2do Trabajo de investigación
La crisis venezolana, los instrumentos interamericanos de preservación de la democracia y el papel de la
comunidad internacional
Edmundo González Urrutia
Junio 2017
“…Si Venezuela fuera sumida en el caos y la violencia, y fuera destruida la revolución bolivariana, nosotros iríamos al combate. Y lo que no se
pudo con los votos, lo haríamos con las armas…”
Nicolás Maduro 27 de junio 2017
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CONTENIDO
I Antecedentes de la crisis
II Los instrumentos interamericanos para la preservación de la
democracia
III Los intentos de solución a través del diálogo
IV La ruptura del orden constitucional
V El papel de la Comunidad Internacional
VI Comentarios finales
Referencias bibliográficas
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Introducción
I Antecedentes de la crisis
Para analizar desafíos que se ciernen sobre la democracia en la
Venezuela de hoy, es necesario hacer un breve repaso de lo que han
sido 18 años de un proceso político iniciado en 1999 que gradualmente
fue destruyendo la institucionalidad del país; sustituyó el modelo de
organización del Estado por otro; debilitó los partidos políticos;
transformó las organizaciones sindicales; destruyó la autonomía y
equilibrio de los poderes públicos y socavó valores bien arraigados en la
sociedad venezolana tales como la paz, la libertad, la justicia, la
democracia, la vocación humanitaria, por citar algunos.
Por mucho tiempo en el mundo académico se utilizaron diversas
expresiones para conceptualizar la naturaleza del régimen que ha
gobernado nuestro país bajo el nombre de la mal llamada “Revolución
Bolivariana”. Entre otras calificaciones, se le ha definido como: una
democracia autoritaria, autoritarismo competitivo, régimen híbrido,
autoritarismo electoral, neo dictadura, autocracia electoral, hegemónica,
militarista, tiranía.
En todo caso, en torno a la definición de democracia hay un consenso
que ha quedado reflejado en varios instrumentos internacionales.
Citemos tan sólo la Carta Democrática Interamericana que en su
artículos 3 señala como elementos esenciales de la democracia
representativa “… el respeto a los derechos humanos, el acceso al poder
y su ejercicio con sujeción al estado de derecho, la celebración de
elecciones periódicas libres justas y basadas en el sufragio universal y
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secreto, el régimen plural de partidos, y la separación e independencia
de los poderes públicos.” (Carta Democrática Interamericana)
Más allá de estas disquisiciones semánticas, para reconocidos analistas
venezolanos, ya no existen dudas en cuanto a la definición del sistema
político que actualmente se ha instalado en nuestro país: “Estamos en
presencia de una dictadura en proceso, es decir, de un régimen que
cada día se define más como lo que es: Autocrático, aislacionista y
totalitario”. (Luis Pedro España ¿Cómo se sale de un dictador?)
Para otros, el proceso político que actualmente gobierna en Venezuela
comenzó siendo totalitario desde sus inicios, no sólo por el origen militar
de su líder conductor originario -quien tenía que ser obedecido de modo
no deliberante-, sino porque equiparar la conducción del país con la de
la Fuerza Armada es “absolutamente incompatible con la democracia”
(Pedro Trigo (SJ) Del totalitarismo a la dictadura).
Basta recordar que la irrupción de Chávez en la escena nacional fue a
través de un cruento golpe militar en 1992 y que esa impronta ha
quedado arraigada en la cultura política de su movimiento. De esa
forma, las campañas electorales son calificadas como “batallas”, los
equipos de trabajo se organizan en “patrullas”, el contendor no es un
adversario sino un “enemigo”, se utilizan “puestos de comando y
unidades de combate” para las tareas electorales y los participantes son
llamados “milicianos”. Sobra comentar que esta terminología es
contraria al espíritu y naturaleza democrática.
Visto desde otra perspectiva, es la utilización del discurso patriotero,
nacionalista y populista, con ribetes de la prédica socialista, para
justificar el desmantelamiento del “Estado burgués” con vistas a facilitar
la concentración del poder en una sola persona. De esta forma disponer
sin ningún tipo de límites de la riqueza económica, dominar la escena
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política, discriminar a quienes piensan distinto, acosar a los medios de
comunicación, reprimir las manifestaciones opositoras, y en definitiva
apuntalar la militarización de toda la sociedad.
De igual forma, en términos muy firmes, lo declaró el Secretario General
de la OEA, Luis Almagro, cuando en una reciente intervención en un
Foro en Oslo dijo: “La gobernabilidad democrática está bajo severa
presión en un puñado de países en las Américas. En uno, la democracia
ha fracasado por completo. Venezuela destaca hoy como la única
democracia anterior en la región a deteriorarse en una dictadura
desenfrenada”. (Luis Almagro discurso en Foro Oslo. 24 de mayo 2017)
Así lo reconoció también la Conferencia Episcopal Venezolana:
“El mayor problema y la causa de esta crisis general, como hemos
señalado en otras ocasiones, es la decisión del Gobierno Nacional y de
los otros órganos del Poder Público de imponer un sistema político–
económico de corte socialista marxista o comunista. Ese sistema es
totalitario y centralista, establece el control del Estado sobre todos los
aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y
privadas. Además, atenta contra la libertad y los derechos de las
personas y asociaciones y ha conducido a la opresión y a la ruina a
todos los países donde se ha aplicado”. (Conferencia Episcopal
Venezolana. Exhortación pastoral: Renovación ética y espiritual frente a
la crisis. 12 de enero de 2015)
A nuestro juicio, las caracterizaciones y comentarios anteriores son
necesarias señalarlas para entender a cabalidad los alcances de la crisis
política actualmente en curso en Venezuela, cuya responsabilidad recae
en un gobierno que por su naturaleza militarista es contraria al ejercicio
democrático del poder.
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Si aceptamos como válida la tesis de que la dialéctica de la
confrontación ha sido una variable utilizada regularmente en los últimos
18 años, no es difícil colegir que la polarización política ha sido una
herramienta eficaz para mantener las tensiones, unificar sus bases
ideológicas y servir de estrategia para acosar permanentemente al
adversario al que desconoce, y descalifica llamándolo “escuálido”,
“guarimbero”, “traidores de la patria” pitiyanquis”, “oligarcas” o “la
nada”.
Tan pronto obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de 2012
en las que no tuvo reparos en utilizar todo el aparato del Estado, -la
hegemonía comunicacional, los medios públicos, la intimidación a
empleados públicos y beneficiarios de programas sociales, el uso de
bienes públicos en favor de la candidatura oficialista-, Hugo Chávez dio
un atisbo de distensión y disposición al diálogo que fue bien recibido por
los sectores de la oposición. Pero pocos días más tarde volvió a la carga
con sus descalificaciones, disipándose las posibilidades de un diálogo.
No es exagerado señalar que ante el agravamiento de la crisis,
resultarían pocas estas páginas para dar cuenta de las incontables
declaraciones, manifiestos, acuerdos y pronunciamientos por parte de
gobiernos, parlamentos, organismos internacionales, organizaciones
políticas, ONG y sectores diversos de la sociedad civil de dentro y fuera
de Venezuela que se refieren no sólo a la creciente inestabilidad política,
la incertidumbre económica, la explosiva situación social, sino a las
reiteradas violaciones la Constitución, todo lo cual configura una abierta
ruptura del orden constitucional y democrático. Al final de este texto
aparece un cuadro que refleja los más de 200 pronunciamientos
públicos hasta finales del mes de junio de 2017.
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Desde el año 2011 se ha venido denunciando nacional e
internacionalmente el desmantelamiento de la democracia y la ruptura
del orden constitucional. La aprobación legislativa de leyes habilitantes
que confirieron poderes extraordinarios ilimitados al jefe del Ejecutivo
constituyó un fraude a la Constitución, una usurpación de funciones de
los parlamentarios, un desacato a la voluntad popular. En suma una
violación de las normas constitucionales y por ende otra violación no
sólo de la Carta Democrática Interamericana sino de las cláusulas
democráticas de otras instancias como Mercosur, UNASUR, la Cumbre
Iberoamericana, por citar algunas.
De hecho, por varios años, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos hizo un seguimiento sistemático del estado de la democracia
en Venezuela. En varios de sus informes se hizo referencia al cuadro
preocupante por la falta de una efectiva separación, independencia y
autonomía de los poderes públicos en Venezuela, situación que limita
seriamente la vigencia de los derechos humanos en Venezuela y
debilitan la democracia.
En el mismo sentido se hicieron observaciones en cuanto a los
impedimentos para el disfrute efectivo de los derechos políticos,
específicamente los mecanismos creados para restringir el acceso al
poder de los candidatos opositores al gobierno. (Informe de la Comisión
Interamericana de Derecho Humanos. Democracia y Derechos Humanos
en Venezuela)
En realidad, un país que sufre el desmantelamiento de la
institucionalidad democrática y donde las garantías mínimas para hacer
frente al autoritarismo son inexistentes, se agudizan las violaciones a los
derechos humanos, los prisioneros políticos aumentan y las violaciones
al orden constitucional son recurrentes, es imprescindible acudir a las
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instancias internacionales para intentar restaurar el orden
constitucional.
De cualquier modo, el gobierno de Nicolás Maduro debería estar
consciente que el origen de la crisis actual se centra en la creciente
erosión de su legitimidad, dato que se remonta a las 3.500
irregularidades denunciadas por el Candidato Henrique Capriles en las
elecciones presidenciales del 14 de abril de 2013 que ganó con muy
estrecho margen.
Desde entonces, y ante un inocultable deterioro de la popularidad del
gobierno reflejado en todas las mediciones de opinión que lo revelan
como una fuerza minoritaria, el régimen evitó cualquier medición en las
urnas electorales, al tiempo que impidió la convocatoria del referéndum
revocatorio presidencial previsto en la Constitución (artículo 72 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, CRBV) y postergó
sine die las elecciones a gobernadores que debieron realizarse en el año
2016, de acuerdo a las disposiciones de la Constitución de 1999.
A ello se suman las sentencias 155 y 156 de abril de 2017 del Tribunal
Supremo que anulan las facultades legislativas de la Asamblea Nacional,
lo que radicalizó el conflicto y desnudó las verdaderas intenciones del
gobierno de cerrar las vías electorales y constitucionales para resolver la
crisis y optar por la instauración de un régimen abiertamente totalitario.
Pero además, la magnitud de esta crisis revela que su solución será una
dura prueba no sólo para las organizaciones políticas y otros actores de
la vida nacional, como parte fundamental del conflicto, sino para los
diversos compromisos, mecanismos e instrumentos hemisféricos de
defensa y promoción de la democracia representativa, en especial la
Carta Democrática Interamericana de 2001, a los cuales nos referiremos
más adelante.
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Como lo dijo el Secretario General Luis Almagro en su segundo informe
sobre la situación venezolana: “Los hechos no dejan lugar a dudas.
Venezuela viola todos los artículos de la Carta Democrática
Interamericana…. Venezuela es un caso singular en la región siendo el
único ejemplo de una democracia que ha caído a una velocidad
vertiginosa en un autoritarismo absolutamente violatorio de los
principios establecidos en los artículos 3 y 4 de la CDI” (Comunicación
del SG Luis Almagro al Presidente del Consejo Permanente de la OEA.
17 de marzo 2017 )
II Los instrumentos interamericanos para la preservación de la
democracia
Rómulo Betancourt, reconocido líder político y uno de los fundadores de
la democracia contemporánea venezolana, fue un férreo defensor de la
democracia representativa en el hemisferio. Ya para mitad del siglo XX,
enfrentando los asedios y conspiraciones para derrocar a la recién
establecida democracia venezolana, propuso la necesidad de
perfeccionar la Carta constitutiva de la Organización de los Estados
Americanos para excluir del órgano hemisférico a aquellos gobiernos que
no tuvieran su origen en elecciones libres.
Su idea era no sólo rechazar a las dictaduras militares que acechaban a
las democracias, sino cerrarles el paso a que pudiesen formar parte de
la organización regional. Su planteamiento sugería, además del no
reconocimiento diplomático, la aplicación de medidas y sanciones que se
convirtieran en torno a ellos como una suerte de “riguroso cordón
profiláctico”. (Emilio Nouel. La Cláusula Democrática)
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Lo cierto es que, con la llamada “globalización de la democracia”
ocurrida a finales del siglo XX comenzaron a construirse en nuestra
región una serie de instrumentos en defensa de la institucionalidad
democrática, definida como el sistema en cuyo seno los poderes del
Estado se limitan y se equilibran mutuamente.
Citemos entre los más relevantes de estos mecanismos en el ámbito
hemisférico, los Protocolos de reforma a la Carta de la OEA en 1985; la
Resolución 1080 de 1991; y el Protocolo de Washington de 1992. La
versión más acabada de dichos instrumentos es la Carta Democrática
Interamericana (CDI) suscrita en 2001, la cual consolida el avance de
los Estados para la protección de la democracia.
Comúnmente conocidas como “Cláusulas Democráticas”, varias de
éstas, sobre todo las de más reciente creación, no contemplan acciones
para resguardar a los gobernados de los abusos y desmanes de
gobernantes, que teniendo un origen democrático, transgreden las
normas constitucionales para perpetuarse en el poder.
Efectivamente, en el pasado las interrupciones del orden democrático
provenían de los clásicos golpes de estado militares. Así fue por varias
décadas y en la historia latinoamericana existen tristes ejemplos de esas
circunstancias que tuvieron su momento más emblemático en las
décadas de los setenta y ochenta con las sangrientas dictaduras del
cono sur.
En la actualidad, las amenazas a la democracia ya no sólo provienen del
clásico golpe de estado, sino que derivan de gobernantes que aun
teniendo un origen democrático, han perdido la legitimidad de despeño.
Volviendo a lo anterior, desde la creación de la Organización de los
Estados Americanos, la comunidad de las Américas se ha dotado de un
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conjunto de instrumentos y compromisos para asegurar la
gobernabilidad democrática. En otras palabras, el tema de la democracia
representativa ha sido un elemento central de la agenda interamericana.
Tanto es así que el preámbulo de la Carta de la OEA establece que la
“democracia representativa es condición indispensable para la
estabilidad, la paz y el desarrollo de la región” (Carta de la Organización
de los Estados Americanos)
La protección de la democracia es pues una meta presente en varias
organizaciones regionales, incluyendo la Organización de los Estados
Americanos (OEA), la Unión de Naciones de Suramérica (UNASUR) y el
Mercado Común del Sur (Mercosur).
En 1980, los países andinos suscribieron la Carta de Conducta
Democrática andina, documento en el que se reafirma el carácter
democrático que debe regir en los países de la subregión, además del
compromiso por el fortalecimiento de la democracia y el respeto por los
derechos humanos.
Otro documento es el “Compromiso de Santiago con la Democracia y la
Renovación del sistema interamericano”, Resolución 1080. AG/RES.
1080 (XXI-O/91) Dicho texto, adoptado en la Asamblea General de la
OEA celebrada en Santiago de Chile, define los mecanismos de acción
colectiva en caso de interrupción abrupta del proceso político
institucional democrático o del legítimo ejercicio del poder por un
gobierno democráticamente electo insta al Secretario General a actuar
de inmediato para facilitar soluciones.
El Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso Democrático (1998), el
Protocolo Adicional al Acuerdo de Cartagena o Compromiso de la
Comunidad Andina por la Democracia (2000), el Protocolo Adicional al
Tratado Constitutivo de UNASUR sobre Compromiso con la Democracia,
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y la Declaración “La defensa de la democracia y el orden constitucional
en Iberoamérica” de la XX Cumbre Iberoamericana (2010).
“Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos
la obligación de promoverla y defenderla”. Así comienza el artículo 1 de
la Carta Democrática Interamericana, llamada también “La Constitución
de las Américas” por ser el instrumento más acabado para la defensa de
la institucionalidad democrática en el hemisferio.
Dado este interés expresamente manifiesto en los instrumentos antes
señalados, resulta natural preguntarse qué han hecho estas
organizaciones y los gobiernos que la integran para encarar la crisis en
desarrollo en Venezuela. ¿Qué métodos o mecanismos han utilizado y
cuán efectivos han sido? Puesto de otro modo, ¿cuáles son los intereses
centrales que se revelan en las acciones de estos gobiernos y
organizaciones?
El peso político y económico de Venezuela, como así también su otrora
orgullosa posición como una de las democracias más duraderas de
América del Sur, hace probable que la crisis tenga consecuencias
profundas para el futuro de los derechos humanos y la democracia en el
continente. Será una prueba de fuego tanto para las políticas nacionales
como para los mecanismos regionales que se supone tienen como
objetivo fortalecer las reglas y normas democráticas a través de
mecanismos como la mediación y la presión política.
A diferencia de otros casos donde por la fuerza de los tanques se cerró
el Poder Legislativo, en Venezuela se utiliza un Poder Judicial sumiso
que actuando como brazo judicial del Ejecutivo usurpa las funciones de
la Asamblea Nacional, limita sus competencias, y desconoce las leyes y
acuerdos aprobados por la mayoría de sus miembros.
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Este proceso de desmantelamiento de la institucionalidad democrática
fue iniciado desde el momento mismo en que asumió la nueva
Asamblea Nacional, electa democráticamente con el voto de más de 14
millones de venezolanos en diciembre de 2015, y se ha materializado a
través de más de 50 sentencias del órgano judicial, las cuales han
anulado todas las leyes aprobadas por la nueva Asamblea. Las
actuaciones del Tribunal Supremo de Justicia, como operador judicial del
gobierno, han llegado hasta la supresión de la inmunidad de los
parlamentarios y la eliminación de la Asamblea a través de las
sentencias números 155 y 156 del 28 y 29 de marzo del presente año,
respectivamente, con lo que se generó una flagrante ruptura del orden
constitucional, que la comunidad internacional ha reconocido claramente
como una alteración del sistema democrático en Venezuela. (Declaración
del Grupo Ávila, 4 de abril de 2017)
El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ha presentado ante el
Consejo Permanente dos informes el 26 de junio de 2016 y el 14 de
marzo de 2017 en los que describió la alteración del orden constitucional
y la situación de ingobernabilidad que vive Venezuela. No es el caso
detallar los contenidos de estos informes. Basta con señalar que la
descripción allí contenida fue basada en hechos y circunstancias
comprobadas y que sus recomendaciones nunca fueron atendidas por
las autoridades venezolanas.
III Los intentos de solución a través del diálogo
“La democracia en Venezuela está resquebrajada, y el Gobierno y los
otros poderes, que tienen la responsabilidad de oír y concertar con todos
los sectores, no están haciendo lo suficiente para reconstruirla. El
diálogo sincero y constructivo, el ejercicio de la política en su concepción
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más noble, como búsqueda del bien común, por más difíciles que
parezcan, han de seguir siendo los caminos que debemos transitar. No
se puede dialogar si no se reconoce en primer lugar la existencia y la
igualdad del otro. Ignorarlo o descalificarlo como interlocutor, cierra
toda posibilidad de superar el conflicto…” (Exhortación de la Conferencia
Episcopal Venezolana. 12 de julio 2016)
Históricamente hablando, todos los conflictos de la humanidad,
incluyendo las guerras más cruentas, han conllevado la disposición de
ambos bandos de acordar treguas, de buscar soluciones pacíficas al
conflicto a fin de alcanzar una paz equilibrada. El diálogo es
consustancial al ser humano, es la esencia de la política, así como el
apego y respeto a la Constitución son condiciones ineludibles para
gobernar en democracia.
Por mucho tiempo, la oposición venezolana ha dado muestras de
encontrar respuestas a la crisis mediante el diálogo sincero y
respetuoso. Un diálogo con dignidad, sobre la base de que los derechos
se respetan y no se negocian, pero convencidos que es lo que necesita
el país. Así se intentó en el año 2014 cuando los esfuerzos fracasaron
por la irresponsable actitud del gobierno que nunca dio pruebas de
querer avanzar en la instrumentación de las propuestas presentadas.
Un par de años más tarde se probó un acercamiento entre el gobierno y
la oposición que comenzó en octubre de 2016 con una iniciativa
unilateral e inconsulta propuesta por el gobierno que solicitó a los ex
presidentes Leonel Fernández (República Dominicana), Martín Torrijos
(Panamá) y del exjefe del Gobierno español José Luis Rodríguez
Zapatero. A esta troika se agregó el Secretario General de UNASUR, el
ex presidente Ernesto Samper. Sin embargo, esas personalidades tenían
una visión sesgada de la situación y su falta de imparcialidad afectaba
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su condición de “facilitadores” para entablar un diálogo objetivo, real y
transparente.
Más adelante se sumó un representante del Vaticano a pedido de la
oposición y aceptado por el gobierno. Ambas partes así lo solicitaron por
escrito. A pesar de los riesgos que comportaba esta misión y luego de
una detenida evaluación, el Vaticano designó al inicio a Monseñor Paúl
Emil Tscherrig y luego a Monseñor Claudio María Celli para actuar como
facilitadores o acompañantes de este diálogo.
La ausencia de voluntad política por ejecutar los preacuerdos alcanzados
llevó a una ruptura de las conversaciones. Así lo señaló el Secretario de
Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolín, en una carta enviada el 1
de diciembre de 2016: “Con dolor y preocupación debo resaltar que
cuanto ha sucedido hasta ahora no me parece alentador. Me refiero en
particular al hecho de que estamos asistiendo a un inquietante retraso
en la adopción de las medidas necesarias para la aplicación concreta de
los acuerdos; además, se comprueba cómo, fuera de los encuentros de
trabajo, se hacen declaraciones o se toman decisiones que no favorecen
el entendimiento entre las partes” (Carta del Cardenal Pietro Parolin. 1
de diciembre de 2016)
Con mucha firmeza, el Secretario de Estado del Vaticano, señaló las
exigencias que eran necesarias poner en marcha antes de la próxima
reunión si se quiere un diálogo provechoso:
1. La implementación urgente de medidas destinadas a aliviar la
grave crisis de abastecimiento de comida y medicinas que está
sufriendo la población.
2. Acordar el calendario electoral que permita a los venezolanos
decidir sin dilaciones su futuro.
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3. Restituir cuando antes a la Asamblea Nacional el rol previsto en la
Constitución.
4. Acelerar el proceso de liberación de los detenidos
Obviamente que para el gobierno tales peticiones resultaban
inaceptables, por lo que nuevamente se frustraron las expectativas de
solución a la crisis. De poco valió la experimentada voz de la iglesia en
intentar un acercamiento que favoreciera una solución pacífica y
democrática a la crisis. “Su intervención se vio burlada por la parte
oficial, que no sólo manipuló procedimientos e incumplió acuerdos, sino
que terminó dando portazos a quien en nombre del Papa pidió se
cumpliese lo convenido”. (Ovidio Pérez Morales. Diálogo? Cambio de
régimen)
De cualquier modo, salvo el representante de la Santa Sede, se trataba
de un equipo de personalidades claramente alineadas con el gobierno de
Nicolás Maduro que nunca fueron percibidos como interlocutores
objetivos y equilibrados. Así pues quedó muy claro que el gobierno no
quería dialogar.
Posteriormente, el gobierno ha intentado reeditar, las invitaciones a un
diálogo en el que no cree, pero con el que sólo pretende ganar tiempo e
intentar mejorar su imagen.
Por lo anterior, efectivamente, pudiera decirse que el “diálogo nació
muerto”. No puede entablarse un diálogo cuando una de las partes no
escucha ni abre las puertas porque se cree poseedor de la verdad
absoluta. Y cuando el régimen se impone como un poder hegemónico
que manipula la oferta de diálogo para ganar tiempo.
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Quedó así en evidencia que quienes sistemáticamente manipulan a la
opinión pública nacional e internacional con imaginarios “golpes”,
“magnicidios”, “guerra económica” y “planes de desestabilización”;
simplemente para evitar medirse en unas elecciones, no pueden ser una
contraparte creíble para ejercicios de esta naturaleza.
Más allá de los incontables esfuerzos y pronunciamientos en torno al
diálogo como instrumento para la solución de la crisis venezolana, y
agotadas como han sido las vías político/electorales tales como la
realización del referéndum revocatorio del mandato presidencial y las
elecciones de Gobernadores que de acuerdo a la Carta Magna debían
realizarse el año 2016, no son pocos los que se preguntan: de qué clase
de diálogo estamos hablando cuando el interlocutor es quien obstaculiza
las vías democráticas para la solución del conflicto; se mantiene más de
un centenar de prisioneros políticos; se inhabilitan a dirigentes de la
oposición, y, más recientemente, se inventa una nueva maniobra de
convocar a una Asamblea Constituyente Comunal para redactar una
nueva Constitución como una treta para desviar la atención de los
problemas del país.
Pero además, en un contexto de crispación política y de “emociones
desbordadas” producto no sólo de la represión despiadada con la que los
cuerpos de seguridad han reprimido las manifestaciones de la oposición,
sino de la brutal violencia desatada por los grupos paramilitares
armados por el régimen que han causado destrozos en residencias
particulares, hospitales, centros educativos, cualquier propuesta de
acercamiento con el gobierno luce muy poco realista y convincente.
A pesar de lo anterior, y el evidente desinterés del Gobierno de encarar
seriamente un acercamiento con la dirigencia opositora; cerradas como
han sido las vías electorales como espacios para poner fin a la crisis;
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algunas voces claman por un nuevo ensayo, que pueda poner cese a
este drama. Intentarlo no debería ser interpretado como una debilidad o
traición sino como un esfuerzo por evitar desenlaces indeseables.
Así lo expresó un reconocido intelectual venezolano en un análisis
publicado en un importante medio de comunicación: “Ya ha sido
demasiada el agua sucia que no se puede recoger, para que una voz
angelical y tonta sugiera los tratos de la paz. Sin embargo, en realidad
no parece que exista otro sendero para el encuentro de una meta
llevadera. A menos que, movidos por los resortes del odio, acariciemos
el plan de llegar a unas tribulaciones que pueden tener consecuencias
pavorosas”. (Elías Pino Iturrieta. La necesidad de hablar).
La verdad es que el gobierno siempre ha utilizado los llamados a
dialogar como una estrategia para evadir sus responsabilidades
constitucionales, ganar tiempo, bajar la presión de las protestas y
generar divisiones en la oposición. Así ocurrió a finales del año 2016.
Por ello, las exigencias de la alianza opositora son válidas: antes de
diálogo debe aceptarse la liberación de los presos políticos, el respeto a
las atribuciones y facultades de la Asamblea Nacional, la apertura de un
canal humanitario para alimentos y medicinas, el desarme de las bandas
paramilitares.
En efecto, en una lúcida entrevista realizada por el Diario Las Américas
el citado analista advierte, que estamos ante una verdad irrefutable y en
un momento donde ya es imposible esconder que enfrentamos una
dictadura. Agrega, en sus propias palabras, que desde “el 30 de marzo
Venezuela es una dictadura usurpadora de una Constitución” y que el
desafío que tenemos los venezolanos por delante es la recuperación de
la democracia.
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En realidad, más que un diálogo sincero, el objetivo del gobierno era la
profundización de la revolución con la utilización de todo el aparato del
Estado a favor del proyecto oficialista y sus candidatos. Su visión
dogmática le impide establecer un diálogo sincero.
Así lo sintetiza un vocero calificado de la iglesia católica, Monseñor
Ovidio Pérez Morales, quien al referirse a los intentos de diálogo dijo:
“En meses pasados se planteó el diálogo como vía de solución a la grave
crisis nacional. Fracasó, pudiendo decirse que nació muerto, ya que
careció de sólida preparación, de adecuada representación y de realista
evaluación de disposiciones y posibilidades. El Vaticano, llamado por las
partes, intentó prestar un servicio, pero su intervención se vio burlada
por la parte oficial, que no solo manipuló procedimientos e incumplió
acuerdos, sino que terminó dando portazos a quien en nombre del Papa
pidió se cumpliese lo convenido. Posteriormente, el gobierno ha
reeditado, con alta dosis de cinismo, invitaciones a un diálogo en el que
no cree, pero con el que gana tiempo y desea mejorar su imagen.”
(Ovidio Pérez Morales. El Nacional 11 de mayo)
Monseñor Morales es aún más firme en sus juicios al señalar que el
gobierno no dialoga ni quiere dialogar, y concluye señalando que el
dialogo entre el gobierno y la oposición es simplemente imposible de
concretar porque se trata de imponer un proyecto totalitario,
inconstitucional y moralmente inaceptable.
Por último, en fechas recientes se ha conocido que diversos actores han
buscado otra vez el acompañamiento del Vaticano en un nuevo esfuerzo
de acercamiento entre el gobierno y la oposición venezolana. La
respuesta del Papa Francisco fue transmitida a una delegación de la
Conferencia Episcopal que lo visitó Roma el 8 de junio de 2017.
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En un comunicado de prensa al concluir la visita la Conferencia Episcopal
expresó: “El Papa Francisco hizo saber a los 6 miembros de la
presidencia de la CEV que algunos de los que sirvieron como
facilitadores en el fallido intento de diálogo del último trimestre del año
2016, han insistido en Solicitar a la Santa Sede su participación en un
nuevo proceso, sin embargo, la respuesta ha sido contundente: La
Santa Sede, sólo tomará parte en una nueva iniciativa de diálogo,
siempre y cuando el gobierno cumpla con las cuatro condiciones ya
expresadas en la Carta del Cardenal Parolín a inicios de diciembre de
2016, es decir: la apertura de un canal humanitario que permita hacer
ingresar al país alimentos y medicamentos, la presentación de un
cronograma general de elecciones, el respeto a la autonomía de la
Asamblea Nacional y, la liberación de los detenidos por causas políticas.”
(Comunicado de la CEV tras su visita al Papa el 8 de junio de 2017)
IV La ruptura del orden constitucional
“… Considero un deber histórico ineludible referirme a las
recientes decisiones 155 y 156 de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia… en dichas sentencias se
evidencian varias violaciones del orden Constitucional y
desconocimiento del modelo estatal consagrado en la
Constitución lo que constituye una ruptura del orden
constitucional…” Palabras de la Fiscal Luisa Ortega Díaz 31
de marzo 2017
“… los derechos humanos de toda la ciudadanía están en
peligro… lo que el Tribunal Supremo de Justicia hizo con la
Asamblea Nacional lo quiere hacer ahora con el Ministerio
Público, es decir continuamos en presencia de la ruptura del
orden constitucional. Se sigue violando la Constitución y se
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sigue desmantelando el Estado…” Palabras de la Fiscal
General de la República Luisa Ortega Díaz 28 de junio de
2017
En distintas ocasiones la oposición venezolana reveló ante diferentes
instancias internacionales el creciente debilitamiento de la democracia y
las alteraciones al orden constitucional. Con fundamentos irrefutables se
señalaron muchas de las acciones impulsadas por el gobierno que
quebrantan el orden constitucional; desconocen el Estado de Derecho;
irrespetan derechos fundamentales; vulneran el principio de la
separación e independencia de los poderes públicos; desconocen la
soberanía popular; y violan disposiciones de la Carta Democrática
Interamericana y otros acuerdos internacionales.
En realidad, ya no se trata de una alteración sino de la ruptura del orden
constitucional, un proceso progresivo que se inició desde el mismo
momento que la UNIDAD obtuvo un triunfo decisivo en las elecciones
legislativas de diciembre de 2015 cuando obtuvieron 112 diputados que
le dieron el control de las dos terceras partes de la Asamblea Nacional.
Desde entonces se ha desatado un gradual, sistemático y deliberado
proceso impulsado por el Presidente de la República y el Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) para invalidar las facultades del poder
legislativo. Este proceso, se ha materializado mediante la usurpación de
sus funciones a través de más de 50 sentencias del órgano judicial, las
cuales han anulado todas las leyes aprobadas por la nueva Asamblea y
han llegado hasta la supresión de la inmunidad de los parlamentarios.
Situándonos en tiempo más recientes, con las sentencias números 155 y
156, del 28 y 29 de marzo de 2017 respectivamente, dictadas por la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, que concentran
“de facto” todos los poderes en el Ejecutivo, advierten con toda claridad
22
que en Venezuela ocurrió un quiebre democrático y una alteración del
orden constitucional. De esta forma, el gobierno de Nicolás Maduro
entró en una fase abierta de control autoritario de la sociedad con vistas
a imponer un modelo hegemónico que la mayoría de los venezolanos
rechaza. En otras palabras se instaló una dictadura.
Visto lo anterior, se puede entender la reciente decisión de denunciar el
Tratado de creación de la Organización de los Estados Americanos, con
lo que el gobierno de Nicolás Maduro, unilateral e inconsultamente, se
retira del principal órgano hemisférico. No existe precedente, en los casi
70 años de existencia de la OEA, de un gobierno que haya decidido
retirar al Estado de ésta. Por las implicaciones internacionales que esta
decisión comporta, nos referimos a esto más adelante.
En efecto, para un régimen que no desea el escrutinio de las instancias
internacionales que velan por los compromisos democráticos; que evade
e incumple los elementos esenciales de la democracia representativa;
que ha incurrido en la ruptura del orden constitucional; que desconoce
las competencias Constitucionales de la Asamblea Nacional, y que viola
sistemáticamente los derechos humanos, le resulta incómodo, por decir
lo menos, participar en una organización regional en cuyos fundamentos
se reconoce la democracia representativa como elemento indispensable
para la paz, estabilidad y el desarrollo de la región.
Las sentencias de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia
ya mencionadas, no sólo desataron una crisis de gobernabilidad en el
país sino que dieron lugar a la reacción inmediata y categórica de la
comunidad internacional, con declaraciones contundentes de la gran
mayoría de los gobiernos del hemisferio, de sus órganos legislativos y
de numerosas organizaciones políticas. Todas estas instancias
reconocieron la alteración del orden constitucional.
23
Ante la gravedad de estos hechos, con fecha 21 de marzo de 2017 la
Asamblea Nacional aprobó un Acuerdo para apoyar la aplicación del
artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana, como Mecanismo
para el Restablecimiento en Paz del Orden Constitucional en Venezuela.
En los considerandos de dicho acuerdo se señalaban las circunstancias
que constituían una ruptura del orden constitucional que afecta
gravemente el orden democrático y concluía señalando que “… ante el
secuestro de la democracia perpetrado por el gobierno nacional y las
instituciones que le están subordinadas, es preciso reclamar una
contribución más amplia y firme de la comunidad internacional, para
evitar que el desmantelamiento de la institucionalidad democrática se
haga irreversible y se instale sin remedio una dictadura que cause
mayores daños al pueblo venezolano…” (Acuerdo de apoyo a la
aplicación del artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana como
Mecanismo para el Restablecimiento en Paz del Orden Constitucional en
Venezuela)
Ese mismo documento exponía las condiciones necesarias para el
restablecimiento del orden constitucional, entre ellas: la liberación de los
presos políticos; el establecimiento de un canal humanitario que permita
el acceso de alimentos y medicinas; el respeto de las facultades del
parlamento; la separación de poderes, y en particular la autonomía e
independencia en la composición del Tribunal Supremo de Justicia y del
Consejo Nacional Electoral.
Ante la crisis desatada por estas decisiones del máximo tribunal, la
Fiscal General de la Republica, Luisa Ortega Díaz, expresó su rechazo en
una sorpresiva alocución televisiva, en la que denunció que se había
producido una "ruptura del orden constitucional". A esta declaración,
que significó un punto de quiebre en las filas oficialistas, siguieron otras
expresiones de distanciamiento con el gobierno, como cuando rechazó
24
por arbitrarias las detenciones de opositores; cuando se opuso a que
estos detenidos, mayoritariamente jóvenes, fuesen juzgados en la
jurisdicción militar por tribunales militares y, más recientemente,
cuando en una razonada carta de dos páginas, explicó su rechazo a la
propuesta de una Asamblea Constituyente.
Esto dijo la Fiscal General sobre este último punto: “La propuesta de
una Asamblea Nacional Constituyente, lejos de coadyuvar a la ansiada
reconciliación nacional, generaría un alto grado de incertidumbre, habida
cuenta del riesgo y la desconfianza que produciría en los ciudadanos"
Por supuesto que ante estas manifestaciones de la Fiscal General las
reacciones del gobierno no se hicieron esperar. Así fue el diputado
oficialista Pedro Carreño interpuso un recurso ante el Tribunal Supremo
de Justicia para que se hiciese un antejuicio de mérito contra la fiscal, lo
cual implicaría la remoción de su cargo.
Desde ese momento estamos ante a una nueva confrontación de
poderes
V El papel de la Comunidad Internacional
“Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranicen con respaldo de las políticas totalitarias deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante la acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica internacional”.
Rómulo Betancourt
En momentos en que Venezuela entra en una fase indetenible de su
crisis, la escena internacional juega un papel de primer orden. A
25
diferencia del pasado cuando muchos gobiernos mantenían una actitud
“complaciente” o tolerante hacia los desvíos autoritarios del gobernante
venezolano, hoy existe una preocupación creciente en el hemisferio por
la ya inocultable dictadura que se ha instalado en nuestro país, por los
desbordes de la crisis y sus efectos en algunos países de la región.
Ante una cada día más robusta oposición, cuyo mensaje central es el
pedido por que se realicen elecciones, se ha levantado una solidaridad
internacional nunca antes vista. “Por primera vez los noticieros europeos
han dejado de presentar los acontecimientos de Venezuela como una
lucha entre la izquierda y la derecha. Desde abril y mayo todos se
refieren a la lucha democrática de un pueblo unido en contra de una
dictadura militar. (Fernando Mires – Insurrección)
El número de ciudadanos venezolanos que buscan refugio en otros
países aumenta día tras día y los efectos reales de una crisis
humanitaria ya no pueden ignorarse. Hace pocos meses, el alcalde de
Manaos, en Brasil, declaró la emergencia sanitaria ante el embate de
ciudadanos venezolanos que ingresaron a su país y debieron recibir
asistencia médica en los hospitales de esa ciudad.
En Colombia y en Panamá se ha comenzado a activar mecanismos
preventivos al tiempo que se elaboran planes de contingencia para
enfrentar la oleada de refugiados venezolanos. Algo similar ocurre en
las vecinas islas del Caribe cercanas a las costas de Venezuela.
Al mismo tiempo, algunos países europeos con un importante número
de nacionales viviendo en Venezuela (España, Italia y Portugal) han
anunciado planes de emergencia para una eventual evacuación de sus
ciudadanos.
26
Frente a la ruptura del orden constitucional declarado por la Asamblea
Nacional y la Fiscal General de la República, varios gobiernos del
hemisferio que mantienen la defensa de la democracia como una
prioridad de su política exterior, han comenzado a asumir una actitud
más crítica hacia el régimen de Nicolás Maduro.
Las solidaridades automáticas de varios gobiernos de la región ya no son
como antes; la presidencia pro tempore de Mercosur ha pasado a manos
del gobierno argentino; Ernesto Samper, estrecho aliado de los
gobernantes venezolanos, culminó su mandato como Secretario General
de UNASUR, y en la CELAC se advierten las mismas grietas. Hasta en los
países del Caribe se comienza a cuestionar públicamente el “silencio”
que han mantenido algunos gobiernos de CARICOM frente al asalto a la
democracia venezolana. (Caricom´s silence in the face of Venezuelan
assault on democracy)
El debilitamiento del apoyo internacional al régimen de Maduro fue
descrito por el reconocido intelectual Fernando Mires en los siguientes
términos: “Maduro cuenta solo con el pálido apoyo de organizaciones
post-estalinistas como Izquierda Unida, del socialismo pubertario de
Iglesias, del socialismo menopáusico de Ménchelon y en América Latina,
del minoritario Evo de Bolivia, del matrimonio Ortega de Nicaragua y de
la dictadura militar cubana. Hasta el saliente Correa le dio las espaldas a
Maduro, pidiendo elecciones” (Fernando Mires. Insurrección)
No obstante, el gobierno ha movilizado las piezas en aquellos escenarios
internacionales donde aún puede ejercer alguna influencia política para
contrarrestar la ofensiva internacional de las fuerzas democráticas.
Primero fue la fallida reunión de cancilleres de la CELAC convocada a
pedido de Venezuela por el gobierno de El Salvador el 2 de mayo
pasado, país que ejercía la Presidencia Pro Tempore del mecanismo que
27
apenas logró reunir a unos pocos titulares. La mayoría de los ministros
no asistió a dicha cita o se hicieron representar por funcionarios de
menor rango. Tampoco se produjo, como suele suceder en este tipo de
reuniones, ninguna declaración final es decir, los esfuerzos por lograr un
respaldo en ese foro no prosperaron.
En ese mismo sentido, según lo afirmó el propio canciller salvadoreño,
había la intención de continuar el debate sobre la situación venezolana
durante la XIV Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños prevista para el 20
de mayo. Sin embargo, la cita fue suspendida. No se dieron razones ni
explicaciones del aplazamiento del encuentro ni se fijó nueva fecha para
la celebración del mismo.
La OEA es otro espacio donde varios gobiernos del Caribe aún
mantienen una postura de apoyo al régimen venezolano. Si bien se han
producido rupturas importantes, aún conserva algunas simpatías y
lealtades. Por esa razón, la convocatoria de la Reunión de Consulta de
Ministros de Relaciones Exteriores, aprobada el 26 de abril, fue hecha
invocando la “Carta de la OEA” y no la “Carta Democrática
Interamericana”, lo cual fue una concesión para obtener el respaldo de
gobiernos que de antemano se oponen a aislar al régimen venezolano.
(Edgar Otálvora. Informe 26 mayo 2017)
Todo lo anterior no sólo viene a confirmar las profundas diferencias que
existen en los gobiernos del hemisferio en cuanto al tratamiento de la
crisis venezolana sino también el debilitamiento de la influencia del
gobierno venezolano en la escena regional.
Lo cierto es que desde el año 2016 se viene conformando un grupo de al
menos 15 países que vienen trabajando en el seno de la OEA para
propiciar una salida democrática a la crisis. Diversas declaraciones que
28
han sido aprobadas hacen llamados a que se liberen los prisioneros
políticos, se establezca un cronograma electoral, y se abra un canal
humanitario para alimentos y medicinas.
En una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA con
fecha 3 de abril de 2017, se adoptó por consenso una resolución
(CP/RES. 1078 (2108/17), que declara “Las decisiones del Tribunal
Supremo de Venezuela de suspender los poderes de la Asamblea
Nacional y de arrogárselos a sí mismo son incompatibles con la práctica
democrática y constituyen una violación del orden constitucional de la
República Bolivariana de Venezuela. A pesar de la reciente revisión de
algunos elementos de dichas decisiones, es esencial que el Gobierno de
Venezuela asegure la plena restauración del orden democrático”.
(Resolución del Consejo Permanente de la OEA)
El punto más álgido llegó el 26 de abril de 2017 cuando 19 gobiernos del
hemisferio adoptaron una resolución convocando a una reunión de
consulta de Ministros de Relaciones Exteriores para discutir la situación
venezolana. En respuesta el gobierno de Maduro se retiró del principal
órgano hemisférico.
De esta forma los esfuerzos de varios gobiernos por encontrar una vía
democrática para solucionar el conflicto se aceleraron. Varias iniciativas
se vienen explorando, entre ellas la de conformar de algún grupo de
amigos o mecanismo de facilitación, experiencia que ha resultado
exitosa en otras circunstancias de crisis.
Frente a un gobierno que no hace sino exacerbar la radicalización
ideológica; aumentar la represión a los opositores; desconocer al poder
Legislativo electo por 14 millones de venezolanos y cerrar las vías
electorales previstas en la Constitución, es necesaria una respuesta
firme de la comunidad internacional con vistas a restablecer el orden
29
democrático a través de la activación de los mecanismos e instrumentos
internacionales de garantías a la democracia, en particular la Carta
Democrática Interamericana, suscrita por los países que integran la
Organización de Estados Americanos.
En vista de lo anterior, un grupo de países solicitó formalmente una
Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones exteriores de los países
de la OEA a fin de analizar la situación en Venezuela, que como primer
dato relevante podemos destacar la preocupación que existe en muchos
gobiernos del hemisferio por la gravedad de la crisis que vive el país.
En segundo lugar, merece señalarse que fueron muchas las cosas que
se dijeron en esa reunión. Un buen número de cancilleres manifestaron
la necesidad de poner fin a la violencia, denunciaron las graves
violaciones a los derechos humanos, la represión despiadada de los
cuerpos de seguridad contra los manifestantes, y el incumplimiento de
los compromisos asumidos por el ejecutivo en el primer ejercicio de
diálogo con la oposición.
Se exigió también al gobierno de Nicolás Maduro la liberación de los
presos políticos, restituir las atribuciones de la Asamblea Nacional, la
apertura de un canal humanitario para aliviar la crisis del
desabastecimiento de alimentos y medicinas, y la urgencia de que se
establezca un calendario electoral con la presencia de observadores
internacionales confiables.
En el mismo orden, varios jefes de delegación no sólo deploraron la
propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, sino que
también solicitaron expresamente al gobierno de Maduro suspender
dicha iniciativa, así como el cese de las detenciones arbitrarias y la
supresión de los juicios a civiles sometidos en tribunales militares.
30
Conviene igualmente reseñar que varios cancilleres que apuestan por
una solución pacífica y electoral a la grave crisis del país, respaldaron la
participación del Vaticano en un eventual proceso de diálogo.
No menos importante fue la propuesta asomada por algunos cancilleres
de conformar un mecanismo o Grupo de Países Amigos con la
participación del Vaticano y de la ONU, para contribuir a la restitución
del orden democrático, la reconciliación y la convivencia entre los
venezolanos.
Por último, quedó claro también que si bien la comunidad internacional
adhiere y reconoce el principio de no intervención en los asuntos
internos de otro Estado, no puede quedarse de brazos cruzados frente a
la magnitud de esta crisis de gobernabilidad que vive el país y la
responsabilidad que tiene de promover la paz, la seguridad y la
democracia.
Dos proyectos de declaración se presentaron en la mesa. Uno
patrocinado por Perú, Canadá, México, Estados Unidos, Panamá y otros.
Y otro presentado por Antigua y Barbuda. Ambos tenían en común el
pedido al gobierno venezolano de retirar la propuesta de realizar una
Asamblea Nacional Constituyente.
A pesar de los esfuerzos realizados, no se pudo consensuar un texto y
de esa forma se perdió una oportunidad para hacer valer el compromiso
de los países miembros con los valores y principios democráticos –uno
de los pilares fundamentales de la OEA. De nuevo algunos países
privilegiaron otro tipo de intereses de “amistad” y “cooperación”. La
reunión quedó abierta para reanudarse en fecha próxima
En otro orden, varios gobiernos del hemisferio han retirado sus Jefes de
Misión diplomática en Caracas como una señal política de su rechazo al
31
deterioro de la democracia en Venezuela. Brasil retiró su embajador
desde hace casi un año. Argentina Uruguay, Paraguay no han designado
ningún titular con rango de embajador. Colombia, Chile, Costa Rica y
Honduras retiraron temporalmente a sus embajadores por tiempo
indefinido. Mientras algunos países han reenviado a sus embajadores a
Caracas, otros han anunciado que no lo harán mientras siga esta
situación.
Por otra parte, los organismos internacionales vienen haciendo un
seguimiento permanente del tema venezolano en áreas como las
violaciones a la Constitución; la ausencia de una verdadera autonomía y
separación de poderes; violaciones a los derechos humanos; la
represión desmedida, y el acoso a los medios. Resultaría muy extenso
dar registro de los numerosos comunicados, acuerdos y declaraciones
que se han producido a lo largo de esta crisis por parte del Secretario
General de la OEA, del Consejo Permanente de dicha organización, del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,
del Parlamento Europeo, de la Unión Europea, del Parlatino, y del
Mercosur que se suman al más de doscientos pronunciamientos de
gobiernos, organizaciones políticas, dirigentes y personalidades
mundiales (Ver cuadro de pronunciamientos).
“En solidaridad con el bravo pueblo de Venezuela, la Unión Europea y los
países principales de América Latina deben tender el “cordón sanitario”
–diplomático, financiero, comercial, político– al régimen forajido de
Maduro, persuadir al papa Francisco de ser más agresivo en este
esfuerzo y presionar juntos a Raúl Castro para aceptar la salida
democrática: cese a la represión, elecciones inmediatas, respeto a las
instituciones, libertad a los presos políticos.” (Enrique Krauze)
32
Ante el agravamiento de la situación venezolana varios gobiernos de la
región promovieron la reanudación de la Reunión de Consulta de
Cancilleres que había quedado en suspenso.
Fue así que el 19 de junio se reanudó la sesión. Sobre la mesa estaban
dos proyectos de declaración, uno copatrocinado por 20 países que no
pudo ser adoptado por consenso según la práctica seguida en estas
organizaciones multilaterales. Otro proyecto fue presentado por la
CARICOM.
Al ser sometidas a votación, una clara mayoría de 20 países, que
representan cerca 900 millones de habitantes del hemisferio, votaron a
favor de una declaración que hacía un llamado al respeto absoluto de los
derechos humanos, el Estado de Derecho y la separación de poderes.
Una declaración que solicitaba al gobierno de Nicolás Maduro a que
reconsiderara la propuesta de convocar a una Asamblea Nacional
Constituyente en los términos en que está actualmente concebida.
Veamos tan sólo algunas de las intervenciones de los jefes de
delegación:
Uno de los discursos más categóricos fue el del Canciller Manuel
González de Costa Rica quien dijo: “…No podemos guardar silencio ante
un régimen que suspende a su antojo las elecciones y desprecia la
supervisión internacional, gasta sus recursos en armas y otorga armas
de fuego a civiles… viola ante nuestra mirada su propia Constitución
mientras utiliza el escudo de la soberanía para actuar con impunidad y
atacar el escrutinio externo… un régimen que restringe el derecho al
voto, que mantiene presos políticos, que procesa a civiles en tribunales
militares, persigue a la oposición y la inhabilita para ejercer cargos
públicos, bloquea las señales de los medios de comunicación… Es triste
no haber dado una respuesta justa… esta actitud nos será reprochada…
33
la crisis no es de Venezuela, es del continente… le hemos quedado mal a
millones de venezolanos que tenía una gran esperanza de que íbamos a
actuar con eficacia… si somos verdaderamente solidarios, si somos
miembros de una organización que nos une para el diálogo, debimos
haber dado una respuesta más razonable.”
En términos igualmente firmes se expresó el Canciller chileno Heraldo
Muñoz:”… debemos pronunciarnos frente al quiebre democrático… no
puede ser posible que bajo el argumento de la no intervención la
alternativa es no hacer nada… mientras hay un pueblo clamando por
retomar la paz, nosotros discutimos por cuestiones de procedimientos…”
En la misma línea el veterano canciller peruano no ocultó su decepción
al señalar:”… desde cuando abogar por la democracia y por los derechos
humanos es intervención…nosotros consideramos que el proceso que
vive Venezuela no solamente es trágico, es inaceptable para su
población y la comunidad internacional. A partir de la creación de la ANC
cuyos orígenes son oscuros e ilegítimos, se genera un decrecimiento de
la democracia y posiblemente irreversible. Lo que está de por medio es
la libertad y la coherencia de un país como Venezuela…”
La ministra de Honduras fue igualmente categórica”…no es cierto que
frente a un problema tan grave como el que vive Venezuela esta
Organización no puede hacer nada. Una situación de comprobada
gravedad no puede ni debe ser ajena a la OEA... no puede ser posible
que bajo el principio de no intervención, la alternativa sea no hacer
nada. El problema social y humanitario es real y se agudiza cada día…
mientras seguimos hablando de cuestiones de procedimiento, en
Venezuela se están perdiendo vidas, yo esperaría que hagamos lo que
tenemos que hacer…”
34
Para el flamante canciller argentino, “…es triste reconocer que como
organización no hemos logrado dar una respuesta. La ANC no va a
contribuir a resolver lo que Venezuela está viviendo hoy. Nosotros como
institución tenemos que poder ser capaces de dar una respuesta…”
En términos muy firmes, el delegado de Colombia dijo: “…creemos que
la votación que acaba de acontecer muestra que hay 20 países que
están a favor de ayudar el proceso que vive Venezuela y 20 de 34 es
una mayoría clara. Hay 8 países que se abstienen y que saben que en el
fondo hay una crisis… no podemos ser indolentes ante Venezuela…”
A juicio de la representante de Panamá “…para nosotros lo ocurrido es
preocupante y triste ya que de alguna manera no pudimos darle
respuesta a un pueblo que estaba esperando acción de la OEA...”
Muy claro fue el anfitrión de la cita, el canciller mexicano Luis Videgaray,
quien alejado de las posturas formales señaló sin ambages: “… queda en
evidencia nuestra incapacidad para lograr un acuerdo… mientras
nosotros aquí no llegamos a un acuerdo, hoy continúa la violencia, hoy
hay muertos, hoy vemos que el problema está en una ruta
extraordinaria y grave. Hay ruptura del orden democrático y se necesita
un proceso de acercamiento político, negociación, que parte de la
premisa fundamental para reconsiderar ANC, que no está generando
unidad y reconciliación, sino que está polarizando aún más…”
Como hemos señalado, con esa votación ha quedado demostrado que
hay dos bloques enfrentados. Uno de ellos, que representa una clara
mayoría, apostaba por aprobar esa declaración. Sólo 5 aliados
incondicionales del régimen votaron contra, pero la abstención de 8
países impidió que se completara los dos tercios (23 votos) necesarios.
35
La diplomacia multilateral quedó lastimada ante la incapacidad de la
OEA de dar una respuesta efectiva a la grave crisis que afecta a uno de
sus fundadores. No se trataba de encontrar afuera una solución a los
problemas que corresponde resolver a los venezolanos, pero sí merecía
que los gobiernos democráticos del hemisferio asumieran con sinceridad
los principios y valores que sustentan a la organización.
Los cancilleres acordaron dejar abierta la reunión de consulta en un
nuevo esfuerzo por llegar a una declaración consensuada. Se aspiraba
que la Asamblea General de la OEA abordaría el tema nuevamente.
De cualquier modo, una sensación de frustración, impotencia y
decepción se instaló entre muchos delegados al punto de que al término
de la sesión del 19 de Junio17, 8 países expresaron públicamente su
indignación por no haber alcanzado un acuerdo; al tiempo que 10 países
(Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, EE.UU, Honduras, México,
Paraguay y Perú) emitieron un comunicado declarando la necesidad de
una salida concertada en Venezuela que incluya la liberación de los
presos políticos, el cese de la violencia, respeto a los Derechos Humanos
y el cese de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente.
Las expectativas de que la Asamblea General, a celebrarse al día
siguiente, lograra aprobar una declaración sobre este asunto también se
vio frustrada.
Revisando la lista de países que votaron abstención, no resulta difícil
colegir la importancia que aún ostenta la cooperación financiera de
Venezuela, a través de PETROCARIBE, sobre algunos de estos países.
Por ejemplo, Haití mantiene una deuda de unos $1,500 millones de
dólares; El Salvador poco más de $900 millones y Antigua y Barbuda
$350 millones, para no citar el caso de la República Dominicana, país al
36
que en enero de 2015 le condonaron el 52% de la deuda valorada en
más de 4.100 millones de dólares.
Concluida la sesión, un grupo de 14 países emitió un Comunicado
Conjunto en el que se recogían los elementos centrales del proyecto de
declaración que no alcanzó el consenso. En dicho texto expresan su
preocupación por la interrupción del proceso democrático en Venezuela,
al tiempo que señalan la necesidad de insistir en una salida concertada.
Agrega que esa solución concertada debe respetar: la liberación de los
presos políticos; el cese de los procesos de civiles en tribunales
militares; el completo restablecimiento del orden constitucional –
incluyendo el restablecimiento de las atribuciones de la Asamblea
Nacional y el respeto a la separación de poderes; el cese de la
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente en los términos
como está concebida; el establecimiento de un calendario electoral, y
finaliza con la proposición de crear un Grupo o mecanismo de facilitación
que acompañe un nuevo y efectivo proceso de diálogo. (Ver Comunicado
Conjunto de países afines sobre los resultados de la reunión de consulta
de cancilleres)
A pesar de todo lo anterior y de las severas críticas –muchas de ellas
justificadas-, no es menos cierto que el tema de la crisis de
gobernabilidad en Venezuela ha ocupado la atención del órgano regional
por mucho tiempo. Recordemos que ya desde los años 2000, durante la
gestión de César Gaviria, la OEA jugó un papel clave en las
negociaciones entre el gobierno y la oposición para buscar una solución
al conflicto político venezolano. Así lo reconoció el Secretario General
Luis Almagro: “…Y es cierto que es la peor crisis que la organización ha
enfrentado en décadas, desde las dictaduras militares…” (Luis Almagro.
Entrevista publicada en el diario El País, España el 23 de junio 2017).
37
Situándonos en tiempos recientes, el actual Secretario General ha sido
un actor fundamental en la denuncia del régimen de Nicolás Maduro. Ha
presentado dos informes demoledores sobre la situación venezolana y
constantemente ha denunciado las reiteradas violaciones a la
Constitución, a los derechos humanos y las posturas dictatoriales del
régimen.
De cualquier modo, a pesar de los esfuerzos realizados, los resultados
no fueron los esperados para la causa democrática venezolana. Los
principales gobiernos del hemisferio no han podido articular un frente
unificado capaz de desacelerar la crisis. Una sensación de frustración
quedó en la sala que albergó la reunión y entre los demócratas
venezolanos quedó una cierta amargura por los silencios cómplices de
algunos gobiernos que privilegian los intereses económicos por encima
de los principios democráticos.
VI Comentarios finales
Transcurridos 90 días de protestas de la más grave crisis de
gobernabilidad de los últimos 50 años, el panorama nacional luce
extremadamente preocupante pues no sólo se trata de un conflicto
político sino una verdadera tragedia humanitaria.
El gobierno no da señales de retroceder con la polémica propuesta de
convocar una Asamblea Nacional Constituyente rechazada por amplios
sectores del país y que sin un referéndum consultivo previo y un
referéndum aprobatorio posterior, es inaceptable e inconstitucional.
Todas las mediciones de opinión dan cuenta de un rechazo en el orden
del 85%. Esta terquedad presagia mayor conflictividad o la eventual
38
consolidación de una dictadura al que solo le queda la legitimidad de la
fuerza bruta.
Para la gran mayoría de los venezolanos la recuperación de la
institucionalidad pasa porque cese la represión, que los poderes públicos
se apeguen a las disposiciones constitucionales y que se realicen
elecciones.
Hasta la fecha de concluir este trabajo, el balance de las protestas lleva
un saldo de 91 fallecidos, 3.278 personas detenidas, torturados, robos a
manifestantes, cerca de 400 periodistas agredidos, cierres de emisoras
de radio. (Consecuencias y resultados de la represión. Balance al jueves
29 de junio de 2017 a las 10.30 am)
El país está envuelto en una espiral de violencia que algunos consideran
“una guerra de desgaste”. Los resultados de este conflicto son
impredecibles. La ola violencia y represión no cesa. No hay que ser muy
perspicaz para concluir que ante esta realidad pueden ocurrir un
estallido social, una rebelión popular, un mayor caos e incluso la
anarquía.
De ahora al 31 de julio, fecha propuesta por el gobierno para las
elecciones a la controversial Asamblea Constituyente, el país se enfrenta
a una cuenta regresiva que propicia una mayor movilización,
confrontación y agravamiento de la conflictividad.
Las divergencias en las filas del oficialismo encabezadas por varios ex
ministros, oficiales de la Fuerza Armada, diputados, alcaldes, ex
Magistrados y otras figuras del peso político en las filas del gobierno,
profundizan la crisis y amenazan con desestabilizar aún más al gobierno.
Existe una mayor cohesión de las fuerzas opositoras, y se percibe un
mayor alineamiento entre sus principales actores, no obstante el peso
39
de las protestas de calle ha sido asumido con distintos grados de
compromiso por la dirigencia política.
Nunca antes la opinión internacional había seguido con tanta atención
los desarrollos de la crisis venezolana. A nivel de especialistas se han
elaborado diversos análisis y escenarios para Venezuela. En casi todos,
el papel de la Fuerza Armada Nacional resulta clave. Así como también
la unidad de las fuerzas opositoras es fundamental para alcanzar sus
objetivos estratégicos. Se destaca también como factores catalizadores
de las soluciones, la actitud que asuman los sectores moderados dentro
del oficialismo y de la oposición.
Negociación, transición, imposición y colapso son algunos de los
escenarios que se manejan en círculos especializados.
En situaciones de extrema polarización como la que discurre
actualmente en Venezuela, y sin instituciones confiables que puedan
facilitar una negociación, las posibilidades de encontrar una solución
pacífica son menguadas a menos que se ejerza una férrea presión
diplomática internacional acompañada de una contundente protesta de
calle ciudadana. Además, visto el quiebre y deterioro institucional del
país, cualquier ejercicio de negociación debe estar acompañado por
actores externos que le brinden credibilidad y garantías de cumplimiento
a cualquier eventual acuerdo.
La combinación de los elementos señalados conduciría a un hipotético e
ideal escenario de “soft landing”, aterrizaje suave, según el cual las
divisiones internas en el oficialismo forzarían al gobierno a retirar la
propuesta de Asamblea Constituyente iniciándose el camino para la
reconstrucción del país y la reconciliación nacional. La debilidad de este
cándido escenario es que no toma en cuenta el costo político que
representa para el gobierno la pérdida del poder.
40
En línea con la opinión pública nacional, una buena parte de la
comunidad internacional está consciente que una solución política a la
crisis pasa necesariamente por una solución electoral como el
mecanismo idóneo para alcanzar la estabilidad política y recuperar la
gobernabilidad democrática. Sin embargo, la clave está en la
implementación de una eventual solución electoral con unas
instituciones que están controladas por el gobierno y abiertamente
alineadas con éste.
La tentación de recurrir a la vieja treta del “enemigo externo” es algo
que ha estado en los planes oficiales. Dos incidentes ya han ocurrido en
la frontera con Colombia con la participación de oficiales de la Fuerza
Armada al tiempo que cada vez se hace más agresivo lenguaje hacia
gobernantes extranjeros. Ambas buscan desviar la atención de los
graves problemas internos.
La hipótesis de conformar un “Grupo de Países Amigos” que contribuya
a una solución del conflicto es otro de los escenarios que cobra fuerza
en la escena regional, sobre todo después de la Reunión de Consulta de
cancilleres de la OEA.
Lo ideal sería un gobierno de transición democrática: un gobierno de
unidad y de emergencia orientado a la reconstrucción del país y a la
reconciliación nacional. Esta hipótesis ha sido defendida con insistencia
por el padre Luis Ugalde, ex rector de la Universidad católica Andrés
Bello, quien sostiene que hace falta cuando antes un gobierno de
transición y unidad nacional, como única vía para terminar el conflicto.
Finalmente, cualquiera sea la manera como concluya este período de
inestabilidad, y ante la ausencia de una institucionalidad democrática,
será necesario la intervención de mecanismos internacionales de
arbitraje imparciales que contribuyan a asegurar el período de
41
transición, la plena vigencia de la Constitución y el cumplimiento de los
compromisos.
42
Referencias bibliográficas
Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.(2017, Marzo 21). Acuerdo de apoyo a la aplicación del artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana como Mecanismo para el Restablecimiento en Paz del Orden Constitucional en Venezuela. Caracas, Venezuela. Recuperado de: http://www.unidadvenezuela.org/site/wp-content/uploads/2017/03/ACUERDO-OEA-definitivo.pdf
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