LA IDEOLOGÍA
CRIOLLA
Guillermo Marín.
Para Miguel Ángel Ortega
Compañero de camino,
solidario y fraterno.
Desde los primeros días del desembarco, en 1519, el año
“uno caña”, año de la profecía del retorno de Quetzalcóatl, se
empezó a gestar un sentimiento y una forma de ver el mundo
y entender la vida, que, con los siglos, se convirtió en una
ideología. Durante los primeros tres siglos, estuvo agazapada,
semioculta, pero creciendo de manera persistente.
La fuente de este sentimiento encuentra su origen en la
ilegalidad, la codicia y la inseguridad. Desde que Diego
Velázquez, Gobernador de la isla de Cuba, impone a su
incondicional, Hernán Cortés, unas condiciones injustas y
abusivas, para realizar la tercera expedición en busca de oro
en las costas del poniente de la isla. Ya habían ido, con poca
suerte, Hernández de Córdoba en 1517 y Juan de Grijalva en
1518, y poco era el oro que habían “rescatado”, entiéndase,
robado.
Cortés tuvo que vender todo cuanto tenía para adquirir los
insumos básicos que requería la expedición. Recorrió la isla,
invitando a otros inversionistas y expedicionarios, a que se
sumaran a la tercera expedición y que, con él, arriesgaran su
hacienda y tal vez su vida, para obtener de manera ilegal el
preciado metal.
Cortés, desde el principio, aceptó
las abusivas condiciones del
Gobernador, porque ya había
decidido traicionarlo. En cuanto
estuviera en alta mar, la única
autoridad sería él, y desde luego,
los representantes de la corona,
que tenían como encomienda,
tomar el 20% de la riqueza
obtenida en el robo, al que le
llamaban, “el quinto real”. Los
otros inversionistas, a quienes se
les llamaba, “capitanes”, eran
autoridad en la medida del monto
de lo invertido en la expedición
para “rescatar oro”.
Debe recordarse que, en el siglo XVI, todavía no existían los
ejércitos modernos, como hoy los conocemos, en ese entonces
existían “los tercios”, grupos armados y dirigidos por un capitán
al que le debían lealtad. Estos cuerpos militares no tenían
uniformes, armas reglamentarias ni grados. Funcionaban como
mercenarios al precio del noble o rey que los quisiera contratar.
De modo que los “capitanes”, con los que contaba la
expedición, no eran militares, más bien, eran “empresarios”
que invertían dinero, bienes y hasta esclavos, en las
expediciones y arreglaban el monto de lo ganado de acuerdo al
monto de lo invertido. La comida, pólvora, curaciones y demás
necesidades de la expedición eran aportados por ellos mismos
o comprados en la misma expedición.
Desde el principio de la expedición, se respiraba entre los
expedicionarios, un aire de complot y desconfianza, entre
quienes eran cercanos al Gobernador de Cuba y quiénes eran
los incondicionales de Cortés. Todo comenzó mal, porque a
Cortés, en una borrachera, antes de salir de la isla, se le salió
comentar, que él, pensaba traicionar al Gobernador Velázquez
y hacer el trato, en la repartición del oro robado, directamente
con la corona española. Esta fue la razón por la que,
aparentemente, aceptó las abusivas condiciones de Velázquez,
ya que no las pensaba cumplir.
La historia hispanista
colonizadora se ha encargado,
a través de falsear la historia,
de presentar a los invasores
como un “ejército” compacto y
comandado por un líder
querido y respetado.
Totalmente falso. No solo la
expedición de Cortés, sino
todas las expediciones,
comenzando con las de Colón,
fueron una “empresa privada”,
en la que la corona solo daba
la “autorización legal” a cambio del veinte por ciento de lo
robado.
La expedición de Cortés estuvo dividida desde el principio. En
dos ocasiones, los propios expedicionarios, intentaron asesinar
a su capitán, motivo por lo cual, Cortés, desde que mandó
hundir las naves, mantuvo una escolta personal, para no ser
víctima de sus adversarios. Cortés fue un asesino, en varias
ocasiones, él asesinó, con su propia arma, a sus compañeros,
en las demás, él dio la orden de ejecución, como la de Cristóbal
de Olid, a quien mandó decapitar en 1524. O también, como el
asesinato de su esposa, Catalina Xuárez, a quien le quitó la
vida asfixiándola con sus propias manos.
Cortés desde la salida del puerto de San Antón, en Cuba, el 18
de febrero de 1519, se
convierte en la máxima
autoridad, no solo durante los
tres años que duró la
expedición, sino años
después de la caída de
Tenochtitlán, hasta que el 13
de diciembre de 1527, Carlos
I de España y V de Alemania,
estableció la Primera Real
Audiencia de México,
presidida por Nuño de
Guzmán, quien fue su
enemigo declarado y quien le restó autoridad a Cortés por
instrucciones de la corona. De esta manera, “la ilegalidad” de
la expedición y las arbitrariedades de Cortés, marcan, “el
ejercicio del poder y la instauración de la autoridad hispana”,
en lo que será después el Virreinato de la Nueva España
fundado el 8 de marzo de 1535, y hasta el 1821, en el que se
declaró la República Mexicana.
Aquí debe hacerse un paréntesis para analizar la situación en
los primeros años de la invasión en el Anáhuac. La historia
hispanista trata de hacer creer que la caída de México-
Tenochtitlan de los mexicas, es el fin de “La Conquista de
México”. Totalmente falso. Por el contrario, el 13 de agosto de
1521, es el inicio de la invasión al Anáhuac. Una guerra que se
sigue librando ferozmente hasta nuestros días, producto de la
resistencia a los gobiernos invasores, que siguen pretendiendo
explotar a los pueblos y depredar sus recursos naturales.
Según “los usos y costumbres” de las guerras de los mexicas.
Los pueblos vencidos se sumaban a la Triple Alianza como
“aliados”, teniendo la oportunidad de ir en la siguiente
expedición mexica, y en caso de victoria, recibir una parte
proporcional del tributo impuesto al vencido. Esta forma de
entender “la guerra florida mexica”, Cortés la usó en su
beneficio, y llevó, como fuerza militar y de porteadores, a los
guerreros y hombres de los pueblos nahuas del Altiplano
Central. Un ejemplo es el caso de la expedición de Nuño de
Guzmán en el Occidente, de lo que ahora es México, donde en
1529 organiza una expedición de conquista con 500 españoles
y 10 mil nahuas y 10 mil purépechas.
De modo que la verdadera conquista y
carga militar la llevaron los anahuacas
en contra de sus propios hermanos,
pero en favor de los invasores.
Otro ejemplo, es la fundación de la ciudad de Oaxaca. Los
españoles no les tenían confianza a los zapotecos y mixtecos,
por lo que rodearon la recién fundada ciudad de Oaxaca, de
cuatro pueblos de anahuacas aliados del Altiplano. Al Norte
Xochimilco, con xochimilcas,
al Oriente Jalatlaco, con
tlaxcaltecas, al Sur San Juan
Chapultepec, con
chapultepecas, al Poniente
San Martín Mexicapan, con
mexicas. Mismos grupos con
los que formaban sus
ejércitos los invasores, en la
conquista del Cem Anáhuac.
Esta es la razón por la cual,
Hernán Cortés tenía un gran
poder al inicio de la invasión.
Ese poder se lo daban los
propios pueblos anahuacas, que primero le creyeron
embajador, cuando Cortés se presentó como “el embajador de
Quetzalcóatl”, y después, como el vencedor de los mexicas y
sus aliados. No es difícil suponer, que, para los primeros años
de la segunda decena del siglo XVI, Cortés tenía más hombres,
oro y poder; que el propio rey de España.
Todos sabían de la calidad humana de Cortés, su ambición por
el oro y el poder, su capacidad para generar la intriga y su
facilidad para asesinar, pero, sobre todo, para traicionar,
actitud que era un distintivo de su personalidad. La propia
corona le tuvo mucha desconfianza a Cortés, y la creación de
la Primera Audiencia, tuvo el fin, -legalmente-, de restarle
poder al “victorioso” Conquistador. Finalmente, todo terminó
con el Juicio de Residencia, con lo que se le sustrajo de la Nueva
España y se le impidió volver. Cortés sin poder en la península
entró en un “túnel jurídico”, de donde ya no salió, muriendo
pobre en casa de un amigo en Castilleja de la Cuesta, España,
el 2 de diciembre de 1547.
Este es el inicio, del “ejercicio del poder”, de los invasores
usurpadores, desde Cortés hasta el actual Presidente. Es un
ejercicio ilegal, producto de la violencia, el crimen, la traición y
el despojo.
Los invasores
desmantelaron un
milenario sistema de
gobierno y organización
comunitaria, el más
antiguo de la
humanidad y que sigue
vigente en cientos de
comunidades indígenas
y campesinas del país.
Este sistema se conoce
como “Usos y
costumbres”, donde el
bien común está por
encima del interés
privado, en donde el
“servir a la comunidad” es la actividad más prestigiada, en
dónde el pueblo toma decisiones en la asamblea a través de
una democracia abierta y participativa, y las autoridades,
“mandan obedeciendo”. Este ejercicio de la autoridad es uno
de los legados de la Toltecáyotl y es, con propiedad, nuestro
futuro. Primero Cortés, y después los encomenderos, las
audiencias y los virreyes, ejercerán el poder como “botín de
guerra”, por las armas, la política o la intriga, durante el
virreinato.
Las leyes, autoridades e instituciones españolas en el Anáhuac
fueron diseñadas con un sentido colonial, es decir, para regular
la explotación de los pueblos vencidos y la depredación de sus
recursos naturales, en favor de la corona española. De esta
manera, nunca existió justicia, ni para los europeos y menos
para los anahuacas.
Las leyes, las instituciones y las autoridades, en los tres siglos
de Colonia, fueron un ejercicio permanente de injusticia,
violencia y despojo, producto del “amiguismo”, las influencias,
en medio de un mar de corrupción, impunidad y simulación.
Los peninsulares
favorecidos en contra de los
peninsulares sin influencias,
de estos contra los criollos,
y los criollos contra los
mestizos. Los anahuacas y
los africanos, no contaban.
Estos son los “cimientos”,
donde los criollos
construirán “su país”. Los
conquistadores,
comenzando por el propio
Cortés, se sintieron
traicionados. Cortés se
sintió traicionado por la
corona. El Rey Carlos I, lo recibió en 1528 en la corte, con todos
los honores de vencedor, pero no le dio el poder que él le
solicitó. En su lugar, le impusieron a Nuño de Guzmán del cual
fue su peor enemigo y le empezaron a enviar un ejército de
burócratas y nobleza de “bajo pelo”, quienes empezaron a
tomar el control y a desplazar a los conquistadores.
Por supuesto que Cortés no se quedaría con “los brazos
cruzados”, y a través de su manía de traicionar, conspiró en
contra de la corona. Pretendía convertir el virreinato en un
reino y él, proclamarse rey. Este es el objetivo verdadero del
Juicio de Residencia. Sacar a Cortés del virreinato, meterlo en
un desgaste jurídico y económico, e impedirle su regreso al
Anáhuac, donde tenía el poder. Pero los compañeros de
expedición y Martín Cortés, su hijo con Catalina Xuárez,
siguieron con los sueños
de justicia y “de
restitución de lo que
injustamente” les había
quitado la corona a
través de la burocracia y
las nuevas autoridades
venidas de España.
Todo esto inició una
lucha que duraría tres
siglos, entre los
primeros conquistadores
y sus descendientes, en contra de las autoridades y nobleza
peninsular, que fue llegando a tomar el control y el poder de
tierras, pueblos vencidos e instituciones coloniales. Los hijos de
los primeros conquistadores, por el hecho de haber nacido en
el virreinato eran considerados súbditos de segunda categoría.
En efecto, la corona, para evitar la organización de los
españoles y sus descendientes en “el nuevo mundo”, crearon,
con el perverso objetivo, el Sistema de Castas, para dividirlos
y enfrentarlos.
Los criollos siempre fueron desplazados y vistos con
desconfianza por los españoles peninsulares. El signo de
traidores, -heredado de Cortés-, los marcará hasta nuestros
días. Los criollos de esta manera, no podían ocupar los más
elevados puestos en el sistema colonial en el gobierno, el
ejército, la iglesia y el comercio. La pugna y rivalidad entre
peninsulares y criollos, llegaba a extremos de evitar entrar en
relaciones familiares. Los peninsulares buscaban a sus mujeres
en España, y para no
descender en el sistema de
castas, evitaban los
casamientos con mujeres
criollas.
Los criollos, por su parte,
empezaron a crear un
fuerte sentimiento de
“apropiación cultural” de
las tierras conquistadas por
sus antepasados. Los
“originarios, los auténticos,
los verdaderos dueños del
Anáhuac”, eran ellos. El
sentimiento criollo es que,
la tierra fue conquistada
por los criollos y éstos,
desplazados y
subordinados por los
peninsulares. A tal punto
que, aún hoy en día, en la
cultura popular de este país, se toma como “criollo”, lo
originario. Así, se dice, “maíz criollo”, gallina criolla, planta
criolla, etc. La palabra criollo en la actualidad tiene una fuerte
carga ideológica y colonizadora.
Esto mismo, de alguna manera, también sucedió con los aliados
anahuacas de los conquistadores. En efecto, comenzado con el
propio Ixtlilxóchitl, el tlatoani texcocano que comandó los
ejércitos anahuacas en favor de Cortés. Al inicio de la conquista
fueron usados como ejércitos aliados y muchos tlatoanis
conservaron sus Señoríos, y vieron en los anahuacas
conquistados por ellos, en favor de los españoles, a “anahuacas
de segunda”. Al entrar el periodo colonial y al ir llegando más
españoles a tomar control de las nuevas tierras, poco a poco,
fueron desplazados y privados de sus privilegios. En este grupo
también existió un sentido de resentimiento y despojo de parte
de los peninsulares, que no los consideraban como iguales y
aliados.
A Francisco Javier Clavijero se le podría reconocer como “el
padre” de la ideología criolla. Nacido en el Puerto de Veracruz,
el 9 de septiembre de 1731, hijo de un funcionario real de bajo
nivel, pudo convivir en diferentes comunidades con población
anahuaca, donde aprendió la lengua náhuatl. Tuvo una sólida
educación con los jesuitas, y en 1755 Clavijero se ordenó
sacerdote y a partir de entonces se dedicó por completo a
actividades ligadas con la docencia y la investigación. Por la
influencia de Carlos de Sigüenza y Góngora, investigó la
historia, especialmente, la mexica. Por la expulsión de los
Jesuitas del Virreinato en 1767, radicó en Italia, en donde
escribió el primer libro que concibe lo que él llamó “México”,
nos referimos a Historia Antigua de México, que será publicado
hasta 1780. Con esta obra, se inicia la exaltación de la cultura
mexica, como la más importante del Anáhuac; y los mexicas
serán tomados como un pueblo civilizado, dejando de ser los
salvajes de la conquista. La ideología criolla toma a los
mexicas, como “los griegos” de los europeos, y el antecedente
histórico de “su país”.
La ideología criolla, no es producto de una etnia o fenotipo, es
en cambio, una forma de ver y entender el mundo y la vida. La
ideología criolla se sustenta en el despojo, el abuso, la
búsqueda de privilegios a través de la violencia y la injusticia;
como lo hicieron los conquistadores del siglo XVI. El desprecio
por los pueblos y culturas del Anáhuac. Nace con el sentimiento
escondido y no reconocido de minusvalía, de haber sido
desposeídos injustamente de “un botín” de guerra. Las
personas que actúan con ideología criolla, en lo profundo,
sufren de un gran complejo de inferioridad, se saben
rechazados por Occidente, se creen inferiores a los europeos,
pero al mismo tiempo, sienten y hacen lo mismo con los
pueblos y culturas originarias del Anáhuac. La ideología criolla
tiene su origen en “el síndrome de Hernán Cortés”, el
conquistador frustrado, del traidor traicionado.
La ideología criolla pretende tomar “lo que es suyo” y de nadie
más, y a cualquier precio. Sin responsabilidades humanas,
legales, históricas o culturales. Es un sentimiento en el que no
hay espacio para los valores éticos y morales. Menos para
contemplar a los seres humanos y a la naturaleza con derechos,
todo “en su país”, es “objeto para su riqueza”, personal,
familiar o de grupo. Los criollos se manejan inconscientemente
como “bandas”, igual que Cortés y sus secuaces. Pueden ser
bandas armadas, políticas, económicas, comerciales o
culturales. Nunca han tenido la noción verdadera y entrañable
de pueblo o nación, de igualdad y fraternidad, de hermandad y
solidaridad. Por esta razón, la ideología criolla es racista y
clasista. Este es el motivo por el que pelearon entre sí, en el
siglo XIX, después de haber vencido a los peninsulares y
expulsarlos de “su país” en 1828.Pudieron aliarse a los
invasores de “su país”, tanto con los norteamericanos en 1847,
como con los franceses en 1862, pero nunca unirse entre ellos,
llámense masones escoces o masones yorkinos, conservadores
o liberales, panistas o priístas.
La visión criolla de “su país”, es de una fuente ilimitada de
oportunidades para obtener riqueza, sin el mínimo respeto a
las leyes, las autoridades y las instituciones. Este es su país,
de ellos y para ellos. Mantienen la “guerra de conquista”, en
donde, las matanzas, “los rescates y las pacificaciones” del
siglo XVI, siguen vigentes, sólo que con diferentes
denominaciones. La traición, es su principal divisa, se
traicionan entre ellos. Traicionan con impúdica facilidad a su
país y “al pueblo de su país”. Están dispuestos a la menor
provocación a unirse a los intereses de otra nación, y ahora, de
empresas y bancos trasnacionales, con el objetivo de tener una
pequeña tajada del despojo o la explotación.
Lo que caracteriza a la ideología criolla es su grotesca y
descomunal incapacidad y torpeza, que conlleva la envidia y el
resentimiento. En los tres siglos del virreinato, los criollos, al
ser relegados del poder económico y político, siempre
envidiaron a sus parientes peninsulares y nunca pudieron tener
poder económico o político, siempre fueron “segundones”. A lo
largo del tiempo, crearon un resentimiento que nos llega hasta
nuestros días. Siempre criticaron a los peninsulares, pero
jamás pudieron emularlos en la generación de la riqueza.
Históricamente han sido fracasados política y económicamente.
El “progreso de su país”, siempre se debe a la intervención de
los extranjeros. En los tres siglos de Colonia fueron los
españoles peninsulares, y en el siglo XIX, fueron los ingleses,
franceses, alemanes y españoles, los que hicieron posible la
creación del “México moderno” del porfiriato.
El modelo económico de la
ideología criolla, desde 1821,
es que sean los capitales
extranjeros, sus tecnologías
y sus empresas, las que
vengan a hacer producir a
“su país”. La ideología criolla
pone la mano de obra, -casi
a nivel de esclavitud-, y
todos los recursos naturales a la disposición para su libre
depredación. Todo esto, a cambio, de que los hagan “socios”.
Nunca han tenido, como los norteamericanos o alemanes, la
intención de “jugársela el todo por el todo por su país”, o como,
China o India, de sentir en su pasado la inspiración para su
futuro.
La ideología criolla tiene en lo más profundo de su
subconsciente, que este no es su país, ellos tienen, a través de
lejanísimos lazos de parentela o de “diarreas mentales”, su
“Madre patria” en otra región del planeta. De modo que se
preocupan por tener dos pasaportes y dos nacionalidades, “por
si tienen que salir huyendo de este país”. Razón por la que
generalmente, sacan permanentemente sus ganancias ilícitas
e inmorales, y las depositan en bancos extranjeros o las
invierten en propiedades de su supuesta “Madre patria”.
Paradójicamente, en la
historia del país de los
criollos, muchos extranjeros
han sido los defensores del
Anáhuac y los anahuacas de
ayer y hoy. Podemos
comenzar con Gonzalo
Guerrero, el marinero
español que, al naufragar en
las costas de Chetumal, se
civilizó y se asimiló a la
cultura maya, a tal punto que se casó con una doncella maya
y tuvo a los tres primeros mestizos del continente. Guerrero
luchó al lado de los mayas en contra de los invasores
castellanos y murió de un arcabuzazo. La ideología criolla no es
una característica de fenotipo o nacionalidad, es una forma de
entender el mundo y la vida.
Mucha gente, de tez morena, hablante de una lengua
anahuaca, viviendo en una comunidad rural, mantiene una
ideología criolla. En los pueblos les llaman caciques o
mandones. Explotadores abusivos de su pueblo y de los
recursos naturales. Violentos e ilegales en el uso de las
instituciones y leyes para su beneficio, el de su familia o banda.
Pero también, en las urbes del país, existe gente que vive a
través de la ideología criolla. Mestizos culturalmente,
“modernos” y medianamente instruidos, siempre dispuestos al
abuso, a la corrupción, al oportunismo. Viviendo de las
instituciones, burlando las leyes y asociándose ilegalmente con
las autoridades. Generalmente actúan en bandas políticas,
comerciales, industriales o de organizaciones sociales, y
recientemente, hasta religiosas.
De modo que la ideología criolla es una forma de vivir, de
entender el mundo y las relaciones con los demás seres vivos.
Es histórica, porque nace hace casi cinco siglos. Es cambiante
en sus formas, pero no en su fondo. Es una ideología, que de
manera implícita tiene sus reglas, valores y principios. El
desprecio a la Vida y al cumplimento de la ley. El interés
individual sobre el bien común. La traición, la irresponsabilidad,
la violencia, el despojo y la explotación son las manifestaciones
más comunes, además del racismo y el clasismo.
Generalmente, especialmente en zonas urbanas, con una
fuerte dosis de eurocentrismo y ahora norteamericana.
La ideología criolla es la que ha dirigido la construcción de este
país, llamado indebidamente por ellos, México. Estamos
llegando a niveles excesivos de injusticia, desigualdad y
corrupción, que dan como resultado que el Estado neocolonial
criollo, se está desquebrajando. Ubicado entre los 20 países
más ricos del mundo, es uno de los que sufre la más grande
injusticia en el reparto de la riqueza, los niveles de
contaminación del medio ambiente son alarmantes, “la
ignorancia programada” de los ciudadanos por el Estado, a
través del sistema educativo y los medios masivos de
comunicación, están enajenado y deshumanizando, de manera
alarmante al pueblo.
Pero, sobre todo, la incapacidad del Estado necolonial criollo,
de generar fuentes de empleo digno, mantener estándares
mínimos de salud, y proporcionarles a los ciudadanos la mínima
seguridad, en sus personas, propiedades y bienestar, están
llegando a un punto sin retorno en el que, al parecer, no hay
futuro para nadie.
Esta es la razón, “emergente”, de analizar la ideología criolla,
porque es, “el medio cultural”, en el que hemos vivido la
mayoría de los mal llamados mexicanos. Razón por la cual, no
la vemos y menos percibimos en muchas de nuestras vivencias
cotidianas, personales, familiares, laborales e institucionales.
El problema del país es la carencia de MEMORIA HISTÓRICA E
IDENTIDAD CULTURAL PROPIA-NUESTRA. Esta carencia está
propiciada por la colonización y una estrategia de esta, es
justamente, pensar y concebir el mundo y la vida a través de
la ideología criolla.
No podemos acabar con la colonización, sino, concientizamos y
combatimos la ideología criolla en todos los ámbitos,
personales, familiares y comunitarios.
Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.
Guillermo Marín
Otoño de 2016
Oaxaca.
Bibliografía.
Pensamiento y Religión en el México antiguo.
Laurette Séjourné. FCE, Méx. 1957.
México Profundo una civilización negada. Guillermo Bonfil
Batalla, SEP/CIESAS, Méx. 1989.
Historia Antigua de México.
Francisco Javier Clavijero. Porrúa, Méx. 2003.
Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.
Bernal Díaz del Castillo. Porrúa, Méx. 2004.
Flor y Canto en el nacimiento de México.
José Luis Guerrero. Librería Parroquial de Clavería. Méx.1990
Historia Verdadera del México Profundo.
Guillermo Marín. Editorial Educayotl. 1997.
Top Related