Jueces para la Democracia.- Comisión de Derecho Privado
DOCUMENTO DE TRABAJO NÚM 7.- ABRIL 2006.- CUESTIONES SOBRE EL MONITORIO.
CUESTIONES SOBRE EL PROCESO MONITORIO
1. LA NATURALEZA DEL PROCESO MONITORIO Y LOS REQUISITOS DE LA DOUMENTACIÓN QUE DEBE PRESENTARSE CON LA SOLICITUD.
La primera cuestión debatida en relación con los monitorios fue si la solicitud
presentada por entidades bancarias, de crédito, de gestión de créditos o
similares debía ir acompañada exclusivamente de la certificación unilateral del
saldo o si era exigible que aportaran además documentos complementarios,
como el contrato subyacente o el extracto o relación de apuntes contables
expresiva de los distintos cobros y cargos. Las líneas de opinión fueron dos, si
bien la que consideraba exigible además de la certificación del saldo al menos
la relación de apuntes contables expresiva de los distintos cobros y cargos fue
mayoritaria. Los argumentos empleados por estas dos líneas de opinión,
enlazados muchas veces con la discusión sobre la naturaleza del juicio
monitorio, fueron los siguientes:
1. Quienes opinaron que era necesario exigir otros documentos distintos de
la certificación unilateral emplearon los siguientes argumentos:
a) Nuestro monitorio es de naturaleza documental y, por lo tanto, al
decidir sobre su admisión a trámite debemos valorar si la
documentación aportada es de la que normalmente documenta la
deuda que se pretende reclamar. Tratándose de contratos
bancarios o financieros todo queda documentado y muy
especialmente las liquidaciones que efectúan dichas entidades,
por lo que es exigible que aporten no sólo una certificación de
saldo, sino también una liquidación del contrato de que derive la
deuda.
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b) La finalidad del monitorio no es evitar un declarativo (esa finalidad
está atribuida a los actos de conciliación) sino obtener un título
ejecutivo, por lo que no es acertada la tendencia laxa en la
valoración del documento a aportar.
c) Conviene recordar la STC de 10/02/92 relativa al 1435 de la LEC
de 1881, que incluso provocó una reforma legislativa que se ha
trasladado íntegramente a los artículos 572 y 573 de la LEC
vigente?. Constatamos que el monitorio previsto para la
reclamación del crédito de los “pequeños comerciantes” también
sirve para los bancos, entidades de cobro, de crédito etc., pero no
puede utilizarse como medio para obviar las garantías previstas
en dichos preceptos. Habría que recordar, en este sentido, la
imposibilidad psicológica del deudor, de la que hablaba el TC,
para cuestionar las deudas unilateralmente liquidadas por las
entidades financieras. La pregunta es: ¿puede racionalmente un
consumidor, que sabe que debe, pero no cuánto, impugnar sobre
bases seguras la liquidación efectuada por un banco aunque éste
esté liquidando intereses abusivos?. Y la respuesta no puede ser
otra que exigir al juez al menos la aportación del contrato
subyacente y la liquidación, proporcionando al deudor los
elementos de hecho y cálculo que le permitan saber cómo se ha
hecho la liquidación y, por ejemplo, si el tipo de interés que se
aplica es el pactado?.
d) En la mayoría de los casos estamos ante la observancia de
normas inderogables por la voluntad de las partes y controlables
por el juez, (crédito al consumo, LGDCU, condiciones generales,
etc.). La experiencia indica que cuando se piden esos
documentos, resulta que muchos contratos ni siquiera contienen
el tipo de interés remuneratorio o moratorio, que algunos ni
siquiera tienen la firma del particular, que en otros se establecen
tipos claramente abusivos no obstante tratarse de préstamos al
consumo y en cuenta corriente, (29 %, 33 %, etc).
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e) Los documentos que deben aportarse con la solicitud no tienen
aptitud para ser fuerza ejecutiva pero son más que pruebas. Ese
tertium genus, más el silencio del requerido, es el que es idóneo
para obtener un título ejecutivo. Por ello es necesario ser
especialmente riguroso en el análisis de la documentación.
f) La reflexión debe girar sobre si tenemos un monitorio de
naturaleza documental, y eso parece a la vista del art. 812 LEC, o
por el contrario un monitorio de afirmación de deuda (tipo
alemán). Si la normalidad de las relaciones bancarias y
financieras se documentan, no podemos dejar de exigir que se
aporten los documentos que normalmente documentan dicha
deuda y no es una simple certificación del acreedor, sino la
liquidación, o listado de apuntes contables que finalmente arrojan
el saldo que se reclama. Es más, si el monitorio permite crear un
titulo de ejecución por anudar a un documento privado y unilateral
el silencio del deudor, este silencio, en tanto manifestación de
voluntad debe sustentarse en el pleno conocimiento de lo que se
está reclamando porque de otra forma el deudor no determina
conscientemente su voluntad de callar.
2. Los argumentos utilizados por quienes opinaban que bastaba la
certificación del saldo fueron estos:
a) Quien debe reclamar el resto de la documentación, al negar la
deuda, es el requerido de pago; el juez debe limitarse a realizar la
comprobación de que se aportan los documentos justificativos de
la deuda, para lo que sería suficiente con la certificación de la
existencia de la deuda.
b) En las relaciones financieras y bancarias la certificación del saldo
es habitualmente utilizada para documentar la deuda (y cualquier
situación de cuenta corriente); la acreditación del contrato en sí
no interesa para el monitorio, ya que el artículo 812.1.2 se refiere
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a documentos unilateralmente creados por el acreedor "que
documenten créditos y deudas en las relaciones ..”. Es decir, hay
que documentar la deuda, pero no la totalidad de la relación
jurídica. Por eso, por ejemplo, basta aportar una factura y no el
contrato de arrendamiento de obra. No es necesario aportar con
la petición de monitorio algo más que el certificado del banco,
pues el contrato ya lo tiene el deudor, y no es más que un
traslado o requerimiento al deudor para que indique si debe o no,
y ante cuya negativa habrá juicio y es entonces cuando el banco
debe probar lo que reclama.
c) En el ámbito comunitario el sistema tiende a buscar
procedimientos como el monitorio que no son sino meros
requerimientos judiciales de pago. El esfuerzo en cuanto a las
garantías debe establecerse en el trámite procesal de
requerimiento personal, evitando los edictos y evitando fórmulas
de requerimiento que no garanticen que el deudor tiene noticia
exacta de la reclamación.
d) Los jueces no debemos adoptar una actitud excesivamente
proteccionista en el monitorio, ya que la mera oposición del
deudor (por cualquier motivo, sin causas tasadas) provoca la
"inversión de la iniciativa del contradictorio", es decir, que el
acreedor deberá iniciar un declarativo normal en el que no hay
alteración ninguna del principio de aportación de parte ni de las
normas de reparto de la carga de la prueba.
e) La comparación con el 1435 de la antigua LEC no es exacta, ya
que la admisión de la demanda ejecutiva tenía un efecto directo y
grave sobre el patrimonio del deudor cual era el embargo
preventivo. Esto no sucede en el monitorio precisamente porque
en él, el título no tiene garantía formal ninguna. La fuerza
ejecutiva solo la adquiere después, tras el requerimiento, si se
produce el silencio del deudor
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Además de los razonamientos expuestos, debe tenerse en cuenta que
algunas Audiencias Provinciales, como las de Pontevedra y Girona, han
adoptado acuerdos en plenillo de todas las Secciones por lo que consideran
exigible que junto con la petición inicial del monitorio se aporte al menos el
extracto comprensivo de los apuntes que dan lugar al saldo finalmente
reclamado. Se han remitido, además, varios autos de la Audiencia
Provincial de Madrid en este mismo sentido, de los que se trasncriben los
fundamentos jurídicos:
Auto de la Sección 8ª de 30 de mayo de 2005:
PRIMERO. Planteamiento de la apelación. La entidad solicitante de juicio monitorio impugna la resolución judicial por la que se deniega tal solicitud en aplicación del artículo 812 LEC. Entiende la parte apelante que dicho precepto está debidamente cumplido en la solicitud, puesto que la reclamación lo es de una deuda dineraria, vencida y exigible, y ésta queda acreditada y reflejada en la certificación emitida por ella, siendo tal certificación unilateral la que habitualmente documenta los créditos y deudas en las relaciones acreedor-deudor nacidas de créditos al consumo.
SEGUNDO. Análisis de la cuestión. Interpretación del artículo 812 LEC. Como suele ser habitual en estos casos, no se discute en el presente recurso la realidad de los hechos que subyacen a la litis sino la significación o interpretación jurídica de los mismos. Pero, además, en el presente caso se da una circunstancia añadida, cual es que el juez de instancia no rechazó a límine la solicitud de juicio monitorio sino que ofreció a la parte solicitante la posibilidad de complementar la documentación adjuntada para llenar cumplidamente los requisitos legales. Requerimiento que no fue atendido por la parte sino impugnado, perdiendo la oportunidad que se le había concedido. Y es que, aunque la apelante entiende que la certificación unilateral presentada es "la que habitualmente documentos los créditos y deudas en las relaciones acreedor-deudor nacidas de créditos de consumo", ello no es totalmente cierto. La experiencia en los tribunales nos dice que las reclamaciones a través de juicio monitorio se suelen presentar ya sea por los bancos ya sea por grandes almacenes o por otro tipo de entidades financieras no sólo con la certificación del saldo deudor sino también con el detalle y descripción de las operaciones de comercio o bancarias (v.gr. cuotas de amortización impagadas) que han dado lugar a la deuda final reflejada en la certificación, lo cual permite al deudor conocer con precisión de donde proviene su deuda (y los componentes particularizados de esa deuda) y recordar los pormenores en vistas a poder, o bien allanarse a la reclamación, o bien impugnarla si considera que no es cierta. No se trata de colocar a los acreedores en una situación difícil para reclamar. Lo que se le ha exigido, por ejemplo, en el presente caso a la entidad solicitante era algo muy simple y que estaba sin duda dentro de sus posibilidades probatorias: qué operaciones había realizado el deudor con la
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tarjeta y cuál era el importe de cada una de ellas para llegar al resultado final de la cantidad reclamada. Por otro lado, si no se quiere perjudicar el buen funcionamiento del juicio monitorio (que por una parte otorga un valor especial a los documentos del acreedor y por otra somete al deudor o al embargo o a la oposición procesal) es preciso ejercitar estos derechos en el marco de la buena fe que exige nuestro ordenamiento jurídico (art. 7.1 Código civil), utilizando los mecanismos procesales sin reserva alguna que pueda generar algún tipo de indefensión para la otra parte. En definitiva, este Tribunal entiende que aunque una certificación -como la que ha presentado la apelante- pueda servir para configurar, al menos en parte, la documentación necesaria que permita dar paso al juicio monitorio en el presente caso resulta insuficiente no sólo por esas otras posibilidades probatorias que la parte tiene sino porque ha tenido la ocasión de subsanarlas y no lo ha hecho.
Auto de la Sección 9ª de 4 de julio de 2005
Segundo.- Como ha puesto de relieve y de forma reiterada esta Sección entre otros en autos de fecha 23 de mayo de 2003, y 2 de junio de 2003, el Art. 812. de la LEC, exige para que pueda iniciarse el procedimiento monitorio, que se reclame una obligación dineraria cuya cuantía no exceda de 30.000 €, siempre que se trate de una deuda vencida, exigible y líquida, y se acredite por alguno de los medios que dicho precepto establece, siendo a estos efectos suficiente que con la solicitud se presente un documento del que en principio se desprenda la existencia de la deuda dineraria, sin que sea necesario en dicho momento procesal en el que se acrediten de una forma total y absoluta la existencia y exigibilidad de la deuda, bastando por lo tanto que se aporte alguno de los documentos a que alude dicho precepto, de lo que se deduzca indiciaria y prima facie la existencia de la deuda, puesto que debe ser con posterioridad en el supuesto de oposición del deudor en el que se deba acreditar cumplidamente todos los requisitos, pero no en dicho momento procesal.
Ahora bien, es necesario que la parte que insta el procedimiento aporte con su solicitud de proceso monitorio alguno de los documentos que establece el Art. 812 de la LEC, es decir documentos que permitan acreditar prima facie la existencia de la deuda que se pretende reclamar a través del proceso monitorio.
El Art. 812 de la LEC, viene a establecer que podrá acudirse al proceso monitorio cuando se acredite la existencia de la deuda por alguna de las formas que establece dicho precepto.
Si bien es cierto como se alega en el escrito de apelación que no es necesario que en la solicitud inicial del proceso monitorio se acredite de una forma plena y precisa la existencia de la deuda que se reclama en el proceso monitorio, si es necesario tal como se ha puesto en esta resolución que dichos documentos en los que se basa la solicitud sea de los que habitualmente documenten los créditos y las deudas en las relaciones de la clase que aparezcan existentes entre el acreedor y deudor, siendo necesario para ello por lo tanto que se aporte a tal efecto el contrato que sirve de base a la certificación aportada por
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la parte actora y apelante o al menos relación de las disposiciones y cargos que se hayan realizado con cargo a la correspondiente tarjeta de crédito, debiendo entenderse tal como hace el auto apelado la insuficiencia de la mera certificación aportada por la parte apelante a los efectos del Art. 812 de la LEC.
Auto de la Sección 20ª de 10 de junio de dos mil cinco.
PRIMERO: El proceso monitorio es un procedimiento especial y sumario en el que, una vez admitida a trámite de la solicitud, previa calificación del Juez, el deudor requerido deberá, o bien pagar la deuda líquida que se le reclama, o bien oponerse, o, en último término guardar silencio, en cuyo caso se dictaría auto despachando ejecución. Requiere (artículo 812 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil), que quien pretenda el pago de una deuda dineraria, vencida y exigible, acredite la existencia de la deuda de alguna de las formas siguientes: "1. Mediante documentos, cualquiera que sea su forma y clase o el soporte físico en que se encuentren, que aparezcan firmados por el deudor o con su sello, impronta o marca o con cualquier otra señal, física o electrónica, proveniente del deudor. 2. Mediante facturas, albaranes de entrega, certificaciones, telegramas, telefax o cuales quiera otros documentos que, aun unilateralmente creados por el acreedor, sean de los que habitualmente documentan los créditos y deudas en relaciones de la clase que aparezca existente entre acreedor y deudor". La Exposición de motivos de la Ley 1/2000, aclara que: "Punto clave de este proceso es que con la solicitud se aporten documentos (no copias o reproducciones) de los que resulte una base de buena apariencia jurídica de la deuda".
Por lo tanto, la ausencia de contradicción en la fase previa, impone al Juez cautela en la calificación de los documentos que se aporten con la solicitud, sin la misma autorice a exigir, por otra parte, que se trate de títulos ejecutivos no judiciales.
SEGUNDO: El único documento acompañado por XXX para fundamentar su solicitud (folio 3) es una certificación de un apoderado de la entidad solicitante que refleja el saldo de un hipotético préstamo en una fecha determinada, 8 de junio de 2004, resulta claramente inhábil para sustentar la petición. Dicho documento, como acertadamente señala la resolución recurrida, no puede entenderse comprendido en alguna de las formas previstas en el artículo 812, pues no se aportado el supuesto contrato de financiación que ha dado origen a la liquidación, firmado por el deudor, y, por tanto, se ignora si existe cláusula de liquidez por simple certificado emitido por la entidad solicitante; por otra parte, y a mayor abundamiento, no se acompañan los asientos ni ningún documento justificante de disposiciones supuestamente efectuadas por la persona acreditada frente a la que se dirige la solicitud, por lo que esta resulta inviable, por muy flexible que se pueda ser en el examen de los requisitos de admisibilidad.
TERCERO: En consecuencia, el Auto recurrido, en cuanto inadmite la admisión a trámite de la petición inicial, debe considerarse plenamente ajustada a Derecho de conformidad con lo establecido en los artículos 265.1. 10, 266-5, 269.2, 812 y 815.1, todos de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000, todo ello sin perjuicio de que el solicitante pueda reproducir en un nuevo proceso su
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solicitud acompañando los documentos pertinentes o acudir, en su caso, al procedimiento declarativo que corresponda. CUARTO: Por otra parte, y a mayor abundamiento si cabe, existe otra causa de inadmisibilidad de la petición inicial que no ha sido apreciada por el Juez de instancia, pero que igualmente debería llevar consigo la inadmisión a trámite de la demanda. Como ha tenido ocasión de señalar este Tribunal en casos similares al presente en los Rollos 36, 118 y 223 de 2.005, en el Texto Refundido de la Ley de Enjuiciamiento Civil, aprobado por Real Decreto de 3 de febrero de 1881, en su artículo 4, ya se establecía la posibilidad de comparecer los interesados por sí mismos en determinados procedimientos, pero no valiéndose de otra persona que no fuera Procurador, haciendo una salvedad respecto a las personas jurídicas, pudiendo actuar en nombre de éstas los factores mercantiles cuyos apoderamientos constasen inscritos en el Registro Mercantil para ostentar la personalidad de sus mandantes en los actos comprendidos en el giro o tráfico del establecimiento o la empresa. La Ley actual, sin embargo, mantiene silencio al respecto, al tratar la materia en el artículo 23.2; razón por la que, para obtener respuesta, habrá de acudirse a lo dispuesto en el art. 7.4 de la propia Ley, que establece que la comparecencia de las personas jurídicas deberá efectuarse a través de aquellos que "legalmente les representen". Dada la intensa actividad procesal de determinadas personas jurídicas, como es el caso de las entidades de crédito, y el ámbito territorial de su actuación, resultaría difícil defender un criterio muy restrictivo en esta materia, salvo que se limitase sensiblemente para ellas la facultad que concede la Ley para comparecer por sí mismas; lo que podría solucionarse admitiendo que, como en la legislación anterior, pudiesen comparecer también ante los Tribunales sus apoderados con facultades materiales concretas cuando el objeto del litigio se refiera al giro o tráfico que les hubiere sido encomendado dentro de la persona jurídica. Ahora bien, si analizamos el caso enjuiciado se observa que la persona que comparece en representación de XXX, D. AAAA, aún cuando comparece como "representante legal" de dicha entidad, claramente no lo es ya que esgrime y aporta un poder estrictamente procesal, que simplemente le faculta para actuaciones procesales, especialmente para el proceso monitorio, sin que se le conceda ninguna facultad sobre relaciones jurídicas o derechos sustantivos o materiales de la sociedad. No se puede aceptar es un apoderamiento puramente procesal, como ante el que nos encontramos, pues podría derivar en situaciones fraudulentas y no queridas por el legislador, pues si se desliga totalmente la representación procesal de la sociedad de una relación previa con la persona jurídica con facultades materiales, nada impediría que tales poderes fueren concedidos a Letrados en ejercicio, con lo que a través de estos "apoderamientos procesales", se podría quebrar la situación de igualdad que el legislador ha querido establecer en los procesos en los que no sea preceptiva su defensa; pues no cabe olvidar que, en estos casos, cuando una parte se valga o se quiera valer de un letrado, la Ley obliga (art. 32 de la Ley 1/2.000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil) a poner este hecho en conocimiento de la contraria para que pueda adoptar las medidas que estime necesarias en defensa de su derecho, pero en estos casos, al desconocer la condición del apoderado que, además, no acude como letrado sino como representante de una de las partes en litigio, no se podría ejercer el más mínimo control.
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2. LA DETERMINACIÓN DE LA CANTIDAD LÍQUIDA OBJETO DEL REQUERIMIENTO DE PAGO Y EL CONTROL DE OFICIO DE LOS INTERESES ABUSIVOS
Las opiniones expresadas sobre estos temas fueron mucho más unívocas, en
el sentido de considerar que una pieza clave del monitorio es la determinación
de la cantidad líquida objeto del requerimiento y de todas las operaciones
utilizadas para llegar a dicha cantidad. La importancia de esta cuestión implica
que debe existir un control judicial de oficio sobre los intereses. Los aspectos
tratados han sido los siguientes:
1. El objeto del requerimiento ha de ser una cantidad líquida y concreta
respecto de la cual el deudor sepa exactamente qué responder, lo que
implica el obligatorio desglose de las sumas reclamadas por principal y
por intereses y la determinación del tipo al que se calculan éstos.
2. Si en muchos casos (por la postura de las Audiencias) no podemos
controlar que unilateralmente un banco liquide la deuda y hay que
aceptar que el deudor con su silencio facilite el título ejecutivo, al menos
habrá que ser riguroso en el momento de hacer el requerimiento de
pago, y no admitir que se haga por los intereses por vencer, por la
cantidad de "x,5" euros al día, por un porcentaje que es imposible de
calcular o por cualquier otra fórmula semejante. En tal caso puede
dictarse un auto admitiendo por el principal, pero limitando la cantidad
por interés al vencido y determinado, atendiendo a la exigencia que
contiene el art. 812.2 de LEC. Como auto que es de inadmisión parcial,
tendría recurso de apelación.
Sobre esta cuestión, se ha aportado un auto del Juzgado de 1ª Instancia
número 13 de Bilbao, que explica las razones de la inadmisibilidad de los
intereses por vencer. Se transcribe la fundamentación jurídica:
PRIMERO.- Este juzgador ya se ha pronunciado sobre el problema que
ahora se enfrenta. Y no ve en los razonamientos empleados por la parte
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recurrente, argumentos nuevos que deban hacer variar la posición mantenida, a salvo de mejor criterio superior. Por lo que debe ratificar los razonamientos precedentemente esgrimidos en anterior resolución, que llevan a desestimar el recurso de reposición formulado por el acreedor y peticionario del procedimiento monitorio frente a la resolución determinando la cuantía por la que se ha de proceder al requerimiento de pago al deudor.
Mediante la impugnación interpuesta se plantea el problema de la deteterminación de la cuantía en el requerimiento de pago de aquéllas deudas que producen intereses. O dicho de otra forma, la correcta interpretación y alcance del requisito de cantidad determinada, que exige el artículo 812.1 LEC como presupuesto del procedimiento monitorio. Es decir, si la cantidad por la que se requiere de pago ha de quedar concretada y líquida al tiempo de formularse la petición y acordar el requerimiento, o bien, como se sostiene por el recurrente, basta que sea determinable, debiendo liquidarse de forma definitiva al tiempo de practicarse el requerimiento.
No desconoce este juzgador la existencia de resoluciones que avalan la interpretación mantenida por la parte recurrente. Ahora bien, de acuerdo a las consideraciones que más adelante se exponen, no puede compartirse dicha posición.
En primer lugar, no puede omitirse que el procedimiento monitorio se configura procesalmente como un cauce especialmente ágil y simple para la satisfacción de deudas dinerarias y que va encaminado a la formación de un título ejecutivo. Tal caracterización de agilidad y simplificación quedaría notoriamente entorpecida de admitirse la posibilidad sugerida por la parte peticionaria y recurrente, la posterior liquidación y determinación de la cuantía al momento de practicarse el requerimiento. No se olvide que aunque la cantidad sea determinable, por resultar de meras operaciones aritméticas, precisará de una operación posterior al tiempo de la efectividad del requerimiento. Y debe ponerse de relevancia que, en definitiva, la cuantía del requerimiento quedaría así al margen del inmediato y directo control judicial. Extremo que contradice flagrantemente el control judicial sobre la admisión de la petición cursada para el procedimiento monitorio, conforme se deduce del artículo 815 LEC.
La posterior liquidación a acordarse el requerimiento en la providencia inicial, igualmente conduce, en su caso, a la indeterminación de la cantidad por la que debe despacharse ejecución. Lo que no parece cohonestar con la previsión del artículo 816.1 LEC, cuando prevé que no comparecido el deudor, procederá a despacharse ejecución por la cantidad adeudada, que literalmente se identifica con la cuantía de la petición y que sirve para acordar el requerimiento de pago. En otro caso, existe una indefinición originaria de la cantidad del despacho de ejecución, lo que resulta poco compatible con la propia configuración del título ejecutivo.
En segundo término, no conviene perder de vista que en la tesis mantenida por la parte recurrente, la cuantía del requerimiento queda a la eventualidad de las circunstancias que puedan surgir en el proceso, como por ejemplo el inicial requerimiento negativo por no resultar el domicilio el facilitado por la parte peticionaria. Es decir, circunstancias concurrentes al margen de la voluntad de las partes, conllevan la determinación a posteriori de la cuantía del requerimiento. Conclusión que parece contrariar los claros y precisos términos del artículo 814 LEC, cuando establece que la petición del procedimiento monitorio habrá de contener la cuantía de la deuda. Expresión que debe identificarse con la de cantidad determinada del artículo 812.1, y que deja pocos resquicios a que la cantidad del requerimiento pueda ser distinta a la fijada y determinada en la petición inicial.
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La inclusión de los intereses devengados con posterioridad a la petición inicial también parece contradecir lo sancionado por el último párrafo del artículo 816.2, cuando advierte que Desde que se dicte el auto despachando ejecución la deuda devengará el interés a que se refiere el artículo 576 LEC. Tal expresa previsión aparentemente resulta contraria a un devengo anterior de intereses. Más aún si se tiene en cuenta la remisión del artículo 576 a los convencionales que hubieran podido establecerse por las partes. Y de otro lado, tal inclusión de intereses, en el supuesto contrario, cuando exista oposición, deja indeterminado el procedimiento declarativo a seguir. Habría de estarse a una posterior revisión judicial de la cuantía líquida ( ¿a qué tiempo?: momento de la oposición/ momento de efectiva revisión judicial) para fijar el cauce procesal oportuno. Resultado que parece contrariar la propia dicción y sentido del artículo 818.2 LEC.
Quiere hacerse una última consideración. El ordenamiento procesal articula diferentes cauces en atención a los requisitos y características de las pretensiones que se entablan. Y lo que está fuera de toda lógica es que se prevean dos procesos diferentes con identidad de presupuestos y finalidades. Lo pretendido por el ahora peticionario, la acumulación de los intereses devengados hasta el efectivo pago, bien puede alcanzarse a través del ejecutivo o, en su caso, mediante el declarativo correspondiente. Pero, no parece justificable desde la razón y la lógica procesal que con carácter alternativo se prevea otro procedimiento, como el monitorio, con idéntico contenido de la pretensión. De suerte que ésta última modalidad procesal queda configurada por su propia agilidad y sencillez, lo que requiere una interpretación de la cantidad determinada según se ha defendido. Es decir, no se desconoce que los intereses moratorios sean determinables, ni que haya convención a tal respecto por las partes, ni siquiera que la falta de pago o cumplimiento sea imputable al deudor. Sin embargo, la contrapartida del proceso monitorio, precisamente por su ratio y configuración, es la absoluta determinación y concreción de la cantidad al tiempo en que se acuerda el requerimiento. Por la misma razón, que aún no desconociendo todas las circunstancias antedichas, el deudor que atiende al requerimiento no es condenado en costas (art. 817). Por tanto, la extensión de las pretensiones a los intereses posteriores y en su caso, las costas, requerirá como carga del acreedor seguir el cauce procesal oportuno que las ampare, bien el declarativo, bien la ejecución.
Ahora bien, lo cierto es que muchas Audiencias consideran que los
intereses por vencer son una cantidad líquida y que deben admitirse
como objeto de la reclamación contenida en la solicitud inicial del
monitorio. Este es un resumen de los argumentos que emplean estas
Audiencias:
AP Barcelona, sec. 1ª, A 9-1-2003, rec. 586/2002. Pte: Portella
Lluch, María Dolors: El Tribunal estima en parte el recurso de
apelación interpuesto contra el auto de instancia que acordaba no
admitir a trámite la solicitud inicial para
conocer del proceso monitorio instada por el Banco XXXX S.A.,
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porque estos procesos se refieren al cobro de deudas dinerarias
vencidas y exigibles, y en este caso se reclamaba una cantidad
determinada junto a otra indeterminada. No es admisible que en la
petición iniciadora del juicio monitorio se reclamen ni intereses,
porque los intereses devengados desde el cierre de la cuenta no
están todavía determinados de forma específica y concreta; ni costas,
porque dada la singularidad de este procedimiento la ley
no prevé su imposición. Sin embargo, la primera de las peticiones del
escrito inicial, sí es una cantidad determinada, por lo que la Sala
revoca el auto en el sentido de ordenar al juzgador proceda a admitir
a trámite la demanda de proceso monitorio instada por el apelante, en
cuanto a dicha cantidad concreta
AP Valladolid, sec. 3ª, A 6-11-2002, nº 169/2002, rec. 291/2002.
Pte: Salinero Román,Francisco: Recurre el actor la resolución de la
instancia que desestimó su petición de procedimiento monitorio
atendiendo a que se había interesado el requerimiento de pago de los
deudores por cantidad determinada en cuanto al principal pero
añadiendo una suma en concepto de intereses - sesenta céntimos por
día transcurrido hasta el completo pago -. La Sala revoca el
pronunciamiento de la instancia razonando que, si bien los intereses
moratorios solicitados no están cuantificados económicamente, sí son
determinables mediante sencillas operaciones matemáticas ya que se
han fijado las respectivas bases: tipo de interés y período. A mayor
abundamiento, entiende la AP que la naturaleza del procedimiento
monitorio estriba en el correcto requerimiento de pago al deudor y en
la postura que éste adopte respecto de dicho requerimiento, motivo
por el que la posible inadmisión de la petición inicial deberá ser
aplicada con carácter restrictivo.
AP Valladolid, sec. 1ª, A 12-2-2004, nº 34/2004, rec. 24/2004. Pte:
San Millán Martín, José Antonio: La AP estima el recurso interpuesto
por la actora frente a la sentencia que inadmitió la petición monitoria
en reclamación de un crédito derivado de un contrato de préstamo,
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por cuanto que, no es indeterminada o ilíquida la deuda de intereses
generados por una deuda dineraria, pues el deudor puede conocer en
cualquier momento el importe de esos intereses según se van
generando, por lo que no existe razón para rechazar la reclamación
en el procedimiento monitorio.
AP La Rioja, sec. 1ª, A 19-1-2004, nº 1/2004, rec. 488/2003. Pte:
Rodríguez Fernández, Luis Miguel: Contra el auto de instancia, que
desestimó el escrito inicial de procedimiento monitorio, la AP estima el
recurso de apelación interpuesto por la parte demandante, revoca el
mismo, y en su virtud, admite la solicitud de la actora. Estamos ante
un contrato de cuenta de ahorro, y se reclama el principal más los
intereses de demora, que se han determinado por simples
operaciones aritméticas. En suma, la deuda reclamada es una deuda
dineraria, vencida y exigible. Además cumple el requisito de la
determinación, pues consta el tipo de interés pactado.
3. En algunas Audiencias, como la de Girona, se ha adoptado un criterio
común para considerar de oficio abusivos los intereses de demora del
29% (el más habitual) y despachar sólo por los legales (previa
liquidación reclamada al solicitante). Se han aportado, en este sentido,
dos autos de la Sección 1ª. El de 28 de febrero de 2006 (que rechaza la
admisión a trámite de una petición monitoria porque los intereses de
demora son excesivos) contiene la siguiente fundamentación jurídica
PRIMERO.- Se interpone recurso de apelación por la entidad FFFFFFFF contra el auto dictado por el Juzgado de 1ª Instancia nº 1 de Santa Coloma de Farners de 20 de septiembre de 2.005, en el que se inadmitió a trámite el procedimiento monitorio presentado por dicha parte contra D. DDDD, en reclamación de la cantidad de 16.698,24 euros, correspondiente al saldo deudor de un préstamo concedido al demandado.
SEGUNDO.- Con la demanda monitoria se aportó el contrato de préstamo y la certificación del apoderado de la entidad bancaria actora, en la que se hace constar que se ha liquidado la cuenta derivada de dicho contrato y que existe un saldo impagado.
La cuestión que se plantea a través del presente recurso es la negativa del Sr. Juez de la Instancia a admitir la demanda de juicio monitorio por entender que
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los documentos aportados con la misma no son de los previstos en el art. 812 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Y ello porque para crear el documento realiza una operación compleja de resolver el contrato de préstamo de forma unilateral, liquidar los efectos del mismo y determinar unilateralmente que la responsabilidad del incumplimiento es del deudor, lo cual no es posible hacer en el ámbito del procedimiento monitorio, pues el artículo 812 de la L.E.C. exige que se trate de una deuda dineraria, vencida y exigible. También añade que de dichos documentos no se deriva un "principio de prueba".
TERCERO. El monitorio es un proceso declarativo de carácter especial que tiene por objeto lograr la efectividad de un derecho de crédito relativo a una deuda dineraria, vencida, liquida y exigible que conste en un documento de buena apariencia jurídica, mediante la conminación que se dirige al obligado de que si no paga en el plazo señalado en la Ley o no ofrece las razones por las que, a su entender, no debe satisfacerla en todo o en parte, se despachará la ejecución por la cantidad reclamada, que proseguirá conforme a lo dispuesto para la ejecución de sentencias.
Se trata de un proceso de base documental, en la medida que su incoación se hace depender de la presentación de un documento o documentos que ofrezcan una buena apariencia jurídica de la deuda, pudiendo tratarse de facturas, albaranes, telefax, certificaciones, telegramas o cualquier otro documento que habitualmente documentan los créditos, según establece el artículo 812 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 7 de enero de 2000, cuyo enunciado no constituye una lista cerrada, sino abierta, como se desprende del artículo 815, según el cual se admitirá a trámite la solicitud y se ordenará practicar el requerimiento no sólo si el documento aportado fuere alguno de los previstos en el artículo 812, sino también cuando los aportados constituyen, a juicio del órgano jurisdiccional, un principio de prueba del derecho del peticionario, confirmado por lo que sea expuesto en la demanda. Como vemos, el artículo 812.1.2ª de la Ley de Enjuiciamiento Civil admite expresamente las certificaciones y también "cualesquiera (otros) documentos que, aun unilateralmente creados por el acreedor, sean de los que habitualmente documentan los créditos y deudas en relaciones de la clase que aparezca existente entre acreedor y deudor".
CUARTO.- Como ya ha dicho reiteradamente esta Sala, debe señalarse que el Juzgador de instancia no tiene en cuenta la naturaleza del contrato de préstamo. Éste es un contrato de naturaleza real por lo que, desde el momento que el prestamista entrega al prestario la cantidad prestada, nace para éste la obligación de devolverla. Por lo tanto, desde ese momento la cantidad es líquida, vencida y exigible. Cierto es que generalmente se pacta un aplazamiento en la devolución de la cantidad, pero ello no contradice lo anterior, pues tal aplazamiento se pacta para el caso de que el deudor cumpla con su obligación, de tal forma que si no lo hace, la reclamación por parte del acreedor no depende de una declaración unilateral, sino del contrato mismo, firmado por ambas partes. Puede ser que la cantidad adeudada no se corresponda con la cantidad objeto del préstamo, ante ello es práctica mercantil bancaria la emisión de una certificación del saldo adeudado, pero ni se liquidan los efectos del contrato, ni se determina unilateralmente la responsabilidad, sino que la liquidación y determinación del saldo deudor derivan directamente del contrato de préstamo, precisando el acreedor únicamente la cantidad adeuda, lo cual expresamente le permite la Ley en los preceptos citados.
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Por lo tanto, una certificación bancaria puede considerarse como documento en los que habitualmente se documentan créditos, en concreto, los créditos bancarios derivados de saldos deudores de préstamos, cuentas corrientes o por utilización de tarjetas de créditos, sin perjuicio de que se puedan acompañar los extractos correspondientes.
Debe añadirse también que la exigibilidad y vencimiento de la deuda no necesariamente debe establecerse en el propio documento, pues obviamente tampoco se desprenden tales requisitos de una factura, un albarán o un telegrama, sin embargo, si se aceptan tales documentos, no hay motivos para no aceptar las certificaciones bancarias. La exigibilidad y vencimiento debe desprenderse aparentemente del documento o documentos aportados y de lo alegado en la demanda, siendo ello suficiente, sin perjuicio de la oposición del deudor.
QUINTO.- Con base a lo anterior debe ser estimado el recurso, lo que obliga a examinar si es procedente admitir la solicitud del juicio monitorio, pues pueden concurrir otras causas que impidan su admisión. Examinado el contrato de préstamo se aprecia que el importe del capital prestado es de 15.300 euros, a satisfacer en 72 cuotas de 274,34 euros, con un interés remuneratorio de 7,50% y un interés de demora del 29%. No existe ninguna normativa concreta que limite el establecimiento de un límite máximo del interés de demora en los contratos de préstamo, sin embargo, en los últimos años se ha ido dictando una legislación tuitiva frente a los excesos derivados de la aplicación de los tipos de interés; y así ha de señalarse la Ley 7/1995, de 23 de marzo de Créditos al Consumo, en aplicación de las Directivas CEE 87/102 y 90/1988, así como la Ley 7/1998, de 13 de abril, de Condiciones Generales de Contratación, que modifica la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de Consumidores y Usuarios, que añade a esta última una disposición adicional primera en la que se recoge una relación de cláusulas abusivas entre las que figura, en su apartado I.3ª, "la imposición de una indemnización desproporcionadamente alta, al consumidor que no cumpla sus obligaciones", así como la prevista en el apartado V.29, que reputa como tal la "imposición de condiciones de crédito que para descubiertos en cuenta corriente superen los límites que se contienen en el Art. 19.4 de la Ley 7/1995, de 23 de marzo, de Crédito al Consumo", que limita el tipo de interés, en tales casos, a una tasa anual equivalente superior a 2,5 veces al interés legal de dinero.
Si bien, tales preceptos no indican expresamente cual debe ser el límite del interés moratorio, a diferencia del interés remuneratorio, el cual claramente es una condición del crédito, no puede negarse que en tales normas se recoge una referencia legal útil a efectos prácticos, según que los tipos de interés superasen o no, y en qué cuantía, dicho límite legal, y es con base a tal parámetro sobre el que debe determinarse sí el interés moratorio ha de ser calificado o no de desproporcionado, y así por lo tanto, es claro que un interés moratorio del 29 % resulta abusivo dado que el 2,5 del interés legal sería del 9,375 % para el año 2.004. Debe añadirse que la moderación del interés moratorio debe hacerse atendiendo a las circunstancias de cada caso concreto, utilizando como referencia el interés al que se refiere el artículo 19 de la Ley de Crédito al consumo, como esta Sala viven haciendo y es también criterio de la mayoría de las Audiencias Provinciales.
Por lo tanto, visto que la cantidad reclamada se integra por el principal y unos intereses de demora claramente abusivos, no puede aceptarse la cantidad
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fijada en la demanda como aquella por la que debe ser requerido el demandado. Y dado que corresponde al demandante la fijación de la cantidad por la que debe requerirse al deudor y no lo ha hecho, debe por lo tanto considerarse la cantidad reclamada como ilíquida y la consecuente inadmisión de la demanda.
Otro auto de la misma Sección, de 1 de marzo de 2006, rechaza
igualmente la admisión a trámite del monitorio por considerar abusivos
los intereses remuneratorios. Los fundamentos jurídicos son similares a
los transcritos, si bien se incluye un FJ quinto que se dedica de forma
específica a los intereses remuneratorios:
QUINTO.- Con base a lo anterior debe ser estimado el recurso, lo que obliga a examinar si es procedente admitir la solicitud del juicio monitorio, pues pueden concurrir otras causas que impidan su admisión.
Examinado el contrato de préstamo se aprecia que el importe del capital prestado es de 4.300 euros, a satisfacer en 60 cuotas de 97,84 euros, con un interés remuneratorio de 13 % y un interés de demora del 23 %. El propio Banco demandante considera que el interés pactado de demora es abusivo, por lo que procede de motu propio a reducir el mismo al interés legal incrementado en un 2,5 %, argumentando que es el criterio mantenido por distintas resoluciones judiciales. Ahora bien, se reclama la cantidad de 4.123,66 euros, que según la liquidación que se aporta se comprende del principal, cuotas impagadas e intereses de demora, intereses calculados según lo pactado, por lo que no se ha adecuado toda la cantidad reclamada a dicho criterio. Además, el interés remuneratorio pactado también es abusivo y, con mayor motivo, pues tal interés es sin duda una condición del crédito, estableciendo la Ley de Consumidores y Usuarios, Disposición Adicional primera, cláusula 29 que es abusivo la imposición de condiciones de crédito que para los descubiertos en cuenta corriente superen los límites que se contienen en el artículo 19,4 de la Ley de Crédito al Consumo. Además, cuando se trata de intereses remuneratorios abusivos, es criterio de esta Sala fijar los mismos en el interés legal de acuerdo con el artículo 1.108 del Código civil, sin incremento porcentual alguno, de acuerdo con las facultades que el artículo 10 bis, 2 de la Ley de Defensa de Consumidores y Usuarios concede al Juez, pues, teniendo en cuenta que no tienen la misma naturaleza los intereses remuneratorios que los intereses de demora, a la hora de integrar el contrato, debe darse un tratamiento distinto.
Por lo tanto, visto que se reclaman tres cuotas impagadas a las que se aplica dicho interés abusivo, no puede aceptarse la cantidad fijada en la demanda como aquella por la que debe ser requerido el demandado. Y dado que corresponde al demandante la fijación de la cantidad por la que debe requerirse al deudor y no lo ha hecho, debe por lo tanto considerarse la cantidad reclamada como ilïquida y la consecuente inadmisión de la demanda.
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4. Algunos compañeros han denegado de oficio el despacho de ejecución
con intereses excesivos haciendo una interpretación conjunta de los
artículos 551, 552 y 559.3º, en cuanto señalan que no se despachará
ejecución sino se cumplen en el título los requisitos legales exigidos.
Dentro de esos requisitos legales se incluye la normativa protectora de
consumidores y usuarios y represora de la usura; en similar sentido,
debe recordarse que la Ley de Medidas de Lucha contra la Morosidad
no permite aceptar ese tipo de intereses (ya que se cifran en torno al 9%
según el artículo 7 de esa ley y las últimas publicaciones de la Dirección
General del Tesoro y Política Financiera).
5. Se han vertido además críticas a la labor del notariado en este sentido,
ya que las certificaciones que hacen consisten en la simple firma y sello
de la liquidación unilateral de la entidad financiera y, por otra parte,
hacen un uso nulo de sus facultades para negarse a otorgar pólizas con
cláusulas abusivas por motivos claramente económicos.
3. CUESTIONES SOBRE POSTULACIÓN. Se han abordado diversos aspectos relacionados con la postulación:
1. La necesidad de abogado y procurador para recurrir en apelación el auto
de inadmisión: se han mantenido dos posiciones:
a) No es necesario abogado ni procurador, por aplicación de los
artículos 23.2.1º, 31.2.1º y 814.2 LEC. Por la propia filosofía del
monitorio, en el que no hay parte contraria cuando se inadmite, no
parece acertado aplicar criterios propios de los declarativos en los
que tiene que haber demanda, contestación (en su caso) y sobre
todo juicio contradictorio. En el monitorio nos hallamos en una
fase previa (ni siquiera hay demanda) que intenta evitar la fase de
plenario si la parte contraria no se opone. Es una fase prelitigiosa
con un supuesto "deudor" (con consecuencias distintas, según la
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respuesta del destinatario). No puede argumentarse que como
para la solicitud no es precisa la intervención de abogado y
procurador, tampoco lo es para recurrir, pues esto es aplicable en
la generalidad de los casos porque cuando la ley excluye de
postulación obligatoria lo excluye para todo el proceso, pero aquí
no, pues sólo se excluye para un trámite del proceso como es la
solicitud.
b) Debe aplicase analógicamente el criterio de la cuantía: si la
reclamación no excede de 900 € puede tramitarse sin procurador,
pero si pasa de dicha cuantía necesariamente debe estar
representada y con defensa técnica (arts. 23.2.1º y 31.2.1º).
Aunque no lo indica la Ley, dado que el procedimiento monitorio
puede iniciarse mediante formularios predeterminados, y quien
actúa en nombre propio no tiene por que conocer los requisitos
para recurrir, a fin de garantizar el derecho al recurso, lo
conveniente sería conceder un plazo a la parte acreedora para
que se persone con Procurador y Abogado e interponga el
recurso formalmente, apercibiéndole en otro caso de la firmeza de
la resolución de inadmisión. Otra solución sería que en el auto de
inadmisión se hiciera ya indicación de la necesidad de recurrir
mediante defensa técnica y representación procesal.
2. La representación a través de Abogado: se ha entendido de forma
unánime que la representación en todo tipo de procesos corresponde
exclusivamente el procurador y que no cabe admitir la personación de un
apoderado voluntario del órgano del acreedor social o del acreedor
particular.
La representación de una sociedad sólo corresponde a los órganos de
administración de la sociedad. El art. 7.4 LEC establece que por las
personas jurídicas comparece "quienes legalmente las representen". El art.
37 CCv, al regular la capacidad de las personas jurídicas, también remite a
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sus estatutos y leyes especiales. Y el art. 128 LSA, al que se remiten todas
las demás leyes que regulan personas jurídicas, establece que "la
representación de la sociedad, en juicio o fuera de él, corresponde a los
administradores en la forma regulada por los estatutos". Un letrado con un
poder general para pleitos no es un representante legal de la sociedad. Sería
discutible, y seguro que en ocasiones admisible, con un poder que le
permitiera realizar actos propios del objeto social de la empresa, porque casi
se convertiría en un factor. Pero lo que está sucediendo en los juzgados, en
los que empresas especializadas en el cobro de morosos utilizan servicios
de un letrado y eso implica una suplantación de la representación legal que
dispone la LSA.
En definitiva, tratándose de personas físicas, la comparecencia personal se
hará por el propio litigante que tenga capacidad procesal; si se trata de
personas jurídicas, del modo que previene el art. 7.4 LEC, lo que nos remite
al art. 128 en el caso de una SA. Si el abogado que firma la solicitud - que lo
hace en virtud de un apoderamiento de los administradores para su
presentación - no es administrador de la entidad promovente, por lo que
no estamos ni ante la comparecencia personal de quien puede hacerlo por
la sociedad (el administrador) ni se actúa por medio de procurador. De lo
que tratan los arts. 7 y 23 LEC es de la representación procesal. La
sociedad debe comparecer por medio de quien personifica el órgano de
administración y tiene atribuida, en juicio y fuera de él, la representación
de la sociedad. Si no lo hace así, debe valerse de Procurador habilitado al
efecto, a quien, y con carácter de exclusividad, corresponde la
representación de las partes en todo tipo de procesos, salvo cuando la ley
autorice otra cosa, tal como prescribe el art. 543 Ley Orgánica del Poder
Judicial (excepción que se da en otros ordenamientos, por ejemplo en el
art. 18.1 de la Ley de Procedimiento Laboral, pero no en el proceso civil).
Del mismo modo que no sería admisible que un particular apoderase a otro
(no Procurador) para que presentase en el Juzgado la solicitud inicial del
monitorio, la misma situación se plantea con las personas jurídicas
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Para mayor ilustración, puede consultarse el auto de la sección 14 de Madrid
de fecha 30 de marzo de 2005 (Ponente Uceda Ojeda- La Ley 1576/05).
3. LA POSIBILIDAD DE ADOPTAR MEDIDAS CAUTELARES Se han mantenido dos tesis al respecto:
1. La contraria a la posibilidad de adoptar medidas cautelares se basa
en que si en veinte días el acreedor va a tener pago o título ejecutivo, no
hay razón práctica para solicitarlas. La regla general de la LEC es la
audiencia del demandado en las medidas cautelares, lo que hará que se
señale la vista con posterioridad al plazo para oponerse. Ello supone que
la pretensión será inútil.
2. La favorable a su admisión si concurren los requisitos generales del
artículo 728, pero con aplicación del procedimiento general de medidas
cautelares que incluye la audiencia al demandado (artículo 733.1) Ahora
bien, se reconoce que dado el carácter accesorio de la medida cautelar y
no cabiendo en el procedimiento principal (monitorio) la
citación edictal, no cabe tampoco la citación edictal para la vista relativa
a la medida cautelar.
4. LOS PROBLEMAS DE LA SOLICITUD MONITORIA DIRIGIDA CONTRA MÁS DE UN DEUDOR.
Se han tratado también los problemas derivados de la reclamación dirigida
contra más de un deudor cuando el vínculo entre ellos es de solidaridad y la
postura mantenida frente a la reclamación no es unívoca: uno no contesta y el
otro se opone . Las opiniones al respecto:
1. El automatismo legal implicaría que frente al deudor que no se ha
opuesto habría que despachar ejecución, mientras que respecto del segundo
se concedería el plazo para formular demanda o se citaría a vista, en función
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de la cuantía. Ahora bien, si quien no se opuso finalmente paga en
procedimiento de ejecución la deuda, podrá repetir contra el que se está
oponiendo por la parte que proceda. Por otro lado, quien se opone, si gana
el procedimiento, beneficiaría al deudor contra el que se despachó
ejecución. Una solución puede ser suspender la ejecución del deudor que no
se opuso a resultas de lo que se resuelva en el procedimiento ordinario.
2. No es posible dividir la ejecución. Esta cuestión enlaza con otro tema
recurrente, esto es, si es posible o no seguir un procedimiento monitorio
contra varios deudores, pues precisamente del texto legal parece
desprenderse que no es posible nada más que su ejercicio contra un deudor,
precisamente por los problemas que surgen como consecuencia de las
posibles opciones que cada uno de los deudores requeridos pueda usar en
su interés. Puede llegarse a la conclusión de que no es posible reclamar
contra varios deudores por la vía del juicio monitorio, con la única excepción
de que exista un vínculo contractual de solidaridad entre ellos. Y en sede de
solidaridad no podemos olvidar el artículo 1144 CC que permite al acreedor
dirigir las acciones simultáneamente contra todos los deudores, lo que
implica que la actuación de uno de los deudores negando la deuda es
incardinable en el artículo 1148 CC y por tanto extensible al resto de los
deudores solidarios. De seguir adelante la ejecución contra el que no se ha
opuesto, se podría dar la paradoja de que estimes la oposición del que sí se
ha opuesto, lo que extinguiría la deuda solidaria, y sin embargo tal deuda
que se ha declarado inexistente puede haber sido cobrada o está siendo
ejecutada contra el deudor que no se ha opuesto, lo que sería una evidente
contradicción que impediría por otro lado al deudor que paga poder repetir
contra el que se ha opuesto y obtenido la declaración de inexistencia de
deuda. Por ello lo lógico en estos casos es que se siga el mismo régimen, de
tal manera que habría que entender que la oposición de uno de los deudores
solidarios, si se refiere al total de la deuda, tiene los mismos efectos frente al
resto, por lo que habría que dar traslado por 30 días al acreedor para la
interposición de la demanda contra los dos deudores reclamando el total de
la deuda, poniendo fin de esta forma al procedimiento monitorio.
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Se transcribe a continuación la fundamentación jurídica del Auto de la
Audiencia Provincial de Zaragoza (Sección 5ª) de 13 de abril de 2004, que
trata sobre esta cuestión:
PRIMERO.- Ya es preciso adelantar que el recurso será objeto de desestimación, y por lo mismo confirmado el Auto del Juzgado por los propios razonamientos que en el mismo se recogen. El asunto de que se trata es el siguiente: en un juicio monitorio en el que la parte que lo promueve reclama una cierta cantidad contra dos demandados, uno de ellos comparece y se opone, y el otro no comparece, por lo cual, según el artículo 818 de la Ley de Enjuiciamiento ( RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) , en el primer caso la oposición deberá tramitarse en otro juicio, bien en el verbal si está comprendido en el ámbito de su competencia, bien en el ordinario si excede de aquella, mientras que en el segundo caso resulta de aplicación el artículo 816 anterior, conforme al cual si el deudor requerido no compareciese se dictará auto en el que se despachara ejecución por la cantidad adeudada, que es lo pretendido por el recurrente por la incomparecencia de ese segundo demandado aplicando el artículo citado. La Ley no contempla el supuesto. Cualquiera que sea la naturaleza y finalidad de este especial juicio, sobre cuyo comentario el recurrente se extiende con cita de varias Sentencias, en las que se exponen el fundamento de este juicio, y de modo especial se hace especial indicación de la nota distintiva que se contiene en el artículo 816, 2 sobre que, despachada aquella ejecución, proseguirá ésta conforme a lo dispuesto para la de Sentencia, con la oposición prevista en estos casos, pero sin que las partes puedan acudir al juicio ordinario para pretender la cantidad reclamada en el monitorio ni por el contrario tampoco su devolución, que obviamente conviene a la especialidad de este concreto juicio, ha de atenderse preferentemente al argumento vertido por la Sra. Juez en su resolución sobre que admitiéndose esta duplicidad de procedimientos por unos mismos hechos, podrían dar lugar Sentencias de contenido contradictorio, atentatorias al principio de seguridad jurídica, que el Derecho protege persistentemente, por ser fundamento básico de su subsistencia, por cuyo motivo no ha de admitirse la petición contenida en el recurso. Razona asimismo el recurrente que, en caso de pluspetición -artículo 818, 3 de la Ley- se actuará respecto de la cantidad reconocida como debida conforme al artículo 21, 2, que se refiere al allanamiento parcial, en el que podrá dictarse de inmediato auto acogiendo las pretensiones que hayan sido objeto de dicho allanamiento, siguiéndose el juicio respecto de las restantes, siempre que no lo impida la naturaleza de esas pretensiones ni se prejuzgue las restantes cuestiones no allanadas, pero el supuesto no tiene fácil cabida con el que se refiere el presente caso, en el que siguiéndose pleitos separados pueden llegarse a soluciones contrarias, que el precepto que se acaba de citar tiene buen cuidado en evitar prohibiendo la prosecución del pleito cuando lo aconseje la naturaleza de las pretensiones ejercitadas o exista posibilidad de prejuzgar, por lo que la transposición que se pretende con ese razonamiento debe ser negada en cuanto que en el supuesto presente se trata de dos demandados con duplicidad de comportamientos determinantes cada uno de situaciones procesales diferentes. Ante el silencio de la Ley sobre la cuestión que nos ocupa, considera la Sala que, en evitación del claro perjuicio que se puede irrogar al recurrente, cuando no indefensión, al no permitirse la ejecución contra el demandado no opuesto, ni tampoco en principio conforme a un criterio estrictamente formal entablar contra el mismo juicio ordinario, deberían arbitrarse los medios oportunos para acumular al ordinario ya incoado contra
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el otro demandado opuesto una eventual demanda de esta clase de juicio que pudiera presentarse contra la otra demandada, al objeto de evitar aquella posible indefensión y permitir dirigir la acción contra ambos demandados en un procedimiento común con una sola Sentencia que resolviese el asunto conflictivo y que alejase así el peligro de posibles resoluciones contradictorias.
5. PROBLEMAS SOBRE COMPETENCIA TERRITORIAL 5.1. La competencia territorial corresponde al Juzgado correspondiente al
domicilio o paradero del demandado a la presentación de la
demanda.
Es muy frecuente que el demandado no sea localizado en el domicilio aportado
en la demanda y que en las labores de averiguación de su paradero se
constate que su domicilio estaba en otro partido judicial. Las opiniones
expresadas han sido prácticamente unánimes a la hora de señalar que en
estos supuestos el Juzgado ante el que se ha planteado la demanda es
incompetente y debe inhibirse de su conocimiento, siempre que el domicilio o
residencia quede acreditado. No es suficiente para adoptar tal
decisión una simple notificación negativa sin más datos, sino que es preciso
que la propia parte actora o en su defecto de oficio por el propio Juzgado, pues
la competencia territorial es cuestión de orden público, lleve a cabo las
investigaciones necesarias para poder determinar un domicilio exacto en el que
se pueda localizar al demandado, pues en caso contrario estarÍamos en
presencia de un simple peregrinaje del procedimiento de una parte a otra de
España y trasladaríamos la obligación de buscar domicilio al órgano judicial del
hipotético domicilio del deudor. Por tanto considero que la
inhibición solo es posible si se conoce un domicilio concreto y determinado en
otra localidad diferente a aquella que inicialmente conoció del proceso (pues
comparto la idea apuntada por Edmundo de que no existe perpetuación de
jurisdicción en el monitorio). En aquellos casos en los que simplemente existe
una referencia vaga a un posible cambio de domicilio no será suficiente para
inhibirse, ni para aceptar la inhibición, sino que el juez que conoce del proceso
monitorio deberá buscar un domicilio o en su defecto archivar el proceso en su
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propio juzgado si no es posible hallar otra dirección para ser requerido.
La doctrina del Tribunal Supremo establece que en el monitorio no es de
aplicación el art. 411 LEC, que establece la perpetuación de la jurisdicción,
porque dada la naturaleza de este procedimiento, no se da el requisito de que
esté iniciado el proceso, circunstancia que no concurre hasta la oposición del
deudor que acarrea la apertura del proceso declarativo. Debe recordarse que el
art. 813 LEC habla de "exclusivamente competente", excluye normas sobre
sumisión expresa o tácita, y permite el requerimiento en el domicilio real ("lugar
en que el deudor pudiera ser hallado..."), porque dadas las gravísimas
consecuencias de la inactividad del deudor, que facilita la formación del título
ejecutivo, alguna facilidad hay que darle para la oposición, o al menos, el pago.
El auto del Tribunal Supremo, de 11 de abril de 2005, que recoge todos los
anteriores sobre esta misma cuestión, contiene la siguiente fundamentación
jurídica:
ÚNICO.- El domicilio señalado a la demandada en la demanda que la Compañía XXX presentó en el Juzgado de Primera Instancia de Arenys de Mar, no corresponde a su domicilio efectivo y real, pues quedó acreditado que lo tiene en la AVENIDA000 número NUM001 de la localidad de Ortuella, Partido Judicial de Barakaldo.
Se está ante supuesto de domicilio equivocado de la parte demandada y como dice el Ministerio Fiscal no podía llevarse a cabo el requerimiento de pago en el designado en la demanda, por lo que procede aplicar la reiterada doctrina de esta Sala para casos parecidos, lo que declara que no es aplicable el artículo 411 de la vigente Ley de Enjuiciamiento Civil (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892), ya que este precepto únicamente contempla las alteraciones del domicilio una vez iniciado el proceso, por lo que resulta prevalente la aplicación del artículo 813, que determina en los juicios monitorios y exclusivamente, la competencia a favor del Juez de Primera Instancia del domicilio del demandado o domicilio del deudor (Auto de 14 de diciembre de 2004 [JUR 2005\32831] que cita los de 25-11-2002 [JUR 2002\266397], 2-7 [JUR 2003\164596] y 22-12-2003 [RJ 2004\733], 29 [JUR 2004\107655] y 31-3-2004 [RJ 2004\1476], 22 [RJ 2004\3454] y 28-4-2004 [JUR 2004\149690] y 10-6-2004 [JUR 2004\179032]).
Otros argumentos expuestos en el mismo sentido han sido los siguientes:
a) La resolución del TSJ Cataluña, Auto de 3 de febrero de 2003,
cuando señala que la competencia territorial para conocer del
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juicio monitorio corresponde al juzgado del domicilio de la
sociedad deudora y no al juzgado del domicilio que constaba en
la solicitud, ya que la alteración del domicilio de la deudora no se
había producido después de presentada la demanda sino que se
había producido más de un año antes.
b) Un dato erróneo que no puede determinar la competencia
perpetua de este Juzgado, ya que sería tanto como permitir a las
partes determinar el Partido Judicial ante el que quieren actuar
sobre la base de falsas alegaciones
c) El Auto del TSJ Cataluña de 22 de septiembre de 2003, cuando
considera que no es aceptable el rígido criterio hiperformalista de
la aceptación inicial de la competencia por parte de otro juzgado
conforme un tipo de acto propio procesal con efectos
inderogables a pesar de la imposibilidad de una efectiva práctica
del requerimiento de pago. Y más considerando que, atendiendo
a la importancia que tiene en un monitorio tal requerimiento (ya
que, en caso de silencio, se despacha ejecución contra el
obligado), no faltan pronunciamientos indicativos de que el
verdadero procedimiento judicial no se inicia propiamente hasta la
efectividad del requerimiento o definitiva constancia de su
imposibilidad. No operaria el art. 441 LEC que dispone que las
alteraciones que se produzcan sobre el domicilio de las partes
iniciado el procedimiento, no modificarán la competencia
territorial. Además, la alegación de examen de la competencia
realizada en este momento procesal resulta correcta en tanto que
ha sido en el momento en el que se ha puesto de manifiesto la
existencia de un domicilio, debiendo por tanto en este momento, y
no en el inicial de admisión, examinarse de oficio la competencia.
No solo estas razones, sino además el hecho de que se haya
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aceptado la competencia según las manifestaciones del actor,
conduce a dictar la inhibición de conformidad con el fuero
imperativo que establece el artículo 813 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
d) El domicilio del demandado en el momento de presentarse la
demanda es el que determina la competencia territorial de un
órgano judicial. La "perpetuatio jurisdiccionis" supone que el
órgano judicial competente para conocer de un asunto en el
momento inicial del mismo mantiene su competencia, aunque
luego pudiera cambiar el domicilio de las partes; lo que constituye
un efecto jurídico procesal del instituto de la litispendencia.
Conforme al Art. 411 LEC "Las alteraciones que una vez iniciado
el proceso, se produzcan en cuanto al domicilio de las partes, la
situación de la cosa litigiosa y el objeto del juicio no modificarán la
jurisdicción y la competencia, que se determinarán según lo que
se acredite en el momento inicial de la litispendencia.", y en este
sentido, respecto la "perpetuatio iurisdictionis", la sentencia del
TS 1ª, A 06-06-2002, rec. 5/2002. Pte: Gullón Ballesteros,
Antonio, en un caso similar al que hoy nos ocupa estableció en su
fundamento de derecho primero lo siguiente "En este juicio
cambiario la competencia territorial viene fijada imperativamente
en el art. 820 L.E.Civ. de 2.000, y es el domicilio del demandado
con arreglo al art. 58 de la misma Ley. Es obligación del tribunal
en este caso examinar de oficio su propia competencia territorial,
lo que han hecho ambos Juzgados, sin necesidad de que esté
personado el demandado (art. 60.2 L.E.Civ. 2.000). El único punto
se discrepancia radica en el señalamiento del domicilio del
demandado. El actor fija en su demanda el que figura en la
certificación del Registro Mercantil de Madrid, según la cual, los
estatutos sociales de "FR., S.L." establecen el domicilio social en
Madrid, calle ..., núm. ..., escalera ... Ciertamente que en la
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misma certificación se dice que el 25 de abril de 2001 se expide
otra "por traslado del domicilio social a la providencia de Jaén, en
virtud de instancia". Pero no es menos cierto que el Registro de la
Propiedad núm. 2 y Registro Mercantil de Jaén certifica en 20 de
septiembre de 2001 que con la denominación de "FR., S.A.", "no
figura inscrita ninguna sociedad". Por lo tanto, no apareciendo en
las actuaciones ninguna prueba o indicio de haberse practicado la
inscripción en el Registro Mercantil de Jaén, debe tenerse por
domicilio de la sociedad demandada el que el actor hace constar
en su demanda, que es el que figura en el Registro Mercantil de
Madrid. Según el art. 16 Reglamento del Registro Mercantil, el
mismo estará establecido en todas las capitales de provincia,
además de las ciudades que indica, extendiéndose su
circunscripción al territorio de la provincia a que corresponda."
e) Relacionado con el anterior argumento se debe señalar que no
consta que haya existido un cambio de domicilio que pueda
justificar la pretensión de inhibición. Y es que, como señaló el
Tribunal Supremo por auto de 23 de febrero de 2004, al
resolver una cuestión similar, respecto de juicio cambiario,
planteada por el Juzgado nº3 de Quart de Poblet, si el cambio de
domicilio es posterior a la presentación de la demanda no
procede la inhibición.
f) En el mismo sentido contrario a aceptar la inhibición se debe citar
a la Excma. Sala de lo Civil y Penal del TSJ de la Comunidad Valenciana, Auto 22 de febrero de 2005, cuando en cuestión de
competencia entre el Juzgado nº3 de Torrente y Juzgado núm. 1
de los de Castellón de la Plana, señala que "Tal declaración de
oficio de la propia incompetencia del Juzgado de Torrente vulnera
lo establecido en el dicho artículo 58 de la Ley de Enjuiciamiento
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Civil pues, no se dan las condiciones procesales para poder
acordarla, por cuanto, principalmente y en primer lugar, la
declaración de oficio de incompetencia se inicia en momento
procesal posterior a la admisión de la demanda, por lo que, de
entrada, decae la posibilidad legal de apreciar de oficio la propia
competencia, siendo ello, por sí solo, motivo suficiente para
considerar contraria a derecho la declaración de incompetencia
producida." Y continúa diciendo "Sin perjuicio de lo anterior, es de
señalar que, en segundo lugar, el Juicio Monitorio tiene norma
especial de competencia territorial en el artículo 813 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, conforme a la que es competente el Juzgado
del domicilio o residencia del deudor o, si no fueren conocidos, el
del lugar en que el deudor pudiera ser hallado a efectos del
requerimiento de pago, lo que ha de interpretarse en el sentido de
que el momento de determinación de la competencia territorial es
el de admisión de la demanda, como antes se ha señalado, y no
después de ese momento, y si el actor presenta la demanda en el
Juzgado competente conforme a la regla especial referida al
domicilio conocido, puede ocurrir que el requerimiento de pago
tenga que hacerse, por circunstancias sobrevenidas, en otro
lugar, pero ello no afecta a la competencia, como ha de estimarse
que concurre en el presente caso."
g) Además, de misma fecha que el anteriormente citado, Auto de 22-2-2005, nº 24/2005, rec. 3/2005, que, de forma más taxativa
señala "1.º) El momento de determinación de la competencia
territorial es el de admisión de la demanda, no dos años después
de ese momento. 2.º) Si el actor presenta la demanda en el
Juzgado competente conforme a la regla especial referida al
domicilio conocido, puede ocurrir que el requerimiento de pago
tenga que hacerse, por circunstancias sobrevenidas, en otro
lugar, pero ello no afecta a la competencia. Por todo ello tiene que
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declararse que esta cuestión de competencia, que tiene su origen
en un auto de inhibición dictado dos años después de la
presentación y admisión de la demanda, nunca debió de
suscitarse por el Juzgado de Primera Instancia núm. 1 de los de
Alicante, el cual es manifiestamente competente para conocer del
juicio monitorio, y ello sin perjuicio de las decisiones que deban
adoptar sobre si el requerimiento se hace por medio de
exhorto y si cabe o no en último caso hacerlo por medio de
edictos, que son cuestiones sobre las que esta Sala no debe
entrar a decidir dado que no es órgano con competencia en ese
tipo de procesos.". Incluso no faltan Audiencias Provinciales que
han señalado también la posibilidad del archivo de la causa ante
la ausencia de designación de domicilio dentro de los limites
territoriales del órgano judicial ante el que se solicita.
h) En la línea marcada por el TSJ de la Comunidad Valenciana se
pueden citar autos núm. 26/03, de 15 de abril de 2003,num.
33/03, de 26 de mayo de 2003 y núm. 57/03, de 3 de septiembre
de 2003.
i) En el mismo sentido contrario a aceptar la inhibición se debe citar
a la Ilma. Audiencia Provincial de Valencia, en resoluciones de
fecha 26 de junio de 2003, 6 y 31 de octubre de 2003, 7 de abril
de 2004, 18 de febrero de 2005 y 16 de marzo de 2005, todas
ellas de la Sección Undécima, y la Sección Séptima en Auto de
28 de enero de 2004, y la Sección Octava, auto de 10 de octubre
de 2004, y la Sección Novena, por auto de 12 de septiembre d
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5.2. Los problemas de determinación de la competencia cuando los
demandados residen en partidos judiciales distintos
Las opiniones expresadas sobre esta cuestión se inclinan por considerar que el
Juez sólo puede admitir la petición monitoria frente al demandado que reside
en su partido judicial y no frente a los demás.
Se ha valorado que según el artículo 53.2 de la LEC el demandante podría
elegir el lugar de presentación de la demanda en cualquiera de los domicilios
de los demandados, pero se ha considerado que ello alteraría el fuero
imperativo del monitorio para el resto de los demandados que no residan en el
lugar donde se presenta la demanda. El fuero imperativo del monitorio debe
prevalecer sobre el artículo 53.2, ya que los problemas derivados de la
solidaridad de la deuda podrían solventarse internamente entre los deudores si
paga uno solo o incluso por la vía del cobro de lo indebido si se diese el caso
de que varios o todos pagasen la totalidad de la deuda
Y es que los problemas de competencia en caso de diferentes domicilios de los
demandados nos deben llevar a una pregunta previa: ¿En qué casos es posible
admitir un monitorio contra varias personas?. La opinión unánime al respecto
es que sólo en aquellos casos en los que el documento base del monitorio
establezca la solidaridad entre los deudores. Y la respuesta que ha de darse a
este problema no puede ser otra que la de admitir exclusivamente con respecto
a los demandados residentes en el partido judicial e inadmitir, por falta de
competencia territorial con respecto a los demandados en domicilio diferente, lo
que no genera problema alguno al actor dada la solidaridad del título y la
posibilidad de plantear el monitorio en otra ciudad y en su caso acumular las
ejecuciones.
Sobre esta cuestión se han aportado dos resoluciones:
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a) El Auto del TS de 15 de enero de 2004 (Ponente Martínez-Calcerrada y
Gómez), que se trascribe, aunque resuelve el conflicto negativo de
competencias, no contiene ningún razonamiento específico sobre la cuestión.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Planteado conflicto negativo de competencia territorial, suscitado entre los Juzgados de Primera Instancia núm. 2 de Ocaña (Toledo) y el Juzgado de Primera Instancia núm. 38 de Madrid, seguidos entre el Banco SSS y don LEL, en demanda de Proceso Monitorio, se han recibido las actuaciones ante esta Sala Primera del TS
SEGUNDO.- El Ministerio Fiscal, en su informe preceptivo de 29 de septiembre de 2003, ha dictaminado que procede resolver la competencia a favor del Juzgado de Primera Instancia núm. 38 de Madrid.
TERCERO.- Procede resolver la cuestión de competencia territorial negativa planteada de conformidad al artículo 60.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892).
Ha Sido Ponente el Magistrado Excmo. D. Luis Martínez-Calcerrada y Gómez
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Por el Juzgado de Primera Instancia núm. 38 de Madrid, mediante Auto de fecha 6 de febrero de 2003, se declaraba que:
El codemandado don Luis Enrique tiene su domicilio en la calle EEEE de Noblejas (Toledo), por lo que, en aplicación de lo dispuesto por el art. 65.5 LECiv (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892), este Juzgado de Madrid carece de competencia territorial para conocer y resolver la demanda que corresponde al Juzgado de Ocaña (Toledo) al que se remitirán los autos, previo emplazamiento de la actora, manteniendo la suya propia, en torno a la codemandada doña Luz, domiciliada en Madrid; por el Juzgado de Ocaña, en su Auto de 10-6-2003, rechaza esa competencia planteándose el presente conflicto negativo de competencia.
SEGUNDO.- Por el Ministerio Fiscal se dictamina que en virtud del art. 53.2 LECiv (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892), la competencia corresponde al Juzgado citado de Madrid, criterio que esta Sala comparte, porque acontece el supuesto de hecho de esa sanción: («Cuando hubieren varios demandados y, conforme a las reglas contenidas en este artículo y en los anteriores, pudiera corresponder la competencia territorial a los jueces de más de un lugar, la demanda podrá presentarse ante cualquiera de ellos, a elección del demandante»), ya que, se demanda solidariamente a los dos demandados, correspondiendo la competencia territorial a mas de un Juzgado, por lo que el demandante, en su elección, ha elegido al presentar la demanda, el Juzgado de Madrid, que por ello deviene competente, evitándose así la irregular dispersión de competencia que, por esa pluralidad de partes, declara el Auto del Juzgado de Madrid al diferir la suya al de Ocaña.
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LA SALA ACUERDA
Declaramos la competencia territorial del Juzgado de Primera Instancia Núm. 38 de Madrid, remitiéndose a dicho Juzgado las actuaciones con certificación de esta resolución, previo emplazamiento de las partes por diez días para ante el Juzgado referido, que acusará recibo.
b) El auto de la Audiencia Provincial de Madrid, Sección 20ª, de 7 de
septiembre de 2004, sí estudia detenidamente la cuestión:
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Promovido proceso monitorio por Caja XXX contra D. Fidel, D. Vicente y Dª Elsa, el Juzgado de Primera Instancia número 7 de Alcalá de Henares, al que correspondió el conocimiento del asunto, dictó auto el 17 de febrero de 2004 acordando el archivo de la solicitud de aquél, contra el que interpuso recurso de apelación la entidad solicitante del proceso.
SEGUNDO.- Elevadas las actuaciones ante esta Audiencia provincial, le correspondió a esta Sección las actuaciones por turno de reparto, y una vez incoado el rollo, se procedió a señalar el día 6 de septiembre próximo pasado para deliberación, votación, y resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- La entidad Caja XXX formuló petición de proceso monitorio contra D. Fidel, D. Vicente, y Dª Elsa, indicando como domicilio de todos ellos la CALLE000 número NUM000 – NUM001 de Alcalá de Henares, ante los Juzgados de esta última localidad, correspondiéndole conocer del litigo planteado al Juzgado de Primera Instancia número 7 de esa localidad, por turno de reparto, que dictó resolución el 22 de julio de 2002 teniendo por formulada la petición, declarando que «a juicio de este tribunal, los documentos aportados como principio de prueba del derecho del peticionario», y acordando requerir a los deudores en el domicilio antes referido.
Tras no ser posible llevar a cabo los requerimientos acordados en el domicilio que se indicó por la entidad acreedora, se llevaron a cabo averiguaciones, mediante las que quedó identificado como domicilio de D. Fidel la Calle Ortega y Gasset de esa localidad, y al no ser correcto el indicado por varios organismos oficiales como el de los otros dos deudores, instada la Caja XXX, la misma indicó que debían ser requeridos D. Vicente y Dª Elsa en Calle AAAA de San Martín de la Vega.
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SEGUNDO.- Tras comprobar el Juzgado que la petición de juicio monitorio se estaba dirigiendo contra tres deudores que no tenían todos ellos su domicilio en el partido judicial de Alcalá de Henares, dictó auto fechado el 17 de febrero de 2004, acordando el archivo de la solicitud de aquél.
El motivo por el que el Juez no se declaró incompetente, pero sí archivó el Juicio monitorio instado por la Caja XXXX, es ser competente para conocer del proceso pero solo respecto de uno de los deudores, no respecto de los que estaban domiciliados en San Martín de la Vega. Aunque el Juez no recoja en la parte dispositiva ninguna declaración de incompetencia, ello es lo que en el fondo resolvió, es decir, se declaró incompetente para tramitar el proceso porque no era competente respecto de los tres, sólo respecto de uno de los deudores contra los que accionaba la entidad crediticia, siendo el argumento de fondo que el Juez competente por aplicación del artículo 813 LECiv (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892) lo es, con exclusividad, el del domicilio o residencia, o el lugar donde fueran hallados a «efectos del requerimiento», no siendo de aplicación el artículo 53 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Discrepa la parte promovente del Juicio monitorio con el archivo, por dos motivos, el primero porque entendía que sí era de aplicación a este proceso el artículo 53.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, ya que dicha norma prevista para cuando son demandados varios no estaba excluida por el artículo 813.2 LECiv, que sólo impide la aplicación de las reglas de sumisión expresa o tácita, pero no que pueda conocer un Juzgado de las reclamaciones formuladas contra varios deudores aunque no todos tengan su domicilio en ese término judicial; y el segundo, por el principio de «perpetuatio irusdictionis», recogido en el artículo 411 LECiv porque era el domicilio indicado en la demanda.
TERCERO.- Procede en primer lugar resolver el segundo motivo de apelación. Que no es de recibo porque el principio de la perpetuación de la jurisdicción no significa que el Juez sea competente, o venga obligado a conocer porque conste como domicilio el de ese partido en la póliza y así se haya indicado en la demanda, sino que siendo competente el Juez al inicio del proceso según las normas de competencia aplicables, hay que añadir en cada caso, no deja de serlo por cambio de domicilio, así lo dice el artículo 411 LECiv (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892) que dispone textualmente «las alteraciones que una vez iniciado el proceso, se produzcan en cuanto al domicilio de las partes,... no modificarán la jurisdicción y la competencia, que se determinarán según lo que se acredite en el momento inicial de la litispendencia», pero en este proceso no consta que al formular la demanda tuvieran su domicilio donde indicó la parte actora, no siendo de recibo la tesis de que se está domiciliado en un determinado lugar porque así se señale en la demanda.
Pero es más, en el proceso monitorio, aun admitiendo en hipótesis que pudieran haber estado domiciliados en término judicial de Alcalá de Henares, al ser demandados, no por ello sería competente aquél si al ser requeridos se comprobara que antes de esta actuación a entenderse con ellos habrían cambiado de lugar de residencia; a esta conclusión se llega de la propia dicción del artículo 813 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al indicar que es competente «exclusivamente», el Juez del «domicilio o residencia o, si no fueren conocidos, el del lugar en que el deudor pudiera ser hallado a efecto de requerimiento de pago». Lo que pretende la norma es que sea competente el Juez del lugar, sea domicilio o residencia, o lugar de tránsito, dónde se halle el deudor a requerir, y ello para cumplir el fin del proceso, y compatibilizar los intereses de una y otra
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parte litigante; por tanto no es argumento para determinar la competencia del Juez de Alcalá de Henares que el domicilio indicado en la póliza de préstamo estuviera en esa localidad, ni que lo afirmara la apelante, ni que desconociera el cambio porque ese desconocimiento imputable o no a la parte, no es relevante a estos efectos porque la misma es quien en todo caso debería haber comprobado dónde residían dadas las características de este proceso.
CUARTO.- La cuestión discutida en esta alzada ya ha sido resuelta por este tribunal en otras resoluciones, así la de fecha 19 de enero de 2003 (Rollo 784/2002, del que fue ponente el Ilmo Sr. Ripoll Olazábal, y la de fecha 21 de enero de 2004 (Rollo de apelación 441/2003, del que fue ponente la Ilma Sra. Cánovas del Castillo), en las que se ha razonado que para determinar la competencia es preciso estar a lo dispuesto en el artículo 813 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (RCL 2000\34, 962 y RCL 2001, 1892), que dispone con exclusividad, según su dicción, qué órgano judicial es competente territorialmente.
Este tribunal ha venido manteniendo que es posible la acumulación de acciones, pero ello no puede ser medio o mecanismo para alterar la regla que en materia de competencia territorial dispone el precepto antes indicado, porque la razón de su determinación con carácter exclusivo es dar cumplimiento a la finalidad del proceso, que trata de compatibilizar por un lado el otorgamiento de una protección rápida y eficaz del crédito dinerario, permitiéndole al acreedor aun careciendo de título que pueda seguir una ejecución dineraria contra el deudor, y por otro permitirle al deudor que pueda oponerse, y ese fin sólo se puede alcanzar si se realizan las actuaciones procesales más relevantes en el lugar en el que tiene su domicilio efectivo el deudor contra quien se insta la petición.
La norma de competencia territorial del artículo 813 LECiv, entiende este tribunal, impide la aplicación del artículo 53.2 de la misma, porque según el primero de estos preceptos, el Juez competente para conocer es el del domicilio del deudor, o el de su residencia, sin que sea motivo para excepcionar la regla que se acumulen las acciones, porque si fuera así se habría recogido, como tal, lo que no ocurre, pero es más, la interpretación del precepto debe hacerse teniendo en cuenta el fin perseguido a través de este procedimiento que gira en torno a la presencia del deudor, la cual se vería impedida con la tesis de la parte recurrente.
Ahora bien, la no aplicación del artículo 53.2 LECiv lo que impide es que se admita la competencia del Juzgado de instancia para tramitar el proceso monitorio respecto de los tres deudores contra los que se dirigía la solicitud de la entidad apelante, ahora bien, lo que no es de recibo es archivar la misma porque el Juez, como el mismo admite, sí es competente para conocer de aquélla en relación con uno de los deudores, porque tiene su domicilio o residencia en esa circunscripción, habiendo debido no archivar sino continuar la tramitación respecto de D. Fidel, que está domiciliado en Alcalá de Henares, y respecto del que procede hacerle el requerimiento, y continuar la tramitación iniciada en su día; no siendo argumento en contra la solidaridad, sino todo lo contrario, porque siendo la deuda solidaria responden todos los deudores del total reclamado, por lo que podría ni siquiera la parte ahora recurrente haber accionado contra los tres deudores.
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QUINTO.- Procede por todo lo anteriormente expuesto estimar parcialmente el recurso de apelación formulado y revocar la resolución recurrida, dejándola sin efecto, para que por el Juzgado se continúe la tramitación del proceso monitorio presentado aunque solo respecto de uno de los demandados, D. Fidel, en cuanto el mismo sí tiene domicilio en ese partido, concretamente, según las actuaciones, en Alcalá de Henares, no procediendo respecto de los otros dos por no ser competente el Juzgado de instancia.
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