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JUSTICIA
Raúl Alcalá Campos
FES- Acatlán
UNAM
MODELOS DE JUSTICIA
En la segunda mitad del siglo pasado John Rawls puso como punto central de la filosofía
política la idea de justicia, e inició con ello un diálogo que hasta nuestros días sigue vivo, a pesar de
que él mismo sufrió profundos cambios a partir de las críticas dirigidas a su primera obra, así en su
Teoría de la justicia sostiene una postura fuerte en relación con los sistemas políticos, que se suaviza
ampliamente en sus últimas obras con en El liberalismo político. Este asunto no es nuevo y puede ser
formulado con una pregunta ¿algo es bueno porque es lo debido o es lo debido porque es bueno? La
cuestión aquí es quién tiene la primacía lo bueno o lo debido, el deber o el fin, prácticamente este ha
sido el tema de la historia de la justicia desde los griegos hasta nuestros días, pero el siglo pasado se
reavivó este diálogo con grandes aportaciones al respecto a partir de la defensa de una teoría liberal de
la justicia en la propuesta de Rawls. Mi pretensión no es hacer un análisis de estas distintas teorías de la
justicia sino plantear de manera general sus presupuestos y sus pretensiones con la finalidad de
comprender casos concretos actuales en la impartición de justicia y en las prácticas políticas concretas
en nuestro país. Mentes brillantes de nuestra época contemporánea han hecho grandes aportaciones
para aclarar el tema de la justicia y sus límites en distintas versiones con Rawls a la cabeza, pero
también también cabe destacar a Michael Sandel, Michael Walzer, Donald Dworkin, Amartya Sen, etc.
en México han contribuido a esta temática León Olivé, Dora Elvira García, Elisabetta di Castro,
Ambrosio Velasco, etc. entre éstos ha tenido un papel principal Luis Villoro y dado que es quien se
acerca más al tema que nos interesa partiremos de sus escritos al respecto.
Villoro nos llama la atención sobre dos distintos modelos de justicia, uno centrado en la
promulgación de reglas que deban cumplirse para conformar una sociedad bien ordenada; el otro
centrará su interés en el fin de la comunidad y en las acciones que permitan lograr tal fin. En ambos
modelos aparecen tanto uno como otro, pero el punto es que uno de los centros es el que predomina,
no pueden hacerlo ambos pues sus consecuencias son muy diferentes. Al primero le llama Villoro
“modelo deontológico”, al segundo “modelo teleológico”. Para comprender este último toma como
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paradigma los trabajos de Aristoteles sobre el tema en cuestión; para el primero nos remite a la
propuesta de John Rawls.
El modelo teleológico da prioridad al valor y al fin que le da sentido a la vida, pero ello no
implica que no se pueda sujetar a un orden normativo, aunque éste no se entienda meramente como
leyes escritas pues le da su lugar a los hábitos y costumbres, creencias compartidas, a ese
entendimiento tácito que se da entre la comunidad, es decir, a la tradición. El modelo deontológico
parte de principios generales de la justicia en un contrato racional entre sujetos libres e iguales y en el
orden efectivo de su práctica democrática. Este último es un producto de la Modernidad y su búsqueda
se enfoca en encontrar un modelo de orden social que permita superar la desigualdad producida por una
organización basada en privilegios de sangre; la primera, que nace en Grecia, tiene como sustento el
mérito de sus miembros en tanto aportaciones al bien de la comunidad, de la cual estaban excluidas las
mujeres, dado que sus aportaciones se daban en el ámbito familiar, y los esclavos, pues lo que podían
aportar estaba relacionado directamente con sus amos. Villoro caracteriza los modelos anteriores por
las siguientes notas.
Modelo deontológico (concepción liberal)
1. la persona liberal es el único agente moral. En realidad sólo existe como sujeto
independiente.
2. La sociedad se explica por los individuos. Es resultado de su acción concertada. Los
individuos se conciben como previos a la sociedad, en el “estado de naturaleza”. Por
sus acciones recíprocas originan la sociedad y por un convenio libre, el Estado. La
libertad individual se pone límites a sí misma por el convenio que crea la sociedad
política.
3. Si el individuo es el origen de la sociedad política, también es su fin. La sociedad es un
medio para la realización de la persona. Por ello ningún fin colectivo puede
sobreponerse a la libertad del individuo.
4. La sociedad política cumple ese fin al garantizar los derechos básicos, condición de la
libertad. Éstos son inviolables por la sociedad.
5. El espacio público ofrece un ámbito para la actuación de las libertades individuales.
Es, por lo tanto, el lugar de la competencia entre individuos y grupos de personas.
6. La competencia debe darse en el marco de la tolerancia y del respeto de los derechos
básicos, lo que permite la cooperación en beneficio mutuo.
Modelo teleológico (concepción comunitarista)
1. la sociedad preexiste al individuo. El individuo nace y transcurre en el marco de un
horizonte social que lo antecede. La persona moral lo presupone. Hay sujeto colectivo,
histórico, al que pertenece el individuo.
2. La sociedad explica características del individuo; éste no puede concebirse previo a la
sociedad. Por lo tanto la sociedad no surge de un contrato entre individuos. Hay un
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convenio tácito, previo, que precede a toda persona individual.
3. Los fines del individuo se realizan en la comunidad. El fin personal incluye la
persecusión de un bien común. Por eso, el fin de la comunidad es el bien común en el
que se realiza el bien de las personas individuales.
4. Junto a los derechos individuales existen derechos colectivos, condición de la
realización de bienes comunes.
5. En la comunidad, la competencia entre individuos debe remplazarse por la persecución
de un fin propio a todos.
6. En la comunidad, la solidaridad va más allá de la tolerancia recíproca. No hay justicia
plena sin solidaridad.1
Quiero en este momento llamar la atención sobre otro punto que será muy importante para lo
que pretendemos. Amartya Sen en su crítica a Rawls nos da un enfoque diferente a los mencionados y
que no toma en cuenta Villoro. Contrapone la versión del deber ser con la consecuencialista. Para
explicar la relación entre estas dos toma uno de los pasajes del Mahabharata en el que el regreso de
Arjuna a su reino después de una ardua guerra se ve empañado porque durante su ausencia un pariente
suyo tomó el poder, ante esta situación Krishna, consejero de Arjuna lo insta a recuperar su trono ya
que es su derecho y su deber recuperarlo. Arjuna está consciente de que es su deber, además sabe que
es mejor guerrero y estratega que su pariente y que tiene un mejor ejercito, sin embargo también sabe
que para recuperar su trono tendrá que matar a parte de sus parientes cercanos y a muchos de su
pueblo, es decir, sabe que las consecuencias de sus acciones lo afectarán fuertemente. Ante la presión
de Krishna, Arjuna decide cumplir con su deber y recuperar su trono, lo cual lleva a cabo(“Que se haga
justicia, aunque perezca el mundo”, Fernando I, emperador romano-germánico, siglo XVI), pero
también se cumplen las consecuencias previstas, lo que hace sufrir mucho a Arjuna2. Lo que Sen nos
presenta con este caso es que ante el deber ser también hay que considerar las consecuencias de las
acciones, pues la justicia no se mide sólo por el primero sino también por el segundo.
Contamos ya con tres modelos diferentes de justicia, el teleológico, el deontológico y el
consecuencialista, podemos ahora dar un paso más presentando situaciones en la que los tres parecen
intervenir aunque no en el mismo nivel, situaciones que ninguno de los autores mencionados tenía
presentes.
1 Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir, FCE, México 2013, pp. 94-5
2 Cfr. Amartya Sen, La idea de la justicia, Taurus , México 2010, p. 54-55
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CASOS DE APLICACIÓN DE JUSTICIA.
Los peritajes antropológicos en México tienen una corta vida, de unos 15 o 20 años, después de
la firma del convenio 169 de la OIT por parte del Estado mexicano en 1990, la reforma al párrafo
primero del artículo cuarto constitucional en 1992, la reforma al artículo segundo de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos en 2001y la declaración de la ONU sobre Derechos de los
Pueblos Indígenas en 2007.
El perito antropológico, a petición de alguna de las instancias en cuestión, lleva a cabo su labor
respondiendo a algunas preguntas que los solicitantes le elaboran con la finalidad de tener una visión
amplia de la que se consideran faltantes, recurriendo así al especialista. Es un dato más que el juez
incorpora al expediente del caso que está siguiendo para cumplir con la normatividad que su sistema
jurídico le exige, sin reconocer por ello algún otro sistema jurídico alterno al suyo, no hay en realidad
un reconocimiento de pluralismo jurídico dentro del sistema de procuración de justicia.
El perito instruye al juez respecto a los valores culturales, los sistemas simbólicos, los recursos
de administración de justicia dentro de la localidad, usos y costumbres, etc. de los que carece el juez
por no pertenecer a dicha comunidad, ello redunda en beneficio de los implicados por el
reconocimiento de la diferencia cultural y de sus derechos colectivos. No se trata de un diálogo frente a
frente con el juez o de la justicia positiva con el perito ni mucho menos con la cultura del otro, porque
la pericial únicamente se suma a un conjunto de elementos procesales sin ninguna pretensión de
soberanía. De hecho el juez tiene la potestad para desecharlo, considerarla sólo un indicio o tambien
con valor de prueba plena. Así pues el peritaje antropológico se subsume dentro del marco de la norma
positiva, y aunque el perito reconozca los usos y costumbres, éstos no pueden ir más allá de las normas
jurídicas del estado de derecho, no pueden contraponerse a la ley jurídica, tienen que entrar a las reglas
del juego del derecho positivo, y en este juego son un ingrediente más para que el juez pueda dictar
sentencia. Dice Yuri Alex Escalante Betancourt, “Cuando la verdad antropológica se expone ante la
justicia positiva, el diálogo intercultural lejos de ampliarse se entorpece ya que, mientras el mundo
legal habla a traves del monismo de la norma, el mundo etnográfico se caracteriza por la pluralidad y
alternancia normativa.” y más adelante concluye, “Sin embargo, el antropólogo debe tener la capacidad
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de exponer una verdad que muestre la diferencia sin contravenir flagrantemente la norma.”3
Lo que tenemos hasta ahora creo es suficiente para presentar algún peritaje concreto, para
posteriormente analizarlo con los modelos que describimos anteriormente. Mencionaremos brevemente
tres, el primero obedece a que la solicitud del peritaje provino de una organización civil quien la
presentó ante una instancia internacional; el segundo porque se solicita para un caso dentro de la urbe
de la ciudad de México y el tercero porque nos remite a un caso de una localidad separada de cualquier
urbe.
El primer caso es el de violaciones ocurridas a dos indígenas de la comunidad Me`phaa del
estado de Guerrero con pocos meses de diferencia, aquí presentamos únicamente uno, que es el que
llevaron a cabo los peritos Rosalva Aída Hernández Castillo y Hector Ortiz Elizondo, desde luego no
completo. 4
“Aproximadamente a las quince horas del 22 de marzo del 2002, llegaron once militares pertenecientes
al Batallón 41 del Ejercito Mexicano al domicilio de la Sra. Ines Fernández Ortega y Fortunato
Prisciliano Sierra, ubicado en la comunidad de Barranca Tecuani, perteneciente al Municipio de Ayutla
de los Libres en el estado de Guerrero, Mexico. Tres de ellos se introdujeron al domicilio sin permiso
de Ines Fernández, quien se encontraba únicamente acompanada por sus tres hijos que en ese entonces
eran menores de edad. Los soldados comenzaron a hacerle preguntas a las cuales no supo responder,
despues de lo cual uno de ellos la violó sexualmente. Despues de la violación, los soldados se fueron,
no sin antes robar la carne que Fortunato Prisciliano tenía secando en el patio para su familia. Dos días
despues la víctima presentó una denuncia formal ante el Ministerio Público local de Ayutla de los
Libres, quien determinó que no era competente para investigar ni el ingreso ilegal a la vivienda, ni la
violación ni el robo sufridos por Ines Fernández por pertenecer los acusados al ejercito mexicano. En
mayo del 2002, el ministerio público local remitió el caso a los agentes del ministerio público militar”.
La Procuraduría General de Justicia Militar recomendó en 2004 archivar el caso.
Tiempo después la organización civil Centro de Derechos Humanos de la Montana,
Tlachinollan, A.C, con apoyo del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), presentó
la demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos la cual llevó a cabo el desahogo en
abril y mayo del ano 2010, durante una sesión pública sostenida en Lima, Perú, con base en peritajes
3 Yuri Escalante Betancourt, “Ética y verdad. La antropología frente al positivismo jurídico” en Boletín CEAS, 2012, p.
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4 El peritaje completo se encuentra disponible en el Boletín citado
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antropológicos, uno de los cuales es el que estamos presentando, que tuvieron como sustento tres temas
:
1) la percepción de las comunidades indígenas de la violencia sexual y de la discriminación contra la
mujer;
2) el impacto cultural que habría tenido en la comunidad indígena la alegada violación sexual que
habrían sufrido Valentina Rosendo Cantú e Ines Fernández Ortega a manos de militares en un contexto
de supuesta militarización y represión, así como por la alegada impunidad del caso, y
3) las posibles medidas de reparación necesarias.
El Estado mexicano fue encontrado responsable de diversos cargos, entre ellos por violación a
la integridad personal, la dignidad humana y la vida privada; violación al derecho a no ser objeto de
injerencias arbitrarias o abusivas en el domicilio; por violación a los derechos a las garantías judiciales,
a la protección judicial y al acceso a la justicia. La sentencia de la corte obligó al Estado a reparar los
daños, garantizar la seguridad de las agraviadas, castigar a los responsables, adecuar su legislación a
los tratados internacionales en materia de fuero militar y llevar a cabo un acto publico de desagravio
para cada una de las implicadas. (En junio de 2009 este caso se sometió ante la Corte Interamericana
quien en agosto de 2010 dictó la sentencia en la que responsabilizaba a México por violaciones
cometidas en relación a derechos protegidos por tres tratados internacionales a los cuales pertenece
México, la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Convención de “Belem do Pará”) y la
convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. En julio de 2011, la Suprema Corte de
Justicia de la Nación determinó que el fuero militar no aplica en casos de violación a los derechos
humanos, de tal manera que miembros de las fuerzas armadas que incurran en este delito deberán ser
juzgados en tribunales civiles; el 6 de marzo de 2012 el Secretario de Gobernación Alejandro Poire en
representación del Estado expresó disculpas públicas tanto a Ines Fernández Ortega como a su
comunidad).
Hay varios puntos importantes que para lo que aquí estamos tratando conviene resaltar. El
primero es que la solicitud y los temas a tratar vienen de una instancia que si bien es bastante respetable
no deja de provenir de un sistema jurídico positivista; el segundo es que dentro del peritaje la afectada
no es exclusivamente la mujer violada sino toda la comunidad, “En el contexto cultural indígena
mepha’a el concepto de persona no se encuentra desligado de la unidad comunitaria, sino que se
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construye como sujeto integrante de la colectividad. En las comunidades indígenas mexicanas como lo
es la comunidad me’phaa, lo individual y lo colectivo se encuentran estrechamente vinculados por lo
cual las experiencias de violencia que sufre un individuo son vividas como una afrenta hacia la
comunidad en su conjunto que trae aparejada un desequilibrio en la estabilidad colectiva. En
consecuencia, la experiencia de un dano como lo es la violación sexual es un hecho que se expresa
incluso a nivel nosológico, pues en la concepción del mundo del pueblo me’phaa los sucesos que
causan dolor como un accidente o como la violencia, se manifiestan en una enfermedad llamada
“susto”, un padecimiento con efectos físicos en la persona que la sufre directamente pero que puede
abarcar a quienes la rodean. Por eso es necesario entender que la experiencia de agresión sexual que
vivió Ines Fernández Ortega no es percibida sólo como un hecho que le afectó a ella, sino tambien a su
familia y a su comunidad.” como lo reconoce la propia afectada, por lo que se pide resarcir a toda la
comunidad sin que esto implique la cancelación de reparaciones para ella y su familia.
Otro punto a destacar es que como consecuencia de las acciones de Inés Fernández Ortega,
hasta el momento que se llevó a cabo el peritaje por lo menos, su comunidad entró en pánico pues
temían represalias por parte del propio ejercito, además de que después de la violación hubo temor por
parte de las mujeres del pueblo prohibiendo a las niñas salir como se permitía antes.
El segundo peritaje al que hacemos referencia fue presentado ante la juez quincuagésimo sexto
de lo penal en el Distrito Federal, Lic. Elena Ramos Arteaga, respecto a un caso ocurrido en el predio la
Candelaria, cuyos moradores son indígenas triquis, en el año 2001 en el que la Mesa Directiva de la
vecindad detuvo a un vecino que había ocasionado problemas por su estado de ebriedad en varias
ocasiones, al acudir las autoridades policiacas al lugar acusaron a sus habitantes por la detención
arbitraria de su vecino. Es interesante observar las conclusiones a las que llega el perito Yuri Escalante,
y que reproducimos a continuación.
Primera: los habitantes del predio La Candelaria pertenecen al pueblo indígena triqui ya que mantienen
instituciones socioculturales que se han adaptado a las distintas circunstancias que les impone la
Nación pero manteniendose diferentes a la misma como son la lengua propia, la participación en
rituales, trabajo colectivo y en especial la vigencia de un sistema normativo que resuelve conflictos.
Segunda: el sistema normativo se pudo constatar dada la existencia de un cuerpo de autoridades
presentes a traves de la mesa directiva que funge simultáneamente como canalizador de recursos
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externos y regulador de la vida interna del predio. Asimismo la mesa directiva está sujeta a un conjunto
de normas que permitan restablecer la armonía en caso de disputas, rinas y conflictos, tales como la
toma de decisiones en asamblea, el derecho de audiencia de los implicados y el seguimiento de un
asunto con el fin de lograr el acuerdo entre las partes antes que el castigo o la represión del delito.
Tercero: en el caso específico de la detención del senor Juan Merino, se estaba siguiendo el
procedimiento establecido conforme a los usos y costumbres del pueblo triqui, procedimiento que fue
interrumpido por la incursión de la seguridad pública. Cabe senalar que el procedimiento (y no un
castigo o pena) contemplaba una segunda reunión en la cual, de resultar infructuosa, se dejaría a
criterio de las autoridades de San Juan Copala para su definitiva resolución.
Cuarto: que el elemento a considerar para tomar en cuenta la diferencia cultural consiste en reconocer
que las juntas y asambleas del predio son programadas en horario nocturno, dadas las actividades
laborales de sus integrantes, con lo cual el asunto que nos llama a dictaminar debe entenderse como un
receso en la actuación de la mesa directiva.
Quinto: que los representantes del predio La Candelaria actuaron como personas morales cumpliendo
con las resoluciones tomadas por la asamblea y no a título individual ni persiguiendo fin personal
alguno.
El tercero y último peritaje al que haremos referencia fue solicitado por la presidenta de la
Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de Campeche, Mtra. Ana Patricia Lara Guerrero,
quien investigaba la expulsión de un integrante del ejido Nueva Vida, localizado en el municipio de
Calakmul, en ese estado, para lo cual fue nombrada como perito la Etnohistoriadora Ana Hilda Ramírez
Contreras, por parte de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Por
desgracia en el peritaje no se menciona la causa de la expulsión. El expulsado, Guillermo Mendoza
López, acusó al Agente Municipal del Ejido Nueva Vida, del Ayuntamiento de Calakmul, Campeche,
Rosendo Reyes Rueda de tal acto. El caso resulta interesante porque nos remite a un ejido de reciente
creación y con una población conformada por diversas etnias. El Ejido La Nueva Vida está conformado
por indígenas pertenecientes a las culturas totonacas, choles, mixtecos, zapotecos, entre otros,
Guillermo Mendoza López es chol y Rosendo Reyes Rueda mixteco. Cabe mencionar que las
preguntas que la Presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de Campeche,
remite a la perito se centran en la importancia de la colectividad, la identidad y los acuerdo colectivos
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de esa comunidad y su cultura, es decir, si contaban con un Reglamento Interno que mantuviera la
armonía dentro de la comunidad, así como una Asamblea Comunitaria para la solución de conflictos, y
no desde posibles cuestionamientos a partir del derecho positivo. Reproducimos las preguntas.
1. ¿La población que habita el ejido de Nueva Vida pertenece a una etnia indígena?
2. ¿Cuáles son sus usos y costumbres?
3. ¿Existe alguna normatividad que regule la convivencia de la comunidad?
4. ¿Cuál es?
5. ¿Dentro de esa normatividad se preve la posibilidad de aplicar multas por la comisión de faltas
como las ocurridas en el caso que nos ocupa?
6. ¿Existe la posibilidad de ordenar la expulsión de un integrante de la comunidad indígena que ha
incurrido en las faltas referidas?
7. ¿Quien es la instancia facultada por la comunidad indígena para sancionar al transgresor?
La perito informa que “El C. Rosendo Reyes Rueda siempre actuó en apego al sistema
normativo que rige al interior de la comunidad, tal y como lo establece el Reglamento Interno, como
parte del procedimiento de vigilancia del orden interno y convivencia pacífica, las sanciones
monetarias y en caso extremo la expulsión de alguno de sus miembros que realice una conducta
inadecuada.”
Por desgracia los dos últimos peritajes a que nos hemos referido, a diferencia del primero, no
nos dan cuenta de la resolución de la autoridad pertinente al caso, en tal sentido no tenemos manera de
saber el peso relativo de cada uno de los peritajes. Hay que llamar la atención sobre la cuestión de que
el segundo peritaje señala el hecho de que la comunidad triqui, asentada en la ciudad de México, no se
distancia de su comunidad de origen de manera simbólica pues sigue reconociéndola como autoridad,
de ahí que se tenga el recurso de turnar el caso en cuestión a San Juan Copala con la finalidad de que se
de una sentencia definitiva, que se supone el inculpado tendrá que acatar.
Una de las cuestiones que habría que tomar en cuenta es que la relación de diálogo entre dos
sistemas de impartición de justicia del que habla Laura R. Valladares de la Cruz en su trabajo “La
importancia del peritaje cultural: avances, retos y acciones del Colegio de Etnólogos y Antropólogos
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Sociales, A. C. (CEAS) para la certificación de peritos”, no es recíproco pues el sistema indígena al que
se refiere el perito es auxiliar del otro, es un dato más que puede tomar en cuenta el dictaminador del
caso entre otros. Por otro lado, los casos que se mencionan son delitos que ocurrieron dentro de la
localidad restringida, pero no se aclara qué ocurre cuando la situación es de un indígena que comete un
delito fuera de ella, o bien de un delito que ocurre dentro de la localidad por alguien externo a ella.
Por otro lado, es interesante tomar nota de la estructura de los peritajes, todos ellos inician con
la presentación de la metodología seguida, se rigen por la normatividad o las definiciones dadas por
alguna instancia gubernamental o internacional, terminan con conclusiones y bibliografía, siguiendo
esquemas académicos prevalecientes. Es una especie de formato ya dado que se superpone al caso en
cuestión. También hay que destacar que el campo de participación para los peritos es bastante amplio
pues, como se notará, son tres instancias diferentes las que solicitan la intervención de algún perito en
los casos presentados, una internacional, otra del sistema de justicia nacional y otra de derechos
humanos.
Uno de los puntos a destacar en este capítulo es que la impartición de justicia, con todo y sus
especialistas en derecho, en muchos casos no puede hacerse efectivo sin la participación de otros
especialistas de otras disciplinas, en el caso que nos ha ocupado el de la antropología, pero no es el
único, es por eso que se define al peritaje como el “...examen de personas, hechos u objetos, realizado
por un experto en alguna ciencia, tecnica o arte, con el objeto de ilustrar al juez o magistrado que
conozca de una causa civil, criminal, mercantil o de trabajo, sobre cuestiones que por su naturaleza
requieran de conocimientos especializados que sean del dominio cultural de tales expertos, cuya
opinión resulte necesaria en la resolución de una controversia jurídica” (Nuevo Diccionario Juridico
Mexicano, 2001:2835). En el caso de la antropología los peritos están certificados por el CEAS, pero
no tengo claro si haya alguna instancia que, como en el caso de la antropología, forme peritos y los
certifique en las otras disciplinas. Lo que a nosotros nos importa destacar, sin embargo, es que la
práctica del derecho no puede ejercerse actualmente sin recurrir, en muchos casos, a otras disciplinas,
el arte o la ciencia, o mejor, la tecnociencia, pero también, como veremos en otro capítulo, tampoco
estas disciplinas pueden desarrollar a plenitud sus actividades, sin verse involucradas con otras, la
economía, la política, el derecho, etc. de tal manera que el aislamiento, en el actual mundo globalizado,
no tiene lugar.
Podemos ahora retomar los modelos de justicia con los que iniciamos este capítulo y analizar
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con ello la práctica del peritaje antropológico. En primer lugar es claro que la solicitud del peritaje se
hace desde un marco del deber ser, del derecho positivo con ciertas implicaciones. Sólo en el primer
caso mencionado la afectada no es sólo la persona que sufrió el ultraje sino la comunidad completa, o
por lo menos eso es lo que nos menciona tanto la mujer violada como la comunidad; en los otros dos
casos, aunque se nos remita a la comunidad el referente es un individuo particular, y tal parece que se
deja a consideración del sistema jurídico positivo vigente el decidir si la aplicación de la sanción por
parte de la comunidad es suficiente o no.
En segundo lugar, hay en juego dos modelos de justicia diferentes, el primero, el del solicitante
del peritaje, es el modelo que Villoro llamó deontológico, pero las solicitudes que se hacen a los peritos
son con respecto a comunidades que al parecer se acercan bastante al modelo teleológico, es decir que
se centran en el bien de la comunidad, de acuerdo con los resultados de los peritajes, sin embargo, estos
últimos tienen que atenerse a lo que los primeros dictaminen, por eso no está claro, como algunos
peritos mencionan, que lo que se lleva a cabo es un diálogo entre los dos modelos, más bien conviene
repetir una cita anterior, “Cuando la verdad antropológica se expone ante la justicia positiva, el diálogo
intercultural lejos de ampliarse se entorpece ya que, mientras el mundo legal habla a traves del
monismo de la norma, el mundo etnográfico se caracteriza por la pluralidad y alternancia normativa.”
“Sin embargo, el antropólogo debe tener la capacidad de exponer una verdad que muestre la diferencia
sin contravenir flagrantemente la norma.”5
Hay en juego dos conceptos diferentes de persona moral, uno que considera la justicia como
igualdad y otro que la considera como reconocimiento de la identidad en tanto forma parte de una
comunidad diferenciada, en otras palabras, igualdad en uno, diferencia en el otro. Cada una tiene como
sustrato modelos diferentes de justicia, como vimos cuando mencionamos las características de la
versión deontológica y de la teleológica, una en tanto el deber, la otra en tanto el fin de la comunidad.
Las necesidades básicas en una y otra son diferentes pues en una prevalece la libertad individual, en la
otra los valores y fines de la comunidad.
Si bien en el primer caso el Estado cumplió con los requerimientos de la parte demandante, no
sólo en lo material sino también en el aspecto simbólico, ello se debió a una decisión de una entidad
externa a la comunidad. En los otros dos no queda claro cuál fue la resolución, pero en última instancia
es claro que tampoco tiene la última palabra la comunidad, incluso en el caso de que fuera ella la que
5 Ver nota 2 a pie de página
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dictara la sentencia pues sólo lo podría hacer si contara con la anuencia del sistema jurídico positivo
que nos rige en general. Desde luego no podría ser de otra manera dado que vivimos en un país
pluricultural en el que algún sistema político y jurídico predomina, en este caso el derecho positivo.
Respecto a la cuestión de la justicia consecuencialista, nuevamente sólo en el primer caso se
mencionan consecuencias de las acciones tanto positivas como negativas. Positivas porque se
restituyeron los lazos imperantes en la comunidad que habían sido afectados, negativas porque en el
largo proceso tales lazos se vieron afectados durante un buen tiempo. Sin embargo hay que mencionar
que el Estado tiene que hacerse cargo de sus acciones o de sus omisiones, pues muchas de las
exclusiones en nuestro país obedecen a algunas de ellas, incluso se puede decir que propicia
exclusiones cuando se ve amenazado por una crítica constante por parte de algún grupo inconforme.
¿Como poder concebir la noción de justicia para dar cabida a tales cuestiones?
LA JUSTICIA COMO NO-EXCLUSIÓN
Entre la gran cantidad de aciertos que tuvo Luis Villoro respecto a la filosofía quiero destacar
aquel en el que afirma que es el conocimiento personal del mundo en torno punto de partida de toda
reflexión ética auténtica, yo me atrevería a decir que es punto de partida de toda reflexión filosófica. Es
con lo anterior con lo que inicia el filósofo mexicano sus estudios sobre la justicia a través de la vía
negativa. Ahí afirma que el filósofo cuando trata temas de la sociedad humana no puede menos de
reflejar el ambiente histórico al que pertenece. En las sociedades desarrolladas que han superado las
injusticias tanto económicas como sociales, sustentados por una democracia bien ordenada, logran
fundamentar la justicia a partir de la idea de un consenso racional entre sujetos iguales y por ello
incluyentes en los beneficios sociales y políticos de sus miembros, sin embargo, en sociedades como la
nuestra la marginalidad y la injusticia es la realidad que nos rodea, pues no hemos logrado fundar una
democracia sólida y por ello no logramos comportamientos consensados en donde la justicia sea
incluyente de todos los sujetos, es en este sentido en el que nuestro punto de vista es diferente al de los
países desarrollados, pero también lo es nuestro punto de partida, el de la patente ausencia de justicia.
Los mismos problemas para las distintas sociedades y por ello se reflexiona sobre ellos por medios
diferentes.6
6 En una entrevista que se le hizo a Villoro en 1984 menciona lo siguiente, “Los motivos que nos mueven a filosofar
pueden estar determinados históricamente, como lo eran los de Platón al elaborar la teoría de las ideas. Las necesidades,
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Pues bien, tomando en cuenta lo anterior nos encontramos con asuntos sobre los que la
hermenéutica ha reflexionado con buenos resultados. Empecemos por mencionar que al ser la reflexión
sobre algún asunto de la sociedad humana el resultado de un ambiente histórico, de un conocimiento
personal del mundo en torno, los prejuicios que nos llegan vía la tradición, en versión gadameriana,
juegan un papel primordial dentro de tal reflexión, como se hace patente si se parte de una sociedad con
una democracia bastante fuerte respecto a una sociedad que carece de ella. Desde luego aquí resalta un
problema, pues las reflexiones, por ejemplo de la justicia, por parte de la primera sociedad, para ser
incluyente como se pretende, tendría que incorporar la mirada de las otras sociedades y no ignorarlas
cuando se oponen a su propia mirada.
Otro punto interesante es que se está presuponiendo un pluralismo respecto a ciertos temas,
aunque da la impresión de que Villoro defendería la idea de que si toda sociedad se llega a constituir
como una democracia bien ordenada se podría llegar a consensos sobre principios de justicia, yo no
estoy muy convencido de ello, pues implicaría que a través de tales democracias se lograrían las
mismas sociedades, y esto en realidad, lo digo sin prejuicios, me asusta. Incluso se podría pensar que
partiendo de diferentes puntos de vista, como aquellos dos a los que se refiere Villoro, en algún
momento coincidirán respecto a la justicia, pues no son otra cosa más que medios diferentes para
reflexionar sobre lo mismo, la justicia, por eso afirma, “Nuestra situación en este tipo de sociedades
nos invita a contraponer a la vía del consenso racional su diseño en negativo: en lugar de buscar los
principios de justicia en el acuerdo posible al que llegarían sujetos racionales libres e iguales, intentar
determinarlos a partir de su inoperancia en la sociedad real.”7 son pues dos caminos diferentes para
llegar a los mismos principios de justicia.
Anteriormente hicimos referencia a una situación mencionada por Amartya Sen respecto a una
flauta (Hay una flauta en disputa por parte de tres niños, Anne, Bob y Carla, Anne reclama la flauta
bajo el argumento de que es la única que sabe tocarla, Bob la reclama sosteniendo que es el único que
es tan pobre que no tiene juguetes y que la flauta le ofrece un espacio para jugar, Carla por su parte
argumenta que la flauta le pertenece porque fue ella quien la elaboró con sus propias manos. Si para
los intereses e incluso las actitudes valorativas, que están detrás de la aceptación de ciertos sistemas de creencias
filosóficas, que nos mueven a suscribirlos o a rechazarlos, están condicionados por una circunstancia histórica particular.
Una filosofía auténtica latinoamericana sería aquella cuyo discurso filosófico respondiera a estas motivaciones propias.
Pero esto no quiere decir en modo alguno que el discurso filosófico y las razones en que se justifica sean ellos mismos
“peculiares” o “exclusivos” y que no esten dirigidos a una comunidad racional general. La reflexión filosófica
latinoamericana tiene esos dos aspectos, como cualquier otra filosofía, como la alemana, la inglesa o la japonesa” en
Los caminos de la interculturalidad. Homenaje a Luis Villoro. Raúl Alcalá Campos (coord.) Editorial Porrúa-
Tecnológico de Monterrey, México 2015, p. 189
7 Villoro, Luis, Los retos de la sociedad por venir, FCE, México 2013, p. 16
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tomar la decisión se apelara a una postura teórica nos toparíamos con la situación de que desde el punto
de vista del igualitarista económico y con la finalidad de reducir las distancias entre los medios
económicos de la población, es claro que la flauta hay que asignársela a Bob; sin embargo, desde el
punto de vista del libertario la flauta pertenece a Carla dado que ella es la que dedicó un tiempo a la
producción de la flauta y esta es la solución justa inequivoca que salta a la vista; el utilitarista por su
parte se inclinaría a favor de Anne dado que es la que obtendría un mayor placer, o bien podría
aprovechar mejor la flauta que los otros niños. Lo que a nosotros nos interesa de este caso es que cada
una de las teorías involucradas elabora buenos argumentos para sostener la decisión que pretende es la
correcta, o en otras palabras, es la justa, pero, y esto es importante, su comprensión de lo justo, el
significado de ello, se encuentra en una relación directa con otros valores que subyacen a su decisión,
la igualdad económica, el derecho a disfrutar de la propia producción, la utilidad que un producto
reditúa. Así pues el significado de un valor no se puede asignar aislándolo de los demás sino más bien
en la evaluación de una acción, en este caso tomar la decisión de entregar la flauta a alguno de los
niños de una manera justa, intervienen aquí no sólo el valor de la justicia sino otros valores desde los
cuales se elaboran argumentos para justificar la decisión tomada), desde luego entre las opciones que
nos proporciona el autor caben otras, por ejemplo, no darle la flauta a nadie, o bien solicitar que se
hagan otras y repartirlas a todos, etc. pero no es eso lo que se quiere resaltar sino más bien que la
cuestión de la justicia depende también de una visión general que va más allá de la propia justicia, en el
caso mencionado, de una visión teórica. Sin embargo, sea cual sea el resultado la cuestión es que hay
que tomar una decisión desde algún punto de vista, y esto tiene la consecuencia de que los no
favorecidos concebirán la decisión como no justa, desde el punto de vista de Villoro serían los
excluidos y ya no está tan clara la posibilidad de la no exclusión. Desde luego, en el caso de los
derechos humanos en los que no está en juego un objeto sino valores como el de la dignidad la cuestión
cambia radicalmente pues la pretensión va por el camino de la vía negativa, tener la posibilidad de
decir “No”, o más radicalmente con la expresión de Carlos Thiebaut, siguiendo a Goya, “Nunca más”,
aplicable desde luego también a situaciones como el Holocausto. (En una de las obras de Goya la
expresión que aparece es “yo lo vi” (Desastre No. 44) que Thiebaut8 amplía con la expresión ya
mencionada, pero tal parece que la humanidad en lugar de leer “Nunca más” leyó la frase “para
siempre”, pues ni siquiera los sacrificios de la epoca prehispánica se comparan con lo ocurrido durante
las guerras mundiales del siglo pasado, sobre todo con la segunda. En el primer caso los sacrificios
8 Cfr. Carlos Thiebaut, De la tolerancia, la balsa de la Medusa, Madrid 1999, pp. 11-2
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tenían un sentido, mantener la vida del cosmos; en el segundo caso se quitaba la vida simplemente
porque se tenía el poder para hacerlo, es lo que Hannah Arendt llamó el mal radical, y ciertamente
seguimos actualmente, en buena parte del mundo, con masacres inaceptables, a las que nos vamos poco
a poco acostumbrando, sin que estén excluidos los países desarrollados, las grandes potencias.)
Quiero destacar otro punto. A mi entender, la vía negativa que propone Villoro nos lleva a un
enriquecimiento constante de la noción de justicia de tal manera que no podemos partir de una noción
universal absoluta, dada de una vez y para siempre, pues cada periodo tendrá como resultado cierta
exclusión y la superación de ésta dará un nuevo contenido a la justicia, un nuevo consenso sobre ella.
Pero desde luego no se puede partir de la nada, apelando a la hermenéutica podemos decir que se parte
de una precomprensión de ella. Permítaseme hacer una amplia cita para sustentar esto:
Cada experiencia de exclusión de una diferencia determinada en un aspecto de
las relaciones sociales, permite oponer a la comunidad de consenso una idea del
sujeto moral que no rechace esa diferencia específica en ese aspecto particular. Pero
esa idea puede comprender aun otros rechazos de diferencias, que pueden hacerse
patentes en experiencias sociales posteriores. La idea de justicia se va enriqueciendo
al tenor de la progresiva conciencia de las injusticias existentes.
Porque, en cada caso, la comprobación de una injusticia conduce a la
proyección intelectual de un orden social más justo. Ese orden nace de una disrupción
de un consenso fáctico anterior y conserva las características peculiares de esa
disrupción. Su carácter objetivo no puede fundarse, por lo tanto, en ese consenso. Se
justifica en el conocimiento personal sometido a crítica, de una injusticia padecida.
Pero, a partir de ese conocimiento particular proyecta la posibilidad de un orden
normativo, en que no existiera la exclusión específica contra la que el discrepante se
rebela. El nuevo orden estaría constituido por la decisión de sujetos morales que
incluyen las diferencias antes inadmisibles, pero no está libre de incluir otras
diferencias, de las que aún no hay conciencia.9
Esto parece ser claro en el caso mencionado respecto al derecho de la mujer al voto (en el
capítulo anterior), pues si bien se logró la superación de esta diferencia respecto al voto, no lo fue así
respecto a otros espacios en la sociedad del momento, como por ejemplo, en los cargos del servicio
público. También podemos mencionar, más cercano a nuestros tiempos y al que hemos hecho
referencia en el inciso anterior, la violación sexual ocurrida en el año 2002 de dos mujeres indígenas
del estado de Guerrero, Valentina Rosendo Cantú e Ines Fernández Ortega, a manos de militares en un
contexto de supuesta militarización y represión, así como por la alegada impunidad del caso, y que
tuvo como consecuencia la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos humanos el 30 de agosto
9 Ibidem. p. 37
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del 2010 en la que el Estado mexicano se vio obligado a reparar los danos, garantizar la seguridad
futura de las agraviadas y castigar a los responsables en la justicia civil así como adecuar la legislación
nacional a los tratados internacionales en materia de fuero militar. Debió además realizar eventos
públicos de desagravio para cada una10. (la Suprema Corte de Justicia de la Nación el día 21 de abril
del presente año tomando como referencia este caso dictaminó que para el Estado mexicano las
sentencias de la Corte Interamericana son obligatorias ya que es uno de los firmantes de ella)
Sin embargo, esta idea de Villoro, aunque a mi me resulta bastante atractiva, tiene como
consecuencia distintas nociones de justicia, tantas como sociedades hayan pues cada una de ellas tiene
su propia historia de exclusión, los ejemplos que él da, el de De las Casas y el de Locke, son casos
claros de ello pues nos remiten a exclusiones referentes a situaciones políticas, sociales y culturales del
momento de las sociedades en cuestión. Pero hay que decir que Villoro parte del supuesto de que
cualquier sociedad reconocerá un acto de injusticia aunque partan de diferentes nociones de justicia,
por eso se pueden llegar a determinar sus principios en sociedades reales. Desde mi punto de vista,
habría que reconocer diferentes nociones de justicia, que se enriquecen como el filósofo mexicano
propone, sin que esto sea un obstáculo para llegar a acuerdos, o consensos, en la superación de las
injusticias en situaciones reales, concretas e históricas, es decir, en determinados momentos. En este
sentido se puede considerar como principio de justicia un “principio de no-exclusión”, generalizando
así la no-exclusión para cualquier sociedad. En el punto 2 del inciso 6 del capítulo referente a la justicia
aclara este asunto:
2. El discrepante está movido por un interés personal: eliminar una carencia que
sufre y satisfacer una necesidad propia. No parte de un impulso altruista que
sacrificara su propio interés. Pero, al buscar su interés, generaliza la no-exclusión de
cualquier otro en su situación. Reivindica así un valor objetivo para todos. Su
pretensión es interesada y, al mismo tiempo, universalizable.11
Un punto que conviene resaltar de la propuesta de Villoro es que, a diferencia de las anteriores,
su noción de justicia no está comprometida ni con una ideología ni con una cultura en particular. Si
bien podemos mencionar un modelo de justicia como liberal o comunitarista, la propuesta del filósofo
10 Rosalva Aída Hernández y Héctor Ortíz Elizondo “Violación de una indígena Me'phaa por miembros del Ejercito
Mexicano. Presentado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Abril-mayo de 2010. Una historia de
agravios y desagravios: el ejercito mexicano ante la COIDH” en Boletín Colegio de Etnólogos y Antropólogos sociales
2012
11 Villoro, op. cit. p. 38
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mexicano no puede ser calificada con ningún calificativo en particular, sin embargo cualquiera de las
anteriores podrá reconocer un acto de injusticia como tal, es decir, tanto desde el modelo liberal como
del comunitarista se puede reconocer un acto de exclusión y apoyar su superación como tal; tampoco
cabe dentro de la versión consecuencialista pues a diferencia de ésta la propuesta de Villoro, en el caso
de cumplirse, siempre tendrá consecuencias positivas, la superación de la exclusión; en este sentido, el
principio de no exclusión va más allá de cualquiera de los otros modelos. Aunque hay que decir que el
camino que abre Villoro se acerca más a la noción consecuencialista mencionada anteriormente que a
las otras dos, es más, su punto de partida es completamente diferente pues la no-exclusión requiere
contar con una situación concreta que se tenga que superar como en el caso de Arjuna y Krishna citado
por Sen, sin embargo, este último caso no parece tener lugar como una exclusión a la que haya que
decir “no”.
Por otro lado, los peritajes antropológicos que están jugando un importante papel para al
impartición de justicia, como vimos en el inciso anterior, en casos en que se ve involucrada alguna
comunidad indígena, nos llevan a pensar la noción de justicia precisamente en el sentido de Villoro,
como la superación de exclusiones que no tienen porqué ocurrir. Sin embargo no está claro si toda
injusticia involucra una no-inclusión, o exclusión para el caso, por ejemplo, la impartición de justicia
respecto a la lucha contra la corrupción o contra el tráfico de influencias, en el que la justicia no se
aplica con la misma medida, no podemos decir, desde luego, que hay alguien excluido en la práctica de
la corrupción.
Los casos de peritajes que presentamos en el inciso anterior aclaran la pretensión de Villoro,
pues su breve existencia obedece a un reclamo de ciertas comunidades en el que la exclusión era la
regla, y tal parece que su continuidad tendrá una larga historia. En este sentido la noción de justicia a
la que Villoro nos remite parte del mundo concreto y va generalizando poco a poco en cada caso
superado, a diferencia de las otras que toman el camino contrario, parten de generalizaciones con la
finalidad de arribar a casos concretos. (es interesante considerar que el primer caso, la propuesta de
Villoro, nos lleva a pensar en la versión inductivista de la ciencia en la primera mitad del siglo pasado,
con la diferencia de que no se arriba a ninguna ley, es más, se puede considerar como una inducción sin
fin, en cambio las otras propuestas de justicia están cercanas a la que hiciera Popper respecto al método
científico aunque no se abandonarían por un caso en contra)
Una de las cuestiones que habría que destacar es que, como vimos al inicio de este capítulo, de
manera general se parte de la idea de que las diferentes nociones de justicia se contraponen, que una
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vez aceptada una las otras dejan de funcionar, sin embargo, se puede afirmar que dada la complejidad
de las sociedades actuales caben diferentes nociones de justicia, dependiendo de situaciones concretas
que solicitan su intervención. En otras palabras, situaciones en las que sea clara la exclusión una
versión de la justicia a la manera de Villoro puede tener cabida, es el caso de las víctimas en nuestro
momento, pero una situación como la superación de la corrupción es bastante probable que se solicite
la aplicación de normas de un sistema jurídico al estilo liberal. Cabe incluso mencionar que esta última
tiene la posibilidad de afirmar que cuenta con los recursos necesarios para superar los casos de
exclusión, de tal manera que la propuesta de Villoro sería una especie de auxiliar de ella, esto es lo que
parece expresar los casos de peritaje citados. Pero el mismo argumento sería un recurso de la versión
teleológica; para ambas nociones es aceptable el principio de no-exclusión que es punto de partida de
las ideas de Villoro, lo que nos lleva de nuevo a la discrepancia entre la posición teleológica y la
propuesta deontológica.
En cuanto a la versión consecuencialista no cabe duda de que tiene como sustento argumentos
prudenciales en su aplicación, en este sentido es bastante cercana a la propuesta teleológica tal y como
la hemos presentado, y con ello se aleja de la versión deontológica; si en esta última su ceguera (la
justicia es ciega) es una condición, en la consecuencialista su visión es su fundamento. Parece
confirmarse pues que la labor de la filosofía en este asunto tiene mucho que hacer, que su trabajo no
está terminado y que la reflexión filosófica es aún necesaria para la sociedad y su futuro
Como se notará la idea de justicia no se encuentra acabada, y si seguimos a Villoro, no acabará
en ningún momento pues siempre habrá algo que aportar al respecto, de aquí se sigue que la filosofía
aún tiene mucho trabajo por hacer para poder dar una visión comprensiva de la justicia en la que los
modelos mencionados sean incluidos en pie de igualdad, eso pienso es lo que demanda el futuro a la
filosofía. Villoro abrió la puerta con su propuesta, hay que atreverse a cruzarla y continuar caminando
por el sendero sin saber plenamente cuál será el resultado, pero tampoco podemos dejar de transitarlo
por el miedo de fracasar.
ESCENARIO.
En nuestros días, como una consecuencia de la Modernidad y la Ilustración, la batalla teórica y
política en lo referente a la justicia la tiene de su lado el modelo liberal sustentado sobre las normas
que le dan un carácter de legalidad al sistema político. Kant tenía ciertas reservas sobre la democracia
pues consideraba que no garantizaba el arribo de los mejores al poder sino que la posibilidad más alta
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se encontraba del lado de la mediocridad, ¡cuánta razón tenía!. Actualmente democracia y legalidad van
de la mano y la experiencia nos ha enseñado que no por ello tenemos alguna garantía de justicia.
Gadamer se quejaba porque en nuestros días lo que se busca es el orden por el orden mismo y la
eficiencia por la eficiencia misma, sin pensar en algún fin a perseguir y mucho menos que ese fin debe
ser todo el tiempo el ser humano. Esto es lo que impera en nuestro país, en un país donde hay un
México profundo, tomando prestada esta expresión de Bonfil Batalla, en el que se piensa y se actúa
constantemente en el bien común, en la comunidad como un fin por sí misma, provocando con ello un
fuerte choque entre esos dos mundos y desde luego, la exclusión de una de las partes, siendo esa parte
siempre la del lado del México profundo. En otras palabras, ese México profundo, para sobrevivir,
tiene que adecuarse a la normatividad, a una legalidad que no emana de su propia comunidad, y que de
cualquier manera lo excluye.
Esta supuesta legalidad nos lleva a incorporarnos en un juego de engaños, pues, como vimos en
los ejemplos de los peritajes antropológicos, se nos dice que hay inclusión porque se pide información
respecto a la situación en cuestión, pero de hecho se excluye cuando llega el momento de dictar
sentencia pues es únicamente el juez quien toma la decisión, y es él quien decide si el peritaje se
incorpora o no en tal decisión. Sin embargo, esta situación actual da pie para considerar que hay de
hecho dos maneras diferentes, si no es que más, de ejercer la justicia en nuestro país; que de hecho hay
un pluralismo jurídico que el sistema imperante se niega a reconocer con todo y las modificaciones a
nuestra constitución política.
Uno de los escenarios que podemos visualizar en un futuro no muy lejano es el de una reforma
que poco a poco le otorgue un lugar importante a las comunidades que hasta ahora han sido excluidas
de la impartición de justicia, es decir, que haya un reconocimiento jurídico del sistema de justicia de las
comunidades indígenas, pero, aunque esto sea un buen avance, se requiere algo mucho más amplio para
cumplir plenamente con el artículo segundo de nuestra constitución, en otras palabras, no se trata sólo
de cambiar leyes sino de cambiar actitudes, se trata también de personas que se reconozcan
mutuamente como iguales sin necesidad de recurrir a ámbitos jurídicos para que ello ocurra. Si en
realidad Kant tuviera razón y mi autonomía me llevara a reconocer un principio como algo que fuera
válido tanto para mi como para cualquier otro, si ello ocurriera repito, no se necesitarían leyes escritas
para vivir en sociedad, sin embargo las leyes escritas permiten, hasta cierto punto, que se cometan
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excesos en la manera de gobernar, o en palabras de Sen, que el pez grande se coma al chico.12 Este
escenario es el de continuar con las formas que hemos establecido, me atrevería a decir, desde antes de
la Independencia, pero sin tocar de ninguna manera el contenido, manteniendo la corrupción y la
impunidad como algo que forma parte de nuestra cultura, que eso somos y que esa es nuestra tradición,
que no podemos luchar contra nosotros mismos, desde luego sin tomar en cuenta que México no es
homogéneo y que la corrupción y la impunidad no forma parte de todo México, y aunque así lo sea de
ello no se sigue que no podamos hacer nada al respecto si en verdad queremos cambiar. La corrupción
y la impunidad son contrarios a la justicia.
El final de párrafo anterior nos lleva a visualizar otro posible escenario, aquel en el que los
ciudadanos toman el destino en sus manos con la pretensión de formar un país más justo, ¿es esto
posible? Muchos dirían que no, pero eso hicimos tanto en el periodo de Independencia como de
Revolución, construimos un país. Claro que aquí nos surgen dos cuestiones, primera, tanto en la
Independencia como en la Revolución caímos con el tiempo en la corrupción y la impunidad, y esto es
cierto pero no por ello hay que partir de la idea de que no tiene ningún caso llevar a cabo algún cambio
pues con el tiempo caeremos en lo mismo, de lo que sí podríamos partir es del principio de que
cualquier sistema político, como en la segunda ley de la termodinámica, tiende al caos y por eso se
requiere controlarlo y vigilarlo con la participación ciudadana constantemente, es decir, un sistema
republicano. La otra cuestión a tomar en cuenta es que los grandes periodos de nuestra historia que aquí
estamos tomando como ejes necesitaron de un fuerte movimiento armado, una guerra civil que
ciertamente nadie quisiera, pero creo que no es el único camino para lograr amplios cambios, los
multitudinarios movimientos sociales lo pueden lograr sin llegar al extremo de una lucha armada, o tal
vez esto sea un mero deseo mío.
12 Uno puede pensar que en realidad hace algunos ayeres el pez grande se comía al chico de manera bárbara, simple y
sencillamente porque podía y que llegó el momento en que esto se volvió insoportable para la propia sociedad, de tal
manera que a esos que así se comportaban se les dijo, “antes te comportabas con tus congeneres de manera bárbara, a
partir de ahora contarás con leyes que te permitan hacer lo mismo pero de manera justificada, civilizada”. Esto bien
podría ser un corolario de aquella afirmación de Tácito de que un Estado mientras más corrupto es, necesita más leyes
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