RECHAZO Y NOSTALGIALa industria, como todo ejercicio humano que se dedica a la bús-
queda tenaz por mejorar las condiciones vitales o a la expresión de sus
modos de “estar sobre la tierra”, ha ido dejando su impronta en los
espacios habitados y en el territorio, a veces sosegadamente, con len-
titud y paciencia, otras de modo violento, casi instantáneo. Tiene, por
tanto, el mismo valor que otras actividades del hombre, con sus con-
quistas y sus grandes destrucciones, siempre desplegando artificios
que transformen la naturaleza originaria o restos de anteriores huellas
humanas.
Sin embargo, es necesario reconocer y señalar, pues tendrá suma
importancia en el ámbito del que nos vamos a ocupar, una caracte-
rística específica de la industria que, por primera vez, aconteció en la
historia: la rapidez de su instalación y su tremenda capacidad para
transformar entornos inmediatos y lejanos, con una tupida red de
carreteras, ferrocarriles e infraestructuras diversas que, como una tela
de araña, vincula amplias extensiones territoriales.
Este amplio tejido que las grandes instalaciones industriales des-
pliegan, se extiende rápida y bruscamente sobre el territorio, organi-
zado por el hilo conductor de la eficacia productiva y la rentabilidad
de los recursos, en muchas ocasiones con claras desviaciones de cri-
terio, arrinconando todo argumento lógico en su implantación y, a
veces, consumiendo más recursos “reales” que los beneficios que pue-
dan reportar. Sólo en algunos temas de la lógica militar podremos
encontrar en el pasado circunstancias parangonables. Eficacia y rapi-
dez, al margen de cualquier otra consideración, une los argumentos
con que las implantaciones militares e industriales se han construido en
el pasado, (¿sólo en el pasado?).
Sin embargo, y como casi siempre ocurre, lo que en su día fue
rechazado, lo que destruyó idílicos paisajes agrícolas, lo que trans-
formó radicalmente los modos de vida de comunidades enteras,
aquello que, en definitiva, se vio como un mal, genera pensamientos
nostálgicos y, ahora, cuando nos encontramos frente a la realidad de
su desaparición, agita mentes, sentimientos y sensibilidades, cla-
mando de un modo u otro por su conservación. Es la eterna condición
humana, siempre temerosa hacia el futuro y nostálgica y compasiva
hacia el pasado.
En el proceso destructivo que, en mayor o menor grado, acom-
paña a toda implantación industrial, la idea burguesa de progreso
ha jugado un papel de allanar dificultades, contribuyendo a superar
aquellas voces, por lo demás escasas, que clamaban contra aque-
lla destrucción, transformando no sólo el espacio físico, sino también
las mentalidades, como escribe Ernst Jünger: “La marcha triunfal de
la técnica deja tras de sí una amplia estela de símbolos destruidos”.1
Las “aldeas perdidas” dejaban de serlo en cuanto la explotación
minera o industrial hacía su aparición, con dolor y drama una nueva
realidad se imponía. Por el contrario, hoy se asumen como un bien
cultural las huellas de aquellas implantaciones, y más allá incluso del
significado económico de su pérdida, se clama por su conservación
o reutilización, de modo que, permaneciendo en alguna manera su
valor rememorativo, el valor estratégico para la economía se trans-
forme ahora en bien de explotación turístico-cultural.2
Probablemente sean mentalidades similares, si la transposición
temporal fuera admisible, las que, frente a la industria minera, cla-
maban por la conservación intacta de los territorios y las economías
agrícolas, en definitiva, por sus respectivas aldeas perdidas, y tam-
bién quienes hoy proponen, a toda costa, la conservación de los vie-
jos tinglados industriales. Unas y otras visiones temporales se confun-
den, en la medida en que ambas parten de sus respectivos presen-
tes como realidades incontrovertibles, como bienes a conservar por
sí mismos, sin buscar realidades más amplias, ignorando aquellas
CELEST INO GARCÍA BRAÑA
Industria y arquitectura modernaen España, 1925-1965
1 JÜNGER, Ernst, El Trabajador, pág. 157, Tusquets, Barcelona, 1993. La primera edición apareció en Berlín en 1932.2 Referencia a la novela La aldea perdida de Armando Palacio Valdés (1903), que narra la confrontación que en “la tranquila vida de lacomunidad campesina originó la primera industrialización.”
A todos los miembros del Comité de Registros.
Con amistad, gratitud y deuda.
posibles iniciativas capaces de canalizar “positivamente” las ener-
gías transformadoras de cada momento. Las negaciones totales, por
reduccionistas, inevitablemente conducen a semejantes paradojas.
Naturalmente, esto no puede hacernos olvidar que si el control de
la Técnica y de su derivada, la Industria, escapa en buena medida, en
nuestro presente, a los principios de una ordenada implantación,
cuánto más en el pasado, en que los valores ampliamente dominan-
tes de la burguesía no permitían más consideraciones que el más
inmediato de los beneficios.
Como todos los grandes acontecimientos, Técnica e Industria difí-
cilmente admiten definiciones concluyentes, siempre estarán sujetas
a los específicos puntos de vista desde los cuales se analicen. En rela-
ción con ellas, entre las idílicas esperanzas depositadas inicialmente
en sus fértiles futuros y las realidades explotadoras descritas por nove-
listas, pintores o poetas, median abismales diferencias.
TRABAJO INDUSTRIAL Y NUEVA SENSIBILIDADLa complejidad del fenómeno industrial no admite, por tanto, miradas
únicas capaces de explorar todas sus dimensiones. Aquí, en buena
medida, sólo interesarán aquellas que puedan dar cuenta de su con-
dición arquitectónica, urbana y territorial.
Ninguna intención que pueda motivar una pervivencia fuera de
lugar y de tiempo de lo que fue. Tampoco se pretende reflejar una
supuesta valoración canónica de los edificios a que ha dado lugar. Se
trata de documentar e interpretar una historia, una parte que consi-
deramos importante de un pasado arquitectónico reciente, que cons-
tituya un instrumento para su mejor conocimiento y valoración cultu-
ral, quizá también un apoyo a la necesaria reflexión y toma de deci-
siones acerca del papel que estas instalaciones industriales pueden
llegar a jugar en un inmediato futuro, si así se juzgara conveniente.
No se defiende su indispensable conservación, se proclama su
valor. El cometido que puedan desempeñar en el futuro dependerá
en cada caso de múltiples consideraciones y circunstancias. Se trata,
por tanto, de reconocer su contribución a la configuración espacial
de ciudades y territorios, cómo han llegado a constituirse en memoria
colectiva y qué han aportado estas instalaciones industriales a la
arquitectura del Movimiento Moderno, contribuyendo significada-
mente a su afirmación e implantación. Esa aportación ha resultado
decisiva, pues en ellas la arquitectura, liberada, aunque sólo en cierta
medida, de simbolismos y representaciones, apoyada de modo casi
exclusivo en las necesidades tecnológicas, ha entrado de modo
“natural” en el alma misma de lo que constituyó el núcleo fundamen-
tal y las líneas básicas del Movimiento Moderno, que a su vez muestra
cada vez más irisaciones, lejos de los monolitismos definitorios de sus
segundos momentos.
Derivadas de la “racionalidad” de los procesos industriales, o
mejor, tras la eficacia extremadamente economicista de su razón de
ser y de su propia naturaleza, tienen lugar en el terreno de lo arquitec-
tónico, de lo urbano y de lo territorial, dos consecuencias evidentes:
por un lado, la tendencia a la racionalidad de sus contenedores, des-
pojados de elementos ornamentales, y por otro, la extremada anar-
quía en su instalación, con funestos resultados desestructurantes para
la realidad que ha de soportarlos. Ningún objetivo fuera de su propia
estrategia rentabilizadora merece su atención, las consecuencias son
claramente destructoras, tanto de territorios como de conjuntos cons-
truidos. Nada permanece, todo se altera con extremada velocidad.
Velocidad de cambio que ya en sus “Estampas Parisienses” había per-
cibido Baudelaire, haciendo de ello una de las características de la
modernidad, en este caso de aquella incipiente modernidad.
Por todo lo anterior, quizá las formas más dignas, las que más cla-
ramente ponen de manifiesto su propia racionalidad y, desde luego,
las que más y mejor se han utilizado en la expresión de esa contun-
dente razón de ser hayan sido, en primer lugar, las desnudas estructu-
ras metálicas y, después, toda la expresión arquitectónica vinculada
al Movimiento Moderno. La racionalidad que esta arquitectura predi-
caba es convergente con la propia racionalidad de la Técnica, con-
virtiéndose así, no sólo en un buen vehículo de eficacia, sino también,
a la postre, de simbología. Desde las implantaciones industriales de
Albert Kahn en Detroit, hasta la Van Nelle, por poner algún ejemplo, el
hilo conductor de lo moderno está presente y asume cómodamente
el papel de contener los organizados y eficientes sistemas productivos.
Así, la arquitectura del Movimiento Moderno, pese a reclamar la
vivienda como principal objetivo de sus preocupaciones, es en la
industria donde encuentra más fácil acomodo, donde es asumida sin
grandes contradicciones. No es la carencia de lo simbólico en la indus-
tria lo que aparentemente facilita la adopción de este lenguaje arqui-
tectónico, es más bien al contrario, que la simbología del progreso y
de la eficiencia tecnológica encuentran dignidad en el ropaje de lo
moderno. Los grandes magnates de la industria que construyen sus
mansiones apoyándose en el prestigio de la historia y sus estilos, adop-
tan con facilidad para sus edificios industriales el lenguaje moderno.
Todo queda, así, en perfecta sintonía.
Fabrikstadt, MarianneWerefkin, 1912,témpera sobre cartón
Fábrica Van Nelle, 1925-1931, RotterdamJan Brinkman, Leen van der Vlugt
La “desnudez” de la arquitectura moderna, su sinceridad cons-
tructiva, es adecuada envoltura para la eficacia de la industria. Nada
se mueve sin símbolos y la dura industria también requiere de los suyos.
La verificación inmediata de lo anteriormente escrito nos la pro-
porciona Adolf Behne, en su importante libro 1923. La construcción
funcional moderna.3 Basta recorrer las ilustraciones que acompañan
al texto, para comprobar que en su casi totalidad están dedicadas a
edificios industriales y que apenas cuenta con alguna vivienda de
Loos o de Le Corbusier, cuando, por el contrario, A. Kahn, H. van de
Velde, O. Bartning, P. Behrens, W. Gropius y H. Meyer, H. Haring, E. Men-
selsohn, H. Poelzig, B. Taut, los hermanos Luckardt, T. Garnier, A. Perret,
N. Ladovski, etc., aparecen representados con sus propuestas para
edificios industriales.
En este mismo texto, Behne toma unas citas de Henry Ford que,
por su oportunidad, parece conveniente recoger también aquí: “La
condición necesaria para una eficiencia mayor y un proceso produc-
tivo humano es un espacio fabril limpio, luminoso y bien ventilado.
Nuestras máquinas están dispuestas muy próximas una a otra: cada
pie cuadrado de espacio significa naturalmente un cierto incremento
de los costes de producción, que junto con los costes adicionales de
transporte que se originan cuando las máquinas están separadas seis
pulgadas más de lo necesario, acaba siendo cargado a los consumi-
dores. Por eso nuestras máquinas están más juntas que en cualquier
otra fábrica del mundo. Al lego pueden parecerle que están monta-
das directamente unas sobre otras, y sin embargo están instaladas de
acuerdo con un método científico, no tan sólo según el orden de las
distintas operaciones, sino según un sistema que proporciona a cada
obrero todas y cada una de las pulgadas cuadradas del espacio que
le son necesarias, pero, cuando es posible, ni una pulgada cuadrada
–y ciertamente ni un pie cuadrado– más [...]. Cuando se levantaron
nuestras viejas edificaciones, la ventilación no estaba avanzada como
hoy. En todos los edificios de nueva planta, los pilares están huecos,de
manera que a través de ellos se bombea al exterior el aire viciado y se
aporta aire limpio. Durante todo el año se pretende conseguir una
temperatura constante, y durante el día no existe en ningún momento
la necesidad de iluminación artificial. Los rincones oscuros, que invitan
a toda inmundicia, se pintan de blanco. Donde no hay limpieza no
hay moral. Disculpamos tan poco la negligencia en la conservación
de la limpieza como la negligencia la producción”.4 Más adelante, y
como referencia al valor que el propio Ford daba a la dimensión sim-
bólica en los edificios industriales, aparece la siguiente cita: “Se reali-
zan esfuerzos ostensibles dirigidos a reducir las dimensiones creativas a
cosas materiales, que puedan colgar de una pared, ser escuchadas
en una sala de conciertos, o ser dispuestas para su contemplación en
cualquier otro lugar, donde personas ociosas y siempre insatisfechas
tienen buen cuidado de reunirse para ensalzar mutuamente su cul-
tura. Quien quiera, en cambio, obrar de manera verdaderamente cre-
ativa, aquel que se aventura donde rigen leyes superiores como las de
la tonalidad, de la línea y del color, se encaminará hacia un lugar
donde impere la ley de la personalidad. Necesitamos artistas que
dominen el arte en sus aspectos industriales. Necesitamos maestros del
método industrial. Necesitamos hombres que tengan la fuerza de
transformar a la masa política, social, industrial y éticamente informe,
en una totalidad sana y proporcionada. Hemos coartado el talento
creador y lo hemos profanado imponiéndole fines triviales. Necesita-
mos hombres que nos den un plan de trabajo dirigido hacia todo lo
correcto, bueno y deseable”.5 Y al referirse a sus últimas intenciones,
en cuanto a sus edificios industriales se refiere, Ford es taxativo: “No
pensamos levantar edificios suntuosos como símbolo de nuestros éxi-
tos. La financiación de construcción y mantenimiento significaría tan
sólo una carga estéril para nuestros productos: tales monumentos del
éxito se convierten con excesiva frecuencia en monumentos funera-
rios. Un gran edificio administrativo puede resultar necesario en alguna
ocasión, pero cuando lo veo, siempre se levanta en mí la sospecha de
la existencia de un exceso. Siempre hemos considerado superfluo un
aparato administrativo complicado, y preferimos ser conocidos por
nuestros productos, no por las edificaciones donde son fabricados”.6
Difícilmente se puede expresar de manera más sintética y precisa
un programa edificatorio para la industria, difícil parece también no
deducir la lógica que relaciona, casi de modo inmediato, los presu-
puestos del Movimiento Moderno con las aspiraciones que más iden-
tifican la producción industrial.
La influencia que este modo de entender la construcción de los
edificios industriales se extenderá rápidamente, como muy acertada-
mente escribe Antonio Pizza: “la ejemplar alianza entre A. Kahn y H.
Ford representará un modelo encomiable de acuerdo entre el mundo
de la industria y la profesión; la construcción de las fábricas america-
nas, de acuerdo con un escrupuloso respeto de los requisitos de efi-
ciencia funcional, uso de materiales modernos y garantizado bienes-
tar de los ambientes de trabajo, constituirá un canon imprescindible al
que deberían atenerse los proyectistas europeos”.7
Mucho más, teniendo en cuenta que aquellas realidades con-
3 BEHNE, Adolf, 1923, La construcción funcional moderna, Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Demarcació de Barcelona, Barcelona, 1994.4 Ibid., pág. 38.5 Ibid., pág. 39.6 Ibid., pág. 39.7 PIZZA, Antonio, “La arquitectura de la industria como Zeitstil de la modernidad”, en Arquitectura del Movimiento Moderno. RegistroDOCOMOMO Ibérico, pág. 264, DOCOMOMO Ibérico/Fundacion Mies Van Der Rohe, Barcelona, 1996.
Reforma de laMeyer-KauffmannTextile Company,1922-1923Wüstegiersdorf,Silesia Erich Mendelson,Erich Laaser
Fábrica Fagus, 1911-1913Alfeld an der LeineWalter Gropius, Adolf Meyer
trastaban fuertemente con la edificación habitual de las industrias del
momento. “¿Cómo había sido hasta entonces la construcción de
fábricas en Alemania?” Así se interrogaba y así responde A. Behne:
“Las fábricas, aquí como en todas partes, se levantaban de la manera
más tosca y barata, con el mayor desdeño. No se malgastaba en ella
ninguna mínima intención configuradora, y si ocasionalmente se dis-
ponía alguna torrecilla gótica o un frontón renacentista, se conseguía
tan sólo falsear el resultado. La fábrica de patios sombríos, pasadizos
estrechos, vidrieras ciegas, espacios bajos y oscuros, más parecida a
una prisión que a un lugar de trabajo productivo, la fragua del aire
viciado, repulsiva y funesta, era la pareja perfecta de los cada vez
más aterradores interiores en crecimiento de las Mietkaserne de la
gran ciudad, donde la mayoría de los esclavizados de la gran ciudad
debían vivir”.8
Con todo lo anterior, se comprenden perfectamente los acentos
arquitectónicos que P. Behrens pondría en su interpretación de lo que
los edificios industriales deberían ser: “La organización de las necesi-
dades de la producción dicta la ordenación de los espacios. El con-
trol general, la facilidad y maniobrabilidad en los traslados, el trasiego
de los productos fabricados, la libre movilidad del utillaje, de las
máquinas o de los vehículos, exigen naves amplias, francas y diáfanas.
Conviene que los lugares de trabajo sean tan luminosos y el espacio
disponible tan grande como sea posible”, para a continuación tradu-
cirlo a un lenguaje arquitectónico expresivo de las propias necesida-
des de lo industrial: “A este fin, es recomendable desplazar las cajas
de escalera y los ascensores al exterior, con lo cual el efecto arquitec-
tónico se hace más impresionante, tanto en el interior, por la larga ali-
neación de las salas de trabajo, como en el exterior, por la pintoresca
animación que las cajas de escalera proyectadas hacia fuera intro-
ducen en las hileras de ventanas, y por las torres de ascensores que
superan la altura del caballete. Dado que en la construcción de fábri-
cas hay que contar con la abertura de grandes ventanales –porque
la luz es condición necesaria de un buen trabajo–, deben tener un
papel preponderante, dominar la superficie del cuerpo edificado y
ayudar a sostener el efecto fabril: por ello, no deben presentarse
como grandes agujeros en el muro, sino situarse en el mismo plano
que la cara exterior del mismo, y dar así a la pared del edificio un
aspecto más grato”.9
Si tenemos en cuenta que este texto fue escrito en el año 1920, es
fácil deducir su influencia sobre las ideas posteriores de Gropius o Le
Corbusier en la formulación de los principios del Movimiento Moderno.
Su búsqueda en pos de una arquitectura que reflejara el espíritu de su
tiempo vincula de manera indisoluble rentabilidades económicas, efi-
cacias técnicas y austera simplicidad expresiva, y si la arquitectura
moderna se adopta con naturalidad como lenguaje de la Industria es
porque así lo exige la Técnica. Su naturaleza, la del Movimiento
Moderno, resulta conveniente a la Técnica, a su propia expresión de
eficacia y poder. “El Estilo de la Industria”,10 así titulaba Frank Lloyd
Wright la segunda de sus famosas conferencias impartidas en Prin-
centon en el año 1930, con ello, su autor venía a reconocer “lo indus-
trial” como una nueva etapa en el desarrollo de la humanidad en la
que todo se vería profundamente afectado.
ESTÉTICA DE LA MÁQUINA, ESTÉTICA DEL INGENIEROLa característica más determinante de todo el pensamiento arqui-
tectónico del primer tercio del siglo XX es la necesidad de responder
adecuadamente a los requerimientos de una sociedad en la que la
presencia de la Máquina, también de la Industria, se estaba haciendo
vertiginosamente omnipresente. Para los más significativos arquitectos
de estos años, la preocupación fundamental no era otra que definir
unos principios arquitectónicos en la formulación de lo que Wright,
como ya indiqué, denominaría “el Estilo de la Industria”.
Pero el personaje que de un modo natural estaba inmerso en los
problemas específicos de la Técnica ya existía, no era otro que el Inge-
niero. De modo natural se fue abriendo paso el protagonismo de la
figura del ingeniero que cabalgaba cotidianamente a lomos de aque-
lla condición emergente del siglo XX. Viollet-le-Duc, que ya había refle-
xionado a mediados del siglo XIX, si no sobre la belleza, si al menos sobre
el carácter de la locomotora, afirmó con naturalidad: “Los ingenieros
que han hecho locomotoras no han pensado en copiar el enganche
de una diligencia”. Con una sentencia tan elemental estaba definiendo
un carácter esencial de la producción industrial, que derivaba obvia-
mente del propio desarrollo de la Técnica, esta condición esencial no
era otra que la exigencia de la más estricta funcionalidad como requi-
sito indispensable de la condición técnica. Ciertamente, el método
racional, es decir cálculo y precisión, serán los instrumentos fundamen-
tales del trabajo de los ingenieros.
Pero la producción de objetos, máquinas o presas hidroeléctricas
necesita inevitablemente de recursos formales que se apoyen en una
materialidad, lo que, antes o después, no podría dejar de poner de
manifiesto el problema que de ello deriva, es decir su valoración esté-
tica. Y si bien esta valoración de la forma fue, en principio, negativa
8 BEHNE, Adolf, op. cit., pág. 40.9 BEHNE, Adolf, op. cit. pág. 42.10 WRIGHT, Frank Lloyd, El futuro de la Arquitectura, Poseidón, Buenos Aires,1958.
Nave del Mataderode Lyon, 1915Tony Garnier
Torre de elaboraciónde lejía en unafábrica química,1923Nikolai Ladovski
para los productos de la ingeniería, no es necesario recordar las polé-
micas suscitadas por el Cristal Palace de Londres (1851), o la torre Eiffel
en París (1889), en los primeros años del siglo siguiente se abriría paso
una nueva sensibilidad. Cuando Hermann Muthesius, y en general
todas las personas vinculadas al Werkbund, establece que los argu-
mentos básicos que ha de seguir toda producción, desde el objeto al
edificio, deben guiarse por la finalidad, el material empleado y los pro-
cedimientos técnicos de su construcción, a fin de alcanzar la ansiada
belleza, estaban argumentando a favor de los procedimientos de la
ingeniería, y ello independientemente de que Muthesius, como es
bien conocido, no confiara en las simples razones de la utilidad como
argumentación exclusiva para la obtención de la belleza.11 Lo que
resultaba indudable era que, sin el rigor del procedimiento técnico,
todo otro modo de aspirar a la belleza sería recorrer caminos con-
denados al fracaso. La formulación que Joseph August Lux esta-
blecía en “Ingenieur-Aesthetik”, su importante texto de 1910: “La
forma estética debe ser inventada ex novo sobre la base de los
nuevos elementos. Este es el problema que todos estamos empe-
ñados en resolver”12 marcaba confiadamente el camino de no
retorno y la esperanza en los indudables beneficios del progreso
técnico y la nueva era maquinista.
En realidad, sólo quedaba aguardar a que se cumpliera el siem-
pre necesario periodo de acomodación, para que las desnudas nue-
vas formas fueran naturalmente asimiladas, ya que “en ellas se
hallaba la expresión de férreas necesidades”.13 Fue necesario cambiar
el sentido de la mirada, dotándose de una nueva sensibilidad, para
así poder afirmar: “Este ojo nuevo ve, en el lugar de la desolación, ger-
minar el secreto de una nueva belleza y percibe, a despecho de la his-
toria del arte, las construcciones de la técnica desde un punto de vista
artístico o, al menos, desde un punto de vista estético. Ciertamente,
quien primero se dota de aquel nuevo ojo de modo natural, siguiendo
la esencia de sus propios propósitos y de la naturaleza de sus aspira-
ciones, fue el ingeniero, de modo que también inevitablemente fuera
necesario exclamar explícitamente: El verdadero arquitecto de nues-
tra época es el ingeniero”.14
Él, el Ingeniero, era quien no había dudado, quien había com-
prendido tempranamente la nueva situación y quien, mirando de
frente a la nueva realidad, se había dotado, con fe, de los nuevos ins-
trumentos necesarios para abordar las inevitables consecuencias de
la nueva era tecnológica. Así, su figura resulta notablemente agigan-
tada, ya que “es sustancialmente más cómodo y más fácil divertirse
combinando de distinto modo los motivos estilísticos tradicionales que
interrogar a la vida acerca de sus necesidades latentes, con la inten-
sidad que lo hace la técnica moderna, que efectivamente ha enri-
quecido la vida humana con un gran número de admirables estruc-
turas. La técnica no sólo ha ampliado nuestros conocimientos, sino
también nuestras facultades, en suma, el ámbito de la potencia
humana, y nos ha proporcionado fuerzas que hace sólo cincuenta
años eran aún sueños de fábula. Es aquí entonces, en el campo de la
Técnica, en donde deben buscarse los orígenes de una nueva arqui-
tectura. Puesto que de lo que se trata, a fin de cuentas, es de esta-
blecer contactos con la naturaleza fuera de nosotros, de extender la
esfera de la acción de nuestros órganos y de nuestros nervios. Nuestra
voz y nuestros brazos quieren atravesar el océano, quieren conectar
a las naciones, abreviar las distancias espaciales y temporales, con
el cable, el piróscafo veloz, los automóviles, con numerosas instala-
ciones y espacios, con vías, puentes y túneles, con estructuras de todo
tipo, cuya forma surge de la necesidad y de la finalidad concreta, sin
atribuir ninguna importancia a los conceptos estilísticos preexistentes
heredados del pasado. Aquí, entonces, está la vida. Surge un nuevo
concepto de espacio y forma, una nueva idea de la arquitectura, un
nuevo concepto de belleza”.15
El siempre atento Le Corbusier sólo tenía que recorrer el camino
trazado unos años antes y reorientarlo en función de sus propios inte-
reses, la fruta había madurado, apenas se necesitaba abrir los ojos,
extender la mano y recogerla.
LOS TRES INGENIEROS: ALBERT KAHN O EL INGENIERO PRAGMÁTICO, LE CORBUSIER O EL INGENIERO “FACTOTUM”,PETER PALCHINSKY O EL INGENIERO HUMANITARIOSin embargo, la cuestión no sería tan sencilla, y en la actitud frente al
papel a desarrollar por el ingeniero, la línea de continuidad se quie-
bra, siendo posible distinguir al menos tres posiciones claramente dife-
renciadas. La primera, digamos para entendernos, la de la “solvencia
técnica”, defendida por A. Kahn y por su hermano Moritz, quien en la
temprana fecha de 1917 publica The Desing and Construction of
Industrial Building,16 libro en el que ordena y sistematiza el conjunto de
ideas que deben tenerse en cuenta en la búsqueda del edificio ade-
cuado destinado a la producción industrial. La primera condición que
establece es conocer a fondo todas las características que cada pro-
ducción industrial conlleva,”entendida como un flujo continuo y con
la menor cantidad de tiempos muertos e interrupciones”.17 Así, el sis-
tema productivo propugnado por Ford penetra en la misma concep-
ción del edificio. Simultáneamente, entiende las posibles técnicas
constructivas a utilizar como variables que, “aplicadas con propie-
dad”, han de implicar la reducción de tiempos, tanto de ideación
como de ejecución. Además, los edificios para la industria deben
cumplir con la idea de Ford y favorecer la predisposición del obrero
hacia el trabajo “a partir de la mejora de la cualidad global del
ambiente”. Las condiciones estéticas del edificio quedan, para Moritz
Kahn, en un segundo término, pues no pierde nunca de vista que el
objetivo fundamental es la “organización del espacio interior con-
forme al ciclo de producción”.18 Con gran sentido práctico, reclama
una nueva figura que juzga indispensable para lograr los fines pro-
puestos: el “Factory Designer”, que tendrá la misión de “unir su cono-
cimiento de la arquitectura con el de la ingeniería civil, la mecánica y
la electrónica”.19
Con semejantes argumentos, no es de extrañar que A. Kahn des-
deñara la visión sustentada por Le Corbusier de “un genérico ingeniero
11 Hermann Muthesius.12 LUX, Joseph August, “Estética de la ingeniería”, en MALDONADO, Tomás, Técnica y Cultura, Ediciones Infinito. Buenos Aires, 2002.13 Ibid., pág. 87.14 Ibid., pág. 88.15 Ibid., pág. 91.16 Ibid., pág. 98.17 BUCCI, Federico, L’architetto di Ford, pág. 23, Città Studi, Milán, 1991.18 Ibid., pág. 24.19 Ibid., pág. 24.
Crystal Palace, 1951 LondresJoseph Paxton
20 Ibid., pág. 24.21 Ibid., pág. 51.22 SOLÀ-MORALES, Ignasi de, “High-tech. Funcionalismo o retorica”, en Arquitectura nº 300.23 MOOS, Stanislaus von, “Standard et élite: le syndrome Citrohan”, en voz “Industrie”, en Le Corbusier, une encyclopédie, Centre GeorgesPompidou, París, 1987.24 GRAHAM, Loren R., El fantasma del ingeniero ejecutado, págs. 61 y ss., Editorial Crítica, Barcelona, 2002.
factotum”, frente a su pragmática propuesta de una oficina de pro-
yectos en la cual estuvieran eficazmente integrados todos los saberes
necesarios. Tampoco le interesaban a Kahn los resultados que los
arquitectos europeos alcanzaban, de quienes criticaba su apego a
exhibir grandes superficies vidriadas, que eran más el resultado razo-
nes estéticas que de “precisos controles de orden funcional”. Para él,
lo definitivamente importante era lograr un edificio industrial “como
perfecta máquina productiva”,20 a diferencia de Le Corbusier que lo
entendía como “magnífica primicia de nuestro tiempo”. Por otra
parte, la actitud de Kahn no hace sino seguir la extrema lógica de la
situación, sin intentar salirse de ella ni un milímetro, ya que como enun-
ciara años después Ernst Jünger con su precisión acostumbrada: “La
técnica halla un lenguaje nuevo; eso quiere decir: renuncia a todos
los resultados que no sean los ya contenidos, como resultado de una
operación aritmética, en la utilización de ese lenguaje”.21 La actitud
que A. Kahn adopta en otros proyectos alejados del tema industrial,
ayuda a comprender su radical sentido práctico con relación a los
edificios fabriles, pues no traslada ninguna consideración teórica rela-
cionada con la industria a temas como viviendas o edificios institucio-
nales, en los que actúa eclécticamente sin ninguna dubitación, de lo
que es plenamente consciente y queda reiteradamente justificado en
sus escritos.
La relación entre Técnica y Arquitectura en Le Corbusier queda
dibujada con precisión por Ignasi de Solà-Morales: “Antes y ahora, la
arquitectura es mediación entre las técnicas, las imágenes, el pano-
rama que la cultura de cada momento ofrece y lo que Le Corbusier
llamará el orden del universo. Se trata de una palabra más genérica,
más allá de la determinación técnica o práctica de cada obra. Es una
mediación entre el entorno técnico al cual los ojos del arquitecto
deben estar bien abiertos y la finalidad estética que constituye el
último objetivo de la obra arquitectónica. La mediación de la arqui-
tectura no se juega, en último término, en el nivel práctico, productivo,
particular de los objetos, sino en el discurso, expresión o mensaje que
desde ellos puede establecerse, como manifestación del tiempo pre-
sente”.22 Las diferencias con A. Kahn son obvias, y se acentuarán
cuando Le Corbusier, desilusionado por no encontrar verdaderos hom-
bres de la industria en Francia, fracasadas las experiencias con Gabriel
Voisin y la corta colaboración con Henry Frugès, se retira en sus cuar-
teles de invierno, “a cincelar su autorretrato de artista”. Nunca más
una imagen de industrial, sino el retrato de un “gran hombre” que
viene a enfrentarse con la realidad para que puedan nacer nuevos
Tiempos (al menos una nueva arquitectura). Stanislau von Moos, con-
tinúa su texto tan ilustrativo: “La editorial del penúltimo numero de la
revista (L’Esprit Nouveau) es, de este modo, sintomática: el texto, diri-
gido por Ozenfant y confirmado por Jeanneret, no tiene nada de la
furia propagandística de las primeras proclamas. Nada de exhorta-
ciones al artista y al arquitecto para que abracen la técnica y la indus-
tria como base de una reforma cultural universal. Al contrario, neta
separación del trabajo del arte, la poesía y la ciencia (que no deben
nada más que a sí mismos), y compromisos confortables y lucrativos
con la gloria y el éxito: es preciso optar entre Mercurio y Apolo”.23
Frente al ingeniero de Le Corbusier, frente a Ford o Taylor, está la
actitud del ingeniero ruso Peter Palchinsky (1875-1929), quien se distin-
gue nítidamente de ellos al valorar el papel que la técnica debe jugar
en el progreso de la humanidad. Su “advertencia” a los jóvenes gra-
duados en las escuelas de ingeniería rusas era de otro calibre. “Creen
que todo problema es puramente técnico, con lo que suponen que
cualquier solución que incorpora los últimos adelantos científicos es la
mejor”.24
Palchinsky había comenzado su labor profesional en la cuenca
del Don, allí fue enviado en 1901 para realizar un estudio sobre el fun-
cionamiento de las minas. Elabora un informe minucioso sobre ellas,
pero añade de propia iniciativa la descripción del modo de vida de
los mineros, sus infames alojamientos, dibujados con precisión, y el
penoso desarrollo de su vida cotidiana, que causó una profunda
impresión entre los responsables de los Ministerios de Comercio e Indus-
tria y del de Finanzas. Simpatizante del Partido de los Socialistas Revo-
lucionarios, fue desterrado a Siberia en 1906. Su visión de la ingeniería
parte de una premisa básica: los seres humanos deberían ser objeto
de la máxima consideración en la planificación industrial. Huido de
Siberia, trabaja en Alemania, Francia, Inglaterra, los Países Bajos e Ita-
lia. Cuando se le encargaron, en razón de su prestigio, informes sobre
las actividades portuarias de Amsterdam, Londres y Hamburgo, “advir-
tió que no se podrían ejecutar con eficacia las labores de estiba y
desestiba si los trabajadores no tenían interés y preparación para ello”.
Regresa a Rusia en 1913, donde continúan sus problemas políticos y
funda un centro para el “estudio racional de los recursos naturales de
Rusia”. Defensor y partícipe en el Gobierno Provisional, con la Revolu-
ción de Octubre, será de nuevo encarcelado, saliendo de prisión por
intervención directa del propio Lenin, del que difería notablemente
Packard Motor CarCompany, edificio nº 10, 1905DetroitAlbert Kahn, Ernest Wilby
Ford Motor Company1909-1918Highland Park, DetroitAlbert Kahn
Ford Motor Companyampliación, 1918Vista exteriorHighland Park, DetroiAlbert Kahn
con relación al entendimiento global del desarrollo industrial en la
Unión Soviética. Mientras Lenin afirmaba en 1918: “Debemos introdu-
cir el sistema taylorista y los sistemas científicos de los americanos para
aumentar la productividad del trabajo en todo lo ancho de Rusia”,
Palchinsky y sus colaboradores se “preocupaban de los efectos atur-
didores que podrían tener para los trabajadores la imposición de los
métodos de Taylor y Ford”. Como señala Loren R. Graham, él propo-
nía otro enfoque general: “El mundo para los seres humanos”. Su fór-
mula era: la “ingeniería humanitaria”, que tenía como idea elevar los
conocimientos de los trabajadores hasta tal grado que los primitivos
métodos del taylorismo, pensados para obreros sin experiencia, fue-
ran innecesarios: “Los trabajadores bien informados serían dueños de
su trabajo, no sus esclavos”. Profesor del Instituto de Minería, consejero
estatal de grandes proyectos, importante y respetado ingeniero,
miembro del Gosplan, sus ideas acerca de los principios que deberían
orientar el trabajo de la ingeniería no dejarían de acarrearle conti-
nuados problemas políticos. El enfrentamiento final no tardaría en lle-
gar. Mientras que Stalin sostenía que: “no hay fortaleza que los bol-
cheviques no puedan tomar por asalto” y “la tecnología lo decide
todo”, Palchinsky, más socrático, reflexionaba de otra manera: “No
somos magos, no podemos hacer cualquier cosa”. Nada puede
extrañar que la defensa de aquellas ideas le llevara al aniquilamiento.
Fue ejecutado, clandestinamente, en 1929.
Probablemente, si Le Corbusier no se hubiera sentido mago en su
edificio para el Centrosoyus en Moscú, quizá habría obtenido mejores
resultados.
INDUSTRIA Y ARQUITECTURA MODERNACon probabilidad de acierto, puede decirse que donde más clara-
mente se han concretado las características de la modernidad arqui-
tectónica ha sido en la resolución de los problemas planteados por los
requisitos de indispensable cumplimiento del edificio industrial y en la
adecuada expresión de los mismos. En cierto modo, las características
arquitectónicas desveladas en los edificios de carácter industrial aca-
barían imponiéndose como argumentos definitorios de la nueva arqui-
tectura, del mismo modo que la nueva era industrial acabaría trasto-
cando los viejos valores y alumbraría un nuevo modo de ver e inter-
pretar el mundo.
Naturalmente, esa permeabilización de la arquitectura por el
mundo de la industria tenía viejos y abundantes antecedentes.
Podrían ponerse muchos ejemplos del largo proceso bajo aquella
influencia progresiva, me quedaré con el que me parece más emble-
mático, dadas la categoría y circunstancias de su protagonista.
Cuando en fechas anteriores preparaba su viaje a Inglaterra, que
tuvo lugar entre el 16 de abril y el 22 de agosto de 1826, lejos estaba
Karl Friedrich Schinkel de intuir las consecuencias que tal aconteci-
miento tendría para su visión de la arquitectura y, a la postre, para la
arquitectura misma. Y eso que Schinkel realiza el viaje acompañado
de Peter Beuth, buen conocedor de las novedades industriales de
Inglaterra, pues ya había estado en este país tres años antes. De la
impresión que los edificios industriales producen en Beuth quedan
varios textos25 en los que este refleja aquel impacto, alguno dirigido
al propio Schinkel en 1823: “El milagro de nuestro tiempo, querido
amigo, son para mí las máquinas y los edificios construidos para ellas,
llamadas factory. Un ejemplo usual puede tener hasta ocho y nueve
pisos de alto, y tiene además hasta cuarenta ventanas a lo largo y al
menos cuatro de profundidad. Las columnas son de metal y las vigas
que se apoyan sobre estas también. Un gran número de estos conte-
nedores se encuentra también en puntos muy elevados que dominan
los alrededores, a esto se le suma un bosque de chimeneas aún más
altas. Producen un maravilloso efecto desde lejos, sobre todo de
noche, cuando millares de ventanas se iluminan con la luz de gas”. Y
si del exterior le impacta la imponente presencia, en el interior le llama
la atención el sistema constructivo adoptado en alguno de aquellos
edificios: “Las bóvedas se apoyan sobre vigas y columnas de hierro
colado” y también el ambiente de limpieza dentro de las fábricas:
“después de una visita que duró muchas horas, mi vestido no refle-
jaba la más mínima mota de polvo”, sacando la conclusión, como
nos relata Marco Pogacnik, de que “todo esto no era un lujo inútil; el
hecho de trabajar en ambientes limpios y con máquinas construidas
con cuidado y precisión animaba al operario a agradecer y repro-
ducir en su trabajo la misma inteligencia y decisión”. Sin duda, clara
anticipación, con todas las lógicas diferencias, de lo que serían, ya lo
hemos visto, las ideas de Ford y Taylor al respecto.
Más adelante, la masiva disponibilidad de materiales como el
25 POGACNIK, Marco, “La fabbrica e l’architetto. Il viaggio in Inghilterra di Schinkel”, en Casabella nº 651-652.
Ford Motor Company, ampliación, 1918Vista interiorHighland Park, Detroit Albert Kahn
Export Building, Chrysler-Dodge Half-Ton Truck Plant,1938Vista interior
Temple Beth, 1903DetroitAlbert Kahn
Casa Kuhb, 1914Grosse Point, MichiganAlbert Kahn, Ernest Wilby
hierro, el hormigón y el vidrio, propiciada por el mismo desarrollo
industrial, pondrá a disposición de la arquitectura, como es bien
sabido, nuevas posibilidades expresivas y también una nueva confi-
guración espacial.
Efectivamente, la resolución de los problemas del funcionamiento
interno y la aspiración a lograr la necesaria flexibilidad funcional, con-
ducirán, básicamente, a dos tipos de estructura: la retícula de pilares
y los grandes espacios abovedados, el primero adoptando indistin-
tamente el acero o el hormigón y el segundo basado fundamental-
mente en este material. En ambos casos late la misma idea: la nece-
sidad de resolver lo que Auguste Perret llamaba “los requisitos per-
manentes y los efímeros” a partir de la idea del abri souverain.
Y si la estructura afirma siempre su contundente presencia en el
moderno edificio industrial, a su vez las necesidades de una ilumina-
ción idónea y la aspiración a exhibir su propia racionalidad, haciendo
de esta exhibición una de sus razones expresivas, imponen la idea de
la ligereza que, en cierta medida, va asociada con la idea de trans-
parencia. Ligereza y transparencia aparecen entonces como recur-
sos expresivos de lo moderno, lo que implica entre otras consecuen-
cias un nuevo discurso de la fachada.
La literalidad de la transparencia juega un papel fundamental en
la exhibición del funcionamiento interno del edificio, lo que permite
mostrar al mundo la idoneidad de lo que en el interior se está produ-
ciendo, la literalidad de lo que es, sin ningún tipo de mediaciones. Y
ello será posible a partir de dos consideraciones constructivas, por un
lado el radical abandono de la condición portante de la fachada y,
por otro, la incorporación del vidrio en las amplias superficies del
cerramiento. Pero el vidrio, de condición transparente, adquiere mati-
ces y brillos por efecto de la luz, que acentúan sus posibilidades
expresivas hacia la desmaterialización.
Por otra parte, la combinación del vidrio con la luz eléctrica, tam-
bién producto de la reciente industria, abrirá nuevas posibilidades al
lenguaje arquitectónico. Si la luz artificial había cambiado la fisonomía
de las ciudades, ahora podrá cambiar, en la nocturnidad, la de los
edificios modernos, cuyos arquitectos muestran un inusitado aprecio
por esta nueva posibilidad. Si la arquitectura, desde el templo griego,
siempre reconoció en la luz natural un material propio, la luz eléctrica,
como señala A. Luçart, será ahora uno de sus “nuevos elementos”.
CENTRALES HIDROELÉCTRICASUn tipo de industria ha tenido especial transcendencia en elperiodo temporal que estamos tratando: la hidroeléctrica. Circuns-tancia perfectamente esperable, ya que la producción de electri-cidad ha constituido una de las características fundamentales delsiglo XX.
Así lo había entendido clarividentemente Tony Garnier, que envarias de las laminas más significativas de su Cité Industrielle, repre-senta la fábrica de producción eléctrica en el valle y, en lo alto, lapresa de contención del río, como si la nueva ciudad, y todanueva ciudad, dependiera ya, inevitablemente, de la “nueva”fuente de energía. Garnier, por lo demás, no hacía sino seguir aquílos pasos de su admirado novelista e ideólogo Emile Zola y de otrosnovelistas de la utopía, como William Morris o Anatole France, pre-ocupados por encontrar salida a las terribles condiciones urbanasy humanas que las ciudades de la primera revolución industrialhabían creado. Luc, el ingeniero (¡por cierto!) protagonista de Tra-vail, siguiendo el camino iniciado por su maestro Jordan, es capazde controlar la energía eléctrica, domesticarla y “sus turbinas trans-formarán la naturaleza misma de la vida”, y así alumbrar la nuevaCité Radieuse.26
La aportación de la electricidad ha sido decisiva en toda latransformación económica y cultural del siglo pasado, una vez quese superaron las dificultades para su transporte, desde los lugaresde producción a los del consumo. Al mismo tiempo, las mismas ins-talaciones hidroeléctricas alcanzarán significación por su capaci-dad transformadora de amplios territorios y la construcción de nue-vos paisajes directamente derivados de su implantación.
La presencia de la ingeniería a gran escala, la atención quegeneralmente prestaron las firmas promotoras de estas industrias,dotadas, necesariamente por su naturaleza, de una importantecapacidad financiera, así como la calidad y representatividad desus edificios, plantearon, desde el principio de sus actividades, untema de notable interés cultural en relación con las decisiones pro-yectuales a adoptar: se hacía absolutamente indispensable la pre-sencia simultánea del ingeniero y de la “sensibilidad arquitectó-nica” a fin de dotar al resultado final de la calidad emblemáticaque se perseguía. La “modernidad” de la electricidad, el convenci-
26 VIDLER, Anthony, “L’Acropole moderne”, en Tony Garnier. L’oeuvre complète, Centre Georges Pompidou, París, 1989.
Apuntes de Schinkel de suviaje a Inglaterra
Sastrería Esders, 1919ParísAuguste Perret
miento de que su “limpieza” podría obviar muchos de los inconve-nientes generados por el carbón como fuente de energía y toda laideología progresista que en su alrededor se fue consolidando,están seguramente en el fondo de la notable calidad arquitectó-nica que, en general, acompañó a estas instalaciones industrialesen todos los países, desde la Unión Soviética a los Estados Unidos,por citar geografías extremas.
ARQUITECTURA MODERNA E INDUSTRIA EN ESPAÑACuestiones de metodologíaPara estudiar lo que ha sido la influencia del Movimiento Moderno en
nuestro país es necesario definir algunos planteamientos metodoló-
gicos que orienten la prosecución de este objetivo. El primero de
ellos es reconocer la ruptura que supuso la Guerra Civil con la tradi-
ción cultural de la República, en la que había surgido una potente
arquitectura “moderna”, aunque ciertamente vinculada a muy
escasos territorios ibéricos. Esta ruptura ha sido generalmente acep-
tada para hablar de un antes y un después en relación con el Movi-
miento Moderno.
En España, solamente en el País Vasco y en relación con los edi-
ficios industriales, se pueden reconocer rasgos de una cierta conti-
nuidad con lo moderno después de la contienda civil, lo que puede
encontrar argumentos explicativos en la inmediatez de la relación
forma-función de la arquitectura industrial y también en el poco
espacio para la representación que se le reconocía a este tipo de
instalaciones.
Otra consideración inicial merece la cuestión de las fechas. Por
diversos argumentos, DOCOMOMO Ibérico viene adoptando como
espacio temporal en que acotar sus estudios, los años comprendidos
entre las fechas de 1925 y 1965,27 y aquí ciertamente va a seguirse,
no sin alguna dificultad, pues es difícil aceptar que determinados
ejemplos queden fuera de este registro. Pienso, por ejemplo, en: la
fábrica textil Aymerich, Amat y Jover, construida en Terrasa entre los
años 1907-1909 por el arquitecto Lluís Muncunill i Parellada, con sus
11.000 m2 y 161 bóvedas catalanas apoyadas sobre vigas curvas de
hormigón, que a su vez descansan sobre pilares de fundición; los
talleres de la Babcock & Wilcox (1919) en Baracaldo; algunos de los
tinglados mineros asturianos o los iniciales talleres del Metro madri-
leño (1920-1923), debidos al arquitecto Palacios y al ingeniero Ota-
mendi; también las importantes instalaciones industriales de Altos
Hornos del Mediterráneo, en Sagunto, que se ejecutan en la década
de los años veinte. Sirvan las anteriores citas como ejemplos espe-
cialmente significativos que, en razón del espacio temporal de este
estudio, preciso es que queden fuera de él.
También cabría añadir aquellos otros en que las “contaminacio-
nes” estilísticas hacen muy problemático establecer rotundas filia-
ciones con lo “moderno”, por ejemplo: la fábrica Esperanza y Cía,
construida en 1928 por C. Uriarte en Markina-Xemeín (Vizcaya); la
industria automovilística Firestone Hispania de P.Mendizábal y M. Bas-
tida (1932) en Basauri (Vizcaya); SACEM de Luis Astiazaran (1939) en
Villabona (Guipúzcoa); la Paperera Catalana (Picamoixons, Valls,
Tarragona) que el colaborador de Gaudí, Cesar Martinell, proyecta
en 1936. El hecho de limitar decididamente este Registro a la arqui-
tectura industrial claramente vinculada al Movimiento Moderno,
allana algunas dificultades de decisión, lo que no obvia, desde
luego, la formulación de sugerentes e inquisitorias preguntas a cerca
de los límites conceptuales y temporales de lo estilístico.
De las obras que aparecen en este registro conviene hacer
algún comentario previo de conjunto, que ayude a enmarcar sus cir-
cunstancias. Señalar, en primer lugar, la importante presencia numé-
rica de industrias que no forman parte del cuadro habitual de
empresas de fuerte implantación económica o de tamaño. Me
refiero a pequeñas industrias vinculadas a sectores productivos
como, por ejemplo, la alimentación, el tabaco, las conserveras o el
calzado. La explicación a esta aparente anomalía hay que buscarla
en las peculiaridades del incipiente desarrollo industrial y lo que se
ha venido en llamar “la cara oculta de la industrialización espa-
ñola”,28 entendiendo por ello el conjunto de un gran numero de
pequeñas empresas, basadas en recursos locales tanto de produc-
tos como energéticos, localizadas tanto en ciudades como en
pequeñas poblaciones rurales, que permeabilizaron para el proceso
industrial amplios territorios hispanos. Entre las industrias de fuerte
implantación económica o tecnológica debe resaltarse la aporta-
ción de las hidroeléctricas a la arquitectura moderna.
Otra circunstancia que puede resultar clarificadora es el reparto
territorial de las industrias cuyos edificios aquí se registran. Quizá el
aspecto más llamativo sea la enorme densidad de edificios de cali-
dad vinculados a la arquitectura del Movimiento Moderno que se
encuentran en Asturias, con ventinueve elementos seleccionados,
de Madrid se referencian ventidós, veintiuno del País Vasco y Nava-
rra, dieciséis de Cataluña, apareciendo con un número significativo
de edificios Comunidades Autónomas en las que se consideraba
27 PÉREZ ESCOLANO, Víctor, ” El registro de arquitectura del movimiento moderno”, en Arquitectura del Movimiento Moderno. RegistroDOCOMOMO Ibérico, págs. 8-10, DOCOMOMO Ibérico/Fundacion Mies Van Der Rohe, Barcelona, 1996.28 SOBRINO, Julián, Arquitectura industrial en España, 1830-1990, pág. 206, Cátedra, Madrid, 1996.
Central eléctrica de la CitéIndustrielle de Tony Garnier
Vapor Aymerich, Amat iJover, 1909TerrassaLluís Muncunill
que la industrialización, en los años aquí abarcados, era práctica-
mente inexistente.
Finalmente, señalar que el conjunto de los edificios industriales
analizados lo han sido en función de estar relacionados con alguna
actividad directamente productiva, por lo tanto, quedan fuera de
este registro otros relacionados exclusivamente con servicios, trans-
portes o almacenaje; es el caso de notables estructuras como la Torre
de luz de Cádiz (M. Toscano, 1955) que tanto recuerda alguna de las
importantes construcciones del ingeniero soviético Vladimir G. Suchov
(1853-1939). También señalar que nos referimos a obras construidas y
que al día de hoy presentan un razonable estado de conservación y
de identidad con sus características iniciales, lo que impide hacer refe-
rencia a edificios industriales que fueron notables en su momento,
como los de SEAT en la plaza Cerdà de Barcelona, calzados Coman-
che (Burgos) de Luís Peña Ganchegui o los laboratorios Jorba (Madrid)
de Miguel Fisac.
Las obras más significativas de los años republicanosEl escueto desarrollo industrial en la España inmediatamente anterior
a la Guerra Civil, viene reflejado en la escasez de ejemplos tanto por
calidad arquitectónica como por la concentración geográfica de los
mismos. También en la casi nula atención que las publicaciones espe-
cializadas dedicaban al tema; baste poner de manifiesto que en
AC, la revista del GATEPAC, sólo se hace mención a la industria y su
repercusión en la arquitectura, en el apartado de Edificios Industria-
les, al edificio de Rubió Tudurí para la Metro Goldwyn Mayer Ibérica
SA en Barcelona y a la instalación del periódico de Buenos Aires, La
Nación.29
De los conjuntos reflejados en el presente registro, la mayor parte
se sitúan en el industrializado País Vasco, con ejemplos tan significa-
tivos como la fábrica Laborde Hermanos, construida en fecha tan
temprana como 1928 por Luis Tolosa, en Andoain (Guipúzcoa), apo-
yándose compositivamente en una contundente horizontalidad.
Merecen la pena destacar, por su voluntad de integración en el
lugar, la Harino Panadera de Antonio Araluce (1933-1936) en Getxo
(Vizcaya) y la fábrica de Chocolates de Loyola de D. Lizaur (1936-
1939) en Oñati (Guipúzcoa). Aunque quizá el ejemplo más significa-
tivo de la época y en estos territorios sea Las Vidrieras de Llodio (Viz-
caya), construida en 1935.
Especial relieve hay que dar a una de las dos obras de este
periodo recogidas en el presente registro, de un territorio tan tem-
pranamente industrializado como Cataluña. Se trata de la fábrica
Myrurgia (Barcelona, 1927-1929), que encaja su planta en media
manzana del ensanche de Cerdá, incorporando en la composición
de las fachadas y en la organización de sus espacios interiores un
amplio abanico de referencias estilísticas, desde el noucentisme al
racionalismo, pasando por el art-déco. La segunda obra aquí reco-
gida es la fábrica de tejidos Germans Batló (Barcelona, 1935), repre-
sentativa de las industrias textiles que tanta importancia tuvieron en
la economía catalana de este periodo.
No puede dejar de significarse uno de los complejos industriales
más relevantes del momento, como fueron los Altos Hornos de
Sagunto, recogiéndose en este Registro los “interiores” del almacén
de efectos y repuestos, singular obra del año 1927 que confía al hor-
migón su potente solución estructural.
La industria vinculada a la agricultura dejó singulares instalacio-
nes en algunos territorios de la geografía española, de muchas de las
cuales hoy sólo resta lamentar su desaparición, alguna tan intere-
sante como la ampliación de la fábrica de Chocolates Orús (Ara-
gón), construida en la década de los años treinta. Afortunadamente,
en este territorio aún se conserva la Azucarera de Alagón (Alagón,
1925-1940) de la que se recoge la nave de pulpa, en cuya resolución
estructural (90 x 18 x 10 m) se combinan hormigón armado y mate-
riales y procedimientos tradicionales, con un gran sentido construc-
tivo aplicado a las disponibilidades materiales.
En zonas tan poco industrializadas como Extremadura o las dos
Castillas, existen una serie de pequeñas industrias, en buena medida
vinculadas a la agricultura y a la llamada “industrialización oculta”.
Cabe destacar la fábrica de cementos Lafargue-Asland, empresa
que había comenzado su funcionamiento a partir de la temprana
fecha de 1901, por iniciativa de Eusebio Güell y Bacigalupe, con una
primera fábrica en Pobla de Lillet. Buscando satisfacer los nuevos
mercados del centro peninsular, se construye la de Villaluenga de la
Sagra, en la que se encuentra la Nave de Talleres (1927-1929) reco-
gida en este Registro. En Palencia, mención especial requiere La
Yutera Palentina (1936-1938), obra de los desatacados arquitectos
Luis Carlón Méndez-Pombo y Julián Laguna, destinada a la elabora-
ción de sacos de yute y que fue concebida como un gran complejo
industrial con escuela, guardería, viviendas y campo de deportes, y
en el que la confianza en el lenguaje racionalista organizaba todo el
29 A.C./GATEPAC nº 3 y 14, 1931-1937.
Torre de la luz, 1955 CádizM. Toscano
Laboratorios Jorba, 1965Madrid
Miguel Fisac
Fábrica de calzados“Comanche”, 1965Burgos Luis Peña Ganchegui
conjunto. Vinculada a la minería, debe destacarse aquí la nave de
almacén de material de Aldea Moret, por su singular estructura abo-
vedada de hormigón, construida en el año 1930.
En Valladolid, Constantino Candeira construye las oficinas de la
refinería de aceites Hipesa, que por su moderna formalización aca-
baría siendo conocida como la Casa del Barco (1935-1936).
La industria del tabaco dejó en Santa Cruz de Tenerife una obra
singular de la mano del arquitecto canario Miguel Martín Fernández
de la Torre, al construir la fábrica La Belleza (1929-1930), de cuidada
composición y claridad organizativa, pero cuya presencia urbana
ha perdido parte de su singularidad al adosársele, posteriormente,
una nueva edificación, privándola de su originaria esquina.
Otro territorio en el que la industrialización dejó sentir pronto sus
efectos tempranos es Asturias. Aquí, las industrias más importantes en
estos años están relacionadas con la extracción del carbón, prolife-
rando los castilletes metálicos, tan característicos de los pozos mine-
ros, alguno de cuyos ejemplos más significativos son el de Pozo Santa
Bárbara (1913) de la Sociedad Hullera del Turón (Mieres) o el del Pozo
San José (Mieres), aunque este de fecha posterior (1947), ninguno de
los cuales se recoge aquí, por entender que, a pesar de su induda-
ble interés constructivo e histórico, resultan difíciles de situar en el
ámbito de lo estrictamente arquitectónico, al igual que las contun-
dentes tolvas de carbón de Cementos Fradera de 1929 en Pola de
Laviana. Sí se incluye una obra de indudable interés, como la fábrica
de das y electricidad de Oviedo, que sufre un proceso complejo de
obras sucesivas, la primera de las cuales se inicia en 1932, y en la que
participan profesionales tan significativos como el ingeniero Ildefonso
Sánchez del Río y los arquitectos Joaquín Vaquero Palacios y Miquel
García Lomas. Este interesante conjunto de edificios se encuentra,
como tantos otros, con el problema de su destino futuro. La caduci-
dad funcional ha alcanzado a estas instalaciones industriales, a las
que, además, el tiempo, debido al crecimiento de la ciudad, sitúa
en terrenos de muy codiciada centralidad.
También en la Galicia del noroeste la industria ha dejado huellas
de su actividad, naturalmente reducida a ejemplos esporádicos,
salvo los dedicados a la industria pesquera. De voluntad moderna,
aunque no decididamente vinculadas al Movimiento Moderno,
cabe señalar solamente dos: la primera construida en la temprana
fecha de 1928 por el arquitecto vigués Francisco Castro, con una sor-
prendente fachada de raíz claramente expresionista, y la construida
en Cangas del Morrazo (Pontevedra) en 1941, sobre una amplia
extensión que incluía áreas específicas de fábricas de harina, hielo,
envases y producción de electricidad, se completaba con vivien-
das, hotel, campo de deportes, guardería, etc., y en la que su arqui-
tecto, Tomás Bolívar, utiliza grandes paños vidriados en clave racio-
nalista.30 Sí se incluye la ampliación de los silos de la Panificadora de
Vigo (1930), en la que participa el arquitecto Manuel Gómez Román
junto a un equipo de ingenieros alemanes, y que constituye un con-
tundente ejemplo de silos construidos mediante la técnica de enco-
frado deslizante, con sólo diez centímetros de espesor y más de
veinte metros de altura, que bien podría haber ilustrado las paginas
del libro de Reyner Banham, La Atlántida de hormigón, en su capí-
tulo “El elevador de grano”, o del “Amerika: Bilderbuch eines Archi-
tekten” (1926) de Erich Mendelsohn.31
No se puede cerrar este apartado de obras referidas a años
anteriores a la Guerra Civil sin mencionar dos de singular interés,
debido a su belleza paisajística y territorial, aunque la segunda de
ellas no se halle recogida en el presente Registro. Me refiero, en pri-
mer lugar, a las minas de oro de Rodalquilar en el Cabo de Gata
(Almería), cuya explotación comenzó en los últimos años del siglo XIX;
interrumpidos los trabajos durante años, posteriormente se reanuda-
ron a partir de 1928, alcanzando el nivel de extracción su punto
álgido después de 1952. Lo que hoy queda de estas minas es un
lugar fantástico, donde las obras necesarias para la adecuada
explotación, muros de contención, tolvas, depósitos, etc., junto a la
áspera topografía natural del terreno, acabaron por formar un con-
junto inseparable de artificio y naturaleza, que aguarda el conoci-
miento, la decisión y el empuje necesarios para convertir todo el
conjunto en lugar de atracción y visita, a partir de una adecuada y
atenta reutilización para fines que satisfagan necesidades propias
de nuestro presente.
La segunda referencia es hacia los blancos montículos recorta-
30 SOBRINO, Julián, op. cit. pág. 206.31 GARCÍA BRAÑA, Celestino, AGRASAR QUIROGA, Fernando, ”Introducción” en Arquitectura Moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León.Ortodoxia, Márgenes y Transgresiones, pág. 16, COAA/COAG/COACYLE/COAL, La Coruña, 1998.
Vidrierías de Llodio, 1935Llodio
Fábrica Myrurgia, 1927-1929BarcelonaAntoni Puig i Gairalt
Nave de talleres de la fábrica de cementoLafargue-Asland, 1927-1929Villaluenga de la Sagra
La Yutera Palentina,1936-1938PalenciaJulián Laguna, Luis Carlón Mendez-Pombo
Pozo de Santa Bárbara, Mieres,1913-1965Parroquia de San Andrés, La Rabaldana, Turón, Mieres
Fábrica de gas y electricidad de Oviedo, 1932-1936Miguel García Lomas-Somoano y Joaquín VaqueroPalacios, Joaquín Vaquero Palacio, Ildefonso Sánchezdel Río y Pisón. Oviedo
dos en el paisaje que constituyen las Salinas Braç del Port en Santa
Pola, cuyas grúas móviles y “caminos de hierro” elevados recorren
centenares de metros desde 1934.
Después de la Guerra CivilSe produce un corte radical con todo aquello que hubiera tenido
connotaciones de cualquier tipo con la Segunda República. La
sociedad española sigue un camino diferente a la casi totalidad de
los países europeos y, desde luego, no sólo en el ámbito de lo arqui-
tectónico. Se sucumbe intencionadamente a unas ideas trasnocha-
das, apartadas de lo real y ancladas en la metafísica, ignorando u
ocultando que, en aquellos años, en los países de nuestro entorno
cultural, habían triunfado definitivamente lo racional, el pragma-
tismo y la ciencia; Europa transitaba por estos senderos, mientras que
la sociedad española de posguerra continúa añorando un viejo
pasado, por cierto inexistente y fabulado, sin querer darse cuenta de
dónde estaba el camino del futuro inmediato, que las fuerzas emer-
gentes estaban inequívocamente señalando. Se negaba toda vali-
dez al pensamiento indagador, refugiándose en supuestas glorias del
pasado, prefiriendo, en expresión de Robert Musil, “obedecer los
oscuros, temerarios dictámenes del alma”.
En el terreno de lo arquitectónico tampoco hubo lugar para
acontecimientos que contradijeran la tónica general, aunque cier-
tamente quedó cierto margen para algunas excepciones: en terri-
torios como León, Zamora, Palencia o Galicia, arquitectos vincula-
dos al régimen franquista, o al menos no mal vistos por él, realizaron,
en años inmediatamente posteriores a 1939, algunos edificios de
viviendas en clave expresionista. Por otra parte, en el terreno de la
industria también se dieron pequeños márgenes para alguna “trans-
gresión moderna”, especialmente en el País Vasco. Ejemplos signifi-
cados de esta circunstancia son: SACEM (1939, Villabona, Guipúz-
coa) de Luis Astiazaran; Manufacturas Olarán (1939, Beasaín, Gui-
púzcoa) de Florencio Morocoa; Aurrera (1940, Éibar, Guipúzcoa) de
Raimundo Alberdi; Sefanitro (1942-1950, Barakaldo, Vizcaya) de Ger-
mán Aguirre; los talleres Muñoz Mendizábal, también conocidos
como el Edificio Tigre, (1942, Bilbao, Vizcaya) de Pedro Ispizua, en el
que un magnífico conjunto de clara vinculación moderna está
rematado por un templete clasicista, buen ejemplo de las muchas
contradicciones del momento; BITA (1947, Pasaia, Guipúzcoa), en el
que su autor, Fausto Gaiztarro, pretende lograr una adecuada inte-
gración en el espacio urbano de su entorno.
De estos primeros años de la posguerra apenas pueden seña-
larse dos ejemplos fuera del País Vasco: la fábrica textil Artextil
(Sabadell, Barcelona) de Santiago Casulleras y Forteza, y la fábrica
de harinas Bufort (Alicante), de Miguel López, ambas construidas
entre 1940 y 1941.
Arquitecturas de la electricidadAfortunadamente, en la península Ibérica podemos contar con un
amplio panorama de importantes industrias hidroeléctricas alberga-
das en magnificas arquitecturas, que reflejan las específicas carac-
terísticas de cada región geográfica, sus modos de gestión, así como
los particulares enfoques de los arquitectos e ingenieros que intervi-
nieron en su construcción.
En España, el mito y la realidad de la energía eléctrica se inicia
en Barcelona a partir de los experimentos de Francisco Domènech,
químico y farmacéutico, que en junio de 1852 consiguió iluminar su
farmacia en la calle de La Unión. A partir de 1858, con el nombre de
“Aplicaciones de la electricidad y la luz” se enseñaba en las Escuelas
Especiales de Ingenieros Industriales. En 1872, se exhibe en la Exposi-
ción de Viena la primera máquina “Gramme”, que se importa poco
después para lo que sería la primera fábrica de luz eléctrica en la
Rambla de Canaletas, poco después, en 1881, se constituirá la
Sociedad Española de Electricidad. Madrid también inicia pronto la
“carrera de la electricidad”. Edificios pioneros serán el del Ministerio
de la Guerra y el del Ayuntamiento. El camino surge imparable y
rápido, buques de guerra y teatros son los primeros artefactos en
incorporar la electricidad para la iluminación, y lo hacen con natu-
ralidad, como si de algún modo estuvieran aguardando por ella, lo
cual es posible por la adaptabilidad de la técnica en el proceso de
su imparable implantación. A ello se refiere, una vez más, E. Jünger:
“Así, es notable el hecho de que la técnica emplee fuerzas motrices
Conservera, 1941 Cangas de MorrazoT. Bolivar
La Panificadora, 1924-1930VigoManuel Gómez Román, Otto Werner
Instalaciones mineras de producción de oro,1954-1956Bancada de los molinos de trituración Cabo de Gata
Salinas de Brac del Port.Santa Pola
cada vez más precisas, sin que por ello experimente variación
alguna la idea fundamental de sus medios que, por ejemplo, con
posterioridad a la fuerza del vapor, emplee el motor de explosión y
la electricidad, fuerzas cuyo círculo de utilización será quebrantado,
a su vez, en un tiempo previsible, por unas potencias dinámicas altí-
simas. La técnica es siempre, por así decirlo, el mismo carruaje, al
cual está aguardando un nuevo tiro de caballos”.32
La energía hidroeléctrica, que inicialmente sólo es aprovecha-
ble inmediatamente al lado del lugar de producción, se desarrolla
con rapidez, como ya se indicó, una vez que se vencen los obstácu-
los técnicos para su transporte, dando lugar a una tupida red de
embalses y centrales eléctricas que se repartirán por toda la penín-
sula y, en general, siendo ocasión para edificios e instalaciones de
notable interés arquitectónico.
Del periodo de tiempo que nos ocupa, y con decididas vincula-
ciones al Movimiento Moderno, se recogen en este registro la presa
de Anchuricas (Santiago de Espada, Jaén, 1957), de E. Becerril y J. A.
García; en Aragón la de Mequinenza (1958-1964), del ingeniero
Manuel Sánchez del Corral –sus grandes dimensiones, supera los 450
m de anchura, requirieron una construcción muy sofisticada y una
cuidada disposición en el lugar–, y la presa de Canfranc (1945-1969),
de Conrado Sancho Rebollida y Miguel Fisac; en Cataluña la presa
de Canelles (río Noguera Ribagorzana, Lleida, 1958-1962), proyec-
tada por Eduardo Torroja y Carlos Benito según la tipología de
bóveda, con una altura en torno a los 140 m, y con un sistema de ali-
viadero, aguas arriba, que permite que el agua no rebose sobre la
pared exterior de la presa, lo que la hace recorrible exteriormente
mediante un sistema de bancales y escaleras, que confrontan sus
“escultóricas” formas con las de su envolvente naturaleza; la presa
de Cavallers (Vall de la Noguera del Tort, Lleida, 1958-1960) de
Gerard Millet y Felipe Costa, también hermosamente integrada en el
entorno, y la de Susqueda (río Ter, Susqueda, Girona, 1963-1968); de
la Comunidad Valenciana la estación hidroeléctrica de Cirat (Río
Mijares, Castellón, 1960-1962). Singular valor paisajístico ha producido
el embalse de Puerto Peña (Talarrubias, Badajoz, 1963), del ingeniero
Antonio Lanseros.
Pero será en Asturias, sin duda alguna, donde se construirán nota-
bilísimos ejemplos de arquitecturas vinculadas a los ideales del Movi-
miento Moderno, promovidas por dos empresas: Hidroeléctrica del
Cantábrico y Eléctrica del Viesgo. Curiosamente, ambas contarán
con los dos arquitectos asturianos más cualificados: Hidroeléctrica del
Cantábrico con Joaquín Vaquero Palacios y Eléctrica de Viesgo con
el equipo formado por el ingeniero Juan José Elorza y el arquitecto
Ignacio Álvarez Castelao, aunque en este caso debido a la insistente
petición del arquitecto y, según parece, de forma gratuita.33
La más temprana se encuentra en Grandas de Salime (1953-
1954), en la que Vaquero Palacios comienza su participación
cuando las obras estaban notablemente avanzadas, concentrando
su actuación en tres puntos: en el frente de la entrada, incorporando
un gran muro de hormigón con bajorrelieves alegóricos a la energía
eléctrica; en el interior, a través de una cuidadísima escalera de hor-
migón, muy bien iluminada, con barandillas exquisitamente dibuja-
das en acero, se llega a un espacio “catedralicio” que aloja dife-
rente maquinaria, entre la que destacan las potentes turbinas, los
controles automatizados, el puente grúa y una pasarela interior
situada en lo alto, próxima a la cubierta inclinada, sostenida por una
serie de ménsulas de hormigón expresivamente pintadas, labor que
se extiende a los muros laterales, donde también trabaja su hijo, el
pintor Vaquero Turcios. Juntos elaboran un gran mural en el que,
¡cómo no!, interpretan toda la epopeya constructiva y tecnológica
de la electricidad. Finalmente, en el exterior, unas potentes volume-
trías, que parecen surgidas de las profundidades del pantano, alo-
jan los mecanismos de las compuertas, cuyos remates superiores se
constituyen en miradores hacia la superficie de las aguas y el fondo
del valle y, a su vez, desde la lejanía, en potentes volúmenes de
remate de clara inspiración mendelsohnniana, mostrando la habili-
dad de Vaquero Palacios en el manejo del hormigón. En una de las
laderas del valle se perciben los restos del poblado construido para
los obreros durante la construcción del pantano y las imponentes
infraestructuras de contención de tierras, lo que constituye, en la
actualidad, un extraño y abigarrado paisaje en que se mezclan, en
un orden no descifrable, ruinas y naturaleza.
32 JÜNGER, Ernst, op. cit. pág. 164.33 ARANCÓN, Gerardo, “Viviendas de la Eléctrica de Aguilar de Campóo”, en GARCÍA BRAÑA, Celestino, op. cit. pág. 256.
Sefanitro, 1942-1950Almacén de Sulfato BarakaldoGermán Aguirre
Presa de Canelles, 1958-1962Río Noguera RibagorzanaEduardo Torroja y CarlosBenito
Fábrica Artèxtil, 1940-1941Sabadell Santiago Casulleras i Forteza
Presa y central de Mequinenza, 1958-1964MequinenzaManuel Sánchez del Corral
Aguas abajo, otro singular arquitecto, Ignacio Álvarez Castelao,
construirá, junto al ingeniero Elorza, dos centrales eléctricas: la de Sil-
vón (1955-1958) y la de Arbón (1962-1969) para Eléctrica del Viesgo,
con notables resultados, frecuentes en este tipo de industrias, como
consecuencia de la acertada conjunción de empresa, ingeniero y
arquitecto.
En la central de Silvón, la sofisticada maquinaria se aloja en un
contundente volumen de hormigón, horadado en una de sus caras
para introducir unas elementales y extremadamente poéticas ilumi-
naciones. Efecto similar consigue en el interior, resaltado también por
“poveras” luminarias metálicas. En el exterior, los edificios de válvulas
parecen apoyar sus volumetrías de hormigón, fuertemente colore-
ado, sobre el agua.
Siguiendo el cauce del río, en la presa de Arbón, el nítido espa-
cio de la sala de máquinas concentrará toda su expresividad en la
iluminación superior, a través de sutiles láminas de hormigón que, en
sus breves desplazamientos, permiten el paso de la luz; en el muro
testero, un único ventanal a la altura de la vista posibilita la contem-
plación del espacio exterior. Otra vez aquí, la sola presencia de las
turbinas encuentra su envoltura en un singular espacio, en el que
resuenan los ecos de toda la confianza puesta en esta fuente de
energía, a la que se homenajea con un espacio de proporciones
catedralicias
Todavía en Asturias, habrá ocasión para otro ejemplo singular de
este tipo de instalaciones industriales, vendrá otra vez de la mano de
Vaquero Palacios y será en la central de Proaza (1964-1968), donde
proyecta un escultórico volumen de hormigón, en el que serán dis-
tinguibles las tres partes de su programa funcional. En él, nueva-
mente, el espacio que aloja las turbinas tendrá el protagonismo
máximo. Se desarrolla a triple altura, haciendo siempre visible la pre-
sencia de la “máquina” que se situará simbólicamente en una cota
inferior al terreno, permitiendo así, además, que toda la planta baja
sea transparente, propiciando la comunicación espacial a ambos
lados del tallado volumen. La respuesta de Vaquero Palacios va más
allá del estricto cumpliendo del programa, frente a un lugar tan
sugerente, rodeado de montañas, la apuesta es, para él, total. Así lo
reconoce en la memoria del proyecto: “El compromiso era tan
maravilloso como arriesgado. Nada hay más difícil que hacer lo que
uno quiera”. Más adelante justifica su opción por el potente tallado
de los muros, se trataba de lograr: “un aspecto muy movido de pla-
nos que dan un claroscuro vigoroso, aun cuando la luz, como es
corriente en este clima, no sea intensa la mayor parte de los días del
año”.34 La presencia del escueto volumen de la escalera que
accede a la cubierta, los bajorrelieves interpretando “signos de la
Antigüedad que se refieren al hombre y la naturaleza”, y el conjunto
de murales en su interior, confirman la aspiración de Vaquero Pala-
cios a la obra de arte total, donde aquella intención, tan repetida-
mente manifestada en la Europa de la primera mitad del siglo XX,
hacia la “integración de las artes”, encuentra aquí cumplida con-
creción, pues en la figura de su autor, arquitectura, escultura y pin-
tura estaban de antemano integradas.
En tierras del norte castellano, en Aguilar de Campóo (1962), vol-
verá Álvarez Castelao, de nuevo con el ingeniero Elorza, a tratar el
tema de las centrales eléctricas, esta vez combinando dos peque-
ños volúmenes, dedicados a sala de turbinas y de control cuidado-
samente compuestos en clave clasicista, que quizá cabría poner en
relación con las de Castel Giubileo (Roma, 1948-1950) y Ponte Felice
(Viterbo, 1959), ambas del ingeniero italiano Gaetano Minnucci,
quien en su texto “La arquitectura y la estética de los edificios indus-
triales”, había escrito sobre la oportunidad de concebirlos combi-
nando las necesidades estéticas y funcionales, “armonizando la rela-
ción entre forma y posibilidad técnica y forma y exigencia práctica”,
y en la memoria de su trabajo para la central de Castel Giubileo,
señalando que la idea que guió su proyecto” ha sido realizar una
forma plástica de su función unidas integralmente, valiéndose úni-
camente del organismo estructural y del valor expresivo de los mate-
riales empleados” que, en esta obra de Castelao, son el hormigón y
el gresite blanco.35
En territorios gallegos, los iniciales y modestísimos molinos produ-
cían casi solamente para el autoconsumo. Hay que esperar hasta el
año 1925 para que de la mano de la Sociedad General Galega de
Electricidad se instale la primera central sobre el río Tambre, con una
34 GARCÍA POLA, Miguel Ángel, “Asturias, la épica del desarrollo”, en Quaderns nº 215.35 VITTORINI, R., “L’architettura delle centrali tra classicismo e funzionalismo”, en AA. VV., Paesaggi elettrici, Enel, 1998.
Central y salto de Grandas de Salime, 1945-1956Río Navia, Grandas de SalimeJuan José Elorza, Ignacio Álvarez Castelao
Presa del embalse de García de Sola o Puerto Peña, 1963TalarrubiasAntonio Lanseros
Central de Silvón, 1955-1958Río Navia, Cedemonio, BoalJuan José Elorza, IgnacioÁvarez Castelao
Central de Arbón, 1962-1969Sala de máquinasTramo bajo del río Navia, VillayónJuan José Elorza, Ignacio ÁlvarezCastelao
potencia de 12.000 kWA. La temprana preocupación por dotar a
estas edificaciones de un carácter emblemático lleva a encomendar
el proyecto del edificio de la central al arquitecto Antonio Palacios,
quien lo ejecutará totalmente en piedra, definiendo una clara volu-
metría de inspiración neorrománica. Después vendrían las de Las Con-
chas, Los Peares, Eume, Belesar y Velle. Será en la presa de los Peares,
inaugurada en 1955, donde el arquitecto coruñés Antonio Tenreiro
realice las obras del edificio de la central eléctrica al pie de la presa,
dividida en dos cuerpos de composición racionalista, destacando la
mayor altura del volumen de la sala de excitratices, con su contun-
dente cubierta curva. En 1960 se inaugura la presa que el ingeniero
Luciano Yordi Carricarte construye sobre el río Eume, con una sober-
bia implantación paisajística, resuelta con forma de bóveda o
cúpula con una altura de 103 m, iniciando así este tipo de soluciones
en nuestro país. El mismo ingeniero Yordi Carricarte, esta vez junto
con el arquitecto Castañón de Mena, construye también la de Bele-
sar (1959-1963), sobre el río Miño. Levantan el edificio de válvulas que
“se coloca en medio del agua, pareciendo flotar sobre ella cuando
el embalse está lleno y ofreciendo una sorprendente imagen futu-
rista, apoyado en una potente estructura de hormigón cuando está
vacío o a medio llenar, exhibiendo siempre sus fachadas transpa-
rentes: aquí el vidrio y el metal son los únicos protagonistas. En el edi-
ficio administrativo, la solución será doble, y si una fachada está
emparentada con el edificio de válvulas, la que da sobre la subes-
tación se cierra con granito. En ambas soluciones, la elección del
material y su puesta en obra está determinada por condiciones muy
precisas”.36
La aportación de los ingenieros, Ildefonso Sánchez delRío, Eduardo Torroja, Carlos Fernández CasadoLa arquitectura moderna en España tiene la fortuna de contar con
tres ingenieros de excepcional interés que, por razones biográficas,
recorrieron de principio a fin, puntualmente, los años de los que este
Registro se está ocupando. Efectivamente, Ildefonso Sánchez del Río
y Pisón nace en Haro (La Rioja) en 1898, graduándose como inge-
niero en 1922, un año antes que Eduardo Torroja Miret, que había
nacido en Madrid en 1899; Carlos Fernández Casado, también rio-
jano, había nacido en Logroño en 1905, y obtiene el título de inge-
niero en 1924; curiosa coincidencia la de finalizar sus estudios en
años correlativos, lo que les llevó a compartir enseñanzas y maestros,
que hubieron de ser de notable calidad, destacando entre todos
ellos la personalidad de Ribera.
El destino de los tres estará marcado por la excepcionalidad de
sus obras, en un periodo y circunstancias históricas difíciles, para
quienes, como ellos, necesitaban de un importante bagaje teórico
y conocimientos técnicos; su capacidad y trabajo fueron capaces
de superar aquella situación.
Sánchez del Río deja obras de notable interés en Asturias, territo-
rio al que se vincula, finalizados sus estudios, como ingeniero munici-
pal de Oviedo. En el ámbito de reciente bibliografía37 se han citado
obras como el depósito municipal de aguas (Oviedo), en la tem-
prana fecha de 1926, para el que propone una planta circular,
cubierta con arcos parabólicos soportados por contrafuertes exte-
riores, y una cámara de llaves cilíndrica situada en el centro. Tam-
bién el mercado municipal de Siero, sobre un difícil terreno triangu-
lar que cubre con un arco funicular (de 50 m) sobre dos superficies
cilíndricas, y que realiza con decidido ánimo: “Enemigo declarado
de seguir todo lo que la fuerza de la costumbre impone y conven-
cido de que mediante un estudio racional podría conseguirse el
aprovechamiento perfecto del terreno”. Su filosofía como ingeniero
se apoya en la respuesta a la finalidad y en la definición del carácter
del edificio, que él mismo resume concisamente: “dar impresión de
realidad y verdad, porque las obras han de proyectarse única y
exclusivamente para lo que son y deben dar sensación clara de su
destino”. Su apego a las enseñanzas más avanzadas del momento, y
en concreto al pensamiento de J. Gaudet y su teoría de la “cons-
tructibilidad”, queda patente cuando escribe: “cuando el ingeniero
concibe sus obras, no basta con que las vea realizadas en su mente,
sino que es preciso que su mente vea, a la vez, con toda claridad, el
modo práctico y constructivo de realizarla”.38
Se recogen en este
Registro el taller de cañones de la fábrica de armas (Oviedo, 1940) y
la fábrica de ladrillos refractarios de Viella (Siero), realizada el año
36 LIZANCOS MORA, Plácido, “Subestación del embalse de Belesar”, en GARCÍA BRAÑA, Celestino, AGRASAR QUIROGA, Fernando, op. cit.pág. 138.37 GALGUERA, Luís, PISA MENÉNDEZ, Pedro, “100 años de ingeniería. Ildefonso Sánchez del Río”, en La Voz de Asturias (2-5-1998).38 Ibid.
Central hidráulica de Proaza, 1964-1968El Puente s/n, ProazaJoaquín Vaquero Palacios
Viviendas de la eléctrica de Aguilar de Campoo,1962Aguilar de Campoo Ignacio Álvarez Castelao
Central de Castel Giubileo, 1948-1950RomaGaetano Minnucci
Central de Ponte Felice, 1959ViterboGaetano Minnucci
1958 con un sistema de bóvedas que, años después, llevará a su
máxima expresión con luces entre los 84 y 100 m, en el palacio muni-
cipal de deportes de Oviedo.
De la importantísima y muy influyente obra de Eduardo Torroja,
varias han tenido como tema específico el edificio industrial. El pri-
mero que se recoge es el de los hangares y talleres de Barajas
(Madrid, 1942-1945) para la industria aeronáutica, en los que Torroja
despliega todos sus conocimientos teóricos y su inigualable capaci-
dad constructiva: debía cubrir un espacio de considerables dimen-
siones, 182,88 m de largo y 47,24 m de ancho. Para abordarla tiene
presente las fuerzas actuantes: peso de la nieve, peso propio y
acción del viento, siendo esta última la de mayor importancia. A par-
tir de ahí, elige su sistema estructural metálico teniendo en cuenta lo
que tantas veces repetiría en sus clases: “La belleza de las construc-
ciones se basa en la autenticidad, en la racionalidad de la estruc-
tura, la elegante sencillez y la razonada justificación funcional. En
construcción no cabe la fórmula del arte por el arte”.39
Para resolver
los difíciles problemas de puesta en obra decide ejecutar toda la
estructura en el suelo, después, mediante gatos hidráulicos, la ele-
vará a su posición definitiva, cuyo punto más alto está a 18,30 m. A
partir de 1953 comienza la instalación del Instituto de la Construcción
y el Cemento, que Torroja dirigía desde 1949, participando en las
obras junto a los arquitectos Manuel Barbero y Gonzalo Echegaray.
En sucesivas construcciones, el conjunto busca situarse apacible-
mente sobre el terreno, para ello Torroja también tenía su máxima:
“Utilizar el paisaje como zócalo y acompañamiento. La construcción,
en medio del paisaje, debe rimar con él. La construcción, con su
dinamismo y proporciones, se impone sobre el paisaje, dominán-
dolo”. Tan acertada resultó la fórmula que acabaría llamándose
“Costillares”, en razón de la forma que adopta la marquesina que
cubre un paseo que bordea parte del edificio.40
La obra de Fernández Casado, para los intereses de este trabajo,
se centra en Asturias y, fundamentalmente, en los proyectos que
construye para ENSIDESA en Avilés a partir del año 1952, en los que
quedan reflejadas algunas de sus preocupaciones respecto a cues-
tiones tan decisivas como “la relación entre ingeniería y arquitec-
tura” o la tan determinante “relación entre utilidad y belleza”. Res-
pecto a esta cuestión, que ha atravesado todo el debate da la
modernidad, la opción de Fernández Casado, formulada en la
revista Gallo, que se publicaba en Granada (1928) bajo la dirección
de García Lorca, es clara y está expresada con la nitidez de quien
ha comprendido todo el alcance de tema: “La máquina realiza la
adecuación entre la voluntad del hombre y la armonía universal. El
ingeniero proyecta la máquina resumiendo en ella el conjunto de
intuiciones y experiencias que supone una alteración de la econo-
mía universal. La naturaleza reacciona, siendo necesario, para que
la máquina se logre, llegar a un equilibrio entre ambas: voluntad del
hombre que la impulsa, armonía universal que la limita. Pero este
equilibrio es transitorio, pues el hombre enriquece sus conocimientos
a costa de la máquina y surge una nueva visión, una nueva imagen,
una nueva teoría, mediante la cual realiza una máquina más per-
fecta, para la cual la reacción de la naturaleza es menos intensa y
le permite avanzar más en la realización de su ideal. Y la máquina va
siendo cada vez más bella, porque va conformándose en lo natural;
va siendo cada vez más útil, porque va adecuándose al fin para el
que se creó”, formulación que viene a coincidir con el texto de E.
Jünger cuando se refiere, en la obra tantas veces citada, El trabaja-
dor, a la perfectibilidad de las máquinas: “Aun cuando sean cada
vez mayores las dimensiones y las funciones de las máquinas, ellas
mismas permanecen sumergidas, por así decirlo, en un medium que
permite que se las vea cada vez más como una unidad. En esa
misma medida, las máquinas van alcanzando no sólo un rango ener-
gético y económico mayor, sino también un rango estético mayor,
en una palabra: van adquiriendo necesidad”.41
También Fernández Casado se interna en el espinoso problema
de la relación entre la utilidad y belleza en la obra de ingeniería, y su
aportación no es banal, no se escapa, define claramente cual es su
postura con contundencia: “Enfrascado el ingeniero estructural en la
resolución de estos problemas, ineludibles para llegar al dominio de
las nuevas estructuras, se obsesionó con su cálculo, siempre farra-
39 FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, José Antonio, NAVARRO VERA, José Ramón, ”Quince mandamientos estéticos Eduardo Torroja”, en Eduardo Torroja,ingeniero, Ediciones Pronaos, Madrid, 1999.40 MANTEROLA ARMISÉN, Javier, “Artículos: fragmentos”, en AA VV, Carlos Fernández Casado, pág. 96 y ss., Fundación Esteyco, Madrid, 1997.41 JÜNGER, Ernst, op. cit. pág.163.
de los Peares, 1955 nio Tenreiro Bronchón
stación del embalase de Belesar, 1959-1963sar Castañón de Mena, L. Yordi Carricarte
Salto del Eume, 1960L. Yordi Carricarte
Mercado de Pola de Siero, 1928Ildefonso Sánchez del Río
Depósito de aguas de Oviedo, 1928Loma de Picayón, El CristoIldefonso Sánchez del Río
goso, que le absorbía una parte muy importante del tiempo disponi-
ble para cada proyecto, en detrimento del correspondiente a las
otras fases del mismo, más importantes y creativas, como son el
diseño de las formas, el perfeccionamiento de los detalles y los modos
de construir. Esto producía una tristeza inevitable que se sumó con
aquella otra de fondo social, a la que ya hemos aludido, por lo que
no pudo reaccionar contra el lamentable axioma de incompatibili-
dad; o todo lo más argumentó, con verdadera pereza mental, que la
belleza de una obra de ingeniería reside en su utilidad, lo cual, aun-
que parezca una conclusión positiva invalidando el axioma, supone
realmente el total desentenderse con respecto a las bellas artes.
Indiferencia o incompatibilidad conducen a lo mismo: falta de
relación entre belleza y utilidad, y así, cuando el punto de vista en la
cuestión es el del ingeniero, aparece el desprecio total de las cuali-
dades estéticas de su obra, y si es el de los conspicuos guardadores
de las artes decimonónicas, la exclusión de la ingeniería del recinto
de las bellas artes.”42
La obra más importante que construye en Avilés es, sin duda, los
talleres para el tren de laminación (1952-1959). Consta de siete naves
adosadas, seis de 30,2 m de luz y una séptima de 20 m, con la consi-
derable longitud de 905 m. La sección de la cubierta, de cuidadísimo
dibujo, aúna la eficacia constructiva con las necesidades de ilumina-
ción y la potencia expresiva. Recorriendo su inmensidad se desea que
alguna cámara cinematográfica capte toda la dramática intensidad
de sus espacios interiores y, desde luego, que fuera posible alguna
importante iniciativa que posibilitara su reutilización; viene a propósito
citar a Vicente Todolí, nombrado recientemente director de la Tate
Gallery, cuando refiriéndose al edificio inglés, dice: “La sala de turbi-
nas (...) es un espacio que pesa, y está muy cargado. Cargado de
memoria, pero también de una monumentalidad no pretendida, que
es la más potente, la de la arquitectura industrial”.43
Sucesivamente, Fernández Casado va completando su actua-
ción en Avilés con el taller de calderería (1952-1954), el taller mecá-
nico (1952-1954) y el taller de fundición (1953-1956), actuaciones que
había simultaneado con otras, también de notable arquitectura
industrial, como el complejo para NITRASTUR (Barros, Langreo, 1950-
1954) y la nave de fundición de ENDASA (Celuán, Gozón,1956-1957).
Las otras notables arquitecturasSeñalé anteriormente la falta de ambiciones culturales del régimen
de Franco, o mejor la negación de cualquier atisbo de tensión frente
a los verdaderos temas de impacto cultural en los años inmediatos a
la posguerra. La arquitectura no pudo ser una excepción, obvia-
mente, a este actuar general, lo que no significaba una profunda
reflexión hacia lo interior, como en alguna ocasión se quiso hacer ver,
sino la vulgarización de algunos supuestos temas propios y, desde
luego, la total indiferencia a los aires frescos que podrían llegar del
exterior y que tan fructíferamente habían agitado sus raíces en los
años republicanos.
Será preciso esperar a los primeros años de la década de los cin-
cuenta para encontrar un nuevo clima de sensibilidad hacia las
corrientes artísticas más actuales, y también arquitectos y arquitec-
turas que proclamen abiertamente su intención de superar aquel
estado de frustración. Dos acontecimientos me parecen especial-
mente significativos de este nuevo modo de sentir y de actuar, por-
que supusieron una penetración en el interior mismo de las institucio-
nes oficiales. El primero de ellos, el curso de arte abstracto que diri-
gió el arquitecto José Luis Fernández del Amo en la Universidad Inter-
nacional Menéndez y Pelayo de Santander, en el verano del año
1953, quien en el discurso de inauguración del mismo pronunció
palabras explicativas del momento que se estaba viviendo: “Este
pueblo español, que en momentos históricos alardea de valor con
perfecto derecho, es masivamente cobarde frente a la aventura de
la inteligencia, frente al riesgo de la sensibilidad. No es más que
miedo lo que les mantiene extraños a la gran epopeya del arte con-
temporáneo. Y son los intelectuales cultivados en alguna especiali-
dad los que ofrecen mayor resistencia a la permeabilidad en el acto
de la contemplación. Ellos han formado de su propia ciencia, como
el molusco, la concha en la que se encierran”.44 El segundo al año
siguiente, cuando a Javier Sáenz de Oíza y J. L. Romaní se les con-
42 MANTEROLA ARMISÉN, Javier, op. cit.43 Entrevista a Vicente Todolí, “Babelia”, El País (11-1-2003).44 FERNÁNDEZ DEL AMO, José Luis, Palabra y Obra, escritos reunidos, pág. 146, COAM, Madrid, 1995.
Palacio municipal de deportes, 1964OviedoIldefonso Sánchez del Río
Fábrica de ladrillos refractarios de Viella, 1958-1960Viella, Siero Ildefonso Sánchez del Río
Hangar de Barajas y talleres, 1942-1945MadridEduardo Torroja
cede el Premio Nacional de Arquitectura por su proyecto de Capilla
en el Camino de Santiago. Explicando los propósitos de su proyecto,
escribió Oíza: “La arquitectura parte de una estructura geométrica
espacial formada por elementos lineales metálicos, aristas de una
ideal malla poliédrica, que, apoyándose en limitados puntos de una
malla, sitúa en el espacio una red múltiple de puntos fijos, que pue-
den servir de apoyo y soporte –mejor diríamos suspensión o sostén– a
la cubierta concebida como una superficie ligera plegada en zig-
zag”, y poco más adelante, continuando con sus argumentos: “se
comprenderá que no hemos tenido inconveniente en recurrir a las
formas más audaces, más avanzadas, más de acuerdo con los
medios y herramientas de nuestra industria y nuestra cultura: ni igle-
sias de barro cocido, piedra o madera; iglesias nuevas con materia-
les nuevos, que, artificiales hoy en sus primeros usos, pronto se con-
vertirán en medios tan naturales como los que directamente se brin-
daban al hombre primitivo sobre el paisaje de sus días. ¿Habremos
de renunciar a ello porque, siendo en sí naturales, hayan surgido de
la Naturaleza a través de una herramienta mayor que la primitiva
hacha de sílex con que el hombre primitivo labraba la piedra, y que
venimos hoy en llamar industria moderna?”.45
Los aires de cambio eran mucho más que dulces brisas, venda-
vales agitarían a partir de ahora aquel triste y anodino paisaje cultu-
ral, en los que el arte y la arquitectura tendrán importantes dosis de
protagonismo, como ya unos años antes se ha había encargado de
anticipar Miguel Fisac, con su edificio para el CSIC (1950-1952), y
poco después harían Alejandro de la Sota en el Gobierno Civil de
Tarragona (1954-1957) y Corrales y Molezún en el Pabellón Español
de Bruselas (1956-1958).
Simultáneamente, a partir de los primeros años de la década de
los cincuenta se experimentaron importantes transformaciones eco-
nómicas, que tendrían singular importancia sobre el objeto de este
estudio, ya que, como consecuencia de ella, se habrían de implan-
tar una serie de importantes industrias y sus correspondientes edifi-
cios, muchos de los cuales se construirían en clave moderna.
Efectivamente, ya a partir del año 1951, el peso de la industria en
la economía del país empezará a ser determinante: el PIB industrial
superará a su correspondiente agrícola.
El crecimiento de la industria de la electricidad será notable,
impulsado por el Plan de Obras Públicas que, como es sabido, era un
apartado de los dos Planes Generales de Obras Públicas (Leyes de
11-41939 y 18-4-1941, respectivamente).
Algunas zonas, Badajoz por ejemplo, serán objeto de amplias
operaciones colonizadoras, que a través de su conocido Plan de
Obras, Colonización e Industrialización (7-4-1952) impulsarán la cre-
ación de singulares industrias.
Por su parte, la II Guerra Mundial y posteriormente la de Corea
harán sentir su influencia en el ámbito de la minería. Industrias mine-
ras, vinculadas a la extracción del Wolfrang dejarán su impronta en
territorios como Galicia, y en concreto en Fontao (Villadecruces) y su
poblado minero, del que más adelante me ocuparé.
El Plan de Estabilización (1959), juntamente con las medidas eco-
nómicas del nuevo gobierno de 1957, propiciará la creación de nue-
vas industrias, básicamente asentadas en los llamados Polos de
Desarrollo: Vigo, La Coruña, Valladolid, Zaragoza y Sevilla fueron sus
sedes, lo que tendrá importantes consecuencias en su desarrollo
urbano.
Los grandes complejos industrialesEn el terreno que nos ocupa, la mayor transcendencia de aquella
nueva política económica será la puesta en marcha de importantes
complejos industriales, algunos de los cuales serán ocasión para
señalados acontecimientos “arquitectónicos modernos”.
El 25 de abril de 1941 se fundaba el Instituto Nacional de Indus-
tria (INI), totalmente inspirado en el Instituto per la Recostruzione
Industriale (IRI) italiano que, como este, debía de atender a las
tareas de reorganizar y desarrollar las industrias básicas. Tal y como
se recoge en la propia formulación de la ley, debía: “financiar al ser-
vicio de la nación la creación y resurgimiento de nuestras industrias,
en especial las que se proponen como fin principal la resolución de
los problemas impuestos por la defensa del país o que se dirijan al
45 SÁENZ DE OÍZA, F. Javier, “Una Capilla en el Camino de Santiago”, en Revista nacional de Arquitectura nº 161.
Capilla en el Camino de SantiagoFrancisco Javier Saénz de Oíza, Romaní
Instituto de ciencias de la construcción EduardoTorroja, 1948-1952MadridGonzalo Echegaray, Manuel Barbero Rebolledo,Eduardo Torroja
Talleres de laminación, ENSIDESA, 1952-1959AvilésCarlos Fernández Casado y Amalio Hidalgo
Sociedad Ibérica del nitrógeno (NITRASTUR), 1950-1954Barros, LangreoCarlos Fernández Casado
desenvolvimiento de nuestra autarquía económica”.46
Una de las primeras actuaciones llevadas a cabo por el INI fue el
importante complejo industrial de Puertollano, comenzado en 1943
y que, como otros, debían cumplir la misión de dotar al país de com-
bustibles que suplieran la carencia de petróleo, en este caso a partir
del tratamiento de pizarras bituminosas. Dos piezas son de destacar,
la central térmica (1947-1951), según proyecto de Javier García
Lomas y también, probablemente, de Fernando Moreno Barberá, y
el silo de abonos nitrogenados (1955-1958) de Manuel Valdés Larra-
ñaga, en ambos la importancia de sus estructuras se confía al hor-
migón armado. Relacionado con parecidos empeños y bajo la
misma iniciativa se construyó en Madrid el Centro de Investigación
Calvo Sotelo (1953) para la empresa Nacional de Combustibles Líqui-
dos y Lubricantes, según proyecto de Moreno Barberá, y que debe
su traza final al complejo sistema de circulaciones que en su interior se
desarrollaba entre la central térmica, los almacenes, talleres, ferroca-
rril, talleres de montajes, escuelas de aprendices, vestuarios.
También en Madrid y en la temprana fecha de 1954, Manuel Sáinz
de Vicuña proyecta la fábrica de la Perfumería Gal, un amplio com-
plejo que, además de laboratorios y naves de fabricación de una
amplísima gama de productos cosméticos, cuenta con central tér-
mica, almacenes, oficinas, locales sociales, comedor, piscina, vestua-
rios y viviendas para los técnicos, ocupando diferentes edificios de
clara inspiración moderna.
Mención singular merece el complejo industrial de Sefanitro, que
se construye entre 1942 y 1950 en Baracaldo, según proyecto de
Germán Aguirre, y que en sus 194.123 m2 mantiene un notable nivel
arquitectónico.
Pero será en Avilés-Corvera-Gozón donde, debido al interés por
desarrollar el sector de la producción siderúrgica, tendrá lugar la cons-
trucción del mayor complejo industrial de estos años, solamente la
nave de los talleres de laminación tenía 182.190 m2. De la mano de
arquitectos como José Manuel Cárdenas y Francisco Goicoechea y
del ingeniero Carlos Fernández Casado, como principales protagonis-
tas, se construirán los diferentes edificios que constituyen esta magna
obra de arquitectura industrial, guiada por los principios de la racio-
nalidad constructiva que impone la prefabricación.
El valor de la estructuraUno de los esfuerzos más denodadamente perseguidos por los arqui-
tectos modernos fue expresar el valor de la construcción y, como es
natural el de la estructura, que adquiere un especial significado en los
edificios industriales, por la necesidad de estar dotados de amplios
espacios que fueran capaces de adaptarse con facilidad a los reque-
rimientos funcionales, tan exigentes en este tipo de edificios. No es de
extrañar, por lo tanto, que, en el periodo que aquí se estudia, la pre-
sencia de la estructura adquiera rasgos notables. El hormigón y el
acero, con sus características y posibilidades específicas, fueron los
materiales protagonistas, y casi únicos, de estos acontecimientos;
materiales modernos por excelencia, juntamente con el vidrio.
En la búsqueda de los grandes espacios diáfanos, el hormigón
permitía ser utilizado básicamente de dos maneras: como estructura
reticular o como sistema abovedado creando vastos espacios sin
soportes intermedios. Conforme a esta última posibilidad, pueden
citarse notables ejemplos recogidos en este registro. Así, por ejemplo,
la nave de la Unión de Explosivos de Río Tinto (El Hondón, Cartagena,
1953-1957) y las cinco naves para ganado en la estación de Talavera
la Real, (1955-1957) tienen cada una de ellas una sección parabólica,
de muy afinado grosor, construidas con una hábil utilización de ele-
mentales recursos constructivos. Las fábricas para la empresa Cross,
tanto en Valencia, como la de Pontevedra (1954), están resueltas con
grandes bóvedas longitudinales que rematan transversalmente en
otras más pequeñas que les sirven de contrafuerte estructural; la nave
principal del centro de acondicionamiento y fermentación del
tabaco (Candeleda, Ávila, 1961-1963), de arcos rebajados de hormi-
gón que soportan una losa armada ondulada y alabeada; también
las cinco naves del almacén general de la refinería de petróleos
CEPSA (Santa Cruz de Tenerife, 1957-1959), proyectada por José
Robles Blasco.
Las estructuras de hormigón resueltas con pilares han dado lugar a
diferentes soluciones de interés espacial, como la de la fábrica Intel-
horce (Málaga, 1958-1959), proyectada por Ramón Vázquez Molezún
y el ingeniero Manuel María Valdes, en el que los pilares soportan una
estructura en diente de sierra, formada por semibóvedas de hormi-
gón, que producen un interior de interesantes efectos lumínicos; tam-
bién la luz es protagonista del espacio interior del edificio de Tecosa
(La Carolina, Jaén, 1964-1967), según proyecto de Fernando Higueras,
46 MATÉS BARCO, Juan Manuel, “La economía durante el régimen de Franco (1939-1975), en PAREDES, Francisco Javier (coord.), Historiacontemporánea de España (Siglo XX), págs. 806-835, Ariel Historia, Barcelona, 2002.
Poblado de las minas de Fontao, 1954-1958César Cort y Basilio Bas
Fábrica de la perfumería Gal, 1956-1970Alcalá de HenaresManuel Sainz de Vicuña
en el cual la luz penetra por los planos que dejan paraguas de sección
asimétrica; asimismo, la luz cualifica los interiores de la central lechera
Clesa (Madrid, 1959-1963), en los que Alejandro de la Sota deja mues-
tra de su poética austeridad constructiva.
La investigación del hormigón logra cotas de renovado interés
con las estructuras pretensadas, que permiten luces no alcanzables
por métodos tradicionales. El ejemplo más temprano de esta tecnolo-
gía del hormigón lo encontramos en la factoría arrocera de Sueca
(1954-1955), de la mano de Mauro Lleó como arquitecto y del inge-
niero Francisco Ruvira, en la que levantan una impresionante nave de
105 m de longitud, cubierta con luces de 34 m. También Fisac, unos
años después, exploraría las posibilidades de los pretensados, en este
caso recurriendo a vigas de sección osiforme, para lograr un espacio
que asegurara una uniformidad lumínica, tal y como requería la labor
experimental a desarrollar en el interior del Centro de Estudios Hidro-
gráficos (1960), en el que el protagonismo del hormigón es absoluto.
La versatilidad de un interior “soberano”, en el sentido de Perret,
queda asegurada con la uniforme retícula modulada de 5 x 6 m de
los Laboratorios Profiden, construidos por Corrales y Molezún en el año
1965 en Madrid.
Singular estructura resuelven Antonio Vallejo y Santiago de la
Fuente en la fábrica de tableros de Tafisa (Valladolid, 1963-1965),
donde la planta baja es un pórtico abierto, formado por ocho pilares
de hormigón que soportan un sistema de dobles vigas; en la planta
superior la estructura es metálica, quizá toda ella reciba la influencia
directa de la fórmula estructural adoptada en el pabellón Suizo por Le
Corbusier.
El protagonismo de las estructuras metálicas se inicia en España en
1954, cuando César Ortiz-Echagüe, Manuel Barbero y Rafael de la
Joya comienzan la elaboración del proyecto para los comedores de
la Seat, industria que estaba recibiendo un fuerte impulso estatal
como consecuencia de las nuevas orientaciones económicas e indus-
triales que se adoptan a partir de 1950, cuando se decide impulsar las
industrias del acero, de los combustibles y de la automoción. Las difi-
cultades de la cimentación orientan a los arquitectos hacia una
estructura metálica realizada en aluminio, diseñada con notable pre-
cisión en colaboración con los técnicos de la industria aeronáutica
CASA. Los comedores se distribuyen en pabellones, enlazados por
espacios ajardinados, con la intención de crear un ambiente relajado
que permitiera entender la hora de la comida como un tiempo de
descanso entre la jornada laboral. Lo notable de su acierto arquitec-
tónico hizo que obtuviera el Reynols Memorial Award auspiciado por
el American Institute of Architecture y presidido el jurado por Mies van
der Rohe. También de Ortiz-Echagüe, esta vez acompañado de
Rafael Echaide, son los Laboratorios de la Seat (1958-1960) en Barce-
lona. En este caso, la estructura metálica organiza toda la planta con
una clara separación entre las áreas de trabajo y las de circulaciones.
Singular importancia tiene la estructura metálica en las naves del
Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas, CENIM, que de la
Sota construye en 1963 en la Ciudad Universitaria madrileña. La estruc-
tura afirma su presencia tanto en el interior como en el exterior, con
soluciones que remiten directamente al lenguaje miesiano en su
etapa americana, influencias que también se recogen en los muros
laterales del edificio Arriba de Francisco Cabrero (Madrid, 1960-1963).
Ligereza y transparenciaUna de las varias aspiraciones derivadas del mundo industrial y de la
técnica, en su búsqueda de la máxima eficacia, es la ligereza. En el
ámbito de lo arquitectónico, ésta cuestión se traslada tanto al diseño
de la estructura, anteriormente lo hemos visto, como a unas nuevas
relaciones entre esta y el cerramiento. La especialización funcional
de lo constructivo conduce inevitablemente a un aligeramiento de
la fachada y, desde luego, sale al encuentro de lo que podría
entenderse como la esencialidad de lo arquitectónico en la era de
la máquina, esta es la aspiración contenida en las palabras de Sota
cuando, a propósito de la capilla de Romaní y Sáenz de Oíza en el
Camino de Santiago, escribe: “Es necesario pensar en metales aun-
que usemos piedras; las usaremos de forma mucho más pura, más
noble; contraste entre macizo, pesadez y fragilidad, ligereza.”47
Y si
esto lo escribía en la temprana fecha de 1954, volvería sobre el
mismo argumento en repetidas ocasiones, como en el texto titulado
“Sentimiento sobre cerramientos ligeros”,48 de 1963: “Así, por ejem-
plo, se sabe que en un periodo evolutivo y perfectivo en todo como
es el actual, siempre se tiende (y se ha tendido) a la ligereza, al ali-
vio del peso de la materia; es una natural aspiración humana. Pasa
en las artes, en las letras y en las técnicas, cuando son inteligentes. Si
añadimos la claridad como concepto, podríamos decir que clari-
dad y ligereza caracterizan hoy la sublimación de las cosas: su ingra-
Fábrica de la Cross, 1954PontevedraIngeniería Proquiber
Naves ganaderas de la antigua estaciónde Talavera la Real, 1955-1957
adajoz
Nave principal del centro deacondicionamiento y fermentacióndel tabaco, 1961-1963Carretera de Oropesa km 28,Candeleda, Ávila
47 SOTA, Alejandro de la, “Una Capilla en el Camino de Santiago”, en Escritos, conversaciones, conferencias, pág. 32, PUENTE, Moisés (ed.), Gustavo Gili, Barcelona, 200248 Ibid., pág. 156
videz es un factor positivo”. Es la aspiración a la esencialidad, a la
ligereza, lo que transmiten obras suyas, como la factoría Clesa
(Madrid, 1959-1963), donde las cubiertas parecen flotar sobre las
diferentes áreas de trabajo, también en las naves del CENIM, en las
que elementales perfiles metálicos apenas si dejan notar su presen-
cia en los amplios espacios, tamizados por tenue y eficaz ilumina-
ción, y en las que separaciones vidriadas hacen un profundo elogio
de la transparencia.
Ligereza, como vehículo de la transparencia, que de igual modo
está presente en los comedores de la SEAT (C. Ortiz Echagüe, M. Bar-
bero, R. de la Joya, Barcelona, 1954-1956), en este caso como modo
de conectar el interior a los agradables jardines del inmediato exte-
rior. “El programa sólo exigía que el edificio cumpliese la función de
poder servir 2.000 comidas en dos turnos. Pero detrás de esa “pro-
saica” exigencia, señalaba Ortiz-Echagüe con verdadera satisfac-
ción, se adivinaba la estupenda posibilidad de que el tiempo dedi-
cado al almuerzo sirviera de verdadero cambio de ambiente a esos
2.000 obreros sometidos a la monotonía de la fabricación en serie. Y
pocos cambios de ambiente pueden resultar más gratos que el paso
de una gran nave industrial a un jardín, con esa vegetación exube-
rante que proporciona el clima mediterráneo. Nos propusimos, por
tanto, hacer una construcción muy transparente, con los elementos
imprescindibles para defenderse del clima”.49
El muro cortina fue el mecanismo constructivo que de un modo
más repetitivo se utilizó en esta búsqueda de la transparencia, que,
a diferencia de los ejemplos antes citados, hacía de lo transparente
vehículo de exhibición, también de propaganda de la empresa y de
sus productos. Es el caso del edificio para la industria Nau Ivanov
(Barcelona, 1959-1961), de Jordi Figueras i Anmella, y de la fábrica
de cervezas El Águila (Córdoba, 1962-1965), que construyen Rafael
de la Hoz y Gerardo Olivares. También Coca-Cola utiliza este recurso
en su factoría de Barcelona (1961-1963), de Josep Soteras i Mauri, y
de un modo más contundente en La Coruña (1961), obra de Andrés
Fernández-Albalat y Antonio Tenreiro.
En todos estos casos, la transparencia no sólo sirve como exhibi-
ción de lo que en su interior está ocurriendo, sino que además busca
el efecto de la iluminación nocturna, horas en las cuales el edificio
se muestra en todo su esplendor, constituyendo una llamada de
atractiva y poderosa atención que también refleja la intensa influen-
cia de la arquitectura de Mies van der Rohe.
De los materiales tradicionalesa los prefabricadosCiertamente, toda la “ideología” de lo industrial muestra una deci-
dida preferencia por los materiales de nueva factura: acero, vidrio y
hormigón; no podía ser de otra manera, ellos asumen la definición
de lo estructural y el protagonismo en el cerramiento. Sin embargo,
en el periodo que estudiamos quedan resquicios para que materia-
les o tecnologías tradicionales puedan expresarse en algunos signifi-
cativos ejemplos recogidos en este registro, ya que, como señala
Antonella Greco: “Construir para la industria no significa construir con
la industria”.50
Francisco de Inza y Heliodoro Dols construyen, en Segovia, su
conocida fábrica de embutidos (1963-1966), en la que un uso reite-
rado y obsesivo del ladrillo acaba imponiéndose con rotundidad en
las duras tierras segovianas. Uso del ladrillo que Sota utiliza como
envolvente en las naves del CENIM, aunque en este caso con un len-
guaje alejado de cualquier expresionismo, todo lo contrario, como
el mismo arquitecto diría, recurriendo a “fundamentos miesianos en
la composición general”,51 fundamentos que también se exhiben en
los muros laterales del edificio Arriba (Madrid, 1960-1963) de Cabrero,
mientras que la perfilería metálica y la envoltura de fibrocemento
centran el protagonismo en la nave de los talleres.
En la fábrica de la Empresa Nacional de Motores de Aviación,
Enmasa (Barcelona, 1950-1957), su arquitecto Robert Terradas desa-
rrolla una considerable imaginación constructiva, que aplica a los sis-
49 POZO, José Manuel, Los comedores de la SEAT: La primera arquitectura tecnológica española, AACC2. T6 ediciones, 199950 GRECO, A., ”Architetti italiani per l’industria”, en Prometeo, pág. 30, Electa-SIPI51 SOTA, Alejandro de la, en Alejandro de la Sota, arquitecto, pág. 88, Ediciones Pronaos, Madrid, 1989.
Fábrica Tecosa, 1964-1967La CarolinaFernando Higueras
Central lechera Clesa, 1959-1963MadridAlejandro de la Sota
Factoría Arrocera de Sueca, 1954-1955Mauro Lleó Serret, Francisco Ruvira SenentSueca
Centro de estudios hidrográficos, 1960MadridMiguel Fisac
Fabrica de Tableros de Fibras, TAFISA, 1963-1965ValladolidAntonio Vallejo Acebedo, Santiago de la FuenteViqueira
temas de cerramiento, ventanas, forjados, aislamientos, etc., en un
conjunto de apreciable equilibrio como resultado final.
Por otra parte, la aspiración a la modulación y la estandariza-
ción, expresión del rigor racional maquinista y vehículo de la cons-
trucción industrializada, da pie a nuevas posibilidades constructivas,
que alcanzan con la manipulación mecánica e industrial del hormi-
gón notables resultados. Algunos ejemplos elocuentes son, la fábrica
Citesa (Málaga, 1962-1963) de Rafael García de Castro y Ricardo
Mexía, recurriendo en el exterior a un cerramiento dentado de pane-
les prefabricados de hormigón, de fuerte composición horizontal,
con otras piezas prefabricadas también en hormigón; la fábrica de
envases de plástico Cydeplas (Dos Hermanas, 1964-1965), proyec-
tada por un equipo de técnicos dirigidos por Felipe Medina, en el
que combinan la estructura metálica del interior, con los paneles pre-
fabricados del cerramiento en el edificio administrativo y paneles de
fibrocemento en la nave de producción.
Sin embargo, será Fisac quien más confiadamente se implique
en el empleo de prefabricados de hormigón, con sus conocidos ele-
mentos osiformes en los que emplea la técnica del pretensado, que
le permite lograr considerables luces. Ejemplo sorprendente de este
proceder de Fisac fueron los laboratorios del Centro de Estudios
Hidrográficos (Madrid, 1960), en cuyo interior logra un sorprendente
espacio cuyo protagonismo único, como ya indicó, corresponde al
hormigón, continuando experiencias ya utilizadas en los laboratorios
Made (Madrid, 1961-1963)
Los poblados de la industriaA veces, no demasiadas, las actividades industriales han sentido la
necesidad de promover directamente alojamientos para sus traba-
jadores. En la mayor parte de los casos con arquitecturas de nulo
interés. Sin embargo, no siempre fue así y, aunque en contadas oca-
siones, a veces las arquitecturas para la vivienda de la industria han
adquirido cotas significativas de dignidad. Cuando esto ha tenido
lugar, los poblados industriales han recurrido a ropajes de corte his-
toricista, con referencias claras a una cierta tradición inglesa relati-
vamente reciente, es el caso, por ejemplo, del poblado de Com-
postilla (1954) en Ponferrada, de Esquer y Bellosillo, en otras ocasio-
nes a lenguajes decididamente vinculados al Movimiento Moderno.
Refiriéndonos a estos últimos, son ciertamente notables los que
construyen Bonet Castellana en la central de Vandellós y José Ferra-
gut Pou en la central térmica de Alcudia (1957-1960).
Entre 1961 y 1969, Ignacio Álvarez Castelao construye varios
poblados industriales para Electra del Viesgo y Térmicas Asturianas,
y César Cort y Basilio Bas uno para la minería del Wolfrang en Fontao
(Vila de Cruces, Pontevedra, 1954). La explicación de su existencia
debe entenderse como apuesta personal en el caso de Fontao,
dada la vinculación de Cort con la propiedad de la mina. En el caso
de los poblados de Castelao, a su decidida voluntad de moderni-
dad y a las industrias promotoras, que entendieron su labor cons-
tructiva como operaciones de prestigio, vinculadas a una cierta tay-
lorizacion y a inversiones de largo alcance y duración. Si toda indus-
tria es portadora del sentido de la oportunidad y de la caducidad,
quizá sea la hidroeléctrica la más alejada de la idea de lo momen-
táneo, lo que deja sentir su influencia en los modos de operar, sensi-
bles a la potente ideología de progreso de la que la electricidad era
portadora en su origen.
Aunque cada uno de estos poblados, obviamente, tiene sus
peculiaridades y atractivos específicos, mantienen sin embargo unos
rasgos similares. Todos ellos se caracterizan por una valoración de los
espacios comunes, resaltando una especial relación entre las vivien-
das y los espacios libres en que se sitúan, aportando un clima de
“bienestar, sosiego, silencio, tranquilidad armónica, comodidad”. Y
si alguno de ellos puede ser resaltado del conjunto es el de Navia,
donde la calidad de los espacios habitables exteriores alcanza
mayor calidad. Aquí “la linealidad y la repetición” organizan una
sofisticada disposición, en la que el espacio que se pierde entre los
intersticios que las viviendas van dejando, abre sutiles perspectivas,
a cuya calidad colabora el ajardinamiento, definido desde el pro-
yecto y magníficamente conservado hasta hoy.
La construcción está en ellos planteada desde el realismo y las
posibilidades inmediatas, pero donde la intención poética en deta-
lles y texturas está siempre presente, como en el poblado santande-
rino de La Hermida de Álvarez Castelao, donde “los blancos muros
de ladrillo pintado revelan texturas de claras influencias nórdicas, y
una confianza sin límites en la geometría, que se opone aquí a la
extraordinaria fuerza del lugar”,52 y es que, efectivamente, la bús-
Naves del Centro Nacional de InvestigacionesMeetalúrgicas Cenim, 1963MadridAlejandro de la Sota
Comedores Seat, 1954-1956Barcelona César Ortiz-Echagüe, Manuel Barbero, Rafael de la Joya
Edificio de fábrica y oficinas de Coca-Cola, 1960La CoruñaA. Fernández-Albalat y A. Tenreiro Brochón
52 GARCÍA BRAÑA, Celestino, “Donde la construcción late. Arquitecturas de los 50 en Asturias y Galicia”, en Los años 50: La arquitecturaespañola y su compromiso con la historia, pág. 73, ETSA, Universidad de Navarra, 2000.
queda y el logro de una adecuada relación con la naturaleza son
una de las características de la arquitectura de este importante
arquitecto asturiano.
LAS RUINAS INDUSTRIALES COMO PROBLEMADerivada muy importante para el territorio y la ciudad es aquel
carácter de provisionalidad del que toda industria es portadora, y al
que hice referencia en las primeras líneas de este texto. Nada hasta
ahora en la historia había tenido esta intrínseca voluntad de rápida
transitoriedad.
Los paisajes industriales que hoy contemplamos, fruto de la indus-
trialización de hace cincuenta o setenta años, son paisajes de deso-
lación, caducados como los propios instrumentos técnicos que en su
día les dieron vitalidad. La movilidad y el cambio, factores intrínsecos
de la industrialización, están siendo, o lo han sido también por su
misma lógica, factores de aniquilación de aquellas primeras instala-
ciones, y si en el origen produjeron notables trastornos, su desmante-
lamiento en el presente produce igualmente efectos negativos, no
sólo económicos y sociales, sino también sobre su marco físico, en
nuestras ciudades y territorios industriales, dando lugar, en tan poco
tiempo, a edificios agotados en sus funciones, a veces arruinados o
muy deteriorados, también a amplias superficies de terrenos que han
perdido su razón de ser, abandonados por ya inservibles y, cuando
es posible, a la espera de nuevos destinos.
En el futuro inmediato será preciso desarrollar los instrumentos
adecuados, el corpus científico preciso, que permita afrontar la tota-
lidad de los valores que están en juego. Su adecuada ordenación y
la de sus, a veces, excepcionales arquitecturas, hacen de estas cir-
cunstancias uno de los problemas urbanístico-arquitectónicos más
interesante de nuestro presente. Será necesario abordarlos con nue-
vas estrategias de proyecto, por las dificultades que implican, no
siendo la menor, pero tampoco la única, la derivada de su tamaño,
pues las direcciones de trabajo se bifurcan en cuanto se atiendan los
problemas urbanísticos: parques, infraestructuras, viviendas, equipa-
mientos culturales, o las grandes inversiones y consecuencias eco-
nómicas de ellas derivadas, también las ecológicas, las culturales y,
desde luego, las arquitectónicas.
Y sin embargo, antes o después, estas ruinas industriales se verán
todas ellas sometidas a estrategias de renovación, como lo han sido,
por ejemplo, los cascos históricos de nuestras ciudades. En el marco
europeo ya ha habido ocasión para comprobar alguna de las afir-
maciones aquí contenidas, las intervenciones renovadoras sobre la
región de Lorraine, la cuenca del Ruhr, Fondiaria (Florencia), la
Bicoca (Milán) o la intervención de Renzo Piano en la fábrica de Lin-
gotto, son buena prueba de ello.
Las instalaciones industriales configuradas con pautas ligadas al
Movimiento Moderno están hoy en una decisiva encrucijada. Su
caducidad, cualesquiera que hayan sido sus orígenes, plantea la
ineludible necesidad de contemplarlos como centro de importantes
operaciones, en las que la disyuntiva entre el desmantelamiento o la
recomposición, encontrándoles nuevas actividades, estará siempre
presente.
Dado que estas ruinas constituyen en muchos casos fuertes ele-
mentos de identidad de los territorios en que se asientan y de las per-
sonas que los habitan, independientemente, o a pesar, de los tras-
tornos o destrucciones que en muchos casos originó su existencia,
permanecer, de un modo o de otro, aparece como una fuerte ten-
dencia. Son áreas en las que, por otra parte, el decaimiento indus-
trial contagia una fuerte sensación de fracaso y abandono entre las
gentes que antaño de ellas vivieron, lo que se traduce en entender
una cierta continuidad como símbolo de recuperación de identida-
des y valores cívicos. También un sentido práctico aboga por la con-
tinuidad, pues en buena parte de los casos ocupan lugares de
importante densidad de población, la que ellos mismos han creado,
lo que representa una excelente ocasión para traducirse en oportu-
nas reordenaciones urbanísticas. Todo lo anterior transmite la urgen-
cia de encontrar nuevos destinos a tan vastas áreas degradadas y
avanzar en su saneamiento y recuperación.
Suelen ser ocasión singular para nuevos temas arquitectónicos y
paisajísticos, tanto si proceden del abandono industrial como si se
trata de antiguas explotaciones mineras. En cualquier caso, imponen
Fábrica de embutidos Postigo, 1963-1966SegoviaHeliodoro Dols Morell, Francisco De Inza Campos
Fábrica Enmasa, 1950-1957BarcelonaRobert Terradas i Via, Vicente Alegre
Cydeplas, 1964-1965Dos HermanasOTAISA
Laboratorios farmacéuticos Made, 1961-1963MadridMiguel Fisac
Poblado en Ribera de Arriba, 1962-1968Ribera de ArribaIgnacio Álvarez Castelao
por su artificialidad. Su naturaleza y sus formas dependieron directa-
mente de la máquina y su capacidad transformadora.
Acercarse a ellas con propósitos arquitectónicos implica tam-
bién trabajar con la idea de lo sublime, que transmiten no solamente
su tamaño, sino también su condición de ruina, la añoranza de pasa-
dos esplendores, los esfuerzos humanos en ellas ahora enterrados y
también una cierta idea de tenebritud, como la que se percibe en
la gran nave del taller de laminación de Ensidesa en Avilés
Puede ser necesario adoptar los mecanismos de conservación
oportunos y, en este sentido, hay que augurar un buen futuro a la
reciente iniciativa del Instituto del Patrimonio Histórico Español, por la
primera selección de 49 bienes industriales del Plan de Patrimonio
Industrial y, desde nuestra perspectiva, desear que pronto se
extienda a edificios y complejos industriales vinculados a la arqui-
tectura del Movimiento Moderno.
Para nuestras ciudades industriales, como Bilbao, Sagunto, Bar-
celona, Avilés, Sevilla o Éibar, se abren, o ya lo han hecho, importan-
tes problemas como consecuencia de aquella evolución de sus
áreas industriales, planteando posibilidades de notable transcen-
dencia para su futuro, que no deben entenderse como situaciones
de desgracia, sino, bien al contrario, como ocasiones de oportuni-
dad en la que ciudades o territorios ahora abandonados por la
industria, tienen ante sí la ocasión de tomar decisiones capaces de
orientar hacia nuevas perspectivas su futuro. Efectivamente, los terri-
torios acosados por la desoladora presencia de las ruinas de la indus-
trialización de finales del siglo XIX y primera mitad del xx, están obli-
gados a superar la sorpresa inicial, el desconcierto público y privado
que ello provoca, concitando los esfuerzos colectivos capaces de
transformar el abatimiento en energía, hacia la transformación de la
ruina del pasado en bienestar del futuro. En su gestión será necesario
tomar graves decisiones, sopesando todas las alternativas posibles,
quizá optar por caminos de síntesis entre opciones contrapuestas,
aprender de experiencias más madrugadoras pero sin traslados
miméticos, contar con los mecanismos capaces de articular la
amplia y necesaria perspectiva interdisciplinaria.
ado de Compostilla, 1954erradaer, Francisco Bellosillo
Central térmica de Alcudia, 1955-1958Puerto de AlcudiaRamón Vázquez Molezún, Pedro Reus
Poblado de las minas de Fontao, 1954-1958César Cort y Basilio Bas
Viviendas del personal de la Central hidroeléctricade Arbón, 1961-1964NaviaIgnacio Alvarez CastelaoPrimera fase:
Parque en una siderurgia, Caen (Francia). Dominique Perrault
Parque Duisburg NorteCowperplatz Duisburg (Alemania)Peter Latz