ahí que su VISlon de Tlatelolco apenasañada una imputación más a las glebassorprendidas en flagrante delito de obediencia.
El fetiche de los simulacros documentales ha impedido que este individuo se convierta en un verdadero novelista. Y es que,en cierto sentido, nos sucede a todos nosotros lo que a los galos con Alesia: todossabemos dónde está pero nadie quisieranombrarla. Nuestra Alesia se llama conformismo y buena conciencia: es la tierra denadie que nos permite ser espíritus intransigentemente libres' y, al mismo tiempo, prestar nuestros servicios en una institución.Los ejemplos son chocantes y no hay queir a buscarlos más allá de cualquiera de losdos lados de esta misma página. Tambiénpueden buscarse al azar, en todas las ocasiones en que el autor de Los simbolos transparentes quisiera hacer pasar por suyosinadvertidamente tantos y tantos lugarescomunes que ahuman a diario las mesas decafé. El pupilente extremista propone aquípor medio de sus personajes salidas que nolo son del todo. ¿Cuáles opciones podríansortearse entre los "derrotados" de 1968?Todas conviven en el abanico de la diáspora: los sobrevivientes sólo podrán ser juniors, drogadictos o guerrilleros, de la misma manera unidimensional en que antessólo podían ser héroes, de la misma maneraen que la solidaridad sólo es posible entrequienes comparten el fracaso o la represión.Martré factura lo que es histórico como sifuera natural: cuando oye realidad piensaen vomitar. El realismo es aquí un cuentode la página roja, una fIlosofía de prefectoen cuyo horizonte el sol de la decendia y lamoralina del buen partido no se ponennunca. La filantropía regañona es la otracara de la inhibición de la imaginacióncreadora ante un poder que exige ser descrito y denunciado en sus propios términos: es la corrupción lo pernicioso, no elpoder; es censurable el reventón orgiásticopero no la familia; detestable el PRI perono el chauvinismo... La eventual, siemprecomprobable ineficacia de Los símbolostransparentes proviene enteramente de ahí.Está en el arraigado ademán con que elautor comparte y hace suyas las versiones ydiversiones oficiales de México sobre México. A ese saldo de incompetencia teórica eimaginativa se podría añadir otro pasivo: laidea de que una novela sobre el 68 debe serun fresco histórico (Barbarie vs. Barbarie),un buceo en la escafandra nacional y unaltisonante alegato contra la corrupción del
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Estado, donde 68 termina siendo causadopor la resaca pasional de unos cuantospoderosos y la apofonía ritual de la crudaesencia mexicana.
Tanto quiere persuadir y acusar, tanto legustan los adjetivos a este pornógrafo de laviolencia que antepone las intenciones a lasintensidades, las respuestas a las preguntas,las comodidades intelectuales y los logotipos políticos a las incertidumbres y derivasde lo real mismo. ¿Los consumidores decomics tendrán que esperar otro infiernonarrativo sobre el 68? Mientras tanto cadauno inventa desde siempre otro texto parasaber qué significó y qué fue posible, porqué, cómo jueces partes y culpables supieron preparar su advenimiento y de quémodo hubo y no victoria en la V, resignación en la tortura, culpa en la derrota eimpunidad en el crimen.
Adolfo Castañón
Carlos Fuentes:las cabezasde lo híbrido
De entre los géneros literarios, aquellosconocidos como "policiacos" o de "suspenso" y tenidos como menores, son los másengañosos; llenos ya de convenciones firmemente arraigadas tanto en el desarrollo desus argumentos como incluso en el uso dellenguaje y la sintaxis, son, también, muypropicios a la experimentación y la proposición de ideas que pueden ser hasta subversivas pero que aquí se disfrazan con elartificio de "reflejar una sociedad corruptay criminal". Al menos, eso se ha dado enautores como Hammett, Chandler y JamesM. Cain, acaso los escritores más capaces deponer en entredicho una buena cantidad deinstituciones norteamericanas a través desus novelas.
En la literatura latinoamericana (y muyconcretamente en la mexicana) los escasosy muy conocidos ejemplos de novelas desuspenso se han refugiado siempre en elhomenaje o el saqueo de los hallazgos delos escritores norteamericanos (y algunosingleses como Greene, Agatha Christie oIan Fleming). A veces los resultados puedenser entusiasmantes, como Triste, solitario yfinal del argentino Osvaldo Soriano y, Ensayo de un crimen de Usigli, pero también secorre el riesgo del hibridismo, la ambiciónfallida, los objetivos desdibujados o perdidos entre alardes técnicos o de mimetismocultural. Este es el caso de la más recientenovela de Carlos Fuentes, La cabeza de lahidra. *
La novela evidencia la preocupante situación de su autor, que alguna vez se consideró el mejor escritor mexicano vivo despuésde Rulfo y Revueltas (cuando éste vivía).Ahora entrega textos que compendian yrepiten una enorme cantidad de tics culturales previsibles (personajes tomados deFaulkner hablando como Octavio Paz), números de mitificación de la realidad yamuy vistos y vituperados, grandes temasque no resisten el análisis más superficial ypersonajes que sólo funcionan como símbolos no muy claros. Para que el enfrentamiento entre el jefe del Departamento deAnálisis de Precios de la Secretaría deFomento Industrial, Félix Maldonado, y esahidra de árabes, israelitas y mexicanos queanhelan traficar con el petróleo nacional
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conformara la buena novela dé suspensoque yace en el fondo y se asoma esporádicamente en uno que otro capítulo, se tendría que prescindir de una cantidad deelementos presentes sin los cuales habríaprácticamente otra novela.
No es lo más grave en F.entes su másbien chistosa fobia contra los rubios chaparritos y pagados de sí, como su libanésSimón Ayub, ni que escriba sobre acontecimientos supuestamente actuales pensandoen la ciudad de México de hace diez años,habitada por gentes que hablan como en laspelículas de los 40's, ni que vea al mestizoaindiado como pieza de museo de antropología, con hombres que somíen como lascaritas de La Venta (p. 134) Y viejas queson Coatlicue desvaneciéndose entre brumas (p. 254), sino los malabares que hacecon todo ello y aun pretender reflejar esa"realidad oculta" que, según él, es el almaverdadera del país, que asoma pesadillesca einesperadamente a bordo de un pesero parademostrarnos que la ciudad y sus habitantes son mágicos y trágicos en tanto pintorescos y obedientes a clichés de agresividady oportunismo, machismo y todo lo quehayan dicho Samuel Ramos y Paz. Locierto es que ciudad y habitantes son paraFuentes ya no incomprensibles sino francamente estorbosos; para una novela de suspenso, que se apoya en buena parte en elambiente urbano, esos prejuicios son letales, más aún cuando se expresan de modotan visceral, insistente e irresponsablementesuperficial como cuando dice: "No le iba (ala ciudad) esa mezcla indecisa de gente quehabía abandonado hace poco el traje blanco del campesino o la mezclilla azul delobrero y se vestía mal, remedando lasmodas de la clase media... Los indios, tanhermosos en sus lugares de origen, esbeltos,limpios, secretos, se volvían en la ciudadfeos, sucios, inflados de gaseosas" (p. 14);"Sintió que los ojos negros de la limosneralo observaban y lo juzgaban. Era lo malode caminar a pie por la ciudad de México.Mendigos, desempleados, quizás criminales,por todos lados" (p. 23); " ...Félix sepreguntó si esos bultos eran realmente personas, indios, seres humanos sentados encuclillas. . . No lo pudo saber porque nuncahabía visto algo igual y no lo pudo descubrir porque no se atrevió a acercarse a esasfiguras de miseria, compasión y horror' (p.54). La opinión social de Fuentes es ladel señorito que ve aterrado cómo la rebelión de las masas arruina su paisaje, proletariza y depaupera su añoranza poñIriana de
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Coyoacán y el Zócalo intocables; el indio oel obrero sólo tienen, para él, dos lugares,la vitrina del museo o la estampa vernáculaturística a lo Indio Fernández.
Así, pues, su héroe, Félix Maldonado,más que ser un Sam Spade o un PhillipMarlowe que checa tarjeta, es una especiede Momoe Stahr de la burocracia local,"...economista muy distinguido, burócrataeficiente y puntual... hombre afortunadoen amores y varón de cóleras repen tinas,miembro disciplindo del sector popular delPRl. " converso al judaísmo... Maquiaveloy Don Juan, un poquito Al Jolson y otropoquito Otelo" (p. 36). Oscilando entre lacultura popular (entendida como cinematográfica) y la "otra" (memorizar las obras deShakespeare y Carroll), enfrentándose finalmente a un villano que es su contraparte ycomplemento cultural, su amigo de toda lavida (identificado sangronamente como Timón de Atenas), su jefe inmediato en laoficina (¡aunque Maldonado no sabe nuncaque ambos son la misma persona! ), agentede la CIA y ex miembro de la ForeingOffice inglesa, éste y Maldonado son, no esnecesario explicarlo más, alteregos del propio Fuentes, sus JekyIl y Hyde hábilmenteopuestos y mezclados para ofrecerle el refugio de las citas y las referencias literarias ycinematográficas, las grandes cabezas y losnombres que le prestigian como algo másque un escritor, un verdadero erudito quehace el favor de escribir novelas de suspenso.
Con ello, el audaz Maldonado es, además, el personaje juguete más afligido porla literatura y los delirios culturales de suautor que recuerde: de Stahr-Spade pasa aJosé K. (le dice su jefe: -Yo no estoysiendo juzgado. -¿Yo sí? -replicó Félix.
"Usted tampoco, usted ya es culpable" (p.36), Y finalmente, con elegancia, a JamesBond (u otro héroc falocrático) a quien elsexo se le convierte en un punto de identificación (tras haber sido sometido a unaambigua operación facial, c 1110 a HumpreyBogart en La senda tenebrosa, la enfermerale dice: H o te pre cupe por tu cara. Tedigo que vas a quedar bien. " ¿No quieresaveriguar mejor si todavía eres machito?"(p. 7 ) Y después en simbólico mesías delas mujeres (H.. .10 mir con ojos de ternera amarrada, eso vio Félix en la mirada dela chaparrita cuerpo de uva, ámame o voy aser siempre un~ esclava", p. 79; "...muydentro de mí guardé un imposible rencor aFélix por no habenne buscado y, con suerte, enamorado a Angélica, salvado a Angélica", p. 213).
Ese funcionario tan improbable, enfrentado a villanos simbólicos, tiene que sostener toda la tesis original del libro: la política mexicana es indescifrable para cualquieraque no esté en la cumbre, controle máshilos que el presidente y obedezca a intereses transnacionales. Para el ciudadano común, aunque sea un brillante jefe de Departamento, la práctica política nacional es taninaccesible o irracional como el Castillo oel Proceso kafkianos. Pero el desconciertode Maldonado es tan absurdo como tramposo; es inverosímil que un técnico cultivado y pensante, que ha ascendido y recorrido puestos oficiales toda su vida, esté tanincapacitado para asumir su ambiente político cotidiano como si fuera el más despistado burócrata de ventanilla.
La cabeza de la hidra confirma hastaqué punto el innegable talento narrativo deCarlos Fuentes se puede poner en entredicho por el subterfugio de basarse abusiva-
mente en todos los prestigios culturalesposibles (aún los propios, como al citar aArtemio Cruz) y hacer literatura de laliteratura, intentando compensar así su impotencia para asumir una realidad concretacualquiera. Novela de la contradicción, lostrucos mitificantes de su autor sólo acentúan la debilidad interna del texto, el apresuramiento de su factura, la ya lamentablecolonización cultural de un escritor incapazde ver a su país o a su literatura si no escon ojos extranjeros. En todo caso, éstasson las cabezas de hidra que amenazan conaniquilar a Carlos Fuentes.
Carlos Fuentes: La cabeza de la hidra, JoaquínMortiz, México, 1978.
Gustavo García
Razón, locuray sociedad
Razón, locura y sociedad recoge las ponencias de varios investigadores -Franco BasagUa, Marie Langer, Igor Caruso, ThomasSzasz, Eliseo Verón y Armando Suárezque dieron lugar al ciclo de conferenciascelebrado en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM en julio de 1975. Lostemas fundamentales que se desarrollan enestas ponencias son: la salud mental, lalocura, el papel social de la psiquiatría, lasconsecuencias de la industrialización del psicoanálisis, los marcos teóricos de la psicología social y la evolución de la relaciónentre psicoanálisis y marxismo: Aunque diferentes entre sí, todos ellos guardan una
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estrecha relación: la que está dada por laperspectiva crítica desde la que se realiza elanálisis y en la cual los factores de caráctersocial y político constituyen el elementorector que permite reunirlos, en forma coherente, en un mismo libro.
Cada uno de estos trabajos centra suatención en un aspecto que, al parecer, hallegado a convertirse en la rémora principalde la práctica científica: la institucionalización burocrática y represiva de la ciencia ylos conflictos sociales que ello produce.Franco Basaglia, a partir de su praxis psiquiátrica", analiza la cárcel y el manicomiocomo instituciones de la violencia: originadas de la violencia social sobre el individuo,no hacen otra cosa que reproducir esaviolencia en el ámbito institucional que leses propio. Ambas instituciones fueron creadas originalmente para proteger a la sociedad -tanto en el caso del delincuentecomo en el del enfermo mental- de todaaquella persona que se apartara de la norma, y por lo tanto, más que fungir comoverdaderos centros de rehabilitación, hanllegado a constituirse en ámbitos de marginación "en los que los sujetos no sontratados por lo que son sino por las molestias sociales que ocasionan". La terapéuticaa seguir, entonces, no se apoya en unaideología de cura, que debía tender a rehabilitarlo, sino por el contrario, en unaideología de castigo, tendiente a reforzar larepresión en la marginación a la que se lesomete.
Thomas Szasz abunda aún más sobre elcarácter represivo de la institución psiquiátrica al señalar que, al ingresar· en ella, el paciente queda exento de la posibilidad deejercer la defensa de sí mismo. No lequedará más que someterse pasivamente alos tratamientos obsoletos -electroshocks,aislamiento y castigo- que caracteriza aeste tipo de instituciones. Así, en la actualidad, la práctica que define a la instituciónpsiquiátrica no es más que el ropaje pseudocientífico detrás del que se oculta unaconcepción anacrónica del tratamiento delenfermo mental.
Por lo que se refiere al psicoanálisis,Marie Langer señala que su institucionalización ha llegado a convertirlo en un centrode poder, y a los psicoanalistas, beneficiarios de ese poder, en una élite económica ycultural que niega la posibilidad de que elconocimiento psicoanalítico siga otros cauces que los prefijados, de manera rígida yautoritaria, por la propia institución.
Pero es que la crisis institucional que
cada día profundiza más sus contradicciones no es más que el emergente superestructural de una crisis aún más profunda ydefinitiva: la crisis de un tipo de sociedaderigida sobre la base del control y delpoder. La estructura interna de las organizaciones científicas no hace más que reflejar esa crisis social a través de su propiaespecificidad, y de ahí la necesidad dedesarrollar una crítica a fondo de este tipode instituciones. Sin embargo, el ejerciciode esta crítica, tan necesaria e impostergable, 110 es algo tan simple como puedeparecer por su sola enunciación. Su dificultad estriba precisamente en que los científicos y profesionales que debían llevarla acabo están inmersos en los privilegios quedimanan de esa situación. Y no es tan fácilrenunciar a esos privilegios, sobre todocuando ello implicaría el cuestionamientode los contenidos y fmes de su propiaformación profesional así como de las prácticas producto de esta formación.
En general, todos los trabajos coincidenen destacar la función ideológica que cumple socialmente la institucionalización de lapsiquiatría, el psicoanálisis y la psicología.Pero es Eliseo Verón el que pone mayorénfasis en este aspecto. Su investigación secentra en la psicología social, y, dentro delo posible, hace una revisión exhaustivatanto de su surgimiento (a raíz de la segunda guerra mundial) como de su objeto deestudio. El análisis de Verón pone al descubierto el hecho de que muchas de las"categorías" de la psicología social más quefacilitar el conocimiento de los fenómenosque se estudian, tiende a limitarlo y simplificarlo, pues conceptos como "motivación","objetivos", "metas", "liderazgo", etc., pa-·ra explicar la conducta humana, no son
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