LOS DERECHOS CONTENIDOS EN LAS DECLARACIONES DE
DERECHOS HUMANOS: 60 AÑOS DESPUÉS (REFLEXIONES)
Por: Juan Carlos Eguren Neuenschwander (*)
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Atendiendo a una gentil invitación del Ilustre Colegio de Abogados de Lima, me he permitido escribir las líneas que siguen. Cierto, unas pocas líneas son siempre insuficientes porque la cuestión de los Derechos Humanos es compleja – por sus imbricaciones históricas, morales y políticas. Mas, en el sexagésimo aniversario de tan importante fecha se impone una reflexión: ¿cuánto hemos avanzado? o mejor, ¿hemos avanzado? Solamente intentar una reflexión, una meditación larga y desprejuiciada, sin tener la obligación de obtener una casi conclusión matemática, porque la cuestión es compleja. Es un asunto humano, demasiado humano. Como ninguna época en la historia de la Humanidad, el norte de nuestro tiempo es la búsqueda de un horizonte, de la comprensión del universo y una preocupante crisis espiritual. Ya se ha hablado bastante al respecto. Pensadores como Nicolás Berdiaeff u Oswaldo Spengler vieron un futuro poco promisorio. Pero, lo que sí aparece con claridad es que estamos en el borde, en esas precisas líneas en que la vieja edad se está yendo pero aún impera, y la nueva, que está ganando territorio pero aún no la batalla. Período de crisis, como ocurrió en Europa en los siglos IV y V, como volvió a acontecer en los siglos XV y XVI. Quizá esa necesidad espiritual haya impulsado el tema que hoy nos reúne. Sobre cómo se ha ido desarrollando un Derecho Internacional de los Derechos Humanos es que hablaremos en las reflexiones que continúan. Lima, setiembre de 2008
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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados triunfadores decidieron crear un
sistema internacional encargado de garantizar la paz y la seguridad de todos los pueblos
del mundo. Con esa finalidad se creó las Naciones Unidas, que eliminaría los errores
que se cometieron con la creación de la Sociedad de Naciones (creada después de la
Primera Gran Guerra): el próximo diciembre se cumplen 60 años de la firma de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Con su creación, nació una nueva
rama del Derecho Internacional, el “Derecho Internacional de los Derechos Humanos”.
En las seis décadas transcurridas desde la creación de las Naciones Unidas, esta nueva
rama se ha desvelado innovadora y fértil. Ha ido creciendo tanto a nivel de tratados,
cuanto de instrumentos de carácter regional, incluyendo entidades procesales como la
Corte Europea de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Sus antecedentes los podemos rastrear en el tiempo. Retrocedemos y a nuestra mente
se acerca el “Iluminismo”, el “Imperio de la Razón” que gobernó la filosofía del siglo XVIII
y que originó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano (en París, el 26 de agosto de 1789). Pero esto
no quiere decir que en ese siglo empiece nuestra historia: Desde su nacimiento bajo la
tutela de Erasmo de Rotterdam y su auge en la Italia de Leonardo, Miguel Ángel y Rafael,
el Humanismo –que intentaremos definir como la meditación del hombre sobre el hombre-
, surgió como un movimiento nuevo perfeccionador del pensamiento de los antiguos
filósofos helénicos, encumbrando al hombre como centro del universo y lanzándose de
lleno a buscar el conocimiento no cuantificable, no racional (que no debe entenderse sino
como aquel que busca respuestas donde la razón ya no las puede dar); a aquel
conocimiento al que la ciencia no puede acceder. De esta forma, el Humanismo ve al
hombre como un ser libre, que posee gran valor en sí mismo, en sus pensamientos y en
sus sentimientos, que es dueño de su propio destino, y es a quien se conceden todos los
derechos e imponen todas las obligaciones, en clara oposición respecto del teocentrismo
medieval.
Deberá tenerse muy presente que distintas ideologías -a lo largo de la historia- han, de
diversas formas, reprimido o perseguido el pensamiento humanista. Desde los tan
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alabados tiempos de la Antigua Grecia, la naturaleza inquisidora y antropocéntrica del
Humanismo representó un peligro para los grupos dominantes, que debían mucho de su
poder justamente a la religión oficial del Estado, que los pensadores cuestionaban. Este
peligro fue rápidamente atacado con una fuerte represión que obligó, por ejemplo, a
beber la cicuta. Sin embargo, si bien los mentores fueron muertos, sus ideales quedaron
marcados permanentemente en la humanidad, mientras que la atomizada Grecia se
derrumbó. La primera batalla de la interminable guerra entre las ideologías y el
Humanismo había sido ganada por este último.
El Medievo tiene poco que decir (aquí y en otros campos), pues si bien la doctrina
cristiana gobernó las mentes, la realidad social y política se orientó solo hacia el teos.
Luego vendrían las Monarquías Absolutistas europeas, principalmente la francesa. En
ella, Bossuet impuso el principio del “Derecho Divino de la Monarquía”, según el cual el
rey que gobernaba los destinos de una nación lo hacía en virtud de un mandato divino, y
por lo tanto sus acciones eran incuestionables. El ataque contra el Humanismo se
intensificó, ya no bastó con la represión física, también la batalla fue llevada al terreno de
la cultura con el surgimiento del Neoclasicismo, movimiento artístico igualmente basado
en la antigua estética greco-romana, pero que buscaba imitarla de la forma más precisa
posible, privilegiando una perfección pragmática y desdeñando el factor sentimental en el
arte: lo opuesto a la concepción artística del humanista, “gozar la creación, idealizar la
realidad y amar esa ilusión. Disfrutar de un argumento o de una metáfora, asombrarse de
una paradoja e inquietarse por el enigma de la historia”. Pero el Humanismo no habría de
quedarse atrás, y su contraofensiva se vio plasmada en el nacimiento de la Ilustración, y
con ella del ideal romántico que finalmente acabó con el absolutismo.
Los ilustrados se sintieron seguros de sí mismos y de su época, creían que con la razón
encontrarían la felicidad. Habían pensado dominar la naturaleza, la historia, de convertir el
sentimiento moral en algo demostrable, incluso geométricamente. En fin, sintieron que
tenían la verdad. Una de las figuras más altas de la Ilustración, Inmanuel Kant, opositor y
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detractor de la escolástica, acostumbraba pasearse por la pequeña aldea de Köenisberg
con tanta puntualidad y exactitud que los habitantes de la villa ponían a tiempo su reloj
con los pasos del profesor. Un día se retrasó: había tenido lugar la espantosa catástrofe
geológica que casi borra a Lisboa del mapa.
La fe indestructible en la razón continuó caminando por el siglo XIX: nada bello se parece
tanto a la exactitud como transitar por las obras clásicas de aquel siglo. La Medicina, el
Derecho, la Historia; sintieron que habían sido elevadas a la categoría de ciencia, y la
ciencia, cuando el hombre creyó en ella, significaba ni más ni menos que seguridad. Esa
época se terminó con una etapa bellísima que los propios europeos llamaron, valga la
redundancia, la "Bella Época". Así, una buena mañana el hombre occidental se asomó a
los horrores de la Primera Guerra Mundial, y volvió a experimentar el incertidumbre de la
inseguridad.
Los dolores de esa guerra calaron profundamente en Occidente, nos sumieron en el
desconcierto. Para comprenderse esa crisis, baste leerse a Céline, quien según nuestro
Vargas Llosa, presenta “… una imagen de la sociedad y de la vida como un verdadero
infierno de malvados, imbéciles, locos y oportunistas, en el que solo triunfan los peores
canallas y donde todo está corrompido o por corromper…”.
Y la exacerbación del nacionalismo sumada a la crisis económica nos regaló la Segunda
Guerra Mundial, con todos sus horrores y que, como se ha anotado, importarían la
creación de las Naciones Unidas.
El Humanismo de nuestro tiempo, para un teísta como el que escribe, está basado en la
creencia en el alma inmortal, que tiene inteligencia y libre voluntad, que dignifica al
hombre y lo hace el titular de derechos y obligaciones. Y decimos ‘dignidad’, porque
“digno”, según la Real Academia de la Lengua, es “lo que corresponde al mérito o
condición de una persona o cosa”.
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El Neotomismo, brillantemente representado por Jacques Maritain, sostiene que el
hombre, creado por Dios como realidad material, como individuo, “se sostiene a sí mismo
por la inteligencia y la voluntad, lo que significa que en la carne y los huesos del hombre
hay un alma que es un espíritu y vale más que todo el universo material… La persona tiene
una dignidad absoluta porque está en relación directa con lo absoluto, único medio en que
puede hallar su plena realización… Esta descripción no es monopolio de la filosofía
cristiana. Es común a todas las filosofías que, de una u otro manera, reconocen la
existencia de un Absoluto superior al orden todo del universo, y el valor supratemporal del
alma humana”.
Claro que ser tomista no es una condición esencial para defender el Humanismo. Pensar
así sería un error. Los hay quienes prescinden del derecho natural y fundan los Derechos
Humanos en el historicismo, y los consideran derecho histórico, o en la ética, y los tienen
como derecho morales.
Esta dignidad del hombre es inherente a su ser, a su esencia, a su naturaleza. No
obstante y para no confundirnos, si bien todas las personas son iguales en dignidad, al
desarrollar sus calidades espirituales y materiales, las personas se tornan distintas y
merecen un trato jurídico diferenciado: por eso el que tiene más dinero debe pagar más
impuestos que el que no lo tiene.
Y así como tiene un alma inmortal, el hombre es por naturaleza sociable, es un Zoon
politikón -como decía Aristóteles- y al entrar en relación con otros seres necesita proteger
el desarrollo de su personalidad, este universo hipostático, como dicen los teólogos,
unidad indisoluble de espíritu y materia, donde los bienes de la libertad, que residen en su
espíritu, el de la vida, que está en su realidad material, y el del trabajo, que se expresan
en su personalidad, espiritual y material, necesitan ser defendidos para ser respetados y
protegidos; allí nacen los Derechos Humanos, antes y por encima de las constituciones y
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las leyes, en defensa de su dignidad personal y sus bienes fundamentales: la libertad, la
vida, la identidad, el trabajo.
Derecho viene del latín dirigere (dirigir) o regere (regir), lo que alude a lo recto, o sea a la
conducta dirigida o regida por la justicia hacia el bien común, que es su fin; justicia, que
según el Derecho Romano es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que le
corresponde. Al “derecho a ser hombre”, que es el primero de ellos, le siguen el derecho a
la libertad, a la vida y a la identidad y los demás, que son una derivación de estos.
Los derechos naturales tienen su raíz en la eminente dignidad del hombre como una
realidad ontológica, un orden ideal relativo a las acciones humanas, una división entre lo
conveniente y lo inconveniente, lo adecuado e inadecuado; pero también como realidad
gnoseológica, que significa el progresivo conocimiento por la humanidad, de sus derechos
naturales, guiados por sus inclinaciones y su razón. El derecho natural es, entonces, de
contenido progresivo, puesto que su contendido se ha conocido a través del tiempo.
La sociedad, en el pensamiento de Maritain y los neotomistas, se forma como algo exigido
por la naturaleza, como una obra cumplida por un trabajo de razón y voluntad libremente
consentida, que engendra la sociedad política, que se justifica en su fin, el bien común,
porque es buena la vida en comunidad.
El Constitucionalismo ordenó las sociedades políticas mediante una Constitución y unas
leyes que emanaban de aquella, que indican lo que es justo en las relaciones
interpersonales, y garantizan esos derechos y creó, además, el Estado, que es la parte de
la sociedad política especializada “en el mantenimiento de la ley (que la sanciona, la
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aplica y la interpreta, en caso de conflictos), el fomento del bienestar común y el orden
público, así como la administración de los asuntos públicos”.
Los Derechos Humanos son, entonces, la relación humana justa, que tiene su origen en la
ley, de naturaleza ética o moral, dirigida al bien común.
Crece hoy en el mundo, racional y emotivo la idea de proteger los Derechos Humanos no
solo por el recuerdo de las desgracias pasadas (muertes y vejaciones), sino como
reacción en contra de la desigualdad provocada por el sistema económico y la sensación
de desamparo espiritual y ausencia de horizontes.
Como se ve, en el tránsito a la Modernidad aparece el concepto de Derechos Humanos,
para concretar la dignidad humana. Para hacer realidad esta nueva visión de la dignitas
han confluido varios factores, como el paso de una sociedad teocéntrica a una laica, el
auge de las ciencias en perjuicio de la religión y, sobre todo, el libre pensamiento.
Con esta pincelada histórica, debemos anotar que, en el ámbito jurídico, los Derechos
Humanos han pasado por tres etapas: la de transferencia al derecho positivo, la de
generalización, y la tercera de la internacionalización.
La primera importa el tránsito desde la filosofía de los derechos fundamentales al
derecho positivo, lo que ocurrió con las primeras declaraciones de derechos
individuales: La Declaración de independencia de los Estados Unidos y la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, francesa, de 1789.
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La generalización se inicia con el ingreso de los Derechos Humanos al Derecho
Constitucional de los Estados. Tiéndese a consagrar derechos civiles y políticos
destinados a proteger la libertad personal, la seguridad y la integridad física y
moral de las personas; pero que solo implican una acción negativa por parte del
Estado: su propósito es impedir que el aparato estatal vulnere determinados
atributos de la persona humana.
En el siglo pasado, estos derechos crecerían en contenido con la aparición del
concepto de derechos económicos, sociales y culturales. Esta nueva noción fue
recogida inicialmente por las constituciones Mexicana de 1917, de Weimar de
1919, la española de 1931, la soviética de 1936 y por la Irlandesa de 1937. La
noción de derechos económicos, sociales y culturales implica una visión del
individuo considerado no como una unidad aislada de las demás, sino como un ser
“situado” en un contexto histórico y social, en permanente actividad para concretar
su proyecto personal que solo es viable sin la existencia de privilegios y
diferencias que atentan también contra la dignidad de la persona, pues como
afirma Mario Alzamora Valdéz “carece de sentido que se garantice la inviolabilidad
de domicilio a los que no cuentan con hogar; la inviolabilidad de la
correspondencia a los que no saben leer ni escribir; la libertad de trabajo en una
sociedad en que la desocupación hiere con su insistencia la dignidad humana”.
En el proceso de internacionalización en cambio, se intentará -desde la segunda
mitad del siglo XX- superar el ámbito de protección nacional mediante el
establecimiento de organismos internacionales en que el individuo se convierte en
sujeto del Derecho Internacional.
Esta última fase se caracteriza por la aparición de un vasto conjunto de
convenciones, instituciones y procedimientos que han dado nacimiento -en el
ámbito del Derecho Internacional Público, como dijimos-, a una nueva disciplina: el
“Derecho Internacional de los Derechos Humanos”, cuya naturaleza jurídica
significa un cambio en los tradicionales conceptos de soberanía, injerencia y libre
determinación. Se trata de un fenómeno en el que la protección de los Derechos
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Humanos ha sido objeto de una amplia popularización que abarca la casi totalidad
del planeta. Bien puede decirse que la universalización de los Derechos Humanos
es el fenómeno característico de nuestra época.
El Derecho Internacional de los Derechos Humanos
Naturaleza Jurídica
Como se dijo, es a partir de la Segunda Gran Guerra que se produjo la instauración de un
sistema jurídico internacional de protección de los Derechos Humanos. Su causa
inmediata –que no fue la única– fue el profundo impacto psicológico y antropológico que
la gran guerra ocasionó: exterminio absurdo de millones de seres humanos, exacerbación
irracional del nacionalismo, racismo, crispaciones económicas; que importaron el
desarrollo de instituciones internacionales, cuyo propósito sería la protección al individuo
frente a las irracionalidades provenientes del ejercicio arbitrario de la fuerza estatal.
Si bien es cierto que con anterioridad ya se contaban con algunos instrumentos
encaminados a la protección del individuo, es con la fundación de la “Organización de las
Naciones Unidas” y de la “Organización del los Estados Americanos” que se instaura en
forma sistemática un nuevo orden público internacional basado en un concepto de justicia,
que tiene como base la idea de “dignidad de la persona humana”. Este nuevo orden
jurídico internacional se ha ido trasuntando en tratados y en varios órganos
internacionales, algunos de ellos con potestades jurisdiccionales al interior de los propios
estados.
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Es una evolución compleja con un punto de partida en la solemnidad de declaraciones
destinadas a consagrar principios fundamentales y orientadores del ejercicio del poder
estatal en beneficio del individuo. Como se sabe, la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre y la Declaración Americana son los instrumentos de mayor
relevancia a este respecto.
Pero una vez proclamadas las declaraciones, el siguiente paso fue la ratificación, por
parte de los Estados, de una serie de tratados internacionales por medio de los cuales
estos se obligaban a respetar los Derechos Humanos en ellos proclamados, y el
establecimiento de medios procesales (e institucionales) que observen el cumplimiento de
las obligaciones concertadas en los pactos.
La naturaleza jurídica de este nuevo orden internacional fundado en el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, es su carácter progresivo. El régimen de
protección internacional de los Derechos Humanos tiende a expandir su ámbito de
aplicación de modo continuado e irreversible, tanto en lo que se refiere al número y
contenido de los derechos protegidos, cuanto en la eficacia y vigor de los procedimientos,
en virtud de los cuales los órganos de la comunidad internacional pueden afirmar y
salvaguardar su vigencia.
Todo ello trae un conjunto de modificaciones en las reglas y principios del Derecho
Internacional Público tradicional, en la medida en que se trata de un sistema jurídico
protector, donde lo que importa no es el interés de los Estados, sino la dignidad de la
persona humana.
Efectos respecto de la competencia de los Estados
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El efecto inmediato del desarrollo del Derecho Internacional de los Derechos Humanos ha
sido eliminar el concepto de que los Derechos Humanos conciernen exclusivamente al
dominio interno de los Estados, insertándolo dentro de las preocupaciones legítimas de la
comunidad internacional, lo que implica –fundamentalmente-, un cambio en el concepto
clásico de la soberanía de los Estados. Se entiende el concepto así, por la naturaleza
especialísima de esta clase de tratados, conforme ha tenido oportunidad de resaltarlo la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en su Opinión Consultiva OC-2/82 del 24 de
setiembre de 1982, cuando expresa que:
“ … los tratados modernos sobre derechos humanos, en general, y, en particular, la
Convención Americana, no son tratados multilaterales de tipo tradicional,
concluidos en función de un intercambio recíproco de derechos, para el beneficio
mutuo de los Estados contratantes. Su objeto y fin son la protección de los derechos
fundamentales de los seres humanos, independientemente de su nacionalidad, tanto
frente a su propio Estado como frente a los otros Estados contratantes. Al aprobar
estos tratados sobre derechos humanos, los Estados se someten a un orden legal
dentro del cual ellos, por el bien común, asumen varias obligaciones, no en
relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción. El
carácter especial de estos tratados ha sido reconocido, entre otros, por la Comisión
Europea de Derechos Humanos cuando declaró que las obligaciones asumidas por
las Altas Partes Contratantes en la Convención (Europea) son esencialmente de
carácter objetivo, diseñadas para proteger los derechos fundamentales de los seres
humanos de violaciones de parte de las Altas Partes Contratantes en vez de crear
derechos subjetivos y recíprocos entre las Altas Partes Contratantes ("Austria vs.
Italy", Application No. 788/60, European Yearbook of Human Rights, (1961), vol. 4,
pág. 140)…”.
Requisitos para dar vida a los Derechos Humanos
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Para que los Derechos Humanos se conviertan en realidad, debe contarse con tres
exigencias:
1. Existencia de una sociedad organizada en forma de Estado de Derecho;
2. Dentro del Estado, los Derechos Humanos deben ejercitarse como marco legal
preestablecido;
3. Debe proporcionarse a las personas, las garantías legales específicas para
ejercer sus Derechos Humanos y, en especial, los recursos necesarios para
asegurarse que tales derechos sean respetados.
La consecuencia jurídica de todo esto es que una sociedad que no respete los derechos
humanos, no puede calificarse de democrática. Significa también obligaciones impuestas
a los Estados por parte del ordenamiento jurídico internacional, obligaciones en cuanto a
su forma de gobierno, el que debe compatibilizar con el respeto y protección de los
Derechos Humanos.
Obligaciones Estatales
El nuevo Derecho Internacional de los Derechos Humanos implica, no únicamente un
Estado de Derecho para la vigencia de los derechos fundamentales, sino un conjunto de
obligaciones, todas ellas destinadas a promover la progresión en el goce y ejercicio de los
derechos fundamentales.
Para hacer realidad este avance progresivo y dinámico, los tratados internacionales
generan un conjunto de obligaciones que los Estados no pueden eludir, puesto que lo han
asumido como parte integrante de su derecho interno.
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Estas obligaciones de los Estados tienen dos variantes, negativa y positiva, según la
naturaleza de las acciones que el Estado debe emprender para efectivizar los derechos
fundamentales.
Variante negativa
La obligación de respetar exige a los agentes del Estado a que no violen los derechos
humanos establecidos en los tratados. El artículo 2 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos establece:
“Parte II
Artículo 2. Observación general sobre su aplicación
1. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a respetar y
a garantizar a todos los individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos
a su jurisdicción los derechos reconocidos en el presente Pacto, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición social.
2. Cada Estado Parte se compromete a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones del presente Pacto, las medidas oportunas
para dictar las disposiciones legislativas o de otro carácter que fueren necesarias
para hacer efectivos los derechos reconocidos en el presente Pacto y que no
estuviesen ya garantizados por disposiciones legislativas o de otro carácter.
3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar
que:
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a) Toda persona cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto
hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo, aun cuando tal violación
hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones
oficiales;
b) La autoridad competente, judicial, administrativa o legislativa, o cualquier otra
autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado, decidirá sobre los
derechos de toda persona que interponga tal recurso, y desarrollará las
posibilidades de recurso judicial;
c) Las autoridades competentes cumplirán toda decisión en que se haya estimado
procedente el recurso.”
El artículo bajo comentario ha sido interpretado en el sentido de que los dos supuestos,
“territorio” y “jurisdicción”, implican situaciones distintas y que en tal sentido la protección
se extiende a todos los individuos que estén en su territorio, pero también hacia aquellos
que, sin estarlo, se encuentran bajo su jurisdicción.
Variante positiva
- Formalmente, lo constituye un orden jurídico dirigido a hacer posible el
cumplimiento de los Derechos Humanos y, en general, de las estructuras a través
de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera que sean
capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los Derechos
Humanos. El Estado debe llevar adelante todas las acciones necesarias para que
las normas supranacionales sean vigentes en su ordenamiento interno y revisar su
legislación con la finalidad de eliminar las contradicciones que pudieren existir con
las normas internacionales.
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- Sustancialmente, es el conjunto de normas e instituciones; que mantienen las
condiciones para que los Derechos Humanos puedan ejercerse. Significa, por
ejemplo, dotar de recursos económicos a sus instituciones.
¿Supervisión internacional?
El artículo 40 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece:
“ Artículo 40
1. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a presentar informes
sobre las disposiciones que hayan adoptado y que den efecto a los derechos
reconocidos en el Pacto y sobre el progreso que hayan realizado en cuanto al goce
de esos derechos:
a) En el plazo de un año a contar de la fecha de entrada en vigor del presente
Pacto con respecto a los Estados Partes interesados;
b) En lo sucesivo, cada vez que el Comité lo pida.
2. Todos los informes se presentarán al Secretario General de las Naciones Unidas,
quien los transmitirá al Comité para examen. Los informes señalarán los factores y
las dificultades, si los hubiere, que afecten a la aplicación del presente Pacto.
3. El Secretario General de las Naciones Unidas, después de celebrar consultas con
el Comité, podrá transmitir a los organismos especializados interesados copias de
las partes de los informes que caigan dentro de sus esferas de competencia.
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4. El Comité estudiará los informes presentados por los Estados Partes en el
presente Pacto. Transmitirá sus informes, y los comentarios generales que estime
oportunos, a los Estados Partes. El Comité también podrá transmitir al Consejo
Económico y Social esos comentarios, junto con copia de los informes que haya
recibido de los Estados Partes en el Pacto.
5. Los Estados Partes podrán presentar al Comité observaciones sobre cualquier
comentario que se haga con arreglo al párrafo 4 del presente artículo”.
Esto es, los Estados partes se comprometen a presentar informes sobre las disposiciones
que hayan adoptado y que den efecto a los derechos reconocidos en el pacto y sobre el
progreso que hayan realizado en cuanto al goce de esos derechos.
La Convención Interamericana sobre Derechos Humanos establece:
“… Sección 2. Funciones
Artículo 41
La Comisión tiene la función principal de promover la observancia y la defensa
de los derechos humanos, y en el ejercicio de su mandato tiene las siguientes
funciones y atribuciones:
a) Estimular la conciencia de los derechos humanos en los pueblos de América;
b) Formular recomendaciones, cuando lo estime conveniente, a los gobiernos
de los Estados miembros para que adopten medidas progresivas en favor de
los derechos humanos dentro del marco de sus leyes internas y sus preceptos
constitucionales, al igual que disposiciones apropiadas para fomentar el
debido respeto a esos derechos;
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c) Preparar los estudios e informes que considere convenientes para el
desempeño de sus funciones;
d) Solicitar de los gobiernos de los Estados miembros que le proporcionen
informes sobre las medidas que adopten en materia de derechos humanos;
e) Atender las consultas que, por medio de la Secretaría General de la
Organización de los Estados Americanos, le formulen los Estados miembros
en cuestiones relacionadas con los derechos humanos y, dentro de sus
posibilidades, les prestará el asesoramiento que éstos le soliciten;
f) Actuar respecto de las peticiones y otras comunicaciones en ejercicio de su
autoridad de conformidad con lo dispuesto en los artículos 44 al 51 de esta
Convención, y
g) Rendir un informe anual a la Asamblea General de la Organización de los
Estados Americanos.”
Es decir, le otorga a la Comisión Interamericana facultades para solicitar a los gobiernos
de los Estados Miembros, que le proporcionen informes sobre las medidas que adopten
en materia de derechos humanos.
Así mismo, en su artículo 48 dispone:
“… Sección 4. Procedimiento
Artículo 48
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1. La Comisión, al recibir una petición o comunicación en la que se alegue la
violación de cualquiera de los derechos que consagra esta Convención, procederá
en los siguientes términos:
a) Si reconoce la admisibilidad de la petición o comunicación solicitará
informaciones al Gobierno del Estado al cual pertenezca la autoridad
señalada como responsable de la violación alegada, transcribiendo las partes
pertinentes de la petición o comunicación. Dichas informaciones deben ser
enviadas dentro de un plazo razonable, fijado por la Comisión al considerar
las circunstancias de cada caso;
b) Recibidas las informaciones o transcurrido el plazo fijado sin que sean
recibidas, verificará si existen o subsisten los motivos de la petición o
comunicación. De no existir o subsistir, mandará archivar el expediente;
c) Podrá también declarar la inadmisibilidad o la improcedencia de la petición o
comunicación, sobre la base de una información o prueba sobrevinientes;
d) Si el expediente no se ha archivado y con el fin de comprobar los hechos, la
Comisión realizará, con conocimiento de las partes, un examen del asunto
planteado en la petición o comunicación. Si fuere necesario y conveniente, la
Comisión realizará una investigación para cuyo eficaz cumplimiento
solicitará, y los Estados interesados le proporcionarán, todas las facilidades
necesarias;
e) Podrá pedir a los Estados interesados cualquier información pertinente y
recibirá, si así se le solicita, las exposiciones verbales o escritas que presenten
los interesados;
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f) Se pondrá a disposición de las partes interesadas, a fin de llegar a una
solución amistosa del asunto fundada en el respeto a los derechos humanos
reconocidos en esta Convención.
g) Sin embargo, en casos graves y urgentes, puede realizarse una investigación
previo consentimiento del Estado en cuyo territorio se alegue haberse
cometido la violación, tan solo con la presentación de una petición o
comunicación que reúna todos los requisitos formales de admisibilidad. “
Es decir, regula todo lo relacionado con las comunicaciones individuales de denuncia de
los Derechos Humanos y obliga a los Estados de enviar toda la información que le solicite
la Comisión dentro de plazos razonables y, si fuere necesario, a proporcionarle todas las
facilidades necesarias si es que la Comisión decidiere realizar invdoc finalestigaciones.
Los tratados internacionales
Una de las más importantes repercusiones jurídicas que el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos ha tenido es que en la actualidad tanto el Derecho Interno como el
Derecho Internacional ya no se conciben como independientes, sino más bien como dos
ordenamientos jurídicos interactuando para beneficio del individuo. Esta nueva
concepción se expresa en el principio de supremacía de las normas jurídicas, más
favorable a la protección de la persona humana, independientemente de que provengan
del derecho interno o del internacional. Este principio ha sido expresamente formulado en
diversos tratados internacionales, entre los que destacan: La Convención Americana de
Derechos Humanos; la Convención sobre la eliminación de todas las formas de
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discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanas o degradantes; la Convención sobre derechos del niño.
El Derecho Internacional de los Derechos Humanos en los inicios del Tercer
Milenio
El creciente dinamismo del Derecho Internacional de los Derechos Humanos constituye la
respuesta contemporánea a las demandas de justicia y libertad del hombre. La propia
naturaleza jurídica de esta novísima disciplina le permitirá -esperamos- enfrentar los
nuevos retos con un sentido de progreso en la búsqueda constante de justicia.
(*) Juan Carlos Eguren Neuenschwander es abogado por la Universidad Católica Santa
María (Arequipa), habiendo realizado estudios de post grado en Chile y los Estados
Unidos. Es Congresista de la República elegido para el período 2006-2011. Actualmente
es Presidente de la Comisión de Justicia del Parlamento Nacional.
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