Jvenes y Sociedad
Roberto Zapata G.1
Me han solicitado que les ofrezca el perfil sociolgico de los jvenes, privilegiando sus
valores, construido desde los datos que nos ofrecen las investigaciones sobre el tema. Espero no
morir en el intento. Porque si, como ha escrito un investigador de estos temas, La juventud no es
un tiempo, ni una generacin, ni una categora homognea a la que uno puede examinar desde
afuera, con objetividad, sin emociones ni prejuicios. Por el contrario, si la juventud es un cometa
de riesgos y de oportunidades, de amenazas y de promesas, una intromisin en el sistema csmico
de los adultos.. como a los cometas, hay que entenderla, ms que como un conjunto slido, como un
torbellino abigarrado y turbulento, reflejo de las diferentes coyunturas de oportunidad que nuestra
sociedad ofrece a los recin llegados2, el encargo no es muy sencillo.
La preocupacin social por los jvenes, aunque nos parezca mentira, es relativamente
reciente. Nace con las drsticas transformaciones acontecidas tras la Segunda Guerra Mundial y el
inicio de la sociedad de consumo. Una preocupacin que no ha cesado en nuestros das. Quizs
porque una sociedad que se ocupa (y se preocupa) de los jvenes es una sociedad que
agnicamente mira al futuro, que se preocupa de sus bases.3
No podemos ocultrnoslo: de los jvenes se han escrito muchas cosa. Parafraseando una frase
de Tony De Mello podramos decir que de los jvenes se han dicho cosas que no nos atreveramos a
decirlas de ninguna persona decente. El mismo discurso social de la cotidianidad habla de ellos
continuamente. Que si los aislados del walkman primero, del diskman y del Ipod , despus; que si
la generacin-radar y presentista, desorientada, que hubo de seguir a una supuesta generacin-
1 Profesor de la UCAB. Actualmente dirige un estudio Latinoamericano sobre procesos sociales y
aprendizaje de valores a travs de historias de vida. 2 J. I. Ruiz Olabuenaga: La juventud liberta, en VVAA: Nuevas pautas de ocio de los jvenes, Diputacin Foral de Gipuzkoa, 1999. Citado por E. Falcn en Cmo ven el mundo los jvenes?, Cuadernos Cristianisme i Justcia, n.106, Barcelona, 2001, 2. 3 J. Callejo: Consumo y ocio de los jvenes: bailando lambada entre tiburones, ibid., 5.
brjula anterior (con supuestas metas claras); que si no saben lo que tienen; que si son la juventud
liberta, alargada en moratoria de adultez, o la juventud del mosaico y del cdigo quebrado; que si
la fiesta y celular en el morral; que si los ms formados y preparados (o pre-parados) en la historia
de la humanidad o muchachos abobados a la play station o a la industria cultural gringa; que si la
generacin de la anorexia o si la generacin del voluntariado social; que si estn ticamente
fragmentados y ausentes de la poltica; que si nerds, que si salvajes; que si la generacin del no-saben-
lo-que-quieren; que si la promocin del post-materialismo, los cachorros del bienestar, o si la
juventud de las sociedades de control4,
cada vez ms macdonalizadas por los efectos del
pensamiento nico (que yo no s si es pensamiento ni si es de verdad nico).
Como bien lo recoge M. Bethencourt, en un excelente trabajo de revisin bibliogrfica5, el
mundo occidental siempre ha generado una visin despectiva de la cultura juvenil. por ms que se
ha impuesto, nos dir, una cierta juvenilizacin de la cultura global, detrimento de la vejez y hasta
de la niez, los jvenes han aparecido en general como algo mal visto, superficial, pasajero,
producto de un estado de inmadurez que, tarde o temprano, debe superarse. Esta postura, entre la
veracidad y la exageracin, se acaba sedimentando y predispone a percibir rasgos estereotpicos,
que identificaran lo que los jvenes son. Ser joven est asociado con la negatividad, con el
consiguiente peligro de convertir a los jvenes en un chico expiatorio idneo, por constituir un
blanco vulnerable y muy destacado6.
Sobre este tema tan resbaladizo me piden que hable y, adems, como experto en el tema.
Tengo un amigo y de l recuerdo muchas cosas de nuestra poca de estudiantes. Una de ellas, y que
viene muy al caso, es aquello que podemos decir de la realidad, cuando sta ni es nica ni mucho
menos compacta. Me lo explicaba con aquello de que un viajero que marcha a un pas extico por
apenas un par de meses, perfectamente podra escribir un libro entero sobre la realidad que vive
dicho pas. Sin embargo contina hablando mi amigo el mismo viajero, si se hubiera quedado all
un ao ms, apenas habra dado para escribir un artculo. Y a los diez aos, poco ms de un par de
pginas llegara a escribir con un cierto rigor y una cierta honradez. Este comentario suyo no pude
menos de evocarlo cuando comenc a preparar estos comentarios que voy a compartir con ustedes.
4 Para una ms que recomendable reflexin sobre esto de las sociedades de control, lase al desaparecido G. Deleuze: Las sociedades de control, en www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofa Universidad ARCIS. 5 M. Bethencourt, Globalizacin, Identidad y Jvenes en Aproximaciones tericas al mundo juvenil. Documento base para la reflexin y el debate. Caracas, Equipo Nacional de Investigacin Irfa, Junio, 2006, 6. 6 C.I. Orellana, Reflexiones sobre la cultura juvenil contempornea, ECA Estudios Centroamericanas, 685-686 (2005) 1124-1144.
Toda esta introduccin solo pretende poner lmites a nuestra, quizs, inconsciente ilusin
de querer dominar el mundo de estos muchachos y muchachas, de quienes, a pesar de todo,
debemos sentirnos orgullosos por la sencilla razn de haber tenido el privilegio de toparnos con
ellos, rostro a rostro, en nuestros trabajos y en los espacios cotidianos de encuentro.
Yo he escrito estas pginas pensando en cuatro puntos. En primer momento, a manera de
introduccin, dir algo sobre qu es ser joven. Seguidamente, y dado que trato de construir un perfil
del joven, a partir de los datos de encuesta, mencionar tres prenotandos que, siguiendo lo que J.
Elzo ha sostenido y probado suficientemente en sus muchos trabajos sobre la juventud7, conforman
como tres tesis de fondo desde las que enmarcar este tipo de estudios. Tesis que, adems, nos
ayudan a ubicarnos ante el tema de los jvenes. En tercerr lugar ofrecer la visin descriptiva y
sinttica de los jvenes de nuestros das, tal y como se desprende de los resultados de muy diversos
estudios llevados a cabo a nivel nacional e internacional. Concluir con una modesta propuesta
sobre los valores a promover en nuestros jvenes, propuesta, lo reconozco inacabada en su
formulacin, y que busca fundamentalmente abrir el dilogo y discusin sobre un tema tan
importante.
1. De Jvenes, Juventud y Sociedad
Si de los jvenes vamos a hablar, puede ser til que definamos primero que se entiende por
jvenes. De entrada debemos decir que esta es una categora compleja sobre la que no es fcil
establecer lmites claros y definidos para todos los grupos sociales. Se puede definir la juventud, al
joven, esa nocin mtica y relativa?, se preguntaba hace ya algunos aos R. Laurentin.8 Y las
dificultades con que se encontraba entonces no han desaparecido hoy.
Hay, es verdad, clasificaciones, y la psicologa evolutiva o del desarrollo nos ofrece algunas.9
7 Baste mencionar algunos de sus trabajos ms recientes: Una tipologa socioreligiosa de los jvenes espaoles, en J. Gonzlez-Anleo (dir.), Jvenes 2000 y religin, Fundacin Santa Mara, Ediciones SM, Madrid, 2004, 167-189; Jvenes espaoles 2002 y vocacin, en Seminarios, Vol. L, n 172-73, 2004, 147-400; Valores e identidades en los jvenes, en P. Gonzlez-Anleo (dir.), Jvenes Espaoles 2005, Fundacin Santa Mara, Ediciones SM, Madrid, 2006, 13-110. 8 R. Laurentin, Se puede definir la juventud?, Concilium, XXI, 201, 1985, 147-152 9 Especialmente sugerente, por las muchas aplicaciones que ha tenido a diversos aspectos del desarrollo (valores, religiosidad. desarrollo moral, etc.), es la propuesta por E. H. Erikson en uno de sus ltimos libros,
El ciclo vital completado, Ediciones Paids Ibrica, Barcelona, 2000. Esta visin puede ser completada con otras, tambin conocidas, tales como las de J. Piaget, La representacin del mundo en el nio (9 imp.), Ediciones Morata, Madrid, 2001, o El nacimiento de la inteligencia en el nio (2 imp.), Editorial Crtica,
Nos encontramos con delimitaciones de la adolescencia y de la juventud en razn de la edad, pero
esta categora emprica no es explicativa por s misma y ofrece muchas posibilidades para
identificar y clasificar a los individuos.
Hay una perspectiva en la cual la edad es un elemento importante en la definicin de la
juventud. Desde esta perspectiva, se define como jvenes a todas aquellas personas que tienen entre
15 y 24 aos. Esta definicin fue acuada por la ONU en 1985 y aceptada universalmente10
. El
trmino juventud, dentro de esta perspectiva, coincidira con la insercin en el mundo adulto, ya sea
a travs de quienes adquieren un trabajo estable o constituyen una familia. De hecho, en la literatura
encontramos algunas clasificaciones de la juventud en razn de la edad pero que sobrepasa el lmite
de edad oficialmente aceptado: Preadolescencia: 12-14 aos; adolescencia: 15-17 aos; jvenes: de
los 18 a los 24 aos. Y la clasificacin no termina aqu. Tambin se habla de los adojvenes11,
para referirse a las edades comprendidas entre los 12 y 23 aos, de juventud prolongada, 25 a 29
aos y hasta de los tardojvenes,12 para referirse a aquellos, entre 30 y 35 aos, que siguen
manteniendo un estilo de vida joven, que an no han alcanzado el estatus de adulto.
Pero la definicin social de lo que es ser joven, ms all de la variable edad, es cuestin
todava ms debatida. Es conocida la clsica definicin por los procesos de paso o trnsito que
marcan la transicin hacia la edad adulta, caracterizada por la asuncin de una responsabilidad
productiva, conyugal, domstica y parental13
. Es decir, que estaramos hablando de una situacin
transitoria de dependencia, un proceso de emancipacin personal en el que se van adquiriendo
progresivas cotas de independencia, pasando de la dependencia respecto a la familia de origen a la
independencia e integracin total en la sociedad. Aunque esta definicin exige mayor
profundizacin, no por ello resulta ser de lo ms pertinente. Este enfoque para definir la Juventud,
pone nfasis en la construccin de una identidad. Esta etapa es la que los socilogos han llamado
Barcelona, 2003; L. Kohlberg, Psicologa del desarrollo moral (3 imp.), Editorial Descle de Brouwer, Bilbao, 1992. 10 M. Sanatacruz Girali, en su artcyulo Creciwendo en el Salvador: una mirada a la situacin de la adolescencia y juventud en el pas, ECA Estudios Centroamericanos, 685-686 (2005) 10079-199. discute las ventajas y desventajas de esta enfoque. 11 F. Conde, Los hijos de la des-regulacin. Jvenes, usos y abusos en los consumos de drogas,CREFAT, Madrid, 1999 12 As los llama J. Elzo en El silencio de los adolescentes, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2000 y M. J. Romero, Tardojvenes acomodados, Misin Joven, 237, 2004, 35 y ss. 13 E. Gil y E. Menndez, Ocio y prcticas culturales de los jvenes, Madrid,Instituto de la Juventud, 1985.
"Moratoria Social"14
, es decir aqu el joven es considerado como una persona en preparacin, en
espera, para asumir "los roles del adulto". En todo caso, todas estas limitaciones del concepto de
joven son una expresin del terreno tan movedizo que pisamos.
Existe, finalmente, otro enfoque que define a la juventud, determinada por la coyuntura
socioeconmica, histrica y poltica en la que se da: la presencia de una subcultura juvenil concreta.
La juventud, como generacin, va a poseer unos rasgos culturales que le son propios, adems de
caracterizarse tambin por una gran pluralidad determinada por las diferentes condiciones sociales y
posiciones que ocupan los jvenes en la estructura social. Este tercer enfoque mira a la juventud
como cultura, culturas juveniles15 , asociada a modos de pensar, sentir, percibir actuar que
atraviesan las actividades de un grupo y los distinguen de otros. Este enfoque considera el espacio
temporal y espacial, aspectos soslayados en los enfoques anteriores.
Esta pluralidad no permite hablar de la juventud como un grupo homogneo, pero s podemos
observar ciertos rasgos y tendencias en la sociedad que los jvenes, como miembros de ella,
comparten. Esta sociedad, la venezolana, en el estudio que nos sirve de base. 1996, como ya lo
sealamos en su oportunidad16
, daba signos de haber entrado en la era de la globalizacin que
genera, entre otras cosas, una sensacin de distancia e incomprensin hacia las decisiones que se
adoptan, una sensacin de pequeez y fragilidad, de incertidumbre que, como consecuencia, trae
consigo el individualismo, la bsqueda de lo prximo, lo local, lo asible y palpable, como refugio
seguro e identificatorio. Al mismo tiempo, aparecan signos claros de una tendencia a la satisfaccin
inmediata, la valoracin del dinero como uno de los aspectos ms importantes de la vida, al tiempo
que disminua la solidaridad implicada y aumentaban las desigualdades. Adems, caminbamos
hacia una mayor igualdad de sexos y un papel ms activo de la mujer que, poco a poco, iba
ocupando los diferentes mbitos pblicos y privados.
Ubicados en ese contexto, observbamos tres tendencias en nuestra juventud:
a) Prolongacin de la juventud y retraso de la emancipacin. En trminos, se daba una
demora en las tareas de esta etapa de la vida: culminacin de los estudios, acceso al
14 M. Margulis y M. Urresti, la construccin social de la juventud. En H. Cubiles y M.C. Laverde (eds), Viviendo a toda. Jvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Universidad Central/DIUC, Siglo del Hombre, Bogot,1998.
15 S. Macssi, Culturas Juveniles, medios y ciudadana, A.C.S,.Calandria, Lima 2001. 16 R. Zapata, Valores del venezolano, op. cit., 13 y ss.
trabajo, constitucin de un hogar propio, debido tanto a factores econmicos
como culturales. Un hecho ya sealado en otros contextos y que vena siendo
calificado como juventud desproporcionadamente alargada17.
b) Ruptura de la linealidad clsica. En le medida en que la sociedad ya no ofreca las
mismas garantas, especialmente en el rea del empleo, la necesidad de tener que
alternar diferentes roles se manifestaba cada vez ms frecuente: ser, a la vez,
estudiante, responsable de una familia y trabajador o vivir en la casa de los
padres
c) Falta de adecuacin de los modelos tradicionales. Los dos elementos anteriores
estaban dando origen a una gran diversidad de modos de integracin a la vida
adulta, forjando trayectorias vitales cada vez ms individualizadas. Nos
acercbamos al quiebre de la juventud bloque y al surgimiento de la juventud
mosaico, la fragmentacin del gnero de vida juvenil y la aparicin de diversos
estilos de vida juveniles.
Insertos en este contexto social, se encontraban los valores dominantes de nuestra sociedad.
Valores que, sin haber consolidado el paso de la sociedad premoderna a la moderna, apuntaban
hacia la postmodernidad. Si, asumimos que la modernidad, tal y como se nos haba descrito18
vena
caracterizada por la presencia de un cierto proyecto global, un norte como orientador de la accin
social, donde el esfuerzo, el trabajo, la responsabilidad, la certeza, el futuro, la postmodernidad se
caracteriza por la incertidumbre, la duda, el presente, la diversidad, el placer, lo emocional
En aquella sociedad de jvenes y adultos encontrbamos una serie de actitudes y
comportamientos que resumimos en:
- relaciones sociales dbiles que no acarrean compromisos fuertes.
- deseo de autorrealizacin y de expresin de la identidad personal, manifestado en el
desarrollo de variados estilos personales;
- tendencia al pragmatismo y bsqueda de satisfacciones personales, con el consiguiente
abandono de utopas;
- individualismo y creciente insolidaridad, con prdida de fe en lo social y la accin
colectiva;
- deseo de vivir el momento presente frente a la imprevisin del futuro;
17 J.I. Ruiz O., La juventud liberta, Fundacin BBV, Bilbao, 52 18 J. Elzo (dir.) y Otros, Jvenes espaoles 99, Fundacin Santa Mara, Madrid, 1999, 406ss.
- progresiva difuminacin de las barreras entre los sexos en cuanto a sus roles y
posiciones;
- distincin acentuada entre lo pblico y privado, con alta permisividad en el mbito
pblico;
- percepcin del mundo fundamentada en el relativismo, acompaada de una tolerancia
rayando en la indiferencia y una falta notoria de compromisos sociales;
- baja participacin poltica y gran segmentacin de las causas y de las luchas.
Anticipndonos a lo que hemos de sealar despus, no es de extraar que nuestros
jvenes, sumergidos en este proceso social, participen de las tendencias descritas.
2. Tres tesis de base para un estudio de la juventud
Las tres tesis de fondo desde las que enmarcar estos estudios sobre valores son: la tesis de la
singularidad, la tesis de la diversidad y la tesis de la socializacin.
1.1. La contextualizacin del ser joven
La primera tesis nos dice que los adolescentes de una sociedad son tributarios del contexto,
del lugar y del momento en que se hacen jvenes, lo que da lugar a un determinado perfil
diferenciador y singular de esa juventud. As podemos hablar de los jvenes venezolanos de 2006
en relacin con los de 1996, o en relacin con los jvenes colombianos o franceses o espaoles, por
ejemplo, tambin de 2006.
Para llevar a cabo este intento, parafraseando a K. Mannheim, podramos decir que
solamente la vivencia de experiencias compartidas puede originar situaciones generacionales. Esto
es, el ser joven se construye en razn del contexto histrico que le ha tocado vivir, del modelo o
modelos de sociedad propuestos en el que se est haciendo, de las estructuras sociodemogrficas de
la sociedad en la que vive, de los grupos sociales que la componen, de los valores dominantes en
ascenso y descenso, de los pesos de los diferentes agentes de socializacin etc.
Estamos, en consecuencia, ante un doble fenmeno: de diferenciacin juvenil, por un lado, al
par que contextualizacin en una sociedad, por el otro, sociedad, la venezolana en este caso, en la
que, como se muestra en ms de un estudio, las diferencias intergeneracionales no son muy
grandes.19
No hay que olvidar nunca que los jvenes no son algo separado de la sociedad, un
estamento fuera o al margen de la sociedad. Son y estn en una misma sociedad que los adultos y
los mayores. Estamos ante una realidad de inclusin y diferenciacin social, al mismo tiempo.
Quizs esta primera tesis le sorprenda a ms de uno.
Este prenotando conlleva al estudio de los factores, de todo orden, en los que nuestros jvenes
de comienzo de siglo se han o se estn formado o, ms simplemente, han crecido..
1.2 La categora sociolgica de ser joven
La tesis de la diversidad seala que, as y todo, la juventud, incluso la de un contexto, lugar y
tiempo concretos no es uniforme y se presta a toda suerte de segmentaciones que se suele significar,
cuando se hace con cierto detalle, por las tipologas de jvenes.
Si alguna constante hay en estudios que se han repetido a lo largo del tiempo, como es el
caso, por ejemplo, los de la ya citada Fundacin Santa Mara de Espaa, es, junto a la insistencia en
el estudio del mbito de los valores, la afirmacin de que no se puede hablar de la juventud como si
se tratara de una categora uniforme. La juventud de determinada nacionalidad, enclave geogrfico,
u otra calificacin que la determine, considerada como una categora de anlisis, e incluso como
objeto de estudio, no es uniforme, ms all de lo que una delimitacin en el factor edad pueda
ofrecer. Lo mismo cabe decir de la adolescencia. De ah que en todo estudio sincrnico de un
colectivo joven determinado haya que ser extremadamente cuidadoso con las afirmaciones
generalizadas pues pueden ocultar o difuminar, ms que revelar y desvelar, la heterognea realidad
juvenil. De ah, tambin, la afirmacin, repetidas veces sealada en diferentes trabajos, de que no
hay que hablar de la juventud sino de los jvenes. Precisamente el que cada vez se elaboren ms
tipologas de la juventud es signo de este planteamiento, reflejo obvio, aunque olvidado, de la plural
realidad juvenil.
19 Esto qued evidenciado en nuestro estudio Valores del Venezolano, Conciencia 21, Ediciones IESA, Caracas, 1996, 33 y ss. Hay una coincidencia absoluta entre hombres y mujeres, jvenes y adultos a la hora de elegir los aspectos que los venezolanos consideran ms importantes en sus vidas (jerarqua de valores).
No contamos con datos actualizados que nos permitan decir si ese hallazgo de hace diez aos permanece inalterable o no, pero todo nos permite suponer que si hay cambios en esa jerarqua de 1996 ser ms en el orden y preferencia que en las diferencias intergeneracionales.
1.3. El adolescente y el joven, un actor social condicionado pero no determinado
Finalmente, un tercer aspecto que nos parece muy importante. Nos referimos al modo de
socializacin particular del joven de hoy que hace de l un adolescente y un joven condicionado,
ciertamente, pero no determinado. Es la tesis de la socializacin.
La insistencia en la contextualizacin (Tesis 1) no ha de entenderse como si de un
determinismo se tratara. El entorno, en el sentido ms amplio del trmino, condiciona pero no
determina. Esta tesis muestra la particular forma como los jvenes de hoy se socializan, ms por
experimentacin que por asuncin crtica de los proyectos heredados de los agentes tradicionales de
socializacin. En primer lugar, porque stos (la familia y la escuela, sobre todo) o bien tienen poco
predicamento entre los jvenes o no tienen predicamento que ofrecer y, en segundo lugar, lo que
nos parece ms adecuado, a la luz de todos los datos, porque han surgido nuevos agentes de
socializacin (nuevos por no existentes anteriormente o nuevos por el diferente peso que han
adquirido) y que entran en competencia con los agentes tradicionales.
Precisando ms, cabra decir que, respecto de los agentes tradicionales de socializacin que
acabamos de sealar, los jvenes actuales adoptan una actitud de recepcin distante, lo que hace
que, ms que reproductores an crticos de normas, valores, cosmovisiones, etc., los jvenes
deconstruyen y reconstruyen, desde sus experiencias - principalmente, aunque no exclusivamente,
grupales-, lo que los agentes tradicionales de socializacin les transmiten, produciendo as
construcciones nmicas personales que, desde la perspectiva de los agentes de socializacin, pueden
ser vistas como incoherentes, fragmentarias, heterodoxas etc., pero que, sin embargo, para los
propios jvenes tienen la virtualidad de ser propias, por construidas por ellos mismos y, no pocas
veces aunque no siempre, con una coherencia interna difcil de percibir desde fuera.
En este proceso, precario muchas veces, los jvenes construyen sus propios esquemas y
modelos de comprensin de la realidad social en la que viven y con la que se hacen. Es como un
gigantesco rompecabezas conformado por piezas de diversas caractersticas, (imperativas,
sugerentes, provocativas...) provenientes de diferentes instancias (familiares, escolares, mediticas,
del grupo de iguales..) con las que elaboran, generalmente sin modelo referencial, sus propios e
individuos constructos adaptados a las diferentes realidades que conforman su vida (recreativa, de
estudios, de trabajo, familiar, amorosa..), constructos que hacen validar por el tamiz de la
experimentacin y de su utilidad personal. Desde esta perspectiva sito yo la calificacin de
"individualista" que se atribuye al joven de hoy, sin dar necesariamente (ni sobre todo nicamente)
a esta apelacin la connotacin de egosmo o autismo social, sino ms bien la de autoconstruccin
del ser joven.
3. El perfil de nuestros jvenes
Sobre este tema, obviamente, me ha tocado hablar ms de una vez a lo largo de estos aos,
sobre todo despus de la aparicin del libro Valores del Venezolano. Ello me ha mantenido muy
atento a todo lo que se ha venido haciendo en este campo, dentro y fuera del pas. El conjunto de
rasgos del joven actual que les presento es el fruto acumulado de todo esa informacin recogida.
Dado el carcter de esta conferencia, evito las cifras y los porcentajes, y me centro en el enunciado
y descripcin de esos rasgos que se construyen a partir de las preguntas y sus respuestas. Ustedes
que se las ven en el da a da, mucho ms que yo, con esos jvenes que nos preocupan, pero que
tambin nos apasionan, podrn analizarlos y jerarquizarlos.
Comenzar por una trada:
1. Los jvenes de hoy no quieren otra revolucin que la de todos los das, la que les haga
sentirse mejor en su piel, ms cmodos, ms asentados, ms felices. El deseo de vivir el momento
define sus vidas. En este sentido, se ha dicho de ellos que son presentistas, un presentismo que les
hace muy difcil proyectarse en el futuro, experimentando la urgente necesidad de vivir el presente
al mximo, sin diferir el gozo de lo deseado en cada momento, como si la vida se redujera al aqu y
ahora de cada situacin. Para ellos, lo que existe es el hoy. El maana, a pesar de que tienen toda la
vida por delante, parece estar muy lejos. Si de planificar la vida se trata, la nica planificacin
posible es la semanal. El horizonte es semanal, y si los apuramos mucho, ese horizonte se reduce al
fin de semana. No es casual que se haya hecho cada vez ms patente en nuestra sociedad actual la
divisin entre el tiempo trabajo/estudio y el tiempo de ocio: un tiempo, el del trabajo,
normativizado, en el que es preciso mantenerse en forma, estar gil, presto, con la vista puesta en el
fin de semana que, por el contrario, es percibido como el tiempo libre o, para ser ms exacto, un
tiempo que se pretende libre, ausente de normas, pero que, como ilustra muy bien el modo de
diversin de muchos jvenes, el exceso puede convertirse en la norma y hacer aparecer como
outsiders, raros y extraos, a los que se salen o no entran en las normas del exceso.
2. Y muy en consonancia con su presentismo y ante un futuro que lo perciben como poco
claro aparece la gran inseguridad, rasgo no muy acentuado entre nosotros en el pasado y que va
tomando fuerza en los ltimos estudios. Quizs a las personas adultas nos cueste captar lo que
supone para muchos adolescentes la constatacin de que viven en un mundo competitivo y feroz, en
el que la bsqueda del trabajo que se quiere comienza a aparecer como un verdadero problema. Si
antes nosotros, como adultos, tuvimos el trabajo que queramos, ahora mucha gente tiene el trabajo
que puede, que frecuentemente no coincide con el que quiere. En clara relacin con esto, cada vez
me llama ms la atencin la preocupacin de muchos adolescentes por la plata, el amor al dinero, la
rentabilidad financiera y pecuniaria de todo esfuerzo solicitado que siempre es medido por el
tiempo exigido y la recompensa recibida. El dinero puede estarse convirtiendo en el gran fetiche.
Esta inseguridad puede desplazarse hacia un mundo fetichista de objetos; y se dispersa en un ansia
de posesin, de acaparamiento y acumulacin con las que se pretende asfixiar.
3. Hablamos antes de exceso, como forma de vivir el momento presente entre los jvenes. Ese
exceso, frecuentemente, rompe los lmites o simplemente no los conoce. Por eso, se dice de los
jvenes que no tienen lmites o que tienen una severa dificultad para establecerlo y, ms an, para
mantenerlos. Y, en efecto, nos topamos frecuentemente con una adolescencia abierta a toda suerte
de sensaciones sensitivas, emocionales, con una enorme dificultad para admitir cualquier tipo de
lmite. Pero es que viven en una sociedad que ansa el exceso y desdea la mesura. Pascal Bruckner
nos ayuda a entender esta realidad20
. Para l, el supermercado se ha convertido en la representacin
del jardn de las delicias. Ni el Bosco lo hubiera imaginado con tal profusin de elementos y
fantasa. Torrentes de luz, kilmetros de estanteras, colorido infinito: es la victoria del no va ms.
Imposible abarcar el conjunto de bienes ofrecidos. Ser consumidor significa saber que en los
escaparates siempre hay ms de lo que uno se puede llevar. Podemos encontrar all una botella de
whisky al coste de ms trecientos mil bolvares. Es probable que nadie la compre. Pero quizs eso
no sea lo ms importante. Lo que importa es mostrar que all existe todo y ms de lo que podemos
desear. Por eso, a veces se va al centro comercial no para comprar, sino para constatar que todo est
al alcance de la mano o que siempre habr incluso ms de lo que hoy podemos conseguir. Desde la
negativa a reconocer el lmite, siempre hay un algo ms que la sociedad parece querer mostrarnos
para que nuestra necesidad se multiplique. De ese modo, lo posible se vuelve deseable y lo deseable
acaba convirtindose en necesario.
20 P. Bruckner nos ofrece un magistral anlisis crtico de la sociedad de consumo y de los medios de diversin
que ayudan a entender lo que estamos diciendo. Recomendamos dos de sus libros: La tentacin de la inocencia. Barcelona, Anagrama, 1996, y Miseria de la prosperidad : la religin del mercado y sus enemigos, Barcelona, Tusquetes Editores, 2003.
La ausencia de lmites est muy relacionada con la ausencia de normas y la ausencia de
normas no es sino la consecuencia, a su vez, de la inexistencia de referentes firmes y de esquemas
de legitimacin que hayan propiciado una socializacin slida. Para muchos de nuestros jvenes los
nicos lmites plausibles, durante el tiempo libre, son los que provienen de su cuerpo y de su
(pretendido) libre albedro. El cuerpo, esto es, lo el cuerpo aguante, por un lado, y las ganas, la
apetencia o inapetencia del momento, - el me provoca o no me provoca-, y su estado de nimo,-
me gusta o no me gusta-, por el otro, son los nicos criterios por los que el lmite puede ser
pensable. Fuera de estos dos factores, todo lmite es entendido como una imposicin arbitraria
ordenada por el mundo de los mayores. De forma telegrfica sealara tres niveles de explicacin de
esto.
El primer nivel, el ms general, pero no por ello menos importante, nos lo ofrece una
sociedad como la nuestra en la que determinados valores han estado relegados en detrimento de
otros. Frente a los valores de una gran permisividad, hedonismo, delegacin de responsabilidad en
los dems y, en general, exigencia de todo tipos de derechos sin el correspondiente correlato de los
deberes, valores todos ellos que han sido propugnados y alzados al primer plano, otros valores
como el de la autoridad, el esfuerzo, la abnegacin la fraternidad cotidiana, y, sobre todo, la propia
responsabilidad, han quedado postergados a un segundo plano. En este sentido, nuestros jvenes
han interiorizado los derechos, pero no los deberes.
El segundo nivel explicativo est, a mi juicio, en la gran falla, el gran vaco que han dejado
las instancias tradicionales como las familias, la escuela misma, la iglesia, incluso la poltica y los
partidos que orientaban y ofrecan los esquemas legitimadores de valores, normas, actitudes y
comportamientos a favor de los propios grupos de pares, de iguales, por un lado, y de los medios
de comunicacin social, la televisin preferentemente, y las nuevas tecnologas, con todo lo que
ellas conllevan, por el otro. El tiempo no nos da para desarrollar esto, pero aqu habra muchas
cosas que reflexionar.
En tercer nivel es, evidentemente, el de la familia. El familia es una institucin muy valorada
por los adolescentes y jvenes. Ms an, la institucin ms valorada. Pero, al mismo tiempo, la
familia difcilmente puede cumplir su funcin educadora. Mucho podramos hablar aqu de este
punto. Pero, aunque no sea ms que de refiln, quiero decir que puede estar emergiendo en algunos
adolescentes una actitud autoritaria. Esta es una idea que se la hemos ledo a J. Elzo, en alguna de
sus muchas publicaciones, aunque no sabemos dar razn de cul. Si, ms de una vez, refirindonos
a la educacin familiar del pasado, la hemos podido calificar de rgida y de una cierta dureza
emotiva por parte de los padres, en el presente la matriz del autoritarismo estara en la impotencia
ms que en la prepotencia de los padres. Impotencia que se manifiesta cuando en la familia domina
la anomia, es decir, un clima signado por la dificultad de proporcionar a los hijos, sobre todo
durante la adolescencia, criterios normativos seguros y estables. Es decir, unos valores sociales que
al tiempo sean abiertos y eficaces para desenvolverse en las condiciones reales de la existencia, de
la vida. Son los hijos, jvenes y adolescentes, los que mandan en la casa. Y a ello, en buena medida,
hemos contribuido todos: a los jvenes y adolescentes los hemos puesto en un pedestal, nos hemos
esforzado por poner a su disposicin ms cosas, recursos materiales, que cualquier otra generacin
de la historia de nuestros pas ha disfrutado No tendremos muchas cosas, pero a ellos no les
faltar, si no el ltimo, al menos el penltimo aparato tecnolgico. A ellos casi nunca se les ha
dicho que no. Y, entonces, cmo van a tener lmites?21
4. Hay un cuarto rasgo que describe a nuestros jvenes. Es una adolescencia reacia al discurso
racionalizado, construido intelectualmente y con un cierto grado de conceptualizacin. Es
claramente la supervaloracin de la emocin, de las sensaciones, sobre la mera razn,22
la
percepcin sobre la racionalizacin, a diferencia quizs, de las generaciones precedentes, que
infravaloraron lo sensitivo y emocional a favor de y en aras de la mera racionalidad e, incluso, de la
racionalidad cientfico-tcnica en la reciente modernidad secularizante. Hoy, ms que nunca, dada
la globalizacin en la que nos encontramos, necesitamos una formacin que ayude a construir una
inteligencia sentiente, en expresin de X. Zubiri.23 Los adolescentes deben estar intelectual y
emocionalmente armados para situarse en la complejidad de la vida. He dicho intelectual y
emocionalmente armados porque una de las fallas de la formacin es que se ha dado demasiada
importancia a un tipo de razonamiento cientfico-tcnico, tenido como el nico vlido, al par que
hemos minusvalorado, cuando no despreciado, la dimensin sensitiva y emocional de la persona,
21 Baste revisar los resultados de nuestros estudio Valores del Venezolano, ya citado, en el captulo dedicado a la familia (pp.63-85), para convencernos de esto. Al hablar sobre las normas o aspectos que solemos desarrollar en los nios en la casa, todo lo que tiene que ver con la constancia, perseverancia, espritu de sacrificio, hbitos de trabajo pasan totalmente desapercibidos. Y todo parece indicar que en esto no hemos avanzado mucho. 22 Situacin magnficamente preconizada y analizada por H. Hendin en un libro apasionadamente discutido en su oportunidad, Age of Sensation, McGrw-Hill, Nueva York, 1977. Tambin G. Lipovetsky se refiri a esta sociedad, con sus agudos y lacerantes anlisis, en su libro La era del vaco, Anagrama, Barcelona,1986. Muchas de sus pginas las podemos leer hoy, veinte aos despus, con igual admiracin y sonrojo. 23 X. Zubiri, Inteligencia sentiente, Tecnos, Madrid, 2004. Intelegir, nos dir Zubir, es intrnsecamente un
modo de sentir. Pero intelegir es, tambin, aprehensin de la realidad. Esa es la inteligencia sentiente que enunciamos. Quien desee profundizar este aspecto, puede consulta el libro de A. Pintor-Ramos, Nudos en la filosofa de Zubiri, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2005.
que es tambin parte fundamental para el conocimiento integral de las cosas.24
De ah la necesidad
de la inteligencia sentiente, una inteligencia integradora de la razn abstracta y de los sentidos y
sentimientos que conforman la riqueza de la persona humana, el logro del engranaje cognitivo y
afectivo, (y ya que estamos en una Universidad de Jesuitas) tan propio del proceso psicoafectivo de
la espiritualidad ignaciana y de la educacin de la Compaa de Jess.25
As los adolescentes podrn
dar cuenta razonada de sus actos, sentimientos de pertenencia, fidelidades, etc. y sentirse emocional
y sensitivamente integrados en la parcela geogrfica, histrica y cultural, en la que les ha tocado
hacer y construir su historia, sin temor al diferente, ms bien sabiendo que con su contacto se van
enriqueciendo mutuamente.
5. A los jvenes, como a nuestra misma sociedad misma, les caracteriza un individualismo,
no necesariamente egosmo, teido de bsqueda de autonoma, como valor fundante de lo bueno y
de lo malo, de lo til e intil, de lo que sirve y lo que no sirve Todo un tema. La espesa niebla del
individualismo se nos mete por todos lados. En nuestro estudio de hace diez aos, ya lo
sealbamos claramente: nuestros jvenes, decamos, atraviesan un mal momento. Poco a poco se
van perdiendo inters por lo que les rodea y se van volcando en la reconstruccin de otro mundo
con sus pares, su amigos, sus compaeros26
. Y la evolucin individualista de nuestra sociedad est a
la vista. Como muy bien lo ha sealado C. Domnguez27
, la glorificacin de la individualidad ha
dado paso a una revolucin interior, un inmenso movimiento de conciencia, un culto a la
intimidad, un entusiasmo sin precedente por el conocimiento y la realizacin personal con toda una
importante y significativa proliferacin de tcnicas psi y prcticas orientales. El Yo se ha
convertido en la nueva tierra de promisin. Se trata de acometer una bsqueda interior, consagrarse
al autodescubrimiento que d lugar a un sistema de valores personal. Ello requiere una exploracin
de todas las capacidades vitales a travs de toda una serie de experiencias que conducen a la
autorrealizacin, al desarrollo de las potencialidades del propio ser, al logro supremo de la
autoestima. Se encumbra lo mstico, lo emocional, lo esotrico y lo oriental. Todo es vlido, desde
24 Algo llega a intuir en esta direccin D. Goleman en su libro Inteligencia emocional, Ed. Kairs, Barcelona, 1996. Pero, obviamente, la inteligencia emocional de Goleman est muy lejos de captar el sentido dado por Zubiri a la inteligencia sentiente, a ese situarse y hacerse cargo de la realidad. 25 Ver, por ejemplo, W. I, Lange Cruz, Carisma ignaciano y mstica de la educacin, Universidad Pontifica de Comillas, Madrid, 2005, 35-38. 26 R. Zapata, Valores del Venezolano, op. cit., 61-62. All establecamos, adems, las diferencias entre individualismo y egosmo. 27 Tenemos una copia de un trabajo o conferencia (no sabemos si ha sido publicada) de C. Domnguez Morano, La alteridad difuminada. Reflexiones en los tiempos de vnculos.com, con fecha 06/01/2006, de la que tomamos esta idea.
el Zen al Tarot, desde el peyote o la mescalina a la terapia gestltica o el eneagrama. Es la
liberacin de lo convencional y vaco de la realidad social28
.
Un ejemplo muy sencillo para apoyar esta afirmacin: las nuevas familias. Y la novedad que
podemos observar en muchas de las nuevas familias es que cada vez son menos las que se sienten
con capacidad para educar a sus hijos, en parte porque los miembros de la pareja estn ms
preocupados por su propia promocin y desarrollo individual que por la educacin de los hijos. En
ella, los individuos construyen y vuelven a construir libremente durante todo el tiempo que les d la
gana y como les d la gana. No se respeta a la familia como familia; no se respeta a la familia como
institucin. Pero se respeta a la familia como instrumento de complemento psicolgico de las
personas. Es como una prtesis individualista. La familia se nos puede estar convirtiendo en una
institucin dentro de la cual los derechos y deseos subjetivos son ms fuertes que las obligaciones
colectivas.
Pero hay algo ms. Este individualismo que observamos en nuestros estudios se expresa de
dos formas, tiene dos caras. Por un lado, parece suponer la voluntad de adoptar planteamientos
propios, autnomos Es la voluntad de no ser rebao. Pero mucho me temo, y los datos dan pie a
estos temores, que con ello se est dejando paso a la otra cara del individualismo, se que viene a
decir que yo puedo hacer lo que quiera con tal de respetar (por ahora!) la ley. Es las moral libertaria
y relativista, de tolerancia blanda, en la que cada cual se va remitiendo a lo suyo, aspectos todos
sobre los que nos habla Paul Valadier, en un libro que sin duda conocern muchos de ustedes29
, y
que parece impregnar la sociedad de jvenes (y de adultos) y de tal suerte que no es el
individualismo de razn, sino el individualismo de deseo el que impera; no es el individualismo de
proyectos, el individualismo de exigencias, no es el individualismo de los deberes y
responsabilidades, sino el individualismo de derechos. Es la tica indolora de G. Lopovetsky que
repudia el deber austero e integral y consagra los derechos individuales a la autonoma, al deseo, a
la felicidad. La etiqueta tica aparece en todas partes; la exigencia de sacrificio, en ninguna.
28 Siguen siendo muy valiosas las reflexiones que sobre este tema viene haciendo, desde hace tiempo y desde distintos ngulos, G. Lipovetsky, en dos de sus libros sobre los rasgos significativos de los tiermpos actuales, La era del vaco. Ensayos sobre el individualismo contemporneo, Anagrama, Barcelona, 1986, y El crepsculo del deber. La tica indolora de los nuevos tiempos democrtico, Anagrama, Barcelona, 1994. 29 P.Valadier, La anarqua de los valores, Ed. PPC, Madrid, 1999, especialmente en la Parte III. En su ltimo libro, La condicin cristiana. En el mundo sin ser del mundo, Sal Terrae, Santander, 2006, caracteriza el
ethos cristiano por el que, sin huir despreciar el mundo de los humanos, tampoco se puede volver indescifrable y disolverse y desvanecerse en lo comn.
6. La aceptacin de pluralismo y la actitud bsicamente tolerante ante el diferente es algo que
caracteriza el mundo de las actitudes y valores de nuestros jvenes, aunque en este punto debemos
hacer dos matizaciones importantes. Por un lado, la dificultad de separar, en muchos momentos, la
tolerancia, en lo que supone de respeto al otro, en tanto que otro, de la indiferencia por el
distinto, con tal de que no me moleste. Una especie de tolerancia a la inglesa. Junto a ello est
muy extendido el principio (el valor) de que todo es opinable, de que todas las ideas se valen, con
tal de que se expresen y defiendan sin ofender ni violentar. Esto es el reflejo de la confusin
existente entre el relativismo del todo vale y la relatividad que se opone a la pretensin de la
verdad nica, de la verdad absoluta.
Un relativismo que no pasa de ser subjetivismo en el pero de los sentidos. Como muy bien
nos record J. A. Garca30
, la gran aportacin del individualismo moderno radic en el hecho de que
el ser humano dejaba ya de verse pre-definido y encerrado en un orden fijo de las cosas del que ni
era posible ni estaba permitido escapar (se era como se naca, noble o pobre, con una legitimacin,
adems, en la voluntad divina). De igual modo, el individualismo moderno nos liber tambin de la
esclavitud de la objetivacin, de la carencia de subjetividad, proporcionndonos la capacidad de
entrar en contacto con nosotros mismos, de cultivar el mundo interior, de definir la propia vida
desde ah y no ya desde normas pre-establecidas.
Pero, sin duda, estos logros trajeron otros efectos, a modo de cruz de esa cara liberadora. La
autonoma y la subjetividad se absolutizaron, de modo que el subjetivismo se convirti en el nico
criterio de verdad, de valor y de moralidad. Y, paralelamente, el individualismo fue creando una
espesa niebla alrededor del sujeto que le ha ido dificultando cada vez ms la percepcin de la
alteridad. Hay una desimplicacin, egolatra, autoafirmacin al margen o en contra de los dems.
Una incapacidad de trascenderse hacia los otros, en ese repliegue, des-amorado y triste. Se olvida
as que autenticidad y responsabilidad han de complementarse necesariamente y que ser uno
mismo es inseparable de responder a, porque, de hecho, no hay autenticidad sin responsabilidad
ni lo contrario. Si me recibo de los otros, me vuelvo agradecido a los otros y el agradecimiento se
transforma en responsabilidad y la responsabilidad en hbito.
30 J.A.Garca, Soy llamado; por eso existo La responsabilidad como hbito del corazn, Sal Terrae, 83 (1995) 19-30.
7. Se sienten y, cuando se les pregunta, se dicen libres, pero no estn libres. Tienen fuertes
ataduras con la familia de origen y viven muchos aos, algunos demasiados aos, en la dependencia
familiar, escolar y social, experimentando en lo que quieren, pero sin la responsabilidad de tener
que dar cuenta de lo que hacen. A pesar de que, como pas, podamos decir que no estamos en la
poca dorada, nunca tantos jvenes han tenido tantas posibilidades de construir sus esquemas
referenciales, sus propios valores, hasta sus propios proyectos de vida. Quiero significar con esto
que nunca generacin alguna ha sido tan autnoma. Esta es su ventaja y su riego. Explico un poco
ms esto.
En nuestra sociedad se nos han multiplicado las posibilidades de elegir y, al mismo tiempo,
se van viendo escandalosamente reducidas las capacidades para comprometerse, para vincularse con
las personas, las ideas, los proyectos o las instituciones. Nunca, en efecto, tuvimos a nuestra
disposicin tantas posibilidades para optar en todos los terrenos de la existencia. Desde la de elegir
una pareja segn nuestra opcin afectiva ms singular, la de elegir una carrera universitaria u otra...
Elegimos desde pequeos nuestros juguetes, nuestra indumentaria.
8. Concepcin utilitaria del trabajo, que se les aparece, casi exclusivamente, como un medio
de insercin en la sociedad y menos como un medio de realizacin personal. En efecto, el trabajo es
percibido como mero valor utilitarista que tiene como nico objetivo la adquisicin de medios
(ganar plata, dicho lisa y llanamente) con el objetivo de poder disfrutar otra serie de cosas que son
las realmente importantes. En este sentido, el trabajo no es elemento de realizacin personal, sino
simple exigencia de integracin social, condicin sine qua non de seguridad. Recientemente, por
razones ms que conocidas por todos, comienza a aparecer una nueva percepcin: el trabajo es
percibido como un bien, ms escaso que antao y adems ms incierto. En consecuencia, haya que
protegerlo y cuidado, pero del que no se piensa extraer ningn tipo de recompensa, ms all de la
meramente econmica. No extraar entonces, que cuando les preguntamos qu sera lo ms
importante para ellos a la hora de buscar trabajo nos hablen principalmente de un trabajo seguro,
que no comporte riesgos , y no de un trabajo que les haga sentirse realizados.
9. Y, una ltima cosa aadira a esta descripcin de nuestros jvenes. En muchos de nuestros
jvenes y adolescentes, hay un especie de contradiccin o disonancia entre lo que podramos llamar
valores finalistas, entre los valores asociados a finalidades u objetivos a alcanzar en la vida y los
valores instrumentales necesarios para alcanzar los fines. Es innegable que nuestros adolescentes y
jvenes invierten afectiva y racionalmente en los valores finalistas. Pareja estable, familia unida,
Lealtad, fidelidad, compaerismo, al tiempo que presentan innegables fallas en los valores
instrumentales sin los cuales todos los grandes deseos corren el riesgo de quedarse en poco ms que
discursos bonitos. Me refiero, concretamente, al dficit que presentan valores tales como el
esfuerzo, la auto responsabilidad, compromiso, participacin, abnegacin y renuncia (que no se si
saben qu es eso), el trabajo bien hecho, en el que tanto insista hace unos aos L. Ugalde.31
De ah la extrema importancia de que tan trada ( y llevada) educacin en valores insista ms en los
valores instrumentales y aborde con mayor nfasis el campo de las exigencias y de los deberes, sin
olvidar, claro est, los derechos. Pienso que la escasa articulacin entre valores finalistas y valores
instrumentales est poniendo al descubierto la continua contradiccin amn de dificultad- de
muchos jvenes para mantener un discurso y una prctica con una determinada coherencia y
continuidad temporal, all donde se precisa un esfuerzo cuya utilidad no sea inmediatamente
percibida. Aquello que Freud llamaba el principio de realidad sobre el principio del placer y que
nosotros muchas veces hemos expresado en la capacidad para posponer las gratificaciones. Siento
que habiendo venido creciendo todos, como sociedad y como educadores, en una cierta unanimidad
en la formulacin temtica de algunos valores de rango finalista, sin embargo, el traslado de los
valores instrumentales se hace de forma ms dispersa, produciendo as dislocaciones importantes en
la formacin integral de los adolescentes, dando origen en ms casos de los deseables a
adolescentes que se desenganchan de la carrera de la vida o, en el mejor de los casos, caminan sin
bitcora en la bsqueda de un horizonte vital que ni siquiera lo pueden vislumbrar.
4. Una propuesta
Siendo esto as, y si lo que acabo de describir y analizar es correcto, la educacin en valores
de nuestros jvenes exige trabajar en muchos registros. Qu propuestas hara yo pensando en
nuestros adolescentes y jvenes? Si me piden que enuncie algunos valores, como objetivos
importantes por los que luchar, metas deseables, finalidades que deberan implementar y transmitir
a travs de la educacin yo me sumara a lo que otros vienen sealando32
, ya que los encuentro muy
conectados con todo lo que hemos venido diciendo. Esta pequea lista es una mezcla de valores
finalistas e instrumentales, de valores sociales y personales. La presento ms como una invitacin
para la discusin y el dilogo que como un paquete cerrado. Algunos de sus contenidos, a no
dudarlo, necesitaran un desarrollo y elaboracin ms acabados.
31 L. Ugalde, La valoracin del trabajo productivo, Ctedra Fundacin SIVENSA, Caracas, 1993. 32 J.Elzo, La educacin del futuro y los valores. En Debates de Educacin, Fundacin Jaume Bofill,
Barcelona, 2004.
1. En primer lugar, algo que, a falta de un nombre mejor, yo llamara la recuperacin de la
racionalidad, sobre la simple emocin. Pienso que necesitamos educar en la racionalidad para la
toma de decisiones. Y ello supone pasar del mbito de la simple opinin, de la mera declaracin de
intenciones, al mbito de la confrontacin y del afrontamiento dialgico, basada en la realidad
conocida y contrastada con rigor. Como dice un estudioso de estos temas, hay una real urgencia
tica de desterrar de nuestras costumbres la idea de que en nombre de la libertad cada cual puede
opinar lo que quiera y de cualquier tema, sin dar razn de lo que dice, ms all de un genrico
segn mi opinin o a mi me parece. Cuntas veces, puestos en confrontacin con una opinin
divergente, todo se salda con un eso opina usted; esto opino yo33.
2. Integrar vida y ciencia o, lo que es lo mismo, la bsqueda de la excelencia integral, la
competencia personal, como sinnimo de estar bien preparados, ser competentes, ms que
competidores, competencia que no es ms (ni menos) que una formacin amplia e integral. Es un
valor, hasta donde yo alcanzo a ver, muy propio de la tradicin educativa de la Compaa de Jess:
formacin slida y esencial, expresada de muy diversas maneras: compaginar la piedad con las
letras, la vida con la ciencia, la conducta con el saber, concretado en el magis34. No hay
responsabilidad, ni hay participacin, si no se es competente personalmente35
.
El formar personas competentes no es algo que debe darse por supuesto y supone, al menos,
un doble reconocimiento: por un lado, captar la complejidad de la sociedad actual, de la nuestra, y,
por el otro, reconocer la necesidad de adquirir conocimientos y habilidades personales para la
funcin requerida y los objetivos propuestos. Si siempre la competencia, en lo personal y en lo
profesional, ha sido necesaria, creo que en el momento presente lo es an ms. Ya no bastan la
buena voluntad y la entrega a la misin, sino que es precisa la capacitacin, la preparacin Una
educacin que pase de la simple transmisin de conocimientos al aprendizaje responsable y
significativo, en que tanto se insiste hoy36
. Como bien lo seala Elzo en el artculo citado, de lo que
se trata es de, ante cada tema, saber formular las preguntas pertinentes; dominar los procedimientos
que nos permitan acceder a una buena informacin, de tal manera que podamos realizar un
diagnstico certero, o lo ms certero posible, para, finalmente, proponer respuestas cientficamente
33 Sobre este punto concreto, me siguen resultado muy sugerentes los anlisis que T. Anatrella hace en su libro Contra la sociedad depresiva, Sal Terrae, Santander, 1994. 34 C. Labrador, Estudio histrico pedaggico, en E. Gil (ed.), La pedagoga de los jesuitas, ayer y hoy, UPCo, Madrid. 1999. Tambin en el libro ya citado de I. Lange Cruz, 56-59. 35 Ver a este respecto las valiosas reflexiones que sobre la participacin y sus lmites hace V. Camps en su libro Paradojas del individualismo, Crtica, Barcelona,1993, 89-105. 36 Ver, por ejemplo, R. E. Mayer, Psicologa de la educacin: ensear para un aprendizaje significativo, Pearson Alambra, Madrid, 2004 o M. A. Moreira, Aprendizaje significativo: teora y prctica, A.Machado Libros, Madrid, 2000.
comprobables, polticamente alcanzables y ticamente defendibles. Angustia me dan, de cara al
futuro, los alumnos de un solo libro (y para colmo, enciclopedia). Miedo me dan los estudiantes de
fotocopias, de esta poca del copiar y pegar! Si antes deca que al trabajo se le asigna un valor
utilitario, ahora podramos lo mismo en relacin con el estudio: estudiar para pasar, estudiar para
conseguir un trabajo que permita obtener lo que se quiere.
3. Si miramos al pas, a la situacin y a los tiempos que nos est tocando vivir, creo necesario
educar en la tolerancia, una virtud pblica, la virtud indiscutible, mas caracterstica de la
democracia, de la vida en sociedad37
. El respeto a los dems, la igualdad de todas las creencias y
opiniones, la conviccin de que nadie tiene la verdad ni la razn absolutas, son el fundamento de
esa apertura y generosidad que supone el ser tolerante. Esta es la tolerancia activa, que conviene
distinguirla de la tolerancia pasiva (indiferencia o condescendencia), sin olvidar la intolerancia.
Una tolerancia activa que supone el respeto profundo a la diferencia, a los proyectos del otro; ms
an, presupone un actitud de comprensin del distinto, desde sus propias ecuaciones personales,
sociales, culturales, y, hasta donde nos sea posible, ponindonos en lugar y posicin del otro.
Tengamos en cuenta que la tolerancia es una forma de expresar el respeto a los dems
aceptando sus diferencias. Pero sobre todo, somos tolerantes cuando esas diferencias nos importan.
No necesitamos tolerar lo que nos es indiferente. Lo que significa, por tanto, que la tolerancia no es
ni debe ser lo mismo que la indiferencia. Por el contrario, se tolera lo diferente, lo molesto, lo que
parece equivocado porque no coincide con lo propio.
Una sociedad plural descansa en el reconocimiento de las diferencias, de la diversidad de
costumbres, de las cosmovisiones y proyectos de vida distintos y, en consecuencia, se necesita
requiere intolerancia ante toda pretensin de dar cuenta unvoca de la realidad como si esa fuera la
nica forma de entenderla, satanizando, adems, a quienes no la comparten. Afirmar que no hay
verdades absolutas, no quiere decir que todo vale. Porque toda afirmacin de verdad absoluta, al
final es intolerante, y la intolerancia conduce directamente al totalitarismo, es dictatorial. La verdad
la vamos construyendo da a da. De ello se concluye que nadie posee la verdad absoluta,
sencillamente porque los proyectos de vida son diversos, como lo ha destacado una y otra vez A.
Cortina38
. La conjuncin del ejercicio de la tolerancia activa, rechazando el indiferentismo, y la
37 V. Camps, Virtudes pblicas, Espasa Calpe, Madrid, 1990. 81-102. Recomendamos su lectura. 38 Muchos son los lugares y trabajos en los que A. Cortina ha insistido en este aspecto. Atendiendo a los lectores de estas pginas, recomendamos especialmente: Alianza y contrato, Trotta, Madrid, 2001, y Etica civil y religin, PPC, Madrid, 2002.
prctica de la intolerancia ante lo intolerable son condiciones indispensables para una sociedad
plural y abierta, que no necesita de un guardin universal, depositario de todo lo que hay que
saber y hacer.
4. Si alguna problema, como lo hemos sealado, tienen nuestros jvenes y nuestra sociedad,
es una gran dificultad para experimentar compromisos, la apertura a la realidad, la relacin y el
vnculo. La tolerancia sealada en el punto anterior, si no se activa, pocos efectos sociales produce.
Activarla supone comprometerse. Y poseer una capacidad para el compromiso supone, entre otras
cosas, disponer de una aptitud para abrirse a la alteridad. A esa apertura comprometida podramos
llamarla solidaridad implicada. Somos un pas de operativos reacciones solidarias, muy intensas,
pero espordicas, a veces, incluso, distanciadas. Defendemos las grandes causas, pero sin que ello
nos suponga demasiados sacrificios. Creemos que este es un aspecto que necesita reflexin. Se
tiende a un desapego emocional en las relaciones con objeto de evitar todo riesgo de inestabilidad,
decepcin o pasin descontrolada que provoque algn tipo de sufrimiento. Sin compromiso
profundo, se esquiva la posibilidad de sentirse vulnerable. Y cada vez, en efecto, se hacen ms
evidentes las dificultades para establecer unas decisiones personales que entraen un compromiso,
una vinculacin fuerte que aspire a mantenerse con carcter de definitividad.
Se nos ha dicho hasta la saciedad, y los datos as lo confirman, que nuestra sociedad se ha ido
volviendo muy individualista. Cada quien va a lo suyo, mira lo propio y lo ms cercano. Y aunque
el trmino solidaridad est muy de moda, de hecho lo que realmente prima es el individualismo:
cada uno para s y su pequeo grupo. El riesgo de autismo social es evidente.
5. Hay un valor que lo encuentro muy conectado con la solidaridad sealada, con el
compromiso implicado con el otro, con los otros, con lo que nos rodea y que no se muy bien cmo
llamarlo. A falta de mejor propuesta, lo dimensin espiritual de la existencia y, desde la perspectiva
cristiana, el valor de la experiencia religiosa. Es obvio que con esto no nos estamos refiriendo al
tema de la religin en la escuela. Sin querer adentrarme en un tema que dejo en las manos ms
expertas de los telogos, deseo insinuar algo, alargndome ms de lo deseado.
La flotacin individualista nos obliga a ser cuidadosos ante determinadas corrientes de la
espiritualidad actual, con cierto gancho y atraccin, que pretenden alcanzar una experiencia
religiosa a travs del desarrollo de la autoestima, del autoconocimiento personal o del encuentro con
el Yo profundo. Se pretende establecer un puente entre el amor a s mismo y el encuentro con
Dios en la profundidad de la propia realidad psquica. Un proceso en el que la psicologa de la
experiencia religiosa pasa a convertirse en una cuestionable religin de la psicologa, en expresin
de C. Domnguez. Lo que deseamos sealar con esta referencia es que la experiencia religiosa
descrita por los grandes maestros religiosos fue, precisamente, por el desarrollo de la autoestima por
donde llegaron al encuentro con la alteridad de Dios. Mas bien el camino por ellos mostrado es el
de una progresiva desposesin de s, y un difcil y penoso proceso de despojos y aperturas39
Esta realidad se comprende y se vive de forma diferente segn las personas, pero los puntos
de vista convergen hacia la idea siguiente: La vida espiritual es un camino individual, aunque dado
en una colectividad, que se enracima en las cuestiones fundamentales del sentido de la vida y que
tiende hacia la construccin de una visin de la existencia coherente y movilizadora. En este
sentido, vida espiritual y compromiso ciudadano, social o comunitario van de la mano. La visin de
la existencia que elabore un individuo motivar su contribucin a la vida social. Y, al revs
tambin: su compromiso en la sociedad alimentar y transformar su vida espiritual. Es decir, el
Otro y el otro son esenciales.
Sabemos que el proceso de percepcin del otro y de vinculacin con la alteridad constituye,
no slo una de las grandes dificultades de nuestro mundo, sino uno de los retos ms difciles en la
maduracin de los sujetos. La experiencia religiosa supone un encuentro con esa alteridad, no
exenta de dificultades muy particulares, como muy bien nos mostr el mismo C. Domnguez en otra
de sus obras40
.
Pero en esto no podemos olvidar, como cristianos, un dato central de nuestra fe, y que se
conecta maravillosamente con lo dicho ms arriba sobre vida espiritual y compromiso personal y
social: Nuestro Dios se ha corporeizado, encarnado. El objeto de nuestra vinculacin religiosa
pose un perfil, un rostro humano. Nuestro Dios, el Dios de nuestra fe es un Dios encarnado. Un
Dios que sale al encuentro bajo los modos en los que los seres humanos podemos encontrarnos. Y
un Dios, adems, que sale al paso para manifestarnos que El mismo es tambin alguien que busca
una alteridad, porque no es un Dios ensimismado, no es un absoluto impasible y encerrado en un
para s, sino que, esencialmente, es un Dios relacin.
39 Ver C- Domnguez, Despojos y aperturas. En Experiencia cristiana y psicoanlisis, Sal Terrae, Santander, 2006, 239-253. 40 C. Domnguez, Creer despus de Freud, San Pablo, Madrid, 1992. La lectura de ste y otros libros del autor nos han ayudado en la comprensin del significado y los procesos a seguir para que esta experiencia se de. Estas lneas son un eco de esas lecturas.
6. Y, finalmente, el valor de la ilusin, de la utopa. La postmodernidad pretende ser una
modernidad sin ilusiones. Pero este proceso de des-ilusin que habra que valorar muy
positivamente, en lo que tiene de liberacin de los engaos del pasado moderno, ha generado
tambin una situacin desilusionada y desconfiada frente a cualquier tipo de proyecto colectivo
que pretenda aglutinar voluntades. Se nos acabaron las ilusiones. Y, sin embargo, se dice que la
vida termina cuando se acaban las ilusiones, los sueos. Pero tenemos que distinguir bien entre
ilusiones y alucinaciones. Tambin los tiempos concretos que vivimos nos exigen una reflexin
para no caer en la tentacin.
Tenemos derecho a la utopa, pero procurando esquivar el escollo de la quimera. La utopa
forma parte del mbito de lo plausible, de lo racionalmente plausible, teniendo en cuenta los
condicionamientos reales en los que tenemos que vivir. La quimera se asemeja ms a un cuento de
camino, donde la sociedad, o algunos miembros, suean con algn paraso inexistente. La quimera
es peligrosa. Hay demasiadas historias verdaderas que nos dicen que quienes han pretendido
implantar el cielo en la tierra han terminado mal. La utopa, sin embargo, amn de buscar la
consecucin de unos objetivos, la realizacin de una ilusin y significar unos ideales por los que
luchar, presupone la toma de conciencia del camino que se ha de recorrer, del esfuerzo que para ello
debe invertirse, de las inercias que es necesario superar y de los conciudadanos a los que hay que
convencer. La utopa exige racionalidad en los juicios y competencia en los promotores. Algo que
se conecta muy bien con todo lo que ya hemos dicho.
Quizs, como sujetos, jvenes y adultos, y como pas, vivimos tiempos en los que sobran
quimeras y faltan utopas. Luchando y luchando, en vano, como si de molinos de viento se trataran.
Y la tentacin de la desilusin es real. No slo en los jvenes, sino en todos. Y ante la desilusin, lo
ms comn es lo ya descrito: recoger nuestros macundales y limitarnos a lo nuestro.
Pongamos punto final. El objetivo de esta intervencin ma y as qued advertido al
comienzo no era ms que una invitacin a mirar con atencin a los jvenes y, desde ellos, el
aspecto final de nuestro mundo. Porque, como se ha escrito El mundo de los jvenes es tan suyo
como de los adultos, porque son stos quienes, a la postre, les brindamos o sustraemos,
enriquecemos o empobrecemos sus coyunturas de oportunidad. Los estilos de vida de nuestras
juventudes son, en definitiva, la imagen cncava de los modos propios de vivir de los adultos.
Y para cada uno de ellos, para los muchachos y muchachas con los que nos encontramos a
diario, pido muchas veces aquello que con radicalidad nos peda Bertolt Brecht hace tanto tiempo
en un poema41
:
Cuando salgan del agua, ya al anochecer
pues deben estar desnudos y la piel ha de estarles suave
trepen, entonces, a algn rbol alto, si sopla la brisa.
Tambin tiene que estar plido el cielo.
Busquen rboles altos que al anochecer mezan sus negras copas lentamente.
Y esperen la noche entre el follaje, rodeada la frente de pesadillas y murcilagos.
Las speras hojas de la fronda les rasparn la espalda,
pues tendrn que apoyarse con fuerza y sujetase a las ramas;
trepen an un poco ms arriba, jadeantes entre el ramaje.
Es algo muy hermoso mecerse sobre un rbol!
Pero no se deben impulsar con las rodillas!
Tienen que ser al rbol mismo, lo mismo que su copa:
lleva un siglo mecindola en cada atardecer.
41 B.Brecht, Poemas y canciones, Alianza, Madrid, 2006.
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