LIBROS CRITICAS
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COMUNICACIONES PRESENTADAS AL VII [VIII Y IX] CONGRESO DE PROFESORES INVESTIGADORES. VIL Celebrado en Motril del 15 al 17 de setiembre de 1988 (Córdoba, 1989, 542 págs.). VIII. Celebrado en Baena del 11 al 13 de septiembre de 1989 (Córdoba, 1990, 807 págs.). IX. Celebrado en El Ejido del 12 al 15 de setiembre de 1990 (Málaga, 1991, 722 págs.). Asociación de Profesores de Geografía e Historia de Bachillerato de Andalucía «Hespérides».
Continuamos en esta reseña dando noticia de las comunidades relativas a los diversos temas de la historia sevillana que fueron presentadas en los Congresos de la Asociación «Hespérides», en este caso en sus reuniones VII, VIII y IX, celebradas en los lugares y fechas arriba indicados.
Entre las tres tales ocasiones se recogieron quince comunicaciones que trataron del pasado histórico de nuestra ciudad y su provincia. Por hallarse éstas enfocadas desde aspectos muy diversos y abarcar un ámbito temporal que se extiende desde el siglo XVI hasta el actual, no haremos ningún tipo de ordenación temática de ellas y se dará aquí noticia de las mismas en dos apartados generales, que corresponden a las que tratan de la propia ciudad o de su provincia considerada en su conjunto y, seguidamente, las que trataron en particular de los lugares de esta misma provincia; dentro de ellos seguiremos simplemente el orden cronológico secular de los temas estudiados.
Así pues, en las comunicaciones que constituyen el primer apartado, en la de Andrés Moreno Menjíbar, Precios y abastos de Sevilla en el siglo XVIII. La liberalización de 1765-1775 (VIII, págs. 297-
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309), se estudió el comportamiento del mercado sevillano en dichos años, buscando sus motivaciones sociopolíticas y económicas, así como las luchas de poder entre la aristocracia y la burguesía relacionadas con ello. Virgilio Femández Bulete, en sus Notas para el estudio de la emigración española a Indias a través de los bienes de difuntos. El ejemplo sevillano en el siglo XVII/ (IX, págs. 431-446), investigó, a través de la mencionada fuente documental, un grupo de cerca de un centenar de emigrantes a Indias, procedentes de Sevilla y su provincia; y Manuel Moreno Alonso, en La beata ciega de Sevilla (Historia de un caso de espiritualidad popular, desviación sexual e Inquisición en tiempos de Carlos lll) (IX, págs. 597-611), resumió la biografía de esta «alumbrada» sevillana que terminó en la hoguera inquisitorial en 1791, encuadrándola dentro de los parámetros de la sociedad dieciochesca, la espiritualidad y las actitudes sexuales de la época y en su entorno sevillano. Por último, dentro de este mismo siglo XVIII. Francisco Cosano Moyano, en su trabajo Sevilla, Cádiz y Granada vistas por Louis Meunier (VII, págs. 505-516), estudió y catalogó varias obras de este grabador francés y, entre ellas, las vistas de la Catedral, el Alcázar y el Ayuntamiento de Sevilla y el castillo de Triana.
Dos comunicaciones enfocaron sendos aspectos de la historia sevillana del XIX. José Ramón Ballester Salguero, en sus Impresiones sobre la Universidad de Sevilla y Cádiz durante el Sexenio Democrático (VII, págs. 365-375), expuso las modificaciones que «la Gloriosa» impuso o trató de imponer a la enseñanza universitaria, centrándose en la de Sevilla (rectores, planes de estudio, creación de la Facultad de Ciencias) y en la Facultad de Medicina de Cádiz; y Antonio Florencia Puntas, en El sector agrfcola sevillano hacia 1890: La incidencia de la crisis y la respuesta de la patronal (IX, 367-381), expuso cómo, con el fin de la expansión del olivar y los cereales y con la caída de precios consecuente a la señalada crisis, la patronal adoptó una actitud que constituyó la estrategia de la burguesía agraria sevillana hasta Ja Primera Guerra Mundial.
Por último, dentro de este ámbito que venimos considerando, tocaron cuestiones históricas correspondientes a este siglo nuestro José Domínguez León con sus Aspectos religiosos de la Sevilla de 1936. Los católicos ante la Guerra Civil (VII, págs. 403-420), en los que se abordan los aspectos más destacados de la religiosidad sevillana en el primer semestre de dicho año y las manifestaciones del asociacionismo católico, así como las tensiones y violencias desatadas. Eduardo
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Rodríguez Bernal en Volúmenes del comercio del puerto de Sevilla, 1900-1935 (VIII, págs. 721-739), en donde analiza la evolución en dichos años de los volúmenes de carga y descarga de diecisiete mercancías, seleccionadas por su importancia, y Angel Luis Vera Aranda, que en San Bernardo: génesis y decadencia demográfica de un rrio sevillano (VIII, págs. 73-87), expuso su formación y, a partir de 1935, su evolución demográfica, social y urbanística.
En lo relativo a los lugares de la provincia de Sevilla considerados particularmente, de la primera centuria de la Edad Moderna aparecen las comunicaciones de Estrella Barrera García La función fiscal del concejo de Utrera a mediados del siglo XVI (VIII, págs. 213-225), donde se estudian las rentas propias y los repartimientos de las reales en el consejo utrerano en dicho tiempo, y la de esta misma autora en colaboración con María Josefa Parejo Delgado Constantina en 1589: estructura concejil y administración de la villa (VUI, págs. 227-243), en la que éstas son seguidas a través de las noticias que se hallan recogidas en las Actas Capitulares de dicho año. Abarcando tres siglos de la Modernidad, el autor de esta reseña en su comunicación Dos reglas y unas Constituciones de una Hermandad del Rosario (IX, págs. 581-596), dio la transcripción de las correspondientes a la de Villanueva del Arisca!, fechadas entre fines del XVII y principios del XIX, y expuso las diversas circunstancias que dieron lugar a su promulgación.
Finalmente, de los dos últimos siglos trataron las comunicaciones de Manuel Alfonso Rincón Palacios ¿En qué fase del siglo XIX dio comienzo la demografía moderna en la hinterland sevillano? (IX, págs. 29-49), en la que, con el análisis de los datos demográficos de Alcalá del Río, Guillena, Gerena, Olivares, Villanueva del Arisca!, Benacazón y Puebla del Río, se considera que la señalada demografía moderna comienza en el entorno sevillano a lo largo de los primeros sesenta años del indicado siglo, y las dos presentadas por Julio Ponce Alberca, La Sección Femenina en el norte de la provincia de Sevilla: el caso de Lora del Río (1936-1939) (VII, 505-516), donde se estudia en dichos años la organización y funcionamiento de dicha institución falangista (procedencia social de la afiliación, matices ideológicos, actividades, etc.), y Sindicalismo y 11 República en Sevilla: Morón de la Frontera, 1933 (IX, págs. 393-406), en donde, dentro del estudio de los movimientos obreros, se analizan los informes confeccionados por la Dirección General de Seguridad sobre las actividades de diversas asociaciones de Morón en el indicado año.
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Bajo los distintos enfoques que han sido expuestos y con temáticas de mayor o menor relevancia, todas estas comunicaciones presentan el denominador común de reposar en la investigación doc umental y se hallan respaldadas por un número más o menos amplio de piezas conservadas en diversos archivos, que van desde los nacionales hasta los modestos parroquiales -quizás donde las fuentes se hallan más pegadas al pasado latir de la misma vida-, por cuya razón todas ellas presentan un valor y una solidez considerables en sus afirmaciones o en sus hipótesis.
Antonio Herrera García
BLANCO WHITE: SELF-BANISHED SPANIARD MARTIN MURPHY. New Haven & London: Yale University Press. 1989. xii + 270 págs.
A pesar del interés despertado recientemente por Blanco White, no teníamos una biografía suya medianamente completa ni documentada desde la que sacó a la luz en 1920 Mario Méndez Bejarano. Ahora la tenemos y, como era de esperar de la probada competencia del biógrafo, mucho más plena e informativa que la del en su tiempo benemérito y esforzado Bejarano. Aunque, como observa Murphy (pág. x), Bejarano realizó la hazaña, difícil para su época y circunstancias, de leerse toda la obra publicada de Blanco (cosa que no han hecho ni mucho menos algunos de los que han escrito estrepitosamente sobre él en los últimos veinte años), le faltaron numerosas cartas y escritos inéditos que ahora resultan accesibles al investigador, si bien se encuentran dispersos a ambos lados del Atlántico. Entre las fuentes manuscritas tiene singular importancia el fragmento que Blanco mismo tituló «The Examination of Blanco by White» y que arroja mucha luz sobre su intrigante personalidad. Los modernos comentaristas españoles de Blanco suelen caer en una trampa, que es la de tomar al pie de la letra las declaraciones autobiográficas de éste. Murphy, por el contrario, explica de forma muy convincente cómo el escritor sevillano, lejos de abrir siempre su corazón al lector, hacía a menudo una «apología pro vi ta sua» con vistas a su aceptación en círculos anglicanos o unitarios, y siempre dominado por la idea de mostrar en
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sí mismo los efectos desmoralizadores del catolicismo. Otras veces, la causa de la ocultación es diferente, como nota Murphy también: «Algunos de los episodios más importantes de su vida íntima no figuran en estos escritos, no porque quiera esconder la verdad deliberadamente, sino porque se trata de cosas demasiado dolorosas de narrar e incluso de recordar» (pag. x). La incompleta «Examination» es un intento de romper esa autocensura y de levantar por tanto una punta del velo que todavía nos tapa su desconcertante psicología.
Algunas de esas cartas (no sólo de Blanco, sino dirigidas a él, o que tratan del mismo), antes poco conocidas, revelan detalles tan enjundiosos como el que buscase un puesto en Ja Inquisición (pág. 37) o se avergonzase de recibir una pensión de 250 libras del Foreign Office por los servicios prestados en El Español (pág. 84). Más importante, sin embargo, es el retrato psicológico y moral que surge de toda esa correspondencia y que Murphy traza magistralmente, con profunda admiración por la dotes humanas, artísticas e intelectuales de su biografiado, pero sin faltarle nunca el sentido crítico, reconociendo, por ejemplo, los móviles relativamente oportunistas (pág. 63) e incluso económicos (pág. 95) de la conversión de Blanco al anglicanismo, o su perenne falta de tacto por no comprender, él que era tan susceptible, las susceptibilidades de los demás (pág. 83).
Una biografía, pues, excelente y casi ejemplar. Permítaseme que le ponga, no obstante, un ligero reparo por aceptar demasiado cándidamente el veredicto de «inmoralidad» generalizada que algunos viajeros extranjeros (Townsend) o protestantes españoles (Usoz, Juan Calderón) otorgaron a la España de Blanco. En unos había un interés sectario; en otros, el conocido espejismo según el cal el país ajeno es siempre más laxo en moralidad que el nuestro. Recuérdese que la sífilis era antiguamente en España el «mal francés», en Italia el «morbo spagnuolo», etc. Y, finalmente, un tirón de orejas a la Yale University Press por no permitir al autor que diese en su lengua original las citas españolas de Blanco, ni siquiera en las notas.
Esa de desear que se traduzca cuanto antes al castellano esta utilísima obra.
J.M. Alberich
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LA MAESTRANZA Y ... SEVILLA (1670-1992) NARBONA, Francisco y DE LA VEGA, Enrique: Premio «José María de Cossio», 1991. Espasa-Calpe. Madrid, 1992.
«En el ruedo sevillano de la Real Maestranza no hay noticia de que muriera ningún torero. Al menos en los últimos tiempos, de 1900 a hoy» dicen los autores del libro LA MAESTRANZA ... Y SEVILLA, tercer premio «José María de Cossío», editado por Espasa-Calpe en 1992. Al leer esas líneas, quien esto escribe no se había recuperado aún de la impresionante cogida del banderillero Montolíu, que llegó a la enfermería muerto, con el corazón abierto como una granada, o como un libro, en la gráfica y crispada expresión del doctor Vila, jefe del equipo quirúrgico de la plaza. Hay plazas de toros más trágicas que otras y la Maestranza resulta demasiado alegre como para ser el escenario de una tragedia. Sin embargo, no es Montolíu el primer torero que en ella se deja Ja vida. El 12 de junio de 1747 moría en sus arenas el varilarguero Marcos Sáenz.
Ninguna plaza como la de la Maestranza nos hace olvidar lo trágico de la fiesta. La plaza de Sevilla no es una plaza para morir, sino para vivir en ella, y nadie ha expresado mejor esta sensación que el torero Pepe Luis Vázquez al decir que la Maestranza es para él como su segunda casa, «ya que la he vivido desde chiquillo», pero la fiesta no sería lo que es si la muerte no acechara incluso en esa luminosa casa de la vida.
En esa casa, sus dueños, es decir, los caballeros maestrantes, han logrado reunir una rica biblioteca en la que queremos poner el punto de partida de la obra que comentamos. Sus autores han tenido en cuenta los prestigiosos trabajos del marqués de Tablantes o de don Luis Toro Buiza así como innumerables y curiosos documentos de todas las épocas. Más que un libro erudito, que lo es, y mucho, es un libro escrito con el sable y la pluma, dada la respectiva condición de militar y de periodista de los autores.
Es importante que sea militar, y artillero por añadidura, uno de los autores, pues no hay que olvidar que la Real Maestranza procede de la Hennandad de San Hennenegildo, fundada a raíz de la conquista de la ciudad de San Fernando, con la finalidad de que la nobleza se ejercitara en el manejo de las armas y en el arte ecuestre. Es importante que sea periodista el otro autor, porque la cualidad primera del periodista es, junto con una curiosidad insaciable, una memoria
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estereoscópica o diacrónica. Hay que decir que esta clase de memoria no abunda; la memoria más corriente suele ser plana, es decir, una memoria que confunde y superpone las fechas, en lugar de situar cada acontecimiento en el contexto histórico adecuado. Un periodista de memoria en relieve merece honores de historiador, del mismo modo que un historiador de memoria plana no merece más crédito que el currinche más desacreditado.
Los antecedentes de la Maestranza de Caballería están en la Hermandad de San Hermenegildo, fundada en tomo a 1248 y puesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario en 1573, en homenaje a la batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571. Sin embargo, su acta de nacimiento se fecha en 1670, reinando en las Españas don Carlos II el Hechizado, rey que -dicho sea de paso y como nos dicen los autores, uno de los cuales conoce bien Italia- tiene en Nápoles monumento y buena fama. Es curioso que este mismo rey fuera muy festejado en Méjico, donde nada menos que Sor Juana Inés de la Cruz lo llegó a comparar con Marte, Adonis y Mercurio. Si se piensa que Méjico conserva una estatua ecuestre de Carlos IV y Manila otra, a pie, de Fernando VII, habrá que llegar a la conclusión de que la realeza gana con la distancia. No lo entendía así Luis XIV de Francia cuando aconsejó a su nieto con maquiavélica sabiduría: «Visitad a menudo Cataluña, Aragón y Andalucía». Felipe V siguió el consejo, sobre todo en lo que a Andalucía se refiere, y a su afición a Sevilla hay que atribuir que bajo su reinado, en 1730, la Maestranza, hasta entonces mero instituto de la nobleza sevillana, pasara a denominarse Real. Su hermano mayor, que hasta entonces fuera un caballero maestrante, sería en lo sucesivo un infante o un príncipe de la nueva dinastía. El primero fue el infante don Felipe, hijo del rey y de Isabel de Farnesio, que siguió de hermano mayor aun en su ducado de Parrna. Este don Felipe de Borbón Parma, padre por cierto de la castiza esposa de su sobrino Carlos IV, es el Príncipe al que deben su nombre la puerta principal de la Maestranza y el palco que la corona, en cuyo escudo se recuestan dos dioses fluviales: el Betis y el Erídano, es decir, el Guadalquivir y el Po. Al morir el duque de Parma en Alejandría de Italia, su hermano Carlos III, que ya había pasado de Nápoles a España, nombró hermano mayor de la Real Maestranza a su nieto Fernando, el futuro rey, VII de su nombre. La Real Maestranza está, pues, vinculada, a la dinastía de Borbón desde su entronización en España y su lealtad a ella, consignada en sus fórmulas de juramento, la han mantenido los maestrantes en todos los tiempos y en
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todas las circunstancias. Tanto en la guerra de la Independencia como en la de Liberación, los maestrantes demostraron que a caballo no se monta sólo para torear sino también para hacer la guerra. Su causa, excusado es decirlo, siempre fue la de su Hermano Mayor, fuera éste el Príncipe de Asturias, como en 1808, o el Conde de Barcelona, como en 1936. Un cuñado de éste por cierto, don Carlos de Borbón y Orleáns, tío carnal del monarca felizmente reinante, figura entre los maestrantes caídos en la guerra contra la República.
Si la Maestranza sólo fuera lo que hasta ahora hemos dicho, no sería más que la mitad de lo que es. La realeza y la nobleza están muy bien, pero por sí solas no confieren popularidad a una institución; popularidad viene de pueblo y la Maestranza debe la suya al pueblo de Sevilla. Nadie más hijo del pueblo que un torero y ya vimos cómo uno de éstos, Pepe Luis Vázquez, acertó a expresar el sentir de la inmensa mayoría de sus compañeros con unas palabras tan bellas que no resistimos a la tentación de reproducirlas en su integridad:
Para mí la Maestranza es como mi segunda casa, ya que la he vivido desde chiquillo ... Me impresionaba la Maestranza en todos los sentidos; por los ojos me entraba su belleza; por el oído sus silencios y su música. Incluso por el olfato la adivinaba desde lejos: por ese olor característico que despide su albero regado.
Naturalmente Pepe Luis y otros muchos, toreros o no, hablan de la Maestranza como plaza de toros, no como institución, por más que muchos sepan muy bien que la personalidad de esa plaza es obra de la institución que la costeó. Alguna vez hemos dicho que la Maestranza siempre fue para muchos sevillanos el centro del mundo, y nuestros autores, que lo saben, no se limitan a trazar las semblanzas de los toreros que triunfaron en ella, entre las que descuella por cierto la de Rafael el Gallo, sino que pasan revista o entrevistan a poetas, ganaderos, subalternos, monosabios, empresarios, de los que recogen lo mismo datos curiosos que anécdotas divertidas que versos más o menos inspirados. A veces los traiciona la memoria y he de decir con un punto de orgullo y una infinita gratitud que las dos únicas víctimas de esas traiciones somos Rafael Alberti y el que suscribe, cuyos versos, al ser citados de memoria, han sufrido leves alteraciones sólo perceptibles por sus autores.
En tan inmensa copia de conocimientos y de noticias tiene por fuerza que haber algunos fallos fácilmente subsanables; es de suponer
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que donde dice «el rejoneador de Coria, Juan Peralta ... » hay que leer «la Puebla» y «Angel»; al dibujante taurino Roberto Domingo se le llama una vez Domínguez y a Ruano Llopis se le antepone César, no sé si por pensar en González Ruano; a la condesa de Montijo, que era granadina y se llamó María Manuela, como sabemos por Quintero, León y Quiroga, se la hace gaditana y se la llama Frasquita, seguramente porque se la confunde con la madre de «Femán Caballero». Ninguna de estas pequeñeces, propias de un libro hecho con las prisas que impone nuestra época, quita un ápice de su valor. Este libro vale no sólo como obra de consulta, sino como entretenimiento, y en él se descubren aspectos de una Sevilla y de una España que sorprenderá a la joven afición y revela cosas que ignoraba la afición de solera. Yo sabía que al fracasar la intentona monárquica del 10 de agosto de 1932 el general Sanjurjo se había refugiado en un chalet de la Palmera llamado la Casa Blanca; lo que no sabía es que ese chalet pertenecía a la marquesa de Esquive!, abuela por cierto del actual secretario de la Maestranza. Al publicar hace unos años Mercedes Forrnica Corsi su primer libro de memorias, tuve ocasión de comentarlo con Francisco Narbona, testigo presencial de casi todo lo referido y que me completó de palabra muchos pormenores que la autora, por olvido o por delicadeza, confió a las entrelíneas. De esa delicadeza peque también acaso Narbona en su libro sobre Sánchez Mejías, personaje complejo que Lorca con su Llanto haría invulnerable. En este libro en cambio Narbona y De la Vega, sin faltarle a nadie, cuentan la historia como fue: la historia de Sevilla en la historia de la Real Maestranza.
IMAGINERIA PROCESIONAL DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA
Aquilino Duque
GONZALEZ GOMEZ, J.M., RODA PEÑA, J.: 288 pp., 240 ilustraciones en color. 1 en blanco-negro. 0,34 x 0,24 cms. Editorial: Universidad de Sevilla. Imp. A. Pinelo. Camas (Sevilla). Sevilla, 1992.
Tras una presentación que yo mismo redacté y un prefacio de los autores, la estructura del libro se configura en siete capítulos que se enuncian así: «Primeros postulados estéticos e iconográficos ... »; «El
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Manierismo y la transición al Barroco»; «El Barroco»; «Desde el academicismo al eclecticismo decimonónico»; «Expresionismo realista y neo barroco»; «Antiguas imágenes titulares ... »; «Misterios alegóricos desaparecidos»; seguidos de las conclusiones, bibliografía e índices. Añadamos que el aparato crítico suma 1.066 notas, agrupadas por capítulos.
Anotemos de entrada que los autores son titulados universitarios: el Sr. González Gómez es Doctor y profesor titular del Departamento de Historia del Arte de la Hispalense y D. José Roda es Licenciado por la misma Sección; títulos y formación que acreditan seriedad y rigor metodológico, acreditados, además, por prestigiosas publicaciones a través del tiempo.
Aclaremos, en segundo lugar, que se trata de una obra científica de extensa y profunda investigación, en que tan importante tema está tratado de modo exhaustivo, agotando las fuentes y la narrativa de todas y cada una de las 125 imágenes titulares de las Cofradías sevillanas y de otras muchas que se citan y analizan en función del todo.
El primer capítulo reseñado es eminentemente doctrinal, marcando los fundamentos estéticos, históricos, sociales, religiosos, iconográficos, etc. del conjunto estudiado, marcando el panorama ideológico que fecunda el elenco imaginero a través de los siglos, perteneciente a las Cofradías hispalenses.
Desde el siguiente apartado, se articulan los períodos históricos en que se agrupa tan rico acervo, estudiando singularmente los artistas que los integran y cada una de las imágenes que produjeron y las atribuídas o atribuibles.
Más no se agota el ejemplar recorrido con las figuraciones actualmente al culto, sino que el estudio se amplía a las que se veneraron en otros tiempos, e incluso a las desaparecidas o a las pertenecientes a confraternidades extinguidas por una u otra razón.
Cuarenta y dos imagineros, desde el siglo XVI al XX, son analizados y un centon de imágenes cristíferas, marianas o de figuras secundarias en torno a la Pasión, en afán agotador, conseguido en su relatividad.
Extensa es la bibliografía referente al tema de este libro, orientada, casi siempre, con afanes religiosos, narrativos, turísticos, informativos, etc.: más ahora se ha logrado, con la obra que reseñamos, una publicación definitiva, que honra a la bibliografía artística y cuyo interés abarca a la historia del arte sevillano en los siglos citados y no tan sólo al coto semanasantero, aunque este sea el fin último del libro ..
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Enhorabuena, pues, a los autores y a la Universidad hispalense por haber propiciado una edición de tanto interés científico y popular.
José Hernández Díaz
ICONOGRAFIA DE SEVILLA, 1790-1868. CALVO SERRALLER, Francisco; CARRETE PARRONDO, Juan; LLEO, Vicente; V ALDIVIESO, Enrique; PORTUS, Javier. Selección y Catálogo. FOCUS, Madrid, 1991, 372 págs., 146 figs., 334 láminas.
Culminando el ciclo de la «Iconografía de Sevilla» que hace años iniciara Antonio Sancho Corbacho en ABENGOA, la «Fundación Fondo de Cultura de Sevilla» FOCUS publica el IV volumen de este título correspondiente al período que comprende prácticamente desde la muerte de Carlos III hasta la revolución conocida por «La Gloriosa».
En este volumen nos da a conocer, con un carácter predominantemente gráfico la ciudad romántica durante casi ochenta años.
La obra se inicia por Francisco Calvo Serraller con el apartado que titula «Romance de la Sevilla romántica».
En él vemos una completa visión de lo que fue la ciudad, un tanto decadente entonces, pero que había de causar asombro, en no pocos casos, a los numerosos escritores, artistas y viajeros que la visitan, y que nos van a dejar un testimonio de Jo que en ella la vida, sus habitantes y costumbres; su forma de vida, sus moradas, su innegable influencia oriental y tantos otros aspectos que nos hacen penetrar y conocerla cuando fue «Corte de los Montpensier», y tuvo lugar en ella un progreso industrial, y su desarrollo urbanístico, la destrucción de sus puertas y murallas, el ferrocarril, el puente de Isabel 11, la Feria, etc.
Pero al lado de todo esto el autor nos habla del prestigio artístico de la ciudad, la presencia en ella de pintores no sólo sevillanos, la influencia de Murillo, el principal exponente de su escuela pictórica, sino de otros artistas pintores españoles y extranjeros como Zurbarán y Goya que dejan en Sevilla la huella de su obra y, finalmente, el valor iconográfico del conjunto de pintores paisajistas y costumbristas que tanto han contribuido a que hoy podamos tener una idea bastante precisa de lo que fue la Sevilla del pasado siglo. El estudio tiene como colofón a Gustavo Adolfo Bécquer máximo representante del romanticismo sevillano.
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Juan Carrete Parrondo al tratar el tema de las «Estampas de Sevilla. Recorrido de las técnicas del arte gráfico» hace referencia a los distintos procedimientos empleados en Ja pintura, el grabado, la litografía, el daguerrotipo, etc. del momento, así como de los principales aspectos temáticos, sobre todo de sus principales construcciones y edificios de carácter monumental, paisajismos, costumbrismo, hagiografía, etc. que han servido para ilustrar una serie de obras de carácter predominantemente gráfico, de sumo interés y en la actualidad difíciles de encontrar.
Vicente Lleó, con su habitual competencia trata de las «Imágenes de una sociedad» en el período que comprende la obra, y que recorre los más diferentes aspectos de ella. Desde la actividad mercantil, a su administración pública, sus fiestas de toros, la Fábrica de Tabacos, los personajes legendarios como Fígaro, los bandoleros, las posadas, etc. Todo aquel costumbrismo que recogió con tanta precisión y detalle la eximia escritora Femán Caballero.
Y finalmente Enrique Valdivieso, excepcional conocedor de la pintura sevillana en la «Sevilla pintada, 1790-1 868» nos muestra con todo detalle los rasgos de la «vacuidad del estilo neoclásico» de la escuela sevillana del siglo XIX que da «culto a Murillo». Narra las característica del romanticismo en la pintura, su estilo, modalidades pictóricas, niveles logrados, la emigración a la corte de una serie de pintores, su extracción social y su aprendizaje, el condicionamiento temático impuesto por la clientela, lo cual no quiere decir que la ciudad en sus distintas manifestaciones como escenario, monumentos, costumbres, tipos humanos, fiestas religiosas y populares, etc. no fuera objeto de una serie de obras de gran valor. Señala también la preferencia por obras de tema histórico reciente o en algunos casos remoto.
La «Introducción al Catálogo» de la ciudad, corre a cargo de Javier Portús que, con una indudable sistemática histórica estudia sus distintos aspectos iconográficos.
Comienza por lo que denomina «La ciudad y su entorno» (láminas 1-29) en que recoge un plano de Sevilla de 1870; la vista de la ciudad desde distintos lugares de sus proximidades, el río, las murallas, y finalmente Itálica.
La segunda parte (láminas 30-57) hace referencia a lo que denomina «Edificios emblemáticos», y, naturalmente por este orden, presenta una variada iconografía de la Catedral, desde distintos ángulos y perspectivas; la Giralda en la que destacan los óleos de Roberts,
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Domínguez Becquer y Pérez Villamil; y la Torre del Oro vista desde el puerto y el río.
El tercer aspecto estudiado por Portús lo denomina «El pasado medieval» (Láminas 58-108) y en el nos deja una serie de vistas de las murallas, hoy desaparecidas en su casi totalidad, las puertas, las iglesias mudéjares en su mayoría; y el Alcázar quizás el monumento más conocido junto con la Catedral, pero que aquí ofrece gran novedad en muchos aspectos y perspectivas.
Viene luego lo que el autor denomina «El legado renacentista y barroco» (Láminas 109-189) iniciado por la Alameda de los Hércules, a la que siguen plazas como las de Villasís y San Andrés, San Francisco, del Triunfo, Nueva, del Museo, el convento de Capuchinos, el Salvador, San Luis, San Hermenegildo, los Hospitales de las Cinco Llagas, y de la Caridad, el Ayuntamiento, la Casa Lonja, la Fábrica de Tabacos, el Palacio de San Tebno, la Casa de Pilatos, los Monsalves, San Pablo, el Puente de Triana, el Salón de Cristina desde distintos ángulos, y una serie de proyectos de casas.
A continuación grabados de altares y retablos, vistas del cementerio de San Femando, mercados, edificio de la Audiencia, teatros, estaciones de ferrocarril, etc.
Siguen las «Imágenes de una sociedad» (Láminas 190-271) con diversa temática sobre arquitectura efímera que va desde los túmulos, arcos, escenas de entradas reales, inauguraciones, personajes dinásticos, acontecimientos importantes, juegos, a las procesiones de Semana Santa y del Corpus Christi. Y aquí debe hacerse especial mención de una amplísima aguada con la vista de una procesión de Semana Santa de mediados del siglo XIX, que se conservan en la Galería Sotheby's de Londres, y que comprende el cortejo y desfile de una serie de hermandades con sus correspondientes pasos, nazarenos, manguillas, escoltas, seises, autoridades, etc., desfilando por el Ayuntamiento, calle Gran Capitán, Alemanes, etc. con la Catedral y la Giralda como fondo. Este documento gráfico de excepcional importancia es difícil saber si ha sido reproducido con anterioridad.
También hay otra aguada por Antonio María de la Vega de la procesión del Corpus Christi de 1866 en que pueden verse algunos de los pasos que salen en Ja actualidad, las manguillas que alcanzamos a conocer, el clero, los carrancanos, ejército, autoridades, etc.
Hay representaciones de otras escenas típicas: las Cruces de Mayo, el Viático y sobre todo una vistosa iconografía de la Feria que nos da idea precisa de como debió ser en sus comienzos y en su apogeo
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mercantil del siglo pasado. A continuación un variado elenco de la Plaza de la Real Maestranza con la Catedral al fondo, antes de s u cierre en Ja parte superior.
Cierran este apartado una serie de cuadros, muchos de ellos desconocidos, que proceden de colecciones del extranjero, y en Jos que se representan escenas e iconografía de personas.
El último apartado, de Portús, lo ha denominado «Impresiones y reflexiones» (Láminas 273-304) con una variada temática en la que aparecen nuevos cuadros, dibujos y grabados sobre temas que han sido abordados en la sistemática anterior.
La obra, verdadero monumento gráfico y bibliográfico, (culmina) como decíamos al comienzo, la serie iniciada sobre este tema por ABENGOA y (culminada) por FOCUS, y constituye, como todos los volúmenes anteriores un elemento imprescindible a los estudios de Ja historia de Sevilla, y un verdadero deleite para toda persona culta que pretenda conocer lo que ha sido Sevilla a través de su historia.
José Antonio Calderón Quijano
CATALOGO DE LOS IMPRESOS ANTIGUOS DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE SEVILLA. SANCHEZ-CERVERA ORIOL, Pilar; JIMENEZ -CASTELLANOS BALLESTEROS, Carmen. Caja San Fernando, Sevilla 1991, 436 págs., 16 láms.
Por iniciativa del Presidente de la Real Academia de Medicina de Sevilla, Excmo. Sr. D. Juan Jiménez-Castellanos, respaldada por todos los Académicos de esta Institución se ha llevado a cabo la ordenación, catalogación y estudio de los ejemplares de su Biblioteca recogidos en este libro.
El contenido, la significación y Ja importancia de la obra se pone de relieve en el magnífico prólogo del Académico, escritor e historiador, Dr. Antonio Hermosilla Molina, extraordinario conocedor de la historia de la Medicina hispalense, que une estas actividades a su acreditada labor profesional en el campo de Ja medicina general, y concretamente en el de la traumatología.
El nos narra los orígenes de la «Real Academia de Medicina de Sevilla», la más antigua de las instituciones de este género que hoy
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existen en Sevilla, y que tiene su origen en la «Veneranda Tertulia Hispalense Médico-Chirurgica», creada por Carlos II en 1697, que había de promulgar en 1700 la Real Cédula de aprobación de la «Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla», cuya fundación y primeras ordenanzas datan de 1700.
La razón de su creación, también en palabras del Dr. Hermosilla fue el afán de renovación de las ideas médicas con nuevos métodos experimentales tanto españoles como extranjeros y modernizar esta ciencia sumida en el inmovilismo doctrinal de la «rutinaria enseñanza universitaria».
La Sociedad Médica recibió un gran impulso e importantes dotaciones económicas por parte de Felipe V (1729) y su médico José Cervi al estar la Corte en Sevilla.
Las segundas Ordenanzas de la Sociedad (1736) crean sus cargos, la censura de libros, y la adquisición y venta de estos tanto en España como en el extranjero.
La biblioteca que es el principal objetivo de la obra que comentamos tuvo su origen en una casa de la calle Levíes de donde pasó (1771) al Colegio de San Gregorio, que había pertenecido a la Compañía de Jesús.
El prologuista narra con todo detalle y competencia las distintas vicisitudes experimentadas por la institución y su biblioteca, la riqueza y variedad de los fondos de esta, el régimen de funcionamiento, su labor investigadora dió lugar a la publicación, entre otras de las «Disertaciones Médicas», y las «Memorias Académicas» (1766-1819), continuadas a partir de 1983.
El Catálogo de obras de singular importancia comprende unos 900 ejemplares, entre ellos algunos incunables. Va desde. 1484 hasta 1825, aunque la totalidad de la Biblioteca alcanza unas 16.000 obras.
En la Introducción el Dr. José Mª Montaña Ramonet nos da a conocer las materias médicas predominantes que contiene, la división de la obra por orden alfabético, los numerosos índices que facilitan su consulta, etc.
La obra ha sido realizada materialmente por las Licenciadas Pilar Sánchez-Cervera Oriol y Carmen Jiménez-Castellanos Ballesteros, con su competencia habitual, y nos permite conocer todos los detalles referentes al autor, título, lugar y fecha de edición e impresión, editores, aspecto material, estado de conservación de cada uno de los libros catalogados, encuadernación, etc.
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Como garantía del interés de este Catálogo, recogemos aquí los nombres de algunos de los autores, cuyo relieve científico y la calidad de sus obras consideramos de especial interés:
Jorge Agrícola, Alberto Magno, Antonio Nicolás, Antonio de Nebrija, Amaldo de Vilanova, Jean Astruc, Averroes, Avicena, Francisco Javier Balmis, Thomas Bartolinus, Benjamín Bell, Benedicto, Giovanni Batista Bianchi, Hermann Boerhaave, Jorge Luis Lecrerc, conde de Buffon, Gaspar Casal, Andrés Cesalpino, René Descartes, Pedanio Dioscórides, Girolamo Fracastoro, Claudia Galeno, Antonio Gimbernat y Arbos, Willian Harvey, Lorenzo Hervás y Panduro, Friedrich Hoffman, Agustín Calmet O.S.B., Antonio José Cavanillas, William Cullen, Hipócrates, Laurent Joubert, Johan Helfrich Junckert, Antoine Lavoisier, Luis Mercado, Girolamo Mercurali, Giovanni Batista Monti, Pedro Murillo Velarde, Florian Ocampo, Pablo de Egina, Philippe Pinel, Francesco Redi, Alfonso el Sabio, Francisco Solano de Luque, Lazzaro Spallanzani, Alfonso el Sabio, Maximiliam Stoll, Cayo Camelio Tacito, Francisco Toledo, S.I., Johan Heinrich Ursino, Francisco Vallés, Antonio Vallisnieri, Francisco Villaverde, Paolo Zachia, Abraham Zacuto, etc., etc.
Esta reseña, cuya selección debo y agradezco muy de veras al Académico Dr. Felipe Martínez Pérez, Profesor de Historia de la Medicina de nuestra Universidad, es exponente de la valía e interés que este Catálogo tiene para los estudios de la ciencia médica en especial, y por la variedad de autores y título lo es también para los investigadores científicos de otras disciplinas.
Felicitamos a la Real Academia de Medicina de Sevilla por esta aportación bibliográfica fundamental que deseamos tenga eco en otras instituciones afines.
José Antonio Calderón Quijano
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