JESÚS SANA

JESÚS AMA, JESÚS SANALa máxima expresión del amor de Jesús está en la entrega de su vida en la cruz.Mirar al crucificado llena el corazón de gozo. Contemplar al Cristo en la cruz inunda el corazón de alegría. Quedarse en oración ante un Cristo colgado del madero sin decir nada, sólo quedándose a solas con “El solo”, es como centrarse en el centro de la vida, como haberlo encontrado todo.El cristo crucificado es el amor del Padre a los hombres. Es su corazón amándonos. Contemplarlo es saborear el amor de Dios que entrega al Hijo amado para salvarnos.

Contemplarlo es saberse querido por Dios, perdonado, reconciliado y rescatado. Contemplarlo es saborear la fidelidad de Dios en su amor.A Jesús Crucificado el Padre le dice: “Tú eres mi Hijo Amado, mi Predilecto, en ti me complazco”. Es el gozo y la alegría del Padre. El gozo de Dios: eso es el Crucificado.Y ese amor que el Padre nos dio en el Hijo Crucificado continúa ahora en Jesús. Su amor por nosotros se llama “ENTREGA DE LA VIDA”, “MUERTE EN CRUZ”.

Su amor por el hombre se llama cruz. Esta es la medida del amor de Jesús por nosotros. Nos amó tanto que dio la vida por quienes amaba. Acercarse al Crucificado es entrar en la raíz del amor, en el fundamento del amor, en el manantial del amor.

En su sangre ha lavado mis heridas, mis llagas, mi vida rota. Me ha restablecido en su sangre. La Cruz no es de ayer es de hoy. Está presente en mi vida más presente que yo mismo. Es el acontecimiento central de mi vida.

Porque me ama, Jesús me sana, me cura. Porque ha venido para el enfermo, para el pecador, me sana, me perdona. En él hay respuesta al dolor, en él hay salvación.

Jesús se acerca al hombre hoy para abrir sus ojos a la luz, para quitarle la mordaza de su boca y hacer que proclame la verdad, para levantar al tullido del polvo de la tierra y hacer que camine en libertad. Jesús hoy sigue sanando cuando en el hombre encuentra fe.Y el camino de la salvación es el mismo. Jesús sana por medio de su Palabra, por medio de su Evangelio de libertad. Por eso cuando el dolor me aprieta me acerco al Cristo Crucificado que sabe del dolor, y le suplico que me sane, que me cure, que me libere. Lo hago con sencillez de corazón y confianza. Pongo en sus manos aquello que quiero que sea sanado. Y oro. Oro con la Palabra de Dios. Oro insistentemente. Oro hasta cansarme. Oro hasta que me dé respuesta. Oro porque sé que él quiere mi sanación.

Yo le digo: “Jesús, ten compasión de mí”. Yo le digo: “Señor Jesús, si quieres puedes sanarme”. Y voy repitiendo la oración evangélica hasta cansarme. La repito como el ciego Bartimeo. Le repito hasta que Jesús me toque, hasta que mi corazón sepa que he sido sanado.Le pido que sane mi dolor físico. Le pido con fe. Le suplico que sane el dolor físico de alguien. Lo hago sólo o en pequeño grupo. Le pido que me libere de mi dolor psíquico o moral. Que libere a alguien que está abatido, angustiado. Le suplico. Le pido que me sane en mis noches de fe, de ausencia de Dios, de sequedad. Le pido y espero. Espero seguro con certeza de que me va a sanar. Me abandono a su amor.

Yo le digo: “Jesús, ten compasión de mí”. Yo le digo: Señor Jesús, si quieres puedes sanarme”. Y voy repitiendo la oración evangélica hasta cansarme.

Yo sé que la sanación de Jesús puede ser instantánea, de repente ¡Bendito sea! Yo sé que la sanación puede ser progresiva. Siento mejoría. Sigo orando en sucesivos días. Y mi curación va progresando. Oh el Señor no me sana como yo quiero, pero me cambia de actitud ante el dolor.Me hace ver el dolor en su Cruz, en su Plan de Salvación y al quitar mi preocupación, mi tensión, me siento en paz y asumo el dolor y ya no sufro. Mejor dicho sigo sufriendo de otra manera. Mi dolor tiene sentido en el Crucificado. ¡He sido curado!.Yo soy amado por Jesús de una manera especial cuando sufro, ¡Certeza!

Si soy amado por Jesús le diré:Déjame besar tus heridas y arrancar los clavos que te amarran a la Cruz sin merecerlo; déjame quitarte las espinas de tus sienes que te coronan como Rey del Mundo entero. Déjame decirte de corazón roto a corazón roto, que eres el Centro de mi vida nueva y te quiero.Tú me seduces, Señor del hombre, crucificado; me seduces y me llamas a hacer tu seguimiento cargando con el peso de mi cruz y del hermano, y dejando mis pasos en tus huellas de Maestro.

Tú me seduces y atraes mi vida como el sol a la flor, porque en ti al encontrarte yo me encuentro.Tú me seduces porque mi corazón tiene sed de Infinito y en tu sangre el Amor de Dios se hace mar inmenso.Yo te quiero mucho, mucho, mucho Jesús Crucificado porque sanaste mis heridas y me hiciste hombre nuevo; pero tú me quieres mucho, mucho, mucho MÁS, porque tu amor es amor hecho Cruz: amor primero.Me quedo contigo, Señor Jesús Crucificado, amigo, hermano, Señor de mi vida Jesús, el Nazareno.