ruidoso, pero si
centramos nuestros pensamientos en una persona, podemos hacerlo. —Me
ofreció su mano de nuevo—. Inténtalo.
Dudé.
—¿Cómo?
—Sólo piensa en algo, y empuja ese pensamiento en mi dirección.
Cerré mis ojos y me concentré en la sensación de su piel contra la mía. Su
mano era cálida, sus dedos imposiblemente suaves, y había algo
reconfortante en ello. Familiar.
Esto es loco.
—Todos estamos un poco locos, cuando piensas en ello —dijo James, y mis
ojos se abrieron de golpe.
—¿Funcionó?
—Felicitaciones, has dominado el arte de pensar. Ahora vamos a llevar esta
conexión un paso más allá. Entra en tu visión y llévame contigo.
Al parecer, era demasiado esperar que él se hubiera olvidado de invadir mi
privacidad así.
—No va a funcionar. ¿Por qué quieres ir conmigo de todos modos?
—Por varias razones —dijo de una manera cautelosa que significaba que
estaba ocultándome algo. Bien pensado, yo estaba bastante segura de que él
siempre lo estaba.
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—¿Cómo qué?
—Así puedo obtener una buena idea de cómo es el diseño de la fortaleza de
Calliope —dijo—. Así sé dónde pasan su tiempo Calliope y Cronos. Así
puedo ver dónde…
Se detuvo, y frunció el ceño.
—¿Así puedes ver dónde qué? —dije, y su expresión se volvió distante.
—¿Alguna vez conociste a Iris? —dijo, y yo negué con la cabeza—. Ella fue
otro de los mensajeros de Walter.
—¿Fue?
Se aclaró la garganta y miró su fortaleza de papas fritas, pero su corazón no
parecía estar en ello más.
—Calliope la asesinó el día que Henry te rescató.
Mi boca se abrió, pero por un buen rato, nada salió. No importaba que yo
no la hubiera conocido; el dolor de James se deslizó a través de mí tan
ciertamente como si fuera tangible.
—Lo siento —dije al fin—. No puedo imaginar por lo que debes estar
pasando.
—Era una de mis mejores amigas —dijo en voz baja—. Es diferente cuando
eres inmortal, siempre tomas a la gente por sentado. Quiero decir, ellos
estarán ahí en un siglo o dos, ¿cierto? No hay necesidad de decirles cómo te
sientes, porque siempre habrá otra oportunidad.
Apreté su mano.
—Estoy segura de que ella lo sabía, incluso si tú nunca tuviste la
oportunidad.
—Walter nunca debería haberla enviado en primer lugar. —James tomó una
respiración temblorosa, y al fin me miró. Fingí no darme cuenta del
enrojecimiento en sus ojos—. Quiero ver dónde murió. Pero también
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necesito tener una idea de lo que está pasando así el Consejo puede formar
una estrategia. Si vamos a rescatar a Milo, necesitamos saber dónde está.
—¿Realmente harías eso? —dije.
Él me dio una mirada extraña y sonrió.
—Por supuesto. Es tu hijo.
Eso era todo lo que necesitaba oír. Apreté mi agarre en sus dedos, cerré mis
ojos y me concentré en su mano, todo el tiempo deslizándome en mi visión.
Él me contuvo hacia atrás, sin embargo, como si estuviéramos
moviéndonos por arena movediza. Esto era imposible.
—No puedo hacerlo.
Casi estás allí. Sigue adelante.
Seguí empujando. La calidez de Milo permanecía frente a mí, esperando, y
no podía decepcionarlo.
Finalmente, como si emergiera de un océano interminable de barro, salimos
a la superficie juntos. Planté mis pies firmemente en el suelo de la
guardería, pero James tropezó, y le tomó un momento para enderezarse.
—Whoa. Me olvidé de las secuelas. —Miró alrededor de la guardería de
color ocaso. Henry estaba de pie en la esquina, alimentando a Milo con un
biberón, y los ojos de James se ampliaron—. Finge que no estoy aquí.
—¿Qué…? —Empecé, pero Henry se volvió hacia mí, con una sonrisa vacía
en su rostro. La ansiedad se agrupó en mi estómago. ¿Se estaba
desvaneciendo? ¿Era por eso que apenas estaba allí más?
—Bienvenida de nuevo, Kate —dijo Henry, su voz tranquila de alguna
manera reverberando a través de la guardería, como si estuviera hablando
en un valle profundo—. Milo comenzó a quejarse.
—Claro —dije, mirando a James. ¿Henry no iba a decir hola?—. Lo siento
por irme así antes. Algo ocurrió.
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Henry asintió una vez, sus ojos desenfocados. Él apenas parecía notar que
estaba sosteniendo a Milo.
—Nada terrible, espero.
Negué con la cabeza.
—Sólo el almuerzo.
James se movió hacia Henry, un paso lento a la vez, hasta que estuvo a
apenas quince centímetros de distancia. Henry no hizo tanto como
parpadear. ¿Cómo podía verme y no saber que James estaba allí?
Sin decir una palabra, James salió de la guardería. ¿Esperaba que lo siguiera?
¿O estaba memorizando el pasillo en el que estaba Milo? Con suerte miraría
por la ventana, también, más no había forma de que él sabría en cuál nivel
estábamos. A menos de que Calliope no se hubiera fijado en el enorme
agujero en el suelo todavía.
Durante los siguientes minutos, ni Henry ni yo dijimos nada. En cambio,
me moví a su lado y observé a Milo comer. No pasaría mucho más tiempo
antes de que yo fuera la que estuviera sosteniendo el biberón por él.
Estábamos casi en Johannesburgo, y desde allí era un vuelo mucho más
corto a Zimbabwe. Tan pronto como Henry fuera sanado y Rhea estuviera
de nuestro lado, terminaríamos esta guerra.
Un movimiento cerca de la puerta llamó mi atención. Levanté la vista,
esperando que James volviera a escondidas a la habitación. En cambio una
chica entró, cargando una pila de mantas que oscurecían su rostro, pero yo
la hubiera reconocido en cualquier parte.
Ava.
Puso las mantas en un aparador metido en la esquina, una nueva adición
desde la llegada de Milo, y ella saltó.
—¿Q-qué estás haciendo aquí?
Mi boca se abrió. ¿Ella podía verme?
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—¿Qué crees que estoy haciendo aquí?
En vez de contestarme, se apresuró hacia nosotros, con los brazos
extendidos.
—Si Calliope averigua que has estado otra vez aquí, estará furiosa. Dámelo.
Sin advertencia, dio un paso a través de mí y tomó a Milo de los brazos de
Henry. Mis entrañas se convirtieron en hielo. Ella podía ver a Henry, pero
no podía verme.
Y estaba sosteniendo a nuestro hijo.
—Devuélveselo —dije, extendiéndome por él, pero por supuesto mis manos
pasaron a través de los dos.
Henry se aferró a la botella, y desprovisto de su comida, Milo empezó a
llorar. Sus gritos eran más fuertes y más sanos de lo que habían sido los
primeros días, pero tan tranquilizador como eso debería haber sido, ellos
impulsaron cada instinto que tenía de ayudarlo.
—Henry. —Agarré su mano—. No la dejes que se lo lleve. Él todavía tiene
hambre.
Finalmente Henry parpadeó y sacudió la cabeza lentamente, como si se
sacara de un sueño despierto.
—Estoy haciendo lo que se me ha pedido —le dijo a Ava, ignorándome—.
Estoy cuidando de mi hijo.
—Él no es tu hijo —siseó Ava, acunándolo en su pecho y dándole la espalda
a Henry. Furia caliente pasó a través de mí, remplazando mi asombro.
—Perra —gruñí, avanzando hacia Ava. No me importaba que ella no
tuviera idea de que yo estaba allí. Había intentado ver las cosas a su
manera, pero si ella iba a alejar a Milo de su padre, si iba a insistir en que
Calliope era su verdadera madre…
—¿Kate? —La voz de James cortó a través de mi rabia—. No te muevas. No
digas nada.
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—Esta vez no —dije, pero mis pasos vacilaron. Ava se encorvó sobre Milo,
como si estuviera escudándolo con su cuerpo. ¿De qué? ¿De su propio
padre?—. Se robó a Milo directamente de los brazos de Henry.
—Sólo está tratando de protegerlo —dijo James.
—¿Protegerlo? —Exploté—. Es su padre, y ella se está robando a Milo…
—Ella no se lo está robando.
—¡Mírala! Henry, ¿por qué no estás…?
Me di la vuelta para enfrentarlo, pero su expresión era tan inexpresiva
como siempre. Como si él fuera nada más que un modelo de cera sin vida.
—¿Henry? —dije con incertidumbre—. Henry, ¿qué está…?
James se interpuso entre nosotros, y lo miró con tanto odio que me detuve
en seco.
—Lo siento, Kate —dijo—. Ese no es Henry.
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Capítulo 6 RHEA
Traducido por Aylinachan y Maru Belikov
Corregido por Flochi
o es Henry.
Las palabras daban vueltas en mi cabeza como si estuvieran
atrapadas en un laberinto y no pudieran encontrar la salida.
—Por supuesto que es Henry —dije. ¿Quién más podría ser?
Me había tocado. Se había quedado con nuestro hijo. Había hecho todo lo
que Henry hubiera hecho.
Sin embargo, no me había besado. Algunas de las cosas que había dicho no
habían sonado bien, no habían sonado como Henry. Algo se sentía raro
todo el tiempo. Lo descarté como una consecuencia de mi visión, de él
apenas aferrándose a este mundo en primer lugar, pero ¿y si no lo era?
El frío me llenó de terror. La única persona capaz de imitarlo tan bien,
Cronos.
Por supuesto. Por supuesto. Yo era una idiota y todo este tiempo él había
jugado conmigo. Había cuidado de Milo. Lo había alimentado. Lo había
mecido para dormirlo. Había estado a mi lado durante horas, mirando como
el pecho de Milo se elevaba y caía de manera constante.
N
89
—Vamos —dijo James suavemente, tomando mis manos temblorosas—.
Vamos a salir de aquí.
—No puedo. —Me quedé mirando la tomadura de pelo de Cronos en forma
de Henry y la furia ardiente que nunca había sentido antes corrió por mí—.
No puedo dejar a Milo.
—No hay nada que puedas hacer por él aquí —dijo James—. Ava se
asegurará de que no le pase nada.
A pesar de que la ira sacudía mis huesos, sabía que Cronos no lo lastimaría
tampoco. Cualquiera que sea la razón que tenía para hacerlo, él había sido
bueno con Milo hasta ahora y James tenía razón. No había nada que
pudiera hacer, no cuando yo no podía siquiera tocar al bebé.
—Vamos a ir al Consejo tan pronto como encontremos a Rhea —prometió
James—. Pero ahora tengo que hablar contigo y no podemos hacerlo delante
de él.
Miré a Cronos por encima del hombro de James.
—No está escuchando. Es prácticamente un zombie.
—Siempre está escuchando. —Me tocó el hombro—. Vamos, antes de que
vuelva a despertar y empeoren las cosas.
En otras palabras, antes de que pudiera amenazarme con guardar silencio o
la inacción. Después de decirle un silencioso adiós a Milo, cerré los ojos y
me fui de la guardería, luchando a través de la arena movediza para volver a
nuestra realidad.
Después de la brisa salada del Mediterráneo, el aire viciado del avión olía
extraño. A mi lado, James parecía tan pálido como me sentía yo y ardientes
lágrimas corrían por mi cara. James en silencio me ofreció un pañuelo de su
bandeja. Cuando no la acepté, él mismo me secó las lágrimas.
—Debería haberlo sabido —susurré.
90
—No es culpa tuya —dijo James—. Cronos podría haber engañado a
cualquiera de nosotros y es lógico que tuvieras esperanzas de que Henry
estuviera en alguna parte. No es irracional. Es humano.
—Yo sabía que algo andaba mal. No paraba de decir cosas extrañas, no me
besaba y la manera en que podía sostener a Milo cuando yo no podía
tocarlo... —Negué con la cabeza—. Debería haberlo sabido.
—Ahora lo sabes, eso es lo importante —dijo James—. Necesito saber lo
que le dijiste.
Un nudo se formó en mi garganta.
—Todo.
Le hablé de Rhea. Le había dicho los planes del Consejo para luchar. Todo
lo que ellos me habían confiado, se lo revelé directamente al enemigo. Una
vez más, debido a mi estupidez, cualquier ventaja que habíamos tenido
sobre Cronos se había esfumado.
James me abrazó y me puse rígida. No merecía su simpatía.
—Todo va a ir bien —dijo, un vacío consuelo. Independientemente de si
había algo que él pudiera hacer o no, no podía garantizar que todo iba a salir
bien. No podía prometer que Henry viviría o que alguna vez podría abrazar
a Milo o que el Consejo capturaría a Cronos y se aseguraría de que Calliope
no hiciera daño a nadie. No podía compensar las incontables vidas ya
perdidas por mi causa.
—Nunca voy a verlos de nuevo —le susurré.
—Sí, lo harás. Me aseguraré de que lo hagas.
Me acurruqué en el asiento y apoyé la cabeza en su hombro, perdida en mi
interior. No podía soportar tanto antes de quebrarme y Calliope lo sabía.
Cronos lo sabía. Mantenerme fuerte para mi madre mientras se estaba
muriendo había sido fácil, mantenerme fuerte por mí misma había sido
imposible. Ahora no tenía a nadie por quien ser fuerte, ni siquiera a Milo.
Ni siquiera a Henry.
91
James estaba siendo fuerte por mí, sin embargo. Se lo debía, y a Henry, a
Milo, a mi madre y a todo el mundo, tenía que tratar de no desmoronarme.
Tragué saliva y mi garganta seca protestó.
—¿Sabía él que estabas ahí?
Negó con la cabeza.
—Él podía verte, pero sólo porque te espera y ya ha establecido esa
conexión contigo. Sabrá que alguien vino porque estabas hablándome, pero
a menos que se dé cuenta de quién era yo, no va a ser capaz de ver si
volvemos otra vez.
—¿Cómo sabías que no era Henry?
—No lo sabía —dijo James, pasando los dedos por mi pelo—. No hasta que
lo vi. La única pregunta es ¿por qué?
Mi barbilla tembló.
—Hice algo muy estúpido.
—¿Qué estupidez? —dijo James.
Apreté los labios, luchando contra el impulso de volver a caer en la
guardería de la puesta de sol.
—Le prometí a Cronos que me quedaría con él y… y sería su reina si él no
mataba a nadie. Y si me daba a Milo.
James exhaló.
—Oh, Kate.
—Lo siento. —Traté de alejarme de él, pero apretó su brazo alrededor de mi
hombro—. Lo siento mucho, James. No tenía ni idea. Pensé… no sabía lo
que estaba pensando…
—Pensabas que tenías la oportunidad de hacer lo que siempre haces —dijo
James con una amabilidad que no me merecía—. Ibas a ofrecerte a ti misma
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con el fin de salvar a la gente que amas. Ese es el problema que tienes, lo
sabes.
Sorbí las lágrimas.
—Sólo quería ver a Milo de nuevo.
—Lo sé —murmuró, besando la parte superior de mi cabeza—. No tienes
nada de qué disculparte.
—Pero toda esa gente… Atenas…
—… habría sucedido igual sin importar lo que hicieras. Cronos siempre
tuvo la intención de causar tanta destrucción como sea posible. Eso no tiene
nada que ver contigo Kate, te lo prometo. —Hizo una pausa—. De hecho, el
acuerdo podría funcionar para nosotros.
—¿Cómo? —Me sequé las mejillas con la manga—. Él sabe que vamos con
Rhea para pedir su ayuda. Sabe que ella puede curar a Henry, y a la primera
oportunidad que Cronos tenga, va a matarlo.
—Probablemente —dijo James—. Nos aseguraremos de que no tenga esa
oportunidad, sin embargo, y mientras tanto, tenemos una línea directa con
Cronos.
—No va a atender a razones.
—No, pero podría escucharte. Sobre todo si se le convence de que estás
todavía de su lado.
Una oleada de nauseas se apoderó de mí.
—Nunca estuve de su lado.
—No importa si él no sabe eso —dijo James—. Siempre está dispuesto a
creer lo peor de nosotros. Utilizaremos eso en su contra. Supongamos que
quieres reunirte con él, pero Walter te tiene como rehén. Quieres estar con
Milo, por lo que ni siquiera es realmente una mentira.
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A menos que pudiera ver la mentira en una verdad, al igual que Henry
podía.
—Vendrá tras de ustedes —le dije—. Atacará el Olimpo.
James se rió entre dientes.
—La última vez que Cronos lo intentó, terminó en el hoyo más caliente y
profundo de la tierra. Dudo que lo haga otra vez.
Pero no importaba lo mucho que estaba tratando de convencerme de que no
era un gran problema, escuchaba la preocupación en su voz. Esta era toda su
familia, también. Esta era su casa y se lo estaba jugando todo ¿en qué? ¿En
la pequeña posibilidad de que Cronos pudiera escucharme? Si James tenía
razón y Cronos había oído todo lo que había sucedido en la guardería,
entonces sabía que yo lo sabía. Y sabía que estaba enfadada.
—¿Qué pasa si no funciona? —susurré, buscando su mano y entrelazando
mis dedos con los suyos. Un contacto amistoso. Nada más, pero necesitaba
más, y así lo hizo.
James apoyó la cabeza contra la mía.
—Entonces tendremos que pensar en algo más ahí fuera.
Seis horas y un vuelo de conexión más tarde, aterrizamos en Zimbabwe.
James paró un taxi en la acera del aeropuerto y pronto estuvimos viajando
en una carretera remota hacia un lugar que no podía pronunciar, sin
importar cuantas veces James tratara de enseñarme.
—Al final lo conseguirás —dijo con una sonrisa, pero un instante después
se puso serio—. Ninguno de nosotros ha contactado con Rhea en mucho
tiempo. No tengo ni idea de cómo va a reaccionar y no puedo prometerte
nada.
—No necesito promesas —le dije, pero mi interior se revolvió. ¿Qué pasaba
si no podía convencer a Rhea de que nos ayudara? ¿Y si no sanaba a Henry?
94
Me enderecé en la parte trasera del taxi. No importaba lo que hiciera falta,
no importaba lo que tuviera que prometerle, encontraría una manera de
hacer que eso ocurriera. Encontraría una manera de salvar a Henry. Si Rhea
era realmente tan despreocupada sobre el resto del mundo que no estaba
dispuesta a dar un paso adelante y ayudarnos a luchar…
Ella lo haría. Tenía que hacerlo.
El paisaje de Zimbabwe, en su mayor parte, parecía sorprendentemente
familiar. Más seco y más salvaje, con maleza, pero más cerca de casa de lo
que esperaba. Apoyé la frente contra la ventana rota de la cabina. Unas
cuantas personas caminaban por la orilla de la carretera con carteles
maltrechos hechos de cartón, pero el taxi aceleró más antes de que pudiera
ver lo que decían.
Nos detuvimos al borde de un pueblo que parecía más un barrio pobre de
una ciudad. James me tomó de la mano con fuerza mientras caminábamos
por el camino angosto entre empedrados edificios juntos, alguno de los
cuales se inclinaban peligrosamente a un lado. Desperdicios llenaban las
improvisadas calles y algunos niños vestidos con ropas gastadas
comenzaron a seguirnos.
—¿No tenemos nada que podamos darles? —dije. James se detuvo el
tiempo suficiente para quitarse la mochila y sacar varias manzanas que
estaba segura de que no estaban ahí antes. Le dio una a cada niño, pero la
multitud continuó creciendo y frunció el ceño.
—Kate, quiero ayudar tanto como tú quieres, pero tenemos un horario.
—Hemos perdido un día de vuelo cuando podrías habernos dejado mucho
más cerca —le dije—. Tenemos unos minutos para esto.
James continuó sacándolas.
—Sabes cómo crear. Mete la mano y ayúdame.
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—En realidad, no sé —le dije, pero metí la mano en la bolsa y lo intenté de
todas formas. ¿Qué se suponía que tenía que hacer, solo imaginar que estaba
allí? Cerré los ojos e imaginé una jugosa manzana amarilla. Y entonces…
Nada. Perfecto.
James se rió entre dientes.
—Eres la peor diosa que he conocido.
—Calliope es la peor diosa que has conocido. Yo solo soy la más
incompetente. —Fruncí el ceño—. Ayudaría si alguien se hubiera
molestado en enseñarme como hacer las cosas, ya sabes.
—Oye, te enseñé como pensar. —Sonrió, y le lancé una mirada—. Hablando
en serio, todos más o menos ocupados ahora, pero veré lo que puedo hacer.
La mayoría de ello toma décadas por aprender.
Nosotros no teníamos décadas, no si yo tenía una oportunidad de ayudar en
la guerra. James sacó unas manzanas más, pero la multitud continuó
creciendo. ¿Estaban realmente tan hambrientos que una manzana era
suficiente para que dejaran de hacer lo que estaban haciendo y vinieran aquí
corriendo?
Un niño gritó en un lenguaje que no entendí, pero instintivamente supe lo
que estaba diciendo al chico con el que luchaba. Mía.
—Wow, oye, espera —habló James, tratando de pasar a través de los niños
y niñas con ojos inocentes para alcanzarlo—. Sin pelear, hay muchas de
donde…
—Cálmense, hijos míos —murmuró una voz que parecía venir de todos
lados y de ningún lugar al mismo tiempo. Inmediatamente los chicos se
quedaron quietos, y James dejó salir un profundo respiro. Él no necesitaba
decirme una palabra para saber lo que estaba sucediendo. Rhea estaba aquí.
La multitud se separó, y una chica que no podía tener más de trece caminó
con pies descalzos por el camino. Sus ojos resaltaban contra su piel oscura,
y ella llevaba una colorida bufanda alrededor de su cabeza.
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Se movía con una gracia inhumana, y aunque se mezclaba con la multitud
puramente por su apariencia, irradiaba calidez y confort. No poder y dolor
como Cronos. Mientras pasaba, los niños se estiraban para tocarla, como si
solo eso pudiera curar una enfermedad o darles suerte.
—Abuela —dijo James reverentemente, y mientras ella se acercaba a
nosotros, él se arrodilló—. Te he extrañado.
Rhea tocó su mejilla.
—Hermes —murmuró ella—. He estado esperando por ti. Ha sido
demasiado tiempo.
—Tenía intenciones de venir antes, pero… —Jame se detuvo. No había
excusa para no venir a ver a esta chica. Este Titán—. Lo siento.
—No hay necesidad de disculparse. Estás aquí ahora. Párate —dijo ella, y
así hizo James, deslizando su mano en las de ellas—. Déjennos hablar en
privado.
Ellos caminaron pasándome como si ni siquiera estuviera ahí. James parecía
estar en un trance, y yo vacilé. ¿Debería seguirlos?
—Tú también, hija de Deméter. —Las palabras de Rhea susurraron a través
del aire, y mis pies se movieron sin yo decirles que lo hicieran. En ese
momento la habría seguido hasta el fin del mundo si me lo pidiera.
—Nosotros ya no usamos esos nombres —dijo James, y troté para
alcanzarlos mientras rodeaban una esquina. Ninguno de los niños nos
siguieron, pero cada persona que pasábamos se nos quedaba mirando
abiertamente. ¿Debido a Rhea? ¿O porque James y yo éramos extraños?
Ella nos llevó a lo que resultó ser una gran choza azul con una cruz blanca
pintada en la parte superior. Entramos, y James tuvo que agacharse para
evitar golpearse con la cima de la entrada. En el interior, en lugar de la
iglesia que esperaba, estaba un hospital.
Cerca de una docena de hombres, mujeres y niños descansaban en cunas y
camas tan juntas que los doctores y enfermeras, o al menos asumía que eran
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doctores y enfermeras, no tenían espacio para deslizarse entre ellos. En
lugar de eso, cada paciente estaba de frente con sus cabezas cerca del pasillo
y a centímetros de la pared. Varios estaban tosiendo, y otros lucían tan
frágiles y cerca de la muerte que traté de memorizar sus rostros. ¿Los vería
en el Inframundo? ¿Tendría alguna vez la oportunidad de regresar si Henry
no lo lograba? ¿Qué pasaría con los muertos entonces?
No. No podía pensar así. Rhea nos ayudaría.
—Por aquí —dijo ella, y caminamos a través del estrecho pasillo hacia una
puerta trasera. Esperaba una oficina, pero en su lugar caminamos dentro de
un jardín floreciente con todo tipo de flores y plantas que no reconocí. Mi
madre habría amado este lugar—. Ahora, ¿por qué han venido?
—Sabes por qué —dijo James, aunque muy respetuosamente, y se sentó
abajo en un canasto que servía como un banco—. Cronos ha destruido
Atenas. Hera nos ha abandonado para pelear con él. Hades está al borde de
desvanecerse. Estamos desesperados, y necesitamos tu ayuda.
Rhea empezó a arreglar un arbusto con pequeñas flores blancas.
—Sabes mi posición sobre la guerra —dijo ella—. No puedo participar en
ningún bando.
—Por favor. —James arrugo el rostro. Ir contra ella era claramente doloroso
para él—. Si no nos ayudas a regresar a Cronos al Tártaro, destruirá la
humanidad y nos matará a todos si somos afortunados. Si no, pasaremos el
resto de la eternidad como sus esclavos. Sin Hera, no somos lo
suficientemente fuertes para pelear por nuestra cuenta.
Colocando las flores que recogió en una cesta, Rhea no dijo nada. Después
de casi un minuto, los hombros de James se desplomaron, y supe que era
inútil. Ni siquiera el hecho de la muerte era suficiente para convencer a
Rhea.
Hice una mueca. Era una cosa no querer pelear en ninguno de los bandos de
una guerra, yo tampoco estaba loca por sostener una espada y correr
gritando hacia un campo de batalla. Pero esto era diferente.
98
—No te estamos pidiendo que pelees —dije—. Te estamos pidiendo que nos
ayudes a prevenir más muertes.
—Conozco a mi esposo —dijo Rhea—. Si me involucro, estaría forzada a
pelear, y no lastimaré a ninguna criatura viviente sin importar sus
intenciones. Eso incluye a Cronos.
—¿Incluso aunque mate a billones de personas y prácticamente a todo el
Consejo con el objetivo de conseguir lo que quiere? —Respiré hondo,
forzándome a permanecer calmada. Molestarme no ayudaría a la causa—.
Sabes tan bien como yo que la pasividad no es apoyar a la paz. Es hacerse la
vista gorda a lo que realmente está pasando. Y sin tu ayuda, sí perderemos.
James se estiró por mi mano, pero me alejé. Si él no estaba dispuesto a
pelear, entonces yo lo haría.
Rhea lentamente se giró hacia nosotros. Su serenidad se desvaneció,
reemplazada con una desaprobación fría y me armé de valor contra ella.
Podía disgustarle todo lo que quisiera. No me iba a rendir.
—No sería de ayuda para ti a pesar de lo que hiciera. Mi esposo no
escuchara razón —dijo Rhea—. No alzaré una mano contra nadie. Mis hijos
están mejor servidos por lo que hago aquí.
—Pero tus hijos están muriendo —dije—. Podrías detener eso. Podrías salvar
sus vidas, eres la única que puede. Si no lo haces, morirán, y todo debido a
ti.
Al momento que las palabras dejaron la punta de mi lengua, supe que era lo
incorrecto para decir, pero no podía retractarme ahora. Miré hacia James,
una silenciosa disculpa y rogué para que me ayudara. Él permaneció en
silencio.
Rhea se enderezó, su poderosa mirada enfocada directamente en mí.
—No, hija de Deméter. Ellos morirán debido a ti.
99
Mi rostro ardió, y tomó todo lo que tenía no correr fuera de aquí tan rápido
como pudiera. ¿Cómo sabía? ¿Podía sentir la culpa flotando dentro de mí,
impulsada por cada vida ya perdida debido a mi estupidez?
—Mi nombre es Kate. Y lo siento. Lo siento. No sabía…
—La ignorancia no es excusa para las consecuencias que resultan debido a
ella.
—¿No crees que me di cuenta de eso? —Lágrimas calientes llenaron mis
ojos. Nunca odié tanto a alguien como a Rhea en ese momento. Ni a
Walter. Ni a Calliope. Ni siquiera a Cronos.
No, estaba equivocaba. Me odiaba a mí misma más de lo que jamás podía
odiar a alguno de ellos.
—Él tiene a mi hijo. —Mi voz se volvió gruesa, y mis manos temblaron—.
Por alguna razón incomprensible él quiere que sea su reina…
—No es incomprensible —dijo Rhea con una molesta calma—. Le mostraste
bondad y entendimiento cuando nadie más lo había hecho en un milenio.
Incluso las más ennegrecidas y retorcidas de las almas no puede evitar
responder a la compasión.
Vacilé.
—¿Cómo sa…?
—Sé todo lo que deseo saber.
Mordí mi labio.
—Entonces debes darte cuenta por qué esto es tan importante para mí.
Sabes lo que le prometí a Cronos. Sabes lo que me ha estado haciendo, lo
enfermo…
—Estoy al tanto —dijo Rhea—. Y tienes mi simpatía. Estar de pie a su lado
no te hace su igual a sus ojos, y es una vida difícil, una que no tienes el
poder para pelear.
100
—Yo no, pero tú sí —dije—. Henry es tu hijo, ¿cierto? Él está muriendo. Te
necesita, pero en lugar de eso estás aquí con extraños…
—Nadie que camine esta tierra es un extraño para mí. —Sus ojos
destellaron, una extraña combinación del sol y el océano—. No estoy
abandonando a mi hijo. Él sabía las consecuencias de sus acciones cuando se
comprometió a ellas, y era un riesgo que estaba dispuesto a tomar para
salvarte.
Exhalé bruscamente. No estaba escuchando. No entendía, o quizá lo hacía,
y simplemente no le importaba.
—¿Qué sobre mi hijo? También es de Henry, sabes. Y es tu nieto. Su
nombre es Milo, y no tiene ni siquiera una semana de nacido. ¿Por qué se
merece ser criado por Cronos?
Rhea no dijo nada, y no pude detener las palabras fluyendo fuera de mí
ahora.
—Él nunca me conocerá. No conocerá a su padre. Crecerá llamando a la
perra que lo secuestró madre, el egocéntrico que mató a millones de
personas como su padre y nunca sabrá que estoy aquí afuera amándolo más
a cada momento de lo que ellos lo harán en una eternidad. ¿Qué pudo haber
hecho él para merecer eso?
—Nada —dijo Rhea suavemente—. Tú hijo no ha hecho nada para merecer
eso, así como las persona en esta aldea no han hecho nada para merecer
brutalidad y hambruna.
—Entonces ayúdalo como estás ayudando a estas personas —rogué—. Por
favor, haré lo que sea que quieras…
—Quiero que me dejes en paz.
—Está bien. —Tomé un tembloroso respiro. Ella no iba ayudar al Consejo
con la guerra. Si no lo hacía por billones de personas indefensas en el
mundo, entonces no había absolutamente nada que yo dijera o hiciera que la
hiciera cambiar de opinión—. Me iré, lo prometo. Solo… por favor. Ayuda a
Henry. Al menos dale la oportunidad a mi hijo de conocer a su padre.
101
Una vez más, Rhea estaba en silencio. Sus ojos se volvieron distantes de la
misma manera que Cronos en el cuarto del bebé, y su mano estaba quieta a
medio camino de la cesta. Miré hacia James. ¿Era esa nuestra señal para
irnos? Él se encogió de hombros, y juntos esperamos.
—Muy bien —dijo ella al final, rompiendo el silencio—. Está hecho.
—¿Qué está hecho? —dije, dándole otra mirada desconcertada a James, pero
su ceja se arrugó en confusión—. Rhea, por favor… ¿qué está hecho?
—Dale a tu madre mis saludos —dijo ella, tocando mi hombro. El dolor en
mi brazo por la daga desapareció—. Eres fuerte, Kate. Más fuerte de lo que
crees. Mientras resistas a mi esposo, no me necesitas para tener lo que más
deseas.
—No es sobre lo que quiero —dije, a segundos de quebrarme. ¿Cómo podía
sanarme pero no ayudar a salvar personas que realmente la necesitaban?—.
Él va a matar a todos, esta aldea incluida.
Ella no respondió. En su lugar recogió más flores y regresó a la clínica.
Empecé a ir tras ella, y James agarró mi muñeca en un asidero de hierro.
—No —dijo él.
Antes de que pudiera protestar, otra voz susurró a través del jardín, ronca y
crepitante. Pero real. Tan, tan real.
—¿Kate?
Mi corazón martilló, y me giré, liberando mi mano de James.
Apoyado entre un retorcido árbol y un camino de helecho se encontraba
Henry.
102
Capítulo 7 ATENAS
Traducido por Flochi y Maru Belikov
Corregido por BrendaCarpio
olé a través del jardín y me lancé en los brazos de Henry,
besándolo como si fuera la última oportunidad que tenía.
En verdad era él. Su piel estaba cálida, sus ojos de luz de
luna se enfocaron en mí, y la manera en que me levantó en
el aire y me besó, nadie, ni siquiera un Titán, podía hacer que mis entrañas
se volvieran papilla de la manera en que él lo hacía. Puso su mano sobre mi
espalda, la palma de su mano tan caliente que pude sentirlo a través de mi
camisa.
—Te extrañé. —Mi voz se quebró, y presionó su frente contra la mía así que
lo único que podía ver era a él.
—Estás bien. —Pasó sus dedos a través de mis cabellos de la misma manera
que James lo había hecho en el vuelo, pero eso no era nada más que un
recuerdo distante. Henry estaba aquí ahora, y una parte de mí volvió a
encajar en su lugar.
Él se tropezó, e inmediatamente caí al suelo, buscando en su cara alguna
señal de dolor. En lugar de hacer muecas de dolor, sonrió y tomó mi mano.
—Estoy bien. Solo necesito descanso.
V
103
No estaba segura de creerle, pero James se puso de pie e hizo un gesto hacia
la puerta donde Rhea había desaparecida.
—Debemos darle las gracias y seguir nuestro camino —dijo, viendo a
Henry—. Me parece que no estás en condiciones de regresar al Olimpo, así
que tendremos que hacerlo a la vieja usanza. La puesta de sol es en pocas
horas.
—Espera —dije, ayudando a Henry a avanzar—. Hay un lugar que quiero
ver primero.
* * *
Henry y yo nos sentamos contra la pared del aeropuerto de Zimbabwe, mis
dedos entrelazados con los de él. No lo había soltado desde que había volado
a sus brazos en el jardín de Rhea, y él no había intentado hacerlo.
Lo había besado a hurtadillas en el taxi todo el camino al aeropuerto,
ignorando las muecas que James hacía en el asiento delantero. Ahora que
estábamos en público, Henry parecía vacilante, pero nunca me rechazó.
¿Cómo pude creer alguna vez en la estratagema de Cronos? Nadie,
especialmente el rey de los Titanes, podría reemplazar a Henry alguna vez.
—¿Quieres ver a Milo? —dije mientras esperaba que James regresara del
mostrador de pasajes.
—Sí —dijo Henry sin dudarlo, aunque el cansancio en su rostro me hizo
esperar. Rhea había quitado hasta el último rastro de Cronos de su cuerpo,
pero él se seguía moviendo como si sintiera dolor. ¿Qué le haría el hecho de
atravesar esas barreras de arenas movedizas? ¿Lo haría sentir peor?
—Una vez que descanses —dije, agarrando su mano—. Puedes dormir en el
avión.
104
Su expresión osciló con decepción, pero no discutió. Si hubiera estado lo
bastante bien para verlo, habría luchado como el infierno para convencerme
y la satisfacción inquieta se fijó dentro de mí. Al menos había tomado una
decisión correcta en este día.
—¿Qué pasó? —Habló en voz baja, pero incluso en el medio del ruido del
aeropuerto, escuché cada palabra—. ¿Por qué vamos a Atenas?
Dudé. No había manera sencilla de decirlo y nada que pudiera hacer para
hacerlo menos doloroso, así que lo dije sin tapujos. Le conté todo de lo que
pasó desde que Calliope lo atacó. El asalto a Atenas, mis visiones, todo lo
que Cronos había dicho y hecho, todo salvo la parte donde me había
prometido a él. No pude decirlo, y por la manera en que los músculos de la
mandíbula de Henry se tensaron cuando describí cómo Cronos había
sostenido a nuestro hijo, no quería empeorar las cosas peor de lo que ya
estaban.
—Lo mataré —susurró Henry—. Si tengo que rasgar el mundo para hacerlo,
lo haré.
—Y entonces no serás mejor que él —dije—. Descubriremos cómo
conseguir a Milo sin que nadie más muera, lo prometo.
Henry asintió y pareció relajarse contra la pared. Al menos pensé que se
estaba relajando hasta que sentí las olas indicadoras de poder oscuro
emanando de él.
Toqué su rodilla.
—Henry, tanto como yo quiero rasgarle la cabeza al bastardo, no estás en
condiciones de meterte en una competencia contra un Titán. Descansa
primero, y encontraremos algo después.
Luego de un largo y tenso momento, ese poder resonante se desvaneció.
Miré alrededor con nerviosismo, buscando alguna señal de que las personas
deambulando alrededor de nosotros habían notado algo, pero nadie pareció
darse cuenta.
105
A sesenta metros, encontré a James hablando con una mujer usando una
enorme mochila. Él señaló a lo largo de la terminal, y ella le dio una sonrisa
agradecida y corrió en esa misma dirección. Fruncí el ceño.
—No es el mejor momento para detenerse y dar direcciones, ¿no? —dije
cuando se nos unió. James se encogió de hombros.
—Tampoco es el mejor momento para reunir el suficiente poder para acabar
con la mitad de África —dijo, mirando fijamente a Henry. Se miraron entre
sí—. Además, dar direcciones es lo que hago. Entre otras cosas.
—Como robar bancos —dijo Henry.
—Eso fue una sola vez. —James negó con la cabeza y sacó tres tickets—. El
aeropuerto de Atenas ya no está más, pero conseguí llevarnos tan cerca
como sea posible. ¿Estás segura de querer hacer esto, Kate?
Asentí aturdida. Era importante informar al Consejo, pero yo tenía que ver
el daño. Cronos no había tocado el Partenón por una razón, y quizás allí
hubiera una pista, o algo que pudiera ayudarnos. Además, no tenía dudas de
que Henry se sumergiría en la guerra una vez que regresáramos al Olimpo,
y él necesitaba un descanso antes de ir cabeza a cabeza con Cronos.
Mantenerlo alejado todo el tiempo que fuera posible era la única solución en
la que podía pensar.
Henry presionó sus labios en mi sien.
—Ir a Atenas no ayudará —dijo en voz baja—. No cambiará nada.
—Puede que sí. Podríamos hallar algo. Esas personas murieron por mi
culpa…
—Claro que no. —El ceño de Henry se profundizó—. No tuvo nada que ver
contigo. Cronos habría atacado a la humanidad en un momento u otro, y
nada que pudieras hacer lo habría evitado.
James me miró, pero evité sus ojos. No podía decirle a Henry lo equivocado
que estaba.
106
—Vamos —dijo James, ofreciéndole a Henry una mano. Él la rechazó, y el
brazo de James cayó a su lado—. Nuestro avión estará abordando pronto.
Debería llegar con tiempo suficiente para llegar a Atenas antes de la
próxima puesta de sol.
—¿Por qué importa eso? —dije, estabilizando a Henry por el codo mientras
él se ponía de pie temblorosamente.
—Porque mientras más cerca estemos de Cronos, en más peligro nos
encontramos —dijo James—. No sé ustedes, pero no estoy dispuesto a
arriesgarme por un tiempo prolongado.
A una parte de mí no le importaba, la parte que había muerto junto con el
pueblo de Atenas. Pero la parte de mí que sostenía la mano de Henry y que
soñaba con cuidar a Milo le importaba, por lo que asentí. Mientras menos
tiempo pasáramos en Grecia, mejor. Sin embargo, tenía que ir. No cedería
en eso.
—Tal vez tú deberías volver al Olimpo —le dije a Henry. Si Cronos
descubría que Rhea lo había sanado, Henry estaría muerto en el instante en
que entrara en su alcance. ¿Qué tan amplio era ahora? ¿Hasta qué punto
Cronos podía extenderlo? ¿A Atenas? ¿A Londres? ¿A la ciudad de Nueva
York? ¿Cuánto tiempo antes de que saliera de la prisión de la isla que los
otros lograron construir? Había salido del Inframundo en el solsticio de
invierno. ¿Haría lo mismo este diciembre?
Claro que sí. Esa era la razón por la que el Consejo estaba luchando ahora.
—No —dijo Henry con suave firmeza, y sus dedos se apretaron alrededor
de los míos—. No te dejaré otra vez.
Y egoístamente no podía pedírselo tampoco, a pesar de que nos pudiera
costar todo.
Nuestro vuelo estaba casi vacío. Era como los reportes que había visto en
televisión horas antes de que un huracán golpeara; las autopistas de salida
se atestaban con más personas de las que estaban diseñadas para manejar,
pero los caminos que conducían a la ciudad estaban desiertos.
107
Esos éramos nosotros. Estábamos solos en primera clase, una necesidad
ahora que Henry estaba con nosotros y necesitaba espacio para descansar.
Me senté a su lado, observándolo dormir e intentando persuadirlo de comer
algo una vez que las comidas de lujo llegaron, pero no hizo mucho más que
recoger su pollo y recordarme que los dioses no necesitaban alimentos.
—Estará bien —susurró James desde el asiento frente a mí. Aunque Henry
había vuelto a quedarse dormido, siguió apretando mi mano—. Nunca debió
haber dejado el Olimpo en su condición, idiota terco. Una vez que
regresemos, se recuperará un poco más rápido.
—¿Lo crees? —Apreté los labios—. Esa es parte de la razón por la que quería
ir a Atenas. Me imaginé el momento en que volvamos, va a querer pelear
con los otros. No se dará el tiempo para recuperarse. Al menos de esta
manera recibirá algo de descanso.
James lo miró.
—¿Realmente crees que cambiará de idea sobre luchar?
—Claro. Tienen a Milo. —Y sin importar lo terco que pudiera ser Henry,
no abandonaría a su hijo—. ¿Hay otros?
—¿Otros qué?
—Titanes —susurré—. Hay otros en los mitos, ¿verdad? —James frunció el
ceño, la línea entre sus cejas profundizándose—. Sí, había otros, pero no
serán de ayuda. Fueron enterrados en el Tártaro con Cronos. —Debió haber
visto la mirada en mi cara porque agregó con rapidez—: No tenemos que
preocuparnos por ellos. Cronos nunca les permitiría salir, ante todo, quiere
ser rey, y ellos desafiarían su gobierno. Segundo, todos fueron capturados
antes que Cronos, y las medidas que los seis originales tomaron para
asegurarse que nunca verían la luz del día de nuevo… —Hizo una mueca—.
La única razón por la que no tomaron esas medidas contra Cronos es debido
a que Rhea les rogó que no lo hicieran. Era más o menos como matarlos —
agregó—. O al menos tanto como un Titán puede ser matado. Y debido a
que ella es su madre, la escucharon.
108
—¿Es por eso que no la encerraron?
—Ella no luchó en esa guerra tampoco.
—Cierto —dije. Al menos ella era consistente.
—Deberías dormir un poco —dijo James—. Nos espera un día ocupado.
—Tú también —murmuré, y por el resto del vuelo, traté de seguir su
consejo. Pero dormir significaba visiones y Cronos o pesadillas de titanes
alzándose de la tierra, y no podía soportar ninguna ahora mismo.
El avión aterrizó, y de mala gana desperté a Henry. Sin ningún equipaje
que recoger, fue un camino fácil a través del aeropuerto para conseguir un
taxi, y una vez más nos acomodamos para un viaje.
Atenas no había sido el único sitio afectado por las secuelas del maremoto.
Señales de devastación estaban por todos lados: refugiados se encontraban
juntos en grandes tiendas en los alrededores del aeropuerto, escombros de lo
que una vez había sido Atenas estaban esparcidos a través de la costa, y las
ciudades a través de las cuales condujimos estaban prácticamente vacías.
—Los temblores, han asustado a nuestra gente alejándola —dijo el
conductor del taxi. Una vez más reconocí que las palabras no eran español,
pero de todas maneras las entendí. Esa habilidad debió desarrollarse entre
mi verano en Grecia y ahora—. Después de lo que ha pasado en Atenas,
muchos creen que hemos sido maldecidos.
—¿Temblores? —dijimos James y yo al mismo tiempo, aunque él habló en
lo que debió ser griego, mientras que yo usé español.
—¿No ha escuchado? —dijo el conductor, y por un momento los ojos de
James se volvieron distantes. No pude escuchar lo que estaba diciendo o a
quien se lo estaba diciendo, pero era obvio que se estaba comunicando con
alguien.
—Phillip dice que ha habido docenas de temblores menores alrededor del
Mar Egeo desde el ataque en Atenas —dijo James en voz baja—. Dos
significativos.
109
—Él está intentando escapar de nuestras barreras yendo a través de la tierra
—dijo Henry a mí otro lado.
—¿No está funcionando, cierto? —dije, y ambos él y James sacudieron las
cabezas—. Bien.
Pasé el resto del viaje en taxi en silencio. Las horas pasaron mientras
íbamos a través del campo griego, dirigiéndonos hacia la destrucción
mientras todos los demás se iban. No me permití dormir. Me senté
rígidamente al lado de Henry, cuyos ojos se cerraban por largos períodos de
tiempo, y ni siquiera nuestro conductor parecía muy hablador una vez que
nos informó sobre todo lo que había pasado. James le dijo en que lados
cruzar, y a pesar de lucir molesto al ser dirigido por un turista, no se quejó.
Al final, después de preguntarme si alguna vez llegaríamos a Atenas, el taxi
se detuvo sobre un camino que terminaba en una colina.
—No puedo ir más lejos —dijo nuestro conductor en modo de disculpa—.
No queda nada más a donde ir, y apenas llené el tanque lo suficiente para
regresar.
—Está bien —dijo James, extendiéndole al hombre un fajo de billetes—.
Quédese con el cambio.
Los tres nos reunimos fuera del auto, y agarré el brazo de Henry mientras
James nos guiaba por el camino. Se inclinó mientras circulaba la colina, y
no vi ninguna señal de la ciudad, pero él parecía saber a dónde iba.
—Necesitas prepararte —dijo James mientras rodeábamos la esquina—.
Esto no será fácil.
—No vine aquí por fácil —murmuré. Henry no dijo una palabra, pero él
deslizó su brazo de mi agarre para envolverlo en su lugar alrededor de mis
hombros.
Calidez se esparció a través de mí, y aunque no era suficiente para hacerme
relajar, ayudó. El solo hecho de que Henry estuviera aquí hacía maravillas.
110
Alcanzamos el otro lado de la curva. No sabía que había estado esperando,
más paisaje verde, más árboles, más Grecia, pero en el momento en que vi
la tierra delante de nosotros, me detuve en seco.
El océano brillaba en la distancia, agitando amenazadoramente mientras el
anochecer se acercaba. Delante de ello, donde Atenas se encontraba, no
había nada. La tierra que una vez había estado cubierta con edificios,
hogares y personas yendo a través de su vida diaria ahora era estéril y
marrón. Escombros destacaban donde antes habían estado rascacielos, y
aunque el equipo de rescate estaba esparcido a través de las ruinas, nunca
hubiese imaginado que hace menos de una semana, esto había sido Atenas.
—Se ha ido —susurró James, y a tientas busqué hasta que encontré su
mano. Sus dedos estaban fríos—. Sólo se ha… ido.
A mi otro lado, Henry reconoció la escena enfrente de nosotros con
sepulcral silencio. Tirando lo suficiente lejos de la destrucción para medir
su reacción, una ola de nausea se apoderó de mí. Él no lucía muy diferente.
Su expresión era imperturbable y sus ojos distantes, pero no había horror en
sus ojos. Solo la misma tristeza que siempre estaba allí.
Esto era su realidad. Él se rodeó con la muerte por eones; ¿por qué
presenciarlo en la superficie sería diferente de ver la muerte en el
Inframundo? ¿De gobernar sobre ellos, juzgar sus vidas, escoger los
destinos de esos que no podían elegir por sí mismos?
A pesar de la razón, la manera en que miraba a las ruinas con un silencio de
aceptación me daba escalofríos. Yo nunca quería lucir así. Nunca quería
sentir como si la muerte no fuera una gran pérdida, porque para la familia,
amigos y seres amados de Atenas habían dejado atrás, era terrible.
Me incliné contra él, y los tres no quedamos de pie allí, juntos. ¿Cómo
alguien que decía ser capaz de amar hacía esto?
Sin embargo, Cronos no era mortal. Él no entendía los lazos de la
humanidad o el miedo, e impacto de la muerte. Para él, no había hecho nada
más que limpiar un hormiguero o una vereda, sin darse cuenta que las
ondas serían sentidas por millones de personas.
111
No, él sabía. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. A él simplemente
no le importaba.
—Podemos… ¿podemos ir al Partenón desde aquí? —dije—. Quizá Cronos
dejó algo o…
—No hay nada allí más que ruinas y polvo —dijo James.
—Lo sé, pero…
Henry apretó mi mano.
—Yo te llevaré.
Antes de que pudiera protestar, el mundo alrededor de los tres se disolvió, y
aterrizamos en medio de antiguas ruinas. Encima de nosotros, el cielo era
una sinfonía de color, un completo contraste con la devastación debajo.
—¿Estás bien? —dije, observando a Henry. Estaba pálido, y un fino brillo de
sudor cubría su frente, pero él asintió.
—Viviré. Busquemos esta pista.
El tono de su voz hizo obvio que estaba con James en esto, que no había
forma de que Cronos dejara ningún tipo de señal para nosotros, pero tenía
que intentarlo. Caminé alrededor de la estructura desmoronada, buscando
por lo que sea que luciera fuera de lugar. James y yo habíamos visitado el
Partenón durante mi primer verano lejos de Henry, pero yo apenas miré los
detalles en ellas, más enamorada de la vista. Ahora deseaba haber prestado
más atención.
¿Qué estaba buscando? Los pilares lucían igual. A pesar de la destrucción
abajo, el Consejo había estado en lo cierto: Cronos había dejado estas ruinas
tranquilas. ¿Por qué?
Quizá realmente era sólo una señal. Una oferta de paz si ellos se hacían a
un lado. Pero Walter había sido insistente que Cronos los destrozaría a
todos sin importar sus esfuerzos contra él. ¿Estaba equivocado? ¿O Cronos
estaba atrayendo a los otros a no entrar en acción?
112
Pateé un poco de tierra. No hay manera de saber sin preguntar, y la
probabilidad de que Cronos me dijera toda la verdad era minúscula.
Excepto…
Entorné los ojos. El suelo no había sido hecho de tierra la última vez que
estuve aquí. Arrodillándome, limpiando el polvo lejos, revelando la
deteriorada piedra debajo. Mi corazón se hundió. Sólo escombros del
tsunami. Pero eso no tenía sentido. ¿Cómo pudo eso llegar aquí?
—¿Hay una manera de quitar todo este polvo de aquí? —dije, y a unos
metros de distancia, James movió su mano. Un viento suave sopló a través
de la tierra, revelando el suelo debajo… junto con una serie de dibujos
grabados en la piedra. No había manera de que un humano hubiese hecho
eso. Eran muy intrincados, muy sofisticados, muy imposibles. Las
imágenes parecían sesgar la misma piedra, como si esas cosas realmente
existieran con ellas.
—¿Qué demonios es eso? —dijo James. Él y Henry retrocedieron, y yo me
levanté. Esto no había estado aquí la última vez tampoco.
Sobre la tierra, era imposible de verlos todos mientras se esparcían a través
del Partenón. En lugar de eso me enfoqué en el más cercano a mis pies: un
dibujo de quince tronos, todos consumidos por fuego. Incluso aunque las
líneas no se movían, era fácil de ver el parpadeo de las llamas.
Mi pulso se aceleró, y me apresuré hacia el otro. Una figura enorme se
cernía sobre una grieta en la tierra, mientras una docena de pequeñas
figuras combatían.
Cronos escapando del Inframundo.
—¿Es esta su versión de historia? —dije, asombrada—. No solo historia,
pero sus planes para el futuro, también.
Lentamente Henry, James y yo caminamos alrededor de las ruinas,
examinando cada dibujo. Algunas eran de antes de que yo naciera, algunas
antes del nacimiento de la humanidad, y Henry y James en voz baja me las
113
explicaron. Pero otros los reconocí. El dibujo de las rejas en Tártaro me
hizo temblar, y me alejé. Cada barra tenía una sangrienta mano sobre ella.
—¿Kate? —dijo Henry—. Ven a ver esto.
Me moví a su lado y deslicé mi mano en la curva de su codo.
—Qué…
Me detuve en seco. Bajo mis pies, un grabado de Cronos me miraba, y no
estaba solo. De pie al lado de él, sosteniéndose en él como estaba
sosteniéndome ahora en Henry, estaba una chica llevando una corona.
No solo una chica.
Yo.
Esa chica era yo.
114
Capítulo 8 REINA
Traducido por Vanehz, Wicca_82 y Lalaemk
Corregido por BrendaCarpio
ilencio. Contuve el aliento, esperando que Henry dijera algo,
pero no lo hizo. No parpadeó, no se movió, no alejó la mirada
de la imagen. Solo miró, y las mismas olas negras de poder que
habían aparecido en el aeropuerto, empezaron a reunirse otra
vez.
Terrorífico. No había alguna posibilidad de que pudiera detener a Henry de
guiar su nube mortal de regreso a la isla de Cronos.
James se acercó lentamente y dejó escapar un silbido.
—Lindo. Cronos realmente capturó tu esencia. Y mira esa tiara.
Lo codeé.
—No soy yo.
—¿Quién más podría ser? Quiero decir, mírala; la nariz está un poco hacia
afuera, pero aparte de eso, es perfecta.
S
115
—No soy yo —dije tercamente, dándole una mirada. Ambos sabíamos que
era mentira, pero Henry no podía saber sobre el trato que había hecho.
—Calliope ha estado cambiando su apariencia, y ella luce exactamente
como una versión rubia y mayor de mí. No puedes decir de qué color tiene
el cabello la chica, pero esa es definitivamente su nariz.
James sostuvo mi mirada por un largo momento, y finalmente la reenfocó
sobre la imagen.
—Tienes razón —dijo—. Debe ser Calliope.
Quería abrazarlo por mentir y golpearlo por hacerlo tan mal.
Sin embargo puse una sonrisa y envolví mi brazo alrededor de la cintura de
Henry.
—¿Ves? Son Cronos y Calliope. Nada más tiene sentido, de cualquier
forma.
Henry exhaló, como si hubiera estado conteniendo el aliento todo este
tiempo.
Quizás lo había estado haciendo.
—Por supuesto —murmuró—. Mi error.
Henry no era estúpido, pero no le había mentido. Calliope se parecía
bastante a mí, y a mi madre estos días. Con suerte, eso cubriría mis
mentiras lo suficiente para que Henry se recobrara. Y entonces, quizás su
participación sería suficiente para que el Consejo hiciera caer a Calliope y
recapturara a Cronos, después de todo.
No tenía estómago para mirar la imagen por mucho más tiempo, y atraje a
Henry y a James al borde del Partenón. Juntos, observamos hacia abajo la
devastación una vez más, pero esta vez, el agarre de Henry se sintió como
el acero. No me dejaría ir por nada del mundo, y tampoco lo iba a hacer yo.
No sé cuánto tiempo estuvimos parados allí. Minutos. Horas. Años. Estaba
perdida para siempre, esperando que algo pasara que me recordara que aún
116
había un mundo allí afuera, un lugar por el qué pelear incluso a pesar de que
Atenas se había ido, y un futuro diferente a este, en el que Cronos me
buscaba. No era imposible, no aún, y no podía permitirme olvidar eso. El
océano embraveció, grandes crestas formándose y olas rasgando contra la
orilla, y algo surcó el cielo.
Parpadeé.
—¿Qué fue eso?
—¿Qué fue qué? —dijo James, y otra chispa corrió en el horizonte púrpura.
—Eso —dije mientras otra la seguía, y otra—. ¿Bengalas de rescate?
—No —dijo Henry—. Esto es el crepúsculo, y el Olimpo está más arriba. El
Consejo está atacando la isla.
Mi sangre corrió fría. Nunca había visto a los otros miembros del Consejo
atacar en su propio reino. Abajo, en el inframundo, sus habilidades habían
sido apagadas, pero sobre la superficie, deben haber estado dándose al
máximo.
¿A qué costo? ¿Quién sería el siguiente? Mi madre estaba entre ellos. ¿Sería
ella?
Tragué fuertemente, y mi visión se volvió borrosa. La última vez que había
hablado con ella, había sido una mocosa egoísta. No le había dado la
oportunidad de explicar por qué había mantenido la identidad de mi padre
en secreto. ¿Qué si esas fueran las últimas palabras que le escuchara decir?
—Debería ayudarlos —dijo James, y trató de dejar ir mi mano, pero lo
sostuve.
—Ten cuidado —dije—. Y asegúrate de que mi madre regrese a casa.
Besó mi mejilla.
—Siempre. Te veré en unos minutos.
117
¿Unos minutos? James partió hacia el centro del Partenón, y a varios
metros de distancia, empezó a brillar. Antes de que pudiera dejar escapar
una palabra de sorpresa, él también se convirtió en una llamarada de luz, y
partió tras ellos.
—Oh, mi Dios —dije, mientras seguía su huella por el cielo—. No tenía idea
de que podíamos hacer eso.
—Ellos son más poderosos cuando el Olimpo está cerca —dijo Henry—.
Como dijo James, la batalla no durará mucho. Ven. Debemos regresar a
donde sea seguro para ti.
—Tú también —dije firmemente. Podía pretender que estaba bien todo lo
que quisiera, pero no me engañaba. Podía ver el cansancio en sus ojos. No
tenía oportunidad si Cronos descubría que estábamos aquí, si no lo sabía
ya—. ¿Podemos visitar el Olimpo en otra ocasión, cuando estés curado?
Henry me dio una mirada desconcertada.
—No regresaremos al Inframundo. Vamos al Olimpo. Cronos y Calliope
me creen muerto, y debemos reforzar esa idea.
Estaba equivocado; Cronos no creía que estaba muerto. Sabía que íbamos a
buscar a Rhea, y tenía que darse cuenta de que Rhea no se negaría a ayudar
a su hijo.
Así que ¿qué si no lo hacía? No sabía nada acerca del lazo de un niño a sus
padres. Se preocupaba por el control y el poder, no por el afecto y amor. Si
le dijera que Rhea se había negado a ayudar, ¿me creería?
—Todo bien —dije.
Debía hablar con James sobre eso más tarde. Henry estaba demasiado
cansado y necesitaba descansar, no trasnochar planeando la mejor forma de
arrancarle la cabeza a Cronos. Hubiera estado bastante animado por ello,
también, después de la imagen de mí detrás de Cronos.
—No sé cómo regresar al Olimpo.
118
—Tienes suerte de que yo sí —dijo Henry con una débil sonrisa—. Cierra
tus ojos.
Miré las ruinas de Atenas una vez más. Haría esto bien. No podía
devolverle a la gente la vida, pero haría todo lo que podía para hacer su
estadía en el Inframundo feliz.
Enfocándome en las marcas en el cielo atacando la prisión en la isla, dije en
silencio una plegaria para que volvieran a salvo a casa. ¿Para quién? No lo
sabía. Para quien escuchara. Tenía que haber una forma de evitar que la
versión de Cronos sobre el futuro sucediera, y haría todo lo que podía para
encontrarla.
Al final, cerré mis ojos, y Henry envolvió sus brazos alrededor de mí. Un
viento cálido nos rodeó, y mis pies dejaron el suelo. Este no era el usual acto
de Henry de desaparecer y reaparecer, pero no importaba. Estábamos
juntos, y por un hermoso momento, estábamos volando.
* * *
Pasé incontables horas en el hospital, esperando que el doctor me dijera
cómo lo estaba haciendo mi madre en su última ronda de exámenes y
cirugías.
La ansiedad se había convertido en mi compañía más cercana durante estos
años, y no importaba cuántas veces jugara el juego, nunca sería más fácil.
Nunca había sido capaz de leer o entablar una pequeña conversación con los
otros que esperaban noticias. Algunas veces llenaba los espacios coloreando
libros con caros packs de crayones que encontraba en las tiendas de regalos.
Algunas veces, miraba la televisión, incapaz de enfocarme en lo que estaban
pasando. Nunca parecía ni de cerca tan importante como lo que le estaba
pasando a mi madre.
119
Algunas veces imaginaba que podía sentir todo lo que ella sentía.
Imaginaba lo que podía ver si estaba despierta. Si no lo estaba, imaginaba lo
que estaba soñando. Y siempre, siempre, el tiempo se había detenido
mientras esperaba por las inevitables malas noticias.
Sabía que la perdería algún día, pero entonces vino Henry. Entonces
vinieron las siete pruebas. Entonces vino el resto de mi vida. En el
momento en que morí, el momento en que me tragué mi orgullo lo
suficiente como para pasar la prueba, mi madre había aparecido en toda su
inmortal gloria, y pensé que era la forma del universo de prometer que
nunca la perdería de nuevo.
Esa promesa era falsa.
Henry se sentó en su trono de diamantes negros en la amplia habitación
dentro del Olimpo, y sin decir palabra, me acurruqué en su regazo. Él me
besó, la clase de beso cálido, suave, que normalmente borraba cada
preocupación que tuviera, pero no hoy.
Esperamos. Él pasó sus dedos a través de mi cabello, jugueteando con las
puntas, y yo miré hacia el centro de la habitación del trono. Los sonidos
amortiguados de la batalla se filtraban hacia adentro del mundo debajo de
nosotros, y las nubes en el piso de la puesta de sol se arremolinaban, como
si ellos, también, pudieran sentir el malestar en el mundo.
Nunca cesaba de impresionarme cuán rápido unos minutos con mi madre
podían pasar. Cuando supe que podría nunca volverla a ver, sin embargo,
esos minutos se convirtieron en horas, y todo mi mundo se redujo hasta que
todo en lo que podía pensar era en ella.
—Dime sobre él —susurró Henry, su voz apagada, como si estuviera a
medio mundo de distancia.
—¿Milo? —dije.
—Sí.
Entrelazó sus dedos con los míos.
120
—¿Cómo es él?
Estaba tratando de distraerme, mi corazón se encogió con gratitud.
—James me enseñó cómo mostrártelo. ¿Te sientes como para hacerlo ahora?
La sonrisa en su rostro valía la pena cada gota de culpa que sentía por
preocuparme por algo más que mi madre justo ahora.
—Sí. Me gustaría.
—Y, ¿estás seguro de que Cronos no es capaz de verte?
Acarició mis nudillos con su pulgar.
—Me aseguraré de ello.
Tirando a Henry en mi visión de la guardería, se sentía como arrastrarlo a
través de arenas movedizas, exactamente como había sido con James, pero
estaba casi demasiado distraída para notarlo. No tenía idea de qué iba a
decirle a Cronos. ¿Iba a dejarle continuar con su engaño? ¿O ya me había
delatado con James? ¿Y qué había de Henry? ¿Y si Cronos decía algo que
llevara a mi mentira hasta el Partenón? Pero necesitaba que Henry
encontrara a Milo. Necesitaba que buscara a nuestro hijo por más que una
fracción de…
Algo me tiró bruscamente de regreso al Olimpo. Perdida en medio de esa
arena movediza, no tuve elección más que regresar a la habitación del trono,
una vez más me sentí como emerger a la superficie después de un largo
tiempo nadando. Abrí mi boca para quejarme, segura de que era otra vez
James, pero mi madre me tiró en un abrazo antes de que pudiera siquiera
pronunciar una palabra.
—Kate.
Su voz me rodeaba, alejando mi frustración. Su piel estaba fría, pero estaba
viva.
121
Peleando contra las lágrimas, la abracé tan fuertemente como pude. Su
cuerpo se sentía tan delicado como su hubiera estado en los últimos días de
su vida mortal.
—Lo siento; lo siento, mamá. Lo que dije antes, no quise…
—Lo sé —susurró—. Todo está bien. Simplemente estoy aliviada porque
estás a salvo.
Podría haberla sostenido para siempre, esperando que se calentara otra vez,
pero ella se alejó. Detrás de ella, los otros reunidos, todos peor que
cansados, pero ninguno estaba sangrando.
—Te dije que no fueras a ella —dijo mi madre, y me tomó un momento
darme cuenta de que le estaba hablando a Henry—. No debiste haber ido a
ninguna parte en tu condición.
Henry hizo una mueca, y puso una mano en mi espalda, como si no pudiera
hacer un movimiento sin tocarme. No iba a quejarme.
—Podrías haber estado más que molesta si no lo hubiera hecho —dijo.
—Probablemente —admitió mi madre, y nos besó a ambos en la frente—.
Gracias por cuidar de ella.
—Hey, ¿qué hay de mí? —dijo James, y ella se hizo a un lado para que el
pudiera unirse a nosotros—. Yo hice la mayor parte del trabajo.
—Tú insististe en dejarte caer en Nueva York en vez de África, como te
dije que hicieras —dijo mi madre, severamente—. Podrías haberla traído de
regreso días atrás.
James se encogió de hombros tímidamente.
—Sí, bien. Henry estaba estable, y no sería un viaje si no hay un viaje
involucrado, ya sabes.
—No pretendas que era algo más que tú queriendo pasar más tiempo con
ella —dijo Henry.
122
James sonrió.
—¿Puedes culparme? No es la única de ustedes que se molesta conmigo por
más de unos minutos cada vez.
—Me pregunto por qué es eso —dijo mi madre, empujándolo con su cadera,
y él sonrió.
Detrás de ellos, alguien aclaró su garganta, y la sonrisa de mi madre se
desvaneció. Walter dio un paso adelante.
—Hermano —le dijo a Henry —Bienvenido de nuevo. ¿Estás bien?
Algo brilló en los ojos de Henry, como si estuviera tomando una decisión.
No había una pregunta real sobre lo que era, la última vez que ellos habían
hablado, había sido por una discusión sobre mí. Pero ahora yo estaba a salvo
y había cosas más importantes de las que preocuparse. Como rescatar a
Milo.
Enfádate con él después de la guerra, pensé, lanzando el pensamiento hacia
Henry. El Consejo ya está lo suficientemente fracturado.
La ceja de Henry se arqueó, y aunque no me miró, sus hombros se relajaron.
Al final se dirigió a su hermano.
—Estaré bien pronto. ¿Cómo fue la batalla?
—Fue lo que fue —dijo Walter, exhalando. Incluso él no podía esconder su
alivio ante el aparente perdón de Henry—. Mañana atacaremos de nuevo y
lo continuaremos haciendo hasta que hayamos hecho los avances necesarios
para permitir una estrategia ganadora. James nos habló de tu
descubrimiento en el Partenón. Quizás eso nos dará una pista acerca del
plan de Cronos.
—Quizá —dijo Henry. Walter lo miró como si lo estuviera evaluando y yo
automáticamente me moví en un intento de proteger a Henry de su
calculadora mirada.
123
—Y tú, hermano —dijo Walter—. ¿Te unirás a nosotros tan pronto como
estés recuperado?
—Como estoy fuera de mi reino, no puedo imaginar que mi contribución
vaya a ser una gran cosa. Pero sí —dijo en voz baja—. Me uniré a ustedes.
—Yo también —dije y antes de que nadie pudiera protestar, añadí—. Tengo
derecho a luchar por mi familia. Mientras Henry se recupera, puede
enseñarme.
—No. —La voz de Henry fue un poco más que un susurro en mi oído—.
No te tendré luchando en esta guerra.
Una vez más, estábamos de vuelta en esto, Henry insistiendo que yo no
podía cuidar de mí misma. Y todo el Consejo negándose a aceptar que quizá
yo era capaz de ayudarlos, aunque fuera solo un poco. Quizás un poco sería
suficiente para cambiar el rumbo, aun así se negaron a considerar la
posibilidad. ¿No había probado ya que no era completamente
incompetente? Había sido la única en proponer ir al Partenón en primer
lugar. Había sido la única en descubrir los grabados. No sabía cómo luchar
como ellos todavía, pero podía aprender. Y mientras tanto, podía hacer un
infierno más que estar sentada alrededor y retorcerme el cabello.
Abrí mi boca para protestar, pero mi madre me adelantó.
—Kate puede luchar si ella quiere —dijo. Sus ojos se posaron sobre mí—. Si
Henry no quiere enseñarte, yo lo haré.
Henry frunció el ceño, pero Walter fue el primero en hablar.
—Muy bien. Si eso es lo que Kate quiere, que así sea. —Tocó el hombro de
mi madre y se giró para unirse a los otros en el lado opuesto del círculo.
Me quedé detrás de él. ¿Eso fue todo? Después de todo lo que había pasado,
¿eso era todo lo que él estaba dispuesto a darme? No se ofreció a enseñarme
él mismo, no es que lo esperara, y lo habría rechazado de cualquier modo,
pero aun así. No hay intención de insistir que me quede a salvo. Solo
permiso para salir fuera y morir si eso era lo que yo buscaba.
124
Tal vez si no hubiera estado tan de los nervios, no me habría lastimado
tanto como lo hizo. Mi madre sabía que yo habría ido de todas formas. Ella
sabía quién era yo, y sabía que era inútil intentar discutir conmigo. Walter
no lo sabía sin embargo, y si él era realmente algún tipo de padre, debería de
haberse preocupado.
—Kate —comenzó Henry, pero me levanté, quitando mi mano de la suya.
Él podía protegerme por un tiempo antes de que pagara el precio, y yo no
iba a dejar que eso pasara. Tenía que aprender cómo controlar mis
habilidades. Tenía que aprender cómo protegerme a mí misma, solo así
podía proteger a Henry y a nuestro hijo.
—Necesitas descansar —dije más dura de lo que pretendía. Inclinándome,
besé su mejilla, como una disculpa silenciosa—. Te quiero. Solo necesito
estar a solas ahora mismo.
Capturó mis labios entre los suyos, y pasó un largo rato antes de que
finalmente se separara. Después de darle una pequeña sonrisa, agaché la
cabeza y corrí fuera de la suite, rezando en silencio para que nadie me
siguiera. Por supuesto que lo harían, sin embargo. Si Henry no lo hacía,
James lo haría, y si James no lo hacía…
—Cariño.
… Mi madre lo haría.
Reduje el paso para darle la oportunidad de que me alcanzara, pero no me
paré. ¿Qué haría ella si se enterara del trato que había hecho con Cronos?
¿Me ayudaría? ¿Se lo contaría al resto del Consejo? No podía estar segura, y
la desconfianza dolía como el infierno. Debería haber sido capaz de confiar
en mi propia madre sin preocuparme por las consecuencias.
—Solo quiero estar sola —murmuré, pero ella colocó su brazo sobre mis
hombros y se puso a caminar a mi lado. No la alejé. No podía. Incluso si la
ansiedad de la espera y la preocupación por que ella volviera se habían ido,
habría una próxima vez. Siempre había una próxima vez, y no quería
castigarme a mí misma apartándola ahora como había hecho antes yéndome
con James.
125
—No deberías de estar sola ahora mismo —dijo, y había algo bajo sus
palabras que no entendí.
Ella estaba en lo cierto, sin embargo. Si fuera por mí, no estaría sola nunca
otra vez, pero ya no tenía ninguna garantía. Si lo peor sucedía —si el
Consejo no descubría una manera de parar a Calliope y encerrar a Cronos
una vez más— entonces podría tener a Milo, pero sería el juguete de Cronos
para la eternidad. Y prefería que Milo muriera y pasara el resto de la
eternidad ajeno en el Inframundo a que fuera sometido a la misma suerte.
Mi madre me llevó a su habitación, y mientras entraba, en las ramas de la
estructura de su cama nacieron flores de color magenta. Me senté al borde
de su colchón e inhalé. Olían como a verano.
—Siento no haberte contado acerca de tu padre antes —dijo, frotando mi
espalda, y me permití relajarme bajo su tacto. Después de años
preguntándome cuando sería su último momento, no tenía tiempo para
estar enfadada con ella.
—Está bien —dije, aunque no lo estuviera—. ¿Por qué no me lo contaste?
—Porque egoístamente quería guárdamelo para mí. —Se puso a mi espalda,
pasó los dedos por mi pelo y empezó a trenzarlo—. Amaba nuestra vida
junta. Echaba de menos el Consejo, pero tenerte a ti me compensaba más.
No había sido tan feliz desde...
Ella se detuvo en seco, y me miré las manos. Ella no necesitaba terminar
para saber lo que iba a decir.
—Desde que tuviste a Perséfone —murmuré.
—Sí. Desde que tuve a Perséfone. —Ella deshizo la trenza que acababa de
terminar hace unos segundos y empezó de nuevo—. Te crié como una
mortal porque creía en ese tipo de vida, lejos de la grandiosa existencia, te
daría la mejor oportunidad para pasar las pruebas. Pero a lo largo del
camino, descubrí lo feliz que era, solo éramos nosotras, dos perdidas en el
mar de la humanidad. Y si permitía a Walter entrar en nuestras vidas, eso
se habría hecho añicos.
126
—Pero si Walter es inmortal, y tú eres inmortal, entonces ¿por qué no lo
era yo? —dije. Parecía una pregunta pequeña y sin importancia en el
entramado de las cosas, pero necesitaba algo pequeño y sin importancia
ahora mismo.
—Porque te tuve en mi forma mortal. —Empezó con una trenza pequeña,
uniéndola con otra más grande—. Eso fue parte de mi trato con el Consejo.
Los semidioses, y tú has sido siempre una semidiosa, querida, no son
inmortales, pero ellos pueden ganar la inmortalidad, como pueden los
mortales.
—¿Por qué tenía Henry que casarse con una mortal, para empezar? —dije—.
Por qué no, no lo sé. ¿Por qué no solo tenerme y casarme con él?
Ella se rió en voz baja.
—Y lo bien que les ha ido, ¿qué te parece? Aprendí la lección con Perséfone.
Henry buscaba una reina dispuesta, una que entendiera el precio de la
muerte, y él insistió en candidatas mortales. El Consejo consideró hacerte
nacer inmortal, por supuesto, desde que las otras tuvieran muertas
mortales, pero Calliope era la que insistía que tenías que ser una semidiosa.
—Su voz se iba apagando a medida que se daba cuenta de lo que significaba,
dos décadas demasiado tarde—. Pensé que era porque ella quería las mismas
cosas que Henry; que ella no quería empujar a otra chica a un matrimonio
y un papel que no quisiese, solo para acabar en desastre otra vez.
Aunque por eso no fue, por supuesto. Ella no quería competencia que no
pudiese matar.
—¿Sabía Walter que te ibas a poner enferma? —susurré.
—¿Qué? No, cariño, no. —Sus manos pararon—. Se suponía que nunca iba
a ponerme enferma. Se suponía que serías mayor. Se suponía que ibas a
tener la oportunidad de vivir, de elegir una vida por ti misma. El engaño se
suponía que nunca iba a ser parte de esto. Planeé contártelo en tu veinteavo
cumpleaños, y en ese momento tú podrías hacer las pruebas si quisieras
hacerlas. Cuando descubrí que tenía cáncer, fui al Consejo, y ellos
127
decidieron acelerar la agenda. Aguanté tanto tiempo porque Theo me
ayudaba. Nada de eso estaba planeado, lo juro.
Asentí con la cabeza. Ella no me mentiría, no acerca de algo como esto. Y
todo lo que tuvo que pasar, todo lo que había sufrido… nadie en su sano
juicio se pondría a sí mismo a pasar por esto por una estúpida prueba.
Nunca hubiera pasado si ella no hubiese tenido cáncer, sin embargo. Nunca
habría estado tan asustada de la muerte de lo que estuve para renunciar a
seis meses de mi vida por salvar la de Ava. ¿Había sabido eso el Consejo?
¿Había ido a espalda de mi madre para darme una oportunidad de luchar?
Empujé el pensamiento fuera de mi mente. Era ridículo. Ni siquiera el
Consejo era capaz de eso. Esperaba.
—Walter sabía que yo estaba sola —dije—. ¿Por qué no vino a ayudarme?
—Porque él es el Rey de los Dioses, cariño, y por mucho que quiera a su
familia, él tiene el peso del mundo sobre sus hombros. —Ella terminó mi
trenza, y después de atarla con una cinta de su mesita de noche, cogió una
flor magenta y la puso en el final—. Walter no ha sido nunca como un
padre para ninguno de sus hijos.
—Eso me han dicho. —Me volví hacia ella—. ¿Qué hubiese ocurrido si yo
no hubiera pasado?
—Ya sabes qué habría pasado, cariño. Tu memoria habría sido borrada, y tú
habrías seguido viviendo tu vida.
—Pero tú habrías seguido aún viva —dije—. Tu cuerpo mortal hubiera
muerto, pero tú estarías todavía ahí. Y me hubieras visitado, ¿cierto?
Los ojos de mi madre empezaron a desenfocarse.
—Quizá en tus sueños, si el Consejo lo hubiera permitido.
Inhalé bruscamente, y un dolor peor que cualquier cosa que Cronos pudiera
lanzarme se enterró en mi pecho. Ella me hubiera dejado. Mi propia madre
me hubiera abandonado si no hubiera pasado.
128
Entonces, ¿qué? Habría vivido el resto de mi vida mortal pensando que
estaba completamente sola. Lo hubiera estado, también, porque soñar con
mi madre, si el Consejo se lo permitiera, no era lo mismo que tenerla
conmigo. Ella sabía por lo que yo había pasado, cuidando de ella y viendo
cómo se iba desvaneciendo lentamente durante estos años. Sabía que yo
hubiese dado cualquier cosa para darle a ella más tiempo para estar
conmigo. Y ella me hubiera abandonado de esa forma igualmente.
Me puse en pie, con las piernas inestables.
—Necesito irme.
—¿Dónde? —dijo mi madre, levantándose conmigo, pero di un paso atrás.
La confusión y el dolor aparecieron en sus ojos, y miré hacia otro lado. Ella
era mi roca. Mi constante. Ella había jurado que me había tenido porque
quería hacerlo, y le creí. Yo no era el recambio de Perséfone, pero solo
porque yo había pasado esas pruebas. Si no lo hubiera hecho, no hubiese
sido más que una decepción, también, y me habría dejado exactamente igual
que había dejado a Perséfone. Como Perséfone la había dejado a ella.
Yo necesitaba el amor de mi madre y su apoyo más que nunca, pero por
primera vez en mi vida, dudé de ella. Y eso me mataba.
—Voy a traer a Milo de vuelta —dije—. Alguien aquí merece tener padres
que le quieran más que cualquier otra cosa, incluyendo su propia
inmortalidad.
Me dirigí hacia la puerta, con las lágrimas picando en mis ojos. En silencio
oré para que ella me dijera que me detuviera, que me abrazara e insistiera
que desafiaría al Consejo sin importar si le permitían que me viera. Que
ella hubiese estado allí para mí no importa lo que pasara.
—Kate.
Mi corazón estaba en mi garganta.
—Lo lamento. Te amo.
129
Parpadeé rápidamente. Sin embargo, no bastaba haber permanecido
conmigo durante el tiempo de mi miserable vida mortal. No si significaba
desobedecer el Consejo.
—Te amo también —murmuré, y sin decir una palabra más, salí de la
habitación y cerré la puerta detrás de mí.
Un suave zumbido llenó la habitación cuando llegué. Había ensayado una y
otra vez lo que quería decirle a Cronos, mi último esfuerzo contra la guerra
inminente. Rhea podría haberse negado a ayudarnos, pero eso no
significaba que la batalla era inevitable, y tenía que intentarlo. Mientras mi
visión se ajustaba a la oscuridad, sin embargo, dejé escapar un grito
ahogado, todas mis frases cuidadosamente formadas fueron olvidadas.
Calliope paseaba de ida y vuelta en la habitación, sosteniendo a Milo contra
su pecho.
Me abalancé sobre ella, pero como siempre, fui directamente a través y caí
medio pie fuera de Cronos. Por primera vez desde que había escapado,
llevaba su cara en lugar de la de Henry. Así que él había absorbido todo lo
que le había dicho a James, después de todo. Se quedó en silencio, sólo
arqueando los labios. Por lo menos alguien encontraba mi rabia divertida.
—Por supuesto Madre lo sanará —dijo Calliope, su frente arrugada por la
preocupación—. Sé que tiene sus reservas en cuanto a la lucha, pero no
dejaría que uno de nosotros muriera así, ¿verdad?
Miró a Cronos buscando la confirmación, pero no dijo nada. Bien. Eso
significaba que no lo sabía.
—Padre, necesito a Henry. ¿No puedes deshacerlo?
—Quizá debería haber tenido esto en cuenta antes de intentar matarlo —
dijo Cronos neutral, y Calliope apretó su agarre alrededor de Milo, su ceño
profundizándose.
—Estaba apuntando a su hombro, no su corazón. Y no se suponía que él se
iba a ir. Juraste que lo sanarías.
130
¿Ella no había tenido intención de casi matarlo? Entrecerré los ojos. Por
supuesto que había estado mintiendo todo este tiempo. Ella había estado
enamorada de Henry durante milenios, no era del tipo que renunciaba a
eso. Como Cronos me quería a su lado, Calliope quería a Henry al suyo.
—Entonces parece que las cosas no van de acuerdo al plan —dijo Cronos
claramente—. No puedes hacerme responsable por eso.
Milo comenzó a llorar, y Calliope dejó escapar un suspiro de frustración.
—Callum, cállate. Madre está tratando de pensar.
—Su nombre no es Callum, y yo soy su madre, perra —gruñí, pero por
supuesto que no me oyó. Ella depositó al bebé en los brazos de Cronos.
—Aquí. Le gustas más tú de todos modos. Necesito a Henry, padre, y tienes
que traerlo de vuelta para mí. Él no puede morir.
Milo calló. Al menos Calliope ya no lo seguía teniendo.
—Si él está en el Olimpo, está fuera de mi control —dijo Cronos.
—Entonces más le vale que no lo esté —dijo ella.
Cronos ladeó la cabeza.
—¿Te atreves a hablarme de tal manera? Yo soy tu padre, tu regente, el rey,
y sin embargo me tratas con tan poco respeto como lo haces con tus
enemigos.
Para mi gran satisfacción, Calliope quedó inmóvil, con la boca formando un
pequeño círculo.
—Yo no… —Se detuvo, nerviosa. Sirvió su derecha—. Sabes que yo te
respeto, padre, más que nada en el mundo. Yo sólo… Ya nada está saliendo
bien. Henry se suponía que tenía que ser mío en este momento, pero Ava
no se molestó en cumplir su promesa, cuando estuvo aquí rescatando esa
bruja.
Me calmo. ¿Qué más le había prometido Ava a Calliope?
131
—Este tipo de comportamiento insolente no te conseguirá lo que quieres,
mi hija —dijo Cronos—. Sin duda, ya debes saberlo a estas alturas.
Ella asintió, y durante medio segundo, casi pareció mansa. —Aún estás de
mi lado, ¿verdad, papi? ¿No va a dejar de quererme, también?
Podría haber vomitado ante su manipulación sacarina, pero Cronos no se
inmutó.
—No, hija, no lo haré. Estamos en esto juntos, y te serviría bien recordar
eso.
—Por supuesto. —Calliope inclinó la cabeza, el primer signo de deferencia
que había mostrado desde que había llegado—. Lo siento por molestarte,
padre.
Él hizo un gesto desdeñoso, y ella salió de la habitación, cerrando la puerta
detrás de ella. Durante un largo momento, el único sonido que llenaba el
lugar eran los gemidos de Milo.
Al fin Cronos se centró en mí. Su rostro se transformó en una copia de
Henry una vez más, aunque ahora llevaba una máscara de falsa
preocupación.
—Querida, ¿qué está mal?
Todo lo que había planeado decir se había ido, pero al menos no tenía que
fingir llorar. Mis ojos estaban rojos e hinchados, y mis mejillas sonrojadas
de discutir con mi madre. Ver a Calliope con mi hijo había renovado mis
lágrimas de frustración, y un nudo en mi garganta. No había nada falso
acerca de mi dolor.
—Sabes que sé quién eres realmente —le susurré—. Cambia de nuevo a tu
cara normal. Por favor.
Cronos me miró, y al fin su aparición cambió hasta que tuvo la suya
nuevamente.
—Pensé que lo preferirías de esta manera.
132
Él sabía muy bien que me estaba engañando todo el tiempo, pero tal vez no
era sólo para engañarme a mí, tal vez pensó que me iba a traer un poco de
consuelo, también. Tal vez esa era su versión de consolarme. Negué con la
cabeza.
—Henry está muerto. Rhea no lo pudo evitar. Y ella no… tampoco nos
ayudará.
—Lo siento —dijo Cronos. Puso a un Milo durmiente en la cuna y envolvió
sus brazos alrededor de mí. Contuve la respiración, negándome a abrazarlo
de vuelta. Podía decir que estaba preocupado todo lo que quisiera, pero
ambos sabíamos que no lo estaba. No podía estarlo. No lo tenía en él—.
Estaba seguro de que Rhea lo ayudaría.
—Nosotros… nosotros llegamos demasiado tarde —dije con la voz
quebrada, permitiendo que las lágrimas fluyeran—. En el momento en que
llegamos allí... —Estaba tan cerca de la verdad que no era difícil imaginar lo
que habría sentido al perder Henry por completo. Si Rhea no lo hubiera
sanado, habría estado muerto. Estaba segura de ello.
Nos quedamos en silencio durante varios minutos. Cronos hizo los gestos
habituales que hacía alguien cuando quería consolar a un ser querido;
palabras de consuelo, un toque gentil, prometer que todo iba a estar bien
mientras yo lloraba en su hombro. Pero yo no estaba llorando sobre la
supuesta muerte de Henry, y Cronos realmente no me amaba. ¿Cómo había
creído alguna vez que él podía ser Henry?
—¿Qué le prometió Ava a Calliope? —dije una vez que mis sollozos se
calmaron—. ¿Hizo algo para que él muriera?
Cronos se encogió de hombros y aflojó su agarre.
—Estoy seguro de que ella no lo hizo, aunque no puedo empezar a adivinar
sus intenciones.
Él estaba mintiendo, pero no había nada que pudiera hacer para recurrir a
ello.
133
—¿Eres realmente leal a Calliope? —dije en voz baja—. Pensé que me
querías a mí.
—Lo hago —dijo—. No le soy leal a nadie más que a ti. Le digo lo que le
tengo que decir para mantenerla feliz, pero vivo para verte sonreír.
Basura. Hipé, me alejé de él, aunque él no me dejó ir por completo.
—Deja de matar a la gente. Por favor. Nadie debería tener que morir a
causa de una estúpida discusión familiar.
Cronos se detuvo.
—Nada me gustaría más que concederte tu solicitud, mi cielo, pero
seguramente debes saber que no es posible. ¿Qué esperas que haga? ¿Que
me retire al Tártaro sin siquiera pensarlo dos veces?
—Por supuesto que no —murmuré, limpiándome los ojos con la manga.
Cronos sacó un pañuelo de la nada, y sólo porque rechazarlo no me haría
ningún bien, lo tomé—. ¿Por qué es necesario que haya una guerra en
primer lugar? ¿Por qué no todos pueden coexistir?
—Porque, mi querida Kate, ellos no se detendrán hasta que yo haya sido
encarcelado una vez más, y no puedo permitir que eso suceda.
—¿Y qué pasa si prometen no tratar de enviarte de vuelta al Inframundo?
—Si fuera tan fácil, habríamos llegado a una solución hace eones. Por
desgracia, no lo es. Zeus nunca estará de acuerdo.
—Es un terco idiota —murmuré, y Cronos rió.
—Tienes razón, querida. Seguramente entiendes que mientras él gobierne
los cielos, no puedo parar.
—¿Pero qué pasa si él y el resto del Consejo prometen no atacar? —dije—.
¿Si pudiera conseguir que Walter/Zeus acceda a dejarte en paz, siempre y
cuando no lastimes a alguien más?
Cronos se encogió de hombros.
134
—Si eres capaz de hacer lo imposible, entonces tal vez podría considerar
una tregua, aunque sin duda no puedo hablar por mi hija.
Sin Cronos, Calliope era casi impotente frente a los demás miembros del
Consejo.
—Alguien me dijo una vez que todo es posible si le das una oportunidad —
dije en voz baja—. Si Zeus está de acuerdo, ¿darás marcha atrás y dejarás
que el Consejo tome a Calliope?
—Sí —dijo Cronos, serpenteando sus brazos alrededor de mi cintura y
gentilmente atrayéndome hacia él—. No tengo ningún uso para ella por
más tiempo. Eres todo lo que necesito.
Todo mi cuerpo se entumeció. Por supuesto que él todavía esperaba que
fuera su reina. Pensaba que Henry estaba muerto.
Miré hacia la cuna. Nunca había sostenido a Milo. Apenas lo había tocado,
y ahora él estaría condenado a una vida con Cronos como un padre.
Entonces, ¿cuál sería el significado de todo por lo que estaba luchando?
Nada.
—Está bien —susurré—. Volveré a ti tan pronto como llames a una tregua y
los otros tengan a Calliope bajo custodia. Pero quiero que dejes ir a mi hijo.
—Si él se va, no puedo permitirte que te vayas con él.
Asentí con fuerza.
—Lo sé.
Él me estudió.
—¿Tú no quieres ser su madre?
Quería ser su madre más que a nada en el mundo, pero si dejaba a Cronos
cerca de él, yo sería todo lo contrario.
135
—Quiero que mi madre lo críe en el Olimpo —le dije con firmeza. De esta
manera Milo estaría con Henry, y podría respirar más tranquila sabiendo
que se tendrían entre sí.
—Ya veo —dijo Cronos—. No quieres que yo sea su padre.
Apreté mis manos en puños.
—Me tendrás a mí. No necesitas nada más.
Él rozó sus nudillos contra mi mejilla en lo que estaba segura era su
intención de ser una caricia amorosa. Envió escalofríos por mi columna
vertebral, pero no del tipo que él deseaba.
—Necesito que seas feliz. Me dará un gran placer mostrarte la honestidad y
compasión que me tú me has mostrado.
—Si quieres mostrarme algo de esa honestidad y compasión, entonces me
darás a mi hijo —dije—. Y prometerás dejar de matar a toda esa gente.
—Haz que Zeus acuerde una tregua, y tendrás mi palabra —dijo Cronos con
una inclinación de cabeza, y produjo un manuscrito fuera de la nada y lo
puso en mi mano—. Una muestra de mis intenciones.
Empecé a desatar la cinta de seda negra, pero él puso su mano sobre la mía.
—Es una lista de nombres de los que se han convertido traidores y
prometieron lealtad a Calliope. Con tu marido muerto, es sólo cuestión de
tiempo antes de que derroquen al Consejo —dijo Cronos—. Si quieren
sobrevivir, mi perdón es su única esperanza. Y para eso, lo único que pido
es a ti.
Agarré el manuscrito, y aunque eso me rompió en pedazos, susurré.
—Gracias.
—No, querida —dijo Cronos y la niebla de sus ojos se arremolinó
malévolamente—. Gracias a ti.
136
Capítulo 9 MENSAJERO
Traducido por Jessy y Val_mar
Corregido por Aldebarán
o que quedaba del Consejo estaba reunido en la habitación del
trono en el Olimpo. Era bien pasada la medianoche en Grecia
ahora, y después de la batalla al atardecer, varios de los
miembros se veían como si no hubieran dormido en meses. Sin
embargo estaban ahí, y eso era lo importante. Incluso Henry se había
reunido, aunque estaba en silencio y seguía viéndose desgastado.
—Bueno, Kate —dijo Walter desde su trono de cristal—. Estamos todos
reunidos. ¿Qué es tan importante que no podía esperar?
Me puse de pie. James se sentó frente a mí, y me concentré en él mientras
mis nervios se agitaban. Comienza de a poco. No era necesario decirles lo que
había negociado hasta que fuera necesario. No podía darles ninguna razón
para rechazar a Cronos.
—Cronos quiere establecer una tregua —dije, y una oleada de sorprendidos
murmullos se extendieron por todo el Consejo. Sólo James no se movió, sus
ojos estaban fijos en los míos. Él sabía el precio.
—Absolutamente no —dijo Walter, su voz retumbando con truenos—. No
vamos a negociar con un Titán.
L
137
—Kate, ¿qué está pasando? —dijo mi mamá en voz baja, pero no titubeé. Si
la miraba, si veía la preocupación en sus ojos, si dejaba que la confusión en
su voz rompiera mi determinación, no tenía idea de lo que haría. Y no
podía correr ese riesgo.
—Él envió una lista de los dioses que se han puesto de parte de Calliope —
dije, tendiendo el pergamino a Walter, pero no hizo ningún movimiento
para agarrarlo—. Como una prueba de sus intenciones.
—Estoy seguro de que lo hizo —dijo Walter—. Y tan pronto como tenga
nuestra complacencia y su libertad, se volverá en nuestra contra y una vez
más intentará destruir el Consejo. No voy a permitir que ocurra.
—Va a destruir al Consejo de todas maneras —dije—. No tenemos el poder
para enfrentarlo y ganar. Puedes ser capaz de prolongar esta guerra otros
diez años, pero al final perderás. La humanidad será destruida. Y Cronos
nos matará a todos. Eso es inevitable. Entonces, ¿qué hay de malo en tratar
de negociar? Él está dispuesto a hacer un trato. ¿Eso no significa algo?
—No cuando estás pidiéndonos que negociemos con un Titán —dijo
Walter—. Cronos no llega a acuerdos. Su juego final siempre será nuestra
destrucción, y no parará hasta que se salga con la suya. Entiendo que seas
nueva en esto, Kate, pero eso no es excusa para tal obstinada ignorancia.
—Walter —dijo mi madre bruscamente—. Eso es suficiente. Kate tiene un
punto. Tal vez sería sabio de nuestra parte al menos considerar…
—Padre tiene razón —dijo Dylan, poniéndose de pie. Los círculos morados
bajo sus ojos no hacían nada para esconder la forma en que brillaban con
escalofriante fervor—. No tiene ningún sentido tratar de negociar con
Cronos. Él lo verá sólo como una debilidad, y no podemos permitir que él
crea que tenemos algunos agujeros en nuestra armadura que pudiera
aprovechar para su propio beneficio.
La manera en que me miró mientras lo decía me puso la piel de gallina.
—Y por eso, te refieres a mí —dije—. Crees que soy una carga.
138
—No has sido útil para nosotros hasta ahora —dijo Dylan—. Cuando
mucho, sólo has empeorado las cosas. Cronos no tocó Atenas hasta que te
fuiste…
—Ella lo distrajo para nosotros y nos compró más tiempo —replicó James.
—… Pareces deleitarte distrayendo al Consejo e insistiendo en que hagamos
cosas que sabemos que no van a funcionar…
—Ella fue la única que se le ocurrió la idea de buscar en el Partenón.
—… Y por si fuera poco, casi consigues que maten a Henry y a tu propio
hijo…
—Él fue el que decidió ir tras ella sin respaldo…
—Ambos cállense inmediatamente —dijo Henry, pero era demasiado tarde.
Dylan podría bien haberme dado un puñetazo en el estómago.
—Lo sé —dije con voz ahogada—. Lo sé, ¿de acuerdo? Estoy tratando de
hacer las cosas bien. No quiero que siete mil millones de personas mueran a
causa de mi estupidez. No quiero perder a ninguno de ustedes. Y estoy
intentándolo...
—Entonces, quizá deberías tratar un poco menos —dijo Dylan, y dos tronos
debajo de él, Irene se levantó.
—Es suficiente —dijo ella con una voz peligrosamente suave que reflejaba a
la de su padre. Nuestro padre—. No es ninguna vergüenza explorar otras
vías. El que se mete en una lucha exclusivamente por la emoción de la pelea
es un tonto, sobre todo cuando arriesga vidas inocentes mientras lo hace.
—¿Estás llamándome tonto, hija? —dijo Walter. La mano de Irene se movió
nerviosamente a su lado, pero no dio marcha atrás. Podría haberla besado.
—No, padre. Simplemente estoy señalando que tienes opciones. Ni siquiera
sabemos lo que Cronos quiere o porqué lo quiere. Seguramente debe haberle
dado a Kate algún tipo de pista.
139
Cada par de ojos en la habitación se volvieron hacia a mí una vez más.
Grandioso. Me sequé las palmas en mis pantalones
—Él quiere una vida —dije, reuniendo tanta convicción como podía. Tenían
que creerme—. Ha estado atrapado en el Inframundo por tanto tiempo que
sólo quiere una oportunidad para vivir otra vez. Él piensa que ustedes no lo
dejarán.
—No, no lo dejaremos —dijo Walter. Irene le dio una mirada y me hizo un
gesto para que continuara.
—Él está de acuerdo en dejar de atacarnos si dejamos de atacarlo. No va a
herir a nadie más. Y… y va entregar a Calliope, o al menos no les impedirá
traerla de vuelta.
—¿A cambio de qué? —dijo Dylan, y aunque Irene lo hizo callar, él
continuó—. ¿Dejarlo que se vaya? ¿Sabes lo que tomó contenerlo en primer
lugar?
Vacilé.
—No faltará a su palabra. Sabe las consecuencias si lo hace.
—¿Y cuáles, dime por favor, son las consecuencias para el ser más poderoso
del universo si muestra su poderío? —dijo Dylan—. ¿Qué podría querer más
que control absoluto sobre todas las cosas?
Silencio. Mi corazón, mi estúpido e inservible corazón que se preocupaba
demasiado por todo y todos, golpeaba dolorosamente, y mi respiración se
volvió entrecortada. Ya no era mortal, pero en este momento, me sentía
más humana de lo que nunca me había sentido en mi vida.
—Me quiere a mí.
Los segundos pasaban. Walter frunció el ceño profundamente, e Irene se
veía confundida. Detrás de mí, podía sentir la mirada de Henry, pero no me
di la vuelta. No podía.
Finalmente, Dylan soltó un bufido.
140
—¿Tú? Tú no eres nada para él.
Me enfoqué en James otra vez, en silencio rogándole que explicara. Él
asintió y se puso serio.
—Durante nuestro viaje por el Inframundo, Kate tuvo un… encuentro con
Cronos —dijo James con prudencia. Dylan silbó sugerentemente, pero se
detuvo cuando vio a Henry tras de mí. Cualquiera que fuera la mirada que
le estaba dando a Dylan, estaba agradecida de que no podía verla—. Ella
habló con él y lo detuvo de atacarnos. Ava y yo no le creímos al principio,
pero él nos dejó ir a través del Inframundo sin restricciones después de eso.
—El encuentro en el palacio de Henry —dijo mi madre, con su maldita voz
astillada cerca de romper mi corazón—. Calliope dejó a Ava intacta por lo
que había hecho a Nicholas. Pero nunca entendimos porqué Cronos no
hirió a Kate.
Una vez más, todos se concentraron en mí, esperando a que hablara.
Aunque, era el silencio detrás de mí el que era insoportable, y traté de
alcanzar a Henry. Todo lo que toqué fue aire.
Sin embargo, después de un momento eterno, sus cálidos dedos encontraron
los míos, y dejé escapar un suspiro de alivio. Él entendió. Podía hacer esto.
—Cuando Milo nació y Calliope me lo quitó, Cronos estaba ahí —dije—. Le
pedí ayuda, y él dijo… dijo que si le prometía ser su reina, me dejaría tener a
Milo de nuevo. Y él lo protegería.
El ceño de Walter se profundizó, y unos cuantos asientos bajo él, Dylan
rodó sus ojos.
—¿No eres la pequeña sirena?
No le hice caso.
—Estuve de acuerdo. No quería hacerlo —agregué rápidamente—. Pero dije
que sí porque…
—Porque Milo es tu hijo —dijo James—. No necesitas explicarlo.
141
Le di una mirada de agradecimiento. Él agarre de Henry en mi mano se
apretó, y continúe.
—Cuando voy a ver a Milo, Cronos siempre está ahí. Tomó la forma de
Henry al principio, y pensé… no me di cuenta quien era. Creí que era
Henry. Fue estúpido, lo sé, pero James me dijo quién era realmente. Y le
dije que Rhea se negó a ayudarnos.
—Fantástico —dijo Dylan—. Mientras tú estabas teniendo tu pequeña
aventura, ¿se te ocurrió decirle algún otro secreto celosamente guardado?
—Ya es suficiente, Dylan —dijo mi madre.
Dylan abrió su boca para replicar, pero antes de que otra pelea estallara,
solté abruptamente.
—Él piensa que Henry está muerto, no sabe nuestros números reales, y cree
que no tenemos más remedio que acordar una tregua. Y no lo hacemos —
agregué—. No al menos que queramos arriesgar el mundo entero.
—Si nos rendimos y le permitimos a Cronos ser liberado, ¿te das cuenta de
que él te querrá? —dijo Walter, y yo asentí—. Sin embargo, ¿esto es algo
que estás dispuesta a hacer?
—Sí —susurré—. No me gusta, pero si es la única manera de detener esta
guerra, lo haré. —Y Milo estaría a salvo. Sólo por eso valdría la pena.
James hizo una mueca.
—De verdad necesitas superar tu complejo de mártir. Uno de estos días va
hacer que te maten.
Detrás de mí, un par de pies se arrastraron, y Henry soltó mi mano
mientras se ponía de pie.
—Hermano —le dijo a Walter, envolviendo su brazo alrededor de mis
hombros y acercándome a él—. Si le permites a Kate hacer esto, ya no
tendrás mi cooperación. Ella es mi reina. Ya he completado su coronación,
y no le voy a permitir a nadie, ni siquiera un Titán, usurpar mi derecho.
142
¿Su derecho? Antes de que pudiera decir una palabra, Walter me
interrumpió.
—Muy bien. Entonces no aceptamos la tregua de Cronos.
—¿Y la lista de traidores? —dijo Dylan, mirando el pergamino con un brillo
desagradable en sus ojos. ¿Qué pretendía hacer, dar caza a todos y cada uno
de ellos? De alguna manera no se sentía muy lejos de la verdad.
—Trataré con ellos personalmente —dijo Walter, y con un movimiento de
su mano, el pergamino desapareció—. Ya hemos perdido la alianza de la
mayoría de los dioses. Eso no es noticia.
—¿Entonces qué? ¿Vas a dejar que todas esas personas mueran mientras
peleas una guerra que sabes no puedes ganar? —dije, y el agarre de Henry
alrededor de mis hombros se tensó. Pero yo no era su derecho, y no dejaría
que algo como esto pasara sólo porque Walter decidió que la discusión
había terminado. Él no siempre estaba en lo correcto. Mi niñez era prueba
de eso.
—No —dijo Walter—. Tengo la intención de ganar la guerra. Ahora si nos
disculpas, Kate, tenemos que discutir el ataque de mañana. Dada tu
cercanía con Cronos, sería mejor si no oyes nuestros planes.
Nadie habló en mi defensa. Ni Henry, ni James, ni siquiera mi madre.
Después de varios segundos, tragué el nudo en mi garganta y me quité del
agarre de Henry. Si no me querían alrededor, entonces bien, pero no iba a
quedarme de brazos cruzados por la próxima década mientras ellos hacían
que mataran a todos.
Estaba a medio camino a la habitación de invitados cuando Henry me
alcanzó. Puso su mano en mi brazo, y no le hice caso, demasiado furiosa
para decir algo. Me había prometido que nuestra relación seria de igual a
igual. Que yo no le pertenecería a él. Ese no era el modo en que
funcionábamos, y ¿cómo se atrevía a insinuar que era suya por cualquier
otro motivo que no fuera el hecho de que yo quería serlo?
Entré enfurecida a la habitación e intenté dar un portazo, pero él la agarró.
143
—Kate, por favor, ¿podrías escucharme?
—¿Por qué debería? —Vagaba desde un extremo de la habitación al otro,
mirándolo penetrantemente y en silencio desafiándolo a acercarse. Él sólo
avanzó lo suficiente para cerrar la puerta tras él—. No me escuchaste ¿por
qué, porque soy joven? ¿Por qué soy una chica? ¿Qué es Henry? ¿Por qué de
repente no soy nada más que tu derecho?
Él exhaló.
—Sabes que no pienso en ti de esa manera…
—De seguro podrías haberme engañado últimamente.
—Eso no es justo. Estoy tratando de mantener a mi familia intacta, y la
única manera de hacer eso es hablar un lenguaje que mi hermano entienda.
—Oh, ¿así que él es el misógamo1?
—Sí —dijo Henry—. Él nunca ha comprendido la relación de pareja. Ni en
su matrimonio, ni dentro del Consejo, ni siquiera entre sus hermanos. No
es justo, pero él es la cabeza del Consejo, y debemos jugar este juego a su
manera.
Me desplomé en la cama.
—Genial. Pasé toda mi vida queriendo una familia, y cuando finalmente
tengo una, está llena de personas que piensan que no soy mejor que
suciedad.
Henry dio unos cautelosos pasos hacia mí, pero se detuvo cuando le di un
vistazo.
—Desearía que me hubieras dicho de tu trato con Cronos.
—Hasta hace dos día, estabas en un coma —le señalé.
1 Misógamo: Enemigo del matrimonio.
144
—Sí, pero has tenido muchas oportunidades para hacerlo desde entonces. Y
parece que como que los detalles de su acuerdo hubieran sido hechos
recientemente.
Me observó con su mirada firme y aparté la mirada.
—No estoy enojado contigo, Kate —dijo suavemente—. No puedo imaginar
lo que soportaste mientras te mantuvieron cautiva, y sinceramente, yo
habría hecho lo mismo si se invirtieran nuestras posiciones. Pero así como
tú eres mi compañera, yo soy el tuyo. Independientemente de las
circunstancias, debería haber sido una decisión que tomáramos juntos.
Lágrimas brotaron de mis ojos. No porque estuviera enfadada con él, sino
porque tenía razón.
—Lo siento. Temía que fueras tras él, y todavía estás demasiado débil…
—Acepto tus disculpas —dijo Henry—. Y te pido que aceptes la mía,
también. No voy a dejarte ir, Kate, porque te amo. No porque crea que me
perteneces. Cualquiera que haya estado alrededor tuyo por cinco minutos
sabe que no puedo pensar así.
—Al parecer mi propio padre no lo hace —murmuré, y Henry suspiró.
—Sí, bueno. Es fácil apuntar todo este desastre a Walter. Después de todo,
él es el que nunca le dio a Calliope el respeto y amor que ella se merecía.
—Se podría pensar que él habría aprendido de eso.
—Se podría pensar. —Se sentó en la cama, y no me alejé—. Quiero
recuperar a nuestro hijo tanto como tú, pero esta no es la manera.
Mis ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. ¿Cuándo dejaría de estar al
borde de las lágrimas? ¿Cuándo por fin sostendría a Milo? ¿Cuándo sería
derrotada Calliope? ¿Cuándo volvería Cronos a su propia esquina del
infierno?
—No sé cómo ser yo sin él —dije—. Todo lo que hago, es como… Es como
esta necesidad empujándome en una dirección, y no puedo funcionar sin ir
145
hacía ella. Y cuando no lo hago, estoy vacía. Él me necesita. Nos necesita, y
no estamos haciendo nada para traerlo de vuelta. Prácticamente lo hemos
abandonado.
Henry se puso sobre su lado así que estaba enfrentándome.
—¿Realmente crees eso? —dijo él, intercalando mi mano en la suya—. Estoy
seguro de que Milo no. Te dijiste a ti misma que crees que él sabe cuando
estás ahí.
Froté mis ojos con la mano libre.
—Lo quiero de vuelta, Henry. Quiero que seamos una familia.
—Somos una familia. —Me besó en la frente, el cuello, y finalmente rozó
sus labios contra los míos—. No podemos pretender que ha sido fácil, pero
amamos al otro incondicionalmente, y eso es lo que importa. Lo traeremos
de vuelta. Lo juro.
Mi barbilla tembló.
—¿Cómo?
—No lo sé todavía, pero encontraré la manera. Encontraremos una manera
juntos.
Lo besé de regreso, sin importar si él podía probar mis lágrimas.
—¿Cómo se supone que te ayude cuando todos piensan que soy inútil y no
me enseñan cómo usar mis habilidades?
—No creo que seas inútil —dijo, su respiración caliente en mi mejilla—.
Nada de eso, te lo aseguro. Te enseñaré todo lo que desees.
—¿En verdad? —dije, y él asintió.
—En verdad.
Lo abracé, enterré mi cara en hueco de su cuello, y dejé salir un suave
sollozo. Eso era todo lo que me permitía a mí misma, sin embargo; un
146
sollozo, y ahora era momento para ponerse a trabajar. Ahora era momento
de probar que merecía mi lugar en el Consejo.
Sólo tenía que hacer una cosa primero.
—¿Quieres verlo?
—¿En serio tienes que preguntar?
Manejé una sonrisa aguada.
—Asegúrate de que Cronos no pueda verte.
—Lo haré.
Una vez que me hundí en mi visión, jalando a Henry conmigo, y esta vez
nadie nos interrumpió. Juntos peleamos a través de la arena movediza hasta
que el cuarto se disolvió alrededor de nosotros y surfeamos en el otro lado.
Milo estada tendido en su cuna, sus ojos apretados. Había de ser bien
pasada la medianoche en la isla. Cronos estaba parado en la esquina cerca de
la puerta, sus brazos cruzados como si estuviera esperando por mí, pero lo
ignoré. No sabía cómo decirle que Walter había rechazado. Si él no lo sabía
ya.
Henry y yo nos inclinamos sobre la cuna de Milo como pensé que lo
habíamos hecho una docena de veces antes, pero esta ocasión era realmente
él. Nosotros tres estábamos juntos, o al menos tan juntos como podíamos
estarlo por ahora.
—Él es hermoso —susurró Henry. No dije nada. No podía, no con Cronos
rondando cerca. Sonreí, cuidadosamente para mantener mis ojos en Milo, y
Henry tocó mi espalda. Él entendía.
—Mi querida —dijo Cronos, apareciendo en mi otro lado y tomando mi
mano—. ¿Tienes noticias de la tregua?
No podía decirle la verdad, no todavía. No tenía idea de qué haría él para
probar su dominio, ¿matar a otro millón de personas? ¿Destruir Grecia?
147
Incluso si todo lo demás provenía de la forma en que Walter había tratado a
Calliope, esto era sobre mí. Y tenía que detenerlo.
—No han llegado a una decisión todavía —dije, mi mirada sin vacilar de
Milo—. Necesitan tiempo.
En la esquina de mi ojo, Henry me dio una mirada escrutadora. La ignoré.
—Muy bien. Espero que no les tome mucho. —Él empezó a masajear mi
hombro, e hice una mueca—. ¿Por qué estás tan tensa, mi querida?
Porque Henry estaba con vida y parado a cinco centímetros de mi codo.
Porque el Consejo, o al menos ciertos miembros, me culpaban por todo.
Porque si hacía un movimiento en falso, todo esto sería más.
—¿Realmente tienes que preguntar? —dije, imitando a Henry.
—No, supongo que no —dijo Cronos, y se movió detrás de mí para
masajear ambos hombros. Henry frunció el ceño y se alejó.
—Por favor no hagas eso —dije suavemente, pero Cronos continuó. Henry
se movió al otro lado de la cuna así él podía mirarme directo a los ojos, y
presioné mis labios juntos. ¿Él no entendía que yo no quería esto?
—Pronto serás mi reina —dijo Cronos, sus labios cosquillearon en mi oído.
La mirada en el rostro de Henry era asesina—. No tienes que cambiar tu
opinión, ¿lo tienes, mi querida?
Mis ojos se bloquearon en Henry. Él tenía que entender que todo era un
acto.
—No —dije—. No tengo que cambiar de opinión.
—Buena chica —murmuró Cronos, y Henry se irguió, sus manos en puños
como si estuviera a segundos de tumbar a Cronos.
—Voy a encontrar a Calliope —dijo Henry—. Permanece aquí.
Mis ojos se ampliaron, pero a pesar de mi silenciosa protesta, Henry se
inclinó sobre la cuna para besar mi cuello. Al menos entendió.
148
Al dejar el cuarto, Cronos pasó sus manos hacia abajo por mi espalda antes
de regresar a mis hombros.
—Cuando tú y yo estemos juntos, nunca llorarás —murmuró—. Nunca
conocerás el dolor. Sólo conocerás la dicha y la felicidad. Todos se
inclinarán ante ti. Sabrán que tú, Kate Winter, eres mi reina. Y todos te
querrán y te temerán por ello.
No quería ser temida. No quería que nadie se inclinara ante mí, pero
Cronos nunca entendería lo que significa ser feliz sin el poder absoluto.
Nunca entendería por qué siempre amaría a Henry y nunca lo amaría a él.
Pero al menos Henry no estaba aquí para escuchar esto.
—¿Qué vas a hacer?
Las manos de Cronos se calmaron. Traté de girar, pero él bloqueó mi
camino. No es que importara. Yo había conocido esa voz donde quiera.
Ava estableció un montón de mantas en el tocador y se movió hacia
nosotros, sus ojos se centraron en Cronos. Ella no podía verme.
—¿A quién le estás hablando?
—Al bebé —dijo Cronos suavemente—. Alguien debe asegurar su
educación.
—No, no lo estabas —dijo Ava, avanzando hacia él. Sus manos temblaban.
Ella estaba tan asustada de Cronos como todos los demás—. Dijiste el
nombre de Kate.
—Así que hablé de su madre. —Cronos se enderezó y dejó caer las manos.
Aparentemente él había dado cuenta de que masajear los hombros de una
persona invisible no hacía mucho para sostener su argumento—. ¿Qué con
ello?
Ava lo miró.
—Kate está aquí, ¿verdad?
—Tal vez —permitió él—. Tal vez no.
149
Mi estómago se retorció en nudos. Ella estaba tan cerca que yo podía
estirarme y tocarla si quería.
—Quiero hablar con ella —dijo Ava—. Sé que ustedes dos se comunican. Sé
que puedes escucharla y ella puede escucharte, y-y quiero que le digas algo.
¿Cómo podía ella posiblemente saber eso? Cronos no se lo había
mencionado, además no se había escuchado tan determinada para estar en
lo correcto. ¿Quién más sabía? El Consejo, pero nadie de ellos había estado
en contacto con Ava. A menos que fuera otro traidor.
No, imposible. Confié en el Consejo con mi vida. Excepto por Dylan, pero
él no se habría arriesgado a perder una batalla, especialmente alimentando
de información al enemigo. A menos que fuera todo una treta y él
realmente se estaba reportando a Cronos, después de todo.
Mordí mi labio. No podía pensar de esa forma, no a menos que lo hubiese
probado. Aun cuando él parecía odiarme, era fácil sospechar que Dylan
fuera una serpiente, pero esa clase de pensamiento y sospechas nos rasgaría
en partes. La última cosa que el Consejo necesitaba era alguien más
retrocediendo. Dylan y yo podríamos no habernos agradado mucho el uno
al otro, o en absoluto, pero eso no quería decir que no podíamos trabajar
juntos hacia un objetivo en común. Tanto como él no estaba haciendo lo de
acusarme y diciéndole a su novia secretos a las espaldas del Consejo.
—Si te gustaría hablarle, entonces habla —dijo Cronos, y la falsa nota de
calidez que él usó conmigo se evaporó—. Ella es perfectamente capaz de
escucharte.
Ava tomó otro paso tentativo hacia adelante, concentrándose en algún lugar
sobre mi hombro derecho.
—Kate… Kate, lo siento. Juro que no sabía qué estaba haciendo Calliope.
Nunca hubiera arriesgado la vida de tu bebé.
Me moví protectoramente en frente de la cuna de Milo. No había mucho
que hacer, pero me hizo sentir mejor, al menos.
150
—Es muy tarde para disculpas —dije, y para mi sorpresa, Cronos abrió su
boca y pronunció esas mismas palabras, exactamente como las había dicho.
La expresión de Ava se volvió afligida.
—Por favor. Haré cualquier cosa.
—Vuelve al Olimpo —dije, y una vez más Cronos lo repitió—. Deja a
Calliope.
—No puedo —dijo ella—. No entiendes, ella tiene a Nicholas, y si no
coopero, va a matarlo como mató a Iris y a Henry.
En el momento que ella dijo esas palabras, un silencioso frío se estableció en
la habitación, y parpadeó varias veces.
—Lo siento tanto —dijo ella, y podía escuchar el sollozo burbujeando dentro
de ella—. Lo siento mucho, Kate. No puedo decirte…
—Entonces no lo hagas —dije—. Si realmente lo sientes, entonces haz algo
para probarlo. No importa qué. Pero para de actuar como una víctima
impotente y levántate para que creas en ti antes de que no te quede nada en
absoluto.
Lágrimas fluyeron por sus mejillas, y no trató de detenerlas.
—Sólo quiero que las cosas estén bien de nuevo. Por favor, Kate… tienes
que entender. Harías lo mismo por Henry, ¿verdad?
—Sí —dije suavemente—. Pero me habría odiado a mí misma cada
momento por eso, y en el instante en que me diera cuenta de que estabas
embarazada, hubiera peleado con Calliope a muerte para protegerte. Nunca
la dejaría destruirte como trató de destruirme.
Silencio se estableció sobre el cuarto una vez que Cronos terminó de
reproducirme. Ava se hundió en el piso, abrazando sus rodillas a su pecho, y
presioné mis labios juntos. Tan herida como estaba, mi vida no era la única
que Calliope trataba de destruir.
151
—Tienes que entenderme —dije tranquilamente—. Haz lo correcto, y un
día tendrás mi perdón. Pero no tienes que hacer nada si no comienzas a
actuar como la Ava que conozco y te levanta frente a Calliope.
Ava sollozaba ahora, su cuerpo entero sacudiéndose.
—No puedo. No puedo. Ella lo matará. Por favor, Kate. Eres mi mejor
amiga. Eres la única que entendía antes. Por favor trata de entender ahora…
Callum, él está a salvo con ella, no quiere lastimarlo…
Algo feo se desenrolló dentro de mí, algo vicioso y oscuro donde cada
pensamiento terrible que alguna vez había permanecido latente, esperando
para salir de nuevo.
—Ella lastima a Milo cada segundo que lo mantiene alejado de Henry y de
mí, y eres quien la dejó tomarlo en primer lugar. No alzaste un dedo para
detenerla, y por ti, él está aquí, y nunca estará a salvo con ella. Nunca. Si no
puedes ver eso, si eres tan ciega de tus propias acciones que no puedes
tomar la responsabilidad por ella, entonces en lo que a mí concierne, nunca
fuimos amigas. Y nunca lo seremos de nuevo.
Sus ojos volaron abiertos. En lugar de la angustia que esperaba, se llenó de
fuego magenta, con tanta seguridad como Herny brillaba con la luz de la
luna y Cronos se arremolinaba como niebla. Ella desplegó sus piernas y se
puso de pie, y un aura de dolor brilló a su alrededor.
—Eres un mentiroso. —Sus palabras hicieron eco a través de la guardería, y
Milo dejó salir un asustado chillido. Ella lo ignoró y fue cara a cara con
Cronos, inconsciente de que yo estaba a medio metro de distancia—. Kate
nunca me diría esas cosas, y tus intentos por separar mi lealtad no
funcionarán. Incluso si Kate dijo esas cosas horribles, ella realmente no las
quería decir. Calliope está usando sus poderes para hacer que me odie,
¿verdad?
Calliope no tenía que cortar los lazos de nuestra amistad. Ava ya estaba
muy desgastada de forma irreparable. Pero no importa cuánto entendiera
por qué ella estaba haciendo esto, no importa cuánto quería perdonarla,
nunca había tenido sentimientos tan contradictorios por alguien en mi vida.
152
Constantemente me desplazaba entre la furia irresistible y el profundo
deseo por entender, como si esas dos partes de mí estuvieran en guerra con
la otra. Y mientras había estado en la isla, lo suficientemente cerca para que
Calliope me tuviera cuando quería, perdonar a Ava no había pasado por mi
mente.
Tal vez Calliope estaba detrás de esto, después de todo. Tomé una profunda
respiración. Reconociendo que la tensión en la boca del estómago no
disminuía, pero me forzaría a mí misma a pasar la influencias de Calliope si
Ava tenía razón.
—¿Es así? —dijo Cronos con calma misteriosa, trayéndome de vuelta al
presente—. ¿Qué te hace estar tan segura? Ya estás de nuestro lado. No
tengo razón para mentir.
—Tienes cada razón para mentir —dijo Ava—. Le he dicho a Calliope, y
ahora te lo diré a ti. No soy tu perra. Estoy aquí por mi esposo, estoy aquí
por el bebé de Kate. No dejaré que tú o Calliope lo envenenen.
Una sombra se movió en la entrada, y Henry apareció. Estaba a salvo. Sin
palabras cruzó la habitación y tomó mi mano.
—Puedes decirme tantas cosas horribles como quieras. No te creeré. —La
voz de Ava tembló, pero poder irradiaba de ella—. Ella es mi mejor amiga, y
la quiero. No es que tú puedas entender la primera cosa sobre el amor.
Ella metió la mano en la cuna de Milo y lo recogió, y su llanto se volvió
más fuerte. Sus brazos se agitaron hacia a mí, y posé mi mano sobre su
frente.
—Está todo bien —susurré—. Estoy aquí.
Al dejar caer las palabras mi boca, sin embargo, Ava irrumpió hacia la
puerta, y era sólo por el apretado agarre de Henry en mi mano que me
abstuve de ir por ella.
—¿Adónde lo estás llevando? —dijo Cronos sin algún indicio de ira. Por el
contrario, él sonaba divertido.
153
Ava lo fulminó con la mirada.
—A darle un baño y un biberón. Alguien necesita asegurarse de que sepa
que es amado, y tú y Calliope estoy segura como el infierno que no están
calificados.
Caminé hacia ella, tirando de la mano de Henry en un intento de seguirlo,
pero él se mantuvo firme.
—Vamos, Kate —dijo, y el mundo alrededor de nosotros comenzó a
desvanecerse—. No hay nada más que podamos hacer.
Y creí no decir nada mientras él me traía de vuelta al Olimpo, sabía que él
estaba equivocado. Había algo más, y ahora no tenía más remedio que
hacerlo.
154
Capítulo 10 DESTRUCCIÓN
Traducido por Nanami27 y Simoriah
Corregido por Val_mar
o estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí, mirando a
Henry en el medio de nuestra cama. El tiempo suficiente para
que mi corazón doliera de la misma manera que lo hizo cuando
me separé de Milo por mucho tiempo. Lo suficiente como para
estar segura de que la reunión del Consejo había terminado para ahora, pero
mi madre todavía no había venido a buscarme. Tal vez sabía que no quería
ser encontrada.
—¿Por qué crees que lo hizo? —le dije, rompiendo el silencio entre Henry y
yo.
—¿Ava? —dijo, y yo asentí—. Porque ama a Nicholas, y porque fue tan
ingenua como para confiar en que Calliope mantendría su palabra.
—Pero, ¿por qué Calliope fue tras Ava para empezar?
Henry se inclinó y me besó.
—Calliope ve a Ava como su mayor rival. Walter la ama más que a nadie
en el Consejo, y Calliope siempre ha estado celosa de la influencia que ella
tenía sobre él. Ava es poderosa por derecho propio, también. Calliope tiene
N
155
control sobre la lealtad de una persona, pero Ava controla el amor. Ni
siquiera Calliope puede tocar eso.
El entendimiento cayó sobre mí.
—Te quería. Calliope iba a capturarte y obligarte a ser su socio. Ese era su
juego final, atraerte y mantenerte como una especie de mascota o algo así.
Tal vez por eso quería a Ava de su lado.
Henry no dijo nada. Esperé a que hablara, pero su mirada se volvió distante,
y con el tiempo se hizo evidente que no iba a responder.
Dudé. Otro de los temas a continuación.
—¿Crees que Ava tiene razón y Calliope está usando sus habilidades para
hacerme odiar a Ava?
—No lo sé. La única persona que puede responder eso eres tú.
Pero no tenía una respuesta. Ni siquiera sabía las preguntas correctas para
hacer. Mi ira no era irracional, pero nunca había estado tan furiosa y
frustrada con nadie en toda mi vida. Ni siquiera con Calliope después de
que había tratado de matarme. Si pude perdonarla, ¿entonces por qué no
podía perdonar a Ava?
Debido a que Calliope sólo había tomado mi vida. Ava había arrancado la
cosa más importante en el mundo lejos de mí.
—Todavía no tiene sentido —dije—. Si ella está usando los poderes de Ava
de alguna manera, ¿entonces por qué no hemos oído hablar de él? ¿Por qué
Cronos no me lo dijo?
—No lo sé. —Deslizó su mano por mi costado hasta descansar en mi
cintura—. No hay nada que podamos hacer al respecto ahora mismo, salvo
prepararnos para la posibilidad de que Calliope todavía tenga un as bajo la
manga.
Miserable como estaba, me reí en su hombro.
—Escucharte utilizar metáforas de póker es extraño.
156
—Estoy mucho mejor de lo que podrías pensar —dijo él.
—Lo creo.
Me besó otra vez y pasó un dedo por encima de la cintura de mis
pantalones, dejando un calor abrasador donde quiera que me tocara. No
hacía falta ser un genio para saber lo que quería, y le devolví el beso, pero
puse mi mano sobre la suya. Suspiró.
—Lo siento —dije—. Es sólo que la última vez que hicimos esto, Calliope lo
usó contra nosotros. Y no puedo pasar por eso otra vez.
En lugar de protestar, Henry me atrajo más cerca, moviendo su cuerpo de
manera que descansó contra el mío.
—¿Es esta tu manera de ofrecerme más incentivos? ¿Gano la guerra, y
dormirás conmigo otra vez?
Rodé los ojos.
—Por favor. Si eso es lo que estuviera tratando de hacer, sería mucho más
obvia al respecto. Ganar la guerra es un poco vago, después de todo. Yo iría
a por algo más sólido.
—¿Por ejemplo? —murmuró.
—Diría algo así... Dormiré contigo después de que me enseñes a desaparecer
y reaparecer.
Miró hacia mí, y por primera vez en mucho tiempo, me pareció ver una
sonrisa de verdad en su cara.
—¿Es una promesa? Porque con ese tipo de motivación, estoy seguro de que
podríamos tenerlo por hecho para la próxima puesta de sol.
—Eres ridículo —dije—. Pero si te estás ofreciendo...
De inmediato se incorporó y se alisó la camisa.
—Tiene que haber algún lugar en este sitio donde podamos practicar sin ser
regañados.
157
Empecé a sugerir volver al Inframundo, pero estábamos tan atrapados aquí
como había estado en la isla. Si dejáramos el Olimpo, por cualquier motivo,
sólo sería cuestión de tiempo antes que Calliope y Cronos descubrieran que
Henry estaba vivo. Habíamos tenido suerte en África y Grecia, y no
podíamos permitirnos el lujo de correr el riesgo una segunda vez.
—¿Crees que lo veremos otra vez? —dije, y la sonrisa de Henry se
desvaneció.
—¿A Milo? —dijo, y yo asentí—. Sí. Lo veremos en cualquier momento que
quieras.
—Sabes lo que quiero decir.
Me atrajo hacia él de nuevo, con los brazos apretando alrededor de mí.
Había sido una idiota para pensar alguna vez que no me quería sólo porque
él no lo dijo. Me lo decía cien veces al día sin tener que decir una palabra. —
Te prometí que encontraríamos una manera de traerlo de vuelta, y lo
haremos. Lo que sea necesario.
—Excepto que mueras —dije con firmeza, envolviendo los dedos alrededor
del dobladillo de su camisa negra—. Lo digo en serio.
Henry me besó en la frente.
—Así que tienes permitido ofrecerte a Cronos por toda la eternidad para
sacar a Milo de allí, ¿pero yo no estoy autorizado a ofrecer mi vida para
hacer lo mismo?
—Yo todavía estaría viva —dije—. Y encontraría una manera de salir de allí
eventualmente.
—Admiro tu valentía, pero James tiene razón. Debes encontrar una
solución a este complejo de mártir tuyo.
Le di una mirada a medias.
—No te quejabas cuando mi complejo de mártir te dio una segunda
oportunidad.
158
—Pero ha llegado el momento de luchar no sólo por las vidas de tus seres
queridos, sino por ti misma, también —dijo—. Si tan sólo fuera así, no
lastimarías a esas mismas personas dejándolas de la forma que estás
asustada de que te dejen.
Eso no fue justo y él lo sabía. Si alguien tenía que morir, me gustaría mucho
más que fuera yo, a sufrir ese tipo de pérdida. Henry, mi madre, Milo, no
podía salir de eso y aún ser yo.
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —le dije.
—Prométemelo.
Pero no podía, y tampoco podía él. Ambos haríamos lo que tuviéramos que
hacer con el fin de proteger a los demás, y ninguna promesa en el mundo
podría detener a cualquiera de nosotros.
Para el momento en que el Olimpo una vez más se cernió sobre Grecia y el
Consejo partió para otro minuto de larga batalla contra Cronos, me las
arreglé para desaparecer de un lado del salón del trono y reaparecer en el
otro. Con la cantidad de concentración que tomaba, no tuve oportunidad de
preocuparme por mi madre y el resto del Consejo. Y estaba demasiado
agotada para estar molesta porque este debía haber sido el plan de Henry
desde el principio.
—¿Por qué no me enseñaste esto antes? —dije, tirando de mi cabello en una
cola de caballo—. Esto habría venido muy bien hace nueve meses, ya sabes.
—No tomaba ningún esfuerzo físico en absoluto, pero la cantidad de fuerza
de voluntad que requería me mareaba cada vez que cruzaba la habitación.
¿Cómo viajaba Henry a través de todo el Inframundo de esta manera?
—No tuvimos la oportunidad —dijo él—. Ahora trata de entrar en el
dormitorio. Te encontraré allí.
Le di un vistazo.
—Te lo dije, no quiero hacer eso hasta que…
159
—¿Eso es lo único que piensas? —dijo con una leve sonrisa antes de
desaparecer, y resoplé. Totalmente injusto.
Cerré los ojos y me concentré en el aire a mi alrededor. En el salón del
trono, aún era quieto y cálido, pero no insoportable. Lentamente,
dolorosamente así, reconstruí una imagen de la habitación en mi mente. La
cama plana, el tocador, el armario, la puerta blanca, el piso de la puesta del
sol y el techo de color azul celeste exactamente igual que el salón del trono.
Reuniéndome a mí misma, sintiendo cada centímetro de mi cuerpo desde la
punta de la nariz hasta el fondo de mis talones, exhalé.
Y entonces abrí los ojos.
—Muy bien —dijo Henry, de pie peligrosamente cerca de mí—. Fuiste más
rápido esta vez. Menos de treinta segundos.
Era difícil aceptar un cumplido de alguien que podría hacerlo en un abrir y
cerrar de ojos.
—¿Y si aparecemos en el mismo espacio?
—Eso no va a suceder —dijo Henry—. Las leyes del universo no lo
permitirán.
Oh. Bueno, eso fue bueno saberlo. Me apoyé en el poste de la cama y metí
las manos en mis bolsillos.
—Una vez que tenga esto controlado, ¿podrías enseñarme a luchar?
—Se necesitan siglos para aprender a luchar de la manera que haría alguna
diferencia en las batallas —dijo él. Maldita sea. Así que James no había
estado mintiendo—. Esto, aprender cómo viajar, es tu mejor apuesta.
—¿Cómo puede ayudar esto? —dije, y él se encogió de hombros.
—Cualquier número de maneras, de verdad. Nunca subestimes el valor de
ser capaz de ir donde quieras con un solo pensamiento. Eso, junto con tus
visiones... bueno, podrías ser un oponente formidable en efecto.
—Solo lo dices para tratar de hacerme sentir mejor.
160
—Tal vez. —Él concedió con una sonrisa—. Pero eso no lo hace menos
cierto. Ahora, antes de llegues a una idea equivocada de mí, te encontraré de
nuevo en el salón del trono.
Una vez más, desapareció, y yo suspiré. Si todavía fuera mortal, estaba
segura de que tendría un terrible dolor de cabeza a esta altura. Cerrando los
ojos, repetí el proceso, esta vez tratando de concentrarme más rápido y
ganar un segundo o dos de mi tiempo. Tenía que mejorar, y sólo tenía un
limitado espacio de tiempo para aprender cómo.
Reaparecí en el cuarto del trono veintidós segundos más tarde y sonreí.
—La próxima vez que juguemos a la mancha, yo voy a ser la que persiga —
dije, y mis ojos se abrieron con un aleteo.
Walter estaba parado a cinco centímetros frente a mí, tan cerca que mi
nariz casi estaba presionada contra su pecho.
—Mientras que es admirable que hayas encontrado el tiempo para jugar
durante un período tan complicado, debo pedirte que ahora te sientes.
Retrocedí a tropezones y golpeé a alguien más. James. Él apoyó la mano en
mi hombro para afirmarme.
—Regresamos —dijo.
—No lo había adivinado —murmuré antes de moverme torpemente hacia
mi trono. Henry estaba de pie junto al suyo, y extendió la mano. La tomé.
El resto del Consejo también estaba de pie junto a sus tronos, e hice una
rápida cuenta mental. Todos lucían cansados, la piel de mi madre estaba
enfermizamente pálida, un doloroso recordatorio de sus últimos días en
Edén, pero todos habían regresado.
Nadie habló. Sus expresiones iban desde la profunda tristeza hasta la
inexplicable ira, y me tomó todo lo que tenía no hundirme en una visión y
asegurarme de que Milo estaba bien.
—¿Qué sucedió? —dije temblorosamente, demasiado asustada para esperar a
que Walter hablara primero.
161
—El alcance de Cronos se está extendiendo. Envió otra ola gigante —dijo
Walter—. Alejandría casi ha desaparecido, y El Cairo está medio ahogado.
—Pero… —Intenté imaginar el mapa de Egipto. Había pasado una eternidad
desde que había visto uno—. El Cairo no está en la costa.
—Con el poder de un Titán detrás de ella, no hubo nada para evitar que la
ola alcanzara los territorios internos —dijo Phillip, y respiró
temblorosamente—. Lo lamento. He hecho todo lo que puedo para hacerle
frente, pero…
—Tienes un límite —dijo Sofía suavemente, sus ojos bordeados de rojo—.
Nadie te culpa, Phillip.
Por la forma en que inclinó la cabeza, era obvio que Phillip se culpaba a sí
mismo. Metí mis dedos temblorosos entre las rodillas. Dos ciudades esta
vez, y todo entre medio.
—¿Cuántas muertes? —dije.
—Millones —dijo Walter—. Varias veces la cantidad de la destrucción de
Atenas.
Todo el aire abandonó mis pulmones. ¿Por qué no habían aceptado el trato
de Cronos? Quizá sólo habría dado un poco más de tiempo para
prepararnos, pero aun así era algo. Cronos iba a escapar con o sin su
permiso, y no pasaría mucho tiempo antes de que devastara Europa y
África. Y luego, ¿dónde golpearía? ¿Asia? ¿Australia? ¿Norte y Sudamérica?
¿Cuánto tiempo pasaría hasta que destruyera todo?
Al menos Calliope me atacó por una razón. Pero Cronos, ¿lo estaba
haciendo solo para herir al Consejo? ¿Para probar que era más fuerte y que
no había nada que pudieran hacer para detenerlo? Ellos ya lo sabían, incluso
si Walter era demasiado terco para admitir que no era el bastardo más
grande y más malvado en el universo.
Abrí la boca para demandar que Walter hiciera algo; lo que fuera, no me
importaba, mientras detuviera el ataque. Sin embargo, Henry me tomó la
mano, acariciando mis nudillos con la almohadilla de su pulgar, y me quedé
162
en silencio. Para Walter, yo no era más que un incompetente fastidio.
Debido a eso, sin importar lo que dijera, sin importar cuánta lógica y razón
usara, no me escucharía. Nadie excepto mi madre, James y Henry lo
harían, y el Consejo no podía permitirse estar más dividido de lo que ya
estaba.
—Kate, puedes irte —dijo Walter, y dejé mi trono sin protestar. Podría
haber sido joven e inexperta, pero eso no me convertía en una idiota. Y si
ellos no lo arreglaban, entonces yo lo haría.
Las sombras bailaban en los muros de la guardería de Milo cuando se
materializó alrededor de mí, y Cronos se erguía sobre su cuna. Lucía más
pálido de lo usual, pero sus ojos se arremolinaban con niebla, y una ligera
aura de poder lo rodeaba.
—He estado esperándote. —Apoyó una mano en la parte baja de mi espalda,
y yo retrocedí.
—Eres un monstruo —gruñí, tomando a mi hijo—. ¿Te das cuenta de
cuánta gente acabas de…?
Como siempre, mi mano encontró el aire, pero esta vez fue diferente.
Entrecerré los ojos para mirar el desorden de mantas, y me congelé. Milo no
estaba ahí.
—¿Qué le hiciste? —dije, y mi voz se quebró—. ¿Dónde demonios está mi
hijo?
Cronos hizo un gesto hacia detrás de mí, y me volví rápidamente. Ava
estaba sentada en una mecedora que no había estado ahí el día anterior, y
tenía a Milo en brazos.
—Apenas lo ha dejado desde que te fuiste —dijo Cronos.
Me apresuré hacia ella, y Ava levantó la mirada. Por un horrible momento,
pensé que ella podía verme, pero en su lugar miró a través de mí.
—No funcionará —le dijo a Cronos—. No importa cuántas veces lo
intentes. Kate no está aquí, e incluso si estuviera, no serías capaz de verla.
163
Todavía la negación, entonces. Por ahora, no importaba; observé a Milo
succionar felizmente la punta de su dedo meñique, y mi corazón se derritió.
Abriendo los ojos, él me miró a mí, y podría haber jurado que sonrió
alrededor del dedo.
—Hola, bebé —susurré, arrodillándome junto a Ava. La hoja de la mecedora
rebanó mi muslo insustancial—. Mírate.
Sus ojos estaban brillantes, sus mejillas rosadas y él movió las manos hacia
mí con más entusiasmo que antes. Lucía como un saludable niño de diez
días. Lo que fuera que Ava le estuviera dando, funcionaba.
—¿Por qué luce tan saludable? —le dije a Cronos, y él repitió la pregunta.
Ava, que no debe haberse dado cuenta de que él una vez más estaba
hablando por mí, se encogió de hombros.
—Todos saben que los recién nacidos necesitan ser tenidos en brazos, y no
caminando por un vacío de emoción tampoco. Un poco de amor les hace
maravillas.
Y ahora mismo, ella era la única que podía darle eso. Me mordí la parte
interna de la mejilla y me concentré en Milo. Era tan hermoso que dolía
mirarlo, pero no podía apartarme.
—¿Por qué atacaste a esa gente? —le dije a Cronos.
—Por la misma razón que ataqué a Atenas —dijo él—. Para enseñarle una
lección al Consejo.
—¿Y qué lección se supone que sea esa? —estallé—. Cuanto más los
lastimes, menos probable es que estén de acuerdo con tu tregua.
—Ambos sabemos que eso no sucederá —dijo Cronos, y en la mecedora, el
ceño de Ava se frunció con confusión.
—Detente —dijo ella, su asidero sobre Milo apretándose—. Ella no está
aquí.
164
—Dile que mentiste ayer —dije. Ava estaba haciendo algo que nadie más
podría o haría por Milo en este momento, y si Cronos decía lo peor, no
podía arriesgar que Ava dejara al bebé solo una vez más. Lo último que él
necesitaba era perder a alguien que lo amaba.
Cronos suspiró y dijo con voz molesta.
—Mis palabras de ayer eran puramente mías, no un reflejo de lo que Kate
expresó. Mis más sinceras disculpas.
Ava sonrió triunfalmente.
—Lo sabía. Eres una porquería.
—Eso me han dicho —dijo Cronos con sorprendente facilidad—. Mi querida
Kate, el hecho es que todos sabemos que una tregua no tendrá lugar, no
mientras Walter esté a cargo del Consejo.
—No está en mí poder convencerlos de derrocar a Walter, e incluso si
pudiera, no lo haría —dije.
—Entonces conoces las consecuencias —dijo Cronos—. El tiempo de la
inacción terminó. Le he dado al Consejo lo suficiente para rendirse, y ahora
que han elegido no hacerlo, haré lo que deba para ponerlos en su lugar.
Mi estómago cayó.
—Por favor —dije—. Dales un poco más de tiempo. Dame un poco más de
tiempo.
—No hará diferencia. El solsticio de invierno está a menos de tres meses de
distancia. Los lazos del Consejo ya no me contendrán en ese momento.
—Lo sé.
—Entonces, ¿por qué viniste? —dijo Cronos—. No me digas que fue
meramente para ver a tu hijo.
165
Hubiera pasado una eternidad encerrada en una habitación con Calliope si
eso significaba pasar cinco minutos con Milo. Pero no lo dije, porque
Cronos tenía razón. Siempre tenía razón.
—Sabes por qué estoy aquí.
Sus pasos hicieron eco detrás de mí, acercándose hasta que se arrodilló
junto a mí y pasó su brazo alrededor de mi cintura. Ava se alejó de él. No la
culpaba.
—¿Kate? —dijo ella, su voz temblando mientras buscaba en el espacio en el
que estaba. La ignoré. Ahora no era el momento.
—Quiero oírlo de ti —dijo Cronos roncamente, y a pesar de que sus labios
se mantuvieron cerca de mi oreja, él ya no tenía aliento. Ni tibio, ni frío;
nada.
Apreté las manos hasta formar puños y me concentré en los ojos azules de
Milo. Henry entendería. Tenía que hacerlo.
—Estoy aquí para hacer un intercambio.
—¿En verdad esta vez? —dijo Cronos.
—Sí —susurré—. En verdad.
166
Capítulo 11 HORIZONTE
Traducido por Rihano y Akanet
Corregido por La BoHeMiK
ronos me dio siete días con Henry y mi madre antes de que
atacara de nuevo.
No fue por la bondad de su corazón. Sin embargo, yo no tenía
manera de llegar a la isla por mi cuenta, y no podía pedirle a
nadie que me acompañara. Además, cuanta más gente involucrara, mayor
sería la oportunidad de que esto se le regresara a Henry.
Así que tuve que aprender a llegar por mí misma. Apenas podía viajar a
través de la habitación sin la ayuda de Henry; aprender cómo cruzar la
mitad de un océano en una semana parecía imposible, pero tenía que
hacerlo.
Mientras mi mente regresaba al Olimpo, me volví consciente de dos cosas:
primero, yo estaba llorando. Y segundo, Henry estaba a mi lado, sus ojos
fijos en los míos.
—¿Estás bien?
Él rozó su pulgar contra mi mejilla, capturando una lágrima perdida. El
impulso de decirle todo lo que me abrumaba, hacía difícil respirar, pero no
C
167
pude. Esto era por Milo. Si uno de nosotros tenía que hacerlo, yo era la
mejor opción. Cronos ya le había emitido un ultimátum a Calliope, no
podía dañar Milo o a mí; Henry no tendría la misma seguridad, y él era
demasiado importante, demasiado poderoso, demasiado necesario para
sacrificarse. Encontraría un camino de regreso tan pronto como pudiera.
Tal vez si pudiera aprender a viajar apropiadamente, me gustaría ser capaz
de tomar a Milo y escapar. No era mucho, pero era algo, y no podía tener a
Henry arriesgándose en el ínterin.
—Te quiero tanto —le dije, cerrando la distancia entre nosotros y
envolviéndome alrededor de él—. No importa lo que pase, no importa cómo
resulte esta guerra. Te amo, por siempre y para siempre.
Henry se quedó callado por un largo rato, y yo conté los segundos, tomando
consuelo en cada respiración que él tomaba. Por fin bajó sus labios a los
míos, besándome con dolorosa ternura.
—Tú eres mi vida. —Aunque sus palabras fueron apenas un susurro,
parecieron hacer eco desde algún lugar profundo dentro de él, envolviendo
mi cuerpo e infundiéndome con algo inquebrantable—. No hay nada que no
haría para hacerte feliz. Antes de conocerte, mi mundo era una serie de días
que eran grises y vacíos. Yo no tenía nada que esperar, y no puedo decirte
como era encarar la eternidad solo. Cada día he deseado por ti. Cada día me
aferré a la esperanza de que con el tiempo nos encontraríamos. Y cuando
por fin te encontré...
Se inclinó y me besó de nuevo, con tanta ternura como antes. Su mano se
deslizó por debajo de mi camisa, extendiéndose a través de mi estómago,
pero el toque no era sexual. Era como si estuviera tratando de
memorizarme, al igual que yo estaba tratando de memorizarlo.
—Existí durante más eones de los que recuerdo. He visto salir el sol y caer
tantas veces, que los días perdieron todo significado. Por mucho tiempo, me
pasó en un borrón. Pero esa noche nos encontramos en el río, la noche que
te ofreciste a ti misma con el fin de salvar a un virtual extraño, mi corazón
empezó a latir de nuevo.
168
Él tomó mi mano apretándola contra su pecho, y allí estaba, el fuerte y
hermoso pum, pum, pum, pum. Hubiera dado cualquier cosa por mantener los
latidos de su corazón. El negro abismo en el que se había convertido mi
mundo en esas horas que pensé que él estaba muerto, se había desvanecido,
pero era una cicatriz que siempre llevaría. No podía volver a eso. Incluso si
tuviera a Milo, nunca tendría a otro Henry.
—Ahora veo la salida del sol —dijo—. Debido a ti, los días tienen color. La
eternidad tiene sentido una vez más. Encontraste cada pieza rota de mí y
me juntaste de nuevo, a pesar de que te lastimé tantas veces como para no
merecerte. Eres el pegamento que me mantiene unido. Si te pierdo, será mi
final.
Un nudo se formó en mi garganta.
—Nunca me perderás —le dije con voz rota.
—Promételo. —Su mirada buscó la mía mientras pasaba el dedo por mi
columna vertebral.
—Te lo prometo. —Cerré la brecha minúscula entre nosotros una vez más,
capturando sus labios y tratando de mostrarle lo mucho que lo decía en
serio—. Te quiero. Me encanta nuestra familia. Me encanta nuestra vida en
común, y no puedo esperar al día cuando estemos de vuelta en casa, sólo
nosotros tres, y toda esta guerra termine. Te juro que eso va a pasar. Ese
será nuestro futuro.
Él acunó la parte posterior de mi cabeza y sentí su palma ardiente contra mi
piel.
—He esperado una eternidad por este amor. No voy a permitir que nadie,
Titán o no, lo aleje de nosotros.
—¿Lo prometes? —le dije, y esta vez fue el turno de Henry de besarme.
—Lo prometo.
—Entonces hazme un favor.
169
—Lo que sea.
Me volteé sobre mi espalda, haciéndolo rodar conmigo. Su cuerpo apretado
contra el mío, en todos los lugares correctos, y levanté mi cabeza lo
suficientemente alta para descansar mi frente contra la suya.
—Vive este amor ahora —le susurré—. Y nunca pares.
* * * En esos siete días, pasé cada momento que pude con Henry. Walter decidió
que a pesar de que Henry estaba mayormente curado, permanecería en el
Olimpo hasta el último momento posible, para darle al Consejo el elemento
sorpresa. Aunque Henry tenía una tendencia a pasear alrededor
murmurando cosas sobre su hermano con las que estaba demasiado
dispuesta a ponerme de acuerdo, eso nos dio más tiempo para estar juntos.
Cuando no estábamos jugando a nuestro nuevo juego de “corre que te
atrapo” a lo largo del palacio bañado por el sol, nos habríamos paso a través
de las arenas movedizas de mis visiones para ver a Milo. Cronos siempre
estaba allí, un recordatorio silencioso del poco tiempo que me quedaba con
mi familia, pero ahora Ava también se había convertido en un elemento
permanente.
Mientras más feliz y saludable se volvía Milo, más delgada y pálida se
ponía Ava, como si él estuviera drenando todo lo que tenía dentro de ella.
Tal vez lo estaba. Tal vez ella era lo único que lo mantenía vivo. Sin
embargo, cuando le expresé eso a Henry un día después de regresar al
Olimpo, él negó con la cabeza.
—Los dos somos inmortales, y Milo también lo es.
—¿Qué? —Me detuve en medio de la abandonada sala del trono, el único
lugar al que podíamos ir que no se sentía mal ventilada. El sol brillaba un
poco más radiante aquí, y la puesta de sol a nuestros pies parecía más
170
profunda, de alguna manera más real—. Pero pensé que todos tenían que
hacer las pruebas.
—Los miembros del Consejo lo hacen —dijo Henry—. Los semidioses que
intentan ganarse la inmortalidad por lo general tienen que probarse a sí
mismos de alguna manera. Y también los miembros de la realeza toman la
prueba. Si Walter decide tomar otra reina, independientemente de su
mortalidad, ella tendrá que pasar las mismas pruebas que tú hiciste para
ganarse su posición. Si Milo alguna vez me reemplazara como rey del
Inframundo…
—¿Por qué lo haría?
—Sólo hipotéticamente —dijo Henry, y sus dedos bailaban por la curva de
mi espalda—. Si él me sustituyera, también tendría que hacer la prueba.
Sin embargo, no era sólo hipotéticamente. ¿Estaba pensando él lo mismo
que yo estaba… sacrificarse a sí mismo para regresar a Milo de alguna
manera?
No, no me haría eso, no después de todo por lo que habíamos pasado,
hacerlo lo haría todo más difícil para él. Sin embargo, yo encontraría una
manera de volver a él, no importaba lo que hiciera falta. Apoyé la cabeza en
su hombro. La cicatriz plateada del primer ataque de Cronos asomaba por
debajo de su cuello, y la tracé con un toque ligero como una pluma.
—Ven —murmuró—. Quiero mostrarte algo.
Antes de que pudiera decir una palabra, la ya familiar sensación de
desaparecer se apoderó de mí, y la sala del trono se desvaneció. Sin
embargo, una habitación similar la reemplazó, con el cielo que se extendía
interminablemente ante nosotros.
Sin embargo, había algo diferente acerca de esto. Antes había sido fácil
establecer la diferencia entre el techo y el suelo, pero aquí se mezclaban
juntos, como si se tratara de algo real. A menos que…
Parpadeé. La cosa era real.
171
—No se supone que te traiga aquí, o incluso estar aquí yo mismo —admitió
Henry—. Este es el balcón de las habitaciones privadas de Walter. Es el
pináculo de su dominio, y él es muy protector de esto. Pero no hay nada
más bello en el mundo, y yo quería que lo vieras.
Él me llevó a una barandilla de cristal, y yo miré a través del infinito cielo.
Atrapados entre el día y el atardecer, los colores se arremolinaban como si
fueran líquidos, y las llamas parecían bailar en las nubes.
—Esto es increíble —le dije, aturdida.
Nos quedamos allí durante un buen rato, y al fin envolvió su brazo
alrededor de mí, jalándome más cerca.
—Tú puedes decirme cualquier cosa, ya sabes.
—Lo sé —dije en voz baja.
—Entonces dime lo que te ha estado molestando.
Me concentré en el horizonte. No podía mentirle. Yo no quería, y aunque
lo intentara, él lo sabría.
—Estamos en medio de una guerra, y ambos estamos siendo utilizados
como peones de formas que no entendemos.
—Eso no es atípico para mi hermano —dijo Henry con un toque de alegría.
—Eso no es lo que quiero decir. Estamos todos en un gran tablero de
ajedrez, ¿no es así? Cronos está por un lado y Walter está en el otro, usando
a todo el mundo como piezas de ajedrez. Excepto que yo ni siquiera soy un
peón en el equipo de Walter.
Henry abrió la boca, pero lo interrumpí antes de que tuviera la oportunidad
de hablar.
—No me digas que estoy equivocada. Los dos sabemos que no lo estoy. Soy
inútil para Walter. He tratado de darle información, de actuar como un
enviado, incluso aprender a luchar así puedo ayudar a todos, pero él no lo
está reconociendo. Sin embargo, Cronos, me está moviendo alrededor como
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si yo fuera una maldita pieza del rey. Un paso a la vez en cualquier
dirección que él quiera, pero nunca puedo aventurarme demasiado lejos por
mi cuenta, porque si lo hago, si él me pierde...
—Él no va a perder la guerra si se queda sin ti, si eso es lo que estás
pensando. —Henry se giró para estar frente a mí, y me sostuvo la mirada.
Había algo ferviente y ansioso en sus ojos, como si estuviera desesperado
por hacerme entender—. Para él tú no eres una pieza del rey. Si tú eres algo,
es un peón. Algo pequeño e inofensivo, fácil de pasar por alto, nada más que
carne. Aunque, si él te lleva a donde quiere, tan profundamente en
territorio enemigo que ni siquiera sabremos que estás ahí, entonces te
volverás más como él. Pero sólo por el papel que juegas, no por quien eres.
A pesar de la ilusión que él te está ofreciendo, no serás nada más que otra
pieza del juego para él. ¿Entiendes?
Tomé una profunda respiración y la solté lentamente. No había ninguna
buena solución para todo esto.
—Cronos me quiere. Cualquiera que sea la impía razón que tiene para esto
o lo que sea que él piensa de mí, tenerme significa algo para él. No puedo
ignorar eso.
—Te lo estoy pidiendo —dijo Henry—. Te estoy pidiendo que pienses en
mí, pienses en Milo, y que te des cuenta de que no es bueno para ninguno
de los dos si él te tiene. No puedes confiar en un Titán.
—Ahora estás empezando a sonar como Walter —murmuré.
—Él tiene un punto acerca de Cronos. La única persona que puede detenerlo
de incumplir un acuerdo es Rhea, y ella ya ha dejado claro su posición en
esta guerra. Mientras tanto, no vale la pena el riesgo. Milo está seguro. Ava
está cuidando de él, y ella no va a dejar que le pase nada.
—Sin embargo, ya dejó que algo le pasara a él —le dije—. ¿Y cómo sé que a
la primera oportunidad que tenga, no lo va a lanzar al océano?
173
—Si lo hace, entonces debemos considerarnos afortunados —dijo Henry,
tirando de mí en otro abrazo—. Phillip lo encontraría, y lo tendríamos de
vuelta otra vez.
—¿Pero que si Calliope decide matar a Milo, después de todo? Ella tiene la
daga. Tiene a Cronos. Podría hacerlo. Cronos podría hacerlo si me niego a
ir a él…
—Si Cronos o Calliope amenazan con matar a nuestro hijo, voy a
despedazarlos con mis propias manos —dijo Henry—. No estás sola en esta
lucha, Kate. No olvides eso. Ya te he fallado más veces de las que puedo
contar, y no voy a hacerlo de nuevo.
—Tú no lo has… —Las palabras quedaron atrapadas en mi garganta—. No
me has fallado.
—Tú moriste en mi guardia —dijo—. Y mis sentimientos por Perséfone…
—Historia antigua. No me has fallado, ¿entendido? Y no voy a dejar que te
atormentes así por tu cuenta.
Él se pasó los dedos por el cabello.
—Tampoco voy a permitirte que lo hagas. Estamos en esto juntos pase lo
que pase. No voy a cometer el error de dejarte atrás otra vez. Todo lo que
pido es que hagas lo mismo por mí también.
Un terror frío me golpeó. Él lo sabía. De alguna manera o algún modo, él
sabía lo que estaba planeando, y en lugar de reconocerlo y forzarme a
detenerme, estaba tratando de razonar conmigo. Me estaba dando una
opción.
Pero también había dejado dolorosamente claro las consecuencias de que yo
tomara la decisión equivocada. Si iba por mi cuenta al tratar de proteger a
Milo y poner fin a esta guerra, él también lo haría. Y los dos sabíamos que
sus intentos serían malditamente mucho más sangrientos que los míos.
Incliné mi cabeza hacia arriba para capturar sus labios, besándolo con cada
onza de pasión, frustración y culpa en mi interior. Él tenía que entender.
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—Te amo, y siempre voy a ser tuya.
—Y yo tuyo. Vamos a tener nuestro futuro —susurró Henry. A pesar de
todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor, a pesar de las decisiones
desgarradoras a que nos enfrentábamos, yo creía en él completamente.
En mi último día antes de rendirme a Cronos, mi madre me localizó. Había
estado practicando por siglos, y Henry hacía tiempo que se cansó de
perseguirme por todo el Olimpo. A pesar de las horas que registré
desapareciendo y reapareciendo en lugares al azar a lo largo del palacio,
todavía no había visto todo el Olimpo. Ahora nunca lo haría, pero era una
estupidez tener ese lamento, considerando todas las cosas.
—Tenemos que hablar —dijo mi madre cuando volví a aparecer en el salón
del trono.
—¿A cerca de qué? —le dije, forzando mi voz para que permaneciera firme.
No solía darle ninguna razón para pensar que estaba haciendo algo, pero si
alguien podía descifrarme, era mi madre. A menos que Henry ya se lo
hubiera dicho.
—Has estado ansiosa últimamente —dijo, y yo juré por dentro.
—Todos hemos estado en el borde.
Ella no podía discutir con eso. En cambio mi madre apretó los labios.
—¿Quieres hablar de eso?
Sí. Quería arrastrarme a su regazo como lo hacía cuando era una niña y
admitir todo lo estúpido que había hecho y cada cosa estúpida a la que había
accedido. Quería que me dijera que todo iba a estar bien, y que ya no tenía
que preocuparme, porque ella lo arreglaría.
Sin embargo, esto no era algo que podría resolver con un gesto de la mano o
unas palabras amables; y por primera vez en mi vida, empecé a entender
que ella no era la madre todopoderosa que siempre había pensado que era.
Ella era una humana, o al menos tan cercana a un humano como un
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miembro del Consejo podría serlo. También cometía errores y no siempre
tenía las respuestas.
—No puedo —murmuré, y me hizo un gesto para que me uniera a ella. Y
sin pensarlo dos veces me acurruqué en su regazo. ¿Por qué las cosas no
podían ser simples otra vez?
Sin embargo, no había sido simple en años, no desde que tenía catorce y mi
madre había sido diagnosticada. Y mientras había tenido la ilusión de la
simplicidad en los años antes de eso, nunca habían sido realmente fáciles,
¿verdad? Ella tuvo que educarme sabiendo lo que venía. El Consejo siempre
se había cernido sobre mí, esperando hasta que tuviera la edad suficiente
para hacerme pasar por una prueba a la que ninguna chica antes que yo,
había sobrevivido. Mi madre había conocido los riesgos. Había sabido como
lucía lo inevitable, sin embargo, siempre había estado allí y siempre me
había amado con todo lo que tenía. Ahora era mi turno para hacer lo mismo
con Milo.
—Eres una buena chica, Kate —murmuró, sosteniéndome cerca—. Haz lo
que tengas que hacer para proteger a tu familia.
La abracé con fuerza. Así que después de todo Henry le había dicho. ¿Acaso
ahora todo el Consejo lo sabía? ¿Acaso importaba, siempre y cuando no
estuvieran tratando de detenerme?
—Te amo —le dije, aferrándome a ella.
—También te quiero, cariño. —Frotó mi espalda en círculos lentos—. Todo
estará bien al final. El mal nunca dura para siempre, y tampoco lo hará esto.
A pesar de que sabía que ella tenía razón, a pesar de que dijo las palabras
exactas que había necesitado oír, ella no podía predecir lo que sucedería en
el intermedio. Nadie podía. Y de eso era de lo que realmente tenía miedo.
Más tarde, en nuestro dormitorio, Henry y yo no hablamos. Nos perdimos
en el otro, una silenciosa despedida que ninguno de nosotros podría
soportar decir. Si no hubiera estado segura antes, lo estaba ahora, él me
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estaba dejando ir, y sólo sería cuestión de tiempo antes de que descubriera el
precio que ambos tendríamos que pagar por ello.
Mientras mi tiempo se redujo a menos de media hora antes de que debiera
de rendirme a Cronos, todavía no me atrevía a decir adiós. Esperé hasta que
el pecho de Henry se levantó y cayó en el ritmo regular del sueño, pero él
no me engañaba. Estaba despierto, y dándonos un último momento de
fingir, me alejé en silencio.
James me estaba esperando en el pasillo, apoyado contra la pared con una
mueca en su rostro.
—¿Vas a algún lado?
—Yo… —Me detuve—. No puedes detenerme.
—No hay duda sobre eso —dijo, tomando mi mano y llevándome hacia la
sala del trono. Tanto como quería apartarme, no podía. No cuando esta
podría ser la última vez que lo vería—. ¿Estás segura de esto?
—Si estuvieras en mi lugar, ¿qué harías?
—Me habría ido hace mucho tiempo.
Al menos lo entendía, pero yo no tenía tiempo para esto. Si no estaba en el
palacio de Calliope en veinte minutos, Cronos mataría a más millones de
personas.
—Si no estás tratando de detenerme, entonces, ¿para qué estás aquí?
—¿Todos recibieron una despedida, menos yo? —dijo, y medio le di un
abrazo.
—Lo siento. Quise decírtelo.
—Eso es una mentira, pero gracias por ese pensamiento —dijo James sin
una pizca de enojo—. Así que, ¿cuál es el plan?
Yo no hablé. No era de su incumbencia, y si se lo dijera, corría el riesgo de
que tratara de interferir y arruinarlo todo. Confiaba en James, pero también
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había confiado en Ava. Había confiado en Calliope. Cada vez que algo
terrible sucedía, esa confianza me mordía el trasero. Si este plan tenía
alguna posibilidad de éxito, tenía que mantener la boca cerrada.
James no insistió en el asunto hasta que llegamos a la vacía sala del trono.
Deteniéndose en el centro, buscó en mi cara algo que, obviamente, no pudo
encontrar.
—Puedes confiar en mí —dijo—. Quiero ayudar.
—En el momento que te lo diga, vas a hacer todo lo que esté en tu poder
para detenerme —le dije sin ira, ni acusación. Era la verdad, y ambos lo
sabíamos.
—Te juro que sólo ayudaré —dijo, trazando una X sobre su pecho—.
Palabra de honor, cruza mi corazón o inserta una aguja... —Hizo una
mueca—. En realidad, no, no esa última parte. Ni siquiera rima
adecuadamente.
Le golpeé ligeramente en el brazo.
—¿Y cómo planeas ayudar? ¿Corriendo a donde Walter y diciéndole todo
para que pueda detenerme?
James se burló.
—¿Es eso lo que piensas de mí? Estás yéndote a escondidas para vivir en
pecado con un asesino en masa y ¿el malo aquí soy yo?
Cualquier pequeña cantidad de diversión que había conseguido en esos
pocos minutos con él se evaporó.
—Sabes que no tengo otra opción.
—Tienes una opción —respondió—. Ya la acabas de tomar, eso es todo.
—¿Qué más quieres que haga?
Él se encogió de hombros.
—No podría decirlo. Yo haría exactamente lo mismo.
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Mi ira se desinfló.
—Entonces dame un abrazo de despedida y déjame ir. Puede ser que sea un
bebé en comparación con el resto de ustedes, pero eso no me hace una
idiota.
—La mayor parte del tiempo —dijo James, y nuevamente le di un puñetazo
en el brazo. Sin decir palabra, él me agarró y enterró su cara en mi cabello—
. Se suponía que yo fuera tu primera aventura.
Un nudo se formó en mi garganta, y lo abracé con fuerza.
—No creo que cuente como un amorío si la idea de estar con Cronos me
revuelve el estómago.
—Así que después de todo, todavía hay esperanza para mí.
Medio sonreí, medio sollocé.
—Eres un idiota.
—Corre en la familia. —Él me dejó ir—. Ten cuidado, Kate. Lo digo en
serio. Si mueres, Henry va a…
—… destruir el mundo entero con sus propias manos —le dije—. Sí, lo sé.
También, lo creas o no, realmente quiero permanecer con vida.
—A pesar de que todo evidencia lo contrario. —Él sonrió débilmente y
toqué su codo.
—Hazme un favor. Encuentra a alguien para ti, ¿de acuerdo? No una
aventura o una mortal para casarte durante cincuenta años antes de que ella
muera, sino alguien con quien realmente establecerte. ¿Tienes, qué, varios
miles de años? ¿No crees que sea hora?
Su sonrisa vaciló por un segundo.
—Me habría establecido contigo, pero entonces tenías que ir y casarte con
mi tío. Sabes, eres una pequeña rompecorazones.
Rodé mis ojos.
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—Eres terrible. Lo digo en serio. Te mereces a alguien… alguien que no esté
comprometido ya. Sal y encuéntrala. O a él. Simplemente encuentra a
alguien. —Me levante a toda mi altura—. Voy a estar enojada contigo hasta
que lo hagas.
—A Henry le tomó miles años encontrarte —dijo James—. ¿Realmente
crees que podrías estar molesta conmigo por tanto tiempo?
—Henry no sale mucho. Tú si lo haces. —Lo besé en la mejilla—. Lo digo
en serio. Tiene que haber una diosa menor en alguna parte allí afuera que
esté absolutamente loca por ti.
—A quién no haya desflorado ya… ¡Ay! —James se frotó el hombro, donde
lo había golpeado por tercera vez—. Hoy estás muy violenta.
—Y tú estás muy grosero.
Él me capturó en otro abrazo.
—Es una lástima que no tuvieras una hija.
—Si lo hubiera hecho, le habría dicho que permaneciera malditamente lejos
de ti.
—¿Incluso como recién nacida?
—Nunca puedes empezar demasiado temprano.
Besando la parte superior de mi cabeza, deslizó su mano en la mía.
—Me parece muy justo. Ahora, ¿qué dices de salir de aquí?
Otra vez volvimos a eso. Suspiré.
—No necesito tu ayuda, James. Estoy bien por mi cuenta. Ya lo tengo todo
resuelto.
—¿En serio? —lo dijo con la ceja levantada—. Entonces dime… ¿cómo
planeas bajar del Olimpo? ¿Usando las escaleras?
Dudé.
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—¿Puedo?
—Esta no es una canción de Led Zeppelin, cariño. No hay escaleras al cielo.
—Hizo un gesto hacia el suelo del atardecer—. En estos momentos Walter
tiene bloqueado este lugar, lo que significa que sólo hay una manera de salir
de aquí, y eso es teniendo a un Olímpico acompañándote. ¿Lista?
Lo miré, buscando alguna señal de que estaba a punto de salir corriendo
hacia Walter. Pero el tiempo se estaba escapando, y no tenía muchas
opciones.
—Si te dejo, ¿juras que solo estás ayudando?
—Todo eso es correcto —dijo. ¿Cómo era posible que pudiera hacerme
sonreír, incluso, en medio de la cosa más difícil que jamás había tenido que
hacer?
Debido a que era James, y porque simplemente podría haberlo amado si ya
no amara a Henry. Sin embargo, tenía a Henry, y nunca lo engañaría.
James lo sabía, yo lo sabía, la única persona que no lo sabía era el propio
Henry.
Parándome de puntillas, besé la comisura de su boca, manteniéndolo
durante más tiempo de lo estrictamente necesario.
—Primera aventura, te lo prometo —le susurré—. Ahora vamos a hacer
esto.
James sonrió.
—Creí que nunca lo dirías.
Llegamos precisamente al centro de la intersección más ocupada que alguna
vez hubiera visto. Cientos de personas se trasladaban juntas en diferentes
direcciones, corrientes que se cruzaban y se fusionaban como el tráfico real.
Entrecerré mis ojos hacia arriba con la esperanza de conseguir orientarme.
Nubes de color rosa y púrpura adornaban el cielo, que era apenas visible a
través del espeso bosque de rascacielos que nos rodeaban.
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Sin embargo, quedarse quieto en el caos, no era una opción; y terminé
intercalada entre dos hombres de negocios japoneses que vestían trajes
negros, ambos llevaban maletines y charlaban en un idioma que no conocía.
Sin embargo, como en África y Grecia, a pesar de que no conocía las
palabras, las entendía de todas formas.
—... la reunión de la mañana con el ejecutivo de San Francisco?
—Por supuesto, pero no dirías…
—¡James! —grité, luchando contra el flujo de la multitud, pero era inútil.
Con menos de diez minutos restantes antes de la fecha límite de Cronos, no
podía encontrar a James en ningún lugar.
Los hombres de negocios a ambos lados de mí me dieron una sucia mirada,
como si sólo ahora se hubieran dado cuenta de que estaba allí, y se
movieron hasta que estuve detrás de ellos. Por mí estaba bien.
—¡James! —grité de nuevo mientras llegaba a la acera. Dando codazos para
abrirme paso entre la multitud, alcancé la fachada de vidrio de un edificio y
me apoyé contra ella, directamente debajo de una señal de neón
promocionando electrónicos. Esto era una locura. ¿Cómo podría ser posible
que hubiera tanta gente en un solo lugar a la vez?
—¿Primera vez en Tokio? —dijo una divertida voz a mi lado. James se
inclinó casualmente contra la pared, y sostenía un plato de fideos con la
mano derecha mientras maniobraba un par de palillos con la izquierda.
—Muy gracioso. Ahora me voy. —Cerré mis ojos y empecé a desaparecer,
pero la mano de James en mi hombro me detuvo.
—Lo haré —dijo con la boca llena de fideos—. Encontraré a alguien, siempre
y cuando tú me prometas que esto no es para siempre.
Toqué su mano.
—Te lo prometo. James, te veré en el otro lado de esta guerra.
—Y tal vez con un poco de suerte, ambos estaremos vivos.
182
Besé su mejilla una vez más y di un paso atrás, dándome espacio suficiente
para irme. Éste no era el final. Si no pudiera asegurarme de eso, entonces
James lo haría.
—Espera —dijo de nuevo, y con un gesto de su mano, sus fideos
desaparecieron—. ¿Cómo piensas conseguir que Milo vuelva con Henry?
Me quedé mirándolo. ¿Con qué más me iba a salir para conseguir que me lo
llevara conmigo? Sin embargo, independientemente de cuan idiota o
manipulador hubiera decidido ser de repente, él tenía un punto. Había dado
por sentado que Cronos me dejaría llevar a Milo al Olimpo por mí misma,
o que lo enviaría al Olimpo, pero Cronos no tenía forma de llegar hasta allí,
y una vez que yo aterrizara en la isla, estaba segura de que nunca sería
capaz de salir. Al menos no hasta que esta guerra hubiese terminado.
—Eres exasperante —dije, tendiéndole la mano. Con una mirada de
suficiencia, James la tomó—. No sé cómo traerte conmigo.
—Lo descifrarás —dijo—. Confío en ti.
—Confiar en mí no tiene nada que ver con lo que puedo y no puedo hacer.
—Haz exactamente lo mismo que hiciste cuando me llevaste a ver a Milo y
Cronos —dijo—. Ni siquiera pienses en ello.
Era más fácil decirlo que hacerlo. La cacofonía de ruido que nos rodeaba
hacía difícil concentrarse, pero si no lo hacía, entonces no habría forma de
decir lo que Cronos haría si llegara a pensar que me retracté de nuestro
trato. Así que tenía que hacerlo. No se permitían los rodeos.
Me concentré en mi cuerpo, volviéndome consciente de cada centímetro de
ello, y extendí mi alcance hacia James tanto como pude. Se sentía forzado,
como si no estuviera haciendo nada más que imaginarlo, pero James sabía
lo que estaba en juego. Si él estaba dispuesto a correr el riesgo, entonces yo
estaba dispuesta a intentarlo.
El ruido de Tokio se canalizó a nuestro alrededor, una pared de vibraciones
que sonaban a todo y nada en absoluto. El rugido se hizo más fuerte hasta
que, finalmente, se apoderó de mí por completo, y luego…
183
Me estaba ahogando.
El agua llenaba mis pulmones mientras luchaba por hacer lo humanamente
posible y respirar. Probé la sal y me sacudí, mi mano todavía sostenía la de
James, pero eso no ayudaba. Era tan pesado como yo lo era, y juntos nos
hundíamos más y más profundamente en el tono negro del océano.
Íbamos a morir. O por lo menos, estaríamos atrapados en el fondo del mar
durante el resto de la eternidad. Las algas se envolverían alrededor de
nuestras extremidades, manteniéndonos abajo hasta que el mar estuviera
listo para jalarnos más lejos en sus profundidades. Para el momento en que
lográramos escapar, el tiempo se habría terminado, y Cronos creería que lo
había abandonado por completo. Millones de personas más estarían
muertas, y nada de lo que dijera o hiciera convencería a Cronos de
detenerse.
Nada.
184
Capítulo 12 AHOGÁNDOME
Traducido por LizC, Nelshia y Aylinachan
Corregido por Val_mar
brí la boca para gritar pidiendo ayuda, pero no tenía más aliento
en mí. No podía ver la superficie. Todo mezclado junto en una
pesadilla de oscuridad, y el terror se apoderó de mí tan
completamente que no podía ni pensar.
Esto era todo. Este era el final.
Realmente debí dejar que Ava me enseñara a nadar.
—¿Tienes problemas? —dijo una voz ronca a mi lado, tan claro como si
estuviéramos hablando sobre la superficie. Me di la vuelta y casi me
desmayo de alivio.
Phillip, Señor de los Océanos, flotando a nuestro lado, pareciendo como si
estuviera caminando en tierra firme. No me importó que él pudiera haber
sabido lo que estábamos haciendo o lo que yo había planeado; me daba igual
si lo sabía, Walter debía saber, también. Mientras yo no pasara el resto de la
eternidad en el fondo del mar, todo valdría la pena.
Ayúdanos, murmuré, señalando a la mano que sostenía la de James. El agua
estaba tan oscura que ya no podía verlo más.
A
185
—Por supuesto —dijo Phillip, y miró en la dirección que debe haber estado
asomando. Una fuerte corriente nos capturó a los tres, llevándonos hacia la
superficie a una velocidad formidable. Tan pronto como el azul del cielo se
hizo visible a través del agua, la corriente nos arrastró hacia un lado, y me
abrí paso arrastra hacia la superficie. Sólo unos centímetros más.
—Tu parada, supongo —dijo Phillip—. Cuídate.
Asentí y murmuré mi agradecimiento. Pude ver a James a través del agua
ahora, y él estaba sonriendo a su tío y dándole una estúpida despedida con
su mano. Imagínense. Casi nos habíamos ahogado, y él sonreía.
Finalmente emergimos a la superficie, y escupí una cantidad imposible de
agua de mar. De alguna manera mis pies tocaron la arena movediza, y me
quedé de pie temblando, mis rodillas chocando entre sí. Pero estábamos
fuera del océano y aún tenía unos cuantos minutos antes de encontrarme
con Cronos. Eso era lo importante.
Algo brilló en el borde de mi visión, por lo que miré alrededor
salvajemente, mi corazón golpeando fuertemente. Por un segundo, me
pareció ver una figura de pelo oscuro asomarse en los acantilados, pero
parpadeé y se había ido.
Respiré profundo. Estábamos fuera del océano, y ya no tenía nada para
entrar en pánico. A menos que contara a un Titán eternamente empeñado
en destruir todo lo que yo quería.
Frías olas rozaban mis espinillas, y James permanecía de pie a mi lado,
temblando como una hoja.
—Muy bien —dijo con voz áspera—. Tengo que admitir que… que pedirte
hacer eso sin practicar primero, fue un… un error.
—No me digas —dije con una voz que temblaba tanto como la de él. Nos
pusimos de pie a unos metros de la costa de la isla de Cronos, y el palacio se
alzaba por encima de nosotros, una sombra gigante contra el cielo
brillante—. ¿Estás bien?
—Viviré —dijo con ironía—. Por lo menos hasta que estemos dentro.
186
—¿Cómo vamos a pasar a través de la barrera? —No podía verla, pero podía
sentirla, zumbando en mis huesos como un campo de fuerza. Si Cronos no
podía penetrar en ella, al menos no lo suficiente como para salir, aunque su
alcance se extendía ahora hasta El Cairo, entonces, ¿cómo se suponía que
nosotros lo hiciéramos?
—Caminando —dijo James—. La barrera está destinada a mantener a
Cronos atrapado, no a nosotros. Walter incluso insistió en que no la
modificáramos para incluir a Calliope. Hasta que nos dimos cuenta de que
te tenía, por supuesto.
—¿Quieres decir…? —vacilé. Debería haber intentado con más ahínco
escapar. De alguna manera podría haber encontrado una forma. Phillip
podría haberme recogido en el océano y haberme llevado a un lugar seguro,
o…
Me armé de valor contra el aluvión de posibilidades que inundaron mi
mente. Jugar al “qué pasaría si” no cambiaría nada. Había tratado de
escapar. Había hecho todo lo que podía. Y en este momento, lo único en
que podía concentrarme era en cómo hacer que las cosas finalmente saliera
a mi manera.
—Quiero decir, ¿qué? —dijo James, y yo negué con la cabeza.
—No importa. Vamos.
Con la mano todavía en la suya y el sabor de la sal en mi lengua, clavé los
talones en la arena y me empujé hacia adelante, caminando fuera del océano
para cumplir mi destino.
Un innatural silencio se apoderó de la isla. Los acantilados con vistas a la
costa se alzaban altos e inflexibles, pero a pesar de su imponente altura,
James pasó uno de los pocos preciosos minutos que nos quedaban tratando
de encontrar la forma más rápida para subir.
—No va a funcionar —le dije, molesta. Estábamos perdiendo demasiado
tiempo—. Simplemente vamos a rodearlo.
—Serían kilómetros fuera de nuestro camino —dijo James.
187
—Entonces dame tu brazo y yo nos llevaré hasta allí.
Resopló. —¿De verdad crees que voy a someterme a eso otra vez?
—¿De verdad tienes opción? —Me tambaleé por la playa, la arena cediendo
a cada paso que daba—. Caminar o reaparecer, James. No me importa. Me
voy en diez segundos con o sin ti.
Murmurando algo entre dientes que no entendí bien, corrió hacia mí.
—Si terminamos en el océano una vez más, me voy.
—Tú eres el que insistió en que tenía que traerte a todo esto en primer lugar
—dije—. Además, deja de fingir que no te gusta nadar. Te vi sonreír.
—Sí, vergonzosamente. Phillip nunca va a dejarme olvidar eso.
Si ambos terminaban vivos al final de esta guerra. Tomando su mano, cerré
los ojos.
—Nada de agua esta vez —le prometí.
El aire alrededor cambió, la brisa cálida del océano sustituido por el olor
rancio de la antigua roca. Suspiré con alivio. Estábamos en la habitación en
la que Calliope me había mantenido por nueve meses, y no había una gota
de agua a la vista.
—Mucho mejor —susurró James.
Busqué por la puerta. Estaba cerrada.
—Maldita sea —murmuré, pero antes de que pudiera quejarme o sugerir
otro viaje a través de la nada, James tocó la manija, y oí un leve chasquido.
—Inténtalo de nuevo.
Esta vez, la puerta se abrió sin obstáculos. Levanté una ceja, y se encogió de
hombros.
—Tengo un par de trucos bajo la manga.
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Nos escabullimos fuera por el pasillo abandonado. No era tan decadente
como el que estaba afuera de la habitación de niños, y miré alrededor con
inquietud. No tenía ni idea de cómo llegar allí desde aquí.
Cada extremo del pasillo parecía idéntico. Izquierda o derecha, no
importaba, pero Ava me había jalado a la derecha cuando Henry había
atacado el palacio. Un lugar suficientemente bueno para empezar.
—Por aquí —dije, arrastrándome en la oscuridad, y James siguió unos pasos
detrás de mí. Alguien debió haber arreglado el daño que Henry había hecho
al castillo, dejando el pasillo despejado.
—¿Está segura? —dijo dubitativo.
—¿No se supone que debes saber siempre dónde vas?
—No en el territorio Titán. ¿Estás segura que no hay otro camino?
Lo ignoré. Tenían que tener alguna forma de moverse de un piso a otro.
Traté de imaginar mentalmente las partes del palacio que conocía, pero no
podía recordar haber visto nunca una escalera.
—Kate —dijo James con un toque de desesperación en su voz—. Creo que
vamos en el cam…
Un choque de metal contra metal atravesó el aire, y un hombre gritó. En un
instante, James me tiró atrás, de modo que los dos estábamos apoyados
contra la pared.
—¿Qué…? —comencé, pero apretó su mano contra mi boca. Una risita fría
hizo eco por el pasillo, y volví mi cabeza lo suficiente para detectar a
Calliope saliendo de una habitación al final del pasillo.
Tarareando para sí misma, salió por otra puerta y desapareció, seguida
rápidamente por una figura encorvada que no podría haber sido otro más
que Ava. ¿Dónde estaba Cronos? ¿Y quién estaba dentro de esa habitación?
—Nicholas —susurró James—. Él está vivo.
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Mi conciencia me trajo hacia Nicholas, pero yo había venido aquí por una
razón y una razón solamente. Por mucho que me mataba escabullirme
dejando su celda, si quería una oportunidad real de salvar a mi hijo, tenía
que hacerlo.
—Regresaremos por él —le dije, la mitad de la promesa para mí y mitad de
la promesa por James. No tendríamos la oportunidad de volver por
Nicholas, sin embargo, y los dos lo sabíamos.
James lideró el camino esta vez, y a pesar de mis protestas entre dientes,
abrió la puerta por la que había desaparecido Calliope. Contuve la
respiración, segura de que estaría esperándonos del otro lado, plenamente
consciente de que estábamos allí, pero en lugar de eso…
—Supongo que realmente hay una escalera al cielo, después de todo —dijo
James con una sonrisa, y si no estuviera ya sobre el borde, me habría reído
de su estúpida broma. Nos apresuramos a subir las escaleras en silencio.
Dos niveles más arriba, asentí con la cabeza hacia la puerta y la abrió lo
suficiente para que uno de nosotros pasará a través de ella.
—Yo primero —le dije. Si Cronos estaba esperando en el otro lado, no me
atacaría. James, por otra parte, no había sido invitado precisamente.
Deslizándome a través de la puerta que daba al vacío pasillo azul pavo real
y dorado, esperé el espacio de tres latidos antes de hacer señas para que
siguiera—. ¿Cuál es la habitación de Milo? —No había pasado tiempo fuera
de la guardería, pero en mi visión, James lo había hecho.
—El cuarto uno, abajo —dijo—. Kate, si algo sale mal…
—Hola ahí.
La voz de Cronos, frígido y carente de compasión, se deslizó por mi
columna. Giré sobre mis talones, pasando automáticamente frente a James
para escudarlo, pero fue un gesto vacío. Si Cronos quería matar a James, no
necesitaría mi permiso.
—Te dije que iba a venir —le dije con frialdad, pero no tenía comparación
con la forma en que Cronos habló. Él podría congelar el sol si quería.
190
—Sí, pero no recuerdo dar mi consentimiento para un invitado.
—No puedo muy bien regresar al Olimpo con Milo. James va a llevarlo por
mí.
—¿Es así? —dijo Cronos y James asintió con la cabeza. Tenía los ojos
demasiado brillantes y su mandíbula rígida, pero levantó la barbilla y miró
a Cronos.
El terror se apoderó de mí. Cronos no me haría daño por muy insolente que
fuera, no mientras pensara que iba a ser suya. Pero James era prescindible,
meramente algo más de Cronos que los millones de personas con las que ya
había acabado con un solo pensamiento.
—Sí —dijo James—. Ahora, si no te importa, voy a hacer lo que vine a
hacer aquí.
—Por supuesto. —Una extraña sonrisa se extendió en los labios demasiado
perfectos de Cronos, y se hizo a un lado con una reverencia.
¿A qué estaba jugando Cronos? James se adelantó, y fui con él. Si se trataba
de algún tipo de trampa, si Cronos había sabido y sólo estaba poniendo a
James…
Cronos no trató de detenerme, sin embargo. James y yo nos apresuramos
hacia la guardería, y mi corazón latía con fuerza. ¿Estaba Milo todavía aquí?
¿Le había hecho Cronos algo? James y yo alcanzamos la manija, al mismo
tiempo, pero antes de que alguno de los dos tocara el accesorio del metal, la
puerta se abrió de golpe.
Calliope.
Al principio sus ojos rodaron con consternación, pero después de un latido,
sonrió burlonamente. Parecía como si fuera mi madre con la edad de Sofía
ahora, muy apropiado para uno de los seis originales, pero no hizo nada que
me distrajera del hecho de que acunaba a Milo en sus brazos.
191
—Kate —ronroneó—. Qué bueno que te unas a nosotros. Aquí estaba
pensando que eras lo suficientemente inteligente como para estar lejos.
Tonta de mí.
—¿Kate? —dijo una débil voz detrás de ella, y Ava apareció en el umbral—.
Oh, Dios mío. ¡Kate! Cronos dijo que estabas viva, pero yo no creí…
—Silencio —dijo Calliope. Ava inmediatamente se calmó, pero sus mejillas
se sonrojaron y sus ojos brillaron con la luz. Por primera vez en casi dos
años, parecía viva. Calliope se aclaró la garganta y se volvió hacia James
con una sonrisa bobalicona—. Querido, ha pasado demasiado tiempo.
—Yo no soy tu querido. Dame al bebé —dijo James, extendiendo los brazos.
—¿Por qué haría algo así? —dijo con un resoplido—. Callum es mi hijo.
Quería hundir mis uñas en esa carita bonita suya y sacarle los ojos a
arañazos.
—Es mi hijo, no el tuyo —gruñí—. Cronos y yo hicimos un trato. Estoy
aquí y Milo sale con James.
—Ah, ¿sí? —Calliope me miró por encima del hombro—. ¿Por qué no era
yo parte de ese acuerdo, padre?
—No tienes nada que ver con ese acuerdo —dijo Cronos—. Harás lo que yo
diga y mantendré mi palabra.
—¿Qué palabra es esa? —dijo Calliope maliciosamente, apretando su brazo
alrededor de mi hijo.
—El niño será devuelto a la familia de Kate y ella se quedará aquí conmigo.
Dos manchas rojas aparecieron en las mejillas de Calliope y se sacudió de
manera extraña, como si estuviera luchando contra algún tipo de
compulsión.
—¿Y si no lo hago?
—Entonces ya no te necesito para nada.
192
Ella siseó.
—Después de todo lo que he hecho por ti, después de todo lo que he
sacrificado…
La furia salió de ella en oleadas y tuve que esforzarme para no dar un paso
atrás. Estaba tan cerca de Milo que todo lo que tenía que hacer era extender
la mano y tocarlo. No podía irme de nuevo.
—¿Es esa tu última decisión? —dijo Cronos—. ¿Apartar la lealtad por el
bien de mantener a un niño que no es tuyo?
—Él debe ser mío. —Calliope fue hacia la guardería, pero Ava le bloqueó el
camino, una luz magenta emanaba de su cuerpo—. No me hagas hacer esto,
padre.
Un destello metálico al lado de Milo llamó mi atención. Calliope tiró de la
manta y, antes de que cualquiera de nosotros pudiera reaccionar, apretó la
daga que Nicholas había forjado, la única que podía matar a un inmortal,
contra la garganta de Milo.
—No voy a dejar que se vaya —dijo Calliope, más tranquila ahora que el
miedo llenaba el aire como el veneno—. Has regalado algo que no es tuyo,
Padre.
Detrás de mí, Cronos suspiró como si se tratara de una niña caprichosa. Era
un asesino que no tenía problema en matar de nuevo.
—No voy a pedirlo una segunda vez. Devuelve el niño o enfréntate a la ira
del Rey de los Titanes.
—¿La ira de la Reina de los Dioses no significa nada entonces? —dijo
Calliope. Paralizada por el miedo, no podía quitarle los ojos a mi hijo. No
me importaba un partido de meadas entre ellos, lo único que quería era que
Calliope moviera esa daga lejos del cuello de Milo.
—Calliope, no quieres hacer eso —dijo Ava, cada vez más cerca. Calliope
dio la vuelta, con los dientes al descubierto mientras aferraba contra su
pecho a Milo.
193
—No te atrevas a usar tus poderes contra mí —gruñó. Levantó el mango de
la daga, apretando la punta contra el pecho de Milo—. ¿Qué vas a hacer,
Padre? ¿Tu trato o mi lealtad?
Milo dejó escapar un suave gemido y me lancé hacia delante. Pero antes de
poder alcanzarlo, Cronos agarró mi hombro y me apretó contra su pecho y
no importó cuanto me esforcé, no se movió.
—No voy a faltarle mi palabra a Kate —dijo Cronos sin emoción y le di un
codazo fuerte en el estómago. Nada—. Haz lo que debas, pero sin cometer
errores. Nuestra alianza gira en torno a la vida de ese bebé.
Me pareció ver un destello de dolor en el rostro de Calliope, pero duró sólo
una fracción de segundo.
—Así que has elegido a Kate sobre mí —dijo, casi escupiendo mi nombre—.
Entonces, poco importa lo que haga, ¿verdad? Tu lealtad nunca será mía y
la mía ya no será tuya.
Ella levantó la daga y un grito desgarrador salió de mí e hizo eco por todo el
palacio. No podía verlo, pero tampoco podía mirar hacia otro lado en los
últimos segundos de la corta vida de Milo. No podía abandonarlo.
El mundo se oscureció en los bordes y por un maravilloso momento pensé
que me estaba muriendo. Mi cuerpo se entumeció, mi mente se quedó en
silencio, y ese segundo quedó colgando entre nosotros, congelado. Me
gustaría vivir con este miedo para siempre si eso significaba que ese
momento nunca terminaría, si Calliope no movía la hoja más cerca, si Milo
nunca moría, si todos nos quedábamos así para toda la eternidad.
Un destello de luz blanca me cegó y la oscuridad que crepitó con el poder
nos envolvió.
—Calliope —tronó una voz demasiado familiar—. Pon el arma en el suelo y
dame a mi hijo.
Henry.
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No debería haber sido posible para mí estar más asustada de lo que ya
estaba, pero ahora, viendo a Henry flotar por el pasillo con la nube negra a
su alrededor, un gran terror se agarró a mi cuello y se negó a dejarme ir.
Iba a perderlos a ambos.
Esta vez Calliope no trató de ocultar su sorpresa. Su boca se abrió, pero
también bajó la daga.
—Henry —dijo—. Qué inesperada sorpresa. Y aquí Padre me decía que
estabas muerto.
Ella miró a Cronos y sus brazos se apretaron a mi alrededor hasta que
estuvo a un milímetro de aplastarme los huesos hasta convertirlos en polvo.
—Me mentiste —susurró en mi oído y su maldad vibró en el aire que nos
rodeaba—. Después de todo lo que hice por ti, así es como me lo pagas. Con
el engaño y la burla.
Tragué saliva. No más secretos ahora. Las cartas estaban sobre la mesa y
ahora lo único que podíamos hacer era jugar.
—Dame a mi hijo —repitió Henry. Estaba a menos de treinta centímetros
de mí, pero no me evitó un vistazo.
—¿Y que gano yo con este acuerdo? —dijo Calliope, mirándolo con avidez.
—A mí —dijo Henry en voz baja—. Dame a mi hijo, jura por el Río Estigia
que nunca le harás daño y permitirás que algo le haga daño de alguna
manera o forma y me tendrás a mí.
—Henry, no —jadeé y Cronos apretó la mano sobre mi boca. No, no, no.
Henry tenía que quedarse con Milo y mantenerlo a salvo. Yo no podía, no
de la manera que podía él. Tenía que ser yo. Tenía que ser yo la que se
alejara. Traté de protestar, gimiendo, gritando y agitándome contra Cronos,
pero Henry me ignoró por completo.
195
—Eso cumplirá los términos de nuestro acuerdo —dijo Cronos y se detuvo
en seco—. El bebé será criado por su familia, como Kate ha exigido y yo la
tendré.
No, ese no era el trato. Ni siquiera se acercaba. Se suponía que Milo estaría
seguro en el Olimpo con Henry, mi madre y James, no aquí con Calliope y
Cronos. Yo no podía hablar bien y nadie estaba prestándome atención.
Henry asintió con la cabeza y en ese segundo mi corazón se rompió.
—Muy bien —dijo Calliope, pero a pesar de que había conseguido todo lo
que siempre había deseado, había un filo en su voz, una dureza que no
entendí. Ella debería estar celebrándolo. Yo estaba rota. No tenía nada y
ella lo tenía todo ahora—. Lo juro por el Río Estigia que no le voy a hacer
daño al bebé, ni permitiré que nadie le haga daño, siempre y cuando te
quedes conmigo.
—Que así sea —tronó la suave voz de Henry y mi visión se emborronó.
Tenía que haber una forma de salir de esa, no podía ser lo que Henry había
previsto. Él no me dejaría así.
¿Pero no había estado yo dispuesta a dejarlo?
—Perfecto —dijo Calliope y sin apartar la mirada de la Henry, le dijo a
Ava—. Hazlo.
—Pero… —dijo Ava, su coraje anterior había desaparecido.
—Hazlo.
¿Hacer qué?
No pasó mucho tiempo hasta que conseguí una respuesta. El aura magenta
creció alrededor de Ava hasta tocar a Henry y como un rayo, golpeó a
Calliope. En vez de gritar, sin embargo, su sonrisa de suficiencia sólo se
expandió.
—No —dijo Ava, con voz temblorosa—. Ahora deja a Kate y al bebé irse.
196
—Has escuchado a Padre —dijo Calliope—. El bebé se queda con Henry.
Pero si insistes, voy a darle una oportunidad. Henry, querido. —Dio un
paso hacia él y mi corazón palió con fuerza—. ¿Con quién te quieres
quedar? ¿Conmigo o con Kate?
¿Era esto una especie de broma? Por supuesto que Henry quería quedarse
conmigo, sobre todo cuando todos podríamos ser una familia. Henry se
acercó a Calliope sin embargo y mis ojos se abrieron. Puso la mano en la
mejilla de ella, de la manera tan familiar como siempre me había tocado a
mí y luego…
Sus ojos se cerraron y se inclinó para besarla.
¿Qué había hecho Ava?
Pregunta estúpida. Sabía exactamente lo que había hecho. Y no importaba
cuáles eran sus razones, no importaba lo que Calliope sostenía sobre su
cabeza, no importaba cuantas veces acunara a mi hijo llorando, nunca le
perdonaría por hacer que Henry se enamorara de Calliope.
Cronos se movió hacia atrás y me llevó consigo. El pánico se apoderó de mí,
sin dejar espacio para la racionalidad y arañé sus manos, desesperada
porque las soltara. No podía salir, no ahora. No cuando mi marido pensaba
que estaba enamorado de otra persona.
Apartándose de Henry, Calliope me miró con disgusto.
—No, no te vayas todavía —dijo con una voz majestuosa como la que había
tenido Cronos hiriéndola dos minutos antes.
—¿Y por qué? —dijo Cronos.
Calliope sonrió dulcemente.
—Porque no he terminado todavía con ella.
Sin manos que la guiaran, la daga se elevó en el aire entre nosotros hasta
que se alineó con mi garganta. Y en una mancha de plata y acero, voló
directamente hacia mí.
198
Capítulo 13 JUEGOS PERVERSOS
Traducido por Aria, Maru Belikov y LizC
Corregido por BrendaCarpio
o tenía tiempo para pensar o respirar o preocuparme sobre si
Milo recordaría este momento o no. Todo lo que hice fue
cerrar los ojos. Se supone que el tiempo se ralentiza en los
segundos antes de la muerte —y realmente moriría ahora, sin
que el Inframundo me atrapara y sin que Henry me salvara— pero no
cambió nada.
Esto era todo.
Un gran crujido de metal contra metal resonó por todo el palacio, y por un
horrible segundo pensé que Henry o incluso James había sido lo suficiente
estúpido como para saltar delante de mí. Mis ojos se abrieron, pero ambos
estaban a varios metros de distancia a cada lado de la puerta.
Y flotando delante de mí, a medio centímetro de mi cuello, estaba la daga.
—Creo que mientras obligabas al Señor del Inframundo a una alianza
contigo, has olvidado un hecho importante —dijo Cronos con una voz
mortal que parecía estar en todas partes a la vez—. Tu destino está ligado al
de Kate. Si ella muere, tú también. Claramente no estás lista para
desvanecerte, mi querida hija.
N
199
Los brazos de Calliope temblaron tanto que temí que dejara caer a Milo.
Henry suavemente lo tomó de ella, y por un momento estuve segura de que
ella lucharía. Él podía desaparecer tan pronto como tocara al bebé; todo lo
que tomaría sería un parpadeo, y Henry se habría ido, a salvo de vuelta en
el Olimpo con nuestro hijo. Pero ella lo dejó ir de buena gana.
Contuve la respiración, esperando a que Henry se fuera. Se quedó, puso una
sonrisa extraña en su rostro mientras miraba hacia abajo a Milo. Mi
corazón se hundió. Ella tenía a Henry ahora. Realmente, verdaderamente lo
tenía.
Pero la forma en que él miraba al bebé, la forma en que sus brazos se
relajaron cuando lo sostuvo. Henry amaba a Milo. Ava no le había quitado
eso, lo que significaba que una pequeña parte de él, sin importar lo
enterrada que estuviera, todavía me amaba, también.
—Aquí estoy yo, pensando que ya no tenías interés en la pequeña perra
traidora —le dijo Calliope a Cronos, sus palabras se ahogaron con furia—.
Qué estúpido de mí pensar que no caerías presa de las emociones humanas.
—Soy el Rey de los Titanes —dijo Cronos fríamente, y se irguió en toda su
estatura, llevándome con él por lo que mis pies apenas rozaban el suelo—.
No he caído presa de nada.
—Aun así aquí estás, protegiendo una mera diosa, y una nueva —dijo
Calliope. La miré con furia. No muy formidable, pero era lo mejor que
podía hacer dadas las circunstancias—. ¿Qué ha hecho ella para merecer tu
lealtad? ¿Ella fue la que te liberó? ¿La que estuvo a tu lado mientras los
dioses se unían para luchar contra ti? Todo este tiempo, ha estado
trabajando para el enemigo, hablando de los secretos que has compartido,
planeando una defensa basada en las estrategias que tan de buena fe le has
enseñado.
Estupendo. Ahora estaba intentando que él me matara. Calliope estaba
equivocada sin embargo. Cronos era el que me había engañado durante
mucho tiempo. Él era el que consiguió que escupiera los secretos del
Consejo haciéndome creer que era Henry. Y sin darse cuenta, ella estaba
200
confirmando lo que sus argumentos ya habían implicado: Cronos no se
preocupaba por ella. Ella era un peón, exactamente como el resto de
nosotros. Cualquier que fueran sus planes, no los estaba compartiendo con
ella.
A diferencia del Consejo, Cronos y Calliope no eran compañeros. Apenas
eran aliados. En la desesperación de Calliope por escapar de Walter, se las
arregló para tropezar con el único ser en el universo que la trataba incluso
peor de lo que él lo hacía. Y juzgando por la mirada en su rostro, finalmente
estaba empezando a darse cuenta.
Cronos estuvo callado por un largo momento, y la oscuridad llenó el pasillo
hasta que no pude ver a un centímetro delante de mí.
—No le he mostrado, ni dicho nada.
—No hay otra explicación —dijo Calliope—. Las batallas que hemos
luchado, siempre van a dos pasos por delante de nosotros, eludiendo mis
trampas y planes, y ellos no podían saber estas cosas si no le estuvieras
contando a Kate todos nuestros movimientos.
Él no lo estaba haciéndolo, sin embargo, lo que significaba que había un
traidor en la casa de Calliope. Miré en la oscuridad a donde estaba Ava.
No era posible.
—Silencio —dijo Cronos, y me dejó caer. Me tambaleé, y su mano atrapó
mi muñeca—. No escucharé más de esto. Si ha habido alguna filtración, no
es de mí. Por lo tanto sólo puedo asumir que eres tú la traidora, hija mía. Y
no tolero la traición.
Tiró de mi mano hasta que mis dedos tocaron otra, la de James. No había
nadie más en esa dirección.
—He terminado con este debate sin sentido. Tienes lo que quieres, y mi
pacto con Kate se ha cumplido. Sin embargo, ya que no puedo garantizar su
seguridad, no puedo permitirle quedarse.
201
Al final Cronos dejó ir mi muñeca, y lo entendí. Las oscuras nubes, su
discusión con Calliope, quería que me fuera. No podía, sin embargo, no
cuando Henry y Milo estaban en peligro. No podía abandonarlos otra vez.
El aire crujió con un tipo diferente de poder, pero la oscuridad que nos
rodeaba lo silenció, y Calliope dejó escapar un grito de frustración.
—¡No puedes hacerme esto a mí! Ella no es nada…
—Entonces dime —dijo Cronos—. Si no es nada, ¿por qué te importa?
Calliope rugió, y James agarró mi mano tan fuerte que pensé que mis dedos
se caerían. Si tenía alguna oportunidad de sacarlo de aquí con vida,
teníamos que irnos ahora. No podía ser responsable de que algo le pasara,
pero tampoco podía irme.
Y entonces, en el vacío, una voz de medianoche me rodeó.
Vete.
Las lágrimas escocían en mis ojos. Henry. No había nada que yo pudiera
hacer y él lo sabía. Si me quedaba, Calliope me mataría. Como nuestro
picnic en el bosque cuando ella misma había revelado ser la traidora, era
demasiado emocional, demasiado irracional para depender de que pensara
con claridad. Había sabido entonces que se revelaría como una asesina a
todo el Consejo, y no le había importado. No tenía garantías de que no
fuera a retar a Cronos ahora.
Concentré toca mi energía en Henry y envié mis pensamientos hacia él. Te
amo. Nunca olvides eso.
Sin darme la oportunidad de cambiar de opinión, agarré la mano de James y
desaparecí.
Aterrizamos en una playa abandonada cuando el sol se hundía en el océano.
Me senté en la arena, y James me recogió, dejándome llorar en su hombro
sin quejarse.
202
Los dejé. Juré que nunca abandonaría a Henry, y a la primera oportunidad,
lo hice de todos modos. Si hubiese hablado con él antes de la fecha límite de
Cronos, habríamos ideado un plan, juntos. No necesitábamos el permiso del
Consejo para actuar, y yo salté sin pensarlo una vez más. Esta vez me costó
mi familia.
—Nunca los voy a ver otra vez, ¿cierto? —dije. La corriente subiendo a unos
centímetros de nuestros pies, y no teníamos más que unos pocos minutos
antes de que perdiéramos nuestra ventana para regresar al Olimpo. El
pensamiento de regresar sin Henry y Milo consumía todo de mí hasta que
no había más que piel y hueso. Walter y Dylan tenían razón. Todo el
Consejo tenía razón. Yo no estaba lista para ayudarlos, y mientras más
hacía, peor se ponían las cosas.
—¿Qué pasó contigo? —dijo James.
—¿Qué quieres decir?
Él retrocedió lo suficiente para mirarme, sus ojos buscando los míos.
—No eres la misma chica que conocí en Edén. Ella no se derrumbaba en
lágrimas cada vez que algo no salía a su manera.
—No estoy… —empecé, pero entonces otra lágrima rodo por mi rostro—.
Mi familia se ha ido. Nadie me deja ayudar, y cada vez que lo intento,
empeoro las cosas.
Él enlazó sus dedos a través de los míos.
—¿Desde cuándo necesitas el permiso de alguien?
Limpió mis mejillas y entornó los ojos hacia la puesta de sol.
—¿Entonces qué más se supone que haga? Ya he intentado todo. Mi trato
con Cronos fracasó, e incluso si no lo hubiese hecho, todo lo que haría sería
asegurar a Milo. No hubiera cambiado nada en el asunto mayor, y la única
manera en que los vea otra vez es si ganamos esta guerra.
—Entonces ayúdanos a ganar.
203
Resoplé.
—¿Cómo?
—Piensa —dijo él—. Conoces las debilidades de Cronos mejor que
cualquiera de nosotros. Conoces sus fortalezas. Lo conoces.
—Esas son tonterías. Los seis originales pelearon contra él por una década.
Yo nunca he hecho tanto como luchar a mano con él.
—No —concordó James—. Pero eres la única que lo ha hecho detenerse.
Ese momento en el Inframundo, mientras Cronos nos había perseguido a
través del desierto. Había pensado que también moriría. ¿Habría hecho algo
de esto más fácil?
No, no la haría, porque los seis originales jamás habrían escapado de esa
cueva en el Tártaro. Ellos todavía estarían aquí, inconscientes y muriendo
lentamente mientras Cronos y Calliope averiguaban una forma de escapar.
Todo sería diferente.
Pero incluso mi único acto de coraje había sido un acto supremo de
estupidez. Cronos estaba libre porque caminé a través de su cueva cuando
Perséfone específicamente me había dicho que no lo hiciera, y le di a
Calliope la ventaja que necesitaba para conseguir que Henry abriera la reja.
—Piensa —dijo James—. ¿Por qué Cronos no te mató entonces?
—Porque no me conocía. Porque yo…
—Porque fuiste amable con él cuando el resto de nosotros estábamos
haciendo lo posible por mantenerlo encadenado.
—Porque le prometí que abriría la reja.
—Sí —dijo James—. Y él se detuvo porque confió en ti.
—Mira donde nos metió eso —dije con desdén.
—Sí. Y mira donde tu terquedad y negación a rendirnos nos ha traído.
Ahora tenemos una oportunidad de pelear. No fue de la manera en que lo
204
imaginamos, pero Calliope eventualmente habría descubierto una manera
de liberar a Cronos. Tenía una maldita eternidad para hacerlo, justo como el
resto de nosotros.
Arrastré mis rodillas hasta mi pecho.
—¿Qué pasa si Cronos destruye toda la humanidad y todos ustedes pierden
sus propósitos?
James vaciló, y miedo destelló entre nosotros. Y me atrajo más cerca.
—No lo sé.
—Quizá no te desvanecerás —dije—. Quiero decir, siempre va a haber
amor, viajes, música, y jardines, y… todo. Quizá….
—Kate. —La voz de James se alzó por encima de las olas del océano, y
quedé en silencio—. No te preocupes sobre el peor escenario. Averigua una
manera para que eso nunca pase. Enfócate en hacer lo que haces mejor y
pelea por las personas que amas.
Él se levantó, y yo lo hice con él, mis rodillas temblando.
—Sin presiones ni nada. —Y a pesar de todo, me dio una sonrisa infantil—.
Por el contrario, eres un diamante. Brillas bajo presión.
Medio me reí, medio me ahogué.
—Y tú eres un bloque oloroso de queso. Llévame de vuelta antes de que el
sol se oculte por completo.
James apretó sus manos en las mías, su agarre firme y decidido.
—Prométeme que lucharás. Sin importar cuán difíciles las cosas se vuelvan,
no te derrumbarás y dejarás que Cronos o Calliope ganen.
Sacudí apenas mi cabeza. No podía prometer eso. Lucharía tanto como
pudiera, pero Calliope tenía a mi familia, y después de dos acuerdos
fallidos, Cronos sin duda alguna se empeñaría en destruir a la humanidad y
205
todo lo que alguna vez había sido familiar para mí. ¿Cuánto tiempo tendría
antes que mi madre se desvaneciera? ¿James? ¿Todo el Consejo?
No podía luchar si no tenía nada más por qué hacerlo.
Entonces no dejes que eso pase.
La voz de Henry hizo eco a través de mi mente, y miré alrededor
salvajemente, buscando por cualquier señal de él. Aunque, por supuesto que
no estaba allí. Ahora era el prisionero de Calliope, un dispuesto prisionero
que no sabía que cuando la besaba, cuando la acariciaba, realmente no sentía
nada de eso. Él no sabía que era un truco, pero yo sí, y no podía dejarlo
sufrir a través de una eternidad sus juegos enfermos.
No lo haré, pensé en regreso, esperando como loca que le llegará.
—Prométemelo, Kate —dijo James, y yo parpadeé—. Prométeme que no vas
renunciar a tu familia.
Acero lentamente se envolvió alrededor de mi espina. Él tenía razón.
Henry me necesitaba. Milo me necesitaba. Lo que sea que tomara, no había
ninguna forma de que fuera a dejar que Calliope ganara.
—Bien. Lo prometo. Ahora vayamos a convencer a Walter que deje de ser
un bastardo egoísta.
James resopló.
—Tus palabras, no las mías.
Arribamos en el centro de la habitación de trono. No estaba segura que
había esperado, pero todo el Consejo —a excepción de Calliope, Henry y
Nicholas—, estaba.
Todo el mundo estaba allí, incluso Ella con su brazo de plata. Su rostro
estaba plasmado como si oliera algo desagradable, y miraba fijamente en el
centro de la sala del trono, donde James y yo estábamos de pie.
—¿Qué está pasando? —dije, volviendo a Walter. También él se quedó
mirando fijamente en el centro del círculo con una expresión pétrea, pero
206
James me llevó a un lado, y la mirada de Walter no vaciló. Él no estaba
mirándonos a nosotros.
En cambio, exactamente donde habíamos estado de pie, estaba Ava. O por
lo menos una versión de Ava. Su figura parecía sustancial, pero sólo unos
segundos antes, habíamos ocupado el mismo espacio. Ella no estaba
realmente allí.
James me soltó y se sentó, y yo seguí su ejemplo, tratando de ignorar el
dolor en mi pecho cuando vi el trono vacío de Henry. Cuando me instalé en
el mío, mi madre me tomó de la mano.
—Lo siento —dijo Ava con voz ahogada, tan clara como si estuviera
realmente allí de pie. Luz dorada fluía de cuatro de los tronos; los hermanos
originales restantes, incluyendo a mi madre. Cada una corría hacia el centro
del círculo, reuniéndose en donde estaba Ava. El Consejo estaba haciendo
algo que hacía posible que ella estuviera allí—. Quiero volver a casa.
—No puedes volver a casa —dijo Walter con voz dolorosamente neutral.
Tenía buenas razones para no querer hablar con ella de nuevo, y después de
lo que le había hecho a Henry, aquel odio punzante ante la visión de ella
regresó a mí, y esta vez estaba segura que Calliope no tenía nada que ver
con eso. Sin embargo, Walter era su padre, y ella era su favorita. ¿Por qué a
él no le importaba?
—No puedo seguir con esto —rompió la voz de Ava, y se volvió para mirar
a cada miembro del Consejo a los ojos. Cuando los nuestros se encontraron,
ella respingó, y yo sostuve su mirada.
—¿Ya no puedes seguir con qué? —No era mi lugar de hablar, pero no podía
evitarlo—. ¿No puedes ayudar a un asesino de masas en salirse con la suya?
¿No puedes lavar la ropa de alguien que roba bebés inocentes?
Su labio inferior tembló, y yo clavé las uñas contra mi trono. Había tenido
que arriesgar mi vida, mi familia, todo para ganarme un lugar en el
Consejo, para demostrar que era digna de gobernar sobre el Inframundo con
Henry. Sin embargo, a ellos se les permitía hacer daño a tantas personas
207
como ellos quisieran mientras tanto eso significara que ellos se salieran con
la suya. Estaba harta de eso.
—Por favor —rogó, le temblaban las manos mientras se acercaba a mí, pero
la luz dorada no la abrazaría, y ella se vio obligada a volver al centro—.
Kate, te quiero… Calliope me hizo… Entiende por favor, yo nunca quise
nada de esto…
—Llega un momento en tu vida cuando tienes que tomar una decisión —
dije—. Puedes seguir adelante por el camino fácil, no importa a dónde te
lleve, todo el mundo será condenado, o puedes luchar por lo que tú crees.
—¡Estoy luchando! —explotó—. Estoy haciendo esto por Nicholas y Milo, y
Henry y todos ustedes… ¿no entiendes eso? ¿Crees que yo quería alejarme
de mi familia así? Tengo un hijo, también, Kate. Yo sé lo que es amar a
alguien tanto como tú amas a Milo. ¿Crees que si tuviera otra opción…?
—Basta. —La voz de Walter, baja y para nada neutral ahora, se hizo eco a
través de la sala del trono—. Has dicho tu parte, hija, y ahora tienes que
permitir que el Consejo…
—A la mierda el Consejo. —Ava apenas echó un vistazo a su padre, y si
hubiera sido más que una ilusión, no tenía dudas que la habitación hubiera
crepitado con poder. Como siempre, nadie se atrevió a hablar. Incluso
Walter pareció como si ella le hubiera dado una bofetada en la cara—.
Quiero que me escuches, Katherine Winter —dijo ella—. Todo lo que he
hecho, cada palabra, cada mirada, cada traición, ha sido para ayudar a
nuestra familia. Hacer lo correcto no siempre significa actuar como un
santo. A veces significa ensuciarse las manos y hacer lo que más odias para
que otras personas puedan tener un tiempo más fácil con eso. Para que otras
personas puedan quizá no morir.
—Si esa es tu excusa, entonces, ¿cómo justificas arrastrar a Milo en esto? —
le espeté.
—Se supone que nunca iba a ser parte de esto. Se supone que nunca iba a
existir.
208
—Pero lo hace. Él está aquí, y ahora Calliope tiene a Henry, también. Todo
por culpa tuya.
El Consejo se mantuvo en silencio, y ni siquiera mi madre reaccionó. Así
que yo tenía razón. Todos sabían exactamente lo que él había planeado
hacer, y ninguno de ellos lo habían detenido.
Ava respiró hondo.
—Lo siento —dijo ella con una voz medida, y fue tal cambio de segundo
antes que me tomó un momento comprender que era sincera. Algo feo
surgió dentro de mí. Yo no quería que se disculpara. Quería que luchara—.
Nada de esto debería haber ocurrido. No importa los errores estúpidos que
he hecho… los lamento, Kate. Lamento a todos ustedes por dejarte. Nunca
quise hacerlo, pero como he dicho, no tenía elección…
—Ava. —La voz de Walter retumbó en la sala del trono.
—Ya has hecho bastante, papá. Ahora es mi turno de hablar —dijo con
tranquilidad inhumana—. Lo siento por todo. Los quiero a todos, e hice lo
que pensé que tenía que hacer. Pero Henry está aquí para proteger al bebé
ahora, y yo no puedo hacer nada más para ayudar a Nicholas.
Alrededor del círculo, varios miembros del Consejo miraron al vacío trono
de cobre de Nicholas.
—¿Estás dispuesta a abandonarlo, a sabiendas de que puede significar su
muerte? —dijo Walter.
—Soy más bien un peligro para él si me quedo y doy a Calliope la
oportunidad de utilizarlo para mantener el control sobre mí —dijo Ava—.
Él quiere que me vaya, y la única manera en que puedo ayudar a salvarlo es
volver al Olimpo. Cronos ha decidido que va a escapar de la isla en el
solsticio de invierno, y teniendo en cuenta lo que ha demostrado ser capaz
de hacer, yo le creo. Quiero ayudar.
En ese momento, ella no sonaba como la Ava que conocía: la egoísta, y
superficial diosa del amor que no podía dar prioridad a lo que otros
necesitan antes de lo que ella quería. Sonaba adulta. Atormentada. Al igual
209
que los otros miembros del Consejo cuando estaban tan profundamente
enfrascados planificando que dejaban caer sus máscaras. Era un
recordatorio más de quiénes y qué eran… antiguos. Poderosos. Más sabios
de lo que podía imaginar, pero miopes y estrechos de mentes, también.
Aislados del mundo real, de la humanidad por la que luchaban defender.
Obstinados y tan apasionados por la protección de sus propios intereses
mientras trataban de hacer su trabajo.
Esa era Ava. Obstinada y apasionada, y ahora perdida para mí tan
completamente como nuestro padre.
—Lo siento, hija —dijo Walter, pero él no sonaba arrepentido en absoluto—.
No podemos pretender conocer las intenciones de Calliope, y debemos
actuar con cautela. Es posible que Nicholas permanezca vivo sólo porque
Calliope cree que él es la clave para controlarte. Si la abandonas, no se sabe
lo que podría hacer con él.
Un murmullo se elevó desde los demás miembros del Consejo, pero nadie
se opuso. Yo no los culpé. Por mucho que me doliera admitirlo, Walter
tenía razón.
—Vas a permanecer con Calliope hasta que recibas nuevas instrucciones —
dijo Walter—. Vas a continuar como siempre, sin sabotajes o actos de mala
voluntad hacia ella. Ella debe creer que tus intenciones son puras.
—¡Pero ni siquiera han hablado de ello! —exclamó Ava, y Walter levantó la
mano, interrumpiéndola.
—No hay ninguna necesidad. Dos de los nuestros están ahora a merced de
Calliope y Cronos, y no podemos alterar el equilibrio hasta que estemos
listos para una pelea. Vamos a prestar atención a la fecha límite de Cronos,
aunque ya lo esperábamos. Cualquier información adicional que adquieras
será útil para nosotros, pero no a riesgo de los prisioneros.
—¿Yo no cuento como prisionero? —dijo ella, sus ojos llorosos—. Porque yo
no peleo como tú lo haces, ¿no soy digna de ser salvada?
Por una fracción de segundo, la expresión de Walter se suavizó.
210
—Mi querida, por supuesto que lo eres.
—He hecho todo lo que me pediste —dijo Ava—. He arriesgado mi vida, mi
integridad, mis amigos, todo por falsas promesas. Resulta que eres tan malo
como lo es Calliope, papá. Pero al menos ella no pretende ser algo que no es.
Silencio atónito. ¿Estaba diciendo ella la verdad? ¿Realmente él le había
pedido que hiciera todas esas cosas? Walter palideció, pero no discutió, y
eso solo era una admisión de culpabilidad.
Así que no fue del todo culpa de Ava, después de todo. Ella no tenía culpa,
no por un tiro largo, pero ella no estaba sola en esto tampoco. Henry tenía
razón. Walter sabía que yo estaba embarazada. Él había sabido dónde
estaba y lo que estaba sucediendo. Él había sabido, y no había hecho
absolutamente nada para detenerlo.
Y las cosas que le había hecho a Ava hacer, sabiendo cómo eso afectaría
todo, sabiendo cómo el resto del Consejo la vería… ¿cómo podría lastimar a
su propia hija de esa manera?
—Acordaré regresar a Calliope bajo tus términos, siempre y cuando te
comprometas a cumplir con uno de los míos —dijo Ava—. Quiero hablar
con Kate. A solas.
Un murmullo se levantó de los demás miembros del Consejo, y mis cejas se
alzaron.
—Sabes que eso no es posible —dijo Walter—. Está agotando suficiente de
nosotros mantener esta forma de comunicación sin Calliope y Henry.
—Entonces ella puede venir a mí —dijo Ava.
—Fuera de cuestión. —La voz de mi madre se levantó por encima de los
demás, y ellos se quedaron en silencio—. No voy a hacer que se arriesgue a
sí misma de nuevo. Es un milagro que lograra salir de allí en primer lugar.
—Sé cómo funcionan sus visiones —dijo Ava—. Sé que ella puede ver y oír
todo lo que digo. No la necesito para hablarme de vuelta. Sólo necesito que
211
escuche. Y no voy a estar de acuerdo con tus términos hasta que Kate esté
de acuerdo a los míos.
Sea lo que sea que ella quería hablar conmigo, no podía decirlo delante de
los demás. Lo que significaba que pensaba que no podía confiar en ellos… o
al menos no podía confiar en su padre.
¿Algo sobre Henry? ¿Sobre Milo? ¿Había encontrado una manera de
pasarlo de contrabando hasta mí?
La esperanza me rodeó, tan frágil y delicada que una sola palabra podía
haberla destrozado en pedazos. Era posible, y porque era posible, yo lo
haría.
Asentí una vez, y Ava exhaló, como si hubiera agotado todo lo que tenía
para llegar a ese momento.
—Mañana al atardecer —dijo—. En la guardería. Confío en que estés allí.
No tenía forma de saber si estaría, pero era lo suficientemente inteligente
como para saber que me había enganchado, y yo no me lo perdería.
—Los amo —dijo, y esta vez no iba dirigido a una sola persona. En cambio,
las palabras fueron susurradas a través del Consejo, tocándonos a cada uno
de nosotros al pasar—. Adiós, por ahora. —La luz dorada en el suelo
iluminado por el sol parpadeó, y ella se había ido.
Durante casi un minuto, nadie habló. Nadie habló de Ava, nadie nos
preguntó a James y a mí lo que había pasado en la isla, nada. Finalmente
Ella y Theo se levantaron.
—Tenemos que volver —dijo Theo—. Gracias por incluirnos, Padre.
Walter asintió, y la confusión se apoderó de mí. ¿No estaban aquí para
luchar?
—¿Qué hay de la guerra? —solté—. Pensé…
212
—Estamos haciendo lo que podemos en la tierra —dijo Theo—. Hemos
hecho propuestas a muchos de los dioses menores, pero ni siquiera Nike va
a apoyarnos, no sin Henry.
—¿Y los gemelos? —dijo Walter—. Pensé que estaban haciendo progresos
con ellos.
Ella frunció el ceño.
—Lux fue receptivo hasta que rechazaste sus términos. Ahora han
desaparecido de nuevo, y fue bastante difícil rastrearlos la primera vez. No
voy a pasar por eso otra vez.
La expresión de James se volvió distante.
—Están en París.
—No importa ahora —dijo Theo—. No podemos obligarlos a ayudar.
Incluso las Parcas han pasado a la clandestinidad. Todo el mundo tiene
miedo, y nada de lo que digamos o hagamos puede suavizar las cosas. Están
convencidos de que si no nos ayudan, Cronos podría evitarles.
—Tontos —masculló Walter—. Muy bien. Quiero ser informado como sea
posible.
Theo y Ella asintieron al unísono. Una fracción de segundo antes de
desaparecer, sus ojos encontraron los míos, y juro que vi lástima.
—Vamos —dijo mi madre, y las dos nos pusimos de pie—. Has tenido un
día largo, y me temo que no va a ponerse más fácil. Necesitas descansar.
—Tú también —dije, tomando su mano. Mientras caminábamos por el
pasillo, sus hombros cayeron, y ella palideció con el esfuerzo que le tomó en
llegar a su habitación. Envolví mi brazo alrededor de ella con seguridad.
Después de todo lo que habíamos pasado juntas, después de todo con que
nos las arreglamos para sobrevivir, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que
Cronos me la quitara también?
213
Capítulo 14 CADENAS DE NIEBLA
Traducido por Vanehz y Wicca_82
Corregido por La BoHeMiK
e dije a mi madre lo que había pasado en el palacio con Calliope,
y a pesar de que ella no confirmó mis miedos, sabía que estaba en
lo cierto. Ella estaba al tanto sobre el plan de Henry; quizás
incluso le ayudara. Y por la forma en que seguía tocando mi
rostro, era fácil decir que estaba feliz de que fuera él y no yo, el que Calliope
se había llevado.
—Lo arreglaremos —murmuró mientras nos acurrucábamos juntas en su
cama—. Hemos llegado hasta este punto, después de todo.
No estaba segura de a quién se refería. ¿A ella y a mí? ¿Al Consejo?
¿Siquiera importaba? Todo esto terminaría de una forma u otra, y nadie, ni
siquiera mi madre, podía asegurarme que todo estaría bien. No esta vez.
Me tomó años quedarme dormida, y cuando lo hice, soñé con Henry
susurrándome palabras que no entendía. Docenas de preguntas
envolviéndose a través de mi mente sin descanso, pero esa voz no ofrecía
respuestas. ¿Por qué había seguido con esto, sabiendo lo que significaba?
¿Había hecho esto únicamente para proteger a Milo? Más o menos lo tenía
cubierto, ya que no había previsto la interrupción de Calliope, pero
probablemente Henry tampoco lo hubiera sabido.
L
214
Él debió de haberse quedado atrás. Hubiera sido mucho más útil como un
arma de la que, ni Cronos o Calliope no tuvieran conocimiento. Él podría
haber sido el peso que inclinara la balanza en contra de ellos y hacia el lado
del Consejo. Y Henry les había dado esa ventaja entregándose a Calliope.
Quería estar molesta. Quería estar furiosa, para desgarrar la habitación
hasta que no quedara nada. Sin embargo eso no lograría nada, y lo mejor
que podía hacer era exactamente lo que James me había pedido: que
enfocara mis esfuerzos en pensar en algo que el Consejo hubiera pasado por
alto.
Bien. ¿No era el orgullo lo que me había llevado a casi perder a Henry, mi
madre y la inmortalidad en primer lugar?
Pero los miembros del Consejo tampoco eran exactamente ángeles. Podían
hacer lo que malditamente bien les vinera en gana, y si ellos podían hacer
trampa, yo también podía. Entonces fue el orgullo, junto con un toque de
ira una buena combinación. Si había alguna manera de salir de esto, la
encontraría.
Después de una noche sin descanso e incluso un día más inquieto, el sol se
puso en Grecia, y finalmente había llegado el momento. Mientras el
Consejo desaparecía de la sala del trono para batallar contra un enemigo que
ya no tenía una plegaria de derrota, cerré los ojos y me deslicé en mi visión.
Ava estaba esperándome para cuidarme, exactamente donde le dije que
estaría. Sin embargo Milo no estaba en su cuna. Los brazos de Ava estaban
vacíos, y Cronos no estaba en las sombras arrullándolo. Henry debía de
tenerlo entonces.
Espiando ansiosamente por la puerta, Ava presionó sus labios juntándolos,
olvidando que la estaba esperando. Miré sobre su hombro y seguí su mirada
por la ventana que daba al pasillo. A través de ella vi media docena de
pequeñas formas atacando una niebla opaca. La batalla de la tarde había
comenzado.
—¿Kate? —dijo Ava, girándose tan repentinamente que no tuve tiempo para
moverme fuera de su camino. Pasando a través de mí—. ¿Estás aquí?
215
Ni siquiera me molesté en responder. No sería capaz de oírme, así que no
serviría.
Ella miró la guardería vacía, y sus hombros se hundieron.
—Lo siento. Sé que no quieres oírlo pero es verdad. Te juro que no sabía lo
que Calliope estaba planeando.
¿Eso era? ¿Otra ronda de disculpas? Bufé y cerré mis ojos, lista para regresar
al Olimpo. Vine. Escuché. Ya no iba a malgastar mi tiempo con esto.
—Sé que lo último que quieres es creerme. —La voz de Ava hizo eco
mientras me deslizaba de regreso al Olimpo—. Pero necesito mostrarte
algo.
Bruscamente me di la vuelta a la guardería, hambrienta de esperanza.
Mirando alrededor como si no estuviera segura de que estaba allí, Ava salió
del cuarto; y la seguí pisándole los talones. Me condujo hacia abajo por el
pasillo y la estrecha escalera que usé el día anterior. Nos detuvimos en el
mismo nivel que contenía mi prisión, y mi estómago explotó con
mariposas. ¿Adónde me estaba llevando Ava? No había posibilidad de que
Calliope estuviera reteniendo a Henry allí abajo, ¿o sí?
Ava se detuvo en la puerta. Era la habitación de Nicholas. El sonido de
metal contra metal rasgó a través del silencio, mezclándose con sus gritos.
Me estremecí, pero Ava abrió la puerta empujándola y entró
precipitadamente. Me apresuré tras ella.
—Juraste que te detendrías —dijo ella, y me tomó un momento darme
cuenta de que no me hablaba a mí—. Hice lo que me dijiste. Ahora mantén
tu parte del trato.
Calliope se paró en medio de una húmeda habitación con estantes y mesas
de trabajo en el borde. Restos desechados de metal y docenas de armas;
algunas brillando débilmente y otras nada más que trozos de acero,
apoyadas en cada superficie.
La herrería de Nicholas. Fue aquí donde hizo la maldita daga.
216
Justo al lado del fuego que se extinguía en el centro de la habitación, alguien
había soldado una silla de metal al piso con la niebla opaca. Nicholas se
desplomó contra ella, ensangrentado y destrozado en todas las formas en
que un Dios podía estarlo. Estaba medio consciente, su rostro cortado y con
marcas púrpura; su cuerpo era un lío de cortes y moretones.
—Tu lado de nuestro trato no ha terminado aún —dijo Calliope—. Kate aún
está viva.
Ava frunció el ceño.
—Eso no tiene nada que ver con…
—No me importa. —La voz de Calliope cortó a través del aire como una
cuchilla—. Harás lo que te diga, o mataré a Nicholas. Eso es todo lo que hay
que hacer.
Él gimió, sus globos oculares moviéndose bajo sus morados párpados, y Ava
se estiró para alcanzarlo. Calliope caminó entre ellos.
—No lo creo —dijo con deleite infantil—. Sabes qué pasaría si lo tocas.
—Ya no me importa. —Ava esquivó a Calliope y se arrodilló junto a la
silla—. ¿Nicholas? Estoy aquí. Lo siento, bebé.
Nicholas trató de murmurar algo a través de sus partidos labios y su
mandíbula quebrada, pero era ininteligible, al menos para mí. Los ojos de
Ava se llenaron de lágrimas, y gentilmente tomó su mano. Cuando su piel
tocó la suya, un sonido sibilante llenó la diminuta prisión, y Ava parpadeó.
Pero no fue hasta que Nicholas gruñó que ella lo dejó ir. Donde ella lo tocó,
su palma se volvió escarlata, como si le hubiera puesto brasas.
—Lo soltaré una vez haya ganado la guerra —dijo Calliope—. No antes.
El rostro de Ava se contorsionó con rabia apenas contenida, y cambió su
postura como si estuviera a punto de estrangularla. Calliope debió haberlo
notado también, porque en un parpadeo, la daga apareció en su mano, y la
sostuvo delicadamente contra la garganta de Nicholas.
217
—Yo no lo haría si fuera tú, querida —ronroneó.
Fue una lástima que yo fuera insustancial, de lo contrario, felizmente la
hubiera dejado inconsciente. Ava apretó sus puños, aparentemente estaba
teniendo la misma idea, pero ella no hizo ningún movimiento hacía
Calliope.
—Eres un monstruo —siseó—. Él es tu hijo.
—Todos hacemos sacrificios. Seguro que tú de entre todos debes entender
eso.
La habitación se sacudió, y al igual que hizo la noche anterior, Ava
comenzó a resplandecer en magenta.
—No me extraña que Papá nunca te haya querido. No hay nada honorable
en ti. Todo este tiempo pensé que él estaba equivocado, tratándote del modo
en que lo hacía, pero te lo mereces. Tú perviertes el amor y la familia hasta
que son irreconocibles, todo para tu propio retorcido sentido de la
satisfacción. Nadie, ni siquiera Cronos, se merece arder en el Tártaro más
que te lo mereces tú.
—¿Es así? —dijo Calliope en una peligrosa voz—. Debe ser una pena para ti
entonces, sabiendo que nosotros ganaremos y que ustedes nunca escaparan
de mí.
—Oh, lo haré —dijo Ava—. En la primera oportunidad que tenga, estoy
saliendo de este infierno de aquí y…
—¿Qué está pasando aquí?
Henry se paró en el marco de la puerta, sosteniendo a Milo. Me moví hacia
ellos tan rápido, que podría haber jurado que creé una brisa, pero Henry
miró a través de mí, enfocándose en Calliope.
Un cuchillo se retorció en la boca de mi estómago, pero él no podía verme.
No tenía ni idea de que yo estaba ahí. Incluso si lo supiera, él seguiría
mirando aún a Calliope como si ella fuera la cosa más hermosa del mundo.
218
—Hola, cariño —dijo Calliope—. Justamente estaba a punto de ir a verte.
¿Cómo está el bebé?
—Está bien. —Henry miró con curiosidad a Ava, y ella desvió sus ojos, su
mano cerniéndose un centímetro más cerca de Nicholas—. ¿Qué está
pasando?
—Aquí Ava parece creer que a pesar de sus crímenes contra nosotros,
Nicholas tiene derecho de salir ahora —dijo Calliope y se rió—. Como si
nos pudiéramos permitir correr ese riesgo. Ahora, no podemos dejar que
Nicholas se vaya corriendo con nuestros secretos, ¿verdad?
Henry miró a Nicholas de la manera en que él había mirado a Calliope
después de que sus hermanos la hubieran capturado en el Inframundo y la
ataran con cadenas. Mi estómago dio un vuelco. El Henry que yo conocía y
amaba tenía que estar ahí en algún sitio, pero ahora mismo, este no era él.
No importaba cuánto doliera, tenía que recordarlo. Ya fuera por la
influencia de Ava o por el poder de Calliope, que hicieron cortar los lazos
de lealtad entre Henry y el resto del Consejo, no importaba. Él era el
enemigo ahora.
No, no el enemigo. Más bien un prisionero como Nicholas y Milo.
—Por supuesto, mi querido amor —dijo Henry, y yo sentí arcadas—.
Haremos lo que tengamos que hacer para asegurarnos la victoria.
Cruzando la habitación, le dio a Calliope un sensual beso. Cerré los ojos y
fruncí el ceño. Pero apesar de mis esfuerzos para ignorarlos, no me podía
resistir a echar un vistazo, y entonces fue cuando lo vi.
Los ojos de Henry estaban abiertos, y estaba mirando directamente hacia
Ava.
En sus brazos, Milo se movió e intentó alcanzarme. Él sabía que yo estaba
allí. ¿También lo sabía Henry? Él no era Cronos. Calliope no le hubiera
besado de esa forma si lo fuera. Pero, ¿él podría sentirme?
219
Para mi asombro, Ava asintió una vez, tan ligeramente que al principio no
estaba segura de sí había visto bien. Henry cerró sus ojos de nuevo, sin
embargo, y yo estaba segura. Henry y Ava estaban trabajando juntos.
¿Contra Calliope? ¿Para Calliope? ¿Para salvar a Milo? O, ¿le había dicho
ella a Henry que yo estaría aquí escuchando todo lo que estaba pasando?
No podía estar segura hasta que Ava me lo contara, y ya sea o no que
Henry supiera que yo estaba ahí, él todavía estaba besando a Calliope.
Quizá él tenía que hacerlo. Quizá él quería hacerlo. No tenía las respuestas,
pero no importaban. Si fuera por él no habría estado besándola, y yo tenía
que aferrarme a eso.
Al final Calliope le apartó y se tocó sus hinchados labios.
—Quizá deberíamos retirarnos al dormitorio.
Oh, Dios. ¿Estaban durmiendo juntos? La náusea me inundó. Sabiendo que
él había estado con Perséfone hace eones era una cosa, pero esto era
demasiado. Él era mi marido. Mi Henry, no el de ella.
—Sí —dijo Henry en voz baja—. Permíteme que cuide al bebé, y luego me
uniré a ti.
Con una risita, Calliope lo besó de nuevo y se deslizó fuera de la habitación.
Por una fracción de segundo, Henry se desinfló, sus brazos se apretaron
alrededor de Milo protectoramente, y de nuevo se encontró con la mirada
de Ava. Ninguno habló. Al final Henry se dio la vuelta y salió de la
habitación, dejando a Nicholas atado en la silla.
Cerré mis ojos. Este no era él, y si teníamos una oportunidad de pasar todo
esto sin que nuestra relación saliera irreparablemente dañada, tenía que
recordar esto. Justo como yo me había ofrecido a Cronos a cambio de la
seguridad de Milo, Henry había hecho lo mismo con Calliope. No tenía
ningún derecho a estar enfadada con él. Sí con Calliope, Ava y con
cualquier miembro del Consejo quienes le habían dejado a él hacer esto.
Pero no con Henry.
220
—Kate —dijo Ava una vez que él se fue. Abrí mis ojos. Nicholas estaba
inconsciente ahora, su pecho subía y bajaba superficialmente, y Ava se
mantenía en pie a su lado—. ¿Ahora lo entiendes?
Lo entendía. No excusaba nada de esto, y no arreglaba nuestra amistad.
Pero lo entendía.
—Henry aún te ama, lo sabes. No te lo he quitado de esa manera. No lo
haría nunca.
Sin embargo, ella había hecho que él se enamorara de Calliope. Artificial o
no, era todavía amor, y no borraría lo que pasaba en ese dormitorio. Me
estremecí. Tenía que parar de pensar en esto. Había visto suficiente. Ava se
había disculpado tantas veces que sus palabras no tenían sentido ahora, y yo
tenía que irme antes de que el dolor se adentrará tan profundo dentro de mí
que no pudiera sacarlo nunca.
Estaba a medio camino de irme cuando Ava me habló.
—Cronos se va a escapar en el solsticio de invierno.
Sin embargo, ella ya le había dicho esto al Consejo y sabía que yo había
estado justo allí con ellos. Me hundí más en el olvido, ya al borde de
finalizar esta visión.
—Y —dijo Ava, su voz tan lejana que era poco más que un susurro—. El
primer lugar que va a atacar es la ciudad de Nueva York.
221
Capítulo 15 PUNTO DE QUIEBRE
Traducido por Maru Belikov y Aylinachan
Corregido por Aldebarán
artí de regreso a la isla tan rápido que la habitación dio vueltas
alrededor de mí. Mareada, esperé por Ava a que terminara,
pero la explicación nunca vino. Ella se arrodilló al lado de
Nicholas otra vez, murmurando palabras que sólo tenían
sentido para él, y me giré.
Sólo había una razón para que Cronos atacara la ciudad de New York
cuando tantas otras, Londres, St. Petersburgo, e incluso Beijing, tenían que
estar más cerca. Y esa razón era yo.
Esta vez cuando me desvanecí de la cámara de tortura de Nicholas, no
reaparecí en el Olimpo. En lugar de eso, cuando abrí mis ojos, estaba en el
cuarto de Milo otra vez.
Cronos se encontraba en una esquina oscura, como si estuviese esperando
por mí. Si no había estado segura por algún tipo de conexión entre nosotros,
ahora lo estaba. Él seguía mi pista. Observándome de la manera en que
únicamente un Titán podía.
—Tú, bastardo. —Lo empujé tan fuerte como pude, pero por supuesto no
hizo ningún bien.
P
222
Él miró abajo hacia mí, su barbilla alzada y sus ojos estrechos.
—¿Qué he hecho para merecer esas palabras tan duras? ¿No te he ofrecido
todo, y aun así construiste mentira tras mentira?
Apreté mis dientes.
—Fuiste tras mi hogar.
—Tu hogar es el Inframundo, y te aseguro que no tengo ninguna intención
de removerte de mi camino de la manera que lo haré con el resto del
Consejo. Tendrás la eternidad para permanecer allí con las millones de
almas que morirán a mi mano. Quizá, si te comportas, permitiré que te
unas a mí en la superficie por un tiempo. Muy parecido al arreglo que
actualmente tengo con tu muy vivo esposo.
Gélido terror se estableció sobre mí.
—¿Por qué estás haciendo esto? Vine a ti. Iba a mantener hasta el final el
trato. No sabía…
—¿No sabías qué? —dijo Cronos con la peligrosa neutralidad que era
infinitamente más atemorizante que la ira—. ¿Que tu querido Henry estaba
vivo?
—No sabía que él me seguiría —dije—. No sabía que tenía un plan. Lo
siento.
Cronos inclinó la cabeza.
—No, no lo sientes. Sientes haber perdido aquello que pensaste podías
mantener oculto. Lamentas no ser la única que estaba dispuesta a
sacrificarse por los que ama. Lamentas ser forzada a permanecer viva
después de que yo destroce a todos los que te importan. Lamentas haber
perdido a tu hijo. Pero no lamentas haber mentido.
Un peso invisible se instaló en mi pecho.
223
—Tienes razón —dije temblorosamente—. No lamento haber mentido. Pero
si lo siento por todas esas personas que van a morir. Y si no hubieses ido
tan lejos, también sentiría haberte mentido.
Cronos tocó mi mejilla con el fantasma de afecto.
—Pensé que eras diferente, Kate Winter. Pensé que entendías.
—Lo hago. Más de lo que tú alguna vez me entenderías a mí. —Un nudo se
formó en mi garganta, pero las lágrimas no vinieron. Pedir y rogar no
harían ningún bien, pero tenía que haber una manera de arreglar esto. De
hacerlo entender—. No mereces esta clase de dolor, pero entonces, tampoco
yo. Y menos el Consejo. Y ninguna de las millones de vidas que vas a
destruir. La única diferencia entre nosotros y los humanos es la muerte.
Incluso ahora, contigo aquí, no hay ninguna diferencia. ¿Puedes
imaginarlo? ¿Un final? ¿Un momento cuando dejes de existir? Y las
personas que te aman, por lo que ellos pasarán…
—Suficiente —dijo él. Busqué en su rostro por algún destello de emoción,
pero no encontré ninguna—. He tomado mi decisión. No te mostraré
compasión cuando tú no me has mostrado ninguna. La guerra continuará, y
no me rendiré o aceptaré una tregua. He tratado de extender la mano de paz
al Consejo, y ellos escupieron en mi rostro. Confié en la única persona que
creí me entendía, y resultaste ser la más mentirosa de todas. No tenemos
nada más que discutir.
Antes de que pudiera protestar, Cronos desapareció, y mis manos tocaron
nada más que aire. Él se había ido, junto con la única esperanza que tenía de
preservar a mi familia.
Me quedé en blanco mirando al espacio vacío. Tan pronto como Cronos
escapara en el solsticio, esto dejaría de ser una guerra. Sería un baño de
sangre.
Tenía que haber algo que no estaba viendo, algo que pudiera hacer para
conseguir que cambiara de opinión. ¿Pero qué podía darle ahora que no
confiaba en mí? ¿Qué palabras podía decir para arreglar esto?
224
Un suave borboteo llamó mi atención, y me giré a tiempo para ver a Henry
caminar hacia el cuarto del bebé con Milo en sus brazos. Él definitivamente
se había tomado su tiempo para llegar aquí. ¿Se había desviado? Debía
haberlo hecho. Silenciosamente recé que no fuera para ver a Calliope.
—Aquí vamos —dijo Henry gentilmente—. Estás a salvo aquí.
Él caminó a mi lado tan lentamente que parecía estar moviéndose a través
de melaza. Con razón le tomó tanto tiempo. Una tortuga podía caminar
más rápido que él. Tras verme, Milo se agitó en sus brazos, y manejé una
llorosa sonrisa.
—Hola, bebé. ¿Divirtiéndote con tu papi?
Él borboteó, y Henry sonrió.
—Desearía poder quedarme aquí, también, pero estaré de regreso antes de
que la luna desaparezca de tu ventana. Mientras tanto, estoy seguro que tu
tía Ava estará aquí pronto para hacerte compañía.
Con un movimiento de su mano, la cuna se movió unos centímetros,
probablemente a una posición donde Milo pudiese ver la luna. Un sollozo
quedó atrapado en mi garganta.
Henry presionó sus labios en la frente del bebé por un largo rato antes de
enderezarse.
—Sé bueno —murmuro él, y miro directo hacia mí—. Tu madre y yo te
amamos.
Me congelé. ¿Él sabía? ¿Esto era una coincidencia? ¿Otro truco de Cronos?
Y te amo a ti. Aunque sus labios no se movieron, el susurro de su voz
atravesó mi mente, y contuve el aliento. Justo como Milo, él sabía que
estaba aquí. Ava no había mentido; no quitó ese amor de él.
Sé lo que estás haciendo. Empujé las palabras hacia él, y se giró para ver hacia
la cuna de Milo. Y espero que puedas pelear contra lo que Ava te está haciendo
sentir, porque una vez que esto termine, nunca te voy a dejar ir otra vez.
225
Pudo haber sido mi imaginación, pero podría jurar que lo vi sonreír. Esto
terminará, y estaremos juntos otra vez. Mis pensamientos ahora eran firmes e
implacables. Solo quédate conmigo. No dejes que Calliope te convenza de ser
alguien quien no eres, y todo estará bien. Me aseguraré de ello.
Sin mirar hacia mí, Henry caminó hacia la puerta de la habitación de bebé.
Pero mientras se movía cerca de mí, su mano pasó a través de la mía, y esta
vez supe que no era un accidente. También yo.
* * * Cuando regresé al Olimpo, el Consejo estaba esperando por mí. Todos
lucían cansados y sobrepasado su punto de quiebre, con manchas oscuras
debajo de los ojos y la piel pálida que parecía extenderse con demasiado
fuerza sobre sus rostros.
—Kate —dijo Walter. Incluso él lucía agotado—. ¿Tienes noticias?
¿Ahora ellos querían escuchar lo que tenía para decir? Me tragué una
amarga respuesta. Ellos había pasado por suficiente esa noche sin tener que
lidiar con mi cargado sentido de injusticia, también.
—Calliope realmente está torturando a Nicholas para mantener a Ava en
línea. Ella tiene una habitación llena de armas que creo hizo él, algunas de
ellas lucen como armas de prueba antes de que finalmente perfeccionara la
daga, y bastantes de ellas están infundidas con los poderes de Cronos por lo
que si podemos conseguir llegar lo suficientemente cerca, quizá haya una
oportunidad de usarlas y…
Walter alzó una pesada mano, y por una vez me quedé en silencio.
—Si somos lo suficientemente afortunados para conseguir traspasar las
defensas de Cronos, significa que ya hemos ganado. —La nota de
inevitabilidad que siempre usaba cuando sea que hablaba de ganar la guerra
había desaparecido.
226
—¿Qué ocurrió durante la batalla de hoy? —dije, y la mitad de ellos miraron
a otro lado.
—Cronos estaba más… Concentrado de lo usual —dijo mi madre—.
Tuvimos suerte de que ninguno salió herido.
—Él está luchando más fuerte debido a mí —dije, y a través del círculo,
Dylan bufó.
—¿Siempre es debido a ti, no es así? ¿No podría ser que se está volviendo
más fuerte a medida que nos acercamos más al solsticio de invierno, cierto?
—Quizá —admití—. Pero no creo que sea una coincidencia que esto pasara
el día después que descubrió que le había estado mintiendo sobre Henry.
Dylan frunció el ceño, pero no dijo más nada.
—¿Cómo está Henry? —dijo Sofía—. ¿Lo viste?
Asentí. ¿Qué harían ellos si supieran que Calliope de alguna manera
convenció a Henry para que peleara por ella? ¿Lo tratarían como un
enemigo también? Él quizá todavía me amara, pero el amor no era
suficiente para convencer al Consejo de que el pelearía contra ellos si
Calliope se lo ordenará.
—Él está luchando —dije. Una verdad a medias en el mejor de los casos que
una mentira que resultara peor—. No hay mucho que pueda hacer sin
delatarse, pero él todavía está allí.
—Bien —dijo Sofía, acomodándose de regreso en su trono—. Ella no lo
conoce como nos conoce al resto de nosotros. Le da menos oportunidad de
explotar sus debilidades y usarlas en contra de él.
Eso era exactamente lo que estaba haciendo, sin embargo. Conocía sus
debilidades, sabía que él haría cualquier cosa por protegerme a mí y a Milo.
Tal vez incluso había pedido a Ava que no le hiciera olvidar su amor por mí
para poder acordarse de por qué estaba haciendo esto. O tal vez lo había
hecho sólo para poder sentir angustia cuando la besaba y se acordara que
suponía realmente el amor.
227
Perra sádica.
—¿Qué dijo Ava de lo que quería hablar? —dijo Walter.
—Quería disculparme de nuevo y tratar de explicarlo. —Era la verdad, en
su mayor porte—. Ella dijo que Cronos va atacar Nueva York, una vez se
escape.
Un murmullo recorrió el resto de los miembros del Consejo y James le dijo
a Dylan:
—¿Necesitamos más pruebas de que él está haciendo todo esto por Kate?
—Cállate —murmuró Dylan y James le dedicó una sonrisa de satisfacción.
Él podría haber querido frotar la nariz de su hermano, pero yo hubiera dado
cualquier cosa porque Dylan hiciera lo correcto.
—Muy bien, vamos a prepararnos para ese resultado entonces —dijo
Walter, y parpadeó.
—¿Qué pasa si Ava está mintiéndome? —le dije, y Walter se encogió de
hombros con cansancio.
—Entonces estamos perdidos. —Se puso de pie con las piernas
temblorosas—. Vayan a descansar y a recuperarse. No vamos a atacar
mañana o cualquier otro día hasta el solsticio de invierno.
Dylan se levantó con lo que debía pensar él que era indignación, pero se
parecía más a un anciano levantándose de un sillón demasiado bajo para sus
piernas.
—¿Estamos abandonando?
—Estamos ahorrando nuestras energías y estrategias —corrigió Walter—.
Hemos agotado nuestras posibilidades como ellos, con Cronos usando los
escudos de la isla en contra de nosotros. Ahora tenemos que planear un
enfoque diferente. —Asintió con la cabeza hacia mí—. Kate, me gustaría
que te unieras a nosotros.
228
—¿Yo? —dije, sorprendida, y mi madre dio palmaditas con las manos—. No
sé nada sobre la planificación de una guerra.
—Pero has pasado mucho tiempo en presencia de Cronos desde que se fugó
y ya no se puede ignorar la validez de tus reclamos —dijo—. Recopilarás la
información que puedas durante el día y el Consejo se reunirá cada noche
para recibirlo. A menos que alguien tenga alguna otra idea —dijo, mirando
directamente a Dylan.
Dylan se encogió de hombros y no dijo nada.
—Muy bien. Consejo terminado —dijo Walter, y con un enorme esfuerzo
que demostró en cada paso que daba, se dirigió hacia un pasillo que yo
nunca había visto.
Los otros miembros del Consejo fueron saliendo de la sala del trono hasta
que sólo quedamos James, mi madre y yo. A pesar de verse a punto de
desfallecer, James cruzó el círculo hacia nosotras, llevando una sonrisa de
agotamiento.
—Parece que finalmente lo conseguiste —dijo, pasando el brazo alrededor
de mis hombros—. Ahora es tu oportunidad de probarte a ti misma.
—Ese es el problema —le dije—. No sé cómo.
Mi madre me acarició los nudillos con el pulgar.
—Lo averiguarás. Mantén tus ojos y oídos abiertos y encontrarás algo.
A pesar de lo reconfortante de su consuelo, ella se olvidaba de una cosa.
Cronos me podía ver y, ahora que no confiaba en mí, no tenía ninguna
posibilidad de conseguir información de él en el infierno.
* * *
229
Cada día, durante las tres últimas semanas del mes de octubre, me zambullí
en mis visiones, con la esperanza de encontrar la más mínima pista que
pudiera ayudar en la defensa del concilio. Mis esfuerzos en su mayoría eran
pérdidas de tiempo, sin embargo. Calliope pasaba la mayor parte de su
tiempo a solas, mirando una imagen holográfica de la isla y cualquier
estrategia de ella y de Cronos eran un misterio para mí. Pocas veces
coincidían en la misma habitación y cuando Cronos hacía aparición en
algún lugar cerca de Calliope, ella se apresuraba en buscar una excusa para
irse.
Al principio pensé que ella estaba enfadada, por la cortante forma de
hablarle. Sin embargo, cuanto más los veía juntos, más cuenta me daba de
otras cosas. La forma en que su postura se deslizaba cuando estaba cerca. La
forma de su voz y el enfoque vacío. No estaba enfadada. Estaba
aterrorizada de él.
No la culpo. Sin nadie que se enfrentara a su ambición y determinación,
Cronos se hacía más fuerte cada día que pasaba hasta que ni siquiera su
forma humana era capaz de sostenerse. Crepitaba en los alrededores y en
todos los lugares a los que se acercaba, dejando huellas negras de su estela.
A pesar de que me vio, nunca me reconoció. Lo prefería así.
Informaba al Consejo todas las noches hasta que finalmente Dylan dijo
exactamente lo que temía.
—Está haciéndose más fuerte de lo que esperábamos. Nuestras barreras no
aguantarán hasta el solsticio.
Nadie en el Consejo lo cuestionó. Todos sabían que nos estábamos
quedando sin tiempo y sin información, estaban dando tumbos a ciegas.
Tendrían que adivinar las vías que Cronos usaría para llegar a Nueva York,
las formas que podría tener de destruir la ciudad en la que me había criado.
Tenían un plan para cada una.
Estaban terriblemente superados en número, sin embargo, Ella y Theo
decían que los dioses menores estaban buscando por todo el mundo para
traer refuerzos. James a menudo se unía a ellos, ayudándoles a encontrar los
230
escondidos de la ira de Walter, dejándome sola con mi madre y un puñado
de dioses estirados hasta el límite. Me mantuve en mí misma, y pronto mis
visiones no eran solamente misiones de espionaje. Eran otra manera de
evitar el Consejo también.
No me importaban cuantas veces veía a Henry en el palacio de Calliope,
nunca volvió a revelar que él sabía que yo estaba allí. Cuanto más tiempo
pasaba, más dudaba de ese momento en la guardería, y cuanto más tiempo
pasaba Calliope con Henry, más parecía hundirse en su hechizo. Cualquier
indicio de su desafío se había ido. Él hacía lo que ella decía, pero Milo
estaba siempre con él, y yo me aferraba a eso con todo lo que tenía. Él
estaba en alguna parte y a pesar de que sería una batalla para él liberarse
cuando llegara el momento, tenía una oportunidad.
A principios de noviembre, cuando Henry mecía a Milo para que se
durmiera a la hora de la siesta por la tarde, Calliope se apresuró a entrar en
la guardería.
—Algo anda mal con Cronos.
En lugar de poner a Milo en su cuna, Henry lo cogió y siguió a Calliope.
Corrí tras ellos y a través de las ventanas vi una tormenta sobre la isla.
Negras nubes se arremolinaban en medio del aire caliente del océano,
tapando el cielo azul y truenos retumbaban en el mar, una advertencia del
peligro por venir.
Calliope subió corriendo las escaleras y atravesó una degradada puerta que
daba a la azotea. Henry sostuvo a Milo cerca protegiéndolo de los fuertes
vientos, pero a pesar de los gritos de Milo, no entró.
En el momento en el que vi a Cronos en mitad del techo, lo entendí. Esa
tormenta no era natural. Su forma ya no podía retenerlo y Cronos era ahora
nada más que una esfera brillante de energía.
Repleto de más rayos que nada natural podría producir, la niebla opaca de
Cronos se arremolinaba en el centro de la tormenta, como un embudo negro
expandiéndose hacia el cielo. Una advertencia. Un mensaje. Una orden.
231
Ven y pelea.
Instintivamente agarré a Henry. En lugar de reflejar el miedo que Calliope
mostraba tan abiertamente, su boca formaba una línea sombría y él tenía el
ceño fruncido con determinación. Cualquier cosa que fuera lo que iba a
venir, estaba preparado para ello.
—Ve —dijo, y se volvió para mirarme directamente a los ojos. Te quiero.
Advierte a los otros que ha comenzado.
Abrí y cerré la boca dos veces. ¿Qué pasa contigo y con Milo?
Me aseguraré de que esté a salvo. Sólo ve.
A través del aullido del viento, llegué a él, puse mis dedos a un centímetro
de su mejilla. Te amo, también. No olvides quien eres.
A pesar de la masa negra de la muerte que se arremolinaba a menos de
veinte metros de distancia, Henry consiguió esbozar una sonrisa. Te diría lo
mismo a ti. Se valiente y haz lo que debes.
Mis ojos ardían en el viento, pero mientras me desvanecía en la azotea, no
podía apartar la mirada de él. Por favor, no hagas nada estúpido.
Antes de que pudiera responder, la tormenta desapareció reemplazándose
por mi habitación en el Olimpo.
Corrí por el pasillo, olvidándome por un momento de mi capacidad de estar
donde tenía que estar siempre que tenía que estar allí. Tenía que correr.
Necesitaba gritar, pero no tenía ni voz para otra cosa que las palabras que
había estado temiendo.
Irrumpiendo en la sala del trono, me lancé hacia el centro del círculo,
ignorando el silencio de la conversación rota. Lo que sea que el Consejo
había estado discutiendo, no importaba.
—Es Cronos —dije sin aliento—. Está escapando. Hay una tormenta
alrededor de la isla y…
—Lo sabemos —dijo Dylan, y yo negué con la cabeza. Él no lo entendía.
233
Capítulo 16 LA ÚLTIMA HORA
Traducido por LizC, Jessy y Val_mar
Corregido por Flochi
alter tuvo que gritar cuatro veces y romper un rayo antes
que el Consejo retomara el orden. Todo el mundo estuvo
de pie, incluyendo a mi madre, y la energía en la sala
saltaba entre nerviosa y agresiva.
—Nos hemos estado preparando para este momento por un año —dijo
Walter una vez que el estruendo se desvaneció—. Puede que ya no
tengamos los aliados en los que confiábamos, pero nos tenemos entre sí, y
juntos somos fuertes.
Nadie dijo una palabra. Incluso Dylan no podía reunir un grito de guerra.
Este bien sería el día en que finalmente enviarían a Cronos de vuelta al
Tártaro, o sería el día en que el Consejo cayera. Para mañana a esta hora, yo
tendría una familia o estaría sola, sujeta a los caprichos y placeres más
oscuros de Cronos.
Preferiría cortarme el cuello con esa maldita daga yo misma antes que eso.
—Estamos preparados. Estamos juntos. Y vamos a luchar hasta que
ganemos o ya no existamos más —continuó Walter—. Tomen una hora
para hacer lo que deban, y nos encontraremos de nuevo aquí entonces.
W
234
Uno por uno, el Consejo salió, algunos en parejas, otros solos. Perdida en
mis pensamientos, permanecí quieta. ¿Qué se supone que debía hacer?
Había sido bastante difícil verlos a todos ir a la guerra el último solsticio de
invierno, pero esta vez…
Esta vez, sería la batalla más grande que el mundo vería desde la primera
guerra de Titanes, y toda mi familia estaría al frente y en el centro.
—Quiero pelear —dije una vez que la sala se había vaciado de todo el
mundo, excepto mi madre y James—. Dijeron que podía.
—Oh, cariño. —Ella me sacó de mi asiento y me llevó a un abrazo—. Has
luchado, de maneras que el resto de nosotros no podía. Luchar no siempre
significa ir a la batalla con una espada y un escudo. Ya has hecho más que
suficiente, y ahora es momento de que tú permanezcas a salvo. Por el bien
de Milo.
—Milo es exactamente la razón por la que tengo que luchar. Sé que no soy
lo suficientemente fuerte para darles ningún apoyo real, pero tal vez podría
distraer a Cronos o Calliope o… O algo así. Cualquier cosa.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor, y hundió la cara en el hueco de mi
cuello, su mejilla cálida contra mi piel. Cerré los ojos con fuerza y traté de
memorizar este momento. Tenía que volver. Y si ella no lo hacía…
No, no podía pensar de esa manera. Había sobrevivido a batallas hasta
ahora, y sobreviviría esta, también. Mi madre no iba a morir hoy. Nadie lo
haría.
—Ven —murmuró—. No tenemos mucho tiempo, y hay algo que me
gustaría hacer antes de entonces. ¿James?
James se acercó y tocó nuestros hombros.
—Esto no va a ser divertido —dijo, y antes de que pudiera preguntarle a
dónde íbamos, la sala estalló con luz a medida que caíamos a la tierra.
235
Mis ojos se humedecieron. Pasar del Olimpo a la superficie no era nada
nuevo. Por qué James había sentido la necesidad de advertirme, yo no lo
sabía. Hasta…
Hasta que el cielo azul desapareció, reemplazado por rocas.
Habría vomitado si hubiera podido. Incluso con mi madre a mi lado, las
capas opresivas de la tierra presionaron hacia abajo en mí, haciendo que mi
corazón se agitara con pánico a medida que aceleramos hacia abajo. Traté de
forzar mis ojos cerrados, pero estaban pegados abiertos por el terror, y lo
mejor que pude hacer fue abrazar a mi madre con fuerza y esperar como el
infierno que acabara pronto.
Al final aterrizamos en la caverna rocosa fuera del palacio de obsidiana de
Henry. Mis rodillas entrechocaban juntas, y toda la sangre corrió de mi
cabeza, haciendo girar las paredes.
—Hijo de puta. —Le pegué a James en el brazo tan fuerte como pude. No es
como si le doliera—. ¿Por qué me sigues haciendo esto?
Sonrió.
—Debido a que la expresión de tu cara no tiene precio. Honestamente,
Kate, ¿qué crees que voy a hacer? ¿Dejarte en la roca?
Me estremecí.
—No lo harías.
—No podría —me corrigió—. Una vez que aprendas a utilizar los portales,
no serás capaz de hacerlo tampoco.
Abrí la boca para replicar, pero el murmullo de voces bajas me llamó la
atención, y me volví hacia el palacio. En las sombras, una multitud se había
formado, pululando el jardín y el río en el otro lado de la caverna.
—¿Qué es eso? ¿Quiénes son?
236
—Los muertos —dijo James—. Las almas perdidas, aquellos que necesitan
orientación. Nadie está aquí para ayudar, así que están atrapados hasta que
tú y Henry regresen.
Me quedé mirando. Tenía que haber miles de ellos. Esperaría algunos,
sabiendo que Henry no estaba aquí para ayudar, pero no esto.
Sin embargo, por supuesto que había muchos. Con los números que Cronos
había matado, me habría sorprendido que no hubiera más.
—Tenemos que ayudarlos.
—Ahora no, cariño —dijo mi madre, frotando mi espalda—. Ellos tienen la
eternidad. Tenemos un lugar al que ir.
—¿Y dónde está eso? —dije.
—Vamos a visitar a tu hermana —dijo ella, y toda mi indignación se
desvaneció. Ella había pasado años sin ver a Perséfone antes de enfrentarse
a ella el año anterior. Otra visita tan pronto sólo podía significar una cosa:
estaba despidiéndose.
—Mamá —me ahogué al decir, mi voz agrietándose—. No me puedes dejar.
Lo prometiste.
—¿Quién ha dicho algo de dejarte, cariño? —dijo, apartando mi cabello de
mis ojos. Sin embargo, ambas sabíamos la verdad. No importa cuántas
palabras de ánimo dio Walter, no importa cuántas veces ella me aseguró
que no iba a ninguna parte, ella sabía que era una posibilidad. Y esta vez no
habría ningún retorno milagroso.
Apreté su mano.
—Podríamos quedarnos aquí abajo mientras los demás luchan. No te van a
echar de menos. Y podemos pensar en otra manera de ayudarlos.
Ella me dio una sonrisa triste.
237
—Cariño, sabes que el Consejo necesita a todos los que puedan conseguir en
estos momentos. Tengo una responsabilidad hacia ellos, y no puedo
alejarme.
—¿Qué pasa con tu responsabilidad hacia mí? —Mis mejillas se pusieron
calientes a medida que mis ojos ardían por las lágrimas—. Me prometiste
que nunca me dejarías otra vez.
—No lo haré. Estoy luchando por lo que creo —dijo—. No tengo ninguna
intención de morir hoy, Kate.
—Pero podrías.
—Sí, podría —concedió—. Como dijo Walter, Cronos es un enemigo
formidable, y hay poco que podamos hacer para combatirlo directamente.
Sin embargo, tienes que recordar que tenemos miles y miles de años de
experiencia detrás de nosotros, y vamos a poner hasta el último segundo de
eso en buen uso. Haré cuanto esté en mi considerable poder para asegurar
que yo vuelva a ti. Para asegurarme de que todos lo hagamos.
Ella me podía prometer la luna, pero estaba eligiendo olvidar un hecho muy
importante: Cronos no era vencible. Con considerable poder o no, no había
nada en el arsenal del Consejo que pudiera derribarlo y ganar. Juntos tenían
una oportunidad, pero sin Henry, sin Calliope, muy bien podrían haberse
rendido. Tendrían una mayor esperanza de vida de esa manera.
Tenía que haber algo. Las dagas —las armas repartidas en la cámara de
tortura de Nicholas— esas eran las ventajas que podrían ser nuestras, pero,
¿cómo?
—Ahora ven —murmuró mi madre—. Llévanos a ver a tu hermana.
Me habría demorado si pensara que podría funcionar, pero si mi madre
moría hoy, no podría vivir con la culpa de negarle su último deseo de ver a
su otra hija. Y Perséfone se merecía la oportunidad de decir adiós, también.
Le tendí mi mano libre a James, y él la tomó sin decir palabra. Para todas
las bromas que surgían de esa gran boca de él, también sabía cuándo
mantenerla cerrada. Si él tampoco lo lograba…
238
No. Nadie moriría hoy. Ni mi madre, ni James, ni Henry, nadie.
Después de una última mirada a los muertos que rodeaban el palacio, cerré
los ojos. Una cálida brisa cosquilleó mi cuello, y cuando los abrí, estábamos
de pie en medio de un campo lleno de flores. Y tres metros más allá había
una cabaña cubierta de vides, y a pesar de que estábamos en el Inframundo,
el sol —o al menos la versión del sol de Perséfone— brillaba sobre nosotros.
—¡Oigan! —gritó Perséfone, y me volví a tiempo de ver sus rizos rubios
rebotando en el viento—. ¡Salgan de ahí!
—Qué… —empecé, y luego miré hacia abajo. Estábamos de pie en medio de
los tulipanes de mi hermana. Uups.
Mi madre se echó a reír y dio un paso lejos de mí, yo me moví con ella,
negándome a abandonar su lado.
—Lo siento, cariño. Kate es bastante nueva en este método particular de
transporte.
Perséfone irrumpió hacia nosotros, con los pies evitando automáticamente
los parches de flores, como si supiera exactamente dónde estaba cada flor.
Después de pasar un millar de años en este campo, probablemente lo sabía.
—Esa no es excusa para pisotear mis tulipanes —se quejó.
—Lo siento. —A pesar de la razón por la que estábamos aquí, la expresión
de su cara me hizo sonreír. Perséfone no era mi persona favorita, no por un
largo tiempo, y tener la oportunidad de molestarla era una pequeña victoria
en un día de otra manera horrible—. La próxima vez voy a tratar de apuntar
al sendero.
—Más te vale. —Ella se arrodilló junto a la cama de flores y tocó los
tulipanes triturados—. ¿Qué hacen aquí? He pasado siglos sin tener que
tratar con invitados, ¿y ahora han decido visitarme dos veces en un año?
¿Estás realmente tan desesperada por Consejos matrimoniales?
Parpadeé.
239
—¿Qué? No, por supuesto que no…
—Si él está pasando por una de sus disputas, simplemente déjalo en paz y
no lo molestes hasta que se acabe —dijo Perséfone—. Él va a venir a ti
entonces.
—No es por eso que estamos aquí —dijo mi madre, y se arrodilló junto a mi
hermana y tocó los tulipanes. Brillaban dorados en la luz del sol, y poco a
poco se enderezaron de nuevo en perfectas condiciones—. Ya está. Todo
arreglado.
—No necesito tu ayuda —murmuró Perséfone, sentada sobre los talones—.
Lo que necesito es que ustedes no pisen mis flores en primer lugar.
Abrí la boca para decirle exactamente dónde podía empujar sus flores, pero
James se me adelantó.
—Por el amor de lo que te parezca santo, Perséfone, ¿podrías callarte
durante dos segundos y dejarnos hablar?
Los tres lo miramos fijamente, y él se cuadró de hombros, claramente
haciendo todo lo posible para verse respetuoso y piadoso. Pero con su mata
de pelo rubio y las orejas que sobresalían como una caricatura, él parecía tan
piadoso como Mickey Mouse.
—Está bien. ¿Qué está pasando? —dijo Perséfone, y aunque el filo se
mantuvo en su voz, su expresión se suavizó.
—Cronos está a punto de liberarse de la isla —dijo mi madre—. La batalla
comenzará dentro de una hora, y esperaba que pudieras estar dispuesta a
cuidar de Kate hasta que se haya terminado.
Mi boca y la de Perséfone cayeron abiertas al mismo tiempo.
—¿Me vas a dejar aquí? —chillé.
—¿Me estás haciendo niñera? —dijo Perséfone con voz igualmente
horrorizada.
Mi madre se centró en mí primero.
240
—Kate, cariño, sé que quieres ayudar, pero ayudarás más al permanecer a
salvo, para así yo no tener que preocuparme por tu bienestar.
—Pero… —empecé, y aunque ella levantó la mano, seguí adelante—. Mamá,
por favor. No puedes seguir mimándome de esta manera.
—Sabes que no tienes la capacidad de luchar de una manera que sea útil
para el resto de nosotros —dijo mi madre sin rodeos.
—Eso no es mi culpa —dije—. Tú eres la que prometió entrenarme. Podría
haber aprendido.
—No en menos de dos meses. Ya todos hemos llevado al máximo nuestros
límites, e incluso si lo hubiéramos hecho, no eres unos de los seis originales.
Simplemente no eres lo suficientemente poderosa para ayudar a cambiar el
curso de la batalla peleando cara a cara así. —Tocó mi mejilla—. Por favor,
concédenos nuestra mayor posibilidad de éxito. Permanece a salvo.
Enterré mis uñas en las palmas de mis manos.
—No puedes obligarme a quedarme aquí.
—Lo sé, pero confío en que tomarás la decisión correcta. Milo necesita una
madre, y no puede tener eso si tú te has ido. Cuando llegue el momento, va
a necesitarte. Y tú vas a necesitarlo.
—¿Así que quieres que esconda mi cabeza en la tierra hasta se termine? —
dije con voz ronca—. ¿Cómo puedes decir eso? Tú eres la que me mostró
como ser una luchadora en primer lugar.
Me recogió y me fundió en un abrazo.
—A veces pelear significa sobrevivir ante insuperables adversidades. Eso es
lo que necesito que hagas. Que seas la sobreviviente que sé que eres.
Hipé en su hombro, y mis dedos se apretaron alrededor de su manga.
—Por favor, quédate conmigo.
241
—Si pudiera, lo haría. No hay otro lugar en el que preferiría estar que aquí
con ustedes dos.
Tendiendo su mano para Perséfone, ella esperó, y finalmente mi hermana
aceptó el abrazo.
—Primera vez que vienes a verme en cientos de años, y quieres que haga de
niñera —murmuró ella, y mamá besó su frente.
—Lo siento, cariño. Me aseguraré de visitarte más a menudo.
Esa no era una promesa que podía mantener si estaba muerta, y Perséfone
se estremeció junto a mí. ¿Está era la última vez que estaríamos juntas así?
No podía ser. No lo permitiría. Tenía que haber algo.
—Prometo quedarme aquí con Perséfone si tú prometes no arriesgar tu vida
—dije. No era mucho, pero hasta que pudiera encontrar un plan sólido,
tendría que servir.
—Oh, Kate. —Mi madre besó mi cabello—. También podrías pedirme no ir
en absoluto. No he dejado que Cronos tenga lo mejor de mí todavía, y no
tengo la intención de comenzar ahora, eso te lo juro. Ten un poco de fe.
Fácil para ella decirlo. Era la que corría a pelear.
—Te amo —murmuré. ¿Cuántas veces más diríamos estas interminables
despedidas antes de que realmente fuera la última vez?
—También te amo. Recuerda a Milo. —Se apartó y me miró directamente a
los ojos—. ¿Puedes hacer eso por mí?
Asentí, un fuerte entumecimiento se asentó sobre mí mientras ella se daba
la vuelta para despedirse de Perséfone. En vez de abrazos y lágrimas,
inclinaron sus cabezas y comenzaron a susurrar.
—Déjame ir contigo —dijo Perséfone—. Cronos y Calliope no pueden
herirme, y podría ser de ayuda.
Mi madre sacudió la cabeza.
242
—Te necesito aquí con Kate, para asegurarte de que no haga nada estúpido.
Perséfone puso los ojos en blanco.
—Por supuesto que va hacer algo estúpido. Es Kate.
—Cuento contigo para no dejar que eso suceda.
Después de un rápido apretón de su mano y la advertencia de mi madre de
ser buena, sus despedidas habían terminado. Los ojos de Perséfone estaban
secos. ¿Cómo puede ser esto tan condenadamente fácil para ella?
James tocó mis hombros, y me di la vuelta para abrazarlo.
—Si mueres, voy a estar muy enojada contigo —dije.
—Entonces esperemos que eso no suceda. Si te pasas por la batalla, voy a
estar muy enojado contigo —dijo James.
—Entonces esperemos que eso no suceda —lo imité—. ¿Necesitas un
aventón al Olimpo?
Él resopló.
—Buen intento. Tu madre lo tiene cubierto. —Vacilante, presionó sus
labios en la esquina de mi boca. Un casi beso lleno de preguntas que no
podía responder y promesas que ninguno de nosotros podía mantener—. No
olvides… Tengo que ser tu primera aventura, me aseguraré de eso.
—Más te vale —dije, y con eso, me dejó ir para un último abrazo con mi
madre. El nudo en mi garganta se hizo insoportable, pero me negué a llorar.
No quería que los últimos momentos que teníamos estuvieran llenos de
balbuceantes sollozos.
Ni ella, ni James, dijeron nada. Sonrieron, sin rastro de miedo o ansiedad
en cualquiera de sus rostros sin edad, y James le ofreció a mi madre su
brazo. Ella lo tomó en silencio, y juntos se desvanecieron hasta que no
quedaba nada más que el viento.
243
—Vamos, vayamos a conseguirte un poco de té antes de que colapses —dijo
Perséfone. Tomó mi codo, y no discutí. Si Cronos mataba a todos los que
amaba, Perséfone sería la única familia que me quedaba. No exactamente
un satisfactorio premio de consolación, pero no quería darle una razón para
odiarme.
Tanto como quería tranquilizarme para volver a asegurarme que no llegaría
a eso siendo solo nosotras dos, no podía. No dependía de mí, y no podía
cambiar el resultado de la batalla por simple voluntad y pensamiento. Podía
hacer algo para ayudar, sin embargo, si pudiera solo pensar algo que pudiera
valer la pena el riesgo.
Algo que Perséfone había dicho llamaba mi atención en el fondo de mi
mente, pero antes de que pudiera concentrarme completamente en ello, ella
empujó la puerta para abrirla.
—¡Adonis! ¿Qué dije sobre alimentar al perro con mantequilla de maní?
Adonis, el novio de Perséfone, ¿esposo?, se levantó del suelo, y miré
boquiabierta al cachorrito a sus pies.
—¿Pogo? —Me arrodillé, y el perro blanco y negro que Henry me había
dado dejó salir un ladrido amortiguado por la boca llena de mantequilla de
maní casera. Viajando sobre todos su cuerpo, corrió a través de la casa y
brincó a mis brazos. Una lamida en la mejilla, y ya no pude contener las
compuertas.
Perséfone caminó alrededor de mí mientras me aferraba a Pogo y lloraba.
Ella podía darme todas las miradas de repugnancia que quisiera; ella había
abandonado a su familia un eón atrás. Yo apenas había comenzado a
conocer a la mía.
Para el momento que mis sollozos finalizaron, ella tenía una taza de té
esperando por mí en la mesita de la cocina. Se sentó en la silla frente a la
mía, y Adonis permaneció cerca, apoyado contra la pared y arrastrando sus
pies. Mientras sorbía mi té con Pogo en mi regazo, ninguno de ellos dijo
nada.
244
Varios minutos pasaron, y no pude soportar más el silencio.
—¿No estás asustada de lo que vaya a pasar? —dije, mi voz áspera después
de mi ataque de llanto.
Perséfone se encogió de hombros.
—Han estado en guerra con los Titanes antes.
—Pero esta vez es diferente. No tienen a Calliope, y a Henry…
—¿Qué hay sobre Henry? ¿Qué pasa con él?
Con un suspiro, me adentré en todo lo que había sucedido desde que ella
había dejado el palacio después de la primera batalla. El complot de Calliope
para secuestrarme, los nueve meses que había pasado como su prisionera,
Milo, mi conexión con Cronos, lo que le había prometido y lo que me había
prometido a cambio, los ataques en Atenas y Egipto, la pelea de Henry para
sobrevivir, su sacrificio para mantener a Milo y a mí a salvo. Todo.
—Y ahora están dentro de la batalla más grande en la historia sin dos de sus
dos peleadores más fuertes sin ninguna esperanza real de éxito. —Abracé a
Pogo, y él lamió la curva de mi brazo.
Perséfone tamborileó sus dedos contra la mesa de madera, su expresión
distante.
—¿Y tú vas a pasar todo el tiempo aquí, sin siquiera tratar de ayudarlos?
—La única cosa que posiblemente puedo hacer es distraer a Cronos y
Calliope, y escuchaste a mamá. Ella no quiere eso.
—Si yo fuera tú, estaría peleando como el infierno para conservar cada cosa
buena que tenía en mi vida —dijo Perséfone—. No todos nosotros tuvimos
esa oportunidad. La relación que tienes con madre, con Henry, ustedes me
hicieron tía, y estás sentada aquí como un bulto en lugar de hacer todo lo
que puedas para traerlos de vuelta.
—¿Crees que quiero sentarme aquí? Si hubiera algo que pudiera hacer para
ayudar, lo estaría haciendo, pero no puedo…
245
—Como el infierno que puedes. —Entrecerró sus ojos—. Piensa, Kate. Solo
detente y piensa. Eres la chica que caminó a través de la mitad del
Inframundo para contactarme sobre la remota posibilidad de que podría
saber dónde encontrar a Cronos, ¿y estás dándote por vencida ahora? No
pienso así.
¿Estaban ella y James conspirando para hacerme sentir como un total
fracaso? Abrí mi boca para protestar de nuevo, pero ella alzó su mano.
—Siempre hay una manera para tratar un problema, y tienes media hora
para averiguarlo antes de que la batalla inicie. Así que dime, Kate, después
de todo lo que has pasado y todo lo que has visto, ¿te vas a sentar ahí, o vas
a pelear?
Respiré hondo. Perséfone tenía razón; siempre había una solución. Siempre
había una forma para arreglar algo, incluso si era difícil. Incluso si era casi
imposible.
Todo es posible si le das una oportunidad.
La voz de Henry. Las palabras de Henry. Él creía en mí, incluso pensaba
que había pasado mucho desde que dejé de creer en mí misma.
Piensa. Piensa. Las armas. El trato con Cronos. La disposición del palacio.
Nicholas. Perséfone.
Mis ojos volaron abiertos, y las piezas del rompecabezas encajaron en su
lugar.
—Sé lo que hay que hacer.
Ella sonrió.
—Ya era hora.
246
Capítulo 17 LA ÚLTIMA RESISTENCIA
Traducido por Akanet y Flochi
Corregido por Nanis
legamos tomadas del brazo al bosque de Perséfone. En el
momento en que el suelo bajo nuestros pies se movió, me soltó,
pero no me importaba. Por primera vez en mucho tiempo, sabía
exactamente lo que estaba haciendo.
Agarrando su mano, arrastré a Perséfone entre los árboles, hacia una chica
pelirroja rodeada por los animales más mansos que alguna vez había visto.
Un ciervo bebé descansaba a su lado, un petirrojo cantando instalado en su
hombro y en su regazo acurrucaba una camada de conejos del tamaño de mi
puño.
Perséfone entrecerró los ojos.
—¿Quién es?
—Sólo déjame hablar a mí —le dije, y una vez que nos acercamos lo
suficiente, dije en voz alta—: Hola, Ingrid.
—¿Ingrid? ¿Te refieres a la primera chica demasiado estúpida para
encontrar la manera de vivir? —dijo Perséfone, y le di un codazo en el
costado.
L
247
—¡Kate! —El chillido de Ingrid hizo eco, haciendo la pared de roca en el
borde de su vida en el más allá obvia—. ¡De verdad viniste! ¡Pensé que solo
estabas tratando de ser amable, pero realmente estás aquí!
—Sí, realmente estoy aquí. —Cuando me arrodillé a su lado para acariciar al
cervatillo domesticado, el bosque de Perséfone se fundió en la pradera de
dulces flores de Ingrid—. Por desgracia, no es para ponernos al día.
El rostro de Ingrid cayó, pero antes de que pudiera enojarse demasiado,
Perséfone habló detrás de mí.
—Por casualidad no sabes cómo manejar un cuchillo, ¿verdad?
Ella tiró nerviosamente de un mechón de cabello.
—¿Por qué?
—Debido a que Cronos está a punto de destruir el mundo, y el Consejo no
tiene mucha oportunidad contra él —le dije—. Necesitan ayuda. Los
muertos son los únicos a los que Calliope y Cronos no pueden hacer daño, y
los del Consejo han conseguido toda una habitación llena de armas que
podrían acabar con ellos. —O por lo menos con Calliope. Si esto no
funciona con Cronos...
Valía la pena intentarlo. Era nuestra única oportunidad.
—¿Y quieren que los ayude? —dijo Ingrid.
—Queremos que todas las chicas nos ayuden —le dije—. Perséfone no sabe
quiénes son, pero esperábamos que tú pudieras hacerlo.
Ingrid bajó los conejos y se levantó, sacudiéndose la suciedad del vestido
blanco que debe haber estado a la altura de la moda ocasional en los años
1920.
—Como suele suceder, no sólo sé quiénes son, sino que mientras Henry
estaba tratando de averiguar quién estaba detrás de los asesinatos, incluso
me dejó conocerlas. Es una caminata algo larga, pero te puedo llevar allí.
Por fin, un poco de suerte.
248
—No tenemos tiempo para ir a pie. La batalla está por comenzar —le dije—.
Tengo una manera más rápida de viajar, sin embargo.
Con la ayuda de Ingrid, reunimos ocho de las otras diez chicas. Dos de ellas
no habían estado en las secciones del Inframundo que Henry había
asignado para ellas, y se nos acababa el tiempo. Ocho tendría que ser
suficientes por ahora.
Me paré delante de ellas, arrastrando mi pie con nerviosismo. Debido a que
Ingrid se quedó a mi lado, vi el prado frente a mí, pero cada vez que una de
las chicas se acercaba, el fondo cambiaba a su vida en el más allá en su
lugar. Bosques, una playa de arena blanca, un parque de tema vacío, era
extraño, pero me obligué a ignorarlo. Siempre y cuando las otras chicas me
pudieran ver y verse entre sí, eso era todo lo que importaba.
—Soy Kate —les dije—. La esposa de Henry.
La palabra se sentía extraña en mi lengua, pero obtuvo una reacción
inmediata de las chicas. Un murmullo recorrió el grupo, y las que estaban
en la parte de atrás empujaron buscando una mejor posición.
—Eso es imposible. ¿En realidad pasaste las pruebas? —dijo una chica con el
cabello rizado castaño rojizo—. Como, ¿sobrevivir y todo eso?
Me mordí la lengua. Por supuesto que pensaban que era una locura.
Calliope las había matado a todas y cada una de ellas. Después de un
tiempo, incluso Henry había pensado que sería imposible que alguien
pudiera hacerlo.
—Apenas —les dije—. Tuve suerte.
—No puedo creer que fuera Calliope —dijo la misma chica—. La perra me
apuñaló por la espalda y me tiró en el río. Pensé que era James.
—Sí, bueno, resulta que no eres tan inteligente, después de todo, Anna —
dijo una chica de cabello negro en el otro lado del grupo. La parte superior
de su cabeza apenas me llegaba a la barbilla.
La primera chica, Anna, bufó.
249
—Como si tú fuera mejor, Emmy, insistiendo en que Ava estaba detrás de
esto.
—Ella se acostó con todos los otros Dioses —dijo Emmy—. No veo por qué
no iba a ir tras Henry, también.
—Ya es suficiente —dijo Perséfone—. Dejen hablar a Kate.
Por tercera vez en una hora, expliqué todo lo que estaba sucediendo. Nadie
me interrumpió.
—La batalla está a punto de empezar, y nuestros números están
disminuyendo —añadí al final—. No le preguntaría esto a ninguna de
ustedes si no estuviéramos desesperados, pero lo estamos. Necesitamos
luchadores.
—No sé cómo luchar —dijo Emmy, y las otras chicas murmuraron su
acuerdo. Anna, sin embargo, hizo sonar sus nudillos y se adelantó. El fondo
cambió a un jardín que ponía a Versalles en vergüenza.
—¿Una oportunidad para una puñalada a Calliope? Cuenten conmigo.
Uno menos, siete restantes.
—Puedo meternos en el castillo sin ser detectadas —les dije—. Calliope y
Cronos no pueden hacerles daño.
—¿Estás segura? —dijo una voz desde el fondo.
—No seas idiota, Bethany —dijo Anna—. Por supuesto que está segura.
—Lo estoy —dije rápidamente—. Se los juro, si hacen esto, no estarán en
peligro.
—Es cierto —dijo Perséfone—. Me enfrenté a Cronos y Calliope hace un
año. Ellos hicieron todo lo posible, pero todavía estoy aquí. Sin un rasguño
en mí.
Otro murmullo recorrió el grupo.
—¿También estás segura de que las armas funcionarán? —dijo Emmy.
250
Dudé. No, no estaba segura. Incluso si una de nosotras se las arreglaba para
acabar con Calliope, no tenía ni idea de si esto funcionaría en Cronos. ¿Y
qué pasaba si ellas no fueran corpóreas en la superficie? ¿Y si fueran
fantasmas, como yo lo era en mis visiones?
—Tenemos que intentarlo —les dije—. Por lo menos, tenemos que
distraerlos el tiempo suficiente para sacar a Henry de allí. Lo necesitamos
de nuestro lado. El Consejo está fuertemente superado, y si no encontramos
una manera de ayudar, caerán. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero con
el tiempo Cronos obtendrá lo mejor de ellos. De nosotros —añadí—. Y
Henry morirá con ellos.
Silencio. Cambié mi concentración de un rostro a otro, en busca de
cualquier señal de que estarían de acuerdo, pero ninguna de ellas se
encontró con mi mirada. Antes de que pudiera dar a convencerlas una
última oportunidad, sin embargo, Bethany dijo desde la parte de atrás:
—Cuenten conmigo.
—Yo también —dijo Emmy, y una por una, las otras también se ofrecieron
de voluntarias.
—Gracias —le dije—. No puedo decirles lo que esto significa para…
Crash.
La tierra a nuestro alrededor tembló, y varias de las chicas gritaron. Ingrid
agarró mi brazo, y todas levantamos la vista hacia el cielo por encima de
nosotras. La mayoría de las almas no tenían idea de dónde estaban y
pensaban que su vida en el más allá era real, pero las chicas de Henry sabían
la diferencia. Sabían que el calor del sol era una ilusión, y que más allá de
las nubes esponjosas estaba el techo de una enorme caverna. Y ese era el por
qué ellas eran las únicas que nos podían ayudar.
El temblor disminuyó, pero no importaba. La batalla se propagaba por
encima de nosotras, y no teníamos tiempo que perder.
—Necesito una pizarra y un marcador —les dije, y varias de ellas me
miraron sin comprender—. Una pizarra y una tiza entonces.
251
Nueve de ellas aparecieron a mi alrededor. Ilusión o no, estar muertos tenía
sus ventajas.
Dibujé el diseño del castillo de Calliope lo mejor que pude, marcando cada
ubicación importante, la celda de Nicholas, la guardería, la habitación
Calliope, con la mayor precisión que pude. En tres minutos, teníamos un
plan. Funcionara o no, por lo menos le daría a los otros una oportunidad.
Llevarlas a la superficie sería difícil, pero el enorme agujero en la caverna
por donde Cronos había escapado la primera vez seguía allí. Él estaba
atrapado en la isla, pero probé la salida dos veces. Podía entrar y salir sin
ningún problema.
—Tú primero —le dije a Perséfone. Ella miró mi mano tendida como si
estuviera hecha de ácido.
—¿Cómo puedo estar realmente segura de que sabes cómo controlarlo?
Pisoteaste mis tulipanes.
Rodé mis ojos y agarré su muñeca. El Inframundo se disolvió, sustituido
por las paredes blancas de mi habitación en el castillo de Calliope.
—¿Feliz ahora? Quédate aquí.
Perséfone me miró con furia, pero desaparecí antes de que me pudiera
insultar más allá de eso.
Llevé de dos chicas a la vez, y en cuestión de un minuto, todas estábamos
agrupadas en la sala. Las chicas inquietas, y más de un par de ojos estaban
agrandados de miedo mientras un maremoto se estrellaba contra los
acantilados protegiendo el castillo.
—Solo apéguense al plan —dije—. Y hagan lo que hagan, no olviden que
nadie puede hacerles daño. Ni Calliope, ni Cronos, nadie.
—¿Ellos pueden lastimarte? —emitió la voz de Emmy.
252
—Si hacemos esto, estaré bien —mentí. Nadie podía prometer nada, pero
ellas necesitaban escucharlo, y no era mi trabajo decirles la verdad ahora
mismo—. No tenemos más tiempo. Confíen en mí. Confíen en sí mismas.
Empujé la puerta para abrirla y me asomé en el corredor, seguida por varios
pares de pasos vacilantes. No volví la vista para asegurarme de que todos
nos estaban siguiendo. Habían venido; lo mejor que podía esperar ahora era
que su valor no le fallara.
El corredor entre mi habitación y la de Nicholas estaba sospechosamente
vacío. ¿Calliope creía que nadie irrumpiría en el Castillo, o tontamente no
le importaba? Me arrastré hacia adelante, preparada para cualquier tipo de
trampa que ella o Cronos pudo haber puesto, pero llegamos a la habitación
de Nicholas sin interrupción. La puerta, sin embargo, estaba cerrada con
llave.
—Tengo que entrar y conseguir las armas —dije, pero Emmy se abrió paso
entre las chicas dando codazos.
—Permíteme.
Sacándose un pasador de su cabello, se arrodilló junto a la perilla de la
puerta. Escuché por cualquier señal de que alguien se acercaba, pero cinco
segundos más tarde, la cerradura hizo clic al destrabarse.
—Pan comido —dijo Emmy con una sonrisa, y le lancé una sonrisa
agradecida. Empujando la puerta, irrumpí en la habitación, esperando que
Calliope me estuviera esperando. En cambio Nicholas estaba sentado
encadenado a la silla, rodeado por su taller de armas.
—¿Kate? —dijo, entrecerrando la mirada a través de unos ojos negros. La
sangre goteaba por un costado de su rostro de una desagradable herida en su
frente. Calliope debe haberlo herido recientemente—. ¿Perséfone?
—Hola a ti también, hermano —dijo Perséfone. Detrás de ella, las otras se
vertieron en el interior del taller, sus ojos agrandándose ante la vista de
Nicholas y el arsenal de armas.
Me arrodillé junto a su silla e inspeccioné las cadenas brillantes.
253
—No puedo tocarlas —dije con tono de disculpa.
—Lo sé —dijo él—. No te preocupes por mí. Ve y encárgate de Cronos.
—No voy a dejarte atrás. Emmy, ¿puedes abrir esta cerradura?
Emmy se separó de los otros y se unió a mí, Perséfone pisando sus talones.
—Esa es más complicada —dijo—. Pero creo que puedo hacerlo.
—Inténtalo.
—Ella lo logrará —dijo Perséfone—. Vayan sin nosotras. Sacaremos a
Nicholas de aquí.
—Gracias —dije, y Perséfone desechó mi gratitud.
—También son mi familia. Ahora ve.
Un choque de metal contra metal sacudió el mismo aire alrededor de
nosotros, y las otras chicas se quedaron en silencio. Respiré hondo. Tiempo
de ser una líder.
—Todas saben lo que se supone que hay que hacer —dije con tanta
confianza como pude reunir—. Agarren un arma infundida con niebla y
vamos a darles un infierno.
Anna soltó un chillido y, empuñando una maza, salió como un rayo de la
habitación y subió la estrecha escalera que llevaba al resto del castillo. Una
por una, las otras chica la siguieron, agarrando espadas, varas y otras armas
que no pude identificar. Esperé junto a la puerta hasta que sus gritos
disminuyeron. Las posibilidades de que ellas tuvieran éxito eran escasas,
pero mientras su distracción me diera tiempo suficiente para rescatar a
Milo y a Henry, entonces al menos nuestros esfuerzos no serían en vano.
—Parece como que están disfrutando —dijo Nicholas pesadamente. Sonrió.
Le faltaban varios dientes—. Abre esa cerradura. Quiero unirme a ellas.
—Sí, cierto —dije, y tomé un cuchillo brillante con dientes ganchudos de las
armas restantes—. Eres afortunado de estar con vida.
254
Perséfone me miró.
—Tiene derecho a pelear por su familia, al igual que tú. Ahora deja de
mangonear y ve por tu hijo.
Reprimiendo una respuesta, asentí, y un segundo más tarde la guardería de
Milo reemplazó el taller a mi alrededor. El trueno retumbó a través del aire.
El Consejo tenía que estar cerca.
—Milo —dije entrecortadamente, apresurándome hacia la cuna. Estaba
vacía. Henry no lo dejaría fuera de su vista durante la batalla, pero algo
dentro de mí se apagó. Había esperado sacar a Milo de allí y dejarlo a salvo
con Adonis antes de encontrar a Henry, pero eso claramente no iba a
suceder.
Me di la vuelta para marcharme a pie, pero en cambio choqué de frente con
un cuerpo caliente y me tambaleé al suelo. Mi maldito corazón casi se paró.
¿Calliope había esperado esto? ¿Había estado yaciendo aquí a la espera
mientras Cronos distraía a todo el mundo? Sujeté el cuchillo con dientes
apretados, completamente preparada para usarlo.
—¿Kate?
No era Calliope. Ava.
—¿Dónde está él? —dije, luchando por ponerme de pie. Bloqueó mi salida,
sus mejillas pálidas y sus ojos agrandados. Claramente no me esperaba.
Bien. Eso significaba que Calliope probablemente tampoco.
—¿Milo? —dijo—. Está con Henry.
—¿Y dónde es exactamente eso?
Ava se mordió el labio.
—No puedo decirte. Calliope te matará.
—No si los saco antes de que sepa que estoy aquí —dije—. A menos que
decidas decirle.
255
—¿Qué? Por supuesto que no —dijo, sorprendida—. Estoy de tu lado.
—Entonces dime dónde están Henry y Milo.
Ella tragó saliva, sus ojos rojos y brillando con lágrimas.
—Nos matará a todos. A mí, a ti, a Henry, a Milo, a Nicholas…
—Perséfone y Emmy lo están liberando mientras hablamos —dije—. Él
estará bien.
—¿Emmy? ¿Te refieres a la de Henry…?
—Es una larga historia.
Ava vaciló, y al final su expresión se endureció.
—Ven. Te llevaré.
Campanas de alarma sonaron en mi mente.
—¿Por qué debo confiar en ti?
—Porque una vez fuimos amigas —dijo—. Y porque me gustaría que
alguien me ayudara a proteger a mi hijo si nuestras posiciones se
invirtieran.
Correcto. Había mencionado a su hijo antes, y mientras yo le creyera,
parecía muy conveniente que lo trajera a colación ahora.
—Nunca me contaste acerca de él.
—La eternidad es un largo tiempo para cubrirlo entre clases —dijo—. Su
nombre es Eros… Eric ahora, supongo. ¿Vienes?
Buscar en el castillo entero cuarto por cuarto tomaría demasiado tiempo, y
por todo lo que sabía Henry y Milo estaban refugiados en un lugar donde
nunca sería capaz de encontrarlos por mi cuenta. Así que antes de darme
tiempo para pensarlo, asentí.
256
Corrimos a través de pasillos, e intenté ignorar las nubes negras girando a
través de las ventanas y el terrible choque de agua contra roca. El Consejo
se estaba acercando. Quizá tendríamos una oportunidad, después de todo.
—¿Dónde están? —grité por encima del rugido, y Ava corrió escaleras
arriba, llevándome junto a ella. El cuchillo ganchudo casi se deslizó de mi
mano, pero lo abracé contra mi pecho. No podía perderlo.
—En el techo con Calliope y Cronos —dijo Ava.
Mi corazón dio un vuelco. Perséfone debía cubrir esa zona, pero ella estaba
indudablemente aún con Nicholas. Si ninguna de las otras chicas lograba
subir hasta allí luego de limpiar sus secciones del castillo, estaríamos solas.
No importaba. Milo y Henry estaban en ese techo, y habría subido allí tan
desnuda y mortal como el día que nací si eso significara una oportunidad de
salvarlos.
Seguí a Ava sin cuestionarlo. Ella podría estar llevándome hacia mi muerte,
pero quería creer desesperadamente que la Ava que conocía y amaba estaba
en alguna parte, dispuesta a darlo todo y arriesgar su vida por el bien
común. Ella no me habría llevado por el camino equivocado, y tenía que
creer que esta Ava tampoco.
La puerta del techo apareció, e inhalé. Lo sabría pronto, de una manera u
otra.
257
Capítulo 18 MATANZA
Traducido por Nanami27 y Simoriah
Corregido por Flochi
rrumpimos al aire libre, el cielo de la tarde más negro que la noche. El
ciclón que había sido Cronos había desaparecido, regado por el cielo y
luchando contra puntos de luz que parecían estrellas. El Consejo.
Agaché la cabeza. Si mi madre me veía y se distraía…
Ese tenía que ser un riesgo que estaba dispuesta a tomar. Mi madre era
fuerte. No dejaría que Cronos obtuviera lo mejor de ella. Si tenía alguna
posibilidad de atravesar por todo esto, no podía dudar de ella. No podía
dudar de mí misma.
Calliope estaba de pie en el borde del techo, con el pelo batido en el viento y
la cabeza inclinada hacia arriba, hacia el corazón de la batalla. Henry estaba
a su lado, con los brazos protegiendo un montón de mantas blancas de los
granos de arena que cortaban el aire como balas. ¿Qué estaba haciendo,
trayendo a Milo hasta aquí?
Empujé a un lado mis protestas. Milo era inmortal, y no había ningún lugar
seguro para él que con Henry. No podía distraerme.
—Calliope —grité. Mi voz estuvo a punto de perderse en el viento, pero ella
me miró, con las cejas arqueadas por la sorpresa.
I
258
—Así que realmente eres tan estúpida como pensaba que eras —dijo
mientras caminaba hacia mí, dejando a Henry y Milo atrás—. ¿Vienes a
morir?
—No del todo. —Agarré el cuchillo enganchado. Tenía que ser tan bueno
como su daga—. Deja a Henry y Milo irse. Esto es entre tú y yo.
Los ojos de Calliope se abrieron inocentemente.
—Henry es libre de irse cuando quiera. No es mi culpa que me eligiera por
sobre ti.
Mi sangre hirvió.
—¿Cómo se siente saber que tu realidad no es más que una fantasía que has
inventado y chantajeado para que suceda? Nadie te ama. Ni tu marido, ni
tus hijos, ni tus hermanos o tus hermanas… nadie.
El aire alrededor de ella crujió de enojo.
—¿Crees que me importa? Yo gano, Kate. Tengo todo lo que siempre has
querido, y pronto todas las personas que amas estarán muertas. Vas a pasar
la eternidad sola, y nadie va a estar ahí para salvarte nunca más.
—No se trata de ganar. —Di un paso hacia ella—. Incluso si nunca dejas ir
Henry, en algún lugar dentro de él, siempre va a amarme porque quiere
hacerlo, porque estamos bien juntos. No porque Ava le obligó a ello. Y no
importa qué tan sola esté, siempre tendré la tranquilidad de saber que al
menos alguien en el mundo me ama porque quiere. Pero tú… no eres nada
más que una perra atroz, solitaria y sin amor, y eso es todo lo que siempre
vas a ser.
Calliope chilló y arremetió hacia mí. En los pocos segundos que teníamos,
Ava trató de empujarme detrás de ella, pero la esquivé y corrí hacia
Calliope, agarrando la curva del cuchillo. Tenía una oportunidad, y estaba
malditamente segura de que iba a tomarla.
259
Chocamos, inmortal contra inmortal, y la fuerza de eso casi me mandó a
volar. Sus uñas rascaron mi rostro, sus gritos de furia resonaron en mis
oídos, pero sus manos estaban vacías. Las mías no lo estaban.
—Voy a arruinar tu cara bonita a golpes —gruñó Calliope—. Una vez que
haya terminado, voy a hacer que tu hijo mire mientras te saco los ojos y
pelo la piel de tu cuerpo. Y tal vez, una vez que no seas nada más que un
trozo de carne temblorosa, podría dejarte…
Sus ojos se abrieron, sus palabras se hicieron cortas mientras hundía la
curva del cuchillo en su costado.
—¿Tú podrías qué? —dije—. ¿Podrías dejarme morir?
Calliope cayó encima de mí, su ceño fruncido por la confusión. Se quedó
mirando el cuchillo clavado en su costado.
—¿Cómo lo hiciste…?
—Las armas que Nicholas forjó —dije—. Tú no eres la única que tiene
cerebro, ya sabes.
Tiró el cuchillo, haciendo una mueca cuando la curva arrancó su piel en
dos, haciendo más daño al salir de lo que había hecho al entrar. Sangre
empapaba su vestido azul pálido, y dejó caer la hoja en el suelo con un
estrépito.
—Pero...
Sus ojos se quedaron en blanco, y sin decir una palabra, ella se derrumbó.
Me quedé mirando su cuerpo, y la forma en que mis manos temblaban no
tenía nada que ver con el amargo viento. Después de dos años y medio de
lucha para mantenerme con vida a su paso, eso era todo. Lo había hecho.
Se sentía demasiado fácil. Le di una patada a su cuerpo para estar segura, y
cuando ella se dejó caer como un pez muerto, me tambaleé hacia atrás. Yo
la había matado. Realmente, realmente la había matado.
260
Era una asesina. Se justificaba, pero ella no había tenido la daga. Podría
haberle dado una opción, y en lugar de eso la había matado a sangre fría.
¿Cómo eso me hacía mejor que ella?
No lo era, ya no.
Apretando la mandíbula, me di la vuelta. Tendría tiempo para odiarme a mí
misma más tarde. Calliope podría haber muerto, pero la nube giratoria de
destrucción no se había detenido.
—¡Henry! —grité. Abandonando el cuerpo de Calliope, corrí hacia él a
través de las ráfagas violentas—. Necesitas tomar Milo y salir de aquí.
Miró hacia el cielo, y al principio pensé que no me había oído. Cuando abrí
mi boca para repetir las cosas, sin embargo, se volvió hacia mí, con los ojos
de luna que brillaban intensamente. Por un momento me pareció ver un
destello de algo detrás de ellos, pero se desvaneció.
—Vete, Kate —dijo, su voz sonaba como mil dioses hablando todos al
mismo tiempo.
Lo miré boquiabierta de horror.
—¿Estás… estás ayudando a Cronos?
—No deberías haber venido.
—¿Sí? ¿Cuándo me detuvo eso? —Extendí la mano a Milo—. Si no lo
llevarás a un lugar seguro, entonces yo lo haré.
Llevó al bebé lejos de mí, y un nudo se formó en mi garganta. Esto no podía
estar pasando. Henry debería haber estado allí en alguna parte, esperando
por esto, esperando el momento en que al fin pudiera liberarse. Pero sólo vi
la cara en blanco de una poderosa deidad. No a Henry. No a mi familia.
—¡Ava! ¡Lo que sea que le estés haciendo a Henry, detenlo! —grité por
encima del rugido ensordecedor. No hubo respuesta. Miré por encima del
hombro. Ava me miraba fijamente, con la boca abierta y los ojos muy
abiertos por el miedo, y me tomó un momento averiguar por qué.
261
El cuerpo de Calliope se había ido.
Una risita femenina hizo eco a través de la tormenta, se mezclaba con el
viento chirriante y el choque de las olas cada vez más alto. Me quedé
helada. ¿Cómo era posible? La había visto morir.
—Lo curioso de estas armas —dijo Calliope, y se dio la vuelta de nuevo. Se
puso de pie al lado de Henry, el brazo de él alrededor de sus hombros de la
forma en que siempre me sostenía. Su daga flotaba en el espacio entre
nosotros—. Ellas fueron descartadas porque no funcionaban.
Detrás de mí, alguien gritó, y la hoja resplandeciente se precipitó hacia mí.
Giré hacia atrás con la esperanza de que volaría más allá de mí, pero siguió
mis movimientos sin perder el ritmo.
Mi espalda golpeó algo sólido. El borde del techo. La daga apretada contra
mi garganta, y me incliné hacia atrás lo más que pude sin caer.
—Henry —me ahogaba—. Por favor.
—No le hagas caso, Henry —dijo Calliope en voz empalagosa—. Ella es el
enemigo, ¿recuerdas? Eres leal a mí.
—Sólo porque está utilizando sus poderes contra ti. —Tragué saliva en el
aire áspero—. Vamos, Henry, eres más fuerte que esto.
—Sí, Henry —gritó una voz desde el otro extremo del techo. Perséfone. Por
el rabillo de mi ojo, vi como las otras chicas se unieron a ella—. Pensé que
eras mejor que esto.
—¿Perséfone? —Henry frunció el ceño—. ¿Qué estás…?
—No le hagas caso —dijo Calliope—. Me tienes a mí ahora.
Henry la quitó de encima, y se acercó a Perséfone y la pandilla de chicas.
—¿Qué están haciendo aquí?
—Rescatar tu penoso trasero —dijo Anna, balanceando su maza—. Y
derrocar a esta perra.
262
Ella dejó escapar un grito de guerra, y las chicas se fueron por el techo,
dirigiéndose directamente a Calliope y Henry… y Milo.
—¡Alto! —grité. Mis gritos cayeron en saco roto, sin embargo, y sólo
aceleraron—. ¡Henry, sal de aquí! ¡Toma a Milo y vete!
Él me ignoró y miró a las chicas como si nunca hubiera visto nada tan
extraño en su vida. A su lado, Calliope agitó la mano y la daga voló de mi
cuello para posicionarse directamente sobre mi corazón. La punta de la hoja
clavada en mi piel, y me estremecí cuando una gota de sangre empapó mi
camiseta.
—Por favor —le supliqué—. Sólo vete.
El sonido de metal retorciéndose ahogaba mis súplicas, y media docena de
voces confundidas se elevaron por encima de la conmoción. A pesar de que
estaba luchando una batalla muy por encima de nosotros, la niebla que era
Cronos había creado una barrera frente a Calliope, protegiéndola. Perséfone
y las otras chicas empujaron contra ella, rugiendo de ira. Sus armas
golpearon la niebla una y otra vez en vano.
—Rodeen —comandó Perséfone, y las demás se dispersaron. No importa
dónde se movían sin embargo, no podían acercarse ni un poco.
Calliope sonrió.
—Este es el trato, Henry. —Puso su mano sobre su brazo, y él se apartó.
¿Estaba de regreso ahora? ¿Había vuelto a sus sentidos?—. Vas a enviar a
todos estas pequeñas y bonitas fastidiosas de vuelta por donde vinieron, y
tal vez no mataré a Kate.
La hoja excavó en mi pecho, ampliando la herida, y jadeé mientras el fuego
de un Titán se extendía a través de mí. Henry se puso tenso, pero tan
pronto como había llegado, su miedo fue reemplazado por la máscara de
impasibilidad que llevaba cuando estaba sufriendo más. Él estaba allí. ¿Lo
sabía Calliope? ¿Ella lo había dejado ir a propósito?
—¿Qué será, Henry? —dijo—. No me detendría a pensar demasiado en las
opciones si fuera tú.
263
Más profundo ahora, a través del cartílago y el hueso hasta que estaba la
mitad de un milímetro lejos de perforar mi corazón. Luz explotó en frente
de mí, y el sudor corrió por mi cara mientras la niebla se propagaba a través
de mí, consiguiendo un asimiento de estrangulación en lo que quedaba de
mi vida.
Lo siento. Henry hizo un gesto con la mano, y Perséfone y las demás
desaparecieron, sus armas inútiles cayendo al suelo en un estruendo.
La sangre corría por mi pecho ahora, y no podía apartar la mirada de
Henry. No importaba que Calliope hubiera roto su lealtad a mí, ella no
había roto la mía.
—Hazlo —gruñí, evocando lo último de mis fuerzas. Complejo de mártir o
no, tal vez esto sería suficiente para que Henry pusiera a Milo bajo
seguridad—. Te desafío.
Un grito rasgó el aullido del viento. Nicholas entró por la puerta de la
azotea, y Ava se abalanzó sobre él, besando sus mejillas púrpuras y
capturándolo en un abrazo. Incluso si ninguna otra parte de mi plan hubiera
funcionado, por lo menos había liberado a Nicholas. Por lo menos dimos a
Ava una razón para luchar con nosotros.
—Qué lindo —dijo Calliope—. Una reunión antes de que Cronos envíe a
todos al olvido.
Nicholas se enderezó y sostuvo Ava protectoramente.
—Nunca vas a ganar —dijo—. Cronos podría matarnos a todos, y solo
seguirías siendo la segunda.
Calliope gruñó, e inmediatamente vi el efecto que sus palabras tenían sobre
ella. Sus puños se apretaron, su mandíbula se apretó, y sus mejillas se
sonrojaron. En su distracción, la daga se deslizó de mi pecho. Mirando la
hoja, me moví lentamente hacia un lado, con la esperanza de que ella no se
diera cuenta.
—Ser mi hijo sólo te comprará una cantidad de indulgencia —dijo—. ¿Es así
como quieres gastarla?
264
—¿Indulgencia? ¿Así es como llamas a lo que le hiciste? —Ava se quitó el
brazo de Nicholas y fue hecha una furia hacia Calliope. Sin ella, Nicholas
se hundió y se desplomó contra la pared, sus piernas temblaban tanto que
era un milagro que pudiera estar de pie al menos.
Calliope la encontró en el medio del techo, nariz a nariz.
—Estás tan metida en esto como yo. Olvídate de lo que le hiciste a Kate…
Has estado traicionando al Consejo desde el principio. ¿Piensas que estarán
tan dispuestos a perdonarte por eso? —dijo, un brillo malicioso en sus ojos—
. Estás muerta de todos modos.
Ava sonrió malvadamente.
—Estoy aquí porque papi me pidió que viniera. Ha estado al tanto de esto
todo el tiempo. Y en lo que respecta a por qué te ayudé con Kate… —Su
sonrisa se desvaneció, y ella me miró—. Es porque papi sabía que no
podíamos ganar la guerra sin Henry. Incluso tu esposo está en tu contra.
Calliope siseó, el aura dorada alrededor de ella casi cegadora ahora.
—¿Crees que me importa por qué lo hiciste? Sucedió. Terminó. Por ti, yo
gano. Henry me ama a mí, no a ella. Ya no.
—Esa es la mejor parte —dijo Ava—. Henry no te ama, tonta. Nunca lo ha
hecho. Ha estado fingiendo todo el tiempo.
Inhalé con fuerza, y Calliope se giró rápidamente para mirarlo.
—¿Es verdad? —demandó. Los labios de Henry formaron una delgada línea,
y él le dio una mirada de reprimenda a Ava. Esa fue toda la confirmación
que necesitaba.
Calliope no me lo había robado, después de todo. Todavía era mi Henry.
Ve. Empujé el pensamiento con tanta fuerza como pude hacia él. Si no lo
haces ahora, ella va a matar a Milo. Yo estaré bien.
265
Él vaciló. Calliope le estaba gritando, pero sus palabras se convirtieron en
nada excepto ruido de fondo mientras su voz me rodeaba. Necesitas venir con
nosotros.
No puedo.
Sí, puedes. En el momento en que me vaya, Calliope va intentar matarte. No me iré
hasta que sepa que estás segura.
Miré alrededor de techo. Ava todavía estaba ahí. Nicholas todavía se
apoyaba impotentemente contra la pared, apenas consciente y golpeado casi
hasta perder la vida. No podía abandonarlos, pero Henry tenía razón; no
había nada que evitara que Calliope me matara ahora, no con Cronos en
batalla. De acuerdo.
Henry exhaló. Reúnete conmigo en la habitación en Olimpo.
Lo haré.
Una pausa. Ava está diciendo la verdad.
Las palabras me envolvieron, un bálsamo contra el dolor que Cronos y
Calliope me habían causado. Que nos habían causado a ambos. Lo sé.
Tenemos que irnos.
Tú primero.
Cerré los ojos, y un segundo después, esa sensación conocida me atravesó.
Cuando los abrí, estaba en el cuarto del atardecer que había compartido con
Henry, y contuve la respiración. Él tenía que venir. No rompería su
promesa así, no con la seguridad de Milo en…
Un feo chillido hizo eco a través de los cielos. Calliope. El pánico se
apoderó de mí, pero antes de que tuviera tiempo de asentarse, Henry y Milo
aparecieron. Los envolví con los brazos, casi sollozando de alivio.
—Están a salvo.
—Como tú. —Henry presionó los labios contra mi frente, pero nuestra
reunión no duró más de unos pocos segundos—. Debo regresar.
266
—Tú… ¿qué?
Henry me ofreció a Milo, y me helé. Los ojos azules del bebé estaban bien
abiertos, y movió sus puñitos, observándome. Esperando que finalmente lo
tomara. Dolía de deseos de sostenerlo, pero en el momento en que lo toqué,
supe que nunca más sería capaz de abandonarlo. Y teníamos que ganar una
guerra.
—Hazlo —dijo Henry en voz baja, y sacudí la cabeza, apretando las manos
detrás de la espalda—. Él te necesita.
—También a ti —dije espesamente. Negar a mi hijo era la cosa más difícil
que había hecho jamás, pero tenía que hacerlo—. No voy a tomarlo, Henry.
Nos miramos, y me negué a retroceder. Bien quisiéramos admitirlo o no, él
sabía cómo iba a terminar esto. Y no teníamos tiempo para discutir.
Finalmente Henry suspiró, y una cuna apareció entre nosotros. Sin apartar
la vista de mí, suavemente ubicó al bebé dentro, envolviéndolo con la
manta.
Una vez que Henry se enderezó, arrebaté su mano, sosteniéndola en un
asidero aplastante.
—Voy contigo.
Henry hizo una mueca. El ensordecedor chasquido de la batalla resonó
debajo de nosotros, y cada segundo que él no estaba ahí era otro segundo
que podíamos perder.
—Kate, debo hacerlo.
—Si tú vas, yo voy.
—No puedo arriesgarte.
—Y yo no puedo arriesgarte a ti. Somos un equipo. Trabajamos juntos.
Desde ahora, nadie se queda atrás, y nadie hace algo estúpido sin consultar
al otro antes.
Un músculo en su mandíbula se agitó.
267
—Si regresas, Calliope hará lo que pueda para matarte.
—Lo sé. —Cuadré los hombros y reuní cada gramo de valentía que me
quedaba—. Nací mortal. Siempre supe que iba a morir, y no le temo. Pero
temo perderte. Me aterra una eternidad sin ti.
—Y a mí —dijo quedamente—. Milo…
—Si algo me sucede, entonces tú regresarás para cuidarlo —dije con
firmeza—. Y si algo te sucede a ti, yo haré lo mismo. Lo prometo. No estará
solo.
Henry vaciló, y los sonidos de la batalla se hicieron más altos. No teníamos
tiempo para esto.
—Henry, te amo. No te estoy pidiendo permiso. Estoy pidiéndote que me
digas qué puedo hacer para ayudar. —Él abrió la boca, pero antes de que él
pudiera decir algo, lo interrumpí una vez más—. Excepto quedarme aquí.
Él se las arregló para esbozar una débil sonrisa ante eso.
—Somos un equipo, ¿dices?
—Un equipo. —Toqué su mejilla—. Desde ahora hasta el final. Ya sea hoy
o en un millón de años, estamos en estos juntos.
Un largo momento pasó. Sus ojos se fijaron en los míos, y el aire pareció
aquietarse alrededor de nosotros. En su cuna, Milo emitió un suave sonido,
y Henry se desinfló.
—Hay una cosa que podrías hacer para ayudar.
—Lo que sea.
Él posó una mano sobre la mía, y yo solté mi asidero de su muñeca antes de
pasar mis dedos a través de los suyos.
—¿Viste la forma en que Cronos vaciló cuando las chicas lo atacaron?
Sacudí la cabeza.
268
—No puedo ver qué está haciendo en esa niebla.
—Él estaba distraído. Suficiente para que nosotros nos acerquemos. —Me
apretó la mano—. Necesito que saques a las chicas de la guardería y que
hagas lo que sea para distraer la atención de él hacia el techo. Si haces eso,
podríamos tener una oportunidad.
Una sonrisa se esparció en mi rostro.
—¿No las mandaste de vuelta al Inframundo?
—Por supuesto que no. Fue una idea brillante. —Se inclinó para rozar mis
labios con los suyos—. Ahora vayamos a ganar esta guerra.
Le devolví el beso.
—Juntos.
—Juntos.
* * *
Llegué sola al corredor color pavo real y dorado fuera de la guardería.
Henry presumiblemente apareció en el techo, pero aunque esforcé mis
oídos, no oí ninguna señal de que la marea de la batalla hubiera cambiado.
—Era hora —dijo Perséfone cuando abrí la puerta de la guardería. Las otras
chicas se arremolinaban detrás de ella.
—Lo lamento —dije—. Necesitábamos…
—Lo sabemos —dijo Ingrid, dándose un golpecito en la sien—. Henry ya
nos informó.
Cierto.
—Entonces vayamos a jugar a las gallinas con un Titán.
269
Corrimos hacia el techo, y yo tomé los escalones de a dos a la vez, cada
hueso de mi cuerpo atraído hacia Henry como si fuéramos imanes. Cuando
salimos bruscamente por la puerta, sin embargo, resbalé hasta detenerme.
Ava y Calliope estaban de pie en el centro, a sólo centímetros de distancia.
Ava brillaba con un color magenta, Calliope dorada y Cronos se
arremolinaba detrás de ellas, un enorme torbellino de puro poder. Henry no
estaba ahí.
¿Se había quedado en el Olimpo? No, yo no era tan afortunada. Miré hacia
arriba. Los hilos de luz eran más débiles que antes. El Consejo estaba
perdiendo. Pero otro apareció, más brillante que los otros, y la niebla
pareció abrirse para darle paso. Henry se había unido a la batalla.
—¡Vayan! —grité, y las chicas se lanzaron hacia adelante, tomando sus
armas cuando llegaban a ellas. Podrían no ser mortales, pero donde fuera
que conectaban con la niebla, esta brillaba, y una lluvia de chispas estallaba
a través de la oscuridad.
—Te mataré. —La voz de Calliope parecía magnificada, más fuerte que el
trueno—. Una vez que haya ganado, te despellejaré viva y observaré como
sangras.
La risa como campana de viento de Ava se filtró a través del aire.
—Ni siquiera ganarás. Mereces algo peor que desvanecerte. Mereces que tu
nombre sea borrado de la historia, y voy a asegurarme de que suceda. Ahora
eres patética, pero sólo espera… una vez que termine, serás nada.
Con todos distraídos, rodeé las diosas brillantes, buscando la daga. No
estaba en manos de Calliope, lo que significaba que tenía que estar ahí por
algún lado. Quizá la escondía en el bolsillo, pero con la forma en que Ava y
ella se enfrentaban, la hubiera apuñalado si la hubiera tenido cerca.
Vamos, vamos, tenía que estar por ahí en alguna parte…
Ahí. Divisé la brillante daga en el suelo cerca del borde del techo, donde
había estado parada sólo minutos antes. Recogiéndola, me volví hacia
Calliope. Era ahora o nunca.
270
Atravesé corriendo el techo, sosteniendo la daga como un punzón para el
hielo. Calliope estaba tan concentrada en su discusión con Ava que no me
vio venir, y me lancé contra ella. El brillo dorado desapareció cuando cayó
debajo de mí, golpeando el suelo con fuerza.
La inmovilicé con las rodillas. Por un eterno momento, nos miramos, mi
sombría satisfacción reflejándose en el horror en sus ojos. Levanté la daga.
Esta vez, no dudaría.
—¡Padre! —gritó ella en el instante en que lancé el arma hacia su cuello.
Incluso mientras la palabra abandonaba sus labios, una voluta de niebla
apareció, y el tiempo pareció ralentizarse alrededor de nosotras. Cuanto
más me acercaba, más difícil era moverse, y la daga se detuvo
completamente a un centímetro de su garganta. Sin importar cuánto
intentara, no cedía.
—Buen intento, Kate —dijo Calliope con desdén—. Es una lástima que eso
sea todo de lo que eres capaz.
Una ráfaga de viento me golpeó, arrancándome la hoja de la mano. Con un
chillido, volé por el aire y aterricé con fuerza sobre la espalda, agrietando el
piso de piedra debajo de mí. La niebla se metió por la herida en mi pecho, y
gemí.
—Así que de esta manera es como termina —dijo Calliope, y levantó la
daga—. Diría algo ingenioso, pero no vales la pena.
Cerré los ojos con fuerza, y un grito enfurecido llenó el aire, mezclándose
con el estallido del océano hasta que ya no pude distinguir uno de otro. Eso
era todo. Este era el final.
Un segundo. Dos segundos.
El dolor nunca vino.
Un jadeo colectivo hizo eco por el techo y a través del cielo, como si todo el
mundo hubiera contenido la respiración al mismo tiempo. Finalmente tuve
que mirar. Calliope estaba de pie cerca de mí, pero su mano estaba vacía; el
cuchillo se había ido.
271
Y entre nosotras estaba Ava en cuclillas, el mango de la daga enterrado
directamente sobre su corazón.
272
Capítulo 19 LUZ
Traducido por Lalaemk, Otravaga y LizC
Corregido por Flochi
etrás de mí, Nicholas gritó, y su pena se elevó por encima del
viento. Los puntos de luz en el negro cielo antinatural
hicieron eco de su dolor, y al fin entendí.
—¿Ava? —Mientras se hundía en el suelo, me arrastré hacia
ella. Mi mano se cernía sobre la herida. Era profunda, demasiado profunda
para no ser fatal, a menos que sacara la daga antes de que la niebla pudiera
penetrar su corazón. ¿Podría hacerlo sin empeorarlo? No era mucho una
elección. Si no lo hacía, ella moriría con seguridad. Agarré el mango—. Esto
va a doler.
Poco a poco la saqué, y sus gritos destrozaron el clamor de la batalla. Tan
pronto como la hoja estaba libre de su pecho, apreté mi mano contra la
herida, deseando que la sangre dejara de fluir. Ella no podía morir. No
después de todo esto.
—Lo siento —jadeó ella, sus ojos enrojecidos—. Pensé… pensé que era lo
mejor, pensé…
—No hiciste nada malo. —Su rostro nadó en frente de mí, y parpadeé
rápidamente—. Gracias. Siento siquiera haber dudado de ti.
D
273
—Tú… ¿me perdonas? —susurró.
—Por supuesto. —Apreté mis labios en su frente—. Te amo.
Un hilo de sangre escapó de la comisura de su boca.
—Termina esto —dijo, apenas audible. Por un horrible momento pensé que
quería que la matara, pero envolvió sus dedos fríos sobre mi puño, el que
sostenía la daga, y entendí.
Miré por encima de mí hombro. Calliope miró Ava, y a pesar de toda su
postura, un shock innegable se extendió por su cara. ¿Por qué? ¿No era esto
exactamente lo que había querido hacer?
No, esto fue un accidente. No había estado apuntando a Ava. Había estado
apuntando hacia mí. De cualquier manera, no podía permitirme el lujo de
darle la oportunidad de construir sus defensas. En un instante, fui hacia su
tobillo, y la sombría satisfacción me llenó mientras la hoja atravesaba la piel
y el hueso.
Colapsando en el suelo, gritó, un horrible, desgarrador sonido resonó a
través de cada célula de mi cuerpo. Con fuerza sobrehumana, agarró mi
mano, luchando para sacar la daga.
—Se acabó, Kate. Déjalo ir.
Mientras trataba de quitarme la hoja de la espada, cortó sus palmas en
cintas, y su sangre fluía libremente por mi brazo. Sus dedos se hundieron
debajo de los míos, y comenzó a extraer la daga de mi mano.
—En realidad no sabes cuándo parar, ¿verdad? —dijo con esa voz de niña.
Sólo unos segundos más, y ella la tendría. Grité mientras el mango
comenzaba a deslizarse de mis manos con sangre y lágrimas de frustración
corrían por mi cara—. Voy a tener a Henry de vuelta, y Callum será mío.
Es mi hijo, no el tuyo, y no hay nada que puedas hacer al respecto. Me
aseguraré de que cada vez que oiga tu nombre, sepa que lo abandonaste. Me
aseguraré de que sepa que nunca lo amaste. Me aseguraré de que te odie más
de lo que odia a alguien en el…
274
Grité, medio ciega de rabia. Mi mano se deslizó junto a la de ella, y entre
nosotras, algo hizo un sonido húmedo repugnante. Se dobló en dos y se
puso rígida, sus ojos redondos con shock.
Respirando con dificultad, traté de empujarla fuera de mí, mi puño todavía
envuelto alrededor del mango de la daga. Sin embargo, algo estaba mal…
Cuando traté de quitarla, la daga se resistió, y Calliope dobló su cuerpo
alrededor de mi brazo.
Sus gritos se volvieron gorjeos, y empujó mi codo con la poca fuerza que le
quedaba. El arma se deslizó de mis manos, y ella cayó, inclinándose sobre
su pecho.
Me deslicé rápidamente hacia atrás. El mango de plata sobresalía de su
pecho en un ángulo de lado, a través de su esternón y apuntando
directamente a su corazón. La sangre manaba de la herida, y se convulsionó,
el aura dorada a su alrededor desvaneciéndose hasta que no quedó nada.
—Tú… —Se las arregló para decir, pero el resto de sus palabras murieron
con ella. Su cuerpo quedó inmóvil y sus ojos se quedaron mirándome,
vacíos y sin ver.
—No —susurré—. Tú te lo hiciste a ti misma.
De repente, el cielo estalló, y la luz blanca explotó a través de la oscuridad.
El estruendo de la guerra dio paso a un coro de las voces más bellas que
jamás había oído, y debajo de mí, el cuerpo de Calliope comenzó a brillar de
nuevo. Me apresuré a regresar al lado de Ava y le tomé la mano. Nicholas
se unió a nosotras, y a pesar de las gruesas lágrimas rodando por sus
mejillas, estaba sonriendo.
Nubes negras se reformaron en un embudo, y se hicieron más pequeñas y
más concentradas hasta que la oscuridad formó a un hombre. Cronos.
—¡Rhea! —dijo con un estruendo, su voz en todas partes a la vez. La luz
blanca también tomó forma, y Rhea descendió del cielo. Todavía llevaba la
forma de la niña que había estado en África, pero a pesar de su estatura,
irradiaba poder.
275
Moviéndose al lado de Cronos como si ni siquiera estuviera ahí, Rhea se
arrodilló junto al cuerpo vacío de Calliope.
—Mi hija —susurró. Ante su contacto, la sangre desapareció, y el cuchillo
cayó al suelo, sordo y falto de la energía del Titán—. ¿Qué te ha pasado?
Me limpié los ojos, la sangre corría por mi cara. El peso abrumador de lo
que había hecho me golpeó, y mi cuerpo se hundía bajo la presión. Había
matado a su hija. Todo lo que había temido que Calliope le hiciera a Milo,
yo se lo había hecho a Rhea. Realmente era una asesina.
Sin embargo, no había tenido intención de hacerlo, sólo me había protegido
a mí misma. Calliope era quien no se había dado por vencida. Ella había
sido quien había ido por mí. Ella era la que había comenzado todo esto.
Si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo de nuevo, sin embargo, lo
habría hecho.
—Lo siento —dije con voz ronca—. No tenía otra opción.
Una lágrima de plata rodó por la mejilla de Rea.
—No, supongo que no.
Uno por uno, los otros dioses se unieron a nosotros en el techo, no más
obstaculizados por Cronos. Sin embargo, no fueron con Calliope y Rhea,
aunque, en su lugar aparecieron en un círculo alrededor de Ava, Nicholas y
yo.
Walter llegó primero, y se sentó en el techo agrietado a mi lado, atrayendo
la cabeza de ella en su regazo. Él acarició su pelo, susurrando palabras que
no pude oír, y Ava sonrió débilmente. Una extraña luz emanaba de las
manos de él, y supe sin preguntar que de alguna manera él la mantenía con
vida.
—Por favor, madre —dijo Walter, con la voz ahogada. Nunca lo había visto
llorar antes—. No puedes salvar a tu hija, pero puedes salvar a mía.
Rhea se quedó inmóvil.
276
—Lo hecho, hecho está. Mi hija eligió este camino, así como la tuya
también lo hizo.
El mundo a mi alrededor se redujo hasta que todo lo que pude sentir era la
mano de Ava en la mía, haciéndose cada vez más fría a cada segundo. No.
No. Estaba completamente en el poder de Rhea salvar Ava. Tenía que
hacerlo.
—No puedes dejar que muera. —Luché para ponerme de pie, pero alguien
puso sus manos sobre mis hombros, manteniéndome abajo. Henry—. Todo
lo que ella estaba tratando de hacer era detener a Cronos. Ella estaba
haciendo lo tú no harías.
Rhea no dijo nada. Cronos se arrodilló a su lado, y aunque su expresión era
impasible, tocó la cara de Calliope.
—Por favor, Cronos —supliqué—. Ava no tiene que morir.
Me miró, y en ese momento, me permití tener esperanza. Tal vez después
de todo este tiempo, él había ganado un gramo de humanidad. Sin una
palabra, hizo un gesto hacia nosotros, y una ola de agradable
adormecimiento pasó a través de mi cuerpo. El fuego en mi interior se
enfrió. Me había sanado. Él entendía, después de todo.
Estreché la mano de Ava y bajé la mirada hacia ella, pero en lugar de
detenerse, la sangre fluía de su pecho con cada latido de su debilitado
corazón.
—Pero... —Miré hacia arriba, y Walter inclinó la cabeza.
—Ella no tiene que morir, pero lo hará —dijo Cronos—. Considéranos libres
de deuda.
Los bordes de mi visión se oscurecieron, y el cielo del atardecer parecía girar
hasta que todo fue un borrón.
—¿Libres de deuda? —susurré, y como si cada gota de dolor y desesperación
y culpa saliera de mí al mismo tiempo, grité—: ¿Estás dejándola morir de
modo que estaremos libres de deuda?
277
Luché contra el agarre de Henry, pero él envolvió sus brazos alrededor de
mí con tanta fuerza que apenas podía moverse.
—Kate, cálmate —dijo, su aliento cálido en mi oído, pero era inútil.
—¡La está matando! —grité, y James se arrodilló junto a Henry. Mi
indignación ahogó el alivio que venía de saber que él estaba bien—. No es
mi culpa... ¡No puedes hacer que esto sea mi culpa!
Está bien, susurró la voz de Ava, y sus dedos se cerraron alrededor de los
míos. Tienes razón. No es tu culpa.
Me aferré a la mano. Lo siento. Lo siento mucho. No debería ser así.
Pero lo es. Estoy lista.
Un ruidoso sollozo hipando escapó de mí. Encontraremos una forma de evitar
esto, lo prometo. Encontraré una manera de arreglarte.
Una leve sonrisa apareció en los labios manchados de sangre de Ava. No
esta vez, Kate. Te quiero. Todos lo hacemos, incluso si algunos de nosotros a veces
no somos muy buenos demostrándolo. Sus ojos azules, drenándose rápidamente
de vida, se voltearon hacia Henry. No olvides eso. O a mí, ¿de acuerdo? Nunca
desapareceré por completo, siempre y cuando alguien esté aquí para recordarme.
No podía respirar. Sollozo tras sollozo rasgaban a través de mí, y era lo
único que podía hacer para hablar.
—No lo haré.
Uno a uno, los miembros del Consejo se unieron a Ava para decir
silenciosamente sus despedidas. Todo el mundo, incluso Dylan, lloraba sin
palabras. Tan destruida como estaba, tenía que ser nada en comparación
con lo que ellos estaban pasando, y me obligué a guardar silencio. Pero a
pesar de que era egoísta, no podía soltar su mano. Walter tampoco dejó de
acariciarle el cabello, sus dedos brillando con la única cosa que la mantenía
con vida. En esos preciosos pocos minutos, él envejeció mil años.
278
Por fin, cuando el sol se hundió bajo el horizonte, la luz en las manos de
Walter murió. Y así, Ava se había ido.
El mundo se quedó en silencio. Incluso el océano quedó inmóvil, y el
violeta del crepúsculo colgó en el cielo mucho más tiempo de lo debido.
Nadie habló. Nadie se movió. Nadie dio ese paso de antes a después, y
todos permanecimos en ese momento eterno.
Nunca debería haber terminado, pero el Consejo no podía negar el tiempo
para siempre. Finalmente Henry puso su mano en mi espalda, y aunque era
gentil, separó mis dedos de los fríos de Ava. La separación me atravesó,
pero no había nada que pudiera hacer. Ella estaba muerta.
Walter se aclaró la garganta y puso la cabeza de ella en la azotea. Parándose
sobre piernas temblorosas, se esforzó por levantarse en toda su estatura,
claramente debilitado.
—Ojo por ojo —dijo—. Que no vuelva a ocurrir. ¿Te irás pacíficamente,
padre?
—No —dijo Cronos, y antes de que la furia pudiera superar el poco sentido
de auto-preservación que me quedaba, Henry frotó mi espalda,
su toque calmando el fuego en mí.
—Lo harás —dijo Rhea—. Se ha terminado. No voy a permitir que
continúes este ciclo de destrucción. Se han llevado a uno de los nuestros, y
nos hemos llevado a uno de los suyos. Ese es el fin.
La forma de Cronos comenzó a desdibujarse en una niebla negra, pero tan
pronto como empezó, una luz blanca lo encerró, y él gruñó.
—Déjame ir, Rhea.
—No lo haré —dijo con tranquila determinación—. Tampoco lo hará el
Consejo. Este es su mundo ahora, y has demostrado que no tienes lugar en
él. Sólo voy a repetir a nuestro hijo una vez más: ¿te irás pacíficamente?
Silencio.
279
—Entonces no me dejas otra opción —dijo Rhea, y la luz en torno a Cronos
creció cegadoramente. Miré hacia otro lado, y Cronos gritó, el primer
sonido real de dolor que jamás había oído de él.
Bien. Se lo merecía.
—¡Basta! Me... iré pacíficamente —alcanzó a decir, y la luz disminuyó.
—Muy bien. ¿Mi hijo? —dijo Rea, y Henry me soltó.
—Volveré en breve —dijo, besando mi cabello—. James, cuida de ella.
Mientras se levantaba, los brazos de James reemplazaron los de Henry, y
por primera vez, le di un buen vistazo al Consejo. Todo el mundo estaba
allí, incluso Ella y Theo. Todo el mundo excepto...
—¿Dónde está mi madre? —Toda la sangre se drenó de mi rostro cuando el
mundo comenzó a girar una vez más—. James, ¿dónde está?
—Ella está bien —dijo él rápidamente—. Lo prometo. Está con Milo.
—Quiero verla —dije, y él asintió, pasándome los dedos por el cabello como
Walter había hecho por Ava. Tal vez pensaba que ayudaría, pero el vacío
dentro de mí no disminuyó. No estaba segura de si alguna vez lo haría.
Rhea tocó el codo de Cronos, y Henry la tomó de la mano. Mis ojos
encontraron los suyos, y él asintió con la cabeza una vez antes de que los
tres desaparecieran, sin duda de vuelta al Tártaro. Lo último que quería era
dejarlo fuera de mi vista, y el familiar temor se agrupó en mi estómago.
¿Qué pasaría si algo salía mal y nunca lo volvía a ver?
Antes de que mi temor pudiera convertirse en cualquier cosa sustancial,
James me recogió y me ayudó a ponerme de pie. Sus mejillas brillaban, y
rocé la yema de mi pulgar sobre su piel húmeda.
—Lo siento. —No podría decirlo lo suficiente.
James sacudió la cabeza, moviendo los labios mientras luchaba por
encontrar su voz. Lo abracé, y él se aferró a mí, necesitándome tanto como
yo lo necesitaba.
280
—Vamos —dije—. Vamos a casa.
* * *
Mi madre nos estaba esperando en el Olimpo, meciendo la cuna de Milo
mientras dormía. Aliviada, me tambaleé hacia ella, apenas capaz de ver
bien.
—Oh, mi amor, estás bien —gritó ella, lanzando sus brazos alrededor de mí.
Por un momento no pude respirar, pero no me importó. Ella estaba bien,
Milo estaba bien, Henry estaba bien...
Pero Ava no lo estaba.
De pronto, lo que quedaba de mi fuerza interior se derrumbó.
—Ava está muerta —susurré, atragantándome con las palabras.
Mi madre se puso tensa, y desde la puerta, James se aclaró la garganta.
—Calliope, también —dijo él con voz ronca—. Rhea y Henry están
escoltando a Cronos de vuelta al Tártaro ahora.
—Una pequeña victoria —dijo mi madre mientras sus ojos se llenaban de
lágrimas—. Al menos… al menos…
No terminó la frase. Por primera vez en mi vida, mi madre se derrumbó.
Sus rodillas cedieron, y se dejó caer sobre el borde de la cama. A pesar de
que quería desesperadamente ir a Milo, me acurruqué con ella, tratando de
aguantar mientras ella lloraba. Había pasado años vertiendo su fuerza en mí
y ocultando su dolor para que el mío no empeorara. Ahora era mi turno.
—La forma en que la tratamos este año pasado… —Mi madre creó un
pañuelo y se secó los ojos—. No debería haber estado allí. Deberíamos haber
dejado que viniera cuando ella lo pidió.
281
—No es tu culpa —le dije. Walter había sido el encargado de tomar la
decisión—. Trató de decirme por qué lo hacía tantas veces, y nunca escuché.
Cronos… —Mi voz se quebró—. No iba a salvarla. Él me sanó, y podría
haberla sanado, también, pero por mi culpa… por mi culpa, él se negó.
Mi madre apoyó su cabeza contra la mía y me llevó entre sus brazos.
—No es tu culpa tampoco —dijo con voz ronca, pero había convicción en
ella—. Cronos nunca la habría salvado, incluso si hubieras estado al lado de
él y cumplido con tus promesas a él. El honor no significa nada para él. Él
se define por el poder que tiene, y todo lo que hiciste fue herir su ego. Tú no
cambiarías quién es él o quién decidió ser.
Hipé.
—La odiaba tanto. Pensé… Yo la culpé de todo, y todo lo que estaba
tratando de hacer era ayudarme, o cuidar de Milo, o salvar la vida de
Nicholas. Y Walter…
—Walter hizo lo que tenía que hacer para ganar la guerra. —Mi madre
colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja—. Él tiene sus propios
demonios para hacer frente a este momento.
Mi barbilla tembló.
—Debería haber hecho algo. Debí haber escuchado o… o luchado por ella o
haberla perdonado o… cualquier cosa.
—Lo hiciste —dijo James—. Has hecho todas esas cosas. Tu madre tiene
razón. No es tu culpa, no es culpa suya, no es… no es culpa de Ava. Es de
Calliope. Y ahora ella se ha ido. No hay nada más que podamos hacer, más
que recordar a Ava y seguir amándola.
Asentí con fuerza. Le podía dar eso, y lo haría. Todos lo haríamos.
En la cuna, Milo dejó escapar un suave chillido.
282
—Parece que alguien está ansioso por verte de nuevo —dijo mi madre. A
pesar de sus ojos enrojecidos, ella esbozó una sonrisa cuando lo cargó—.
¿Quieres cargarlo?
Más que nada en el mundo. Al llegar a él, sin embargo, vacilé. Unos
centímetros más, y lo sentiría. Él estaba realmente allí. Una barrera
invisible llena de preguntas y dudas me retuvo, y bajé mis manos en mi
regazo.
—¿Qué pasa si no puedo hacer esto? ¿Qué pasa si no puedo ser su madre?
—Ya lo eres —dijo ella, y yo negué con la cabeza.
—No soy tan buena en esto o… o tan fuerte como tú.
Ella apoyó la cabeza contra la mía de nuevo, y su pelo me hizo cosquillas en
el cuello.
—Sí, lo eres. En muchos sentidos, eres más fuerte de lo que yo jamás he
sido. La tristeza no es igual a debilidad, cariño. En todo caso, demuestra el
amor que tienes dentro de ti, y no existe nada más fuerte en este mundo.
Ava lo sabía mejor que todos nosotros.
Una sombra se movió en la puerta.
—Tu madre tiene razón, sabes —dijo Henry—. La mejor manera de honrar
a Ava es amando a la gente en nuestras vidas tanto como nos sea posible.
Eso es todo lo que ella hubiera querido. —Sentándose en el colchón junto a
mí, le dio a mi madre una sonrisa—. Veo que has conocido a mi hijo.
—Es hermoso —dijo mi madre, y Milo soltó otro gemido suave—. Él te
quiere, Kate.
Limpiando mis mejillas con mis mangas sangrientas, asentí. Mi madre puso
a Milo en mis brazos, y él se acomodó en mi contra, encajando
perfectamente. Él estaba más cálido de lo que esperaba, y más pesado,
también. Volvió la cabeza hacia mí, acarició mi pecho, y mi corazón casi
estalló.
283
—Justo así —murmuró mi madre, ajustando mi codo para que así estuviera
apoyando su cabeza—. Eso es.
—Mira eso —dijo James—. Eres natural.
Cuando Milo se calmó, me miró con sus grandes ojos azules. Cualquiera
que sea la conexión que habíamos logrado forjar antes se intensificó, y en
ese momento, mi mundo cambió. Era tan hermoso e inocente, y podría
pasar la eternidad asegurándome que tuviera la oportunidad de permanecer
de esa manera. Nunca sabría de la guerra o el odio o la agonía de la derrota.
Nunca pasaría sus días contando los últimos de un ser querido. Él nunca se
sentiría solo o indigno o no amado. Sabría de la felicidad. Conocería la paz.
Sabría de la familia. Y siempre me tendría a mí y a Henry.
Una lágrima resbaló por mi barbilla, cayendo y golpeando a Milo en la
nariz. Él hizo una mueca, y Henry se echó a reír.
Mi madre se puso de pie.
—Voy a dejar que ustedes tres se pongan al día —dijo, y aunque ella estaba
sonriendo, el dolor no se había ido de su voz. No estaba segura de que
alguna vez lo hiciera por completo. Juntos, ella y James salieron de la
habitación, cerrando la puerta detrás de ellos.
—Se parece mucho a ti —murmuró Henry—. Cada vez que lo sostuve, lo
único que podía ver era tu rostro. Te extrañé, Kate.
Rocé mis nudillos suavemente contra la mejilla de Milo. Él puede haber
tenido mis ojos, pero tenía el pelo oscuro de Henry. Y sus orejas.
—Sea lo que sea que sucedió en la isla entre tú y Calliope…
Él se puso tenso.
—Kate, yo…
—No importa. —Yo lo miré—. Hiciste lo que tenías que hacer para proteger
a Milo. Sé eso.
Su mano se deslizó por mi espalda, y él me apretó el hombro.
284
—No pasó nada. Ava nunca usó sus poderes en mí. Yo estaba fingiendo
todo el tiempo.
Me incliné y lo besé. Sus labios fueron dulces contra los míos, y yo no lo
dejé ir hasta que Milo gimió entre nosotros. Los dos sabíamos que fingir
significaba que de alguna manera había tenido que convencerla de que la
amaba. Una parte de mí ardía con la necesidad de escucharlo todo, pero
nada de eso importaba, y yo no iba a dejar que Calliope nos hiciera daño
desde la tumba. Lo que Henry había soportado, conseguiríamos pasar a
través de ello juntos. Algún día, si él quería hablar de ello, escucharía. Pero
hasta entonces, fingiría que le creía. Para proteger y amarlo de la forma en
que me protegió y me amó.
Éramos una familia, y nadie, ni Calliope, ni Cronos, ni siquiera la muerte
misma, podía arrebatarnos eso de nosotros.
285
Capítulo 20 ETERNO
Traducido por Flochi y Lalaemk
Corregido por BrendaCarpio
n algún momento durante la noche me desenmarañé de Henry
y me deslicé fuera de la cama. Él dormía profundamente,
claramente agotado luego de la batalla, pero no importaba
cuánto yo intentara, no podía dormirme.
Alcanzando la cuna, toqué la frente de Milo para asegurarme de que seguía
allí. Tranquilizada por la subida y bajada de su pecho, caminé suavemente
fuera de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Incluso en la
oscuridad de la noche, el techo brillaba de un brillante azul, y la magnífica
puesta de sol se arremolinaba por debajo de mí.
No decidí conscientemente a dónde ir. Un minuto estaba parada en el
pasillo y al siguiente mis pies me llevaron a la sala del trono en busca de
alguien más. Luego de la noche que habíamos tenido, las posibilidades eran
escasas de que alguien más estuviera despierto, pero valía la pena el intento.
En la entrada, me detuve en seco. El cielo no era azul aquí; en cambio el
techo estaba tan oscuro como la noche, y las estrellas brillaban por encima
de nosotros. Los tronos se habían ido, y en su lugar descansaba un féretro
de vidrio sobre una plataforma elevada. Dentro, vestida con un vestido
blanco con rosas en su cabello, yacía Ava.
E
286
Sin pensarlo, crucé la habitación y presioné mi palma contra el vidrio. Sus
labios eran del color de las cerezas, y en la tenue luz, casi pude verla sonreír.
Un nudo se formó en mi garganta. Abrí la boca para decir algo, para
disculparme, para prometerle que nunca la olvidaría, por perdonarla una y
otra vez hasta que el universo no tuviera otra opción más que creerme, pero
no pude forzar a las palabras para que salieran. Ella de todas maneras no
podría escucharlas, y yo lo había dicho todo en sus últimos minutos. Ella ya
lo sabía.
—Ella no está realmente ahí.
Fruncí el ceño.
—Déjame en paz.
Un susurro de tela y suaves pasos y Walter estaba de pie a mi lado,
luciendo toda su vejez como lo había hecho en la azotea.
—Es una especie de reflejo, pero más realista que una simple imagen.
Retiré mi mano del cristal y me moví medio paso lejos de él.
—¿Dónde está el cuerpo?
—Se ha ido —dijo—. De regreso al universo.
—Entonces, ¿por qué está este… este holograma de aquí? —El trono vacío, la
habitación vacía, el agujero vacío en nuestras vidas donde ella había estado
una vez, como si todo eso no fuera suficiente para recordarnos de que ella se
había ido.
Walter inhaló profundamente, y mientras exhalaba, un débil trueno
retumbó en la sala del trono.
—Vivió mucho tiempo, y su vida tocó la de muchos otros. Aquellos que
deseen hacer sus despedidas tendrán la oportunidad de hacerlo.
—Aun así no harás lo mismo por Calliope.
Hizo un gesto de dolor.
287
—Mi esposa escogió su camino. Escogió separarse del Consejo, Ava no.
—No, ella no —dije—. Lo escogiste por ella. Tú eres la razón de que ella
muriera.
Walter miró fijamente el féretro.
—He cometido muchos errores…
—¿Errores? —Mi gruñido se hizo eco en la habitación de un extremo al
otro—. Ava está muerta, ¿y todo lo que puedes decir es que cometiste
algunos errores?
Walter vaciló. Aunque intentó enderezarse en su altura completa, las
lágrimas se derramaron por su rostro, derrotando cualquier intención que
tuviera de intimidarme.
—No es el lugar para que digas… posiblemente no puedes saber las
circunstancias…
—Sé que Ava está muerta. Sé que solo se unió a Calliope porque tú se lo
dijiste.
—Por Nicholas —dijo—. Por el bien mayor.
—¿Esto vale que sea por un bien mayor? —Señalé el féretro—. ¿Vale saber
que si no hubiera sido por ti, Ava seguiría con vida?
—Ella no estaría viva —dijo con voz ronca—. Ninguno de nosotros lo
estaría. Henry nunca se habría unido a la batalla, y Cronos habría ganado.
Es tan simple como eso.
—Rhea ganó la guerra, no Henry. Él ni siquiera estuvo en nuestro lado la
mayor parte de la batalla.
—Sí, lo estuvo —dijo Walter—. En la azotea, él estaba contrarrestando las
habilidades de Calliope. Algo difícil de hacer para cualquiera de nosotros,
incluso más difícil sin ser descubierto, pero él lo logró. Cuando vino a
nosotros con tus planes de entregarte a Cronos, sabíamos lo que él iba a
intentar hacer, y con Ava consciente de que Calliope quería tomar a Henry
288
también, creamos el ardid. Todo el tiempo, él nos estuvo proveyendo
información de las tácticas de ella y Cronos. Nunca hubiéramos mantenido
una oportunidad de pelear sin su ayuda. O sin la de Ava. Ella es la razón…
Tú eres la razón de que él accediera a pelear.
—Tenía que haber otra manera de mantener a Ava fuera de eso. Siempre
hay otra manera.
—Si la hubiera, ¿crees que la habría puesto en peligro? —dijo Walter—.
¿Realmente crees que si hubiera tenido otras alternativas factibles de atraer
a Henry a la guerra sin ella…?
—Pudiste haber preguntado. Pudiste haberle dado tiempo. No tuviste que
haber jugado el juego de Calliope y arriesgar las vidas de todos. —
Finalmente lo miré a la cara—. No somos piezas de un tablero de ajedrez,
pero así es cómo nos trataste, y ahora lo estás pagando. Todos lo pagamos.
Por lo tanto espero que las mentiras que te has dicho te mantengan cálido a
la noche, porque nadie en su sano juicio va a molestarse contigo una vez
que todo el mundo sepa lo que hiciste.
Tocó el féretro, y toda la lucha se drenó de él, dejando la cáscara de un
hombre donde el Rey de los Dioses se había erguido momento antes.
—Sé lo que merezco. No necesito que nadie, tú o las Parcas o el universo
mismo, me detalle los errores que he cometido. Estoy pagándolo ahora, y lo
pagaré por el resto de mi existencia eterna. Si ese no es el infierno que
deseas para mí, entonces no sé cuánto más posiblemente podría lastimarme
para satisfacer tu deseo de venganza, hija.
—No soy tu hija.
Walter inclinó la cabeza. Cada instinto que tenía me gritó que me fuera
antes de que se vengara de alguna manera: emocionalmente, físicamente, no
importaba, pero mis pies se negaron a moverse. Esta era la conversación
más larga que jamás había tenido con el hombre que supuestamente era mi
padre, y a esto era a lo que había venido.
289
—Eres mi hija, con tanta certeza como lo fue Ava —dijo en voz baja—. Ella
fue la única de mis hijos que jamás se molestó en verme por quien
realmente soy. Los otros siempre vieron solamente el poder. Calliope solo
vio un mujeriego. Pero Ava entendió el amor que tenía por todos ustedes.
Ella entendió que un hombre puede sentir cosas que no expresa, y esa falta
de expresión no disminuye el amor.
—Eso lo entiendo. —Ella había sido la que insistió en que Henry me amaba
sin importar qué—. ¿Te das cuenta de que si nunca hubieras sido infiel,
nada de esto habría pasado?
—Si nunca hubiera sido infiel, nunca habrías nacido. —Me miró con
relámpagos en los ojos, y le sostuve la mirada—. James nunca hubiera
nacido. Ella y Theo, Irene, Perséfone; amé a mi esposa. Mis fechorías no se
debieron a ella. Pero no me voy a disculpar, con ella ni con cualquier otro,
por traer a mis hijos a este mundo. Incluyéndote.
—Entonces no eres mejor que ella. El amor no te da un pase libre para
hacerle daño a tu familia. Recuerdas lo que es una familia, ¿cierto?
Inclinó la cabeza.
—¿Y a lo que quieres llegar con eso es a…?
—Nunca viniste a verme. —Me clavé las uñas en las palmas. Si pudiera
sacarme sangre, entonces quizá la furia intentando clavarse en mí habría
tenido alguna liberación—. Sabía lo que tuve que pasar luego de que mamá
fuera diagnosticada, pero no te importó.
—Tengo muchos hijos mortales —dijo lentamente—. No había ninguna
garantía de que pasarías la prueba, y no quise correr el riesgo de forjar una
conexión contigo en caso de que no la pasaras.
—¿Por qué, porque estabas preocupado de que tu precioso secreto fuera
revelado?
—Porque luego de todo lo que tu madre me dijo de ti, supe que si te veía, te
habría querido al instante. El dolor de perder hijos que nunca he conocido es
290
lo bastante duro. Pero perder a uno que amo… —Acarició el borde del
féretro de cristal.
Mis hombros temblaron con sollozos silenciosos.
—Te necesitaba. Necesitaba que alguien me dijera que todo estaría bien.
Necesitaba saber que no estaba sola, ¿y no pudiste molestarte en conocerme
porque tenías miedo de amarme?
—El Consejo te ha observado desde el principio, desempeñando papeles en
tu vida. Amándote y protegiéndote como lo hicimos en Edén. Nunca
estuviste sola, Kate, incluso en tus días más oscuros.
—Pero yo no lo sabía —estallé—. No hace ninguna diferencia si nunca lo
hubiera sabido.
—Lo siento. —Su voz se rompió—. Lamento nunca haber sido el padre que
necesitaste. Lamento no ser el rey que mi pueblo se merece. Y lamento
haber permitido que mi hija hiciera el sacrificio final. No espero que tú o
alguien más en este mundo me perdone ahora que ella se ha ido, pero espero
que un día, debido a Ava, me permitas ser tu familia. Ser tu padre, como
debería haberlo sido cuando estabas creciendo. Es lo que Ava hubiera
querido para ambos.
Quise escupirle la cara, decirle que se fuera a la mierda y que encontrara
otra hija que estuviera dispuesta a amar a un desgraciado tan manipulador,
pero la verdad de lo que dijo me dejó inmóvil en el lugar. Tenía razón. Esto
era lo que Ava habría querido. No solo porque yo necesitaba un padre, sino
porque Walter necesitaba una hija que lo amara a pesar de sus defectos, que
lo entendiera y le diera una oportunidad. Me esforcé por mostrarles a todos,
incluso a Calliope y a Cronos, esa compasión y comprensión. Ava habría
querido que hiciera lo mismo por él. No fallarle a Walter como yo le había
fallado a ella.
—Me estás pidiendo más de lo que sé cómo dar —dije en voz baja, y toda la
lucha en mí se fue drenando. Me concentré en la imagen del rostro de Ava
nuevamente—. Me hiciste daño. Lastimaste a mamá, y a nuestra familia.
291
Puso una mano vacilante en mi hombro.
—Lo sé. Y pasaré toda la eternidad haciendo lo que pueda para
compensarte. No puedo prometer mucho, pero prometo que siempre me
tendrás, siempre nos tendrás a todos. Como debería haber sido desde el
principio.
Presionando mis labios hinchados, asentí. Luego de todo el dolor que él
había causado, no podía perdonarlo mientras estábamos allí lado a lado,
pero algún día lo intentaría. Por Ava.
* * *
El féretro de cristal permaneció en la sala del trono por tres días, y la
imagen de Ava nunca estuvo sola. Al principio, solo los miembros del
Consejo vinieron a verla, cada uno de nosotros queriendo estar a solas con
ella. Luego de que cada uno había tenido su turno, Walter abrió el portal al
Olimpo, permitiendo que los otros lo atravesaran sin ayuda.
A medida que las horas pasaban y las noticias de su muerte se difundía,
dioses que no había visto nunca aparecieron en el Olimpo para presentar
sus respetos. Algunos de los nombres eran familiares, pero nada me preparó
para el número total que Ava había tocado en su vida. La sala del trono
siempre estuvo llena esos tres días de luto, y el velo de tristeza solo se hizo
más pesado con cada cara nueva.
Un muchacho de rizos rubios mantuvo vigilia junto al féretro, sin nunca
decir una palabra. Tanto Nicholas como Dylan se unieron a él en diferentes
momentos, y mientras que se sentaba rígidamente al lado de Dylan, el chico
parecía relajarse en la presencia de Nicholas.
—Eros. Ahora Eric —dijo Henry cuando nos quedamos cerca del corredor y
observábamos—. Su hijo mayor.
292
Mi visión se tornó borrosa, y tuve que excusarme. Sabía la profundidad con
la que Ava había tocado al resto del Consejo, pero ver los caminos que en su
larga vida había forjado, la familia que había formado en los milenios en
que vivió, solo reabrió las heridas que estaba segura que nunca sanarían
completamente.
Al tercer día, el amanecer se deslizó sobre el techo estrellado. Walter nos
juntó a todos, y nos quedamos de pie formando un círculo con los otros
dioses, observando como el féretro de cristal se llenaba de luz. Al final,
mientras la salida del sol fundía los últimos vestigios de la noche, el féretro
desapareció.
A medida que el resto de los dioses terrenales se iba uno a uno, Eros se
quedó. Los tronos regresaron, formando un círculo alrededor del lugar
donde el reflejo de Ava había estado solo momento antes, y cada uno de
nosotros se instaló en su propio lugar. Acuné a Milo, mientras dormía
profundamente, e intenté ignorar los asientos vacíos a ambos lados de
Walter. Nicholas, el más deteriorado pero sanando, colocó su mano en el
apoyabrazos del trono de concha marina que había sido el de Ava. En tanto
se limpiaba las lágrimas de sus mejillas, aparté mi mirada.
—Hermanos y hermanas, hijos e hijas —dijo Walter en el silencio—.
Aunque siempre lamentaremos la pérdida de los nuestros, ha llegado el
momento de reconocer que sus posiciones entre nosotros deben ser llenadas.
Miré a mi madre. Que reemplazara a Calliope tenía sentido, como Henry
no podía gobernar el Inframundo él solo, seguro que lo mismo sucedía con
Walter y su reino. ¿Pero Ava?
Ella me palmeó la mano. Todo a su debido momento.
—Yo me encargaré del remplazo de mi reina —dijo Walter—. Mientras
tanto, pido que Diana tome el rol temporalmente y me ayude cuando sea
necesario.
—Por supuesto —dijo mi madre—. Cualquier cosa que pueda hacer para
ayudar.
293
Walter inclinó su cabeza.
—Gracias. En cuanto al lugar de Ava, una vez más debemos recorrer el
mundo para encontrar uno que sea digno. No será una tarea fácil. Ava era...
—Hizo una pausa—. Ella era irremplazable. No podemos pretender otra
cosa, pero tenemos que seguir adelante. Kate.
—¿Sí? —le dije, y la mano de mi madre se apretó alrededor de la mía.
—Creo que es apropiado que tú tomes el lugar de Ava. Temporalmente —
agregó—. Hasta que encontremos a alguien capaz de llenar su papel.
—¿Qué hay de sus deberes en el mundo terrenal? —dijo Henry antes de que
pudiera protestar—. Yo la necesito a mi lado, sobre todo ahora, con el reino
dejado sin atención durante tanto tiempo.
—No estoy pidiendo un gran compromiso de su parte —dijo Walter—. Sólo
lo suficiente para sostenernos hasta que hayamos encontrado una nueva
diosa. Ella puede manejarlo durante sus meses de verano lejos.
Negué con la cabeza.
—Ahora voy a quedarme en el Inframundo durante el verano. No quiero
dejar a Milo. —O Henry, pero que no era el tipo de excusa que Walter
entendería.
—No sería una gran cosa que pudieras centrarte en ayudarnos con las tareas
de Ava mientras tanto —dijo Walter—. De todos nosotros, tú eres la más
adecuada para encajar en el papel, al menos por un corto período de tiempo.
Un corto período de tiempo para Walter podría haber sido fácilmente un
centenar de años.
—No puedo —le dije—. Lo siento, pero no puedo sustituirla, y no puedo
dejar a mi familia.
—Yo lo haré —dijo Eros/Eric. A pesar de que su voz era alta y juvenil,
había destacado en algunos de los mitos que yo había aprendido, lo que
294
significaba que no podía ser tan joven, después de todo—. Es lo que mi
madre hubiera querido.
—Por lo generosa que sea la oferta —dijo Walter—. No eres miembro del
Consejo. No tienes la capacidad.
El rostro de Eric cayó, y ver su decepción sobre su dolor era un puñetazo en
el estómago.
—Yo lo ayudaré —espeté—. Puede reportarme, y voy a asegurarme de que
todo va según lo previsto. Con tal de que no tenga que salir del inframundo
durante largos períodos de tiempo.
Walter se volvió hacia Henry, quien asintió.
—Eso es aceptable para mí, siempre y cuando Kate no esté forzada en
cualquier posición para la que no se sienta preparada.
—Muy bien —dijo Walter—. Además, pido que Kate y Eric se encarguen de
encontrar un candidato adecuado para un papel más permanente.
Una diosa. Él quería que encontráramos otra diosa. O un mortal para tomar
la prueba y ganara la inmortalidad de la forma en que había hecho yo.
—¿Cómo?
Él se encogió de hombros.
—Particularmente no me importa cómo lo manejes, solo que se haga.
Henry está familiarizado con el proceso. Él te puede ayudar.
Henry murmuró su acuerdo, y así como así, dependía de mí, y el hijo de
Ava encontrar a alguien que pudiera hacerse cargo de su papel en el
Consejo, alguien que no podría existir.
Por otra parte, Henry debía haber pensado lo mismo cuando comenzó su
búsqueda de una nueva reina. Si él pudo superar sus miedos y dudas, yo
podría hacer lo mismo.
—Está bien —dije en voz baja—. Voy a intentarlo.
295
—Sé que lo harás —dijo Walter—. Y que lo harás de maravilla.
Eso podía extenderlo, pero le haría justicia a Ava. Se merecía todo eso. Al
otro lado del círculo, James me sonrió, y me las arreglé para devolverle una
pequeña a cambio. Aunque no estaba a la altura, él estaría allí en cada paso
del camino. Todos ellos lo estarían.
El Consejo no era perfecto, no por mucho. Probablemente nunca le
agradaría a Dylan. Siempre se darían miradas conocedoras que yo nunca
entendería. Walter y yo probablemente pasaríamos la mayor parte con
fricciones, por lo que sería un largo tiempo antes de que él me viera como
un igual. Pero a pesar de las peleas, a pesar de las mentiras, a pesar de la
frustración y secretos y eones de la historia en las que nunca me pondría al
día, ellos eran mi familia. Y no los iba a dejar que se fueran por nada.
* * *
Henry, Milo y yo regresamos al Inframundo la mañana siguiente. A pesar
de la oscuridad de las cavernas, no había ningún otro lugar en el que hubiera
preferido estar. Estábamos en casa.
Cuando entramos en nuestra habitación de color rojo y oro, me detuve en la
puerta y miré a su alrededor, tragando el nudo en la garganta. Ava la había
decorado antes de que yo hubiera llegado el año anterior. ¿Cuánto tiempo
pasaría antes de que todo me recordara a ella?
Nunca, esperaba. Mantendría mi promesa de recordarla siempre, aunque la
culpa y el dolor me mataran.
Henry bajó la cabeza hasta que su cara estaba a centímetros de la mía.
—Va a ser más fácil.
—¿Me lo prometes? —dije.
296
—Sí. —Él presionó sus labios en mi frente—. No puedo decir que nunca va
a desaparecer, pero el dolor es parte de ti. Es parte de todos nosotros. Y
como sabemos, porque hemos tenido que sobrevivir a ello, vamos a hacer lo
que debamos para asegurarnos de que nunca tendremos que experimentarlo
de nuevo.
Exhalé.
—La extraño. No sé cómo Walter espera que la sustituyamos de esa
manera.
—Nunca pensé que iba a encontrar un reemplazo para Perséfone tampoco
—dijo en voz baja—. Y como suele suceder, no lo hice. He encontrado algo
aún mejor. Te encontré a ti.
Mi mano se posó sobre su corazón, y no dije nada. Las palabras no podrían
haber descrito posiblemente lo mucho que lo amaba en ese momento.
Enterrando su nariz en mi pelo, Henry me sostuvo mientras nos
balanceábamos en un ritmo silencioso.
—Nunca encontrarás a alguien para reemplazar a Ava porque esa persona
no existe —murmuró—. Pero vas a encontrar a alguien que entienda el
amor como lo hizo Ava. Que lo personifique. Quien tiene, sin lugar a
dudas, heredada la pasión y la devoción que la definía. Y un día, tal vez
dentro de unos años, tal vez muchos siglos a partir de ahora, te detendrás en
medio de lo que sea que estés haciendo y mirarás alrededor, y te darás
cuenta que las cosas están bien otra vez. Tal vez nunca completamente del
todo, porque nada puede llenar ese vacío de la pérdida. Sin embargo, los
componentes que la rodean crecerán. Amarás. Serás feliz. Te vas a reír de
nuevo. Y ese día será mejor que hoy. Lo prometo.
Con el bebé entre nosotros, lo abracé, hundiendo la nariz en el hueco de su
cuello.
—Te amo —le susurré—. Gracias por elegirme. Gracias por dejarme entrar.
—Yo soy el que debería agradecerte. —Sus labios rozaron mi pelo, y sus
dedos se enredaron en los extremos mientras extendía su mano por mi
297
espalda—. Y lo haré, por el resto de la eternidad. Me has salvado la vida,
Kate. Me diste todo. No hay nada que prefiera hacer que estar contigo por
siempre.
—Lo estarás —murmuré en su pecho—. Nunca te voy a dejar ir otra vez.
Él se apartó lo suficiente para tocar sus labios con los míos.
—Bien.
Lo capturé en otro beso, esta vez más profundo y lleno de todo lo que no
pude decir. Cuánto lo amaba, lo agradecida que estaba no solo por él, sino
por la familia que teníamos juntos, todo ello. Pude haber salvado su vida,
pero él había salvado la mía, también. Ninguno de nosotros jamás tenía que
pasar por esa soledad oscura de nuevo.
Entre nosotros, Milo hizo un pequeño sonido, y rompí el beso para mirarlo.
Él balbuceó y agitó sus puños diminutos.
—Sí, está bien, un beso para ti también —dije, con una sonrisa, dejé caer
uno sobre su frente—. Un pequeño niño exigente.
—El personal armó un cuarto para Milo en la habitación contigua a la
nuestra —dijo Henry—. Tiene todo lo que necesita.
—Sí, lo tiene. —Miré a Henry una vez más—. ¿Me puedes hacer un favor?
—Por supuesto —dijo. Dudé, y un momento después me lancé a la pregunta
más difícil que jamás le había preguntado.
A favor de Henry, él no discutió. No le gustaba, pero a mí tampoco. Eso no
cambiaba nada. Y era lo correcto por hacer. Me tomó la mano, y poco a
poco la habitación que nos rodea se desvaneció, reemplazado por rocas
negras y una caverna monstruosa.
La entrada al Tártaro.
—Cerré el camino en la pared —dijo Henry—. Sólo podemos llegar a él
ahora.
298
Asentí. Sin necesidad de correr ningún riesgo. Sin decir palabra alguna,
besé a Milo de nuevo y se lo entregué a Henry. Mis brazos se sentían vacíos
sin él, pero había estado en bastante peligro por una vida de eterna
duración. Él estaría a salvo con Henry sin importar lo que pasara.
Lentamente me dirigí a la puerta. Las barras, una vez talladas en la misma
roca negra, ahora brillaban con luz blanca. Rhea. Me puse de pie lo más
recto que pude.
—Cronos, quiero hablar contigo.
Durante varios segundos, no pasó nada. No es que yo esperara que viniera
corriendo al momento en que llamara, pero él no tenía que hacer esto difícil.
—Por favor —le dije, la palabra agria en mi lengua—. No voy a esperar para
siempre.
Por fin una niebla opaca se deslizó por el suelo, pero no llegó a las barras. A
diferencia de antes, cuando había tenido bastante alcance para causar
estragos en el mundo terrenal, Cronos estaba completamente atrapado
ahora.
La niebla se solidificó en la silueta de un hombre, y Cronos se acercó a la
puerta, tan alto y orgulloso como siempre.
—Kate, querida, yo sabía que regresarías por mí.
—No estoy aquí para liberarte —le dije—. Estoy aquí para estar contigo.
—¿Oh? —dijo Cronos, ceja levantada. Se centró en algo detrás de mí, y me
frunció el ceño. No tenía derecho a ver Henry y Milo después de todo lo
que había hecho—. ¿De qué manera?
—Como tu amiga. Y si no es así, entonces te haré compañía. —Incluso si
hubiera preferido quemarme en un lago de fuego—. Nadie debería estar solo
así por toda la eternidad.
La expresión de Cronos se quedó pensativa.
—No sabía que te importaba.
299
—No lo hago —dije fríamente—. Te odio por lo que le hiciste a mi familia.
Te odio por no curar a Ava. Te odio por ser un megalómano que no puede
ver más allá de sus propios deseos. Pero salvaste la vida de mi hijo el día en
que nació, y nunca lo olvidaré. —Hice una pausa—. Sé lo que se siente al
mirar hacia un futuro negro con nadie en tu vida, y nadie merece eso. Así
que voy a venir a verte. No todos los días, pero lo suficiente para asegurarse
de que alguien te está mirando. Lo suficiente como para asegurarse de que
no estás solo.
Él entrecerró los ojos.
—¿Y si no quiero que vengas?
—Malditamente mal. Así es como va a ser, te guste o no, por lo que
también podrías acostumbrarte.
Pasó un largo momento, y por fin Cronos asintió.
—Muy bien. Hasta entonces.
Él desapareció en la niebla, y los tentáculos se desviaron hacia atrás hasta
que la oscuridad los tragó por completo. Tomé una respiración temblorosa,
tratando de calmar mi corazón acelerado, y Henry puso su mano en mi
espalda.
—Te amo —murmuró. Esas dos palabras nunca perderían su magia—.
Incluso si a veces eres frustrantemente buena.
Cepillé mis dedos contra la mejilla de Milo, tranquilizándome a mí misma
por enésima vez de que él todavía estaba allí.
—Alguien en el Consejo tiene que serlo —le dije, y Henry se rió entre
dientes.
—Sí, supongo que tienes razón. Ahora ven. —Me tomó la mano, su toque
un recordatorio de todo lo relacionado con este mundo que amaba—.
Vamos a casa.
300
La roca negra a nuestro alrededor se desvaneció, dejando sólo restos
persistentes de la guerra y la angustia que habíamos luchado. Henry tenía
razón, mejoraría con el tiempo, al igual que todas las cosas. Por mucho que
la pérdida nos había definido, también lo hacía nuestra capacidad de
esperanza.
Y de aquí en adelante, no importaba lo que el futuro tuviera reservado para
nosotros, lo enfrentaríamos juntos. Siempre.
301
Guía de Dioses
ZEUS — WALTER
HERA — CALLIOPE
POSEIDON — PHILLIP
DEMÉTER — DIANA
HADES — HENRY
HESTIA — SOFIA
ARES — DYLAN
AFRODITA — AVA
HERMES — JAMES
ATENAS — IRENE
APOLO — THEO
ARTEMISA — ELLA
HEFESTO — NICHOLAS
DIONISIO — XANDER
302
Sobre la autora
AIMÉE CARTER
Aimée Carter nació y creció en Michigan (1986) donde reside actualmente. Comenzó a
escribir fan fiction a los once años. Cuatro años más tarde escribió su historia original, y
no ha dejado de escribir desde entonces. Aimée se graduó de la Universidad de Michigan
con un título en Artes y Culturas. Aimée también obtuvo un primer título de Cinturón
Negro de Tae Kwon Do en el Progreso de las Artes Marciales. En 2011 Harlequin
publicó su primera novela The Goddess Test.
303
Agradecimientos MODERADORA
FLOCHI
STAFF DE TRADUCCIÓN
AKANET
ARIA
AYLINACHAN
FLOCHI
JESSY
LALAEMK
LIZC
MARU BELIKOV
NANAMI27
NELSHIA
OTRAVAGA
RIHANO
SHADOWY
SIMORIAH
VAL_MAR
VANEHZ
WICCA_82
STAFF DE CORRECCIÓN
ALDEBARÁN
BRENDACARPIO
FLOCHI
LA BOHEMIK
NANIS
VAL_MAR
RECOPILACIÓN Y REVISIÓN
BRENDACARPIO
DISEÑO
PAULAMAYFAIR
304
¡VISÍTANOS!
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