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INSERCIÓN COMERCIAL DE AMERICA LATINA EN EL MUNDO GLOBALIZADO
Simón Alejandro Párraga
I. Introducción Para sus defensores, la globalización ha significado la gran oportunidad de todos los
pueblos del mundo de interconectarse, expandir el conocimiento, expandir las culturas,
pero sobre todo de expandir mercados y –según ellos- el bienestar. Esta expansión que ha
traído consigo la globalización no es nueva, ya venía gestándose en las últimas décadas del
siglo XX, sin embargo, el empuje dado por este fenómeno, indiscutiblemente le dio otra
dimensión a la economía y al comercio alrededor del globo.
La globalización igualmente le ha dado un matiz nuevo a los valores modernos de la
libertad comercial y de la democracia, tanto es así, que las principales potencias ven estos
temas como puntos fundamentales para garantizar la seguridad y la paz. Este proceso de
universalización de los valores liberales y democráticos ha guiado en esta primera década
del siglo XXI, las movilizaciones militares y geoestratégicas – sobre todo en oriente medio-
más ambiciosas, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La razón de muchos de estos
movimientos tiene el claro objetivo de asegurar nuevos mercados para las economías
industrializadas, hoy en crisis.
Paz liberal, paz democrática y patrón dominación/explotación/conflicto1 capitalista son
tres elementos que permean en todas las lógicas que mueven al moderno mundo
1 Para saber más sobre el patrón Dominación/explotación/conflicto consultar, Aníbal Quijano, “El fantasma del
desarrollo en América Latina”, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 2000, Vol. 6, N° 2 (mayo-agosto), pp. 73-90. También se puede consultar en http://www.ceapedi.com.ar/imagenes/biblioteca/libros/56.pdf
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globalizado y al que por supuesto no escapa el comercio internacional. El diseño de las
estructuras y cadenas comerciales internacionales fueron diseñadas para beneficiar y
facilitar el desarrollo de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo
con esto, las reglas comerciales se han venido dictando en favor del desarrollo de los
países del Norte industrializado-manufacturero, en detrimento de los países del Sur
exportadores de materias primas, reglas que a su vez mantienen y sustentan la actual
división internacional del trabajo.
El presente trabajo tiene la finalidad analizar los procesos de industrialización y de
inserción en el comercio internacional que se han producido en América Latina, sus
efectos y las causas por las cuales dichos procesos no se han traducido en tiempos de
mayor desarrollo y bienestar para los pueblos latinoamericanos. Así mismo, se pretende
analizar las oportunidades que tiene ahora la Región para insertarse en el circuito
comercial internacional de forma exitosa, los obstáculos y los retos que esto representa
en este comienzo de siglo.
Por último, se aborda brevemente un debate que se ha venido desarrollando desde hace
algún tiempo y que se refiere a la necesidad o no de profundizar los mecanismos de
integración regional con el fin de lograr mejores condiciones de negociación e inserción
comercial mundial, o por el contrario si es necesario buscar nuevas estructuras o circuitos
comerciales alternativos y separados de la OMC, como los que se vienen promoviendo a
través de la llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
II. Antecedentes: las políticas de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) En los años 60 y 70, se desarrolló un interesante proceso que se originó como respuesta a
dos eventos determinantes, el primero fue la Primera Guerra Mundial y el segundo la
crisis de los 30, que puso fin al régimen del patrón oro y redujo el comercio bilateral al
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mínimo. Dicho proceso no fue otro que el de la industrialización. Luego de la Segunda
Guerra Mundial, la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) se
convirtió en una política primordial para América Latina, fundamentalmente impulsada
por la exportación de materias primas.
Este fenómeno ha abierto un profundo debate, sobre todo en lo que tiene que ver con el
papel que esta industrialización debería tener en el desarrollo de los países
latinoamericanos, además de la vinculación entre crecimiento y liberalización. Este debate
estará transversalizado por la teoría centro-periferia especialmente durante la década de
los 60 en adelante.
A pesar de las críticas que suscitaron estas políticas de sustitución de importaciones, no
puede dudarse que ésta dio lugar a la emergencia de la industrialización en la mayoría de
los países, aunque no en todos se dio de la misma forma ni generaron los mismos efectos,
lo que sí parece ser un rasgo característico es que las políticas de ISI se sustentaron en su
mayoría en la exportación de materias primas. En este sentido Diana Tussie nos comenta:
“A medida que la economía mundial se recuperó de la guerra, también lo
hicieron las exportaciones latinoamericanas a los destinos usuales. A
principios de los años 60 EE.UU y Europa absorbían cerca de un tercio de las
exportaciones de la región. El comercio intra latinoamericano creció de 10%
en 1950 a 15% en 1963. Una característica marcada en este período fue que
la participación de exportaciones de productos básicos en el total de las
exportaciones permaneció bastante alta aún cuando la participación de la
industria en el PBI estaba creciendo rápido” (Tussie, 2011).
Los datos suministrados por Tussie nos muestran un poco la configuración de esta política
y cuáles fueron sus perspectivas. Es cierto que el empuje dado por las materias primas
permitió a muchos países incrementar su presencia en el escenario comercial mundial e
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impulsó de forma importante el comercio intrarregional. En los años 60 hasta el 2008, tal
y como lo muestra el siguiente gráfico, el volumen de exportaciones de Latinoamérica se
ha mantenido relativamente estable.
Tabla 1
Como habíamos mencionado anteriormente, las políticas de industrialización se
desarrollaron de diversas maneras en América Latina, los casos más importantes se dieron
en Brasil y México, países que lograron crecimientos por encima del 5% hasta los
tempranos 70, en un fenómeno que se llegó a denominar “el milagro brasileño”, período
el cual sirvió de gran impulso al modelo desarrollista de ese país. Los resultados no fueron
tan halagadores en los demás países, sobre todo los del Cono Sur cuyas tasas de
crecimiento oscilaron entre un 1,7% al 4%. Otros casos como el de Venezuela fueron
paradigmáticos ya que tuvo un crecimiento promedio de 6% hasta el final de los años 70
impulsado por la exportación de hidrocarburos que en 1975 pasó a manos del Estado. En
Centro América el crecimiento fue un poco más lento, dado a que el comercio de materias
primas estaba sujeto a regulaciones por una serie de acuerdos como por ejemplo el café,
además de esto, entrada la década de los 70, la región se vio envuelta en conflictos
Fuente: OMC citado por (Tussie, 2011)
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internos vinculados con el levantamiento de movimientos de liberación como respuesta a
la política estadounidense en la zona.
En este mismo orden, las economías más pequeñas de la Región prefirieron diversificar
exportaciones en vez de sustituir, teniendo buenos resultados sobre todo durante los 50 y
los 60. Las políticas de sustitución y de diversificación de importaciones en general
mostraron buenos resultados, no solo en México y Brasil o aquellos países exportadores
de petróleo, otros países más pequeños también pudieron impulsar sus economías a
través del comercio sobre todo para el mercado de EEUU -que históricamente ha sido el
receptor por excelencia de las exportaciones de América Latina- sino también para
Europa, representando un tercio y un quinto respectivamente a lo largo de los años 70,
mientras que el comercio con otros países en vías de desarrollo crecía de 4% a 7%.
En fin, las políticas de industrialización por sustitución de importaciones y las políticas de
promoción de exportaciones se convirtieron en pilar de las economías de los países
latinoamericanos hasta finales de los años 70, en que se inició un sostenido descenso
hasta la debacle de los años 80 que marcó el fin del auge industrializador de la mayoría de
las naciones del sur del continente.
III. La crisis de la deuda, el GATT y la OMC
Durante los años 70, Brasil dio importantes apoyos a sus exportaciones sobre todo hacía
EEUU, tanto, que dichas exportaciones crecieron en una proporción 9 veces mayor de un
piso de 63 millones de dólares. Estos subsidios fueron cuestionados por los países
exportadores sobre todo Estados Unidos que presionó a Brasil para que eliminara dichos
subsidios de acuerdo a lo establecido en la Ronda de Tokio del GATT. Estas políticas de
presión terminaron en acuerdos para la eliminación paulatina de subsidios y ayudas a las
exportaciones que afectaron tremendamente la expansión de la industria y resto
competitividad a los países en vías de desarrollo de la Región, estas fueron las primeras
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demostraciones de lo que significaba el GATT como instrumento de las naciones
industrializadas para limitar o subordinar la expansión de la industria en el SUR.
Pero a las presiones por eliminar subsidios y ayudas a las exportaciones se uniría un nuevo
factor a comienzos de la década de los 80, varios elementos de índole externo, sobre todo
vinculado a materias fiscales y de reacomodo de mercado interno y nuevos subsidios a
productos claves en EEUU, así como, un importante descenso en el precio de las
principales materias primas, afectó la balanza de pagos de los países latinoamericanos, lo
que generó una serie de problemas y distorsiones que obligaron a devaluar la moneda, la
crisis fiscal forzó a recortar drásticamente los recursos para la promoción de la industria y
las exportaciones en algunos países2, además, requirió también suprimir las importaciones
y recortar la demanda.
Durante la década de los 80 y bien entrados los 90 la región tuvo un crecimiento
prácticamente nulo, lo que se denominó la década perdida. Durante este período, la crisis
obligó a los países latinoamericanos a recurrir a las organizaciones del Bretton Woods,
necesitados de fondos para paliar sus déficits, sin embargo, estos préstamos vinieron
acompañados de exigencias para la aplicación de políticas ortodoxas, liberalización de
mercados y desregularización de la economía. Sobre este punto comenta Pablo Ruiz
Nápoles lo siguiente:
“Las crisis de balanza de pagos, con déficit públicos e inflación, que
caracterizaron a las economías del mundo occidental en la década de los años
setenta, motivaron el resurgimiento de políticas ortodoxas, que tuvieron buen
éxito en los Estados Unidos y en algunos países europeos. Ello, aunado al
derrumbe del bloque socialista y el surgimiento de capitales “emergentes”,
durante los años ochenta, creó el marco económico y político para que
2 Otros países como México, Brasil, Argentina y Colombia, optaron durante los primeros años del “crash”, por
promover de forma activa las exportaciones, mientras que otros países como República Dominicana optaron por una combinación de ISI con promoción de exportaciones, todos estos esfuerzos tenían como meta el mercado estadounidense, no obstante, con la profundización de la crisis esto no pudo seguirse sosteniendo.
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Estados Unidos y organismos como el Banco Mundial y el FMI impulsaran
activamente la aplicación de políticas de corte neoliberal, en países en
desarrollo, entre ellos los latinoamericanos. Conocido como el “Consenso de
Washington”, el paquete de medidas tenía como eje la apertura de las
economías al comercio mundial y desde luego, el ingreso al GATT” (Ruiz,
2004).
México, que tradicionalmente se había opuesto a eliminar los subsidios y someterse a los
acuerdos del GATT, finalmente, se adhirió a este en 1986. En general, una de las
exigencias de los entes financieros multilaterales y del Consenso de Washington, tal y
como lo menciona anteriormente el autor, era someter a los países en vías de desarrollo a
las normas del GATT y más adelante en los 90 ya a las políticas de la naciente OMC.
Otro punto a destacar y que viene a mostrar los efectos de las políticas del GATT y de la
OMC posteriormente, fue el tema de los aranceles. La presión de estos organismos ha ido
dirigida a la eliminación o descenso al mínimo de estos aranceles a las exportaciones
dentro de las políticas de liberalización y apertura de las economías latinoamericanas, sin
embargo, estas medidas en poco han ayudado a estas naciones a desarrollar sus sectores
productivos, disminuir la pobreza o la desigualdad, por el contrario, ha debilitado
industrias claves y ha restado competitividad a las economías latinoamericanas.
Paradójicamente, uno de los países que ha podido superar este trance recesivo ha sido
México que al unirse al TLCAN ha podido desarrollar una importante industria
maquiladora. A este respecto, podríamos decir que esta industria se ha desarrollado
precarizando las condiciones de trabajo de miles de obreros mexicanos y a significado la
eliminación de puestos de trabajo y pobreza en EEUU, tal cual es el caso del fenómeno
Detroit.
El GATT dio paso en 1995 a la OMC, que vio formalmente luz en la reunión de Singapur en
1996, sobre el nacimiento de esta organización Tussie nos comenta: “Las decisiones de
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política y las dinámicas internas son importantes pero son formuladas e implementadas
dentro del contexto de un régimen global que puede facilitar o inhibir. Este contexto fue
primero marcado por el GATT y luego por su sucesora, la OMC, que establece límites y
cristaliza tendencias. De este modo, lo que es posible para la política nacional es
establecido por el régimen comercial, en sí mismo continuamente redefinido por una
parte, por el proceso de negociación y, por la otra, por el derecho de litigar. Por esa razón
el régimen comercial conserva fuertes matices de una puja Norte-Sur” (Tussie, 2011).
Para las economías en desarrollo el GATT era visto como “un club de ricos”, esto no ha
cambiado mucho con la OMC, de hecho podríamos decir que dicha imagen se ha
exacerbado. Desde la misma Ronda de Tokio se han presentado importantes desacuerdos
entre las pretensiones de liberación y apertura exigidas a los países en vías de desarrollo
por parte de los países industrializados que mantenían sus subsidios y apoyos intactos,
sobre todo a los productos agrícolas, tanto así, que para finales de los 60, éstas naciones
habían alcanzado el 80% del comercio mundial. De hecho, la Ronda de Tokio solo
endureció las medidas de prohibición de subsidios agrícolas, así como otras áreas como el
acero, el textil y la vestimenta. También impuso un código de conducta y sanciones para
aquellas naciones que usaran estas prácticas bajo la excusa de que comprendía una
“competencia injusta” por parte de las naciones emergentes.
Esta situación provocó una contundente respuesta por parte de varias naciones en la
Ronda de Uruguay, una coalición de países liderados por Australia crearon el grupo Cairns
de comercio justo, cuyo objetivo era presionar a los países industrializados para poner fin
a las barreras comerciales y a las políticas de subsidios que afectaban a los productos
agrícolas e impedían a los países del SUR promover sus exportaciones en mejores
condiciones de competitividad. Esta primera experiencia fue relevante porque abrió la
oportunidad de crear otras alianzas que han servido para mejorar las condiciones de
negociación de los países en vías de desarrollo dentro de la OMC. No obstante, podemos
decir que a pesar de los logros de estas alianzas las condiciones y la estructura del
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comercio internacional siguen determinada y condicionada por los intereses de los países
industrializados, específicamente los países con mayor poderío militar y que a su vez
confluyen en la OTAN.
Dentro de la estrategia de alianzas para la negociación de acuerdos dentro de la OMC
podemos destacar el G-20, liderado por Brasil, junto con India, China y Suráfrica, este
grupo se presentó en la reunión de Cancún con el claro objetivo de consolidar un acuerdo
que mejorara el acceso a los mercados, deuda pendiente e ignorada por los países
industrializados tras el encuentro de Seattle, igualmente, los países de Centroamérica y la
Región Andina han conformado el G-11 para tratar los temas de liberalización de
productos tropicales y por último, el G-33 que principalmente está conformado por países
importadores netos de alimentos que resisten las presiones para liberar sus propios
mercados.
A pesar de que estas coaliciones han servido en su momento para evitar o retrasar la
profundización de políticas injustas dentro de la OMC, no debemos dejar de admitir que
éstas no se han formado para tratar cuestiones transversales que afectan a los países del
SUR, mucho menos para exigir un cambio en la forma en que se toman decisiones y se
imponen medidas, en pocas palabras, no se ha avanzado en la exigencia de
democratización del organismo. En estos términos, podemos decir que ha faltado una
visión conjunta sobre lo que debe ser el comercio y el desarrollo para los países
emergentes y pobres del planeta, igualmente, no ha habido capacidad de lograr una
restructuración del orden económico internacional o en un caso más extremo la
eliminación y sustitución de la OMC como institución reguladora del comercio a escala
mundial.
En parte, esta situación viene dada porque cada país busca afianzar sus intereses
dependiendo de la materia comercial de que se trate, el carácter coyuntural de estas
alianzas hace difícil concretar demandas de reestructuración radical de la OMC, mucho
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menos, sirve para avanzar en la construcción de mecanismo alternativos al modelo
neoliberal. La prioridad de las mayorías de las naciones en vías de desarrollo es asegurar
su inserción en la economía global en las mejores condiciones posibles en detrimento de
los movimientos de cambio.
IV. Obstáculos y retos a la inserción comercial de América Latina
Ya hemos visto en el punto anterior todos los problemas que han tenido que enfrentar los
países del SUR con respecto a los aranceles y los subsidios a las exportaciones, tanto de
materias primas como de productos agrícolas. Las políticas injustas y restrictivas
implementadas primero por el GATT y luego por la OMC han hecho retroceder el índice de
incidencia de América Latina en el comercio mundial llegando a caer por debajo del 6% en
los 60, por debajo de 4% en los 70 y manteniéndose por debajo de 5% en los 803.
Pero, además de los obstáculos propios de las tensiones Norte-Sur dentro de la OMC,
también existen circunstancias internas que minan la capacidad de inserción y
competitividad de las economías en vías de desarrollo. La crisis de los 80 que produjo la
era de los ajustes estructurales acabó con el auge industrializador en la mayoría de los
países de América Latina, las economías más grandes intentaron potenciar su capacidad
exportadora logrando halagadores resultados a mediados y finales de los 90, otros
concentraron sus esfuerzos en mantener sus mercados de exportación de materias
primas.
Latinoamérica tampoco supo aprovechar las oportunidades de comercio Sur-Sur, que se
generaron en la década de los 90, entre los años 1990-2001 el intercambio comercial
entre países en vías de desarrollo creció a tasas anuales del 10%, del comercio Sur-Sur
extra regional más del 50% recae en los países asiáticos mientras que América Latina
alcanza solo el 10%, incluso el comercio intra regional solo es aprovechado en el marco de
alianzas comerciales como Mercosur y la Comunidad Andina. Esta situación ha venido
3 Las cifras de exportaciones son citadas en la tabla 1
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cambiando con la fuerte incursión de China que ya se ubica como el segundo socio
comercial sobre todo de los países de América del Sur, sin embargo, las cuotas de
exportación de productos chinos sigue siendo superior a la cuotas de exportación de
productos latinoamericanos hacia el gigante asiático.
Ante todo esto, puede concluirse que los innumerables problemas que han venido
enfrentando los países latinoamericanos han tenido como principales efectos, por un lado,
la poca y débil industrialización y diversificación de la economía, y por el otro, la limitada
competitividad en la economía globalizada.
Otro factor vital que ha mermado la competitividad y la inserción de la Región en la
economía mundial ha sido el insuficiente avance tecnológico, así como los sistemas de
innovación que solo operan en forma limitada. Hartmut Sangmeister comenta sobre el
punto, lo siguiente: “En estos gastos en I&D comparativamente bajos de Latinoamérica se
reflejan las estructuras de producción de la región, estructuras que en su gran mayoría
están insertadas en el mercado mundial a través de la fabricación de productos con una
base de conocimiento relativamente débil y una complejidad tecnológica entre baja y
media” (Sangmeister, 2004).
La inversión en I+D+I en América Latina está por debajo de la media correspondiente a su
población, peso económico y nivel de desarrollo. Entre 1990 y 2007 los gastos en I+D+I
oscilaron entre el 1,3% y 2,4% del total mundial de gastos en investigación y desarrollo
que se ubica en 5%. Otro factor importante, es que de esas cifras aproximadamente el
70% es aportado por fondos públicos, al contrario de América del Norte (EEUU y Canadá)
cuyo sector privado financia hasta el 60% in I+D+I o Europa donde se financia el 50%. Esta
situación es la que ha generado la poca eficiencia y efectividad de las políticas de
promoción y apoyo a la investigación y desarrollo en América Latina.
Tabla 2
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Inversión de I+D+I por región
Fuente: Banco Mundial
Tabla 3
Inversión en I+D+I a nivel mundial
Fuente: Banco Mundial
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Desarrollar una política de inversión en I+D+I eficiente y amplia representa uno de los
principales retos de los países latinoamericanos en la actualidad, no es un secreto que las
naciones que hoy dominan los mercados y han expandido sus exportaciones lo han hecho
a partir de maximizar sus potencialidades de investigación, desarrollo e innovación. Pero,
para que estas políticas puedan ser efectivas, también será necesario ampliar la inversión
en la educación y formación del talento humano capacitado para emprender estos
proyectos de alta complejidad. Bien como afirma Sangmeister: “las posibilidades de
desarrollo en el mediano plazo seguirán siendo limitadas, mientras las sociedades
latinoamericanas inviertan recursos relativamente reducidos en la cualificación de sus
poblaciones, en investigación y desarrollo y en innovaciones tecnológicas” (Sangmeister,
2004).
Frente a esta situación, tampoco debemos creer que la expansión de la inversión en I+D+I
y una política más amplia de industrialización serán las soluciones definitivas al problema
de la competitividad en América Latina, no debemos olvidar que los accesos a los
mercados aún continúan siendo celosamente monopolizados por EEUU y los países
industrializados sobre todo europeos quienes mantienen –en contra de su doctrina del
libre comercio- medidas abiertas o encubiertas de protección a sus productos de
exportación, por lo que aún hay mucho por hacer para lograr una verdadera inserción en
la economía global por parte de las naciones latinoamericanas.
V. La integración regional ¿Es posible insertarse en bloque?
La estrategia de la integración nació más como una necesidad de los países
latinoamericanos de ampliar mercados intra regionales y diversificar exportaciones que
como el producto de una conciencia de la Región sobre la importancia de emprender
juntos las sendas del desarrollo, la libertad y la soberanía tal y como lo proyectaron
nuestros libertadores en siglo XIX.
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La integración se convirtió en bastión de la política comercial sobre todo a partir de los
años 70, estas iniciativas vienen a ser respuestas ante las pretensiones de la ortodoxia
económica que cree en sistemas multilaterales de comercio, completamente abiertos e
integrados. La integración que se planteó desde los años 60 tenía el propósito de expandir
los mercados y diversificar las exportaciones manufactureras con externalidades a largo
plazo, no obstante, muchas de estas iniciativas han entrado en crisis de legitimidad y
funcionamiento lo que ha hecho que varias hayan quedado a la deriva a lo largo de estos
años.
La Comunidad Andina, Mercosur, Caricom han sido una de las experiencias más
importantes en el contexto latinoamericano en lo que a comercio intra regional se refiere,
otras organizaciones como la iniciativa de la Cuenca del Caribe –implementada por la
administración Reagan- el Mercado Común de centro América (CACM) han sido menos
afortunados en su andar y han venido cayendo en desuso, en el caso de América Central
por la fuerte dependencia que aún tienen con EEUU. En la última década una iniciativa
como la Comunidad Andina entró también en decadencia en parte por la salida de
Venezuela y por la actitud de países como Colombia y Perú que optaron por negociar
tratados de libre comercio con Estados Unidos de forma unilateral.
También en la última década hemos visto el surgimiento de nuevos mecanismos de
integración tanto política –Unasur y Celac- como económica –ALBA, Alianza del Pacifico-
que resumen una dinámica actividad por parte de los países latinoamericanos en
búsqueda de nuevas formas de comercio y de inserción en las economía global.
Lo importante de estas iniciativas es que se han podido concretar a pesar de la tradicional
oposición de los EEUU y son una clara respuesta ante el fracaso de iniciativas impulsadas
por este país como la alianza para el progreso o el ALCA, que representaron intentos
reales de consolidar un multilateralismo subordinado y a la medida de los intereses
geoestratégicos estadounidenses.
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Independientemente de lo anterior, también hay que reconocer que durante todo este
tiempo América Latina ha sido incapaz de llevar a cabo una iniciativa orientada a crear un
solo mecanismo de integración que pueda enlazar a todos los países promoviendo el
desarrollo económico y abriendo posibilidades de diversificación e industrialización tal y
como lo hizo Europa, primero con la CEE y ahora con la Unión Europea. Esta diversidad de
mecanismos lo que demuestra es más que una diversidad de intereses, una clara
separación ideológica entre los que mantienen una posición más regional y los que aún se
aferran a los pactos y uniones supervisadas por EEUU. Estas divisiones están cargadas de
mucha desconfianza y dificulta la visión de una integración completa.
Tal y como se configura el mundo hoy, no parece haber duda de que la integración
regional es más que necesaria, el debate estaría centrado, en mi opinión, sobre cuál es el
mecanismo más idóneo para llevarlo a cabo. Las políticas de bloque que de alguna manera
niegan las estructuras comerciales de la OMC, como es el caso de la ALBA, no dejan de ser
interesantes experimentos pero al negar el mercado internacional pierden la posibilidad
de expandir el proyecto y de incidir en el sistema. Al quedarse la ALBA centrada en unos
pocos países con economías muy débiles y dependientes lo que generan son mayores
distorsiones en los mercados internos y deja intacto la estructura comercial internacional
en la que otros países de la región de alguna manera están incidiendo.
Es un amplio debate en América Latina este tema de la integración, también es un tema el
de si vale la pena insertarse en un sistema de comercio internacional tan desequilibrado e
injusto. Particularmente me parece que sobre el primer debate mencionado, en el caso de
América Latina no hay discusión sobre la necesidad de la integración para lograr una
verdadera y efectiva inserción en el sistema de comercio mundial, no solo porque se
podría lograr en mejores condiciones, sino que seriamos capaces de consolidar una
posición respetable capaz incidir para que las estructuras se democraticen y sirvan a su
propósito de generar bienestar a los pueblos. Por su parte, el segundo debate me parece
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inoficioso ya que no vale la pena divagar sobre si es necesario salirse o insertarse en el
sistema, éste existe y es el que para bien o para mal marca la pauta del comercio en el
mundo, por lo tanto, no se hace nada con negarlo o desconocer sus alcances, sería
necesario precisamente consolidar lo anterior para buscar los mecanismos para
transformarlo o en su defecto para sustituirlo, pero aislado del sistema es imposible
hacerlo.
VI. Conclusiones
Durante el presente recorrido he intentado tocar muy brevemente una serie de amplios y
complejos temas que a su vez forman parte de un todo, donde intervienen diversos
elementos que interactúan en un sistema mucho más grande que es el sistema de
comercio internacional. Podemos admitir que este sistema tal y como es llevado
actualmente por las potencias industrializadas es aberrante y leonino para la mayoría de
los países del mundo y sus poblaciones. Pueblos que son condenados a la pobreza y la
desigualdad en beneficio de unas pocas economías trasnacionales que utilizan las reglas
en favor de sus intereses sin tomar en cuenta las necesidades de las personas.
Ya hemos podido apreciar cómo se han venido configurando estas estructuras y como
éstas afectan el desempeño de las economías en vías de desarrollo, que han tenido que
asumir diversos mecanismos para intentar lograr la tan anhelada industrialización a pesar
de las presiones de los países industrializados y de los organismos creados para defender
sus intereses como el GATT o la OMC.
Pero no podemos obviar otro punto que me parece fundamental y que en parte es el gran
responsable de la imposibilidad de inserción y la poca competitividad de los países
latinoamericanos en el comercio mundial y que se traduce en la incapacidad que han
tenido algunos de estos países para manejar los cuantiosos recursos que se han generado
por los altos precios de las materias primas, para realizar las inversiones necesarias para
promover el I+D+I, así como llevar a cabo reformas educativas tendientes a formar el
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talento humano necesario para desarrollar estos proyectos. Además, la falta de una visión
clara sobre el desarrollo y la priorización de intereses individuales han minado las
posibilidades de una integración latinoamericana parecida a la Unión Europea que permita
defendernos ante el poderío y la arbitrariedad de EEUU y Europa, en pro de defender
nuestros intereses e impulsar los cambios necesarios dentro del sistema de comercio
mundial.
El caso Venezolano, es paradigmático, el neo extractivismo de la primera década del siglo
XXI, permitió recaudar una importante cantidad de recursos que no pudieron ser
convertidos en políticas productivas de industrialización, de investigación, desarrollo e
innovación. A pesar de los importantes avances en políticas sociales e inclusivas, la
economía venezolana hoy es más dependiente y menos productiva, por ende menos
competitiva, lo que ha traído como consecuencia una situación de crisis, recesión y
escases que ha puesto en peligro el propio modelo de inclusión promovido desde 2000.
Solo queda esperar, para observar lo que representaran estos nuevos mecanismos de
integración nacidos a la luz de este nuevo siglo para América Latina, sobre todo en una
época de mucho dinamismo político regional. Podremos ser testigos, de cuales logran
sobrevivir a los cambios en la realidad política y geopolítica tanto en la Región como en el
mundo.
VII. Bibliografía
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