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Lo de antes (antecedentes de dos vidas)
En eso de reivindicar el derecho a la tristeza, va incluida la nostalgia y el recuerdo.
Cuando salí de casa, lo hice por aproximación. A una vida nueva. Con mis
palabras extendidas. En ese vuelo hacia la libertad. Y es que todo comenzó
cuando, en sueños, vi a Catalina Ramírez. Con ese hálito de misterio. Conversaba
con ella. También reíamos. Tal vez, en el imaginario vivo. Cuando nos decíamos,
en lo hablado, una proclama. Siendo, en veces, mensajes estrechos. Como ese
que permanecía en mi memoria, Como en otro tiempo. Ella decía no entender.
Expresando potente duda. Decía que no estuvo conmigo en el barriecito amado.
En ese Medellín que recién comenzaba. Le dije, yo, que era cierto. Es más, le
señalé un detalle, a manera de código. Ese escarpado vago. En el solar de
Juliana. En ese diciembre que recién comenzaba, Era un universo de luces de
colores azul y rojo. Un farolito encendido, fue nuestro mudo testigo. Le hablé,
también, de ese nicho que habíamos construido, De ladrillos color café y piso en
arenilla. Nos besamos al terminar la obra. Y que, ella, susurró las palabritas
aquellas: “estoy destinada vos.” En una coquetería embriagante. Le dije, también,
lo mucho que teníamos para caminar. Y que, lo digo yo ahora, se suponía que
iríamos hasta el mar. En la intención de vagar en esas aguas saladas. Pero
solidarias, aún en sus bravías horas, en la tarde, Cuando el padre Sol, se
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embriaga de ternura, Mirando a la Luna. Recibiendo todas las voces todas. Mar
adentro estaba los barcos y las sirenas.
Después, cerré la puerta que daba entrada y salida, a mi cuarto. Mamá no lloró.
Aun en el entendido de la soledad. Y que, como madre soltera, no habría lugar
para aspirar a un hombre más o menos de su talante. Simplemente me bendijo. Y
no supe más de ella en lo que me quedaba de vida. Andando el tiempo, quise
reparar mi memoria. Para poder contar que había sido en mi infancia temprana. Y
dibujé un letargo. Una opción un tanto herética, pero que ella pretendía disipar. Y,
de verdad, que no supe interpretar sus palabras. De lo que se trata, ahora, es
hilvanar los hechos. De tal manera que volvamos a esa línea, en el tiempo, que
hizo de nuestras vidas, postulados válidos.
En ese mismo momento, en que cerré la puerta de mi cuarto, comprendí que, mi
viaje en sí, iría por un camino distinto al que había previsto antes. Un tipo de
recordación, el de ahora, más cifrado en aquello que yo no conocía. Como ese
universo de haceres que no había entendido. Por lo mismo que había llegado a un
punto estacionario. Viviendo la vida, desde esa infancia temprana, tratando de
revivir la imagen de mi papá. Al parecer nunca lo conocí. Tal parece que mi
memoria no alcanza. Es, más bien, un imaginario famélico. Como en vía de
extinción, desde el mismo momento en que creí que existía en mí.
Supe de él mediante una historia de vida que contó mamá. Un domingo de agosto,
mientras se celebraba mi cumpleaños tercero. Lo dibujó en ese vuelo que tienen
las mujeres. Retrotrayendo su misma memoria, hasta ese comienzo de siglo.
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Cuando lo conoció en San Jacinto. Empezaron a comunicarse en el lenguaje de
palabras de calidez. Luego, él empezó a visitarla en la casa de la abuela. Se
tuvieron un lunes, justo en la fiesta de Corpus, estando en el paseo que había
organizado el abuelo. Tal parece que la preñez fue inmediata. El abuelo y la
abuela coincidieron en echarla de la casa. Y, mi mamá, no tuvo otra alternativa
que solicitarle a su amiga más cercana, un refugio transitorio. Mientras, según ella,
llegaba mi papa… Así lo había prometido.
Nunca llegó. Entonces, mamá Escolástica, tuvo que buscar un horizonte para
viajar. Horizonte precario. Llegó a casa de la señora Oliva. Una amiga de la
abuela. Empezó a pagar la estadía, lavando ropas. Un ejercicio que, cada vez, se
hacía más agotador. A la velocidad de mi crecimiento.
A Catalina Ramírez le pasó lo mismo. A causa de la refrendación de mi condición
de macho perverso. La había convencido de aligerar nuestros espasmos. Yo
había aprendido eso de los orgasmos, en una revistica que me prestó Leonidas. Y
sí que logré mi cometido. A partir de esa retahíla de palabras lisonjeras, perversas.
Ejerciendo como violín de tu danza y canto, me ha dado por recorrer todo lo que
vivimos antes. Toda una expresión que vuelve a revivir el recuerdo. De mi parte te
he adjudicado una línea en el tiempo básico. Para que, conmigo, iniciemos la
caminata hacia ese territorio efímero. Un ir y venir absoluto tratando de encontrar
la vida. Aquella que no veo desde el tiempo en que tratamos de iniciar los pasos
por el camino provistos de un y mil aventuras. Como esa, cuando yo tomé la
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decisión de vincular mis ilusiones a la vastedad de perspectivas que me dijiste
habías iniciado; desde el mismo momento en que naciste.
Todo fue como arrebato de verdades sin localizar en el universo que ya, desde
ese momento, había empezado su carrera. Y, por lo mismo entonces, la noción de
las cosas, no pasaba de ser diminutivo centrado en posibles expresiones que no
irían a fundamentar ninguna opción de vida. Viendo a Natura explayarse por todos
los territorios que han sido espléndidos. Uno a uno los fuimos contando. Haciendo
de ese inventario un emblema sucinto. A propósito de sonsacar a los tiernos días
que viajan. Unitarios y autónomos. En ese recorrido nos situamos en la misma
línea habida. Situada en posición de entender su dinámica.-
La vía nuestra, fue y ha sido, entonces, un bruma falsa. Que impide que veamos
todos los indicios manifiestos. Y que, en su lugar, incorpora a sus hábitos, todo
aquello que se venía insinuando. Desde ese mismo anchuroso rio benévolo. Y, de
mi parte, insistí en navegar contracorriente. Tratando de no eludir ninguna bronca.
Todo a su tiempo, te dije. Y esperamos en esa pasadera de tiempo. Y volvimos,
en esos escarceos, a habilitar la doctrina de los ilusionistas inveterados. Todo, en
una gran holgura de haceres trascendentes.
Y, ya que lo mío es ahora, una copia lánguida de todo lo que yo mismo había
enunciado en ese canto a capela. Y que traté de impulsar, como principio aludido
y nunca indagado. En esa sordera de vida. Solo comparable con el momento en
que te fuiste. Y entendía que no escuchaba las voces. Las ajenas y las nuestras,
Como tiovivo enjuto. Varado en la primera vuelta. Y que tú lloraste. Pero seguía el
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olvido de tus palabras. Porque ya se había instalado, en mí, la condición de no
hablante, no sujeto de escucha. Mil momentos tuve que pasar, antes de volver a
escucharte. Y paso, porque tú ya habías entendido y dominado el rol del silencio y
de la vocinglería. Contradictores frente a frente. Y que empezaste a enhebrar lo
justo de las recomendaciones que te hicieron los dioses chicaneros.
Tu irreverencia se hizo aún más propicia. Yendo para ese lugar que habías
heredado de las otras mujeres plenas. Hurgando, en ese espasmo doloroso, me
encontré con tu otro nombre. No iniciado. Pero que, estando ahí, sin uso. Lograste
la licencia para actuar con él. En todas las acechanzas que te siguieron desde ese
día
Yo, entonces, me fui irguiendo como sujeto desamparado. Viviendo mi miseria de
vida. Anclada en suelo de los tuyos. Y me dijiste que era como plantar la
esperanza. Para que, después que el Sol deje de alumbrar; pudiésemos
enrolarnos al ejército de los niños y las niñas que, a compás, de tu música, iban
implantando la ilusión en ver otro universo. Sin el mismo Sol. Muerto ya. Tú debes
elegir cual enana roja estrella nos alumbrará
Insípido tiempo. Este que deambula por ahí como si nada. Aun sabiendo que lleva
en sí, ese tejido nefasto de violencia. De insania viva a toda hora y día. Con esos
niños y esas niñas que van y vienen sin horizonte. A cuenta de opciones de vida y
de conceptos, que las y las sitúan en posición de ser vulnerados por vejámenes.
Abiertos, asincrónicos. De aquí y de allá. Como si fuese único horizonte habido y
posible. O con esas mujeres nuestras, matadas. Vulneradas. Como sopladura en
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ese vahído maldito. Que nos cruza. Que las infiere como simples expresiones de
vida sin pulsión válida. O, en esos dolores todos. Asumidos como vigencia y vigía
circundantes. Como si fuese oxígeno necesario para vivir, así. En esa penuria de
alma y de valores. Que están ahí mismo. En ese ir y venir de toda hora y
momento.
Y sí que, entonces, este tiempo es tenido en cuenta como referente de las
gobernanzas. Huero y hueco soporte de haceres alongados, potenciados. Erigidos
como valores universales, a ser acatados. Como simbología que se torna
proclama de recinto en lentejuelas soportado. Como vasos comunicantes, hechos
hervideros de solapados agentes. Sujetos catalépticos, que obran como momias
vivas. Revividas a puro golpe de normativas. Y de imperativos. En esa lógica con
nervadura trinitaria. Con horizonte impúdico a lomo del gestor virulento, aciago,
cicatero, malparido. En lo que esto tiene, no de referencia a mujer ninguna. Más
bien como cuerpo y vida hecha y contrahecha, a partir de manuales pensados
para armar. Rompecabezas, con piezas preestablecidas. En eso que tienen todos
los modelos construidos. A semejanza de rutinas, pensadas en catacumbas
pútridos.
O, en esa ironía que da la vida, ver rodando y crescendo, la búsqueda de orquesta
que partitura interprete. En cualquier opción de pentagrama. Así sea en RE o en
Do desparramado. Erigiendo, como expresión con algún sentido y tono, la
vendimia de los saqueadores de culturas y promotores de lobotomías colectivas.
Directrices hechas y, por lo mismo, diseminadas. Como pandemias. Expuestas al
viento. Para que vuelen. Y que, volando, hagan aplicación en su derrotero. Aquí y
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allá. Como en el ahí de los troyanos sorprendidos. Como esos inventos de toda la
vida y de todos los días. En cuanto que somos sujetos y sujetas de locomoción,
entre incierta y cierta. Viviendo en una u otra entelequia. Qué más da. Si todo lo
habido ha sido y será, secuencia a perpetuidad pensada. O no pensada. Siendo
cierto, eso sí, que lo que más odian y han odiado los exterminadores ha sido y es
a la fémina ternura. Tal vez, más por ser fémina que otra cosa.
Y, yendo en ese por ahí, tortuoso e in-sereno; hemos ido encontrando lo avieso de
las conjuras. Hemos ido andando el pantano. Que succiona los cuerpos y las vidas
en ellos. Caminando lo empinado y pedregoso. Como yendo al lugar que
conocimos como cuna de Pedro Páramo. O en el cuarto frío, en tierra en que vivió
el que encontró la perla casi viva; en la nomenclatura de palabras en Steimbeck.
Y sí que, en ese envolvente torbellino de vidas juntas. O en las soledades solas de
Kafka. O en lo insólito vivido por el sujeto sutilmente áspero de Camus. O, en esa
comunidad internalizada, viviente y compleja de Cortázar en su Rayuela. O, en fin,
en ese saber que somos. Casi siempre sin haber sido nosotros y nosotras. Ahí, en
ese tejido de vida pasando y pasando. En este maldito tiempo de cronología que
mata. Por lo mismo que, siendo tiempo, no redimido. Por lo mismo que redención
es sinonimia de puro embeleco mata pasiones y mata ilusiones.
Será por eso que yo, en mi íntimo yo incierto y perturbado, sigo amando a esa
ramera propuesta por Manolo Galván. En esa simple letra, en canción casi clisé
zalamero. O, en esa misma línea, sigo amando a la amante del puerto que dio
origen a la otra simpleza del “hombre llamado Jesús””; el hijo de esa que entregó
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su cuerpo a quien pasó primero. Vuelvo y digo: será por eso. Por tantas simplezas
juntas; que sigo viviendo a diario, con la dermis ilusionada, expuesta, a lo que
pasa, pasando. Tal vez pobre sujeto, insumiso empedernido. Que sigue atado a
cualquier canto de letra compleja o fútil. Pero expeliendo más vida que este
tiempo enjuto. Pletórico de sujetos, serios. De pies en tierra, dominando. Valgo
más yo, como sujeto ingrávido de fácil volar, volando.
Parte uno
Juvenal Portocarrero, colocó el texto que estaba leyendo, en su mesa de noche.
Se sentía como sujeto empalagoso. Como esos que quieren terminar una lectura,
pero que retrotraen el quehacer, buscando algo…no se sabe qué. Vino a su
memoria el trajín del día. Visita al Museo de Especies en vía de extinción. Luego
su conferencia acerca de “Los pasos Olvidados en las Historia”, Percibió que no le
había ido muy bien. Juliana, una niña de escasos quince años lo había increpado
en esos de las figuras que la psicología denomina “estados de pensamiento
vacíos”. Algo así como tratar de recordar los desafueros de la razón. No tanto en
términos kantianos. Más bien en lo que se llama, ahora, lo cotidiano como brújula
necesaria”. Se sintió molesto, al ver que no le fluían las palabras necesarias y
adecuadas. De todas maneras incursionó por la vía aristotélica. En eso de los
“mundos y sus visiones”. Juliana no quedó a gusto con sus respuestas
improvisadas.
Salió del campus universitario, acongojado. Porque n, el mismo, supo de sus
debilidades al momento de responder inquietudes. Como cuando, en cada uno de
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nosotros y nosotras, se asoma la debilidad en lo cotidiano. Se decía, “yo he sido
muy bueno a la hora de escribir y expresar opiniones en extenso. Lo cierto es que
llegó a su casa desanimado. Recordando, incluso, que no quiso atender a la
señorita Juliana, al salir del campus.
Lo que leía “Cuaderno Dorado# de Dorado escrito por Doris leasing, premio Nobel
de Literatura en 2007”, era algo así como ese sucedáneo que necesitaba para
tratar de demostrar u ilustración literata. Pero no más. Un recorrer el camino de la
lucha feminista. Aquí y Ahora. No había logrado descifrar las postulaciones la
escritora. Por lo mismo casi despedaza el texto en un arrebato de ir4a. Justificada
por la derrota que había sufrido en su conferencia.
Antes de acostarse, trató de dilucidar su verdadero escozor. Su fastidio. Su
vergüenza. Hasta que, simplemente, dejó de pensar y de hablar consigo mismo.
Una vez en la cama, trató de recordar su historia. Desde su infancia primera.
Auque tarde se dio cuenta que, su hogar, no fue más que sumatoria de
obviedades. Todo por cuenta de papá Rigoberto y mamá Sara. Unas ínfulas de
catedráticos poseídos de enorme egolatría. Y, como único hijo, sufrió los
mandatos académicos. Ante todo de papá Rigoberto. Había graduado como
“doctor en Historia Comparada”. En ese tipo de desarrollos temáticos, ampulosos.
Ahora, él. Los veía e interpretaba como mediocres teorías de un sujeto que nunca
supo que la vida es más que simple vivirla.
Se levantó en la madrugada, No había podido conciliar sueño. Una rutina de
imágenes incorpóreas la azotaron durante la noche. Una vez en pie, trató de
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serenarse. Recibió el periódico y leyó algunas líneas. Por ejemplo: “…se calienta
el país, con las declaraciones de Valencia Benjumea, presidente.”. Fue, algo así,
como volver a la realidad. De un país casi destrozado. Políticas absurdas,
trazadas para tratar de conjurar la destrucción de la ideología. Como cuando uno
se da cuenta que hemos recorrido caminos de repetición. Validando eso del decir
popular “los mismos con las mismas”
Encontró a Juliana a la salida del Liceo “Giordano Bruno”. Ella estudiaba allí,
desde grado sexto. Tal parece que no fue tan fortuito el encuentro; Más bien como
león herido en sus ínfulas de intelectual pristino. Pero, a su vez, ese pulso latente
que convoca a volver a mirar a la mujer que deseas. En esto iba mucho la noción
que, Juvenal, tenía aparentemente claro. Juliana mucho menor que él. Casi podría
ser su padre. Cuando Juliana salió, Juvenal la abordó. El pretexto, tenía que ver
con un libro titulado “ De las cosas que pasan en nuestra vida”. Un autor muy
conocido, Epaminondas Sanjuán. Un texto que, aunque farragoso, exponía una
intención, más allá de la simple historia etérea. Más bien un posicionamiento en la
hora temprana de Sigmund Freud. Cuando éste recorría las fuentes de Sócrates.
Su ética y su perspectiva de los sujetos. Como cuando, en el discípulo del
maestro. “Aristóteles”. Un embriagante insumo de potencia ideológica. Similar a la
de Aristófanes, en su seguidilla de expresiones de una democracia ateniense.
Juliana recibió a Juvenal, con una risa sincera. Una expectante. Quería
profundizar con Juvenal, eso de la doctrina asociada a la teoría de la historia,
cuando se cuenta con documentos heredados de fuentes más o menos veraces.
Así como los recursos teóricos a partir de las intuiciones derivadas de lo inmediato
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soportado en la hilatura cotidiana, contada por hombres y mujeres partícipes de
momentos, preferiblemente espontáneos. De eso que requiere de la vivencia y su
entendido. Más allá de cualquier especulación hegeliana.
Juvenal la invitó a recorrer el parque. Aun siendo conocedor de la disciplina a la
que estaba acostumbrada la autoridad de papá Olegario y mamá Cristina. No
siendo un hogar autoritario, era más lo de acceder a una rutina coloquial, pero
inmersa en principios obvios de cuidado elemental. Juliana se mostró de acuerdo
con la invitación. Pero solo por una hora.
Un envolvente universo de decires y expresiones relacionadas con la
internalización de los sujetos. Pero, asumiendo como punto de partida el exterior
como exógeno principio e insumo. Juliana expuso su teoría simple, pero de gran
dimensión. Algo así como lo social construido a partir del quehacer de los y las
sujetos. Nunca en aceptación del llamado recurso premonitorio y/o de los haceres
predestinados. En su clase de “historia de las religiones”, compartía
permanentemente este tipo de expresiones con el profesor Asdrúbal. Un bello
sujeto, en el cual la ternura, iba acompañada de una solidez conceptual y teórica.
En una de sus clases, antes de terminar el primer periodo académico, hizo una
lectura y reflexión de un texto escrito por él en el proceso de una investigación
acerca del rol asumido por los cristianos, unos años después de la muerte de
Jesús. Era algo así como la relevancia de estudiar y comparar los escritos
antiguos con las realizaciones de este tiempo. Juliana conservaba el texto original
escrito por el profesor Asdrúbal. Lo leyeron juntos…
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Dos caras, a propósito de Orígenes y de Melisa
I(Dos caras)
Dijo que estuvo Antioquía, buscando a aquellos que vivieron con el Maestro.
Siendo ya confeso partidario, necesitaba conocer más de cerca las condiciones en
que se había desarrollado la doctrina. En todo eso que tenía de enigmático y
susceptible de transformación bicéfala. Tal vez con un recuento de Hechos,
conocido de parte de Lucas. En esa inmensidad de caminos. Tanto en lo
conceptual; así como también en lo plebeyo de la casuística. En un tiempo en el
cual el mensaje estaba aún vivo en lo inmediato.
Hizo alusión a las contradicciones fundamentales. De un lado la opción judía que
reclamaba una versión apologética de la enseñanza mosaica. Por la vía de
entender la posibilidad del salvamento, ligada al ritual de los circuncisos. Algo así
como la generación espontánea de la fe primera.
Y es que Pablo de Tarso, convertía su discurso no en lo efímero y liviano del
conocimiento. Por el contrario, soportado en la verticalidad. Así se lo hizo saber a
Santiago, el hermano del crucificado. Como quiera que, en ciernes, existía la
argumentación básica para asumir la perduración doctrinaria. En una conexión
indispensable con el mandato no conocido en escritura. Más bien, una herencia,
centrada en la transmisión verbal. Por lo mismo que la orientación había sido
difundir la hermenéutica de la condicionalidad teórica, referida a entender la
relación causa-efecto; en una perspectiva trascendente.
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Un azoramiento visceral, cruzaba ese momento crucial histórico. Como una
especie de vena rota que convoca a surtir las proclamas. Con arrebatos místicos,
en principio. Pero racionales en lo que esto tiene de asumir los íconos
indispensables. Ya lo diría, casi cinco siglos después Sor Juana Inés y Juan de la
Cruz; por la vía del catecismo lírico. En una exaltación continua del viaje hacia el
conocimiento de Dios; a partir de una versión herética, sublime
Si hubo o no transgresiones, en razón a la profundización del conocimiento, no se
puede afirmar en términos absolutos. Lo que sí quedó plenamente claro, son las
condiciones que debía prefigurarse antes de la proclamación evangélica. Con todo
a lo que conllevaba. Es decir, ese ilusionario universo de ideas y, de otra parte, de
dificultades no superadas. Como en esa noción de trámite, casi notarial que
acompaña a toda heredad teórica, poco sistemática y mucho de confusa.
Es decir, visto en esa dinámica, el movimiento de persuasión en lo que
correspondía a la ética y a la religiosidad; no tenía grandes motivaciones. No
había posibilidad de encarar los retos propios de la explicación y justificación de la
teoría en sí. Inclusive, porque ser o no cristiano, seguidor de la palabra hablada de
Jesús, se había convertido en una didáctica aplanada. Con la mirada puesta, más
en la vivencia que fue real e inmediata; que el escenario filosófico y teológico.
Pablo, por esto mismo, caminó hasta deshacer el cuerpo físico y reconstruir el
cuerpo doctrinal. Siempre por una vía, tan profundamente humana, que a cada
nada la eclosión del mensaje se tornaba en simple borbotón de frases
inacabadas.
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Y lo encontraron, cualquier día, al lado de Santiago, tratando de descifrar por si
mismos los secretos internalizados de la Escuela Farisaica. En ese ir y venir de
expresiones monosilábicas. Casi como mero susurro. En una envoltura ya lejana,
como pensamiento y como afinidad directa con el Dios perdido. Y, Santiago, no
atinaba a ser coherente. Como cuando alguien no ha tenido claridad acerca de lo
vivido. Mucho menos acerca de lo trascedente de ese haber vivido de cerca el
proceso de martirologio.
Otra cosa, bien distinta, hubiera sido la historia de lo sagrado como proceso, si
Sor Juana Inés y Juan de la Cruz, hubiesen vivido mil quíntenos años antes y
estuvieran allí, con los dos reunidos.
Tertuliano estuvo, ese día, trillando su discurso. El mismo. Como referente lo
cotidiano en el actuar de los apologéticos de la diáspora. Tal vez, en lo más
íntimo, el conocía de su equivocación al elegir ese camino. Pero ya no había
vuelta atrás. El conflicto se había profundizado. Tanto que, el judeocristianismo
sucumbía como opción única válida en el proceso de consolidación del
monoteísmo mosaico. Ya, la devertebración, estaba acunada. Porque no había
por donde ni con que desglosar las doctrinas básicas.
En ese tiempo, la división política y administrativa, comprometía una noción
primaria del concepto de estado. Por una vía apenas lógica, dado el contexto. Una
configuración geopolítica con fronteras tan delgadas, que el Imperio Romano, se
deslizaba hacia una figura de poder un tanto extraviada. O, para decirlo mejor, en
el cual las directrices cruzaban territorios acicalados con ese universo de opciones
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de interpretación en términos de lo que pudiera constituir el referente básico. Una
posición dubitativa. Entre la permanencia de la ortodoxia fundamental del
politeísmo inherente a las convicciones heredadas. Y el crecimiento de lo tripartito.
Fundamentalmente en lo respecta al fariseísmo político-administrativo, el
judaísmo venido directamente desde las escrituras antiguas, mosaicas y los
hechos asociados a la nueva versión mesiánica; habida cuenta del crecimiento del
mensaje de Jesús. Como Nuevo Gran Profeta.
Rondando “El Templo”, como instrumento físico; fortalecido, reconstruido en
gobierno de Herodes el Grande. Y que se hacía escenario de confrontación. En
diatribas portentosas. Casi como acariciando la contienda precursora de un nuevo
régimen político-religioso. Vista, la nueva ideología como herética y como
originada en especulaciones, más que en doctrina sólida. Porque, en lo cotidiano,
ya estaba hecho el ejercicio. Ya había un discurso y unas acciones de
proselitismo, permeado por una nueva noción de Dios Significante; en necesidad
de retar a la humanidad que se deterioraba cada día más, a partir de escindir y
extraviar el acumulado histórico y religioso. Inclusive, con el agravante que era
casi imposible dilucidar contenidos.
Y es que Tertuliano pretendía zanjar la confrontación (casi cieno cincuenta años
después) una disputa que empezó a trascender la simple arenga. Por lo mismo
que, a la par con la confrontación centrada entre el Imperio y la tripartita
amalgama contestaría; se iban desgranando posiciones menores, pero adheridas
al mismo piso originario. Ya los fariseos administradores, tenían un disenso, por la
vía de los zelotas. Siendo estos una representación grupal, enfrentada con el fisco
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romano. Y allá, en Jerusalén, se hacían excesivamente fuertes. Casi como
desplazando todo el contenido mismo de las expresiones judeocristianas.
Daba cuenta, el rico propietario y esponjoso crítico leguleyo, de pretensiones un
tanto militaristas. Como si evocara, hacia atrás, los condicionamientos propios de
la historia religiosa asociada con el Pueblo Judío. De la dirección política de
Moisés y de su capacidad para establecer con sus dirigidos una relación de
prepotencia centrada en los Diez Mandatos Fundamentales. Y se hizo fuerte,
Tertuliano, a partir de su ofensiva en contra del decantamiento en la doctrina,
realizado por Pablo de Tarso. Algo así como, en una seguidilla de torpezas a
nombre de la ortodoxia.
Los Juegos Olímpicos en 165, marcaron el surgimiento de otra arista en la
confrontación. Marciòn, empezó a ejercer como opción preponderante. En un
entramado de confusión. Al menos en lo que respecta al significado de la
propuesta de los eirenos. De la razón de ser de la variante en Peregrino y su
inmolación, e nexo con la defensa de sus postulados fundamentales.
Ya estaba dicho, diría Pablo de Tarso, de lo que se trata es de la preservación del
hilo conductor básico. De no dejar extinguir el fuego del cristianismo; por la vía de
ignorar que la confrontación con la teoría helenizante, no era otra cosa que
expresiones de la dinámica misma de la contradicción. Entre el Jesús histórico,
ambivalente. Y el Cristo, resucitado. Es decir, no surtir teoría escindiendo las dos
partes. Por el contrario, haciendo cohesión. Centrando la divulgación en el
ejercicio doctrinal, a partir de ese equilibrio. Y, tal vez por esto último, la Trilogía
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Pablo-Santiago-Pedro, se fue deshaciendo. Porque no cabían ambigüedades;
siendo como era el momento de decisiones.
Lucas, en apariencia, esperaba descifrar los nuevos códigos propuestos por El
Reformador. Pero su estreches intelectual, dio lugar a la escritura de los Hechos,
de su versión evangélica, como palabras agrupadas en una linealidad que no da
cuenta de la estructura doctrinal del Maestro y de sus acciones. Por ahí, entonces,
Lucas se tuvo que contentar con el distanciamiento. Lo que podría llamarse bajo
perfil. Solo pasados casi doscientos años se vino a exhibir el escrito suyo, en
cierta hilatura, por lo menos cohesionadora.
Ya andaba Popea con su Nerón. Y ya había pasado el momento histórico de
Herodes el Grande. Y sus sucesores, Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo,
vieron diluirse el poder entre sus manos. Y, el crecimiento de los cristianos y los
judeocristianos seguía siendo disímil y agrandado en confusión. Un tanto
remontando la historia del antes de, los esenios, Anàs, de Aarón, de los levíticos.
Se encuentra nuestro Tertuliano, confeso ignorante, de frente con esa
historiografía. Que solo logra dilucidar en lo inmediato primario de las andanadas
en contra de Pablo. Y siendo así, se erige en defensor de la diáspora, casi que por
simple ley de la gravedad.
Cuando Popea incita, entonces viene a cuento la tragedia de Juan El Bautista. Ya
ahí, en el mero episodio de la acción iniciática de Jesús. En el agua, como agua
pura que remite a borrar rastros; estaba presente, en latencia casi, la diversidad
estatutaria. Si es quien, Jesús, superior a quien es Juan El Bautista; es un circulo
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que nunca se cerró. Y lo mismo va para la designación del espacio temporal para
el ejercicio sacramental. Si, en ese contexto físico y conceptual de Templo
Sagrado. O de, en menor dimensión, el propio Sanedrín. El ir y venir de las
acciones y sus consecuencias.
Perdiendo la cabeza El Bautista, como que se pierde en el tiempo la posibilidad de
la dilucidación. Quedan, entonces, en remojo parte de los orígenes. Y se remonta,
otra vez, predecesores. No solo en lo que hace alusión los hacedores de profecías
en el pasado. También en cuanto a los nexos con posturas de los clásicos
helénicos. Desde Sócrates hasta Aristóteles; pasando por las opciones
propuestas por Séneca. Siendo, eso sí, la partición de las Doce Tribus. Y las
enseñanzas, en torno al Dios Vengador e Iracundo, de Moisés. Y la noción de
sacrificio, en términos de la conminación a Jacob. Y, a su vez, la herencia máxima
doctrinal judía propiamente dicha.
Cuando Constantino entra en baza, el manejo de las contradicciones no se ha
atenuado. Y no tenía por qué. Seguía siendo referente el consolidado de Pablo y
sus prístinas propuestas de vaciar los contenidos de la diáspora; de tal manera
que pudiese decantarse la enseñanza en sí. Ya no de su misterio en relación con
la opción trinitaria. Ni con el símbolo propio pentecostal.
Haciéndose, como en verdad se hizo, converso utilitarista. Propiciador de recursos
físicos. De poder y de obligatoriedad deriva de él; sumerge a la doctrina en un
pozo absolutamente obscuro y contradictorio, de por sí. En este contexto, la
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aparición de Orígenes y de sus reflexiones filosóficas, proveen de nuevo
instrumento a la teoría del de Tarso.
Nuestro Tertuliano, pues, se fue extinguiendo. Él mismo se dice y se replica. Y se
va diluyendo en los avatares propios de una dinámica que lo trasciende. Y,
cualquier día, lo encontramos inmerso en su propio discurso. Ahogado en sus
propias palabras insípidas e intrascendentes.
Yo, en Melisa Vivo. Como en Egea doliente Como que estaba yo sumido en
tinieblas. Y relampagueante vino Cronos en búsqueda de Egea la Madre mía. Y
que, en el Urano naciente, decantaron las cosas habidas. En tránsito elocuente.
Por la vía de la partición de lo circundante. Como propio Dios avieso. En
elongación propuesta; al término del vivir manifiesto. Y me embolaté en roles. Lo
permitido era casi nada. Por lo mismo que el Zeus venido, hacía de su séquito de
nubes una expresión primera. Una vía encarnada en lo que supo, después, por su
madre valerosa. Que engañó al engañador pétreo. Y que hizo de él, torrente de
vida plena. Esa Rea vigorosa en puño de voz de acción. A partir de la profecía de
Urano. En teniéndolo lo ocultó. Una expresión de viva potencia. Y, allí, con las
Horas hechas en separación del mundo terreno. El de Egea viva. Y lo arroparon
en la Creta posible. Como cuna para albergar al bienvenido y bien protegido. Y, en
la avanzada misma, Hefestos, castigado por el avieso Cronos, empezó la agenda
que haría posible el Trono mismo para el admirado. Ese Zeus vibrante, apoyado
en la hermosa cabra Amaltea. Y, por ahí mismo, se fueron dibujando los pasos y
las potenciales acciones. Con Melisa, abeja admirable y solidaria, empezaron a
acuñar al latente Dios en ciernes. En la posición de albergar a cada día; aquello
20
que solo sería posible, con el arrebato mismo de la pasión concreta. Con esos
inicios desparramando alegorías y trinos.
Un cantar venido y habido. Y, cada quien, como yo mismo, embelesado en lo que
sería euforia en transcurriendo el día. Y la noche postulada. Como manto para
evitar la soledad y la agonía. Provenida desde allá mismo. Desde la creación
primera. Y que, yo, sin asirla sucumbía en los quebrantos de lo que me albergaba.
Como territorio y como proclama perdida. Por ahí, vagando. Con el alma
endurecida. Con esos pliegues de ternura perdidos. Desde que había perecido la
gran Metis acompañante. Desde que no supe más de la Melisa mía. O de Zeus…
En fin que me di a la tarea de ser yo único. En esa intención presenta, cada día,
de penetrar la Tierra misma. La Egea sumida en simple trozo pasivo y ceniciento.
Y, por ahí que fue la cosa, me fui poniendo el rótulo de doliente humano presente.
Perdido. Ausente. Venido a menos, como cualquier coloquial verso cantado por la
Luna misma.
Y sí que, deambulando en lo que soy, fui perfilando el futuro seré. Anclado en los
testimonios perdidos. Nunca encontrados. De lo que Prometeo dijo al momento de
nacer. En esa elocuencia viva de tejedor de verdades y de haceres en solidaridad
conmigo y que todos y todas. En ese ir yendo de sabiduría y de solidaridad
perenne. Como cuando veía, yo, coser los hilos a mi madre. Para la cobija. Para
las vestiduras mías. A cada paso y a cada momento de realidad posible. O
imposible. Según la lectura que cada quien quiera hacer. O inventar.
21
Y sí que, en crecimiento necesario, me fui acercando a mi yo concreto. Palpable.
En construcción de lo que pude haber sido. En derrota de la decrepitud. Me
acerqué al ser Lacaniano. Invertido. Puesto en el pellejo de lo propuesto por
Freud. Como Dios silente. En cantilena expresada. En el derrotero incipiente. O
real. O ya culminado. Cualquiera cosa dicha, se tornaba en la preclusión de lo
propuesto. De lo ejercido. De lo manifiesto. En ese aquí y allá dicho. Vivo.
Escudero, yo, de lo que vendría. Entre el Lacan insidioso y herético. Y el Freud,
cimentando cada yo sujeto puesto. Manifiesto. Ahí postulado y previsto.
Y sí que se derrumbó mi vida. La vida. Esa que, en mí, se tornó en bicicleta de
tres pedales. Sujeto en posición crítica. Perdularia. O cimera, en lo que esto tiene
de haber estado. O estar. O seguidilla de haceres y de propuestas. En la
vaguedad sombría. De mi Luna. O del lado del Sol hiriente. Como martinete
machacante. Perenne. O efímero. O doliente. Como cuerpo atravesado por la
daga mía. O de cualquiera. Que, en fin, no volví. Y no volveré. Ante la Egea
promiscua. Sabedora de lo que pasa y pasará. Aquí. En donde estoy hoy. Pero
que no estaré mañana.
II (La diosa amada)
22
El erizado cabello estaba ahí. En cabeza de ella; la que solo conocí en ciernes.
Como al relámpago no sutil. Por lo mismo que como afanoso convocante. Siendo,
como es en verdad, una especie de alondra pasajera y mensajera. Se me parece
al verdor de los bosques que crecen en silencio. Sin sentir unos ojos
ensimismados por su pureza; siempre presente. Creciendo en lentitud. Pero,
siempre, en ebullición de células, en trabajo constante. Haciendo real lo que
potencial al sembrarlos era.
En verdad no la había visto pasar nunca. Como si la urdimbre de la vida en ella,
no fuera más que simple expresión de fugaz cantinela. Abarcando circunstancias
y momentos. En sentimientos explayada. Como momentos de transitorio paso.
Por cada lugar, muchas veces umbríos. Como simple pasar de largo. Sintiendo lo
que está; como si no estuviera.
Y así fue siempre. Cada ícono suyo, más velado que el anterior. Como Medusa
incorpórea. Solo latente. Sin Prometeo ahí. Vigilante. Hacedor del hombre.
Acurrucado en esa veta grisácea. Tejiendo el lodo. Amasándolo. Hasta lograr
cuerpo preciso. Y, soplado por Hera, vivo aparece. En los mares primero. Tierra
adentro después. Locuaz a más no poder. Por lo mismo que el jocoso Hermes
robó el tesoro vacuno de Apolo. Y lo paseó en praderas voluntarias. Que
ofrecieron sus tejidos en hojas convertidos.
En esto estaba mi pensamiento ahora. Cuando vi surgir el agua. Desde ahí.
Desde ese sitio en cautiverio. Y la vi correr hacia abajo. Rauda. Persistente.
Siendo, en esto mismo, niña ahora. Y va pasando de piedra en piedra hasta
23
hacerse agua adulta. En ríos inmortales. Y la Afrodita coqueta, mirándola no más.
Tomándola en sus manos después. Besándola triunfal. Haciéndola límpida a más
no poder. Y juntas. Agua y Diosa, recibiendo el yo navegante. Inmerso en ellas.
Con la mirada puesta en el Océano más lejano. El de Jonios. O el de Ulises.
Desafiando a Poseidón. El Dios agrio e insensible. El mismo que robó tierra a la
Diosa cercana al Padre Mayor. Y que fue conminado a devolverla. Y que, por
esto, secó todos los ríos y lagunas. Solo el nuestro permaneció. Por estar ella
presente.
Al hacerse noche de obscuridad afanada. Vimos una luz alada. Cruzando el aire
de neutralidad dispuesto y de fuerza creciente. Y bajó esa luz. Prendida en una
rama. Con sus alas apagadas. Ya no luciérnaga veloz. Más bien postura de bujía
con tonalidades diversas. Y nos dijo, al vuelo, que guiaría nuestra fuga. Hasta
encontrar la flecha que mataría al Dios de Mares insolente y perverso. Y que, allí,
no más llegásemos, plantaría surtidores de agua dulce. Y separaría estos de la
pesada sal de los mares. Dándonos la clave para revivir lo que había sido muerto.
Y que era, entonces, nuestro tutor y conversador en lúdica creciente.
Cuando se fue ella, volvió la luz; aun siendo noche. Río abajo fuimos.
Encontrando caminos de disímil figura. Escarpados unos. Tersos, lisos, otros. Y,
en cada uno, sembramos ternura. Llegando a ellos, vimos llegar las creaturas
prometeicas. Y llegó Perseo. Engalanado. Como sabio tendencial Como
creyéndose ya, Dios de plena corporeidad. Superior al Padre Mayor. Por encima
del Olimpo enhiesto.
24
Y, allí mismo, surgieron los apareamientos. Ninfas con Titanes. Vírgenes no
puras, con los hijos espurios de Cronos. Pasó, también, el Jehová de los Judíos.
Con vuelo rasante y tardío. En busca del Moisés hablado y trajinado; en desierto
consumido. Y vimos al Adán insaciado: Buscando el sexo de su Eva no
encontrada. También pasaron los hijos de Hades. Buscando abrigo temporal. Y
volvieron las lluvias. Presagio de la muerte del Dios de los mares salados.
Una vez llegamos a Creta, nos dispusimos a organizar las Jornadas Olímpicas. A
viva voz y vivo puño. De gladiadores dotados de los frutos que da la paz. Y
vinieron las trompetas. Desde Delfos. Pasaron los Argonautas Homéricos. Vino el
potente Ulises, desafiando la gravedad sin saber que era ella. Soplaron los vientos
mandados desde el Olimpo. Júpiter henchido de fuego.
Dios retador latino ante el Dios Griego Zeus. Las carrozas dispuestas. Las
coronas también, para quienes deberían se coronados, siendo triunfantes.
Así pasaron, por mi recuerdo, las cosas que viví en antes. Bajo este cielo, ahora,
me siento tan solo como la pareja que se quedó del Arca del transportador Noé.
Una soledad asfixiante. Persuasiva en lo que tiene de válido la resignación.
Estando aquí, ahora, se quiebra mi pasión por verla de nuevo. A la Diosa incitante
que cautivó mi ser. Tanto que ya no respiro tranquilo. Viéndola en remisión a su
Cielo. Y, volviéndola a ver, aguas abajo. Como cuando conquistamos el Paraíso.
Como cuando nos hicimos inmortales pasajeros del vuelo y de la vida. Recurrente
es, pues, mi silencio, adrede, por lo más. Estando así, recuerdo a la Eva
convocante. Y veo su cuerpo de tersura infinita. Y la poseo antes que su Adán
25
regrese del exilio. Y, de su preñez, nacieron dos réplicas de Tetis y de Vulcano.
Creciendo, a la par, se fueron difuminando en el amplio espectro. Llegando Adán,
palpó el vientre de su Eva. Y supo que allí había anidado alguien y había dejado
su semilla. Y la violentó con bravura inmensa. Lo maté yo. Así en veloz disparo de
flecha.
Ahora estoy en reposo obligado. Ya no está conmigo la fuerza que me había sido
cedida por Sansón. Ya no experimento ninguna incitación. Como antes, cuando mi
visión volaba en busca de la desnudez de las mujeres todas. Como en represalia
por haber perdido para siempre a la Diosa Pura. Aquella con la cual navegué. Y
que, su sexo, inauguré. Habiendo frotado antes, en mí, la sangre de los genitales
cortados por Cronos a su padre. Y, todavía, escucho su voz diciéndome: has
sembrado en mí. Mañana no me verás más. Pariré al lado de mi padre. Y lanzaré
al fuego eterno lo que de ti pueda algún día nacer.
No la volveré a ver más. Es, por lo mismo, que moriré; como lo hizo, en cercano
pasado, Cleopatra. Una cobra hincará sus colmillos en mi cuerpo. Y mi espíritu
volará al infinito. A purgar mis penas, al lado de los dioses despojados de
atributos. Expulsados del Olimpo Sagrado; por haber agraviado al Padre Zeus. O
al Dios Júpiter llegado.
III
(Palas Atenea)
26
Sucedió como casi siempre suceden las cosas, cuando son nuestras. Estando
ahí, situado en la esquina tercera del barrio; una joven mató a su amiga.
Aparentemente en juego guerrero de recordación perdida. De mi parte, solo un
vahído absoluto. Como cuando uno siente que en ese dolor se le va el alma. Un
cuadro impresionante. La joven agresora, muchacha bien dotada de cuerpo. Con
rasgos de cara un tanto masculinos. Con ojazos negros, penetrantes. De esos que
se involucran con uno y lo traspasan. La agredida, ahí en el piso. Pero todavía con
ojos verdes abiertos. Labios gruesos, provocantes. Cuerpo de una delgadez
envidiable. Piel color canela, lisa, embriagante.
Y pasó que, se hizo aglomeración inmediata. Cada quien tratando de esculcar
cualquier versión. Que fue a propósito. Que las habían visto discutir el día anterior.
Que la muerta era amante de la que le dio muerte. Que no hubo tal juego. Que el
puñal entró con fuerza inusitada. Que las vieron pasar de las manos cogidas. Que
la de la piel café no era del barrio. Que…
Por lo mío, no tuve dudas. En verdad un juego de libre interpretación. Como
luchadoras cuerpo a cuerpo. Un brilloso metal hecho arma ligera. Ahí en el piso.
Ganaba quien lo cogiera primero e hiciera un giro de cuerpo en su propio eje. Y
atacara con la fuerza de su brazo derecho. Y, simplemente, se le fue la mano a la
primera que cogió el metal.
Lo digo, porque ya lo había visto. En ese sueño de mitad de noche, anterior una
vez lo soñé y comenzó el no poder dormir; viajé en el tiempo. Y localicé las
hendiduras de la ciudad profana. Y, allí, estaban ellas. En otro tiempo. Con sus
27
telas trasparentes, actuando como envolturas. Y sus cuerpos al desnudo, se
exhibían en las transparencias. Y vi esos muslos sólidos, puestos en firme.
Guerreras ahí, en pleno coliseo temerariamente habilitado. Y estaban otras
mujeres cuando empezó el duelo. Y vi volar caballos alados adornados con
estolas de flores. Y vinieron en veloz carrera, como rayos enceguecedores,
caballeros de alta estima. Dicho así por lo que vestían. Adornadas sus cabezas
con olivos en fuego.
A la otra noche. Noche antes del día en que en la esquina tercera del barrio; volví
a ver el duelo. Ya en la arena del coliseo. Y tribunas todas colmadas. Y llegaron
otros en carrozas, haladas por machos cabríos. Conté hasta cien de ellos. Y
bajaron los señores. Y se instalaron en tribuna especial. Con sus frentes en alto.
Con gestos imperiales. Y localicé las aureolas que circulaban en torno a su
cabeza.
Esa misma noche, antes del día aquel, empezó el duelo en verdad. Y la de ojazos
negros penetrantes. Se abalanzó sobre la morena de muslos bien henchidos. Con
ese cabello al viento. Y vi el metal ahí, en la arena. Y entraron en el cuerpo a
cuerpo. Brazos y piernas entrelazadas. Fundidos al unísono. Con la música al
aire. Siguiendo sus movimientos. Y cayeron en la arena. La de negros ojos
inhabilitó a la otra. Y cogió el metal, tratando de incorporarse para hacerse
vencedora, en ademán no previsto abrió el pecho de la vencida. Y su corazón al
aire Fue.
28
Yo seguía ahí. Viendo el cuerpo endurecerse. Viendo esa piel hermosa
languidecer. Tornándose en opaco gris desierto. Viendo como sus ojos se iban
apagando. Viendo ese cuerpo entero provocante, languidecer al infinito. Ya frío.
Ya sangré antes viscosa a torrentes, una resequedad muda. Pétrea. Y seguía
llegando gente. Inventando palabras para azorar a la vencedora. Y ella puesta en
pie. Con su mirada perdida. Como implorando perdón, no se sabe a quién. Y su
vuelo de cabello apuntando al infinito. En esa ráfaga de viento que, de pronto,
llegó desde la nada.
Volví a la otra noche, antes de este día aciago. Ya, otra vez, el desvelo. Insomnio
tardío. Volcado a la arena del coliseo que seguía pleno. La arena teñida de rojo. Al
lado de las dos. Y la del metal en la mano, erguida. Sus ojos de tristeza absoluta,.
El cuerpo tirado ahí. Ya perdido. Ya sin el brillo de la vida. Cabello que se tornó
opaco. Ya no con el brillo de antes. Toda arropada en el velo traslúcido. La
desnudez abierta. Paso a paso fui recorriendo con mi mirada su hermosura. Y la
sentí como si fuera mía. Como si antes del duelo la hubiera poseído con delirio.
Con ternura exacta, sin la expresión dubitativa mía en otros quehaceres.
Ahí, en esa tercera esquina seguía yo. Como impávido testigo de lo que vi en la
otra noche. Gente inmediata. Un grupo asfixiante por lo tumultuoso. Ya llegaron
los levanta cuerpos. Con sus guantes finos. Pegados a la piel de sus manos. Y
con la parsimonia acostumbrada. Abriendo los labios gruesos, con pinzas
plateadas. Cerrando los ojos de la que fue muerta en lance absurdo. Tocando la
herida del pecho. Agrietándola más. Y cubriendo todo el cuerpo con manta blanca.
Ya no podía ver yo, esa hermosura apretada en bajo vientre. Y metieron el cuerpo
29
en bolsa negra. Y luego la cerraron. Y desapareció, pues, el cuerpo entero. Y la
vencedora dolorida. Con espasmos cada vez más fuertes. Mirándolo todo en
derredor. Auscultando. Como buscando un nombre para la tragedia. Para ella y
para la vencida.
Y, esa misma noche del antes de, vi a Zeus en la tribuna. Envejecido. Llorando
también. Y su séquito. Hermes, Afrodita, Aquiles, Hera. Todos y todas,
lamentando la muerte. En la arena seguía, con sus ojos agrandados, lamentando
lo sucedido. Rogando la no tipificación de preterintencionalidad. Buscando asidero
en la belleza de la perdedora y en la suya propia. Con el velo alzado al viento.
Con la desnudez exaltada. Sus pechos inflamados, pero tristes también. Y
vinieron a caballo a levantar el cuerpo. Sin guantes. Espada al cinto. Lo alzaron
sin dulzura. Lo colocaron ahì, en el carruaje. Sin ceremonia. Casi sin respeto. Los
vi alejarse con la rapidez de corcel recién adiestrado para la guerra.
Ya es otra noche. Yo sigo ahì. En la esquina tercera de mi barrio. Ya ha pasado
todo. Solo está ella. Aturdida. Me le acerqué. La abracé con mi cariño posible,
henchido. Secándole las lágrimas que ya hacían como laguna en el piso. Con
oleadas vibrantes. De un azul celeste divino. Y le acaricié su cabello. Se había
vuelto blanco, casi níveo.
Sin saber cómo, ni porqué, se deshizo de mí. Volando se fue. Acompañada de
nubes grises, presagiando tormentas. Hasta que se perdió en el infinito cielo
herrumbroso. Su última mirada fue para mí. Diciéndome adiós
30
Esa misma noche volví al sueño y al desvelo. Ya no había nadie en el coliseo. La
arena toda teñida de rojo a borbotones. Ella ahí. Mirándome. Con el metal en la
mano. Lo lanzó al aire. Y ella tras él. Ascendió rauda. Detrás del envejecido Zeus.
Con su mano, un adiós que todavía es latente en mí; a pesar de haber pasado
cuarenta noches, de sueño perdido. De desvelos perennes y por la noche
guarnecido.
Parte dos
Juvenal había nacido y crecido en familia muy humilde. Papá Alcibíades, tenía
una tierrita, en la cual cultivaba, en eso que llaman “pan coger”. Mamá Aurelia,
como casi todas las mujeres, se encarga de todo lo necesario para que “los
hombres” tuvieran todo al momento que lo necesitara. Desde la alimentación,
hasta el lavado y planchado de la ropa. Lo que se producía, no iba más allá de
tener asegurada la manutención de la familia. Por lo mismo, papá Alcibíades
tenía que asumir otras actividades para, al menos, algunos recursos extras.
Tenía un compromiso con la empresa de comercialización de cerdos. El
negocio suponía que, a él le entregaban los cerdos recién nacidos. Y, él
asumía todo lo relacionado con lo que se llama “engorde”, hasta que los críos
alcanzaban los tres años. Tiempo en el cual se alcanzaba la edad para ser
comercializados. Recibía el 20% de lo producido hasta la venta en canal.
Estudió en el Colegio “El Buen Dios”, Allí termino la básica primaria y el
bachillerato. No fue muy brillante. Pasó con los mínimo posible.. Combinaba
31
sus estudios y las urgencias vinculadas con la actividad familiar. Papá
Alcibíades, entró en conversación con el señor Eufrates Montoya que lideraba
una cooperativa. Dos Eufrates y su familia, vivía en CIUDAD PIEDRA,;
localizada a 200 kilómetros de ciudad Benítez.. En la intención que Juvenal
accediera a la educación universitaria.
Juvenal llegó a ciudad Piedra, un domingo de abril. De inmediato se dirigió al
local de la cooperativa. Conversó con don Eufrates. Al día siguiente ya estaba
trabajando como auxiliar administrativo, en la bodega.
La Universidad Claretiana, ofrecía los programas de sociología, Filosofía e
ingeniería de sistemas. Juvenal, siempre había manifestado profundo interés
por la sociología. Decidió empezar a preparar la prueba de ingreso. En ese
trajín conoció a Hildebrando Mosquera. Un joven que estaba estudiando
Filosofía. Se hicieron amigos y empezaron a compartir inquietudes.
Fundamentalmente, en lo referido a las actividades universitarias.
Profundizando en áreas relacionadas con la sociedad y sus perspectivas. Ante
todo, en lo que se refiere a lo que se ha dado en llamar “la noción de autoridad
del o la sujeto, individualmente considerado.
Juvenal pasó la prueba de admisión, de una manera sobresaliente. Tuvo que
matricular en horario nocturno, en razón a su actividad laboral en la
cooperativa. Entretanto conoció a Belarmino Pantoja, compañero de estudio.
32
Con él analizaban las diferentes expresiones académicas. Fundamentalmente,
en lo que tiene que ver con el nexo entre sociedad, individual la naturaleza. Los
fines de semana, se reunían después de terminar los asuntos relacionados con
su trabajo. Más adelante, el señor Eufrates, le concedía permisos, para que
extendiera sus estudios de fines de semana.
Corriendo el tiempo, Juvenal y Belarmino, fueron profundizando en sus
análisis. Un tipo de profundización que les permitió revalidar muchos aspectos
que habían sido asumidos como válidos. Fundamentalmente, tratándose de
comparaciones entre Hobbes, Rousseau y Maquiavelo. Algunos (as)
estudiante se fueron interesando en esas reuniones; vinculándose al grupo.
Belarmino tenía una hermana (Mariana). Una joven destacada en diferentes
áreas del conocimiento. Estudiaba Ingeniería en la misma universidad. Desde
chica había empezado un proceso autónomo. Visitaba bibliotecas y mantenía
contactos con algunas estudiantes del resto del país. Su vinculación al grupo,
supuso un esfuerzo adicional, para ella. Simpatizaba con Juvenal, en razón a
lo que Belarmino tipificó como “simpatía primera, con visos de enamoramiento.
De la simple expectación académica, pasaron al análisis de las sociedades
locales e internacionales. Fue creciendo la actividad del grupo. De tal manera
que se constituyó en referente para los y las estudiante de la universidad.
Había un aspecto que convocaba con mayor profundidad. Algo así como el
entendido de la historia universal y sus repercusiones en una formación social
33
como la nuestra. Ante el notable éxito del grupo de trabajo, fueron creciendo
opciones interpretación
A manera de ilustración (...con las reservas obvias), es pertinente presentar la
reflexión efectuada por Francisco Segui, en el prólogo a una de las ediciones de
La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma
comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el
relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la
democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos
éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su
República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación
de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre
conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos
de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio
que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la
educación. La educación es el principal elemento represivo, el medio más eficaz
para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón,
construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su
sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino
aquella situación que por naturaleza le pertenece.
Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida,
sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría
34
de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una
especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”1
Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito,
es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver
con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción
de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo
así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a
través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una
opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con
respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones
acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera
que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de
quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer
como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una
convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está
expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con
repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte
necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han
separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos
mismos códigos.
La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos
que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta
1 Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed. Universales, Bogotá
35
en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como
proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el
asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el
entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un
ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de
internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad
primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la
humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas
formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y
políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos
importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma
investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es
pertinente resaltar lo siguiente:
“..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas
ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más
prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a
las que se encuentran íntimamente vinculadas…
..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano,
permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo.
Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y
del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro
36
humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión
por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”2
Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir
de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento
acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas
condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en
posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un
nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el
desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía,
de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del
control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas
instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones
únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para
transformarla…o, simplemente, para convivir con ella.
A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este
adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de
consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como
detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos
propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la
externalidad; se convierte en la instauración de instancias que identifican esos
pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos
constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a
2 Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.
37
quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo;
comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para
acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple
externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio
por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la
figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren
características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple
aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad.
Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en
función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan.
Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación
individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una
inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial;
para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza,
con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes
establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los
códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como
detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa
acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los
excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones
sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una
sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos
sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe
38
ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos
del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el
castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en
donde, el poder, adquiere su connotación política.
s pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su
texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene
importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre
firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la
ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la
vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la
legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el
jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la
comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido
a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya
fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del
Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único,
quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico
19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada
gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que había dictado las
leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera
mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”3
3 Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica
39
Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en
consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida
como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una
reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento.
Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la
implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la
vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que
adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando
instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los
mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la
interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el (
...o los) sujeto (os).
Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de
dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas
conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as)
involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado
a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos;
intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una
asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de
ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de
intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de
ese Contrato Social, diría Rousseau).
40
Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada
sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar
de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que
llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco,
en los siguientes términos:
“..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho
tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal,
como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la
naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto,
podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris
exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae
vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El
cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados
(civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a
todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo
para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales,
tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el
jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo
están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”4
Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que
subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la
coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una
4 Friedrich, C.J., obra citada.
41
forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo
autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las
percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual
indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a).
La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la
autonomía y la libertad; como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a)
para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como
avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero
implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido.
Veámoslo, en términos de Marcuse:
“El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la
dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el
nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de
Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido
seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los
esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los
oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor,
sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de
control cada vez más eficaz...*5
Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse.
No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo
que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de
5 Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92
42
dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría
que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política.
Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre
sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada
individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como
instancias de control.
Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y Estado.
Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder
político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y
del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio
que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder
político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como
referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes
comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales
comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a
beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene
que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la
vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y
desarrolladas en el marco permitido por el Estado.
La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera
que supone la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de
una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a
43
partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de
su significado con respecto al poder y sus manifestaciones.
Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario
en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a
través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que
aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la
diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden
alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios
directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen
beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del
poder en sí.
En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se
hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo
que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como
expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y
afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una
caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la
dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos,
vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como
beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr
su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del
poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o
rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos
44
sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado
conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder.
En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido
del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de bloque de
sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura
asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos
alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite
imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía,
podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que
ejercen como expresiones “neutrales”.
Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la
Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo
consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y
la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del
desarrollo político y económico en nuestro País.
“..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus
implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en
un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las
élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación
del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses
colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se
45
puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado
colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el
conservadurismo político.
En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el
contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses
particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el
orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de
esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las
transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba
cimentada.
Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han
entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que
hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una
acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua
períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de
crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los
actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del
carácter excluyente de los sistemas social y político…”6
6 Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23
46
A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace
necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de
los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del
conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se
concreta.
La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones
sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis
soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se
trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el
contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie;
indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese
procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos
a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la
participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales
y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de
inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y
controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte
propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con
respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como
instrumentos de control, de dominación y de imposición.
Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización
antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, se ha
desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la
47
intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las
relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición
periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso,
como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se
valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado a la pertenencia a una
determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de
interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se
establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de
posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de
cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es
posible establecer una segregación.
Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición
periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo
periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los
márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del
grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la
cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que
entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí
consignados.
En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina),
presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo
a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en
48
la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un
concepto que consideramos válido. Veamos:
“…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en
principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista
de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del
conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese
centro-poder, sin ser él. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal.
Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de
las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir,
lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio
rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la
globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la
imposición de referentes a partir del dominio ejercido.
Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde
el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen
todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí,
el solo hecho de reivindicar los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de
herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho
más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de
implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina
rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las
culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del
dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera,
49
se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al
capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas
a las condiciones que impone el centro-poder..7
Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido
en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo
desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino
también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante.
Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de
otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo
desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse
de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses
entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos
sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la
cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la
civilización.
Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo
periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión
oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y
comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de lo
popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y
unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de
apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social
7 Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo, noviembre 1999, Bogotá D.C.
50
y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus
expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al
momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede
delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa
con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de
producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la
diferenciación que se advierte en la definición anterior.
Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los
elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de
contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado
por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario,
constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la
evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de
rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones
de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se
exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas
determinadas condiciones de dominación económica y política.
Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes
(bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social)
no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya
ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de
51
ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los
cuales se ejerce dominación politica y económica; pero que han accededlo a
determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y
usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comparado con la
posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y
desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural.
Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el
análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el
contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico.
Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental:
no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo
tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas,
mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas
manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con
estas categorías.
Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos
vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los
sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una
posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone,
asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al
origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes.
Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a
reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin
52
embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir
diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a
posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a
manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación
con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas
amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación
teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y
movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del
espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los
contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método
para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente:
“… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de
los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento
desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la
urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria
a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado
por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el
blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para
determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido
de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta
encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha
democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista.
Vayamos por partes:
53
A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los
asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente
económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las
clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación
burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la
regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza
para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a
través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc.,
pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es
el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la
lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa
reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”8
Puede colegirse, entonces, lo insensato de las generalizaciones; a partir de
categorías preestablecidas. De lo que se trata no es de posicionar modelos de
caracterización, como paradigmas inamovibles. En nuestro caso, hemos efectuado
un recorrido amplio; a través del cual hemos postulado opciones de interpretación
relacionadas con las condiciones que actúan sobre los (as) sujetos (as). Esto nos
ha permitido proponer la asunción de conceptos asociados a la conciencia y al
nexo entre esta y las acciones inmediatas o tendenciales; por medio de las cuales
estos (as) intervienen en procesos particulares, de confrontación.
8 Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval Los pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y 11 de abril de 1986.
54
Ya se ha señalado arriba algunos elementos vinculados a la noción del poder,
entendido como instrumento que concreta la dominación. En términos de
identificación y/o del establecimiento de tipologías, es conveniente realizar algunas
precisiones. Se trata de enfatizar acerca del contenido conceptual y práctico del rol
del Estado y su desarrollo. Asimismo del entendido de democracia y del ejercicio
de la representación.
Uno de los elementos centrales tiene que ver con auscultar en torno a la
transformación del poder o, mejor sería definirlo así: el surgimiento e instauración
de expresiones del poder que, de alguna manera, ejercen como distanciamiento
con respecto a los dominados, por parte de los dominadores, por la vía de
instancias que se sitúan como posibilidad de equilibrio. Algo así como desprender
esas instancias de toda connotación vinculada con los intereses inmediatos.
Lo anterior se entiende mejor, a partir de algunas definiciones (...que no son otra
cosa diferente a la tipificación). Veamos: En su escrito Ética a Nicómaco,
Aristóteles expresa conceptos asociados a la figura del poder, por la vía de
señalar algunos aspectos relacionados con las condiciones inherentes a quienes
asumen el poder. Ya ahí, un tanto como se expresó antes, aparece una noción de
poder distanciado; comoquiera que se requiere de una diferenciación, al momento
de validar una determinada opción. No es, entonces para Aristóteles, la figura de
la oclocracia (gobierno de la multitud o plebe). Por el contrario, es la asunción de
una posición en la cual los roles se distribuyen, como condición necesaria al
momento de definir la gobernabilidad. Así las cosas, en consecuencia, los
conceptos de monarquía, aristocracia y democracia; adquieren presencia.
55
Inclusive, en la referencia a las Ciudades-Estados (Atenas, Corinto, Esparta), se
prefigura la representación como instrumento válido e indispensable.
Esto traduce condicionantes para los sujetos. El significado de la libertad, aparece
como intermediación con respecto al poder. Antes hemos referenciado este
aspecto. Basta con recordar el recorrido efectuado, a manera de ejemplo, en las
expresiones de Rousseau, Marx, Morgan, Marcuse; así como la referencia a
Hobbes, en su versión del poder en Leviatán. Inclusive, es pertinente (...en la
perspectiva propia del desarrollo teórico, acerca de la organización política) hacer
alusión a Alexis de Tocqueville (La Democracia en América, El Antiguo Régimen y
la Revolución Francesa); Raymond Aron (Introducción a la Filosofía de la Historia,
Democracia y Totalitarismo) y Max Weber (La Ética Protestante y el Desarrollo del
Capitalismo).
Sin embargo, consecuente con nuestra línea de interpretación del poder y del
significado de la libertad; conviene resaltar un texto no muy divulgado y, aún
menos conocido. Se trata de La Teoría Metafísica del Estado, escrito por L.T.
Hubiese. Aclarando, otra vez, la posición crítica que nos ha acompañado al
momento de transcribir algunas citas; vale la pena presentar, en extenso, una
parte del texto señalado. Particularmente la referida al concepto de Estado y de
libertad. Es lo siguiente:
“…Por otra parte, la familia, tal y como se mantiene en un momento determinado,
es simplemente la totalidad coordinada o asociada de sus miembros, tal y como se
mantienen en el mismo momento. Es una expresión de la vida de esos miembros,
56
en tanto que vidas en común o en estrecha relación entre sí. La familia,
especialmente, no tiene bienestar, ni felicidad, ni buena o mala fortuna que no sea
el bienestar, felicidad y buena o mala fortuna de alguno de sus miembros o de
varios de ellos. En una organización profesional o sindical, en un negocio o una
fábrica, p. Ej., hay también un conjunto en el que se pueden totalizar tantos
cientos o miles de individuos como miembros que la compongan. En todos los
casos, esos miembros cambian, en mayor o menor grado, debido a la asociación a
la que pertenecen. Del sindicato, profesión o negocio podrán decirse cosas que no
serían ciertas si se dijesen de sus miembros cuando estos no pertenecieran a
ellos. Pero, repetimos, en la totalidad no hay otra cosa que la actividad asociada o
coordinada de los individuos que la constituyen. Esto sigue siendo verdad aunque
la organización pueda ser permanente, pero cambien los individuos. Una
universidad puede tener durante siglos un carácter y un sello peculiares y
exclusivos. El número de individuos que pasan por ella y reciben su influencia es
innumerable. Semejante totalidad no la constituyen solamente el número de
miembros que lo ocupan en un determinado momento; ni podemos enumerar a los
que han estado bajo su influencia durante toda su existencia. Sin embargo, su
tradición, su espíritu, que no parece albergar ningún individuo aislado, lo
mantienen los individuos, se propaga de generación a generación, se rompe,
quizá, a veces por el influjo de un nuevo tipo de carácter que no es capaz de
asimilar la tradición que encuentra.
De este modo, al pensar sobre la sociedad, estamos expuestos a dos errores. Por
una parte, podemos caer en negar la realidad del grupo social, rehusando
57
concebirlo como una entidad distinta, insistiendo en disolverlo entre sus
componentes individuales, como si esos individuos no fueran afectados por el
hecho de la asociación. Por otra parte, como reacción ante este exagerado
individualismo, podemos pensar que la sociedad es una entidad distinta de los
individuos, no simplemente en el sentido de que sea un agregado de individuos
considerados en una relación especial, sino en el sentido de que se trata de un
todo que, de alguna manera, existe fuera de ellos o en la que ellos se han
fusionado en perjuicio de su identidad individual. Además, habiendo alcanzado la
concepción de una entidad supra personal en la que los individuos están
inmersos, tendemos a buscar esta entidad, no en todas las diversas formas de
vida social que se entrecruzan y se cortan entre sí, sino en alguna forma especial
de asociación que parece incluir al resto para presentarse como un conjunto al
que el individuo debe pertenecer como elemento. Los escritores idealistas han
encontrado esta entidad en el Estado. Hay, pues, dos puntos que hemos de
considerar: primero, la noción general de una entidad supra personal y, después,
la identificación de esa entidad con el Estado...” 9
De nuestra parte, se trata de establecer algunos elementos de reflexión; en torno
al significado de la representación. De lo presentado, hasta ahora, se infiere la
importancia de los condicionantes; al momento de definir y posicionar los
contenidos teóricos y prácticos del poder. Es decir, la evolución de las instancias
de control y su justificación teórica, han pasado por identificar y aceptar como
válida la pérdida absoluta o parcial de la libertad absoluta, del sujeto individual y
9 Hubiese, L.T., Teoría Metafísica del Estado, Ed. Aguilar, 1981, páginas 26-27. Traducción de Dalmasio Negro Pavón.
58
del sujeto colectivo no beneficiarios del poder. Cuando más, en una aplicación
amplia de la figura asociada a la intermediación, se ha construido una variante de
esa libertad absoluta, por la vía de desarrollar una opción en la cual esos sujetos
individuales y colectivos acceden a una expresión en esas instancias; a través de
delegar. O lo que es lo mismo: a través de la cesión de parte de esa libertad; tal
vez la fundamental.
Siendo así, entonces, hacemos tránsito hacia el origen de este concepto en
Occidente. En el siglo XIII, se conoció (para el caso británico), una figura primaria
de parlamento anglosajón (Witenagemot). Un tipo de representación
absolutamente distanciada de los súbditos dominados, no beneficiarios del poder.
Asumió roles en nexo con los intereses inmediatos de sectores, aunque no
vinculados directamente a la Corona, ejercían una fuerte influencia. En principio
ejercieron como Consejo Asesor, en lo que respecta a la consecución de recursos
y/o a la orientación y aplicación de lo que podría llamarse como el gasto público.
Con algunas variantes, en términos de su connotación política, en el siglo XVI;
este tipo de Consejo Asesor, mantuvo un significado asociado a la representación
de determinados sectores, en su relación con la Corona. Aunque, en estricto,
carecía de la fuerza necesaria para erigirse como alternativa de gobierno; de todas
maneras prefiguró el surgimiento de agrupaciones políticas, entendías como
partidos, si aplicamos el método de análisis que se hizo vigente en los siglos XVII
y XVIII, para el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Otra
cosa fue, con la diferenciación propia inherente al significado de la Revolución
59
Francesa, la expresión de los Jacobinos en la Asamblea Nacional y el
desconocimiento de la autoridad del Rey.
El concepto de Nación – Estado (siglo XVI; permitió identificar una evolución
fundamental, en lo que respecta a las agrupaciones políticas; en tanto que la
influencia de la Reforma Protestante, proveyó insumos importantes,
fundamentalmente en lo que hace al Calvinismo. Fue algo así como la culminación
de un proceso iniciado tres siglos antes, en contra del poder de la Iglesia Católica
y su rol en los asuntos políticos y económicos. Encontramos allí, en el contexto de
ese proceso anterior a la Reforma y en los hechos posteriores a esta, elementos
determinantes, para entender expresiones políticas como las de los Whig y los
Tory (presbiterianos-liberales y conservadores, respectivamente).
La Guerra Civil Inglesa (1642-1649), constituyó una expresión importante, en lo
que respecta al rol del Parlamento. Recuérdese nuestra anotación anterior, en
cuanto al significado inicial adquirido por esta figura colectiva, como
representación. En la línea de interpretación propuesta, no es otra cosa que la
evolución de los Consejo Asesores del Rey y, en veces recaudadores de recursos
u orientadores para efectos del gasto público.
Es pertinente resaltar, en el contexto de los antecedentes y significado de la
Guerra Civil Inglesa, la convocatoria efectuada por Carlos I, al Parlamento en 1640
(denominado transitoriamente como Parlamento Largo); con la intención de
promover la consecución de recursos para su guerra en contra de Escocia. Ya, de
por sí, obraba un contenido religioso en la confrontación. Anglicanos y
60
Presbiterianos. La oposición de Tomás Wentworth, a las pretensiones de Carlos I,
puede ser entendida como un intento por reivindicar la autonomía parlamentaria;
más allá de las simples exigencias de contraprestación planteada por otros
miembros del Parlamento. Posteriormente, Oliver Cromwell, retomaría (a nombre
de un híbrido entre autonomía del Parlamento y la expresión del Puritanismo) la
confrontación radical al Rey Carlos I. Este proceso derivó en la disolución, en
1648, por parte de Cromwell del Parlamento, la expulsión de quienes se oponían a
sus acciones militares en contra del Rey y a la posterior configuración del
denominado Parlamento Rabadilla, con sus adeptos. Terminada la influencia de
Cromwell, en 1660 (febrero) el Parlamento se reúne y decreta su propia
disolución, a partir de marzo de 1660.
La denominada Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra; tuvo como centro el
conflicto entre el Parlamento (como evolución del entendido y aplicación práctica
de los anteriores Consejo Asesores del Rey) y Jacobo II. Aquí, el Parlamento,
actuó en su condición de coalición de agrupaciones políticas y religiosas. El punto
de comienzo, en la ruptura y expulsión de Jacobo II, tuvo que ver con la
confrontación entre católicos y protestantes; a raíz de decisiones asumidas por el
Rey (Jacobo II), en contravía y vulneración de derechos de la mayoría protestante.
Se promovió entonces, por parte del Parlamento, la asunción de la dupla María II y
su esposo Guillermo III. En términos tendenciales, podría decirse que la
intervención del Parlamento durante la Revolución Gloriosa, tuvo como
repercusión importante la instauración de una figura de equilibrio político entre la
Monarquía y el Parlamento. Cabe recordar que ya, desde el siglo XV. Para
61
profundizar en este aspecto, es posible consultar las acciones realizadas por la
Asamblea de Nobles, como consejeros del Rey en la modalidad de Consejo
Privado(….O Privy Council, como se le conoce en Inglés), apareció la figura
politica asimilada al Gabinete, como expresión de una relativa independencia.
Puede entenderse, incluso, que la incidencia del Parlamento en la designación de
los ministros, constituye un avance, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo
XIX.
Aunque aparezca limitado al caso de Inglaterra, el ejemplo anterior, define el hilo
conductor que ha tenido la intermediación. Hemos visto, en su origen, como el
Parlamento constituyó un distanciamiento profundo y radical, con respecto a los
súbditos no beneficiarios. El recorrido, desde los Consejo Asesores y/o
Recaudadores, hasta la versión evolucionada en los siglos XVI y XVII; permite
inferir un perfil cercano a la suplantación de la libertad absoluta. Es, en la línea de
interpretación propuesta, una decantación, un filtro. No es otra cosa diferente a lo
ya analizado, en cuanto al origen, evolución y significado de las instancias de
intermediación; como expresiones del control y del poder. Esta afirmación, sin
embargo, no supone desconocer la importancia de la democracia representativa;
en el contexto de la evolución de la confrontación al poder absoluto y autoritario.
Inclusive, porque la evolución de este tipo de intermediación, permitió la
separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En este sentido, la
influencia de Charles Louis Montesquieu, (en el siglo XVIII) fue fundamental.
Nos corresponde, ahora, avanzar en cuanto al alcance logrado; en ese proceso de
representación ya analizado arriba. No se trata, ni de eludir, ni de hacer
62
abstracción de los principios básicos que sustentan nuestra opción de
interpretación. Simplemente, arribamos a un momento, en cual la descripción tiene
que expresarse. No solo en cuanto a su connotación, como extensión de un
determinado modelo de representación; sino también en lo que respecta a su
significado como escenario para la expresión de las agrupaciones políticas. Así,
entonces, supone establecer dos referentes básicos. Uno de ellos, asociados al
poder ejecutivo. El otro, vinculado al poder legislativo.
En su versión actual, el Parlamento, se consolida en el siglo XIX. A manera de
anécdota, es pertinente referir el caso del Althag en Islandia y del Tynwald, en Isla
de Mon (adscrito a la Corona Británica); como los Parlamentos más antiguos.
En cuanto a sus características básicas, la descripción es la siguiente: existe un
aspecto, a manera de generalidad, en cuanto a la división política y administrativa
en dos sectores, instancias o cámaras. Para el caso, a manera de ejemplo, del
Reino Unido, estas divisiones se denominan Cámara de los Lores, que ejerce
como instancia de Tribunal Superior y Cámara de los Comunes, que ejerce como
instancia que designa al Gabinete, incluido el Primer Ministro. Para el caso de
España, aparece también la modalidad bicameral, en el contexto de la
denominación Congreso de los Diputados. Otra instancia importante, para el
mismo caso de España, es el Consejo de Ministros. De todas maneras, queda
claro el hecho de la designación del Presidente a cargo del Congreso de
Diputados. En el caso de Alemania (Estado Federal), las instancias adquieren la
denominación Bundestag (Cámara Baja. Es aquí en donde se hace la designación
del Canciller, quien ejerce como conductor del gobierno) y Bundestag (Consejo
63
Federal). En el Caso de Italia, las instancias se denominan Senado de la
República y Cámara de Diputados. El ejecutivo es ejercido por un presidente
designado en sesión conjunta del Parlamento, adicionado con representaciones
de algunos entes territoriales.
En lo que respecta a las funciones generales, entendidas como funciones
legislativas; la división política y administrativa (además de la ya señalado, para el
caso del ejecutivo, en los ejemplos anteriores); permite una cobertura de
orientación y de control. Es, además, un escenario en el cual se dirimen aspectos
fundamentales asociados a la expedición de normativas de aplicación al interior y
al exterior .En este caso, comoquiera que el ejecutivo recibe un mandato limitado
al programa de gobierno previamente aprobado. Esto permite entender la
dinámica de los partidos políticos y su significado. Así, entonces, los electores y
las electoras (...los delegatarios de su libertad, en el entendido que hemos
manejado aquí); votan por un partido determinado y su programa de gobierno. Es
de anotar la presencia de diferencias precisas, en lo concerniente a la formación
del equipo de gobierno, en los diferentes países con Régimen Parlamentario.
Veamos, a manera de ilustración, un ejemplo para el caso de España, en
tratándose de una Nación que, a su vez, tiene características asimiladas a
conflictos internos de nacionalidades que no hacen primacía (Catalanes y
Vascos). Además de ejercer como Monarquía Constitucional. Los datos siguientes
fueron tomados de la Enciclopedia Encarta; en razón a su precisión y exposición
didáctica.
Parte tres
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Juliana nació en una familia relativamente libertaria. Su infancia transcurrió en
medio d lecturas y reflexiones. Su papá, ingeniero civil, viajaba por casi todo el
espacio geográfico del país. Asimismo compartía conocimientos en construcción
de vías, con ingenieros de “Jorge Barrientos”, localizado en la frontera sur. Era un
tipo de sujetos abierto, investigador y contrario a las nociones de autoridad,
impuesto en el país.
Mamá Cristina era una mujer espontánea, estudiosa. Había accedido a la
educación secundaria, cosa extraña, en un país machista y de segregación en lo
que respecta a la actividad por la libertad de las mujeres.
A manera de ilustración (...con las reservas obvias), es pertinente presentar la
reflexión efectuada por Francisco Segui, en el prólogo a una de las ediciones de
La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma
comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el
relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la
democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos
éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su
República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación
de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre
conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos
de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio
que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la
educación. La educación es el principal elemento represivo, el medio más eficaz
para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón,
65
construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su
sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino
aquella situación que por naturaleza le pertenece.
Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida,
sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría
de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una
especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”10
Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito,
es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver
con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción
de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo
así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a
través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una
opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con
respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones
acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera
que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de
quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer
como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una
convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está
expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con
repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte
10 Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed. Universales, Bogotá
66
necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han
separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos
mismos códigos.
La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos
que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta
en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como
proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el
asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el
entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un
ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de
internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad
primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la
humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas
formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y
políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos
importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma
investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es
pertinente resaltar lo siguiente:
“..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas
ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más
prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a
las que se encuentran íntimamente vinculadas…
67
..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano,
permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo.
Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y
del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro
humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión
por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”11
Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir
de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento
acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas
condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en
posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un
nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el
desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía,
de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del
control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas
instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones
únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para
transformarla…o, simplemente, para convivir con ella.
A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este
adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de
consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como
detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos
11 Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.
68
propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la
externalidad; se convierte en la instauración de instancias que identifican esos
pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos
constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a
quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo;
comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para
acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple
externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio
por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la
figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren
características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple
aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad.
Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en
función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan.
Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación
individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una
inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial;
para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza,
con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes
establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los
códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como
detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa
acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los
69
excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones
sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una
sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos
sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe
ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos
del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el
castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en
donde, el poder, adquiere su connotación política.
Es pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su
texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene
importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre
firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la
ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la
vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la
legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el
jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la
comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido
a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya
fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del
Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único,
quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico
19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada
gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que había dictado las
70
leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera
mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”12
Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en
consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida
como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una
reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento.
Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la
implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la
vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que
adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando
instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los
mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la
interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el (
...o los) sujeto (os).
Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de
dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas
conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as)
12 Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica
71
involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado
a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos;
intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una
asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de
ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de
intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de
ese Contrato Social, diría Rousseau).
Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada
sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar
de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que
llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco,
en los siguientes términos:
“..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho
tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal,
como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la
naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto,
podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris
exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae
vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El
cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados
(civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a
todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo
para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales,
72
tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el
jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo
están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”13
Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que
subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la
coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una
forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo
autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las
percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual
indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a).
La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la
autonomía y la libertad; como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a)
para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como
avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero
implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido.
Veámoslo, en términos de Marcuse:
“El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la
dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el
nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de
Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido
seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los
13 Friedrich, C.J., obra citada.
73
esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los
oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor,
sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de
control cada vez más eficaz...*14
Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse.
No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo
que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de
dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría
que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política.
Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre
sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada
individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como
instancias de control.
Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y Estado.
Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder
político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y
del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio
que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder
político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como
referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes
comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales
14 Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92
74
comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a
beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene
que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la
vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y
desarrolladas en el marco permitido por el Estado.
La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera
que suponga la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de
una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a
partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de
su significado con respecto al poder y sus manifestaciones.
Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario
en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a
través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que
aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la
diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden
alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios
directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen
beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del
poder en sí.
En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se
hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo
que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como
75
expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y
afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una
caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la
dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos,
vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como
beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr
su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del
poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o
rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos
sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado
conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder.
En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido
del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de bloque de
sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura
asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos
alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite
imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía,
podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que
ejercen como expresiones “neutrales”.
Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la
Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo
consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y
76
la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del
desarrollo político y económico en nuestro País.
“..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus
implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en
un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las
élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación
del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses
colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se
puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado
colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el
conservadurismo político.
En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el
contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses
particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el
orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de
esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las
transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba
cimentada.
Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han
entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que
hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una
acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua
77
períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de
crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los
actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del
carácter excluyente de los sistemas social y político…”15
A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace
necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de
los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del
conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se
concreta.
La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones
sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis
soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se
trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el
contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie;
indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese
procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos
a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la
participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales
y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de
inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y
controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte
propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con
15 Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23
78
respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como
instrumentos de control, de dominación y de imposición.
Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización
antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, se ha
desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la
intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las
relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición
periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso,
como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se
valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado a la pertenencia a una
determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de
interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se
establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de
posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de
cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es
posible establecer una segregación.
Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición
periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo
periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los
márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del
grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la
79
cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que
entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí
consignados.
En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina),
presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo
a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en
la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un
concepto que consideramos válido. Veamos:
“…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en
principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista
de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del
conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese
centro-poder, sin ser él. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal.
Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de
las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir,
lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio
rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la
globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la
imposición de referentes a partir del dominio ejercido.
Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde
el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen
todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí,
80
el solo hecho de reivindicar los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de
herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho
más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de
implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina
rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las
culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del
dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera,
se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al
capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas
a las condiciones que impone el centro-poder..16
Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido
en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo
desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino
también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante.
Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de
otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo
desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse
de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses
entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos
sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la
16 Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo, noviembre 1999, Bogotá D.C.
81
cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la
civilización.
Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo
periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión
oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y
comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de lo
popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y
unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de
apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social
y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus
expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al
momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede
delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa
con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de
producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la
diferenciación que se advierte en la definición anterior.
Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los
elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de
contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado
por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario,
constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la
evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de
rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones
82
de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se
exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas
determinadas condiciones de dominación económica y política.
Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes
(bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social)
no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya
ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de
ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los
cuales se ejerce dominación politica y económica; pero que han accededlo a
determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y
usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comparado con la
posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y
desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural.
Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el
análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el
contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico.
Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental:
no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo
tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas,
mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas
manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con
estas categorías.
83
Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos
vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los
sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una
posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone,
asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al
origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes.
Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a
reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin
embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir
diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a
posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a
manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación
con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas
amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación
teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y
movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del
espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los
contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método
para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente:
“… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de
los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento
desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la
84
urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria
a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado
por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el
blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para
determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido
de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta
encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha
democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista.
Vayamos por partes:
A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los
asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente
económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las
clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación
burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la
regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza
para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a
través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc.,
pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es
el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la
lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa
reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”17
17 Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval Los pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y 11 de abril de 1986.
85
Puede colegirse, entonces, lo insensato de las generalizaciones; a partir de
categorías preestablecidas. De lo que se trata no es de posicionar modelos de
caracterización, como paradigmas inamovibles. En nuestro caso, hemos efectuado
un recorrido amplio; a través del cual hemos postulado opciones de interpretación
relacionadas con las condiciones que actúan sobre los (as) sujetos (as). Esto nos
ha permitido proponer la asunción de conceptos asociados a la conciencia y al
nexo entre esta y las acciones inmediatas o tendenciales; por medio de las cuales
estos (as) intervienen en procesos particulares, de confrontación.
Ya se ha señalado arriba algunos elementos vinculados a la noción del poder,
entendido como instrumento que concreta la dominación. En términos de
identificación y/o del establecimiento de tipologías, es conveniente realizar algunas
precisiones. Se trata de enfatizar acerca del contenido conceptual y práctico del rol
del Estado y su desarrollo. Asimismo del entendido de democracia y del ejercicio
de la representación.
Uno de los elementos centrales tiene que ver con auscultar en torno a la
transformación del poder o, mejor sería definirlo así: el surgimiento e instauración
de expresiones del poder que, de alguna manera, ejercen como distanciamiento
con respecto a los dominados, por parte de los dominadores, por la vía de
instancias que se sitúan como posibilidad de equilibrio. Algo así como desprender
esas instancias de toda connotación vinculada con los intereses inmediatos.
Lo anterior se entiende mejor, a partir de algunas definiciones (...que no son otra
cosa diferente a la tipificación). Veamos: En su escrito Ética a Nicómaco,
86
Aristóteles expresa conceptos asociados a la figura del poder, por la vía de
señalar algunos aspectos relacionados con las condiciones inherentes a quienes
asumen el poder. Ya ahí, un tanto como se expresó antes, aparece una noción de
poder distanciado; comoquiera que se requiere de una diferenciación, al momento
de validar una determinada opción. No es, entonces para Aristóteles, la figura de
la oclocracia (gobierno de la multitud o plebe). Por el contrario, es la asunción de
una posición en la cual los roles se distribuyen, como condición necesaria al
momento de definir la gobernabilidad. Así las cosas, en consecuencia, los
conceptos de monarquía, aristocracia y democracia; adquieren presencia.
Inclusive, en la referencia a las Ciudades-Estados (Atenas, Corinto, Esparta), se
prefigura la representación como instrumento válido e indispensable.
Esto traduce condicionantes para los sujetos. El significado de la libertad, aparece
como intermediación con respecto al poder. Antes hemos referenciado este
aspecto. Basta con recordar el recorrido efectuado, a manera de ejemplo, en las
expresiones de Rousseau, Marx, Morgan, Marcuse; así como la referencia a
Hobbes, en su versión del poder en Leviatán. Inclusive, es pertinente (...en la
perspectiva propia del desarrollo teórico, acerca de la organización política) hacer
alusión a Alexis de Tocqueville (La Democracia en América, El Antiguo Régimen y
la Revolución Francesa); Raymond Aron (Introducción a la Filosofía de la Historia,
Democracia y Totalitarismo) y Max Weber (La Ética Protestante y el Desarrollo del
Capitalismo).
Sin embargo, consecuente con nuestra línea de interpretación del poder y del
significado de la libertad; conviene resaltar un texto no muy divulgado y, aún
87
menos conocido. Se trata de La Teoría Metafísica del Estado, escrito por L.T.
Hubiese. Aclarando, otra vez, la posición crítica que nos ha acompañado al
momento de transcribir algunas citas; vale la pena presentar, en extenso, una
parte del texto señalado. Particularmente la referida al concepto de Estado y de
libertad. Es lo siguiente:
“…Por otra parte, la familia, tal y como se mantiene en un momento determinado,
es simplemente la totalidad coordinada o asociada de sus miembros, tal y como se
mantienen en el mismo momento. Es una expresión de la vida de esos miembros,
en tanto que vidas en común o en estrecha relación entre sí. La familia,
especialmente, no tiene bienestar, ni felicidad, ni buena o mala fortuna que no sea
el bienestar, felicidad y buena o mala fortuna de alguno de sus miembros o de
varios de ellos. En una organización profesional o sindical, en un negocio o una
fábrica, p. Ej., hay también un conjunto en el que se pueden totalizar tantos
cientos o miles de individuos como miembros que la compongan. En todos los
casos, esos miembros cambian, en mayor o menor grado, debido a la asociación a
la que pertenecen. Del sindicato, profesión o negocio podrán decirse cosas que no
serían ciertas si se dijesen de sus miembros cuando estos no pertenecieran a
ellos. Pero, repetimos, en la totalidad no hay otra cosa que la actividad asociada o
coordinada de los individuos que la constituyen. Esto sigue siendo verdad aunque
la organización pueda ser permanente, pero cambien los individuos. Una
universidad puede tener durante siglos un carácter y un sello peculiares y
exclusivos. El número de individuos que pasan por ella y reciben su influencia es
88
innumerable. Semejante totalidad no la constituyen solamente el número de
miembros que lo ocupan en un determinado momento; ni podemos enumerar a los
que han estado bajo su influencia durante toda su existencia. Sin embargo, su
tradición, su espíritu, que no parece albergar ningún individuo aislado, lo
mantienen los individuos, se propaga de generación a generación, se rompe,
quizá, a veces por el influjo de un nuevo tipo de carácter que no es capaz de
asimilar la tradición que encuentra.
De este modo, al pensar sobre la sociedad, estamos expuestos a dos errores. Por
una parte, podemos caer en negar la realidad del grupo social, rehusando
concebirlo como una entidad distinta, insistiendo en disolverlo entre sus
componentes individuales, como si esos individuos no fueran afectados por el
hecho de la asociación. Por otra parte, como reacción ante este exagerado
individualismo, podemos pensar que la sociedad es una entidad distinta de los
individuos, no simplemente en el sentido de que sea un agregado de individuos
considerados en una relación especial, sino en el sentido de que se trata de un
todo que, de alguna manera, existe fuera de ellos o en la que ellos se han
fusionado en perjuicio de su identidad individual. Además, habiendo alcanzado la
concepción de una entidad supra personal en la que los individuos están
inmersos, tendemos a buscar esta entidad, no en todas las diversas formas de
vida social que se entrecruzan y se cortan entre sí, sino en alguna forma especial
de asociación que parece incluir al resto para presentarse como un conjunto al
que el individuo debe pertenecer como elemento. Los escritores idealistas han
encontrado esta entidad en el Estado. Hay, pues, dos puntos que hemos de
89
considerar: primero, la noción general de una entidad supra personal y, después,
la identificación de esa entidad con el Estado...” 18
De nuestra parte, se trata de establecer algunos elementos de reflexión; en torno
al significado de la representación. De lo presentado, hasta ahora, se infiere la
importancia de los condicionantes; al momento de definir y posicionar los
contenidos teóricos y prácticos del poder. Es decir, la evolución de las instancias
de control y su justificación teórica, han pasado por identificar y aceptar como
válida la pérdida absoluta o parcial de la libertad absoluta, del sujeto individual y
del sujeto colectivo no beneficiarios del poder. Cuando más, en una aplicación
amplia de la figura asociada a la intermediación, se ha construido una variante de
esa libertad absoluta, por la vía de desarrollar una opción en la cual esos sujetos
individuales y colectivos acceden a una expresión en esas instancias; a través de
delegar. O lo que es lo mismo: a través de la cesión de parte de esa libertad; tal
vez la fundamental..
Siendo así, entonces, hacemos tránsito hacia el origen de este concepto en
Occidente. En el siglo XIII, se conoció (para el caso británico), una figura primaria
de parlamento anglosajón (Witenagemot). Un tipo de representación
absolutamente distanciada de los súbditos dominados, no beneficiarios del poder.
Asumió roles en nexo con los intereses inmediatos de sectores, aunque no
vinculados directamente a la Corona, ejercían una fuerte influencia. En principio
ejercieron como Consejo Asesor, en lo que respecta a la consecución de recursos
y/o a la orientación y aplicación de lo que podría llamarse como el gasto público.
18 Hubiese, L.T., Teoría Metafísica del Estado, Ed. Aguilar, 1981, páginas 26-27. Traducción de Dalmasio Negro Pavón.
90
Con algunas variantes, en términos de su connotación política, en el siglo XVI;
este tipo de Consejo Asesor, mantuvo un significado asociado a la representación
de determinados sectores, en su relación con la Corona. Aunque, en estricto,
carecía de la fuerza necesaria para erigirse como alternativa de gobierno; de todas
maneras prefiguró el surgimiento de agrupaciones políticas, entendías como
partidos, si aplicamos el método de análisis que se hizo vigente en los siglos XVII
y XVIII, para el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Otra
cosa fue, con la diferenciación propia inherente al significado de la Revolución
Francesa, la expresión de los Jacobinos en la Asamblea Nacional y el
desconocimiento de la autoridad del Rey.
El concepto de Nación – Estado (siglo XVI; permitió identificar una evolución
fundamental, en lo que respecta a las agrupaciones políticas; en tanto que la
influencia de la Reforma Protestante, proveyó insumos importantes,
fundamentalmente en lo que hace al Calvinismo. Fue algo así como la culminación
de un proceso iniciado tres siglos antes, en contra del poder de la Iglesia Católica
y su rol en los asuntos políticos y económicos. Encontramos allí, en el contexto de
ese proceso anterior a la Reforma y en los hechos posteriores a esta, elementos
determinantes, para entender expresiones políticas como las de los Whig y los
Tory (presbiterianos-liberales y conservadores, respectivamente).
La Guerra Civil Inglesa (1642-1649), constituyó una expresión importante, en lo
que respecta al rol del Parlamento. Recuérdese nuestra anotación anterior, en
91
cuanto al significado inicial adquirido por esta figura colectiva, como
representación. En la línea de interpretación propuesta, no es otra cosa que la
evolución de los Consejo Asesores del Rey y, en veces recaudadores de recursos
u orientadores para efectos del gasto público.
Es pertinente resaltar, en el contexto de los antecedentes y significado de la
Guerra Civil Inglesa, la convocatoria efectuada por Carlos I, al Parlamento en 1640
(denominado transitoriamente como Parlamento Largo); con la intención de
promover la consecución de recursos para su guerra en contra de Escocia. Ya, de
por sí, obraba un contenido religioso en la confrontación. Anglicanos y
Presbiterianos. La oposición de Tomás Wentworth, a las pretensiones de Carlos I,
puede ser entendida como un intento por reivindicar la autonomía parlamentaria;
más allá de las simples exigencias de contraprestación planteada por otros
miembros del Parlamento. Posteriormente, Oliver Cromwell, retomaría (a nombre
de un híbrido entre autonomía del Parlamento y la expresión del Puritanismo) la
confrontación radical al Rey Carlos I. Este proceso derivó en la disolución, en
1648, por parte de Cromwell del Parlamento, la expulsión de quienes se oponían a
sus acciones militares en contra del Rey y a la posterior configuración del
denominado Parlamento Rabadilla, con sus adeptos. Terminada la influencia de
Cromwell, en 1660 (febrero) el Parlamento se reúne y decreta su propia
disolución, a partir de marzo de 1660.
La denominada Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra; tuvo como centro el
conflicto entre el Parlamento (como evolución del entendido y aplicación práctica
de los anteriores Consejo Asesores del Rey) y Jacobo II. Aquí, el Parlamento,
92
actuó en su condición de coalición de agrupaciones políticas y religiosas. El punto
de comienzo, en la ruptura y expulsión de Jacobo II, tuvo que ver con la
confrontación entre católicos y protestantes; a raíz de decisiones asumidas por el
Rey (Jacobo II), en contravía y vulneración de derechos de la mayoría protestante.
Se promovió entonces, por parte del Parlamento, la asunción de la dupla María II y
su esposo Guillermo III. En términos tendenciales, podría decirse que la
intervención del Parlamento durante la Revolución Gloriosa, tuvo como
repercusión importante la instauración de una figura de equilibrio político entre la
Monarquía y el Parlamento. Cabe recordar que ya, desde el siglo XV. Para
profundizar en este aspecto, es posible consultar las acciones realizadas por la
Asamblea de Nobles, como consejeros del Rey en la modalidad de Consejo
Privado (….O Privy Council, como se le conoce en Inglés), apareció la figura
politica asimilada al Gabinete, como expresión de una relativa independencia.
Puede entenderse, incluso, que la incidencia del Parlamento en la designación de
los ministros, constituye un avance, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo
XIX.
Aunque aparezca limitado al caso de Inglaterra, el ejemplo anterior, define el hilo
conductor que ha tenido la intermediación. Hemos visto, en su origen, como el
Parlamento constituyó un distanciamiento profundo y radical, con respecto a los
súbditos no beneficiarios. El recorrido, desde los Consejo Asesores y/o
Recaudadores, hasta la versión evolucionada en los siglos XVI y XVII; permite
inferir un perfil cercano a la suplantación de la libertad absoluta. Es, en la línea de
interpretación propuesta, una decantación, un filtro. No es otra cosa diferente a lo
93
ya analizado, en cuanto al origen, evolución y significado de las instancias de
intermediación; como expresiones del control y del poder. Esta afirmación, sin
embargo, no supone desconocer la importancia de la democracia representativa;
en el contexto de la evolución de la confrontación al poder absoluto y autoritario.
Inclusive, porque la evolución de este tipo de intermediación, permitió la
separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En este sentido, la
influencia de Charles Louis Montesquieu, (en el siglo XVIII) fue fundamental.
Nos corresponde, ahora, avanzar en cuanto al alcance logrado; en ese proceso de
representación ya analizado arriba. No se trata, ni de eludir, ni de hacer
abstracción de los principios básicos que sustentan nuestra opción de
interpretación. Simplemente, arribamos a un momento, en cual la descripción tiene
que expresarse. No solo en cuanto a su connotación, como extensión de un
determinado modelo de representación; sino también en lo que respecta a su
significado como escenario para la expresión de las agrupaciones políticas. Así,
entonces, supone establecer dos referentes básicos. Uno de ellos, asociados al
poder ejecutivo. El otro, vinculado al poder legislativo.
En su versión actual, el Parlamento, se consolida en el siglo XIX. A manera de
anécdota, es pertinente referir el caso del Althag en Islandia y del Tynwald, en Isla
de Mon (adscrito a la Corona Británica); como los Parlamentos más antiguos.
En cuanto a sus características básicas, la descripción es la siguiente: existe un
aspecto, a manera de generalidad, en cuanto a la división política y administrativa
en dos sectores, instancias o cámaras. Para el caso, a manera de ejemplo, del
94
Reino Unido, estas divisiones se denominan Cámara de los Lores, que ejerce
como instancia de Tribunal Superior y Cámara de los Comunes, que ejerce como
instancia que designa al Gabinete, incluido el Primer Ministro. Para el caso de
España, aparece también la modalidad bicameral, en el contexto de la
denominación Congreso de los Diputados. Otra instancia importante, para el
mismo caso de España, es el Consejo de Ministros. De todas maneras, queda
claro el hecho de la designación del Presidente a cargo del Congreso de
Diputados. En el caso de Alemania (Estado Federal), las instancias adquieren la
denominación Bundestag (Cámara Baja. Es aquí en donde se hace la designación
del Canciller, quien ejerce como conductor del gobierno) y Bundestag (Consejo
Federal). En el Caso de Italia, las instancias se denominan Senado de la
República y Cámara de Diputados. El ejecutivo es ejercido por un presidente
designado en sesión conjunta del Parlamento, adicionado con representaciones
de algunos entes territoriales.
En lo que respecta a las funciones generales, entendidas como funciones
legislativas; la división política y administrativa (además de la ya señalado, para el
caso del ejecutivo, en los ejemplos anteriores); permite una cobertura de
orientación y de control. Es, además, un escenario en el cual se dirimen aspectos
fundamentales asociados a la expedición de normativas de aplicación al interior y
al exterior .En este caso, comoquiera que el ejecutivo recibe un mandato limitado
al programa de gobierno previamente aprobado. Esto permite entender la
dinámica de los partidos políticos y su significado. Así, entonces, los electores y
las electoras (...los delegatarios de su libertad, en el entendido que hemos
95
manejado aquí); votan por un partido determinado y su programa de gobierno. Es
de anotar la presencia de diferencias precisas, en lo concerniente a la formación
del equipo de gobierno, en los diferentes países con Régimen Parlamentario.
Veamos, a manera de ilustración, un ejemplo para el caso de España, en
tratándose de una Nación que, a su vez, tiene características asimiladas a
conflictos internos de nacionalidades que no hacen primacía (Catalanes y
Vascos). Además de ejercer como Monarquía Constitucional. Los datos siguientes
fueron tomados de la Enciclopedia Encarta; en razón a su precisión y exposición
didáctica.
Parte cuatro
Mariana, en su infancia, fue una niña de increíble erudición. Se destacaba por su
potente actividad, relacionada con la vida y su razón de ser, en el contexto
regional e internacional. Luchaba, en una perspectiva de socialización de la
actividad regional. Un nexo, sostenía Mariana, con la internacionalización de los
gobiernos y estados.
Y, , que infancia manifiesta en su hedor de puta mierda. Una simbología inane. Al
menos para él. En esa contracorriente tan infame. Unos vertimientos de historias
entrelazadas por lo bajo. Como ese cuento con la bisabuela Serafina. Una mujer
de tres mundos. Uno, el del siglo XIX, que conoció en toda su segunda mitad. Con
esos embates de los amos de la tierra. Unos cruzados peleando hasta morir y
hacer morir. Unas arengas embalsamadas, desde 1819. En esas junturas de
96
caminos entre santanderistas y bolivaristas. Cardúmenes de población societaria
retenida o expulsada a la fuerza. Los esclavos y las esclavas todavía con la yunta
al cuello. Las repúblicas iban y venían. Como en recetario perverso. Policromías a
partir de surtidores rojos y azules. Como si ese fuera el único espectro posible.
Una caballería vergonzante. Hoy los unos. Mañana los otros. Y, así, pasaba el
tiempo. Heridas abiertas. Ahí no más, esperando el discurso del próximo caudillo.
Herederos del imperativo y empalagoso General. Dictador de siete muelas.
El otro mundo, el segundo, de la bisabuela, dado por esos años de comienzo del
Siglo XX. Unos tras otros. Venidos desde la política bifronte consolidada desde
1886. Constitución en mano. Los generalotes. Solo lúcidos para las entelequias y
para la soberbia. Exacerbadores, a partir de manifiestos impúdicos. El reyecito,
Reyes, dando tumbos. Inventándose valores al calor del Sagrado Corazón de
Jesús. Un templario tardío. Llegado al poder a puro pulso de espadas, bayonetas
y fusiles. Y así fue extendiendo su habladuría y su hechura de sujeto obsoleto.
Pero, por lo mismo, atizador de los mismos fuegos de antes. En esos mil y pico de
días de desangre. Y, siempre, los hombres y las mujeres de a pie, ahí. Como
depositarios de las tres o más letras que les dejaron conocer.
Y el tercer mundo de Serafina. Esa última década de su vida. Entre 1947 y 1958.
Que osadía la de ella. Tratando de aplicar lo aprendido de Ignacio Torres y de
María Cano. Confesa partícipe de esos idearios. El PSR, dando vueltas. Por esos
lugares recónditos. El sentimiento de ser mujer en la dermis. Mujer, otrora poseída
y violentada. Casi a la fuerza. Porque eso y solo eso eran las relaciones de amor
unipartitas. Porque, siendo ella inmersa en esa relación; solo surtía como objeto.
97
Abertura para el falo de los prohombres. U hombres, apenas en nombre.
Machucantes huracanados solo en las noches. Sus noches. O a cualquier hora.
Y sí que cabalgó con la Cano, la abuela Serafina. Conociendo en directo o de
ladito las andanzas de los dueños del país. Llevando ella y la María, panfleticos
bien escritos por el jefe de jefes, Torres Giraldo. Un apocado. Así lo describía la
bisabuela. Un insípido sujeto de buena letra. Pero no más. Lo mismo de los otros
hombrecitos del día a día. Una pulsión de vida, asociada más a un oficio de
omnipotente gendarme ideológico, que de verdaderos pulsos libérrimos.
Punzantes. Revolucionarios.
Murió Serafina, el trece de mayo de 1959, de manos de Serapio Epaminondas
Roldán. Quien la mató por celos. Le faltaban dos añitos para cumplir 106. Qué
malparido varoncito matacandelas. Le hizo los hijos y las hijas que se le antojó
tener con ella. “…En sus ojos quedaron sucesión de imágenes vividas. Tres que
resaltaba ella: el asesinato de Rafael Uribe; el asesinato de J. Eliécer Gaitán y la
figura de la liberta inmensa. Como, a bien tenía de llamar a DOÑA MARIA CANO”.
Así rezaba el texto escrito en su honor, por parte de Virgiliano Cifuentes, quien
fuera su amante furtivo, en toda su vida como mujer incendiaria y sublime.
Ese tósigo de vida, siguió murmurando angelito. Y le volvió la pensadera. Esta vez
con lo de la abuela Isaura. La sexta hija de Serafina. Esa sí que entró por donde
era. Como queriendo decir que empezó a mandar todo al carajo. Desde pequeñita
ya sabía que mamá Serafina y Virgiliano eran amantes. Para ella fue siempre un
deleite absoluto verlos retozar y gemir en la estera que tenía en “el cuarto de
98
nadie”, como llamaban la piecita de atrás. Pero, además, sabía de todo un
poquito…o mucho. Nunca se supo, ni se sabrá. Interpretaba sueños. En la
escuelita fabricaba “peos químicos” que cargaba en un frasquito y lo destapaba en
clase de religión, con la señorita Consuelo. Sabía cómo era eso de “venir al
mundo”. Lo aprendió, viéndolo en directo cuando la comadre Eunice asistía los
partos de doña Beatriz Alviar. Nunca se tragó el cuento de El Arca de Noé. Mucho
menos lo de El Paraíso Terrenal. Ella había leído y releído las “Nociones de
Historia Sagrada” y el Catecismo escrito por el padre Astete. Y cotejó esos
escritos con los de Charles Darwin y H. Morgan. Estos últimos los halló en el
escaparate que había heredado Serafina de Antonia, la tatarabuela.
Angelito vivió parte de esa historia. Por ejemplo, le tocó ver como Macario Verdún,
el marido de la abuela Isaura, le arruino uno de sus ojos con el punzón de la
cocina. En “un arrebato de ira santa” como tipificó el malparido cura del barrio, la
agresión. También cuando la azotaron, entre Juvenal y Ponciano, los seminaristas
hijos de Hipólito Benjumea, el dueño de la ferretería “El buen precio”. Todo porque
les dio por creer y aseverar en palabra, que “…esa perra se lo da a Braulio
Castañeda” Angelito sabía que eso no era así. Porque, entre otras cosas, Braulio
era homosexual en su clandestina vida íntima. Los azotes los ordenó Venturiano
Alfonso, papá de doña Eugenia, la tía de Eufrasio Parra. Todo en nombre de “La
Divina Providencia”, nombre y símbolo de los “Neo-Cruzados”.
Zoraida, en sumisión estaba, cuando la azotó el sueño viajero. En locomoción
simbólica. Atada a los rigores de lo incendiario. Ya “los tíos” habían muerto. Tal
vez de tanto amarse. Una juntura nacida de tanta soledad compartida. Los y las
99
que se fueron yendo, fueron condicionando el quehacer. Del vivir de ellos. En cada
espacio de su casa. En cada recodo esquinero de su barrio. Por fin pudieron
amarse en la libertad del albedrío. Centinelas, uno y otro, creativos. Desde la
desesperanza primera habida, cuando les mataron sus almas, por la vía de matar
a sus crías. Y desde allí. Desde esa desesperanza, empezaron construir la
esperanza que habrían de ser sus vidas. Juntas. Retozos bien hechos. Mejor
culminados. En cada acechanza. El uno y el otro. Buscándose en todos los
entornos. Entregándose en cualquiera de ellos. No hubo en esa, su casa, rincón
que no conocieran en sus escarceos pulcros, prístinos. De ternura no afanada por
nadie. Solo él, uno, y él otro. En combinatoria perfecta. Como ajedrecistas vitales.
Tan vitales eran que no se dieron cuenta cuando pasó la vida pasando. Y, ellos,
ahí. En esa vida que pasó sin advertirles nada. Tal vez para no desdibujar lo
hecho por ellos. En esas pinceladas gruesas. Como las de los niños y las niñas.
Como aprendices de motricidad fina. Ya estando viejos.
Angelito se deslizó, otra vez, hacia la soñadera y la pensadera. En fin, de cuentas
siempre la tuvo clara. Ir de tiempo en tiempo. Corroborando los decires y los
haceres. De su historia. De sus parentescos. De lo que fue. Bien o mal haya sido.
Como infusiones milenarias. Tratando de azotar lo cotidiano con el cuero habido
en la vida. De lo inmemorial. O de lo del entorno en cercanía. Y se vio, otra vez,
sumergido en el follaje de la diatriba y de lo atrabiliario. Regresó a uno de los tres
mundos de la bisabuela. Al tercero. Y lo sintió como viacrucis sin el crucificado a
bordo. Más bien como esa hechura plena. De instantes en la voltereta. Viéndolos y
viéndolas a todos y a todas. Desde López Pumarejo a Eduardo Santos. Desde
100
Laureano hasta Ospina Pérez. Desde “el caudillo del pueblo”; hasta Lleras
Camargo. Pasando por “el sargento hecho poder nimio, vergonzante”, hasta el
triunvirato. Y desde ahí hasta…la letanía continuada.
Siguió soñando. Angelito, cada vez más extirpado de sesera propia. Corría veloz.
En el tiempo. Como aventajado sujeto; al que le dio por buscar la ternura. En
cualquier evento. O en cualquier recodo de vida. Haciendo de su quehacer
ramplón y perverso de ayer; pulsión de vida. Percepción de lo sublime. Como
desesperado jinete cabalgando a los rígidos dromedarios en el desierto: Tratando
de llevarlos por el camino cierto. Sin esa ambivalencia de los plenipotenciarios
negociadores perennes. Sin la cantinela de los pregoneros. Gnomos perdularios.
Heraldos con la semiótica perdida. Como perdido fue y ha sido el rastro de los
lobos de la estepa.
La niña que conoció en Tunja, llegó puntual. A las ocho de la mañana ya estaba
en el hotelito de la comadre de su papá. Bien acicalada estaba ella. La niña bella
que presurosa llegaba en búsqueda de su furtivo convocante. Como es de
hermosa la niña. La que llegó vestida con traje de tulipanes bordados; en toda la
anchura de su cuerpo. Con escote pronunciado. Como queriendo sonsacar al
sonsacador impávido. Y fue llegando ella, conforme lo había prometido. Porque,
como bien hecha doncella. De cuerpo bien hecho y puesto. En crecimiento sus
pechos. Inflamados estaban. Tal vez por el mismo afán en encontrar a quien sería
su desfoliador. Aquel a quien ya amaba. Desde la mañana misma en que lo vio. Y
su carita, en rojizo color ya expreso, tanto que le quemaba. Y que se iba bien
adentro. Ojazos de ensueño. Sin necesidad de forzar mirada, buscaban al sujeto
101
suyo; desde día y hora en que lo vio llegando a ese entorno suyo. Entre lo uno o lo
otro. Es decir que, la doncella, entre dichosa y cándida, llegó como lo había
prometido. Con ansias locas de sentir adentro; bien adentro ese falo inmenso con
el que empezó a soñar, sin verlo.
Andando el tiempo, entonces, recordé lo que fui en próximo pasado. Y me volví a
contar a mí mismo. Con palabras de los dos. Aquellas que construíamos, viviendo
la vida viva
Es como todo lo circunstancial. Cuando regresas ya se ha ido. Y lo persigues. Le
das alcance. Y lo interrogas. Al final te das cuenta que fue solo eso. Por eso es
que te defino, a ti, de manera diferente. Como lo trascendente. Como lo que
siempre, estando ahí, es lo mismo. Pero, al mismo tiempo, es algo diferente. Más
humano cada día. Una renovación continúa. Pero no como simple contravía a la
repetición. Más bien porque cuenta con lo que somos, como referente. Y,
entonces, se redefine y se expresa, En el día a día. Pero, también, en lo
tendencial que se infiere. Como perspectiva a futuro. Pero de futuro cierto. Pero,
no por cierto, predecible. Más bien como insumo mágico. Pero sin ser magia en
sí. No embolatando la vida. Ni portándola, en el cajón de doble tejido y doble
fondo. Por el contrario, rehaciéndola, cuando sentimos que declina. O, cuando la
vemos desvertebrada.
Siendo, como eres entonces, no ha lugar a regresar a cada rato. Porque, si así lo
hiciéramos, sería vivir con la memoria encajonada. En el pasado. Memoria de lo
que no entendimos. Memoria de lo que es prerrequisito. Siendo, por lo mismo,
102
memoria no ávida de recordarse a sí misma. Por temor, tal vez, a encontrar la
fisura que no advertimos. Y, hallándola, reivindicarla como promesa a no
reconocerla. Como eso que, en veces, llamamos estoicismo burdo.
Y, ahí en esa piel de laberinto formal, anclaríamos. Sin cambiarla. Sin
deshacernos de lo que ya vivimos sin verlo. Por lo mismo que somos una cosa
hoy. Y otra, diferente, mañana. Pero en el mismo cuento de ser tejido que no
repite trenza. Que no repite aguja. Que se extiende a infinita textura. Perdurando
lo necesario. Muriendo cuando es propio. Renaciendo ahí, en el mismo, pero
distinto entorno.
Quien lo creyera, pues. Quién lo diría, sin oírse. Quien eres tú. Y quien soy yo.
Sino esa secuencia efímera y perenne. De corto vuelo y de alzada con las alas,
todas, desplegadas. Como cóndores milenarios. Sucesivos eventos diversos. Sin
repetir, siquiera, sueños; en lo que estos tienen de magnetismo biológico. Que ha
atrapado y atrapa lo que se creía perdido. Volviéndolo escenario de la duermevela
enquistada.
Y, sigo diciéndolo así ahora, todo lo pasado ha pasado. Todo lo que viene
vendrá. Y todo lo tuyo estará ahí. En lo pasado, pasado. En lo que viene y
vendrá. En lo que se volverá afán; mas no necesidad formal. Más bien, inminente
presagio que será así sin serlo como simple simpleza sí misma. Ni como mera luz
refleja. Siendo necesaria, más no obvia entrega.
Y siendo, como en verdad es, sin sentido de rutina. Ni nobiliario momento. Ni,
mucho menos, infeliz recuerdo de lo mal pasado, como cosa mal habida; sino
103
como encina de latente calor como blindaje. Para qué hoy y siempre, lo que es
espíritu vivo, es decir, lo tuyo; permanezca. Siendo hoy, no mañana. Siendo
mañana, por haber sido hoy...y, así, hasta que yo sucumba. Pero, por lo tanto,
hasta que tú perdures. Siendo siempre hoy. Siendo, siempre mañana. Todo vivido.
Todo por vivir. Todo por morir y volver a nacer. En mí, no sé. Pero, de seguro sí,
en ti como luciérnaga adherida a la vida. Iluminándola en lo que esto es posible.
Es decir, en lo que tiene que ser. Sin ser, por esto mismo, volver atrás por el
mismo camino. Como si ya no lo hubieras andado. Como si ya no lo hubieras
conocido. Con sus coordenadas precisas. Como vivencias que fueron. Y hoy no
son. Y que, habiendo sido hoy, no lo será mañana.
Y es ahí en donde quedo. Como en remolino envolvente. Porque no sé si decirte
que, al morir por verte, estoy en el énfasis no permitido, si siempre he querido no
verte atada, subsumida; repetida. Como quien le llora a la noche por lo negra que
es. Y no como quien ríe en la noche, por todo lo que es. Incluido su color. Incluido
sus brillosos puntos titilantes. Como mensajes que vienen del universo ignoto. Por
allá perdido. O, por lo menos, no percibido aquí; ni por ti ni por mí.
Y sí que, entonces, siendo yo como lo que soy; advierto en tú lo que serás como
guía de quienes vendrán no sé qué día. Pero si sé que lo harán, buscando tu faro.
Aquí y allá. En el universo lejano. O en el entorno que amamos.
Parte cinco
Eufrates Medina Cipagauta, vivió su infancia en un pueblito casi desconocido e
inhóspito. Su papá Egnosodin, un policía retirado, le imprimió a sus hijos e hijas,
104
una doctrina severa. Es decir, con énfasis en la autoridad y la religión católica.
Cuando él, (Eufrates) logró fugarse de la casa, viajó a bordo de camiones de
carga. Tenía el palito para hacerse querer y estimar por los transportadores.
Después de estar para aquí y para allá, decidió que lo suyo era ser sujeto
sedentario. Se quedó en ciudad Benítez. Allí conoció a Eloísa Ibarguen, quien
sería su compañera de toda la vida. Con ella tuvo cuatro hijos. El último de ellos
fue Gumersindo. Empezó a trabajar duro, con todos sus hijos y su esposa. Hasta
lograr una opción económica, relacionada con la cooperación y la posibilidad de
hacer de ésta, una tendencia a la organización sólida.
Ha existido, en el proceso inherente al desarrollo de la teoría económica,
diferentes momentos en la confrontación entre opciones conceptuales y prácticas
divergentes. Desde la propuesta originaria de la visión moderna para el desarrollo
capitalista, centrada en la teorías acerca del proceso de reproducción diseñadas, a
manera de ejemplo, por Quesnay (“ Tabla económica”); Adam Smith (“Naturaleza
y causas de la riqueza de las naciones”) y Sismondi (“Nuevos principios de la
economía política o la riqueza en relación con la población”); hasta las opciones
teóricas que cuestionan esas interpretaciones diseñadas por Kart Marx (“El
Capital”), Rosa Luxemburgo (La Acumulación del Capital”). Contando, inclusive,
en este espectro, a John Maynard Keynes (“Tratado general sobre el empleo, el
interés y el dinero”).
105
Esto supone, en consecuencia, la necesidad de trabajar con una posición de
cobertura lo suficientemente amplia; de tal manera que no se desemboque en un
discernimiento anclado en un entendido lineal y/o dogmático. Ante todo, porque en
esto de analizar el significado de la creación de empresas y su relación con el
entorno económico y social, no admite opciones tangenciales que eludan el hecho
objetivo, en cuanto a la existencia de una conexión dialéctica (...o, si se quiere,
conflictual) entre la implementación y desarrollo de la empresa, con respecto al
espectro social, económico y político en la cual esta se desenvuelve. Ante todo
porque esta, la empresa y sus propiciadores o garantes, no puede ser entendida
como una opción y/o propuesta única (en lo que tiene de ejercicio individual); sino
como partícipe de una sumatoria o globalidad económica, inmersa, por esto
mismo en la dinámica propia del crecimiento económico; conforme a unos
postulados concretos derivados de la política macroeconómica gubernamental y
de la creación de riqueza, en el contexto de la planificación y estrategias de un
Estado concreto.
Conviene, en este punto, con las reservas obvias; en tanto que constituye una
visión propuesta por una persona que contribuyó a construir una opción en
contravía de la ortodoxia clásica de la economía política capitalista; citar una
expresión de Rosa Luxemburgo en su obra “La acumulación del capital”.
“..Hasta ahora hemos considerado la reproducción desde el punto de vista del
capitalista individual típico, representante y agente de la reproducción que se
realiza por una serie de empresas privadas. Este modo de enfocar el problema
nos ha hecho ver ya bastantes dificultades. Sin embargo, ellas son pocas
106
comparadas con las que aparecen inmediatamente que pasamos de la
consideración del capitalista individual a la de la totalidad de los capitalistas.,
Ya una ojeada superficial muestra que la reproducción capitalista como todo
social, no puede ser concebida mecánica y simplemente como suma de las
diversas reproducciones capitalistas privadas. Hemos visto, por ejemplo, que uno
de los supuestos fundamentales de reproducción ampliada del capitalista
individual es una ampliación correspondiente de su posibilidad de venta en el
mercado. Ahora bien, el capitalista individual puede lograr esta ampliación no por
extensión absoluta de los límites del mercado en general sino por concurrencia, a
costa de otros capitalistas individuales….”19
Con esto quiero enfatizar acerca de mi análisis y de su soporte, en lo que hace
alusión al enfoque teórico. Es algo así como proponer, de mi parte, un entendido
en el cual el concepto y la práctica de creación de empresa, no pueden ser
presentados por fuera del contexto político, económico y social. Esto traduce que,
en mi concepto, sobre las expectativas derivadas de la creación y desarrollo de las
empresas, ejerce una influencia determinante la política macroeconómica
gubernamental y las estrategias de crecimiento formuladas en un plan de
desarrollo específico, para uno o varios periodos igualmente específicos y
concretos.
Inclusive, en la visión propuesta por mí, se incluye, necesariamente, una
interpretación del significado que tiene la planificación económica; como opción
19 Luxemburgo, Rosa. “La acumulación del capital. Editorial Grijalbo, primera edición 1967, de la traducción española, página 27
107
estatal. Algo que ya fue planteado por Keynes (para el caso de la economía
capitalista); como alternativa de solución para la crisis originada en la recesión
global iniciada en 1930. De otra parte, por lo mismo que he venido planteando, en
términos de la interacción entre los diferentes agentes del proceso económico
internacional y nacional; cabe establecer un referente en lo que respecta a la
situación de los países que no han acumulado riqueza, ni tecnología suficiente
como para considerarse de desarrollo pleno (esto ya lo expresé en el numeral 1).
Quiero presentar, como ayuda conceptual, una reflexión del profesor P.T. Bauer
en su obra “Crítica de la teoría del desarrollo”. Como en la anterior cita, hago aquí
la aclaración en el sentido de la reserva que pueda acompañar la reflexión aludida.
Veamos:
“…La planificación global implica, además, que gran parte de la producción no
está relacionada con la demanda del consumidor y por tanto con los niveles de
vida. De ahí que , aun en el caso de que la política fuese de incremento de la
producción total en relación con lo que hubiera sido en otro caso, lo cual es
improbable, este incremento no estaría relacionado con los niveles de vida, cuya
mejora es el objetivo ostensible de la política. Este divorcio entre producción y
niveles de vida es probable que en si mismo retrase el alza tanto de la producción
como de los niveles de vida; porque la perspectiva de un nivel de consumo más
alto y variado generalmente es un incentivo importante para una mayor actividad
económica a través de un esfuerzo, ahorro e iniciativa individuales. Esto resulta
especialmente cierto en países pobres...”.20
20 Bauer, P.T. “Crítica de la teoría del desarrollo”. Editorial Orbis, colección Biblioteca de Economía, sin datos del número de edición y fecha, página 104.
108
-La creación de empresas, considerada como una opción para la actividad
económica, en el contexto de una economía de mercado; supone la fijación de
unos objetivos concretos por parte de quien o quienes se comprometen con ese
ejercicio. Por lo mismo que esta actividad se considera inmersa en la dinámica
propia de la economía capitalista y del mercado que ejerce como elemento
colateral a la producción de bienes y servicios; debe suponer la existencia de
factores endógenos y exógenos que actúan como referente al momento de
planear y hacer efectiva la participación en el mercado. Uno de esos factores lo
constituye la política macroeconómica concreta implementada por el gobierno,
para un periodo específico. El otro tiene que ver con la interacción necesaria entre
la condición en que se encuentra el país con respecto a la economía mundial
global; asociada esta condición con otro aspecto que relaciona a la producción y al
consumo; como elementos que se condicionan y que está, a su vez, relacionados
con el nivel de vida y sus perspectivas.
- La planificación específica asociada a las estrategias de desarrollo planteado
para el país concreto, define unas determinadas prioridades y, por esto mismo,
unas determinadas condiciones en las cuales se realiza la actividad económica
productiva. Esto incluye, entre otras cosas, la definición y concreción de los
incentivos para los productores y las áreas concretas a las cuales estos se dirigen.
A manera de ejemplo: para el caso colombiano, el Plan Nacional de Desarrollo
aprobado por el legislativo, para el período 2005-2007, define unas prioridades
para el sector productivo, de conformidad con la visión gubernamental en lo que
respecta a la economía de mercado y su aplicación en este tiempo en el cual
109
transcurre una etapa precisa de la globalización económica, por la vía de
actividades multilaterales y bilaterales. Este es el caso concreto de los énfasis en
relacionar el crecimiento económico con la opción de los tratados de libre
comercio internacional; bien sea entre nuestro país y Estados Unidos de
Norteamérica o entre nuestro país y otros países de la región, particularmente de
la Zona Andina y Centroamericana.
-Los incentivos gubernamentales específicos, se pueden presentar por diferentes
vías. Una de ellas, a manera de ejemplo, tiene que ver con exenciones tributarias
(ver propuesta de reforma tributaria) o con la flexibilización de la normatividad
vigente en lo que respecta a requisitos para la creación de empresas y para su
desarrollo. Esto último, a su vez, incluye incentivos relacionados con la
flexibilización laboral (este el caso, a manera de ejemplo de las sucesivas
modificaciones a la legislación laboral, a partir de 1990 con la Ley 50 y la Ley...)
Durante el periodo presidencial 1990-1994, el ejecutivo, con el apoyo del
legislativo; implementó una visión de crecimiento económico, desarrollo y
economía de mercado. Para entender, al menos en parte, la lógica que soportó a
las aplicaciones derivadas de esa visión; se hace necesario retrotraer algunos
aspectos básicos de la teoría económica definida como de apertura económica.
Esta teoría estuvo centrada en una interpretación que proclama la flexibilización
de las normas internas de cada país (ante todo las de aquellos definidos como
subdesarrollados o periféricos) en lo que respecta a la protección de su frontera
económica. Incluida, obviamente, su producción interna de bienes y servicios. Al
mismo tiempo, suponía una flexibilización absoluta de la intervención estatal en
110
asuntos relacionados con la política social de redistribución del ingreso; incluida la
intervención estatal en aquellas áreas relacionadas con los servicios públicos
esenciales.
Por esa vía, el gobierno del doctor César Gaviria Trujillo, presentó proyectos de
ley en la perspectiva de modificar la normatividad vigente en cuanto a los términos
de intercambio de mercancías en el mercado internacional y, en paralelo,
promovió y aplicó decisiones expeditas (por la vía de decretos directos y/o
reglamentarios) con las cuales incursionó en diferentes entidades públicas,
modificando su razón de ser en lo que estas tenían de instrumento para la política
de asistencia social y de subsidios para la adquisición de servicios por parte de la
población desprotegida y hacia la cual debería estar dirigida la acción estatal,
conforme a lo establecido en la Constitución de 1991.
Todo lo anterior no puede decirse, en estricto, que se inauguró durante el gobierno
del doctor César Gaviria Trujillo. Es el resultado de un acumulado construido
desde tiempo atrás y que ha cruzado el quehacer de nuestro país en periodos
consecutivos.
Veamos esto, para mayor precisión, en palabras de la profesora Consuelo
Corredor, en su obra “Los límites de la modernización”.
“…La consolidación del modelo liberal de desarrollo y del régimen político
bipartidista, como su sustento, han sido los pilares centrales sobre los cuales se
ha construido el proceso de modernización económica y, a la vez, los principales
obstáculos para la configuración de una sociedad moderna.
111
Las aceleradas transformaciones en el orden económico, han tenido como guía la
confianza en el mercado, como asignador de recursos y de bienes, con el
resultado de la exclusión de amplios sectores de la población del beneficio de las
mismas. Ello ha sido posible por la estrategia desarrollista, por el sistema de
dominación impuesto por el bipartidismo y por la precaria organización estatal
resultante de este modelo.
La ideología liberal que se ha invocado sin restricción en el mundo económico ha
sido fuertemente restringida en el mundo político. Los principios de soberanía e
igualdad de derechos y de oportunidades, han hecho parte del discurso de la élites
dominantes pero, su ejercicio práctico se lo han reservado para ellas.
Una de las graves consecuencias de esta estrategia de modernización desde
arriba ha sido impedir la diferenciación entre lo público y lo privado. Más
exactamente, la exclusión política, social y económica de que han sido objeto
amplios sectores de la población, como resultado de la prevalencia de los interese
particulares de la élites dominantes, ha formado una confusa idea de lo público,
reducida a una mera instancia de legitimación formal del orden vigente, y de
rapiña real en busca de interese particulares y partidistas...” 21
Las determinaciones asumidas desde el gobierno central y las normas
introducidas, en términos del intercambio de mercancías nivel internacional y que
vulneraron la intervención estatal como regulador en la economía de mercado
tuvo, para el caso que me ocupa, una incidencia profundamente negativa hacia la
21 Corredor M., Consuelo. “Los límites de la modernización”. Editado por Cinep-Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia.- Sede Bogotá. Segunda edición, 1997. Páginas 86-87
112
empresa privada a nivel nacional. Ante todo hacia aquellas empresas no
vinculadas con transnacionales y que se vieron sometidas a un tipo de
competencia onerosa….ruinosa. Aquí, en esta expresión, cabe insistir en las
afirmaciones presentadas e por mí en el numeral 2.2; en el sentido de que la
creación de empresa y su consolidación, no puede analizarse en abstracción de
circunstancias vinculadas con la intervención gubernamental y con la presencia e
incidencia de factores endógenos y exógenos. Es relevante insistir en que el
crecimiento económico, tiene que se cotejado y analizado conforme a unos
determinados referentes precisos. No solo circunstanciales y/o transitorios; sino
fundamentalmente, en la dinámica y la perspectiva económica originada en las
estrategias de desarrollo y crecimiento que tiene, entre otras herramientas para su
aplicación la política macroeconómica y los planes de desarrollo.
El presidente Álvaro Uribe Vélez, ha sido uno de los más connotados defensores
de la política de libre mercado y de la no intervención estatal. Ya, cuando ejerció
como Senador de la República, propuso los proyectos que se constituyeron en las
Leyes 50 de 1990 y 100 de 1993. Ya, ejerciendo como presidente, ha
profundizado la aplicación de su noción fundamental en lo que respecta a la teoría
económica. Inclusive, no es temeraria la afirmación en el sentido de que la noción
de Colombia como Estado Social de Derecho, presente en el texto Constitucional
de 1991, ha sido para el doctor Uribe un elemento de dificultad para la aplicación
plena de sus postulados en relación a política económica. Puede decirse asimismo
que su opción básica coincide con lo propuesto por el presidente César Gaviria
Trujillo en 1990. Esto es: la apertura de las fronteras económicas al mercado
113
internacional, debe incluir una disminución y/o flexibilización de la intervención
estatal como instrumento regulador y garante de la producción a la industria
nacional. Por esta vía de interpretación, se entiende el diseño de su estrategia en
lo que tiene que ver con los tratados de libre comercio. Podría decirse, sin efectuar
una interpretación sesgada, que su estrategia es una versión actualizada de la
política de apertura económica del doctor César Gaviria Trujillo.
Lo cierto es que esa visión conceptual y práctica de la intervención libre de las
leyes del mercado, entra en contradicción con los postulados básicos de Estado
Social de Derecho consagrados en la Constitución Política. Pero no sólo eso,
entra también en contradicción con la definición de la intervención estatal y
gubernamental en la promoción, desarrollo y consolidación de la industria
nacional, Entendida en esta noción de industria nacional, un e espectro en el cual
caben la noción de empresa relacionada con las producción diferenciada de
bienes y servicios, incluidos los agropecuarios.
Ya de por sí, al analizar la lógica que soporta al Plan Nacional de Desarrollo, se
infiere una tendencia en la cual la interacción entre internacionalización por la vía
del libre mercado y el crecimiento económico con arreglo a la creación y
fortalecimiento de la industria nacional (con la connotación amplia ya explicada) es
una especie de dicotomía no reconocida, pero existente. Con mayor razón se
infiere esto, si lo analizamos en el contexto de la dinámica relacionada con los
tratados de libre comercio. Particularmente con el Tratado negociado con los
Estados Unidos de Norteamérica.
114
Visto así, entonces, puede afirmarse que no es sólida ni confiable la política de
creación de empresas; si se mira en la perspectiva de la estrategia gubernamental
de crecimiento económico y de consolidación de la industria nacional.
Aquí, en esta última afirmación mía, es conveniente retomar lo expresado en el
numeral 2.1; cuando enfatizo en un aspecto crucial. Esto es: la dinámica del
desarrollo capitalista no puede entenderse por fuera de la lógica que lo soporta
como sistema. En este tiempo de globalización,
de internacionalización e imposición de las leyes del mercado por encima de las
consideraciones particulares de un determinado Estado o gobierno; los
empresarios nacionales se ven sometidos y condicionados por las estrategias
derivadas de esa lógica de mercado. Por lo mismo, en consecuencia, no puede
construirse una opción de interpretación en lo que respecta a la relación
crecimiento-desarrollo-empresa, haciendo abstracción de la dinámica que
introduce esa noción de mercado y de su lógica.
En ese mismo contexto, el solo hecho de reconocer la existencia de un alto
porcentaje de la población con niveles de precariedad que le impiden ejercer como
consumidores reales y/o potenciales de bienes y servicios, constituye una limitante
para el desarrollo y consolidación de las empresas. Con mayor razón, si se analiza
de manera diferenciada, con el aspecto tamaño, monto de capital y nivel de
internacionalización como variable
Una vez realizado el recorrido anterior, cabe establecer una precisión necesaria.
No se trata, en este escrito, de desconocer el rol que cumple la creación de
115
empresa en la consolidación del modelo económico centrado en la dinámica y la
lógica del capital. De lo que se trata es de contextualizar ese rol; en términos de su
relación con la política macroeconómica y las estrategias de crecimiento
económico derivadas de una determinada visión gubernamental. Por lo tanto, y así
lo he expresado de manera reiterada, el concepto de acumulación como sinónimo
de desarrollo y consolidación económicos de un país, es válido en términos de la
ortodoxia asociada a la teoría económica general. Es algo así como entenderlo en
el contexto del cálculo del PIB, para periodos sucesivos. O, lo que es colateral a lo
anterior, efectuar las mediciones del crecimiento económico, por la vía de las
variables asociadas a la creación de determinadas empresas en un periodo
determinado.
Como lo propuse desde el numeral 1 (Presentación) este escrito constituye un
recorrido en torno a la noción de crecimiento económico y desarrollo en la lógica
propia de un modelo capitalista. Supone, por el mismo soporte de visión amplia y
no dogmática, un aporte para la construcción de líneas de interpretación y análisis
dinámicos, no asociados a la idealización de una determinada opción, ni a una
determinada aplicación. Es, por el contrario, una tendencia a la universalización
del conocimiento en lo que esta tiene de crítica asertiva y proactiva.
Parte seis
Juvenal conoció al hermano mayor de Juliana. Se hizo posible, a través de ciertas
actividades académicas. Pero, más allá de esta rutina, les tocó compartir
disquisiciones relacionadas con la libertad y la lucha de clases. Todo a partir de un
116
grupo que había construido Emilio , hermano de Juliana. Una voladura de
propuestas. La anarquía era su fundamento. Les correspondió asumir diferentes
estrategias, en el propósito de alcanzar una célula heterodoxa. De tal manera
que. Siempre, proponía una opción válida hasta derrocar el poder dominante
Ayer no más estuve visitando a Fabiana. Me habían contado de su situación. Un
tanto compleja, por cierto. Y, en verdad la noté un tanto deteriorada en su pulsión
de vida. “Es que no he logrado resarcirme a mí misma. Porque, estando para allá
y para acá, se me abrió la vieja herida. No sé si recuerdas lo de mi obsesión por lo
vivido en lo cotidiano. Simplemente, así lo entendí en comienzo, estaba unida al
dolor por las vejaciones constantes. A esa gente que tanto he amado. Verlos, por
ahí, sin horizontes. En una perspectiva centrada en la creciente pauperización.
Pero no solo en lo que respecta al mínimo de calidad de vida posible. También en
eso de ver decrecer los valores íntimos. Ante todo, porque, se ha consolidado un
escenario inmediato y tendencial, anclado en la preeminencia de los poderes
económicos y políticos, de esos sectores, de lo que yo he dado en llamar
beneficiarios fundamentales del crecimiento soportado en la explotación absoluta.
En donde no existe espacio posible para la solidaridad y los agregados sociales
indispensables para aspirar, por lo menos, al equilibrio. Y no es que esté
asumiendo posiciones panfletarias. Es más en el sentido de decantación de lo que
he sido. Siendo esto, una tendencia a la sublimación de la heredad de quienes se
han esmerado por construir opciones que suponen una visión diferente. De
aquellos y aquellas que lo dieron todo. Que lo arriesgaron todo, hasta su vida. Por
enseñar y comprometerse a fondo.
117
Es tanto, Germán, como sentir que he llegado casi al final de mi caminata por la
vida. Porque siento que no hay con quien ni con quienes. Aunque parezca
absurdo, todos y todas que estuvieron conmigo, han emigrado. Han cambiado
valores por posiciones políticas en las cuales se exhibe una opción de
acomodarse a las circunstancias. A vuelo han desagregado el compromiso y las
convicciones. Por una vía de simple repetición de discursos anclados en lo que
ellos y ellas llaman Desenmascarar, en vivo, a esos beneficiarios fundamentales.
Convirtiendo la lucha en debates insulsos. Porque, a sabiendas de ello, pretenden
construir lo que se ha dado en llamar tercera vía. O, lo que es lo mismo, una
connivencia con los depredadores. Con aquellos y aquellas que se han
posicionado como controladores. En consolidación de un Estado que, en teórico
es social y de derecho. Pero que, en concreto, no es otra cosa que las garantías
de su permanencia. Vía, un proceso que es como reservorio. Como eso de
asimilar eventos, que para nada lesionan su razón de ser.
Y, estoy en un parangón. Sé que he ido y he venido. En veces como noria. Como
lo que llamarían mis contradictores, un ejercicio ramplón. Supra ortodoxo. En fiel
posición, que no es más que una figura asimilada a esa utopía sinrazón. Es como
si hubiese llegado a un punto que ejerce como estación de vida. Como
convocando a desandar lo andado. Como que no alcanzo a dimensionar los bretes
diarios. Como si convulsionara. Como si, ni para aquí ni para allá. Y eso duele
Germán. Porque es una soledad casi absoluta. No me hallo. Tanto como soportar
una comezón visceral.
118
Siendo, entonces, así he optado por vivir lo mío. Ahí, encerrada. Hermética.
Sabiendo lo riesgos. Porque cuando se llega a un momento como este, es tanto
como querer no ir más. No forzar más a la vida en lo que esta no me puede dar.
Desde ahí, hasta la regresión paulatina, solo existe un nano segundo…”
Ciertamente, me conmovió la Fabiana. Con todo lo que la he querido. Con todo lo
que vivimos en el pasado. Definitivamente la admiro. Pero me entra el temor de
que, en verdad, no quiera ir más.
Y pensado y hecho, a escasos tres días de haber hablado con ella supe, a través
de Juliana, que encontraron su cuerpo incinerado. Murió como esos bonzos que
otrora, en público, se incendiaban. Fabiana, simplemente, se fue. Y, aún en eso,
se destaca su entendido de vida. Bello, pleno y de absoluta lealtad con ella misma.
Cuando observé la fuga hacia el universo todo. Y, casi en simultánea, la amiguita
enciende motores. Cada uno por su lado. Pero, en sabiendo, que disponía de
opciones amarradas al centro técnico, impulsador y origen supremo. Como
defendiendo lo suyo. Entendiendo que es sumatoria de saberes. Por vía de haber
adquirido de tiempo atrás. Fuerza, en física exponencial. Y de labores ciertas,
válidas en tanto que es el eterno desafío a Natura., desde aquí, desde esta
porción de vida. Y ya venía en camino, después de haberse fugado mii Valentina,
hecha todo diosa como quiera que forzó la gravedad de Newton. Y, lo de ella,
como ávida mujer. Poniendo un punto más alto posible. Con esa iluminación dada.
119
Una opción de herejía. Homenaje a todas las mujeres. Tendiendo al infinito. Como
proclama encendida.
Y, entonces el móvil, es impulsado por miles de caballos de fuerza venidos desde
ese día. Condensado en el hidrógeno embellecido en surtidor helado. Por lo
mismo que encendido en momentos, con pulsión de ególatra empedernido. Y, ya
hendiendo su fuerza en el límite atmosférico, Pasando a resarcir los datos de
historia del infinito volcado sobre ella. Y, surcando, el escenario no conocido. No
palpado. Y, en el que sigue, siguiendo, viajó por universos multiplicados por
setenta veces siete. Y, siguió de largo, opacando los virtuosos cuerpos
iridiscentes. Palpando cada cuerpo. En obscurana pendenciera. Por lo mismo, que
ella se hizo imagen del potente cerebro. Ese que insinúa lo potencia que late por
sí misma, sin haber terminado el infinito desarrollo posible. Pasó por una de las
lunas del gran cuerpo. Enhebrando, con sus anillos, la inversión de la física. Como
agente que no se inhibe para expeler un fuego benigno. Teniendo a su Sol como
infame tragaluz vivo. Espléndido.
Y, un yo manifiesto, se hizo impronta de tiempo. Como habiendo sido olvidado, por
su padre. En millones de estancia, ahí. En rotación asimilada, desde el momento
luz hacia atrás. En ese vibrato que todo lo puede. Un tanto lujuriosa, se exhibe con
moronas de hielo. En ese misterio de su origen. Empezó, entonces, a decantarse.
Y la viajera ahí. Observándola desde lejos. Como temiendo alguna succión. Como
perentoria advertencia. Ella hizo la luz necesaria para obturar, acosada por la
ciencia en tierra.
120
No sé en qué momento, dijo ella, se me exigió encontrar el rumbo, y las
coordenadas hechas para interactuar. Para ilustrar el camino cierto. En ese
universo atravesado por dardos en todo sentido. Y con toda la fuerza otorgada.
Mientras tanto, esa luna lunita nueva, empieza su cortejo. Tratando de cautivar a
aquel móvil extraño. Convencida, tal vez, en que no la herirá, al menos por ahora.
¿más adelante?, no sé. Solo veo lo de ahora. Que se hizo un posible heredado,
vivo.
Y, esa fuga inmensa, creciendo fue. Se hizo partitura abierta. Para que, los pianos
y trompetas permitan ser tocados, por el verbo empalagoso de la vida, sedienta de
confines. Y, ella, la otra luna tierna. Se erige como respuesta a lo habido hasta
aquí. Con unos prontuarios inmensos. Tratando de hacer lo que vendrá, un simple
trazado geométrico, astronómico. De quienes han heredado, desde hace siglos, la
votiva como incesante creación habida en Tierra. Y anudada, como nunca a la
sinrazón perdida.; hallada después. Cuando creció el homenaje a la vida, en vida.
Cuando observé la fuga hacia el universo todo. Y, casi en simultánea, la amiguita
enciende motores. Cada uno por su lado. Pero, en sabiendo, que disponía de
opciones amarradas al centro técnico, impulsador y origen supremo. Como
defendiendo lo suyo. Entendiendo que es sumatoria de saberes. Por vía de haber
adquirido de tiempo atrás. Fuerza, en física exponencial. Y de labores ciertas,
válidas en tanto que es el eterno desafío a Natura., desde aquí, desde esta
porción de vida. Y ya venía en camino, después de haberse fugado mii Valentina,
hecha todo diosa como quiera que forzó la gravedad de Newton. Y, lo de ella,
como ávida mujer. Poniendo un punto más alto posible. Con esa iluminación dada.
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Una opción de herejía. Homenaje a todas las mujeres. Tendiendo al infinito. Como
proclama encendida.
Y, entonces el móvil, es impulsado por miles de caballos de fuerza venidos desde
ese día. Condensado en el hidrógeno embellecido en surtidor helado. Por lo
mismo que encendido en momentos, con pulsión de ególatra empedernido. Y, ya
hendiendo su fuerza en el límite atmosférico, Pasando a resarcir los datos de
historia del infinito volcado sobre ella. Y, surcando, el escenario no conocido. No
palpado. Y, en el que sigue, siguiendo, viajó por universos multiplicados por
setenta veces siete. Y, siguió de largo, opacando los virtuosos cuerpos
iridiscentes. Palpando cada cuerpo. En obscurana pendenciera. Por lo mismo, que
ella se hizo imagen del potente cerebro. Ese que insinúa lo potencia que late por
sí misma, sin haber terminado el infinito desarrollo posible. Pasó por una de las
lunas del gran cuerpo. Enhebrando, con sus anillos, la inversión de la física. Como
agente que no se inhibe para expeler un fuego benigno. Teniendo a su Sol como
infame tragaluz vivo. Espléndido.
Y, un yo manifiesto, se hizo impronta de tiempo. Como habiendo sido olvidado, por
su padre. En millones de estancia, ahí. En rotación asimilada, desde el momento
luz hacia atrás. En ese vibrato que todo lo puede. Un tanto lujuriosa, se exhibe con
moronas de hielo. En ese misterio de su origen. Empezó, entonces, a decantarse.
Y la viajera ahí. Observándola desde lejos. Como temiendo alguna succión. Como
perentoria advertencia. Ella hizo la luz necesaria para obturar, acosada por la
ciencia en tierra.
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No sé en qué momento, dijo ella, se me exigió encontrar el rumbo, y las
coordenadas hechas para interactuar. Para ilustrar el camino cierto. En ese
universo atravesado por dardos en todo sentido. Y con toda la fuerza otorgada.
Mientras tanto, esa luna lunita nueva, empieza su cortejo. Tratando de cautivar a
aquel móvil extraño. Convencida, tal vez, en que no la herirá, al menos por ahora.
¿Más adelante?, no sé. Solo veo lo de ahora. Que se hizo un posible heredado,
vivo.
Y, esa fuga inmensa, creciendo fue. Se hizo partitura abierta. Para que, los pianos
y trompetas permitan ser tocados, por el verbo empalagoso de la vida, sedienta de
confines. Y, ella, la otra luna tierna. Se erige como respuesta a lo habido hasta
aquí. Con unos prontuarios inmensos. Tratando de hacer lo que vendrá, un simple
trazado geométrico, astronómico. De quienes han heredado, desde hace siglos, la
votiva como incesante creación habida en Tierra. Y anudada, como nunca a la
sinrazón perdida.; hallada después. Cuando creció el homenaje a la vida, en vida
En eso de ir buscando eventos de justificación, me he encontrado con el arrebato
propio del inicio. Siempre en posición de tratar de negarlo todo. Como quien
deduce que solo lo suyo es válido. Y que, inclusive, el antes del comienzo no se
evidencia en ningún referente. Y que, a lo sumo, podría inventarse un proceso de
confusión. O al momento de explicarlo. Por esa vía, entonces, se tiende a socavar
el infinito; porque este no conduce a la proclama del término de los días.
II Visto así, en consecuencia, lo mío como que se hace sensato; habida cuenta de
los albores de lo que existe. Y siendo así, me detuve en el relato de la fornicación
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de Erebo con la Noche. Y que, por esa vía, fueron surgiendo la vejez, la muerte, la
concordancia. Y me fui con esto al auto exilio. Reconviniéndome a mí mismo por
la exudación de ejemplos vulgares. Como construidos al lado de un hilo conductor
de expresiones funestas. Y, por lo mismo, sigo en la escucha de la tronera que
emerge. De los rayos voraces que absorben toda energía que nos colocan en
condición de postración constante.
III Dirigí la búsqueda, esa noche a la localización del aire y del día. Como si fuesen
pareja que fueron cumpliendo con el exorcismo del que se erige como creador. Y
que, aire y día, engendraron a la Madre Tierra y al Sol y a los Mares. Y que yo
seguía ahí. En esa tenebrosa soledad. Y que se fueron decantando las cosas y los
seres. En ese Templo de la diosa Hestia. Que, a lo sumo, fue recluida en el
mismo. Que, de paso, ejerció como pionera de la madre esclava. De la mujer
arropada con los poderes de quienes exhibían condición de soberanos inmutables.
Que iban, como en realidad lo hicieron, enhebrando el hilo y la aguja, hacia el
tejido propio del símil de cadalso habilitado.
IV Volver, desde ese exilio mío, a retar a Urano. Por la vía del Cronos que lo
impele a no seguir siendo él. Que lo vulnera en su sexo y que lo arroja a los
mares. Y que, tal vez por esto, estimula el apareamiento Tierra Aire, originando el
terror y la astucia. Y que, estos tesoros, fueron echados al entorno de los
mortales. Para que, en juntera impropia, amenazaran con el exterminio. Por la vía
más perversa posible.
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A mi regreso, entonces, lo de los otros y las otras, se ha convertido en insidioso
proyecto. Ya, así entendido, se fueron reconstruyendo el actuar y el quehacer
pasivo. Ya no en la exhibición del libre albedrío. Si no en aquello que es conducido
a través de la hilatura primera. Como marionetas que pululan. Que se hacen, cada
vez más, gregarias de ese Ser Primero. Que es condicionante y vulnerador del
arrebato libertario del uno y de los unos todos.
Y, al desgaire, se sintonizan los eventos. Ya no en acción plena de lucidez; sino
en simple repetición. Efímera, a veces, perenne, otras. En el Universo ya
habilitado. Como simple diáspora de lo pasado antes. Circundando la esfera
siempre. Yendo y viniendo estamos. En el vaticinio ya hecho. De que solo
podemos ser lo que somos; sin el vuelo del albur necesario.
V Estando aquí y así, seguimos el sendero ya trazado. Somos como errantes
mecanizados. Metidos en la envoltura del Determinador. Que se inmiscuye en lo
nuestro y nos ordena. Vamos, por lo tanto, horadando nuestra propia habitación
que nos ha de albergar por siempre.
VI En esto de las ilusiones estaba. En ese sueño de perdición. Estaba, yo, ahí. En
el lugar preciso del territorio que creía válido y hospedero. Saliendo, hice como
que miraba a la ciudad. Mi ciudad y la de los demás. Y la vi avasallada por la bola
de fuego viva. Originada en los átomos partidos en sucesión. El uranio al aire y al
suelo extendido. Energía destructora. Y corrimos todos y todas. Y nos refugiamos
en el manto de Hestia y de los Nagares. Su refugio estaba incólume. Antes de esa
bola roja que avanzaba. Y, al llegar todos y todas, Hestia hizo como que paraba el
125
fuego con sus manos henchidas de mar. Pero fue arrasada. Y Nagares y las
Ménades también huyeron. Delante de nosotros y nosotras. Y alzaron vuelo hacia
el infinito universo. Pero de nada sirvió. La destrucción fue el todo. Como
significando la nada del comienzo que no podrá ser tal, porque no habrá otro
origen como el de antes.
VII Como puede deducir me encuentro en estado tristeza profunda. Casi como
enfermedad terminal. Yo, siempre he creído que este es un virus que se erige. Va
penetrando en el sujeto o sujeta; Haciéndolos (as) vulnerables en posición
absoluta. Es un día a día como subyugación perenne. Es tanto como volar,
cuando el viento va claudicando en nuestra Tierra.
VII Solo conocí cuando la señora Fanny (mujer absoluta, solidaria y tierna. Usted
se convirtió en uno de mis referentes de entereza, ternura y solidaridad. Ante todo
como sujeto vivo. Recuerdo, además, conocí (aunque no en físico) a su
compañera terminando su profesión como fonoaudióloga en su ternura con los
niños y las niñas.
Siempre supuse que podía sentirme orgulloso con su amistad. Pero, el tiempo
pasó y yo he venido pasando como sujeto. Creo que la afectación se produjo al
momento de retirarme de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá D, C.
Soñando siempre, estando allí. Y que, todavía estaba en el campus.
Sin embargo, estando en él en físico, cuando iba Unisalud. El golpe brutal y
trascedente se presentó, cuando en diciembre de 2014, Usted se acercó al sitio
de espera. Saludó a varios compañeros que estaban conmigo. Me miró, sin
126
saludarme; a pesar de haberme visto. Desde ese día mi tristeza se fue
profundizando. Llegando hasta el punto de tener que ser atendido por siquiatra.
Parte siete
Helicónides Buenahora,. Siempre fue admirador de Juliana. Des chica fue
asediada, más en términos de fémina elocuente. En sueños vigentes y pretéritos,
soñaba con su cuerpo y su expresión de autodidacta consumada. Su tío,
entonces, albergaba la posibilidad de tejer, con ella, una opción de potente
reconocimiento libertario.
Lo de Xiomara Arredondo todavía estaba ahí. El cuento ese que le inventaron
hace días. Que estaba en tinieblas, cuando apareció el Gran Señor. Ese que,
según dicen, la tuvo primero. Antes de ser ella hoy lo que antes era. Y me di a la
tarea de buscarla para escuchar de palabra suya, si era verdad o mentira. Fui
hasta donde vivía antes. Y me dijeron que no; que desde el siete de febrero se
mudó. Que no saben para donde. Y qué razón alguna dejó. Ni para mí ni para
nadie. Solo que se iba y que no la buscaran más. Ni aquí ni allá. Ni en ninguna
parte tampoco.
En verdad tenía afán de encontrarla. Fui por ahí caminando. Preguntando si la han
visto siquiera. Por lo mismo, vuelvo y digo, qué pasará con ella. Abandonó su
lugar sin decir adiós ni nada. Sin siquiera expresar por qué camino cogió.
Recuerdo si, que una noche cualquiera, me dijo no voy más; porque en este
mundo voraz no quiero ni vivir ni estar. Que mi dolor es profundo me dijo. Que no
me podía contar lo que en otro lugar pasó con ella.
127
Y del mismo recuerdo aquel, entresaqué una verdad que deduje cuando de tanto
hablar, até cabos sin par. Y leí lo que logré entrelazar. Siendo una historia
absurda y triste a la vez. Que se hizo mujer en brevedad de tiempo. No tuvo hogar
seguro. Ni siquiera como simple apoyo para ayudarla a caminar en la vida. Que no
tuvo edad para amar. Que, por lo mismo, entró en eso de dar su cuerpo al postor
primero y mejor.
Y se siguió yendo. Andando pasos perdidos; sin lograr nunca sentirse amada. Sin
encontrar refugio, que al menos su pulsión descansara. Que, al menos, descanso
fuera. Para ella y para quien llegó a ser fruto sin quererlo. Y de camino en camino,
estuvo en la otra orilla. Brincó el océano rauda. Como rápido es soñar que va a
enderezar lo habido. Buscó el atajo siempre; tratando de no perder la punta del
hilo para volver. Aun así, de dolor en dolor, llegó al punto de no retorno. Como
queriendo decir con eso, que tocando fondo estaban su pasión y su albedrío. Y,
con ella, y por supuesto Germancito que crecía; sin hallar lo que quisiera. Que no
era otra cosa que ser sí mismo. Su estructura mental iba más allá que el perfil todo
de Xiomara. Era algo así como un dotado extremo. De esos que no se encuentran
ahí no más. Diría yo, ahora, ni cada doscientos años.
Luego que perdí su rastro no tuve sosiego. Lo mío hacia ella, siempre ha sido y
será verla mía. No más, ahora, vuelven a mí esos dos días en Cali. Ella y yo, en la
sola piel. Revoloteando a lo torbellino. Una danza herética de no acabar nunca. De
torsiones ajenas. De esas que ella y yo vimos cualquier da; en sueños dos. El de
ella y el mío. Ella avasallada, como diosa que se otorga. Yo, como sátiro en
bosque, buscando cualquier sexo perdido.
128
Fui hasta su océano; el mismo que atravesó otrora. Y pregunté por ella al viento.
No supo que decir. Lo increpé por su no recuerdo. Y me devolvió el silencio, como
única respuesta. Bajé en profundo. De agua y sal fue mi bebida. Todo para no
encontrarla. Todo para ella seguir perdida.
En cualquier lugar, un día cualquiera, encontré a Germán. Ya no Germancito. Y
me dijo no la he visto. Ya casi ni la recuerdo. Por lo mismo que mi madre me dejó
en el camino. Sin notar siquiera que yo la amaba y que en disposición estaba de
buscar a su lado mi destino. O el de ella. O el de los dos. Y vagué por el mundo,
me dijo. Desde el Pacifico violento. De mar a mar. De Buenaventura a Malasia.
Desde Antofagasta hasta la India. No vi huella de ella. Pero escuchaba su voz a
todo momento. La veía en sueño recurrente. Recordaba sus espasmos; sus gritos;
sus susurros. Como cuando mi padre la amaba. Por lo menos eso dijo una
noche. Entre sueños y desvelos.
Dejé al Germán sin rumbo. Yo cogí el mío. No otro que el mismo, enrutado por mi
brújula doliente. De amor y de vértigo. De ternura y de deseo. Fui a recabar en
Angola. Conocí sus pesares y sus soledades. De Colonia abandonada a su suerte.
Una vez saqueada; arrasada, violentada. Nadie, allí, supo que fue de ella. Ni la
conocieron siquiera.
La mañana en que me contaron lo que, según dicen pasó, estuve yendo y
viniendo en lo que hacía. No me interesé al comienzo. Pero, en el mediodía entré
en el tósigo de los celos. Revolqué mi silencio. Una copa tras otra para ahogar,
como en la canción, la pena de no tenerla. Odié a quienes vinieron. A los que,
129
según dicen, la vieron al Gran Señor atada. Como a remolque. Como suplicante
mujer que juntando mil palabras hacía de lo dicho un sonajero de expresiones,
como doliente insaciada. Como náufraga asida a cualquier trozo de viento
benévolo.
Noche aciaga esa. Perdido en las calles. Con pasos de caminante perverso. Que
busca lo que ha perdido y que, a conjuro, envalentonado quiere hacer venganza;
así sea lo que fuere; no importándole si en ella moría Xiomara o su amante. En
esas estaba, cuando en la penumbra de una esquina, encontré a quien fuera su
amigo del alma. Santiago era su nombre. Porque hice que así fuera; como quiera
que en su cuerpo clavara tres veces el puñal que llevaba en cinto desde la
víspera. Desde ese día anterior; o desde el mismo día, no sé.
Y seguí con los mismos pasos andando. Ni siquiera corrí; porque para que hacerlo
si me di cuenta que no era Santiago el Señor que a Xiomara poseyera. No
recuerdo si por vez primera. O si primero fui yo en el inventario de sueños que en
mi memoria estaban. Azuzándome siempre para que yo mismo tejiera la urdimbre
malparida. Para que buscara siempre en ella su hendidura hermosa que daba
vueltas en mi cabeza. Solo eso; no otra cosa.
La mañana nueva, me encontró en cama tendido. Desnudo, casi rígido. Con mi
asta enhiesta. Con mi mirada puesta en el pubis de Xiomara, la recordada y
deseada. Como obnubilado sujeto de la Inquisición venido. Con la heredad de los
machos que van buscando tesoros como ese de mi mujer deseada.
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Otro mediodía, ahora en Sucumbíos. No pierdo el referente del Pacífico trepidante.
Estuve en esa selva hiriente. En esa soledad de caminos. Ni mujeres, ni hombres
había. Solo ese viento ligero que estremece. Por lo mismo que es viento de
ausencia. Ninguna indagación posible, entonces. Simplemente oteando. Aguzando
mi olfato de pervertido. Que hace de cada día un una visión, un relato de ese
tesoro acezante; de Xiomara o de cualquiera otra hembra invitando a ser poseída.
Por mí o por cualquiera.
Germán volvió del periplo. Lo encontré un lunes de marzo. Con la sujeción de
quien espera ver a su madre. Con la juntura de palabras desparramadas. Con el
arrebato del hijo que extraviado sigue; sin encontrar nunca lo que quiere y
persigue. Desde el día mismo en que, a mitad de camino, Xiomara Arredondo lo
abandonó. Este Germán se hizo mi par en la búsqueda. Juntos estábamos, allí.
Ese día lunes, siendo ya tarde. Cuando nos sorprendió la luz de Luna, alumbrando
el paisaje. Y vimos pasar a Xiomara de la mano del Gran Señor. Diciéndonos
adiós con sus manos. Cuando la luz se apagó; sentimos que una sombra pasó.
Siendo, como en verdad era, un cortejo de muerte. Con Xiomara Arredondo muda,
envejecida, diciéndonos no busquen más que de la tumba he vuelto para verlos de
dolor cubiertos. Para decirles que yo ningún Gran Señor tuve. Solo a ustedes dos.
Padre e hijo que son.
En vela pasé la noche. Acompañado, no más, por el travieso reloj. Dando cuenta
de las horas perdidas, ya pasadas. En rigor, para mí, las señales del tiempo, no
son otra cosa que vivir ensimismado en mí mismo. Con un sinnúmero de cargas
expuestas. Hasta que maduren. En dejación del espacio. Por lo mismo,
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succionado por el eterno vagar, cada quien, haciendo del cuerpo mismo un latir
constante.
Y es que tenía pensado jugar a la ruleta. Esperando perder la vida en eso. Y este
día que comienza. Tan ávido de la última proclama del Gran Jefe. En verdad, me
siento cansado. Con los residuos de la madrugada hechos trizas. Y más ahora,
que debería tener el cerebro limpio. Para poder ensayar lo que soy. Al pie del día
que no entendiendo. Se vinieron los momentos juntos. Como tósigos inveteradas,
parsimoniosos.
También recuerdo a Ariel, mi amante en las sombras milenarias, acompañadas
por los estigmas insaciables. En tiempo pasado, lo amé con la fuerza de Hércules.
Siendo, este sujeto, mi yo primo. Adquirida a fuerza de vivir su nostalgia. Por los
tiempos idos. Ariel engarzado por los hilos de la vida. Desde el mar hasta el
obscuro cielo, hasta el obscuro velo. Con sus diminutos puntos iridiscentes, A
cada momento infinito. Sin reconocer la holgura de tiempo pasado. Además,
viviendo entre el estrecho camino al Sol y camino, en vaivén, hasta pasar, de
lejos, viajando hasta el límite de la galaxia nuestra. Tal vez, con ganas de
traspasarla hendiendo mi cuerpo, en su cénit ampuloso. Dotado de una y mil
maneras de ser invariancia pertinente, al momento de localizar la bruma,
entretejida en los hilos gruesos de los celestes móviles. Los hechos antes y. los
ahora renovados. Siguiendo la huella de los mundos no conocidos.
Y sí, que me quedé perdido en tanta infinitud hecha. Buscándolo a él, penitente
extraviado. Una luciérnaga que nació con solo andar pétreo. Acucioso hombre
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mío. Dotado de los frutos todos. En madre natura viviente. Repasé mi bitácora.
Como anhelante sujeto que no regresaré nunca más a mi entorno recordado,
querido. Pero, ahora, convertido en simple sujeto, al garete, Como si no hubiese
vivido en él; con la potencia de cuerpo, indisoluble, erguido. Como prepotente
sujeto.
Lo de ahora, en mí, no es aspaviento en palabras torcidas. Es, más bien, una
juntura de fuerzas adormecidas. Como ir yendo hasta que todo mi ser se escurra;
en la medianía soterrada. Con o sin viento a favor del viaje, Simplemente,
entiendo que soy expósito ser. Naufragado en esa totalidad de espacio abierto.
En espera de mi Ariel vivido en mí, desde que este escenario fue creado. Y, él, no
está conmigo; precisamente porque hizo de su viaje eterno, una constante
topológica. Como venida a menos. Solo con su cuerpo pegado a las lunas
encontradas en la Vía Láctea como soporte de lo que ya vino y lo que vendrá
para ella, Insumisa novia querida. Allá en los atardeceres vividos a dúo.
Acicalados con el viento sereno, a veces. Explosión de mares, otras.
Mi yo viajero milenario, se hizo hospedante sonoro. A fuerza de escuchar los
trinos de los cantores todos. Como tratando de ilusionar mii sujeto entero.
Viviendo de premoniciones baldías. Allá donde viví la vida, Y que no será más la
tuya, ni la mía.
Parte ocho
Con razón estoy en el desvarío ampliado. Sí, no más, ayer me di cuenta de lo que
pasó con Anita. La niñita mía que amo. Desde antes que ella naciera. Porque la vi
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en los trazos del vientre de su madre, Amatista. Y la empecé a cautivar desde el
momento mismo en que empezó a gozar y a reír. Ahí en el caballito de carrusel
primario, íntimo. Cuando, en el cuerpo de su madre, montaba y giraba. Ella, en
esa erudición que tienen los niños y las niñas antes de nacer; se erigió en guía
suprema. Yo, viéndola en ese ir y venir momentáneo, le dije que, en este yo
anciano taciturno, prosperaba la ilusión de verla cuando naciera. O de arrebatarla
a su madre, desde ahí. Desde ese cuerpo hecho mujer primera. Y le dije, como
susurrante sujeto, que todo empezaría a nacer cuando ella lo hiciera. Y le seguí
hablando aun cuando escucharme no podía. Simplemente porque su madre,
amiga, mujer, se alejó del parquecito en donde estábamos. Y me quedé mirando a
Amatista madre, en poco tiempo concretada. Y la vi subir al busecito escolar que
ella tenía. Pintado de anaranjadas jirafas. Y de verdes hojas nuevas. Y se alejó, en
dirección a casa. Y yo la seguí con mi mirada. Traspasando las líneas del tiempo y
de los territorios. Sin cesar me empinaba para dar rienda suelta a mi vehemente
rechazo por haberte alejado de mí. Niña bella. Niña mañanera.
Y, en el otro día siguiente. Ella, tu madre, volvió a estar donde nos vimos ayer.
Amatista madre. Como voladora alondra prístina, se sentó en el mismo sitio. En
ese pedacito de cielo que había solo para ella y para ti. Y me miró. Como
extrañada madre que iba a ser pronto. Y me dijo, con sus palabras como
volantines libertarios surcando el aire, qué ella nunca me dejaría llevarte al lugar
que he hecho para los dos. Que, según ella madre, ese lugar tendría que albergar
tres cuerpos. Uno inmenso, el de ella. Otro, en originalidad absoluta y tierna, el
tuyo. Y, el mío, sería solo rinconcito desde el cual podría verlas regatear el
134
lenguaje. Elevándolo a más no poder. Casi, entre nubes ciegas, umbrías. Y que,
ella, tejería tus vestiditos azules, rojos, morados, infinitos los colores. Y que, su
mano, extendería hasta el más lejano universo. Para que, siendo dos, me dijeran
desde arriba que yo no podría ser tu dueño. Ni nada. Solo vago recuerdo de
cuerpo visto en la calle. En el parque. Más nunca en el aire ensimismado.
Otra tarde hoy. Yo aquí. Esperándolas. Tú en el cuerpo de ella. Y las vi acercarse,
desde la distancia prófuga, Viniendo del barriecito amado por las dos. El de las
callecitas amplias. Benévolas. Desde esa casita impregnada por el arrebato de las
dos mujeres vivas. Transparentes. Orgullosas de lo que son. Y, tú y ella, con los
ojos puestos en una negrura vorazmente bella. Amplia, dadivosa. Y las vi en el
agua hendidas. Como en baño sonoro, puro. Imborrable. Y agucé mis sentidos.
El olor fresco de sus cuerpos. Y el escuchar las risas y las palabras que se decían
las dos.
Hoy, en este sábado lento, estoy acá. Esperándolas como siempre. Y veo que
llegan mujeres otras. Con sus hijos y con sus hijas. Niños y niñas nuevos y nuevas
aquí. Pero, mi mirada, buscaba otros cuerpos. El de Amatista y de Anita, como
decidí llamarte. Buscándolas por todo el espacio abierto. Sentí que no podía más
con la nostalgia de no verlas. Y me pesaban las piernas. Como hechas de plomo
basto. Y, mis ojos, horadando todo el territorio. Y miraba el aire que bramaba.
Como sujeto celoso. Como fuerza envolvente,
Pero no llegaron. Ni ella. Ni tu cuerpo en ella. Pasando que pasaban las horas,
todo estaba como hendido en la espesura de bosque embrujado. Y me monté, con
135
mi mirada, en los carritos pintados que veía. Como siguiendo la huella de su
cuerpo y el tuyo en el de ella. Viajero sumiso. Con el vahído espeso de la tristeza,
pegado en mí. Viendo calles. Cerradas ahora, para cualquier asomo de alegría.
Así fuese pasajera, Y llegó la noche. Y, el frío con ella. Eché a caminar. Llegué a
la casita mía. Y las encontré. Dibujadas en la pared. Ella riendo y tú también. Pero
eran solo eso. Dos cuerpos hechos. Ahí. Sin vida. Y, esa misma noche, decidí no
vivir más. Y me maté con metal brilloso. Y mis manos embadurnaron con mi
sangre los cuerpos dibujados por no sé quién.
No quiso despedirse. O no pudo. En verdad no sé. Lo cierto es que abordó el
vuelo infinito con destino a la Estratosfera Hiriente. Dos días antes, habló con
Francia Elías; el novio de su hija, Grecia. Todo el tiempo, contado como escenario
de su vida en Vía Láctea Primera; mantuvo una opción de vida, parecida a eso
que, ella misma, llamaba la “lógica de lo imposible”. Una figura de vida de enorme
precariedad de conceptos, en lo sano. Su lógica siempre fue y ha sido
inapropiada. Como cuando se trata de hacer énfasis en posiciones con afinidad a
la deslealtad. Esto, para no utilizar otro término más duro. Simplemente se hizo a
la idea de su superioridad con respecto a los y las demás. Fue envolviendo con su
traba, con su tejido de vida a quienes cruzaban por su entorno. Algo así como
entender que las voces, en ella, hacían similitud con la prepotencia y el engaño.
Estuvo inmersa en la historia llamada de los “siete propósitos temporales”. Un
ilusionismo desenfadado. Como trinos en palabra engarzados. Por una vía de
minimización de la calidad de vida y del ser en sí. Todo, en una revoltura que tenía
semejanza con los atributos espurios de su andar por ahí. Como poder obligado,
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sustentado en hacer creer que lo suyo hacía relación a la expoliación de lo
bastardo. Como si fuese mujer de dación válida en lo que implica a lo societario.
Una vida pulsada en callejuelas torvas. En las cuales, cada paso, entonaba con
las caricias hechas a distancia. Nunca, en alocución prístino. Voces de
gendarmería excelsa. De contra ternura magnificada.
Así fue su actuar. En la inversión de los valores mínimos para escapar de lo
perdulario. Más bien como exaltación perenne de lo draconiano, como punto de
partida. Como propuesta de andar. En los caminos que están ahí. Y que, cada
quien, puede hacer suyos, con sus pasos; con sus acciones en búsqueda de lo
hecho vivo. En el proceso iridiscente. De claridad absoluta. Pero que, en ella, se
transformaban en preclusiones de lo que pudiese hablar cada uno y cada una.
Como en esa función exponencial. Ávida de sensaciones malogradas. Como en
un instar primero. Que, sin ser real, empieza a plantear el divertimento asociado a
la calendas que cuentan los momentos ya, de por sí, venales, vulneradores.
Y sí que se hizo mujer de nervadura aciaga. Como en esos eventos palaciegos de
los emperadores que mantienen la yunta sobre la población entera. Como
promocionando la esclavitud perenne. Como vociferando principios y dones de
vida; ya de por sí ineficaces a la hora de proponer lo libertario, como objetivo en
perspectiva. Mujer de lentejuelas abiertas, deslumbrantes. Pero, por esto mismo,
meras opciones de acritud perversa. Como evidenciado el trono en ese reino
pútrido.
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Fue, ella, reina de lo obsoleto como calidad de vida. Reina de súbditos venidos
desde los infiernos dantescos. Sujeta de mil y una heridas punzantes sobre sus
pares de género. Sujeta de inversa proporcionalidad tomada como insumo válido
para acumular versiones de parentesco habido. Entre ella y quienes la precedieron
en el universo omnímodo de los Césares modernos. Se fue haciendo exuberante
en la estulticia. Como mandato, en ella, diseminado en los cuerpos hechos objeto
de yunta y de vejación.
Y sí, se fue sin hacerlo. Sin ofrecer la mano de despedida cierta; simplemente lo
hizo en lo que le era posible. El engaño. Y si viajó a otraparte, en silencio, fue por
eso mismo ya dicho. En fin, que lo avieso, en ella, era su soporte que impregnaba
su actuar. Y, siendo que se fue en ese ahora; quienes quedamos sentimos hálito
de libertad en primera opción. Aunque las secuelas de su paso por entre nosotros,
se mantendrá hasta la generación quinta en escala lineal. Nosotros y nosotras, en
viva voz crecientes, celebramos su hechura de viaje. Y nos quedamos en ella,
setenta veces siete horas. Como recreando el universo nuestro. Como si en la
existencia de agujeros negros insignes; Europa hubiera naufragado con el solo
hecho de anunciar su vuelo.
Parte nueve
Estoy en pleno arrebato de tristeza. Viendo cruzar sujetos que no conocen de mi
internalización impropia. Un mil de caminos, pero me pierdo en ellos. Una
recordadera que me inhibe para proclamar mi verdadero rol. Y el horizonte que
siempre he soñado. Es como una doble vía perenne. En la cual tropiezo a cada
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instante. Y, como remolino exhausto, me absorbe en el día a día. Una figura
parecida a lo que pueda ser el olvido absoluto. Total.
Cuando la encontré, sentí un vahído pernicioso. En el esfuerzo, logré identificarla.
Era Alba Rocío Cifuentes Bejarano. La que conocí en ese comienzo de vida, ya
lejano. Y le hablé con palabras espontáneas. Sin la ponderación necesaria para
lograr que me oyera.
Pero si era la misma. En ese pasado remoto, fue mi compañía. Cuando la
escolaridad primera, nos cruzaba y convocaba toda la atención. Pero, ella y yo,
fungíamos como anarquistas. En un imaginario creativo. En ese darse, cada quien
al otro (a). Hablábamos el lenguaje de la ternura manifiesta. Cruzábamos todos los
parquecitos. Toda la arboleda cercana. Y nos deteníamos y retábamos al viento.
Y, este, nos imbuía de su fuerza. Y volábamos al infinito.
Alba Rocío, mujer de precoz entendedera. Lo sabía casi todo. Por lo mismo, en su
fuero interno, presagiaba lo que podría llegar a suceder. Mujer que me conminó a
buscar la libertad plena. En un ensamble sonoro. De dichos presentados como
alborada hablante, siempre. Todos los sábados eran nuestros. Y le dábamos a la
jugarreta de la rayuela. Navegábamos en el lago recién hecho, con nuestra
percepción lunática. Tanto como reconocer y ver en la hermosa Luna, nuestro
destino venidero.
Alba Rocío, con palabras dubitativas. Como con el temor a la equivocación. La
veía espléndida. Más de dos veces, me sentí sujeto ambulante. Casi etéreo. Como
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si, viéndola en toda su imagen convocante, perdiera todo lo que he sido. No me
respondió, a pesar que habían pasado ya tres de los tiempos nuestros.
Enmudecido, al no sentir sus palabras, sentí profundo desasosiego. Y ella ahí.
Como Diosa Ígnea. Como Palas Atenea, resucitada. En toda su vitalidad y mirada.
Y, no sé por qué, volví a la recordadera. Del pasado, pasado. Y recabé en las
anchurosas calles que conocimos. De las olas inmensas que creíamos ver a cada
paso. En esa fuerza iridiscente. Casi como si, ella y yo, soñáramos lo mismo. Y
que extendíamos nuestras ilusiones. Tratando de contagiar a los otros y a las
otras.
Alba Rocío desató, en mí, profunda tristeza. Sus palabras nunca se hicieron hecho
concreto. Seguía ahí. Como en pedestal macizo. Como si fuese mujer etérea. No
vinculada con el entorno. Mujer exhibiendo sus ojazos. Pero sin ofrecerlos a mí ni
a nadie. Simplemente, estaba.
Volví, entonces, a mi condición de sujeto abstraído. Volví a sentir el arrebato de
tristeza. Me fui por todos los caminos pensados antes. Y me sentí perdido. Como
en hojarasca bruñida con el espesor amargo de la yerba. Que crecía y crecía con
el tiempo.
Dejé escapar mi vida. Me hice doliente de mí mismo. Y entré en la obscurana, que
supongo es la muerte. Así, en consecuencia, mi vida se fue yendo. Recordando a
mi Diosa Ígnea. A mi Palas Atenea. En fin, todo pasó.
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Parte once
Con todo lo hablado con Juliana, Juvenal, se hizo sujeto envolvente. Cómo opción
mezquina. Volviendo a sus raíces. Venidas desde tiempo inmemorial
Quizá estoy enfermo. Es como si todo el cuerpo, estuviera impregnado de ese
manto de luz brillante en tono amarillo. Una agudeza de dolor antes no sentido. Y,
el cuerpo, daba vueltas. Y yo traté de correr. Pero mis piernas se negaban a
responder. Como si no fuese su dueño., en el entendido que soy cuerpo uno.
Descendí a lo inapropiado en entorno no visto, por mí, antes. Siguiendo la huella
de quienes ya han pasado. Por todo lo habido como tierra y como sujeto necesario
para ejercer reflexión. Una voladura de percepciones. Dibujando, en el espectro,
una ilusión siquiera. Yendo por ahí, con fruición primera. Apelmazada, siendo
memoria abierta. Pero no fluida. Hecha de material insoluble. Ese cuerpo mío,
entonces, dándole vuelta al corcho. Siendo, hasta cierto punto, proclive al hoy.
Succionando todo lo material. Yo, dando la impresión de sujeto precluido. Un
rumbo de vida inane. Por lo mismo sometido a ir y venir en concurrencia con todos
y todas quienes han iniciado su periplo aquietante. Como inmóvil cuerda de la
mano de muchos y muchas, queriendo que sea alondra simultánea. En un oficio
de voladura ya callado. Ya no percibido como elocuente voz. Ni como móvil
corriendo hacia la Luna. Tal vez, en el sentido de espacio exterior vuelto colmena.
Y, en esa Luna mía, en contra sosiego inmediato. Para dejar de ser cuerpo de
estigmas dolorosas. Que se aferra a la piel. Consumiéndola. En una indicación del
estar, derritiéndose. Una visión desamparada, Como demiurgo intentando sopesar
al tiempo. Escalando el universo. En esa presencia, Luna lunita pasajera.
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Exacerbándose el dolor manifiesto. Como impávido averno dantesco. Sin exhibir
largo vuelo. Simplemente, avejentado como explorador inicuo.
Y empezó, entonces, la cabalgata hacia lo ignorado. Una visibilidad de objetos
distorsionados. Mirando, con los ojos embelesados. Nutridos, también, por las
heridas vergonzantes. Por lo mismo que ha sido sima vuelta, envolvente. Al vacío
yendo. Una nomenclatura desleída. Simples fijaciones en ese mismo estar. Y, yo,
dándole, otra vez, vuelta a la tuerca. Llegando a una torcedura inmediata.
Tornando inmóvil todo asunto de tierra en piso. Y, en esa elongación cimera,
tratando de ver todo el espacio, asfixiado por esas notas mías. Todas consumidas
en la hoguera primera. De los Cruzados retornando en felicidad, después de haber
cubierto de oprobios todo lo que insinuara desarraigo, herejía o simple yunta
milenaria. Volviendo a los dioses idos desde antes de haber nacido.
Y sí que he tornado al cuerpo mío. Centrado en sufrimiento. Vertiendo sombras
acezantes. Sin el faro de Palas Atenea, para orientar mí paso. Como esperando
quien empujara el carruaje de Zeus. Para poder dar nombre al camino. Sin el
horizonte perplejo. O el sonido de un violín para una cantata de Chopin. O para
melodía espléndida de Mozart viviendo aún.
Lo cierto, entonces, es mi desarreglo ávido de sentar pies y cabeza en la Tierra
viva. Volviendo desde allá, desde la Luna hospedante. Blanca o gris. O cualquier
color asimilado como propio. Dejando que el Sol ilumine solo su cara punzante.
Dándole a la otra el eterno obscuro.
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Por fin entiendo lo que quise ser. Sujeto benevolente consigo mismo. Brújula de mi
cuerpo, convertido en móvil tardío. Que echó vuelo trepidante, pero silencioso.
Como ave perdida. En remolino de viento, ultrajada. Sintiendo, cada nada, la
volatilidad subsumida en mí mismo. Como cuerpo magnánimo fracasado. Por lo
que quise ser en tiempo pasado. Como Hermes violentado. Tal vez, haciendo de
mi voz, solo un paraíso perdido. Sin canarios ni gorriones embelleciendo con sus
trinos la doble vía. Expandiéndolos en el confín mismo. Desde acá, huyendo a
cualquier galaxia escondida. O perdida por la fuerza subyugante de la energía
consumida toda. Hasta dar lugar a la absoluta explosión. La última, antes de
perder la vida.
Cuando observé la fuga hacia el universo todo. Y, casi en simultánea, la amiguita
enciende motores. Cada uno por su lado. Pero, en sabiendo, que disponía de
opciones amarradas al centro técnico, impulsador y origen supremo. Como
defendiendo lo suyo. Entendiendo que es sumatoria de saberes. Por vía de haber
adquirido de tiempo atrás. Fuerza, en física exponencial. Y de labores ciertas,
válidas en tanto que es el eterno desafío a Natura., desde aquí, desde esta
porción de vida. Y ya venía en camino, después de haberse fugado mii Valentina,
hecha todo diosa como quiera que forzó la gravedad de Newton. Y, lo de ella,
como ávida mujer. Poniendo un punto más alto posible. Con esa iluminación dada.
Una opción de herejía. Homenaje a todas las mujeres. Tendiendo al infinito. Como
proclama encendida.
Y, entonces el móvil, es impulsado por miles de caballos de fuerza venidos desde
ese día. Condensado en el hidrógeno embellecido en surtidor helado. Por lo
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mismo que encendido en momentos, con pulsión de ególatra empedernido. Y, ya
hendiendo su fuerza en el límite atmosférico, Pasando a resarcir los datos de
historia del infinito volcado sobre ella. Y, surcando, el escenario no conocido. No
palpado. Y, en el que sigue, siguiendo, viajó por universos multiplicados por
setenta veces siete. Y, siguió de largo, opacando los virtuosos cuerpos
iridiscentes. Palpando cada cuerpo. En obscurana pendenciera. Por lo mismo, que
ella se hizo imagen del potente cerebro. Ese que insinúa lo potencia que late por
sí misma, sin haber terminado el infinito desarrollo posible. Pasó por una de las
lunas del gran cuerpo. Enhebrando, con sus anillos, la inversión de la física. Como
agente que no se inhibe para expeler un fuego benigno. Teniendo a su Sol como
infame tragaluz vivo. Espléndido.
Y, un yo manifiesto, se hizo impronta de tiempo. Como habiendo sido olvidado, por
su padre. En millones de estancia, ahí. En rotación asimilada, desde el momento
luz hacia atrás. En ese vibrato que todo lo puede. Un tanto lujuriosa, se exhibe con
moronas de hielo. En ese misterio de su origen. Empezó, entonces, a decantarse.
Y la viajera ahí. Observándola desde lejos. Como temiendo alguna succión. Como
perentoria advertencia. Ella hizo la luz necesaria para obturar, acosada por la
ciencia en tierra.
No sé en qué momento, dijo ella, se me exigió encontrar el rumbo, y las
coordenadas hechas para interactuar. Para ilustrar el camino cierto. En ese
universo atravesado por dardos en todo sentido. Y con toda la fuerza otorgada.
Mientras tanto, esa luna lunita nueva, empieza su cortejo. Tratando de cautivar a
aquel móvil extraño. Convencida, tal vez, en que no la herirá, al menos por ahora.
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¿Más adelante?, no sé. Solo veo lo de ahora. Que se hizo un posible heredado,
vivo.
Y, esa fuga inmensa, creciendo fue. Se hizo partitura abierta. Para que, los pianos
y trompetas permitan ser tocados, por el verbo empalagoso de la vida, sedienta de
confines. Y, ella, la otra luna tierna. Se erige como respuesta a lo habido hasta
aquí. Con unos prontuarios inmensos. Tratando de hacer lo que vendrá, un simple
trazado geométrico, astronómico. De quienes han heredado, desde hace siglos, la
votiva como incesante creación habida en Tierra. Y anudada, como nunca a la
sinrazón perdida.; hallada después. Cuando creció el homenaje a la vida, en vida
Parte doce
Juliana, en fin, se constituyó en mujer absoluta. Por la vía de confrontar a este yo
perdido, vulnerador. Como si, nunca, nos hubiéramos conocido.
En lo diferido, en ese entonces, estuve malgastando los recuerdos. Como quiera
que son muchos. Y han viajado, conmigo, en la línea del tiempo profundo. Hacia
diferentes medidas de trayecto lineal. En este día, estoy como al comienzo. Es
decir como aletargado por las palabras vertidas en todo el camino posible. Uno de
los momentos que más me oprimen, tiene que ver con el incremento de hechos
dados. Expósitos. Como esperando que alguien efectúe inventario de vida
alrededor de ellos. Y, en ese proceso de manejo contado, fui hilvanando
preguntas. Algunas, se han quedado sin respuesta. Y, por lo mismo, es un énfasis
en litigio. Entre lo que soy ahora. Y lo contado por mí mismo, como insumos del
ayer pasado.
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El día en que conocí a Abelarda Alfonsín, fue uno de tantos. Andábamos, ella y yo,
en esos escapes que, en veces, son manifiesto otorgado a la locura. Ella, venida
desde el pasado. Un origen, el suyo, envuelto en esa somnolencia propia de
quienes han heredado tósigos. Como emblema hiriente. Un yo, acezante, dijo el
primer día de nuestro encuentro. Iba en esa aplicación del legado, como infortunio.
Aún visto desde la simpleza de la lógica en desarmonía con los códigos de vida.
En universo de opciones no lúcidas. Más bien, como ejerciendo de hospedante de
las cosas vagas. Esto fue propuesto, por ella, como referencia sin la cual no
podría atravesar ese mar abierto punzante, hiriente. Y yo, en eso de tratar de
interpretar lo mío. Como pretendiendo izar la iconografía, por vía explayada. En la
cual, el unísono como plegaria, hirsuta; hacia destinos perdidos, antes de ser
comienzo.
En la noche habitamos ese desierto impávido. Hecho de pedacitos de verdades.
En una perspectiva de ilusiones varadas en su propia longitud de travesía andada.
No más nos miramos, dispusimos una aceptación tácita. Como esas que vienen
desde las tristezas ampliados. Un quehacer de nervio enjuto. Y nos mirábamos, a
cada nada. Ella, mi acompañante vencida por el agobio de los años y de su
heredad inviable; empezó a proponer cosas habladas. En insidiosas
especulaciones que, ella misma, refería como simples engarces de verdades. Una
tras otra. Una nimiedad de haceres pródigos. Como en esa libertad de libre
albedrío, que no permite inferir, siquiera, ficciones ampulosas. Tal vez en lo que
surge como simple respuesta monocorde. Insincera. Demoniaca, diría Dante.
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Por mi parte, ofrecí un entendido como manifiesto originario. Venido desde la
melancolía primera. Atravesada. Estando ahí, siendo yo sujeto milenario, se fue
diluyendo el decir. Cualquiera que haya sido. Me fui por el otro lado. En una
evasión tormentosa. Abigarrado volantín en tinieblas. Sin poder atarle el lazo de
control. Y, entonces, desde ese pie de acción; lo demás se fue extinguiendo.
Sin hablarnos, pasamos durante tiempo prolongado. Sus vivencias, empezaron a
buscar un refugio pertinente. Se fugó de la casa en la que hacía vida societaria.
No le dijo a nadie hacia donde iba. Solo yo logré descifrar esas palabras escritas.
Un lenguaje enano. Casi imperceptible. Y la seguí en su enjuta ruta. Sin ver los
caminos andados. Era casi como levitación de brujos maltratados, lacerados por la
ignominia inquisidora. Volaba, ella, en dirección a la marginalidad del horizonte
kafkiano. Una rutina de día y noche. Sin intervalos de bondad. Ni de lúdica
andante. Y, ella, vio en mí, los depositarios de sus ilusiones consumidas ya. Y, yo,
hice énfasis en lo cotidiano casi como usura prestataria. Como si, lo mío, fuese
entrega válida en, ese su vuelo a ras de la tierra.
Cuando lo hicimos, sentí un placer inapropiado. Ella impávida. Como simple
depositaria de mi largueza hecha punzón. Un rompimiento de himen, doloroso. Y
se durmió en mi recostada. Y vi crecer su vientre a cada minuto. Y la vi, en noveno
mes, vencida. Como mirando la nada. Y con esos ojitos cafés llorando en su
mismo silencio.
Vulcano lo llamé yo. Desde ese venirse en plena noche de abrumadora estreches
de ver y de caminar. Y, este, creció ahí mismo. Y, ella, con un odio visceral
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conmigo y con él. Miraba sin vernos. Y fue decayendo su poquito ímpetu ya, de
por si desguarnecido. Le dije, sottovoce, que el hijo parido quería hablar con ella.
Y lo asumió como escarnio absoluto, pútrido.
La dejamos allí. En ese desierto brumoso. Nos fuimos en dirección mar abierto. Y
empezamos a deletrear los mensajes recibidos. Desde ese vuelo perenne. Y sus
códigos aviesos, ya sin ella. Hasta que recordé que la amaba. Y que le hice daño
físico, al hendir lo mío en tierno sitio. Y dejé que Vulcano se fuera en otra
dirección. Yo me quedé ahí. En sitio insano. Sin ninguna propiedad cálida. Sin ver
sus brazos. Y su cuerpo todo. Y me fui yendo de esta vida. Y, rauda, la vi pasar.
En otro vuelo abierto, con dirección a lo insumiso. Como heredad. Como sitio
benévolo.